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Felipe IV y el Buen Retiro

El Palacio del
Rey Planeta

Con motivo del IV centenario


del nacimiento de Felipe IV
(1605-1665), el Rey Planeta,
el Museo Nacional del Prado
consagra una exposición al Palacio
del Buen Retiro, principal
construcción de su reinado y
símbolo elocuente de su celebridad
como protector de las artes.
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Vista del Palacio del Buen Retiro, de Jusepe Leonardo.

Los hispanistas John H. Elliott


Fotos: Luis Domingo y Museo del Prado
y Jonathan Brown, excelentes
E l Palacio del Rey Planeta constituye la primera aproxima-
ción expositiva a los principales programas artísticos que
decoraron el Palacio del Buen Retiro, un vasto conjunto arqui-
conocedores de lo que fue y
tectónico levantado prácticamente de la nada por 1.600 obreros significó aquel real sitio, explican
en tan sólo 7 años a instancias del valido real, el conde-duque
de Olivares, que quiso edificarlo para mayor gloria del Rey Pla- sus aspectos más importantes
neta, así nombrado en los panegíricos de la época.
El proyecto de decoración pictórica de este palacio de mo- y el relevante papel de Felipe IV
desta arquitectura de ladrillo constituyó una de las aventuras
artísticas más ambiciosas y apasionantes de la época del Ba- como mecenas y coleccionista.
rroco, sin parangón en Europa, y la más compleja emprendida
nunca por un monarca español. En menos de 10 años —entre
1634 y 1643—, y fundamentalmente a través de encargos rea-
lizados por los embajadores de la monarquía en Roma, Nápo-
les, Amberes y Madrid, Felipe IV formó una impresionante
colección de pintura “moderna” con obras específicamente
destinadas al nuevo sitio real, de artistas tan importantes
como Velázquez, Zurbarán, Ribera, Poussin, Lanfranco
o Domenichino, entre otros. Jamás se volvería a afrontar
un reto semejante.
Debido a los daños sufridos durante la Guerra de la Indepen-
dencia, los únicos restos del palacio que se conservan son el Ca-
són del Buen Retiro y el ala norte de la Plaza Principal, que al-
bergó el Salón de Reinos, y que ahora muy reformada sirve de
sede al Museo del Ejército. Afortunadamente, el extraordinario
conjunto de más de 800 pinturas que lo decoraban —su verda- Los hispanistas John H. Elliott y Jonathan Brown, excelentes
dera riqueza— corrió mejor suerte y llegó a incorporarse en su conocedores de lo que fue y significó aquel real sitio —no en vano
mayor parte a los fondos del Museo del Prado. De hecho, no se son los autores de la monografía ya clásica sobre el Buen Retiro,
puede comprender la verdadera dimensión del Prado sin el le- Un palacio para el rey— cuentan sus aspectos más importantes y
gado de Felipe IV.J C.d.A. el relevante papel del Rey Planeta como mecenas y coleccionista.
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La exposición recrea por primera vez la disposición original de las pinturas


del célebre Salón de Reinos del Buen Retiro con La rendición de Breda, de Velázquez, co

La rendición de Breda, de Velázquez, preside el Salón de Reinos.

Retrato de un reinado
John H. Elliott
M uchas eran las esperanzas puestas en el reinado de Feli-
pe IV (1621-1665), tras unos años de paz malgastados
por su padre Felipe III y el gobierno corrupto de su valido, el
duque de Lerma. Grandes expectativas estaban puestas asi-
Felipe IV tuvo la mismo en los ministros que había escogido, entre ellos el con-
de-duque de Olivares, a quien todos los pronósticos señalaban
suerte de que su como nuevo valido.
Tan pronto como acabó el luto por la muerte de Felipe III a
reinado los 42 años, la corte se embarcó en la larga sucesión de feste-
jos que iba a constituir un aspecto tan llamativo del reinado de
coincidiera con Felipe IV. El monarca y su mujer Isabel de Borbón, con quien
le habían casado a los 10 años, eran muy aficionados a la músi-
uno de los ca, el baile y las comedias. La pasión de Felipe por el teatro se
vio reflejada en su vivienda, el Alcázar, donde se representa-
períodos de más ban comedias en el Salón Grande, pero también en el Palacio
del Buen Retiro, donde el rey añadiría un teatro, el Coliseo, y
brillante para el cual Calderón de la Barca escribiría piezas de asunto
creatividad mitológico.
El conde-duque de Olivares, primer ministro del rey y pro-
literaria y artística tagonista de esta exposición tras la figura de Felipe IV, abriga-
ba vastas ambiciones par su real señor, ya que a su juicio era
en España, una el mayor monarca del mundo, y había que hacer digno a Feli-
pe de tan alto destino. El ministro siempre había imaginado a
época de genios su señor como un sumo protector de las artes que llamara a su
corte a los mejores talentos de España, y Felipe asumió sin di-
como Calderón ficultad el papel que se le adjudicaba de Rey Planeta, lumina-
ria central que irradiaría calor y luz benéficos sobre los astros
o Velázquez. menores instalados en su órbita.
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de las pinturas
dición de Breda, de Velázquez, como protagonista.

Felipe IV, a caballo y La Reina Isabel de Francia, a caballo, de Velázquez. El conde-duque de Olivares, a caballo, de Velázquez.

Tuvo la suerte de que su reinado coincidiera El conde-duque de Los desastres públicos fueron acompañados de desas-
con uno de los períodos de más brillante creativi- Olivares, primer tres personales para Felipe. Murió Fernando, su único
dad literaria y artística en España, una época de ministro del rey y hermano superviviente y poco después, en 1644, su espo-
genios como Calderón o Velázquez, este último protagonista de esta sa, la reina Isabel de Borbón. Tras la década de 1650, que
introducido en la corte gracias a Olivares. exposición tras la daría cierto respiro al maltrecho Felipe, llegaría en 1665
El Palacio del Buen Retiro surgió en 1630, casi figura de Felipe IV, la extinción de cualquier posibilidad de reconquistar Por-
10 años después del comienzo de su reinado, co- abrigaba vastas tugal. La salud del rey empezaba a cuartearse y, entre sus
mo modesta ampliación del apartamento real ad- ambiciones para su tizianos de las bóvedas de verano del Alcázar, murió a los
junto a la iglesia de los Jerónimos, pero pronto real señor, ya que a 60 años de edad y 44 de reinado, el más largo de la histo-
se hizo patente que el tamaño y ubicación del lu- su juicio era el ria de España.
gar le otorgaban condiciones ideales para ser un mayor monarca del Nada habría podido simbolizar mejor los muchos con-
real sitio de recreo, una especie de palacio su- mundo, y había que trastes que caracterizaron el reinado de Felipe IV que
burbano. El palacio, menos distante de Aranjuez hacer digno a Felipe aquel Palacio del Buen Retiro que Olivares edificó para
y más espacioso que el Alcázar, vino a ser el cen- de tan alto destino. él en la década de 1630, cuando aún parecía que España
tro natural de la vida recreativa y cultural de la podría salir triunfante de sus guerras. En muchos aspec-
corte, un escaparate cultural donde también se tos era un alacio de ilusiones. La baratura de la fachada
aprendieran las artes del refinamiento cortesano, tomando contrastaba agudamente con el lujo del interior, adornado con
modelo del rey. muebles, pinturas y tapices procedentes de todos los rincones
Sin embargo, a finales de los años treinta la situación militar de una monarquía de ámbito mundial. Los suntuosos agasajos
e internacional empezó a inclinarse contra España en prove- y los deslumbrantes espectáculos chocaban llamativamente
cho de Francia y sus aliados, y empezaron a arreciar las críti- con la miseria que se veía al otro lado de los muros de palacio.
cas contra el régimen de Olivares. Aunque no resultó fácil, en El Siglo de Oro proclamado con tanto optimismo en los inicios
1643, Felipe IV rompió los lazos con el conde-duque, que fue del reinado vino a ser, para muchos vasallos del rey, un siglo
sustituido por Luis de Haro, su sobrino y sucesor en el título. de cobre por la moneda y de hierro por la guerra. Pero un
A partir de entonces, la presencia del monarca fue más activa aspecto del reinado justificó triunfalmente las loas de sus ad-
en el gobierno, lo que no impidió que comenzara una cadena miradores. En las artes, al menos, fue un siglo de oro puro,
de fracasos durante la década de 1640 que concluyeron con la y es ahí donde Felipe el Grande tiene su monumento impere-
pérdida de la hegemonía europea de España. cedero.J
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Presenta en primicia otras importantes series realizadas para la decoración


de este real sitio, correspondientes al ciclo de Roma Antigua y a la galería de Paisaje

Soldados romanos en el circo, de Aniello Falcone. Atletas romanos, de Aniello Falcone. Ciclo de Roma Antigua.

Felipe IV como mecenas


y coleccionista F elipe IV seguía un camino trillado cuando emprendió su
larga carrera de mecenas y coleccionista. Pero es evidente
que igualó a sus antecesores más ilustres, con un estilo perso-
nal de mecenazgo y coleccionismo que sólo recientemente se
Jonathan Brown ha vuelto a comprender en sus justos términos.
Fue en el arte de la pintura donde concentró sus afanes:
Felipe IV igualó con el mismo entusiasmo y ojo crítico con que patrocinó a ar-
tistas vivos, coleccionó obras de los maestros antiguos, y en
a sus antecesores los últimos 25 años de su reinado puso gran interés en la ins-
talación de sus tesoros en el Alcázar y El Escorial, creando
más ilustres, con verdaderos museos de la pintura colorista, que era para él la
forma suprema de creación artística.
un estilo personal Como han demostrado estudios recientes, la cualidad más
distintiva de la colección real fue su exhibición con criterios
de mecenazgo “museológicos”, ideada por el monarca de acuerdo con su pin-
tor Velázquez.
y coleccionismo La decoración del Buen Retiro es sin duda el ejemplo de pa-
trocinio mayor y más espectacular del reinado, pero también
que sólo el menos característico. A pesar del rápido ritmo de adquisi-
recientemente ción, hubo tres encargos, muy logrados los tres, que se articu-
laron en torno a un tema específico. Ellos constituyen la mate-
se ha vuelto ria de la presente exposición, y por lo tanto bastará con men-
cionarlos brevemente.
a comprender Sin duda, el más famoso es la serie dedicada, en el llamado
Salón de Reinos, a celebrar el poder y la antigüedad de la Casa
en sus justos de Austria española y las importantes victorias militares con-
seguidas por los ejércitos de Felipe IV en defensa de la monar-
términos. quía y de la fe católica. Era una serie de obras de pintores de
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ra la decoración
ma Antigua y a la galería de Paisaje Clasicista.

Galería de Paisaje Clasicista. Paisajes con las tentaciones de San Antonio, de Claudio de Lorena.

El Palacio del Rey Planeta. Felipe IV y el Buen Retiro. Museo Nacional del Prado. Hasta el 27 de noviembre de 2005. www.museoprado.es

Madrid, a los que se añadió el sevillano Francisco La decoración del cuentas del palacio, que recoge gastos de octubre
de Zurbarán. Buen Retiro es sin de 1633 a marzo de 1634, refleja un pago efectuado
Las otras dos series, ambas creadas en Italia, eran duda el ejemplo de a Velázquez por 18 cuadros, entre ellos las obras
novedosas. Una de ellas, la que ahora se conoce co- patrocinio mayor y maestras de su primera estancia en Roma, La fra-
mo Galería de los Paisajes, ha sido muy estudiada en más espectacular del gua de Vulcano (Madrid, Prado) y La túnica de
años recientes, y no sin razón, pues fue obra de ar- reinado de Felipe IV. José (El Escorial). El Retiro albergó asimismo El
tistas norteños residentes en Roma, algunos de gran Como han aguador de Sevilla (Londres, Wellington Mu-
fama: Claudio de Lorena y Nicolás Poussin, seguidos demostrado estudios seum) y retratos de Felipe II (Prado) e Isabel de
de cerca por Herman van Swanevelt, Jan Both y recientes, la cualidad Borbón (colección particular).
Gaspard Dughet. A estos pintores se encargaron 24 más distintiva de la Una elevada proporción de las pinacotecas na-
grandes lienzos de santos anacoretas en paisajes, un colección real fue su cionales de Europa se remontan en su origen a las
tema del que había algunos precedentes, aunque exhibición con colecciones principescas de los siglos XVI a XVIII. El
ninguno comparable en número ni tamaño. El últi- criterios caso de Felipe IV sólo tiene de extraño la falta de
mo grupo, que es del que menos se sabe, estaba for- “museológicos”, un monumento emblemático que recuerde a la
mado por escenas de la antigüedad romana pintadas ideada por el posteridad su presencia en el escenario del colec-
en Nápoles. Algunas les resultarán familiares a los monarca de acuerdo cionismo y el mecenazgo europeos: ni una Banque-
expertos en pintura napolitana, pero son muchas con su pintor ting House de Whitehall, ni un Versalles, ni un Uffi-
más las que han permanecido fuera de la vista du- Velázquez. zi o Pitti, ni un monasterio del Escorial. España tie-
rante decenios. Recientemente restauradas, consti- ne pendiente con él una deuda de gratitud por el
tuyen la gran revelación de esta muestra. enriquecimiento de su patrimonio cultural, una
Sería injusto que la importancia de esas tres series eclipsara deuda que se saldará con la recreación del Salón de Reinos del
las obras sueltas de otros pintores que se sumaron a la decora- Buen Retiro y la exhibición permanente de las series comple-
ción. En primer lugar, hay que citar a Velázquez, representado tas de la Galería de los Paisajes, las escenas de la antigüedad
por varios cuadros aparte de los que concibió para el Salón de romana y la Torre de la Parada. Todo ello forma parte ahora
Reinos. También de Velázquez se colgó en el Retiro la serie de de las colecciones del Museo del Prado, y con su instalación
6 retratos de bufones, tres de los cuales se encuentran ahora en uno de los pocos segmentos supervivientes del Buen Retiro
en el Prado. El pintor del rey fue además uno de los muchos Felipe IV tendrá el monumento que merece.J
madrileños que vendieron cuadros para el Retiro. Una de las (Textos incluídos en el catálogo de la muestra.)

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