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Para Dalí

El tiempo se derretía sobre sus cuerpos,

como miel se derramaba en las sábanas de mar.

Ya no sabían si era hoy, o ayer o mañana.

Se tenían en trocitos de besos, no querían más.

Sus manos dejaron de ser dos manos,

eran grandes tijeras de blanco algodón entrelazadas.

Y las pieles dejaron de ser pieles,

eran anchas obras de arte al vacio lanzadas.

Y el desierto cayó sobre el vacío,

sobre sus cuerpos en un solo ser abstracto.

Y corrió a lo lejos el frío,

eran lágrimas y lenguas en una sola cosa.

El tiempo se convirtió en un cubo celeste,

con las manecillas hechas de ángel y de estrellas.

El desierto se llenó de cosas varias,

para que un grito desgarrado clavara sus flechas.

Y se desangró en un instante el tiempo,

en sábanas de arena ocre desparramadas por el vacío

Soplo fuerte con furia el viejo viento,

para dejar solo recuerdos de los imaginarios amantes.

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