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TEORIA DE LA

AUTORREALIZACION
Karina Rosales Flores

13 DE NPVIEMBRE DE 2017
Instituto América
La vida de Rogers (1902-1987)

Rogers nació en 1902 en el suburbio de Oak Park en Chicago (Illinois) y fue el cuarto
hijo de los seis de la familia. Sus padres eran muy estrictos en cuestiones religiosas
y concedían enorme importancia a la conducta moral, la supresión de
manifestaciones de emoción y a la virtud del trabajo arduo. Rogers tenía poca vida
social fuera del hogar. Pensaba que sus padres querían más a su hermano mayor,
por lo cual surgió una gran rivalidad entre ellos. Decía que había sido un niño tímido,
solitario, ensoñador y con frecuencia ensimismado en sus fantasías. En un intento
por huir de esa soledad, empezó a leer incansablemente todos los libros que
encontraba, incluso diccionarios y enciclopedias. La soledad le orilló a basarse en
sus propios recursos y experiencias, en una concepción personal del mundo. Esa
actitud le acompañaría a lo largo de toda la vida, pero también fue el fundamento
de su teoría de la personalidad. Más adelante comprendería la enorme influencia
que la soledad había tenido en su teoría y también en su personalidad. Decidió
estudiar agricultura en la Universidad de Wisconsin, institución a la cual habían
asistido sus padres, sus dos hermanos mayores y una hermana. Sin embargo, al
terminar el segundo año abandonó la carrera con la intención de prepararse para
ser ministro de su Iglesia. En el penúltimo año de sus estudios universitarios fue
elegido para asistir a una conferencia de estudiantes cristianos en Beijing (China).
Durante los seis meses que duró el viaje escribió varias veces a sus padres
diciéndoles que había cambiado su filosofía de la vida; había sustituido sus ideas
religiosas fundamentalistas por otras más liberales. En 1924 se graduó por la
Universidad de Wisconsin, se casó con una amiga de la niñez e ingresó al Union
Theological Seminary en Nueva York. Todavía deseaba ser pastor, pero al cabo de
dos años fue transferido al Teachers College de la Universidad. De Columbia,
ubicado enfrente del seminario, para estudiar psicología clínica y educacional.
Obtuvo el doctorado en 1931 y empezó a trabajar en el Departamento de Estudios
del Niño de la Society for the Prevention of Cruelty to Children en Rochester (Nueva
York). Su trabajo era diagnosticar y tratar a niños delincuentes y pobres. En 1940
abandonó ese puesto cuando fue contratado como profesor de psicología por la
Universidad Estatal de Ohio, donde empezó a formular sus ideas sobre la consejería
de personas con trastornos emocionales. También trabajó para que la psicología
clínica quedara integrada al pensamiento psicológico general del momento. En
cierta ocasión, cuando fracasó en su intento por ayudar a un cliente afectado de un
trastorno severo, se alteró tanto que enfermó y sufrió un colapso nervioso, como se
decía entonces. Su confianza en sí mismo quedó hecha añicos. De inmediato
decidió abandonar Chicago y, con su esposa, buscó una cabaña en el norte de
Nueva York, donde se recluyeron los siguientes seis meses. Cuando se sintió lo
bastante mejorado como para retornar a la universidad, inició una terapia que le
hizo darse cuenta entonces de que sufría una profunda inseguridad. Entonces dijo
que pensaba que “nunca podría quererme nadie, a pesar de que le gustara lo que
yo hacía’’. La terapia fue un éxito y, al terminarla, Rogers había descubierto la
capacidad de dar y recibir amor, así como de establecer relaciones emocionales
profundas con otros, entre ellos sus clientes.
El sí mismo y la tendencia a la realización

Durante su viaje a China, Rogers empezó a reconocer la importancia de un sí mismo


autónomo como factor de su desarrollo personal. Las investigaciones que había
efectuado antes reforzaron la importancia del sí mismo en la formación de la
personalidad. En la década de 1930 desarrolló un método para determinar si la
conducta de un niño era sana y constructiva o enfermiza y destructiva. Exploraba
los antecedentes del menor y pedía que le evaluaran en los factores que, a su juicio,
influían en la conducta; a saber: entorno familiar, salud, posición socioeconómica,
influencias culturales, interacción social y escolaridad. Todos ellos son externos; es
decir, forman parte del entorno. Rogers investigó un factor interno: el conocimiento
de sí mismo, el cual describió como aceptación de sí mismo y de la realidad, así
como un sentido de responsabilidad del sí mismo. Según Rogers, estamos
motivados por una tendencia innata a realizar, a mantener y mejorar el sí mismo.
Este impulso forma parte de una tendencia a la realización más global, que abarca
todas las necesidades fisiológicas y psicológicas. La tendencia a la realización, al
satisfacer las necesidades primarias –de alimento, agua y seguridad–, contribuye a
sostener el organismo porque le proporciona sustento y supervivencia.
La tendencia a la realización comienza en el seno materno; desde ese momento
facilita el crecimiento humano porque permite la diferenciación de los órganos
físicos y el desarrollo de la actividad fisiológica. Regula la maduración –es decir, el
desarrollo genéticamente determinado de las partes y procesos del cuerpo–, desde
el crecimiento del feto hasta la aparición de las características sexuales secundarias
en la pubertad. También permite que se efectúen estos cambios programados en la
estructura genética.
El proceso de valoración organísmica, como lo visualizaba Rogers, es el
mecanismo regulador durante todo el ciclo vital. A lo largo del proceso juzgamos las
experiencias en razón de su contribución a la tendencia de realización.
Consideramos que aquellas que, a nuestro juicio, la favorecen, son buenas y
convenientes, y les asignamos un valor positivo. Las que la entorpecen o dificultan
son inconvenientes y, por lo tanto, les atribuimos un valor negativo. Estas
percepciones afectan al comportamiento porque preferimos evitar las experiencias
negativas y repetir las positivas.
El mundo de la experiencia

Cuando Rogers formuló su teoría sopesó el efecto del mundo de la experiencia en


el cual funcionamos todos los días. Ese mundo nos ofrece un marco de referencia
o contexto que influye en el crecimiento. Estamos expuestos a infinidad de fuentes
de estimulación, algunas de ellas insignificantes y otras importantes, algunas
amenazadoras y otras placenteras. Rogers quería saber cómo percibimos este
multifacético mundo y cómo reaccionamos a él. El concepto de que la percepción
es subjetiva no es nuevo ni exclusivo de Rogers.
La idea se llama fenomenología y dice que la única realidad de la que podemos
estar seguros es la de nuestro mundo subjetivo de la experiencia, nuestra
percepción interna de la realidad. En el sistema de Rogers, lo más importante del
mundo de la experiencia es su carácter privado y, por lo mismo, sólo cada uno de
nosotros lo podrá conocer completamente.
El desarrollo del sí mismo durante la niñez
A medida que el niño va enriqueciendo su mundo por medio de encuentros sociales
cada día más amplios, una parte de su experiencia se diferencia del resto. Esa
parte, designada con palabras como yo, mí, yo mismo, es el sí mismo o
autoconcepto. Éste se forma cuando se distingue lo que es una parte directa e
inmediata del sí mismo de las personas, los objetos y los hechos externos. El
autoconcepto también es la imagen de lo que somos, de lo que deberíamos ser y
de lo que nos gustaría ser.
Consideración positiva: Esta probablemente sea una necesidad aprendida, pero
Rogers decía que la fuente carece de importancia. Es una necesidad universal y
constante. Abarca la aceptación, el amor y la aprobación por parte de otros, sobre
todo de la madre durante la infancia. Si la consideración positiva persiste a pesar
de los comportamientos indeseables, se dice que la condición es una
consideración positiva incondicional, con lo cual Rogers se refería al amor que
la madre prodiga a su hijo de forma espontánea y plena, sin que esté condicionado
a la actuación del niño o dependa de ella. Un aspecto importante de la necesidad
de la consideración positiva es su reciprocidad. Cuando un individuo piensa que
está satisfaciendo la necesidad de consideración positiva de otro, a su vez
experimentará su satisfacción de esa necesidad. Por lo tanto, es grato satisfacer la
necesidad de otros. Dada la importancia de esta necesidad, especialmente en la
infancia, nos volvemos sensibles a las actitudes y las acciones de los demás. Con
el tiempo, la consideración positiva provendrá de uno mismo más que del exterior,
estado que Rogers llamó consideración positiva por uno mismo. Ésta cobra tanta
fuerza como la necesidad de ser apreciado por otros y se puede satisfacer de la
misma manera.
Condiciones de valor: Las condiciones de valor surgen de esta secuencia
evolutiva de la consideración positiva que culmina en la consideración positiva por
uno mismo. Esta última equivale al superyó de Freud y se origina en la
consideración positiva condicional. Antes dijimos que la consideración positiva
incondicional incluye el amor y la aceptación del niño por parte de sus padres sin
ninguna condición y sin que dependa de su comportamiento. La consideración
positiva condicional es lo contrario. Los padres no siempre reaccionarán con una
consideración positiva frente a todo lo que haga el niño.
Incongruencia: Las experiencias incongruentes o incompatibles con el
autoconcepto representan una amenaza y se manifiestan por medio de la ansiedad:
si el autoconcepto contiene la creencia de que amamos a todos los hombres,
sentiremos ansiedad cuando conozcamos a alguien que nos provoque odio. Este
sentimiento no es compatible con nuestra imagen de personas afectuosas. Para
mantener el autoconcepto es preciso que neguemos el odio. La defensa contra la
ansiedad que acompaña la amenaza consiste en distorsionarla, con lo cual se
excluye una parte del campo de la experiencia.
Características de las personas que funcionan plenamente

Las personas que funcionan plenamente conocen todas las experiencias. No


deforman ni niegan ninguna experiencia y las filtran todas a través del sí mismo. No
adoptan una actitud defensiva porque no se deben defender de nada, no hay nada
que amenace su autoconcepto. Están abiertas a sentimientos positivos, como el
valor y la ternura, y a sentimientos negativos, como el miedo y el dolor. Son más
emotivas dado que aceptan una gama más amplia de emociones positivas y
negativas que sienten con mayor intensidad.
Los sujetos que funcionan plenamente viven los momentos de la vida con
absoluta espontaneidad. Todas las experiencias son frescas y nuevas en
potencia. No se pueden predecir ni anticipar, pero los individuos participan en ellas
sin reservas, en lugar de limitarse a observarlas.
Las personas que funcionan plenamente confían en su organismo. Con esta
frase Rogers quería decir que este tipo de sujetos confía en sus reacciones, en lugar
de guiarse por opiniones ajenas, por un código social o por sus juicios intelectuales.
Adoptar la conducta que parezca adecuada es un buen criterio para comportarse
de forma satisfactoria.
Los sujetos que funcionan plenamente toman decisiones con entera libertad,
sin restricciones ni inhibiciones. Esto les confiere una sensación de poder pues
saben que el futuro depende de sus actos y no de las circunstancias presentes ni
de hechos pasados o de otras personas. No se sienten obligados, por ellos mismos
ni por otras personas, a comportarse sólo de una manera.
Las personas que funcionan plenamente son creativas, llevan una vida
constructiva y se adaptan a las condiciones cambiantes del entorno. La
espontaneidad forma parte de la creatividad. Estas personas son flexibles y siempre
están buscando experiencias y retos. No requieren predecibilidad, seguridad ni
ausencia de tensiones.
Los individuos que funcionan plenamente enfrentan los problemas. No cesan
de ensayar cosas nuevas, y se esfuerzan y ponen en práctica todo su potencial; es
decir, una forma de vida que plantea retos y gran complejidad. Rogers no dice que
estas personas son alegres, dichosas o felices, aunque a veces lo sean. Más bien
cabría describir su personalidad como enriquecedora, emocionante y llena de
sentido.
Cuestiones relativas a la naturaleza humana
La postura de Rogers sobre el libre albedrío frente al determinismo es clara. Las
personas que funcionan plenamente están en libertad de crear su yo. Dicho de otra
manera, para ellas ningún aspecto de la personalidad está predeterminado. En la
cuestión de la herencia frente al entorno, Rogers concedía mayor importancia al
entorno. Aun cuando la tendencia a la realización es innata, los factores sociales
influyen en el proceso más que los factores biológicos. Las experiencias de la niñez
afectan el desarrollo de la personalidad, pero las experiencias posteriores tienen
más repercusiones. Los sentimientos presentes son más decisivos que los sucesos
de la infancia. Rogers reconoció que la personalidad tenía una cualidad universal
cuando señaló que los sujetos que funcionan plenamente comparten ciertas
cualidades. Sin embargo, de sus escritos se infiere que la singularidad es posible
en razón de la forma en que se expresan estas características. La meta suprema y
necesaria de la vida es convertirse en una persona que funciona plenamente.
La evaluación en la teoría de Rogers

Terapia centrada en la persona


Con la técnica de la terapia centrada en la persona Rogers explora los
sentimientos y las actitudes de los clientes hacia sí mismos y hacia los otros. Los
escuchaba sin idea preconcebida alguna y procuraba entender el mundo de sus
experiencias. En su opinión, este era el único método adecuado para evaluar la
personalidad, pero aclaró que no era infalible. Cuando el terapeuta se concentra en
las experiencias subjetivas, sólo se entera de lo que el cliente expresa de un modo
consciente. Las vivencias que no llegan a la conciencia permanecen ocultas. Este
es el peligro de tratar de inferir demasiado de las experiencias no conscientes,
porque las inferencias tal vez representen las proyecciones del terapeuta y no las
viviencias reales del cliente. Además, lo que se llegue a conocer del cliente
dependerá de la capacidad de éste para comunicarse. Dado que todas las formas
de comunicación son imperfectas, el terapeuta verá imperfectamente el mundo de
las experiencias del cliente.
Grupos de encuentro
Rogers demostró que la terapia centrada en la persona ayudaba a quienes habían
perdido contacto con sus sentimientos y se habían cerrado a las experiencias de la
vida. Por medio del proceso terapéutico adquirían o recuperaban la flexibilidad, la
espontaneidad y la apertura. Con un celo de misionero, Rogers quería hacer llegar
los beneficios de una mejor salud y funcionamiento psicológicos a mayor cantidad
de personas. Así, diseñó una técnica grupal que permitía a los sujetos conocerse
más a fondo y la manera en que se relacionaban entre sí. La llamó grupo de
encuentro

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