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e+v inicio ene~feb 2018_evangelio y vida 03/11/17 17:45 Página 1

evangelio y vida

Comentarios a los evangelios de


enero (por Benjamín Romo Martín, cm)
febrero (por Honorio López Alfonso, cm)
2018

Ciudad de México
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evangelio y vida
Cuadernos bimestrales


con reflexiones sobre el evangelio de cada día

Dirección: Honorio López Alfonso, cm


Avenida San Fernando 154
14000 Tlalpan, CDMX
Diseño: Miguel Ángel Díaz Lagunas
Administrador: Ismael Soto García, cm
Teléfono Celular: + 55 65 41 49 30
o al teléfono fijo: (55) 5573 2947
Escribe a: RevistaEyV@hotmail.com
Avenida San Fernando 154
14000 Tlalpan, CDMX

Depósito de donaciones en:


Banamex, Sucursal 241, Tlalpan,
N° de Cuenta: 7 9 6 8 2 1 3
a nombre de: Jaime Reyes M.

Para comentarios por correo electrónico


avalsagua@yahoo.com.mx
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¡Amigas y amigos lectores, gracias!


Con alegre esperanza comenzamos una
nueva etapa de Evangelio y Vida. A partir del
número de marzo~abril 2018 dirigirá la edición
de estos cuadernos bimestrales el P. Silviano
Calderón, C.M. Además de ser conocido por sus
diversos ministerios, entre otros el de Provincial
de los Misioneros de México, también es
conocido de ustedes por los animosos y hondos
comentarios que escribió para Evangelio y Vida
durante estos años.
Yo ya llevaba prácticamente
un sexenio, y pedí ser relevado
de esta hermosa tarea para
dejarla en manos más jóvenes.
Estoy muy agradecido a cuantos
reciben Evangelio y Vida,
como lo estoy a todos los
colaboradores que aceptaron
hacer los comentarios de los
evangelios para algunos de
los meses de estos años. En total han sido
3 laicos, 7 Hijas de la Caridad y 15 Padres de la
Congregación de la misión, más los meses que
los escribía este su servidor de ustedes. También
estoy muy agradecido por los apoyos recibidos
de parte del paciente y dedicado diseñador
Miguel Ángel Díaz y de los administradores,
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primero, del Hermano


Marcelo, y segundo,
del actual, el P. Ismael
Soto García.

También en Facebook
y en Famvin.
Además de los
lectores que reciben
los ejemplares de
Evangelio y Vida
impresos, ya hay
cinco mil personas
que los siguen por
medio de Facebook. Esto gracias a la Sra. Charo
Avilés y a Iván Quecha.
Quien desee entrar a Facebook puede hacerlo en:
https://m.facebook.com/Evangelioyvidamexico/.
En total son 11,600 quienes los reciben actualmente.
Más los que lo siguen, desde ya hace varios
años –y por iniciativa de Javier Chento– en
somosvicencianos. Ignoro el número. La entrada
para recibirlos en ese medio es la siguiente:
https://famvin.org/es/evangelioyVida, y añadir
la fecha, por ejemplo 2 enero 2018 o el día que
usted solicite.
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Las ramas vicentinas


En cualquier caso me siento muy agradecido
con no pocos lectores particulares que han
propagado y usado este sencillo medio de
evangelización entre sus familiares, vecinos o
conocidos.
En cuanto a las ramas de la Familia Vicentina
es de justicia destacar a la más nueva de ellas:
Catequesis Especial Vicentina, y a su animadora,
la doctora Leticia Lomelí. Este solo grupo recibe
1125 ejemplares, y me acaban de decir en
Reynosa que van a aumentar el número. Dentro
de las demás ramas
de la Familia Vicentina
sólo algunas personas
de esas ramas los
reciben en sus centros
parroquiales.
Y, entre las varias
parroquias de los
misioneros de San
Vicente, las que solicitan
mayor número (400)
son: La Milagrosa
de Monterrey, la
Milagrosa de México,
y la parroquia de San
Agustín en Ecatepec.
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Le sigue con 275 la misión


de la Tarahumara –Chinatú–
y continúa Cuautla con 260,
y con 250 ejemplares la
parroquia de los vicentinos
en Veracruz, la de la
Milagrosa en Puebla, la
de Chihuahua y la de San
Pio X en Reynosa. A todos
ellos y a los demás les doy
de corazón mi sincero
agradecimiento.
Evangelio y Vida –y su hermosa tarea
evangelizadora– queda en buenas manos, en
las sabias del P. Silviano Calderón. Espero que
todos apoyemos con entusiasmo y empeño
este su nuevo trabajo.
Gracias, perdón y hasta luego; y el Señor
Jesús les dé su bendición a todos.

Honorio López Alfonso cm

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“Ten piedad de nosotros y bendícenos”


Núm 6, 22-27; Sal 66, 2-3.5.6.8; Gal 4,4-7; Lc 2, 16-21.

enero
Iniciamos este año 2018,
celebrando a María Madre
de Dios y Madre nuestra.
Querido Padre amoroso,
pongo en tus manos mi
agradecimiento por permitirme

• lunes • 2018
haber terminado un año más de
vida y quiero ponerme en tus manos de Padre en
este año que comienza.
Tú, que velas por mí y estás por encima de los límites
del tiempo y del espacio, sabes lo que necesitaré en
este nuevo año. Me abandono a tu misericordia, a tu
Providencia. Que sea lo que Tú dispongas, Señor.
Aumenta mi fe, que sea capaz de descubrir tu
presencia en mi caminar. No permitas que nada me
separe de Ti. Dame fortaleza y perseverancia en las
pruebas, y ayúdame cada día a recordar que nunca
sucederá nada que Tú y yo juntos, no podamos
superar.
Líbrame de la indiferencia. Hazme sensible a las
necesidades de los demás, y muéveme no sólo a orar,
a interceder por ellos, sino a realizar acciones
concretas en bien de mis hermanos.
Ayúdame a no ser ambicioso ni desperdiciado con
mi tiempo y con mis dones. Enséñame a darme a
los demás, a comprender que sólo vale la pena lo
que se hace por los demás. Enséñame a salir de mí
mismo para ir al encuentro de mis hermanos, sin
prejuicios, sin orgullo, con la mano extendida y el
corazón abierto.
Que así sea, Padre Dios. Así te lo ruego. Amén.
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2 • enero • martes • 2018


1Jn 2, 22-28; Sal 97; Jn 1, 19-28.
Cantemos la grandeza del Señor
Animado e inspirado por tu Palabra, que me da
vida, quiero nuevamente en este segundo día del año
continuar con mi oración de gratitud y de súplica en
este nuevo año.
Te pido Señor que me libres de ser vanidoso, de
creerme bueno, de sentirme satisfecho y conforme.
No dejes que me paralice la inercia, el orgullo o la
búsqueda de mí mismo. Padre bueno y misericordioso,
no dejes de incomodarme con tu presencia y tu Palabra,
de mantenerme en búsqueda creativa de nuevos
caminos en el servicio a los demás, de lanzarme contigo
a construir tu reino de paz, amor y justicia.
Enséñame a mantenerme sencillo y alegre, a ser
verdaderamente testigo tuyo en mi mundo.
Ayúdame a desprenderme de
todo lo que me estorba para
seguirte, líbrame de lo que me
hace tropezar, de lo que me pesa:
de mis rencores, mis egoísmos,
mis orgullos, mis miserias, mis apegos.
Enséñame a ser paciente, comprensivo, dulce, a
perdonar a los otros, a acogerlos en mi corazón.
Enséñame a amar como Tú nos amas.
Quiero descubrirte en cada día de este año que
empieza, y ayudar a que otros te descubran también.
Señor, que cuando me busquen a mí, te encuentren
siempre a Ti. Que así sea, Padre Dios.
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3 • enero • miércoles • 2018


1Jn 2, 29-3; 6; Sal 97; Jn 1, 29-34.
“Ahí vine el Cordero de Dios”
Leyendo el evangelio de este día les invito a detenernos
en tres expresiones. Primero. Juan vio que Jesús venia
al encuentro. ¿Al encuentro de quien? De ti y de mí...,
porque es Jesús que siempre sale a nuestro encuentro,
Él nos busca, nos llama, nos invita a seguirlo para
que camines tras sus huellas, porque, claramente nos
lo dijo: No son ustedes los que me han elegido, soy yo
quien les he elegido…
Segundo: Juan exclama: Ahí viene el cordero de
Dios, el que carga el pecado del mundo. Sí, ese es el que
vino a cargar con nuestros pecados, el que vino a
perdonarnos, a devolvernos la verdadera libertad, y
a hacernos hijos de un mismo Padre. Pero además,
hay otro detalle que es preciso tomar en cuenta. Ahí
está Juan presentando a Jesús: Pregúntate, tu hombre
o mujer de fe, a quién has presentado a Jesús. Date
cuenta que la tarea de Juan es también
la mía y la tuya. Presentar a Jesús a
otros como habrá habido tantos que te
lo han presentado y te han llevado a
encontrarte con Él. Tercero: Dice Juan
con una afirmación rotunda: Yo lo he
visto. Detrás de esta frase hay toda una
experiencia de encuentro con Jesús,
porque de Jesús no solo es preciso
saber, la fe es experiencia que brota del Encuentro
con su persona. Y eso es lo que necesitamos los que
queremos seguir a Jesús, encontrarnos con él.
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4 • enero • jueves • 2018


1Jn 3, 7-10; Sal 97; Jn 1, 35-42.
¿Dónde vives? Vengan y lo verán

D ice el evangelista: Jesús va pasando.


Son muchas las ocasiones en las que
los evangelistas nos presentan a Jesús
así, pasando. Va de camino y quiere que nos
pongamos en camino. No nos quiere sentados
conformistas y mucho menos desocupados.
Nos quiere ocupados, yendo siempre hacia
adelante en nuestra vida espiritual, yendo
siempre al encuentro del hermano…
Aquellos dos discípulos comienzan a seguirlo,
y viene la pregunta existencial que Jesús les
hace: ¿Qué buscan? Hoy es a nosotros a quien
se dirige él con esta misma pregunta: ¿Qué
buscas? Sí, ¿qué buscas al estar con tu familia?
¿Qué buscas en tus relaciones con los demás?
¿Qué buscas al ir a la Eucaristía o al acercarte a
los sacramentos? ¿Qué buscas al hacer oración?
¿Qué buscas con tu trabajo, ayudar a tu familia
o trabajar para tus gustos superfluos?
La pregunta de aquellos dos discípulos fue
muy atinada: Maestro, ¿Dónde vives? Vengan
y lo verán. Nuevamente se trata de ver con los
ojos de la fe, con el corazón. ¿Dónde podemos
encontrar hoy a Jesús?
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5 • enero • viernes • 2018


1Jn 3. 11-21; Sal 99; Jn 1, 43-51.
“Maestro, Tú eres el Hijo de Dios”
Una vez que se da el encuentro con Jesús viene la
invitación: Sígueme. Esta es la llamada de Jesús a
todo hijo de Dios: seguir a Jesús. En la persona de
Felipe estamos todos nosotros. Y del seguimiento
brota la misión, el testimonio, el contagio salvífico
a los demás, dice el evangelio de hoy: Felipe se
encontró con Natanael y le dijo: hemos hallado…a
Jesús, el Hijo de José, de Nazareth. Quien de verdad
se encuentra con Jesús no puede quedarse callado,
se convierte en un misionero.
Escuchemos esta apremiante exhortación del
Papa: Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y
situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo
su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar
la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo
cada día sin descanso. No hay
razón para que alguien piense
que esta invitación no es para él,
porque «nadie queda excluido de
la alegría reportada por el Señor».
Después de leer y meditar estos pasajes de san
Juan digamos que lo primero es: Encontrarnos
con la persona de Jesús. Lo segundo: permanecer
con El, y tercero: anunciarlo con nuestra vida.
Jesús dio la vida por ti, y tú ¿por quién la das?
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6 • enero • sábado • 2018


1Jn 5, 5-13; Sal 147; Mc 1, 7-11.
“El los bautizará en el Espíritu Santo”

M uchas veces pensamos que con estar


bautizados ya se es seguidor de Jesús,
pero eso sólo no es suficiente. Para
seguirlo necesitamos abrirnos a la acción del
Espíritu Santo, para vaciarnos de nosotros y
llenarnos de Él.
En los momentos de crisis y problemas parece
que todos nos acordamos de Dios, nuestra fe
aumenta, tratamos de participar en la misa y hacer
oración para encomendar a Dios aquellas
necesidades que nos están urgiendo. Nos olvidamos
que también a Dios se le alaba y se le adora.
Nos quejamos de que muchas de nuestras iglesias
están vacías, que la increencia cada vez es mayor,
pero no nos paramos a Pensar: ¿no nos estará Dios
pidiendo que estemos atentos a nuevas formas de
llevar el mensaje del Evangelio respondiendo así a
los tiempos actuales? El Espíritu de Dios siempre
está presente, debemos dejarnos seducir e inspirar
por Él.
Ha llegado el momento de que el Evangelio
resuene allí dondequiera que estemos, para que el
mensaje de Jesús sea conocido por todos y acogido
con amor. A nosotros nos toca ser el eco que lleve
el mensaje, como lo llevó, Juan Bautista.
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7 • enero • dom
ingo (Epifanía del Señor) • 2018
Is 60, 1-6; Sal 71; Ef 3; 2-3ª.5-6; Mt 2, 1-12.
“Hallaron al Niño que estaba con María”
Epifanía quiere decir “manifestación”. En este relato
los magos representan a todos los que no son del pueblo
de Israel. Así, pues, mientras los sacerdotes de los
judíos, jefes del pueblo de Dios, no recibieron aviso del
nacimiento de Jesús, Dios lo participó a algunos de esos
amigos suyos que estaban muy lejos de su pueblo. Esta
lección vale para todos los tiempos: Jesús es el Salvador
de todos. Dios habla por medio de los acontecimientos.
Llamó a los Magos por medio de una
estrella, y a los pescadores después de
una pesca. La conversión de los
paganos (gentiles) y el rechazo de
Israel, eran dos temas fundamentales
de la iglesia primitiva.
La Epifanía es la manifestación a toda
la humanidad del misterio de Dios
hecho hombre. Debemos aprender de los Magos: 1. a
descubrir la presencia de Dios en los signos, 2. a caminar
con determinación, y 3. a no permitir que personas o
acontecimientos nos desvíen del seguimiento a Jesucristo.
Somos Iglesia, llamados a ser una casa abierta donde
caben todos los pueblos, razas, y culturas. ¿Cómo recibo
a los forasteros que llegan por primera vez a mi barrio
y a mi parroquia?
¿Es mi vida como una estrella que guía a otros a
Jesús?
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8 • enero • lunes • 2018


Bautismo del Señor 1Jn 5, 1-9; Is 12; Mc 1, 7-11.
“Tú eres mi Hijo, el amado; Tú eres mi elegido”
El Evangelio de hoy nos presenta el bautismo
de Jesús. Él, que era Dios, que no tenía ningún pecado,
acudió a Juan, el Bautista, para ser bautizado. Con
este gesto, Jesús nos demuestra la grandeza de
este misterio y nos da una lección más de humildad
y de solidaridad con nuestra condición de pecadores.
Él, que no cometió pecado, el Padre Dios lo hizo cargar
con los de la humanidad entera.
¿Puede haber amor más grande?
El bautismo es uno de los momentos
más importantes de la vida de todo
cristiano. A diferencia de otros
acontecimientos religiosos, nos
acordamos muy poco de él. No sólo
porque, cuando fuimos bauzados
éramos unos niños, sino porque
no siempre le hemos dado la
importancia que él tiene. Hacemos
fiesta de quince años, de matrimonio,
de ordenación sacerdotal; pero,
¿dónde está el fundamento y la razón de estos,
sino en el bautismo?
Por el bautismo nos hacemos hijos de Dios.
Curados del pecado original. Nos hacemos
seguidores de Jesús, se abren las puertas del
cielo. Dios nos da su gracia. A nosotros nos
corresponde hacerla fecunda, hacerla crecer día
tras día. ¿Hasta dónde?
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9 • enero • martes • 2018


1Sam 1, 9-20; 1Sam 2; Mc 1, 21-28.
“Tú eres el Santo de Dios”

E l evangelista san Marcos presenta a Jesús


como Alguien que ama incondicionalmente,
dándose a todos y todas. Jesús inquieta,
incomoda y cuestiona la religiosidad sin sentido,
la tradición que va beneficiando a sus líderes
religiosos y a aquellas personas con capacidad
de poder.
El Jesús que proclama y describe Marcos es
uno que se solidariza con los olvidados por la
sociedad, los desapercibidos, y los invisibles
ante los poderosos. Marcos presenta un cuadro de
Jesús que vino a despertar la esperanza olvidada
del pueblo escogido por Dios. El reino de Dios se
había acercado y había trastornado la religiosidad
de la práctica para dar paso a una relación iniciada
por Dios con su creación, no al revés.
La gente estaba asombrada con la manera en
que Jesús sacó al demonio de aquél hombre. En
efecto, un evento así llama al asombro. La gente
se asombró con la autoridad con qué Jesús le
habló al demonio, y como el mismo obedeció.
Tristemente, la iglesia ha caído en la tentación
de encajonar a Jesús de tal manera que ya no nos
asombran la forma radical en la que Jesús continúa
actuando. Muchas veces nos comportamos como
meros espectadores, cayendo en la rutina y la
pasividad, en vez de convertirnos en agentes
comprometidos en la construcción del Reino de
Dios que Jesús nos trajo.
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“Jesús se levantó, salió y fue a un lugar solitario donde


se puso a orar” 1Sam 3, 1-10.19-20; Sal 39; Mc 1, 29-39.
Jesús entra en la vida de las personas que le permiten
entrar, unos lo harán por necesidad, buscando una
curación, el perdón de sus pecados. Otros en cambio le
dejarán entrar en su corazón poco a poco, casi por
curiosidad, “como quien no quiere la cosa…” sin
darse cuenta va siendo parte de su vida. Podemos
preguntarnos, ¿de cuáles somos?
Jesús nos ha llamado amigos y con los amigos se
está, no por necesidad, sino por “estar bien” Así es como
hay que estar con Él, no solo por necesidad, sino por estar
bien en la vida que llevamos. Nuestra relación con él debe
ser construida día a día, paso a paso, oración a oración,
ejemplo a ejemplo. Y no acordarnos de él sólo cuando el
agua la tengamos al cuello. Él mismo lo dijo a sus discípulos:
No los llamo siervos, sino amigos (Jn 15,15).
Jesús siempre está ahí ayudándonos aunque no lo
notemos. Es su persona la que nos ilumina y nos anima
a seguirlo e imitarlo. Cuando
el mundo se nos hace cuesta
arriba, recordémoslo cargando
la pesada cruz; cuando
parezca que nadie nos
escucha, miremos al cielo
como él hizo tantas veces
al sentirse solo; cuando estemos enfermos recordemos
que también él sufrió y que el sufrimiento con él es
parte de nuestra condición humana.

10 • enero • miércoles • 2018


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11 • enero • jueves • 2018


1Sam 4, 1-11; Sal 43; Mc 1, 40-45.
“Si quieres, puedes curarme. Jesús tuvo compasión”
Esta frase del leproso está llena de fe y confianza en
Jesús: Si quieres puedes curarme. Y es importante notar
la actitud de Jesús hacia el leproso. Al Jesús tocar al
leproso le enseñó a sus discípulos y nos enseña a todos
nosotros que el mensaje que él traía era de misericordia,
de compasión, de acompañamiento, de riesgo y al mismo
tiempo de confianza.
Así a lo largo de la historia muchos hombres y mujeres lo
entendieron y vivieron, como Annalena Tonelli, joven laica
italiana voluntaria católica y que trabajó
durante 33 años en África, tratando
enfermedades como la tuberculosis y el
HIV, realizando campañas en contra de
la mutilación de los genitales femeninos
y en escuelas especiales para niños de
diferentes capacidades. En junio de
2003, Annalena ganó el Premio Annalena Tonelli
Nansen, que es entregado anualmente por ACNUR,
en reconocimiento al servicio que ella brindó a los
refugiados. Anna fue asesinada en su hospital por un
somalí de un grupo armado.
¿Qué estás haciendo en tu comunidad en relación a
los marginados? ¿En qué formas estamos manifestando
la actitud de misericordia y compasión que mostró
Jesús? Este pasaje nos ofrece una oportunidad para ver
nuestro compromiso como seguidores de Jesús.
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12 • enero • viernes • 2018


1Sam 8, 4-7. 10-22; Sal 88; Mc 2, 1-12.

“Levántate toma tu camilla y vete a tu casa”

V emos en el evangelio de hoy cómo el


paralítico que ha sido puesto frente a
Jesús se levanta, toma la camilla, empieza
a andar y todos dice: ¡Nunca vimos cosa igual!
Este milagro reveló tres cosas muy importantes:
1. Las enfermedades de las personas no son un
castigo por sus pecados. 2. Las enfermedades no
son impedimento para llegar a Dios 3. El rostro
de Dios que Jesús revela no es el de los doctores
de la ley. Él nos perdona y nos pone en pie.
Esto me recuerda al drogadicto que se recuperó
y que ahora es miembro de una comunidad en
Curitiba, Brasil. Dijo: “Me crié en la religión
católica. Mis padres eran muy practicantes y
querían que los hijos fuesen como ellos. La gente
era obligada a ir a la iglesia siempre, todos los
domingos y las fiestas. Y cuando no iba, decían:
“¡Dios castiga!” Yo no iba a gusto, y cuando crecí,
poco a poco fui dejando. El Dios de mis padres no
me gustaba. No lograba entender cómo Dios,
creador del mundo, se convirtiera en un juez para
mí, niño del campo, amenazándome con el castigo
y con el infierno. ¡Me gustaba más el Dios de mi
tío, que no pisaba la iglesia, pero que todos los
días, sin falta, compraba el doble de pan que
necesitaba, para darlo a los pobres!”. La fe en
Jesús se expresa con las obras.
¿Cuál es el rostro de Dios que revelo a los
demás a través de mi comportamiento?
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13 • enero • sábado • 2018


1 Sam 9, 1-4.10.17-19; 10,1; Sal 20; Mc 2, 13-17.
“No he venido a llamar a los justos,
sino a los pecadores”
Después de mirarlo con misericordia, el Señor
le dijo a Mateo: «Sígueme». Y Mateo se levantó
y lo siguió. Después de la mirada, la palabra.
Tras el amor, la misión. Mateo ya no es el mismo;
interiormente ha cambiado. El encuentro con
Jesús, con su amor misericordioso, lo transformó.
Y allá atrás quedó el banco de los impuestos, el
dinero, todo quedó atrás. Antes, él esperaba
sentado para recaudar, para sacarle a los otros,
ahora con Jesús tiene que levantarse para dar,
para entregar, para entregarse a los demás. Jesús
lo miró y Mateo encontró la alegría
en el servicio. La mirada de Jesús
genera una actividad misionera,
de servicio, de entrega. Su amor
cura nuestras miopías y nos
estimula a mirar más allá, a no
quedarnos en las apariencias o
en lo políticamente correcto.
Jesús va delante, nos precede,
abre el camino y nos invita a
seguirlo. Nos invita a ir lentamente superando
nuestras resistencias. Nos desafía día a día con
una pregunta: ¿Crees? ¿Crees que es posible que
un recaudador se transforme en servidor? ¿Crees
que es posible el cambio radical en tu vida?
¿Crees de verdad que Jesús puede cambiarte?
Oración: Señor, Tú transformaste toda la
vida de san Mateo, haz también de mí tu
discípulo y misionero.
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14 • enero • domingo (2° TO) • 2018


1Sam 3, 3-10.19; Sal 39; 1Cor 6, 13-15.17.20; Jn 1, 35-42.
“Hemos encontrado al Mesías, al Cristo”
Cuando Jesús inicia su vida pública y su misión
eran pocos los que lo seguían. En cambio hoy
somos muchos los seguidores, los que escuchamos
su Palabra, los que le seguimos de forma libre, pero
de nuevo la pregunta de Jesús nos debe detener para
buscar la respuesta más verdadera. ¿Qué buscan?
¿Qué buscas?
¿Qué buscamos realmente en el seguimiento de
Jesús? Un bastón donde apoyarnos, un mago, una
solución a nuestros problemas, alguien a quien
“oyeron, vieron, contar
del que
nuestros problemas pero
nos olvidamos si las cosas
contemplaron ,
siguieron, se marchan bien…
quedaron y die ron No podemos confiar sólo en lo que
testimonio”. dicen los demás de Jesús, necesitamos
experimentarlo en nuestra propia
vida, conocerlo, amarlo, vivir de forma diferente,
motivados por su presencia en nosotros, confiados en
su Palabra, aunque tantas veces tengamos que ir nadando
contra la corriente de este mundo; nuestro ejemplo
debe ser un testimonio claro y fiel para aquellos
que andan perdidos, aquellos que no le conocen.
Los discípulos realizan un bello camino de fe, lo
muestran estos verbos “oyeron, vieron, contemplaron,
siguieron, se quedaron y dieron testimonio”. Esto
debemos hacer con Jesús: Escucharlo, verlo,
contemplarlo, seguirlo, quedarnos con Él y dar
testimonio de Él. Esa es la clave del verdadero
discípulo ~ misionero.
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15 • enero • lunes • 2018


1Sam 15, 16-23; Sal 49; Mc 2, 18-22,
“Por qué no ayunan tus discípulos?”

¡V
ino Nuevo; Odres nuevos! Con este
llamado, el Papa Juan XXIII abrió el
Concilio Vaticano Segundo. Parecía que
se desprendía de sus largos años, y se convertía en
un profeta joven, embarcando a la Iglesia en una gran
aventura del Espíritu. Dijo: Lo que ahora se necesita
es un nuevo entusiasmo, una nueva alegría.
Cristo nos llama a la alegría. A una alegría
profunda, nacida desde la paz del corazón. Él nos
lo dijo claramente: “¿Cómo pueden ayunar los
invitados a la boda, mientras están con el esposo?”
Si realmente Jesucristo habita en nosotros a través
de su presencia, ¿cómo podemos mantenernos sin
esperanza, sin alegría, sin paz? El ayuno, el sacrificio,
la renuncia todo esto es medio para estar con Jesús,
todo esto es preciso si nos lleva a encontrar al
hermano solo y desamparado, si nos lleva a anunciar
la Buena Nueva del evangelio. Recordemos que
todas estas acciones son medios para conseguir el
fin que es el encuentro con Jesucristo.
Señor Jesús, hoy me invitas a dejar lo viejo, lo
desgastado, la rutina, el pesimismo y la tristeza. Me
invitas a desprenderme del espíritu deteriorado
y débil con el que a veces vivo mi fe. Me llamas a
más, a estar en pie de lucha con un amor y un
entusiasmo renovado. Y para que mi amor sea
nuevo cada día debe alimentarse de tu Palabra en
la oración y en los sacramentos.
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16 • enero • martes • 2018


1Sam 16, 1-13; Sal 88; Mc 2, 23-28.
“El sábado ha sido hecho para el hombre”

L a ordenanza del sábado es una ley que, como


todas las leyes de Dios, apunta al bien del
hombre. Así que, no podría haber una
contradicción entre la ley del sábado y una necesidad
primordial del hombre como es el saciar el hambre.
Nunca estuvo en la intención de Dios prohibir
actividades de necesidad o actos de misericordia. Por
lo tanto, si era observado conforme al propósito
original de Dios, se convertiría en un verdadero gozo
para el hombre.
¿Cuál era el propósito original de Dios para el
hombre en el día de reposo? Fue hecho para que el
ser humano pudiera descansar un día a la semana, y
tener tiempo para adorar a Dios, y nutrir su vida
espiritual y recobrar fuerzas físicas.
Nosotros los cristianos que participamos de la
Eucaristía dominical alimentándonos de la Palabra y
de la comunión, ¿cómo empleamos ese tiempo?
Démonos cuenta que es una maravillosa ocasión para
estar con la familia, salir a paseo juntos, comer algo
diferente con la familia, ver una película, salir al parque,
visitar a amigos, son tantas cosas que se pueden vivir
y ser aprovechadas para fortalecer los lazos familiares.
Tantas veces caemos en la rutina, el aburrimiento
y el andar cada quien por su cuenta y viviendo la
dispersión. No hay intereses comunes… ¿Cómo
aprovecha tu familia los días de descanso?
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17 • enero • miércoles • 2018


1Sam 17, 32-33.37.40-51; Sal 143; Mc 3, 1-6.
“Extendió su mano y quedó sana”
Según los fariseos, la ley impedía curar a los enfermos
en sábado, así que, según ellos, más importante era la
ley que las personas. ¿Puedes tu creer esto? Y en contra
de la ley, Jesús dice al hombre que tenía la mano seca:
“Levántate y ponte ahí en medio.” Y era sábado, escándalo
para los observantes de la ley.
La palabra “levántate” es usada para significar
“resucitar”; mejor dicho, el discapacitado debe “resucitar”,
levantarse, ponerse en medio y ocupar su lugar en el
centro de la comunidad. En otras palabras, los marginados,
los excluidos deben ponerse en medio, ser incluidos y
acogidos, estar junto con todos los demás.
Esta es una doble enseñanza para nosotros hoy.
Primero, la ley es para la persona, no la persona al
servicio de la ley. Nosotros estamos movidos por una
ley interior, la ley del Espíritu
Santo que está en nosotros.
Una ley inscrita en nuestro
corazón que es la ley del amor.
Y por eso san Pablo dirá que
no tenemos más deuda con
nadie que la del amor.
Segundo. Los excluidos, los marginados, los pobres
son quienes deben estar en el centro de la Iglesia, de
nuestras comunidades y de nuestras personas. Porque
ellos son la carne de Cristo
Nosotros hoy, ¿qué hacemos por ellos? ¿Hemos
perdido la sensibilidad ante el dolor y el sufrimiento
del hermano?
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18 • enero • jueves • 2018


1Sam 18,6-9, 19, 1-7; Sal 55; Mc 3,7-12.
“Tú eres el Hijo de Dios”

P redicación y sanación de enfermos. Estos


son los dos pies con los que Jesús caminó
en todo momento, en sus días de “vida
pública” cumpliendo la misión que el Padre le había
encomendado. La manifestación del amor, la
misericordia y la compasión del Padre para con la
humanidad está reflejada en estas dos palabras:
Predicar y sanar. Es esto que hemos visto en el
evangelio de hoy. Es también la clave para una vida
nueva en las personas que se acerca a él. Dejarse
sanar por Jesús y comenzar una nueva vida motivada
por la Buena Noticia del mensaje de Jesús.
Aquí tendríamos que estar atentos para no caer en
la tentación del reduccionismo de la persona y
mensaje de Jesús. En todo nuestro compromiso
como cristianos o en nuestra acción pastoral,
necesitamos guardar el equilibrio entre predicar la
Palabra y curar para dar vida, o mejor dicho entre el
anuncio y las acciones concretas en favor de los
demás. ¿En qué medida en nuestras comunidades
nos preocupamos por vivir la acción litúrgica y
sacramental? y ¿qué tanto la proyectamos en
acciones concretas en favor de los pobres que nos
reclaman nuestra ayuda? ¿Nos es más cómodo
quedarnos en la primera parte?
A Jesús lo llamamos nuestro Maestro, pidamos al
Padre la gracia de ser coherentes, verdaderos discípulos
que continúen de su misión.
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19 • enero • viernes • 2018


1Sam 24, 3.21; Sal 56; Mc 3, 13-19.
“Instituyó a doce para que
estuvieran con él y para enviarlos”
Permítanme invitarles a reflexionar sobre tres frases
tomadas del evangelio de hoy:
Llamó a los que él quiso: Cristo no llamó a los
mejores, ni siquiera llamó a los más capaces, en todo
caso, capacitó a los que llamó. Jesús podría haber elegido
a sus discípulos~misioneros a los hombres más austeros
y “puros” de su tiempo. De entre los más sabios y
conocedores de la ley; en cambio, llamó a pescadores,
pecadores y pobres. A unos hombres sin~nombre, sin
títulos, sin honores, sin riquezas. Jesús nos elige no
porque seamos buenos, sino para hacernos buenos.
Para que estuvieran con Él. ¿Qué es el discípulo sin
su maestro? ¡Nada! Estar con Jesús, mantenernos junto
a él, perseverar a su lado: es condición para seguir siendo
siempre como verdaderos “discípulos” del Señor. Si no
estamos a su lado, si no conocemos
su manera de ser, de hablar, de
rezar, de sanar, de anunciar, de
vivir... difícilmente seremos
“otros Cristos”.
Para enviarlos a predicar: No existe un cristiano
sin misión, sin tarea. No se trata sólo de estar junto al
Señor (ser discípulo), sino que se trata de ser también
“misioneros”. Pregúntate en la oración, ¿cuál es esa
misión que Dios te encomienda para este 2018? Cristo
te necesita, su Reino está en construcción y tú y yo
podemos ser parte de ese proyecto.
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20 • enero • sábado • 2018


2Sam 1, 1-4.11-12. 17. 19. 23-27; Sal 79; Mc 3, 20-21.
“Se ha vuelto loco”

E s un evangelio muy breve, solo dos versículos.


Pero, ¡cuánta riqueza la que encierra para ser
meditada!
Pienso en María, llegan sus vecinas, aquellas que se
reúnen en el pozo para sacar el agua y el comentario
es el mismo: ¿Qué le ha sucedido a Jesús? Estaba
bien, pero de pronto dejó la carpintería para iniciar una
vida errante. ¿Perdió la razón? ¿Se habrá vuelto loco?
Todos estos cometarios le llegaban a su Madre, a tal
grado que los parientes, para evitar más vergüenzas
y comentarios de Él, la animan para ir en su búsqueda
y regresarlo a casa. Que difícil para una madre vivir
esta experiencia. Y María la asume desde el silencio
y desde la fe.
María siempre le fue fiel a su Hijo, desde pequeño,
lo escucha y guarda todas sus palabras, sus gestos y
sus acciones en su corazón, allí las medita, las
contempla y las va haciendo vida.
Cargó todas aquellas contradicciones, críticas,
rechazos y sobre todo su pasión y muerte. Pidamos a
María que nos ayude a mantener la mirada bien fija
en Jesús, y a seguirle siempre, incluso cuando llegan a
nuestros oídos los comentarios negativos y las críticas,
haciendo de ellas algo que nos ayude a crecer.
María, Virgen Madre de la Iglesia y Madre mía,
intercede por todos nosotros que somos tus hijos.
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21 • enero • domingo (3° TO) • 2018


Jon 3,1-5.10; Sal 24; 1Cor 7, 29-31; Mc 1,14-20.
“Conviértanse, porque el Reino de Dios está cerca”
Después de que tomaron preso a Juan, Jesús fue
a la provincia de Galilea y empezó a proclamar la
Buena Nueva de Dios. ¡La prisión de Juan Bautista
no asustó a Jesús! Vio en ella una señal de la
llegada del Reino.
Y Jesús proclamaba la Buena
Nueva de Dios que no solamente
porque viene de Dios, sino que
también y sobre todo porque
Dios es su contenido. Él mismo,
en la persona Jesús es esa Buena Nueva. Porque es
Dios el único que responde a la aspiración más
profunda de nuestro corazón. Cuatro expresiones
llaman nuestra atención:
¡El plazo ha terminado! Su presencia en medio
de la humanidad ha marcado un antes y un después
en la historia de la humanidad.
¡El Reino de Dios ha llegado! La presencia de
Jesús es la llegada del Reino. Él es la manifestación
plena del reinado de Dios en el mundo. Quien
tiene a Jesucristo tiene el Reino.
¡Conviértanse! Deja que la persona de Jesús y
su proyecto de vida hagan el vuelco completo en
tu vida para que seas una criatura nueva.
¡Crean en la Buena Nueva! Es decir, acepta la
persona de Jesús y su evangelio como norma para
tu vida. ¡Conviértanse! ¡Crean en la Buena Nueva!
¿Cómo está sucediendo esto en mi vida?
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22 • enero • lunes • 2018


2Sam 5, 1-7; Sal 88; Mc 3, 22-30.
“El pecado contra el Espíritu Santo”
Hace algún tiempo los periódicos diarios del Perú
destapaban un escándalo, por el cual una mafia hacia
negocio con medicamentos vencidos, adulterando
envases y montando todo un aparato para cambiar
fechas de vencimiento y número de lote de fabricación
para introducirlos en el mercado. Estamos frente a un
ejemplo de falta de escrúpulos y engaño con el solo
propósito de beneficiarse a cualquier precio. ¿No será
a uno de estos engaños a los que se refiere el Señor en
el evangelio de hoy?
Los escribas saben que están mintiendo, que están
armando un argumento engañoso que no tiene
sustento, y por eso Jesús lo tacha de imperdonable. Es el
pecado contra el Espíritu Santo. Lo hacen para sostener
su posición frente a Jesús, para condenar a Jesús, porque
ven en Él una amenaza a sus intereses egoístas.
¿Cuántas veces nuestras instituciones y nosotros
mismos nos vemos tentados de actuar así? ¿Cuántas
veces por una conveniencia
actuamos así? ¿Cuántas veces,
teniendo toda la capacidad
de manejarnos con la verdad,
buscamos razonamientos falsos
para defender posturas o
intereses personales o de institución? De esta forma
se engaña así intencionadamente a los más pobres, a
los más humildes, a los indefensos, cuando tendrían
que ser los privilegiados.
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23 • enero • martes • 2018


2Sam 6,12-15. 17-19; Sal 23; Mc 3, 31-35.
¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?
Jesús mismo es quien dará la respuesta a esta
pregunta que él mismo hace a sus oyentes. Todos
aquellos que escuchan mis Palabras y las ponen en
práctica. No se trata solo de escuchar y darse la
vuelta… se trata de poner en práctica. Su Madre y
sus hermanos son todos aquellos pobres de
espíritu, es decir, los que se reconocen pobres
delante de Dios y ponen en Él toda su confianza.
El Papa hablando ante seis mil seminaristas y
novicias les decía: “Por eso me duele ver a una monja o
a un cura con el último modelo de coche”. Y en otra
ocasión pedía que la Iglesia no siga la riqueza y los
religiosos sean coherentes con su voto de pobreza.
En otra ocasión diría también que: “Los sacerdotes
son como los aviones: sólo son noticia cuando caen”. En
esa ocasión se refirió a las enfermedades y tentaciones,
como la acumulación del dinero
y poder, la vanidad, la sensación
de sentirse superiores a los
demás o el alzheimer espiritual
porque han perdido la memoria
de su encuentro con el Señor.
Este evangelio nos pone de
frente a la pregunta: ¿Qué
importancia tiene para mí la Palabra de Dios? El
Papa mismo diría en una ocasión: “¿qué pasaría si
diéramos el mismo trato a la Palabra de Dios que el que le
damos al celular?”
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24 • enero • miércoles • 2018


2Sam 7, 4 -17; Sal 88; Mc 4, 1-20.
“El sembrador ha salido a sembrar”
Todos conocemos el trabajo del campesino: sembrar,
trabajo duro y arduo, pero siempre hecho con dos
pensamientos: Realismo, que quiere decir que sabe que
pueden fallar muchas cosas en su siembra, que no nazca,
que se llene de maleza, que no le caiga agua suficiente,
que haya plaga, que venga una granizada, o un fuerte
viento que le deje su siembra por el
suelo. Él sabe que enfrenta todos estos
peligros. Pero por otro lado lo hace con
una grande confianza y esperanza que
va a tener una buena cosecha.
Jesús conocía el campo y desde ahí
se aplica Él mismo esta parábola. Así
va sembrando su mensaje de salvación, su
Palabra la va esparciendo con realismo,
sabiendo que puede no dar fruto, pero con
una grande confianza en que podrá dar
mucho fruto y así es el resultado, unos cien,
otros cincuenta. Jesús sembraba su Palabra en cualquier
parte donde veía alguna esperanza de que pudiera
germinar. Sembraba gestos de bondad y misericordia
hasta en los ambientes más difíciles. Palabras de vida por
todas partes
Como Jesús, misión no es cosechar éxitos y ver
resultados. Nos toca sembrar semillas de vida y de
esperanza y gestos de misericordia por donde pasemos.
Necesitamos pasar de la obsesión por “cosechar” a la
paciente labor de “sembrar”. Jesús nos dejó en herencia
la parábola del sembrador, no la del cosechador.
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25 • enero • jueves • 2018


Hech 9, 1-22; Sal 116; Mc 16, 15-18.
“Vayan por todo el mundo
y anuncien la Buena Nueva”
En el capítulo 9 de los Hechos de los apóstoles se nos
narra de una manera maravillosa la conversión de san
Pablo, aquel hombre que de perseguidor de los cristianos,
Dios lo convierte en el gran apóstol de los gentiles. Un
gran misionero enamorado de Jesucristo, totalmente
apasionado por llevar el evangelio a todos los rincones de
la tierra. ¡Ay de mi si no anuncio el Evangelio! (1Cor 9,16)
Por ello no le importan los sacrificios, cárceles, juicios,
noches sin dormir, días sin comer. Hombre convencido
de la presencia y fuerza de Jesús en su vida: Todo lo puedo
en aquel que me fortalece. (Flp 4, 13)
Porque para él la vida es Cristo y
la muerte una ganancia. (Filp 1,21)
Y nadie ni nada podrá separarlo
del amor de Cristo (Rom 8, 15).
Hoy, los misioneros vicentinos
celebramos el nacimiento de la
Congregación de la Misión, con
aquel que el mismo san Vicente llamaría “el sermón de
la misión”, predicado sobre la conversión y motivado
por la conversión de san Pablo. Oremos para que los
misioneros vicentinos con creatividad, seamos coherentes
y auténticos evangelizadores de los pobres.
“Señor, toma este corazón de piedra, y dame un
corazón de hombre: un corazón que te ame, un corazón
que se alegre en ti, que te imite y que te complazca.”
(San Ambrosio).
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26 • enero • viernes • 2018


Tit 1, 1-5; Sal 95; Mc 4, 26-34.
“La tierra da fruto por sí misma”
Hoy celebramos en la Iglesia a dos grandes
apóstoles, Timoteo y Tito, dos discípulos del Apóstol
Pablo y grandes colaboradores en la animación
misionera de las comunidades fundadas por Pablo.
Timoteo es la imagen del discípulo ejemplar:
obediente, discreto, eficaz, valiente. Por estas
cualidades Pablo quiso que fuera su compañero de
apostolado, en vez de Juan Marcos, durante el
segundo viaje misionero en el año 50.
El segundo fiel colaborador de Pablo fue San Tito,
de origen pagano. Convertido y bautizado por el
mismo apóstol, que lo llama “hijo mío”, se encuentra
en compañía de Pablo en Jerusalén, en el año 49.
Hizo con él el tercer viaje misionero y fue Tito quien
llevó la “carta de las lágrimas” de Pablo, a los fieles
de Corinto, entre los cuales restableció la armonía y
organizó la colecta para los pobres de Jerusalén.
La misión evangelizadora
es tarea de todo bautizado,
pero quien da el crecimiento
y fruto es el Señor. ¿Qué es,
pues, Apolo? Y, ¿qué es Pablo?
Servidores mediante los cuales
ustedes han creído, según el
Señor dio oportunidad a cada
uno. Yo planté, Apolo regó, pero Dios ha dado el
crecimiento. Así que ni el que planta ni el que riega es algo,
sino Dios, que da el crecimiento… (1Cor 3, 5-7).
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27 • enero • sábado • 2018


2Sam 12, 1-7. 10-17; Sal 50; Mc 4, 35-41.
¡Pasemos a la otra orilla!
Jesús pide a los discípulos que vayan a la otra
orilla. ¿Qué es pasar a la otra orilla? Hace referencia
al paso del mar Rojo y la travesía del desierto. Aquellos
“pasos”, a pesar de los peligros, la incertidumbre,
el riesgo, la sed y el hambre… que supusieron, les
llevaron a la tierra prometida.
Es una invitación a la universalidad del mensaje de
salvación. Es la invitación a salir de nosotros mismos,
de nuestras seguridades, de nuestro encerramiento,
de nuestro pequeño mundo para ver el
mundo de los demás y tender la mano a
quien te necesita. ¿Cuáles son esas otras
orillas de la vida nuestra y de los demás
a las que es preciso pasar?
Por otra parte la necesidad
extrema obliga a los apóstoles
a pedir ayuda a Jesús como
último recurso. “¿No te importa
que nos hundamos?” Las palabras que le dirigen nos
indican su estado de ánimo. No dudan que Jesús
pueda salvarlos, dudan que esté interesado en
hacerlo, lo cual es el colmo de la desconfianza. Es
dudar de su amor y de su presencia.
Pasemos a la otra orilla, es estar conscientes que
Jesús es quien nos hace la invitación, y que por
tanto va también en nuestra barca. Es ir haciendo
la travesía de nuestra vida afrontando los riesgos,
los peligros… pero con la presencia de Jesús.
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28 • enero • domingo (4° TO) • 2018


Deut 18, 15-20; Sal 94; 1Cor 7, 32-35; Mc 1, 21-28.
¡Con qué autoridad enseña esta nueva doctrina!

“E
l sábado está hecho para el hombre,
no el hombre para el sábado”. El
defender este principio le costó la vida
a Jesús. ¿Que sería hoy hablar con autoridad?
Hoy sería hablar desde la experiencia personal,
no de “oídas”. Pero con frecuencia seguimos
proclamando de memoria una doctrina o unas
normas morales que decimos hay que cumplir.
Y eso, en una tarea evangelizadora, no funciona.
La única manera válida de enseñar es la vivencia
que se trasmite porque lo he visto y oído, lo
he experimentado; no por aprendizaje. Y por
eso nuestras comunidades se pueden volver
artificiales y vacías, cuando la fe no nos
compromete a nada y están vacías de amor, de
evangelio y servicio.
Hoy estamos invadidos de “espíritus inmundos”
que serían todo lo que impide una auténtica
relación con Dios y con los demás. Son fuerzas
que encontramos tanto en nuestro interior
como en el exterior. Nunca, como en nuestros
días, ha habido tantas ofertas falsas de salvación
Esa es también nuestra tarea: descubrir nuestros
propios demonios.
La tarea fundamental de Jesús es librarnos del
maligno. Él no viene a destruir a nadie. Su
«autoridad» está en dar la vida para darnos vida.
Señor Jesús, libérame y dame tu vida.
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29 • enero • lunes • 2018


2Sam 15, 13-14.30; 16, 5-13; Sal 3; Mc 5, 1-20.
“Vete a tu casa con los tuyos y cuéntales…”
Aquel hombre endemoniado fue curado por
Jesús. Volvió a la vida y se convirtió en un
misionero de su pueblo, un testigo de Jesús:
Meditemos esta bella homilía de nuestro
Papa: “Y Jesús sanaba: déjense curar por Jesús. Todos
nosotros tenemos heridas: heridas espirituales,
pecados, enemistades, celos; tal vez no saludamos
a alguien: ¡Ah! Me hizo esto, ya no lo saludo!. Pero
hay que curar esto. ¿Y cómo hago? Reza y pide a
Jesús que lo sane. Es triste cuando en una familia
los hermanos no se hablan por una estupidez,
porque el diablo toma una estupidez y hace todo
un mundo.
Después, las enemistades
van adelante, muchas veces
durante años, y esa familia
se destruye. Los padres
sufren porque los hijos no
se hablan, o la mujer de un
hijo no habla con el otro, y
así los celos, las envidas… El diablo siembra esto.
Y el único que expulsa los demonios es Jesús. El
único que cura estas cosas es Jesús. Por eso, les
digo a cada uno de ustedes: déjense curar por
Jesús. Cada uno sabe dónde tiene la herida. Cada
uno de nosotros tiene una; no sólo tiene una: dos,
tres, cuatro, veinte.
Que Jesús cure esas heridas. Pero, para esto,
tengo que abrir el corazón, para que Él venga. ¿Y
cómo abro el corazón? Rezando. «Cura ésta
herida, Señor». Deja que Jesús te cure”.
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30 • enero • martes • 2018


2Sam 18,9-10.14. 24-25. 30 -19,3; Sal 3; Mc, 5, 21-43.
”No temas; solamente ten fe“

¿Y qué es la fe? Sucedió que un santo, antes


de su conversión, estaba buscando la fe.
No la encontraba por ningún lado. Le
pidió a un experto en religión, a un doctor en
teología, a varios cardenales, pero en ninguno de
ellos logró encontrarla para sí mismo. Un día,
pasando por una iglesia se le ocurrió entrar para
ver cómo era. Entró justo en el momento de la
homilía, mientras el sacerdote que celebraba
estaba diciendo: “¡Dios mío!” Esta expresión
cambió toda su vida. Vio que la fe no es algo que
un doctor en teología pueda dar, sino que es un
don de Dios.
Y esa fe, don de Dios, en una persona puede
mover montañas y mover hasta el corazón del
mismo Dios. La fe es confianza absoluta en Dios,
es abandono, es creer en la persona de Jesús,
fiarse de él y de su Palabra. Los dos milagros que
hoy nos narra el evangelio son la mejor respuesta
a nuestra pregunta: ¿Qué es la fe?. Acercarse a
Jesús con absoluta confianza, confiar de corazón
en su Palabra.
Pidamos a Dios el don de la fe todos los días,
para mover el corazón de Jesús, que espera de
nosotros que le pidamos lo que más necesitamos.
Señor Jesús, te necesito. Cúrame de mis heridas,
libérame de mis esclavitudes y vicios. Ayúdame a
encontrarte en mis hermanos y en la Eucaristía.
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31 • enero • miércoles • 2018


2Sam 24, 2. 9-17; Sal 31; Mc 6, 1-6.
“…Y no pudo hacer ahí ningún milagro”
El relato no deja de ser sorprendente. Jesús fue
rechazado precisamente en su propio pueblo, entre
aquellos que creían conocerlo mejor que nadie.
Llega a Nazaret, acompañado de sus discípulos, y
nadie sale a su encuentro, como sucede a veces en
otros lugares. Tampoco le presentan a los enfermos
de la aldea para que los cure. Su presencia únicamente
despierta en ellos asombro, y nada más...
Se han hecho una idea de su vecino Jesús y se
resisten a abrirse al misterio que se encierra en su
persona. Jesús les recuerda un
refrán que, probablemente,
conocen todos: No desprecian a
un profeta más que en su tierra,
entre sus parientes y en su casa.
Marcos no narra este episodio
para satisfacer la curiosidad de
sus lectores, sino para advertir a
las comunidades cristianas que Jesús puede ser
rechazado precisamente por quienes creen
conocerlo mejor: los que se encierran en sus ideas
preconcebidas sin abrirse ni a la novedad de su
mensaje ni al misterio de su persona.
¿Y nosotros? ¿Cómo estamos acogiendo a Jesús
los que nos creemos «suyos»? ¿No vivimos
demasiado indiferentes a la novedad revolucionaria
de su mensaje? ¿No es extraña nuestra falta de fe
en su fuerza transformadora? ¿No tenemos el
riesgo de apagar su Espíritu en nosotros y
despreciar su Palabra?
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“Llamó Jesús a los Doce y los fue

febrero
enviando de dos en dos”
1 Re 2, 1-4. 10-12; Sal: 1 Cro 29, 10-12; Mc 6, 7-13.
“La diferencia entre el Antiguo Testamento
y el Nuevo testamento, –decía Carlo María
Martini– entre espera y cumplimiento, entre
promesa y herencia, consiste en haber descubierto

• jueves • 2018
en Jesús el tesoro y la perla preciosa, la comida
y la bebida que sacian el hambre y la sed propia
del hombre. El cristianismo no es una ley que
hay que cumplir, ni una ideología que hay que
llevara a la práctica. Es el amor de una persona:
de Jesús, el Señor. Quien lo tiene a él, tiene la vida,
quien no lo tiene, no tiene la vida” (Jn 5, 12).
Y el que tiene en sí la vida de Jesús está llamado
a compartirla con los demás, a continuar con sus
obras y palabras la misión de Jesús. Tú, yo y los
demás. Este envío explícito de los Doce a salir
de sí, del pequeño grupo e
ir en comunidad de dos, es
la expresión externa de la
propia dinámica de la vida
cristiana. Pero han de ir
con los amorosos y sencillos
medios de Jesús. Pues lo más
propio de la fe cristiana no
es reconocer que Jesús es el Hijo de Dios, sino
más bien que el Hijo de Dios es Jesús, pobre,
desprendido, humilde y sin pagar tributo a las
apariencias o a los dictados del mundo.
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2 • febrero • viernes • 2018


Mal 3, 1-4; Sal 23, 7-10; Hebr 2, 14-18; Lc 2, 22-40.
Hoy celebramos la fiesta de la Presentación del Señor.
El Niño Jesús, con José y María, cumplen la Ley “para
liberar a los que por temor a la muerte estaban, de por
vida, sometidos a la esclavitud” (Hbr 2, 15). Y en esta
presentación en el Templo, el Espíritu Santo actúa
–como en un adelantado y humilde Pentecostés– en
los demás protagonistas del relato: el anciano Simeón
y la profetisa Ana.
Simeón toma en brazos al Niño y lo reconoce y
proclama como Salvador y luz para todas las gentes. Y
Ana comenzó a “hablar de él a todos los que esperaban
la liberación de Jerusalén”. ¿Hacen así los padres y los
abuelos con sus niños? ¿Les presentan a Jesús como el
Salvador? A no pocos de ellos se lo impide el exceso de
trabajo, la falta de fervor cristiano y las series de la
televisión. Pero, ¿qué les
daremos, si no les damos lo
mejor que tenemos, que es
Jesucristo?
Hoy salimos con las velas
encendidas al encuentro del
Señor que viene y se presenta a su pueblo. Como lo dice
un himno litúrgico: “Da la bienvenida a Cristo, el Rey;
abraza a María, porque ella es la verdadera puerta del
cielo y te trae al glorioso Rey de la luz nueva”.
Gracias, Jesús, que vienes a nosotros, los alejados, los
que caminamos con la vida oscurecida. Y vienes para
darnos luz y sentido y salvación. Danos que nosotros,
como Ana, sepamos testimoniarte, con alegría y sin
miedo, para el bien de nuestros hermanos y hermanas.
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3 • febrero • sábado • 2018


1 Re, 4-13; Sal 118, 9-14; Mc 6, 30-34.
“Sintió compasión de ellos,
pues andaban como ovejas sin pastor...”
¡Qué hermoso y hondo es el evangelio! ¡Cómo
deberíamos leerlo de continuo y orarlo! En este texto de
hoy, ¿nos fijamos en los apóstoles que vienen de la misión,
se reúnen con Jesús y quieren contarle lo que hicieron y
enseñaron? ¿Nos fijamos en la ternura de Jesús hacia
ellos, que los ve cansados y les propone ir a un sitio
aparte para descansar? ¿Nos fijamos en la multitud que
se les adelanta y les trunca sus planes? ¿O en el Jesús
misericordioso que ve a aquellas gentes “como ovejas
sin pastor”, que lo necesitan?
Los “apóstoles” (primera
vez que Marcos los nombra
así: los enviados) quieren
estar con Jesús. La multitud
quiere estar con Jesús. ¿Y tú y
yo queremos estar con Jesús, verlo, escuchar su palabra
y pedirle nuestra sanación, darle cuenta de lo que
hacemos, gozar de su presencia? San Pablo les asegura a
los Tesalonicenses (1 Tes, 4, 17; 5, 10) que los seguidores de
Jesús estamos destinados a “vivir por siempre con él”.
¿No hemos de entrenarnos ya, ahora, sin más retardos?
Pedro, al ver a Jesús en su Transfiguración, sólo supo
decir “¡Qué bien se está aquí!”(Mc 9, 5), qué bien se está
contigo! ¡Tú eres el verdadero descanso que necesitamos!
No estamos destinados al activismo que nos engaña
como importantes o imprescindibles.
Danos, Señor Jesús, que, antes de nada, te busquemos
a ti y te sigamos a ti.
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4 • febrero • domingo (5° TO) • 2018


Job 7, 1-4. 6-7; Sal 146, 1-6; 1 Cor 9, 16-23; Mc 1, 29-39.
“Y se puso a servirles”

D ichoso Adán que no tuvo suegra, decía un


yerno protestón. Parece que Pedro no se
sentía así con la suya… Es sábado. Estamos
en Cafarnaún. Jesús acaba de salir de la sinagoga, y se
va con los suyos a la casa de Pedro. Y como “la suegra de
Pedro estaba en cama con fiebre, le hablaron de ella”. Jesús
“se acercó, y tomándola de la mano, la levantó. La fiebre
la dejó, y ella se puso a servirles”. Luego, a la puesta del
sol, curó a muchos otros enfermos. Y, de madrugada “se
fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración”.
Así nos describe el evangelista un día normal de
Jesús. Luego, aún temprano, al encontrarlo, le dicen
Simón y sus compañeros: “¡Todos te buscan!”. Y él les
señala que tiene que ir también a los pueblos cercanos
a anunciarles el Reino, que para eso ha venido.
La suegra, curada, “se puso a servirles”; su salud
comenzó a dar frutos para otros. También a ti y a mí nos
ha tomado de la mano, nos ha puesto en la vida, nos ha
levantado de nuestras caídas, y nos ha dado sus dones.
¿Para qué o a quiénes sirve tu salud, tu simpatía, tu
belleza, tus bienes o tu preparación, tu fe? La forma de
agradecer tus dones es compartirlos. Pero, ¿cómo lo
haremos, si no oramos con él y como él? En la oración,
Jesús nos mostrará las máscaras con las que nos
disculpamos de no servir a los demás. Sin ella, todo lo
veremos desde la ratonera de nuestro ego y de sus
alambicadas justificaciones.
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5 • febrero • lunes • 2018


1 Re 8, 1-7. 9-13; Sal 131, 6-10; Mc 6, 53-56.
“Pedían tocar la orla de su manto…”
No somos libélulas fantásticas, ni espíritus desen-
carnados. Ni tampoco somos algún desalmado robot,
hijo de la tecnociencia. Somos de carne, hueso y espíritu
y lo mismo saboreamos una honda e indescriptible
música que unos ravioles bien preparados. Esto viene
a cuento de lo que dice el evangelio de hoy, que la
gente quería “tocar al menos la orla del mando” de
Jesús, “y cuantos la tocaban, quedaban sanados”.
Y la costumbre popular de tocar las imágenes
sagradas tiene que ver con la añoranza de la “presencia
y la figura”, de la que habla san Juan de la Cruz, y
tiene que ver con el clamor de los primeros cristianos:
“¡Mâran’athâ’, ven, Señor Jesús!”. Lo hemorroisa, Tomás
o la Magdalena, o tantos enfermos que deseaban curarse,
querían tocar a Jesús. Su cuerpo es sacramento de su
divinidad. Ver y tocar ese sacramento –también en los
sacramentos, o en sus vicarios: los pobres– nos fortalece
y nos ayuda a meternos en su seguimiento. Estamos
en el Nuevo Testamento.
Ojalá que tú y yo seamos para otros como una sencilla
orla del manto de Jesús. Es la forma de agradecer a no
pocas buenas y fieles gentes lo que ellas fueron en verdad
para nosotros: la orla curativa del manto de Jesús.
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6 • febrero • martes • 2018


1 Re 8, 22-23. 27-30; Sal 83, 3-11; Mc 7, 1-13.
“Ustedes... imponen sus tradiciones”
Los fariseos y algunos escribas protestan ante Jesús
porque sus discípulos se saltan las tradiciones rituales
acostumbras por ellos. Jesús les cita a Isaías: “Este pueblo
me honra con los labios, pero su corazón está lejos
de mí”, y luego Jesús añade: “Dejando el precepto
de Dios, se aferran a la tradición de los hombres”.
¿Dónde está tu corazón, dónde el mío? Podemos
ser muy persignados y poco cristianos. Y esta persona
le da más importancia a sus “mandas”, que al nuevo
mandamiento, al agua bendita más al sacramento
de la reconciliación. La Carta de
Santiago no contrapone la fe y
las obras, sino la fe sin obras y
la fe con obras. La fe sin obras
es un avión incapaz de tomar
vuelo.
Por viejas tradiciones podemos
dispensarnos –en la familia o en
la comunidad– de la igualdad
radical que Dios regaló a hombres y mujeres.
¿Hasta cuándo? Tienes a tus mayores, ya ancianos
o enfermos, ¿con cuánto amor y frecuencia los
cuidas? En este evangelio, Jesús también critica a
sus interlocutores por excusarse de este cuarto
mandamiento. Es dimensión del Mandamiento
Nuevo. ¿Qué diría Jesús de estos movimientos que
quieren ya aplicar el asesinato (eutanasia) a los
enfermos de Alzheimer?
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7 • febrero • miércoles • 2018


1 Re 10, 1-10; Sal 36, 5-10; Mc 7, 14-23.
Lo que nos mancha es lo que sale de dentro

L a primera lectura nos lleva, con la reina de


Sabá, hasta la sabiduría de Salomón. Al
escucharla, recordamos lo que dijo Jesús: “La
reina del Sur se levantará en el juicio contra esta
generación y la condenará, porque ella vino de los
confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón,
y aquí hay algo más grande que Salomón” (Mt 12,
42). ¿Cuánto camino, busco, escucho la sabiduría de
Jesús y su cruz? También Jesús nos dijo: “Aprendan
de los lirios del campo…les digo que ni Salomón
en toda su gloria se vistió como uno de ellos” (Lc
12, 27). Ustedes busquen el Reino de Dios y lo demás
se les dará por añadidura...
Y, aunque diversas religiones y sectas siguen
prohibiendo esta comida o aquella bebida, me sale del
corazón decirle a Jesús: ¡Gracias! Gracias, pues nos
has liberado de las grandes y las pequeñas ataduras.
Declaraste todos los alimentos puros. Y nadie puede
cerrar lo que tú abriste. Nada está prohibido, salvo
esclavizarnos. Así nos lo recuerda san Pablo: “Cristo
nos libertó para que seamos libres” (Gál 5, 1). Y,
gracias Jesús, por avisarme que lo que me puede
manchar es lo que sale de mi corazón. De ahí salen
las intenciones malas, fornicaciones, robos, asesinatos,
adulterios, avaricias, calumnias, fraude, libertinaje...”.
Todas estas perversidades salen de dentro. y contaminan
al hombre”. Todas las injusticias… Y la de comer y
beber a costa de los hambrientos.
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8 • febrero • jueves • 2018


1 Re 11, 4-13; Sal 105, 3-40; Mc 7, 24-30.
La mujer de las migajas

E n el evangelio de ayer, Jesús cancelaba los


tabúes entre alimentos puros e impuros. En
el de hoy, cancela las fronteras entre culturas,
géneros y países, e invita a esta mujer siriofenicia al
banquete de los hijos. (Mt 15, 21-28 completa muy
hermosamente este relato; puedes leerlo).
Jesús ha salido de la frontera de su país y se ha
asomado a Fenicia. Quería pasar desapercibido. Pero
esta madre que tenía enferma a su hija, supo de él y
corrió a buscarlo y a pedirle la curación. Pero Jesús no
parece hacerle caso. Más aún, le dice que es preciso
que se sacien primero lo hijos antes que los perritos,
antes que los paganos. Jesús la retiene junto a sí y la fe
de la mujer va creciendo. Ella tiene la mirada puesta
en Jesús y en su hija enferma, no se fija en sí misma. Fe
en Jesús y amar a su hija necesitada. Y, cuando la fe y
el amor de una madre se juntan, todo lo pueden.
¿Qué es la fe? ¿Qué es la oración? Y esta mujer nos
contesta: Me fio de Jesús más allá de sus silencios o
apariencias. Le pido con humildad, con perseverancia,
con audacia. Tienes razón, Señor, pero los perritos
comen las migajas que caen la mesa de los hijos.
¡Dame esas migajas! Y el Señor le dio lo que pedía, la
sentó a la mesa de los hijos.
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9 • febrero • viernes • 2018


1 Re 11, 29-32; Sal 80, 10-15; Mc 7, 31-37.
“…se le soltó la atadura de su lengua”
Es canadiense, profesora de Universidad y
doctora en ingeniería mecánica. Se llama Libby
Osgood. Comenzó a trabajar como ingeniera de
sistemas en la NASA cuando tenía 23 años. Y es
católica. Pero, hasta no hace mucho, tenía la
“lengua trabada”, no podía “confesar ante la gente
que Dios y la Iglesia son una parte muy grande de mi
vida, es algo que no había hecho”. Deseaba “ir
contracorriente y poder expresar
a los demás” lo que llevaba dentro.
Pero el miedo al ambiente, al
pensamiento único y la prudencia
humana nos hacen mudos o
acomplejados, o tartamudos como
el hombre del evangelio de hoy. Libby Osgood
Uno de los dones de Pentecostés es el de la
“parresía”: la valentía o el arrojo de confesar la
fe donde es negada o ridiculizada. Los sumos
sacerdotes, ancianos y escribas quedaban
maravillados ante la valentía o “parresía” de
Pedro y Juan (Hch 4, 14), “sabiendo que eran
hombres sin letras”. Y cuando la comunidad
los recibe y oran juntos, esto es lo que piden:
“Concede a tus siervos proclamar tu palabra
con toda parresía”, con toda valentía (Hch 4, 29).
¡Dánosla, Señor, hoy la necesitamos mucho!
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10 • febrero • sábado • 2018


1 Re 12, 26-32; Sal 13, 33-34; Mc 8, 1-10.
“Me da lástima de la gente porque no tienen qué comer”
Sólo tenían siete panes, pero eran unas cuatro
mil personas. Jesús, dando gracias, partió los panes
e iba dándoselos a sus discípulos para que ellos lo
sirvieran a la gente. Y lo mismo hizo, después de
bendecirlos, con unos pocos pescados…Y sobraron
“siete canastas”.
Y estos católicos discípulos de Jesús siguen
sirviendo los dones a los necesitados. (No hablo de
los perezosos). Y los encuentras en los lugares más
remotos o desconocidos. Por ejemplo en Kolowar,
población de la República africana de Togo. Allí vive
y sirve Antonietta Profumo con dos compañeras más
de Nuestra Señora de los Apóstoles. Sor Antonietta
es la directora del Centro de Salud especializado en
infectados con lepra y SIDA. Sirven, con la ayuda
de algunos médicos y generosos colaboradores, a
unas 800 personas, 50 de entre
ellas son niños. No pocos de
ellos son huérfanos e hijos de
padres seropositivos. “Nuestras
manos son guiadas y apoyadas
Sor Antonietta Profumo por la Providencia que viene
a nosotros de tantas maneras diferentes, pero
siempre para ayudarnos a construir algo hermoso
y bueno”.
Gracias, Señor, por tantos como nos dan ejemplo,
no se excusan, y te sirven en los necesitados.
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11 • febrero • domingo (6° TO) • 2018


Lev 13, 1-2. 44-46; Sal 31, 1-11; 1 Cor 10, 31–11,1; Mc 1, 40-45.
Comprendo a este leproso del evangelio de hoy. Jesús
rompe la ley, y lo toca. Él queda curado. Pero Jesús le
prohíbe que cuente lo sucedido. “Más él se puso con
entusiasmo a pregonar la noticia”. ¿Cómo callarse una
gratitud y una alegría tan grande? Algo parecido
sucedió con el samaritano del grupo del de los diez
curados (Lc 17, 11ss). Jesús les dijo: “Vayan y preséntense
a los sacerdotes”. Pero el samaritano, en cuento se supo
curado, se saltó el aviso de Jesús y regresó a darle
las gracias. Y Jesús lo aprobó: “No quedaron limpios
los diez, ¿dónde están los otros nueve?”.
¿Por qué quería Jesús que el leproso guardara
silencio sobre su curación? Porque la gente es muy
milagrera y, al saberlo, ya no
buscarán a Jesús, sino los milagros
de Jesús; no al Dios de los
dones, sino los dones de Dios.
Sucede lo mismo cuando le llaman
Profeta, Mesías o Hijos de Dios.
Ellos tienen una idea previa de
lo que eso significa y como si
fuera un vestido se lo ponen a
Jesús. Pero Jesús no es profeta,
o mesías o Hijo de Dios a la
manera que ellos lo piensan.
Cómo lo sea, sólo se aprende de él, de su vida, su muerte
y su resurrección. No son esas palabras las que revelan
a Jesús, es Jesús el que revela qué significan en su
caso esas palabras. Sólo en él aprendemos quién es.
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12 • febrero • lunes • 2018


Sant 1, 1-11; Sal 118, 67-76; Mc 8, 11-13.
“Le pedían, para tentarlo, una señal del cielo”

A quellos fariseos que discutían con


Jesús –y los interiores nuestros– le
piden “una señal del cielo”. ¿Otra más
y según el mando y capricho de nuestro botón
electrónico?
¡Señales, señales y más señales! Pero él, con
los brazos extendidos en la cruz para acogernos,
con la llaga de su costado para cobijarnos, con
el agua que le sale para lavarnos, con su sangre
para hacernos una indecible trasfusión de
vida… ¡él es la señal! Y su resurrección es el
sello del Padre para ratificar todo su camino.
¿Necesitamos más? ¿Hay algo más que pueda
hacer por nosotros que no lo haya hecho?
“Nuestro Señor Jesucristo –decía san Vicente de
Paúl– es nuestro padre, nuestra madre y nuestro
todo”. ¿Necesitamos alguna nueva prueba,
alguna nueva señal?
Pedirle otras señales, a quien nos las ha dado
todas, es una manera de menosprecio y de
ingratitud. Por eso Jesús no les dio ninguna otra
señal a los fariseos, y “dejándolos, se subió a la
barca y se fue al oro lado del lago”. Él no vino a
dar un espectáculo, sino a dar la vida y darnos
vida.
Gracias, Señor Jesús, por las infinitas señales
que nos has dado. Ábrenos los ojos y límpianos
de todas las tinieblas que nos enceguecen.
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13 • febrero • martes • 2018


Sant 1, 12-18; Sal 93, 12-19; Mc 8, 14-21.
“Sólo llevaban un pan en la barca”
Ah, Jesús, qué solo te dejamos. Qué poco de
acompañamos y comprendemos. Los discípulos
andan muy preocupados porque no tienen
panes. Por eso nos preguntas: “¿Por qué están
hablando de que no tienen panes? ¿Es que tienen
la mente embotada? ¿Teniendo ojos no ven y
teniendo oídos no oyen?”
Los discípulos habían presenciado las multipli-
caciones de los panes. Ahora, en la barca, tienen
en medio de ellos al que es “el pan verdadero”,
pero no entienden. Piensan según la levadura de
los fariseos o según el pensamiento único que los
rodea. Y esa levadura tiene
apariencia de justicia, pero es
sólo justicia de apariencias.
Se salvan a sí mismos con
sus almacenados méritos.
Convierten a Dios en un
sellador de pases para la
gloria que ellos se han
conseguido con sus observancias externas. Están
blindados contra la gracia de descubrirse
necesitados. Se creen más cerca de Dios porque
están lejos de los pobres y pecadores.
¡Cuídense de esta levadura de los fariseos!
Es una tentación diaria, es el desconocimiento del
amor y de la misericordia, y del compromiso que es
agradecimiento con este Jesús, único pan verdadero
que va con nosotros en la barca de la vida.
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14 • febrero • Miércoles de Ceniza • 2018


Joel 2, 12-18; Sal 50, 3-17; 2 Cor 5, 20—6,2; Mc 6, 1-6. 16-18.
“Y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará”

¡Q
ué es el Miércoles de Ceniza? ¿Un invento,
una superstición, un rito mágico o un día de
especial gracia?
El Rito de la Ceniza es: Primero, una costumbre
penitencial del Antiguo Testamento. Segundo: Esa
costumbre es recogida por Jesús en el Nuevo
Testamento. Y tercero, esa costumbre es practicada en
la Iglesia. Al principio sólo por los “penitentes públicos”
y, después, por toda la comunidad.
En el A.T., Job (42, 5-6) confiesa, al final de su proceso:
“Yo te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto
mis ojos. Por eso me retracto y hago penitencia,
echándome polvo y ceniza”. Lo mismo se nos dice en
el libro de Judith (4, 11): “los habitantes de Jerusalén,
con sus esposas y sus niños, se arrodillaron ante el
Templo, cubrieron de ceniza sus cabezas y extendieron
las manos para orar ante el Señor”. En 1Macabeos 3, 47
se nos dice: “ayunaron aquel día, se vistieron de saco,
se esparcieron ceniza sobre su cabeza...”. Lo mismo
podrás encontrar en Jer 6, 26, Jonás 3, 6, Ester 4, 1, etc.
Jesús recoge este sentido penitencial de la ceniza
cuando dice (Mt 11, 21): “Ay de ti, Corozaín, ay de ti,
Betsaida, porque si en Tiro y en Sidón se hubieran
realizado los milagros hechos entre ustedes, de
seguro habrían hecho penitencia, vestidos de sayal y
cubiertos de ceniza”.
Y esto es lo que hacemos en la comunidad católica
al recibir la ceniza: significamos nuestro arrepentimiento
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públicamente, y expresamos, con este signo, nuestra


petición y deseo de cambio y de conversión a
Jesucristo.
Recibir hoy la Ceniza es una costumbre buena, pero
no es un mandamiento. Pero, si voy a recibirla y no hago
lo que con ese signo significo, si no me arrepiento,
pido perdón y trato de cambiar, entonces convertiría
este hermoso rito cristiano en una falsificación.
La Cuaresma es una caminata con Jesucristo hacia la
Pascua de Resurrección. La comenzamos reconociéndonos
necesitados y pecadores,
pidiendo perdón a Dios y a los
hermanos, y expresamos esto
por medio del signo de la
Ceniza. Añadimos hoy, además,
el ayuno y la abstinencia, lo
El Miercoles de Ceniza del mismo que haremos el Viernes
pasado 2017, la diputada del Santo. Los demás viernes de
Parlamento Escocés, Carol
Monaghan, acudió con su Cuaresma expresamos esta
cruz de ceniza a una comisión misma actitud por medio de
parlamentaria
la sola abstinencia. Y hacemos
estas penitencias y esta caminata hacia la Pascua de Jesús
en comunión con la comunidad universal o católica.
Cuando algunos grupos o sectas menosprecian
este signo penitencial, se olvidan que es un rito
expresamente bíblico y avalado por Jesucristo. En
cualquier caso, lo importante es que nos sirva de
verdad para revisar nuestra vida, nuestras relaciones,
y revitalizar nuestro seguimiento. Así podremos
celebrar –con él y por él– nuestro propio surgimiento
en la celebración de su Resurrección. ¡Que tengas una
hermosa y honda Cuaresma!
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15 • febrero • jueves • 2018


Dt 30, 15-20; Sal 1, 1-6; Lc 9, 22-25.
“Decía a todos: Si alguien quiere seguirme...”
El evangelista subraya que Jesús no sólo se dirigía
a sus discípulos, sino a toda la gente. Y a todos les
hablaba del seguimiento. ¡Todos están invitados,
nadie excluido! Tú y yo estamos invitados.
Y las exigentes condiciones son las mismas para
todos. “Negarse a sí mismo”, “tomar la propia cruz”,
“dar la vida por él”, “no avergonzarse de él ni de sus
palabras en medio de esta generación adúltera y
pecadora…”. Y todo por amor a él, por amor a la
salvación y a la vida. Además, Jesús nos avisa de la
insensatez de otros caminos: “el que quiera asegurar
su vida, la perderá” “¿de qué le sirve a uno ganar el
mundo entero si se pierde a sí mismo”, “el que se
avergüence de mí y de mis palabras…el Hijo del
Hombre se avergonzará de él cuando venga con la
gloria de su Padre”.
Hay personas que dan testimonio de este seguimiento
de Jesús desde sus servicios y sus dones. Otros desde
la oscura sencillez de una vida entregada. Otros desde
su enfermedad. Por ejemplo Chiara María, llamada a
sus 25 años, en abril del 2016. “Haré –decía– lo que
Chiara María,
Dios quiera”. Y le tocó
o de cómo vivir hacerlo desde la lucha
la enfermedad contra el cáncer. “El miedo
desde la fe en
Cristo más grande que tengo, no
es el de morir, sino el de
morir alejada de Cristo”. Pero como pudieron
constatar los familiares y muchos amigos: “Nunca
nadie la ha visto intentando bajarse de la cruz”… Y
su funeral fue una fiesta.
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16 • febrero • viernes • 2018


Is 58, 1-9; Sal 50, 3-19; Mt 9, 14-15.
“El vino nuevo se echa en vasijas nuevas”

E stamos en los tiempos nuevos. Con Jesús ha


comenzado la Nueva Alianza. Él está presente.
Es tiempo de las bodas y la fiesta. El vino
nuevo del Reino hace y requiere personas nuevas,
creyentes, agradecidas, y de un testimonio
entusiasmado. ¿Somos así? Si no lo somos, si hemos
perdido a Jesús, entonces es tiempo de ayuno y de
arrepentimiento para recobrar a Jesús.
Hay una clase de ayuno que necesito todos los
días: es al ayuno del egoísmo y del pecado. Las
máquinas tienen defectos, lo animales muerden o
matan, pero no tienen libertad y tampoco pecado.
El hombre, no sólo tiene limitaciones, tiene
pecados. Nuestra amable élite del relativismo quiere
hacernos como las máquinas o los animales.
Suprime del vocabulario el nombre de pecado. Le
tiene miedo al nombre. Sólo –dicen– tenemos
errores, como las máquinas. Algo así como si la
injusta pobreza o los nuevos crucificados fueran
efecto de al algún error de la evolución. Es otra
manera de justificar a los explotadores.
Si visito mi interior, mis relaciones, o la ciudad
llena de alambradas, sé del pecado. Y del pecado
tengo que ayunar. Como dice el profeta Isaías: “Si
apartas el gesto amenazante y las palabras
perversas, si sacias el hambre del oprimido”
entonces haces el ayuno que agrada a Dios. Y la
Cuaresma es una oportunidad de Dios para esta
clase de fecundo ayuno.
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17 • febrero • sábado • 2018


Is 58, 9-14; Sal 85, 1-6; Lc 5, 27-32.
“No he venido por los justos… He venido a llamar a
la conversión a los pecadores”

U n día, mi amigo le levantó la mano a su


mamá. Le pregunté qué había sentido o
qué era el arrepentimiento. Me dijo: me
supe irrespetuoso, me sentí mal, desagradecido, mal
hijo, saboreé por dentro lo que es dolerle a uno el
alma por lo hecho, y me determiné a cambiar para
siempre hacia mi madre. Me arrodillé ante ella, le
pedí perdón y le prometí que nunca más haría algo
semejante. Y, desde entonces, le he mostrado mi
amor con hechos diarios.
Jesús vino, –nos lo dice el evangelio de hoy– a
invitarnos a seguirlo como Mateo, y a sanar a los
enfermos e invitar a la conversión a los pecadores
como nosotros. Ante nuestra vida pecadora y
despistada, nos sucederá como al amigo ante su madre.
Nos damos cuenta de que hemos sido malos hijos,
desagradecidos y nos duele el alma por tanto amor
desperdiciado. Por eso pedimos perdón, nos reconciliamos
y nos comprometemos a una reorientación radical
de nuestro modo de vivir. Pero sabemos que la
conversión es, ante todo, obra de la gracia. Por eso
la pedimos con todo el corazón.
Oh dulce Jesús piadoso, / dame el arrepentimiento,
/ dame el perdón y encamíname / contigo en tu
seguimiento. / Y que ya nunca jamás / ni la tentación
ni el miedo / me aparten de ti, Señor, / te lo pido y lo
prometo. Amen.
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18 • febrero • do
mingo (1° Cuaresma) • 2018
Gen 9, 8-15; Sal 24, 4-9; 1 Pe 3, 18-22; Mc 1, 12-15.
“Jesús... proclamaba la Buena Noticia de Dios”

E l evangelista Marcos resume la proclamación


primera de Jesús en cuatro afirmaciones: 1. “El
tiempo se ha cumplido; 2. El Reino de Dios está
cerca; 3. Conviértanse; 4. Y crean en el Evangelio”.
El tiempo, anunciado por los profetas, ya está
aquí. Llegó con Jesús. No esperes más. “Mira que
estoy a la puerta y llamo”. ¿Quieres abrir la puerta
de tu libertad? El sol ilumina toda tu casa, pero si
tienes todo cerrado, ¿cómo entrará? Jesús no es un
general asaltante, es un mendigo que te pide a ti
para ti, para que tú te llenes de vida. Para que yo me
llene de vida.
“El Reino de Dios está cerca”. ¿A dónde vas con
tantas prisas? Detente. El Reino está en ti. Tienes
en ti el tatuaje de la imagen de Dios, la imagen del
Hijo. Ayúdale a quitar los obstáculos y a vaciarte de
ellos. Y así se irá muriendo el ego y creciendo tu yo
verdadero, ese que sueña y desea, entre todos los
deseos, con la primavera del proyecto de Dios.
“Conviértete”. ¿A qué, a quién? Al Reino y al
Jesús que lo anuncia. No a estas o a aquellas ideas.
A una persona que se llama Jesucristo, él es el rostro
del Reino. De él me fío, a él le creo, a él es a quien
quiero amar, con ese amor que es participación del
suyo.
“Cree en el evangelio”, en la Buena Noticia de que Dios
nos ama, que nos dio a su Hijo para que tengamos
vida y no caminemos a tientas... ¡Y seremos dichosos!
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19 • febrero • lunes • 2018


Lev 19, 1-2. 11-18; Sal 18, 8-15; Mt 25, 31-46.

P uedes imaginarte la escena sin esfuerzos. Tie-


nes diecisiete años. Estás en un salón de clase.
Es el día del examen. Ante ti están tus papeles
en blanco. Y el profesor pasa a cada alumno un breve
papel escrito. En él puedes leer las dos preguntas del exa-
men sobre un personaje histórico del México del siglo
XIX.
Y tú te pones a contestar. Y escribes y escribes. No
sabes nada de ese personaje, pero sigues escribiendo y
luciendo tus conocimientos sobre el arte barroco y sus
características. (Esos saberes se los debías a tu profesora
preferida). Después de rellenar cinco largas páginas, en-
tregas el examen. Y te vas.
Al salir, diversos compañeros te preguntan, extraña-
dos, cómo escribiste tanto. Y tú te dejas admirar y te
sientes en las nubes. Pero, si no se nos corta, siempre hay
un día siguiente. Y en la siguiente clase, tu examinador
te da en un papel, entre admiraciones, la siguiente cali-
ficación ¡¡0!!
De esto nos habla el evangelio de hoy. Jesús nos hace
las preguntas del examen final: Tuve hambre, ¿me diste
de comer? Tuve sed, ¿me diste de beber? Era forastero,
¿me acogiste? Estaba desnudo, ¿me diste algo con qué
vestirme? Estaba enfermo o en la cárcel, ¿me visitaste o
ayudaste? … Pues lo que hiciste con mis hermanos ne-
cesitados, conmigo lo hiciste.
Y, entonces, ese día, nuestras brillantes respuestas
sobre el barroco, sobre el brillante ego, o sobre la cuenta
corriente, ¿para qué nos servirán?
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20 • febrero • martes • 2018


Is 55, 10-11; Sal 33, 4-19; Mt 6, 7-15.
“Antes de que pidan, el Padre sabe lo que necesitan”
Sólo mide 2,06 metros de altura, sirvió a las fuerzas
armadas americanas en Afganistán, es hoy famoso
jugador de NFL (la Liga Nacional de Fútbol Americano).
Se llama Alejandro Villanueva. A fines del año
pasado, confesaba a una revista americana que su fe
católica “es una relación profundamente personal con
Dios… Si estás bien con Dios, todo lo demás está bien; si
no estás bien con Él, todo lo demás está fuera de lugar. Estar
conectado con Dios es lo más importante que existe”.
Uno de los aspectos del seguimiento de Jesús es la
oración. Ella nos conecta con su voluntad y con su
amor. Nada más nutritivo que tratar de amor con
quien sabemos nos ama más que nadie. La oración
cristiana es meterse en la oración de Jesucristo y orar
con él. No lo hacemos para informar a Dios: ya sabe
lo que necesitamos. Tampoco para mover su corazón
hacia nosotros: ya lo tiene movido. Ni lo hacemos
para recargar las pilas. Dios no es un en chufe. Ni para
darle algo como objeto de intercambio o de “mordida”
para que vaya bien nuestro
negocio: eso sería un desdichado
comercialismo.
La oración es la forma de abrir
las manos de nuestras miserias para
recibirle a él y su misericordia.
Es la manera de abrir la puerta
de nuestra libertad hacia quien nos ama más de lo que
podemos soñar. ¿Cómo no alabarlo, agradecerle,
confiarle, pedirle y amarle? ¿Cómo no hacerlo de
forma especial en esta Cuaresma?
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21 • febrero • miércoles • 2018


Jon 3, 1-10; Sal 50, 3-19; Lc 11, 29-32.

E l libro bíblico de Jonás es uno de los


más breves del Antiguo Testamento:
dos páginas y algunas líneas más.
Pero, además de entretenido, está lleno de
preguntas para el lector. Jonás oye el mandato
de Dios, pero no le hace caso, y se escapa a
Tarsis en lugar de ir a Nínive. Pasará por toda
una breve novela de aventuras hasta que, al fin,
llega a Nínive como pregonero de la misericordia
de Dios.
Jesús, en el evangelio de hoy, alude al “signo
de Jonás”. La ballena o “pez grande” que se lo
tragó, tuvo que devolverlo vivo. Y la muerte es
ese monstruo voraz que va a tragarse a Jesús
crucificado, pero tendrá que devolverlo vivo a
los tres días a las playas de la vida resucitada.
Y como los ninivitas se convirtieron ante la
predicación del Jonás redivivo, con mayor
razón somos llamados a convertirnos ante el
Cristo resucitado.
Jesús, por medio del signo de Jonás, anuncia,
una vez más, su propia resurrección. Luego los
hechos, los testigos, las apariciones, el nacimiento
de la Iglesia corroborarán su resurrección. Y,
con él, estamos destinados a la vida que vence
la muerte. Ya no hay hora para las dudas, hay
un gozoso tiempo –y ya está aquí– para la
conversión personal. Jonás nos ayude a hacerle
caso a Jesús.
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22•febrero•jueves (Cátedra de S. Pedro) • 2018


1 Pe 5, 1-4; Sal 22, 1-6; Mt 16, 13-19.
“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré
mi Iglesia... a ti te daré las llaves del Reino...”
Diversas sectas y denominaciones cristianas se
creen que Pedro se llevó consigo, a la tumba, la
roca, la Iglesia y las llaves. Y donde Cristo habló
de “mi Iglesia” (en singular), ellos se inventan
otras plurales y nuevas iglesias, para enmendarle
la plana. Acaso, como a Pedro lo crucificaron
boca abajo, se le cayó del cinturón la roca, las
llaves y la Iglesia de Jesús.
Joseph Jacobson era obispo luterano al cargo
de 150 comunidades canadienses. Hoy, después
de una larga travesía, es sacerdote católico. Y nos
dice: “Dios nos ha dado dos pilares
para mantenernos fieles al Evan-
gelio, uno es Pedro, y el otro es
María. Y si pierdes uno, o los dos,
no puedes mantenerte en el ca-
Joseph Jacobson, mino de la fidelidad. Y empecé a
ex obispo luterano entender eso de una manera
nueva. También empecé a sufrir por mis herma-
nos protestantes que ellos no tienen ni uno ni otro
pilar. No tienen ni a Pedro ni a María”.
Gracias, Jesús, por darnos a Pedro y a sus su-
cesores. Ellos, entre los accidentes de la historia
de los siglos, guardaran por gracia la unidad de
la Iglesia. Como María guardaba al Jesús niño
para dárnoslo como nuestro único Salvador.
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23 • febrero • viernes • 2018


Ez 18, 21-28; sal 129, 1-8; Mt 5, 20-26.
“Si su justicia no es mayor que la de los escribas...”
Los escribas y fariseos eran, en general, buenas
personas. Amaban la Ley y querían guardarla.
Pero, según su mentalidad, la Ley hablaba de hechos
externos. “No matarás…”. Además, creían que eran
sus cumplimientos los que les compraban el cielo.
Pero la persona humana no se realiza sólo con
actos exteriores. Tiene todo un mundo interior.
No basta tener acicalada la fachada exterior, antes
está la limpieza interior. No eres sólo lo que haces;
eres lo que piensas, deseas y sientes. Por eso Jesús
nos dice que no basta con no matar, que, antes,
están los sentimientos que llevan a matar, como
la cólera, los prejuicios, el rencor…
Los hechos externos son la concreción y la
encarnación de nuestro mundo interior. Por eso
“si su justicia no es mayor que la de los escribas y
fariseos, no entrarán en el Reino de los cielos”. Si
falta el amor, todo se queda en
fachadas. Si nuestro mundo
interior está impregnado de
gracia, también lo estarán las
obras que lo encarnan. Y la
salvación nos la regala Jesu-
cristo, si le abrimos el corazón y la
acogemos. De su amor proviene el
amor que vivamos y demos.
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24 • febrero • sábado • 2018


Dt 26, 16-19; Sal 118, 1-8; Mt 5, 43-48.
“Amen a sus en enemigos y rueguen por quienes los persiguen”
Budismo, New Age, Reiki, hinduismo…, ¿a
qué puerta del sur dejó de tocar en busca del
Norte?
En lugar de esos paisajes exóticos podrían
haber sido nombres más comunes, como
alcohol, lujuria, dinero, poder, rencor. Modos
de querer llenar con dependencias el vacío que
tenemos del Señor que no libera. Hoy, Asunción
Ruiz, ya no busca en el sur el
necesitado Norte. Hoy, ante un
simple catecismo católico, se
siente como el mendigo que se
pasó años y años pidiendo
limosna sentado sobre un cofre
lleno todo él de un tesoro
Asunción Ruiz
incalculable.
Cuando dejó budismos, nuevas-eras, reikis y
demás suplencias y se encontró con el que es la
Verdad, acudió a hacer una profunda confesión.
Al salir con su alma limpia y recobrada “estaba
tan llena de amor que quería besar y abrazar a
todo el mundo, incluso a personas que, en el
trabajo, la habían maltratado”.
Si dejas que Jesucristo te llene con la
salvación que nos ofrece, verás que, además de
posible, es gozoso amar a los enemigos y rezar
por ellos.
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25 • febrero • do
mingo (2° Cuaresma) • 2018
Gen 22, 1-2. 13-18; Sal 115, 10-19, Rom 8, 31-34, Mc 9, 2-10.
“Este es mi Hijo amado, escúchenlo”
Recibió el bautismo de Juan, como si fuera un
pecador más. Inmediatamente después, Jesús
tuvo la profunda experiencia de sentirse el
elegido y el amado del Padre. Ahora, en esta
reunión en la cumbre de la Transfiguración,
cuando ya se entrevén los palos de la cruz,
de nuevo la voz del Padre lo confirma como
“el amado”. Y añade, para nosotros, un
mandamiento: “¡Escúchenlo!”.
¿Buscas la noticia más importante de la
última hora? Escúchalo, él es la noticia de hoy y
la más nueva del mañana de mañana.
Él es el más importante y
último e-mail del Padre; en
Jesucristo nos dijo todo lo que
tenía que decirnos del amor
que nos tiene. Su Hijo, el
amado, es la Palabra que crea
y sostiene el universo, la que vino
para llenarnos de vida, de consuelo y de
esperanza. ¡Escúchalo!
Tú (yo) que tienes tiempo para los chismes
de las televisoras y sus divorcios y las últimas
poses del vecino de Facebook, ¿no encontrarás
tiempo para escuchar a Jesucristo? ¿Ni siquiera
un cuarto de hora al día? ¿No puedes leer y orar
cada día un breve texto del evangelio? Si a él
no lo escuchamos, ¿te extrañará que tantos
seamos mudos?
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26 • febrero • lunes • 2018


Dan 9, 4-10; Sal 78, 8-13; Lc 6, 36-38.
“Sean compasivos como su Padre es compasivo”

S oy un memorial de miserias propias y un


memorial de misericordias de Dios. Y
puedo añadir que siempre que he sido
misericordioso he sido listo, y siempre que no
lo he sido, me he extraviado tontamente o me
he engañado con verdades parciales sobre los
demás.
“¿Acaso olvida una mujer a su niño sin
compadecerse del fruto de sus entrañas? Pues
aunque ella llegara a olvidarlo, Yo no te
olvido, y en las palmas de mis manos te tengo
tatuada”(Is 49, 15). La Omnipotencia de Dios
se muestra en su misericordia... se hace
pequeño, se abaja a tu altura, te mira a los
ojos y te dice: Te amo, por ti hice todas las
locuras de la vida. Por ti me encarné, por ti
me entregué en la cruz. “Jesucristo es el rostro
de la misericordia del Padre. El misterio de la
fe cristiana parece encontrar su síntesis en
esta palabra. Ella (la misericordia) se ha
vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen
en Jesús de Nazaret”, nos recordaba el Papa
Francisco.
Y este Jesucristo, que conoce al Padre, es el
que nos pide que seamos misericordiosos
como él. No es fácil, nos sobrepasa. Tendemos
a lo contrario. Pero, como decía san Pablo,
todo es posible en aquél que nos conforta.
Hemos de quererlo y pedirlo. ¡Dame, Señor,
esta sanadora gracia!
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27 • febrero • martes • 2018


Is 1, 10. 16-20; Sal 49, 8-23; Mt 23, 1-12.
“Todas sus obras las hacen para ser vistos...”
“No imiten su conducta, porque dicen y no hacen”.
No quiero vivir para la galería; mi público son los
ojos de mi Señor Jesucristo, no los del qué dirán los
demás. A Jesucristo quiero agradar, su opinión es la
única que me importa. Y cuando no lo hago así, soy
un farsante. Y le pido su gracia para no serlo y no
desagradarle. Pues sé que no basta decir, es preciso
hacer, compartir, darse.
“Cada día salgo en los medios, pero yo solo quiero
hacer mi trabajo y volver a casa. Esa es la aventura
que me importa de verdad. Y en casa, la fe es el
pegamento más poderoso. Cuando
rezamos juntos, o cuando antes de cada
viaje mi hijo me dice: ‘que Dios te
bendiga, papá’, me doy cuenta de lo que
quería decir Jesús cuando dijo: ‘He
venido para que tengan vida, y la tengan
Bear Grylls
en abundancia’. Él prometió que vivir así
no sería fácil, pero sí dio a entender que sería una
aventura. Y es una aventura en la que yo quiero
poner todo mi corazón y toda mi alma”.
Así nos lo dice el mayor aventurero conocido entre
nuestros contemporáneos, Bear Grylls. Éste que ha
nadado entre cocodrilos o a 30 grados bajo cero en
aguas de Alaska, escalador, a sus 23 años, del
Everest y otras extraordinarias historias parecidas.
Él renovó su fe y su vida en los Grupos Alfa. Y este
aventurero nos asegura que la mayor aventura es
la de la fe vivida, no la de las apariencias. “Para mí,
la fe es como mi columna vertebral: es lo que me
sostiene, lo que me da fuerza y vigor”.
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28 • febrero • miércoles • 2018


Jr 18, 18-20; Sal 30, 5-16; Mt 20, 17-28.

“Miren que subimos a Jerusalén, y el Hijo del


Hombre va a ser entregado”

Y así sucedió. Fue entregado, flagelado,


crucificado, muerto y sepultado. Cumplió
las antiguas profecías, y al tercer día
resucitó. De todo ello, tenemos los mejores
testigos. También hoy seguimos teniendo testigos
a prueba de persecuciones.
La fe en Jesús se extendió pronto por Oriente
Medio. Estos años, nuestros hermanos de esa
región han sido especialmente perseguidos,
como Jesús. “La comunidad cristiana es la más
perseguida del mundo. 215 millones de almas en
108 países están sobreviviendo en un ambiente
hostil, diseminadas en su mayoría por Medio
Oriente y África, sin paraguas bajo el que
guarecerse. Cuatro de cada cinco personas
perseguidas y asesinadas por su religión son
cristianas”. Ha habido ejecuciones en masa,
después de empeñarse en que renegaran de
Cristo, pero no lo hicieron; cientos de miles de
cristianos tuvieron que huir de sus lugares- Por
ejemplo, por primera vez en Nínive, después de
2000 años, el 2014, no quedó ni un cristiano
que pudiera celebrar allí la Navidad. O habían
sido ejecutados o tuvieron que huir.
El joven Iraquí, Hussam Banno lo decía así en
octubre pasado, en Hungría, en la reunión
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Internacional sobre Cristianos Perseguidos: “Nos


llamaban infieles, nos insultaban y agredían, se
burlaban de nosotros. Había bombardeos y
ataques terroristas todos los días. Dos
estudiantes universitarios que conocí fueron
asesinados. Cuando el Estado Islámico conquistó
las Llanuras de Nínive, huimos a Ankawa, en el
Kurdistán. Nuestra salida fue muy dura…
Caminamos kilómetros y kilómetros. No nos
quedaba más remedio que caminar para salvar la
vida. Ahora Qaraqosh, mi ciudad, está liberada,
pero nuestra casa es un montón de cenizas. A
pesar de estas penosas circunstancias las personas
han comenzado a
reconstruir pero la
situación allí es muy
inestable”.
Mientras esto sucedía
o sucede, en el Occidente
el apagón informativo era y es estruendoso. Los
medios callan, miran para otro lado. Les es más
ventajoso seguir propagando la ideología de
género y atacando a las familias. Pero tú yo, ¿no
podremos esta Cuaresma orar de verdad por
nuestros hermanos perseguidos? ¿No podremos
leer despacio las narraciones de la Pasión de
Jesús en los cuatro evangelios?
Es tiempo de agradecer el don de la fe, de
acompañar a Jesucristo en su amorosa entrega
por nosotros. ¡Ojalá que nos animemos a
hacerlo!
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