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BROCAR, 33 (2009) 43-66

LA INTRODUCCIÓN DE LAS ARMAS DE FUEGO EN JAPÓN

Ainhoa Reyes Manzano


Universidad de La Rioja

RESUMEN: La llegada a Japón de las armas de fuego supuso una revolución


militar que propició la ruptura del equilibrio bélico de la era Sengoku. Durante
los siglos XVI y XVII, los japoneses sacaron partido del armamento que com-
praron a portugueses y jesuitas, del que requisaron en los naufragios a españo-
les y holandeses, y del que ellos mismos desarrollaron, destacando la fábrica de
arcabuces de Sakai.
Palabras clave: Armas, Japón, Filipinas, guerra, jesuitas.

ABSTRACT: The arrival of firearms to Japan meant a revolution in the battlefield.


It caused the rupture of the balance of power among daimios during the Sen-
goku-jidai. During XVIth and XVIIth centuries, Japanese people made good use of
the European arms that were bought to Portuguese and Jesuits, the ones that
were confiscated to Spaniards and Dutch sunk ships, and the ones that were
developed by their owns, especially in the arquebus factory of Sakai.
Keywords: Firearms, Japan, Philippines, war, Jesuits.

El Japón del siglo XVI estaba sacudido por un conflicto constante, una guerra
civil que se alargaría durante décadas, y en la que numerosos señores feudales
pugnaban por hacerse con el control absoluto del país. Sin embargo, la balanza
de poder estaba muy equilibrada, ningún ejército sobresalía por encima de otro,
y el desarrollo de la guerra parecía no tener fin. En este contexto, cualquier tipo
de innovación bélica podía resultar decisiva. No parece imposible suponer a prio-
ri que la introducción de las armas de fuego en Japón pudo haber provocado una
revolución militar y haber favorecido a aquellos daimios que contrataban con los
occidentales, con portugueses al principio, y con españoles, ingleses y holande-
ses unos años después.

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Las fuentes occidentales sobre el comercio, fabricación y empleo de armas de


fuego en Japón son más bien escuetas, aportan alguna información puntual, y
obviamente escapa a ellas una actividad que debe ser tomada en consideración:
el contrabando y la piratería. Por ello, se ha combinado el estudio de las mismas
con la lectura de trabajos modernos especializados y basados en fuentes japone-
sas, que completan la visión de conjunto. A lo largo de las siguientes páginas se
desarrollará un estudio que analiza de manera global, no exhaustiva, el empleo
de las armas de fuego en Japón durante los siglos XVI y XVII, prestando especial
atención al comercio, al papel que jugaron los misioneros en dichas transaccio-
nes y las consecuencias de la implantación de un nuevo modelo bélico.

1. El tanegashima
Aunque suele considerarse que las armas de fuego llegaron por primera vez
a Japón de la mano de los portugueses, la primera compra constatada fue una
pistola que adquirió en 1510 el daimio de Odawara gracias a un mercader chi-
no1. El uso de este tipo de armas en Japón no era corriente, pero no es de extra-
ñar que quienes conocieron las propiedades de la pólvora desde más antiguo,
las aprovecharan y desarrollaran su aplicación en el campo de batalla.
Han llegado hasta nosotros algunas informaciones sobre la arcabucería chi-
na, descrita por misioneros, comerciantes o los propios damnificados. El uso de
las armas de fuego en este país ya había sido advertido por el navegante Ber-
nardino de Escalante en 1575, a quien el capitán Artieda había informado de la
imposibilidad de que España pudiera conquistar China por la fuerza, ya que
“tienen todo género de armas que nosotros, y la artillería, juzgándola por algu-
nos vasos que de allí yo he visto, es muy galana y mejor fundida que la nues-
tra”2. Un año después, el capitán Días de Ceballos informaba sobre la calidad
de hombres de que se servía el pirata chino Limahón, que llevaba ya unos años
hostigando la costa filipina:
“[los chinos] tienen artillería y pólvora, usan de muy buenos arcabuzes
y pieças, de suerte que el infante que trae pica ha de tener çeñido un gran
alfanje más largo que çinco palmos, y a las espaldas una gran rodila muy
ligera, forman su esquadrón y guarneçiendo de arcabuzeros tan presto con
tanto silencio y tan gentil orden como se podría hazer en medio de Italia.
No les havemos visto cotas, ny coseletes, ny celadas, pero trahen todo esto
hecho de algodón tan firme que un arcabuz de los suyos no lo passa”3.

1. TURNBULL, Stephen, Samuráis, La Historia de los Grandes Guerreros de Japón, 2006,


London, p. 188.
2. ESCALANTE, Bernardino de, Discurso de la navegación que los portugueses hacen a los
reinos y provincias del oriente, Sevilla, 1577, fº 96 rº.
3. Archivo General de Indias, Filipinas, Legajo 34, Número 18. Carta de Díaz de Ceballos
al virrey sobre Limajón. Ff. 134r-136v, 1576-06-04 (Manila).

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Sin embargo, también hubo otros españoles más temerarios que sencilla-
mente despreciaban las artes bélicas chinas con atrevidas palabras de orgullo
patrio. El riojano Domingo de Salazar, primer arzobispo de Manila, comentaba
en 1583 a propósito de la confianza de los gobernadores chinos en su poten-
cial bélico, que no temían “quando les dizen que los españoles los an de suge-
tar, porque dizen que aunque no tubiesen armas con que se defender, de solos
los cuerpos muertos harían muralla para que nadye les entrase. Pero estos bár-
baros no an probado para lo que son los españoles ni saben que pocos arca-
buçeros de ellos bastan a desbaratar millones de chinos”4.
A pesar de que los japoneses podían haber sacado provecho de las fábricas
chinas, el caso citado del daimio de Odawara fue sólo una excepción. Cuando
los primeros portugueses llegaron a la isla japonesa de Tanegashima, en 1543, el
tráfico entre Japón y el continente chino se hallaba congelado desde hacía déca-
das. De modo que cuando apareció el primer arcabuz de tipo europeo en Japón,
el señor feudal local se percató de inmediato del potencial de aquel teppô,
“cañón de acero”. El encuentro fue de tal importancia que en adelante aquellos
arcabuces serían conocidos precisamente con el nombre de tanegashima.
Los japoneses pronto dejaron de depender de las importaciones de mosque-
tes, ya que no tuvieron mayores problemas en copiar la técnica de los europeos
y fabricarlos a gran escala. Las fábricas de mosquetes y arcabuces se multipli-
caron por todo el país de una manera progresiva, especialmente en los reinos
centrales de Japón, donde sus armeros alcanzaron una gran fama. Fueron pre-
cisamente aquellos reinos los primeros en caer bajo el control de Oda Nobu-
naga quien, una vez los hubo sojuzgado, pudo aprovisionar a sus tropas con
armas de fuego y emplearlas de forma masiva por vez primera en la historia
militar japonesa (1568-1582)5. Pero hubo que esperar hasta los tiempos de
Toyotomi Hideyoshi (1586-1598), para que en el ejército de los daimios se inte-
grara la infantería armada con arcabuces.
La infantería comenzó a aumentar en número e importancia durante la gue-
rra Onin (1466-1477), tendencia que no hizo sino desarrollarse durante la
era Sengoku (1467-1615), y que se asentó con la introducción de las armas de
fuego, especialmente los arcabuces. Se trataba de batallas locales, en las cuales
la infantería no tenía los problemas de abastecimiento y movilidad que tendría
si tuviera que desplazarse a lo largo de grandes distancias, tal como ocurría en
las guerras coetáneas en el continente chino6. La infantería japonesa era cono-
cida como ashigaru, literalmente “pies ligeros”. El término designaba a aquellos

4. A.G.I., Fil., Leg. 74, N. 22. Carta de Domingo de Salazar sobre China y Japón. 1583-06-
18 (Manila).
5. STORRY, Richard, A History of Modern Japan, London, 1960, p. 45.
6. VV.AA., Técnicas bélicas del mundo oriental (1200-1860). Equipamiento, técnicas y tác-
ticas de combate, Libsa, 2009, p. 18.

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soldados que no montaban a caballo ni tenían el rango de samuráis7. En parte,


una de las razones que explica el éxito en la difusión del arcabuz es que, a dife-
rencia del arco o la espada, el arcabuz no necesitaba de un adiestramiento pro-
fundo ni de una destreza especial.

Hombres con arcabuces.


Fuente: http://s1.zetaboards.com/anthroscape/topic/2033046/1/ Consultado el 25/05/2011.

Si acaso había algún problema con el arma, o el desarrollo de la batalla exi-


gía el paso al combate cuerpo a cuerpo, los soldados no eran equipados sólo
con los teppô, sino que también solían ir armados con espadas o lanzas. A
modo de protección, era frecuente el uso de armaduras plegables. Sin embar-
go, el personal auxiliar de los arcabuceros, aquellos encargados de llevar la pól-
vora y preparar los cartuchos, raramente iban equipados con alguna suerte de
armadura ligera.
La cadencia de fuego de aquellos arcabuces no sobrepasaba el disparo cada
15-20 segundos, con un arma en manos de un arcabucero bien entrenado. Eso
si no se atascaba el cañón, como sucedía a menudo, y teniendo en cuenta que
el arcabucero no podía mantener tal ritmo durante largo tiempo. Con lluvia, si
la pólvora o la mecha se humedecían, el arma quedaba inservible, y había que
recurrir a armas tradicionales. El radio de alcance de una bala de arcabuz no

7. VV.AA., Técnicas bélicas…, p. 17.

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superaba los 500 metros, pero a más de 200 la fuerza de penetración era más
bien escasa y a más de 30 metros perdía ya toda precisión8.
Presentaban una gran variedad en cuanto a diseño, calibre, tamaño o peso,
pero todos ellos estaban hechos a mano. Como característica especial, los teppo
no tenían ningún apoyo para el hombro en la culata. Los japoneses mantuvie-
ron el diseño de los mosquetes que habían copiado de los europeos, práctica-
mente durante tres siglos, mantuvieron la mecha, pero no introdujeron el
pedernal. Se cree que para el siglo XVIII existían unas 250 escuelas de arcabu-
ceros, llegando a considerarse un arte marcial más, el houjyutu. A lo largo de
los siglos, el desarrollo de las armas de fuego quedó estancado, y hasta la aper-
tura Meiji (1868) siguió empleándose el arcabuz con sistema de mecha.
La introducción de las armas de fuego supuso una revolución militar tanto
para los samuráis como para los ashigaru. Si bien el uso de armas de fuego era
patrimonio casi exclusivo de la infantería, los samurais a caballo también tuvie-
ron que cambiar sus tácticas. Se experimentó con el potencial bélico de las
armas de fuego por primera vez en un campo de batalla en Uedahara, el año
1548, aunque sólo se trataron de unas primitivas pistolas chinas. Sin embargo,
durante los preparativos de la batalla de Kaigawa (1555), los Takeda adquirie-
ron una suma importante de arcabuces de estilo portugués, enviando 300 de
éstos para la defensa del castillo de Asahiyama9. Durante esta guerra, librada
entre los grandes daimios Takeda Shingen y Uesugui Kenshin, se fueron pro-
bando varias combinaciones en el empleo de los arcabuces: al principio, los
ashigaru los empleaban de una manera desordenada, pasando de manera alea-
toria del arcabuz al arco, y de ahí a la espada o la lanza.
El potencial de los arcabuces no fue plenamente aprovechado hasta unos
años más tarde. Un buen ejemplo de que su uso no tuvo continuidad es que el
mismo clan Takeda fue derrotado de manera definitiva por Oda Nobunaga en
la batalla de Nagasahino (1575) gracias al buen empleo que hizo este último de
la arcabucería. Takeda Katsuyori, hijo del famoso Takeda Shingen, lideró el ejér-
cito que se enfrentó a las fuerzas combinadas de los Oda y los Tokugawa. La
campaña pasó a la historia por el ataque de la caballería Takeda contra una
colina plagada de arcabuceros, en un choque entre tradición y modernidad que
acabó en sangrienta masacre.
Después de haber experimentado con diversas formaciones, Nobunaga aca-
bó encontrando la clave para contrarrestar el ímpetu devastador de la caballe-
ría Takeda. En primer lugar, eligió apostar a sus hombres en la cima de una
colina, con lo que la caballería quedaría expuesta al fuego de sus hombres

8. VV.AA., Técnicas bélicas…, p. 53.


9. TURNBULL, Stephen, Kawanakajima 1553-64. Samurai power struggle, London, 2003,
p. 24.

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mientras atravesaba el campo abierto, y su carga se vería frenada por la pen-


diente ascendente.
La colina estaba defendida por tres líneas de arcabuceros, que abrían fuego
desde sus barricadas de madera. Éstos estaban dirigidos por los teppô taishô
(comandante de los mosqueteros), que marcaba los tiempos de retirada, carga
y disparo para cada línea, de un modo similar al empleo y disposición de los
arcabuceros occidentales. Las líneas de arcabucería estaban, además, protegi-
das por arqueros, por los yari (lanceros) y la caballería de Oda.

Página de una guía japonesa para la fabricación de los teppô.


Fuente: http://www.rekihaku.ac.jp/e-rekihaku/114/index.html. Consultado el 25/05/2011.

El ejército Takeda, preparado a la manera tradicional japonesa, realizó


varios ataques frontales intentando tomar la colina, exponiendo sus hombres a
campo abierto. Antiguas crónicas de la batalla narran que Katsuyori ideó la car-
ga atendiendo a las predicciones meteorológicas, que apuntaban a que el día
del enfrentamiento llovería. El comandante dio la orden con la esperanza de
que al amanecer el cielo amenazaba lluvia y ésta inutilizaría la pólvora; sin
embargo, un sol radiante fue el testigo de la muerte de alrededor de 10.000 sol-
dados Takeda10. Estos últimos estaban provistos de las típicas armaduras samu-

10. BRYANT, Anthony, & McBRIDE, Angus, Samurai (1550-1600): weapons, armour, tactics,
1988, London, P. 57.

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ráis, muy ligeras y aptas para permitir una óptima versatilidad en los combates
cuerpo a cuerpo, pero inútiles para los impactos de bala.
En Nagashino quedó constatado que el empleo inteligente de la arcabucería
podía dar grandes resultados. En adelante, Nobunaga continuó conquistando
territorios y aplastando clanes rivales con la inestimable ayuda de sus arcabuce-
ros. Las fábricas japonesas continuaron creciendo, aunque los daimios tampoco
dejaron de contratar con los portugueses ni de recibir con los brazos abiertos cual-
quier innovación o ingenio que pudiera llegar del otro lado del planeta.

2. Jesuitas traficantes de armas


A mediados del siglo XVI existía en Extremo Oriente un triángulo comercial
cuyos vértices eran Siam (antiguo reino que comprendía parte de los territorios
actuales de Tailandia, Camboya y Laos), China y Japón. Los portugueses fueron
los encargados de enlazar y dinamizar el comercio entre distintos reinos desde
la factoría de Macao en China, un mercado en el que se intercambiaba pimien-
ta, armamento, azufre, pieles y plata a cambio de arroz, seda, ropas y salitre11.
Lógicamente, quienes más se beneficiaron de este trato fueron los daimios
cristianos. Numerosos señores feudales, especialmente aquellos cuyos reinos
estaban situados en la franja costera meridional, pronto comprobaron que
admitiendo la predicación del cristianismo en sus tierras, en las naves portu-
guesas no sólo iban predicadores, sino también comerciantes con interesantes
mercancías. Además, la dedicación de los misioneros reportaba más beneficios
que los derivados de la salvación de las almas. Con el paso del tiempo los jesui-
tas se convirtieron en unos intermediarios formidables para las transacciones
entre portugueses y japoneses por dos motivos fundamentales: el conocimiento
de la lengua nipona y los contactos que tenían con la gente poderosa. Esto fue
así especialmente a partir de 1580, en que Omura Sumitada (conocido en las
fuentes occidentales como don Bartolomé), daimio cristiano del Kyushu, cedie-
ra a la Compañía de Jesús la ciudad de Nagasaki y el pequeño puerto de Mogi12.
Para entonces, Oda Nobunaga ya había muerto, y quien había sido su fiel
servidor en vida, Toyotomi Hideyoshi, continuaba la labor de unificación ini-
ciada por Nobunaga, alzándose al cabo de unos años con el poder casi abso-
luto de Japón, aun por encima del mismo emperador. Hideyoshi mantuvo los
contactos iniciados por su predecesor con los portugueses y frecuentó las igle-
sias y seminarios cristianos. Tomó gran confianza con algunos de los misione-
ros, invitando a algunos de ellos a su recámara personal en la fortaleza de

11. MASSARELLA, Derek, A World Elsewhere. Europe’s Encounter with Japan in the Six-
teenth and Seventeenth Centuries, New Haven & London, 1990, p. 39.
12. Archivum Romanum Societatis Iesu, Japonica-Sinica, 23, f. 9. Copia de la donación que
hizo don Bartolomé, señor de Omura, de los lugares de Mogi y Nagasaki. S.f.

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Osaka13, tratando de asuntos mundanos y de cuando en cuando, algún asunto


espiritual. De hecho, él mismo afirmaba que no era ya cristiano porque era un
mujeriego incapaz de cumplir el sexto mandamiento.
Los jesuitas participaban del comercio como un medio más de financiación
de la misión, aunque algunos de los misioneros no tuvieron escrúpulos a la hora
de convertirse en tratantes de armas o esclavos. Éste fue el caso del padre Vice-
provincial Gaspar Coelho, quien atrajo al cristianismo a numerosos señores muy
poderosos de Japón a cambio de bienes terrenales o mediante sobornos. Pero
este trato, del que el mismo Toyotomi Hideyoshi se benefició alguna vez, acabó
por levantar sospechas acerca de las intenciones reales de los jesuitas hasta el
punto de que en 1588 decretó la expulsión de la Compañía de los reinos del
Japón, una decisión cuyas causas aún hoy son muy discutidas por la historiogra-
fía, y que en la época despertaron una marea de comentarios y opiniones.
En 1604 se envió al Papa Clemente VIII y a Felipe III un sumario sobre los
procedimientos de los padres de la Compañía de Jesús en la India y en Japón.
En él, se apuntaba al tráfico de armas que estaban llevando a cabo los jesuitas
como una de las principales causas de la expulsión de los padres de Japón el
29 de julio de 1587. Concretamente, los puntos 3 y 4 decían así:

“3, Que os ditos padres da companhia tem no Jappão almazem de arte-


lharía e arcabuzes de que os gentíos se escandalizão, e o Rey da China os
tem por iso em menos conta e se teme delles vendo-os com armas, e esa
foi outra caussa pera os lançar fora do Japam.
4, Que tem huma grande fusta de feição de gualle sua propia armada
de artelharía grosa, e homens e hum padre por capitão de que tambem ha
escandalo”14.

Desde la Compañía nunca se negó la posesión de un arsenal en Nagasaki, y


que éste era bien conocido por todos. Alegaban que era necesario en caso de
que tuvieran que defenderse en caso de que se vieran afectados por uno de los
constantes conflictos que sacudían el país. En cuanto al cuarto punto, se refie-
re al último gran escándalo que protagonizó el padre Coelho. El capitán Diego
de Solís explicaba así el incidente de la fusta y la entrevista con Hideyoshi:

“Había siete años poco más o menos que siendo viçeprovinçial de la Com-
pañía de Jesús en los rreynos de Xapón, el padre Gaspar Cuello, fue a bisitar
al emperador Coambaco [Hideyoshi] que aora es, en una fusta muy bien ade-
reçada con pieças de artillería, la qual contentó tanto al dicho emperador que
se la alabó mucho al padre Gaspar Cuello que yba en ella. A lo qual, el dicho

13. FROIS, Luis (S.I.), História de Japam, Lisboa, 1984, Vol. IV, p. 227-228.
14. A.G.I., Fil., Leg. 4, N. 4. Decreto de Lerma a Lemos sobre religiosos de Japón por Fili-
pinas. 1604-11-27.

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padre rrespondiá que le diese las tierras y pueblos de Sicafori […]. El Cuam-
baco, enfadado de esto, volbió el rrostro a otra parte sin hablar más en la mate-
ria y desde a pocos días embió a mandar al dicho padre que él y los demás
padres teatinos se fuesen de Xapón todos, que no quería que huviese xpian-
dad ni aquella rreligión en él y les mandó derribar las yglessias”15.

Otro testigo del mismo proceso, de nombre Marco Antonio, relató la inter-
vención de los jesuitas en las guerras que hubo entre el daimio de Arima y el de
Figen, “el qual Alimandono [señor de Arima] por ser xpiano ayudaron con una
fusta que tenían los padres armada con gente y buena artillería, e que por la ayu-
da que tubo en los dichos padres no se pudo vengar de él el dicho rrey de Fixen,
e assí volbió e conçibió odio mortal contra los dichos padres y se determinó de
perseguirlos, y a la xpiandad de aquel rreyno”. Afirmaba este testigo que el señor
de Figen insistió a Hideyoshi para que echara de Japón a aquellos religiosos que
podían ser un peligro potencial, y “por estas y por otras causas el Cuambaco
mandó derribar las yglessias, particularmente las que eran fuertes e tenían arti-
llería”. Este mismo testigo pudo ver “por sus ojos la dicha fusta de los padres
armada e articulada e sabe que los padres teatinos son mercaderes en gruesso e
que por esto y por las muchas tierras e mayorazgos que tienen y ocupan y la
potençia y authoridad que trahen son odiossos al Cuambaco”16.
En el mes de julio de 1587, el padre Coelho había concertado una entrevista
en Hakata con Hideyoshi para hablar de ciertos asuntos importantes que habían
quedado pendientes la última vez que ambos se habían reunido. El padre acu-
dió a la misma con una fusta, un pequeño buque de guerra bien pertrechado,
que causó sensación en la zona. La fusta fue durante una semana un trasiego de
gente, entre curiosos, cristianos que venían a escuchar la predicación y soldados
que querían echar un vistazo al barco. La fama de la nave llegó a oídos de Hide-
yoshi, quien quiso visitarla sin siquiera avisar al padre. Con una mezcla de asom-
bro y miedo, recorrió todos los rincones de la fusta, sopesando las posibilidades
de todas aquellas armas y municiones, muchas de ellas nunca vistas hasta enton-
ces en Japón. En cuanto se marchó de allí, algunos daimios cristianos (Agustín
Yukinaga, Justo Ukondono) corrieron a decir al padre Coelho que cediera la fus-
ta de manera inmediata a Toyotomi Hideyoshi ya que, si no se la regalaba, Hide-
yoshi podía tomarse el paseo del padre con la fusta como una soberbia
exhibición del poder militar que estaban acaparando los cristianos.
Aunque finalmente Coelho donó la fusta a Hideyoshi, ya era demasiado tar-
de. Las sospechas que podía albergar el caudillo militar, aumentadas por los
enemigos que los padres tenían en Japón, muchos de ellos del entorno de Hide-

15. A.G.I., Fil., Leg. 6, R. 7, N. 103. Testimonio sobre envío de embajada de franciscanos a
Japón. 1593-06-10 (Manila).
16. A.G.I., Fil., Leg. 6, R. 7, N. 103. Testimonio…

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yoshi acabaron desembocando en la tajante decisión de expulsar a los jesuitas


de Japón apenas 24 horas después de haber inspeccionado la fusta. Aunque el
decreto de expulsión no aludía directamente el incidente, no faltó quien ató
cabos y relacionó la animadversión de Hideyoshi hacia los jesuitas con las acti-
vidades que estaban desarrollando los padres, inmiscuyéndose en asuntos
demasiado terrenales para su oficio.
El asunto había sido denunciado por numerosos padres, que también se mos-
traban alarmados por los peligros que conllevaba el tráfico de armas, suministra-
das sobre todo a los daimios cristianos para que defendieran sus reinos de las
incursiones de daimios infieles17. El profesor Álvarez Taládriz rescató un docu-
mento del Archivo Romano de la Compañía de Jesús que explica las acciones del
padre viceprovincial de la Compañía Gaspar Coelho18. En él, el padre Organtino
denunciaba ante Aquaviva que “il procedere del nostro superiore Coeglio in ques-
ta conversione è piu presto di capitanio d’armi che di pastore d’anime […] e for-
se che por questa causa stiamo in questa tribulatione”19. Si bien Organtino
también admitía que probablemente el padre Viceprovincial hiciera aquello con
la mejor de las intenciones, entendiendo que ayudando a los daimios cristianos
también ayudaba a que la cristiandad tuviera una tierra segura donde acudir en
caso de persecución, e incluso llega a reconocer que si sus planes hubieran teni-
do un éxito completo, nadie habría cuestionado su proceder.
En aquella misma misiva recordaba el padre Organtino que unos años atrás,
en mayo de 1586, Hideyoshi les había invitado a él, al padre viceprovincial y
al padre Luis Frois a visitar las obras de la fortaleza de Osaka. Ahora recordaba
Organtino que durante la entrevista Hideyoshi les confesó sus intenciones pasar
a conquistar China y Corea, a ser posible con el apoyo logístico que pudieran
proporcionarle los padres, a lo que Frois le contestó que para eso contara con
la ayuda del padre Coelho, quien podría suministrarle embarcaciones y arma-
mento20. A cambio, Hideyoshi prometía a los padres que él mismo se encarga-
ría de impulsar el cristianismo en los reinos conquistados, y de darles renta y
construir iglesias allí. Frois, que actuó como intérprete en aquella ocasión, pare-
ce haber olvidado sus propias palabras cuando describió los pormenores de la
entrevista en su Historia de Japón:

“Tendo elle chegado àquelle estado e sugeito a sy todo Japão, não per-
tendia já reynos, ouro nem prata, de que tinha grande abundancia, nem

17. A.R.S.I., Jap. Sin. 11, I, f. 22. Mexía, Macao, 22-XI-1588; A.G.I., Filipinas, Leg. 6, R. 7,
N. 103. Testimonio sobre envío de embajada de franciscanos a Japón. 1593-06-10, (Manila).
18. ÁLVAREZ TALÁDRIZ, José Luis, “El padre viceprovincial Gaspar Coelho, ¿capitán de
armas o pastor de almas?”, Sapientia, Eichi University, nº 6, 1972, Osaka, pp. 41-79.
19. A.R.S.I., Jap. Sin. 11, I, f. 66v, Organtino a Aquaviva, 10-XI-1589 (Nagasaqui). La cursi-
va es mía.
20. A.R.S.I., Jap. Sin. 11, I, f. 70r, Organtino a Aquaviva…

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outra couza alguma mais, que deixar quando morresse nome e fama de
seo poder. E que determinava consertar as couzas de Japão de maneira que
tomassem assento, e que feito isto, o entregaria a seo irmão Minodono e
elle entenderia na conquista dos reynos de Corea e da China, e que para
isso mandava cortar madeira para della fazer duas mil embarcações, em as
quaes passasse seo exercito. E que para sua pessoa não queria outra ajuda
dos padres mais que negociarem-lhe duas naos grandes bem aparelhadas,
as quaes tão pouco queria de graça, senão pagándo-las e todo necessário
para ellas… E se lhe sucedesse bem e os chinas se lhe viessem sugeitar e
dar a obediência, não queria delles outra couza, nem havia de ficar lá nem
tomar-lhe suas terras, mais que sugeitá-los a seu império; e que então
levantaria em todas as partes igrejas e mandaria que todos se fizessem des-
ta nossa ley, e assim se tornaria para Japão. E dizendo mais que ainda havia
de fazer christãos a metade ou a mayor parte de Japam”21.

Con la muerte del padre Coelho se hicieron públicos todos sus negocios,
que tenía anotados en diversos papeles que guardaba en su escritorio. El padre
visitador Alesandro Valignano tomó la pluma para advertir al padre General en
Roma de las acciones que había estado llevando a cabo el Viceprovincial de la
Orden, y sus palabras no dejan lugar a dudas:

“Il negotio fue ch’il padre Gaspar Coeglio pigliando occasione delle
continue guerrre che passorno quest’an a dietro nelle quali li signori d’Arima
& d’Omura e il re Francesco di Bungo, si vedder in molti pericoli con il zelo
ch’il padre teneva che si conservassero in queste guerre se fu mettendo tanto
in quelle sotto spetie d’aiutarli che fece imprudentie & indiscritioni molto
grandi, & fra l’altre fu persuadire Quambacudono [Hideyoshi] perce venisse
in questo Ximo [“siete reinos”, isla de Kyushu] a sugettare Riozogi & il re de
Sazzuma, promettendogli che gli faria così con il re Francesco di Bungo,
come con il re d’Arima & altri signori christiani, che tutti insieme s’unissero
& facessero di sua parte. & paredogli che qanto più mostrasse a
Quambacudono che li patri lo potriano aiutare in diversa sue trazze, veme a
termine che dicendo gli Quambacudono che dipoi de conquistato Giappone
haveva dipassare alla Cina, parendo al padre che ciomai sarebbe & che gli
guadagnaria la voluntà mostrando gli ch’ancora in questolo potria aiutare gli
disse che quando volesse passare alla Cina gli faria havere due navi
portughese & faria con il vicere dell’India che gli mandasse gente per aiutarlo.
& come Quambacudono è sagacissimo, mostrava di contentarsi molto con
questo che gle diceva facendo gli molti favori & carezze ma nel suo
intrinseco comencio a concepire che poscia che questo patre teniva tanto
potere con li signori xpiani, che faria d’essi quello che volesse, & era tanto

21. FROIS, Luis (S.I.), História , Vol. IV, p. 229.

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AINHOA REYES MANZANO

ricco che gli potria dar due navi per passare alla Cina & si metteva nelle
guerra, potria un giorno far quello che fece un bonzo, che chiamano qui
Osacca22, che di por d’aggiuntar molata gente di Giappone a sua setta si fece
signore di tre regni & mosse guerra crudele contra Nobunanga, che fue la piu
lunga & travagliosa ch’egli temhebbe & che noi altri potriamo fare questo
molto migliore, perche facevano molto grandi signori christiani, con li quali
gli potriamo un giorno fare grande guerra & procurare di farsi signore della
Tenca, (id est monarchia di Giappone). Ben intesero li patri & li signori
christiani che questo ch’il padre diceva & prometteva era cosa molt indiscreta
& pericolosa & non mancarono di diglilo. Ma egli vedendosi tanto favorito di
Quambacudono giamai si volte persuadere ch’errava in questo, anzi gli
pareva che faceva molto bene & che da qui se seguiva grande frutto &
creedito così per la xpianità come per la Compagnia. & perche io previddi in
Giappone il male che ci potria fare se d’alcun modo ci mettessimo in queste
guerre, lasciai ad litteram quest’ordine […]. Quando adesso viddero li patri
le lettere che si ritrovano nel suo scrittorio rimasero maravigliati perche egli
ascondeva queste lettere & non faceva saper nulla a quelli di sua consulta,
oltrecio per poter il detto padre meglio favorire & aiutare nelle sue guerre
questi signori fece fare una fusta & compro alcuni tiri d’artigliaria contra
ordine & ragione & stesso iva in persona di qua & di là con quella fusta”23.

Tras el edicto de expulsión de 1587, los jesuitas tuvieron que vivir escondi-
dos en Japón. Aunque nunca fue revocado, los misioneros pudieron continuar
su labor gracias a su proceder discreto, tratando siempre de no dar ningún moti-
vo a Hideyoshi para que renovara sus sospechas hacia los cristianos. Parece ser
que los padres dejaron de inmiscuirse en guerras, tal como recomendó el padre
visitador Valignano, o al menos no llegó a hacerse público ninguno de estos
posibles tratos. Pero la ambición de Hideyoshi era insaciable, y sus planes de
conquista pasaban por la adquisición del armamento más desarrollado del
momento. Una vez que los hombres de Dios cesaron en su labor de proveedo-
res, los españoles de Manila aparecieron como una interesante baza a explotar,
ya fuera por las buenas… o por las malas.

3. El comercio de armas entre Japón y Filipinas


Sin tener en cuenta la actividad ilegal, el tráfico mercantil oficial entre Fili-
pinas y Japón resultó ser muy fluctuante. En la gráfica que ofrecemos a conti-
nuación se aprecia el número de barcos japoneses que llegaron a la capital
filipina desde que en 1591 Hideyoshi diera permiso para este trato.

22. El tan citado “bonzo de Osaka” al que se refieren las relaciones cristianas, Kennyo Sho-
nin o Honganji Koza (¿-1592).
23. A.R.S.I., Jap. Sin, 11,II, f.233 y ss. Carta de Valignano al general Aquaviva avisando de
los procedimientos del difunto padre viceprovincial Gaspar Coelho. 14-X-1590 (Nagasaki).

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LA INTRODUCCIÓN DE LAS ARMAS DE FUEGO EN JAPÓN

Número de barcos japoneses con sello oficial que llegaron a Manila


entre 1591 y 1611.

Fuente: elaboración propia a partir de datos ofrecidos por el profesor Chaunu, citados en SOLA
CASTAÑO, Emilio, Relaciones entre España y Japón, tesis doctoral inédita dirigida por d. Vicente
Rodríguez Casado, Madrid, 1971, p. 28.

Aunque no puede especificarse con exactitud, debido a que las actividades


contrabandísticas y la actividad de los wako escapaban a las cifras oficiales, la
gráfica aporta una idea general sobre este intercambio. Destaca el pico alcan-
zado en 1599, con la llegada de diez barcos japoneses a Manila, y la relativa
regularización a partir de 1605, con tres barcos anuales controlados ya por el
sogún Tokugawa Hidetada. Aunque no aparezca en la gráfica, hay que reseñar
que la arribada de naves japonesas se congeló en el periodo que va de 1610 a
1619, años durante los cuales no legó ninguna nave japonesa. En 1620, de nue-
vo, volverán los tres barcos anuales, pero ya quedaba muy poco para que el
sogún decretara el sakoku, poniendo fin a este comercio. El estudio detenido de
la documentación española puede añadir algún detalle más, aunque en modo
alguno lograr una precisión total. Durante la gobernación de Pedro de Acuña
(1602-1606), se estableció una nave anual que fuera de Manila a Japón, pero lo
normal es que fuera acompañada por otras: “con la nao que esa Audiencia (de
Filipinas) suele despachar cada año al Japón suelen ir otras tres o cuatro de par-
ticulares, de manera que hay contratación en forma”24.
Aparte de la plata, interés principal de los españoles en el comercio con
Japón, se aprovechó el trato con Japón para conseguir los bastimentos necesa-

24. A.G.I., Fil., Leg. 329, Tomo II, fº 97. Carta del rey a don Juan de Silva, de 25-VII-1609.

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rios para Manila a muy buen precio, tales como alimentos, minerales, armas o
textiles. Morga, en su Historia de Filipinas, transmite cuáles eran los productos
que normalmente venían de Japón: cáñamo para jarcia, cobre, hierro, acero, sali-
tre, mantas, pólvora, clavazón, armas (catanas, municiones, armas enastadas),
trigo, harinas, jamones, atún, cecina, etcétera. De las islas filipinas los japoneses
levaron a su tierra, en primer lugar, la seda que los comerciantes chinos vendían
en el archipiélago español; este comercio de la seda y otras mercancías de Chi-
na fue fundamental en el trato con los japoneses.
El principal producto era la seda china, intercambiada por plata nipona,
seguida de armamento y madera de suou (Caesalpinia sappan). Desde Manila
dejó de exportarse armamento a Japón, para importar municiones, harina y
catanas. En cuanto al volumen de este comercio, en la documentación se pue-
de encontrar alguna referencia. Así, en 1592 se dan cifras concretas al citarse la
carga de un navío pequeño que llegó a Manila procedente del puerto japonés
de Hirado. Dicho barco traía “400 picos de harina y 30 de cobre”, lo que equi-
vale a unas 25 toneladas (25.304,8 kg) y casi dos toneladas (1.897,86 kg) res-
pectivamente; traía además, 1.600 mantas y 150 catanas25.
Pasemos a calcular ahora en valor monetaria ese volumen de intercambios,
con la referencia de la grave pérdida del galeón San Felipe, que iba camino a
Nueva España cuando se perdió en las costas japonesas. Según algunos cálculos,
el extravío del galón supuso para los habitantes de Manila la pérdida de un millón
o un millón y medio de pesos26. Esta cifra era el equivalente de los intercambios
luso-nipones en un año, teniendo en cuenta que el volumen total de comercio
portugués con Japón estaba a la altura del año 1606 estimado en alrededor de un
millón y medio de pesos que se obtenían a través de las ganancias del galeón de
Macao27. En todo caso, el volumen de intercambio comercial se vio incrementa-
do notablemente durante los primeros años del gobierno de Tokugawa Ieyasu.
A finales del siglo XVI, el tráfico de armas de fuego era constante, como
demuestra la arribada de un barco japonés a Manila en 1589, que transporta-
ba más de 500 arcabuces con la presunta intención de venderlos28. Desde
Manila tampoco interesaba que el Japón estuviera fuertemente armado, ya
que las defensas de las islas Filipinas eran precarias y la amenaza de que
Toyotomi Hideyoshi decidiera emprender la conquista de las islas era cons-

25. A.G.I., Fil., Leg. 18, Ramo 5, N. 125. Informe testifical hecho en Manila ante las sos-
pechas de invasión que se tuvieron en la ciudad. 20-IV-1592 (Manila).
26. A.G.I., Fil., Leg. 163, R. 1, N. 1. Copia de un capítulo de carta que la Audiencia de
Manila escribió a Su Majestad en 8-VII-1608 (Manila).
27. Archivo General de Simancas, Estado, Leg. 2637. Consulta del consejo de indias. 30-V-
1606.
28. A.G.I., Fil., Leg. 18A, R.7, N.49. Carta del fiscal de la audiencia de Manila Gaspar de
Ayala sobre situación general. 1589-07-15 (Manila).

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LA INTRODUCCIÓN DE LAS ARMAS DE FUEGO EN JAPÓN

tante. Si el japonés hubiera tomado la decisión, auspiciado por los informes


que le escribía Harada Mangoshiro desde Manila, se hubiese encontrado con
unas tierras pobremente defendidas. Escribía el gobernador Tello en 1598 que
acababa de construir una fortaleza “inexpugnable” con capacidad para 1.000
hombres armados. El problema era que la gente que se enviaba desde Nueva
España era “inútil y en su mayor parte desarmada”, por lo que pedía que tra-
jeran de España 800 arcabuces y 400 mosquetes. De paso, aprovechaba para
informar que estaban fundiendo piezas de artillería gracias a un invento de los
chinos que vivían en el Parián de Manila, y que hecha la fundición, no deja-
ría marchar a los sangleyes de nuevo a China29.
Pero en lugar de atacar las Filipinas, Hideyoshi quiso que la historia le recor-
dara como el hombre que conquistó Corea y China. Las relaciones entre Japón
y Filipinas durante aquellos años que duró la guerra de Corea (1592-1598) fue-
ron de continua sospecha, un tiempo de embajadas y enorme precaución polí-
tica. Escribía el capitán Pedro González de Carvajal acerca de la situación y
cómo podría aprovecharse en beneficio del rey y de la religión:

“Notorio es que el emperador del Japón es poderoso de gente y armas,


y que su gente es de mucho ánimo, el qual quedaba aprestando doscientos
navíos y fundiendo cantidad de artillería, y que está distante del reyno de
las Philippinas quatrocientas leguas, que es camino de quinze a veinte días
por mar = Depende de su amistad la conservación de las Philippinas y de
docientos mil christianos que están en el mismo reyno del Japón, y ansi-
mismo de los demás que cada día se van christianando = Tiénense grandes
esperanças de que todos se han de bolver christianos, porque se sabe ave-
riguadamente que mucha gente principal del Japón se bolverían cristianos,
si no se lo estorbase el rezelo que tienen de la indignación del dicho empe-
rador = El qual me mandó deçir a V. M. que haziendo V. M. buena amistad
con él daría al gobernador de las Philippinas siempre que fuesse menester
socorro de diez mil hombres = Quando el gobernador de Meaco [Kyoto]
(que es la persona que gobierna todo aquel reyno) me entregó la carta que
a V. M. traigo, me dixo que dixesse a V. M. como el emperador era su ami-
go y que de su parte no faltaría la amistad y que esto no lo tuviesse V. M.
en poco por estar lejos […]. Conviene mucho que V. M. embíe cédula al
obispo de la gran China de Macán y a los padres de la Compañía de Jesús,
para que todos los navíos que de allí partieren y pasaren para el Japón, se
visiten y miren que no lleven gente alguna de quien se tenga muy buen con-
cepto de xpiandad y fidelidad: porque aquel emperador anda desseoso de
topar personas que le enseñen a hazer navíos al modo nuestro y artillería:

29. A.G.I., Fil., Leg. 6, R. 9, N. 144. Carta de Tello sobre abandono de Mindanao, embaja-
da a Japón. 1598-06-17, (Manila).

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AINHOA REYES MANZANO

porque todo esto sería de grandíssimo daño y inconveniente: que aunque


tiene artillería y navíos, no son de tanto effecto como los nuestros”30.

Todas las precauciones no fueron suficientes para evitar que el potencial


bélico de Hideyoshi se incrementara con la adquisición de piezas occidentales,
y en 1597 recibió un regalo arrojado por el mar a la costa de Tosa: el galeón
San Felipe. Era éste uno de los galeones de Manila que hacía todos los años el
recorrido Manila-Acapulco cargado con materiales de gran valor, plata japone-
sa, artículos de lujo de China, especias…y todas las piezas de artillería y arca-
bucería necesarias para defenderlo de cualquier ataque (de cualquiera excepto
de la furia del Mar de Japón, que destrozó el barco y dejó desamparados tripu-
lación y cargamento).
Pero ni siquiera con este extra logró tener éxito Hideyoshi: ni los arcabuces
de Sakai, ni las armas robadas a los españoles, ni la tecnología europea más
avanzada que había llegado a las islas niponas, pudo con los barcos de guerra
coreanos que, acostumbrados desde antiguo a convivir con la pólvora, habían
evolucionado hasta dejar impotente al ejército naval japonés de la época.
Los coreanos combatieron en el mar con una suerte de barcos acorazados,
un ingenio del gran comandante coreano Yi Sun-Sin, que a bordo de la famosa
nave Kwi-son o Barco-tortuga, causó estragos en la flota japonesa en 1593. El
barco era una especie de galera en cuyos laterales se disponían filas de solda-
dos que quedaban a cubierto del fuego enemigo gracias a unas planchas con
recubrimiento metálico. Se dice que con esta única nave y gracias a una tácti-
ca de cebo y retirada semejante a la que usaban los mongoles en tierra, consi-
guió hundir 70 naves japonesas, que fueron sucumbiendo una a una ante la
defensa total del Kwi-son31.
Hideyoshi volvió a intentarlo en 1597, pero de nuevo el ejército japonés
fue repelido por una combinación de tropas chinas y coreanas. En esta ocasión,
el ilustre Yi tuvo la mala fortuna de recibir el impacto mortal de una bala dis-
parada por un soldado japonés que aprovechó la retirada del coreano.
Finalmente, los japoneses hubieron de retirarse de Corea, que contó con el
respaldo del ejército chino para repeler a los nipones. La guerra se saldó con
cuantiosas pérdidas en ambas armadas, pero sobre todo entre la población civil
de la península coreana, y además sirvió para que los dirigentes japoneses con-
firmasen que estaban muy lejos de dominar la técnica militar naval como para
hacerse fuertes en las aguas circundantes. Por ello, continuaron en su afán de
conseguir constructores de barcos y artilleros europeos –a lo que los castellanos

30. A.G.I., Fil., Leg. 6, R. 7, N. 110. Carta de Pedro González de Carvajal sobre su viaje a
Japón, 1594.
31. STORRY, A History…, p. 53.

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LA INTRODUCCIÓN DE LAS ARMAS DE FUEGO EN JAPÓN

se opusieron en rotundo–, y en sacar provecho de los numerosos naufragios que


dejaban en bandeja de plata arcabuces, municiones y cañones pesados, para
mayor gloria del sogún.

Barco tortuga coreano empleado en la guerra entre Corea y Japón (1592-1598).


Fuente: http://www.themanyfacesofspaces.com/MFS-StrangeButTrue-ThingsOther20.html.
Consultado el 25/05/2011.

4. El empleo de la artillería pesada


Mucho antes que la llegada de los arcabuces occidentales, en Extremo
Oriente ya se usaba varios artefactos que empleaban la pólvora, además de las
pistolas chinas ya mencionadas. Los proyectiles incendiarios y explosivos (tales
como bombas de fragmentación o lanzallamas), usados sobre todo en acciones
de asedio y batallas navales, están documentados en China desde el siglo IX32,
y una suerte de obuses de fábrica china fueron utilizados en Japón en el siglo
XV33. Sin embargo, la fabricación de cañones en China sólo se vio impulsada
con la aplicación de tecnología portuguesa de retrocarga.

32. En este siglo está datada la invención de la pólvora por los chinos.
33. VV.AA., Técnicas bélicas…, p. 63.

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Como había pasado con el San Felipe, Tokugawa Ieyasu pudo hacerse con
la hacienda que llevaba el Liefde, un barco holandés que naufragó en Bungo en
abril del año 1600. Ieyasu confiscó todo el armamento de la nave, a saber, 50
cañones de gran calibre, 500 arcabuces, 5.000 cañones pequeños, 50 quintales
de pólvora y 350 flechas incendiarias34, botín que le resultó muy útil en la bata-
lla de Sekigahara que tendría lugar en octubre de ese mismo, y en la que con-
siguió una victoria aplastante sobre sus rivales, que le encumbró a la cima del
poder político en Japón.
Desde Manila observaban este trasiego de artillería pesada no con poca pre-
ocupación, dando noticia de ello la carta del gobernador Pedro de Acuña,
fechada en 1602, en la que narra que aun con “los pocos que son [ingleses y
holandeses] se ha valido [Ieyasu] en una guerra que tubo este año passado con
un rey que no le quería obedezer y llevó algún artillería industriado de ellos y
suçedióle bien la jornada”35.
En Filipinas tampoco perdían la oportunidad de sacar partido de este comer-
cio. Así, el gobernador Pedro de Acuña escribía al virrey de Nueva España, el mar-
qués de Montesclaros, que en 1605 había encargado comprar en Japón 1.200
balas para las cuatro piezas de artillería con que contaba en Manila, supliendo de
alguna manera la falta de hierro que había en las islas a consecuencia de la prohi-
bición de la venta de este metal en China, de donde se importaba36. Unos años
más tarde, en 1632, el gobernador Niño de Távora informaba que de Japón tam-
bién se importaba cobre37, causa por la que se prohibió este comercio en el año
1641 por orden del emperador de Japón, quien albergaba la sospecha de que este
tráfico favorecía a los daimios cristianos38.
El ejército japonés se acostumbró en pocas décadas al empleo de las nuevas
tecnologías. Los hombres de Tokugawa llegaron a ser muy diestros en el uso de
las armas de fuego, tal como escribe el padre Valentím Carvalho en una carta
del año 1612: “o senhor da Tenca he oje em dia tam poderoso que pode ajun-
tar fáçilmente quinhentos mil homens de peleja: todos muito bons soldados e
mosqueteiros que nam erram baluo”39.

34. TURNBULL, Stephen, Osaka 1615: The last battle of the samurai, Osprey, New York,
2006.
35. A.G.I., Fil., Leg. 19, R.3,N.47. Carta de Acuña sobre su viaje y gobierno, 11-VII-1602
(Manila).
36. A.G.I., Fil., Leg. 29, Nº 83, ff 523 r 530v, Carta de Acuña al virrey sobre varios asuntos,
1-VII-1605 (Manila).
37. A.G.I., Fil., Leg. 8, R. 1, N. 16. Carta de Niño de Távora sobre expulsión de holande-
ses. 8-VII-1632 (Manila).
38. A.R.S.I., Jap. Sin. 22, f. 314 y ss, Averiguación de las causas que provocaron la pros-
cripción del cristianismo en Japón. 1641 (Macao).
39. A.R.S.I., Jap. Sin 15, II, f. 178. Carta de Carvalho a Aquaviva, 26-X-1612 (Nagasaki).

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LA INTRODUCCIÓN DE LAS ARMAS DE FUEGO EN JAPÓN

El licenciado Juan de Cevicos pone el acento en la habilidad de los japone-


ses, avisando que eran “gente de armas, en cuya bondad y aseo ponen particu-
lar cuidado”, muy hábiles en el uso de los “arcabuces, cuya puntería son tan
diestros que matan la caça”. Pero también da noticias de sus fortificaciones:
“Tienen algunas fortaleças con fosos y prevençiones que para no aver como ay
en este rreyno artillería con que sitiarlas, parecen ynespunables”40.
Para principios del siglo XVII el empleo de la arcabucería ya se había exten-
dido por prácticamente todos los ejércitos de los daimios, pero Tokugawa Ieya-
su tenía una ventaja sobre sus rivales: la artillería pesada, introducida en
Extremo Oriente por ingleses y holandeses. Para la campaña de Osaka, que
supondría la derrota definitiva del clan Toyotomi y el afianzamiento definitivo
de su apellido en la línea sucesoria sogunal, Ieyasu adquirió en diciembre de
1614 cuatro culebrinas inglesas, un saker (parecido a la culebrina, pero de
menor tamaño) y 10 barriles de pólvora, según un informe enviado por Richard
Cocks a la British East India Company41. Ieyasu también había comprado a los
holandeses 5 ishibiya (cañones de mano), aunque se estimaba que podía con-
tar hasta con 12 de ellos, si se tiene en cuenta lo que requisó del Liefde. Estos
cañones que vinieron a completar la artillería fabricada en Sakai por manos
japonesas, como el cañón Shibatsuji, el cañón japonés más antiguo que se con-
serva. Fue fabricado por Shibatsuji Ryuemon Sukenobu en 1614, con un calibre
de 9 cm y una longitud de 313 cm. Empleado en el asedio de Osaka, hoy se
conserva en el Museo Yushukan del Santuario Yasukuni de Tokyo.
Un tipo de cañón, ligeramente más corto, llamado furanki, era la base de la
artillería de Hideyori. De factura portuguesa, o fabricados en Goa o Nagasaki
bajo supervisión lusa. Quedó demostrada su inefectividad para la defensa del
castillo frente a las fuerzas Tokugawa42. Los cañones de Ieyasu quedaban bien
lejos del rango de disparo de los furanki más poderosos. El 15 de enero de
1615, los cañones de Ieyasu bombardearon masivamente el castillo de Osaka,
en un terrible espectáculo nunca visto antes en Japón.
Eso sí, fue un espectáculo que sirvió de poco para el resultado final del ase-
dio. Los castillos japoneses estaban diseñados de tal modo que podían resistir
cualquier tipo de ataque con armamento de aquella época, con una base cons-
tituida por piedras de varias toneladas de pesa. Unos muros capaces de sopor-
tar el impacto de una bomba nuclear (tal como pasó con el castillo de Nagasaki
en 1945, que sólo sucumbió porque sus pilares resultaron dañados) no fueron
suficiente para escapar del poder destructor de los cañones. La parte superior

40. A.G.I., Fil., Leg. 4, N. 6., Carta de Juan Cevicos, capitán y maestre de la nao San Francis-
co que se perdió el año 1609 en Japón, haciendo una descripción de Japón y exponiendo la nece-
sidad de hacer elección entre Filipinas y Macao para el trato con Japón, 20-VI-1610 (Manila).
41. TURNBULL, Stephen, Osaka…, p. 49.
42. TURNBULL, Stephen, Osaka…, p. 57.

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AINHOA REYES MANZANO

de los castillos japoneses, donde estaban las dependencias personales, consis-


tían en una estructura de madera. Una bala de cañón destrozó la estancia don-
de se encontraba Yodogimi, madre de Hideyori, quien, aterrorizada, rogó a su
hijo que iniciara las negociaciones de paz con Ieyasu. Así concluyó la campa-
ña de invierno del asedio de Osaka.

Cañón Shibatsuji, fabricado en 1614. Conservado en el Museo Yushukan


del Santuario Yasukuni de Tokyo.

La última campaña bélica japonesa en la que tuvo importancia el empleo de


la artillería fue durante la represión a la rebelión de Shimabara en 1641. Ésta se
inició cuando un joven destrozó la cabeza de su amo con una azada, harto ya
(tanto él como los otros campesinos de la región) de las constantes subidas de
impuestos, la imposición de nuevas corveas y un incremento en los precios
de los alimentos. Por desgracia para el futuro del cristianismo, se dio la cir-
cunstancia de que la inmensa mayoría de los rebelados eran cristianos, por lo
que las autoridades japonesas sospecharon que españoles y portugueses podían
estar implicados. En la averiguación de las causas que llevaron a la proscripción
del cristianismo en Japón en 1641, como consecuencia de la rebelión de Shi-
mabara, se lee lo siguiente:

“O alevantamento dos christãos japões de Arima foi exemplo manifes-


to de tudo o que os olandezes tinhão dito e foi cauza total da quebra do
contrato de Japão, porque posto que os ditos japões christãos não se levan-
tarão por serem christãos senão pollos novos tributtos e vexaçois com que
os oprimião, com tuo appelidarão nome de christãos poserão nas bandei-
ras as imagens sagradas, davãos os asaltos invocando os santíssimos nomes
de Jesus, Maria, tomarão huma fortalesa honde se defenderão muito tem-

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LA INTRODUCCIÓN DE LAS ARMAS DE FUEGO EN JAPÓN

po do exérçito do emperador, morrendo de parte e parte mais de oitenta


mil homes, athe de todo acabarem os trinta e tantos mil christãos que se
levantarão com que ficou o emperador tam asanhado e a ley christam tão
odiada que mandou por seus governadores promulgar a sentença da que-
bra do contrato com Macao”43.

Es más, un testigo morador en Macao declaraba que en la ciudad era muy


notorio el rumor (alentado por los holandeses) de que los españoles llevaban a
Japón “pessas de artelharia pera fazer guerra aos mesmos japões”44. Sin embar-
go, los únicos cañones europeos que se sabe a ciencia cierta que fueron emplea-
dos en Shimabara, fueron los disparados desde las embarcaciones holandesas
que el sogún contrató para reprimir la rebelión.

5. Consecuencias de la introducción de armas de fuego en el Japón feudal


La introducción de las armas de fuego en Japón (entre las que cabe destacar
el arcabuz o teppô) revolucionó el panorama nipón tanto en el plano militar,
como en el político y social: favoreció la escalada de poder de daimios como
Oda Nobunaga, transformó la táctica militar, pero tras el edicto del Sakoku
(1641), no se introdujo ninguna innovación en la industria armamentística.
Hasta el siglo XV, la guerra se había desarrollado de una manera tradicional
en Japón con un notable peso de la caballería, que continuó especializándose
en el arte de la guerra, y durante la era Sengoku consistía ya en una formación
de samuráis perfectamente equipados, que dirigían a un gran número de solda-
dos de a pie (que no solían ser otra cosa que campesinos sujetos a duras cor-
veas). Las armaduras pesadas, las espadas, los arcos y la caballería, poco a poco
perdieron su importancia en la batalla a favor de armaduras ligeras, picas, ala-
bardas y arcabuces a partir de los años 60 del siglo XVI45. Para combatir a la
infantería armada con mosquetes y arcabuces, las tropas de a pie cambiaron el
arco por la lanza larga, y los arqueros a caballo se transformaron en piqueros a
caballo. Evitando las cargas a campo abierto, se buscaba contrarrestar las armas
de fuego con ataques cuerpo a cuerpo.
Los daimios necesitaron incrementar de alguna manera el número de soldados
de infantería, que armados con sus arcabuces comenzaban a resultar fundamen-
tales en las batallas. Había dos vías para ello: el uso de levas masivas entre los
campesinos de sus tierras y la contratación de hombres sin tierras que precisaban
algún tipo de remuneración. Esto fue así hasta que a finales del siglo XVI Toyoto-
mi Hideyoshi comenzara la división de la sociedad en clases estancas, registran-

43. A.R.S.I., Jap. Sin. 22, f. 314 y ss. Averiguación de las causas…
44. A.R.S.I., Jap. Sin. 22, f. 314 y ss. Averiguación de las causas…
45. TOTMAN, Conrad, A History of Japan, Blackwell, Oxford, 2000, p. 202.

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AINHOA REYES MANZANO

do a la población en censos que distinguían a una clase guerrera (samurái) de una


clase campesina. Una clase samurái que ya había sufrido las consecuencias del
uso en masa de los arcabuces, convirtiéndose en algo así como una metáfora del
conflicto entre lo viejo y lo nuevo en el campo de batalla. Desde que llegaran los
arcabuces se estaba sucediendo la evolución de una guerra protagonizada por
una elite de héroes militares, maestros de las armas tradicionales, a una guerra
masificada, protagonizada por la infantería, de un modo similar a lo ocurrido en
Europa en el tránsito del mundo medieval a la era moderna. Cientos de balas eran
más efectivos que una sola catana, por mucho que la blandiera un maestro de la
espada. Y con todo su dolor, los samuráis más nostálgicos tuvieron que admitir
que la catana, el alma del samurái, debía ceder su protagonismo al arcabuz, que
no era más que un instrumento fácilmente manejado por la chusma.

Hombre con mosquete, de Utagawa Kuniyoshi (1797-1861), posible data: 1847.


Fuente: http://theloyal47ronin.blogspot.com/2009/08/utagawa-kuniyoshi-1797-1861-man-
with.html. Consultado el 25/05/2011.

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LA INTRODUCCIÓN DE LAS ARMAS DE FUEGO EN JAPÓN

Mientras que arcabuces y mosquetes resultaron decisivos en numerosas


batallas, la artillería pesada no tuvo tanto protagonismo. Pocas veces fue emplea-
da en batallas campales y las fortalezas niponas estaban diseñadas de tal mane-
ra que poco podía hacer un cañón coetáneo contra sus muros de piedra. Su uso
estaba más bien enfocado a crear un efecto psicológico, que en cualquier caso
era mucho más importante que los daños materiales que pudieran ocasionar:
el ruido que provocaban y su poder destructor causaban pánico en el ejército
rival.
Algunos historiadores, como Charles Ralph Boxer, se sorprenden de que los
japoneses no adoptaran de forma masiva las técnicas europeas, teniendo en
cuenta la avidez con que habían asumido las técnicas militares occidentales
durante los años que iban desde la Revolución Meiji hasta la Segunda Guerra
Mundial (1868-1941)46. El autor hace notar que la artillería no volvió a ser
empleada después de la batalla de Shimabara, olvidando, al perecer, que a par-
tir de entonces se abriría un periodo conocido como la “paz Tokugawa”, un lap-
so de doscientos años durante el cual un arcabuz serviría para poco más que de
adorno en un toko-no-ma de algún señor feudal japonés.

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