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Valoración objetiva y subjetiva

Los controles de alcoholemia son puramente objetivos: se sopla el alcoholímetro y da una


cifra. Pero además está la experiencia y el ojo clínico del agente. Por ejemplo, es
probable que el conductor no dé positivo por poco pero en cambio los síntomas sean
claramente de alteración de su estado natural y, por tanto, peligroso para el propio
conductor, sus acompañantes o el tráfico en general. En estos casos, se habla con el
conductor, a ver si oye bien y se expresa con claridad. Si cecea, se traba, repite palabras
o frases, se le pide que no conduzca. En caso de que hable con normalidad y persista la
duda, se le mira a los ojos. Si están enrojecidos o somnolientos, se vuelve a insistir en
que no conduzca. Si no hay pistas suficientes pero se mantiene la duda, se le pide que
camine por una raya recta de la calle, o permanezca de pie, parado. Si está afectado por
el alcohol, normalmente por intolerancia a la mínima cantidad, hecho que, según el
Instituto para el Estudio de las Adicciones les sucede sobre todo a las mujeres o quien se
medica de forma crónica, se le pide que deje el vehículo aparcado y llame a alguien para
que le venga a buscar. Esta valoración subjetiva que realiza Guardia Municipal de
Donostia ha librado a algunas personas de un posible accidente y ha supuesto el
agradecimiento de sus familiares a quienes han aconsejado que, a pesar de no dar
positivo, no conduzcan.

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