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Plummer comenta que el v. 7 es la tercera y última vez que Juan habla en su propia
narrativa (ver 1:38; 13:25). Se entiende que aquel discípulo a quien Jesús amaba era
uno de los hijos de Zebedeo, es decir, el mismo apóstol Juan. En cambio, Lindars y
otros opinan que sería uno de los “otros dos” mencionados en el v. 1. Los discípulos
usaron el título Señor, con el sentido absoluto del término, después de la resurrección
(ver 20:18, 20, 25, 28; 21:8). Nótese la característica propia de Juan de percibir la
presencia de Jesús y, por otro lado, la audacia e impulsividad de Pedro de tirarse al agua
con el afán de llegar primero al lado de Jesús. Cuando Juan expresó su convencimiento
de que la figura en la playa era Jesús, Pedro se da cuenta sin demora de que Juan tenía
razón. El texto no indica qué hizo Pedro cuando llegó, ni siquiera si llegó antes que los
otros. Hoskyns especula que los que se quedaron en el barco llegaron primero.
La expresión se ciñó el manto no implica que estaba desnudo. Los traductores
procuran evitar un malentendido al traducir un texto que dice literalmente “porque
estaba desnudo” con se lo había quitado. Probablemente tenía puesta sólo la ropa
interior, pues alguien tendría que entrar en el agua para desprender la red cuando se
enganchaba en las rocas al rastrearse sobre el fondo del lago. Se ciñó el manto es lo
opuesto a lo que se esperaría de uno preparándose para tirarse al agua. Lo hizo en
respeto por Jesús, aunque esto significa que llegaría empapado. El término manto
traduce un vocablo griego que se emplea sólo aquí en el NT y significa la camisa o
túnica con que se cubría la parte superior del cuerpo. Este término se emplea en la
versión LXX (1 Sam. 18:4) al referirse a la “túnica” que Jonatán obsequió a David (ver
2 Sam. 13:18). Algunos sugieren que no había mucha profundidad en el agua cerca de la
orilla y que Pedro pudo ir vadeando, sin mojarse por completo. Sin embargo, el verbo se
tiró o “se echó” indicaría que el agua era profunda y que tuvo que ir a nado.
Es evidente que no estaban lejos de la orilla porque pudieron oír la voz de Jesús
cuando se dirigió a ellos (v. 5). Pedro dejó para sus compañeros la tarea de arrastrar la
red a la playa detrás del barco, un trabajo no fácil. Sin embargo, no lo sacaron del agua,
dejando los peces vivos por el momento. La distancia mencionada, como a doscientos
codos, es aprox. 100 m.
Beasley-Murray sugiere que sería más natural colocar el v. 9 junto con los vv. 12 y
13, pero ningún texto griego apoya este cambio. El verbo griego traducido vieron, está
realmente en el tiempo presente descriptivo: “ven”. No sólo Jesús había preparado un
desayuno sustancioso para este grupo de hombres hambrientos, sino que la comida
estaba caliente. El término brasas ocurre sólo aquí y en 18:18 en todo el NT, una
posible indicación de que el mismo autor escribió ambos pasajes. Nótese la cantidad de
detalles precisos en el relato, evidencia de que un testigo ocular está escribiendo. No
hay provecho en discutir si Jesús preparó la comida por vía natural o sobrenatural. De
todos modos, el énfasis está en que él proveyó para las necesidades físicas de sus
discípulos, quizás simbolizando que él proveerá todo lo necesario para la realización de
la misión evangelística de sus seguidores.
Vincent cita a Bengel, quien dice acerca del v. 10: “Por la dádiva del Señor ellos los
habían pescado; sin embargo, él dice cortésmente que ‘ellos’ los habían pescado”.
Puesto que ya Jesús tenía el desayuno pronto y caliente, no se aclara el propósito de
traer los peces ahora, a menos que sea para comprobar la cantidad atrapada en la red.
Sin embargo, el mandato Traed de los pescados parece indicar “algunos de los peces”.
Quizás la idea es de agregar algunos más a las brasas para complementar lo que Jesús
había preparado. El verbo Traed se dirige a todos pero solo Pedro responde en el
versículo siguiente.
Semillero homilético
El último retiro de los discípulos de Jesús
(Sermón para un retiro de pastores o líderes)
21:1-23
Introducción: Se ha escrito mucho en cuanto a Pedro, el discípulo de Jesús. Para la
Iglesia Católica Romana es el primer obispo de Roma y, por esta razón, el
fundador de la iglesia. Sin embargo, para la mayoría, Pedro es el más humano de
todos los discípulos. Proyectamos en él los fracasos, la debilidad, las caídas de cada
uno de nosotros, pero también la fe sencilla y sincera que anhelamos expresar. El
último retiro de Cristo con sus discípulos tuvo lugar al lado del mar de Galilea,
donde fueron llamados a ser sus discípulos, y donde recibieron tantas enseñanzas
de su Maestro.
I. La restauración de Pedro.
1. El relato bíblico.
La noche más oscura. Pedro negó a Cristo tres veces (13:36–38; 18:16, 17, 25–27).
2. La noche que trabajaron en vano, no consiguieron nada (v. 3).
3. La presencia del Señor (vv. 4–8).
(1) Pedro deja impulsivamente el barco y va al Señor (v. 7).
(2) Nadie se atreve a preguntarle nada (v. 12).
4. Las preguntas sobre el amor (vv. 15–17).
(1) Preguntas que Jesús no hizo:
a. “¿Cómo es que me negaste?”.
b. “¿Crees que eres digno de ser mi discípulo?”.
c. “¿Qué diferencia hay entre tu pecado y el de Judas?”.
(2) Jesús no menciona ni una sola palabra del pasado, de lo trágico. Cristo
habla del futuro; el pecado ha sido perdonado, olvidado.
5. La nueva oportunidad.
(1) Pedro negó a Cristo tres veces; ¡Cristo le da la oportunidad de manifestar
su amor tres veces!
(2) Las palabras no son tan importantes, pero la relación sí lo es.
(3) “¿Me amas tú más que éstos?”. ¿Estos hombres?, ¿estos barcos, peces,
redes, la vida antigua?, ¿más que estos símbolos de tu vida anterior?
(4) La prueba es el amor. ¡El amor es el criterio! El amor es la prueba de la
lealtad. Pedro, que había fracasado y negado a Jesús, declara de todo corazón que
lo ama.
(5) El mandamiento. Volver al punto de partida. El círculo es completo. La
evidencia de que amamos es la obediencia. El termómetro de la consagración es el
servicio; no lo es el orar y el leer la Biblia (aunque debemos hacerlo). Mostramos el
amor de Cristo y a Cristo mismo cuando damos comida a los hambrientos,
cuidamos a los quebrantados de corazón, buscamos a la oveja perdida. La tarea
está delante para todos.
II. Nueva oportunidad para los pastores.
1. Olvidar lo pasado; no lamentarse por lo pasado, por las oportunidades
perdidas.
2. La oportunidad de empezar de nuevo.
(1) “Borrón y cuenta nueva”.
Pedro sentía la espada en su corazón, pero Cristo no volvió sobre lo pasado. Lo
pasado está borrado. Hay una nueva tarea.
(2) En el evangelio todo es nuevo, glorioso, hermoso.
(3) En Cristo todo es nuevo. Podemos empezar de nuevo (2 Cor. 5.14-17).
(4) Somos nuevas criaturas; tenemos un nuevo nacimiento.
3. Hoy es el día de salvación.
(1) El futuro será glorioso. La ola de pesimismo avanza; nosotros somos los
únicos que tenemos las llaves al futuro (Apoc. 11:15).
(2) La victoria será de los hijos de Dios y solo de ellos.
4. Nuestra tarea: “Apacienta mis ovejas”.
(1) Nuestras palabras no son tan importantes.
(2) Llevar el mensaje a las personas es lo importante.
Hay que practicar el cuidado pastoral. ¿Por qué la gente no cree en nuestra
predicación?
Rogamos, advertimos, imploramos. Ellos saben demasiado; han visto demasiados
“productos” disponibles. Recordemos que hay que apacentar, cuidar de las
personas, y compartir el amor de Dios con ellas.
(3) Apacentar es cuidado personal.
a. Predicar es demasiado general.
b. El fracaso de muchas iglesias se debe a que no hay tiempo para las
relaciones personales.
c. Cristo nos llama al ministerio personal.
Nos dejó ejemplo en el cuidado y la restauración de Pedro, quien nunca más lo
traicionó, sino que frente a las autoridades afirmó su fe con poder (Hech. 4:19).
III. Nuestra tarea es personal e intransferible.
1. La tentación de pensar que es la responsabilidad del otro.
(1) “¿Y éste, qué?”. Otros menos ocupados, otros que no lo hacen tan bien.
a. La tarea es enorme, demasiado grande para uno solo.
b. Se pierde tiempo pensando en los motivos de otros, para echarles la culpa
por el fracaso nuestro.
(2) Preguntas y conjeturas.
a. Pensamos en el origen de la maldad, la predestinación, el libre albedrío, la
iniquidad del mundo, el fracaso de la iglesia.
b. Es tiempo perdido frente a la misión a la cual Cristo nos ha llamado.
2. Cada uno mirando su propia tarea.
(1) Cristo nos dice: “Síganme, lleven la luz al mundo”.
“Mejor es encender una vela que maldecir las tinieblas”.
(2) Lamentarse y ver la equivocación de otros es fácil.
(3) El mundo es de Dios. Él va a juzgar a cada uno. La victoria es nuestra: “Las
puertas del hades [infierno] no prevalecerán contra ella [mi iglesia]” (Mat. 16:18).
(4) Nuestra tarea es personal. Cristo nos habla a todos en medio de nuestra
dudas y miedos, y nos pregunta: “¿Qué de ti?”. Pero también nos alienta:
“Sígueme tú”.
Conclusión: Ser pastor o líder no es fácil, pero es el llamado precioso para servir al
pueblo de Dios. Hay que dedicarse de nuevo a la tarea de apacentar y cuidar de las
ovejas, y de seguir a Cristo en todo lo que hacemos.
El verbo subió (v. 11) probablemente significa que Pedro subió a la proa del barco,
encajada en la playa, y caminó a la popa donde estaría atada la red. El primero para
obedecer el mandato de Jesús fue Pedro, rápido para hablar y rápido para obedecer.
Algunos sugieren que Pedro era sumamente fuerte y pudo subir la red cuando los otros
no pudieron. Sin embargo, es más probable que Pedro haya organizado un equipo para
hacer un trabajo que un solo hombre difícilmente podría hacer. La abundancia de peces
en la red nos hace recordar de la abundancia del vino en las bodas de Caná y lo mucho
que sobró de la multiplicación de cinco panes y dos pececillos con que alimentó a los
5.000 (6:1–15). Hay evidencia de que normalmente había abundancia de peces en el
mar de Galilea y que muchos pescadores se ganaban la vida sobre estas aguas.
Juan anota con precisión el número y tamaño de los peces, indicando probablemente
que él participó en el recuento y que consideraba que era una pesca notable, algo “fuera
de serie”. Muchos ven un simbolismo en el número preciso (153), señalando varias
combinaciones para llegar a ese número. Plummer menciona tres tipos de simbolismos
en la interpretación de las Escrituras: imaginativo e ilegítimo; imaginativo y legítimo;
legítimo y con intención divina. En esta tercera clase el significado espiritual es
señalado en las Escrituras (ver Luc. 5:10), o está tan obviamente en armonía con la
narración que parece razonable aceptarlo como incluido con un propósito. Así se
clasifica esta pesca milagrosa y la mención de este número. Generalmente se entiende
que 153 representa el número completo, o la totalidad. Algunos zoólogos griegos
sostienen que hay 153 especies de peces, llevando a Jerónimo a ver en este número el
cumplimiento de la profecía de Ezequiel 47:10 y el símbolo de la entrada de todas las
razas en el reino de Dios. Manejando los números, se ha determinado que la suma de 1 a
17 (1 + 2 + 3… +17) da 153, representando la Trinidad en un triángulo equilátero con
17 unidades en la base y en cada lado. Se llega a este número también al multiplicar 3 x
50 + 3. Este número ideal podría representar también “la plenitud de los gentiles” (Rom.
11:25) que entrarán en el reino de Dios por la misión apostólica. Bultmann y muchos
otros, sin embargo, opinan que el número es simbólico, pero que nosotros no tenemos la
“llave” de interpretación para saber con seguridad cuál es su significado. Beasley-
Murray dedica una larga sección en su comentario sobre las distintas teorías que se han
presentado sobre el número 153. Morris comenta que es probable que el número preciso
de 153 no significa más que el solo hecho de que a Juan le gusta registrar detalles
precisos. Temple es más categórico al decir que es perverso el intento de encontrar un
significado escondido en este número.
El hecho de que eran tantos, y que eran grandes pescados, lleva al autor a
sorprenderse de que la red no se rompió. Se implica que aquí tenemos otro milagro. Si
buscamos simbolismos, esto podría representar la unidad de la iglesia, como el manto
sin costura (19:23), que habiendo tantos y tan diversos, no habría divisiones (ver 10:16;
17:21–23; 1 Jn. 2:19). Algunos dicen que las dos pescas milagrosas muestran la iglesia
militante (ver Luc. 5:1–11) y la triunfante (ver 21:1–14).
El término traducido Venid del v. 12 es una partícula de exhortación o exclamación
en el plural y es seguido por un subjuntivo en el tiempo aoristo, comed, que se refiere
normalmente al desayuno, pero a veces al almuerzo. En este caso sería el desayuno, por
cuanto todavía era muy temprano en la mañana. La invitación Venid, comed podría
haber sugerido a los discípulos que la cosecha esperada de la misión mundial sería
invitar a un banquete que Jesús mismo prepararía. Hull comenta que cuando pescamos
peces los sacamos de vida a muerte, pero cuando pescamos hombres los sacamos de
muerte a vida (ver Mar. 1:17). El verbo preguntarle traduce un vocablo griego que
ocurre sólo tres veces en el NT y se refiere a una búsqueda diligente (ver Mat. 2:8;
10:11).
Al principio, ninguno de los discípulos discernió que la persona en la playa era
Jesús, pero a esta altura toda incertidumbre de su identidad se había disipado. Puesto
que ellos lo habían reconocido ya, Bultmann dice que debemos leer la pregunta así:
“¿Realmente eres tú?”. Esta expresión describe un sentir peculiar de los discípulos en
presencia del Señor glorioso: “¡Es él, y sin embargo no es él! ¡No es el que ellos habían
conocido hasta ahora, y sin embargo es él!”. No podían creer sus propios ojos. La
incertidumbre desaparece cuando él toma pan y les da a comer. Plummer comenta que
este comentario del autor muestra que tenía conocimiento de los sentimientos más
íntimos de los apóstoles (ver 2:11, 17, 22; 4:27, 33; 6:21; 9:2; 20:20) y es otra evidencia
de la paternidad juanina.
Algunos ven en este ministerio de Jesús (v. 13) un eco de la Cena del Señor. Los
verbos Vino, tomó y dio, traducidos aquí como aoristos, están realmente en el tiempo
presente y describen vívidamente lo que sucedió. El verbo Vino no significa que Jesús
recién apareció, sino que describe el comienzo del desayuno. Plummer opina que ellos
tenían temor de acercarse a Jesús y por eso él vino a ellos. Uno puede imaginarse a los
discípulos, hambrientos y maravillados todavía por la presencia del Señor glorioso y por
la pesca milagrosa, sentados en un círculo, y Jesús yendo de uno al otro sirviéndoles
(ver 13:13–16). Lindars comenta que el desayuno llega a ser un acto de comunión o
compañerismo con el Señor quien es conocido por la fe (ver Luc. 24:30). Juan no
comenta más sobre la comida, o lo que ocurrió durante el desayuno.
Realmente esta sería la cuarta aparición relatada por Juan si contamos las tres del
cap. 20. Sin embargo, Juan dice claramente que Esta era ya la tercera vez… a sus
discípulos (v. 14). Varios comentaristas opinan que puesto que María Magdalena no era
un discípulo, no se cuenta la aparición a ella. Witherington encuentra la solución en el
hecho de que Jesús no se había manifestado a un grupo de siete antes, incluyendo dos
que, según él, no eran de los doce. Culpepper sugiere que es posible, aun probable, que
el relato de esta aparición en Galilea circulaba originalmente en forma independiente de
las otras apariciones, y como la primera. Por ejemplo, no hay nada en este relato que
indica que hubiera habido otras antes.
Pescadores
Brown encuentra nada menos que diez similitudes entre la pesca milagrosa relatada
aquí y la que Lucas relata en 5:1–10, llevándole a sugerir que Lucas y Juan han
conservado independientemente dos formas variantes de un mismo evento. Él dice: “No
es seria la tesis de que el hecho se produjera dos veces, a pesar de Plummer, Lagrange y
otros”. Culpepper, Lindars y otros simpatizan con la tesis de Brown y acotan que la
tradición aparentemente ha pasado por un proceso extendido de desarrollo, pero las
similitudes son suficientes para señalar una tradición común detrás de Lucas 5 y Juan
21.
Por más interesante y atrayente que sea la tesis de Brown y otros, no satisface las
diferencias entre los dos relatos y crea más problemas de los que resuelve. Por ejemplo,
Lucas afirma que él escribió su Evangelio “después de haberlo investigado todo con
diligencia desde el comienzo” y que lo escribió “en orden” (1:3). Si en realidad la pesca
milagrosa sucedió después de la resurrección de Jesús, ¿cómo podría Lucas equivocarse
tanto, al incluirla cerca del principio del ministerio público de Jesús? En cambio, si
sucedió cerca del principio del ministerio público, ¿cómo pudo Juan, un testigo ocular,
o aun un miembro de su comunidad, ubicarla después de la resurrección? Hovey dice
categóricamente que “los eventos descritos en esta narración son distintos en todos los
puntos esenciales de los mencionados en Lucas”, y procede a mencionar ocho de dichos
puntos.
El autor no especifica a qué se refería Jesús cuando dijo más que éstos. El adjetivo
comparativo más que indica que se refiere a algunos o a éstos, pero del pronombre
plural demostrativo, siendo genitivo, no se puede determinar su género. Puede ser
neutro, refiriéndose a “estas cosas”, quizás las redes, barcos, peces. En cambio, si es de
género masculino, Jesús estaría preguntándole si Pedro le amaba más que los demás
discípulos le amaban. Una tercera posibilidad, menos probable, sería: “¿Me amas más
que tú amas a los otros discípulos?”. La RVA sigue la opinión de la mayoría de los
comentarios, eligiendo la segunda opción al escribir éstos con acento. Jesús quería saber
si Pedro ahora sostendría que le amaba más que los compañeros (ver 13:36–38; Mat.
26:33, 35). Se entiende que la pregunta comunica una suave reprensión a Pedro por su
exagerada profesión de lealtad antes. Es otro ejemplo de la ambigüedad frecuente en el
texto juanino que admite más que una interpretación, en que cada una o una
combinación de todas cabe perfectamente. Hull sugiere que quizá Jesús, al decir más
que estos, tenía en mente las promesas no cumplidas de Pedro, pero esto nos parece
menos plausible.
Perdonado
Corrie ten Boom, quien sufrió en los campos de concentración alemanes durante la
Segunda Guerra Mundial, después de la guerra regresó a Alemania con el mensaje del
amor y perdón de Dios. “Ésta era la verdad que más hacía falta oír en aquella nación
destruida por las bombas, y les di mi cuadro mental favorito. Tal vez es porque en la
mente de un holandés la imagen del mar nunca está lejos, que me gusta tanto pensar que
es allí donde todos los pecados perdonados son tirados. Les dije que cuando confesamos
nuestros pecados, Dios los tira en lo más profundo del mar y allí quedan hundidos para
siempre, y que luego Dios pone un letrero que dice: ‘¡No se permite pescar!’ ”.
Pedro afirma su afecto personal y lealtad, dirigiéndose a Jesús como Señor, con todo
el significado del título, pero se niega ahora a decir que le amaba más que éstos.
Tampoco hace promesas de lo que haría, o no haría, en el futuro, limitándose a afirmar
su lealtad del momento. El pronombre personal tú es enfático. Pedro reconoce que Jesús
lo sabe todo, que puede leer su corazón como un libro abierto y apela a este hecho para
comprobar su sinceridad. No sólo se daba cuenta que Jesús había predicho todos los
eventos que habían pasado, sino que habría sido tremendamente impresionado por el
conocimiento de Jesús aun de la ubicación del cardumen de peces que los discípulos
recién habían sacado. Estaba convencido de que, sí, ¡Jesús lo sabía absolutamente todo!
El mandato de Jesús, Apacienta mis corderos, merece dos observaciones. El verbo
está en el tiempo presente, indicando la continuación de una acción en marcha, y
significa literalmente “pastorear”, o “atender los animales cuando están comiendo
pasto” (ver 1 Ped. 5:2). Este término se usa en la primera y tercera preguntas. El término
corderos traduce un vocablo griego que se usa sólo en esta pregunta; se refiere a las
ovejitas recién nacidas y que necesitan atención especial. Hovey acota que el término
Apacienta describe la tarea de alimentar, no de controlar. Nótese que Jesús dice mis
corderos, ellos pertenecen a él, y es una verdad que los líderes religiosos harán bien en
recordar siempre.
Godet es citado en una observación interesante: “Hay una similitud marcada entre la
situación presente y la de dos escenarios en la vida previa de Padre con que se relaciona.
Él fue llamado al ministerio después de una pesca milagrosa; después de otra pesca
milagrosa él fue restaurado. Él había perdido su oficio por la negación al lado de un
fuego de brasas; es al lado de un fuego de brasas que lo recupera”.
La segunda vez la pregunta de Jesús (v. 16) y la contestación de Pedro son idénticas
a las del versículo anterior, pero no se repite “más que éstos” y el mandato es distinto.
Aquí Pastorea traduce otro verbo griego del cual se deriva nuestro término “pastor”. En
vez de “corderos”, aquí manda a Pedro a alimentar las ovejas adultas, maduras, aunque
algunos textos griegos escriben ovejas en forma diminutiva. Los jovencitos y los
mayores necesitan alimento y la responsabilidad del pastor es protegerlos y conducirlos
a lugares donde encuentren pastos verdes (ver 10:7–16; Sal. 23). Morris advierte del
peligro de enfatizar demasiado la distinción entre “corderos” y ovejas, recordando que a
Juan le gustaba variar términos, pero con esencialmente el mismo pensamiento.
La tercera vez que Jesús pregunta a Pedro si lo amaba (v. 17), cambió el verbo
griego a uno que significa más bien afecto humano. Parece que fue o la repetición de la
misma pregunta, o este cambio de verbo, o ambos, lo que produjo una profunda tristeza,
o quebrantamiento en Pedro. El mandato Apacienta emplea el mismo verbo griego que
se usaba en el mandato que siguió a la primera pregunta (v. 15), pero el término ovejas
es el que se empleó en relación con la segunda pregunta (v. 16).
Se discute la importancia del juego de palabras que vemos en esta sección (ver el
siguiente cuadro).
Pregunta de Jesús
¿Me amas (agapao) tú...?
¿Me amas (agapao)?
¿Me amas (fileo)?
Contestación de Pedro
Tú sabes que te amo (fileo)
Tú sabes que te amo (fileo)
Tú sabes que te amo (fileo)
Mandato
Apacienta mis corderos
Pastorea mis ovejas
Apacienta mis ovejas
El autor o los autores concluye con una afirmación de la naturaleza selectiva del
Evangelio. Si estaban respondiendo a la falta en Juan de eventos relatados en los
Sinópticos, esta sería una explicación por esa falta. Lindars opina que la misma persona
escribió los últimos dos versículos y que no debemos permitir que el cambio de persona
en los verbos “sabemos” y pienso, de plural a singular, sea un obstáculo; es meramente
un recurso estilístico. No todos están de acuerdo con esta aseveración.
Una cosa curiosa, y que indicaría que el que escribió este versículo no es el autor del
Evangelio, es el uso del verbo pienso, que traduce un vocablo griego que aparece sólo
aquí en el cuarto Evangelio. En el versículo anterior los redactores (primera persona
plural) se refieren al discípulo amado (tercera persona singular), pero ahora el redactor
del versículo final emplea la primera persona singular. Beasley-Murray compara este
versículo con 20:30, 31 y encuentra una gran similitud, pero diferencias importantes. En
el primer caso, se afirma el propósito del Evangelio, que la gente pueda creer y vivir; en
cambio, aquí el autor se muestra impresionado por el fenómeno literario de la vida y
obra de Jesús. Este dato también indicaría que el autor del v. 25 no es el que escribió los
caps. 1—20.
Tasker cita una pequeña evidencia que sugiere que el v. 25 no figuraba en el texto
original del Evangelio. Cuando el famoso Códice Sinaítico del siglo IV entró en el
Museo Británico, fue sometido a un trato con rayos ultravioletas que revelaron que
originalmente el Evangelio concluyó con el v. 24, después del cual se puso un colofón.
Posteriormente, el colofón fue borrado, se escribió el v. 25 en ese espacio y un nuevo
colofón fue agregado. A la luz de esta evidencia se piensa que el que primeramente
copió y unió los cuatro Evangelios en la forma de un códice, o libro, es el que escribió
el v. 25 como un comentario sobre el conjunto de los cuatro Evangelios.
En esta forma llegamos al fin del comentario sobre el “Evangelio de vida” en el cual
hemos contemplado, en parte por lo menos, la gloria del unigénito del Padre “lleno de
gracia y de verdad” (1:14). Esta gloria se ha visto en sus enseñanzas, más todavía en sus
señales, pero supremamente en la cruz y resurrección. Esta revelación de Dios en su
Hijo no sólo tiene el propósito de despertar fe salvadora en los hombres, sino que a
continuación y sin interrupción, de comisionarlos a ser testigos al mundo incrédulo.
Afirmando este análisis, Roberto Garrett cree que un énfasis descuidado en este
Evangelio, y prueba de que Juan el apóstol es el autor, es el hecho de que él se muestra
en todo sentido como un misionero ideal.
El que escribe da testimonio del impacto que este Evangelio ha tenido en su vida y
ministerio como misionero, como también al impacto que ha visto que tiene en la vida
de personas en varios países donde ha tenido el honor de testificar. A la vez, confiesa
que deja un sinnúmero de cuestiones en el texto sin poder llegar a una definición
completamente satisfactoria.1
1
Bartley, J., Patterson, J. B., Wyatt, J. C., & Editorial Mundo Hispano (El Paso, T.
(2004). Comentario bıb́ lico mundo hispano Juan (1. ed.) (411). El Paso, TX: Editorial
Mundo Hispano.