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UNIDAD ESPIRITUAL
DE LA C U LT U R A
L
A I D E A D E U N D E S A R R O L L O I N T E G R A L D E L H O M B R E , C O N-
SIDERADO COMO INDIVIDUO O COMO C O N J U N TO S
SOCIALES —FA M I L I A S, R E G I O N E S , PA Í S E S— A PA R E C E H O Y
ANTE NUESTROS OJOS, EN LA ÓPTICA QUE EN GENERAL
NOS ENTREGAN ESOS GRANDES CONFORMADORES DE LA
cultura contemporánea que son los medios de comunicación,
claramente vinculada al impulso creciente que debe adquirir la
t e c n o l o g í a.
ALGO DE HISTORIA
1. B. Secondin, Alla prova della nuova cultura, en B. Secondin y T. Goffi , Corso di spiritualità. Esperienza,
sistematica, proiezioni, Brescia, Queriniana 1989, pp. 688–697, en Civiltà Cattolica, 3659, XII, 2002.
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el artesano y el trabajador manual, ha
dado paso vertiginosamente a un orden
tecnológico que en importante medida
enajena el carácter personal del quehacer
humano. Es lo que señalaba por ejemplo
Ernesto Sábato al recordar que «antes la
siembra, la pesca, la recolección de frutos,
la elaboración de las artesanías, como el
trabajo en las herrerías o en los talleres de
costura, o en los establecimientos de
campo, reunían a las personas y las incor-
poraban en la totalidad de su personali-
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dad» , realidad que indudablemente hoy tiende a desaparecer. El
problema, por su parte, no atañe solo al trabajador manual, sino inclu-
so a los intelectuales y a los especialistas, sin los cuales el orden tec-
nológico no podría construirse ni mantenerse.
Parece que las causas que condicionan los aspectos más hondos
del proceso en curso ya se manifestaban con antelación al nacimien-
to del orden tecnológico. Se induce esto también observando la obra
de grandes artistas como William Blake y Francisco de Goya, no
obstante haber sido este último, por ejemplo, un característico dis-
cípulo de la Ilustración. La pintura de su época final proclama, en
efecto, y de un modo apocalíptico, que los acontecimientos históricos
no están sujetos al cálculo racional, ni siquiera a la voluntad humana.
Por debajo de la superficie, que muchos confunden con la verdadera
historia, parece el pintor querer decirnos que fuerzas sobrehumanas
y subhumanas se movilizan arrastrando a menudo a los hombres y a
las naciones como las hojas de un vendaval. Sobre todo quedó claro
para él, y quiso dejarlo registrado en uno de sus más conocidos
grabados, que «el sueño de la razón produce monstruos».
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psicopáticos, sino que también desencadenó
movimientos de masas que envolvieron a
pueblos enteros, sometiéndolos al poder del
inconsciente y sacrificándolos a oscuras
mitologías, cuyo ulterior desmoronamiento,
en la última década del siglo pasado, nos
dejaría ante el escenario de desconcierto hoy
predominante, frente a un sentimiento de
orfandad producido por la caída de los
valores compartidos y sagrados y bajo el
peso de un escepticismo nihilista que se alza
como obstáculo muy difícil de superar en
o rden a la transmisión de valores a las
nuevas generaciones.
PREGUNTAS INELUDIBLES
4. ¿Es ajeno este proceso a los juicios de valor? De ser así, comen-
ta, cuando se le absolutiza, no podrá sino destruir la autoridad de los
valores. El paso a la civilización tecnológica estaría ordenado de este
modo por la destrucción definitiva de la autoridad espiritual y sería,
por tanto, espíritu de disgregación.
6. La civilización tecnocráti-
ca, lejos de ser una civilización
liberal, ¿no representa la forma
más extrema de despotismo
conservador, en su forma occi-
dental y no oriental, ya que ha
eliminado del todo la idea de
una autoridad espiritual?
4. Sobre la renuncia a la forma mental metafísica que eventualmente implicaría la inflexión que comen-
tamos, añade Augusto del Noce lo siguiente: «En este caso, la primera consecuencia sería que no
podríamos ya hablar de metafísica, sino solamente de ciencia y religión; esto a su vez sería tan solo
una solución provisional y a corto plazo, porque en un espacio de tiempo, que no se puede deter-
minar exactamente, pero que todos los indicios inducen a considerar relativamente breve, la cien-
cia eliminaría del todo a la religión, en cuanto que eliminaría la misma dimensión por la cual lo
sagrado se hace accesible al hombre» (Ver Augusto del Noce, Agonía de la sociedad opulenta, Eunsa,
Pamplona 1979).
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7. La instauración de la civilización
En términos de revolución,
tecnológica, ¿se presenta re a l m e n t e
puede llegar a afirmarse que la como necesaria, en base a la irrevoca-
tecnológica es más radical bilidad del desarrollo científico? O más
que cualquier otra bien, el paso de la ciencia a la idea de la
de carácter político civilización tecnológica, ¿no se habrá
que haya existido. dado por motivos que nada tienen que
ver con la ciencia misma?
5. Lug. cit.
6. Lug. cit. Es interesante registrar, aunque sea como hipótesis de trabajo, el parecer del mismo
Augusto del Noce, al cotejar los frutos morales que avisora en la revolución tecnológica con los de
la ideología marxista: «la civilización tecnológica desbarata al marxismo, en el sentido de que se
a p ropia de todas sus negaciones con respecto a los valores trascendentes, llevando hasta el límite
la misma condición de la negación, es decir, el aspecto por el que el marxismo es un relativismo
absoluto; con el resultado de transformar el marxismo en un individualismo absoluto, lo que sirve
para conferirle la falsa apariencia de “democracia” y de continuación del espíritu liberal».
7. «Hijo escucha la enseñanza del maestro e inclina el oído de tu corazón» (Ver Regla de San Benito,
palabras iniciales del prólogo).
8. Ver Jean Paul Sartre, Huis clos.
9. Antropología para un Occidente postmoderno, entrevista con S. Grygiel, por Jaime Antúnez, en Revista
Humanitas n. 31 (Ver www.humanitas.cl).
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situaba la libertad según la concebía
El único camino para salir de la
la civilización tecnológica: «El hom-
bre moderno cifraba sus esperanzas
crisis moral en que se encuentra
en el maquinismo, en la técnica y en la civilización moderna pasa por
la civilización mecánica o industrial la recuperación de sus antiguos
—dijo— sin tener ciencia para domi- fundamentos espirituales y la
narlos y ponerlos al servicio del bien restauración de la antigua alian -
humano y de la libertad humana, pues
za entre religión y cultura.
el hombre moderno esperaba la libertad
del desarrollo de las técnicas exteriores mismas, no de un esfuerzo ascético
tendiente a lograr la posesión interior del yo. Y el que no posee las normas
de la vida humana, que son metafísicas, ¿cómo podría aplicarlas al uso
que damos a las máquinas? La ley de la máquina es la ley de la mate-
ria, se aplicará por sí misma al hombre y lo reducirá a la esclavitud»10.
10. Jacques Maritain, El hombre moderno, en Lecturas escogidas de Jacques Maritain, selección e intro d u c-
ción de Donald e Idella Gallagher, Nueva Universidad, Santiago 1974. Las cursivas son nuestras y
destacan una vez más la idea de una libertad “creadora” —contraria a la libertad creada—, extrínse-
ca por tanto a la ley natural inscrita en el corazón humano.
11. Según Pedro Morandé, si la sociedad de hoy no recuerda ya al hombre cuya vida se hace compre n s i-
ble en el horizonte del misterio, ello entre tanto no significa que este haya renunciado a experimentar-
la en dicho horizonte. Si la política, la economía, la ciencia o el arte no le ofrecen al hombre contem-
poráneo una perspectiva totalizadora del sentido de la existencia, hay que pensar que esta le ha sido
confiada a su propia libertad, al personal cultivo de los bienes del espíritu (Ver Pedro Morandé, La
unidad de la persona en un mundo secularizado, en Revista Humanitas n. 33, enero-marzo 2004).
12. Así, por ejemplo, lo ve Christopher Dawson: «La conversión y la reorientación de la cultura moderna,
implica un doble proceso en los niveles psicológico e intelectual. En primer lugar, y ante todo, es nece-
sario que el hombre occidental recobre el uso de sus facultades espirituales superiores —su poder de
contemplación—, que se ha atrofiado por los siglos de negligencia en que su mente y su voluntad se
han concentrado en la conquista de los poderes político, económico y tecnológico. Este redes-
cubrimiento de la dimensión espiritual de la existencia humana, puede ser tanto religioso como filosó-
fico; se basa en una especie de conversión religiosa a través de la cual el hombre se da cuenta de que
necesita a Dios y descubre un nuevo mundo de verdades espirituales y valores morales; o puede
implicar un reconocimiento metafísico objetivo de la importancia ontológica y del significado del valor
espiritual. Quizá deban ser ambas cosas (...). Pero un cambio completo de orientación espiritual no
puede ser efectivo a menos que ocurra en un profundo nivel psicológico (...). Solo se puede alcanzar
mediante un viaje largo y penoso por el yermo. Mientras tanto, se puede dar enseguida un paso pre-
liminar (...). Este consiste en la reforma de nuestro sistema educacional superior (...). En el mundo
moderno la mayoría de los hombres pueden terminar su educación sin darse cuenta de la existencia
de este factor espiritual elemental y esencial, tanto para la psique del individuo como para la vida de
la civilización (...). Tanto si estudia letras, como ciencias o tecnología, no se le proporciona idea de la
existencia de un principio superior que se puede conocer y que puede influir en la conducta indi-
vidual o en la cultura social. Sin embargo (...) todas las grandes civilizaciones históricas del pasado han
reconocido la existencia de algunos principios o motivos espirituales de esta clase y los han constitui-
do en la llave de interpretación de la realidad y de sus conceptos de orden moral. (Su prescindencia)
es una aberración tan enorme que no hay progreso en el método científico o en la técnica de la edu-
cación que baste para compensarlo. En este punto estamos en una posición inferior a la de muchas cul-
turas menos avanzadas que han conservado su conciencia de un orden espiritual, porque dondequiera
que exista esta conciencia, la cultura posee todavía un punto de integración (...). Si el vacío espiritual
de la cultura occidental moderna es una amenaza para su propia existencia, es un deber del educador
señalarlo y demostrar cómo se ha llenado este vacío en otras edades y culturas» (Ver Christopher
Dawson, La crisis de la educación occidental, Rialp, Madrid 1962).
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¿Implicaría ese magno proceso suprimir y renunciar al desarrollo
tecnológico?
13. Según el mismo del Noce la idea que nutre a la civilización tecnológica es «la última forma, com-
pletamente laicizada de la herejía milenarista». La esencia de ella es el advenimientot e m p o r a l de la
ciudad de la paz y de la felicidad universal (Ver Augusto del Noce, Agonía de la sociedad opulenta,
ob. cit.).