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JUAN MARIA LABOA LOS PAPAS DEL SIGLO XX BAG a 2000 ES CRISTIANOS ILOR IVE AT VIE AL A LEC, EB‘ este final de siglo, en esa mirada hacia atras propia de la historia, tene- mos en cuenta los cambios de toda clase a los que se ha sometido la comunidad eclesial. Entre Leon XIII y Juan Pablo II encontramos, sin duda, no pocas semejan- zas en la concepcién del pontificado yen el gobierno de la Iglesia, pero, sin embar- go, el talante y las manifestaciones ecle~ siales en su conjunto han cambiado tanto que necesitamos reflexionar y comprender los problemas y retos presentes a lo largo del siglo y las actitudes y actuaciones con las que han sido afrontados. Nunca antes los papas habian mandado tanto en la Iglesia como en este siglo nuestro. Las Iglesias han ido perdiendoel apoyo de los gobiernos, pero, también, 32 tutela. Son mas libres y mas autonoms. Esto ha llevado a que los papas de nuesi0 siglo hayan nombrado directamente a 1- dos los obispos y a que Roma esté mis presente gue nunca en todas las manife- taciones de la vida cclesial diocesana. f Vaticano II ha intentado cquilibrar esa situacién con la doctrina de la colegialidid episcopal, con la celebracion de sinods episcopales y con el recordatorio de qr Ja Iglesia es la comunion de Iglesias loc les, pero este planteamiento encuenta fuertes resistencias y todavia se encuenta en un estadio germinal. Estas paginas i+ tentan ofrecer una vision panoramica de 4 actuacion pontificia, del talante de los pr pas y de Ja problematica eclesial durant el siglo Xx. JUAN MARIA LABOA LOS PAPAS DEL SIGLO XX BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS MADRID ® MCMXCVIII INDICE GENERAL Pag INTRODUCCION fee ete nee eee ee 9 Pio X.. 5 La sorpresa de una eleccién . 5 El sentido de lo sobrenatural . . 8 Frente al mundo y a su politi » Pio X ¢ Italia 2 La crisis modernista . . 4 La renovacion religiosa % La reforma de la Curia » Benedicto XV ..............-.-0.005 i Un nuevo talante para una nueva época . a Los desastres de la guerra 7 Una mediacién no deseada .... 4 Una paz poco pacificadora .. . . 8 . 4i La comunién de los espiritus . . Pio XI..............00085 Un diplomatico intelectual El Tratado de Letran .. El Papa de las misiones ... Un Papa social... 0... Frente a los totalitarismos .... . El Papa de la Accién Catdlica Rechazo neto del fascismo . La repablica anticlerical Relacién con la ciencia . Pio XU .......... Pio XII y la guerra ; / ; Respetado, pero no seguido © Biblioteca de Autores Cristianos, La eclesiologia subyacente é 5 98, i Don Ramén de la Cruz, 57. Madei1998. Un laicado mas maduro. Depésito legal: M. 1.000-1998 ISBN: 84-7914-340-1 Documentos pontificios Impreso en Espaiia. Printed in Spo Un pontificado de transicion Portada: Estudio A2. 8 Indice general Juan XXIII ....... Un diplomatico atipico ..... El inicio de un pontificado . . Un rostro nuevo del papado Un programa definido . Obispo de Roma . . Concilio Vaticano . . Enciclicas y documentos . . Muerte de un Papa querido Pablo VI . “Trabajé en la Curia, pero vivid con los jivenes . Attifice del Concilio Las enciclicas sociales Reformas eclesiales . Misionero ea el mundo Objeto de contestacién . Juan Pablo T.............. Juan Pablo II . Un Papa polaco 7 Relaciones con la Curia romana. La caida del comunismo . Los uniatas : EI desarrollo ecuménico . Un Papa viajero ..... ; Mejores relaciones con la ciencia La ética sexual oo 0... eee ee Multiplicacion de canonizaciones . eMilenarista? .... El programa de sus enciclicas Un Papa conciliar? ........ Influjo en la Iglesia espafiola El control del episcopado . . . Desmitificar no significa devaluar La Iglesia de Wojtyla 115 115 116 118 120 122 123 124 INTRODUCCION El inicio del siglo xx, en el mundo catdlico, no venia acompafiado de excesivas ilusiones. Se trataba, seguin todas las apariencias, de un siglo incierto, de un siglo poco esperanzador. El Concilio Vaticano I habia conseguido dotar a la Iglesia de una seguridad y de un sentimiento de cuerpo del que carecia, pero seguia siendo verdad que la sociedad occidental continuaba moviéndose con un tit- mo y unos parametros que poco tenian que ver con los tradicionales religiosos. 1900 no auguraba grandes cambios, al menos en este campo. De hecho, ni siquiera se celebro el acostumbrado Afio Santo de comienzo de siglo. Es verdad que Leén XU tenia tantos aflos que se procurba aligear las ceremonias y las obligaciones propias de su cargo, pero, en realidad, esa necesaria pardlisis propia de la ancianidad parecia acomodarse bien a una Iglesia en cierto sentido anquilosada ¢ incémodamente asentada en un mundo moderno y en permanente cambio cuyas lejs y costumbres parecia no reconocer ni aceptar. Ahora que nos acercamos al final de este siglo, en sa mirada hacia atras propia de la historia, debemos tener ea cuenta los cambios espectaculares de toda clase a los qe parece que nos hemos acostumbrado aunque no necesati- meni los hayamos asimilado en su complejidad. Ente Le6n XII y Juan Pablo II encontramos, sin duda, no peas semejanzas en la concepcién del pontificado y en el gobieno de 1a Iglesia, pero, sin embargo, el talante eclesial en conjuto ha cambiado tanto, que la reflexion y la compra- sién de estos diversos y sucesivos talantes puede servirss comp pauta de anilisis y comprensi6n de un siglo tan con- plejoy zigzagueante y de una Iglesia que vive un proce de autocritica y de autocomprensi6n antes impensable. Alo largo de estos cien afios, la Iglesia ha sido ida- tificala demasiado a menudo con el pontificado romay. 10 Introduccion Para quienes hemos ido creciendo a medida que pasaba el siglo, la historia y las imagenes de los papas eran sin mas la historia y la vida del catolicismo. Roma y el papa de turno eran lo mas noticioso, lo mas visible y lo mas contable. La radio y la indiscreta intromision de la televi- sion en nuestros hogares ha impuesto la familiaridad con la plaza de San Pedro, con la basilica Vaticana, el Angelus dominical y las solemnes ceremonias oficiadas por el Pon- tifice. No cabe duda de que resultaba excesivamente sim- plificador si lo que pretendiamos eta conocer la realidad eclesial, pero esto sucedia también con otros aspectos de la vida cotidiana de otras sociedades que, a menudo, eran sintetizadas en una petsona y en uma institucién. Lo que sucede es que para el catolicismo esta simplificadora iden- tificacion se ha convertido, a menudo, casi en un principio doctrinal. Naturalmente, esta identificacion tenia sus inconvenien- tes, y no pequefios, desde el punto de vista teoldgico y de comprensién de la realidad eclesal. La Iglesia es el pueblo de Dios donde se dan y conviven diversos minis- terios y carismas. La atmonia de estos ministerios resulta imprescindible tanto desde el punto de vista doctrinal como practico. Ademas, cuando un pipa tiene mala prensa, resulta antipatico o no parece aceptatle, se puede tener la tentacion de rechazar a la Iglesia sin mas, porque no se tiene a mano nada que pueda ser aceptado como un recambio 0 como un complemento septable. Esta situa- cién, considerada desde la doctrina wologica, resulta des- concertante y mal planteada, ya que, como bien sabemos, también los obispos son sucesores delos apdstoles y sobre todos ellos esta fundamentada la Iglesia. Sin embargo, una vez mas, la ealidad ha resultado mas rica y variopinta de lo imagiudo y los diversos componentes eclesiasticos, a veces maginados y olvidados, han encajado en el conjunto eclesial mejor de lo que podia suponerse, dando lugar después de! Vaticano II a una realidad mucho mis rica y plural & lo que podiamos imaginar. Introducciin 11 De todas maneras, hay que decir también que la galeria de pontifices de este siglo ha resultado inusualmente in- teresante tanto desde el punto de vista humano como eclesial. Esto no quiere decir, evidentemente, que todos nos pafezcan igualmente atractivos 0, incluso, positivos, pero, en cualquier historia social, cada uno representaria un capitulo digno de estudio y de atencién. Es decir, desde principios del siglo pasado, y de manera especial en el nuestro, la historia de la Iglesia parece reducirse a una historia de papas. Aunque somos cons- cientes de que esta simplificacion resulta siempre erronca, no cabe duda de que una historia de papas puede plantear y resumir las grandes lineas de una historia eclesial, porque en general los papas estan presentes con su palabra ysu accion en los grandes problemas y en el desarrollo edle- siastico de todas las didcesis y de todos los paises donde se hay: establecido el catolicismo. La Iglesia resulta en nuestres tiempos mas romana que nunca y mas cuefpo comparto ¢ interrelacionado que nunca. El sentido de pertenacia a una Iglesia catdlica, es decir, universal, es tan aniguo como la Iglesia, pero casi hasta nuestros das esta sessacién eta mas intelectual y doctrinal que sentila, experimentada y vivida. Por el contratio, en nuestro silo hemos sufrido y gozado con inmediatez los problema y las angastias de las misiones o de cualquier otro territeio en el ae hermanos nuestros vivian su fe. Esta univeri- lidad obligaba a Hevar la mirada casi inconscientement a Roma, porque se sentia que era alli donde se encontrba el cento de comunién de las diversas Iglesias y el lyr del qu: partian 0, al menos, se autorizaban buena pite de las politicas eclesiales. Lostres primeros papas del siglo, Pio X, Benedicto V y Pio XI, fueron papas que actuaron e influyeron funt- mentalnente en el interior de la Iglesia; mientras que hs tres limos, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II, tin tenido una proyeccién mas universal, que les ha convert en autaidades morales més alla de los limites eclesialee inclusordigiosos. Pio XII fue en este sentido un papa 12 Introduccion transicién y Juan Pablo I no vivid lo suficiente para ser conocido. A menudo se concibe el inicio de un papado como una ruptura del precedente. Esto, dicho asi, sin mas, no es verdad, sobre todo en una institucion que tiene a gala mantener y ser fiel a la tradicién; pero no cabe duda de que en cada pontificado se producen cambios importantes en los cuales no sélo influye la personalidad de cada papa, sino también Jas exigencias, deseos y necesidades de la comunidad eclesial en su conjunto, que pueden obligar a un cambio de rumbo o a matizar posturas anteriores. Nunca en la historia del cristianismo los papas han mandado tanto en la Iglesia como cn este siglo nuestro. Las Iglesias de los paises tradicionalmente catdlicos han perdido el apoyo de sus gobiernos, peo también su tutela y, a menudo, arbitraria intromisién. Esto ha llevado a que los papas de nuestro siglo hayan nonbrado a los obispos directamente, sin ninguna injerencia politica. Por otra parte, la rapidez de comunicaciones, la «alcka global» en la que se ha convertido nuestro mundo, ha facilitado la perma- nente presencia de los organismos remanos en todas las manifestaciones de la vida eclesial diocsana. El Vaticano II ha intentado equilibrar esta situaci6ncon la doctrina de la colegialidad episcopal, con la celbracién de sinodos episcopales y con el recordatorio deque la Iglesia es la comunién de Iglesias locales; pero, amo es bien sabido, este planteamiento encuentra fuertes ssistencias y todavia se halla en un estadio germinal, aungx Juan Pablo I, en su enciclica Us unum sint, ha invitadea las otras Iglesias cristianas a reflexionar juntos sobre el modo mejor de desarrollar en el futuro el ministerio ptrino, el ministerio de los papas. LOS PAPAS DEL SIGLO XX PIO X No resulta tan facil juzgar y hablar de este papa en nuestros dias, y, al menos, debemos decir que nos encon- tramos con bastantes mas interrogantes y objeciones que hace unos afios acerca de sus planteamientos y actuaciones. Tal vez sea en casos como éste cuando nos damos cuenta del cambio mental experimentado por los catélicos en los ultimos decenios. Nadie dudara de sus virtudes personales, pero seguramente no nos encontramos tan identificados con su manera de entender y ejercer el pontificado. De hecho, desde Lefébvre hasta otros grupos integristas de diferentes paises han adoptado su nombre para expresat su rechazo del Concilio Vaticano Il. No cabe duda de que esta actitud constituye un ultraje objetivo a este papa, pero al mismo tiempo indica la imagen que de este po- tifice se tiene en amplios grupos eclesiales. La sorpresa de una eleccién Pio X fue elegido seguramente porque Austria impwo el veto al cardenal Rampolla, Secretario de Estado ée Leén XIII, que parecia contar con el apoyo de una part importante de los cardenales. Austria pens6 que Rampdlt favorecia demasiado la politica francesa y que, por coni- guiente, no podia ser positivo para sus intereses. De hect», este temor no parecia responder a causas objetivas, pen, en cualquier caso, queria decir que a principio de siglo, pesar de la marginacién a que se veia sometida la Iglesi, se pensaba que su actuacién tenia consecuencias politics Los cardenales protestaron por el veto, pero no se att vieron a desdefiarlo y eligieron a Giuseppe Sarto, Patria de Venecia, que habia legado a Roma sin la menor duh de que su viaje seria de ida y vuelta. 16 Las papas del siglo XX De todas maneras, pata algunos catdenales, el fracaso de la politica francesa de Leén XIII dificultaba la eleccion de Rampolla, tan identificado con la actuacién del pontifice anterior, mientras que para otros su candidatura resultaba demasiado politizada. «Es necesario —escribia Ferrari, ar- zobispo de Milan— un cambio, que de hecho es esperado por todos; lo exigen las condiciones de nuestro tiempo». Una vez mas se comprobaba que un pontificado largo e intenso, por extraordinario que hubiese sido, forzaba un cambio de direccién en el siguiente pontificado. Giuseppe Sarto respondia al motelo de sacerdote del siglo XIX, piadoso, clerical, con una formaci6n teoldgica escolastica, tradicional, con una concepcion eclesial comple- tamente centrada e identificada con Roma. Habia nacido en una familia humilde y a ella se sintio vinculado a lo largo de su vida. Una vez elegido papa,sus hermanas fueron a vivir a un piso sencillo cerca del Vaticano y acudian a visitar a su hermano todas las semarus. Recorrid con nor- malidad, sin saltos, todos los peldafiosde la carrera clerical, desde coadjutor de una parroquia rural al sumo pontificado; vivid de cerca los ptoblemas pastories y las dificultades ambientales que experimentaba el cleo, sobre todo en sus relaciones con la masa de cristianos qu sin estar preparados doctrinalmente tenian que enfrentars:a todos los ataques y retos que la cultura moderna dirigi:al cristianismo. Probablemente no tuvo la misma sensibilidad para los problemas y las angustias experimatados por aquellos creyentes con buena formaci6n intelectual que se sentian incdmodos con una Iglesia demasiad anclada en un pa- sado que no volveria y en un talanteintransigente incapaz de dialogar con una sociedad cada ci mas plural y secu- larizada y con una ciencia que exptimentaba continua- mente nuevos métodos y nuevas hijitesis. En este pon- tificado encontramos con meridiana iiridad el drama per- sonal de tantos cristianos que habia sido formados en las ciencias modernas y que dificilente soportaban el corsé de una escolastica o de unas tadiciones anacrénicas que eran defendidas a ultranza en loumbientes eclesiales. Es verdad que la Iglesia ha sufrio permanentemente este problema. Sus miembros proviern de todos los am- Pio X v7 bientes y son enormemente desiguales en su formacién. La mayoria viven con la «fe del carbonero» y otros no dejan de preguntarse el porqué de tantas afirmaciones y decisiones evangélicas y, sobre todo, eclesiales. La actitud de los ptimeros resulta insuficiente e incluso escandalosa para los segundos, mientras que tantas dudas y teorias de estos desconcertarian y dafiarian a los de fe sencilla. La Iglesia acoge a, todos y actia en funcidn de las diversas sensibilidades. Esta es la raz6n de que no pocas veces da la impresion de una actuacién contradictoria y erratica. Pio X no estaba dispuesto a que los més intelectuales escandalizasen a los mas sencillos, y seguramente una chve de su actuacion reside en esta decision, pero, naturalmente, los costes fueron alto: La eleccién le cogié ciertamente de sorpresa. Tomé el nombre de Pio en recuerdo de los pontifices de tal nombre «que en el ultimo siglo se opusieron con coraje al multiplicase de las sectas y de los errores». El filésofo francés Blondel sefialé que la eleccién del nombre ya era una indicacién de la direccin del pontificado y, de hecho, da la impresi6n de que se sentia mas identificado con el talante de Pio IX qe con el de su inmediato predecesor, de quien pensaba we habia sido demasiado contemporizador. En el mismo conclave, el nuevo papa pidié a Rail Merry del Val, arzobispo secretario del conclave, hijo ¢e un diplomatico espafiol que habia ocupado importants embajidas, que se quedase con él como Prosecretario de Estado y poco después le confirmé definitivamente end cargo. Afirmé de el el papa: «Nacido en Inglaterra, educado en Bélgica, espafiol de nacin, In vivido en Italia, Es un poliglota; hijo de diplomitice y dglomatico él mismo, conoce los problemas de todos los pas. Nay modesto, es un santo. Todas las mafianas me informa «a sion, nunca tengo que hacerle observaciones. Y no tite cimpromisos adquiridos». Mery del Val era de nacimiento y de temperames atistocata, hablaba idiomas y conocia bien el ambiere curial mano, y, en este sentido, constituia un importante compkmento que cubria algunas carencias del nuevo pe tifice; pero, ciertamente, este nombramiento no signifi, como han sefialado algunos, existencia de complejos» 18 Los papas del sigl XX debilidades en el papa. Al contrario, Pio X poseia una gran fuerza de caracter, seguro de si mismo, con un planteamiento autoritario que algunos historiadores consi- deran propio del clero véneto del tiempo y que le llevo a enfrentarse sin temor a cardenales, clero y politicos. EI sentido de lo sobrenatural Su lema fue «Restaurar en Cristo todas las cosas» y no cabe duda de que respondid adecadamente al progra- ma de su pontificado. Los cardenales que le votaron de- seaban un pontifice pastor y ciertamente lo consiguieron, y, en la misma linea, no pocos creyertes consideraban que resultaba necesario insistir en la necesidad de las virtudes apostolicas de los tiempos apostolicas, la bondad, la cari- dad, la pobreza de espiritu, la manselumbre. Se trataba de una personalidad profundamente religiosa, con una piedad muy tradicional, mur anclada en la fibra religiosa de su tierra de nacimiento. No era optimista con relacion al tiempo que le tocé vivir: «Nuestro mundo sufre un mal: la lejania de Dios. Los hombres se han alejado de Dios, han prescindido de El en el adenamiento politico y social, Todo lo dems son claras onsecuencias de esa postura», escribid en su primera etciclica. Dijo de él Juan XXIII: «Pio X consagro toda « vida a devolver al mundo el sentido de lo sobrenatura}. La renovacién re- ligiosa que sus actuaciones y detetmiziciones imprimieron en la comunidad eclesial responde a sta exigencia y tuvo abundantes frutos. Su primera enciica tuvo el mismo titulo de su lema. «Es preciso que despatezca la impiedad que representa la sustitucion de Diospor el hombre, que se restablezcan las leyes y los consis del Evangelio y que se reafirmen las verdades de la Iesia: la santidad del matrimonio, la educacién catolica de lijuventud, propiedad y uso de los bienes, deberes de los cisdadanos y equilibrio entre las clases sociales. gY como bgrar esto? Con la elevacion moral, espiritual y materialdel que manda, del que dirige, del cleto, y sobre todo dé los seminarios, en los que se debe acoger tan solo al ye sienta verdadera Pio X 19 vocacién y en los que debera ensefiarse una auténtica y solida doctrina y disciplina». Humanamente resulta una personalidad atrayente en su sencillez y en su espirita de pobreza. No favorecié en absoluto a su familia. Su hermano Angelo permaneci6 como empleado de Correos en Mantua, sus hermanas siguieron con su vida sencilla, no le gustaba utilizar el plural mayestatico, prohibio que le aplaudieran en la basilica de San Pedto porque «no era justo aplaudir al siervo en la casa de su Sefiom, no quiso comer solo, segan la tradicién, y se mantuvo generoso con los pobres. Reforz6 con determinacién la centralizacion de la Igle- sia. Todo su planteamiento era muy vertical: los laicos debian obedecer al clero, éstos a los obispos y los obispos al papa. Se trataba ciertamente de la unidad de mario. Estabi convencido, ademas, de que no era posible defender la verdad de Cristo sin un reforzamiento de la discipiina interma eclesial. Por su parte, en sus planteamientos, los laicos no representaban gran cosa en la Iglesia: tenian qe obedecer, seguir las consignas y trabajar tanto en el campo apostilico como en los sindicatos o en la accién politica de acuerdo con las directrices eclesiales, porque creia que no se podia separar lo que pertenecia a la fe y las as- tumbres de lo que era propio de la politica. Esto llevan, naturdmente, a preferir las asociaciones de tipo confesicnl y a rechazar las tendencias mas auténomas 0 los intents interconfesionales. En Alemania, en el campo social, exs- tian ls dos tendencias. Pio X aprobo calurosamente hs sindicitos confesionales de Berlin y estuvo a punto ¢e condenar los sindicatos de Colonia, bastante mas nunt- tosos, potentes y eficaces, pero que englobaban a cat6lins y prorstantes y defendian un caracter mas reivindicatin. En Itiia miré con sospecha las tendencias democristiass y coniené a Murri no tanto por sus doctrinas y exages- ciones cuanto por su aspiracion a defender su autonorit en el campo social y sindical. Lacondena del atrayente grupo juvenil francés Le Silin tuvo sas Causas semejantes. E] fundador de esta asoce cion, Marc Sangnier, era catélico ferviente y gozaba de m indudible atractivo personal. Poco a poco se dio cues 20 Las papas del siglo XX de que, si queria influir mas en la sociedad francesa a través de una cultura espiritual, tenia que transformar el caracter apostdlico y exclusivamente confesional de los primeros tiempos y convertirlo en un grupo mas abierto e integrador. No renunciaban a sus ideales iniciales, pero modificaban los modos de presencia y de actuaci6n. Esta determinacién les levaba a ser mas independientes de la tutela episcopal, consecuencia intolerable para no pocos. Pio X los condend con determinacion y rechazé el cris- tianismo democratico que ellos defendian. Sangnier y sus seguidores se disolvieron sin acritud, aunque no dejo de sorprender la distinta medida utilizada con el movimiento monarquico L’Action Frangaise de tendencia integrista. Es verdad que sigue siendo vélido el adagio de que de Roma viene lo que a Roma va. Las informaciones que recibia el papa provenian directamente de Francia, y los obispos franceses se encontraban mis identificados con el conservadurismo politico de Maurns que con el espiritu democratico de Sangnier, pero no cabe duda de que, segan el caracter de quien lo recibe, se sleccionan unas info: maciones u otras y se da mas crédity a unos informadores que a otros. Frente al mundo y a su politica Los afios que duré este pontifcado resultaron res cialmente turbulentos en el campo politico y social. Espafia se desarrollé la Semana Trigica de Becclona | y poco después Canalejas aprobo la ley del Candado, que dificultaba la vida de las congregationes religiosas y et: frent6 al gobierno de la nacién conla jerarquia episcopal En Portugal, en 1908 fueron asesindos el rey Carlos 5 su heredero. Dos afios mas tarde, h revolucion instauri una republica de marcado caracter aniclerical. En Alemanit aumento la agitacion de los movmientos sociales y ) implantacion del Partido Socialista, il tiempo que aumenti la importancia del partido catdlico Zentrum, que se cot- vittio en un elemento de estabilidad.Fue en Francia don& se produjeron los sucesos mas confltivos y que marcaron de manera mas determinante este yntificado. Pio X 21 No pocos cardenales achacaban a Leén XIII el haber sido demasiado paciente con el gobierno francés y el no haber defendido suficientemente, las congregaciones reli- giosas, movido por el miedo a que Francia rompiese sus relaciones diplomaticas. Con Pio X se llegé a esta situacién En 1904, el presidente francés Loubet visit6 oficialmente al rey de Italia en Roma, en contra de la advertencia que desde 1870 tealizaban los papas a los gobernantes catdlicos de que no visitasen a los reyes italianos, con el fin de 10 perjucicar Jos derechos del Romano Pontifice. El Papa, que seguia considerandose el soberano de la Ciudad Eterna, protest6 inmediatamente y el 30 de julio de 1905 se rom- pieron las relaciones diplomaticas tras una serie de leyes abiertamente anticlericales. Poco después, el Parlamento francés declaraba la separacion Iglesia-Estado y la no vi gencia del concordato. En realidad, los primeros ministre Combes, primero, y Rouvier, después, habian aprovechato todas las ocasiones de conflicto reales 0 provocadas pua radicalizar la situacion y desembocar en la ruptura. El enfrentamiento adquirié una dureza sorprendente. la administracion ignord a la Iglesia y la combatid con tocis sus medios. Todos los bienes eclesiasticos fueron requisacos y las mismas iglesias quedaton en manos de unas asoci ciones cultuales, elegidas por los fieles, que habia previso y reguhdo el gobierno pero que no fueron reconocidas ti aceptadas por Pio X en la enciclica Vebementer nos, de febren de 1905, En efecto, el papa desconcerté a las autoridads frances con su rotunda decision, repetida y agravada a la encidica Gravissimo (1906) y en otros documentos, en] que afiimo su determinacién de no dar por buenas des stones que se habian tomado sin su consentimiento. La Iglesia francesa qued6 reducida a la absoluta pr breza; ed namero de sus sacerdotes disminuy6 alarmant- mente; Jas manifestaciones de un anticlericalismo tosa, amparalo por los oficiales de la administracién, se disp raton }se multiplicaron. No todos comprendieron el x chazo de Pio X de todos los intentos de conciliacic, aunque esta situacién demostré incluso a los mas antic ticales bs inconvenientes y Jas consecuencias no deseads de unaseparaci6n demasiado radical. 22 Las papas del siglo XX Por otra parte, muchos laicos se sintieron obligados a participar e implicarse mas activamente en los problemas eclesiales y los sacerdotes debieron acercarse con mas frecuencia a sus fieles, aunque no fuese mas que para pedirles ayuda econémica. Era una Iglesia ciertamente mas pobre, pero, también, mas libre y, seguramente, mas cer- cana. El papa ordend en San Pedro a catorce obispos franceses elegidos libremente, sin nisguna cortapisa oficial, como signo de esta libertad tan duramente adquitida y de Ja unién de los obispos franceses con el de Roma. También resultaron dificiles las telaciones de la Santa Sede con Espajfia, Portugal y los paises hispanoamericanos. En mayo de 1911, con la enciclica lamdudum in Lusitanis denuncié en la legislacion de la nueva Republica Portuguesa la voluntad «de despreciar a Dios, repudiar la fe catolica, injuriar al romano pontifice, dividir a la Iglesia». En México, pot otra parte, la politica de los diversos gobiernos, antes y después del general Madero, fue perse- cutoria para con la Iglesia. En 1913 el general Huerta derrocé a Madero, a quien pocos dias después se le ase- sinaba. En marzo, Venustiano Carrnza encabezaba la re- volucién constitucionalista contra Huerta y empezaron las represalias contra la Iglesia: sacerdos asesinados, obispos y clétigos deportados, religiosas violadas y exclaustradas, templos profanados, quema de conrentos. Para la Iglesia, la revoluci6n significaba la persecucin, mientras que pari los revolucionarios la Iglesia estaba iliada y comprometid: con la reaccion. Esta politica y el consiguiente desencuentro desembocaran en la Constituci6n de1917, profundamente anticlerical. Pio X e Italia El tema italiano permanecia estncado y sin aparent: salida. El papa no podia aceptar el Rino de Italia, formado a costa de la usurpacion de los terristios pontificios, pero después de cuarenta afios de vidaresultaba impensabk que el Estado italiano, bien asentach y compacto, pudier: desmoronatse o desmembrarse. Niunos ni otros dabas pasos capaces de desembocar en un xuerdo, Los cristianc: Pio X 23. no aceptaban que el papa fuese sibdito de nadie y esto suponia la soberania sobre un Estado con una cierta ef- tidad territorial. Y los italianos no aceptaban desprenderse del mas minimo territorio. Leén XIII habia prohibido a los catélicos italianos actuar en politica, ni ser elegidos ni elegir. Esta medida, en realidad, dejaba el campo libre a las ideologias més liberales e izquierdistas y, consecuente- mente, a las politicas anticlericales. Pio X, mas realista, en la enciclica J fermo proposi, permitid a los obispos que en sus didcesis y en funciona de las circunstancias pudieran aconsejar a sus fieles el votit a candidatos moderados y favorables a los intereses cati- licos. Fs verdad que este planteamiento impedia formu un partido catolico o de catélicos, pero, al menos, hacit posible una cierta intervencién o influjo en la politica, ad menos local, y abria el camino a una evolucién que ibi a resulta imparable: doteresa mucho que la actividad desplegada por los catélicos pan prepararse, con una organizacién electoral valida, a la i terencién en los ayuntamientos y organismos provinciales, s extinda también a la preparacion y organizacion convenientt pan la vida publica», Inclwo con estas medidas, la intransigencia prevaleci en ambos frentes y no fue posible la solucion del conflicts, a pesar de que la progresiva implantacién del socialism favoreck el acuerdo entre las franjas politicas mas mode tadas y de que el presidente del gobierno Giolitti, cons ciente d: esta situacion, beneficiase en las elecciones li confluesia de los intereses moderados con los de le catolicos con el fin de sujetar al socialismo y prosegut el camito de reformas progresistas. Esta alianza de caté licos y Iberales alcanzé su momento cumbre en las eler ciones & 1913. La tactica electoral de los catélicos cox sistio enapoyar candidaturas catélicas alli donde hubiex base suftiente y, en caso contrario, apoyar los candidate liberales que aceptasen siete condiciones: defensa de & ensefiana libre y confesional, oposicién al divorcio, pat: dad de 1s organizaciones econdémico-sociales dirigidas pa catdlicos oposicién a las propuestas de ley contra ls congregiiones religiosas, reformas de la tributacién cot 24 Las papas del siglo XX fines sociales, presencia de Italia en el exterior. De los 508 diputados del Parlamento, 228 resultaron clegidos gra- cias a este pacto. Claro que este éxito tuvo el coste de identificar aun mas al catolicismo con la burguesia liberal. La crisis modernista En este tiempo se planted en toda su gravedad la problematica relativa a la relacion entre fe e historia, entre formulaciones dogmaticas y evoluciones culturales, entre Iglesia y progreso. La Iglesia habia vivido un siglo xIx traumatico, demasiado ensimismada en sus problemas, sin capacidad de reaccionar y, sobre todo, de dialogar y de accptar tantos resultados conseguidos por los métodos cientificos modernos que, si bien pirecian contraponerse a muchas de las formulaciones eclesales tradicionales, po- dian y debian ser examinados y adecuadamente utilizados y compaginados. Esto exigia un talinte nuevo, una capa- cidad de discernir qué era inaceptable desde la fe y qué podia compaginarse con una teologi que debia reformular y purificar muchos de los datos tnidos hasta entonces como definitivos. Le6n XIII intentéafrontar este reto. No resultaba ciertamente facil porque, aveces, parecia afectar a los mismos fundamentos de la Trdicién. La llegada de Pio X coincidid con la publicaciés de E/ Evangelio y la Iglesia, de Loisy, uno de los exponestes principales de las nuevas corrientes. El papa no estaba dispuesto a qe los fieles sencillos, de pocos conocimientos doctrinales,fueran escandalizados por estos tedlogos que replanteaben demasiadas cosas y arrinconaban creencias y formulaciores comunes hasta en- tonces. No temblo su pulso y condew, desterré, reprendié y modificé organigramas, personas, bros y situaciones con absoluto desparpajo. En una encidca durisima, Pascendi Domini gregis, conden sin matices 1 cuantos habian em- ptendido la labor de renovacidn techgica, y en el decreto Lamentabili conden6 sesenta y cincoproposiciones formu- ladas por algunos de los tedlogos todernistas. La censura romana cayO sin ccmpasién entre 1906 y 1914 sobre el inglés Tyrrell, los filsofos Laberthonniére, Pio X 25 Le Roy, Bergson, los historiadores Duchesne y Bremond, los socidlogos Murti y Bureau, el literato Fogazzaro. En aplicacién de la enciclica se establecieron en las didcesis los llamados consejos de vigilancia, que demasiado a menudo sospecharon de sacerdotes intelectuales cuyo Gnico pecado consisti en intentar predicar de modo que fueran enten- didos por los hombres de su tiempo. Para algunos esta actitud supuso valentia y capacidad de decisién, gracias a las cuales se salvé la Iglesia de gravisimos peligros, mientras que para otros falté a la justicia y manifesto falta de pru- dencia en el gobierno de la Iglesia. :Podia considerarse santo un gobernante que actud de esta mancta?, se pregun- taron no pocos con ocasién del proceso de beatificacion. No se produjeron contestaciones ni cismas. Algunos Jo interpretaron como prueba de que el peligro habia sido exagerado, otros como el efecto de la tactica modenista de permanecer en la Iglesias trabajando secretamente por us ideas. Probablemente, y siguiendo la definicion de la «ciclica de que el modernismo era la «sintesis de todas hs herejias», se puede afirmar que no se trataba tanw de una nueva herejia sino, mas bien, de las exigencias om- glejas, poco matizadas y no siempre bien expresads o fundamentadas, de una cultura renovada. En realidad, no se puede hablar de modernisme sin fjarnos atentamente en el integrismo, que tanto ha infhido «ala Iglesia de este siglo, que ha surgido y resurgidocon fuerza en todos los pontificados hasta nuestros dias El movimiento de resistencia a la sociedad moderna haido eonvirtiéndose progresivamente en movimiento de ssis- tncia a una transformacion interna eclesial. El proguma ee restauracion de una sociedad cristiana, puesta en pelgro ws la Revolucion francesa, desemboco en la defensi de hs valores religiosos amenazados de descomposicién por haueva cultura. Una vez mas, se enfrentaban dos ios « catolicismo: el nacido en la Contrarreforma de si- go XVI y el que ptopone una nueva Reforma; el qu:se spliega sobre la herencia recibida y el que se abre ilo esconocide. Ambos conviven en la Iglesia, aunque on dficultad y desde luego con distintos asientos en los en- tos de decisién eclesiasticos. 26 Las papas del siglo XX Ya en su tiempo, en ambientes curiales, se acusaba a Pio X de estar sometido a tres catdenales, el italiano De Lai y los espafioles Merry del Val y Vives i Tutd, los tres de talante muy conservador. Y algunos historiadores, que- riendo liberarle de posibles acusaciones, descargaban en estos tres cardenales la posible responsabilidad de las ac- tuaciones antimodernistas. Hoy no es posible sostener esto sin mas, porque sa- bemos que Pio X era bien consciente de todas las actua- ciones que en su nombre se realizaban, pero debemos pteguntarnos sobre las vias que tiene una organizacion como la eclesidstica no sdlo para determinar su identidad, sino también para defenderla ante los ataques que pueden desfigurar esa identidad. Nadie duda sobre la necesidad del magisterio eclesial, presente desde los primeros tiempos, pero si podemos preguntatnos sobre sus modalidades, so- bre la necesidad de tener en cuenta a las Facultades de Teologia, es decir, los lugares donde, por definicion, se piensa y se elabora la teologia, y sobre el papel de los obispos, que tienen, también, el cber y el carisma ms gisterial. Y nos preguntamos sobre la necesidad y la cx pacidad de adaptacién de uma seciedad por definicida conservadora, siempre preocupada por mantenerse fiel a la tradicién, pero no siempre tan itenta a considerar los signos de los tiempos, es decir, presencia activa dé Espiritu en cada tiempo y en cada sociedad. En cualquier caso, la fuerte reacién contra las nuevs corrientes filos6fico-teolégicas conglé buena parte de les intentos de renovacion, Avanzaro: mucho los estudios histoticos, no tanto los exegéticos ymenos los teologices. Es verdad que no por aplastarlos bs problemas se solv cionan, de forma que lo que ciertamente se consiguid fur retrasar su planteamiento y su discxion abierta. La renovacién religiosa Pio X era un pastor de almas, ussacerdote preocupado profundamente por la orientacién rligiosa de los fieles. Habia vivido en sus distintos pwstos la dificultad & mantener una inquietud espiritual a medio de un mund Pio X 27 ajeno a muchos de los valores cristianos y estaba dispuesto a renovar actitudes y costumbres, a menudo, esterilizadas por la rutina y el desinterés. Por esta razon era consciente de la necesidad de renovar y conseguir una auténtica vida de fe tanto en el clero como en el pueblo. Se preocupé desde el primer momento por la form- cién sacerdotal. En Italia, donde existian numerosas di cesis, a menudo, mindsculas, con seminarios pequefios, incapaces de conseguir unas condiciones intelectuales mi- nimas, el papa fund6 varios seminarios regionales, equips dos con buenas bibliotecas y profesores preparados. Re- sulté conflictiva y lamativa la decision de nombrar direc- tamente, desde la Santa Sede, los profesores y superiors de estos seminarios, sustrayendo asi a los obispos una de sus atribuciones mas especificas, la formacién de sus sacet- dotes. Se trataba, obviamente, de una nueva muestra de la progresiva centralizacion de la vida eclesial. Por ota parte, no podemos olvidar que toda esta reorganizaciéa de estudios eclesiales y de seminarios coincide con k reaccién antimodernista, por lo que no podemos extrafia- nos del talante rigido y severo de sus normas. En 1968, con motivo de las bodas de oro de su ordenacién sacer dotal, ditigis una exhortacion al clero en la que descrik su modelo de sacerdote catélico: piadoso, caritativo, casi y observante de la ley. El sacerdote, invitado a identificars con Cristo, debe animar a los fieles a imitar a Jesucristi, que se hace mas cercano gracias a las devociones al Si grado Corazon y a Cristo Rey. Reformé la liturgia y de manera especial la misica sacn, que habia caido en una insustancialidad profana preocupar te, de scuerdo con los movimientos renovadores del bene dictino Dom Guéranger, abad de Solesmes, y con la ayudi del cosocido misico Lorenzo Perossi. Las grandes abadix de Solames, Beuron, Mont-César, Maredsous, San André de Brujis y algunas otras de menor renombre colaborarit eficazmente en el desarrollo del movimiento litargico, qu a lo lago del siglo constituira uno de los aspectos mis relevartes de la renovacién espiritual y que desembocati en la Constitucién conciliar sobre Liturgia del Vaticano Il La rerovacidn y extensidn del canto gregoriano signific

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