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La reformacién militar general 20.000 hombres y al igual que otros consejeros lleg6 a apuntar incluso que por el momento se suspendiese la campaiia contra Frisia, limi- tando la guerra durante ese verano a operaciones defensivas para destinar la mayor parte de las provisiones al pago del remate general y evitar asf el estallido de un motin mayor si no se cumplian las expectativas creadas entre la milicia. Felipe III prefirié aprovechar la propicia coyuntura politica y militar dando luz verde a la decisiva campaiia de 1605; asf pues, orden6 a Spinola que, una vez conseguido el acuerdo con los amotinados, valiéndose de su reputacién y crédito, tratase de retrasar el remate global del Ejército hasta las provisiones del aio siguiente, y encargo al Condestable que estudiase algunas reformas posibles ya propuestas por valor de 300.000 ducados sin advertirlo todavia al recién nombrado Superintendente para que éstas se acordasen después de su regreso a Flandes“”. En cuanto a la concesién de nuevas libranzas, se decidis limitar éstas a lo mas forzoso dando una paga a aquellos que recibian nuevos oficios mientras se escusaba la consulta de nuevas licencias, y para la concesi6n de anti- cipaciones forzosas fuera de los plazos de las partidas acordadas se fijé una cantidad maxima aprobando todas las que ya se habjan solicitado para 1605. Tras el éxito de la campafia de Frisia, que permitié reconquistar plazas importantes como Wachtendonck, Lingen y Oldenzaal, Spinola regres6 a la corte para asegurar la situacion de su propio crédito y preparar la financiacién de un nuevo asalto contra el centro de las Provincias Rebeldes', pero se encontr6 con mayores dificultades que en el invierno anterior'"”. Aunque la nueva ofensiva del genovés, duramente castigada por una metereologia adversa'™, logr6 recuperar entre muchas otras ciudades, Groenlo y Rheinberg, el tremendo es- fuerzo realizado y el deterioro de la hacienda real castellana llev6 a la corona a estudiar una drastica reducci6n de las provisiones anuales para el Ejército de Flandes (que se rebajaron a la mitad) y de sus efectivos limitandolos al contigente necesario para mantener una guerra meramente defensiva (unos 20.000 infantes y 4.000 jinetes con los demés gastos de artilleria, hospital, oficiales, entretenidos, guar- niciones y alojamientos)'*'. A mediados de diciembre la Junta de Tres (Juan de Ididquez, el Conde de Miranda y el secretario Pedro Fran- queza) que se habia formado para tratar en secreto las posibles reso- luciones que convendria tomar respecto a la Guerra de Flandes y otros conflictos simultaneos, consult6 al monarca la adopci6n de estas drasticas medidas de reforma'® para restaurar la delicada situaci6n de las finanzas reales y la disciplina de las tropas satisfaciendo de 147 Capitulo 4 forma escalonada parte de los atrasos y acabando con los nuevos motines que amenazaban con deshazer por completo a este ejército de veteranos y con él algunos de sus logros mas recientes". Apenas un mes mas tarde, la junta que preparaba el envio del Marqués de Ayamonte para comunicar la aplicacién de estas refor- mas, se vio sorprendida por el ofrecimiento holandés de aceptar la negociacién de una suspensién de armas que se habia movido por parte espafiola con instrucciones precisas remitidas a Spinola ya en la primavera de 1606. Los tres miembros de la Junta! expresaron vivamente su deseo de conseguir la ansiada y necesaria tregua, sobre todo si ésta venia propuesta por los rebeldes a consecuencia del esfuerzo realizado en las dos campajias anteriores contra Frisia, pero también mostraron su recelo ante una novedad que parecia “caso de milagro” por el momento tan oportuno en que Hegaba, inmediata- mente antes de que se diese a conocer la decisién de reformar las provisiones a s6lo 1.500.000 ducados anuales. El Conde de Miranda advirtié que en cualquier decision que se adoptase habria que tener en cuenta que “al Marqués (Spinola) le conviene acabar esta Guerra y no tiene ningtin otro medio para poderlo hazer sino el de la Tregua y entretanto que no la hiziere tiene aventurada su persona, su repu- tacion y su hazienda y ass{ tiene toda la carne en un assador”, y por ello debja tratarse de la tregua con él de forma mas confidencial que con el Archiduque Alberto. Por su parte, Franqueza Ileg6 a sospechar de las verdaderas intenciones de Spinola y del Archiduque, sefialando que podrian valerse de este pretexto. que requeria provisiones dobla- das, con el fin de asegurar la delicada situaci6n financiera del genovés y tratar de completar los éxitos obtenidos sobre los holandeses, mien- tras que tal vez éstos intentaban engafiarles haciendo dudar al Archi- duque, “conosciendo la naturaleza de aquel Principe que no tiene resolugién para chocar y que con qualquier cosa se detiene y emba- raga”, y evitando que empeorase su situacién en la préxima campaiia. La Junta propuso que se suspendiese el envio de Ayamonte mante- niendo el maximo secreto sobre su mision y sobre la decidida voluntad espaiiola de alcanzar pronto una tregua, de manera que “esto esté muy secreto y que en ninguna parte aya memoria ni rastro dello, porque si se entendiesse por qualquier resquicio resultaria dello cor- tar de raiz la prosecucién y effecto desta platica”. Debia conseguirse que la aceptacién del acuerdo de suspension de armas, en el que se procuraria evitar que se planteasen cuestiones de religién y reputa- ci6n, se realizase antes del comienzo de la campaiia de ese aio. Para presionar a los holandeses en su negociacion y para mantener las 148 La reformacién militar general expectativas de los soldados se “pondrd en platica un assiento para dos 0 tres alos de provissiones como las passadas y que se prosegui- ra... aqui y en Génova para donde partira luego correo con tal effica- cia y instancia estando persuadidos los mismos ministros que lo tra- tardn que con todo effecto es y ha de ser assi, con que se dard gran reputacién a la dicha plitica de la tregua y que desta reputaci6n y de la que causard la armada de quarenta navios que se prepara en el Mar Océano y veynte en Flandes se ayude para concluyr la dicha tregua antes de que se desvanezca la dicha reputacion de mayores provisio- es”; en carta aparte, se avisara exclusivamente a Spinola que “sola- mente se puede proveer el millén y medio que se le ha avisado con fin de reduzirse este afio a guerra defensiva”. Pese a las advertencias de la Junta, Felipe III se sentia obligado admitir la negociacion de la tregua siguiendo los pasos previstos por sus consejeros; no obstante, las provisiones de ese aio no Hegaron a bajar todavia de sus niveles ordinarios (cerca de 8.500.000 florines) para alcanzar la suspensién de armas esa misma primavera (24 abril 1607) y proseguir con las negociaciones de un tratado mas duradero mientras se empezaba a licenciar a buena parte del Ejército prefiriendo aliviarlo primero de los contingentes mas revoltosos. Los Archiduques y el Marqués Ambrosio Spinola se mostraron contrariados por la reduccién de provisiones prevista'’, y se defen- dieron frente a las criticas e imputaciones que se les hacian en la corte y en Flandes sobre el alojamiento de las tropas, sefialando que las quejas provenfan de aquellos oficiales que se lucraban a costa de esquilmar a las provincias durante las invernadas, puesto que con las medidas adoptadas por Spinola el Ejército recibfa su servicio y forraje sin salir de sus alojamientos'. Se trataba de acabar asi con uno de los factores que habfa contribuido a aumentar el ntimero de motines, cambiando el alojamiento en villas y caserfos por el que se realizaba anteriormente en lugares grandes y seguros en los que la milicia podia descansar mucho mejor y volver a juntarse con mayor celeridad y orden". Con el cese de hostilidades, empezé6 a aplicarse una primera reforma de plazas muertas y entretenimientos y la reduccin parcial del excesivo numero de oficiales que habia en el Ejército de Flandes tratando de situar a la mayoria de los reformados en otros destinos y procurando evitar su presencia en la corte'™. Al afio siguiente, mientras se desarrollaban las negociaciones para acordar un tratado de paz o una tregua larga, una de las principales preocupaciones de la corona era proveer lo necesario para el remate general de las tropas. Segiin una precisa relacién elaborada en 1608", 149 Capitulo 4 el alcance que se debia a todo el Ejército espafiol en Flandes, sin tener en cuenta muchas libranzas hechas a favor de particulares, de solda- dos ausentes con licencias o de herederos de soldados muertos, ni los gastos de artilleria, municiones y viveres que constaban en los libros del Ejército, importaba aproximadamente 4.173.344 escudos (de a 10 reales), distribuidos en los siguientes conceptos : Infanteria espafola 1.134.700 Infanteria italiana 328.360 Infanteria borgofiona 180.000 Infanterfa irlandesa, escocesa, inglesa 213.500 Infanteria alemana 1.113.407 Infanteria valona 181.972 Caballeria 659.499 Entretenidos 361.906 La firma de la Tregua de los Doce Afios (9 abril 1609) dio paso a un amplio proceso escalonado de desmovilizacién entre las tropas que componian el Ejército espafiol de Flandes, a las cuales se les debian entonces unos 5.600.000 escudos (de a 10 reales), seguin las relaciones traidas a Madrid por fray Itigo de Brizuela, confesor y confidente del Archiduque Alberto", Entre sus papeles Brizuela también present6 la planta a que, de acuerdo con el parecer de Luis de Velasco, Capitan General de la Caballeria de Flandes y maximo responsable militar en Flandes después del Maestro de Campo General Spinola, podria quedar reducida esta prestigiosa y cara maquinaria militar a cargo de la Monarqufa durante el tiempo que se respetase la tregua"'. Esta reduccién pretendfa dejar un nervio basico con el que el Ejército de Flandes pudiese rehacerse con facilidad en caso de ruptura, y con- templaba el licenciamiento de las costosas coronelias de infanteria alemana y de los grupos de amotinados, para proseguir sustituyendo otros contigentes italianos y valones por nuevos aportes de infanteria espaiiola. Plan del Ejército Espaiiol de Flandes (por Luis de Velasco): Infanterfa: 17.350 infantes Espaiioles 5.900 Otras naciones 11.450 Caballeria 1.700 _jinetes Armada 1.000 marineros 150 La reformacién milivar general Alojamiento en cuarteles o plazas de armas con 6 piezas de artillerfa cada una: 1) Maastricht (y su comarca): Mandos: Maestro de Campo General, General de la Artilleria, General de la Caballeria. Infanteria: 6.100 infantes (1.300 espafioles) Caballeria: 950 jinetes 2) Amberes (castillo, ribera y plazas de su contorno): Mando: Castellano Infanteria: 3.000 infantes (1.500 espanioles) Caballeria: 350 jinetes 3) Gante (y Provincia de Flandes): Mando: Castellano Infanteria: 4,600 infantes (2.500 espafioles) Caballeria: 100 jinetes 4) Cambray (y plazas de la frontera con Francia) Mando: Castellano Infanteria: 2.600 infantes (600 espaiioles) Caballeria: 100 jinetes En la consulta realizada al respecto por el Consejo de Estado se aprobé una reduccién incluso mayor que proponia mantener en ser- vicio solamente a 1.700 jinetes y 13.000 infantes distribuidos entre: 6.500 espaiioles, 2.000 borgonones, 1.500 irlandeses-ingleses-escoce- ses, 2.000 italianos (que deberian ser sustituidos por espaiioles) y 1.000 valones (sustituidos por espafioles). La desmovilizacién operada has- ta entonces habfa dejado en activo algo mas de 15.000 infantes y 1.500 jinetes, pero estas cifras atin sufririan nuevos recortes entre 1610 y 1612'. De hecho, pocos dias después de tratar la Planta de Luis de Velasco, lleg6 a formularse al Consejo de Estado la posibilidad de deshacer por completo el Ejército de Flandes sustituyéndolo por un reducido cuerpo de guamiciones y presidios'*. Los consejeros, escan- dalizados ante la iniciativa, que pondria en peligro la influencia mili- tar y politica espafiola en los Paises Bajos, la consideraban totalmente injustificada, porque la guerra no habia terminado, no se habia con- seguido tampoco una paz honrosa ni parecia facil que ésta se alcan- zase en un futuro inmediato, pudiendo presentarse, por el contrario, crisis repentinas para las que resultaria muy costoso y di este prestigioso ejército de veteranos. Reclamaban a su vez que pau- 151 Capitulo 4 latinamente se enviasen por mar hasta unos 6.000 espafioles para proseguir con la sustitucién de las tropas mas caras y menos obedien- tes de otras naciones, pero, como sefialaba el Consejo, “no es tienpo ni sazon para ello pues ni en Espajfia ay gente para sacar tanto numero. ni la ocasién es buena, y alla alteraria los animos, y lo rebolveria todo ver que se lleva tan gran golpe de gente espafiola, que lo que conviene es yr embiando alguna a la deshilada en los navios que se han de traer de Flandes quando bolvieren allé por municiones y pertrechos de guerra, pues desta manera se cebaran los tres tercios de Espafioles muy bastantemente y con disimulagion, y lo del yr los navios por municiones y pertrechos es muy conveniente y se ahorra mucho en ello”. A partir de 1611" se prefirié este procedimiento embarcando en mercantes grupos de 500 bisofios para reforzar de espaiioles el Ejército de Flandes'. Precisamente, uno de los aspectos que mas se cuid6 en la aplicacién de estas reformas fue el de procurar que los cargos de responsabilidad militar recayeran en oficiales espafioles, respetando por conveniencias politicas y estratégicas el orden antiguo establecido desde la llegada del Duque de Alba en 1567. Asi se hizo, por ejemplo, con el cuerpo de la Artilleria (excepto el cargo de General que pudo conservar el Conde de Bucquoy), en el que se reformaron los sueldos de dos tenientes y cinco oficiales extraordina- tios (del Veedor, Contador, Pagador y Mayordomo de la Artilleria), junto con los carros que se daban por emolumentos, consiguiendo un ahorro de 403 escudos mensuales sobre el total de 1.296 escudos que importaba el gasto ordinario de este cuerpo’. A principios de 1612, la coyuntura internacional mas favorable a los intereses de la Monarquia propicié que algunos representantes de las Provincias Unidas hiciesen un ofrecimiento en secreto a través del secretario de Guerra en Flandes, Juan de Mancicidor, para reabrir la negociacién de una paz perpétua con Felipe II]. Dada la influencia que tenfan los poderosos grupos de oposicién a cualquier tipo de entendimiento definitivo entre ambas partes, fue preciso desarrollar una estrategia de negociacién secreta para tratar de conseguir los resultados esperados. A propuesta de Ambrosio Spinola, que se reu- ni6 con Idiéquez para resolver qué postura debia adoptar la Monar- quia ante esta nueva oferta, se designé a Rodrigo Calderon, Conde de la Oliva, ya electo embajador en Venecia, para que se encargase de entablar esta negociacidn viajando a Francia y los Paises Bajos con el pretexto de los casamientos previstos para ese afio entre las dos grandes monarquias catélicas'”. En su jornada secreta, que, como es bien sabido, tampoco reportaria el fruto de las paces, Calderén debe- 152 La reformacién militar general ria desarrollar otra misi6n importante, la segunda reforma general del Ejército espafiol en Flandes. Para ello, preparo con informaciones y consejos prestados por el Archiduque Alberto, Luis de Velasco, el Conde de Afiover, Juan de Mancicidor y el propio Spinola detalladas relaciones del estado y costes del Ejército, incluyendo todas las demas partidas que a su cargo se proveian desde Espaiia. A su regreso a Madrid, Calderén consulté con el parecer de Juan de Idiaquez las reformas que consideraba necesarias para reagrupar unidades suprimiendo algunos efectivos, modificar el sistema de as- censos en tiempo de paz y la concesién de entretenimientos y ventajas de acuerdo con las nuevas Ordenanzas militares de 1611, reducir los contingentes flamencos al servicio de los Archiduques, aumentar la contribucién de las Provincias al mantenimiento de su defensa y ajustar cl gasto total del Ejército a las provisiones ordinarias dispo- nibles en Espaia. Propuso, en primer lugar, limitar los 1.800 jinetes de la Caballeria Ligera (lanzas, corazas y arcabuceros divididos en 18 compaiifas in- cluyendo las 2 de la guardia del Archiduque), cuyo gasto importaba 20.160 escudos mensuales, a sélo 1.200 plazas efectivas (repartidas en 12 compaiiias ~ 8 espafiolas, 2 italianas y 2 valonas ~, suprimiendo las 2 de la guardia) por 16.314 escudos, que pagarfan completamente las Provincias a raz6n de un sueldo menor (25 florines), pero puntual, para cada soldado en tiempo de campamia o de invernada, y quedando a cargo de la corona el aumento de las fuerzas segtin las necesidades de la campajia y el pago previo del remate de las deudas atrasadas por valor de 200.000 escudos. Mientras que la paga del Ejército, segtin las relaciones preparadas por su Contaduria, cl Marqués Spinola y el sccretario Juan de Man- cicidor, importaba cada mes unos 126.643 escudos, la cantidad que podia proveerse desde Espafia era s6lo de 80.000 escudos, con lo cual las deudas acumuladas cada afio superaban los 552.000 escudos sin tener en cuenta los intereses y gastos adicionales que esto acarreaba. Para ajustar este déficit presupuestario tan gravoso, se consiguié que en el pago de su remate general el Ejército renunciase a la tercera parte de las pagas atrasadas, y Calderén propuso las siguientes refor- mas en su composicién :suprimir uno de los 2 tercios italianos dejando 1.000 hombres efectivos, y uno de los tres tercios valones dejando en ellos 1.400 infantes en total; reducir el tercio britanico-irlandés a 800 infantes; mantener el tercio borgofidn con sus efectivos (700-800 in- fantes), y los tres tercios espafioles con el mayor nimero posible de hombres enviando refuerzos desde la Peninsula. 153 Capitulo 4 Encuanto a la reforma de los sueldos, entretenimientos y ventajas, se darian dos tercios de paga destinando el tercio restante a sufragar los gastos de vestido y municién de cada soldado;se reformarian todos los entretenidos en general (407.196 escudos anuales) segtin lo dis- puesto en las nuevas ordenanzas, dejando solamente a los entreteni- dos espafioles con destino fijo y pagando sus sueldos durante cuatro afios a aquellos espafioles que no lo tuviesen; 4 de los mejores alfé- reces se enviarian a servir sus entretenimientos y ventajas a Espafia para tenerlos en cuenta en las elecciones de capitanes; se podrian reformar también todos los criados de los Archiduques que gozasen de entretenimientos en el Ejército (34.548 escudos anuales); se cam- biaria la situacién de otras partidas de limosnas a conventos, viudas y seminarios dejéndolas a cargo de la Tesoreria General (46.800 es- cudos anuales); y cabria suprimir incluso la Sala de Cuentas de Bru- selas (5.460 escudos anuales), pues la contabilidad principal de las provisiones del Ejército se llevaba desde Madrid; por ultimo, para satisfacer lo que se debia a los que ahora se reformasen, seria nece- sario remitir cada mes entre 6.000 y 8.000 escudos, procurando que NO se proveyesen por el momento nuevas ventajas ni entretenimien- tos, ya que desde la aplicacién de la Reformaci6n General decretada en el otofio de 1611 se habian admitido otros 4.541 escudos de entre- tenimientos y 1.169 escudos de ventajas al mes. Hacia falta cuidar la consignacion prevista de 30,000 ducados para reparar las fortificaciones de las tres plazas reservadas a la corona en el Tratado de Cesién de los Paises Bajos a los Archiduques: Gante, Amberes y Cambray. Para resolver las pretensiones que tenian el Arzobispo y la Iglesia de Cambray sobre el dominio de la villa, Calderén proponia tres posibles soluciones que permitieran retener en manos espajiolas el control de su principal plaza de armas en la frontera de los Paises Bajos con Francia: dejar que el Arzobispo fuese Sefior de la villa sélo en el nombre, de forma que tuviese voto en las Dictas imperiales; reclamar a cambio de sus pretensiones el gasto hecho por la corona en la recuperacién de la plaza, una cantidad imposible de cubrir por su cabildo eclesidstico; 0 concederles en lugar de la villa 3.000 ducados de renta situados en lugares de Artois y Henao. Frente a la restauracién del Hospital militar de Malinas que aconsej6 el Marqués de Guadaleste, embajador de la Monarquia en los Paises Bajos, Rodrigo Calderén apunté la conveniencia de repro- ducir en todos los castillos y presidios en que se alojaba el Ejército espafiol, la econémica organizaci6n sanitaria del Castillo de Gante, que contaba con un hospital sufragado exclusivamente con las limos- 154 La reformacion militar general nas que aportaban los propios soldados, esto permitiria reducir con- siderablemente los gastos de los traslados a Malinas y dotar a cada guarnicion con hospitales de doce camas asistidos por su propio per- sonal sanitario de campaiia. Por ultimo, a todas estas iniciativas acom- pafiaba una serie de cuestiones particulares, que solicitaban mercedes © pensiones para los Archiduques y otros hombres importantes en el gobierno politico y militar de los Paises Bajos. Esta composicién o ajuste del Ejército de Flandes, que llegaba muy oportunamente poco después de la profunda crisis financiera de 1611- 1612, agrad6 mucho a Felipe III y a todos los miembros del Consejo de Estado". Antes de su viaje, Rodrigo Calderon habia estado en el punto de mira de los principales émulos y opositores a la privanza del Duque de Lerma, como muestra la correspondencia del agente del Duque de Parma en Madrid Giovanni Canobio™, hasta el punto de que a cambio de dejar su oficio en la corte habia sido nominado para la embajada de Venecia recibiendo diversas mercedes que mejoraban su estado y casa’. Con la muerte de la reina se redujo bastante la persecucién de que era objeto"', pero la renovada presién que em- pezaron a ejercer en su contra el Duque de Uceda y el confesor Aliaga fue suficiente para deteriorar progresivamente su influencia en la corte'”, Esta misién especial al afio siguiente le permitié verse libre de semejante acoso, mientras el propio Lerma procuraba reafirmar su posicion en el control del poder consiliar y cortesano obteniendo el Decreto de Delegacion de Firma. De regreso en 1613, Calderon se encontro con que la mayoria de los consejeros elogiaban su trabajo y pedian que se aprovechase su talento y experiencia en servicio de la corona, deseando unos alejarlo definitivamente de la corte y otros, en cambio, tratando de favorecer su permanencia para afianzar su propia posicién; el Duque del Infantado Iegé a decir en esta ocasi6n, “que de Flandes han venido y vienen de ordinario muchos personajes, pero ninguno ha dado en el punto de lo que se deve hazer en las cosas de alli, como el Conde de la Oliba. Las Relaciones que ha dado son las mejores que al parecer del Duque han entrado nunca en el Con- sejo”. Este éxito de Calderén — indirectamente también de Lerma — le permitié rehabilitar en parte su imagen en la escena cortesana, hasta que, acosado de nuevo por los ucedistas que estaban adquiricn- do mucho mayor poder dentro y fuera de la corte, prefirié retirarse a sus posesiones de Valladolid en 1617. El Consejo valor6 positivamente el ahorro que representaban es- tas reformas orientadas al ajuste del gasto total del Ejército con las provisiones disponibles, asi como al aumento de la contribucién que 155 Capitulo 4 recaia sobre las Provincias, contando para su aplicacién con un deci- dido y franco apoyo por parte de los Archiduques. Encontr6, no obstante, algunas dificultades en el remate de la Caballeria si no se procuraba socorrer a la Infanteria por lo menos con un tercio de sus atrasos, y en la baja de su sueldo en Flandes sin modificar también el que gozaba la caballeria ligera en Napoles, Sicilia 0 Milan. Mayores escriipulos les planteé la reforma general de todos los entretenimien- tos que no estaban en manos de espafioles, y se propuso en cambio que se dejasen a la gente principal de forma vitalicia y que a la gente ordinaria se les pagase sélo la tercera parte. Pese al éxito parcial de estas medidas y al lucido despliegue de informacién que derrochara ¢l controvertido privado de Lerma, a principios de 1614 Ileg6 al Consejo de Estado el memorial de un Contador del Ejército que dejaba al descubierto las notables deficien- cias de esta politica de saneamiento y mostraba con preocupantes detalles la débil situacion en que se encontraba la maquinaria militar espaiiola y su influencia politica en los Paises Bajos. Los endémicos males del sistema administrativo del Ejército que no habian podido erradicar las reformas, la dejadez de las autoridades representativas flamencas que trataban de mantener una mayor independencia de gobierno frente al poder espafiol y la ausencia de un maximo respon- sable militar que defendiese mejor los intereses de la corona provo- caron una fuerte reaccién entre los miembros del Consejo de Estado. Los militares mas experimentados en la cuestién de Flandes criticaron la direccién de Spinola y la tibieza del Archiduque, al tiempo que cuestionaban la utilidad de una politica de reformacién que persi- guiendo el desempefio real estaba poniendo en peligro los sistemas defensivos de la Monarquia, frente a la amplia actividad diplomatica y al costoso rearme militar que desarrollaban las Provincias Unidas. Felipe III se comprometié a aumentar el ntimero de soldados espa- fioles, y a mejorar la puntualidad en cl envio de las provisiones anuales para Flandes creciendo en lo posible su cuantia'. Estas deficiencias no impidieron, sin embargo, que Spinola irrumpiese ese mismo afio en el ducado de Cleves y ocupase en una campafia relémpago con una fluidez asombrosa mas de medio centenar de ciudades y plazas, evitando en todo momento un enfrentamiento directo con las trop: holandesas que apoyaban al Elector de Brandemburgo para no que- brantar los términos de la ‘Tregua; se logr6 asi forzar la negociacién del Tratado de Xanten (aprobado en noviembre de 1614), que palié en parte la pérdida de influencia espafiola sobre estos vitales ducados renanos sufrida en la primera crisis de 1611". A lo largo de los afios 156 La reformacion militar general siguientes, continuaron aumentando paulatinamente los efectivos del Ejército de Flandes, pues contaba con unos 24,000 hombres en 1615" y esta cifra llegé a duplicarse pocos meses antes de que expirase la Tregua de los Doce Anos en 1621'". Material protegido por derechos de autor Capitulo 5 Las reformas navales 5.1. El Sefiorio de la Mar “Qué gale6n tan famoso un Rey de Espana, qué bien artillado con el poder, con la magestad, con la grandeza; qué Galera Real tan linda y tan hermosa Felipe Tercero, Sefior de las Espaiias, Rey de tan dilatada Monarchia que no a visto otra tal el presidente de la luz después que le pusieron en el trono, pues de dia ni de noche la pierde de vista. Pues qué? Esso preguntays? Dio en el escollo de una enfermedad los ultimos de hebrero deste afio,.. y padeci6 naufragio, rompiéndose todo el vaxel real, y con él toda la gloria de sus vassallos, el tiltimo de mar¢o: que al fin los Reyes vaxeles son que navegan en el mar deste mundo, tres de dos apartados de la muerte, como las mas pequefias chalupas”, con estas palabras celebré el fraile carmelita Francisco Serrano las honras ftinebres que se hicieron al monarca en Barcelona poco después de su fallecimiento'. Un esplendor semejante al que trasmitia esta vigorosa y clasica imagen politica reflejando en el cuer- po del monarca la armazén y el velamen de todos sus reinos - a la que cabria incorporar el protagonismo del valido representado en otros textos posteriores como piloto del favor real’ —, era el que propugnaban los defensores del fortalecimiento de las armadas reales como instrumento esencial para asegurar la union entre los dispersos reinos de esta dilatada Monarchia, defender sus costas de invasiones disuadiendo a sus enemigos, y representar a la vista del Mundo y en mar abierto su grandeza, su reputacion y su poder catdélicos. 159 Capitulo 5 En su conocida obra Della Ragion di Stato, que constituia una de las lecturas mas difundidas entre los hombres de estado y los trata- distas politicos de las primeras décadas del Seiscientos, Giovanni Botero ponia a la Monarquia de Espagia como ejemplo de una corona que podia superar las desventajas de la dispersion de sus reinos co- municéndolos con Ia fuerza de sus armadas a través del mar, y por esta continuidad universal de su dominio le concedia el Sefiorio de la Mar’, si bien hay que tener en cuenta que algunas de las condiciones que ofrecia la capacidad naval espafiola a fines de la década de 1580, en que aparecio esta obra, fueron deteriorandose en beneficio de las potencias comerciales del Norte de Europa a lo largo de las décadas siguientes. Al responder a la antigua disputa sobre “Qual sia maggior potenza, la maritima o la terrestre”, Botero se decantaba por esta ultima contradiciendo la primacia atribuida generalmente al Sefiorio de la Mar*. Sus principales argumentos se cimentaban en la larga experiencia hist6rica y politica proporcionada por la guerra de gale- ras, que habia desarollado verdaderas plataformas para la lucha de la infanteria en el mar o para el traslado de ésta al teatro de operaciones terrestres donde pondria a prueba su superioridad, relegando a las armadas a funciones de apoyo artillero, avituallamiento y transporte més rapido, capaz y econémico. Siguiendo el experimentado parecer del principe Giovan Andrea Doria y del Marqués de Santa Cruz para tratar de resolver los pro- blemas de financiacién de las galeras y de aumentar su numero en las escuadras de Espaiia y de las posesiones italianas, Felipe III, decidié “que las galeras en todas partes se den por assiento y que se trate primero de las despaiia, y que ganando todo el tiempo que se pudiere se escriba a los virreyes, y se haga diligencia en Castilla con los que se entendiere que pueden si quieren entrar en esto”’. La medida, que después traté de limitar los asientos a dos galeras cada uno, se enmar- ca dentro de los diversos preparativos que se hacian para emprender una importante ofensiva en la campafia de 1602’, bien completando la acci6n iniciada sobre Irlanda, bien aprovechando la junta o reunién de todas las escuadras de galeras para acometer la expugnacién de Argel, pero no tuvo los resultados apetecidos y su aplicacién en los distintos reinos de la Monarquia sufriéd importantes retrasos. De he- cho, la construcci6n de galeras y su empleo militar, que se habfan visto gravemente afectados con las prioridades marcadas por la corona durante la década de 1590, empezaban a sufrir los primeros sintomas de una paulatina crisis que, en medio de un debate apasionado entre los desaffos de una modernidad arrolladora y la brillante tradicién de 160 Las reformas navales sus viejas glorias, las abocaba a un papel cada vez mas secundario y anticuado. No obstante, en el reinado de Felipe II predominan toda- via los que podriamos denominar consejeros mediterraneos, firme- mente convencidos de la utilidad imprescindible de las galeras en la confrontacién con grandes armadas de galeras enemigas, en la guarda de las costas mediterraneas y por su eficacia en operaciones de de- sembarco. Por ello, encontramos una serie de medidas orientadas a su restauraci6n, tales como las nuevas Ordenanzas para la fabricacién de galeras (1607) que tendfan a reducir su tamafio y a unificar sus proporciones en todos los reinos de la Monarquia’, la conservacion de los plantios que nutrian las principales atarazanas dedicadas a estas fabricas*, la solucién de los conflictos de precedencia regulando el orden jerarquico de las distintas escuadras y las formas de saludo entre ellas o con las plazas fortificadas’, y gracias a la dedicacién personal de algunos virreyes, como el Duque de Osuna" y el Conde de Lemos'', la mejora durante sus gobiernos del sistema de admini tracién directa para el mantenimiento de las Escuadras de Galeras de Sicilia y Napoles. Frente a la gran influencia que los componentes mediterraneos de la estructura militar de la Monarquia ejercieron sobre algunos de los principales consejeros y reformistas a principios del reinado, se desa- rrollé otra estrategia de defensa, que, forjada durante la dindmica de guerra atlintica que habia protagonizado la Monarquia Catélica en el ultimo cuarto del Quinientos, crefa firmemente en la necesidad de mantener la superioridad naval sobre otras potencias continentales con recursos navieros cada vez mayores"”, De esta forma, surgié una estructura naval propia, la Armada del Mar Océano", vivamente espoleada en su desarrollo por la agotadora sucesién de empresas y jornadas lanzadas contra Inglaterra, Irlanda y los Paises Bajos entre 1588 y 1602". Después de estos quince afios de experiencia, con un balance para muchos contempordneos claramente desfavorable y frustrante, se volvi6 a plantear la constituci6n de una armada perma- nente integrada por unos 24 6 30 navios fabricados y administrados por la corona, procurando sustituir la guerra ofensiva de jornadas tan complejas por una guerra mas defensiva que tuviese como objetivos prioritarios “asegurar la navegacién y quitarles que no hagan presas” en toda la fachada atldntica de la Monarquia'’. Este sustancial cam- bio estratégico introducia necesariamente la divisiOn operativa de la Armada del Mar Océano al menos en tres escuadras, cada una con 8 6 10 galeones medianos (600 a 300 toneladas) y 2 6 3 pataches 0 navios ligeros, que se repartirfan la guarda del litoral cubriendo la primera, 161 Capitulo 5 con base en Cadiz, desde el Estrecho de Gibraltar hasta el cabo de San Vicente o el de Espichel, la segunda, radicada en Lisboa, desde aqui hasta las Islas de Bayona, y la tercera, en La Corufia, desde Bayona hasta Cantabria, pero con capacidad para subir también hasta el Canal de la Mancha. Sus dotaciones se formarian contando con las guarniciones ordinarias de los presidios donde invernaban y se man- tendrian activas durante todo el afio, reduciendo como minimo su capacidad a la mitad de los efectivos de cada escuadra (4 65 galeones) durante los meses de menor actividad y reemplazandolos periédica- mente con los restantes galeones disponibles. Siguiendo el simil pro- puesto anos mas tarde por el secretario Martin de Ardztegui, seme- jante cuerpo de armada seria para la Monarquia su Plaza de Armas en la Mar de la que sacar “capitanes, marineros y soldados platicos de la navegacién”, al igual que Milan y Flandes lo eran para sus célebres tercios'*; asimismo, cuando se considerase menester podria formarse con ella el nervio principal de una Jornada naval de mayor envergadura afiadiéndole mercantes artillados u otros navios priva- dos de guerra y de transporte. Se configuré asi el modelo de una armada de defensa ordinaria'’, que ejercia, unida, como fuerza disua- soria y se dedicaba principalmente a la recogida de las Flotas de las Indias Orientales y Occidentales escoltandolas a su regreso en el érea que describjan las islas de Madeira, Azores y Canarias con la costa peninsular entre La Corufia y la Bahia de Cadiz; y, dividida en escua- dras, realizaba operaciones de limpieza costera contra los numerosos piratas y corsarios que amenazaban la Peninsula, Ademéas de estas misiones ordinarias, la Armada se podria emplear en otras de cardcter extraordinario, como sucedié con los socorros a Irlanda (1601-1602), las incursiones hechas sobre las salinas de la Punta de Araya (1605) y la Bahia de Tunez (1609), 0 la adquisicion de las plazas norteafri- canas de Larache (1610) y La Mamora (1614), y la Expulsién de los moriscos (1609). Entre 1603 y 1604, cuando el conflicto naval con Inglaterra estaba legando a su término la corona se propuso hacer realidad el desplie- gue efectivo de este tipo de armada ocednica que integrarian, en principio, las escuadras de Vizcaya, Castilla y Portugal". Con el fin de “Ilegar al mimero, qualidad y fuergas que son menester para se hazer Seftor de la mar en que consiste lo mejor y mas sustancial de la grandeza de Vuestra Magestad y terror de sus enemigos”, la Junta de Armadas”’ y la recién creada Junta de Fabricas se encargaron de supervisar la adquisicion y construccién de los navios previstos con- certando a lo largo de los tres afios siguientes numerosos asientos con 162 Las reformas navales armadores naturales 0 aliados, que en su mayoria tuvieron resultados decepcionantes”', Pese a este fracaso en el deseo de aleanzar el pretendido Sefiorio de la Mar, durante estos mismos anos se emprendieron multitud de iniciativas reformistas propuestas principalmente por el veterano Diego Brochero — que habia sido promovido al Consejo de Guerra en 1603 después de ejercer el mando de la Armada -, para tratar de resolver los problemas que obstaculizaban el aumento y conservacion de la potencia naval de la Monarquia. Partiendo a menudo de un andlisis de los rasgos determinantes que se apreciaban en el extraor- dinario desarrollo naviero experimentado en las tiltimas décadas por Inglaterra y las Provincias Unidas, se planteé entre otras prioridades el fomento del oficio de marinero con la mejora de su consideracién social y militar, y la fabricacidn propia de navios adecuados para el servicio en las armadas reales. El temor a los frecuentes embargos decretados por la corona que alejaba de la Peninsula a buena parte de la marineria de otros reinos vecinos, la baja condicién social que tenfa en Espaiia el oficio de marinero, los malos tratos que recibian éstos por parte de los oficiales de la Armada, y la dureza de su servicio a cambio de una exigua remuneraci6n y recompensa cobrada a menudo con enormes retrasos obligaron a la corona a cubrir su carencia crénica de gente de mar reclutandola a la fuerza en sus costas o secuestrando tripulaciones extranjeras de los mercantes que se hallaban en los puertos espafioles en los que invernaba la Flota”; también se propuso censar la pobla- cién marinera existente en las provincias de mayor tradicién mediante la denominada Matricula de marineros (1607)", y se instituyeron nuevos seminarios de pilotos y mareantes”’. Esta falta de marineria adiestrada, notoria entonces en otros reinos mediterraneos*, no logré paliarse con las mejoras introducidas por las innovadoras ordenanzas de 1606® ni prosperaron iniciativas compensatorias que trataban de reducir las diferencias de premios y trabajos existentes entre la gente que servia en la Armada y la de las Flotas de Indias”. Por ello, como ha senalado Thompson, éste fue uno de los factores que mas deter- minaron el recurso al sistema de asientos para satisfacer las constantes demandas de la defensa naval de la Monarqui. Para abordar los problemas que afectaban a la produccién naviera peninsular, Diego Brochero propuso en su memorial de 1605 que se reuniese una junta de expertos en la navegaci6n y de maestros car- pinteros de los distintos reinos “para conponer y ajustar las medidas, fabricas y fortalecas necesarias...desde un pequefio patache hasta un 163 Capitulo 5 muy grande galeén”, de manera que una vez acordadas se aplicasen a la construccién de todos los navios encargados por la corona o por particulares. Entre sus cometidos también tendrian que determinar “el modo de fabricar y de arquear” seguin un tinico codo general que sirviera de medida comin para todos los reinos de la Monarquia”. A principios de diciembre de 1602, el Duque de Medina Sidonia ya habia enviado al rey una detallada Relacién de las medidas que seria bien tuviesen las naos que adelante se fabricasen” — considerando codos de dos tercios de vara -, en la que se exponian las medidas de quillas, mangas, esloras, puntales 0 puentes, cubiertas, toldas, castillos y alcdzares mas convenientes para navios de 100, 200, 300, 400, 500, 600, 700, 800 y 900 toneladas, con otras mejoras apreciadas en barcos ingleses. Cinco afios después con la asistencia del propio Diego Bro- chero y del secretario Esteban de Ibarra se reunié en Madrid la junta de peritos solicitada convocando para ella al Proveedor Juan de Pe- droso, a los capitanes Agustin de Ojeda, Martiarto y Pedro de San- turce, y a los maestros en fabricas de navios Martin de Cauto, Martin de Larraondo, Juan de Veas, Valentin Temudo, Juan de Uriarte, Juan de Arpe y Domingo de Varienga”. Sus conclusiones se remitieron a la valoracién de otros expertos reunidos en Lisboa por Luis Fajardo y en Andalucia por cl Duque de Medina Sidonia”, y el resultado definitivo de todas estas deliberaciones y cdlculos conform6 las orde- nanzas de arqueos (entre las que se fijaba la medida unificada del codo) y fabricas de navios publicadas el 21 de diciembre de 1607", que se reformaron parcialmente en 1613 y se ampliaron con nuevas especificaciones en 1618", valiéndose en ambos casos de la experien- cia recogida tras su aplicacién". Durante los preparativos que se venfan realizando para reforzar la Armada de tres escuadras, la del Mar Océano (a veces denominada también Escuadra de Castilla), la de Cantabria” y la recién creada para la Guarda del Estrecho, surgio una importante discusidn sobre qué tipo de unidades deberfan componerlas y cual era el tamaiio mas adecuado para desempefiar sus funciones de representacién de la fuerza armada de la Monarquia en el Océano, de escolta a las Flotas de Indias 0 para el combate naval con armadas gruesas y la captura de veleros corsarios. Este debate constituye un episodio muy intere- sante en la confrontacién técnica que se planted durante los siglos XVI y XVII en cuanto al disefio de la construccién de navios de guerra entre los estilizados modelos desarrollados por los astilleros del Norte de Europa y los poderosos gigantes ibéricos*. El General Luis Fajardo concebja claramente cuales eran las prioridades con que 164 Las reformas navales debja estructurarse la composici6n de la principal Armada de Guerra de la Monarquia Catélica; segin su experimentada opinion”, la nave Capitana requerfa un porte minimo de 1.000 6 900 toneladas — sin que renunciase por ello a una excelente capacidad de maniobra -, la Almiranta unas cien toncladas menos y cada escuadra 4 galeones de fuerza (700 a 500 toneladas) y 2 pataches ligeros (300 a 200 toneladas). Se oponia firmemente a la reduccién de porte que trataba de imponer la Junta de Armadas (600 toneladas para la Capitana, 500 toneladas para la Almiranta y navios de 400 a 250 toneladas en las escuadras) y justificaba un gran tamafio para la Capitana por ser el buque insignia de la Armada y como tal representante en el mar de las fuerzas de la Monarquia destacdndose con facilidad entre los navios de la flota, portaba el estandarte real y debia ser capaz de resistir las principales acometidas en los combates navales; los galeones de fuerza (media- nos) podian afrontar satisfactoriamente la diferencia numérica en los encuentros con corsarios 0 con armadas enemigas estando separadas las escuadras de la Armada, y constituian una formidable muralla cuando éstas navegaban juntas; por tiltimo, los ligeros pataches ser- vian para dar alcance a los maniobreros y rapidos navios nérdicos 0, en palabras de Fajardo, “como caballerfa entre ombres de armas para los alcances”. En su respuesta a este parecer del General, la Junta de Armadas, que procuraba reducir gastos y mejorar la efectividad de la Armada del Mar Océano en sus operaciones de limpieza contra las numerosas naves corsarias que operaban junto a las costas peninsu- lares y en el enfrentamiento con la marina holandesa, mostr6 su desacuerdo sustituyendo una sdlida estrategia disuasoria por otra que trataba de emular los logros de sus enemigos nérdicos® sin tener en cuenta las notables diferencias técnicas y materiales que marcaban la capacidad constructiva de ambas tradiciones. Sumando algunas de las ventajas que ofrecian estas dos estrategias de capacidad defensiva y velocidad encontramos la propuesta formulada por el contador de la Armada Tomas de Ibio Calderén en una carta dirigida al secretario Antonio de Aréztegui a principios de octubre de 1607, en la que solicitaba la construccién de 13 galeoncetes (5 para la escuadra de la Armada, 4 para la de Cantabria y 4 para la del Estrecho) semejantes al San Pablo, que habia fabricado el maestro mayor Juan de Veas*' con 350 toneladas de porte y 22 piezas de artilleria de bronce, cuyas excelencias describia en estos términos, “ningtin galedn de los grandes es capaz de tanta fuerca, ni las [piezas de artilleria] puede jugar con todos temporales como él, es muy grande velero, muy fuerte, muy bien paregido en la mar y de todas buenas mafias”®. Con estas uni- 165 Capitulo 5 dades mixtas (galeoncetes robustos), se podria dotar de mayor capa- cidad de respuesta ala Armada del Mar Océano, que carecia entonces de suficientes barcos rapidos para dar alcance a los filiboies y fragatas ndrdicos. A fines de ese afio, la situaci6n de la armada era muy preocupante, ya que segtin informaba el General Luis Fajardo solo podia contar con 7 navios y 1 patache si se descontaban los 6 galeones concedidos para el socorro a las Indias Orientales, ademas apenas se encontraban en los puertos espaiioles otros navios con los que reunir el nimero minimo de las 20 unidades que debia componer la Armada ni siquiera recurriendo a la puesta en servicio de algunas naos del Rio de Sevilla‘, Tampoco habia tiempo para que estuviese concluida la fabrica de navios que se realizaba en Vizcaya para el verano de 1608, sobre cuyas prioridades discrepaba totalmente el veterano General; la produccién de ligeros navfos medianos y pequefios impuesta por la corona desequilibraba toda la concepcion de esta Flota de Guerra, puesto que de esta forma no se podria hacer frente a la superioridad numérica de las potencias navales del Norte de Europa, seria preciso aumentar sus efectivos hasta, por lo menos, 80 navios y se ponia en mayor riesgo la autoridad y reputacién de toda la Armada y de su responsable directo, que se sentia defraudado por el poco caso que se hacia en la corte a la equilibrada y recia composicion de la flota defendida por él“. La corona encarg6 que se construyesen 4 galeon- cetes idénticos al San Pablo (dos en Galicia, uno en Vizcaya y otro en Guiptizcoa) y 2 de menor porte (200 toneladas, en Vizcaya y Guiptizcoa) con la asistencia del propio Juan de Veas al principio de cada una de estas fabricas. Dado que estas medidas no legaron a tener efecto, en afios sucesivos el mando de la Armada siguié recla- mando la construccién espafiola de nuevos navios medianos con la madera disponible en la Peninsula, no tan ligera como la que se utilizaba en Flandes, pero si mas fuerte; a su vez, también podria reducirse el peso de estos navios moderando la cantidad de madera empleada y su clavazén, “pues es de menor ynconveniente que duren uno © dos aftos menos (ni que anden con las bombas en Ia mano) que el topar cada dia navios de enemigos y no alcangar ninguno”*. Vino a agravar esta falta de navios de mediano porte la crisis que padecie- ron sus armadores peninsulares a consecuencia de una cédula real aprobada el 7 de marzo de 1608 en la que se establecia la preferencia de los navios de 100 toneladas abajo para el transporte mercante de cabotaje. Los escasos fabricantes de naos mayores, que habian tenido importantes pérdidas afios atrds con la politica de embargos practi- cada para nutrir las armadas reales, no encontraban fletes con que 166 Las reformas navales mantener en servicio sus navios endeudandose en su mantenimiento, mientras que las zabras que se beneficiaban de esta cédula apenas podian ofrecer resistencia a los numerosos corsarios que rondaban las costas de la Peninsula’. Otro de los puntos que suscité cierta polémica entre los miembros del Consejo de Guerra y el mando de la Armada del Mar Océano fue la seleccién del puesto mas adecuado para las invernadas ordinarias de la flota. Se trataba de regular una cuestién esencial para la con- servacién de esta fuerza naval ocednica a partir de la provechosa experiencia que habia aportado la preparacién de las grandes empre- sas llevadas a cabo durante la guerra contra los ingleses y los rebeldes de los Pafses Bajos. A rafz de una propuesta formulada en diciembre de 1605 por el Conde de Caracena, entonces Gobernador en Galicia, en la que solicitaba el mantenimiento de 3 6 4 navios en La Corufia para limpiar la costa de corsarios, el Consejo de Guerra planteé la posibilidad de que en lugar de esta flotilla, invernase allf el grueso de la Armada Las deliberaciones continuaron con una reunion de todo el Con- sejo a fines de febrero del afio siguiente, en la que al parecer de la mayoria en contra de Lisboa y a favor de El Ferrol o La Corufia se sumé un memorial de Diego Brochero que exponia algunas de las principales ventajas de esta preferencia, como su proximidad con las provincias de Guiptizcoa y Vizcaya, proveedoras de pertrechos nava- les, armamento, barcos y marinerfa, o su situacion estratégica entre la cornisa cantabrica y la fachada atlantica de Portugal, mas cercana por tanto a la navegacién hacia el Canal de la Mancha y el Norte de Europa, y subrayaba, por el contrario, diversos aspectos negativos para la invernada en Lisboa, como los hurtos que de continuo padecia la Armada en sus pertrechos y bastimentos por los beneficios que reportaba su venta para los numerosos mercantes que acudian a Lisboa. Felipe III quiso consultar la medida también con el Capitan General de la Flota Luis Fajardo, quien afiadié a los argumentos del Consejo la comodidad que ofrecfa Galicia para la construccién de navios y para el alojamiento més barato y menos conflictivo de la infanterfa de la Armada, escusdndose asimismo el control que reali- zaban sobre el estado y salidas de la flota los numerosos espias de diversas naciones que residian en Lisboa, y gozando los puertos ga- llegos de una ventajosa posicién a barlovento respecto a la llegada de navios enemigos. La corona aprobé entonces la creacién de una Ar- mada de 40 navios repartidos en tres escuadras con sus respectivos puertos de invernada y distritos de vigilancia: la de Vizcaya (15 na- 167 Capitulo 5 vios), desde el Cabo de Finisterre hasta las Berlengas;la de la Armada del Mar Océano (13 navios), a cargo del propio General de la flota y con base en Lisboa, entre el Cabo de San Vicente y el de Finisterre; y la del Estrecho (12 navios), en Cadiz, desde el cabo de San Vicente hasta el Estrecho de Gibraltar. Esta estructura se resintié con el desastre de Ja derrota de la escuadra del Estrecho en el verano de 1607 y no pudo llegar a completarse después por la falta de navios y las dificultades financieras con que se hallaba la hacienda real. A fines de 1608 se aplicé por primera vez la invernada del grueso de la Armada en Galicia ~ pues las escuadras de Vizcaya 0 de Canta- bria solian hacerlo en sus lugares de origen para permitir a sus mari- neros aprovecharse de las pesquerfas del Atlantico Norte y descansar junto a sus familias -, pero la experiencia chocé esta vez con las criticas efectuadas por el Duque de Medina Sidonia, el General Luis Fajardo y el Proveedor General de la Armada Juan de Pedroso, respecto al tremendo desgaste y riesgo que representaba para la Armada recogerse a su lugar de invernada en Galicia a fines de octubre o en noviembre subiendo la costa por los cabos mas dificiles y peligrosos de la Peninsula, y dejando desabrigados los principales puertos de mayor comercio, para encontrarse en La Corufia y El Ferrol con escasas provisiones y medios materiales para su apresto - que eran por lo menos un 25% més caros que en Lisboa -, y con pocos oficiales para las maestranzas, 0 carpinteros y calafates para carenas y adobios. Ademés, si no se acondicionaba el magnifico y amplio puerto natural de El Ferrol, la desproteccién de la Ria de la Corufia, que ocasion6 ese invierno la pérdida del galeén San Pablo ¢ hizo peligrar a los demas navios mayores, exigia un amarre permanente con varias gumenas y ayustes. La firma de la Tregua con las Provincias Unidas dio ocasién para concentrar todos los esfuerzos de la defensa naval en la lucha contra la pirateria berberisca. Lerma propuso al Consejo en el verano de 1609 que se buscase un puesto de invernada mds conveniente para estas nuevas prioridades de la Armada y para asegurar con mas facilidad la recogida de las Flotas de Indias. La mayoria de los con- sejeros siguié prefiriendo el puerto de El Ferrol en Galicia, pero no faltaron nuevos papeles del Duque de Medina Sidonia, en los cuales volvian a ponerse de relieve las cualidades del puerto de Lisboa, que disponia habitualmente de sobrado mimero de marincros naturales y sobre todo extranjeros, con navios, pertrechos y bastimentos sufici tes para las necesidades de la Armada, a mejores precios, y estaba situado en una incomparable posicién estratégica “para acudir 168

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