HONOR Y VALORES SOCIALES
EN ANDALUCIA
EL ESCENARIO SOCIO-CULTURAL
Como en Sicilia, Andalucia es una regién de
agrociudades y latifundios. La mayoria de las per-
sonas que viven en los centros urbanos rurales
dependen de la tierra pero menosprecian el cam-
po, que, en opinion de Henk Driessen, representa
un sespacio incivilizado de trabajo duro, sucio y
demoledor». Cualquier cosa que tenga valor, como
la propiedad de la tierra, el ocio, la ambivalencia,
la educacién, la limpieza y la autonomia personal
tiene su origen en la ciudad. La oposicién entre
ciudad y campo, entre clases sociales instruidas y
trabajadoras, entre hombre y mujer, son las divisio-
nes principales de la sociedad local.
Andalucia constituye una sociedad de fuerte do-
minio masculino, en la cual las relaciones entre
ambos sexos han sido ambiguas y con frecuencia
antagonicas. El hombre ideal es duro, fuerte, con-
vencional y auténomo, y es la cabeza sin discusi6n
de la casa. Mantiene a su grupo familiar, protege
el honor de su familia y rara vez estd en casa. Por
Otra parte, la mujer debe ser virtuosa, eficiente,
décil y debe consagrar su vida a su marido y sus
hijos. Es la protectora de la buena reputacién de lafamilia que se demuestra en la divisién sexual del
trabajo. Los hombres, sea cual sea su clase y ocu.
pacion, sostienen que sus mujeres no deben traba-
jar fuera del hogar para obtener ingresos. De for-
ma similar, el dominio publico constituye el mundo
de los hombres, en tanto que las mujeres pertene-
cen a la esfera privada. Por esta raz6n la familia
tiene implicaciones en todos los aspectos de la vida
social.
La familia cobra vida cuando un hombre y una
mujer dejan sus respectivas familias para formar un
nuevo hogar. La familia extendida es rara y se la
considera una anomalia indigna de respeto. No hay
un sistema de dote, y las transacciones econémi-
as asociadas con el matrimonio consisten mera-
mente en los gastos relacionados con la celebracién
y en el dinero que unas semanas antes de la cere-
monia el novio le ofrece a la novia para el equi-
pamiento del nuevo hogar. La herencia de cada una
de las partes de la pareja sigue siendo de cada cual,
si bien entra a formar parte de la comunidad de
bienes del matrimonio mientras ambos estén vivos.
La igualdad fundamental de los dos miembros del
_ matrimonio refleja la igualdad de los sexos en la
_ herencia. No obstante, la personalidad legal tinica
__creada por esta unidad confiere al esposo la jefa-
_ tura econémica. Sujeto a la firma de su esposa en
_ cuanto concierne a las posesiones de ésta, el mari-
do controla los bienes del conjunto de la familia.
Una mujer sdlo recupera su personalidad comple-
ta al enviudar. A la mujer se le concede la posicion
| desu marido, pero no pierde el derecho a aquello
que recibidé por nacimiento. Legalmente conservasu apellido de soltera, al que se le afade simple-
mente el de su esposo, y lo transmite a sus hijos
como segundo apellido. Una mujer de alta cuna
puede incluso transmitir su posicidn patrilineal a sus
hijos (a través de la linea masculina).
La familia es en esencia una unidad econémica
independiente. En el caso de familias de jornaleros,
cada miembro aporta sus ganancias, pero la casa es
una unidad sélo al gastar los ingresos familiares. Asi,
en contraste con la situacién legal, en la practica las
finanzas de la familia las maneja la esposa, puesto
que es ella la que administra el aprovisionamiento
de la casa. Incluso tacitamente se espera del mari-
do que le entregue a la mujer la totalidad de su
salario. En suma, el marido debe administrar la pro-
piedad de su esposa, mientras que ésta tiene la
nueva responsabilidad de llevar la casa y criar a la
familia. La mujer es por tanto el centro de la casa.
Aunque a la propiedad se le concede una gran im-
portancia, los andaluces son en extremo romdanticos
en la eleccidn de esposa y los matrimonios acorda-
dos por los padres segtin consideraciones de pro-
piedad son raros y mal considerados.
No obstante, esta visidn del mundo se fundamen-
ta firmemente en las necesidades econdmicas de
cada una de las clases sociales en particular, lo cual
contradice la imagen convencional. Asi, en las cla-
ses alta y media, los hombres desempefan una par-
te activa tanto en el dominio publico como en el pri-
vado. No sdlo aportan los ingresos de la familia, sino
que controlan incluso el presupuesto familiar, toman
decisiones econdmicas y hasta participan en la edu-
caci6n de los nifios. Al mismo tiempo, cada vez hayids Mujeres de clase media que desempefan ocu
paciones de cuello blanco y que acompafian a sus
aapasas en las actividades sociales durante las fes-
tividades y los fines de semana.
fritre las clases agricolas, el trabajo de las muje-
res es de una importancia maydscula para el man-
tenimiento de la casa, Las mujeres solian participar
én la recaleccién de la oliva, el algodén y la ven-
élimia, asf como en los cultivos de productos vera-
niegos, Suele aceptarse de forma general que en
tiempos de escasez de empleo son los hombres los
que deben trabajar preferentemente. No obstante,
en la practica los patronos prefieren contratar mu-
jeres porque perciben salarios mas bajos y son mas
faciles de manejar que los hombres. Las mujeres de
la clase trabajadora son empleadas también en el
sector del servicio doméstico y en la industria de
tratamiento de los alimentos, De esta forma, es bas-
tante frecuente encontrar mujeres ocupando em-
pleos tanto eventuales como fijos, mientras que sus
parientes masculinos mas cercanos —esposo, pa-
dre, hermano o hijo— permanecen desempleados.
Entre las familias de clase trabajadora, la esposa
suele encargarse de la economia doméstica y la so-
cializacién de los hijos. El vinculo més fuerte es el
existente entre madre e hija, que permanecen en
contacto la una con la otra confiandose sus mas
intimos secretos. La preeminencia del vinculo ma-
dre-hija conduce a una fuerte tendencia matrilocal
(por la que el esposo pasa a vivir con el grupo de
$u esposa), La inseguridad de la contribucion del
jornalero al presupuesto doméstico y la autoexclu-
si6n fisica del hombre contribuye a afianzar el pa-pel de dominio de ta mujer sobre el hogar, La ten-
sion producida por la contradiccién entre ideolo-
gla y realidad desempetia un papel importante en
la estructuracion del honor masculine.
REPUTACION, HONOR Y VERGUENZA
La diferencia entre los valores de los pueblos
mediterraneos y los del norte de Europa se funda-
menta en la diferencia de concepciones acerca del
honor. En el norte, los protestantes creen que las
mujeres deben repartirse por igual, de acuerdo con
el ideal cristiano de la monogamia, y asf lo creen
también fos catélicos, pero en los paises catdlicos
del Mediterraneo este ideal no ha resultado incon-
testado a un nivel profano. Aquf el honor esta vin-
culado con la preeminencia personal de los hom-
bres y 1a posesidn fisica de las mujeres que va en
contra del ideal cristiano. Los hombres del Medite-
traneo catélico tienden en suma a competir entre
si con el fin de ganarse los favores de las mujeres.
Puede encontrarse una raz6n importante para ex-
plicar este estado de cosas en Ja creencia funda-
mental de que la divisién social del trabajo entre
los sexos se considera «natural» por el motivo de
que esta relacionada con los conceptos basicos
incuestionables de las naturalezas respectivas del
hombre y la mujer. Esta Ifnea de pensamiento se
muestra mejor en la actitud general hacia la fami-
lia, que es la unidad social mas pequefia de cuan-
tas contienen miembros de ambos sexos, y donde
las relaciones entre el hombre y la mujer se encuen-tran diferencladas Gun fierte Contraste. Es an la
estructura familiar donde lie attibutes thotales de
las psicalogias dal hambie y la mujer se comple
mentan. Asi, los hombres deben responder por e]
honor de sus mujeres, aseelade con la castidad
sexual, El hanor de los hanibtes se deriva por oy
parte en gran merida del mode er que se despren.
den de su responsabilidad, La preseupacion por ta
castidad sexual de las mujeres ¥ su proteccién se
relaciona con \a creeneia de la transrnisi6n de fas
cualidades morales a través de la herericia fisica,
La falta de castidad en [a8 mujeres pore en peligro
el honor de la (amilia atesorado por los predeceso-
tes, en tanto que en los hombres, destruye el ho-
nor de otras familias, Los hombres se creen respon-
sables del comportamiente de sus mujeres porque
es ah{ donde reside la esencia de su honor moral,
y el honor moral es la esencia del honor porque est
conectado con lo sagrado, mucha mas de lo que
lo esta el honor politico y social,
E! honor es hereditario en {a medida en que se
hereda por ambas partes, y aleanza toda su pleni-
tud con la decision del matrimenio, que puede
Verse mas que como un intercambio de mujeres,
como una fusi6n del hanar de dos familias nuclea-
res de las que se derivard la condicién de honora-
bilidad de sus descendientes, Se considera funda-
mental que las partes del matrimonio sean iguales
en honor, en caso contrario, el cényuge mejor
posicionado podria considerar que ha hecho una
mala eleccidn,
Julian Pitt-Rivers, tras analizar una pequefia ciu-
dad en la sierra de CAédiz, concluye que el estatusde honorabilidad de Jos miembros de la eeu
dad se fundamenta en la vida cotidiaria, que sirye
para fortalecer o debilitar la reputacion de un indi
viduo. La reputaci6n no s6lo es fuerte de orulle
para el individuo, sino que contribuye también a
reafirmar la imagen de una persona ef ufia socie
dad en que el buen nombre es Ja mas valioga de
las posesiones.
La sociedad andaluza pone, en efecto, un gran
énfasis en la cortesia, de modo que cuando dos per
sonas discuten hasta un punto en que les 66 impo-
sible comportarse con cortesfa la una con la otfa,
evitan mutuamente la presencia del otra, No obs-
tante, existe un tipo de personas «sin vergiienza»
(de ahi el calificativo de sinvergiienza) a \os que con
frecuencia se les niega un trato cortés. Estos indivi-
duos tienen una mala reputacién debido a su con-
ducta vergonzosa a través de acciones tales como
el robo, la mendicidad, y, en el caso de las muje-
res, un comportamiento promiscuo. A quienes 4¢ los
considera asi suele asociarseles con otra casta de
mala reputacién en Andalucia, la de los gitanos, a
los que se considera por naturaleza desprovistos de
vergiienza. No obstante, los gitanos tienen mas suer-
te que los «sin vergiienza», por el temor que inspi-
ra la creencia de que pueden dirigir sus poderes ma-
gicos contra los andaluces honorables. Con el fin
de enfatizar su condicién inferior, a las personas
«sin vergiienza» se las suele llamar directamente
por su apodo en lugar de su nombre de pila, y s€
las trata con desdén. Tales valores culturales indi-
_ €an la existencia en el pasado de una estrecha aso-
_ Clacién entre las nociones de honor y vergiienza y,sobre todo, hay que sefialar que una vez perdido
es posible que ya no pueda recuperarse el hono-
En suma, la reputaci6n se gana a través de la pre
sién ejercida por la opinién publica. En tales ci-
cunstancias, la reputaci6n es sindnimo de honor €}
miedo a verse expuesto a los comentarios y a las
criticas induce a los miembros de la comunidad 2
contener sus inhibiciones emocionales.
La conducta que genera reputacién depende de!
estatus de la persona en CuestiOn. Asi, la hombria,
entendida como una preocupaci6n por la reputa-
ci6n, se deriva tanto de afirmaciones relativas a la
fama como de expresiones de preocupacién por el
qué dirdn. Por otra parte, la castidad sexual feme-
nina se expresa mediante la honra o la vergtienza.
Tipico también de cualquier otra sociedad, el ho-
nor de un hombre implica un modo de conducta
diferente con respecto al de una mujer. Asi, una
mujer resulta deshonrada si pierde su castidad
sexual, una cuestién que no afecta al honor de un
hombre. Sin embargo un hombre si esta obligado
a defender su honor y el de su familia, mientras que
una mujer debe conservar su pureza. Aunque hay
Ciertos tipos de conducta que se consideran hono-
rables para ambos sexos, hay esferas de conduct@
que son virtud exclusiva de uno de los dos sex0s-
__No obstante, los conceptos de honor y vergiienz@
no siempre convergen. De este modo, mientras que
el recato, el rubor y la timidez se consideran att-
butos propios de las mujeres honorables, de los
hombres de honor se espera que estén dispuest0®
a ofender a otros hombres si reciben una provocé
cién. Naturalmente, estas formas de comportamie™to son deshonrosas si las lleva a cabo el sexo in
apropiado, Por ello un hombre que muestra timidez
6 fubor se convierte en objeto del ridiculo, mien-
{fas Que una mujer que se da a la violencia fisica o
que trata de asumir un papel masculino, o lo que
66 Mas grave, que muestra una conducta sexual fi-
bre hasta la transgresién, incurre en dafio hacia su
vetglienza. De modo que honor y vergiienza, cuan-
do no son equivalentes, estan vinculados exclusiva-
mente a uno u Otro sexo y se Oponen entre si. Una
persona que posee ya verglienza es muy sensible a
Su feputacién y no se expone al riesgo de la humi-
llaci6n. En esencia, una persona que ha perdido la
verglienza s6lo fa siente cuando se ve obligado a
feconocer que ha aceptado Ja humillacién. De esta
forma el deshonor viene impuesto desde fuera.
«Asi», afirma Pitt-Rivers, «del mismo modo que el
honor es al mismo tiempo honor sentido, honor re-
clamado y honor pagado, la vergtienza es deshonor
impuesto, aceptado y finalmente sentido». La cul-
tura andaluza equipara el recato femenino como la
base natural de la pureza sexual, del mismo modo
que la masculinidad es la base natural de la autori-
dad y la defensa del honor de la familia.
Esta division del trabajo con respecto al honor
$@ corresponde con el reparto de papeles en el
séno del grupo familiar. El honor de un hombre esta
telacionado con la castidad sexual de su madre,
de su esposa y de sus hijas, no con la suya pro-
pia. Asi, el refran popular recogido por Pitt-Rivers:
«la mujer honrada: la pierna quebrada y en casa»,
Muestra las dificultades con que se enfrenta a este
fespecto el honor de un hombre. Ejemplifica 1acreencia generalizada de que una mujer honrada
criada en los sentimientos de verguenza apropiados,
se esfuerza por evitar todo contacto humano que
pueda exponerla al deshonor. Al mismo tiempo,
s6lo puede tener éxito si esta apoyada por la auto-
ridad del hombre. Es a través de su sexo como las
mujeres adquieren poder sobre los hombres, y es
creencia comun que las mujeres tienen la ambicién
natural de alcanzar la libertad e invertir el orden de
la naturaleza intentando dominar a los hombres. La
mujer, mientras es joven y no se ha casado, no es
socialmente independiente, puesto que su honor
todavia es asunto de su familia y de sus perspecti-
vas de matrimonio. Sdlo cuando enviuda adquiere
una mujer la independencia real, y entonces acttia
por si misma y en nombre de sus hijos menores en
asuntos legales y de negocios. Aunque su honor lo
legara a sus hijos, no se somete a la autoridad de
éstos.
Este estado de cosas justifica la costumbre, co-
mdn entre la mayor parte de las sociedades tradi-
cionales del sur de Europa, segdin la cual es el hom-
bre engafiado, mds que el adiultero, el que se
convierte en objeto del ridfculo. El cornudo, 0 ca-
bron, ha quedado ultrajado en su hombria, por
cuanto ha traicionado los valores de la familia, tré-
yendo el deshonor sobre todos los miembros de los
grupos sociales involucrados reciprocamente en SU
honor. La responsabilidad es suya, no del macho
adiltero, por cuanto éste sdlo ha actuado de acuer
do con su naturaleza de hombre. La hombria del
esposo debe por tanto ejercerse por encima de todo
en la defensa del honor de su mujer, del que de-pende el suyo propio. Los Cuernos Pues, represen
tan fundamentalmente una profanaci6n mas que un
castigo. Ello se muestra en la institucién del vito
(también llamada cencerrada 0 charivari), destina-
da a ridiculizar y deshonrar a un individuo en par-
ticular. Pitt-Rivers sostiene que en el pasado, «los
vitos estaban destinados a expresar publicamente,
y por tanto a prohibir, un escandalo». El vito se l\e-
vaba a cabo tradicionalmente con motivo de! nue-
vo matrimonio de una persona viuda, pero puesto
gue el vito esta prohibido por la ley, en los ditimos
tiempos ha subsistido sobre todo en ciudades con
destacamentos de la Guardia Civil. Existen, con
todo, un buen ndmero de madres solteras o abando-
nadas que siguen viviendo con su familia de naci-
miento, cuya desgracia se reconoce abiertamente
pero que no son tratadas como personas sin ver-
giienza, y su estatus social es similar al de una viuda
joven. No tienen muchas perspectivas de contraer
un nuevo matrimonio, puesto que el hombre que
deseara casarse con una joven asi quedaria deshon-
rado, ya que el honor exige que un hombre se case
con una virgen, En esencia, este cédigo del honor
basado en Ia calidad sagrada de las personas, mas
que en disposiciones éticas o juridicas, entra en
Conflicto con las leyes tanto de la Iglesia como del
Estado.
Practicamente todos los sectores de la sociedad
son susceptibles de deshonor, y el vito puede diri-
8irse contra todos los miembros de la sociedad. Hay
Ro obstante dos categorias de personas que esca-
Pan al vito: los sin vergtienza y los sefioritos.
: ltimos constituyen los hombres de clase alta de laciudad. Los sin vergdienZa esCapan porque Carecen
de honor que salvaguardar; los sefioritos escapan
porque estan por encima de la comunidad plebeya
y no tienen que responder de sus acciones de fa
misma forma que los plebeyos, Suele reconocerse
que son diferentes, si bien su comportamiento sin
ética se menciona en ocasiones en las baladas po-
pulares. El deshonor masculino lleva acarreadas
implicaciones diferentes si el hombre es plebeyo o
seforito, El hombre de clase alta puede mantener
a dos grupos familiares y repartir su tiempo y re-
cursos entre ambos. Esto no es posible para un ple-
beyo, por cuanto no tiene ni tiempo ni recursos. Si
un plebeyo decide buscarse una amante, ello lleva
aparejado el rechazo de su familia. Mientras que el
adultero plebeyo profana a su familia al unirse con
una amante, el sefiorito, al hacerlo, demuestra su
superior masculinidad. Es algo comin para un hom-
bre perteneciente a una familia rica mantener una
segunda casa, si bien hay que admitir que a Ja es-
posa no le va a gustar.
EL HONOR DE LA FAMILIA
La vinculaci6n del honor masculino con Ia fami-
lia, y las cualidades necesarias para defenderlo, mas
que con la moralidad, religiosa o no, de la conducta
sexual, no significa que ésta Gltima no sea impor
tante para los hombres de Andalucia. Pero es CU”
Mloso que las clases mas bajas (que son en su M2
yor parte anticlericales y mds bien irreligiosas)
tienden a darle més peso a este aspecto de lamralidad cristiana que las clases media y alta, que son
pilares de la Iglesia y muchas veces profundamen-
te religiosas.
Hay otro aspecto en que el honor de los plebe-
yos difiere del de las clases altas. El honor es una
cualidad hereditaria segtin la cual la vergtienza de
la madre se transmite a los hijos, por lo que la fal-
ta de honor de una persona puede atribuirse a su
nacimiento. Tal estado de cosas explica el gran
poder de los insultos, el mas grave y poderoso de
los cuales hace referencia a la castidad de la ma-
dre. Después de éste, el mayor deshonor de un
hombre se deriva de la falta de castidad de su es-
posa. Si por otra parte es su propia conducta la que
se reconoce como deshonrosa, entonces el honor
de su familia no tiene ya a nadie que lo proteja. Por
tanto, un grupo familiar comparte un honor comtn.
Los hijos no sdlo heredan su vergiienza, sino que
su honor depende de acciones que hayan tenido su
influencia sobre el honor de sus padres. La casti-
dad de la hija es reflejo de la de su madre, e influ-
ye por tanto en el honor de su padre. Sus herma-
NOs y otros parientes cercanos se ven igualmente
manchados por el deshonor de cualquiera de sus
familiares,
La posici6n social se hereda en primer lugar por
via paterna. El hijo hereda del padre el apellido, que
transmitira luego a sus descendientes. La posicion
econémica de la familia depende de la capacidad
del padre de conservar o aumentar su riqueza. En
Consecuencia, en su aspecto de derecho de priori-
dad, el honor se deriva primordialmente de la ma-
dre. La distincién estd acorde con el hecho de quela prioridad es algo que puede ganarse mediante fa
acci6n, a través de los hechos de un hombre, en
tanto que el honor no puede ganarse, sino sélo
conservarse, evitando la conducta que podria des.
truirlo, esto es, la moderaci6n femenina. Las muje-
res que han renunciado a sus pretensiones de ser
_personas con vergiienza dejan de estar sometidas
a las sanciones que controlan el comportamiento
de las mujeres honorables. Tales mujeres pueden
comportarse como los hombres, desempefiar fun-
ciones de las que las mujeres honorables estan
excluidas y utilizar su sexualidad para dominar a
los hombres. Pero por la misma raz6n queda me-
noscabada también su influencia sobre el honor de
los hombres. La condici6n social contribuye tam-
bién a calificar las reglas de conducta que se apli-
can al modo de comportamiento. En el caso de las
mujeres de clase alta, su honor es inexpugnable y
no depende por tanto de la proteccién masculina.
La dama de la clase alta puede mandar sobre los
hombres sin inversién del orden social, puesto que
su poder se deriva de su rango, no de su sexuali-
dad. Sus deberes religiosos y su conciencia le exi-
gen que sea virtuosa y obedezca a su esposo, pero
si no lo hace asf, es inicua, no deshonesta.
En el pueblo, el ideal de igualdad en el honor
Prevalece, y falta la prioridad derivada del naci-
miento y asociada a la posicién. Cuando amenaza
conflicto, el atributo personal de la masculinidad
sale a la palestra para determinar la preeminencia
de un hombre sobre otro, y no dejara de ofrse al-
guna referencia a los cojones, Podria afadirse que
la violencia fisica no esta considerada una formalegitima de alcanzar los propios objetivos, aunque
cuando se infringen los derechos de un hombre éste
estd obligado a defenderse si no quiere aparecer
como un cobarde. Asi, cuando surge la violencia,
es tipico que las dos partes juzguen que se estin
defendiendo, que no hacen sino proteger su legiti-
mo orgullo. Se sigue que la competencia por el
prestigio encuentra sus limites en la obligacién de
respetar el orgullo de los demas, y esto es asf en
todos los niveles de la estructura social.
El honor colectivo de un pueblo se muestra en
la rivalidad entre pueblos, que proporciona un cuer-
po de rimas en que cada uno de ellos es caracteri-
zado por sus vecinos en los términos mas irrespe-
tuosos a través de los cuales se alude al deshonor
en una rica variedad de formas, entre las mas ex-
plicitas de las cuales se hace referencia a la casti-
dad de sus mujeres. Este honor colectivo, no obs-
tante, no suele traducirse por lo general en una
actitud hostil hacia los foraneos a titulo individual.
Por el contrario, el forastero se presenta como una
ocasi6n para demostrar la honorabilidad del pue-
blo, y cada miembro se convierte en un detentador
potencial de este honor. Cuanto més alta es la po-
sicién del visitante, mas importante es que se lleve
una impresién favorable, pues al pueblo lo honra
Con su visita. Es sobre todo con el visitante de Ja
clase de los seforitos con quien se muestra con
Mayor profusién la cortesfa tradicional andaluza. El
Visitante de clase popular también debe Ilevarse una
'Mpresion favorable, pero su visita levanta mayores
Suspicacias. No obstante, la desconfianza hacia los
forasteros parece sensata en una sociedad en queel tribunal de la opinién publica del pueblo no es
de mucha utilidad, mientras que la aplicacién de
la ley no es efectiva a este respecto.
La solvencia en el pago es parte esencial de|
comportamiento de honor, ya sea en el contexto de
la hospitalidad para con los extrafios, 0 para reafir-
mar la preeminencia entre iguales, o para dispen-
sar proteccidn hacia los inferiores. Pagar es un pri-
vilegio que recae en el hombre preerninente, pues
el hecho de que otro pague por alguien sitda al
hombre en una situacién de inferioridad. Disputas
tales como las que se suscitan por pagar la cuenta
se dan siempre que no hay un hombre de situacién
claramente superior que pueda reclamar el derecho
a hacerlo. Ello implica, por una parte, una preocu-
pacion por adquirir bienes, pero por otra la inten-
cin siempre presente de ganar honor disponiendo
con generosidad de aquello que se ha adquirido.
Para poder dar algo, primero hay que poseerlo. La
misma preocupacién por adquirir honor mediante
actos de beneficencia antes que mediante el hecho
de la posesién de bienes explica esta mentalidad
extrema. Ello es asi desde el momento en que el
honor mediterréneo se deriva del dominio de las
Personas, mas que de las Cosas, y esta es la meta
que distingue los valores adquisitivos en Andalucia.
EI honor se reafirma estableciendo el dominio so-
bre los dems, y se dirige por tanto a la acumula-
Clon, antes que a la conversion en prestigio median-
te la redistribucién. De este modo, todas las
actitudes de la sociedad andaluza, ya sea en lo re
ferente a la Ostentacién, las mujeres, el adulterio, el
valor, la violencia, el rango y los privilegios, la le-galidad, la mentira, la cultura, incluso el concepto
de tiempo, deben explicarse simplemente como una
inversion de la ecuacién del honor de la primacia.
El concepto de honor se presenta al individuo en
un marco contextual diferente de acuerdo con su
lugar en la estructura social, y la diferencia de va-
lor asociada a sus varios aspectos puede explicar-
se por este hecho. Su relacidn con el poder econé-
mico y politico no se ve bajo la misma 6ptica por
parte de aquellos que poseen tal poder y por aque-
Ilos que no lo poseen. Quienes no tienen posibili-
dad de desempefiar el papel de patrén no compi-
ten con sus iguales en las mismas condiciones,
mientras que su prestigio se relaciona, como se ha
explicado, con una opinién ptblica que reconoce
la virtud, mds que la primacia, como la base sobre
la que se sustenta el honor.
Al mismo tiempo, sus vidas estén circunscritas a
una comunidad que es una unidad territorial, y la
proximidad hace efectivas las sanciones morales del
pueblo. Esto no vale para las clases altas, Cuya su-
perioridad social sitda su honor en una posicién
protegida por lo que respecta a tales sanciones. Su
efectividad varia segtin el tamafio de la comunidad,
de modo que debe distinguirse entre las diferentes
Clases pero también entre la comunidad de unos
pocos miles de almas —en la cual la opinién pu-
blica representa un cuerpo homogéneo de conoci-
miento y ejerce su influencia sobre cada uno de sus
miembros— y aquellas en que sdlo las personas
mas eminentes son conacidas de todos. Pero la
Posibilidad de un anonimato relativo sigue abierta
Para el hombre que se traslada de un distrito a otro,y la fuerza de la opinion publica disminuye Cuan-
do deja de ser omnisciente. La disminucion en la
preocupacion por los aspectos eticos del honor en
las grandes ciudades debe relacionarse sin duda
con este hecho.
En general, el término popular hombria hace re-
ferencia al valor y a !a capacidad para defenderse
de las reclamaciones y los intentos de usurpacién
de la propiedad. En esencia, la hombria implica una
referencia directa a la base fisica del honor. Impli-
ca que aquellos que estan a la altura de este ideal
tienen cojones y son hombres de honor, en tanto
que quienes son incapaces de soportar la presién
es porque no son lo bastante hombres, y entonces
se los considera mansos (en el sentido de castra-
dos, o por decirlo con mas suavidad, déciles), No
obstante, las concepciones del honor varian segin
la clase social y segtin el lugar de residencia (si es
en una pequefia poblacién o en una gran ciudad).
En una poblacién pequefia, puede distinguirse en-
tre el honor de los plebeyos y el de las clases al-
tas. Mientras que entre los plebeyos el honor esta
asociado con la vergiienza y equiparado con la
virtud, las clases altas asocian el honor con la pri-
macia. Mientras que, a cierto nivel, el honor sirve
a la necesidad del entendimiento comin y a /a
“maquinaria de Ja organizacién social, yen ultimo
termino tiende a unificar su conceptualizacion,
entre las clases altas las exigencias de organizacion
social favorecen la diferenciacién. ;