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INDICE

1.- Introducción 3

2.- Estructura de la Partícula Viral 4

3.- Estructura Genómica 5

4.- Replicación Viral 7

5.- Vías de Transmisión 9

6.- Epidemiología 9

7.- Entidades Clínicas Asociadas a la Infección por HTLV-1 11

8.- Diagnóstico de la Infección por HTLV-1 12

9.- Carga Proviral 13

9.1.- Carga Proviral de HTLV-1 y Transmisión Materno-Fetal 15

9.2.- Carga Proviral de HTLV-1 y Transmisión Sexual 16

9.3.-Carga Proviral de HTLV-1 en la HAM/TSP 17

9.4.- Carga Proviral de HTLV-1 en la ATL 23

9.4.1.-Efecto de la co-infección HTLV-1 / S.stercoralis sobre la Carga Proviral 25


9.5.- Carga Proviral en la Uveítis
26

9.6.- Carga Proviral en Artritis Reumatoide y Enfermedad del Tejido Conectivo 27

9.7.- Carga Proviral en Dermatitis Infecciosa 28

10.- Conclusión 29

11.- Bibliografía 30
1.- INTRODUCCION

Los Virus Linfotrópicos de Células T Humanas (HTLV, por sus siglas en inglés), son retrovirus
pertenecientes a la familia Retroviridae. Esta familia se encuentra dividida en tres subfamilias en
base a su patogenicidad:
- Oncovirinae (virus oncogénicos): HTLV-1 y 2,
- Lentivirinae (virus que producen una variedad de enfermedades caracterizadas por
inmunodeficiencias y lesiones neurológicas) y
- Spumavirinae (aún no están bien caracterizados, infectan principalmente líneas celulares
humanas y bovinas induciendo vacuolización celular).
La actual taxonomía de los retrovirus está basada en su organización genómica y en sus relaciones
evolutivas (filogenia). Su estructura genómica puede ser simple o compleja: los retrovirus simples
usualmente portan solo información elemental codificada por los genes estructurales, enzimáticos
y de envoltura viral, mientras que los retrovirus complejos también codifican para proteínas
reguladoras adicionales. En la figura 1 se muestra la clasificación de los retrovirus por género, basada
en sus relaciones evolutivas. Así, los retrovirus humanos HTLV-1, HTLV-2, HTLV-3 y HTLV-4
pertenecen al género Deltaretrovirus junto con los retrovirus simianos STLV-1, STLV-2 y STLV-3.
Ambos virus Linfotrópicos T, simianos y humanos, son comúnmente referidos como virus
Linfotrópicos T de Primates (PTLV). Junto con el virus de la leucemia bovina (BLV), forman el
género oncogénico de los retrovirus.
El descubrimiento del
primer retrovirus humano
ocurrió de forma
independiente en Japón y
en Estados Unidos. En
1980, Poiesz et al.
identificaron un virus al
que denominaron HTLV,
en una línea celular
linfoblástica obtenida a
partir de un paciente con
linfoma cutáneo de células
T (Poiesz et al., 1980)
Independientemente, en
1982, Yoshida et al.,
identificaron el virus de la
leucemia a células T del
Figura 1: Clasificación taxonómica de los retrovirus basada en su
adulto (ATLV) (Yoshida et
relación evolutiva.
al., 1982). Estudios en
colaboración llevados a cabo posteriormente demostraron que HTLV y ATLV eran idénticos a nivel
de secuencias, y lo denominaron HTLV-1 (Gallo, 2005).
Luego del descubrimiento del HTLV-1, un segundo retrovirus humano, al que se denominó HTLV-2,
fue identificado. Este virus fue aislado a partir de un caso de leucemia a células T vellosas (Kanki et
al., 1986). De alta prevalencia en África central y occidental; en poblaciones de amerindios y en
usuarios de drogas endovenosas, el HTLV-2 tiene una estructura genómica similar y un 70% de
homología en su secuencia de nucleótidos en relación al HTLV-1 (Manns et al., 1991).
En 2005, otros dos virus relacionados, HTLV-3 y HTLV-4, se aislaron en personas expuestas a primates
no humanos en el sur de Camerún (Wolfe el al., 2005). Si bien para el HTLV-3 se puede asumir un
origen simiano reciente (debido a que existe su contraparte simiana: el STLV-3), el
origen del HTLV-4 es aún desconocido (Mahieux et al., 2009).

2.- ESTRUCTURA de la PARTICULA VIRAL

El virión es una partícula esférica de aproximadamente 100nm de diámetro. Está formado por una
nucleocápside icosaédrica recubierta por una envoltura lipo-proteica, que ha incorporado lípidos y
proteínas de origen celular,
y que el virus adquiere
durante el proceso de
brotación. El componente
proteico de origen viral,
está representado por un
complejo de dos proteínas
que son el producto del
gen env, las glicoproteínas
gp46 externa y la gp21 de
transmembrana (Figura 2).
La primera es la que se
adsorbe al receptor celular
y tiene capacidad de
inducir la síntesis de
anticuerpos neutralizantes en el huésped infectado. La segunda, mantiene al complejo gp21-gp46
en la superficie del virión, y participaría en el proceso de fusión virus-célula. Por dentro de la
envoltura lipídica se encuentra la cápside externa constituida por la proteína p19. Dicha proteína
está miristilada en su extremo N-terminal, lo que permite su anclaje a nivel de la membrana
plasmática. Esta cápside contiene al core o núcleo interno viral, que se encuentra formado por una
segunda cápside proteica, constituida por la proteína p24. Ambas proteínas, la p19 y la p24, son
productos del gen gag. El core encierra el genoma a ARN junto con varias enzimas codificadas por
el gen pol, fundamentales para completar el ciclo viral. Entre ellas están la transcriptasa reversa (p95)
con su actividad ADN polimerasa-ARN dependiente y ribonucleasa H, cuya función es generar
un ADN complementario (ADNc) y desintegrar la cadena de ARN; la integrasa, cuya función es
permitir la unión covalente del virus al ADN celular; y la proteasa (p14) con función proteolítica,
necesaria para clivar las poli-proteínas producto de los genes virales. El genoma viral
3.- ESTRUCTURA GENOMICA

El genoma de los HTLVs tiene alrededor de 10kb de longitud y está formado por dos moléculas de
ARN modificadas de forma reminiscente a los ARN mensajeros celulares, incluyendo un grupo
“capping” en el extremo 5` y poli-adenilación en el extremo 3`. Como en todos los retrovirus, el
genoma de los PTLVs (Virus Linfotrópicos a Células T de Primates) presenta 3 genes estructurales
que codifican las proteínas virales de envoltura (env), cápside (gag) y enzimas virales (pol); genes
reguladores de la replicación viral y secuencias LTR en cada extremo (Figura 3).

El orden de los genes codificantes de las proteínas estructurales es invariable: 5’gag-pol-env 3’. A
diferencia de otros retrovirus más simples, los PTLVs poseen una región en su extremo 3’
denominada pX, con varios marcos de lectura abiertos (ORFs), conteniendo genes que codifican
proteínas no estructurales, importantes para la regulación de la transcripción y replicación viral: Tax;
Rex; p12; p13; p30 y HBZ recientemente descripta (Tabla 1) (Verdonck et al., 2007). El gen gag
codifica una poli-proteína precursora de 55kd (p55), la cual es clivada por la proteasa viral para dar
origen a la proteína de matriz (p19), a la proteína de cápside (p24) y a la nucleoproteína (p15). El gen
pro, se encuentra superpuesto a los genes gag y pol. Corresponde a un ORF de 703 nucleótidos
que codifica para la proteasa (14kd), que se genera por autoclivado. El gen pol codifica para la
enzima transcriptasa reversa en el extremo amino-terminal y para la integrasa en el extremo
carboxilo-terminal, ambas implicadas en la síntesis e integración del virus en el genoma del
huésped en forma de provirus (Rho et al., 1981). La transcriptasa reversa de los HTLV no posee
actividad correctora (“proofreading”), existiendo la posibilidad de introducir errores en cada ciclo
replicativo y, con ello, generar variabilidad genómica. El gen env codifica para la proteína
dos glicoproteínas, una de superficie (gp46) y una de transmembrana (gp21).
Los genes reguladores, codifican para proteínas de regulación de la transcripción del ARN. Esta
región (pX), posee cuatro ORFs: el ORF-I codifica para la proteína p12I probablemente implicada
en la transformación celular y que se uniría a las cadenas β y γ del receptor de la IL- 2 interfiriendo
en su transporte hacia la superficie celular; el ORF-II lo hace para las proteínas p13II y p30II; el
ORF-III para p27rex (o Rex) y p21rex (molécula truncada de Rex) y el ORF-IV para p40tax (o Tax).

Tabla 1: P
roteínas reguladoras del HTLV-1

Proteína Tamaño Localización Función

Requerida para replicación viral e infectividad primaria


de linfocitos in vivo.
Golgi y Ret.
p12I 12kDa Unión a cadenas β y γ del receptor de IL-2, a la
Endoplásmico
subunidad de 16kDa de la ATPasa y a la cadena pesada
de CMH I.

Requerida para mantener la alta la carga viral in vivo.


p13II 13kDa Mitocondria
Interfiere con la función mitocondrial y apoptosis.

Requerida para mantener la alta la carga viral in vivo.


p30II 30kDa Núcleo Inhibe la producción de Tax/Rex
Modula la transcripción de genes celulares.

Regulador post- transcripcional de la expresión de


Rex, p27III 27kDa Núcleo
genes virales.

Rex, p21III 21kDa Citoplasma Desconocido.

Tax, p40IV 40kDa Núcleo Regulador transcripcional y post-transcripcional.

HBZ (HTLV- Regula negativamente la transcripción viral.


1 bZIP 40kDa Núcleo Importante en replicación, persistencia y oncogénesis.
factor) Inhibe la transcripción de genes celulares.

El gen tax codifica para una fosfoproteína de 40kd en el HTLV-1 (p40Tax) y de 37kd en el HTLV-2
(p37Tax), que permite la iniciación de la transcripción viral actuando sobre el promotor viral TRE
(Tax Responsive Element) y sobre promotores de algunos genes celulares (Buckle et al., 1996). No
actúa directamente sobre el ADN viral o celular sino a través de intermediarios, tales como
factores celulares de transcripción, entre ellos el NF-kB que actúa a nivel de promotores inducibles
de citoquinas (Suzuki et al., 1996). Tax es también transactivadora de promotores de genes celulares
que codifican para proteínas implicadas en la activación, división y proliferación de células
huéspedes, tales como la interleuquina 2 (IL-2), la cadena α del receptor de la IL-2 (IL2-R), el factor
estimulante de colonias de granulocitos y macrófagos (GM-CSF), el proto-oncogen c-fos y
de los primeros factores virales de la leucogénesis. El gen rex se encuentra en el ORF III de la
región pX y codifica para una proteína de 27kDa (p27Rex), que actúa de manera post-
transcripcional, regulando la expresión de genes virales. Disminuye tanto su propia expresión
como la de la proteína Tax al actuar directamente sobre la secuencia RRE (Rex Responsive
Element) situada en el extremo 3´ del LTR. La p27Rex induce el pasaje de ARNs no clivados hacia el
citoplasma, favoreciendo así la síntesis de proteínas virales estructurales (Grone et al., 1996). El
extremo carboxilo-terminal de rex codifica a una proteína de 21 kDa (p21Rex) aunque hasta el
momento no se ha llegado a atribuirle función alguna. Los LTRs se encuentran en cada extremo del
genoma, y son regiones no codificables que se dividen en U3, R y U5, siendo característicamente
largas en el HTLV-1 (777pb para la cepa de referencia ATK-1) en comparación con otros retrovirus.
Estos LTRs representan un elemento regulador esencial de la replicación viral ya que permiten la
integración al genoma celular y contienen sitios de fijación para la ARN polimerasa. En cuanto a la
región U3, posee la señal de poliadenilación, la caja TATA y tres repeticiones de una secuencia de
21pb llamadas TRE que corresponden a sitios de fijación para numerosos factores de transcripción
de origen celular y de proteínas virales, implicadas además en el control del nivel de transcripción
del ARN viral mediado por Tax. A su vez, la región R contiene el sitio de iniciación de la transcripción,
el sitio de poliadenilación y la mayor parte de la secuencia implicada en la formación
de la estructura RRE (Felber et al., 1985).

4.- REPLICACION VIRAL


La primera etapa del ciclo de
multiplicación viral, la adsorción,
ocurre a través de receptores de
superficie celular que reconocen
a las glicoproteínas de la
envoltura viral, principalmente la
gp46. El virus infecta
preferentemente células T CD4+,
pero las células T CD8+ también
son un importante reservorio
para el virus (Nagai et al., 2001).
En el año 2003 se propuso al
transportador 1 de la glucosa
(GLUT-1) como receptor del
HTLV-1/2. Estudios más recientes
sugieren que el ingreso del HTLV-
1 a la célula está mediado por la
formación de un complejo
Figura 4: Ciclo de replicación del HTLV-1 ternario sobre la superficie
sulfato (HSPGs) y neuropilina-1 (NRP-1) (Lambert et al., 2009). Luego del reconocimiento de las
glicoproteínas de envoltura, la envoltura viral se fusiona con la membrana plasmática, lo que
posibilita el ingreso de la nucleocápside al citoplasma. Ya en el citoplasma, por decapsidación, se
libera el ARN viral. Este ARN genómico es copiado en una cadena simple de ADN por acción de la
transcriptasa reversa viral. El ARN es degradado por la ARNasa H, y a partir del ADN
monocatenario se forma ADN doble cadena, el que es transportado al núcleo donde se integra al
genoma celular por acción de la integrasa viral. Una vez que ha infectado a la célula, el HTLV
puede permanecer silente, integrado en forma de provirus, o comenzar a replicarse.
La transcripción del provirus genera tres moléculas diferentes de ARNm:
La de mayor tamaño, también llamado ARN genómico, puede ser utilizado para ser
incorporado dentro de las nuevas partículas virales o bien ser traducido para producir un
precursor de los genes gag y pol que, luego de ser procesado, produce las proteínas: p19;
p24 y p15. Además, a partir de ese mismo ARNm es traducida la proteasa y la transcriptasa
reversa.
El segundo ARNm codifica para un precursor de 61-69Kd, dependiendo el grado de
glicosilación. Este precursor es procesado en dos productos finales: la gp46 y la gp 21.
Un tercer ARNm codifica las proteínas de la región pX: p40Tax, p27Rex y p21Rex.
El ensamblaje de las proteínas y los ARNs genómicos tiene lugar en la proximidad de la membrana
plasmática, donde previamente se han insertado las proteínas de envoltura ya glicosiladas. Esto
posibilita que durante la brotación la progenie viral adquiera su envoltura con lípidos y proteínas
pertenecientes a la célula huésped (Figura 4).
Después de la retrotranscipción y de su integración al genoma celular como provirus, los HTLVs se
propagan a través de la expansión clonal de la célula huésped infectada durante la división celular.
(Cavrois et al., 1998; Etoh et al., 1997; Wattel et al., 1996). Al estar predominantemente asociados
a la célula que infectan como provirus, se transmiten de dicha
forma (Bangham, 2003). A diferencia de lo que ocurre en la
infección por HIV-1, la infección por HTLV se caracteriza por ser
poco productiva; hay baja frecuencia de ciclos replicativos
durante la infección persistente y la carga viral en plasma es,
por lo tanto, muy baja o indetectable. Se presume que durante
la fase inicial, la infección de nuevas células se produce por un
estrecho contacto célula-célula estableciendo una “sinapsis
viral” (Majorovits et al., 2008) que resulta en una infección
policlonal de células T CD4+ y CD8+ (Figura 5). Durante este
proceso, la polarización del centro de organización de
microtúbulos de la célula permite un estrecho contacto célula-
célula y la formación de la sinapsis virológica a través de la cual
se produce la entrada de partículas virales; proteínas y ácidos
nucleicos virales que infectarán nuevas células susceptibles Figura 5: Sinapsis viral
(Igakura et al., 2003). En etapas posteriores de la infección,
multiplica mediante expansión clonal, dependiente de mitosis, de las células infectadas que
hospedan al virus (Tanaka et al., 2005).
El uso limitado de la transcriptasa inversa viral explica la notable estabilidad genética del HTLV-1.
Esta es la razón por la cual la administración de inhibidores de la enzima in vivo no influye en los
niveles de carga proviral (Miyazato et al., 2006; Taylor et al., 2006). Por consiguiente, la
variabilidad de secuencia del provirus de HTLV-1 es muy baja (Gessain et al., 1992a; Van Dooren et
al., 2004)

5.- VIAS de TRANSMISION

El HTLV se transmite de madre a hijo (en especial a través de la lactancia), por contacto sexual, por
vía parenteral (con mayor eficiencia si se transfunden componentes celulares) y por trasplante de
órganos (Weber et al., 1992). Debido a que el virus se disemina en el organismo por expansión clonal
de las células infectadas y “sinapsis viral”, raramente se encuentra virus libre en plasma. La infección
por HTLV-1 con un inóculo libre de células es muy ineficiente, la forma que presenta mayor
infectividad es la del virus asociado a células (Igakura et al., 2003). Así, la transmisión requiere
contactos frecuentes entre individuos: el riesgo de transmisión se incrementa en relación a la carga
proviral en la leche materna y a periodos más prolongados de amamantamiento (> 6 meses) (Ureta-
Vidal et al., 1999; Wiktor et al., 1997); mientras que el riesgo de transmisión sexual se incrementa
en relación a un mayor número de parejas sexuales (Gotuzzo, 2001); a la presencia de úlceras
genitales y a la elevada carga proviral (Kaplan et al., 1996). La tasa de transmisión sexual es del
60% de hombres a mujeres, pero solo del 0,4% para la transmisión de mujeres a hombres (Kaplan et
al., 1996; Larsen et al., 2000). Existe una dependencia de la seroprevalencia para HTLV-1 en relación
al sexo y a la edad; aumenta con los años y es mayor en las mujeres (Beilke et al., 2006).
Estudios epidemiológicos muestran que sólo el semen, secreciones cervicovaginales, sangre y
leche materna de una persona infectada con HTLV pueden transmitir el virus ya que cumplen con
los dos requisitos básicos:
contienen una gran cantidad de partículas virales.
son fluidos intercambiables entre las personas.
Esta última condición hace que por ejemplo el líquido cefalorraquídeo a pesar de poseer una elevada
concentración de virus no se lo considere epidemiológicamente relevante, ya que sólo podría ser
causa de infección en algún accidente durante una punción lumbar. No se ha demostrado la
transmisión por artrópodos u otros vectores ni tampoco por objetos o utensilios de uso diario, no
relacionados con la sangre. Tampoco se transmite por convivencia o contacto social
con infectados.

6.- EPIDEMIOLOGIA
El HTLV-1 tiene una distribución mundial. Se estima que en el mundo hay entre 15 y 25 millones
de personas infectadas con HTLV-1 y que el riesgo de desarrollar alguna de las patologías
asociadas al virus es del 3-5% (Lepoutre et al., 2009). Un área es considerada endémica para HTLV-
1 si está infectada entre el 2-10% de la población adulta susceptible. Así, existen regiones endémicas
con cifras muy elevadas para esta infección (≈15%) en Japón (Gessain, 2011; Goncalves et al., 2010),
especialmente en las islas del sudoeste, y en algunas áreas de África, así como en Melanesia y en las
islas Seychelles. Se encontraron endemias con cifras intermedias (≈5-14%) en el Caribe y algunas
regiones de África Occidental, y con cifras bajas (<5%) en Australia y algunos países de
Sudamérica como Brasil, Venezuela, Colombia, Perú, Surinam, Guayana Francesa, Chile, Paraguay,
Argentina y Uruguay (Balcazar et al., 2003; Best et al., 2006; Gastaldello et al., 2005; Iniguez et al.,
2006; Pouliquen et et al., 2004; Ramirez et al., 2002; Verdonck et al., 2007).
La prevalencia del HTLV-1 en donantes de sangre de diferentes países del mundo varía según la
región geográfica estudiada. Así, existen áreas endémicas como Japón donde la prevalencia en
donantes de sangre llegó a ser de 13% (Chiyoda
et al., 2001). Por otro lado, en áreas no
endémicas se reportaron prevalencias de HTLV-1
entre 0.006% y 0.03% (Chiavetta et al., 2003;
Tseliou et al., 2003) En cuanto a Sudamérica, la
prevalencia de HTLV-1 en donantes de sangre de
Argentina, Brasil, Colombia y Perú, puede llegar
al 2% dependiendo del área estudiada;
considerándose éstas como áreas de baja
prevalencia.
En Argentina, se demostró que hay al menos dos
regiones diferentes: una región endémica para el
virus en el norte del país, donde la prevalencia en
donantes de sangre es entre 0,6% y 1% (Jujuy
1%, Salta 0.7%, Formosa 0.6%) y otra región no
endémica en el centro y sur del país, donde la
prevalencia en donantes de sangre varía entre
0,01% y 0,2% (Biglione et al., 2005; Gastaldello et
al., 2008, 2004; Malan et al., 2010;) (Figura 6).
Además, focos locales de Leucemia a células T
del Adulto y de Paraparesia Espástica Tropical
han sido detectados en el noroeste de Argentina
(región del norte de Argentina, provincia de
Jujuy) y constituyen actualmente un foco de alta
endemicidad para los retrovirus HTLV-1/2 en
Sudamérica (Gastaldello et al., 2004).
de individuos infectados con HTLV-1 ha aumentado significativamente, constituyendo un nuevo
problema sanitario regional. En contraste, en las regiones del centro y sur del país tanto las
prevalencias de infección como la frecuencia de aparición de enfermedades asociadas al HTLV-1
son relativamente bajas. Además, se conoce que el virus circula en grupos expuestos a la infección
por vía parenteral (usuarios de drogas endovenosas) y/o sexual y en aborígenes.

7.- ENTIDADES CLINICAS ASOCIADAS a la INFECCION por HTLV-1

El HTLV-1 se caracteriza por producir una infección de tipo persistente lenta, de este modo el tiempo
transcurrido entre la adquisición de la infección y el inicio de la patología es prolongado. Más del
90% de los individuos infectados permanece asintomático, sólo el 5-10% de los infectados
desarrollan algún tipo de enfermedad dependiendo de factores virales, genéticos, ambientales,
demográficos u otros (Barmak et al., 2003; Yamaguchi, 1994a).
El HTLV-1 ha sido identificado como el agente etiológico de la leucemia/linfoma a células T del adulto
(ATL) y de la paraparesia espástica tropical o mielopatía asociada al HTLV-1 (TSP/HAM) (Gessain et
al., 1992b; Yoshida et al., 1982). Hasta el momento no se ha demostrado la existencia de una cepa
viral neuropatogénica o leucemogénica ni se ha podido relacionar la variabilidad genética de los
aislamientos virales con el desarrollo de alguna de las enfermedades asociadas (Bangham et al.,
2000). Se estima que éstas patologías serían el producto de una conjunción de la carga proviral del
inóculo, factores genéticos del huésped como el haplotipo del antígeno leucocitario humano (en
inglés, HLA) y la variabilidad genética del virus (Furukawa et al., 2000). Por otro lado, se ha
propuesto que la vía de infección primaria determinaría el curso de la patogénesis subsecuente.
Específicamente, la exposición a través de las mucosas con el HTLV-1 ha sido asociada al desarrollo
de ATL mientras que la infección a través de transfusiones ha sido correlacionada con el desarrollo
de HAM/TSP (Barmak et al., 2003).
Además, este virus está asociado al desarrollo de otras entidades clínicas como síndromes
inflamatorios o complicaciones infecciosas. Así, las patologías asociadas a la infección fueron
agrupadas en las siguientes categorías (Verdonck et al., 2007):
a) Síndromes Inflamatorios:
TSP/HAM •
Uveítis •
Artropatía inflamatoria crónica •
Síndrome de Sjögren’s •
Polimiositis •
Tiroiditis
Pneumopatías •
Alveolitis
b) Enfermedades Malignas:
ATL •
Linfoma cutáneo a células T •
c) Complicaciones Infecciosas:
Strongyloides stercoralis
Sarna
Dermatitis infecciosa •
Tuberculosis
Lepra
• Entidades clínicas con asociación causal establecida.
• Entidades clínicas con asociación causal no establecida.
• Entidades clínicas con posible asociación causal.
La mayoría de los pacientes infectados por HTLV-1 son portadores asintomáticos. Incluso en
ausencia de síntomas, estos individuos son capaces de transmitir el virus a otros individuos
susceptibles. El riesgo de padecer HAM/TSP oscila entre 0,3-4%, ATL entre 1-5% y enfermedades
asociadas al HTLV en general, incluyendo ATL; HAM/TSP; uveítis; artropatías; etc., cercano al 10%
(Verdonck et al., 2007). La posibilidad de que el virus HTLV-1 cause enfermedades articulares,
como artralgia y poliartritis, fue descripta tanto en pacientes con ATL como en pacientes con
HAM/TSP. Fue descripta la asociación de un síndrome poliartrítico en un paciente infectado con
HTLV-1 en ausencia de ATL o HAM/TSP, y se propuso el término Artritis asociada al HTLV-1 (HAA)
(Nishioka et al., 1989).

8.- DIAGNOSTICO de la INFECCION por HTLV-1

El diagnóstico de la infección por HTLV se realiza mediante la detección de anticuerpos específicos


contra el virus y/o mediante la detección del genoma viral. El screening serológico para detectar la
presencia de anticuerpos anti-HTLV puede realizarse mediante inmunoensayo enzimático (EIA) o
mediante una prueba de aglutinación de partículas. Los EIA de primera generación contenían lisados
del virus y frecuentemente daban resultados falsos positivos (Wiktor et al., 1991). Los EIA de
segunda generación que utilizan proteínas recombinantes y/o péptidos sintéticos de HTLV-1 tienen
una mejor sensibilidad y especificidad. Las pruebas confirmatorias presentan una excelente
especificidad por lo que son las recomendadas para confirmar la infección y discriminar entre los
diferentes tipos de HTLV (Thorstensson et al., 2002).
Hay varias pruebas confirmatorias, incluyendo test caseros de inmunofluorescencia indirecta y kits
de western blot comerciales. Un problema que se presenta con estas pruebas es la ocurrencia de
resultados indeterminados, cuando las muestras presentan reactividad hacia uno o más de los
antígenos incorporados en la prueba, pero no se presenta el perfil de bandas suficientes para ser
considerada como positiva (Mahieux et al., 2000). Otro inconveniente con las pruebas confirmatorias
es que no siempre pueden distinguir entre HTLV-1 y HTLV-2 (Larsen et al., 2000).
En estos casos de perfiles indeterminados por western blot, en los que no es posible determinar el
“status” serológico de la infección, la reacción en cadena de la polimerasa (PCR) puede
proporcionar el diagnóstico definitivo (Mangano et al., 2004). Es útil también para el diagnóstico
de transmisión temprana de madre-hijo en niños menores de dos años, dado que las pruebas
serológicas pueden no ser indicativas de infección, debido a la transferencia pasiva de anticuerpos
“período de ventana inmunológica” entre la exposición y la seroconversión.
Se han desarrollado varias PCR genéricas y/o tipo específicas para HTLV, dirigidas principalmente a
la amplificación de la región más conservada del genoma viral, el gen tax (Vandamme et al., 1997).
Como se explicó anteriormente, el virus HTLV se integra en el genoma de la célula como provirus.
Debido a que la infección por HTLV-1 es muy silente, con baja producción de partículas virales, el
método más apropiado para el diagnóstico molecular de la infección es la detección mediante
amplificación de un fragmento del ADN viral de HTLV-1 por PCR convencional (Liu et al., 1999) o
PCR en tiempo real. La PCR en tiempo real tiene la ventaja de que el ADN viral puede ser
cuantificado. La carga viral de HTLV-1 se mide como carga proviral, y es definida como la
proporción de células infectadas que portan el provirus. Se expresa como el número de copias de
ADN proviral de HTLV-1 por número de PBMCs (Dehee et al., 2002; Lee et al., 2004).
Aunque no existe una indicación formal para las pruebas cuantitativas, los estudios iniciales sugieren
que la carga proviral elevada puede estar relacionada con la progresión de la enfermedad y que su
medición puede utilizarse como marcador pronóstico de la enfermedad en pacientes
infectados (Matsuzaki et al, 2001; Kamihira et al., 2003; Olindo et al., 2005; Yamano et al., 2002).

9.- CARGA PROVIRAL

Los niveles de ADN proviral representan una medida del número de genomas virales integrados en
las células huésped y es un marcador indirecto de la replicación del virus HTLV-1 (Yoshida et al.,
1989). En comparación a otras infecciones por retrovirus, en la infección por HTLV-1 la carga proviral
es inusualmente alta: un portador asintomático típico lleva el provirus de HTLV-1 en
aproximadamente 0,1-1% de sus PBMCs. Sin embargo, la carga proviral es, en promedio, mayor en
las enfermedades inflamatorias crónicas como la HAM/TSP, en la que puede llegar hasta 30% de
las PBMCs. Aunque el virus HTLV-1 parece ser genéticamente estable, la carga proviral varía más
de 1.000 veces entre los portadores asintomáticos aunque se mantiene relativamente estable
durante el período de latencia (Etoh et al., 1999). En un estudio de casos y controles, se encontró
que la prevalencia de HAM/TSP aumenta fuertemente una vez que la carga proviral supera el 1%
de PBMCs. (Bangham, 2000).
Estas observaciones sugieren que la elevada carga proviral juega un papel importante en la
etiología de las enfermedades inflamatorias asociadas al HTLV-1. Los principales factores que
afectarían la carga proviral serían el nivel de replicación viral y la respuesta inmune del huésped.
Sin embargo, todavía no está claro cuál de estos dos factores juega un papel más importante. Las
dos principales cuestiones que se plantean son:
¿Qué determina el valor de carga proviral umbral o crítica en cada individuo? En
particular, ¿la respuesta inmune juega un papel importante?
¿Cómo una elevada carga proviral causa HAM/TSP u otra de las patologías asociadas?
Debido a que no parece haber una cepa neuropatogénica ó leucemogénica, las diferentes
manifestaciones de la enfermedad deben ser atribuibles a diferencias en la susceptibilidad o
resistencia del huésped al virus (Bangham, 2000).
Los modelos recientes han propuesto que el curso de la infección por HTLV-1 depende de la
puerta de entrada del virus. Si la transmisión viral es a través de la mucosa, como en la lactancia
materna, la población celular infectada estaría compuesta, principalmente, por células
presentadoras de antígeno (CPA). En estas células, la expresión de los genes virales se produce en
bajos niveles, induciendo una respuesta inmune débil. Si el virus tiene como puerta de entrada la
sangre periférica, la población infectada estará compuesta principalmente por células CD4+ y CD8+.
A medida que estas células migran naturalmente a la médula ósea, como parte del sistema de
vigilancia inmunológica, podría ocurrir la invasión de la misma por células infectadas, con infección
de otras células, incluyendo las células progenitoras CD34+ (Grant et al., 2002). Estas células
expresaran un alto nivel de genes virales, induciendo de esta forma una respuesta inmune
mediada por linfocitos T citotóxicos (CTL) anti HTLV-1 muy fuerte. Estos CTL son inusuales por su
abundancia; hasta un 10% de las células T CD8+ presentes en circulación pueden reconocer un
epítope del virus. Estos CTLs están crónicamente activados, y la mayoría de ellos reconoce a la
proteína viral Tax. En función de la eficacia de la respuesta inmune específica contra el virus, con la
finalidad de controlar la carga proviral y mantenerla en un estado de equilibrio, el portador
permanecerá asintomático (Bangham, 2000). De lo contrario, un aumento de la carga proviral,
llevara al desarrollo de ATL o HAM/TSP. Una diferencia entre la ATL y HAM/TSP se encuentra en el
nivel débil o fuerte de la respuesta inmune inducida. En el caso de la ATL, la respuesta inmune
débil permitiría la expansión clonal de células infectadas con la consiguiente acumulación de
mutaciones y transformación celular. En el caso de la HAM/TSP, la respuesta inmunológica sería
fuerte, pero incapaz de controlar la carga proviral. Esta respuesta se convertiría entonces en
continua y exacerbada favoreciendo el desarrollo de la HAM/TSP. Por lo tanto, el control de la
carga proviral en el período de latencia clínica sería un evento clave para determinar el curso de
las enfermedades asociadas con el HTLV (Grant et al., 2002).
Esta conclusión sugiere a su vez que la variación individual en la "eficacia" o "fuerza" de la
respuesta de CTLs anti-HTLV-1 podría explicar por qué algunos individuos infectados desarrollan una
alta carga proviral y alguna de las patologías asociadas, mientras que otros logran suprimir
eficazmente la replicación viral y mantenerse asintomáticos. Por lo tanto, factores asociados al
huésped estarían asociados a esta diferencia en la capacidad individual para montar una respuesta
inmune eficaz, capaz de controlar la carga proviral.
Aproximadamente el 40-50% de la variación en la carga proviral observada entre individuos sería
atribuible a la variación en la tasa eliminación de las células infectadas por el virus por parte de los
CTLs. Factores genéticos del huésped estarían implicados en la respuesta de CTLs anti-HTLV-1 y
estarían asociados con la susceptibilidad a la enfermedad en portadores asintomáticos del virus
(Best et al., 2006).
Para ejemplificar esto, se ha descripto que individuos infectados que portan el alelo HLA-A*02
(HLA-A2) tienen sólo la mitad del riesgo de desarrollar HAM/TSP en comparación con aquellos
individuos que carecen de este alelo. Debido a que los genes HLA de clase I determinan la
especificidad de los CTLs, esta observación sugiere que los CTLs restringidos por el alelo HLA-A*02
son particularmente eficientes en el control de la replicación viral y apoya firmemente la hipótesis
de que la respuesta citotóxica contra el virus es un importante determinante del riesgo de
alelo HLA-A*02 tenían una carga proviral significativamente menor que aquellos que no tenían el
alelo (Jeffery et al., 1999; Kannagi et al., 1993).
Debido a que el alelo HLA-A*02 es común en las grandes poblaciones humanas, su efecto
protector es muy importante a nivel de la población: la presencia del alelo HLA-A*02 en su
frecuencia observada, podría prevenir aproximadamente el 28% de los casos potenciales de
HAM/TSP (Jeffrey et al., 1999).
Se han identificado pacientes con ATL que portan el alelo HLA-A*02. El análisis de secuencias
indica que estos pacientes poseen variantes de la proteína Tax (tienen un codón de stop en el
extremo 5´del gen tax o un cambio de aminoácidos en un epitope crítico de Tax) que lleva a la evasión
de la respuesta de CTLs restringidos al alelo HLA-A*2 (Furukawa et al., 2001).
La expresión temprana de la proteína viral Tax induce y mantiene la replicación inicial (Manns et
al., 1999). Este aumento de la carga proviral deriva de la expansión clonal de las células
persistentemente infectadas por el virus (Wattel et al., 1996). Después de la infección inicial, los
portadores asintomáticos presentan cargas provirales que van desde 102 hasta 105 copias de
provirus por millón de PBMCs (Etoh et al, 1999; Mortreux et al, 2003; Wattel et al, 1992). De todos
modos, en algunos portadores asintomáticos el valor de carga proviral se encuentra por debajo del
límite de detección, aunque los correspondientes niveles de títulos de anticuerpos son elevados
(Manns et al., 1999).
En el curso de la infección temprana, la carga proviral es alta pero es controlada rápidamente en la
mayoría de los casos. Dentro de los primeros 90 días de la infección, se observa un estrecho rango
de cargas provirales, altamente correlacionados con los niveles encontrados un año después de la
infección. Esto sugiere que, rápidamente después de la infección, se establece un estado de
equilibrio influenciado por la respuesta inmune montada por el huésped. Posteriormente, la carga
proviral se mantiene relativamente estable durante años. El patrón de los niveles de cargas
provirales observados en el tiempo es consistente con una infección viral aguda seguida de la
infección crónica persistente, un patrón similar al observado en la infección por el VIH (Kwaan et
al, 2006; Manns et al., 1999; Mortreux et al, 2003).
En relación a la vía de transmisión; aquellos individuos que adquieren la infección por vía
transfusional, presentan valores iniciales de carga proviral más elevados que individuos sin este
factor de riesgo (Murphy et al., 2004). La asociación de una mayor carga proviral con el
antecedente de transfusión de sangre, es la evidencia más sugestiva de que la vía de transmisión
determina el nivel de carga proviral (Schreiber et al., 1997). La transfusión de sangre está asociada
con una dosis más alta de linfocitos infectados, por lo que es biológicamente posible que las cargas
provirales iniciales sean mayores. Ya ha sido demostrado que la carga proviral permanece
relativamente constante en el tiempo por lo que se puede inferir que frente a una dosis infectiva
más alta, esto se traduciría en valores de carga proviral persistentes más elevados, como los
observados en individuos que adquieren la infección por vía transfusional (Taylor et al., 1999a).
9.1.- CARGA PROVIRAL de HTLV-1 y TRANSMISION MATERNO-FETAL
infectados con el virus a través de la placenta. Se ha demostrado que en niños nacidos de madres
HTLV-1 positivas, el riesgo de infección depende de la carga proviral presente en la leche materna
y de la duración de la lactancia (Wiktor et al., 1997). Por otro lado, la concordancia en los
antígenos HLA clase I entre madre e hijo aumenta el riesgo de trasmisión vertical del HTLV-1. La
concordancia en estos antígenos permite que haya una mayor persistencia de las células
infectadas de origen materno debido a que son menos eficazmente reconocidas como extrañas y
por lo tanto eliminadas por el sistema inmune innato del niño. La presencia de antígenos HLA de
clase I “propios” en los linfocitos activa los receptores inhibidores sobre la superficie de las células
NK y de esta forma se suprime la respuesta del sistema inmunológico (Biggar et al., 2006).
Li et al., encontraron una alta correlación entre la carga proviral presente en sangre periférica y la
carga proviral en la leche materna. Sin embargo, la carga proviral encontrada en leche materna fue
menor a la presente en sangre periférica. Esto probablemente es debido a que la mayoría de las
células presentes en la leche materna no son linfocitos, mientras que la carga proviral presente en
sangre periférica se mide en la población de células mononucleares (PBMCs) (Li et al., 2004).
En general, la carga proviral en leche materna es significativamente mayor en aquellas madres que
trasmitieron el virus a sus hijos en relación a las que no lo trasmitieron, independientemente de la
duración de la lactancia materna (Li et al., 2004). Sin embargo, la trasmisión del virus HTLV-1 ha
sido documentada en niños que consumieron leche materna en la cual la carga proviral fue muy baja
o incluso no detectable. Esto sugiere que el número de células en la leche materna puede variar
durante la duración de la lactancia en la misma mujer (Jain et al., 1991). Debido a que la lactancia
materna a menudo se prolonga durante varios meses, los lactantes pueden estar expuestos, incluso
cuando la leche contiene niveles muy bajos de provirus. La incidencia de la infección aumenta en
relación a la carga proviral presente en la leche materna. El incremento va de 4.7/1000
personas/meses, cuando la madre presenta una carga proviral <0,18% a 28.7/1000 personas/meses
cuando la madre presenta una carga proviral >1.5% (Li et al., 2004).
Hisada et al., demostraron que la carga proviral de HTLV-1 en PBMCs es un marcador indirecto del
riesgo de trasmisión de madre a hijo y que la carga proviral presente en la leche materna es un
determinante más importante del riesgo de trasmisión (Hisada et al., 2002; Li et al., 2004). No
obstante, más recientemente van Tienen et al., demostraron que el riesgo de infección aumenta
significativamente con el valor de carga proviral (en log10) presente en sangre periférica de la madre,
teniendo en cuenta la edad de destete y el nivel socio-económico materno. Comparando las
secuencias de la región LTR de HTLV-1 obtenidas de muestras tomadas a madres e hijos
determinaron que en ambos casos se trataba de la misma cepa viral (van Tienen et al., 2012).

9.2.- CARGA PROVIRAL de HTLV-1 y TRANSMISION SEXUAL

En general se acepta que la transmisión sexual del virus HTLV-1, especialmente de hombre a
mujer, es una vía importante de infección. El genoma de este virus es muy conservado, aun entre
diferentes aislamientos existe una elevada homogeneidad de secuencia. En relación a sus genes
estructurales, la región que codifica para la gp46 de envoltura presenta la mayor variabilidad
herramienta útil para realizar estudios de transmisión del virus (Gessain et al., 1992).
En un estudio de parejas, Mutsunori et al., demostraron que las parejas estudiadas tenían
sustituciones de nucleótidos en la región que codifica para la gp46 y en la secuencia LTR que eran
únicas y particulares de la pareja en estudio. Además, se determinó que la transmisión ocurrió de
hombre a mujer (77% de los casos), así como de mujer a hombre (23% de los casos). Por lo tanto,
estos resultados proporcionan una fuerte evidencia de que la transmisión del HTLV-1 se produjo
entre el cónyuge portador y el seroconversor posterior. Las cargas provirales encontradas difieren
dentro de cada pareja, entre el cónyuge portador y el seroconversor, en por lo menos 2 veces,
pudiendo llegar a diferencias de 40 veces y, en general, no se encontró correlación entre los
niveles de carga proviral presente en los seroconversores y los niveles encontrados en los
cónyuges portadores (Mutsunori et al., 2002).
En una de las parejas evaluadas, se estableció la trasmisión vertical del virus de madre a hijo y este
último lo trasmitió a su esposa en la adultez. Si bien las secuencias del ADN correspondiente a la
gp46 eran idénticas, la carga proviral variaba entre los 3 individuos. Estos hallazgos sugieren que la
secuencia que codifica para la gp46 se conserva incluso cuando se transmite de una generación a
la siguiente y que la infección de diferentes individuos con la que sería la misma cepa viral, no resulta
en niveles comparables de carga proviral. (Mutsunori et al., 2002).
Estudios previos han demostrado que una mayor carga proviral sería un factor de riesgo para la
transmisión sexual del HTLV-1 (Kaplan et al., 1996; Stuver et al., 1993). En otro estudio, Roucoux et
al., observaron una mayor carga proviral en individuos que trasmitieron el virus a sus parejas
sexuales en relación a aquellos individuos que no lo trasmitieron. Por otro lado, encontraron una
diferencia de 2log10 entre las cargas provirales de los individuos índice y sus parejas recientemente
infectadas. La menor carga proviral en las nuevas personas infectadas pueden ser el reflejo de un
"efecto de dosis", en el que la exposición a una pequeña cantidad de inóculo adquirido sexualmente,
influye en la cantidad de clones de linfocitos que tendrán el provirus de HTLV-1 integrado (Wattel et
al., 1995). Alternativamente, la carga proviral inferior encontrada, podría ser debido a una menor
duración de la infección en las parejas recientemente infectadas, aunque se conoce que la carga
proviral de HTLV se mantiene relativamente estable a lo largo de años de infección. (Roucoux et al.,
2004).
Finalmente, varios estudios han sugerido una relación entre la edad avanzada y el riesgo de
infección, particularmente en mujeres. Este incremento en la susceptibilidad sería atribuido a un
adelgazamiento del epitelio vaginal después de la menopausia y a la exposición a una mayor carga
proviral proveniente de sus compañeros sexuales, ya que se ha documentado un incremento en la
misma, en hombres seropositivos mayores de 60 años (Melbye et al., 1998; Stuver et al., 1993).

9.3.- CARGA PROVIRAL de HTLV-1 en la HAM/TSP

El HTLV-1 es el agente causante de la mielopatía asociada al HTLV/paraparesia espástica tropical


(HAM / TSP). Es una enfermedad neurodegenerativa progresiva que afecta principalmente a la
médula espinal y el cerebro. Se caracteriza por una debilidad espástica lentamente progresiva, por
urinaria o incontinencia, y parestesias en las piernas (Osame et al, 1986; Vernant et al, 1987). La
resonancia magnética revela la presencia de múltiples lesiones en la materia blanca, tanto en la
médula espinal como en el cerebro, que involucran desmielinización perivascular y degeneración
axonal (Barmak et al., 2003).
El curso es variable: en la mayoría de los pacientes se observa el progreso de la enfermedad
dentro de los seis meses y dos años de iniciados los síntomas, pero en algunos la enfermedad parece
progresar indefinidamente. El estado final también varía desde la incapacidad motora parcial
hasta la incapacidad motora total con espasmos y contracturas de intenso dolor.
En la HAM/TSP, el infiltrado perivascular de células mononucleares y los altos niveles de citoquinas
proinflamatorias en la médula espinal, generan desmielinización y degeneración axonal, con
atrofia de la médula espinal y pérdida de la capacidad sensorial-motora (Gonçalves et al., 2008).
Aproximadamente el 2-5% de las personas infectadas con HTLV-1 desarrollan HAM/TSP,
aumentando la prevalencia con la edad. La edad promedio de inicio de la enfermedad es de 40
años, y las mujeres se ven afectadas dos a tres veces más que los hombres. La diferencia en el
hecho de que más mujeres que hombres desarrollan HAM/TSP no es enteramente atribuible a la
mayor prevalencia de HTLV-1 entre las mujeres en áreas endémicas (Gotuzzo et al., 2004; Kaplan
et al., 1990). Se ha sugerido que el riesgo de HAM/TSP podría ser mayor si la infección por HTLV-1
se adquiere durante la edad adulta, y más específicamente a través de la vía sexual (Maloney et
al., 1998). Por otro lado, hay casos bien documentados en los que la HAM/TSP se desarrolló a los
pocos meses de la infección por vía transfusional, lo que contrasta fuertemente con la ATL, que
por lo general se desarrolla después de un período de incubación de décadas (Bangham, 2000).
No obstante, es raro que exista la oportunidad de evaluar prospectivamente la progresión de la
infección por HTLV-1, debido a que el desarrollo de la enfermedad es poco frecuente entre los
portadores asintomáticos y al largo período de latencia entre la infección y la aparición de los
síntomas. El inicio de la enfermedad puede darse dentro de semanas a años luego de adquirida la
infección por vía transfusional (Gota et al., 1990), mientras que la duración de la latencia clínica
después de adquirida la infección por vía sexual no se conoce.
Se ha propuesto que la carga proviral de HTLV-1 podría ser un marcador para predecir la evolución
clínica de la infección. En la mayoría de los casos, la carga proviral permanece estable durante
años después de alcanzar un “set point”, que no fluctúa en más de dos a cuatro veces (Matsuzaki
et al., 2001).
Aproximadamente el 1-5% de las PBMCs de los portadores asintomáticos contienen el ADN
proviral integrado (Bangham et al., 1999). Aunque la carga proviral esta incrementada, tanto en la
HAM/TSP como en los pacientes con ATL, en comparación con los portadores asintomáticos del virus
(Matsuzaki et al, 2001), los pacientes con HAM/TSP muestran un aumento significativo (de
10-100-veces) del ADN proviral en PBMCs (Kira et al, 1991.), con un incremento drástico de la
incidencia de HAM/TSP cuando la carga proviral supera el 1% de PBMCs (Bangham, 2000; Nagai et
al, 1998.). La carga proviral en líquido cefalorraquídeo también está asociada con el desarrollo y la
severidad de la HAM/TSP (Lezin et al., 2005) al igual que la presencia de ARNm viral y la consiguiente
expresión de la proteína Tax (Yamano et al., 2002). Esta asociación entre la HAM/TSP
portadores sanos de HTLV-1 con una carga proviral alta conllevan un alto riesgo de progresión de
la enfermedad (Bangham, 2000).
La carga proviral está relacionada con la aparición de los síntomas de la enfermedad y con la
progresión de la discapacidad motora, pero no con el modo de transmisión de la infección. En
aquellos pacientes en los que la aparición de los síntomas es a edades mayores de 65 años, la
carga proviral es mayor a la observada en pacientes en los que la aparición de los síntomas tiene
lugar a menor edad. Estos hallazgos sugieren que aquellos pacientes en los que la sintomatología
aparece a edades más avanzadas (> 65 años) y que presentan cargas provirales más altas, tendrían
un valor umbral de carga viral más elevado, antes del inicio de la enfermedad. Por otro lado, en
aquellas personas en las que la aparición de la sintomatología se da con valores de carga proviral
más bajos, tendrían un umbral menor o bien, factores genéticos asociados que los volverían más
susceptibles al desarrollo de la enfermedad. Como se explicó anteriormente, la respuesta inmune
contra el virus está restringida por el tipo de HLA, lo cual podría tener un efecto sobre el umbral de
carga proviral que determina el inicio de la enfermedad. (Matsuzaki et al., 2001)
La carga proviral se correlaciona con la progresión de la enfermedad, especialmente con la debilidad
muscular. Se estableció que la terapia con corticosteroides es eficaz, pero otras terapias de
inmunomodulación no, para reducir la carga proviral de HTLV-1 y detener la progresión de la
enfermedad. El modo de progresión de la HAM/TSP es crónico sin remisión. En la práctica clínica,
la progresión es bastante variable entre pacientes. En base a la severidad de la paraparesia en el
quinto año posterior a su aparición, los pacientes son clasificados en progresores rápidos o lentos
(Kuroda et al., 1991). La carga proviral es seis veces mayor en pacientes con HAM/TSP que en
portadores asintomáticos. Más interesante aún, los progresores rápidos tienen una carga proviral
significativamente mayor que los pacientes de progresión lenta. Se va incrementando en forma
paralela al curso de la infección, siendo baja en portadores asintomáticos; alta en progresores lentos
y muy alta en pacientes con progresión rápida. Se determinó una correlación significativa entre la
progresión rápida y una carga proviral superior a 1x105copias/106 PBMCs (Olindo et al.,
2005). Por lo tanto, es importante medir la carga proviral en pacientes con HAM/TSP por lo menos
una vez al año y realizar conjuntamente la valoración clínica de la enfermedad. Aquellos pacientes
con HSM/TSP que presenten cargas provirales elevadas deberán recibir tratamiento
corticosteroide (u otra medicación) con el objeto de reducir la carga proviral y retrasar la
progresión de la enfermedad; mientras que en portadores asintomáticos con cargas provirales
altas la finalidad del tratamiento será prevenir la aparición de los síntomas (Matsuzaki et al.,
2001).
Sin embargo, una alta carga proviral en sí misma no es suficiente para causar HAM/TSP, ya que hay
un pequeño número de pacientes que evolucionan a HAM/TSP a pesar de tener una carga proviral
baja. Es probable que exista una interacción que requiera una carga proviral alta y factores del
huésped, incluyendo la respuesta inmune, claramente influenciada por el haplotipo HLA, que
determina el riesgo de desarrollar la enfermedad neurológica asociada al HTLV-1 (Nagai et al.,
1998). En comparación con los portadores asintomáticos, los pacientes con HAM/TSP tienen
cargas provirales más elevadas; una mayor producción de citoquinas pro-inflamatorias como INF-γ
Olindo et al., 2005; Sakai et al., 2001) En conjunto, estos hallazgos indican que un nivel elevado de
carga proviral; una producción exagerada de citoquinas pro-inflamatorias y una fuerte respuesta
inmune celular, sumado a factores genéticos del huésped, están involucrados en la patogénesis de
la HAM/TSP (Montanheiro et al., 2005).
La carga proviral de HTLV-1 está determinada por un equilibrio dinámico entre la replicación viral y
la respuesta inmune del huésped (Asquith et al., 2007). Aunque difiere mucho entre individuos, la
carga proviral es relativamente estable durante el curso de la enfermedad. Esto sugiere que en
cada paciente alcanza un nivel estable, determinado por la relación entre la expresión viral y la
respuesta inmune contra el virus. Como se dijo anteriormente, los CTLs específicos participan en el
mecanismo de vigilancia inmune que destruye y elimina linfocitos T CD4+ infectados,
especialmente células CD4+ que expresan Tax, contribuyendo al equilibrio entre eliminación y
generación de células CD4+ infectadas. Sin embargo, también tiene un efecto patológico mediante
la producción de citoquinas pro-inflamatorias in situ y por lo tanto contribuye al daño del sistema
nervioso central (Olindo et al., 2005).
A partir del estudio de la respuesta inmune mediada por células, hay evidencia de que el nivel de
expresión del provirus de HTLV-1, a una determinada carga proviral, se correlaciona con el grado
de enfermedad (Asquith et al., 2005a). La carga proviral individual de cada paciente permanece
constante en el tiempo (Matsuzaki et al., 2001); en contraste, hay una gran variación en la carga
proviral entre pacientes (Nagai et al., 1998). Las causas de esta variación no son todavía claras. Se
ha demostrado recientemente que el 30% de la variación observada entre individuos en los
valores de carga proviral se explica por la tasa de lisis de CTL (Asquith et al., 2005b), mientras que
otro 13% se explica por la probabilidad de expresión de la proteína Tax en las células infectadas,
independientemente de la eficiencia de la respuesta de CTLs (Asquit et al., 2005a). La probabilidad
de expresión de Tax en las células infectadas predice el 89% de los casos de HAM / TSP. Se formuló
la hipótesis de que la variación de la carga proviral, independiente de la respuesta de CTLs, se
debe a factores moleculares que afectan la carga proviral y la expresión del provirus. Se postula
que tal factor sería el sitio de integración del provirus.
Meekings et al., demostraron que la integración del provirus de HTLV-1 está asociada con regiones
transcripcionalmente activas del genoma humano, tanto in vitro en cultivos celulares como in vivo
en la infección persistente. Esto fue demostrado por un aumento en la frecuencia de integración
del provirus en regiones con alta densidad de genes, cercano a islas CpG y sitios de inicio de
transcripción en comparación con los controles (Meekings et al., 2008).
De todo lo expuesto anteriormente surge que en la infección por HTLV-1 ambas partes de la
interacción huésped-virus, la eficiencia de la respuesta inmune celular y el nivel de expresión del
provirus de HTLV-1, determinan el valor de la carga proviral y el riesgo de desarrollar HAM/TSP. La
respuesta de CTLs montada por el huésped reduce la carga proviral al eliminar las células
infectadas que expresan proteínas virales mientras que la expresión del provirus de HTLV-1
impulsa la proliferación celular y el posterior desarrollo de la enfermedad (Figura 7).
infectadas que expresan la
proteína Tax combinado con una
débil respuesta lítica por parte de
los CTLs. Individuos con carga
proviral baja (cuadrante inferior
izquierdo, Figura 7) presentan una
fuerte respuesta por parte de los
CTLs y las células infectadas no
expresan Tax. Los sujetos con
carga proviral moderada
(cuadrante superior izquierdo e
inferior derecho, Figura 7)
Figura 7: El cuadro resume la interacción entre los factores del presentan una buena respuesta
huésped y los factores del virus que determinan el resultado de por parte de los CTLs y células
la infección por HTLV-1 en términos de carga proviral y HAM/TSP. infectadas que expresan la
proteína Tax ó una respuesta de
CTLs pobre y sus células infectadas que se encuentran en un estado de latencia (Asquith et al.,
2007).
Aquellos pacientes infectados cuyas células tienen una alta probabilidad de expresar la proteína
Tax desarrollan HAM/TSP; individuos cuyas células infectadas tienen una baja probabilidad de
expresar Tax se mantienen asintomáticos. Esta hipótesis es compatible con la correlación negativa
observada entre el grado de lisis de las células infectadas por acción de los CTLs y el valor de carga
proviral, así como la observación de que la expresión de la proteína Tax en células infectadas es
predictor de un incremento en la carga proviral y el desarrollo de HAM/TSP. Las diferencias en la
probabilidad de expresión de la proteína Tax explica por qué las personas con el mismo nivel de
respuesta lítica por parte de los CTLs pueden tener diferentes cargas provirales y por qué los
individuos con una carga proviral baja podrían desarrollar HAM/TSP, mientras que otros con una
mayor carga proviral permanecen asintomáticos (Asquith et al., 2007).
Por lo tanto, debido a que la carga proviral individual puede diferir en más de 10-1000 veces, ya
sea entre portadores asintomáticos o pacientes sintomáticos, no es suficiente para diferenciar los
individuos que desarrollarán HAM/TSP de aquellos que permanecerán como portadores sanos.
Esta situación refleja la interacción entre el virus y el huésped, en la que cada individuo alcanza un
punto de equilibrio en la carga proviral que puede diferir ampliamente entre los diferentes
individuos infectados.
Según el modelo de patogénesis de la HAM/TSP, mayores niveles de carga proviral son indicativos
de una ineficiencia por parte de los CTLs para eliminar las células infectadas y, en consecuencia un
incremente del riesgo de desarrollar síntomas clínicos (Asquith et al, 2005a; Sabouri et al, 2008; Vine
et al, 2004).
Como se dijo anteriormente, la carga proviral de HTLV-1 es el marcador de riesgo más importante
para el desarrollo de las enfermedades asociadas al HTLV-1. La mayoría de los estudios realizados,
portadores asintomáticos y pacientes con HAM/TSP, es necesario definir un punto de corte que
indique el riesgo real de desarrollar HAM/TSP. Por otro lado, es importante definir el porcentaje
de PBMCs que deben estar infectadas para considerar una carga proviral como alta o baja.
Utilizando un análisis de curvas ROC, dos Santos et al., determinaron el punto de corte en la carga
proviral que mejor distingue portadores asintomáticos de pacientes con HAM/TSP. El valor fue
establecido en 114copias/104PBMCs (1,14%), con una sensibilidad del 78,2% para identificar
pacientes con HAM/TSP (dos Santos et al., 2012). Este punto de corte fue similar al descripto por
Nagai et al en 1998 para una cohorte japonesa (Nagai et al., 1998).
La carga proviral media no fue estadísticamente diferente entre los pacientes con y sin disfunción
vesical neurogénica, intestino neurogénico, o dolor neuropático. Por lo tanto, a pesar de la
importancia de estos síntomas clínicos para el diagnóstico y evaluación de la progresión de la
HAM/TSP, los mismos no mostraron correlación con la carga proviral en sangre. Por el contrario, la
carga proviral fue significativamente mayor en pacientes en sillas de ruedas en comparación con
aquellos capaces de caminar sin ayuda y en los pacientes con lesiones más graves de la médula
espinal (según escala ASIA de deterioro espinal). En conjunto, estos datos sugieren que la carga
proviral se asocia con el nivel de lesión de la médula espinal, pero no con el deterioro de la función
autónoma (dos Santos et al., 2012).
Matsuzaki et al., demostraron que durante el seguimiento de los pacientes, la carga proviral se
correlacionaba con la debilidad muscular, pero no con la discapacidad motora o la alteración urinaria
(Matsuzaki et al., 2001). Olindo et al., evaluaron pacientes con HAM/TSP de acuerdo con el grado
discapacidad para caminar en relación con la duración de la enfermedad con el objeto de clasificar
la progresión como lenta o rápida. Demostraron una carga proviral significativamente mayor en
pacientes con progresión rápida de la enfermedad (Olindo et al., 2005). En conjunto, estos datos
sugieren que el control de la carga proviral en pacientes con HAM/TSP es un marcador útil para
evaluar la lesión medular y la progresión en la discapacidad para caminar, pero la carga proviral
puede no estar directamente relacionada con otros síntomas clínicos.
El análisis de la carga proviral en el curso de la infección viral es importante para monitorear
individuos sanos, debido a que un aumento en su nivel puede ser indicativo de progresión de la
enfermedad. En los portadores asintomáticos, la carga proviral es bastante estable, y un aumento
de la misma puede producirse cuando el individuo comienza a desarrollar la enfermedad (Satoh et
al., 2003). En pacientes con HAM/TSP, la carga proviral es bastante estable, pero puede fluctuar
como consecuencia del empeoramiento de las síntomas clínicos, por el tratamiento con
corticosteroides (Matsuzaki et al, 2001; Takenouchi et al, 2003), o por el uso de drogas anti-
retrovirales (Taylor et al, 1999b; Machuca et al., 2000). Sin embargo, no hay datos ni existe un
consenso en relación a qué grado de variación en el nivel de carga proviral de HTLV-1 debe ser
considerado como significativo e indicador de tal fluctuación. Se considera una variación de al menos
0,5log10 en la carga proviral entre la primera y la última muestra como una fluctuación significativa
(este valor es el adoptado para la evaluación clínica de la carga viral de VIH) (dos Santos et al.,
2012).
proviral, con tendencia a alcanzar un umbral típico en relación a su estado clínico. Es importante
destacar que algunos portadores asintomáticos con carga proviral elevada han mantenido altos
niveles de células infectadas por largos períodos de tiempo (más de 10 años) sin mostrar signos de
progresión en su enfermedad. Por lo tanto, puede ser más importante controlar a intervalos de
tiempo más cortos a individuos infectados que presentan un aumento significativo de la carga
proviral de una muestra a otra, que los que tienen una carga proviral estable, incluso a niveles
altos.

9.4.- CARGA PROVIRAL de HTLV-1 en la ATL

La ATL es una enfermedad linfoproliferativa que se desarrolla en aproximadamente 2,5-5% de las


personas seropositivas (Yamaguchi et al., 2002). Se caracteriza por su curso clínico agresivo,
infiltraciones en la piel, el hígado, el tracto
gastrointestinal y los pulmones, la hipercalcemia
y la presencia de células leucémicas con núcleos
multilobulados (células en flor) (Figura 8). Las
células leucémicas de la ATL son casi
exclusivamente linfocitos T CD4+. Esto
probablemente refleja el hecho de que el HTLV-
1 muestra un fuerte tropismo por esta
población celular en sangre periférica. En este
sentido, se ha demostrado que en pacientes con
ATL, infectados con el virus HTLV-1, el 90-99%
del ADN proviral se encuentra presente en células
T CD4+ (Richardson et al., 1990). No
obstante se han descrito también casos de ATL
Figura 8: Típicas “células en flor” en un paciente con células leucémicas doble positivas,
con ATL. CD4+/CD8+ (Ciminale et al, 2000; Ohata et al,
1999).
La ATL tiene un período de latencia de 10-40 años hasta el desarrollo de la enfermedad. La
infección con el virus HTLV-1 en etapas tempranas de la vida es crucial para el desarrollo de la ATL
(Hisada et al., 1998; Manns et al., 1993). Varios estudios sugieren que la enfermedad se desarrolla
principalmente en individuos infectados tempranamente a través de la lactancia materna. La
infección de timocitos inmaduros en edad temprana podría aumentar el riesgo de transformación
maligna posterior en dichas células (Maguer-Satta et al., 1995).
El riesgo de desarrollar ATL es de aproximadamente 5% en personas infectadas antes de la edad
de 20 años, y la incidencia de la enfermedad es de aproximadamente 0,1% de los individuos
infectados/año. Existe una gran disparidad en la edad media del diagnóstico: 60 años en Japón, 40
años en el Caribe y Brasil y los hombres se ven más frecuentemente afectados que las mujeres
(relación hombre-mujer ≈1,5: 1) (Bangham et al., 2000).
desarrollar ATL. Existen estudios que muestran cargas provirales pre-diagnóstico de ATL,
significativamente más elevadas que en portadores asintomáticos (Manns et al., 1999). Se ha
demostrado la existencia de células en flor, típicas de la ATL, en frotis de sangre periférica en
portadores asintomáticos. Se demostró también la proliferación monoclonal de estas células atípicas
que se encuentran infectadas por el virus HTLV-1, lo cual sería indicativo de un estado pre- leucémico
(Hisada et al., 1998; Ikeda et al., 1993). Examinando la relación entre los niveles de carga proviral
y la presencia de una mayor cantidad de linfocitos anormales, Kamihira et al. encontraron que
estos eran significativamente más abundantes en aquellos portadores asintomáticos con niveles
altos de ADN proviral. Estas conclusiones fueron sustentadas también en estudios previos (Hisada
et al., 1998; Tachibana et al., 1992) que demostraban la estrecha correlación entre la carga proviral
y el número de células en flor. Se cree que estas células en flor preceden al desarrollo de ATL, por lo
que sería útil monitorear la carga proviral para detectar las transformaciones tempranas previas al
desarrollo de la ATL (Kamihira et al., 2003). Esta asociación se encontró en hombres de todas las
edades y en mujeres menores de 55 años. Los hombres presentaban más del doble de
probabilidad de tener linfocitos anormales, así como niveles elevados de ADN proviral (Tachibana
et al., 1992).
Después de la primo-infección, la proteína viral Tax promueve la proliferación de las células
infectadas e inhibe también su apoptosis por sus acciones pleiotrópicas. Dado que el HTLV-1 se
integra en el genoma del huésped, la identificación de los sitios de integración permite identificar
cada clon infectado. El análisis mediante PCR inversa, permitió identificar los sitios de integración del
provirus, revelando que la proliferación de las células infectadas es oligoclonal y que las células
infectadas sobreviven persistentemente in vivo. Tal expansión clonal en portadores
asintomáticos, lo cual lleva al incremento de la carga proviral, es clave y se asocia directamente
con la aparición de la ATL después de un largo período de latencia (Matsuoka, 2005).
En portadores asintomáticos, el valor de carga proviral en células mononucleares de sangre
periférica exhibe un amplio rango de valores. Se ha demostrado la asociación entre una mayor carga
proviral y el posterior desarrollo de ATL, pero en portadores asintomáticos los niveles de carga
proviral se mantienen estables durante años. No obstante, se observó un incremento en los mismos
en muestras de sangre obtenidas en tiempos más cercanos al momento del diagnóstico de ATL (1-2
años antes de la aparición de la sintomatología). Este aumento de la carga proviral reflejaría la
expansión clonal de las células infectadas. Por otra parte, el clon pre-leucémico pudo observarse en
sangre periférica hasta ocho años antes de la aparición de la neoplasia. Este hallazgo apoya la
creencia de que la expansión clonal es importante en la leucemogénesis. Por lo tanto, la medición
de la carga proviral y el determinar la clonalidad de las células infectadas por el virus puede
proporcionar información importante para identificar los portadores asintomáticos con mayor
riesgo de desarrollar ATL (Okayama et al., 2004).
Iwanaga et al., encontraron que había diferencias significativas en la carga proviral por sexo y
edad. La carga proviral de HTLV-1 fue significativamente mayor en hombres que en mujeres. Por
otro lado, fue significativamente mayor para aquellos de 40 a 49 y de 50 a 59 años de edad que
para los menores de 40 años. En hombres, el nivel de carga proviral más alto se encontró en el
edad. Estas características en la distribución de las cargas provirales de HTLV-1, en relación al sexo
y a la edad, son de interés si se tienen en cuenta en el inicio de la ATL o de la HAM/TSP. La ATL se
presenta principalmente en hombres mayores (≈60 años), mientras que la HAM/TSP se presenta
principalmente en mujeres de mediana edad (≈45-55 años). Por lo tanto, los niveles de carga proviral
de HTLV-1 en portadores asintomáticos pueden ser más altos en los grupos etarios descriptos, 5 a
10 años antes de la edad promedio de aparición de la ATL o de la HAM/TSP (Iwanaba et al.,
2010). Esto estaría en consonancia con las observaciones de Okayama et al., que describen la
presencia del clon pre-leucémico en sangre periférica hasta ocho años antes de la aparición de la
neoplasia (Okayama et al., 2004).
Como se dijo anteriormente, la carga proviral elevada es considerada actualmente como uno de
los principales indicadores de progresión a ATL. Iwanaba et al., encontraron que portadores
asintomáticos con niveles de carga proviral basal elevados desarrollaron síntomas de la enfermedad.
Se sugiere que los portadores con niveles de carga proviral alta (≈>4copias/100
PBMCs) se encuentran en el grupo de alto riesgo para el desarrollo de ATL. No obstante, por si
sola, una carga proviral elevada no es marcador predictivo único para el desarrollo de ATL. Por
otro lado, se encontró que, al momento del inicio del estudio, la mediana del valor de carga
proviral fue menor en aquellos portadores asintomáticos que desarrollaron tipos agresivos de ATL
(5,1copies/100 PBMCs) comparados con aquellos que desarrollaron tipos más leves de ATL
(11,4copies/100 PBMCs). Esto también sugiere que un valor de carga proviral elevada, por sí sola,
no es un marcador predictivo de tipos agresivos de ATL (Iwanaba et al., 2010).
Se demostró también que el nivel medio de carga proviral en personas con antecedentes
familiares de ATL o HAM/TSP es significativamente mayor que el de aquellos sin estos
antecedentes familiares. La carga proviral también fue más alta en aquellos portadores con
antecedentes familiares de leucemia o linfoma que aquellos sin tal historial (Iwanaba et al., 2010).
Por lo tanto, la significancia de una carga proviral alta sigue siendo poco clara debido a que la
mayoría de los portadores asintomáticos con una carga proviral elevada se mantienen en este
status de por vida.

9.4.1.- Efecto de la co-infección HTLV-1 / Strongyloides stercoralis sobre la carga proviral

Strongyloides stercoralis es un nematodo intestinal de las regiones tropicales que puede replicarse
en un huésped humano, una característica poco común entre los helmintos. La mayoría de las
personas con estrongiloidiasis suele presentar diarrea leve y molestias abdominales o bien,
permanecen asintomáticas. En huéspedes inmunocomprometidos, S. stercoralis puede producir
una infección diseminada en la que larvas filariformes invasivas se mueven hacia el pulmón,
hígado, riñón y sistema nervioso central. En su desplazamiento, las larvas pueden arrastrar bacterias
desde el colon y producir sepsis y/o meningitis. Esta forma diseminada de la estrongiloidiasis,
también conocida como hiperinfección, ha sido descripta en pacientes con tumores malignos,
desnutrición severa, terapia con corticoides o citotóxicos, trasplante renal, infección por HTLV-1
(Gotuzzo et al., 1999; Hirata et al., 2006).
significativa entre HTLV-1 y las infecciones por S. stercoralis en estas regiones endémicas para ambos
agentes (Hayashi et al., 1997). En contraste con los pacientes infectados solo con S. stercoralis,
aquellos pacientes con HTLV-1 y estrongiloidiasis tienen una fuerte respuesta Th1 (altos niveles
de INF-γ) y una respuesta Th2 más débil (bajos niveles de IL-4, IL-5, IL-13, IgE y eosinófilos). Esta
disminución en los niveles de IL-4 e IgE reduce la eficacia de desgranulación de los mastocitos,
mientras que la disminución en los niveles de IL-5 afecta el reclutamiento de eosinófilos. Como
resultado, la posibilidad de eliminación del parásito disminuye, el cual continúa con su ciclo de vida
dentro del mismo huésped (Carvalho et al., 2004).
Como se explicó en el apartado anterior, la ATL se desarrolla en aproximadamente un 5% de las
personas portadoras de HTLV-1 después de un largo período de latencia durante el cual se
produce una expansión clonal de linfocitos T infectados con el virus. Se ha visto que en pacientes
portadores de HTLV-1, co-infectados con S. stercoralis, este período de latencia es significativamente
menor, lo que sugiere que el parásito podría ser un cofactor en el desarrollo de la ATL. En estos
individuos, se observa un incremento de la carga proviral, sustancialmente mayor al observado en
pacientes portadores de HTLV-1, negativos para S. stercoralis, que se corresponde a un patrón de
expansión oligoclonal. Alrededor del 30% de los portadores de HTLV-1 sin estrongiloidiasis tienen
en circulación 1/300 clones de PBMC infectados. Por el contrario, en el
100% de los portadores de HTLV-1, co-infectados con S. stercoralis, se observan 3-12/300 clones
infectados. Este incremento en la proliferación de células T durante la etapa asintomática de la
infección por HTLV-1 podría aumentar el riesgo de transformación maligna y por consiguiente el
riesgo de desarrollo de ATL (Gabet et al., 2000; Satoh et al., 2002).

9.5.- CARGA PROVIRAL de HTLV-1 en la UVEITIS

Sobre la base de estudios sero-epidemiológicos, oftálmicos y virológicos, se describió una nueva


enfermedad asociada al HTLV-1, la uveítis por HTLV-1 (HU) (Mochuzuki et al., 1992a; 1994;
Yoshimura et al., 1993). Clínicamente, la HU se caracteriza por un inicio repentino, con iritis leve,
opacidad vítrea moderada o grave y vasculitis retinal leve, en uno o en ambos ojos (Yoshimura et
al., 1993). El examen citológico de las células presentes en la cámara anterior del ojo afectado,
particularmente en el cuerpo vítreo, reveló que el infiltrado celular corresponde
predominantemente a linfocitos que expresan el marcador CD3 en su superficie y por PCR se
demostró la presencia del virus HTLV-1 infectando dichas células (Mochuzuki et al., 1992b). Además,
estas células que infiltran el ojo son productoras de IL-6 (Ono et al., 1997).
Ono et al., demostraron que el número de células de sangre periférica infectadas con el virus se
incrementó de manera significativa, entre 10-100 veces, en la mayoría de los pacientes con HU,
mientras que fue menor al 1% en portadores asintomáticos. Sin embargo, el porcentaje de células
infectadas en cada paciente mostró una distribución bastante amplia, con superposición con el grupo
de portadores asintomáticos. (Ono et al., 1995).
La HU tiene una tasa extraordinariamente elevada de asociación con la enfermedad de Grave´s, la
cuarta parte de los pacientes femeninos con HU tienen el antecedente de esta patología
pacientes con HU después de la enfermedad de Grave´s que en aquellos sin enfermedad de Grave´s.
También demostraron que la carga proviral se correlaciona con el grado de inflamación vítrea;
frecuencia de las recurrencias y con los niveles séricos de anticuerpos anti-HTLV-1 y del receptor
soluble de IL-2 (sIL-2R: marcador de activación de células T). Estas observaciones que vinculan la
carga proviral a los parámetros clínicos, apoya la idea de que la las células T infectadas con el virus
que se encuentran en circulación están directamente implicados en la patogénesis de
la HU (Ono et al., 1998).

9.6.- CARGA PROVIRAL de HTLV-1 en ARTRITIS REUMATOIDE y ENFERMEDAD del TEJIDO


CONECTIVO

La posibilidad de que el virus HTLV-1 pueda causar enfermedad de las articulaciones fue propuesta
inicialmente por informes que indicaban artralgias y poliartritis en pacientes adultos con ATL
(Haynes et al., 1983; Taniguchi et al., 1988). Cuadros de poliartritis también fueron descriptos en
pacientes con HAM/TSP (Kitajima et al., 1989). Nishioka et al., describieron la asociación entre un
síndrome de poliartritis con infección por HTLV-1, en ausencia de signos clínicos de ATL ó
HAM/TSP, al que denominaron artritis asociada al HTLV-1 (HAA) y también describieron casos de
pacientes infectados con HTLV-1 con la enfermedad mixta del tejido conectivo (Nishioka et al.,
1989).
Varios hallazgos apoyan la hipótesis del rol del HTLV-1 en la etiopatogenia de la HAA: linfocitos
fenotípicamente similares a los presentes en la ATL han sido identificados en líquido y tejido
sinovial (McCallum et al., 1997; Hasunuma et al., 1998); altos títulos de anticuerpos de tipo IgM
contra HTLV-1 se han encontrado en el líquido sinovial (Sato et al., 1991); el ADN proviral de HTLV-
1 ha sido detectado en las células del líquido y del tejido sinovial (Sato et al., 1991), en cultivos
adherentes de células del estroma sinovial (Kitajima et al., 1991) y en macrófagos sinoviales (Yin et
al., 2000) y el ARNm y la proteína Tax se han detectado en células del estroma sinovial (Nakajima
et al., 1993). Por otro lado, el tropismo del HTLV-1 por células de la sinovia ha sido confirmado in
vitro (Sakai et al., 1993). El desarrollo y progresión de la artritis reumatoide es dependiente de la
migración de linfocitos T al compartimento sinovial (Cush et al., 1988; Panayi et al, 1992). Por otro
lado, los linfocitos T, especialmente las células T CD4+, son el target principal del virus HTLV-1 in
vivo (Bangham, 2003).
Como se describió anteriormente, la carga proviral es un determinante importante de las
enfermedades asociadas al HTLV-1. Yakova et al., encontraron una carga proviral
significativamente mayor en pacientes con artritis reumatoide o enfermedad del tejido conectivo
que en portadores asintomáticos del virus. Por otro lado, la carga proviral fue mayor en líquido y
tejido sinovial que en sangre periférica. Suponiendo un promedio de una copia de provirus de
HTLV-1 por célula infectada, los valores de carga proviral en muestras sinoviales sugieren que la
mayoría de las células infiltradas se encuentran infectadas (Yakova et al., 2005). Una condición
similar se encuentra en pacientes con HAM/TSP (Nagai et al., 2001; Takenouchi et al., 2003), pero no
en portadores asintomáticos (Lezin et al., 2005) en los que se encuentra una carga proviral
proviral, en relación a la encontrada en sangre periférica, se observó también en lavados bronco-
alveolares de pacientes con alveolitis asociada al HTLV-1 (Sugimoto et al., 1993) y en glándulas
salivales de pacientes con síndrome de Sjögren’s asociado al HTLV-1 (Ohyama et al., 1998; Sasaki
et al., 2000). Por lo tanto, la alta carga proviral estaría involucrada en la patogénesis de varios
otros síndromes inflamatorios asociados al HTLV-1 (Yakova et al., 2005).
En la artritis reumatoide y en la enfermedad del tejido conectivo asociadas al HTLV-1, la carga
proviral en sangre periférica no se correlacionó con la edad del paciente; con la duración de la
enfermedad; con el índice de Ritchie (Ind. Articular de Ritchie: suma total de los grados de dolor
ejercidos al aplicar una firme presión sobre el margen de las articulaciones independientes. Se utiliza
la siguiente escala de intensidad en la respuesta: 0 - sin dolor; 1 – dolor; 2 - dolor y gesto; 3 - dolor y
retirada); con el nivel de proteína C reactiva; con la presencia o ausencia de factor reumatoide; y
no fue influenciada por el tratamiento específico para artritis reumatoide o con corticoides. Esto
sugiere que la carga proviral de HTLV-1 alcanza un punto de referencia para determinar el inicio de
la enfermedad reumatológica, pero la intensidad de los síntomas podría estar influenciado por otros
factores in situ (Yakova et al., 2005).
Como se mencionó anteriormente, las células target específicas del virus HTLV-1 son
principalmente los linfocitos T CD4+ y dentro de esta población, los que expresan el CD45RO
(células T de memoria). La carga proviral se correlaciona con el número de células T de memoria
(Yasunaga et al., 2001). En pacientes con artritis reumatoide y enfermedad del tejido conectivo la
carga proviral de HTLV-1 se correlaciona positivamente con el porcentaje de células T CD4+ que
expresan CD45RO y negativamente con las que expresan CD45RA (linfocitos T vírgenes). Por otro
lado, la carga proviral también se correlaciona positivamente con el porcentaje de células T que
expresan HLA-DR (células T activadas). La migración de células T CD4+ y de linfocitos T citotóxicos
CD8+ específicos para HTLV-1-al sistema nervioso central es un paso crítico en la patogénesis de la
HAM/TSP (Jacobson, 2002; Osame, 2002). Del mismo modo, la infiltración de células T juega un
papel central en la iniciación y perpetuación de la artritis reumatoide (Cush et al., 1988; Panayi et
al, 1992). Por lo tanto, el hallazgo de un aumento de células T CD4+ de memoria (CD45RO),
activadas (HLA-DR) en el líquido sinovial de pacientes con artritis reumatoide apoya la hipótesis de
la implicancia patogénica de los linfocitos T infectados por HTLV-1 en la génesis de la artritis
(Yakova et al., 2005).

9.7.- CARGA PROVIRAL de HTLV-1 en DERMATITIS INFECCIOSA

La dermatitis infecciosa asociada al HTLV-1 (IDH), es una enfermedad infantil. La IDH es una forma
crónica y severa de la dermatitis infantil infecciosa exudativa que involucra principalmente cuero
cabelludo; cuello y orejas y que consiste en una erupción papular generalizada, secreción nasal y
formación de costras en las fosas nasales (Oliveira et al., 2005).
Recientemente se ha observado que el 30% de los pacientes con IDH pueden desarrollar una
HAM/TSP juvenil (Primo et al., 2005) y que las manifestaciones en piel probablemente representan
un factor de riesgo para el desarrollo de ATL (Farre et al., 2008; Hanchard et al., 1991).
presentes en portadores asintomáticos del virus. La alta carga proviral en pacientes con IDH no se
asoció con la edad, la duración de la enfermedad, la duración de la lactancia materna, o el grado
de las lesiones en piel. No hubo diferencia estadísticamente significativa entre la alta carga
proviral encontrada en pacientes con IDH y la observada en pacientes adultos con HAM/TSP
(Primo et al., 2009).
Además, la carga proviral detectada en pacientes IDH fue mayor a la observada en niños HTLV-1
seropositivos con eccema (Maloney et al., 2006). Como se describió anteriormente, una alta carga
proviral representa un factor de riesgo para el desarrollo de HAM/TSP en la edad adulta. Por lo tanto,
una alta carga proviral en pacientes con IDH puede predisponer, sumado a otros factores, el
desarrollo de un cuadro de HAM/TSP juvenil.

10.- CONCLUSION

En conclusión, la carga proviral de HTLV-1 sigue siendo el marcador de riesgo más importante para
el desarrollo de la HAM/TSP; ATL y otras patologías asociadas al HTLV, en diferentes poblaciones
étnicas con diferentes antecedentes genéticos. Un cuarto de siglo después de su primera
descripción, las infecciones producidas por el virus HTLV-1 siguen siendo poco reconocidas.
Muchos portadores permanecen asintomáticos, lo cual contribuye a la transmisión silenciosa del
virus. Dado que varias enfermedades asociadas al virus también pueden ocurrir en personas no
infectadas, el rol del virus HTLV-1 como agente causal de dichas patologías es poco claro.
La prevención de la transmisión sigue siendo fundamental para el control del HTLV-1, aunque las
fórmulas alternativas a la lactancia materna, principal vía de transmisión en todo el mundo,
pueden ser difíciles de proveer, especialmente en zonas endémicas en las que los recursos son
limitados.
Durante el desarrollo de la infección por HTLV-1 la carga proviral es relativamente estable. Es
probable que se alcance un equilibrio dinámico entre el aumento de células infectadas por HTLV-1
y la tasa de eliminación de las mismas por la respuesta inmune montada contra el virus. Los datos
actuales indican que un incremento significativo en la carga proviral en pacientes asintomáticos o
en pacientes con enfermedad establecida, puede indicar la necesidad de instaurar una terapéutica
destinada a reducirla, a fin de evitar el desarrollo de la enfermedad o el empeoramiento de la misma,
respectivamente.
Si bien el tratamiento de las enfermedades asociadas está destinado principalmente a aliviar los
síntomas, la cuantificación periódica de la carga proviral es particularmente útil como marcador
pronóstico para identificar aquellos portadores asintomáticos en riesgo de progresión de la
enfermedad neurológica o linfoproliferativa y en pacientes sintomáticos para monitorear la
eficacia de dicho tratamiento.
Sin embargo, el uso eficaz de la carga proviral como parámetro individual importante en la
práctica clínica, supone la adopción de un punto de corte como marcador de riesgo y su validación
durante el seguimiento del paciente. Por otra parte, conocer por qué algunos portadores
asintomáticos con carga proviral alta permanecen asintomáticos durante toda su vida, mientras
asociadas al HTLV-1.
Finalmente, una de las principales limitaciones existentes para poder realizar el monitoreo de la
carga proviral en el transcurso de la infección por HTLV-1, es la imposibilidad de contar en la
actualidad con técnicas moleculares comerciales validadas para tal fin. Por otro lado, también es
necesario definir parámetros de seguimiento como frecuencia del monitoreo, significado del
incremento o disminución de la carga proviral, con el objetivo de inferir progresión de la infección
o éxito de la terapia. Es por ello que el desarrollo y validación de técnicas moleculares “in house”
para la detección y cuantificación del ADN proviral de HTLV-1 resulta de interés, debiendo
realizarse su validación a nivel regional.

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