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¿Esta usted seguro de que sabe qué significa verdaderamente "desarrollo" para los
distintos países? y ¿puede determinar qué países tienen un grado mayor o menor de
desarrollo?
Decir qué países son más ricos o más pobres es un poco más sencillo. Pero los
indicadores de la riqueza, que reflejan la cantidad de recursos con que cuenta una
sociedad, no proporcionan información sobre la distribución de esos recursos; por
ejemplo, no señalan si la distribución del ingreso entre los grupos Sociales es más o
menos equitativa, ni muestran qué porcentaje de los recursos se utiliza para proveer
servicios gratuitos de educación y atención de la salud; nada dicen, tampoco, acerca
de los efectos de la producción y el consumo en el medio ambiente. Por ello, no es
de sorprender que existan profundas diferencias en la calidad de vida de la gente
entre países con ingresos medios similares, según el acceso a la educación y la
atención de la salud; las oportunidades de empleo; la posibilidad de respirar aire
puro y tener agua potable; la posibilidad de vivir sin la amenaza del delito, entre
otros factores. Tomando en cuenta todo esto ¿cómo determinamos qué países están
más desarrollados que otros?
¿El objetivo es simplemente aumentar la riqueza nacional, o es algo más sutil? ¿Sera
mejorar el bienestar de la mayoría de la población? ¿Quizás velar por la libertad de
los pueblos? ¿O, tal vez, aumentar su seguridad económica?
Desarrollo sostenible
La expresión "desarrollo sostenible" esta muy difundida entre los políticos de todo el
mundo, si bien el concepto es relativamente nuevo y no se lo interpreta de manera
uniforme. A pesar de ser tan importante, el concepto esta en plena evolución y su
definición se esta examinando, ampliando y perfeccionando continuamente. Con
este libro, usted podrá tratar de mejorar la definición, pues aprenderá más sobre las
relaciones entre sus principales componentes - los factores económicos, Sociales y
ambientales del desarrollo sostenible - y podrá decidir la importancia relativa de
cada uno de ellos, según el sistema de valores que usted tenga.
El capital natural no está distribuido de manera equitativa entre los países. Algunos,
por ejemplo, tienen suelos fértiles para dedicar a la agricultura, mientras que otros
deben esforzarse por mejorarlos artificialmente. Algunos países han descubierto
ricos yacimientos de petróleo y gas en sus territorios, mientras que otros tienen que
importar la mayor parte de los combustibles fósiles que necesitan. Antiguamente, la
escasez o la abundancia de capital natural representaban una enorme diferencia
para el desarrollo de los países, pero en la actualidad dicha abundancia no es el
principal factor determinante del desarrollo. Pensemos en países de ingreso alto
como la República de Corea o el Japón. Gracias a su elevado desarrollo económico
pueden utilizar sus limitados recursos naturales de manera mucho más productiva
(eficiente) que otros países menos desarrollados. La productividad con la que los
países emplean sus recursos productivos —el capital físico, el capital humano y el
capital natural— se acepta, en general, como el principal indicador de su nivel de
desarrollo económico.
El PIB se calcula como el valor de la producción total final de todos los bienes y
servicios producidos en un año dentro de las fronteras de un país. El PNB es el PIB
más los ingresos recibidos desde el exterior por los residentes en el país menos los
ingresos correspondientes a los no residentes.
El PNB de un país puede ser muy inferior a su PIB si gran parte de los ingresos
derivados de la producción se distribuye a personas o empresas extranjeras. Por
ejemplo, en 1994 el PNB de Chile era 5% menor que su PIB. Si ciudadanos o firmas de
un país poseen grandes cantidades de acciones y bonos de otros Estados o empresas
de otros países y reciben ingresos por ello, el PNB puede ser superior al PIB. Tal fue el
caso de Arabia Saudita en 1994, cuando el PNB superó al PIB en 7%. Para la mayoría
de los países, sin embargo, la diferencia entre estos indicadores estadísticos es
insignificante.
En los cuadros de datos que aparecen al final de este libro, el PNB per cápita se
expresa no sólo en dólares de EE.UU. sino también en dólares PPA, es decir,
ajustados con ayuda de un factor de conversión de la paridad del poder adquisitivo
(PPA). . El factor de conversión de la PPA indica el número de unidades de la moneda
de un país necesario para comprar la misma cantidad de bienes y servicios en el
mercado local que se podrían comprar con un dólar en los Estados Unidos. Al aplicar
este factor de conversión se puede, por ejemplo, convertir el PNB nominal per cápita
de un país (expresado en dólares de EE.UU. según el tipo de cambio de mercado de
la moneda nacional) en el PNB real per cápita (indicador ajustado para tener en
cuenta la diferencia de precios de los mismos bienes y servicios entre ese país y los
Estados Unidos, independientemente de las fluctuaciones del tipo de cambio de la
moneda nacional). El PNB ajustado en función de la PPA permite comparar mejor el
consumo o los ingresos medios entre distintas economías.
En los países en desarrollo, el PNB real per cápita suele ser más alto que el PNB
nominal per cápita, mientras que, en la mayoría de los países desarrollados, es más
bajo (Cuadro 2.1). De ahí que la diferencia entre los ingresos reales per cápita de los
países desarrollados y de los países en desarrollo sea menor que la diferencia entre
los ingresos nominales per cápita.
Si bien reflejan el promedio de ingresos de un país, el PNB per cápita y el PIB per
cápita tienen numerosas limitaciones cuando se trata de medir el bienestar real de la
población. No indican de qué manera se distribuye el ingreso de un país entre sus
habitantes. No toman en cuenta la contaminación, el deterioro ambiental y el
agotamiento de los recursos. No registran las tareas no remuneradas que se realizan
en los hogares o las comunidades, ni el trabajo que se lleva a cabo en la economía
paralela. Atribuyen la misma importancia a los productos "beneficiosos" (como los
medicamentos) que a los "perjudiciales" (los cigarrillos y las armas químicas, por
ejemplo), y pasan por alto el valor de elementos como el tiempo libre y la libertad.
De ahí que, para juzgar la calidad de vida relativa en distintos países, también sea
necesario tomar en cuenta otros indicadores que señalan, por ejemplo, la
distribución del ingreso y la incidencia de la pobreza (Capítulos 5 y 6), la salud y la
longevidad de la población (Capítulo 8), el acceso a la educación (Capítulo 7) y la
calidad del medio ambiente (Capítulo 10). Los especialistas utilizan también, para
determinar el desarrollo, indicadores estadísticos compuestos (Capítulo 16).
En todo el mundo, las tasas de mortalidad disminuyeron a fines del siglo XIX y a lo
largo del siglo XX, pero en los países en desarrollo en particular retrocedieron
drásticamente después de la segunda guerra mundial, gracias a la difusión de la
medicina moderna. En gran parte del mundo en desarrollo, las tasas de mortalidad
comenzaron a disminuir unos 20 años antes, o más, que las tasas de natalidad, por lo
cual hubo tasas de crecimiento demográfico extraordinariamente altas, del orden del
3% o incluso del 4% anual. Desde los años sesenta, las tasas de natalidad también han
venido retrocediendo rápidamente en la mayoría de los países en desarrollo , excepto
en los de África al sur del Sahara y el Oriente Medio. Esta evolución de las tasas de
natalidad en el mundo en desarrollo es similar a la que se verificó en Europa y los
Estados Unidos en el siglo XIX (Gráfico 3.2).
Las tasas de crecimiento del PIB y el PNB de los países en desarrollo son, como
promedio, más elevadas que las de los países desarrollados. Más aún, la diferencia se
acrecentó en los últimos años porque el crecimiento del PNB de los países
desarrollados pasó de más del 3% anual en los años ochenta a alrededor del 2% en la
primera mitad del decenio de 1990. Los países de ingreso bajo, en cambio, parecen
haber tenido un desempeño mucho mejor en este período, pues su PNB aumentó casi
un 6% anual en 1980-95. Entonces, ¿los países pobres pronto estarán a la altura de los
ricos?
Sin embargo, no todas son malas noticias para los países en desarrollo. Los dos países
en desarrollo con mayor número de habitantes tuvieron, comparativamente, un
desempeño bastante bueno en 1985-95. En la India, el PNB per cápita aumentó
alrededor del 3,2% al año, mientras que en China registró un incremento anual sin
precedentes: 8,3%. El rápido crecimiento observado en China y la India explica por qué
más de la mitad de la población mundial vive en países con economías que crecen a un
ritmo superior al 2% anual (Gráfico 4.3). Pero cuando se analizan los países de ingreso
bajo excluidas China y la India, el crecimiento anual medio del grupo resulta negativo
(véase el Gráfico 4.1). En 1985-95, más de la mitad de los países en desarrollo tenían
tasas de crecimiento negativas, y cuatro quintos de aquellos con tasas positivas crecían
con mayor lentitud que los países de ingreso alto (véase el Mapa 4.1).
Entre 1965 y 1995, la brecha entre los países desarrollados y la mayor parte de los
países en desarrollo se amplió considerablemente (Gráfico 4.4). Asia fue la única
región que logró un avance notable hacia el nivel de PNB per cápita de los países
desarrollados. El ingreso per cápita de las economías recientemente industrializadas de
Asia —Hong Kong (China), República de Corea, Singapur y Taiwán (China)— pasó de
representar el 18% del promedio de los países desarrollados, en 1965, al 66% en 1995.
Al mismo tiempo, África, por ejemplo, se empobreció aún más en términos relativos. El
ingreso medio per cápita en los países africanos llegaba al 14% del registrado en los
países desarrollados en 1965, pero había descendido al 7% en 1995. Ustedes pueden
determinar la posición de sus países en 1995 en el Gráfico 4.4 utilizando el Cuadro de
datos 1 que figura al final del libro (pueden ver las estimaciones del PNB per cápita
ajustadas en función de la paridad del poder adquisitivo y considerar $24.930 como
promedio del PNB per cápita de los países desarrollados).
Actualmente sólo unos 10 países en desarrollo —aquellos cuya tasa de crecimiento del
PNB per cápita supera en 1 punto porcentual el promedio correspondiente a los países
desarrollados— tienen posibilidades de ponerse a la altura de éstos en los próximos
cien años; únicamente podrán lograrlo si mantienen sus elevadas tasas de crecimiento,
lo cual es todo un desafío. Efectivamente, cuanto más pobre es un país, más difícil le
resulta retener el alto nivel de inversión que necesita para crecer (véase el Capítulo 6).
En la actualidad, los países de ingreso bajo todavía tienen las tasas de natalidad más
elevadas del mundo (véase el Mapa 3.1), si bien las mujeres suelen tener menos hijos
que antes. Las razones que explican el descenso de la fecundidad son diversas, pero la
mayoría de ellas se relaciona con el crecimiento económico y el desarrollo humano de
los países en desarrollo (Gráfico 3.3; véanse también los Capítulos 4 y 7). Los padres
deciden tener menos hijos cuando las condiciones sanitarias mejoran y ellos dejan de
temer la posibilidad de la muerte de varios de sus bebés, y cuando no necesitan de la
ayuda de sus hijos para trabajar la tierra o procurarse el sustento o para que los cuiden
en la vejez. Por otra parte, cada vez más padres mandan a sus hijas a la escuela, lo cual
también es importante, porque las mujeres con educación básica suelen tener menos
hijos y más sanos. Ahora más mujeres tienen oportunidad de trabajar fuera del hogar,
de manera que, cuando forman una familia, no son tan jóvenes y tienen menos niños.
Asimismo, el acceso a la planificación familiar está mejorando, lo cual permite a los
padres controlar el número de hijos que desean tener y espaciar los nacimientos.
Para comenzar a entender cómo es la vida en un país —para saber, por ejemplo,
cuántos de sus habitantes son pobres— no basta con conocer su ingreso per cápita. El
número de pobres de un país y la calidad de vida también dependen de la igualdad —o
la desigualdad— en la distribución del ingreso.
En el Brasil y Hungría, por ejemplo, los niveles de PNB per cápita son bastante
similares, pero en el Brasil la incidencia de la pobreza es mucho más alta. Esta situación
se puede explicar con la ayuda del Gráfico 5.1, donde se observan los porcentajes del
ingreso nacional recibido por percentiles iguales de individuos u hogares ordenados
según su nivel de ingresos. En Hungría, el 20% (quintil) más rico de la población recibe
aproximadamente 4 veces más que el quintil más pobre, mientras que, en el Brasil, el
porcentaje que obtiene el quintil más rico supera en más de 30 veces al que recibe el
quintil más pobre.
Esa relación es, como promedio, del orden de 6:1 en los países de ingreso alto. En el
mundo en desarrollo, la desigualdad, medida de la misma manera, varía según la
región: es de 4:1 en Asia meridional; 6:1 en Asia oriental y Oriente Medio y Norte de
África; 10:1 en África al sur del Sahara, y 12:1 en América Latina.
Una distribución muy aproximada a la igualdad absoluta puede resultar negativa para
la eficiencia económica. Veamos, por ejemplo, la experiencia de los países Socialistas,
donde la reducción deliberada y pronunciada de la desigualdad (sin ganancias privadas
y con diferencias mínimas en sueldos y salarios) eliminó los incentivos que la gente
necesitaba para participar activamente en la economía y trabajar con diligencia y
espíritu emprendedor. La nivelación Socialistas de los ingresos tuvo por consecuencia
el relajamiento de la disciplina y el debilitamiento de la iniciativa de los trabajadores; la
mala calidad y la escasa variedad de bienes y servicios; la lentitud del progreso técnico
y, finalmente, la desaceleración del crecimiento económico, lo que desembocó en una
mayor pobreza.
Por otra parte, la desigualdad excesiva afecta la calidad de vida de la gente, pues
aumenta la incidencia de la pobreza y, de este modo, obstaculiza las mejoras en
materia de salud y educación y favorece el delito. También se deben considerar los
efectos que una marcada desigualdad en la distribución del ingreso provoca en algunos
factores importantes del crecimiento económico:
Éstas son algunas de las razones por las cuales expertos internacionales recomiendan
reducir la desigualdad de la distribución del ingreso en los países en desarrollo, a fin de
ayudar a acelerar el desarrollo económico y humano.
El concepto de pobreza varía de un país a otro. En términos generales, cuanto más rico
es un país, más alta es la línea que fija para demarcar la pobreza. Para poder efectuar
comparaciones internacionales, el Banco Mundial ha establecido una línea
internacional de pobreza de $1 al día por persona, a precios de 1985, ajustados para
tener en cuenta la paridad del poder adquisitivo. De acuerdo con esta medición, la
proporción de pobres en la población mundial —quienes viven con menos de $1 por
día— descendió levemente entre 1987 y 1993, pues pasó del 30% al 29%. Pero el
número absoluto de pobres aumentó de 1.200 millones a 1.300 millones, y otros 2.000
millones de personas se encuentran en una situación apenas mejor.
Geografía de la pobreza
Los analistas han descubierto una fuerte relación positiva entre el crecimiento
económico y la reducción de la pobreza. Por ejemplo, en Asia oriental (excluida China),
donde se encuentran las economías que crecen con mayor velocidad en el mundo, la
proporción de la población que vive en la pobreza disminuyó del 23% en 1987 a menos
del 14% en 1993. Pero en África al sur del Sahara, donde predominó, en ese período,
un crecimiento negativo del PNB per cápita, prácticamente no hubo variación en la
incidencia de la pobreza.
Un clima propicio para las inversiones se compone de muchos factores que hacen que
sea más redituable y menos riesgoso invertir en un país que en otro. La estabilidad
política es uno de los más importantes. Tanto los inversionistas nacionales como los
extranjeros desisten ante el peligro de una conmoción política y ante la perspectiva de
que un nuevo régimen pueda exigir impuestos punitivos o expropiar bienes de capital.
Como consecuencia, el país donde se produjera esa situación podría caer en otro
círculo vicioso, como hemos visto históricamente en algunos países latinoamericanos
(Gráfico 6.4). La inestabilidad política ahuyenta las inversiones nuevas; ello impide que
la economía crezca rápidamente y que la situación económica de la población mejore,
lo cual genera más descontento con el régimen político imperante y aumenta la
inestabilidad política. Este círculo vicioso de inestabilidad política puede convertirse en
un serio obstáculo para la reactivación del desarrollo económico y la reducción de la
pobreza.
El capital es una masa de recursos utilizados para producir bienes y servicios. Lo más
frecuente es que por él se entienda el capital físico: los edificios, las máquinas, los
equipos técnicos y las existencias de productos y materia prima. Pero el "capital
humano" —los conocimientos y las aptitudes de la gente— es igualmente importante
para la producción y no menos valioso para la persona que cuenta con él. La
importancia del "factor humano" para la producción moderna se observa en la
distribución del ingreso entre quienes poseen capital físico y quienes "poseen"
conocimientos y aptitudes. Por ejemplo, en los Estados Unidos, en el decenio de 1980,
el ingreso recibido gracias a los conocimientos y aptitudes (mediante el pago de
sueldos y salarios) fue 14 veces mayor que el obtenido por el capital físico (mediante el
pago de dividendos y utilidades no distribuidas de las empresas). Este fenómeno llevó
a los economistas a admitir la existencia del capital humano.
La mayor parte del capital humano se forma con la educación o la capacitación, que
incrementan la productividad económica de una persona, es decir, le permiten
obtener ingresos más altos. Los gobiernos, los trabajadores y los empleadores
invierten en capital humano dedicando dinero y tiempo a la educación y la
capacitación (acumulación de conocimientos y aptitudes). Como toda otra inversión, la
inversión en capital humano exige sacrificios. La gente está de acuerdo en realizarlos si
considera que, a cambio, va a obtener mayores ingresos en el futuro.
Los gobiernos gastan fondos públicos en educación porque creen que una población
con mejor educación contribuirá a un desarrollo más rápido. Los empleadores pagan la
capacitación de sus empleados porque esperan cubrir el costo correspondiente y
obtener ganancias adicionales al aumentar la productividad. Y muchas personas están
dispuestas a destinar tiempo y dinero a la educación y la capacitación porque, en la
mayoría de los países, quienes tienen mejor educación y conocimientos especializados
ganan más. La gente educada y especializada suele estar en condiciones de producir
más o de generar una producción más valiosa en el mercado; los empleadores
generalmente lo reconocen así al pagarles salarios más altos.
Sin embargo, los beneficios económicos de la educación no son uniformes. Pueden ser
menores si:
La riqueza del capital humano y su ritmo de aumento son cruciales para el nivel y la
velocidad del desarrollo económico de un país, fundamentalmente porque el capital
humano es el principal factor determinante de la capacidad de un país para producir y
adoptar innovaciones tecnológicas. La inversión en capital humano, si bien es
extremadamente importante, no basta para lograr un rápido crecimiento económico:
debe ir acompañada de una estrategia de desarrollo acertada.
Analicemos los casos de Filipinas y Vietnam, donde la alfabetización de los adultos es
mayor que en la mayoría de los demás países del sudeste asiático (véase el Cuadro de
datos 2). No obstante, hasta hace poco tiempo, el crecimiento de esos dos países era
relativamente lento, en gran medida porque sus estrategias de desarrollo les impedían
aprovechar plenamente la riqueza de su capital humano. En Viet Nam, la planificación
centralizada era responsable de esa situación, mientras que en Filipinas el problema
radicaba en que la economía del país estaba aislada de los mercados mundiales. En los
últimos años, sin embargo, ambos países han obtenido rendimientos de sus
inversiones en capital humano: Viet Nam, adoptando un modelo de desarrollo más
cercano a la economía de mercado y mejorando radicalmente su tasa de crecimiento;
y Filipinas, "exportando" muchos de sus trabajadores capacitados e "importando" las
ganancias en divisas que éstos producen.
La mayoría de los gobiernos está desempeñando un papel cada vez más activo como
proveedor de educación (Mapa 7.1 y Cuadro de datos 2 Las diferencias en el gasto
público en educación (en relación con el PIB) entre un país y otro reflejan las
diferencias en los esfuerzos de cada Estado por aumentar el capital humano. Los
gobiernos de los países en desarrollo destinan una proporción mayor de su PIB a la
educación en la actualidad que en 1980. Sin embargo, dicha proporción sigue siendo
menor que la que dedican los países desarrollados: 3,4% del PIB en los países de
ingreso bajo y 4,4% en los países de ingreso mediano, frente al 5,6% en los países de
ingreso alto. Utilizando los Cuadros de datos 1 y 2, se puede calcular la diferencia
absoluta entre el gasto público per cápita en educación en los países desarrollados y
en desarrollo, que representa una importante manifestación del círculo vicioso de la
pobreza descrito en el Capítulo 6: el bajo ingreso per cápita dificulta las inversiones en
capital humano (y en capital físico), la productividad aumenta entonces con gran
lentitud y ello impide que haya mejoras de importancia en el ingreso per cápita.
La esperanza de vida al nacer indica el número de años que un bebé recién nacido
viviría si las condiciones sanitarias prevalecientes en el momento de su nacimiento
permanecieran iguales durante toda su vida. Este indicador no señala cuántos años va
a vivir un bebé sino cuánto tiempo tiene probabilidad de vivir un bebé nacido en un
año determinado. La tasa de mortalidad de niños menores de 5 años indica el número
de niños, de cada 1.000 nacidos vivos, que tienen probabilidad de morir antes de llegar
a los 5 años.
Como los niños son más vulnerables a la malnutrición y a las malas condiciones de
higiene, entre ellos se registra la proporción más grande de defunciones en la mayoría
de los países en desarrollo. Por lo tanto, en el mundo en desarrollo, reducir la
mortalidad de menores de 5 años es la forma más efectiva de aumentar la esperanza
de vida al nacer.
Tendencias mundiales
Las condiciones de salud en el mundo entero mejoraron más en la segunda mitad del
siglo XX que en toda la historia del hombre. La esperanza media de vida al nacer pasó,
en los países de ingreso bajo e ingreso mediano, de 40 años en 1950 a 65 años en
1996. En el mismo período y en el mismo grupo de países, la tasa media de mortalidad
de niños menores de 5 años descendió de 280 a 80 por 1.000. Pero estos logros están
todavía muy lejos de los obtenidos por los países de ingreso alto, donde la esperanza
media de vida al nacer es de 77 años y la tasa media de mortalidad de niños menores
de 5 años es de 7 por 1.000.
A lo largo del siglo XX, los indicadores nacionales de la esperanza de vida han estado
íntimamente relacionados con el PNB per cápita. Si comparamos el Gráfico 8.1
(Esperanza de vida al nacer, 1995) con el Gráfico 2.1 (PNB per cápita, 1995), veremos
que, en general, cuanto más alto es el ingreso per cápita de un país, mayor es la
esperanza de vida, si bien esta relación no explica todas las diferencias entre regiones
y países. (Véase la información por país en los Cuadros de datos 1 y 2). Los otros dos
factores que se consideran de gran importancia para aumentar la esperanza de vida
nacional y regional son los avances en la tecnología médica (que algunos países
aprovechan mejor que otros) y el mejoramiento de los servicios de salud pública y el
acceso a ellos (en especial, el abastecimiento de agua potable, el saneamiento y la
bromatología). La educación, particularmente de niñas y mujeres, trae aparejados
grandes beneficios, porque las esposas y las madres que conocen las ventajas de los
estilos de vida sanos son de vital importancia para reducir los riesgos que amenazan la
salud de las familias.
Estos otros factores ayudan a explicar el hecho de que la mayor parte de los países en
desarrollo se están poniendo a la altura de los países desarrollados en cuanto al estado
de salud de la población, a pesar de que les van a la zaga en el ingreso per cápita
(véase el Capítulo 4). El progreso de la tecnología médica, los servicios de salud pública
y la educación permite ahora a los países traducir un determinado ingreso per cápita
en "más salud" que antes. Por ejemplo, en 1900 la esperanza de vida en los Estados
Unidos era aproximadamente de 49 años y el ingreso per cápita superaba los $4.000.
Actualmente, en África al sur del Sahara la esperanza de vida es de más de 50 años,
aun cuando el PNB es inferior a los $500.
En términos generales, en casi todos los países la esperanza de vida al nacer continuó
mejorando en los últimos años (véase el Cuadro de datos 2). En los países en
desarrollo, ello obedeció, en gran medida, a la marcada reducción de la mortalidad de
niños menores de 5 años (Gráfico 8.2), gracias a una lucha más decidida contra las
enfermedades transmisibles particularmente peligrosas para los niños, como la diarrea
y las helmintiasis. En muchos países, el incremento del ingreso per cápita (véanse el
Capítulo 4 y el Cuadro de datos 1) también contribuyó a que la mayoría de las familias
pudiera acceder a una nutrición y unas viviendas de mejor calidad.
Los gobiernos de los países en desarrollo han realizado inversiones para mejorar las
medidas de salud pública (relativas al agua potable, el saneamiento y las campañas de
vacunación, por ejemplo), la capacitación del personal médico, la construcción de
dispensarios y hospitales, y la prestación de atención médica. No obstante, es mucho
lo que queda por hacer. La malnutrición, en especial de mujeres y niños, sigue siendo
un problema grave, y las enfermedades transmisibles, en gran parte evitables, aún
cobran millones de vidas. Por ejemplo, la tasa de inmunización contra el sarampión en
todo el mundo es, como promedio, de sólo el 80%, y por año mueren más de un millón
de niños, víctimas de esta enfermedad, muchos de ellos en África al sur del Sahara,
donde la tasa de inmunización contra el sarampión es la más baja: alrededor del 60%.
Casi 2 millones de personas mueren todos los años a causa del paludismo o de
enfermedades relacionadas con él, en su mayoría en los países de ingreso bajo; sólo en
África, el SIDA se cobra más de 2 millones de vidas al año.
Como se observa en el Gráfico 8.3, en los países de ingreso bajo más de un tercio de la
población tiene menos de 15 años, frente a menos de un quinto en los países de
ingreso alto. Desde una perspectiva demográfica, ello implica que los grupos que
lleguen a la edad reproductiva van a ser más numerosos y el aumento en el número de
padres superará a la disminución en el promedio de hijos por familia. Debido a este
fenómeno, conocido como momento de la población, las tasas de natalidad se
mantendrán altas, aun cuando la fecundidad disminuya (véase el Capítulo 3). Desde
una perspectiva Sociales y económica, un porcentaje elevado de niños en una
población indica que hay una proporción importante que es demasiado joven para
trabajar y depende de los que trabajan. Ésta es la principal razón por la cual la
proporción de personas a cargo es relativamente alta en la mayoría de los países en
desarrollo. Mientras que en los países de ingreso alto hay alrededor de dos personas
en edad de trabajar para mantener a cada persona que es demasiado joven o
demasiado vieja para hacerlo, en los países de ingreso bajo esa relación es de
aproximadamente 1,0-1,5.
Problemas futuros
Los gobiernos de la mayoría de los países desarrollados han tomado medidas para
reducir el consumo de tabaco y disminuir así los costos que acarrea para la sociedad;
con este propósito, han fijado impuestos al tabaco, han limitado la publicidad de
cigarrillos y han informado a la población sobre los riesgos del hábito de fumar. Los
impuestos más altos a los cigarrillos se han establecido en Europa occidental. De
acuerdo con un informe publicado en 1998 por el Instituto de la Vigilancia Mundial, en
Noruega los fumadores pagan $5,23 en impuestos por cada cartón de cigarrillos, lo que
representa el 74% del precio total; en el Reino Unido pagan $4,30 por concepto de
impuestos, el 82% del precio total. La experiencia recogida en numerosos países
demuestra que los impuestos al tabaco son eficaces para desalentar su consumo: si el
precio de los cigarrillos aumenta un 10%, el consumo se reducirÁen un 5% entre los
adultos y de un 6% a un 8% entre los jóvenes (de 15 a 21 años), quienes suelen tener
menos ingresos disponibles.
Según el mismo informe, mientras que en Europa occidental y los Estados Unidos el
número de fumadores estÁdisminuyendo, en la mayoría de los países en desarrollo va
en aumento, particularmente entre las mujeres y los jóvenes. Ante el retroceso de la
demanda en sus propios países, las compañías tabacaleras europeas y
estadounidenses han logrado aumentar sus ventas ingresando en los mercados, menos
regulados e informados, de los países menos desarrollados. En los últimos 10 años, las
exportaciones de cigarrillos como porcentaje de la producción se han duplicado hasta
alcanzar el 60% en el Reino Unido y el 30% en los Estados Unidos, los dos principales
exportadores. Si se mantienen las pautas actuales de consumo de cigarrillos, el
número de muertes relacionadas con el tabaco en todo el mundo aumentará
abruptamente, desde los 3 millones al año que se producen en la actualidad, hasta los
10 millones en el año 2020, y el 70% de ellas ocurrirÁen el mundo en desarrollo.
Todo lo que crece también modifica su estructura. Así como un árbol, al desarrollarse,
cambia constantemente la forma, el tamaño y la configuración de sus ramas, una
economía en crecimiento varía las proporciones e interrelaciones entre sus sectores
básicos (sector agropecuario, industria y servicios) y entre otros sectores (rural y
urbano, público y privado, orientado al mercado interno y a la exportación) (véanse los
Capítulos 10, 11 y 12). ¿Hay patrones comunes que permitan determinar cómo varían
las economías en crecimiento? ¿Qué cambios deberían promoverse y qué cambios
habría que desalentar? Reflexionemos sobre estas preguntas al leer este capítulo y los
tres siguientes.
Post industrialización
Según van aumentando los ingresos, las necesidades se vuelven menos "materiales" y
la gente comienza a demandar más servicios, en los campos de la salud, la educación,
el entretenimiento y muchos otros. La productividad de la fuerza de trabajo en el
sector de los servicios no aumenta con la misma rapidez que en el sector agropecuario
y en la industria, porque la mayoría de los empleos no se pueden cubrir con máquinas.
Por ello, los servicios son más caros en relación con los bienes agropecuarios e
industriales, lo que aumenta su participación en el PIB. La escasa mecanización de los
servicios también explica por qué el empleo en este sector sigue creciendo; en la
industria y el sector agropecuario, en cambio, estÁdisminuyendo, porque el progreso
tecnológico incrementa la productividad de la mano de obra y provoca la eliminación
de puestos de trabajo (Gráfico 9.2). Finalmente, el sector de los servicios desplaza al
sector industrial de su lugar preponderante en la economía.
En la actualidad, la mayoría de los países de ingreso alto estÁen etapa de
postindustrialización —dependen menos de la industria— mientras que la mayor parte
de los países de ingreso bajo se están industrializando, es decir, estÁaumentando su
dependencia de la industria (Gráfico 9.3). Pero incluso entre estos últimos, el sector de
los servicios estÁcreciendo en relación con el resto de la economía (Cuadro de datos
2). A mediados del decenio de 1990, los servicios representaban casi dos tercios del
PIB mundial (Mapa 9.1), frente a la mitad, aproximadamente, en los años ochenta.
Crecimiento del sector de los servicios y sostenibilidad del desarrollo
El sector de los servicios produce bienes "intangibles", algunos bien conocidos —como
la administración pública, la atención de la salud y la educación— y otros bastante
nuevos —como las comunicaciones modernas, la información y los servicios
empresariales—. La producción de servicios requiere relativamente menos capital
natural y más capital humano que la producción de bienes agropecuarios o
industriales. Como resultado, se ha incrementado la demanda de trabajadores más
instruidos; esto ha llevado a los países a invertir más en educación, lo que beneficia a
la población en general. Otro beneficio del crecimiento del sector de los servicios es
que éste, al utilizar menos recursos naturales que el sector agropecuario o la industria,
afecta menos el medio ambiente local, regional y mundial.
1
Agriculture here refers to crop cultivation, livestock production, forestry, fishing, and
hunting. Industry includes manufacturing,
Capítulo X. Urbanización y contaminación del aire en las ciudades
Si bien la urbanización es un proceso que tiene lugar en casi todos los países en
desarrollo, los niveles de ésta varían considerablemente de una región a otra (Gráfico
10.2). La mayoría de los países latinoamericanos están tan urbanizados como Europa,
pues el 74% de su población vive en zonas urbanas. Sin embargo, Asia meridional, Asia
oriental y África al sur del Sahara siguen siendo predominantemente rurales, aunque
se están urbanizando rápidamente.
Partículas en
Población
suspensión
País Ciudad de la ciudad
(microgramos
(miles)
por m3)
San Pablo 16.533 86
Brasil
Río de Janeiro 10.187 139
Shanghai 13.584 246
China Beijing 11.299 377
Tianjin 9.415 306
Egipto El Cairo 9.690 -
Francia París 9.523 14
Bombay 15.138 240
India Calcuta 11.923 375
Nueva Delhi 9.948 415
Indonesia Yakarta 8.621 271
Tokyo 26.959 49
Japón
Osaka 10.609 43
República Seúl 11.609 84
de Corea
México Ciudad de México 16.562 279
Filipinas Manila 9 286 200
Federación Moscú 9.269 100
de Rusia
Turquía Estambul 7.911 -
Reino Londres 7.640 -
Unido
Estados Nueva York (1987-90) 16.332 61
Unidos Los Ángeles 12.410 -
« - » - No se dispone de datos.
Nota: Se seleccionaron ciudades de más de 7 millones de habitantes.
De acuerdo con estimaciones del Banco Mundial, la demanda de gasolina en los países
en desarrollo suele aumentar de 1,2 a 1,9 veces más rápidamente que el PNB per
cápita. Si en los países en vías de industrialización y urbanización las tasas típicas de
aumento del ingreso per cápita oscilan entre el 6% y 8% anual, es posible que el
consumo de combustibles se incremente a un ritmo del 10% al 15% anual. En muchos
países en transición, a fines de los años ochenta y comienzos de los noventa, el
número de automóviles en uso aumentó rápidamente a pesar de la contracción de la
actividad económica y la reducción del ingreso per cápita. En Moscú (Rusia) la flota de
automóviles de pasajeros creció a un ritmo del 10% anual desde 1984 a 1994 y del
17,5% anual entre 1990 y 1994. Si no se aplican políticas eficaces para limitar las
emisiones de los vehículos automotores, tal crecimiento puede acarrear graves
consecuencias para la salud de las poblaciones urbanas.
Mientras los gobiernos cada vez controlan más las grandes fuentes industriales de
contaminación, la circulación de vehículos automotores aumenta rápidamente. En
muchas zonas urbanas, más del 80% de la contaminación por plomo proviene de los
vehículos que utilizan gasolina con plomo. Por ello, desde el decenio de 1970, cuando
surgió evidencia médica de los daños que el plomo causa a la salud, muchos países han
reducido o eliminado los aditivos que contienen este metal. En algunos países, como
Austria, Japón y Suecia, se logró eliminar la gasolina con plomo. Pero en gran parte del
mundo en desarrollo, especialmente en África, los aditivos con plomo siguen siendo
muy comunes. Los especialistas sospechan que, en algunos países en desarrollo, todos
los niños de menos de 2 años y más del 80% de los que tienen entre 3 y 5 años
muestran niveles de plomo en la sangre que superan los que la Organización Mundial
de la Salud considera inocuos.
Los economistas han calculado que, con las opciones tecnológicas existentes en la
actualidad, la eliminación gradual de la gasolina con plomo es muy eficaz en función de
los costos. Pasar de la producción de gasolina con plomo a la de gasolina sin plomo no
suele costar más de 2 centavos por litro, y los países pueden ahorrar de 5 a 10 veces
más, gracias a la reducción de la morbilidad y la mortalidad que lograrían de esa forma.
Cuando los Estados Unidos pasaron a utilizar gasolina sin plomo, ahorraron más de $10
por cada dólar invertido, pues disminuyeron los gastos en salud, se registró un ahorro
en el mantenimiento de los motores y mejoró la eficiencia en el uso de los
combustibles. Es sumamente urgente que muchos países en desarrollo reconozcan los
elevados costos de los perjuicios que las emisiones de plomo causan a la salud humana
y adopten políticas nacionales apropiadas.
Durante el siglo XX, la importancia económica del Estado aumentó en todo el mundo.
En los países desarrollados, el gasto del gobierno central representaba menos del 10%
del producto interno bruto (PIB) al comenzar el siglo, pero en muchos de ellos, para los
años noventa, esa proporción había trepado a casi el 50% (Gráfico 11.1; Cuadro de
datos 3). Entre los principales factores históricos que contribuyeron a la expansión del
Estado se cuentan la revolución rusa de 1917 y la gran depresión de los años treinta. La
información parece indicar que esa expansión continúa hasta hoy: en los últimos 35
años, la participación del gasto público en el PIB de los países desarrollados
aproximadamente se duplicó.
En los países en desarrollo, el papel económico del Estado creció extraordinariamente
en la segunda mitad del siglo XX, finalizado el colonialismo y en pos de algunos
objetivos de desarrollo como la industrialización y la equidad Sociales. En muchos de
estos países, el Estado trató de movilizar recursos y orientarlos hacia un rápido
crecimiento económico , en lugar de limitarse a estabilizar la economía, como en la
mayoría de los países desarrollados. Hasta el decenio de 1980, el modelo de desarrollo
dominado por el Estado —que incluía la planificación centralizada y el control estatal
de la economía — gozó de una amplia adhesión. Sin embargo, en los países en
desarrollo, la participación del gasto público en el PIB no llega a la mitad de la
registrada en los países desarrollados (véanse el Gráfico 11.1 y el Cuadro de datos 3).
¿Significa esto que una participación creciente del gasto público en el PIB debe
considerarse un signo de desarrollo?
Por otra parte, la experiencia de muchos países demuestra que, normalmente, las
empresas estatales son menos eficientes que las privadas. Una de las principales
razones es que los administradores públicos tienen poco o ningún incentivo para tratar
de que sus empresas sean rentables. Gracias al fácil acceso a las subvenciones
estatales y los préstamos con garantía del Estado, desaparece el peligro de una
quiebra, que puede actuar como factor de disuasión de la ineficiencia. Además, suele
ser muy difícil lograr que una empresa pública dé ganancias, porque en muchos casos
los gobiernos mantienen bajos sus precios de venta, en forma artificial, y no le
permiten despedir personal.
En los países donde las empresas estatales tienen una participación importante, su
escasa eficiencia puede obstaculizar el crecimiento económico. Asimismo, los
gobiernos tienen que compensar las pérdidas financieras de estas empresas
ineficientes. Para cubrir el consiguiente déficit presupuestario, en muchos casos los
gobiernos se ven obligados a emitir más dinero, lo que provoca inflación, o pedir
préstamos, lo que aumenta la deuda interna o externa. En ambos casos, las economías
nacionales se desestabilizan y se pierden oportunidades de crecer.
En vista de lo antedicho, ¿es preferible mantener las empresas bajo control estatal?
¿Cuáles son el tamaño y la composición ideales del sector público de un país? ¿Se
puede dar respuestas generales a estos interrogantes, independientemente de las
convicciones ideológicas?
A decir verdad, cada vez se acepta más la idea de que la intervención estatal se
justifica únicamente cuando el mercado falla. Hay cinco situaciones básicas, llamadas
fallas del mercado, donde el sector privado suele producir una cantidad excesiva o
insuficiente de determinados bienes y servicios:
Estas cinco situaciones exigen alguna forma de intervención del Estado. Sin embargo,
incluso en los mercados donde existen fallas indudables, no necesariamente la
provisión estatal de los bienes y servicios insuficientes es la mejor opción. Ya hemos
comentado las causas de la escasa eficiencia de la administración de las empresas
públicas, a las que habría que añadir la posibilidad de corrupción de los funcionarios.
La suma de todos estos factores ha desembocado en lo que se denomina "fracaso del
Estado". Como se ha tomado mayor conciencia de este problema, los gobiernos de
algunos países desarrollados están tratando de buscar otras salidas que reemplacen a
la propiedad estatal, por ejemplo, nuevos métodos de reglamentación o
financiamiento estatal para el suministro privado de bienes públicos. El fenómeno
reciente del financiamiento estatal de cárceles privadas en los Estados Unidos 1
constituye un ejemplo notable de la búsqueda de nuevas soluciones.
Para que los gobiernos dejen de proporcionar los bienes y servicios que se pueden
comercializar, debe haber sectores privados activos dispuestos a asumir esa tarea. En
algunos casos, hasta es posible reducir la preponderancia económica de las empresas
estatales sin recurrir a grandes privatizaciones, fundamentalmente por medio de una
liberalización del mercado que dé por resultado un crecimiento acelerado del sector
privado. Es lo que ocurrió en la República de Corea en los decenios de 1970 y 1980, y
en China en los años ochenta y noventa. Pero lo más común es que se necesiten
programas especiales de privatización, particularmente donde el sector público es
mucho más grande que el privado y absorbe una gran cantidad de recursos nacionales
escasos.
Muchos especialistas sostienen que, si bien el Estado como motor exclusivo del
desarrollo ha fracasado, el desarrollo sin intervención alguna del Estado correría la
misma suerte. Reflexionemos sobre este tema: ¿por qué tanto un Estado eficaz como
un sector privado viable son importantes para el desarrollo?
Los datos disponibles parecen indicar que la globalización ha dado un fuerte impulso al
crecimiento económico en economías de Asia oriental como Hong Kong (China), la
República de Corea y Singapur. Pero no todos los países en desarrollo tienen una
participación semejante en la globalización ni están en condiciones de beneficiarse de
ella. En realidad, con excepción de la mayoría de los países de Asia oriental y algunos
de América Latina, los países en desarrollo se han integrado en la economía mundial
con bastante lentitud. La participación de África al sur del Sahara en el comercio
mundial ha venido disminuyendo continuamente desde fines de los años sesenta y la
participación de los principales exportadores de petróleo descendió abruptamente con
la caída en los precios del petróleo que se produjo a comienzos de los años ochenta.
Además, incluso para los países que protagonizan la globalización, los beneficios
vienen acompañados de nuevos riesgos y problemas. El equilibrio entre los costos y los
beneficios de la globalización para los distintos grupos de países y la economía mundial
es uno de los temas más controvertidos de los debates sobre el desarrollo.
Para los países participantes, los principales beneficios del comercio exterior irrestricto
surgen del acceso de los productores a mercados internacionales más grandes. Para
una economía nacional, ese acceso implica la oportunidad de beneficiarse de la
división internacional del trabajo, por un lado, y la necesidad de enfrentar una
competencia más fuerte en los mercados mundiales, por el otro. Los productores del
país trabajan con más eficiencia gracias a su especialización internacional y la presión
de la competencia extranjera, y los consumidores disfrutan de una variedad más
amplia de productos nacionales e importados a precios más bajos.
Asimismo, los gobiernos de algunos países en desarrollo suelen sostener que las
industrias nuevas necesitan protección hasta que sean más competitivas y menos
vulnerables a la competencia extranjera. Por ello, en muchos casos, las autoridades
prohiben o reducen algunas importaciones fijando cupos, o encarecen las
importaciones y les restan competitividad mediante la imposición de aranceles. Estas
políticas proteccionistas pueden resultar peligrosas desde el punto de vista económico
pues permiten que los productores nacionales continúen trabajando con escasa
eficiencia, lo que puede llegar a desembocar en el estancamiento de la economía.
Siempre que sea posible, en lugar de aplicar políticas proteccionistas se debe
considerar la posibilidad de mejorar la eficiencia económica y la competitividad
internacional de las industrias clave.
Un país que intente producir prácticamente todo lo que necesita se priva de los
enormes beneficios económicos de la especialización internacional. Pero una
especialización internacional demasiado limitada, que lleve al país a ser dependiente
de la exportación de un solo producto o de unos pocos, también puede tener sus
riesgos, debido a la posibilidad de algún cambio repentino desfavorable en la demanda
de los mercados mundiales. Esos cambios pueden empeorar considerablemente la
relación de intercambio de un país; de allí que quizá sea prudente alcanzar cierto
grado de diversificación de la producción y las exportaciones, aun si ello implica una
disminución temporaria del comercio. Cada país tiene que encontrar un lugar
apropiado en la división internacional del trabajo, según sus ventajas comparativas.
Los flujos financieros hacia los países en desarrollo adoptan principalmente dos
formas: la ayuda de los gobiernos extranjeros, que se suele denominar asistencia
oficial para el desarrollo, y la inversión de empresas privadas extranjeras, conocida
como flujos de capital privado.
Cuadro 13.1
Flujos netos de capital provenientes de los países de la OCDE, 1996 (millones de
dólares estadounidenses)
Australia 1.121 10 0 0 0 0 0 0
Estados
Unidos 9.377 1.694 42.848 2.652 23.430 2.226 19.472 578
Luxemburgo 82 2 0 0 0 0 0 0
Nueva
Zelandia 122 0 9 0 9 0 0 0
Reino Unido 3.199 362 18.196 3.952 5.852 390 12.120 3 500
Nota: Las cifras negativas en el cuadro indican la salida neta de capitales con destino a los
respectivos países de la OCDE. El total de flujos de capitales privados puede ser mayor o
menor que la suma de la inversión extranjera directa y las inversiones de cartera porque
incluye también corrientes más pequeñas de capital, como los créditos privados a la
exportación, las donaciones de las instituciones no gubernamentales y otros.
Como promedio, los países donantes que aparecen en el Cuadro 13.1 destinan a la
asistencia oficial para el desarrollo alrededor de un tercio del 1% del producto interno
bruto (PIB) de todos ellos juntos. Se puede utilizar el Cuadro 14.1 y el Cuadro de datos
1 para calcular qué países dedican porcentajes mayores o menores de su PIB a este
tipo de asistencia.
La asistencia oficial a los países en desarrollo y los países en transición tiene tres
componentes principales:
Mientras que la asistencia oficial para los países en desarrollo apenas varió en los años
noventa, los flujos privados netos de capital se cuadruplicaron, aproximadamente,
entre 1990 y 1994, y superaron con creces los flujos oficiales (Gráfico 13.1). La
estructura de los flujos privados también se modificó notablemente: del predominio
de los préstamos bancarios se pasó al de la inversión extranjera directa y las
inversiones de cartera (véase el Cuadro 13.1). La participación de la inversión
extranjera directa en los países en desarrollo ha aumentado hasta superar un tercio de
la inversión extranjera directa mundial, impulsada por el rápido crecimiento de las
empresas multinacionales y alentada por la liberalización de los mercados y las
perspectivas de crecimiento económico de varios países en desarrollo.
Los países en desarrollo que más atraen corrientes de capital privado se caracterizan
por tener un clima favorable para la inversión, es decir, condiciones económicas
propicias, con elementos tales como un régimen político estable, buenas perspectivas
de crecimiento económico, fácil convertibilidad de la moneda nacional y una
regulación gubernamental liberal. Una inversión extranjera importante ayuda a estos
países a romper el círculo vicioso de la pobreza (véase el Capítulo 6) sin aumentar su
deuda externa. Además, la inversión extranjera directa suele ir acompañada de
tecnología avanzada, conocimientos especializados sobre administración y
comercialización, y mayor facilidad en el acceso a los mercados de exportación. La
competencia entre compañías extranjeras y nacionales también contribuye a
aumentar la competitividad de los mercados y la eficiencia de las economías de los
países.
Sin embargo, el aumento de la movilidad internacional del capital tiene sus riesgos. Si
los inversionistas privados (sean extranjeros o nacionales) repentinamente pierden
confianza en la estabilidad y las perspectivas de crecimiento de un país, pueden retirar
el capital con más rapidez. En este sentido, las inversiones de cartera son mucho más
peligrosas que la inversión extranjera directa, porque es mucho más probable que los
inversionistas de cartera —quienes poseen sólo una pequeña cantidad de acciones de
una compañía y tienen poca o ninguna influencia en su gestión— procuren deshacerse
de las acciones al primer indicio o sospecha de que las ganancias pueden disminuir.
Algunos expertos consideran que la crisis financiera de Asia oriental de 1997
constituye un ejemplo de las consecuencias negativas de la excesiva movilidad del
capital.
En muchos casos, los flujos de capital privado hacia los países en transición de Europa
y Asia central se frenan ante la incertidumbre sobre derechos de propiedad, inflación,
impuestos, controles de precios, regulación de exportaciones e importaciones, y otros
aspectos económicos. Como resultado, los flujos de capital privado hacia estos países
siguen siendo relativamente escasos, como lo demuestra el hecho de que
representaron sólo el 13%, aproximadamente, del total dirigido hacia los países en
desarrollo en 1990-95. Por otra parte, la distribución de estos flujos ha sido muy
despareja. Los países donde las reformas del mercado parecen estar más adelantada
—las Repúblicas Checa y Eslovaca, Hungría y Polonia— atrajeron casi tres cuartos de la
inversión extranjera en este grupo de países (véase el Cuadro de datos 3). La
distribución de la inversión extranjera directa entre algunos países en transición
también figura en el Cuadro 13.2.
Cuadro 13.2
Inversión extranjera directa en algunos países en transición, 1991-96 (millones de
dólares estadounidenses)
República República
País Armenia Belarús Uzbekistán Albania Bulgaria Letonia Eslovenia
Kirguisa Eslovaca
Flujos
36 54 146 190 248 588 614 650 687
acumulados
República
País Estonia Ucrania Rumania Kazajstán Polonia Rusia Hungría China
Checa
Flujos
859 1.163 1.379 2.997 4.862 6.205 6.368 12.767 12.1704
acumulados
Aun cuando algunos países han podido aprovechar la inversión extranjera para paliar
las dificultades del período de transición, Rusia, junto con otros países de la ex Unión
Soviética, ha sufrido la salida, en su mayor parte ilegal, de ingentes volúmenes de
capital. Si la salida ilegal de los años noventa se recogiera en las estadísticas, las cifras
correspondientes a la afluencia neta de capital hacia estos países serían negativas.
Según algunas estimaciones, entre 1993-97 salieron de Rusia capitales por más de
$110.000 millones. La fuga de capitales que sufre Rusia en la actualidad es el mayor
obstáculo para su desarrollo económico. Esta situación subraya la importancia de la
creación de un clima favorable a la inversión, fundamental no sólo para atraer
inversionistas extranjeros sino, lo que es más importante aún, para impedir y revertir
la fuga de capitales nacionales.
Desde la revolución industrial, el desarrollo económico ha ido de la mano del aumento del
consumo de combustibles fósiles, pues las fábricas, las centrales eléctricas, los vehículos
automotores y los hogares queman cada vez más y más carbón, petróleo y gas natural. Las
consiguientes emisiones de dióxido de carbono (CO2) se han convertido en la principal
fuente de gases de efecto invernadero , es decir, los gases que atrapan la radiación
infrarroja de la Tierra dentro de la atmósfera y crean el peligro de que aumente la
temperatura mundial. Como los ecosistemas de la Tierra son tan complejos, se desconoce el
momento exacto y el grado en que las actividades económicas del hombre modificarán el
clima del planeta, pero muchos científicos consideran que ya se observan algunos cambios.
Alemania constituye un ejemplo para otros países desarrollados en este sentido: entre 1980
y 1992, el uso de energía per cápita descendió 11%, y sus emisiones de dióxido de carbono
per cápita, casi 20%. En el mismo período, en los Estados Unidos el consumo de energía per
cápita se mantuvo estable y las emisiones de dióxido de carbono per cápita disminuyeron
alrededor del 6%. Pero estos cambios no fueron suficientes para detener el aumento de las
emisiones de dióxido de carbono de los países de ingreso alto o para desacelerar el
crecimiento de las emisiones mundiales (véase el Cuadro de datos 4). Para impedir el
cambio climático mundial, se necesitan los esfuerzos concertados de los gobiernos de la
mayor parte de los países.
En la Cumbre para la Tierra celebrada en Rio de Janeiro, Brasil, en 1992, las naciones
desarrolladas acordaron tratar de estabilizar, para el año 2000, las emisiones de gases de
efecto invernadero en los niveles de 1990. Para 1997, cuando los representantes de 165
países se reunieron en Kyoto, Japón, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el
Cambio Climático, era evidente que muchos países —entre ellos los Estados Unidos—
estaban muy lejos de alcanzar ese objetivo. El Protocolo de Kyoto, aprobado en la
Conferencia con la intención de ser jurídicamente obligatorio, exhorta a todas las naciones
ricas a reducir, para 2012, las emisiones de gases de efecto invernadero de un 6% a un 8%
por debajo de los niveles de 1990.
Este acuerdo se considera el compromiso mundial sobre medio ambiente más ambicioso de
la historia, aun cuando no contó con la participación de los países en desarrollo. La mayoría
de éstos se niega a comprometerse a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero
pues sostienen que una obligación semejante podría dificultar su desarrollo económico e
impedirles aliviar la pobreza. Al mismo tiempo, varios países con economía en transición se
han sumado a los esfuerzos de los países desarrollados. Rusia y Ucrania, por ejemplo, han
afirmado que no superarán sus emisiones de gases de efecto invernadero de 1990, mientras
que Hungría y Polonia han prometido reducirlas hasta un 6% por debajo del nivel alcanzado
ese año.
Se espera que los países desarrollados encabecen los esfuerzos por evitar el cambio
climático mundial, si bien lo más probable es que, en menos de 20 años, los principales
emisores de dióxido de carbono sean los países en desarrollo. Pero transcurrirán mucho más
de 20 años hasta que el consumo de energía per cápita de los países en desarrollo sea
similar al consumo actual de los países desarrollados. Por ello, si hemos de ser equitativos,
debemos admitir que los países pobres de hoy en día tienen todo el derecho de seguir
contaminando la atmósfera. ¿Pero es sensato adoptar un modelo de desarrollo que ha
demostrado ser insostenible? ¿Y es verdad que los problemas ambientales no se pueden
solucionar sin impedir el crecimiento económico de los países pobres? Muchos analistas
consideran que cuanto antes estos países aprovechen las tecnologías de producción menos
contaminantes y los medios más eficientes de generar y utilizar energía, mejores serán sus
perspectivas de desarrollo a largo plazo.
Supongamos que, por una cuestión de equidad, cada persona de la Tierra tiene el mismo
derecho a beneficiarse de la atmósfera, considerada como recurso. En tal caso, las cuotas de
emisión de dióxido de carbono de cada país deberían determinarse de acuerdo con el
tamaño de la población. Los países de ingreso bajo no habrían alcanzado aún sus cuotas y
tendrían derecho a seguir emitiendo dióxido de carbono. Pero los países de ingreso
mediano e ingreso alto ya las habrían agotado (compárense los Gráficos 2.2 y 14.3).
La comparación del PNB (o PIB) per cápita de los países es el método más común para
evaluar su nivel de desarrollo. Sin embargo, un ingreso per cápita más alto no siempre
indica que la situación de la población de un país sea mejor que la de otro con ingreso
menor, porque hay muchos aspectos del bienestar humano que estos indicadores no
reflejan. (¿Pueden ustedes mencionar algunos ejemplos? Véase el Capítulo 2.) Los
especialistas utilizan distintos métodos para integrar los datos sobre el ingreso medio y
los datos sobre los niveles medios de salud y educación, con el propósito de encontrar
una mejor forma de medir el éxito del desarrollo. Esos métodos permiten evaluar los
logros de un país en relación tanto con el desarrollo económico como con el desarrollo
humano (véase el Capítulo 1).
Observen que los diamantes relativos a China y Etiopía, por un lado, y a Rusia y
Turquía, por el otro, se trazaron utilizando índices basados en indicadores promedio
para dos grupos diferentes de países: de ingreso bajo y de ingreso mediano bajo (véase
el Gráfico 15.1). Por ello resulta imposible comparar visualmente los logros en materia
de desarrollo de estos dos pares de países. Ésta es una de las principales desventajas
de esta metodología: en la práctica, no se puede utilizar para comparar países de
diferentes grupos por nivel de ingreso.
Índice de desarrollo humano
Para medir el desarrollo de un país, los especialistas de las Naciones Unidas prefieren
utilizar el índice de desarrollo humano. Este índice compuesto es un promedio simple
de tres índices que refleja los resultados de un país en materia de salud y longevidad
(medidos por la esperanza de vida al nacer), educación (medida según la alfabetización
de adultos y la matriculación total en los niveles primario, secundario y terciario) y
nivel de vida (medido por el PIB per cápita en función de la paridad del poder
adquisitivo). Los resultados en cada campo se miden de acuerdo con los progresos
realizados por cada país en la consecución de los siguientes objetivos: una esperanza
de vida de 85 años, la alfabetización del 100% de los adultos y una matriculación del
100%, y un PIB real per cápita de $40.000 tomando en cuenta la paridad del poder
adquisitivo. Hasta el momento, ningún país ha alcanzado cabalmente estos objetivos,
que representan aspiraciones muy loables; por ello los indicadores reales se
representan como fracciones decimales de esas metas ideales.
Cuadro 15.1
Diferencias entre la clasificación según el PNB per cápita y la clasificación según el
índice de desarrollo humano
Clasificación
según el PNB
Clasificación
real per cápita
según el Clasificación
(dólares PPA)
PNB real según el índice
menos
per cápita de desarrollo
clasificación
(dólares humano, 1995
según el Índice
PPA), 1995
de desarrollo
humano
Kuwait
Pakistán 4 54 -50
Emiratos Árabes 96 138 -42
Unidos 24 48 -24
Rusia 62 72 -10
Estados Unidos 2 4 -2
Tayikistán 128 118 10
Canadá 12 1 11
Finlandia 21 6 15
Según varios estudios recientes del Banco Mundial, el capital físico (capital real) no es
el componente principal, mucho menos el único, de la riqueza de un país. Lo más
importante para un país son los recursos humanos, es decir, la "mano de obra en
sentido estricto", determinada fundamentalmente por el número de personas que
componen la fuerza de trabajo y el capital humano (Gráfico 16.1). El capital natural es
otro componente importante de la riqueza de una nación.
El nivel de desarrollo de un país determina las funciones que cumplen los diferentes
componentes de la riqueza nacional. El predominio del capital humano es
particularmente acentuado en la mayoría de los países desarrollados, donde el capital
natural representa apenas entre el 2% y el 5% del total de la riqueza. En cambio, en
África occidental, una de las regiones más pobres del mundo, el capital natural todavía
prevalece sobre el capital físico, y la proporción de recursos humanos es una de las
más bajas del mundo, a pesar de su elevado número de habitantes (véase el Gráfico
16.1). La comparación entre África occidental y Europa occidental resulta
especialmente pertinente, porque, en las dos regiones, el valor per cápita del capital
natural es, en términos absolutos, aproximadamente el mismo. Por ello, la marcada
diferencia en la composición de la riqueza nacional se puede atribuir por completo al
hecho de que el europeo occidental medio cuenta con 13 ó 14 veces más capital
humano y físico.
En los últimos diez años el concepto de desarrollo sostenible se ha vuelto más amplio y
mensurable. En un estudio reciente del Banco Mundial el desarrollo sostenible se
definió como "el proceso de administración de una cartera de activos para preservar y
mejorar las oportunidades de la gente". Los activos a los que se refiere esta definición
incluyen no sólo el capital físico tradicional sino también el capital natural y el capital
humano. Para ser sostenible, el desarrollo debe contribuir a que esos activos
aumenten con el tiempo o, por lo menos, a que no disminuyan. La misma lógica que
rige la gestión prudente de una economía nacional se aplica a la administración
prudente de los bienes personales.
Los análisis del Banco Mundial ya han demostrado que muchos de los países que más
dependen de los recursos naturales tienen tasas de ahorro bajas o negativas. Si no se
toman medidas firmes para invertirla, esa tendencia redundará, a la larga, en perjuicio
del bienestar de la población. Las dos únicas regiones "seguras" del mundo en
desarrollo parecen ser Asia meridional y Asia oriental y el Pacífico, donde las tasas de
ahorro genuino fueron positivas en 1970-93 y, en algunos casos, llegaron al 15% del
PNB (Gráfico 16.3). En los países desarrollados dichas tasas fueron cercanas al 10%
durante gran parte de ese período.
Sería completamente erróneo llegar a la conclusión, a partir de este análisis, de que los
países deberían optar por dejar de lado el desarrollo para no agotar sus recursos
naturales. Sin embargo, unas tasas de ahorro genuino bajas o negativas indican que
una parte considerable de los recursos naturales no renovables se ha utilizado de
manera irracional, en perjuicio del bienestar futuro de la población. Los ingresos
derivados de esos recursos naturales sencillamente se consumieron, en lugar de
invertírselos en los otros componentes de la riqueza nacional: el capital físico y el
capital humano. Este tipo de inversión puede dar un fuerte impulso al desarrollo
sostenible de un país. A juzgar por los datos del Gráfico 16.3, la mayoría de los países
de Oriente Medio y Norte de África no realizaron esas inversiones en los años setenta y
ochenta, cuando podrían haber utilizado los ingresos imprevistos derivados del
petróleo para mejorar considerablemente su potencial económico a largo plazo. Una
conducta semejante no permite un desarrollo sostenible y debería preocupar a los
responsables de la
Los investigadores que analizan el desarrollo han demostrado que algunos países y
comunidades utilizan todos sus recursos productivos (capital humano, físico y natural)
de manera mucho más eficiente que otros y, por lo tanto, obtienen mejores
resultados. ¿Cómo se explica esa diferencia? Observemos nuevamente el Gráfico 16.1.
Lo que falta en él es quizá el factor más crucial para el desarrollo de cualquier
sociedad: la forma en que la gente interactúa, coopera y resuelve sus conflictos. Éste
es el factor que resulta difícil de medir con los indicadores estadísticos convencionales
y que últimamente los investigadores han dado en llamar el capital Sociales de una
comunidad.
Debido a la multiplicidad de aspectos que abarca, no hay una forma óptima de medir
el capital Sociales, lo que no significa que sea imposible hacerlo. Los investigadores
miden el capital Sociales de varias formas creativas, habitualmente mediante el cálculo
de índices compuestos basados en diversos datos reunidos en encuestas. Los datos
utilizados en estos cálculos por lo general reflejan la confianza de la gente en los
gobiernos y las instituciones públicas, la participación en organizaciones cívicas y el
acceso a la información.
Cada vez hay más pruebas que señalan la importancia vital del capital Sociales para el
crecimiento de la economía y la prosperidad de la gente. Sin embargo, las reformas
radicales o incluso el desarrollo rápido, pero desequilibrado, en muchos casos debilitan
las formas existentes de capital Sociales sin reemplazarlas por otras. Tal deterioro del
capital Sociales pone en peligro la cohesión Sociales e impide el desarrollo sostenible.
Algunos especialistas en desarrollo creen que esto es lo que ha sucedido, por ejemplo,
en muchos países en transición.
Los gobiernos disponen de recursos limitados para acelerar el desarrollo de sus países.
Si bien el desarrollo es un proceso integral de cambio, los gobiernos deben determinar
en qué ámbitos su actuación puede ser más decisiva y concentrarse en ellos. Además
de compensar las fallas del mercado bien conocidas (véase el Capítulo 11), los
gobiernos pueden cumplir una importante función como coordinadores de la
participación de todos los agentes del desarrollo —empresas privadas, organismos
públicos y asociaciones cívicas— en el marco de una estrategia de desarrollo nacional.
Pueden ayudar a diferentes sectores de la sociedad a arribar a una visión común del
futuro del país a corto y largo plazo, a forjar un amplio consenso nacional sobre la
forma de trasladar esa visión a la realidad y a permitir que todos los agentes del
desarrollo actúen de acuerdo con sus responsabilidades Socialeses. La formulación de
las prioridades del desarrollo nacional y la coordinación de los medios tendientes a
alcanzarlas son tareas cruciales que no se pueden confiar al mercado, mucho menos a
los mercados escasamente desarrollados de los países pobres.
Opciones y desafíos
Todos los países se enfrentan a numerosas opciones al abordar los problemas que les
plantea el desarrollo, lo cual implica adoptar diariamente decisiones, en formas más o
menos coordinadas y de maneras más o menos democráticas, teniendo en cuenta
perspectivas a largo o a corto plazo. En esas decisiones se juegan grandes riesgos y
grandes beneficios para naciones enteras, pero toda opción entraña, inevitablemente,
incertidumbre. La mejor forma de limitarla quizá sea aprender de la historia nacional y
mundial. Las autoras esperan que este libro ayude a ustedes a comenzar a reflexionar
sobre el desarrollo de sus países en un contexto mundial —comparando un país con
otro y tratando de extraer enseñanzas valiosas del desarrollo de países de todo el
mundo— y a pensar lo que se puede lograr, de manera realista, en 10, 20 ó 50 años.
Las autoras también esperan que este libro los aliente a participar intensamente en las
actividades encaminadas al desarrollo de sus respectivos países; por ejemplo, en
debates sobre el modelo futuro del país y el camino singular que se debe seguir para
alcanzar el desarrollo. La actitud de cada uno —activa o pasiva, optimista o
pesimista— es también parte del capital Sociales del propio país. Ustedes pueden
hacer mucho si se forman opiniones informadas y las dan a conocer a otros, si influyen
en los debates públicos y, finalmente, en la elección de las políticas oficiales.
La experiencia de muchos países indica que las políticas se pueden mantener a lo largo
del tiempo únicamente si la mayor parte de la población las comprende y apoya. Si los
cambios que dichas políticas traen aparejados no son contrarios a los valores y el
sentido de justicia de la mayoría de la gente, ese proceso de cambio se puede definir,
en términos generales, como desarrollo. Es por estas razones que la participación de
ustedes y de sus pares en el diseño y la ejecución de una estrategia nacional de
desarrollo es tan importante para el éxito futuro de sus países.