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ACCESO A JUSTICIA:

DOCTRINA, FUNDAMENTOS Y TOMA DE


POSICION

MARCO TEORICO
La problemática relativa al acceso a justicia se fue construyendo en un
proceso histórico, en el cual se circunscribieron los límites del problema y se
elaboraron las políticas según las respuestas a los diagnósticos elaborados. En
un profundo trabajo sobre el acceso a la justicia, Cappelletti y Garth
identificaron lo que denominaron “oleadas”, es decir, momentos donde uno de
los aspectos de la problemática se puso como elemento central. Cada
momento histórico, además de estar atravesado por el contexto social en el
que estaba inserto, los actores acotaron ciertas variables o dimensiones de la
cuestión, relegándose otros aspectos importantes, dejándolos de lado o
dándolos por sentado; y las políticas resultantes son un producto de este
énfasis.
En un principio la pretensión era una llegada efectiva de la ciudadanía a
la Justicia a través de normativas que garantizaran la gratuidad en el uso del
derecho formal - tales como la reglamentación del beneficio de litigar sin gastos
en nuestro país - el derecho era percibido como un sistema coherente,
organizado y ordenado, que daba respuesta a las demandas desde su lógica
interna. Poco a poco, se fue reconociendo que el mandato igualitario propio de
las sociedades surgidas de la Revolución Francesa no era más que una
expresión de deseo, que una realidad fáctica. Así, la igualdad ante la ley era un
hecho establecido en todos los ordenamientos normativos pero pronto fue
comprendiéndose que esto no era efectivamente lo que pasaba; no todos
accedían por igual a los estrados judiciales y a los mecanismos de
administración de justicia.
En este punto, se había percibido un vacío, un aspecto de la realidad
que no coincidía con la lógica y coherencia de los cuerpos normativos. Estos
planteaban que todos eran iguales ante la ley, pero en la práctica, no todos
lograban acceder a esa igualdad. Así, tal como venía ocurriendo, al observarse
esa debilidad, se buscó la manera de resolverla modificando algún punto del
derecho. El diagnóstico era normativo – falta de instrumentos legales para
garantizar a todos el uso del derecho -; la respuesta fue, por tanto, normativa.
Así, en los años 50, emergieron otros actores sociales que lograron
configurar una agenda propia: los nuevos movimientos sociales. Estos grupos
que, hasta el momento, habían sido invisibilizados y que, por tanto, no tenían
una tradición histórica en la lucha política, emergieron buscando nuevas
respuestas del Estado antes sus reclamos; hasta el momento, no eran parte de
la agenda pública pero fueron apareciendo en el escenario político de Estados
Unidos, y en otras partes del mundo, en función de reclamos concretos. Estos
nuevos actores presionaron no solo en términos de movimientos sociales sino
que, a su vez, fueron asentando la idea de que la igualdad ante la ley era un
incumplimiento todavía no resuelto. Las respuestas dadas hasta el momento,
normativas, no lograron subsanar esta debilidad del derecho.
En este marco, es que el Estado - asistencial fue cobrando un nuevo
espacio y se fue configurando un rol protagónico en la gestión de los conflictos.
De ello, comienza a crecer la demanda efectiva a la administración de Justicia
y, más concretamente, a los tribunales; de esta manera, creció lo que se llamó
la congestión de juzgados y tribunales, viéndose imposibilitados a dar
respuesta a todos los reclamos presentados en sus estrados.
De esta manera, surgió un movimiento, al que Cappelletti y Garth lo
calificaron como el “movimiento de acceso a la justicia”, reaccionando frente al
formalismo excesivo anclado en la creencia que el cúmulo de leyes podría dar
respuesta a todos los problemas que aquejaban a la sociedad. A la luz de la
crítica a esta perspectiva clásica, se inicia la saga de las distintas “oleadas”, tal
como la definieron los autores mencionados, en torno a la problemática del
acceso a la justicia.
En una primera “oleada”, surgida en los años 50 y 60, este “movimiento”
se apoyó en la idea de acercarles la justicia formal, es decir la producida en los
tribunales y las cortes, a todos los sectores sociales ya que se planteaba la
discriminación clasista y racial detrás de las limitaciones de la posibilidad del
reclamo de los derechos constitucionales. Emergieron propuestas orientadas al
efectivo acceso a los profesionales expertos en los procedimientos judiciales,
esto es, los abogados. En Estados Unidos, se creó el sistema pro bono,
abogados de la matrícula que asesoraban y patrocinaban gratuitamente a los
sectores más desprotegidos. Así también, se implementaron oficinas públicas
con juristas asalariados que brindaban apoyo profesional a estos sectores,
conocidos en Inglaterra y Estados Unidos como judicare. Por último, integrando
ambos sistemas, se constituyeron los denominados neighbourhoodlaw center,
ubicados en los barrios periféricos y descentralizados de las ciudades donde
estaban establecidas las cortes.
Esta primera “oleada” pretendió saldar el desconocimiento que la
ciudadanía en su conjunto tenía sobre sus derechos y los medios formales para
reclamar por ellos, acercándoles profesionales del derecho a los cuales recurrir
en caso de necesitarlo; la descentralización de los mecanismos jurídicos fue,
entonces, el valor central detrás de estas políticas. No obstante, muy pronto se
percibieron los problemas ya que la prestación, al ser gratuita, no contenía
incentivo para los profesionales y las causas caían en manos de abogados
recién recibidos o de escasa experiencia profesional.
Una segunda “oleada” se focalizó en la protección de los intereses
difusos, cubriendo un aspecto desplazado por la primera “oleada”. La
preocupación radicaba en cómo canalizar los reclamos de un conjunto de
personas que compartían algún interés o consideraban que sus derechos eran
violados por alguna situación concreta. Los litigios, en el ámbito jurídico, eran
considerados como enfrentamientos entre dos particulares (ya sean personas
individuales como jurídicas) y, lo que se hizo en este momento, fue poner en
evidencia conflictos que afectaban a múltiples personas, incluso a la sociedad
en su conjunto pero que, por ciertas condiciones procedimentales, se les
imposibilitaba litigar organizados y diseñar una estrategia común. Si bien en
sus inicios, este movimiento estuvo centrado en los problemas de las clases
bajas, poco a poco traspasó estos límites, dando respuestas a intereses de las
clases medias o bien a la tutela de derechos del conjunto de la sociedad; tales
como los movimientos ambientalistas o la defensa al consumidor.
En nuestro país, para citar un ejemplo, se creó la Subsecretaría de
Defensa al Consumidor y otras organizaciones encargadas de representar los
derechos de los consumidores; asimismo, la figura del Ombudsman, encargado
de la canalización de conflictos colectivos, entre otras experiencias de este tipo;
aunque la instauración del mecanismo procesal de la “acción de clase” todavía
no ha sido específicamente regulada, a pesar del fuerte pronunciamiento de la
Corte Suprema de Justicia de la Nación en el Fallo Halabbi.
Una tercera “oleada” se focalizó en este tema, cuestionando la utilización
unilateral de la justicia formal, es decir, de los aparatos creados para la
administración del derecho formal. Desde esta perspectiva, emergieron como
propuestas los métodos alternativos de solución de conflictos como vías
alternas de dirimir los conflictos, y cuyo objetivo es acercar a las partes para la
composición del conflicto y no el cumplimiento formalista de las leyes. La
saturación del sistema formal, debido al crecimiento de la litigiosidad producida
por las reiteradas crisis y sus consecuentes luchas sociales volcadas al ámbito
jurídico (Santos, 1991), impidió a los jueces responder a la totalidad de los
conflictos y los condujo a priorizar el cumplimiento de las condiciones formales
por sobre la solución de la controversia. Estas formas aparecieron, por tanto,
para dar respuesta a la excesiva carga de trabajo de las cortes y tribunales,
como instrumentos de descongestión de los aparatos estatales.
En otros países latinoamericanos se puso énfasis en la denominada
justicia restaurativa; por ejemplo, en un informe elaborado por el Programa de
Acceso a la Justicia, en Colombia, se definía a este tipo de justicia como “… un
término genérico dado a los enfoques dirigidos a reparar daños causados que
van más allá de condenar y castigar el acto, y buscan conocer las causas y las
consecuencias personales, interpersonales y sociales de las conductas
ofensivas, de tal manera que promueve la aclaración de responsabilidad, la
recuperación y la justicia. La justicia restaurativa es un enfoque que, basado en
una actitud de colaboración y esfuerzo compartido para restablecer la paz entre
las personas implicadas y la comunidad, resuelve conflictos en una variedad de
escenarios (la casa, la oficina, el colegio, el sistema de justicia, etc.)”
(Programa Acceso a la Justicia, 2003). En estas experiencias, se buscan
alternativas al derecho sustantivo, métodos paralelos, más informales, más
veloces y más efectivos para la solución de los conflictos, más allá del
resguardo del derecho formal.

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