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TEMA 7 : LA PROSA I. LOS GÉNEROS HUMANÍSTICOS.

LA PROSA HISTÓRICA

ESQUEMA DEL TEMA

1. Características generales de la prosa humanística.

1.1. Los diálogos y coloquios.

1.2. El erasmismo de los hermanos Valdés.

1.2.1. Alfonso de Valdés (h.1490-1532)


1.2.1.1. Notas biográficas.
1.2.1.2. Diálogo de lactancia y un arcediano.
1.2.1.3. Diálogo de mercurio y Carón.

1.2.2. Juan de Valdés.


1.2.2.1. Notas biográficas.
1.2.2.2. Diálogo de la doctrina cristiana.
1.2.2.3. Alfabeto cristiano.
1.2.2.4. Diálogo de la lengua.

1.3. Fray Antonio de Guevara (1480-1545).

1.3.1. Biografía.
1.3.2. Obras
1.3.2.1. Reloj de príncipes.
1.3.2.2. Menosprecio de corte y alabanza de aldea.
1.3.2.3. Epístolas familiares.

1.4. La prosa satírica.

1.4.1. Cristóbal de Villalón.

1.5. Las misceláneas.

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2. La prosa histórica en el siglo XVI.

2.1. La época de Carlos V.

2.2. La época de Felipe II.

2.3. Los historiadores de Indias y la historia religiosa.

1. CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA PROSA HUMANÍSTICA

El siglo XVI es seguramente uno de los períodos cumbres de la prosa de


pensamiento en nuestra historia literaria. Esta eclosión fue posible, gracias en
especial al Humanismo, al que se agregó la influencia del pensamiento y la obra de
Erasmo de Rotterdam (1465-1536).
El humanismo no era solo un saber basado en la antigüedad clásica, sino un sistema
de referencias y un estilo de vida asociado a esos conocimientos, que servía para
distinguir a las élites. El conjunto de valores que trae el Renacimiento quebraba en
cierta medida los estamentos cerrados y daba paso a una nueva movilidad social en
la que el hombre dependía de su valía, y por tanto, donde la formación, el saber y
los modos a ella asociados servían a esa necesidad de distinguirse socialmente: la
cultura no es solo un modo de vida, sino que define también el estatus social.
El humanista, el hombre de letras, se asocia a las oligarquías y desempeña
funciones de preceptor, secretario, cronista, etc., a la vez que pone al servicio de
esas clases y para su prestigio los saberes de la antigüedad clásica adaptados a las
necesidades de su mundo.
Una de las figuras claves del renacimiento europeo fue Erasmo de Rotterdam (h.
1469-1536), intelectual cuyas obras, se convirtieron en referente ideológico y
estético en todos los países. Esta influencia de gran peso es lo que la crítica y la
historiografía denominan erasmismo y abarca esencialmente, aunque con muchos
matices y diferencias, varios aspectos: la ideología religiosa, los moldes genéricos y
los temas literarios. En lo religioso Erasmo puede considerarse equidistante del
movimiento luterano y del catolicismo, si bien a partir de los años veinte esa
situación se le hizo casi imposible y en España fue un autor censurado y sospechoso
desde los años cuarenta, aproximadamente. Lo esencial de las concepciones
religiosas de Erasmo es el rechazo a una religiosidad exterior, hecha de formas y
ceremonias, pues considera que la religión está en el espíritu; la crítica al clero por
la corrupción de sus costumbres; y la necesidad de extender la práctica profunda y
los conocimientos religiosos a los laicos, porque todo cristiano está obligado a
conocer y practicar de forma profunda y sincera esos principios, por lo que escribe
varios tratados (el Enchiridión entre ellos) para su formación.
En el aspecto estético hay algunas obras de Erasmo que tuvieron una influencia
clave:

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 Los Adagia (1500), una extensa recopilación de refranes y cuentecillos de
origen latino junto con su explicación.

 Los Familiarum colloquiarum (1º ed. 1518), conjunto de diálogos que son el
resultado de aplicar las concepciones socráticas del diálogo a la enseñanza;
inicialmente tenían temas escolares, pero en las sucesivas revisiones se fueron
ampliando a todo tipo de materias, con el mismo propósito didáctico o
divulgador.

 El Elogio de la locura (1511), un texto satírico, que se apoya en la tradición


clásica de Luciano de Samósata, donde se critican muchas prácticas religiosas
del momento por medio del elogio que de ellas hace la locura.

Erasmo y los humanistas coinciden, entre otras cosas, en rechazar la literatura de


evasión y la ficción meramente lúdica. La obra literaria debe tener un propósito de
utilidad, lo que no significa renunciar a hacer un discurso atractivo. A partir de
esta intención educativa como su rasgo más relevante, muchos manuales etiquetan
toda esta literatura como didáctica, si bien Asunción Rallo, rechaza este
calificativo y prefiere emplear el rótulo de prosa ensayística, porque estas obras
también comparten rasgos propios del ensayo.

Las características de esta literatura ensayística en la España del siglo XVI


son:

a) Tratamiento personal del tema por parte del autor, cuya presencia en la obra
puede ser explícita.

b) Propósito divulgativo. El escritor es un mediador que traslada a lectores no


iniciados una cultura antes reservada a los eruditos y que la actualiza para uso
del hombre de su tiempo.

c) Desplazamiento del latín al romance.

d) Gran variedad temática, que abarca contenidos sociales, morales, éticos,


científicos, prácticos, noticieros, curiosidades, etc.

e) Intención de formar al lector.

f) Búsqueda del interés de los lectores por medio de la amenidad, lo que incide en
no solo en los contenidos sino en el tipo de géneros.

g) Uso de un lenguaje estilísticamente natural, alejado de lo oratorio (salvo en


Antonio de Guevara).

h) Reivindicación del refrán, el cuentecillo, la anécdota o los apotegmas.

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Estos rasgos se plasman en varios géneros de prosa, entre los cuales hay que
destacar el diálogo, las misceláneas y las epístolas. De todos ellos el más
importante es el diálogo, por su impacto, la cantidad de obras y la calidad literaria
de muchas de ellas.

1.1. LOS DIÁLOGOS Y COLOQUIOS

La vocación pedagógica del humanismo encontró en el diálogo uno de sus cauces


más útiles y flexibles, puesto que era una forma amena y personalizada de
difundir conocimientos necesarios a la vida del hombre en sociedad. Esta forma
tenía claros antecedentes clásicos que presentaban diferencias entre sí, de
modo que se puede hablar de un diálogo ciceroniano, un modelo de diálogo
platónico y un modelo de diálogo lucianesco. De los tres, Ciceron y Luciano
fueron quienes tuvieron mayor impacto, aunque no siempre ese influjo fue
directo, así Cicerón fue empleado por San Agustín o por Castiglione en El
cortesano y Luciano por Erasmo, que lo tuvo de referente para sus Coloquios
familiares. En España fueron conocidas y empleadas todas estas modalidades,
pero es difícil señalar obras que solo sigan una de ellas, puesto que el
hibridismo fue el procedimiento más habitual.
El diálogo se define esencialmente porque refleja en estilo directo una
conversación entre al menos dos interlocutores. Esta conversación viene
precedida de una introducción, que actúa como marco y donde se presentan las
circunstancias que llevan a la situación de diálogo y donde se suelen establecer
el espacio, el tiempo y los interlocutores. El espacio suele ser de carácter
bucólico, es decir, un ámbito de naturaleza idealizada, en correspondencia con
la importancia que ésta adquiere en la época, aunque también puede ser la casa
de alguno de los interlocutores. A veces incluso este espacio se identifica de
forma precisa con un lugar, por ejemplo, fray Luis de León en De los nombres
de Cristo describe la finca de La Flecha. El tiempo tiende a coincidir con la
duración de un día para cada tema, aunque hay variaciones, pero se enmarca
entre un momento de encuentro entre los personajes que dialogan y otro de
despedida. En todo caso, el tiempo y el espacio son neutros y no condicionan el
diálogo.
Los interlocutores no tienen limitaciones sobre su condición, ni siquiera faltan
mujeres, aunque no sean frecuentes ni tengan papeles relevantes. La
caracterización depende del propio diálogo, como en las obras dramáticas, si
bien suele haber correspondencia entre la materia del diálogo y el perfil de
alguno de ellos, de modo que al menos uno será experto en el tema que se trata.
En cualquier caso todos ellos disponen de tiempo de ocio para dedicarlo a la
conversación y dialogan como socialmente iguales, en un ambiente de confianza
y amicitia característico de las relaciones humanísticas, donde todos buscan
conjuntamente la verdad. Eso no significa que no exista un personaje que hace
las veces de maestro, que es quien lleva la voz cantante, pero que no tiene por

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qué identificarse con el autor, puesto que estructuralmente se distingue entre
las funciones de autor del diálogo, narrador, interlocutor/es y taquígrafo de la
conversación, con combinaciones diversas, de modo que el autor puede ser a la
vez interlocutor o narrador en el marco o testigo, etc.
Para la organización interna de la conversación existe gran libertad, pero no
hay que olvidar que siempre subyace el propósito de argumentar en torno a la
materia, por lo que se establece un desarrollo lógico que el autor dirige a un fin
y se emplean procedimientos retóricos basados en la auctoritas: uso de
ejemplos y sentencias, inclusión de relatos breves, mención de la experiencia
del interlocutor. No obstante siempre se respeta el principio de la naturalidad
estilística y se pretende salvar la distancia que hay entre la lengua escrita y la
oral.
Los temas abarcan toda la realidad de la época: Sátira de costumbres, la vida
en el ejército, los modelos de comportamiento para diversas clases y estados,
cuestiones técnicas como la caza, la farmacopea, la escritura, la lengua, la
astronomía, religiosas, por supuesto, etc. etc.

1.2. EL ERASMISMO DE LOS HERMANOS VALDÉS

La prosa renacentista de la primera mitad del siglo XVI se convierte en


vehículo difusor del erasmismo. Los hermanos Valdés serán, sin duda, los
máximos representantes del erasmismo español.

1.2.1. Alfonso de Valdés (h.1490-1532)

a) Notas biográficas

Nace en Cuenca (h.1490, no obstante, las referencias a su infancia son


más bien conjeturales), una ciudad que se constituyó en un importante
foco de acción de los iluminados, ideología espiritual muy afín a los
erasmistas.
Parece que no cursó estudios universitarios, y que su formación juvenil
fue la propia de un autodidacta. Es posible, sin embargo, que fuera
educado en la corte bajo el magisterio de Anghiera, humanista italiano
a quien los Reyes Católicos encomiendan la educación cortesana de
jóvenes nobles. Lo cierto es que desde muy joven consiguió formar
parte del séquito cortesano del Emperador Carlos I, de quien llegará a
ser secretario y latinista oficial, lo que le convierte en una de las
personas más influyentes en la política de la época.
Participará activamente como intermediario con los protestantes en la
"Dieta de Ausburgo" (1530), asiste a la "Dieta de Ratisbona" para
morir, finalmente, víctima de la peste en Viena en 1532.

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b) Diálogo de lactancia y un arcediano

Obra conocida también bajo la denominación De las cosas ocurridas en


Roma, el autor narra el conocido "saco de Roma", acontecimiento
histórico que tuvo lugar en 1527, en el que los ejércitos imperiales de
Carlos I devastan la Ciudad Santa. El autor intenta justificar la actitud
belicista del emperador, echando la culpa al Papa y a sus consejeros.
Los personajes que entran en el diálogo son Lactancio, que representa
al autor, y un Arcediano. Cada uno de estos personajes sostiene una
ideología. El Arcediano llega a Valladolid, y cuenta a Lactancio los
horrores cometidos por las tropas españolas. Su testimonio representa
una dura crítica a la política imperial. Por su parte. Lactancio, hombre
que vive al socaire de la corte, intenta justificar el saqueo con un
mensaje lleno de ideas erasmistas: el poder temporal de la corte
pontificia, con un excesivo celo por los intereses materiales que
propician la corrupción de la moral y de las buenas costumbres, exigían
un castigo divino. El emperador habría sido el instrumento utilizado por
la providencia para corregir aquella desviación del espíritu evangélico.
El Arcediano, al fin, reconoce la inculpación papal.
Desde el punto de vista literario, la narración tiene dos partes. En la
primera, predomina lo descriptivo con diálogos vivos, en un ambiente
tremendista, que pone de relieve la magnitud del saqueo. La segunda
parte es de naturaleza más bien doctrinal con palpables referencias a
las obras de Erasmo, particularmente a los Coloquios.

c) Diálogo de Mercurio y Carón

En esta obra desarrolla un tema político con claras connotaciones


satíricas: las rivalidades entre Carlos V y los reyes de Francia e
Inglaterra. El autor ve en Carlos V el ideal del príncipe cristiano. Las
doctrinas erasmistas sazonan, de nuevo, toda la narración. La historia y
la mitología se dan cita en este diálogo, siendo la alegoría el recurso
literario que envuelve toda la obra, dentro de un ambiente de
ultratumba que recuerda las Danzas de la muerte y la Trilogía de las
Barcas, de Gil Vicente.
En la primera parte, el autor sitúa el diálogo entre el barquero Carón,
encargado de conducir las almas al infierno, y Mercurio, dios protector
de los caminantes, en la laguna Estigia que conduce a los infiernos. La
crítica a una religiosidad externa se hace palpable, cuando se condena
al infierno a varias almas (un mal predicador, un consejero, un duque, un
obispo, un cardenal, una monja, etc.) que no han seguido el ideal
cristiano de vida interior. En la segunda parte, hay un cambio de
escenario: el diálogo tiene como marco la montaña que sube al cielo. Si
en la primera parte predominaban los elementos negativos, en esta
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segunda parte ya aparecen personajes calificados con atributos
positivos (un obispo, un cardenal, un predicador y un fraile), si bien
sospechosos respecto a la ortodoxia.
La obra presenta un lenguaje vivo y armónico, lleno de fuerza
expresiva, lo que le da una mayor agilidad al diálogo. La crítica satírica
con que Alfonso de Valdés sazona sus obras no dejó impasible a la Curia
romana, objeto principal de sus diatribas. Esto explica el que sus
diálogos hayan sido incluidos en el índice de libros prohibidos.

1.2.2. Juan de Valdés

a) Notas biográficas

Como en el caso de su hermano, Alfonso, poco o nada sabemos de sus


primeros años; se discute incluso, como ya indicamos, si eran gemelos.
Algunos datos referenciales, tomados de expedientes inquisitoriales,
nos permiten afirmar que Juan de Valdés fue estudiante en Alcalá de
Henares. Esta universidad significaba, por aquel entonces, el
renacimiento de las lenguas bíblicas, siendo, a la vez, uno de los
principales focos del erasmismo español.
A raíz de la publicación del Diálogo de la doctrina cristiana (1529), Juan
de Valdés, ante las inquietudes que su obra suscitaba, se ve obligado a
marcharse a Italia para residir definitivamente allí, primero como
camarero del papa Clemente VII y, después, en Nápoles, como
archivero del Emperador. Aquí se rodeará de una elite intelectual y
aristocrática, próxima a círculos iluministas, que explican la orientación
ideológica de sus obras. Muere en Nápoles en 1541.

b) Diálogo de la doctrina cristiana

Fue su primera obra, escrita durante su estancia en Alcalá de Henares.


Viene a ser un catecismo en forma de diálogo o coloquio, a la manera de
algunas obras de Erasmo.
Tres son los personajes que entran en escena: Antronio, un clérigo
ignorante que enseña la doctrina cristiana a los niños; Eusebio, modelo
de religioso sabio y docto; y, finalmente, Fray Pedro de Alba,
arzobispo de Granada, a través del cual el autor proyecta sus ideas.
El marco es el patio del convento de los Jerónimos de Granada. La
orientación erasmista de las doctrinas expuestas es manifiesta. Debido
a ello, el autor hubo de exiliarse a Italia.

c) Alfabeto cristiano (1536)

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Diálogo, sobre la perfección cristiana, entre el autor y la duquesa Julia
Gonzaga. El círculo pietista del que se rodea en Napóles fue
destinatario, asimismo, de una serie de obras religiosas, unas perdidas,
otras aún inéditas, que sufrieron, en su mayoría, la condena de la
Inquisición.

d) Diálogo de la lengua (1535)

Será, sin duda, la obra más importante, desde una perspectiva


lingüística y literaria. Fue escrita en Nápoles, probablemente en torno a
1535. Su finalidad parece haber sido la de servir de guía práctica para
la enseñanza de la lengua castellana a sus discípulos. Esto explica la
estructura de diálogo en la que se enmarca.
Torres, Coriolano y Marcio son los personajes que forman parte de la
tertulia lingüística, mientras el propio Valdés hace, a la vez, de autor y
de personaje de ficción literaria; cada uno de ellos mantiene una
posición diferente frente a la lengua castellana, aunque todos desean
conocer su funcionamiento.
El texto está dividido en ocho partes, cada una de las cuales desarrolla
distintos aspectos de la lengua (orígenes, cuestiones gramaticales,
ortografía, léxico, estilo, relación con la lengua latina). Desde una
perspectiva literaria interesa subrayar las características de estilo que
defiende Valdés: sobriedad, claridad y sencillez. La naturaleza
didáctica de sus obras le obliga a utilizar un estilo que rehúya los
desviacionismos lingüísticos; de ahí la máxima “escrivo como hablo”, es
decir, sin afectación, con naturalidad, usando con toda propiedad cada
uno de los términos.
Desde el punto de vista de la historia de la lengua, esta obra
representa uno de los documentos más importantes para conocer el
estado de la lengua castellana en el primer tercio del siglo XVI. Algunas
de sus precisiones son altamente significativas. Él acogerá la norma
lingüística cortesana que se usa en Toledo, donde, por ejemplo, la f-
latina había evolucionado hacia una h aspirada, por lo que ya resultaba
un arcaísmo mantener en la ortografía la f-. Por ello eliminará también
la h- procedente de palabras latinas en donde ya era muda, por ejemplo
el verbo aver (<habere); tan sólo mantendrá la grafía h en las formas
verbales he, ha para evitar confusiones con la e (conjunción) y la a
(preposición).
Asimismo, constata la permanencia aún de las cuatro sibilantes
existentes en castellano, así como la existencia de dos realizaciones de
la s, sorda (-ss-, s-) y sonora (-s-). Todos estos fonemas, que aún se
mantienen en esta época en Castilla, en otras regiones ya se habían
simplificado, una evolución que más tarde afectará, igualmente, al

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patrón lingüístico toledano. También se ofrecen curiosas apreciaciones
morfosintácticas y semánticas.

1.3. FRAY ANTONIO DE GUEVARA (1480-1545)

1.3.1. Biografía

No se sabe con certeza su lugar de nacimiento aunque se le suele atribuir


la localidad cántabra de Treceno. Vida cortesana y vida conventual son
los dos grandes ejes de su biografía. Desde muy joven formó parte de la
corte de los Reyes Católicos, siendo paje del príncipe don Juan, a la vez
que recibía una formación palatina. Sin embargo, cuando tenía 25 años,
abandona los círculos cortesanos por la vida conventual, ingresando en la
orden franciscana. De nuevo volverá a la corte como predicador y
cronista de Carlos V.
También actuó como inquisidor en Valencia a fin de convertir a los
moriscos. Fue nombrado obispo, primero de Guadix, y, finalmente, de
Mondoñedo. No obstante, la corte siguió siendo su lugar preferente de
residencia en calidad de asesor del emperador. Su personalidad, pues, es
una simbiosis de estilo monacal y espíritu cortesano, una actitud difícil
de conciliar dentro del espíritu erasmista que pululaba por la corte; por
ello recibió severas críticas de los hermanos Valdés.

1.3.2. Obras

Su obra recoge las preocupaciones de un religioso, educado en los círculos


cortesanos, pero con la impronta del convento.

a) Reloj de príncipes

Su primera obra y cuyo contenido y orientación enlazan con la tradición


de los "Espejos de príncipes". Por tanto, se presenta como un manual de
cortesanos, tomando como ideal el príncipe cristiano. Escrita en forma
de novela, incluye la biografía, a modo de ejemplo, de Marco Aurelio,
dentro de un contexto de ficción literaria que nada tiene que ver con la
realidad histórica, sino más bien dentro de la máxima, también
renacentista, de utilizar modelos de conducta de la Antigüedad Clásica.
Fue un libro que gozó de enorme popularidad en toda Europa, siendo
traducido a varios idiomas. Se convirtió rápidamente en manual de la
nobleza europea de la época.

b) Menosprecio de corte y alabanza de aldea

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En esta obra son varios los tópicos de la tradición literaria renacentista
que se dan cita, de manera particular, el iter secretum horaciano, que
busca en el apartamiento el camino secreto de la felicidad. Asimismo,
dentro de la dicotomía renacentista otium/negotium, el autor hace una
apología de la tranquilidad de la vida campesina que vive al margen de
las intrigas cortesanas; y, finalmente, el dictamen clásico del sequere
naturam, es decir, idealización de la vida del hombre del campo, ya que
es más virtuosa porque está en contacto directo con la naturaleza. Este
desprecio por la vida cortesana aparece también en su Aviso de
privados y doctrina de cortesanos; parece que tal actitud frente a la
corte no es sincera, sino que responde más bien a determinadas
decepciones personales.

c) Epístolas familiares

Esta obra sintoniza con el género epistolar a modo de excusa para la


creación literaria. Guevara utilizará el tópico de la carta recibida como
pretexto para escribir y contarnos su “caso”, esto es, reflexiones
ético-morales de muy diversa naturaleza, entremezcladas con hechos y
ejemplos tomados de la cultura antigua. De esta manera, por medio de
cartas dirigidas a personas ficticias o reales, el autor expresará sus
ideas con una finalidad preferentemente didáctica, de contenido y
orientación muy semejantes a las Cartas de Hernando del Pulgar, cuya
impronta en Guevara parece indiscutible.
El éxito de estas Epístolas familiares fue extraordinario, con
numerosísimas traducciones en el siglo XVI al francés y al italiano,
dando impulso a una forma literaria que tendrá sus cultivadores en
siglos venideros.
El estilo literario que impregna las obras de Guevara sitúa al autor muy
próximo a los escritores más sentenciosos y conceptualistas que esta
corriente produjo en el siglo XV; el hipérbaton, la abundancia de
latinismos sintácticos y un excesivo uso de figuras retóricas (antítesis,
paronomasias, retruécanos) caracterizan sus obras dentro de un estilo
ampuloso, muy del gusto de la predicación de la época; de ahí que se le
considere como un precedente del conceptismo barroco. Su estilo, por
tanto, es la antítesis del estilo defendido por Juan de Valdés en su
Diálogo de la lengua.

1.4. LA PROSA SATÍRICA

La sátira es un medio excelente para reformar la sociedad al mostrar sus vicios


para producir un rechazo y un cambio de las costumbres. Los humanistas
encontraron en Luciano de Samósata y en sus coloquios una de las fórmulas más

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aptas para desenmascarar la hipocresía buscando la mejora de la sociedad y en
definitiva una utopía libre de esos vicios.
En los coloquios de Luciano, desde el punto de vista estructural se aunaban con
el diálogo multiplicidad de fórmulas: la narración autobiográfica en boca de
personajes alegóricos, el viaje fantástico, el descenso a los infiernos, la
contemplación del mundo desde una perspectiva innovadora, la inclusión de
fábulas, etc. Todo ello al servicio de una voluntad reformista que ejercía la
atracción por medio de la risa y la ironía.
Sin duda las mejores muestras de la influencia de Luciano en la prosa del siglo
XVI están en dos obras maestras: El Crotalón y El viaje a Turquía.

1.4.1. Cristóbal de Villalón

Los escasos datos que del autor se tienen para delimitar su biografía —
Cristóbal de Villalón, un homónimo muy frecuente del que se conocen
cuatro autores que lo llevan— y la problemática atribución de sus obras,
teniendo en cuenta que el autor utiliza seudónimo, han introducido a la
crítica literaria en una discusión en la que han participado notables
investigadores. Hoy se suele admitir la paternidad de Cristóbal de Villalón
sobre El Crotalón y El Scholastico, mientras el Viaje de Turquía
pertenecería a un autor diferente.
Cristóbal de Villalón recibe una esmerada formación, primero en Alcalá y
después en Salamanca y Valladolid, y llega a ser profesor de humanidades
en esta última, y preceptor de los hijos del Conde de Lemos. No se
puedan precisar las fechas exactas de su nacimiento y de su muerte.
La nómina de sus obras no es muy extensa aunque sí significativa. El
Crotalón será su contribución más representativa dentro de la creación
literaria de la época, una obra en la que el autor toma como modelo los
diálogos de Luciano. El contenido está formado por una serie de historias
o conversaciones ficticias entre un zapatero y su gallo, que pasa por
distintas encarnaciones en hombres y animales, un recurso literario que le
proporciona al autor la ocasión para poner de manifiesto un conocimiento
exhaustivo de su entorno existencial, a fin de poder criticar
satíricamente a los distintos estamentos por donde ha pasado el gallo: el
abad de un monasterio, un rico eclesiástico, un residente de un convento
de monjas. Se trata, pues, de un criticismo anticlerical dentro de la
corriente erasmista.
El Diálogo de las transformaciones tiene el mismo soporte formal que la
obra anterior con conversaciones entre Micyllo y su gallo; por ello se
atribuye su autoría también a Cristóbal de Villalón, cuya paternidad se
extiende, asimismo, a otras obras como la Tragedia de Mirrha, el
Scholastico y una Gramática castellana.

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Más problemática resulta la autoría del Viaje de Turquía, obra que Bataillon
atribuye al Doctor Laguna. Es un coloquio en el que participan tres personajes
que llevan los nombres literarios de Pedro de Urdemalas, Juan de Votadiós y
Matalascallando; el protagonista es Pedro de Urdemalas quien ha sufrido un
largo destierro en Constantinopla, y, a su regreso a Valladolid, relata sus
aventuras a sus contertulios. Tanto por su estructura formal como por el
contenido, la obra lleva la impronta del erasmismo. De ahí que el criticismo
satírico contra el falso cristianismo sea la nota dominante.

1.5. LAS MISCELÁNEAS

La libertad formal y didáctica del diálogo está presente también en las


misceláneas. El rasgo característico de estas obras es su variedad, ya que están
constituidas por fragmentos breves de géneros distintos, que se unen por la
voluntad selectiva del autor, que los escoge por su carácter sorprendente o
novedoso y por su capacidad de enseñar, procurando combinar lo grave con lo
ligero, lo difícil con lo intrascendente. No existe relación entre ellos y el autor
va saltando de unos temas a otros sin aparente orden. El contenido pueden ser
cuentecillos, apotegmas, casos curiosos de carácter científico, agudezas,
narraciones ejemplares, episodios o hechos históricos, siempre que sean
breves, sorprendan e instruyan. Buena cuenta de este carácter lo dan los
autores en sus títulos, al elegir nombres como selva, floresta o jardín.
Se trata de obras pensadas por y para la imprenta, en tanto que solo son
explicables por la existencia de un público lector amplio que carece de
conocimientos eruditos. Los autores actúan como transmisores de una cultura
clásica o científica conservada en latín, a la que no accede ese público y para el
cual esos autores la adaptan, organizándola en series que al trasladarse al
romance y presentarse de una forma selecta, no necesitan el conocimiento
estructurado de una educación formal rigurosa.
Las fuentes del género las señala Pedro Mexía en el prólogo a su Silva de varia
lección, la primera de las obras del género. Se trata de obras de la latinidad
clásica, a las que suma otros autores modernos, también latinos. Mexía tuvo el
mérito de pasar al romance un género que hasta entonces solo se difundía en
latín. La información recogida procede de muchísimas fuentes, en su mayoría
explícitas por el propio autor, que las usa para dar credibilidad a la información
o para advertir al lector muchas veces que saque sus propias conclusiones. Pero
esas fuentes son seleccionadas por el autor, que las dispone, relata y
reinterpreta según su propio interés, lo que convierte a estas misceláneas en
una obra también personal, en una proyección del autor, sus gustos y
experiencias.
La variedad del contenido no está solo en la materia, sino también en el tipo de
géneros que despliega: la historia, el pequeño tratado científico, la anécdota, el

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cuentecillo tradicional o erudito, el dicho gracioso, el refrán, el apotegma, de
fuente erudita, pero también de origen tradicional o de experiencia personal.
Siguiendo el ejemplo de Mexía pronto hubo otros autores que imprimen obras
semejantes, entre los que cabe destacar a Antonio de Torquemada, Jardín de
flores curiosas (Zaragoza, 1571) Melchor de Santa Cruz, Floresta española de
apothegmas o sentencias sabia y graciosamente dichas de algunos
españoles (Zaragoza, 1576) y alguna obra manuscrita como la Varia historia de
Luis Zapata de Chaves.
El éxito de estas obras se traduce en un número altísimo de ediciones, en
especial de la Silva de varia lección de Pero Mexía, que tuvo dieciocho entre
1540 y 1600, alguna en Amberes, Venecia o Lyon y traducciones al alemán,
francés, inglés, italiano u holandés, en el mismo siglo.

2. LA PROSA HISTÓRICA EN EL SIGLO XVI

Durante el Renacimiento asistimos a un nuevo concepto de la historia. La


monografía individualizada (las crónicas de reinos o biografías de monarcas del
siglo XV) buscará, a lo largo del siglo XVI, nuevas perspectivas en el espacio y en el
tiempo. Las nuevas fronteras (Flandes y la conquista americana) amplían no sólo los
horizontes geográficos sino también las perspectivas ideológicas de acercamiento
al hecho histórico. De manera que dos serán los contenidos que acapararán la
atención de la historia durante el siglo XVI: la política imperial y la conquista del
Nuevo Mundo.

2.1. LA ÉPOCA DE CARLOS V

Fueron muchos los escritores que utilizaron el género de la historia para


componer sus obras; siendo su interés más histórico que literario, los más
representativos fueron:

a) Alonso de la Santa Cruz fue cronista oficial en la última etapa de los


Reyes Católicos (desde 1490 hasta 1516). Historia la vida de Carlos V en su
Crónica del Emperador, que abarca desde su nacimiento, en 1500, hasta
1551. Su visión de la historia está avalada por haber sido testigo presencial
de muchos de los acontecimientos que narra.

b) Pedro Mexía (1499-1551) fue cronista del Emperador. Humanista y amigo


de Luis Vives y Erasmo, fue conocido, sobre todo, por su Silva de varia
lección (1540), obra miscelánea que pretende entretener al lector con
temas varios de historia, fantasía, experiencias personales y asuntos
pintorescos. Su Historia del Emperador Carlos V, aunque inconclusa es un

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elogio a la política imperial, si bien dentro de una ecuanimidad y verismo
histórico.

c) Luis de Ávila y Zúñiga (1500-1564) gozó de gran aprecio y estima por


parte del Emperador, a quien acompañará incluso durante su retiro en
Yuste. Su Comentario de la guerra de Alemania se refiere a las campañas
imperiales en 1546 y 1547. Su concepción de la historia, al modo clásico, y
su actitud de admiración hacia el Emperador son los rasgos más llamativos
de esta obra.

d) Francesillo de Zúñiga, bufón de la corte imperial, representa la visión


festiva y caricaturesca de la vida palatina en la corte del Emperador. Su
Corónica historia es una relación detallada de los vicios cotidianos en el
palacio imperial. Sus gracias y ocurrencias eran bien acogidas por el
Emperador, a quien entretenía con sus chistes, lo que le permitía acceder a
los secretos de la corte.

e) Florián de Ocampo (h. 1495-1545) intentó, con su Crónica general de


España, realizar una historia general de la Península, siguiendo la tradición
alfonsina, alguna de cuyas obras edita para demostrar la antigüedad de la
monarquía española.

2.2. LA ÉPOCA DE FELIPE II

Durante la segunda mitad del siglo XVI, la historiografía sufre una clara
evolución hacia un mayor rigor histórico, sin que aparezca mermada la
dimensión literaria como prosa bien escrita. Nuevas fuentes de investigación
serán estudiadas como disciplinas auxiliares de la historia, mientras lo
legendario y fabuloso se van desechando en la nueva concepción de la
historiografía. La nómina de autores que han cultivado este tipo de género
literario, en esta segunda parte de la centuria, es enorme. Algunos de ellos son:

a) Diego Hurtado de Mendoza (1503-1574), tiene un puesto destacado en la


historiografía de la segunda mitad del siglo XVI, marcada por la política
imperial de Felipe II. El disfavor real cayó sobre él, por lo que fue
desterrado, primero a Medina del Campo y después a Granada, en cuya
región había participado en la lucha contra la sublevación de los moriscos de
las Alpujarras. Durante el destierro sufrido en esta región escribirá la
Historia de la guerra de Granada, acontecimiento histórico del que él
mismo había sido testigo ocular. Desde la óptica literaria, se trata de una
prosa a medio camino entre el Renacimiento y el Barroco.

b) Jerónimo Zurita (1512-1580), hombre de confianza de Felipe II, que lo


nombró su secretario, escribió los Anales de la Corona de Aragón, una

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historia de aquel reino desde sus orígenes hasta la muerte de Fernando el
Católico; es considerada como la historia más completa de la monarquía
aragonesa.

c) Ambrosio de Morales (1513-1591) continuó, de alguna manera, la Crónica de


Ocampo. Su Viaje santo es un inventario, por encargo real, de las reliquias,
libros, manuscritos y sepulturas en las iglesias y monasterios de Asturias,
León y Galicia. Dado el rigor científico que caracteriza su investigación, sus
obras siguen gozando de gran estima en el campo de la historia.

d) Juan de Mariana (1535-1624) es, sin duda, la figura más sobresaliente de


la historiografía del siglo XVI español. Nace en Talavera de la Reina; con
diecisiete años ingresa en la Compañía de Jesús, donde estudia
Humanidades. En la Universidad de Alcalá cursa Artes y Teología. Una vez
terminados sus estudios, marcha a Roma, desde donde viaja a París y Sicilia.
Después de ejercer de profesor en varios colegios europeos de jesuitas,
regresa a España para establecerse en Toledo. Aquí continúa su labor
docente, a la vez que estudia idiomas orientales. Esta formación en lenguas
bíblicas le acredita como censor de todas aquellas obras relacionadas con
las Sagradas Escrituras, entre ellas la Biblia Políglota. Desde el campo de la
historia de la literatura, nos interesa resaltar su Historia de Rebus
Hispaniae libri XXV [Toledo,1592] con versión castellana, realizada por el
propio autor [Toledo, 1601]; de los 25 libros de que consta la obra, merece
particular atención el dedicado a De spectaculis, por suministrar
abundantísimos datos acerca de las corridas de toros, el teatro y otras
actividades lúdicas de la España del siglo XVI. Como otros muchos grandes
hombres de aquella época, el Padre Mariana sufrió también la persecución
de la Inquisición; sin embargo, su Historia de España sigue siendo leída con
apasionamiento.

2.3. LOS HISTORIADORES DE INDIAS Y LA HISTORIA RELIGIOSA

El descubrimiento del Nuevo Mundo atrajo muy pronto la atención de la


historiografía castellana. Nacen las conocidas “crónicas de Indias”, mezcla de
realidad histórica y de un fuerte subjetivismo, todo ello avalado por la
experiencia del cronista. Se trata de unos escritos que, hasta cierto punto,
vienen a constituir un género literario, cuyos precedentes más inmediatos son
los libros de viaje de la literatura medieval; un género, por tanto, de difícil
delimitación y catalogación temática en el que intervienen, además de lo
histórico, elementos de geografía humana y física con abundantes
descripciones de la flora y la fauna de aquellas tierras, así como de las
costumbres de los indígenas. Todo ello hace de estas crónicas unos documentos
de innegable valor. El número de autores, cuyos relatos aparecen en forma de

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cartas, diarios o crónicas, es tal que resulta imposible reseñarlos a todos.
Algunos de los más significativos son:

a) Cristóbal Colón (¿1451?-1506) escribió unas Cartas a los Reyes Católicos y


un Diario, en el que relata los avatares de sus cuatro viajes. Estos escritos
tienen más interés lingüístico que literario. Basándose en ellos, Menéndez
Pidal publicó un célebre estudio sobre las características de la lengua
utilizada, como uno de los estadios más significativos en la evolución de la
lengua castellana, a pesar de ser el castellano escrito por un extranjero.

b) Hernán Cortés relató sus experiencias en la conquista de Méjico, bajo el


título de Carias de relación, destinadas al Emperador.

c) Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557) permaneció largo tiempo en


tierras americanas; sus minuciosas observaciones sobre los aspectos más
diversos de la vida en el Nuevo Mundo, tanto de la geografía física como de
la humana, constituyen uno de los documentos más valiosos por su ingente
información. Su estilo es de una gran claridad expositiva, totalmente ajeno
a los artificios lingüísticos, con gran abundancia de giros y expresiones
populares, por lo que es, asimismo, un excelente documento para la historia
de la lengua del siglo XVI.

d) Padre de las Casas (1470-1566) es, el historiador más famoso de los


cronistas de Indias, ya que sus escritos contribuyeron, en gran medida, a
gestar la conocida "leyenda negra" sobre la actuación de España en la
conquista americana. Pertenecía a la orden de los dominicos y llegó a ser
obispo en Méjico. Defendió a ultranza la cultura indígena, a la vez que acusó
con dureza el proyecto de colonización española. Su Brevísima relación de la
destrucción de las Indias, escrita con prosa elocuente y persuasiva, tuvo un
sonoro eco en Europa, donde las ideas allí expuestas fueron aprovechadas
para crear una imagen hostil de España.

e) Francisco López de Gomara (1512-1572), aunque nunca estuvo en tierras


americanas, tuvo acceso, como capellán de Cortés, a los testimonios del
gran conquistador de Méjico, cuyos relatos condimentaba con su profusa
erudición. Su Historia general de las Indias, de modo especial la segunda
parte dedicada a Méjico, constituye una de las historias más importantes
de la conquista mejicana realizada por Hernán Cortés, si bien cabe
objetarle que haya concedido excesivo protagonismo al conquistador, con
menoscabo de los demás participantes.

f) Bernal Díaz del Castillo (1492-1584) tomó parte en varias expediciones de


la conquista mejicana, por lo que su testimonio está avalado al haber
participado en los hechos narrados. En su Historia verdadera de la
conquista de Nueva España tiende a rebatir la tesis de Gomara y defender

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el honor de cuantos participaron en la conquista de Nueva España.
Literariamente se caracteriza por utilizar una prosa desprovista de
adornos retóricos y llena de sinceridad, espontaneidad y sencillez, lo que le
da una mayor credibilidad y frescura narrativa. No regatea elogios a
Hernán Cortés, pero subraya, al mismo tiempo, el valor y el mérito de
cuantos participaron en aquella empresa.

g) Francisco López de Jerez acompañó a Pizarro como cronista y secretario,


en los acontecimientos que narra en su Verdadera relación de la conquista
del Perú y provincia del Cuzco llamada Nueva Castilla. Obra escrita con
pretensiones objetivas, con rigor y sistematización, se convierte en un libro
de obligada consulta para conocer la conquista del Perú.

Durante el siglo XVI la prosa de temática religiosa sigue varias sendas, entre
las que destacamos la vereda de las vidas de santos, las crónicas eclesiásticas y
la historia de determinadas órdenes religiosas. Los escritos del Padre
Rivadeneyra y del Padre Sigüenza pueden ser considerados como muestra de la
prosa histórica de naturaleza religiosa.

a) Padre Rivadeneyra (1527-1611), jesuita y escritor polifacético. Cultivó la


hagiografía, la historia eclesiástica y los escritos de espiritualidad. Como
hagiógrafo, destacan sus Vidas de San Ignacio, de San Francisco de Borja y
del Padre Diego Laínez. Su Flos sanctorum o Libro de las vidas de los santos
es la obra que dejó una mayor impronta en la espiritualidad barroca.

GLOSARIO DEL TEMA

Apotegma: sentencia breve y graciosa que tiene un fin instructivo; se llama así
especialmente la que es atribuida a una persona ilustre.

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