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HONOR Y VALORES SOCIALES EN ANDALUCIA EL ESCENARIO SOCIO-CULTURAL Como en Sicilia, Andalucia es una regién de agrociudades y latifundios. La mayoria de las per- sonas que viven en los centros urbanos rurales dependen de la tierra pero menosprecian el cam- po, que, en opinion de Henk Driessen, representa un sespacio incivilizado de trabajo duro, sucio y demoledor». Cualquier cosa que tenga valor, como la propiedad de la tierra, el ocio, la ambivalencia, la educacién, la limpieza y la autonomia personal tiene su origen en la ciudad. La oposicién entre ciudad y campo, entre clases sociales instruidas y trabajadoras, entre hombre y mujer, son las divisio- nes principales de la sociedad local. Andalucia constituye una sociedad de fuerte do- minio masculino, en la cual las relaciones entre ambos sexos han sido ambiguas y con frecuencia antagonicas. El hombre ideal es duro, fuerte, con- vencional y auténomo, y es la cabeza sin discusi6n de la casa. Mantiene a su grupo familiar, protege el honor de su familia y rara vez estd en casa. Por Otra parte, la mujer debe ser virtuosa, eficiente, décil y debe consagrar su vida a su marido y sus hijos. Es la protectora de la buena reputacién de la familia que se demuestra en la divisién sexual del trabajo. Los hombres, sea cual sea su clase y ocu. pacion, sostienen que sus mujeres no deben traba- jar fuera del hogar para obtener ingresos. De for- ma similar, el dominio publico constituye el mundo de los hombres, en tanto que las mujeres pertene- cen a la esfera privada. Por esta raz6n la familia tiene implicaciones en todos los aspectos de la vida social. La familia cobra vida cuando un hombre y una mujer dejan sus respectivas familias para formar un nuevo hogar. La familia extendida es rara y se la considera una anomalia indigna de respeto. No hay un sistema de dote, y las transacciones econémi- as asociadas con el matrimonio consisten mera- mente en los gastos relacionados con la celebracién y en el dinero que unas semanas antes de la cere- monia el novio le ofrece a la novia para el equi- pamiento del nuevo hogar. La herencia de cada una de las partes de la pareja sigue siendo de cada cual, si bien entra a formar parte de la comunidad de bienes del matrimonio mientras ambos estén vivos. La igualdad fundamental de los dos miembros del _ matrimonio refleja la igualdad de los sexos en la _ herencia. No obstante, la personalidad legal tinica __creada por esta unidad confiere al esposo la jefa- _ tura econémica. Sujeto a la firma de su esposa en _ cuanto concierne a las posesiones de ésta, el mari- do controla los bienes del conjunto de la familia. Una mujer sdlo recupera su personalidad comple- ta al enviudar. A la mujer se le concede la posicion | desu marido, pero no pierde el derecho a aquello que recibidé por nacimiento. Legalmente conserva su apellido de soltera, al que se le afade simple- mente el de su esposo, y lo transmite a sus hijos como segundo apellido. Una mujer de alta cuna puede incluso transmitir su posicidn patrilineal a sus hijos (a través de la linea masculina). La familia es en esencia una unidad econémica independiente. En el caso de familias de jornaleros, cada miembro aporta sus ganancias, pero la casa es una unidad sélo al gastar los ingresos familiares. Asi, en contraste con la situacién legal, en la practica las finanzas de la familia las maneja la esposa, puesto que es ella la que administra el aprovisionamiento de la casa. Incluso tacitamente se espera del mari- do que le entregue a la mujer la totalidad de su salario. En suma, el marido debe administrar la pro- piedad de su esposa, mientras que ésta tiene la nueva responsabilidad de llevar la casa y criar a la familia. La mujer es por tanto el centro de la casa. Aunque a la propiedad se le concede una gran im- portancia, los andaluces son en extremo romdanticos en la eleccidn de esposa y los matrimonios acorda- dos por los padres segtin consideraciones de pro- piedad son raros y mal considerados. No obstante, esta visidn del mundo se fundamen- ta firmemente en las necesidades econdmicas de cada una de las clases sociales en particular, lo cual contradice la imagen convencional. Asi, en las cla- ses alta y media, los hombres desempefan una par- te activa tanto en el dominio publico como en el pri- vado. No sdlo aportan los ingresos de la familia, sino que controlan incluso el presupuesto familiar, toman decisiones econdmicas y hasta participan en la edu- caci6n de los nifios. Al mismo tiempo, cada vez hay ids Mujeres de clase media que desempefan ocu paciones de cuello blanco y que acompafian a sus aapasas en las actividades sociales durante las fes- tividades y los fines de semana. fritre las clases agricolas, el trabajo de las muje- res es de una importancia maydscula para el man- tenimiento de la casa, Las mujeres solian participar én la recaleccién de la oliva, el algodén y la ven- élimia, asf como en los cultivos de productos vera- niegos, Suele aceptarse de forma general que en tiempos de escasez de empleo son los hombres los que deben trabajar preferentemente. No obstante, en la practica los patronos prefieren contratar mu- jeres porque perciben salarios mas bajos y son mas faciles de manejar que los hombres. Las mujeres de la clase trabajadora son empleadas también en el sector del servicio doméstico y en la industria de tratamiento de los alimentos, De esta forma, es bas- tante frecuente encontrar mujeres ocupando em- pleos tanto eventuales como fijos, mientras que sus parientes masculinos mas cercanos —esposo, pa- dre, hermano o hijo— permanecen desempleados. Entre las familias de clase trabajadora, la esposa suele encargarse de la economia doméstica y la so- cializacién de los hijos. El vinculo més fuerte es el existente entre madre e hija, que permanecen en contacto la una con la otra confiandose sus mas intimos secretos. La preeminencia del vinculo ma- dre-hija conduce a una fuerte tendencia matrilocal (por la que el esposo pasa a vivir con el grupo de $u esposa), La inseguridad de la contribucion del jornalero al presupuesto doméstico y la autoexclu- si6n fisica del hombre contribuye a afianzar el pa- pel de dominio de ta mujer sobre el hogar, La ten- sion producida por la contradiccién entre ideolo- gla y realidad desempetia un papel importante en la estructuracion del honor masculine. REPUTACION, HONOR Y VERGUENZA La diferencia entre los valores de los pueblos mediterraneos y los del norte de Europa se funda- menta en la diferencia de concepciones acerca del honor. En el norte, los protestantes creen que las mujeres deben repartirse por igual, de acuerdo con el ideal cristiano de la monogamia, y asf lo creen también fos catélicos, pero en los paises catdlicos del Mediterraneo este ideal no ha resultado incon- testado a un nivel profano. Aquf el honor esta vin- culado con la preeminencia personal de los hom- bres y 1a posesidn fisica de las mujeres que va en contra del ideal cristiano. Los hombres del Medite- traneo catélico tienden en suma a competir entre si con el fin de ganarse los favores de las mujeres. Puede encontrarse una raz6n importante para ex- plicar este estado de cosas en Ja creencia funda- mental de que la divisién social del trabajo entre los sexos se considera «natural» por el motivo de que esta relacionada con los conceptos basicos incuestionables de las naturalezas respectivas del hombre y la mujer. Esta Ifnea de pensamiento se muestra mejor en la actitud general hacia la fami- lia, que es la unidad social mas pequefia de cuan- tas contienen miembros de ambos sexos, y donde las relaciones entre el hombre y la mujer se encuen- tran diferencladas Gun fierte Contraste. Es an la estructura familiar donde lie attibutes thotales de las psicalogias dal hambie y la mujer se comple mentan. Asi, los hombres deben responder por e] honor de sus mujeres, aseelade con la castidad sexual, El hanor de los hanibtes se deriva por oy parte en gran merida del mode er que se despren. den de su responsabilidad, La preseupacion por ta castidad sexual de las mujeres ¥ su proteccién se relaciona con \a creeneia de la transrnisi6n de fas cualidades morales a través de la herericia fisica, La falta de castidad en [a8 mujeres pore en peligro el honor de la (amilia atesorado por los predeceso- tes, en tanto que en los hombres, destruye el ho- nor de otras familias, Los hombres se creen respon- sables del comportamiente de sus mujeres porque es ah{ donde reside la esencia de su honor moral, y el honor moral es la esencia del honor porque est conectado con lo sagrado, mucha mas de lo que lo esta el honor politico y social, E! honor es hereditario en {a medida en que se hereda por ambas partes, y aleanza toda su pleni- tud con la decision del matrimenio, que puede Verse mas que como un intercambio de mujeres, como una fusi6n del hanar de dos familias nuclea- res de las que se derivard la condicién de honora- bilidad de sus descendientes, Se considera funda- mental que las partes del matrimonio sean iguales en honor, en caso contrario, el cényuge mejor posicionado podria considerar que ha hecho una mala eleccidn, Julian Pitt-Rivers, tras analizar una pequefia ciu- dad en la sierra de CAédiz, concluye que el estatus de honorabilidad de Jos miembros de la eeu dad se fundamenta en la vida cotidiaria, que sirye para fortalecer o debilitar la reputacion de un indi viduo. La reputaci6n no s6lo es fuerte de orulle para el individuo, sino que contribuye también a reafirmar la imagen de una persona ef ufia socie dad en que el buen nombre es Ja mas valioga de las posesiones. La sociedad andaluza pone, en efecto, un gran énfasis en la cortesia, de modo que cuando dos per sonas discuten hasta un punto en que les 66 impo- sible comportarse con cortesfa la una con la otfa, evitan mutuamente la presencia del otra, No obs- tante, existe un tipo de personas «sin vergiienza» (de ahi el calificativo de sinvergiienza) a \os que con frecuencia se les niega un trato cortés. Estos indivi- duos tienen una mala reputacién debido a su con- ducta vergonzosa a través de acciones tales como el robo, la mendicidad, y, en el caso de las muje- res, un comportamiento promiscuo. A quienes 4¢ los considera asi suele asociarseles con otra casta de mala reputacién en Andalucia, la de los gitanos, a los que se considera por naturaleza desprovistos de vergiienza. No obstante, los gitanos tienen mas suer- te que los «sin vergiienza», por el temor que inspi- ra la creencia de que pueden dirigir sus poderes ma- gicos contra los andaluces honorables. Con el fin de enfatizar su condicién inferior, a las personas «sin vergiienza» se las suele llamar directamente por su apodo en lugar de su nombre de pila, y s€ las trata con desdén. Tales valores culturales indi- _ €an la existencia en el pasado de una estrecha aso- _ Clacién entre las nociones de honor y vergiienza y, sobre todo, hay que sefialar que una vez perdido es posible que ya no pueda recuperarse el hono- En suma, la reputaci6n se gana a través de la pre sién ejercida por la opinién publica. En tales ci- cunstancias, la reputaci6n es sindnimo de honor €} miedo a verse expuesto a los comentarios y a las criticas induce a los miembros de la comunidad 2 contener sus inhibiciones emocionales. La conducta que genera reputacién depende de! estatus de la persona en CuestiOn. Asi, la hombria, entendida como una preocupaci6n por la reputa- ci6n, se deriva tanto de afirmaciones relativas a la fama como de expresiones de preocupacién por el qué dirdn. Por otra parte, la castidad sexual feme- nina se expresa mediante la honra o la vergtienza. Tipico también de cualquier otra sociedad, el ho- nor de un hombre implica un modo de conducta diferente con respecto al de una mujer. Asi, una mujer resulta deshonrada si pierde su castidad sexual, una cuestién que no afecta al honor de un hombre. Sin embargo un hombre si esta obligado a defender su honor y el de su familia, mientras que una mujer debe conservar su pureza. Aunque hay Ciertos tipos de conducta que se consideran hono- rables para ambos sexos, hay esferas de conduct@ que son virtud exclusiva de uno de los dos sex0s- __No obstante, los conceptos de honor y vergiienz@ no siempre convergen. De este modo, mientras que el recato, el rubor y la timidez se consideran att- butos propios de las mujeres honorables, de los hombres de honor se espera que estén dispuest0® a ofender a otros hombres si reciben una provocé cién. Naturalmente, estas formas de comportamie™ to son deshonrosas si las lleva a cabo el sexo in apropiado, Por ello un hombre que muestra timidez 6 fubor se convierte en objeto del ridiculo, mien- {fas Que una mujer que se da a la violencia fisica o que trata de asumir un papel masculino, o lo que 66 Mas grave, que muestra una conducta sexual fi- bre hasta la transgresién, incurre en dafio hacia su vetglienza. De modo que honor y vergiienza, cuan- do no son equivalentes, estan vinculados exclusiva- mente a uno u Otro sexo y se Oponen entre si. Una persona que posee ya verglienza es muy sensible a Su feputacién y no se expone al riesgo de la humi- llaci6n. En esencia, una persona que ha perdido la verglienza s6lo fa siente cuando se ve obligado a feconocer que ha aceptado Ja humillacién. De esta forma el deshonor viene impuesto desde fuera. «Asi», afirma Pitt-Rivers, «del mismo modo que el honor es al mismo tiempo honor sentido, honor re- clamado y honor pagado, la vergtienza es deshonor impuesto, aceptado y finalmente sentido». La cul- tura andaluza equipara el recato femenino como la base natural de la pureza sexual, del mismo modo que la masculinidad es la base natural de la autori- dad y la defensa del honor de la familia. Esta division del trabajo con respecto al honor $@ corresponde con el reparto de papeles en el séno del grupo familiar. El honor de un hombre esta telacionado con la castidad sexual de su madre, de su esposa y de sus hijas, no con la suya pro- pia. Asi, el refran popular recogido por Pitt-Rivers: «la mujer honrada: la pierna quebrada y en casa», Muestra las dificultades con que se enfrenta a este fespecto el honor de un hombre. Ejemplifica 1a creencia generalizada de que una mujer honrada criada en los sentimientos de verguenza apropiados, se esfuerza por evitar todo contacto humano que pueda exponerla al deshonor. Al mismo tiempo, s6lo puede tener éxito si esta apoyada por la auto- ridad del hombre. Es a través de su sexo como las mujeres adquieren poder sobre los hombres, y es creencia comun que las mujeres tienen la ambicién natural de alcanzar la libertad e invertir el orden de la naturaleza intentando dominar a los hombres. La mujer, mientras es joven y no se ha casado, no es socialmente independiente, puesto que su honor todavia es asunto de su familia y de sus perspecti- vas de matrimonio. Sdlo cuando enviuda adquiere una mujer la independencia real, y entonces acttia por si misma y en nombre de sus hijos menores en asuntos legales y de negocios. Aunque su honor lo legara a sus hijos, no se somete a la autoridad de éstos. Este estado de cosas justifica la costumbre, co- mdn entre la mayor parte de las sociedades tradi- cionales del sur de Europa, segdin la cual es el hom- bre engafiado, mds que el adiultero, el que se convierte en objeto del ridfculo. El cornudo, 0 ca- bron, ha quedado ultrajado en su hombria, por cuanto ha traicionado los valores de la familia, tré- yendo el deshonor sobre todos los miembros de los grupos sociales involucrados reciprocamente en SU honor. La responsabilidad es suya, no del macho adiltero, por cuanto éste sdlo ha actuado de acuer do con su naturaleza de hombre. La hombria del esposo debe por tanto ejercerse por encima de todo en la defensa del honor de su mujer, del que de- pende el suyo propio. Los Cuernos Pues, represen tan fundamentalmente una profanaci6n mas que un castigo. Ello se muestra en la institucién del vito (también llamada cencerrada 0 charivari), destina- da a ridiculizar y deshonrar a un individuo en par- ticular. Pitt-Rivers sostiene que en el pasado, «los vitos estaban destinados a expresar publicamente, y por tanto a prohibir, un escandalo». El vito se l\e- vaba a cabo tradicionalmente con motivo de! nue- vo matrimonio de una persona viuda, pero puesto gue el vito esta prohibido por la ley, en los ditimos tiempos ha subsistido sobre todo en ciudades con destacamentos de la Guardia Civil. Existen, con todo, un buen ndmero de madres solteras o abando- nadas que siguen viviendo con su familia de naci- miento, cuya desgracia se reconoce abiertamente pero que no son tratadas como personas sin ver- giienza, y su estatus social es similar al de una viuda joven. No tienen muchas perspectivas de contraer un nuevo matrimonio, puesto que el hombre que deseara casarse con una joven asi quedaria deshon- rado, ya que el honor exige que un hombre se case con una virgen, En esencia, este cédigo del honor basado en Ia calidad sagrada de las personas, mas que en disposiciones éticas o juridicas, entra en Conflicto con las leyes tanto de la Iglesia como del Estado. Practicamente todos los sectores de la sociedad son susceptibles de deshonor, y el vito puede diri- 8irse contra todos los miembros de la sociedad. Hay Ro obstante dos categorias de personas que esca- Pan al vito: los sin vergtienza y los sefioritos. : ltimos constituyen los hombres de clase alta de la ciudad. Los sin vergdienZa esCapan porque Carecen de honor que salvaguardar; los sefioritos escapan porque estan por encima de la comunidad plebeya y no tienen que responder de sus acciones de fa misma forma que los plebeyos, Suele reconocerse que son diferentes, si bien su comportamiento sin ética se menciona en ocasiones en las baladas po- pulares. El deshonor masculino lleva acarreadas implicaciones diferentes si el hombre es plebeyo o seforito, El hombre de clase alta puede mantener a dos grupos familiares y repartir su tiempo y re- cursos entre ambos. Esto no es posible para un ple- beyo, por cuanto no tiene ni tiempo ni recursos. Si un plebeyo decide buscarse una amante, ello lleva aparejado el rechazo de su familia. Mientras que el adultero plebeyo profana a su familia al unirse con una amante, el sefiorito, al hacerlo, demuestra su superior masculinidad. Es algo comin para un hom- bre perteneciente a una familia rica mantener una segunda casa, si bien hay que admitir que a Ja es- posa no le va a gustar. EL HONOR DE LA FAMILIA La vinculaci6n del honor masculino con Ia fami- lia, y las cualidades necesarias para defenderlo, mas que con la moralidad, religiosa o no, de la conducta sexual, no significa que ésta Gltima no sea impor tante para los hombres de Andalucia. Pero es CU” Mloso que las clases mas bajas (que son en su M2 yor parte anticlericales y mds bien irreligiosas) tienden a darle més peso a este aspecto de lam ralidad cristiana que las clases media y alta, que son pilares de la Iglesia y muchas veces profundamen- te religiosas. Hay otro aspecto en que el honor de los plebe- yos difiere del de las clases altas. El honor es una cualidad hereditaria segtin la cual la vergtienza de la madre se transmite a los hijos, por lo que la fal- ta de honor de una persona puede atribuirse a su nacimiento. Tal estado de cosas explica el gran poder de los insultos, el mas grave y poderoso de los cuales hace referencia a la castidad de la ma- dre. Después de éste, el mayor deshonor de un hombre se deriva de la falta de castidad de su es- posa. Si por otra parte es su propia conducta la que se reconoce como deshonrosa, entonces el honor de su familia no tiene ya a nadie que lo proteja. Por tanto, un grupo familiar comparte un honor comtn. Los hijos no sdlo heredan su vergiienza, sino que su honor depende de acciones que hayan tenido su influencia sobre el honor de sus padres. La casti- dad de la hija es reflejo de la de su madre, e influ- ye por tanto en el honor de su padre. Sus herma- NOs y otros parientes cercanos se ven igualmente manchados por el deshonor de cualquiera de sus familiares, La posici6n social se hereda en primer lugar por via paterna. El hijo hereda del padre el apellido, que transmitira luego a sus descendientes. La posicion econémica de la familia depende de la capacidad del padre de conservar o aumentar su riqueza. En Consecuencia, en su aspecto de derecho de priori- dad, el honor se deriva primordialmente de la ma- dre. La distincién estd acorde con el hecho de que la prioridad es algo que puede ganarse mediante fa acci6n, a través de los hechos de un hombre, en tanto que el honor no puede ganarse, sino sélo conservarse, evitando la conducta que podria des. truirlo, esto es, la moderaci6n femenina. Las muje- res que han renunciado a sus pretensiones de ser _personas con vergiienza dejan de estar sometidas a las sanciones que controlan el comportamiento de las mujeres honorables. Tales mujeres pueden comportarse como los hombres, desempefiar fun- ciones de las que las mujeres honorables estan excluidas y utilizar su sexualidad para dominar a los hombres. Pero por la misma raz6n queda me- noscabada también su influencia sobre el honor de los hombres. La condici6n social contribuye tam- bién a calificar las reglas de conducta que se apli- can al modo de comportamiento. En el caso de las mujeres de clase alta, su honor es inexpugnable y no depende por tanto de la proteccién masculina. La dama de la clase alta puede mandar sobre los hombres sin inversién del orden social, puesto que su poder se deriva de su rango, no de su sexuali- dad. Sus deberes religiosos y su conciencia le exi- gen que sea virtuosa y obedezca a su esposo, pero si no lo hace asf, es inicua, no deshonesta. En el pueblo, el ideal de igualdad en el honor Prevalece, y falta la prioridad derivada del naci- miento y asociada a la posicién. Cuando amenaza conflicto, el atributo personal de la masculinidad sale a la palestra para determinar la preeminencia de un hombre sobre otro, y no dejara de ofrse al- guna referencia a los cojones, Podria afadirse que la violencia fisica no esta considerada una forma legitima de alcanzar los propios objetivos, aunque cuando se infringen los derechos de un hombre éste estd obligado a defenderse si no quiere aparecer como un cobarde. Asi, cuando surge la violencia, es tipico que las dos partes juzguen que se estin defendiendo, que no hacen sino proteger su legiti- mo orgullo. Se sigue que la competencia por el prestigio encuentra sus limites en la obligacién de respetar el orgullo de los demas, y esto es asf en todos los niveles de la estructura social. El honor colectivo de un pueblo se muestra en la rivalidad entre pueblos, que proporciona un cuer- po de rimas en que cada uno de ellos es caracteri- zado por sus vecinos en los términos mas irrespe- tuosos a través de los cuales se alude al deshonor en una rica variedad de formas, entre las mas ex- plicitas de las cuales se hace referencia a la casti- dad de sus mujeres. Este honor colectivo, no obs- tante, no suele traducirse por lo general en una actitud hostil hacia los foraneos a titulo individual. Por el contrario, el forastero se presenta como una ocasi6n para demostrar la honorabilidad del pue- blo, y cada miembro se convierte en un detentador potencial de este honor. Cuanto més alta es la po- sicién del visitante, mas importante es que se lleve una impresién favorable, pues al pueblo lo honra Con su visita. Es sobre todo con el visitante de Ja clase de los seforitos con quien se muestra con Mayor profusién la cortesfa tradicional andaluza. El Visitante de clase popular también debe Ilevarse una 'Mpresion favorable, pero su visita levanta mayores Suspicacias. No obstante, la desconfianza hacia los forasteros parece sensata en una sociedad en que el tribunal de la opinién publica del pueblo no es de mucha utilidad, mientras que la aplicacién de la ley no es efectiva a este respecto. La solvencia en el pago es parte esencial de| comportamiento de honor, ya sea en el contexto de la hospitalidad para con los extrafios, 0 para reafir- mar la preeminencia entre iguales, o para dispen- sar proteccidn hacia los inferiores. Pagar es un pri- vilegio que recae en el hombre preerninente, pues el hecho de que otro pague por alguien sitda al hombre en una situacién de inferioridad. Disputas tales como las que se suscitan por pagar la cuenta se dan siempre que no hay un hombre de situacién claramente superior que pueda reclamar el derecho a hacerlo. Ello implica, por una parte, una preocu- pacion por adquirir bienes, pero por otra la inten- cin siempre presente de ganar honor disponiendo con generosidad de aquello que se ha adquirido. Para poder dar algo, primero hay que poseerlo. La misma preocupacién por adquirir honor mediante actos de beneficencia antes que mediante el hecho de la posesién de bienes explica esta mentalidad extrema. Ello es asi desde el momento en que el honor mediterréneo se deriva del dominio de las Personas, mas que de las Cosas, y esta es la meta que distingue los valores adquisitivos en Andalucia. EI honor se reafirma estableciendo el dominio so- bre los dems, y se dirige por tanto a la acumula- Clon, antes que a la conversion en prestigio median- te la redistribucién. De este modo, todas las actitudes de la sociedad andaluza, ya sea en lo re ferente a la Ostentacién, las mujeres, el adulterio, el valor, la violencia, el rango y los privilegios, la le- galidad, la mentira, la cultura, incluso el concepto de tiempo, deben explicarse simplemente como una inversion de la ecuacién del honor de la primacia. El concepto de honor se presenta al individuo en un marco contextual diferente de acuerdo con su lugar en la estructura social, y la diferencia de va- lor asociada a sus varios aspectos puede explicar- se por este hecho. Su relacidn con el poder econé- mico y politico no se ve bajo la misma 6ptica por parte de aquellos que poseen tal poder y por aque- Ilos que no lo poseen. Quienes no tienen posibili- dad de desempefiar el papel de patrén no compi- ten con sus iguales en las mismas condiciones, mientras que su prestigio se relaciona, como se ha explicado, con una opinién ptblica que reconoce la virtud, mds que la primacia, como la base sobre la que se sustenta el honor. Al mismo tiempo, sus vidas estén circunscritas a una comunidad que es una unidad territorial, y la proximidad hace efectivas las sanciones morales del pueblo. Esto no vale para las clases altas, Cuya su- perioridad social sitda su honor en una posicién protegida por lo que respecta a tales sanciones. Su efectividad varia segtin el tamafio de la comunidad, de modo que debe distinguirse entre las diferentes Clases pero también entre la comunidad de unos pocos miles de almas —en la cual la opinién pu- blica representa un cuerpo homogéneo de conoci- miento y ejerce su influencia sobre cada uno de sus miembros— y aquellas en que sdlo las personas mas eminentes son conacidas de todos. Pero la Posibilidad de un anonimato relativo sigue abierta Para el hombre que se traslada de un distrito a otro, y la fuerza de la opinion publica disminuye Cuan- do deja de ser omnisciente. La disminucion en la preocupacion por los aspectos eticos del honor en las grandes ciudades debe relacionarse sin duda con este hecho. En general, el término popular hombria hace re- ferencia al valor y a !a capacidad para defenderse de las reclamaciones y los intentos de usurpacién de la propiedad. En esencia, la hombria implica una referencia directa a la base fisica del honor. Impli- ca que aquellos que estan a la altura de este ideal tienen cojones y son hombres de honor, en tanto que quienes son incapaces de soportar la presién es porque no son lo bastante hombres, y entonces se los considera mansos (en el sentido de castra- dos, o por decirlo con mas suavidad, déciles), No obstante, las concepciones del honor varian segin la clase social y segtin el lugar de residencia (si es en una pequefia poblacién o en una gran ciudad). En una poblacién pequefia, puede distinguirse en- tre el honor de los plebeyos y el de las clases al- tas. Mientras que entre los plebeyos el honor esta asociado con la vergiienza y equiparado con la virtud, las clases altas asocian el honor con la pri- macia. Mientras que, a cierto nivel, el honor sirve a la necesidad del entendimiento comin y a /a “maquinaria de Ja organizacién social, yen ultimo termino tiende a unificar su conceptualizacion, entre las clases altas las exigencias de organizacion social favorecen la diferenciacién. ;

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