lo extr�nseco del arte, como la seudohisr�rica, sino porque
despu�s de valerse de los datos hist�ricos para la reproducci�n
hist�rica-lo que no es todav�a historia-,en cuanto obtiene la reproducci�n fant�stica hace historia, determinando el hecho que ha reproducido en su fantas�a, caracterizando el hecho por el concepto y estableciendo cu�l ha sido verdaderamente el hecho que ha acaecido. As� es que las dos tendencias que parecen pelearse en los planos inferiores de la cr�tica coinciden en �sta. Tanto monta decir critica hist6rica del arte como critica est�tica. 10 mismo da emplear esta o aquella denominaci�n, que pueden usarse particularmente s610 por razones de oportunidad, como cuando se quiere llamar particularmente la atenci�n con la primera sobre la necesidad de la inteligencia del arte y se quiere aludir con la segunda a la objetividad hist�rica de la consideraci�n. Y as� se resuelve el problema planteado por algunos merod�logos, de si la historia entra en la cr�tica de arte como medio o como fin, apareciendo ahora claro que la historia que se emplea como medio, precisamente porque es medio no es historia, sino material exeg�tico, y que la que tiene valorizaci�n de fin s� es historia, pero sin entrar en la cr�tica como elemento particular, sino como elemento constituyente y como todo. Cosas ambas que expresan la palabra fin. Si la cr�tica de arte es cr�tica hist�rica, se sigue que la misi�n de discernir lo bello y lo feo no podr� restringirse a las simples aprobaci�n y censura, como en la conciencia inmediata del artista en cuanto produce o del hombre de gusto en cuanto contempla, sino que debe elevarse y amo pliarse a lo que se llama explicaci�n. Y como en el mundo de la Historia,' que es el mundo, no existen fen�menos negativos ni privativos, porque el gusto considera como repug90 BENEDETTO CnOCE nante y feo lo que no es art�stico, no ser� en la consideraci�n hist�rica repugnante ni feo, porque esta consideraci�n hist�rica sabe que lo que no es art�stico es otra cosa, teniendo su perfecto derecho a la existencia porque es verdadero y ha existido. No es art�stica la virtuosa y cat�lica alegor�a que Torcuato Tasso compuso para la Jerusal�n. Ni son art�sticas las declaraciones patrioteras de Niccolini