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Los rasgos que complementan esta definición son: la excelencia académica con la invitación a

buscar lo mejor, el “magis”; una antropología que entiende al ser humano como libre,
cambiante y perfectible; un contexto metodológico progresivo y flexible; y la orientación hacia
la formación de “hombres y mujeres para los demás”. Para comprender la naturaleza de la
pedagogía ignaciana en toda su extensión es necesaria la distinción entre lo ignaciano y lo
jesuítico. Codina (2007) estable dicha relación: Ignaciano y jesuítico no se correlacionan de la
misma manera. En lo jesuítico se sobreentiende la inspiración ignaciana, mientras que lo
ignaciano no siempre comporta una vinculación con la Compañía. En el mapa de la educación,
centenares de instituciones proyectan un rostro ignaciano -más que jesuítico-, mostrando así
que se puede asumir una orientación ignaciana sin tener necesariamente que implicar a la
Compañía. (pág. 1426)

Su entrenamiento militar7 lo llevó a participar en diversas escaramuzas bélicas entre ellas la de


Pamplona, en 1521, donde su ejército fue derrotado y él herido de gravedad. Su posterior
convalecencia en Loyola, su tierra natal, le permitió reconsiderar sus opciones de vida a través
de una intensa experiencia de interiorización, reflexión y autoconocimiento. Es ahí donde va a
descubrir el discernimiento por medio de la lectura de libros espirituales, la Vita Christi8 y el
Flos Sanctuorum9 . Es en la casa familiar, donde se produce su conversión, entre 1522 y 1523,
que le llevó a ser peregrino y a salir de la casa paterna; a renunciar a sus privilegios de hidalgo
o gentilhombre y a optar por una vida pobre y ascética.

Asimismo insiste en una formación que promueve la comunicación, el desarrollo de la


imaginación, el cultivo de la creatividad y el logro de la madurez afectiva de cada estudiante.
La dimensión religiosa de la pedagogía ignaciana conduce a cada estudiante a descubrir a Dios
actuando en el mundo; a partir de esa comprensión los alumnos están invitados a encontrar
un sentido a cada acontecimiento del mundo y a cada una de sus acciones. (Codina, 2007)

Según esta perspectiva del mundo, la educación en la Compañía de Jesús: a) Afirma la realidad
del mundo. b) Ayuda a la formación total de cada persona dentro de la comunidad humana. c)
Ofrece una dimensión religiosa que impregna la educación entera. d) Promueve el diálogo
entre la fe y la cultura

Características seleccionadas de la pedagogía ignaciana Las características seleccionadas en


orden de elaborar orientaciones para el diseño de estrategias de enseñanza del modelo no
directivo para desarrollar el autoconocimiento son cuatro: 2.1 Insiste en la atención e interés
por cada una de las personas. 2.2 Da gran importancia a la actividad por parte del alumno. 3.2
Promueve un conocimiento, amor y aceptación realista de uno mismo. 9.1 Adapta medios y
métodos en orden a lograr sus finalidades con la mayor eficacia

La meta de la educación es la misma que la meta de la psicoterapia: la persona con un


funcionamiento pleno. Una apertura a la experiencia; un modo existencial de vivir en el que la
vida no sea estática sino un proceso activo, flexible, de adaptación y de confianza en el
organismo como base para el comportamiento, son las características de la persona capaz de
continuar aprendiendo adaptándose al cambio, capaz de hacer frente a los problemas que
están de por medio en la crisis de la educación. El concepto tradicional de la "persona
educada" ya no tiene sentido en nuestra sociedad moderna. (pág. 314)

El modelo no directivo prioriza la facilitación del aprendizaje por medio de la autoconciencia;


de este modo, la organización de la enseñanza está orientada a la integración personal de los
estudiantes y la eficiencia en la autoevaluación realista. La motivación y la evaluación de las
nuevas auto-percepciones ocupan un lugar 49 privilegiado en la integración personal de los
alumnos. Los docentes tienen el objetivo de ayudar a los alumnos a comprender sus
necesidades y valores para que puedan tomar decisiones y responsabilizarse de las mismas
(Joyce, 2002).

Este enfoque entiende la educación emocional

Esta definición explicita el vínculo estrecho entre educación emocional y el modelo de


competencias emocionales. La educación de las emociones fundamenta su intervención y sus
estrategias en el desarrollo de capacidades y competencias emocionales (Bisquerra, 2009;
UNESCO, 1996). Asimismo, una de las consecuencias directas del desarrollo de competencias
emocionales, es la promoción de ambientes de convivencia educativa pacíficos, democráticos
y respetuosos de las diferencias. El informe Delors, con su referencia sobre la convivencia,
aprender a vivir juntos, manifiesta la relación entre educación emocional y el desarrollo de
competencias emocionales; asimismo, el informe detalla que esta convivencia, basada en la
empatía, sólo es posible si se considera el autoconocimiento del estudiante como punto de
partida: El descubrimiento del otro pasa forzosamente por el conocimiento de uno mismo; por
consiguiente, para desarrollar en el niño y el adolescente una visión cabal del mundo, la
educación, tanto si la imparte la familia como si la imparte la comunidad o la escuela, primero
debe hacerle descubrir quién es. Sólo entonces podrá realmente ponerse en el lugar de los
demás y comprender sus reacciones” (UNESCO, 1996, pág. 104) como un: Proceso educativo,
continuo y permanente, que pretende potenciar el desarrollo de las competencias
emocionales como elemento esencial del desarrollo humano, con objeto de capacitarle para la
vida y con la finalidad de aumentar el bienestar personal y social. (Bisquerra, 2009, pág. 158)

La educación emocional surge en un contexto que evidencia la polarización epistemológica de


las dimensiones cognitivas y afectivas del ser humano. Se han valorado con gran
preponderancia la razón y el conocimiento, derivados de la ciencia y la técnica, dejando de
lado la emoción y la afectividad como si fueran dos dimensiones aisladas. El ser humano no es
puramente razón o pura emotividad; es la interacción de estas dimensiones en las diferentes
situaciones de la vida

(Maya y Pavajeau, 2003). En ese sentido, la inteligencia emocional está enmarcada en los
cuatro pilares de la educación (saber conocer, saber hacer, saber convivir y saber ser)
señalados en el informe Delors. Los dos últimos pilares son los que constituyen el fundamento
para insertar el desarrollo de las competencias emocionales en la escuela (Bisquerra, 2008).
Poseer habilidades emocionales significa saber manejar las emociones a partir del
conocimiento de las mismas.”

Mayer y Salovey (1997) definen la inteligencia emocional como: Un conjunto de habilidades


que explican las diferencias individuales en el modo de percibir y comprender nuestras
emociones. Más formalmente, es la habilidad para percibir, valorar y expresar emociones con
exactitud, la habilidad para acceder y/o generar sentimientos que faciliten el pensamiento,
para comprender emociones y razonar emocionalmente, y finalmente la habilidad para regular
emociones propias y ajenas. (pág. 11) Para Goleman (1998) la inteligencia emocional es la
“capacidad para reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás, para motivarse y
gestionar la emocionalidad en nosotros mismos y en las relaciones interpersonales”. (pág. 98)
Por otro lado, para Weisinger (1998) la inteligencia emocional es el “uso inteligente de las
emociones; de forma intencional hacemos que nuestras emociones trabajen para nosotros con
el fin de que nos ayuden a guiar nuestro comportamiento y a pensar de manera que mejoren
nuestros resultados.” (pág. 17) Märtin y Boeck (2000) entienden que “la inteligencia emocional
abarca cualidades como la comprensión de las propias emociones, la capacidad de ponerse en
lugar de otras personas y la capacidad de conducir las emociones de forma que mejore la
calidad de vida.” (pág. 21) Para Steiner y Perry (1998) ser emocionalmente inteligente implica
“conocer las emociones propias y ajenas, su magnitud y sus causas. Poseer habilidades
emocionales significa saber manejar las emociones a partir del conocimiento de las mismas.”
(pág. 35) Bisquerra (2008) define la inteligencia emocional como un constructo hipotético de la
psicología, donde las aplicaciones prácticas son producto de la educación emocional. Para este
autor, el énfasis no está en resolver la discusión sobre qué es la inteligencia emocional, sino,
en su aplicación a través del desarrollo de las competencias emocionales. En suma, la
inteligencia emocional es comprendida por la mayoría de autores como un conjunto de
habilidades y capacidades que le permiten al alumno tomar conciencia de las propias
emociones, identificarlas, comprender su origen y consecuencias, y reconocer la interacción
con el comportamiento. El debate sobre la definición y naturaleza de la inteligencia emocional
continúa, pues, no hay un acuerdo 82 común sobre un modelo determinado de inteligencia
emocional. Para efectos de esta investigación se utilizará el concepto competencias
emocionales que es la aplicación educativa de la inteligencia emocional. La pertinencia y
existencia de estas competencias son de común acuerdo entre los especialista sobre
inteligencia emocional.
Modelo de Daniel Goleman
Los programas diseñados para desarrollar las competencias emocionales inciden en el
fortalecimiento del aprendizaje académico, la integración social y en la inserción del alumno
en el ámbito laboral. Asimismo, permiten abordar el problema del fracaso escolar manifestado
en la incapacidad del los estudiantes de alcanzar los estándares de formación proyectados. No
obstante, el desarrollo de competencias socioemocionales está influenciado por otros
factores, como lo menciona Repetto (2009):

Conciencia emocional
Podemos definir la conciencia emocional como la capacidad para tomar conciencia de las
propias emociones y de las emociones de los demás, incluyendo la habilidad para captar el
clima emocional de un contexto determinado. Dentro de este bloque se pueden especificar
una serie de aspectos como los siguientes.
Toma de conciencia de las propias emociones.- Es la capacidad para percibir con precisión los
propios sentimientos y emociones; identificarlos y etiquetarlos. Contempla la posibilidad de
experimentar emociones múltiples y de reconocer la incapacidad de tomar consciencia de los
propios sentimientos debido a inatención selectiva o dinámicas inconscientes.
Dar nombre a las emociones.- Es la eficacia en el uso del vocabulario emocional adecuado y
utilizar las expresiones disponibles en un contexto cultural determinado para designar los
fenómenos emocionales.
Comprensión de las emociones de los demás.- Es la capacidad para percibir con precisión las
emociones y sentimientos de los demás y de implicarse empáticamente en sus vivencias
emocionales. Incluye la pericia de servirse de las claves situacionales y expresivas
(comunicación verbal y no verbal) que tienen un cierto grado de consenso cultural para el
significado emocional.
Tomar conciencia de la interacción entre emoción, cognición y comportamiento.- Los estados
emocionales inciden en el comportamiento y éstos en la emoción; ambos pueden regularse
por la cognición (razonamiento, conciencia). Emoción, cognición y comportamiento están en
interacción continua, de tal forma que resulta difícil discernir que es primero. Muchas veces
pensamos y nos comportamos en función del estado emocional.
La conciencia emocional es el primer paso para poder pasar a las otras competencias
emocionales.
a) Conciencia emocional: capacidad para la toma de conciencia de las emociones propias y de
los demás. Incluye la habilidad para captar el clima emocional de un determinado contexto..
Esta competencia es el primer paso para poder desarrollar las demás competencias.

En ese sentido, las competencias emocionales constituyen también un factor importante en el


desarrollo de la ciudadanía activa, efectiva y responsable. El desarrollo de estas competencias
favorece la adaptación de los estudiantes al contexto social y mejora el afrontamiento a los
diversos retos que plantea la vida (Bisquerra, 2009). En segundo lugar, las competencias
emocionales son la capacidad de movilizar efectivamente el conjunto de conocimientos,
capacidades, habilidades y actitudes necesarias para realizar diferentes actividades con calidad
y eficacia.
Sin embargo, las emociones, además de estar vinculadas a las reacciones físicas, están
relacionadas a los sentimientos y los pensamientos que se manifiestan en diferentes actitudes
y acciones. (Vallés y Vallés, 2000) Los sentimientos tienen un papel fundamental en la vida ya
que muchos de ellos determinas las decisiones que se toman con frecuencia. En ese sentido, es
importante un equilibrio emocional, producto de la conciencia emocional, que permita la toma
de decisiones de modo que éstas no se tomen sólo con la razón; sino que también consideren
los estados emocionales. La lógica formal por sí sola no sirve para tomar decisiones
fundamentales como: con quién casarse, en quien confiar, etc. como lo menciona Goleman
(1998):

Conocer las propias emociones y las emociones de los demás. Esto se consigue a través de la
auto observación y de la observación del comportamiento de las personas que nos rodean.
Esto supone la comprensión de la diferencia entre pensamientos, acciones y emociones; la
comprensión de las causas y consecuencias de las emociones; evaluar la intensidad de las
100 emociones; reconocer y utilizar el lenguaje de las emociones, tanto en comunicación
verbal como no verbal. (Bisquerra, 2009, pág. 164) Asimismo, en el modelo de competencias
emocionales como en los modelos de inteligencia emocional, se considera que el desarrollo de
la conciencia emocional permite el logro de las demás competencias. Es decir, que es la piedra
angular para poder ser inteligentemente emocional (Bisquerra, 2008, 2009; Goleman, 2000;
Güel y Muñoz, 2010; Maya y Pavajeau, 2003; Renon, et al, 2008; Repetto, 2009).

La conciencia emocional es la competencia que facilita la toma de conciencia de las emociones


propias y de las demás personas e incluye la capacidad de captar el clima emocional de un
contexto específico; estas capacidades están orientadas al logro de un bienestar personal y
social. Las capacidades que componen la conciencia emocional en el modelo de competencias
emocionales son: la toma de conciencia de las propias emociones (autoconciencia emocional);
dar nombre a las propias emociones (nominación emocional); comprensión de las emociones
(hetero-conciencia emocional); y la toma de conciencia de la interacción entre emoción,
cognición y comportamiento (comprensión emocional). En este apartado se profundizará cada
una de ellas.

BENEFICIOS:

Las emociones, son, en general, una condición energética y una fuerza que influyen y dirigen el
comportamiento. Ellas ayudan a regular el proceso enseñanza y aprendizaje y el resultado de
este proceso. Estas emociones son significativas tanto para la salud y bienestar de los alumnos
y son imprescindibles e inevitables para el mantenimiento e incremento de su capacidad de
rendimiento. (pág. 93)

Por otro lado, la conciencia emocional permite la construcción de una afectividad inteligente
que permita a los estudiantes desarrollar su metacognición, es decir: enfrentarse al
aprendizaje a partir de sus propios intereses, ser conscientes de cuánto conocen y respetan lo
aprendido. Una conciencia emocional deficiente repercute negativamente en los aprendizajes
porque disminuye la concentración y por lo tanto se dificulta el funcionamiento de la
capacidad cognitiva (Lucas, 2001). En ese sentido, si los alumnos toman una mayor conciencia
de sus emociones, podrán enfrentar de mejor forma el fracaso escolar, porque presentan un
mayor equilibrio y pueden utilizar sus capacidades emocionales como moderadoras de sus
habilidades cognitivas (Repetto, 2009). El inconveniente surge cuando se retira del currículo la
formación emocional, como lo mencionan Maya y Pavajeau (2003): Por otro lado, la conciencia
emocional permite la construcción de una afectividad inteligente que permita a los estudiantes
desarrollar su metacognición, es decir: enfrentarse al aprendizaje a partir de sus propios
intereses, ser conscientes de cuánto conocen y respetan lo aprendido. Una conciencia
emocional deficiente repercute negativamente en los aprendizajes porque disminuye la
concentración y por lo tanto se dificulta el funcionamiento de la capacidad cognitiva (Lucas,
2001). En ese sentido, si los alumnos toman una mayor conciencia de sus emociones, podrán
enfrentar de mejor forma el fracaso escolar, porque presentan un mayor equilibrio y pueden
utilizar sus capacidades emocionales como moderadoras de sus habilidades cognitivas
(Repetto, 2009). El inconveniente surge cuando se retira del currículo la formación emocional,
como lo mencionan Maya y Pavajeau (2003):

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