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Napoleón expuso sus planes para dirigir el asedio de la ciudad a su amigo. Así como le
explicó los errores en los que los altos mandos liderados por Carteaux estaban incurriendo
en la campaña. Tras discutir las ideas de Napoleón en las que en principio no se aceptaban
por tratarse de un joven desconocido, se aceptarán sus planes artilleros y se le delegará la
función de tomarse la plaza de la ciudad.
Plan: neutralizar a los navíos ingleses que apoyaban con sus cañones a los sitiados a través
de la toma del puerto de Aiguillette. Concentrar en un solo punto el fuego de la artillería
hasta romper la línea de sitio y abrir brecha. La finalidad: interrumpir el paso entre la
pequeña y la gran rada del puerto, lo que cortaría el abastecimiento marítimo, tan necesario
para los asediados.
LA CAMPAÑA DE AUSTRIA
(1796-1797)
Para esta época el peligro de Francia radicaba entre otras cosas en estar rodeado de
monarquías absolutistas (Austria, Inglaterra, Rusia, España, Cerdeña, Reino de las dos
Sicilias, estados alemanes de Baden-Wurtemberg y Baviera) que tarde o temprano
invadirían sus territorios. El Directorio tenía como plan atacar los estados alemanes para
posteriormente ocupar las posesiones austriacas. Napoleón por su parte movido por su
ambición pide tener plenos poderes para comandar el ejército de Italia a lo que el Directorio
accede pues ve con buenos ojos desestabilizar el poder austriaco desde el sur.
Napoleón llegará a Italia y se encontrará con un ejército lamentable, con la moral baja, y
con poco dinero para financiarlo. En efecto Napoleón contaba con solo 24 cañones de
montaña, 4.000 caballos enfermos, 300.000 francos y víveres para alimentar a sus 30.000
hombres sólo un mes siempre y cuando las raciones se redujeran a la mitad.
Frente a esta situación Napoleón recurrirá a una promesa para su ejército; el botín de las
ciudades conquistadas:
“Soldados estáis desnudos y mal alimentados; mucho os debe el Gobierno, pero, por
ahora, no puede daros nada; la paciencia y el valor que mostráis en medio de estas
rocas son admirables, pero no os proporcionan la menor gloria ni provecho. Yo quiero
conduciros a las más fértiles llanuras del mundo. Ricas provincias y grandes ciudades
quedarán en vuestro poder. En ellas encontraréis honor, gloria y riqueza. ¡Soldados
de Italia! ¿Será posible que carezcáis de valor y de constancia?”