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FUNCIÓN SOCIAL DE LA TRAGEDIA

Robinson Serna Hincapié

Teniendo como punto de partida la importancia que tuvo la tragedia en la configuración de


la sociedad griega de su momento, así como su marcada función social en tanto hizo parte
importante dentro de la cotidianidad de dicho pueblo; el presente escrito tiene como fin hacer
un intento de acercamiento, muy breve por cierto, a esa función social que tuvo la asistencia
a la obra trágica. No en vano dicha representación tuvo injerencia en muchos aspectos
integrales de la sociedad ática de su momento, a saber: la política, la jurisprudencia, el orden
cultural y la religión.

Tal y como lo plantea Vernant (2002:19) la tragedia no es una simple y única forma de arte,
es también toda una institución social. La obra dramática denominada tragedia se inserta en
un marco mucho más amplio, dentro del cual, se visualizan dos ámbitos muy claramente: el
religioso y el político. El primero se establece desde el punto de vista de la deidad antigua
representada en Dioniso, tema este de reflexión para otro momento; y el segundo, no menos
importante, surge del desarrollo y consolidación de la forma de gobierno llamada
democracia. Toda tragedia tiene un objetivo profundo: ocuparse del pensamiento jurídico en
el que se está elaborando el ámbito de la ley; el complejo del orden de la ley que le da vida a
la acción humana. La ley es algo necesario dentro de la comunidad, esta da el más alto grado
de libertad; la ciudad se convierte en objeto de la reproducción imitativa; el objeto es ella,
pues se hace teatro y se convierte en espejo. Dicho reflejo se ve representado en la fiesta
anual en honor a Doniso, por tanto la tragedia sirve para dar a conocer los distintos sucesos
que giran en torno al acto dramático, sobre todo para “… aprovechar la apertura de la fiesta
dionisíaca para informar acerca del beneficio que algunos ciudadanos le habían prestado a la
ciudad con su acción política, económica, religiosa, social o cultural equivalía, no a promover


Licenciado Humanidades Lengua Castellana, Universidad de Antioquia; Filólogo Hispanista, Universidad de
Antioquia; Especialista en Evaluación Pedagógica, UCM; Magíster en Hermenéutica Literaria, Universidad
EAFIT
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una impresión de desigualdad, sino más bien a instigar un sentimiento de sana competitividad
en pro de la subsistencia de la ciudad” (Vélez, 2015: 175).

La pregunta que ronda a la altura de esta discusión es sobre ¿qué es entonces la tragedia en
relación con su función social?

Fácil sería decir que la tragedia se encuentra enquistada en los órdenes más simples y a la
vez complejos de la sociedad griega de su momento. Sin embargo, hay que tener claro que el
asunto es mucho más complejo y profundo. Su organización social, no sólo dentro del teatro
sino de la comunidad misma, la presentación y disposición de “toda” la ciudad volcada a un
evento multitudinario por varios días, la preparación por parte de los poetas de las distintas
tramas y la estructura misma de lo trágico, nos permite ver la importancia que esta comunidad
le daba al drama. La materia prima de la tragedia (el acto trágico), no es solamente el fin
último catártico; no, esta va mucho más lejos, la materia que es objeto de la tragedia es el
pensamiento social, pues “la verdadera materia de la tragedia griega es el ideario social
propio de la ciudad, especialmente el pensamiento jurídico y cultural. (Vernant, 2002:19).

El drama trágico estaba asociado a la democracia radical o la democracia participativa, la


cual es la que aglutina a todas las clases sociales con un mínimo de restricciones, lo cual
implicaba la asistencia al teatro de todos los ciudadanos, tanto los asteios (urbanos), como
los agroikos (rurales). La gran mayoría de los lugares en el teatro los ocupaban los ciudadanos
de pleno derecho, vestidos de blanco, pero también acudían los comerciantes y artesanos que
no pertenecían a la ciudad, esto es, los metecos o trabajadores por cuenta propia “con permiso
de residencia”, vestidos de púrpura y realizando la función de “portadores de vasos”; tanto
los metecos como los xenos, representantes extranjeros hospedados por una familia o “Casa”
-linaje- de la ciudad de Atenas, podían asistir al teatro, siempre y cuando fueran invitados
por uno o varios ciudadanos de pleno derecho. También se permitía la asistencia a los
esclavos acompañantes de los ciudadanos ancianos que acudían a las representaciones. La
tragedia como institución social y como mecanismo de participación colectiva, mantenía
presente el espíritu y esencia del hombre griego del momento; en este orden de ideas, “la

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tragedia puede comprenderse solamente cuando se considera una invención, en todo el
sentido de la palabra, como una invención humana bajo ciertas condiciones específicas, y
algo radicalmente nuevo en todos los aspectos. Ante todo es una institución, y aparece el
aspecto social” (Vernant, 1972: 300)

Otro punto importante es la profunda relación entre el acto trágico y el acto religioso. La
relación de la tragedia con el régimen político (la democracia participativa o democracia
radical) que ha permitido la parresía (libertad de palabra) y la isegoría (idéntico derecho a
hablar en la asamblea) fueron fundamentales para entender la obra como un acto social en sí
mismo. En este mismo sentido, es en la cultura ática (el agonismo) donde se puede encontrar,
en unión con el desgarro interno entre la racionalidad y la animalidad (entre orden y caos) y
con las capacidades simbólicas inherentes a la especie humana, el nexo que une a la tragedia
con la religión, esto es en todo su esplendor, el fondo religioso de la tragedia griega.

El espíritu competitivo griego ejercía una función de cohesión social muy fuerte que aparece
como paralela a la religiosidad: es condición previa de la competición la reunión de los
competidores y es la reunión la que fomenta la competición como forma de comunicación,
ofertadora de cohesión social en última instancia. En este orden de ideas, “la tragedia es,
propiamente hablando, un momento. Para que la tragedia aparezca en Grecia debe haber
primero un distancia entre el pasado heroico, entre el pensamiento religioso, propio de una
época anterior y el pensamiento jurídico y político que es el de la Ciudad que representa la
tragedia” (Vernant, 1972: 310)

Ahora bien, ese vínculo entre lo viejo y lo nuevo es el sustrato presente la tragedia. Los
poemas homéricos y hesiódicos también educaban, pero bajo ellos se hallaba implícita una
idea de sociedad fuertemente dividida en “nobles” y “plebeyos”, con unas familias escogidas
cuyos antepasados fueron héroes; los mitos (en sentido lato, las historias acerca de héroes y
dioses), estaban, de alguna manera, legitimando la estructura social de la época.

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Finalmente, la tragedia permitía el encuentro con los límites de la condición humana y con
las leyes que regulan tal condición en el contexto cívico, a la par que posibilitaba y fomentaba
la unidad de los ciudadanos. Pero la tragedia no sólo reunía al pueblo, sino también (sobre
todo), lo educaba; esto es, tenía una función pedagógica, identificadora y constructora de
identidad social en la sociedad ateniense.

REFERENCIAS

VÉLEZ UPEGUI, M. (2015). “El drama ático clásico: un marco de presentación”. En: Co-
herencia. Revista de Humanidades. Medellín: Universidad Eafit, ISSN 1794-5887, Vol. 12,
N° 22: 167-200.

VERNANT, J. P. y VIDAL-NAQUET, P. (2002) Mito y tragedia en la Grecia antigua. I.


Barcelona: Paidós.

VERNANT, J. P. (1972) “La tragedia griega: problemas de interpretación”. En: MACKSEY,


R. y DONATO, E. Los lenguajes críticos y las ciencias del hombre. Controversia
estructuralista. Barcelona: Barral Editores.

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