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Pregunta 1:

Dentro del ciclo de las políticas públicas, los proyectos sociales son la etapa en donde se concretizan
los lineamientos generales que establecen las primeras. En dicho sentido, antes de elegir cualquier
tipo de estrategia interventora, se debe contar con un diagnóstico que facilite un panorama general
de la realidad social en donde se pretende realizar dicha intervención.

Tal como lo define Peroni, un diagnóstico social tiene como finalidad “entregar la información que
permita describir y explicar, la situación deficitaria, a fin de aportar los antecedentes necesarios para
planificar la estrategia de intervención adecuada.” (Peroni 2005:15). En dicho sentido, este primer
paso debe brindar la información referente a la descripción del problema que se pretende atacar,
explicar las causales que están involucradas en dicha problemática, así como la situación ideal que
se desea una vez desarrollada la intervención social. Para ello se debe contar con un análisis
exhaustivo de la población afectada, la localización de esta última, así como los factores socio-
demográficos de dicha comunidad. Para recopilar dicha información se suelen utilizar encuestas
estadísticas, entrevistas grupales o en profundidad, datos secundarios, entre otros.

La optimización bridada al proceso del diseño, así como a la ejecución de un proyecto social por
parte de un diagnóstico social se verifica en que si bien una población objetivo de una política
pública cuenta con un sin número de problemas en diversas temáticas, una caracterización previa
de la comunidad involucrada en una política pública ayuda a enfocarse en la problemática central
que afecta a esta última, y especificar sus causas para una posterior intervención. Por ejemplo, en
relación a la problemática de drogas en la población juvenil de una comunidad específica, van a
existir una serie de factores que van a estar involucrados en este hecho, desde la falta de escuelas
en el sector, deficiencia en la fiscalización de carabineros, poca preocupación de las familias,
abandono, etc. Es función del diagnóstico brindar la información necesaria en relación a la causa
principal de dicho problema, para posteriormente implementar acciones concordantes con ello.

Por tanto, al construir un buen diagnóstico social, se debe considerar que ninguna intervención
social va a poder solventar todas las necesidades que una comunidad pueda evidenciar, sino que
hay que optimizar recursos fijando criterios específicos. Peroni propone algunos que son de suma
utilidad:

“Magnitud: este criterio dice relación con la cantidad de población afectada por la carencia o
necesidad y por la preeminencia de dicha magnitud según distinción de sexo y tramo etáreo. 

Gravedad: Se considerará grave en la medida que atente directamente la vida o calidad de vida
actual o futura de las personas o comunidad, ya sea desde un punto de vista económico, social,
cultural, emocional y obviamente dependerá del contexto en el cual se esté trabajando.

Posibilidad de prevenir: este criterio tiene relación con la factibilidad de revertir potenciales
problemas o factores de riesgos que atentarán la calidad de vida de la población objetivo.

Importancia para la familia/comunidad: este criterio es altamente relevante ya que implica la


valoración y prioridad que la misma comunidad le otorga a una u otra necesidad o situación, es decir
si éstos son o no percibidos por los propios protagonistas.” (Peroni, 2005:19)
Una vez que se ha detectado el problema central a atacar, se deben observar todos aquellos factores
que están involucrados de una u otra forma con dicha problemática, con el fin que en la próxima
etapa del diseño (Alternativas de intervención) se puedan desarrollar aquellas soluciones que de
mejor forma solventen las deficiencias encontradas.

Un segundo lineamiento que es necesario para optimizar una política pública guarda relación con la
fase de implementación de esta última, en donde es necesario contar con metas, indicadores y
verificadores de los productos necesarios a la hora de solucionar las necesidades encontradas en
una población específica. En dicho sentido, en primer lugar hay que definir metas realistas, lo cual
tiene un primer paso que se relaciona con desechar aquellos factores imposibles de resolver en una
intervención social (mediado por diferentes razones: económica, culturales, sociales, etc.), y
enfocarse en aquellos que si tienen la posibilidad de satisfacerse.

En segundo lugar, una vez establecidos los factores que se deberán solventar a través de una
intervención social, se deberán establecer una serie de indicadores que visualicen de correcta forma
el cumplimiento de los objetivos de esta última, lo cual tiene como principal misión medir de manera
concreta la estructuración de productos relacionados con la estrategia escogida anteriormente, lo
cual facilitará, en el futuro, la evaluación de dicha política pública.

En dicho sentido, Peroni propone la elaboración de un marco lógico para esta etapa de
implementación de un proyecto social. Este último se compone de “los objetivos, productos y
actividades” que se estructuran con el fin de resolver las necesidades y problemas de una población
objetivo, “lo cual debe ser complementado con los indicadores que permitirán observar su
cumplimento, las metas que se pretenden lograr, las fuentes a las cuales se recurrirá para obtener
la información y los supuestos o condiciones no controlables por los responsables del programa que
deben ocurrir para que cada uno de los objetivos, productos y actividades sean cumplidas” (Peroni,
2005:68).

Este lineamiento guarda directa relación con establecer marcos realistas y objetivos para el ciclo de
las políticas públicas, las cuales además de tener lineamientos ético-morales generales, también
deben comprender un plan específico y ordenado que verifique aquellas actividades que se deben
desarrollar para acortar las brechas sociales identificadas en una primera etapa de diseño.
Pregunta 2:

Una de las grandes problemáticas actuales de Chile guarda relación con la centralización de la toma
de decisiones, poder central que está representado por el Estado y el gobierno de turno, y que se
refleja, por ejemplo, en que intendentes y gobernadores no estén sujetos a elecciones de escrutinio
público. Tal como señala Sergio Boisier (2002), aparte de desarrollar una política de
descentralización del aparato administrativo, es necesario recurrir a una desconcentración del
poder decisorio, el cual debe ser ejercido por la misma comunidad afectada por las intervenciones
sociales impulsadas por el poder ejecutivo. En dicho sentido, tal como lo señala el autor, una
democracia madura y efectiva es aquella en donde las personas pueden tomar decisiones directas
en sus formas de vida.

No obstante esto, en Chile resulta complejo llevar a cabo esta descentralización ya que existen
varios factores que pueden mermar este proceso. Un primero factor se relaciona con que un sistema
democrático formal no redunda directamente en mayor desconcentración del poder, ya que si no
existe una comunidad empoderada e informada, el poder decisorio recaería en anquilosadas
estructuras electoralistas. En otras palabras, si no existen actores sociales adecuados que puedan
ejercer el derecho soberano de elegir a sus autoridades políticas, se reproducirá el clientelismo
electoral y patrones oligárquicos heredados culturalmente del periodo en que la unidad social,
política y económica era la hacienda.

Estos rasgos son frecuentes encontrarlos, por ejemplo, en la región del Maule. Esta relación padre-
patrón-inquilino ha permanecido a lo largo de las últimas décadas posteriores a la reforma agraria,
en donde la autoridad política funciona como un ente burocrático que estandariza a las personas
como clientes de un servicio a entregar, más que un sujeto pleno de derechos.

En dicho sentido, al concentrarse el poder y la capacidad decisoria, por ejemplo, en el intendente o


gobernador, este último designa recursos según la perspectiva del gobierno de turno, el cual tiende
a desconocer las problemáticas más urgentes de las comunidades locales. En dicho sentido, uno de
los problemas que se crean es que tanto las capitales provinciales como regionales concentran la
mayor cantidad de medidas e intervenciones sociales, ya que cuentan con la centralidad del poder
político.

Este problema en el sistema democrático formal deriva en varias implicancias para con el ciclo de
las políticas públicas. Sin embargo, como se puede apreciar, el problema de mayor importancia
radica en que las comunidades tienen poca o nula injerencia en la elaboración de políticas públicas,
tanto en su diseño como en su evaluación.

En dicho sentido, la intervención social basada en el paradigma de la focalización del gasto social
presupone que quienes seleccionan al grupo beneficiario, definen la agenda a desarrollar en el
transcurso de la intervención social, inician o cierran el ciclo de las políticas públicas, elaboran las
reuniones de trabajo, definen las alternativas para paliar las necesidades de las personas, son las
instituciones asistentes, en este caso organismos del Estado o municipales. Bajo el supuesto de que
estos entes públicos y técnicos conocen las necesidades de las personas a ser asistidas, relegan el
rol de las comunidades a una función pasiva y receptora de un bien social. Sin embargo, tal como se
pudo visualizar más arriba, cabe preguntarse si este proceso, paradigmático en las políticas públicas
de Chile en la actualidad, el cual desconoce y omite la opinión de las personas, visualiza de correcta
forma las problemáticas específicas de las comunidades locales. Cabe presumir que es muy
complicado realizar un diagnóstico social, elegir alternativas para corregir una problemática
particular e implementar una intervención social que no recurra a la opinión de la población
objetivo, imponiendo una solución que muchas de las veces no ataca, o solo levemente los factores
que causan las necesidades que se pretenden solventar, puedan resultar eficiente. (Bombarolo y
Pauselli, 2007)

De la misma forma, una evaluación social que se encargue de medir los objetivos que se plantean al
principio de una intervención, resultará sumamente deficitaria si revisa indicadores construidos
desde el ente ejecutor de dicha política pública, porque evidentemente evaluará actividades y
productos construidos por el mismo interventor, en donde se evidencia un choque de intereses
entre el sujeto que evalúa, y el evaluado. Este mismo choque de intereses se produce si se
externaliza dicha evaluación, ya que aquel ente que solicita dicho servicio, además de ser el
solicitante, será el evaluado.

Por su parte, si en el proceso de evaluación no se considera la opinión de la comunidad intervenida


y se recurre tan solo a indicadores construidos previamente, esta evaluación resultará incompleta,
ya que la fuente primaria para observar si una realidad social fue cambiada o no, son aquellos
sujetos que vivencian dicha intervención.

En conclusión, si bien la descentralización en la actualidad resulta dificultosa por una serie de


motivos, que van desde patrones culturales, hasta la incapacidad política por llevar a cabo cambios
estructurales que deriven en ella, resultaría sumamente beneficioso si en el proceso de planificación
y evaluación social se le entregara mayores facultades a los beneficiarios directos, y no tan solo
entenderlos como sujetos pasivos, sino que como comunidades empoderadas que están dispuestas
a construir y cambiar su propia realidad.

Andrea Peroni. (2014) Diseño Integral de una Intervención Social (programas y proyectos). Núcleo
de Evaluación de Políticas Públicas.

Fèlix Bombarolo & Emilio Pauselli (2007) Programas sociales construcción de equidad y paradigma
de la “intervención social”. Centro de documentación en políticas sociales.

Sergio Boisier (2002) 2001: La odisea del desarrollo territorial en América Latina. La búsqueda del
desarrollo territorial y la de la descentralización. Seminario “Descentralización de sectores sociales:
Nudos críticos y alternativas”.

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