CULTURA y POLÍTICA / Publicación del Instituto PRISMA y PLURAL editores / Nº 45 / 23 de julio al 7 de agosto de 2009 / Bs 5

Usos y abusos del Bicentenario

La conmemoración del
Bicentenario de los gritos
libertarios en Sucre y La
Paz ha puesto de manifiesto
nuestra capacidad de
reinventar el pasado para
acomodarlo a las necesidades
(geo)políticas y electorales
del presente. La parada
cívico militar bolivariana
del 16 de julio fue propicia
para que los presidentes
de la alba se solidaricen
con su colega hondureño
y anuncien la segunda
independencia de América
Latina. La interpretación
plurinacional de nuestra
historia ha impedido utilizar
el Bicentenario como una
oportunidad valiosa para
reparar agravios y promover
modos renovados de unidad y
convivencia nacional.
Artista invitado: Sabino Pinto.

Contrapuntos: G. Fernández: Mar y política en el

Enviado especial
Pacífico p. 12-13
El hombre dice ser periodista y corresponsal de E. Córdova: Asimilar los golpes, p. 4
guerra. Persiguió a los mercenarios en cuatro con- C. Mesa Gisbert: 1781 y 1809 p. 14-15
tinentes durante tres lustros antes de llegar a Boli- C. Derpic: La Iglesia y el golpe
via. Estuvo injustamente preso por narcotráfico en
del 80 p. 5 J. Mendoza: 1809, la invención de
Buenos Aires. Él mismo no sabía quién pagó sus
pasajes para venir a testificar en el caso Rozsa. Su
tradiciones p. 16-17
fotografía apareció en las solicitadas que el Minis- Doria Medina: Más allá del rentismo
terio de la Presidencia publicó para incriminar a la p. 8 J. C. Crespo Avaroma: Aporte de Mojos a
dirigencia cruceña por intento de magnicidio, sepa- la Independencia p. 18-19
ratismo y guerra civil. Fue convertido en docente
por una Fundación de reconocidos intelectuales
Memoria
del mas. En el programa Que no me pierda derramó
Crónica
unas lágrimas. Hay quienes creen que fue por haber 29 años sin Marcelo Quiroga Santa Cruz
autorizado que bajaran de su disco portátil informa- C. Capriles: La Amazonia pandina
p. 6-7
ción reservada. Los corresponsales de guerra suelen amenazada p. 20
ser “enviados especiales” al frente de batalla. Habrá
que averiguar quién envió a Julio César Alonso a Debate C. Monge: Transparencia en la industria
la guerra que el gobierno libra contra la dirigencia
cruceña. Tal fueron vez los mismos que infiltraron Rodas, La ilusoria igualdad de los extractiva p. 21
¿reclutaron? a Rozsa. Vaya uno a saber.
subordinados pp. 10-11 M. Souza: Hospital Obrero p. 22
 El proceso boliviano
en el debate académico

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23 de julio al 7 de agosto de 2009
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del Consejo Editorial
editorial
Bicentenario con reverberaciones
L
as conmemoraciones del bicentenario de julio de 1809 han
tenido connotaciones variadas. Destaca, en primer lugar,
la inauguración de un conjunto de obras de la Alcaldía
paceña, que le proporcionan una fisonomía renovada a la
ciudad, mejorando cualitativamente la infraestructura física, las
arterias de tránsito y el equipamiento urbano. Los nuevos par-
ques podrían servir de espacios públicos seguros para el entrete-
nimiento y la diversión de la gente,
y eventualmente contribuir también
a una mayor cohesión social.
Se puede hacer mención también
a la presentación de una retrospectiva
histórica que muestra la evolución de
los primeros asentamientos humanos
en el valle de Chuquiago, la separa-
ción de la ciudad entre el área colonial
mestiza y el área aimara de la Colonia,
y el crecimiento posterior durante la
República mediante la incorporación
de nuevos barrios y villas hasta adqui-
rir la idiosincrasia multicultural que la
caracteriza en el presente. A lo largo
de los siglos, La Paz ha mantenido y
consolidado su carácter de centro po-
lítico, sede administrativa y polo arti-
culador de una extensa región que se
extiende incluso más allá de las fron-
teras nacionales.
Con el correr de los siglos la
ciudad se ha convertido en el crisol
de un mestizaje creciente, fruto de las
migraciones desde los más diversos orígenes geográficos, étnicos
y culturales del país. Los límites entre las diversas zonas reserva-
das anteriormente en exclusiva para peninsulares, criollos, mes-
tizos e indios, ya empezaban a ser menos rígidos cuando ocurrie-
ron los levantamientos del 16 de julio de 1809.
Con el correr del siglo xix y hasta la mitad del siglo pasado
se profundizó el proceso de amalgamiento de la población pace-
ña y se consolidó su característica de ciudad administrativa, co-
mercial y de un incipiente desarrollo industrial. Los festejos del
cuarto centenario de la fundación de la ciudad de La Paz en 1948
representaron probablemente el apogeo del liderazgo político de
la burguesía paceña en el país, cuya vocación económica fue cier-
tamente más minera, comercial y administrativa que industrial.
Las migraciones desde el Altiplano hacia La Paz a lo largo
de la segunda mitad del siglo pasado dieron lugar a la creación
de la ciudad de El Alto, con lo cual el gran espacio socio-político
que debió mantenerse unificado bajo una sola administración,
fue separado por intereses políticos imperantes a la sazón, lo que
Dura lex
L
as cosas andan de mal en peor en el sistema de justi-
cia boliviano. El Senado ha rechazado la intención del
poder Ejecutivo de subsanar las múltiples acefalías en
las cortes mediante designaciones hechas por decreto.
Según la interpretación gubernamental, el actual poder Le-
gislativo no tiene las atribuciones para hacer esas designacio-
nes aplicando los procedimientos de la anterior Constitución.
Pero de acuerdo a la nueva Constitución, tampoco pueden
hacerse por decreto. Ese tipo de conflicto de interpretaciones
solía dirimirlos el Tribunal Constitucional, laboriosamente
desmontado por el gobierno. Si de atribuciones se trata, el
Congreso tampoco tenía facultades para suplantar median-
te ley interpretativa a la Asamblea Constituyente, pero un
acuerdo partidario allanó esa dificultad.
/
trajo consigo consecuencias complejas para el desarrollo social
de ambas ciudades.
Hoy en día La Paz y El Alto representan las fracturas, des-
equilibrios y distorsiones del subdesarrollo boliviano. Dentro de
los límites de ambas ciudades de pueden encontrar todas las formas
económicas y de organización social; conviven en el mismo tiem-
po modos de producción de muy diferentes épocas y en ninguna
otra parte se expresa mejor el carácter
abigarrado de la sociedad boliviana.
Entre ambas ciudades se encuen-
tran las mayores concentraciones de
población aimara del mundo, lo cual
es un rasgo que marca en profundidad
una de las identidades de estos territo-
rios, aunque tampoco puede concebir-
se la identidad paceña exclusivamente
como expresión de la cultura aimara.
Esta retrospectiva histórica pudo
haber sido aprovechada para elaborar
una agenda de aspiraciones e ima-
ginarios susceptible de movilizar las
energías sociales con miras a robuste-
cer la todavía frágil cohesión social de
paceños y alteños. Se trata del conglo-
merado urbano más grande del país y
nada indica que esto vaya a cambiar
en las próximas décadas y, si se hicie-
ran las cosas en forma, La Paz podría
desempeñar importantes funciones de
polo de desarrollo y eje articulador de
una extensa región trinacional del Oc-
cidente boliviano, el Sur del Perú y el Norte de Chile.
Pero más importante que eso habría sido poner una vez
más de manifiesto que La Paz sigue siendo el centro político-
administrativo por excelencia del país, pero que el ejercicio de
tal función no deber traducirse más en los vicios del centralismo
abusivo y desconsiderado. En particular, un gesto de grandeza y
generosidad hacia la ciudad de Sucre habría mostrado un espíritu
de reconciliación que le urge al país en estos momentos.
En los últimos años La Paz ha tenido que enfrentar el des-
afecto y el rencor de otras regiones del país, que han hecho de la
lucha contra el centralismo un objetivo prioritario de sus reivin-
dicaciones. Los liderazgos paceños no han sabido responder con
la madurez necesaria a ese desafío, e incluso han cedido buena
parte de los festejos del bicentenario de la gesta paceña para una
serie de eventos políticos y de lanzamiento de campañas proseli-
tistas con miras a las próximas elecciones de diciembre, perdien-
do en tal contexto una oportunidad valiosa para reparar agravios
y promover modos renovados de unidad y convivencia.
Por otro lado, los fiscales adscritos al gobierno hacen
gala de métodos discrecionales y de fuerza en la investigación
de los casos Rozsa y Porvenir. En lo que concierne al prime-
ro, la fuga de un “testigo clave” al que no se le impusieron
medidas cautelares y la posterior aparición de un “periodista”
español con antecedentes penales, cuyo testimonio contra-
dictorio utiliza el gobierno para incriminar a la dirigencia
cruceña, es el último capítulo del thriller gubernamental so-
bre el frustrado magnicidio. En el caso Porvenir, el secuestro
de todos los obrados por un comando fiscal-policial y su tras-
lado a La Paz, siembra más dudas de las que ya existían con
el informe de unasur. Es de esperar que con la elección del
Tribunal Constitucional Plurinacional a fines del próximo
año, esas conductas tiendan a moderarse.
/ contrapuntos 23 de julio al 7 de agosto de 2009

Asimilar los golpes

Eduardo Córdova*

En el trauma que evoca la llegada de Arce Gómez y en las imágenes que podemos crear desde el presente, no es menor
el hecho de que seis de cada diez de los actuales habitantes del país nacieron después del golpe de 1980.

N
avegar es necesario
Suele criticarse a algunos estudiosos extranjeros
porque hablan con aparente solvencia de Boli-
via sin haber vivido nunca en el país y porque,
sin perjuicio de otras fuentes, se informan de nuestros
padecimientos y venturas mediante Internet. Otros elu-
den esta invectiva; evitan enfatizar la crítica de las vías
cibernéticas y prefieren, con mayor prudencia, examinar
los contenidos de las investigaciones. Desde este punto
de vista podría decirse: “Navegar es necesario; vivir no es
necesario”, como enuncia la frase que probablemente lle-
gó en las naves de Colón hace algo más de cinco siglos.
Aunque la experiencia vivencial es solamente una
fuente más en cualquier pesquisa de la “realidad social”,
su transmisión y pervivencia es crucial en la memoria co-
lectiva. Durante estas semanas recordamos varios hechos
que marcaron su huella en la historia y en la memoria
colectiva de Bolivia: el bicentenario del grito indepen-
dentista de La Paz, el asesinato y ulterior colgamiento
del presidente Gualberto Villarroel, el golpe de Estado
de 1980. La rememoración del golpe, a la que nos refe-
rimos aquí, tiene el ingrediente oportuno de la llegada
y encarcelamiento de Luis Arce Gómez, el ex “ministro
de la cocaína”, que en el cenit de su poderío se permitió
proponer a los bolivianos, entre otros destinos, la colabo-
ración, el exilio, el campo de concentración y la tumba.
El olvido de la historia es también parte de la his-
toria. Con seguridad no reviste la magnitud con que se
exorna la fecha de rememoración de una batalla, pero
el momento en que una sociedad olvida que sucedió
una batalla es igualmente determinante para la pos-
teridad. Solía decirse que la historia iniciaba su labor
cuando los hechos empezaban a diluirse en la memoria
colectiva. Así, las sociedades que olvidaban dependían
de los historiadores, que, no pudiendo dar el mismo re-
lieve a todo, elegían con inevitable arbitrariedad lo que
era digno de “pasar a la Historia”. Hoy se entiende que
la relación entre memoria e historia es más compleja.
Las definiciones de historia y memoria cambiaron en
el último siglo, pero puede admitirse grosso modo que,
a diferencia de la historia, la memoria colectiva puede
permitirse pensar desde el presente poniendo en sin-
cronía hechos y procesos de distintos momentos, sin
la ambición de universalidad de la historia, asumiendo
un punto de vista particular; también se admite que la suficiencia la situación de excepción que el país atrave- condenas por crímenes de lesa humanidad, aunque
memoria se hace “real” en lugares más que en una línea saba: “Todos los elementos que han sido aprehendidos ciertamente hubo crímenes en y violaciones de los de-
temporal a la cual sería afecta la historia, y se admite por los servicios de inteligencia, que estaban en función rechos humanos en otros gobiernos militares. Fue una
que el contenido de la memoria es objeto de disputa de pseudosindicalistas, traficantes de la política, acti- dictadura que no se dio el inconveniente de justificarse
entre discursos a veces incompatibles.1 En el trauma vistas, subvertores, tienen que dejar el país. Los vamos ni intentar legitimar en algún discurso el truncamiento
que evoca la llegada de Arce Gómez y en las imágenes a mandar al exilio. Otros los vamos a residenciar, para de las aspiraciones democráticas de la sociedad.
que podemos crear desde el presente, no es menor el que aprendan a trabajar. Y otros, a los tontos útiles, los La dictadura fue un trauma de los individuos que
hecho de que seis de cada diez de los actuales habitan- vamos a dejar en libertad para que se integren al país”. sufrieron la represión y de las familias que perdieron a
tes del país nacieron después del golpe de 1980. Todo el lapso de la transición desde los gobiernos sus seres queridos, pero también fue un trauma colecti-
militares fue para Bolivia un período de excepción; los vo, nacional.2 No significó una ruptura del orden cons-
Su testamento bajo el brazo diez cambios de gobierno entre 1978 y 1982 expresan la titucional establecido, ya que el orden constitucional
En una conferencia de prensa que Arce Gómez dio en incertidumbre que marcó su transcurso. Suele afirmar- no estaba establecido. Fue una ruptura en la esperanza
su condición de ministro pronunció una frase triste- se que la excepción involucra la ruptura de un orden que animaba los esfuerzos colectivos por instaurar la
mente célebre que transcribimos textualmente: “To- más o menos establecido. Se plantean entonces dudas democracia. La dictadura secuestró a todo el país en el
dos aquellos elementos que contravengan al Decreto sobre cuán excepcional fue el golpe de 1980 y cuál era terror y le impuso la experiencia ominosa de recluirse
Ley tienen que andar con su testamento bajo el brazo, el orden establecido que rompió. La dictadura de 1980 en sí misma. Quebró la esfera pública que se estaba ar-
porque vamos a ser taxativos. No va a haber perdón”. eclipsó la violencia que imperó en otros gobiernos mi- ticulando en el momento de la transición y condenó a
La glosa posterior, igualmente desmedida, expresa con litares y se convirtió en un conveniente epítome del au- los medios de comunicación a amplificar los puntos de
toritarismo en el país. Sus protagonistas son los únicos vista oficiales. Las memorias que despierta ese período
* Sociólogo (CESU y Ciudadanía) que enfrentaron juicios de responsabilidades y purgan son diversas.
23 de julio al 7 de agosto de 2009
Memorias y memorias
La conquista de la democracia y la resistencia frente
a las dictaduras, que hace tres décadas unieron a los
bolivianos, hoy son motivos de oposición y disputa
política. El año electoral y la persistente polarización
influyen en la memoria del golpe, que es también ob-
jeto de competencia. Nos encontramos en batallas de
interpretación que expresan varios modos de “elabo-
rar el pasado”.3 En este período preelectoral polari-
zado, todos reclaman la propiedad de la democracia
presentando las credenciales más puras e intentando
mostrar que son más “pueblo” o más democráticos
que los otros. Hay quienes incurren en la equipara-
ción del gobierno militar con el gobierno actual. Des-
de la trinchera contraria, se afirma que hace algunos
meses la oposición intentó un golpe de Estado similar
al de 1980.
Es habitual que un proyecto político recurra al
establecimiento de equivalencias –cadenas de equiva-
lencias, precisamente– para unir a sus aliados y a sus
posibles seguidores. Es común que los discursos que
circulan en la esfera pública recurran a la democracia,
a la unidad nacional, a la libertad o a la paz. Sin em-
bargo, asimilar el golpe de 1980 con acciones políticas
actuales es difícilmente sostenible si se pasan por alto
los indudables éxitos colectivos en dar continuidad a la
democracia durante casi tres décadas, se desdeñan las
libertades civiles que hoy imperan, como la libertad de
expresión de la que gozan los medios de comunicación,
o se deja de lado la memoria de las víctimas.
Secuelas
Existe una dimensión institucional en los traumas na-
cionales, que puede entenderse simultáneamente como
un cambio abrupto en las reglas de convivencia y como
una disrupción en las instituciones políticas. Enfatiza-
remos este último aspecto en uno de los objetivos cola-
terales del gobierno de “reconstrucción nacional” que
se inició en julio de 1980: borrar el pasado, iniciar el
futuro con dos décadas de absoluta novedad y orden.
En consonancia, se perdió parte de la documentación
antigua de instituciones estatales. Es difícil reconstruir
mucha información básica que podría ser crucial en al-
gún momento. Así, debe admitirse que nuestro Estado
fue también constituido, por obra y omisión, por los
gobiernos dictatoriales. El “aporte” militar a lo que hoy
es el Estado boliviano no se disipó completamente con
el retorno a la democracia. La fase militar del período
postrevolucionario y las absurdas dictaduras de fines de
los años setenta contribuyeron a una cultura institucio-
nal de secretismo y negligencia, que ya existía antes y
persiste en alguna medida.
Al margen de que intentaron extirpar la alegría
y frustraron las esperanzas de la sociedad, los golpes
tuvieron efectos que continúan y deben evaluarse. Se
acallaron inapelablemente algunas de las voces más
lúcidas de la sociedad; se eliminaron archivos que no
se pueden recuperar; se perdieron recursos estatales.
Los golpistas abrieron una deuda social que el Estado
todavía no ha resarcido. Parte de la “contribución” de
la dictadura a la vida institucional persiste. En fin, los
golpes nos dejaron la obligación ambigua de recordar
que pasaron; pasaron, porque tristemente sucedieron;
pasaron, porque felizmente son parte de un pasado
cada día más distante.
1 Cf. la discusión de la relación entre la memoria colectiva y la
historia en Barbara Misztal, Theories of Social Remembering,
Maidenhead, Open University Press, 2003.
2 Los traumas nacionales son“eventos que tuvieron un impac-
to mayor en la estructura institucional de la sociedad y deri-
varon en formas abrumadoras de miedo y ansiedad colecti-
va”. Arthur G. Neal, National Trauma and Collective Memory.
Major Events in the American Century, Nueva York, Sharpe,
1998, p. x.
3 Cf. Charlotte Linde, Working the Past. Narrative and Institutio-
nal Memory, Nueva York, Oxford University Press, 2009, p. 3.
contrapuntos
La Iglesia y el 17 de julio de 1980
Carlos Derpic Salazar*
Un pronunciamiento de la Conferencia Episcopal de Bolivia paró en seco la vigencia
de la “Ley de Seguridad del Estado” anunciada por García Meza, eufemístico nombre
que las peores dictaduras de todo el mundo utilizan para legitimar sus atrocidades.
P
ocos gobiernos fueron tan repudiados como el
que se instaló el 17 de julio de 1980 a la cabeza
de Luis García Meza Tejada y Luis Arce Gó-
mez, interrumpiendo el proceso democrático
que, a tropezones, se desarrollaba desde 1978 y que
debía continuar en aquel entonces con el reconoci-
miento del triunfo alcanzado por la Unidad Demo-
crática y Popular (udp) de Hernán Siles Zuazo en las
elecciones de mayo de 1980, que lograra alrededor
del 39% de los votos. El repudio no sólo incluyó a las
organizaciones políticas y sindicales, sino que tuvo en
la Iglesia Católica una de sus mayores expresiones.
La violencia con que ac-
tuaron los usurpadores del po-
der (militares y paramilitares) se
dejó sentir muy temprano con
los asesinatos de Marcelo Qui-
roga Santa Cruz, Carlos Flores
y Gualberto Vega en la sede de
la Federación Sindical de Traba-
jadores Mineros de Bolivia ubi-
cada en El Prado y con el apre-
samiento y posterior tortura de
decenas de dirigentes sindicales
y políticos en La Paz y en todo
el territorio nacional.
Toque de queda, censura
de prensa, cadena radial na-
cional, el Canal estatal y Radio
Illimani sometidos totalmente
al gobierno, persecuciones, detenciones indebidas,
tortura, exilio, muerte fueron pan de cada día de un
gobierno además ligado al narcotráfico.
La Central Obrera Boliviana (cob), caracteri-
zada en aquel entonces por su independencia sindi-
cal, y los partidos políticos democráticos se habían
agrupado en el Comité de Defensa de la Demo-
cracia (conalde) y, ni bien se instaló el régimen,
comenzaron una tarea de resistencia que daría sus
frutos algún tiempo después.
En septiembre de 1980, antes de cumplir dos
meses en el gobierno que la dictadura asaltó, sus prin-
cipales portavoces advirtieron que pondrían en vigen-
cia una “Ley de Seguridad del Estado”, eufemístico
nombre que las peores dictaduras de todo el mundo
utilizan para legitimar sus atrocidades. El anuncio
se formuló en medio del carácter ufano, soberbio y
pedante con que los miembros del autodenominado
“Gobierno de Reconstrucción Nacional” se referían
a su permanencia por 20 años en el poder y a la forta-
leza de su régimen.
Un pronunciamiento de la Conferencia Epis-
copal de Bolivia paró en seco la vigencia de la “Ley
de Seguridad del Estado” anunciado por la dictadura
de García Meza, eufemístico nombre que las peores
dictaduras de todo el mundo utilizan para legitimar
sus atrocidades.
Un pronunciamiento paró en seco la vigencia de
la mentada ley: la Carta Pastoral Colectiva que el 8
de septiembre de 1980 hizo pública la Conferencia
/
Episcopal de Bolivia, refiriéndose a la situación polí-
tica del país y condenando los abusos y atropellos que
la dictadura cometía diariamente.
La Carta, inspirada en el método “Ver - Juzgar
- Actuar”, hacía inicialmente una visión pastoral de
la realidad, que aludía a la muerte violenta de ciuda-
danos, apresamientos y torturas físicas y psicológicas,
allanamientos y robos, destrucción de instalaciones
radiales y de otros bienes, persecución y amenazas aun
a personas sin culpa, despidos masivos de empleados
y obreros, negación de salvoconductos a asilados en
representaciones diplomáticas, confinamientos, des-
tierros y otros abusos; utilización
de los medios de comunicación
del Estado con una abierta par-
cialización de las noticias y una
versión exclusivamente oficialista
que en el fondo desinformaban;
utilización de grupos irregulares
armados e incontrolables por la
vía legal, y otros más.
Luego, la Carta realizaba
una reflexión sociológica y pas-
toral de la realidad, haciendo
referencia a las ideologías, a la
misión de la Iglesia, a la visión
cristiana del hombre y la liber-
tad evangélica de la Iglesia. Por
último, hacía una exhortación fi-
nal, llamando a la reconciliación
y expresando su esperanza en un futuro mejor.
No fue lo único que hizo la Iglesia en aquellos
momentos. Desde el día siguiente del golpe, Mons.
Jorge Manrique, Arzobispo de La Paz, expresó su
condena a las acciones de la dictadura. El 25 de julio,
los obispos de Bolivia respaldaron a Manrique, que
además increpó públicamente a Arce Gómez, en ple-
no paseo de El Prado, por los abusos que cometían
y por la vinculación de la dictadura con el narcotrá-
fico. Manrique consiguió la suspensión del toque de
queda para la Nochebuena de 1980, que se extendió
a la festividad del Año Nuevo una semana después.
Se repetía la actitud valiente del Arzobispo que, al
declarar el entredicho en enero de 1978, suspendió
misas y sacramentos en la Arquidiócesis de La Paz,
por la incursión armada de los esbirros de la dictadura
banzerista a los templos para detener a los huelguistas
de hambre que sumaban miles en todo el país, arran-
cando a la dictadura de entonces la amnistía general
e irrestricta que se negaba a declarar para permitir las
elecciones de junio de 1978.
La Iglesia en Bolivia jugó un papel importante
en la recuperación de la democracia y en la derrota de
las dictaduras. No fue sólo el accionar de Luis Espinal,
sino el de la jerarquía eclesiástica, el clero y el laicado,
que se sumaron a las organizaciones políticas y sindi-
cales, en el esfuerzo colectivo que coronó en la recu-
peración de la democracia el 10 de octubre de 1982.
* Abogado
/
Marcelo Quiroga  o el fulgor de una existencia
No permitamos que el cinismo y la estupidez de ciertos hombres nos desanimen. Ya llegará el tiempo.
Cuando se es inmortal los días sobran, y usted, Marcelo, es inmortal desde hace rato.
1. [Preámbulo]
Llega otro julio y es difícil escribirle un homenaje,
Marcelo:  al recordarlo se corre siempre el riesgo de
perder su verdadera memoria: fáciles son las lisonjas y
los discursos vacíos (esto hemos podido verlo con cla-
ridad este tiempo), fácil es también echar flores al aire,
olvidando convenientemente que no tenemos una tum-
ba donde dejarlas.
No quisiera caer aquí en una actitud elegíaca: ya
han sido demasiados los lamentos. Cierto es: el dolor
se quedará ahí por siempre. No se disipará la ausencia.
Más no es sólo con lamentos como debemos recordar-
lo. Si así lo hiciéramos, Marcelo, daría la impresión de
que lloramos algo que se perdió para siempre. Y eso no
es del todo cierto. Eso es perder de vista el fulgor que
significó su existencia.
2. [La vocación de grandeza]
Me gusta pensar que usted fue un antiguo, Marcelo; me
gusta recordarlo como un hombre intempestivo. En us-
ted estaba todo, todo lo mejor del mundo antiguo, en us-
ted se anudaban de manera magnífica las virtudes de un
verdadero aristócrata (en el mejor sentido del término).
Está lo que todos sabemos: que fue usted un lucha-
dor social incansable, un hombre de Estado com-
prometido y valiente, un político brillante (pareció,
por un momento, que usted sería capaz de hacer de
la política boliviana un verdadero arte), y un orador
magnífico (el mejor de su tiempo, fue René Zavaleta
el que lo dijo), que fue un intelectual comprometido
y consecuente, un escritor fundamental para la lite-
ratura de este país y un ensayista conciso y diáfano,
sabemos también que fue, llegado el momento, un
héroe y un mártir. Ésta es la imagen –usted hablán-
dole a la multitud desde el Palacio de Gobierno– que
predomina entre la mayoría a la hora de recordarlo.
Pero usted también fue –no podría esperarse otra cosa
de un verdadero antiguo– un esteta en el sentido más
amplio: en usted estaba presente el disfrute del dia-
memoria
Pablo R. Barriga*
rio vivir, el profundo amor hacia los suyos,  el gusto
exquisito, el gozo la conversación,  el humor y la fina
ironía, la generosidad, el cariño por sus animales; no
había en usted ni pizca de ese provincianismo y esa
miseria –material e intelectual– tan propios de nues-
tro medio. Hay una imagen suya que me gusta evocar:
la imagen de un hombre que sabía que la vida estaba
por encima de la política –y esto en un país en que la
política lo era y lo es todo– , la imagen de un hom-
bre que era feliz aún bajo las más duras circunstancias
(Cristina lo recuerda así: “Él sabía que lo perseguían,
yo también lo sabía, pero vivíamos felices, hacíamos
no sé qué para vivir felices, y eso también es algo que
admiraba en él”).
Es esta conjunción tan singular la que me admira
y me deja hondamente impresionado, es en esta vo-
cación de grandeza en la que yo encuentro la mayor
vigencia de su ejemplo: la manera en la que el hombre
público y el privado era uno y el mismo en usted, el
gran estilo con el que supo combinar dialéctica y re-
tórica, la anulación magistral de la vida activa y la vida
contemplativa, el coraje demostrado en las pequeñas
y las grandes experiencias, y todo esto sin estridencia
alguna. Su existencia, Marcelo, fue un entramado pre-
cioso de fuerzas, ideas, acciones, historias y detalles,
(No es difícil imaginar que el fulgor de su existencia
se contrastaba dramáticamente con la chatura y feal-
dad de la mayoría de sus rivales políticos), la suya fue
una existencia tan poderosa que, como decía Cristina,
su esposa,  incluso el poder del Estado, respaldado por
tanques y metralletas, llego a temerle.
3. [Epílogo]
Para los antiguos romanos, la efigie de un dios o un
héroe no era sólo una representación o un recuerdo; la
efigie encarnaba una presencia; su mirada era una vi-
gilia constante; por ello, señalarla durante un discurso
podía tener en la audiencia un efecto devastador. Hoy
no podríamos estar más lejos de aquello. Hoy, Mar-
23 de julio al 7 de agosto de 2009
celo, su nombre se invoca hasta el cansancio: está us-
ted en avenidas, parques e incluso en un proyecto de
ley. Está olvidado, sin embargo, el homenaje mínimo
– obligatorio, necesario – que se le debe a su memoria.
Pero no permitamos que el cinismo y la estupidez de
ciertos hombres nos desanimen. Ya llegará el tiempo.
Cuando se es inmortal los días sobran, y usted, Mar-
celo, es inmortal desde hace rato. Tanto es así que hoy,
veintinueve años después de su partida, nosotros, in-
cluso aquellos que no lo conocimos, seguimos recor-
dándolo, con dolor, ciertamente, pero sobre todo con
viva admiración. Ya llegará el tiempo de los homenajes
verdaderos, de los homenajes significativos. Y entonces
podremos traer para usted las palabras de otro anti-
guo, y decir que tuvo usted el coraje de entender las
cosas del Estado como un verdadero servicio público,
que amó el arte y la belleza sin desmedirse, y cultivo
el saber sin ablandarse; que paso la vida con esplendi-
dez, con dignidad, con valentía de alma, con sencillez,
con lealtad, con verdadera estimación de los grandes
hombres de hoy y mañana. Que fue usted, en suma, un
hombre que supo lidiar y domeñar la vida en toda su
maravillosa complejidad, y eso, como usted bien sabía,
lo hizo invencible. Gloria a usted, Marcelo Quiroga
Santa Cruz.
 
Viena, verano de 2009
* Pablo R. Barriga es filósofo – artista. Actualmente estudia Cien-
cia Política en El Colegio de México y escribe en un blog  http://
páginasueltas.wordpress.com <http://p%c3%a1ginasueltas.
wordpress.com/>. Debo este texto a las largas conversaciones que
he tenido con mi padre sobre Marcelo desde que soy niño, a las
charlas generosas con Hugo Rodas en Ciudad de México, y a la
conmovedora Otra vez Marcelo, de César Brie. Gracias. 
Las citas de Cristina Quiroga las he tomado de una entrevista suya
aparecida en El Deber en enero del 2007. La última parte del texto
es una paráfrasis de fragmentos de dos textos clásicos: El discurso
fúnebre de Pericles, que Tucídides recupera en su Historia de la
Guerra del Peloponeso, y Sobre los deberes, de Cicerón. 
23 de julio al 7 de agosto de 2009
Palabras de la hija de Marcelo Quiroga Santa Cruz, pronunciadas durante el acto de conmemoración del 17 de julio de 2009
en el Memorial que lleva su nombre.
D
esde hace ya muchos años, cada 17 de julio nos
reunimos para recordar los hechos de 1980
y rendir homenaje a la memoria de Marcelo
Quiroga Santa Cruz, Carlos Flores Bedregal,
Gualberto Vega Yapura y todos aquellos que fueron
asesinados y desaparecidos en esos días oscuros.
Reunirnos y recordar juntos ayuda a mantener vi-
vos a quienes quisimos y queremos, impide que el pasa-
do sea olvidado. Pero hay distintas formas de olvidar el
pasado, de empequeñecerlo, de anularlo; una de ellas es
convertirlo en un rito formal vaciado de contenido.
Me pregunto si este acto solidario de reunirnos
a recordar corre el riesgo de convertirse en eso, en un
mero acto formal, y me temo que si no forma parte
de una conducta consecuente que actúe sobre el pre-
sente para reparar el daño cometido, está en peligro
de serlo.
Recordar a quienes desaparecieron no debiera ser
un acto pasivo que condene a Marcelo, a Carlos, a to-
dos ellos, a permanecer en el pasado, en el panteón de
quienes sólo son recordados en un nuevo aniversario
de su muerte, sin comprometernos a hacer justicia, a
buscarlos, a recuperarlos.
Estas tareas que nosotros, las familias, desarrolla-
mos desde hace casi treinta años sin mayor avance, hace
mucho que habrían tenido resultados muy distintos si
existiera en las instancias responsables un compromiso
genuino con su memoria, un compromiso que vaya más
allá del homenaje formal.
A 29 años de los sucesos de julio de 1980, Marcelo
es aún un desaparecido.
A 27 años de la recuperación de la democracia
en el país, seguimos arrastrando la vergüenza de que
existan desaparecidos y de que los responsables de esos
delitos de lesa humanidad continúen impunes.
La desaparición es un delito continuo porque se
sigue perpetrando mientras se mantenga esa condición,
mientras no se encuentre a quienes fueron forzados a la
memoria /
El país lo espera
María Soledad Quiroga Trigo*
desaparición. Esto significa que desde hace tres déca- cómplices de que se mantenga la impunidad en Bolivia.
das, todos los días, el daño se sigue haciendo. Por eso nosotros seguimos demandando la desclasifi-
Una de las formas de corrupción más perniciosa es cación de archivos, lo hacemos nuevamente en este 29
la tolerancia con la injusticia, la inacción que perpetúa aniversario del asesinato y desaparición de Marcelo, y
la impunidad. Si nosotros, los aquí presentes, y los bo- continuaremos exigiéndolo.
livianos en su conjunto no fuimos responsables de los La breve vida de Marcelo Quiroga Santa Cruz
graves delitos cometidos en 1980, somos hoy culpables fue luminosa, y ni la oscuridad de quienes planificaron
porque permitimos que esos delitos se prolonguen en y ejecutaron su asesinato y desaparición, ni la desidia
el tiempo. cómplice de las instituciones del Estado boliviano que
En 1979 Marcelo dijo en una entrevista: “Cuando no realizan los esfuerzos necesarios para establecer la
el temor o el envilecimiento degrada a los hombres a verdad de los hechos, sancionar a los autores de esos
la condición de invertebrados, que alguien conserve y delitos y recuperar sus restos, conseguirán opacar su
haga uso de su columna vertebral parece algo insopor- memoria y reducir su legado.
table”. Nosotros, su familia, quisiéramos creer que este
homenaje que hoy, como todos los años, se le rinde
¿Cómo evitar que acabemos por convertirnos –y que agradecemos profundamente–, se traducirá en
en invertebrados? hechos, en acciones concretas que permitan reparar la
En estos días en que el país se indigna ante el silencio injusticia que desde hace treinta años se viene come-
de Arce Gómez, es bueno recordar que así como este tiendo. Aún esperamos y demandamos que quienes son
personaje está en pleno conocimiento de los sucesos de responsables de la conducción de las instituciones del
aquel 17 de julio, García Meza conoce también todo Estado asuman su responsabilidad. El país lo espera.
lo ocurrido, y lo conocen los actualmente procesados
que desde hace once años evaden la justicia, pese a su * Escritora.
probada participación en esos delitos.
Hace dos años solicitamos al Gobierno la descla-
sificación de los archivos de las Fuerzas Armadas en el
convencimiento de la importancia que tiene esta do-
cumentación para el esclarecimiento de los hechos de
1980 y para la recuperación de los restos de Marcelo y
de los otros desaparecidos. Hace un año obtuvimos una
orden judicial para que las Fuerzas Armadas procedan
a desclasificar sus archivos, sin que hasta hoy esta obli-
gación se haya cumplido.
La transparentación de esta información es fun-
damental para acabar con la prolongación de la som-
bra de las dictaduras y para cerrar esa etapa de nuestra
historia. No hay razones que expliquen la negativa a
hacerlo. Si no cumplimos con esta tarea nos haremos
/
Más allá del rentismo: reflexiones sobre política pública
Nueva Crónica dialogó con el empresario Samuel Doria Medina en torno, principalmente, a las implicaciones, para un país como el nuestro,
que derivan de una economía rentista.
S
e critica con frecuencia la actitud rentista que
sería una de las principales características de
la actual gestión de las políticas económicas.
Primero, ¿en qué consiste el rentismo y por
qué es perjudicial? Segundo, ¿cómo se puede en-
frentar este problema?
El rentismo se define como la cultura política orien-
tada a la búsqueda de favores y beneficios económicos
estatales. En el rentismo no tiene mayor importancia
el aporte individual y agrupado ni tampoco el mayor
esfuerzo del trabajo productivo, el impulso a la crea-
tividad y el incremento de la competitividad. Según
la sociedad, se puede crear una relación perversa de
convivencia simbiótica entre la sociedad rentista y la
política.
El rentismo se sustenta en el concepto de que una
sociedad con un fuerte caudal de rentas de recursos na-
turales tiende a ser menos productiva y emprendedora,
hay una importante expectativa de que existe un ingre-
so importante y elevado alrededor del gobierno y sus
instituciones, proveniente de la venta de los recursos
naturales; en consecuencia, los ciudadanos de un país
encuentran mayor retribución a sus esfuerzos por in-
gresar al circuito de distribución de esa renta antes que
a impulsar sus negocios y producción. Los ciudadanos
invierten mayor compromiso, tiempo y recursos para la
persecución y captura de la renta, antes que al desarro-
llo de las actividades productivas.
Otra de las características del rentismo es que
plantea el desarrollo del país basado única y exclusi-
vamente en la explotación de los recursos naturales no
plática
Entrevista a Samuel Doria Medina
renovables. Desde los inicios de la República, Bolivia
ha basado su economía en las rentas que generan la ex-
plotación de sus recursos naturales, como fueron pri-
mero la plata, luego la goma, después el estaño y ahora
el gas.
La muestra más evidente del rentismo en Bolivia
es la poca diversificación de las exportaciones. El 2008
las exportaciones de gas alcanzaban el 50% del total
de las exportaciones, la minería el 22%, la manufactura
tan sólo un 23% y la agricultura un 4%.
Para enfrentar el rentismo se deben proponer sa-
lidas alternativas de generación de riqueza, como son
la diversificación de las exportaciones, el desarrollo y
el apoyo de sectores no tradicionales con especializa-
ción en la manufactura y en la transformación, el for-
talecimiento de los emprendimientos propios en vez
de mayor burocracia estatal, y la apertura de nuevos
mercados. Estas medidas deben estar enmarcadas en
el uso de recursos naturales renovables y que generen
fundamentalmente mayor cantidad de empleo.
¿Cuáles son a su juicio las mejores estrategias para
superar los problemas estructurales de la econo-
mía boliviana?
Según el ine, el año 2008 la economía boliviana cre-
ció en más del 6%; sin embargo, según una encuesta
realizada por el cedla, la tasa de desempleo para ese
mismo año fue de 10,2%, es decir que aproximada-
mente 182 mil personas que buscaban trabajo no lo
encontraron. Además, según un último informe del
pnud, el número de pobres aumentó en más de 166
23 de julio al 7 de agosto de 2009
mil personas que ahora viven bajo la
línea de pobreza.
El problema estructural de la
economía boliviana se puede expresar
en esta afirmación, superar el patrón
de crecimiento empobrecedor que se
plantea en el último informe de desa-
rrollo humano La otra frontera y cuyo
origen está en el patrón de desarrollo
y que, por lo tanto, se resolverán con
el desarrollo de sectores diferentes a la
explotación de recursos naturales no
renovables.
Una de las consecuencias de este
problema estructural de la economía
boliviana ha sido y seguirá siendo la
ausencia de políticas que permitan la
generación de empleo para reducir la
tasa de desempleo y para mejorar las
condiciones del empleo precario o su-
bempleo que tiene fuerte presencia en
la economía boliviana, más conocida
como la economía informal.
Los sectores tradicionales de la
minería y del gas tan sólo absorben al
2,2% de la población ocupada del país,
que para el 2008 alcanzan a 4,6 millo-
nes de personas. Estos sectores, que re-
presentan más del 70% de las exporta-
ciones, no son generadores de empleo.
En consecuencia, se deben desarrollar
aquellos sectores de la economía que
tienen la capacidad de generar mayor
cantidad de trabajo, sostenible y de mayor calidad que
el empleo de subsistencia.
¿Cómo se pueden abordar los problemas del des-
empleo y subempleo, sobre todo tomando en cuen-
ta los impactos de la crisis económica global?
La crisis económica se manifiesta en la reducción de la
demanda internacional de materias primas, la caída de los
precios de las materias primas, ocasionando la disminu-
ción de las exportaciones. También se expresa en la reduc-
ción de las remesas y de la inversión extranjera directa, y la
restricción en los mercados internacionales de crédito.
Las primeras consecuencias de esta realidad se han
traducido, en el caso boliviano, en la caída de las expor-
taciones en valor y volumen, ocasionando una caída de
las divisas que ingresan en la economía y reduciendo
los ingresos que recibimos por concepto de las regalías
y los impuestos que pagan las actividades extractivas,
generando recortes en la inversión pública.
La reacción natural que surge es que el desarrollo
debe estar basado en sectores menos vulnerables a los
shocks internacionales, como son los sectores de los
alimentos orgánicos, la explotación de madera certifi-
cada, el ecoturismo y el turismo de aventura, las arte-
sanías de productos que rescatan e integran los valores,
las costumbres y la cultura de una población.
¿Qué agenda económica debería tener la campaña
electoral del próximo diciembre?
La agenda para las elecciones de diciembre de este año
debe rescatar la economía por sobre la discusión políti-
23 de julio al 7 de agosto de 2009
ca y de confrontación entre los bolivianos y debe volcar
toda la atención en las necesidades de la familia bolivia-
na, punto medular de toda propuesta electoral.
La agenda electoral debería intentar resolver el
principal problema de la familia boliviana que se tra-
duce en la falta de empleo y de oportunidades econó-
micas para salir de la crisis en la que se encuentra el
país.
Para esto hace falta dejar la confrontación por la
unidad del país, hace falta dejar las acusaciones para
unirnos y buscar la solución a nuestros problemas;
hace falta desideologizar las relaciones internacionales
para concentrarnos en la apertura de nuevos y mejores
mercados.
Hace falta despolitizar las instituciones estatales y
enfocarnos en recuperar la institucionalidad y la inde-
pendencia de poderes con el objeto de brindar una ges-
tión pública más eficiente y mejores servicios públicos
a la familia boliviana.
Hace falta potenciar a los nueve departamentos
para construir autonomías fuertes y sostenibles, basa-
das en capacidad productiva y no en transferencias de
recursos que no hacen otra cosa que acentuar la men-
talidad rentista.
¿Cuáles son sus propuestas específicas para en-
frentar el rentismo y el desempleo?
Mi propuesta apunta a realizar una verdadera revolu-
ción productiva, que se asiente en la capacidad de tra-
bajo, de innovación, y de emprendedurismo que tiene
la familia boliviana. Esta revolución productiva se pue-
de representar como una mesa que se apoya en cuatro
pilares:
El primer pilar, compuesto por la generación del
empleo alternativo para las bolivianas y bolivianos
donde se pretende desarrollar los siguientes sectores
en la economía: la producción de alimentos orgánicos,
el desarrollo forestal a partir de la explotación racio-
nal y sostenible de los bosques con certificación, y el
fomento del turismo en todas sus variedades (ecoturis-
mo, turismo comunitario, etc.). Este pilar incluye una
agresiva y proactiva política crediticia que proporcio-
ne capital semilla y capital de trabajo a los diferentes
emprendimientos que se inician o ya están en marcha;
una política de asistencia técnica y capacitación para
fortalecer a los emprendimientos; una política de in-
fraestructura productiva; y una política de promoción
de los emprendimientos a través de incubadoras de
empresas, y el fomento a la cultura emprendedora a
través de la creación de bachilleratos emprendedores
y desarrollo de carreras técnicas con acreditación uni-
versitaria.
El segundo pilar está referido a la inclusión de
los sectores más postergados y más pobres a partir de
un plan de vivienda social y productiva, fortalecimien-
to de la calidad educativa, mejoras substanciales en la
cobertura de salud y gran refuerzo de la seguridad
ciudadana.
El tercer pilar está referido a la consolidación de
las autonomías que se apoyan en la estructuración de
economías departamentales fuertes con orientación
productiva y a los mercados externos, y autonomías in-
dígenas que garanticen oportunidades económicas para
sus habitantes. La autonomía que impulsamos es soli-
daria y productiva, generadora de condiciones para que
los bolivianos en los departamentos o en las autonomías
indígenas sientan el apoyo del Estado sin reemplazar el
emprendimiento y el empuje de la sociedad.
El cuarto pilar está relacionado al fortalecimiento
de la institucionalidad democrática, expresado a través
de una efectiva independencia de poderes que se asiente
en un sano equilibrio de poderes; un manejo eficiente y
transparente de las empresas públicas que evite actos de
corrupción y genere ingresos al Estado; y la implemen-
tación de una política fiscal sana y sostenible.
contrapuntos
Entre el sol y la madre patria
Alfonso Gumucio Dagron*
La mayor herencia de la colonización española, mucho más trascendente que un verso
en el himno cruceño, es el idioma que nos une a todos en esta tierra que, como todas,
es producto de mezclas permanentes y continuas. Mientras sigamos negando nuestro
mestizaje, estamos embromados.
E
stán a la orden del día los debates ociosos que
distraen a la opinión pública de los verdade-
ros problemas. En días pasados hemos estado
debatiendo si era pertinente declarar feriado
nacional el 21 de junio, para celebrar el solsticio de
invierno tan importante para los aymaras, y si el him-
no de Santa Cruz debe cambiar un verso que alude a
la “la España grandiosa”. Por lo menos que el tema
nos sirva de excusa para algunas digresiones.
Para lo primero habría que considerar cuántos
días feriados tenemos al año. Parece que ya tenemos
suficientes, aunque no tantos como Colombia, Perú
y Brasil (que tienen 18), Ecuador (16) o Chile (14) y
Venezuela (13). Estamos como el Paraguay, con 11 fe-
riados (aunque en Bolivia se suman los feriados depar-
tamentales). En Colombia y Brasil, con mucho tino,
trasladan automáticamente los feriados al día lunes, de
manera que la gente pueda disfrutar de un largo fin de
semana (y evitar que, como en otros países, se tomen
más días). La mayoría de los países industrializados se
ha puesto como límite 10 feriados al año.
Pero la consideración más importante es si una
celebración que es fundamental para la población de
origen aymara –aproximadamente el 35% de la po-
blación boliviana– debe ser impuesta a todo el país.
Con la lógica de declarar el feriado aymara, también
podríamos pensar en declarar días feriados las más
importantes celebraciones de cada una de las 36 et-
nias que reconoce la flamante Constitución Política
del Estado, pero eso resultaría en una inflación des-
medida, y cada sector social, por razones históricas,
podría solicitar un feriado para honrar a sus mártires
o a sus héroes.
En cuanto al himno cruceño, no parece una
cuestión de Estado. Que lo decidan los propios cru-
ceños, y de todas maneras es una babosada discutir
semejante cosa mientras el país vive una falta de pro-
puestas políticas y programáticas en vísperas de las
elecciones generales de diciembre.
En uno y otro caso, estamos empantanados en
el terreno de lo simbólico, especulando sobre sím-
bolos que han permanecido a través de la historia
por diferentes razones. Podríamos cuestionar miles
de esos símbolos por su origen, y si nuestro fervor
patriótico se tradujera en actos, terminaríamos cam-
biando de nombre a tantas cosas, que no podríamos
reconocernos en el espejo.
Lo peor de ese revisionismo histórico es que se
guía mucho por caprichos y motivaciones persona-
les o de grupos sectarios. ¿Qué tal si se me ocurre
cuestionar el símbolo del cóndor? Al final, no es más
que un buitre con collar, que se alimenta de carroña
como todos los buitres. ¿Sacrílego? También podría-
mos sugerir que La Paz y Santa Cruz cambien de
nombre, y Bolivia también, ya que Bolívar era hijo
de español. La mayor herencia de la colonización es-
pañola, mucho más trascendente que un verso en el
himno cruceño, es el idioma que nos une a todos en
esta tierra que, como todas, es producto de mezclas
/
permanentes y continuas. Mientras sigamos negan-
do nuestro mestizaje, estamos embromados.
Las letras de los himnos son, de todas maneras,
casi siempre caprichosas, con sus laureles, cañones y
blasones, sus rimas ridículamente forzadas y sus ver-
sos que gotean sangre: “se baña en sangre de héroes”
(Colombia), “a estos tigres sedientos de sangre” (Ar-
gentina), o “en las olas de sangre empapad” (México).
¿No sería momento para cambiar esas letras sangrien-
tas? Aparte de La Marsellesa, que es un himno que me
gusta, casi todos los himnos suenan igual de rimbom-
bantes y falsos. No es casual que mi amigo poeta y
humorista Coco Manto –ahora embajador de Bolivia
en México– se burlara voceando “¡helados Propicio,
helados Propicio!” en alusión a nuestro himno nacio-
nal. La mayoría de los colombianos no tiene idea de lo
que quiere decir la “gloria inmarcesible” de su himno.
Y qué tal versos como: “venga el hierro y el plomo
fulmíneo” (Ecuador), “su cerviz orgullosa dobló” (Ar-
gentina), “horrores prefiriendo a pérfida salud” (Co-
lombia), o “la humillada cerviz levantó” (Perú).
La “descolonización” no significa simplemen-
te cambiarle de nombre a las cosas, sino crear cosas
nuevas. Cuando los gobiernos limitan su discurso a
lo simbólico, es que no tienen capacidad de generar
propuestas nuevas. Evo Morales, el hombre símbolo
(aunque representa muchas cosas que en realidad no
es), es quizás el dirigente político que más se preocu-
pa por lo simbólico, lo cual de alguna manera revela
su poca voluntad de ir al fondo de los temas. Morales
critica el himno cruceño o el cambio de apellido que
hizo el padre de Víctor Hugo Cárdenas, su enemigo
político, porque su capacidad de análisis de la situa-
ción es epidérmica. Todo un Presidente pierde su
tiempo en nimiedades, mientras cuida con esmero
su peinado, como revela el documental “Cocalero”
de Alejandro Landes.
Si todos los países pasaran por las mismas crisis
de identidad y se pusieran a revisar el origen de sus
símbolos, no habría tiempo para avanzar en la histo-
ria. Lo simbólico se convierte así en una distracción.
La prueba es que estamos escribiendo este artículo y
que muchos otros analistas se han visto obligados a
comentar estos temas.
* Comunicador y escritor
10 /
La ilusoria igualdad de los subordinados
Aludí recientemente (Pukara 42) a ciertos estereotipos de la ideología globalista contemporánea; al objetivo político de mimetizar intereses
económicos particulares (clasistas) para restaurar el dominio de una sociedad consumista global. Amplío la noción de “multiculturalismo
local” como ilusión refleja que se espera (y se obtiene) de los subordinados; distracción masiva a través de medios alineados a la información
global, favorable a un reordenamiento imperial ignorado por parte de la vieja y nueva “izquierda latinoamericana”.
A
l parecer, el discursivo “déficit de
igualdad planetaria” que la pequeña
burguesía masista dice estar revirtien-
do a nivel global cosecha adherentes
entre cierta intelligentsia latinoamericana que
no sólo destaca por lo extraña que le resulta
la humildad científica, sino porque pública-
mente defiende vicios que apenas en los años
pasados se atribuían al neoliberalismo; me
refiero a la ideologización inverosímil que
tiene por ciudadanos a individuos incapaces
de distinguir la adulteración grosera de su
realidad cotidiana y a ese indicador común de
las instituciones liberales cuya crítica fue es-
logan electoral del mas y que erróneamente
se busca disculpar en el Estado plurinacional
comunitario: la corrupción.
Recientemente, Enrique Dussel, in-
telectual argentino radicado en México (en
entrevista de La Prensa: “Bolivia es colonial
por herencia, y por defecto, neocolonial”, el
12 de julio pasado) ha caracterizado los temas
señalados. Juzgue el lector esas aserciones
atendiendo a la historia y su relación con los
argumentos que se exponen a continuación.
Cerrando el círculo de la corrupción
Invitado por el Ministerio de Culturas para
hablar de descolonización, aunque inscrito
en el común lenguaje periodístico que oculta
la verdad histórica (sobre el que advertí en
nc 43), Dussel refuerza el estereotipo del
Presidente-indígena afirmando que “la situación de
Bolivia, donde un miembro de un pueblo originario
pasa a ser Presidente (…) es un hecho muy alentador
para la historia de la humanidad”. Después intenta
confortarnos aún más excluyendo a su anfitrión gu-
bernamental de toda responsabilidad por la corrupción
presente: “¿Cómo le podemos pedir al nuevo gobierno
que no sea corrupto[,] cuando la corrupción llegó con
Pizarro y Almagro? (…). La política latinoamericana
está contaminada por cinco siglos de corrupción. No
le podemos pedir a un gobierno que sea limpio cuando
hay algo tan incierto y complejo” (sic).
Para ello, para no pretender que un “nuevo go-
bierno”, además “originario”, sea radicalmente distinto
a uno colonialista, es necesario que todos los bolivianos
junto al señor Dussel olvidemos las promesas del mas
respecto a “erradicar la corrupción” y aquella frase del
presidente Evo Morales en la onu, según la cual los
indígenas constituirían la “reserva moral de la huma-
nidad”. Dussel agrega que “es muy fácil criticar, pero
tenemos que ver quién forma a los nuevos hombres”.
Como prueba de su busca dificultosa de respuestas ins-
titucionales respecto a la formación de políticos hones-
tos y de su personal preferencia por el uso recurrente a
la primera persona, agrega: “Se lo pregunto a la Uni-
versidad y no me da una respuesta. Se lo pregunto a la
* Profesor universitario de Ciencia Política y Administración, reside
en México (hugorodasmorales@gmail.com).
debate
Hugo Rodas Morales*
Iglesia y tampoco. Le pregunto a la escuela militar (…)
y me viene (sic) con un golpe en Honduras”.
Horror bélico y miseria global: cúlpese
a los subordinados
Vayamos ahora al modelo de desconocimiento de la
realidad latinoamericana que obnubila sensibilidades
ilusoriamente igualitarias del periodismo “progresista”
de Página 12 en la Argentina; el discurso genuinamente
originario en el que un Dios impera sobre la estigma-
tizada lucha de clases y en el que es probable encontrar
más de un eco de nuestra difícil historia realmente vi-
vida: las palabras de anunciación del señor Obama para
la Nueva Era del liderazgo de Estados Unidos sobre
el mundo (textual); su actualización reciente en aquella
parte de África que se pretende contraponer a su vecin-
dad árabe y a su destino común con el Tercer Mundo
del que forma parte América Latina. El Presidente es-
tadounidense dejó primero en claro el carácter inmo-
dificable de la legalidad burguesa a nivel global y, en
segundo lugar, como aplicación de ello, en su reciente
discurso en Ghana, los límites a la propiedad del capi-
tal transnacional que dicha legalidad permite a otros
Estados, en particular aquellos que se oponen al re-
ciente golpe militar (de Estado) en Honduras, alusión
indisimulable a Venezuela y Bolivia. Cito en el mismo
orden: 1) “Agradezco al presidente Bush por su servicio
a nuestra nación (…). Estados Unidos se ha manteni-
do no simplemente debido a la habilidad o visión de
23 de julio al 7 de agosto de 2009
aquellos en altos cargos, sino porque ‘Noso-
tros El Pueblo’ hemos permanecido fieles a
los ideales de nuestros antepasados, y fieles a
nuestros documentos de fundación”. 2) “Es
fácil señalar y culpar a otros por los proble-
mas. Cierto, el mapa colonial que no tiene
sentido ayuda a crear conflictos. Occidente
muchas veces se aproximó a África como un
patrón o como un donante, no como un so-
cio. Pero Occidente no es responsable por la
destrucción de la economía de Zimbabwe en
los últimos diez años, o por las guerras donde
se reclutan niños por la fuerza como soldados
(…). El desarrollo depende del buen gobier-
no. Que es el ingrediente que viene faltando
en demasiados lugares. (…) Ningún país pue-
de crear riqueza (…) si la policía puede ser
comprada por los narcos. Ninguna empresa
va a invertir en un país donde el gobierno le
exige pagar el 20 por ciento (…). Es hora de
que termine este tipo de gobierno (…). La
historia está del lado (…) no de los que dan
golpes o cambian la Constitución para seguir
en el poder. África no necesita caudillos, ne-
cesita instituciones”.
Todo ello fue prefigurado en la posesión
de Obama, televisada para todo el mundo –
parte sustancial de las ventajas irrenunciables
del progreso estadounidense que hoy cnn
ejercita legitimando al golpista régimen hon-
dureño– bajo la interpretación de la historia
como un curso ineluctable: “Seguimos sien-
do una joven nación, pero en palabras de la Biblia, ha
llegado el momento de dejar a un lado las niñerías (…).
La promesa de Dios de que todos son iguales (debe)
restaurar la vital confianza entre un pueblo (el estado-
unidense) y su gobierno”.
La continuidad con los ideales de la administra-
ción republicana es inocultable: “Rechazamos como
falso tener que escoger entre nuestra seguridad y nues-
tros ideales (…). Así que para todos los otros pueblos
y gobiernos que hoy nos están viendo, desde las más
grandes capitales hasta la pequeña aldea donde nació
mi padre (sic), sepan que (…) estamos listos para liderar
una vez más (…). Forjaremos una paz ganada con mu-
cho sacrificio en Afganistán (sic), con viejos amigos y ex
enemigos (Rusia) para reducir la amenaza nuclear (…).
No ofreceremos disculpas por nuestra manera de vida,
ni dudaremos en su defensa (…). Al mundo musulmán:
buscamos un nuevo camino hacia adelante, basado en
interés y respeto mutuos. A aquellos líderes del mun-
do que buscan sembrar conflicto, o culpar a Occidente
de los males de la sociedad, sepan que sus pueblos los
juzgarán por lo que puedan construir, no por lo que
puedan destruir.”
Por supuesto, es regla la amnésica distancia en-
tre las palabras y lo que se ha hecho en la historia del
genocidio en Irak, que ninguna Constitución ni Dios
dictara más allá de la irresponsabilidad criminal de la
dinastía Bush: “Los valores de los que depende nuestro
éxito, el trabajo fuerte y la honestidad, la valentía y el
23 de julio al 7 de agosto de 2009
juego limpio, la tolerancia y la curiosidad, la lealtad y
el patriotismo, estas cosas son viejas. Estas cosas son
verdaderas. Han sido la fuerza silenciosa de progreso
en nuestra historia. Lo que se exige es un regreso a esas
verdades (…). Esta es la fuente de nuestra confianza,
saber que Dios nos llama a darle forma a un destino
incierto”.
Súmese a lo anterior las expresiones del señor
Obama y su familia ante la miseria que las fotografías
revelan en el castillo esclavista de Costa del Cabo en
Ghana; palabras que la prensa liberal presenta como las
del hijo de un inmigrante de Kenia y una descendiente
de esclavos (Michelle Obama) y que un articulista de
Página 12 (Sergio Ciernan, el 12 de julio pasado) alaba
por “decir lo que nadie dice”, esto es por responsabili-
zar de su condición miserable a los africanos que se dice
lo recibieron como uno de los suyos. Nada se reflexio-
na tampoco en ese mismo diario sobre estas palabras de
bendición montadas en la memoria de Martin Luther
King: “Estoy muy orgulloso de su desarrollo democrá-
tico, continúen por esta vía (…). Ustedes tienen una
democracia que funciona, un crecimiento económico
significativo y un presidente que es serio cuando lu-
cha contra la corrupción (…). Simbólicamente, poder
volver aquí con mi familia y ver este fuerte a través del
cual empezó la diáspora, pero también poder volver
para celebrar con el pueblo de Ghana el progreso ex-
traordinario que hemos hecho (…) abolir la esclavitud
y finalmente lograr los derechos civiles para todos, creo
que es fuente de esperanza”.
El multiculturalismo como mercadotecnia
política
Marcelo Quiroga Santa Cruz, que sabía tan bien lo que
en política importa, había advertido hace treinta y dos
años sobre el significado a largo plazo de la invariable
red político-policíaca (Kissinger ayer y hoy) que subya-
cía a la estructura industrial-militar estadounidense y
que tiende ahora a desechar toda soberanía salvo la es-
tadounidense del “nuevo orden mundial” o Nueva Era:
“Hay que admitir –escribió el dirigente socialista boli-
viano– que los publicistas electorales de Carter hicie-
ron un buen trabajo, aunque no duradero. Fueron ellos
los que tornaron plausible la imagen de un empresario
privado transformado en labriego, y la de un feligrés [el
mismo Carter] en un redentor de la sociedad (la suya
y la nuestra). Así, con el aval que el cultivo de la tierra
y la lectura de la Biblia le conferían, caracterizaron el
‘producto’ político que la temporada ‘postwatergate’
demandaba: un Presidente que restablecería alguna
coherencia entre las declaraciones –ya que no princi-
pios– y la práctica de la política interna e internacional
de los Estados Unidos” (“El llanero no era solitario…”,
en diario El Día, México d.f., 21 de enero de 1977).
Para entender el significado amplio de los mensa-
jes de Obama al mundo, debemos recordar al menos el
hecho incontrovertible de que se trata del Presidente
de la mayor potencia militar y no de un ex esclavo ne-
gro; que su familia llegó a África por medios distintos al
de los esclavos con los que los pilgrims europeos colo-
nizaron los Estados Unidos mediante ideas etnocéntri-
cas. Debemos aceptar esta permisa básica, aunque nos
lleve a profundas interrogantes sobre la realidad de las
presidencias del multiculturalismo local: el Brasil de un
“obrero fabril”; el Paraguay de un “obispo católico”; el
liderazgo “de género” en Chile o Argentina; la Bolivia
“indígena”, entre otras variedades que la mercadotec-
nia política ficciona. Ninguna será tan oportuna de re-
cordar aquí como la de James Carter a fines de los años
70, el empresario cuya imagen política el ex dictador
Banzer rezagadamente imitara, en el fingido papel de
pastor democrático; el mismo que invitara hace unos
años atrás al dirigente sindical campesino Evo Mora-
les para simbólicamente cultivar juntos frutos de su
granja y que recíprocamente aceptara hacer lo propio
debate / 11
con la coca cuando retornara
a Bolivia después de su visita
reciente, siempre bajo la divisa
de representar la defensa de los
derechos humanos. Una divisa
retórica pasada por alto por el
gobierno del mas, porque el
golpe militar del 17 de julio de
1980 lo tuvo en la Presidencia
de los Estados Unidos, reco-
nociendo a ese régimen luego
que la represión dirigida por la
cia encomendada a los mer-
cenarios militares argentinos,
como asesores solicitados por
las ff.aa. bolivianas, se cum-
pliera criminalmente.
El golpe de Estado,
reforzamiento de la
condición dependiente
Ahora formulemos una apre-
ciación de conjunto sobre el
reciente golpe de Estado que
sume a Honduras y América
Latina en una ambigüedad po-
lítica deliberada. Si asumimos
que un golpe de Estado no es
malo ni bueno en sí mismo,
que su importancia política
no depende de sus eventuales
conductores ni de su intencio-
nalidad, comprenderemos que
siendo un recurso exclusivo de
las burguesías locales sirve para corregir una posición y luego asesorar el genocidio en países centroamerica-
desventajosa debida a la exacerbación de la lucha de nos en nombre del “anticomunismo” delirante de los
clases. El golpe militar responde, por tanto, a una crisis años 80, las actuales ff.aa. de la región, alentadas por
política nacional y no es causa de ella ni basta para re- las élites empresariales (incluidas las mediáticas) fingen
solver la cuestión del poder en disputa. Adicionalmen- ignorar a la propia autoridad civil estadounidense, para
te, la condición dependiente del capitalismo latinoame- luego ser elevadas por ésta a rango de interlocutores,
ricano determina que todo golpe de Estado corrija una como prueban en estos días las gestiones de la Secreta-
situación contraria a la continuada incorporación de la ria de Estado Hillary Clinton y el Secretario de Estado
doctrina de seguridad nacional de los Estados Unidos para América Latina, el académico Thomas Shannon.
en la oficialidad latinoamericana. El fallido golpe de Estado en Venezuela no es
Como es conocido, en el caso de Honduras se similar a la conspiración desarrollada en Bolivia por
produjo un desequilibrio favorable al desarrollo de las élites del fascismo departamental, favorecidas por
reivindicaciones obreras: el presidente constitucio- el proyecto conciliador de “ampliación de élites” del
nal Manual Zelaya había aceptado un incremento de Estado plurinacional. Las ff.aa. de Bolivia siguen al
más del 60% salarial desde enero de este año y en lo mas por la orfandad de un proyecto político burgués,
internacional proponía un mayor alineamiento con el lo que las obliga a imitar la simulación democrática de
proyecto económico-social bolivariano dirigido desde las élites tradicionales. Dicha ficción que corresponde
Venezuela, el alba, para lo que requería modificar me- al mantenimiento de la institucionalidad represiva del
diante un referéndum el monolítico orden legal favo- Estado neoliberal y a la preparación de las viejas ff.aa.
rable a las tradicionales minorías empresariales hondu- bolivianas en misiones de la onu bajo conducción de
reñas, lo que Mario Vargas Llosa reduce mendazmente los Estados Unidos, depende de que el mas pueda inhi-
al “siniestro deporte de la reelección”, en un artículo bir reivindicaciones históricas de la población boliviana
pletórico de adjetivos que hace eco a la vicecanciller (como la de sancionar la impunidad por crímenes de
golpista Martha Alvarado en la especie inverosímil y lesa humanidad) y distraer como hasta hoy a los “movi-
de rancio aliento anticomunista, que de no producirse mientos sociales” de sus propios objetivos históricos.
el golpe militar en Honduras caería “en la órbita de[l Como todo círculo que tiende a estrecharse, el
Presidente de Venezuela] Hugo Chávez” (en La Razón de la Nueva Era tiene como elegido otra vez a Bra-
del 12 de julio pasado). sil, nuevo intermediario estadounidense de conflictos
En cambio, el líder cubano Fidel Castro entre internacionales más allá de América Latina. Contra el
otros analistas mínimamente sensatos, estimó que el ilusorio neocapitalismo opositor del Estado plurina-
golpe de Estado en Honduras referido es una adverten- cional del mas, Obama entiende que antes de inculcar
cia clara a los gobiernos del alba; que aceptar la alte- militarmente la Biblia es conveniente aproximarse al
ración de procedimientos institucionales democráticos Papa, a quien acaba de visitar. La Iglesia Católica de
como efecto de dicha acción de fuerza (el adelanto de Honduras junto a empresarios de la región (véase so-
las elecciones en Honduras) o el apartamiento perma- bre Guatemala, en Los Tiempos de Cochabamba del 13
nente de la autoridad constitucional depuesta (el Presi- de julio reciente), mass media globales y desprevenidos
dente hondureño en el exilio), significaría la legitima- optimistas del multiculturalismo local que postulan a
ción virtual de otros golpes de Estado en la región. Estados Unidos como “socio”, fortalecen hoy una in-
Considerando la historia previa, si la cia pudo advertida alineación, dependiente de lo que la nueva
operar de manera encubierta durante la administración administración estadounidense llama sin imaginación
demócrata de Carter en el golpe del 17 de julio de 1980 “el lado correcto de la historia”.
12 /
Mar y política en el Pacífico
Varios de los acontecimientos de la geopolítica regional tocan de manera directa a la República de Bolivia y afectan sus intereses nacionales
permanentes. Entre ellos, tienen particular relevancia los que se acercan al complejo tejido de la relación entre los tres países del Pacífico
central suramericano: Chile, Bolivia y Perú. Este artículo se refiere a esos temas.
D
elimitación de la frontera marítima
Desde siempre, Chile y Perú han estado em-
peñados en un mismo juego diplomático. Bus-
can colocar a Bolivia de su lado en el juego de
poder del Pacífico Central.
La demanda peruana ante la Corte de La Haya
para definir el límite de la frontera marítima con Chile
es un nuevo momento de ese proceso.
El Perú dictó en 2005 una ley por la que aplica el
principio de la línea equidistante (cuyos puntos están
en la misma distancia de las costas de un país y del otro)
para medir la anchura del dominio marítimo peruano,
ya que entiende que el sistema de línea paralela res-
tringe las aguas costeras del sur del Perú y le impide
trazar las doscientas millas desde todas sus costas. Para
Chile, esa ley “no es aceptable y carece de todo efecto
jurídico para el gobierno chileno”, ya que, en su opi-
nión, Perú “desconoce unilateralmente los tratados de
delimitación marítima entre ambos países” que aplicó,
sin observación, por más de cincuenta años. Planteada
la controversia territorial marítima, el Perú formalizó
una demanda contra Chile en la Corte Internacional de
La Haya. Allí se encuentra en trámite.
Comentaristas chilenos (y el ex Presidente Frei)
han sostenido que esa demanda afectará al plantea-
miento boliviano de salida soberana por un corredor
al norte de Arica ya que, de aceptarse el planteamiento
peruano, Bolivia podría tener costa, pero no mar terri-
torial. El presidente Evo Morales y algunos comenta-
ristas bolivianos hicieron eco de esa tesis y la aceptaron,
sin mayores análisis.
Por cierto, no comparto esa apreciación. La fron-
tera territorial norte del corredor boliviano deberá ser la
actual frontera chileno-peruana, que no está en discu-
sión. La frontera marítima norte del corredor, ya sea en
línea paralela o diagonal al hito territorial de la frontera,
será el límite marítimo que defina la Corte Internacio-
nal de La Haya, que ambas partes han adelantado que
aceptarán. La jurisprudencia de la Corte de La Haya se
tendrá que aplicar para la determinación de la frontera
marítima sur del corredor y, en consecuencia, será una
línea paralela o diagonal. No puede ser de otra manera.
En el plano diplomático y político, sin embargo,
la Cancillería de Santiago trata de descargar en el Perú
la responsabilidad del fracaso de una negociación que
en realidad no comenzó, con el argumento de que esa
demanda se presentó para inviabilizar el acceso sobe-
rano de Bolivia al mar. De esa forma pone en tensión
la amistad tradicional peruano-boliviana y avanza en el
objetivo de ganar la simpatía boliviana, a costo cero.
Desde su punto de vista, es absolutamente legítimo que
persiga ese objetivo. Lo sorprendente es que lo esté
consiguiendo, por lo menos en los círculos oficiales
bolivianos.
Desde luego, la posición de Torre Tagle no es to-
talmente inocente. Perú ha hecho el mismo juego que
Chile, con variantes. Su política ha sido la de atribuir
a Chile el enclaustramiento boliviano, afirmar que le
corresponde a Chile dar el primer paso en la cesión del
corredor a Bolivia (lo que es cierto) y declarar repetidas
veces que, cuando le corresponda, no será un obstáculo
* Ex Canciller de Bolivia.
vecindario
Gustavo Fernández Saavedra*
para el acceso soberano de Bolivia al mar. De esa for-
ma, deja la carga de la prueba en Chile. Por cierto, ha
procurado mantener y ampliar la amistad con Bolivia,
actuando como si existiera una especie de alianza infor-
mal, cimentada en raíces históricas comunes.
Al mismo tiempo, ha tratado de impedir que pros-
pere cualquier negociación bilateral boliviano-chilena
que amenace esa relación especial. Por eso, cuando
Chile formalizó una propuesta a Bolivia en ocasión de
las negociaciones de Charaña, Perú se las arregló para
hacer una contrapropuesta calculada para producir el
estancamiento de las negociaciones, lo que efectiva-
mente ocurrió. Más tarde, en 2002, el presidente Tole-
do hizo ofertas imposibles de cumplir y su Embajador
en La Paz operó detrás de bambalinas para movilizar
a El Alto para que fracasara la negociación con Chile
para el establecimiento de una Zona Económica Espe-
cial en Patillos. Y, finalmente, comenzó a perfilar, en la
misma época, su demanda sobre la delimitación de la
frontera marítima con Chile.
Por cierto, lo que el Perú quiere con esos movi-
mientos es dejar en claro que no tiene intención de re-
nunciar a los que considera sus intereses históricos en
Arica. Antes o durante una negociación sobre el acceso
soberano de Bolivia al Pacífico por esa vía.
Los peligros de la confrontación política
Muchas veces se ha intentado actuar como si todos los
asuntos pendientes de la guerra hubieran quedado re-
23 de julio al 7 de agosto de 2009
sueltos y superados, más de un
siglo después del conflicto. La
frase “hay que mirar el futuro y
no detenerse en el pasado” ha
sido repetida incansablemente
especialmente en Chile. Pero
la realidad ha sido más terca. Y
los problemas han vuelto una y
otra vez. Ahora mismo es os-
tensible el enfriamiento de las
relaciones chileno-peruanas,
como consecuencia de la de-
manda de límites marítimos,
pese a la voluntad de ambos
gobiernos de avanzar en una
agenda positiva.
Alan García comenzó
su gestión con gestos auda-
ces de aproximación a Chile.
Sin duda, consideraba la aso-
ciación económica y política
con el proyecto exitoso de su
vecino del sur una pieza sus-
tantiva de su propio gobierno.
Sus políticas económicas están
calcadas en esa experiencia. Sin
embargo, la ley aprobada en
el gobierno de Toledo para la
delimitación marítima había
desencadenado un proceso que
ya no podía detener. García
trató de separar la agenda de
integración económica y po-
lítica del tratamiento jurídico
del problema en La Haya, pero no lo consiguió. Unas
declaraciones ofensivas del Comandante del Ejército
peruano terminaron por enturbiar el cuadro y las rela-
ciones se dañaron con rapidez.
No hay que olvidar que el nivel de armamentismo
y el potencial de conflicto de la zona es uno de los más
altos del continente y que es muy probable que escale a
otro nivel cuando Chile anuncie sus planes para recu-
rrir a la energía nuclear, para asegurar independencia
energética.
El grave enfrentamiento entre Bolivia y Perú, a
propósito de la agitación campesina peruana, añade
combustible a un cuadro explosivo. En las últimas se-
manas ha bajado el nivel retórico de la confrontación,
pero el solo hecho de que se hubiera producido obliga
a reflexionar con seriedad sobre lo que pasó.
Son dos visiones confrontadas. De un lado, Alan
García y su convencimiento de que los indicadores de
crecimiento y reducción de la pobreza confirman el
acierto de seguir el ejemplo chileno, de inserción plena
en la economía mundial. Del otro, Evo Morales, al que
nadie puede sacar de la cabeza que la causa de todos
los males del continente es justamente el capitalismo y
la inversión extranjera que tanto aprecia Alan García.
Pero no se trata sólo de dos visiones filosóficas dife-
rentes, sino de dos proyectos de poder regional que
ya se confrontaron antes entre Venezuela, Ecuador y
Colombia. Y que se acaban de volver a chocar en Hon-
duras. No es un juego menor, sin riesgos.
23 de julio al 7 de agosto de 2009
El hecho de que se produzca entre Bolivia y Perú,
dos países vecinos, con una larga historia de amistad,
pero también de diferencias y roces, debe ser motivo
adicional de preocupación. Lima y la costa peruana no
olvidan el intento de conformación del Estado del Sur
Peruano durante la breve experiencia de la Confedera-
ción y siempre han visto con prevención y prejuicios las
iniciativas políticas de la sierra, mucho más si se origi-
nan cerca de la frontera con Bolivia.
La política boliviana de confrontación con el Perú
no conduce a nada. Afecta de manera directa al trata-
miento de la demanda de reintegración marítima. Sólo
crea desconfianza y aumenta la resistencia peruana. Es
peligrosa. Pero, además, no producirá resultados.
El hecho es que éste no es un buen momento para
la demanda de reintegración marítima boliviana. Per-
soneros del gobierno chileno rechazaron formalmente
la posibilidad de ceder soberanía en parte alguna de su
territorio, en ocasión de un artículo de Fidel Castro.
Ningún candidato con chances reales hará otra cosa que
ratificar esa línea como política de Estado en
la campaña electoral que ya ha comenzado.
De otro lado, con Perú en abierto enfrenta-
miento político con Bolivia y distanciado de
Chile por el juicio sobre delimitación de la
frontera marítima, no hay ningún resquicio
para una negociación entre los tres países
sobre el corredor al norte de Arica. Lo malo
es que ninguno de esos conflictos es pasaje-
ro. Dejará huellas serias de desconfianza, en
el mejor de los casos.
La agenda sin exclusiones
Chile ha hecho un notable esfuerzo diplo-
mático y político (incluyendo el informe de
Unasur sobre la ocupación militar de Pando)
para crear un clima de confianza en sus rela-
ciones con Bolivia, propicio para la discusión
de todos los temas bilaterales, incluido el
tema marítimo, en la “agenda sin exclusio-
nes” que se aprobó en Algarve en 2001 (que
me correspondió encaminar como Cónsul
en Santiago), rehabilitada para el efecto.
Esa agenda incorpora la habilitación
del puerto de Antofagasta para la carga bo-
liviana, el discutible acuerdo sobre las aguas
del Silala y aspira a culminar con la reanu-
dación de vínculos diplomáticos plenos.
Por cierto, se dice que está en carpeta un
acuerdo por el que Chile cedería a Bolivia
un enclave portuario en territorio que fue
boliviano, sin soberanía.
Si la opinión pública boliviana recha-
za como insuficiente ese arreglo –como es
muy probable–, el andamiaje trabajosamente levantado
estos años estará en problemas. No faltarán razones
para esa actitud. Desde luego, la reintegración marí-
tima soberana es parte del código genético boliviano.
Pero, aun en el plano pragmático, esa concesión no
ayudaría mucho. La experiencia de los acuerdos de
Ilo, que incluían puerto administrado por empresarios
bolivianos y una zona turística, en una región próxima
a las rutas de exportación nacional, demostró que una
salida semejante tiene problemas operativos concretos,
que se multiplicarían en un puerto sin relación con los
flujos comerciales de Bolivia y sin medios de comuni-
cación apropiados.
La concesión del proyecto de Patillos al Estado
boliviano, en territorio chileno, era diferente. Se tra-
taba de un plan para viabilizar la exportación de gas
natural boliviano al mercado de Estados Unidos, a tra-
vés de una Zona Económica Especial, sujeta a la le-
gislación laboral y administrativa boliviana, en la que
una empresa boliviana construiría y operaría una plan-
ta de licuefacción de gas y plantas petroquímicas, cuyo
vecindario
transporte se debía realizar por una flota petrolera de
bandera boliviana, que partía de un puerto boliviano.
Esa compleja operación representaba un costo inicial
de seis mil millones de dólares, que se financiaba por
los inversionistas del proyecto.
Contra lo que afirmó, no era un proyecto para
vender gas a Chile sino para exportarlo a la costa de
California, aunque no cerraba esa posibilidad cuya ne-
gociación dependería de la forma en la que marcharan
las cosas.
Esos elementos perfilaban una figura jurídica
mixta, de soberanía territorial chilena con soberanía
funcional y administrativa boliviana. Por cierto, Bolivia
dejaba constancia, de manera expresa, que, al aceptar
la concesión, no renunciaba a la demanda de soberanía
plena en el Pacífico. Era más que un enclave. Podía ser
una ciudad y puerto industrial.
Y dejaba dos puertas abiertas al futuro, en la direc-
ción de la soberanía. Una la del propio Patillos. Otra,
la del corredor.
Es sabido que ese plan no funcionó, por la oposi-
ción, intervención y boicot del Perú, sumada a la opo-
sición del mas y al cálculo de los principales candidatos
de la campaña electoral del año 2002, que apostaban
a la ejecución del proyecto en sus futuros mandatos.
Y era claro que el presidente Quiroga no podía dar el
paso, por propia voluntad, en una gestión interina, de
conclusión de mandato, sin alianzas políticas y parla-
mentarias que respaldaran la decisión.
El momento de Patillos puede volver, porque el
gas sigue allí y la demanda de la costa del Pacífico cre-
cerá más. Pero eso depende de un cambio sustantivo en
la posición boliviana sobre el capital extranjero, las re-
laciones con Estados Unidos, el acceso a los mercados
mundiales. En la lógica del mas eso es muy difícil.
Arica. El imperativo de la negociación
trilateral
La historia ha probado que el único lugar en el que es
posible una vía de acceso soberano de Bolivia al Pací-
fico es en Arica.
/ 13
En un artículo anterior1, recordaba que “en esta
ciudad de la frontera, base militar, depositaria de la
memoria de Perú, Bolivia y Chile, puerto en el de-
sierto, se cruzan los intereses en conflicto de los tres
protagonistas de la Guerra del Pacífico. En el extremo
norte de esa larga franja de tierra que es Chile, a tres
horas de vuelo de Santiago, desconectado de Tacna,
nunca encontró medio de vida propio. Ensayó sin
éxito programas de industrialización, zonas francas,
planes turísticos. No se exagera en absoluto si se dice
que su existencia depende del puerto y la administra-
ción del comercio con Bolivia. Es todavía el puerto
más importante del comercio exterior boliviano en el
Pacífico, por delante de Matarani (en el Perú), An-
tofagasta e Iquique, en ese orden, pero ya detrás de
Puerto Aguirre, del otro lado del país, en la Hidrovía
de la Cuenca del Plata”.
Y una solución en Arica requiere, como lo sabe-
mos todos los bolivianos, que Chile acuerde ceder so-
beranía a Bolivia sobre un corredor y que el Perú otor-
gue su consentimiento, en los términos del
Tratado de 1929.
Mientras duró la Guerra del Pacífico
y las negociaciones de paz con el Perú, a
Chile le interesaba el planteamiento boli-
viano de soberanía sobre Arica, porque le
permitía romper la unidad de los aliados.
En las Notas Reversales de 1950 y en las
negociaciones de Charaña en 1976 estuvo
dispuesta ceder a Bolivia una franja de te-
rritorio al norte de la ciudad de Arica hasta
la frontera actual con el Perú, sin incluir
la ciudad y el Morro, convertidos en sím-
bolos innegociables de las glorias militares
chilenas. Ricardo Lagos volvió a insinuar
la posibilidad de avanzar nuevamente en
esa dirección en sus conversaciones con
Sánchez de Lozada, en 2003, aunque no
llegó a formalizar la oferta, que terminaría
de desaparecer en el enfrentamiento verbal
de Monterrey, en la época de “ni una mo-
lécula de gas” para Chile.
Por su parte, el Perú, ha resistido
siempre la entrega de Arica a Bolivia. En
los años que siguieron a la Guerra del Pa-
cífico se propuso la recuperación de las
“provincias cautivas”, cuya segregación no
aceptaba. En 1919, refiriéndose a esa de-
manda, el canciller García Salazar dijo que
“el Perú jamás consentirá en hacer deja-
ción de sus derechos sobre esos territorios,
que no está dispuesto a cederlos a ningún
precio”. En 1926, Perú desestimó la pro-
puesta del Secretario de Estado Kellogs
para ceder Tacna y Arica a Bolivia, como medio para
encontrar la paz en el Pacífico. Y en 1976, como ya se
ha dicho, presentó una propuesta que fue rechazada
por Chile.
Pero, aun así y todo, Arica es el único emplaza-
miento geográfico en el que se puede poner punto final
a la Guerra del Pacífico entre los tres países. Porque,
como Chile no está dispuesto a admitir un enclave so-
berano que rompa la continuidad geográfica de su te-
rritorio, no hay otro lugar en el que se puede conciliar
el acceso soberano de Bolivia con los intereses de Chile
y Perú.
Y con ambos tendrá que negociarse, hasta encon-
trar un acuerdo viable.
El “clima de confianza” tiene que alcanzar a los
tres actores del problema. Su destino está irremedia-
blemente unido.
Para bien o para mal.
1 Una mirada a las relaciones Chile-Bolivia-Perú. RIL Editores. Santia-
go de Chile, 2007.
14 /
1781 y 1809: poder absoluto o espíritu republicano
Hubo diferencias irreconciliables entre los principios defendidos en 1781 y 1809. En el primer caso, el rechazo al tributo, a los abusos y la
reivindicación de la propiedad de la tierra arrebatada por los colonizadores, fueron los ejes centrales del movimiento que cercó la ciudad de La
Paz. Y en el segundo, ¿qué fueron los ideólogos de Chuquisaca? Liberales. En el momento de la independencia, cuando Bolivia decidió nacer
como República, Bolívar y Sucre eran los dos más rabiosos representantes del liberalismo político.
U
no de los temas más apasionantes del desentra-
ñamiento del proceso independentista bolivia-
no es el referido a las similitudes y diferencias
entre 1781 y 1809. Los elementos que puedan
mostrar un proceso de continuidad al punto que poda-
mos vincular a uno con otro en una relación de causa
y efecto, o por el contrario, ver si se trató de procesos
distintos, aunque hayan tenido en común, lo cual está
fuera de discusión, su intención de ruptura con la Co-
rona española.
Para poder hacer una aproximación adecuada a la
cuestión, no deberíamos confundir el sentido y el en-
foque del problema. Esto es, no podemos hacer una
lectura puramente cuantitativa y de carácter exclusiva-
mente étnico en cuanto a la participación de los prota-
gonistas de cada uno de los movimientos. La discusión
no debería por ello centrarse en la participación indíge-
na en 1809 como indicador de ligazón entre uno y otro
episodio, sino fundamentalmente en las ideas que cada
uno de ellos tuvo como sustento.
Esta es una cuestión de doctrina y es sobre ella
que tendremos posibilidades de entender uno y otro
momento.
Los levantamientos del siglo xviii
El levantamiento de La Paz en 1781 fue parte de una
cadena de levantamientos que se iniciaron hacia me-
diados del siglo xviii y que no cesaron hasta la crista-
lización del proceso independentista continental en la
segunda y tercera década del siglo xix y más allá. El
primer elemento fundamental de análisis es el referido
a los móviles de esas rebeliones.
La Corona española atravesaba por entonces un
proceso de descomposición y decadencia que se refle-
jaba en la complejidad cada vez mayor de administrar
sus colonias americanas. Las necesidades económicas
del Rey llevaron además a la aplicación del mecanismo
más expedito, el aumento del tributo, especialmente
el tributo indígena, sumado al abuso frecuente, más
allá de la normativa de éste, desarrollado en lo que a
la hoy Bolivia toca, en el sur del Virreinato del Perú y
en la Audiencia de Charcas. Fue el aumento del tributo
indígena el que catapultó específicamente los grandes
levantamientos indígenas del siglo xviii y el elemento
central que explica los hechos de Cusco y La Paz. Hay
que subrayar además que si en el caso de Tupac Amaru
hubo un lazo entre indígenas, criollos y mestizos, en
el caso de La Paz el movimiento fue exclusivamente
indígena y ésta es una característica crucial para enten-
der las diferencias con el proceso de 1809 en la misma
ciudad (producido veintiocho años después). Fue ade-
más una insurrección exclusivamente aymara lo que la
diferencia también del movimiento reivindicacionista
de Amaru que reclamaba su carácter de descendiente
directo de Tupac Amaru i, el último Inca ajusticiado
por el virrey Toledo en el siglo xvi.
El rechazo al tributo, el rechazo a los abusos y,
* Periodista e historiador.
ensayo
Bicentenario
Carlos D. Mesa Gisbert*
algo muy importante, la reivindicación de la propiedad
de la tierra arrebatada por los colonizadores, fueron los
ejes centrales del movimiento que cercó la ciudad de La
Paz, uno de los acontecimientos más terribles de que
se tenga memoria en todo el periodo colonial, al punto
que la totalidad de la población de la ciudad estuvo a
punto de ser exterminada como refiere con base en do-
cumentos de primera mano la historiadora Maria Eu-
genia del Valle de Siles. Valga decir que si hubo alguna
razón que explica entre otras la derrota de Catari, fue
la absoluta orfandad de apoyo que éste vio en criollos y
mestizos, porque no había ninguna identidad entre los
postulados de los aymaras y las ideas liberales todavía
embrionarias, sino inexistentes en ese momento de la
historia en la región.
Hay que volver a insistir en que Tupac Amaru
buscaba de modo explícito y urgente el reconocimiento
de su carácter de noble por parte de Carlos iii y que en
su plan como motor de la rebelión estaba la reconstruc-
ción del poder prehispánico aunque, vale la pena no
pasarlo por alto, adaptado a las formas administrativas
virreinales, lo que incluía el mantenimiento de varios
virreyes bajo su mando en caso de que triunfase la re-
belión. El pedido directo de ese reconocimiento al rey
es un rasgo que debe recordarse para evaluar el grado
de inserción de determinados valores y jerarquías lo-
grados por España en sus colonias andinas. Interesante
también es anotar que en el momento de los levan-
tamientos de 1780 y 1781, los virreinatos del Perú y
Buenos Aires estaban separados y Charcas pertenecía
a Buenos Aires y no a Lima, pero a pesar de ello el
área de influencia de los movimientos trascendió esas
jurisdicciones dada la naturaleza de ligazón histórica,
cultural, étnica y geográfica de la región Cusco-La Paz.
A fin de cuentas, entre mediados del siglo xv y 1532
23 de julio al 7 de agosto de 2009
los incas-quechuas conquistaron y dominaron a los ay-
maras en la zona en cuestión. Esto para establecer la
naturaleza del paradójico vínculo quechua-aymara en
ese momento. Tampoco se debe olvidar, quizas por lo
anotado, las desconfianzas mutuas entre los líderes de
los movimientos rebeldes de ese periodo.
Los indígenas y la independencia
El descuartizamiento de los dos Tupac, el uno en Cus-
co y el otro en La Paz, cerró una página pero no un
proceso, y he aquí la necesidad de una precisión crucial.
Las líneas de reivindicación de los indígenas andinos
no cesó con la independencia porque ésta no dio las
respuestas adecuadas a la lógica de autoidentificación,
de concepción y de intereses de lo que estaba en juego
en el mundo indígena. Parece por ello haber mucha
más vinculación entre el cerco de La Paz y los levan-
tamientos indígenas en el periodo republicano, el más
conocido el de la Guerra Federal de 1899, que entre el
proceso de 1781 y el de 1809.
No se requiere demasiada destreza para entender
que los intereses de unos y otros eran contrapuestos.
Las reivindicaciones indígenas no eran las mismas que
las de criollos y mestizos, salvo en el deseo de todos de
liberarse del dominio de la Corona española y de llevar
adelante un camino hacia la autonomía, el autogobier-
no y, en última instancia, la independencia total.
El hecho que no puede objetarse, de que los le-
vantamiento de 1780 y 1781 influyeron de manera muy
importante para acelerar progresivamente el descon-
tento y las reivindicaciones de toda la población de la
Audiencia, no quiere decir necesariamente, y éste es el
punto central de la tesis, que unos y otros encadenaran
ideas y demandas.
¿Cuál fue la diferencia central? La respuesta más
obvia puede ser de carácter social y económico. En
efecto, fue una diferencia clave que se expresó en la in-
capacidad de la República que vendría de entender el
papel que jugaba la mayoría indígena (curiosamente, a
fines del siglo xviii Viedma calculaba sólo un 44% de
población indígena andina en la Audiencia de Charcas)
en la construcción de una nación independiente. Sí,
ese fue un rasgo diferenciador que dislocó hasta 1952
la opción de construir los valores que defendieron los
criollos y mestizos en 1809, pero desde el punto de vis-
ta de las ideas, los movimientos de Chuquisaca y La Paz
respondieron a una lógica diferente, porque se engar-
zaron de modo inequívoco con la construcción de las
ideas políticas liberales nacidas en los Estados Unidos
y Francia. Esta no es una cuestión de menor importan-
cia, es un asunto fundamental porque define la ruptura
radical con lo que había sido la curiosa convivencia en-
tre el despotismo español y la vinculación de la Corona
con el mundo indígena, que guardó unos particulares
lazos de interdependencia a través del reconocimiento
del poder de los caciques y el manejo de la encomienda
sin romper del todo estructuras jurídicas y geográficas
indígenas preexistentes, aún considerando las profun-
das reformas del virrey Toledo.
23 de julio al 7 de agosto de 2009
A principios del siglo xix estaba en plena ebulli-
ción la construcción del ideario liberal. La independen-
cia, en el caso de los patriotas de 1809, estaba entendida
no sólo como la ruptura con España y la guerra total
contra el imperio, sino como la construcción de una
sociedad basada en la destrucción del despotismo, lo
que implicaba el cuestionamiento del poder que Dios
le otorgaba al rey con el consecuente derecho de re-
presentar la soberanía del pueblo y concentrar todos
los poderes. Esta objeción estructural podría aplicarse
perfectamente tanto para el rey de España como para
el Inca. Asunto axial en toda la interpretación histórica
sobre los movimientos independentistas una vez cris-
talizados, porque está claro que las ideas contrapues-
tas entre republicanismo, monarquía y retorno a los
“orígenes” prehispánicos, estuvo viva durante todo el
proceso.
El fin de las monarquías
El liberalismo político parte de la premisa de que el
soberano es el pueblo, de que éste es el único deposi-
tario del poder con el que decidirá su propio destino y
que de manera voluntaria lo delega, pero no sólo eso,
sino que al romper la unicidad del control, dividiendo
la administración del Estado a través de la separación
de uno en tres poderes, rompe la base del autoritarismo
en el que se fundó toda la sociedad monárquica euro-
pea y toda la sociedad basada en el dominio absoluto
de los monarcas incas o aztecas, que no sólo recibían su
poder de Dios, sino que en algún caso se asumían como
la encarnación directa de la divinidad.
Entender esta premisa es inexcusable para darse
cuenta de que había diferencias irreconciliables entre
los principios defendidos en 1780-1781 y 1809. Y esto
vale en buena medida para otros levantamientos mayo-
ritariamente indígenas en el periodo entre 1781 y 1809,
el más importante el de 1811. En el ámbito de las ideas
no hay continuidad, en el de los hechos, sin duda unos
caldearon e impulsaron a los otros.
¿Qué fueron los ideólogos de Chuquisaca? Libe-
rales. Lo fueron Monteagudo, Moreno, Zudáñez, el
propio Pazos Kanki, el cura Medina, etc. La literatura
que se manejó en la Audiencia entre los intelectuales
que impulsaron los movimientos revolucionarios esta-
ba relacionada con los grandes autores del iluminismo
francés del siglo xviii y las ideas de los padres de la
nación norteamericana. No es una acaso que Pazos
Kanki haya traducido al aymara el Acta de la Indepen-
dencia de los Estados Unidos. Montesquieu, Mirebeau,
Locke, Smith, fueron autores que marcaron de modo
indeleble las ideas de los patriotas en Charcas.
A veces se confunde una cosa con la otra. La na-
turaleza de los levantamientos, especialmente el del
16 de julio de La Paz, tuvo una importante raíz po-
pular y tuvo participación explícita de los indígenas,
lo que no quiere decir que eso ligue ideológicamente
a 1781 con 1809 y tampoco que los actos heroicos y
la sangre derramada entre 1809 y 1825 culminara en
lo que esos hombres y mujeres esperaban de la lucha
por la independencia. Se debe convenir en la com-
plejidad en el tiempo, el espacio y el contexto en el
que se desarrolló la guerra que terminó con la inde-
pendencia de Bolivia, lo que nos permite desentrañar
el porqué de tantas contradicciones y sobre todo el
porqué de no resolver un dilema que sería dramático
para el futuro de la nación, el enganche entre las elites
y el mundo indígena.
El triunfo de las ideas liberales
En ese contexto las ideas liberales que se impusieron
inequívocamente en 1825 tienen diferentes vetas. La
expresada por Bolívar y Sucre, los dos más rabiosos
representantes del liberalismo político en el momento
del desenlace con la independencia total. Ambos llega-
dos desde el norte, sin conocimiento ni vivencia alguna
ensayo
de la realidad del mundo andino, especialmente en el
área mencionada Cusco-Charcas. Este no es un detalle.
Bolívar y Sucre pretendieron borrar de un plumazo una
vinculación que en el corto y mediano plazo destrui-
ría toda posibilidad de una lectura adecuada de lo que
Bolivia requería para su constitución como Estado. El
desconocimiento de los caciques y su importante papel
de intermediación, fue el hecho más dramático de esa
visión liberal. Digamos en su descargo que probable-
mente el momento histórico no permitía una respuesta
distinta en alguien de la formación de Bolívar. La otra
veta está expresada por Olañeta y lo que representa-
ba como exponente excepcional de la elite charquina.
Una concepción en la que se mezclaba la lucidez para
comprender que Charcas podía y debía ser una nación
separada de Lima y Buenos Aires, con la posibilidad de
un control total de ese espacio geográfico por el poder
político y económico de la clase que él representaba,
pero a la vez la evidencia de que las elites criollas salvo
excepciones seguían asentadas en las ideas básicas here-
dadas de la Corona, es decir, sustentar su poder sobre la
espalda indígena a través de dos mecanismos: el trabajo
y el tributo.
Bolivia como República
Pero volvamos a las ideas. Esta realidad dramática,
brutal incluso, no estaba reñida con una convicción
que nos condujo a un destino ideológico claro, la
construcción del republicanismo. Fue el nacimiento
de las ideas republicanas lo que le da un valor diferen-
ciador y especial al levantamiento de 1809. El con-
cepto se atisba muy bien en la proclama de la Junta
Tuitiva de La Paz, pero va a ser inequívoco en el Acta
de la Independencia de 1825. Lo que Bolivia decidió
ser en ese momento fue nacer como República. Repú-
blica entendida no como una forma de administración
del Estado, sino como un sistema de valores que le
daban sentido y que garantizaban la estructura sobre
la que se movería su sociedad. Esta es la cuestión fun-
damental. La República planteó el fin del despotismo,
no sólo el desconocimiento del poder usurpado por
la Corona española, sino su transformación. No se
trataba de volver al momento anterior a 1532, sino
de proyectar lo que entonces era una visión revolu-
cionaria y moderna, la desconcentración del poder, su
equilibrio y balance a través de tres poderes diferentes
coordinados pero independientes entre sí. La Repú-
/ 15
blica implicó el reconocimiento claro de la soberanía
popular delegada y la institución del voto como me-
canismo de expresión de esa voluntad (voto calificado,
es cierto, voto insuficiente, es cierto, pero lo que aquí
importa es el principio conceptual). Finalmente, la
República estableció la idea más importante de todas,
la del ciudadano, y en eso los decretos de Bolívar en
Cusco y La Paz en 1825 no dejan lugar a dudas. Ciu-
dadano entendido como un individuo con derechos y
obligaciones. El objetivo ideal era la construcción de
una sociedad entre iguales.
Esos valores, está demás decirlo, tropezaron con
una realidad que limitó sino cercenó severamente las
posibilidades de la construcción de una Nación con-
sistente. La idea absurda de que la ciudadanía podría
edificarse prescindiendo de los indígenas (cuestión
que fue afirmándose en las dos primeras décadas de la
independencia, pues al principio los textos legales del
nuevo Estado no establecían tan explícitamente esa
discriminación). El tema no es simple, porque se pue-
de ver elementos de la búsqueda de inclusión desde
1809 y aún a partir de 1825, que fueron ahogados por
la realidad de los estamentos de poder que decidieron
de modo claro el destino de racismo y discrimina-
ción en Bolivia por demasiado tiempo, pero esa es
otra historia.
Lo que buscamos demostrar es que la naturale-
za de los levantamientos de 1781 y 1809 no tiene la
ligazón que dan las ideas, la filosofía. En ese tránsito,
la idea victoriosa fue el republicanismo que se expresó
de un modo impresionante en unas pocas líneas en el
documento más importante de la Asamblea Fundadora,
que por cierto no se encuentra en el texto clásico de
la Proclama que es una conjunto de retórica bastante
hueca, sino en el decreto de 13 de agosto de 1825 en
cuyo primer artículo se establece: “El Estado del Alto
Perú se declara, en su forma de gobierno, representa-
tivo republicano”. En su artículo tercero dice: “El se
expedirá por los tres poderes Legislativo, Ejecutivo y
Judiciario, separados y divididos entre sí”. En esas po-
cas líneas está todo meridianamente claro. Bolívar esta-
ba ese día en camino del Desaguadero hacia La Paz. En
Chuquisaca estos dos artículos definieron claramente
el destino de Bolivia: una República.
Esa es la razón esencial que establece las líneas de
diferencia entre dos momentos estelares de la historia
del país: 1781 y 1809.
16 /
De la invención de tradiciones o La mesa coja, revisitada
De la misma manera que la Proclama de la Junta Tuitiva y el Acta de Fundación de la Villa de Plata perviven sólo en la cabeza de paceños
y sucrenses, subsisten todavía actitudes basadas en prejuicios y malentendidos regionalistas.
M
ucho ha sucedido en el país durante los doce
años transcurridos desde que se publicó la
primera edición de La mesa coja. Esos sucesos
han afectado de diferentes maneras al libro.
La primera parte de La mesa coja, titulada Historia
de un encono, examina el conflicto que culminó con el
enfrentamiento armado entre Sucre y La Paz, a fines
del siglo xix. Esta parte de la historia nacional, que
parecía definitivamente relegada al pasado, rebrotó con
inusitada vigencia impulsada por el planteamiento de la
Capitalidad Plena que Sucre hizo dentro de la Asam-
blea Constituyente, entre 2007 y 2008, y remozada con
el advenimiento de los bicentenarios del 25 de mayo y
del 16 de julio de 1809. El replanteamiento del tema
merece un tratamiento separado, que analice y coloque
en la perspectiva correcta esos nuevos elementos bus-
cando la interpretación adecuada de una cuestión que,
como todos nos hemos dado cuenta, no está saldada
ante la historia de Bolivia.
La segunda parte del libro, Historia de una procla-
ma, que tiene que ver con la fabricación social de la
“Proclama de la Junta Tuitiva”, también ha sido afecta-
da por los sucesos históricos, pero de otra manera. En
este caso, el paulatino proceso de apertura a la nueva
realidad social que vivimos en el país ha hecho que la
mayoría de los ciudadanos comience a aceptar –con jú-
bilo o con desgano– el derrumbe de antiguos mitos y
* Javier Mendoza Pizarro
libros
A propósito de los bicentenarios:
Javier Mendoza Pizarro*
el resquebrajamiento de verdades a
medias; así como la presencia física
y mediática de actores que nunca
antes habían tenido participación
en la vida pública del país. Todo
esto ha creado, a pesar del ambien-
te de confrontación, la aceptación
tácita del otro, aunque fuera a rega-
ñadientes; el descubrimiento sereno
de lo escondido y la relativización
de los paradigmas de la civilización
occidental dominantes que han
primado en Bolivia desde su funda-
ción. Dentro de ese nuevo contex-
to, la ola de protestas que levantó
el libro hace doce años, en La Paz,
ha quedado como algo anecdótico,
porque la historia de la “Proclama
Junta Tuitiva” es, actualmente, par-
te del espíritu de sensato reconoci-
miento de que muchas de nuestras
verdades más queridas no eran más
que consejas sin fundamento que
finalmente estamos, como nación,
revisando entre todos.
Dos proclamas
Cuando se publicó La mesa coja, en
1997, surgieron dos tipos de reac-
ciones. La de los cívicos, que res-
pondieron automáticamente con
indignación ante la ofensa hecha
a un sagrado símbolo de la paceñidad, a menudo sin
leer el libro. La otra reacción fue la de los historiadores
e historiadoras que, con más mesura y criterio cientí-
fico, han acabado aceptando la tesis central del libro
que presenta la “Proclama de la Junta Tuitiva” como un
caso propio del proceso de fabricación social, ilustra-
tivo de las mutaciones que ocurren en las representa-
ciones sociales y el imaginario colectivo, y del proceso
de “invención de la tradición” (Hobsbawm) en La Paz,
durante el siglo xix.
Un caso especial fue el de José Luis Roca, el his-
toriador beniano recientemente fallecido que publicó,
como una reacción a la La mesa coja, su libro titulado:
1809, la revolución de la Audiencia de Charcas en Chuqui-
saca y en La Paz. El autor presenta un argumento básico
contra mi libro: “En general, el tema de la proclama
es el que induce a más confusiones en todo el texto de
La mesa coja. Su autor sostiene que jamás existió, no
obstante de que la verdad (demostrada por él mismo)
es que efectivamente existió y que lo que no existe en
su versión original son unas firmas estampadas al pie
de ella.”
Con respecto a esas afirmaciones, debo aclarar
que en ningún lugar de mi libro he escrito que “jamás
hubo tal proclama” con un encabezamiento que decía
que venía de La Plata y sin firmas, como José Luis Roca
indica. Cómo podría yo hacerlo si –como él mismo in-
siste– en La mesa coja presento esa proclama en cinco
versiones ligeramente diferentes que circularon duran-
23 de julio al 7 de agosto de 2009
te los días del 16 de julio. Lo que mi libro demuestra
es que nunca existió una “Proclama de la Junta Tuitiva”
como tal, porque ella fue el resultado de un proceso
de fabricación social que duró una buena parte del si-
glo xix, hasta hacerla aparecer públicamente, en 1896,
como un documento donde figuran, calcadas, las firmas
de los integrantes de la Junta Tuitiva, y desprovisto de
su encabezamiento original.
Entonces, se puede decir que hubo dos procla-
mas: una que circuló de manera anónima diciendo que
provenía de La Plata –cuya existencia jamás he nega-
do– y otra, la “Proclama de la Junta Tuitiva”, que fue
la anterior pero despojada de su encabezamiento y con
las firmas de los miembros de la Junta Tuitiva añadidas
(entre ellas la de alguien que nunca fue miembro de la
Junta y no estuvo en La Paz el día cuando, supuesta-
mente, la Proclama fue firmada y difundida).
Lo esencial en La mesa coja es el proceso de ela-
boración social que está detrás de esa transformación.
No se trata de una falsificación pura y simple, sino de
un proceso de elaboración social paulatino, que duró
alrededor de setenta y cinco años, con la participación
de diferentes generaciones de habitantes de La Paz,
convencidos de buena fe de que se trataba de un docu-
mento que había sido difundido por la Junta Tuitiva.
La fabricación social de mitos
Tal vez, por un defecto del libro, o porque primó en
mí más el historiador que el psicólogo, ese proceso de
fabricación social de la “Proclama de la Junta Tuitiva”,
que yo consideraba que era lo más importante en La
mesa coja, quedó relegado a un segundo plano. Extra-
viada en medio de la falsificación pura y simple, la cues-
tión de la manufactura social del mito resultó ignorada
en medio del coro de protestas cívicas que se levantó
contra el libro en La Paz.
Cuando hablamos de fabricación social nos referi-
mos a transformaciones graduales en el significado y el
valor de la representación social de un documento –o
de cualquier concepto o idea– por los habitantes de una
comunidad: una proclama anónima que se convierte en
la “Proclama de la Junta Tuitiva”, en nuestro caso. El
cambio sucede en varios ámbitos y en diferentes eta-
pas. Empieza como una atribución infundada de una
proclama anónima a la Junta Tuitiva; sigue con altera-
ciones materiales en el documento en sí; y culmina con
la materialización de un nuevo documento; su difusión
pública en diferentes formas; su preservación dentro de
una urna y el grabado de su texto para la posteridad
en un bloque de granito en la plaza central de la ciu-
dad. Como parte final del proceso, el documento así
elaborado adquiere, para la historiografía, el carácter
de evidencia documental de la ocurrencia de un suceso
histórico; y, para la tradición, la condición de ícono cí-
vico fundamental en la historia de la ciudad de La Paz.
Una proclama y un acta
Similares procesos han ocurrido siempre en todas las
sociedades, generando mitos y tradiciones que respon-
den a anhelos colectivos y contienen útiles moralejas
para preservar el orden social vigente. Su revelación
23 de julio al 7 de agosto de 2009
no debería ofender a nadie, excepto a
quienes sostienen una visión estrecha
y estática de la historia. Ese proceso de
creación social a través de un documento
es más frecuente de lo que se suele pen-
sar. Una cultura como la nuestra, basada
en papelitos que cantan cuyo contenido
literal adquiere un valor especial en com-
paración con los testimonios orales y que
ha erigido la evidencia documental como
algo incuestionable, es proclive a produ-
cir esos fenómenos.
Otro caso en cuestión es la contro-
versia relacionada con la fundación de la
Villa de Plata, hoy la ciudad de Sucre,
que ha sido analizada en mi libro La duda
fecunda. En ese caso, un documento que
nunca existió, el acta de fundación de la
Villa de Plata, se imagina redactada y
firmada en el siglo xvi y posteriormente
incinerada, junto con otros papeles, en el
Archivo del Cabildo colonial de Charcas,
en 1848. La controversia sobre la fecha
y el nombre del fundador ha subsistido
hasta la actualidad. Con relación al sig-
nificado de esa cuestión escribí en La
duda fecunda: “Nuestro propósito final,
como en el caso de la Proclama de la
Junta Tuitiva paceña, no es solamente la
resolución del problema historiográfico,
sino la comprensión de los procesos de
elaboración colectiva de creencias, mitos
y leyendas que después aparecen como
verdades históricas que celebramos y
consideramos modelos y ejemplos de
comportamiento para la comunidad y, en
última instancia, el entendimiento de los caminos por
los que la vida mental de una comunidad evoluciona en
el tiempo”. En ambos casos, un documento inexisten-
te se convierte en la pieza clave de un rompecabezas
que resuelve una cuestión histórica fundamental. En el
caso de la “Proclama de la Junta Tuitiva”, la ciudad a
la que le correspondería ser la capital de Bolivia; y en
el del Acta de Fundación, el momento cuando la Villa
de Plata, hoy Sucre, comenzó a existir. Y en ambas si-
tuaciones, ninguno de los documentos existió fuera de
la imaginación de los habitantes de La Paz y Sucre, y
su vigencia histórica ha pervivido a través de los siglos,
sólo como un fenómeno mental colectivo, que respon-
de a necesidades sociales relacionadas con la impor-
tancia de engendrar y preservar íconos sagrados (en el
caso de la Proclama) y de conocer con certeza nuestro
origen (en el caso del Acta).
La materia fáctica de la historia
La develación del mito es necesaria, pero no es suficien-
te. Si la labor de una historiografía veraz es exponer los
mitos, la de la psicología es ayudar a enfrentarlos y a
vivir sin ellos, a nivel colectivo y personal. Abrumada,
tal vez, por la evidencia documental que demuestra que
nunca hubo una “Proclama de la Junta Tuitiva” que
presentó La mesa coja, la honorable alcaldesa de La Paz,
doña Gaby Candia, declaró en 1997 que si la Proclama
era falsa se iba a retirar el libro de piedra de La Pla-
za Murillo. Felizmente, eso no sucedió porque habría
sido la peor manera de enfrentar el mito. Destruyendo
la evidencia no se destruye la impostura. No hay otra
manera de hacer desaparecer la mentira que diciendo
o escribiendo la verdad. Mantener la sólida presencia
de la “Proclama de la Junta Tuitiva” labrada en granito
en la plaza principal, y hacer conocer los detalles de su
verdadera historia a los turistas y a los escolares que la
contemplan, nos hará más libres a todos en la ciudad.
Nuestra concepción de develación de un mito
histórico va un poco más lejos de la simple reinterpre-
libros
tación de los hechos históricos que hace cada genera-
ción. La conocida escritora norteamericana de origen
alemán, Hannah Arendt, en su libro Verdad y política,
escribe: “Incluso si admitimos que cada generación
tiene el derecho de escribir su propia historia, sólo
admitimos con ello que tiene el derecho de reinter-
pretar los hechos de acuerdo con su propia perspecti-
va; no admitimos el derecho de manipular la materia
fáctica misma”.
En mi opinión –más como psicólogo que como
historiador– considero que la “materia fáctica” es, a
menudo, parte del problema y ha sido siempre una ilu-
sión ideológica pensar que todos estamos de acuerdo
en qué es lo que pasó y cómo sucedió. La “Proclama
de la Junta Tuitiva” y el Acta de Fundación de la Villa
de Plata constituyen, precisamente, dos casos donde la
supuesta “materia fáctica”, es decir, la existencia misma
de un documento, es lo que está en discusión.
Con los mitos de por medio
De la misma manera que la Proclama de la Junta Tuitiva
y el Acta de Fundación de la Villa de Plata perviven sólo
en la cabeza de paceños y sucrenses, subsisten todavía
actitudes basadas en prejuicios y malentendidos regiona-
listas. Una anécdota ayuda a ilustrar lo que quiero decir.
En los meses de octubre y noviembre de 2008, la Aca-
demia Boliviana de la Historia organizó dos coloquios
sobre los sucesos revolucionarios de 1809; uno en La
Paz y el mismo en Sucre. Fui invitado a presentar una
ponencia, que titulé: 1809: un solo acto en dos movimientos.
Leí un trabajo donde hice un esfuerzo para presentar la
evidencia documental que muestra las conexiones entre
el 25 de mayo y el 16 de julio, que exigía, como conclu-
sión, ver los dos movimientos como un solo esfuerzo re-
volucionario. Cuando leí la ponencia en La Paz, ciertos
activistas cívicos criticaron mi exposición, acusándome
de estar parcializado con Sucre y añadiendo, como un
nuevo elemento de su reclamo, ataques a Capitalidad
Plena demandada por Sucre en el último tiempo. La
/ 17
cuestión no pasó a mayores, porque el
auditorio, que estaba compuesto por his-
toriadores y estudiantes de historia, des-
aprobó la actitud de esas personas. Unas
semanas más tarde, leí el mismo trabajo
en Sucre y, entonces, no faltaron algunos
asistentes al acto que me reclamaron por
estar a favor de los paceños. Era, exacta-
mente, el mismo texto; lo que demuestra
que los reclamos de un lado y otro sólo se
pueden atribuir a la actitud prejuiciada de
los oyentes.
Una nueva visión
de la proclama
En contra de esas actitudes, quisiera
ofrecer un punto de vista de la procla-
ma –la verdadera, la que escribieron los
doctores de Charcas e hicieron circular
de manera anónima– que contribuya a
superar las visiones prejuiciosas y regio-
nalistas de ambos lados.
Lo primero es comprender que esa
proclama fue el resultado del espíritu in-
fundido dentro de la Academia Carolina
a un grupo selecto de revolucionarios;
que fue una verdadera “escuela de diri-
gentes para la Independencia’” –más de
sesenta, según nuestra cuenta– que escri-
bieron (en La Plata) y difundieron (en La
Paz), anónimamente, la proclama. Ocho
de los diez miembros de la Junta Tuiti-
va eran doctores de Charcas y, sabiendo
que en ello se les iba la vida, no podían
haber hecho circular el documento con
sus firmas.
Confirmando la previsión que tomaron sus au-
tores, aquella proclama no aparece en el proceso le-
vantado por Goyeneche porque no podía servir como
prueba acusatoria contra nadie. Pero, en La Paz, sin
duda se sospechaba que aquellos abogados de Char-
cas, que organizaron y dirigían la Junta Tuitiva, eran
los únicos que podían estar detrás de aquel documento
bellamente escrito que circulaba anónimamente. De
esa manera, la fabricación social –como sucede en mu-
chos casos– sólo vino a confirmar, años después, lo que
sería en esos días un secreto a voces que circulaba en
las calles de la ciudad y fue la base de una tradición
local. Lo fundamental es que aquella proclama resulta
ser evidencia indiscutible de la relación que hubo entre
los sucesos de La Plata y La Paz, a través de la partici-
pación de los doctores de Charcas. Es, en realidad, el
eslabón documental que conecta incuestionablemente
a los dos movimientos. Escrita por Bernardo Montea-
gudo, en La Plata; o por José Antonio Medina, en Si-
casica; transportada por Mariano Michel –o tal vez por
el inusitado mensajero que fue el Quitacapas– y dis-
tribuida por Juan Manuel Mercado, fue una auténtica
creación colectiva que impone la consiguiente deman-
da historiográfica de describir, entender e interpretar
lo ocurrido en 1809 como “un solo acto en dos movi-
mientos”. Aquí surge la moraleja final de la historia de
la proclama que fue enviada desde La Plata a La Paz, y
atribuida después a la Junta Tuitiva, llegó a dividir a las
dos ciudades durante el siglo xix y hace doce años con
la publicación de La mesa coja. Actualmente, a pesar de
encontrarnos con dos bicentenarios conmemorados de
espaldas uno del otro, creemos que la proclama anó-
nima –la auténtica– podría más bien unificarnos en el
reconocimiento de la entereza revolucionaria de una
generación de altoperuanos que, en La Plata y La Paz,
fueron capaces de imaginar un mundo libre para los
americanos y luchar para conseguirlo.
Pampajasi, junio de 2009
18 /
“No esperemos que el tiempo machuque nuestra memoria”
Aporte de Mojos a la independencia nacional
(1802-1810)
Los acontecimientos históricos ocurridos durante 200 años en todo el territorio de Abya Yala nos deben llevar a la reflexión para encontrar
la unidad de América Latina, y por sobre todo, fortalecer la unidad del Estado Plurinacional boliviano que emerge en el siglo xxi. Las
celebraciones no debe ser aisladas, como en su propia isla, recordando a todos los hombres y mujeres que ofrendaron su vidas para que hoy
nosotros disfrutemos de la libertad.
A
ntecedentes
Cuando el espíritu de la Revolución
Francesa (1789-1799) llegó a Abya
Yala, éste se propagó por todo su
territorio. Charcas y Moxos no fueron la
excepción; desde aquel año los mojeños al
ver distante el anhelo de la libertad optan
por la lucha armada para recuperar la dig-
nidad; esta fuerza autonomista emerge de
los cien años de oro vividos con los misio-
neros jesuitas, quienes los educaron para
la oración, la paz, la armonía, la cultura, el
arte, pero sobre todo educados para vivir
en libertad. Durante ocho largos años
(1802-1810) se sucedieron las primeras
sublevaciones indígenas en la provincia
Mojos (hoy departamento del Beni), pro-
tagonizados por caciques (líderes religio-
sos), quienes tenían conocimiento de lo
que sucedía en las cuatro provincias de Charcas, porque
las noticias llegaban rápidamente a todos los rincones a
través de los veloces chasquis y remeros mojeños.
Recreemos las acciones más importantes realizadas
por los protomártires mojeños: “El 14 de diciembre de
1792, por tensiones con los curas, el Gobernador Miguel
Zamora y Treviño, que era coronel de los ejércitos rea-
les quien se presentó (en San Pedro) acompañado de su
esposa […] Zamora prohibió a los nativos vestir como
los españoles así como tener propiedades y los obliga-
ba a cazar tigres con riesgo de sus vidas, para vender las
pieles en un comercio ilícito con los portugueses de la
Fortaleza Príncipe da Beira” (Voz de Marbán 2006, p. 6).
Transcurrieron varios años y la situación de los indígenas
fue empeorando con la presencia del Gobernador Zamo-
ra y Treviño; por tal motivo fue expulsado del territorio
mojeño por el valiente Cacique “Exále Calixiana Juan
Maraza”: El estado de injusticia vino a crear un clima de
hostilidad entre los mojeños contra las autoridades […]
secuestrado el equipaje de Zamora consistente en 50 baú-
les, porque se resistía a abandonar la capital San Pedro,
prácticamente fue expulsado, por cuanto hubo de ir tras
sus cargamentos. Era el año 1802, dirigió la operación
del traslado Juan Maraza (Carvalho Urey 2005, p. 30)
Paralelamente a Juan Maraza, en la parcialidad
de la ex Misión de la Santísima Trinidad de Moxos,
surgió el Cacique Pedro Ignacio Muiba Teco, quien
hablaba varios idiomas entre ellos el castellano, como
líder tenía conocimiento de las revoluciones de Fran-
cia y Estados Unidos de Norteamérica, también des-
confiaba de las contradicciones existentes entre los
Virreinatos de Lima y Buenos Aires, sabía a cabalidad
la situación de la Península Ibérica. Con todo este ba-
gaje de conocimiento, y ante la expoliación brutal que
* Vicepresidente de la Sociedad Beniana de Escritores.
historia
Juan Carlos Crespo Avaroma*
sufrían sus hermanos mojeños, éste toma la iniciativa
organizándolos para la defensa de su dignidad, y recu-
perar la libertad forjada junto a los hijos de Iñigo. En
las crónicas de la época se registra lo siguiente: “Desde
1804 se comenzó a hablar en las pampas mojeñas de las
correrías de Pedro Ignacio Muiba, llegando las quejas
hasta el mismo Virreinato de Buenos Aires, habiendo
ordenado el Virrey Marqués de Sobremonte, el 26 de
mayo de 1804, el arresto de Muiba para evitar nuevos
disturbios” (Carvalho Urey 2005, p. 39).
Un año después, en la primera Misión Jesuítica de
Loreto, donde tuvo lugar el nacimiento de la “Iglesia
Católica Mojeña”, sucedió lo siguiente: “Etanislao Ti-
lila en 1805, como cacique de Loreto, rechazó a Andrés
Urquieta, nuevo administrador de Loreto, replicando
en forma contundente cuando manifestó que era re-
presentante del Gobernador […] ¿Qué gobernador?
El cacique Juan Maraza es el Gobernador de Moxos,
como clara protesta contra el gobierno real en Moxos,
lo que le valió un periodo de destierro de su Misión”
(Voz de Marbán 2006 p. 6).
Al mismo tiempo, en la cuidad de Nuestra Seño-
ra de La Paz descollaba el personaje más importante
de la revolución paceña, don Pedro Domingo Murillo
(abogado) que “en 1805 fue parte de un grupo que
conspiró contra el Gobierno español, pero fue des-
cubierto y llevado a juicio” (La Prensa, 2009, páginas
coleccionables Nº 1).
Entretanto, en el mismo año que se daban los he-
chos en Mojos, Simón Bolívar, en el monte Aventino
(Monte Sacro) de Roma, soñaba en voz alta la libera-
ción de su pueblo: “Juro delante de usted, juro por el
Dios de mis padres, juro por ellos; juro por mi honor y
juro por la patria, que no daré descanso a mi brazo ni re-
poso a mi alma hasta que haya roto las cadenas que nos
oprimen por voluntad del poder español” (15 de agosto
23 de julio al 7 de agosto de 2009
de 1805) (Loayza Beltrán 1979, p. 22). Así
soñaba Bolívar lejos de Mojos, mientras
que en ese mismo año en Loreto, la suble-
vación indígena tomaba cuerpo, más aún
con la llegada del nuevo gobernador quien
venía a poner orden a la provincia; “el
nuevo Gobernador Pedro Pablo Urquijo,
llegado a Loreto el 8 de octubre de 1805,
temeroso desde su ingreso a la acción de
los nativos, dispensó un trato especial a
Juan Maraza […] Uno de los primeros ac-
tos del Gobernador Urquijo fue atraer a
Juan Maraza, ganándoselo como su aliado
en contra de su clase. […] Maraza venía
haciéndose notar desde tiempo atrás por
su índole inquieta e irascible” (Carvalho
Urey 2005, pp. 36, 37, 38).
Mientras tanto, más al norte del con-
tinente, “después de tres años de peregrina-
ción por el viejo mundo, Simón Bolívar llegaba a Caracas
a fines del año 1806” (Loayza Beltrán 1979, p. 22).
Años después en el Alto Perú se venían realizando
las revoluciones patrióticas: “Entre las más tempranas
están la revolución de Chuquisaca, en mayo de 1809,
y el levantamiento de La Paz, en julio del mismo año”
(Mesa Gisbert 2007, p. 246).
Movimientos independentistas
en América Latina
Sucedió también que “el 10 de agosto de 1809 se pro-
duce un levantamiento autonomista en la Real Audien-
cia de Quito (Ecuador), los patriotas obtienen el apoyo
de las tropas locales y aprisionan a los miembros del
gobierno español. Se crea una Junta de Gobierno” (La
Prensa: páginas coleccionables, “El grito libertario se
extendió hacia otras latitudes”).
Cuenta mi profesor de historia y filosofía, Carlos
Loayza Beltrán: “El 18 de abril de 1810 llegaron a Ca-
racas, procedentes de España, los señores Conde Dn.
Carlos Montúfar y Capitán de Fragata Dn. Antonio
Villavicencio, con el objeto de hacer conocer la nue-
va Constitución del Consejo de Regencia de Cádiz, y
asimismo a cumplir la misión que traían, el primero de
pacificar el Reino de Quito, y el segundo el Virreinato
de la Nueva Granada. Entrevistados estos caballeros
por los patriotas Bolívar, Sojo y Montilla, contaron la
verdadera situación de la Península […] Teniendo co-
nocimiento de la situación de España, los insurrectos,
a la cabeza de Bolívar, Sojo y Montilla, se reunieron
un día después, el 19 de abril de 1810, de la que nació
la junta revolucionaria” (Loayza Beltrán 1979, p. 28).
El grito libertario se extendió hacia otras latitudes; por
ejemplo, “el 25 de mayo de 1810 en Buenos Aires la
Revolución logra deponer al virrey Baltasar Hidalgo
de Cisneros y establece la primera Junta de Gobier-
23 de julio al 7 de agosto de 2009 historia / 19

no, presidido por Cornelio Saavedra”. “El 20 de julio
de 1810, sublevaciones en Santa Fe de Bogotá. Se crea
una forma de gobierno entre los criollos y españoles”.
“México, 16 de septiembre de 1810, el cura Miguel
Hidalgo y Costilla y otras personalidades incitan a la
población de Dolores a levantarse contra las autori-
dades del Virreinato de la Nueva España”. “Santiago
de Chile, 18 de septiembre de 1810, hay cabildo y se
establece la primera Junta Nacional de Gobierno” (La
Prensa 2009: páginas coleccionables N° 1).
Sublevaciones en la Real Audiencia
de Charcas
Todos estos sucesos llegaron rápidamente a Charcas, y
se propagó en todas las intendencias de su jurisdicción,
pero fue en el mes de la primavera que la libertad flore-
ció en la Llajta: “En Cochabamba, el 14 de septiembre
de 1810, Ribero proclama la causa de la independencia;
se forma una junta de guerra y se llama a cabildo abier-
to el cual declara su adhesión al gobierno de Buenos
Aires”. “Santa Cruz también llama a cabildo abierto el
24 de septiembre de 1810 y se forma una junta inte-
grada por el presbítero Salvatierra y el doctor Vicente
Seoane (Mesa Gisbert 2007, p. 252).
Paralelamente, en Moxos las tensiones entre las
órdenes que daban los gobernadores y las contraorde-
nes de los caciques indígenas eran cada vez más fre-
cuentes; la expoliación al mojeño era más cruenta, “se
observaba ya malestar en la población indígena que
siempre había respirado el aire de la libertad, ese
derecho de participar en la vida política y fiscalizar a
sus gobernantes como los habían educado los jesuitas
en la vida misional […] esta situación peligrosa y la re-
sistencia de los curas a cumplir algunas de sus medidas
hicieron pensar a Urquijo, el gobernador, en un regre-
so a España y, en septiembre de 1810, dispuso que su
familia fuera conducida a Santa Cruz, pensando aban-
donar él en seguida la provincia de Moxos. Al saber los
loretanos del cautiverio del rey español, Fernando vii,
por los franceses, determinaron que si no tienen rey,
la autoridad del Gobernador desaparece y se negaron
a seguir remando (primera huelga de brazos caídos),
como un acto de rebelión producto de ese malestar
que cada día era más sensible y hacía esperar nuevos
acontecimientos (Voz de Marbán 2006, p. 6). Un mes
después de la decisión de Urquijo de partir hacia Espa-
ña, en Loreto –primera Misión católica en Moxos– se
deja escuchar el grito libertario de los indígenas moje-
ños, el primero de la época y de América del Sur, como
era de esperar. El cacique loretano José Bopi, “precur-
sor de la Libertad Americana en Moxos”, declara el go-
bierno autónomo indígena de Loreto. En ese feliz día
bajaron la bandera de Castilla, el célebre 28 de octubre
de 1810, y se dieron gobierno propio, desconociendo la
autoridad del administrador. Loreto se había constitui-
do en el primer pueblo mojeño en desligarse del des-
potismo español. Manuel Delgadillo los denunció de
resuelta y clara desobediencia al Gobernador, así como
a un grupo de Itonamas que se encontraba en Loreto,
porque ya nadie se sacrificaria remando para
el gobernador (Voz de Marbán 2006, p. 6).
Primer gobierno indígena autónomo
en Charcas
Veintitrés días después de la declaración de gobierno au-
tónomo de Loreto, el Gobernador Pedro Pablo Urquijo
le dirige una nota a José Bopi: “El 21 de noviembre les
dirige una nota, pero Delgadillo, administrador de Lo-
reto, refiere en sus respuesta que José Bopi, aliado con
Muiba, ha privado de intérprete a los curas y dice: “Yo
soy el que aquí manda y a nadie tengo miedo pues soy
valiente y estoy en mi pueblo que nadie debe mandar
en mi pueblo sino yo, cacique fuerte, yo soy adminis-
trador y también gobernador” (Voz de Marbán 2006, p.
6). Doce días más tarde, en la ex Misión de la Santísima
Trinidad de Moxos, la rebelión ya estaba echada y el 10
de noviembre de 1810, José Bopi, Gobernador de Lore-
to, llega a Trinidad al llamado del cacique trinitario; la
esposa de Bopi, Petrona Tilila, “compartiendo el ideal
libertario con su consorte, en su casa equipó a los loreta-
nos que acompañaron a Bopi al llamado de Muiba” (Voz
de Marbán 2006, p. 6); cuando todos los convocados por
Muiba estuvieron presentes en Trinidad: “El gobernador
bajó desde la Casa Real donde se hallaba con pistola y es-
copeta en mano en unión de los Eclesiásticos don Pedro
José Parada, don Felipe Santiago Cortés y don Francisco
Rocha, curas de San Pedro, San Xavier y Trinidad más el
administrador don Diego Crespo a contener el alboroto.
Les habló de Dios, la religión y el rey y cuando oyeron
esto último le respondieron: mentira, no hay rey
el rey está muerto”. (Voz de Marbán 2006, p. 6).
Seguidamente, el líder y cacique trinitario Pedro Ignacio
Muiba Teco, que a través de: “Cartas venidas desde La
Audiencia de Charcas de los revolucionarios, le hicieron
saber del pronunciamiento del 25 de mayo de 1809, y
cuando los gobernadores de Moxos recrudecían su des-
potismo y feroz tiranía contra los nativos, expoliándolos
en todo sentido, es cuando a Pedro Ignacio Muiba se le
presenta la oportunidad de revelarse y en la plaza pú-
blica de la Segunda Misión Jesuítica, Trinidad expresa
públicamente en su idioma materno: “Viti viuriyórepo
tajíchyore to iyvonipiríchu, to móteji vye’evokpo navo-
nipirichu no ‘chósionini eto nakichojrü’i no españoróno
= “Nosotros seremos libres por nuestro propio mandato.
Las tierras son nuestras por mandato de nuestros ante-
pasados, a quienes los españoles les quitaron” (Carvalho
Urey, 2005, p. 48).
Trinidad, entonces fue gobernada por sus propios
hijos, dirigidos por Pedro Ignacio Muiba y los Jueces,
Corregidores, Tenientes y Alférez que componían el
Cabildo. Igual ocurrió en Loreto, con la conducción
de Bopi. Los indios eran libres como los primeros mo-
jeños catequizados por jesuitas, se dieron un gobierno
en la que participaba todo el pueblo, pero sin pater-
nalismo […] El 12 de enero de 1811 derrotan a los
rebeldes y toman prisionero al valeroso Cacique José
Bopi y a varios Jueces (Carvalho Urey, 2005, pp. 54,
57). Cuatro meses después de los sucesos, un persona-
je de los cambios en Charcas se pronunciaba el 20 de
marzo de 1811, escribía Juan José Castelli desde Co-
chabamba: “El gobierno de Mojos se halla con absoluta
independencia y ha acaecido en él los más sangrientos
sucesos entre varias fracciones de indios, en los que
seguramente no ha influido otro principio que el de
no haberles oficiado oportunamente para el reconoci-
miento jurado y sucesión a La Exma. Junta de Buenos
Aires. Lo pongo en noticias de VS. en recuerdo de sus
deberes y con el designio de que a la brevedad mayor
tome las disposiciones convenientes y libre las órdenes
al efecto” (Carvalho Urey, 2005, p. 70)
Los acontecimientos históricos realizados durante
200 años en todo el territorio Abya Yala nos deben lle-
var a la reflexión para encontrar la unidad de América
Latina, y por sobre todo, fortalecer la unidad del Estado
Plurinacional boliviano que emerge en el siglo xxi. Las
celebraciones no debe ser aisladas, como en su propia
isla, sino que todos los latinoamericanos celebremos la
independencia total de Abya Yala, recordando a todos
los hombres y mujeres que ofrendaron su vidas para
que hoy nosotros disfrutemos de la libertad. Viva Boli-
via, en sus 200 años de libertad.

Migrantes: La Paz en ese día

Mauricio Souza Crespo

V
i por primera vez La Paz la tarde del seis de noviembre de 1986, luego
de un demoledor viaje de 22 horas en el que fui avanzando poco a poco
en camiones que transportaban papas, bolsas de alimento balanceado
y cajas de detergente. Ya no recuerdo muy bien qué esperaba, pero sé
que, mal acostumbrado a mitomanías literarias, tenía en mente textos diversos:
el “Felipe Delgado” de Sáenz, sin duda; las memorables descripciones del Alti-
plano que cerca la ciudad inscritas en una novela de Uzín Fernández (“El ocaso
de Orión”), la poesía de Guillermo Bedregal e, indirectamente, la de Cerruto.
Doce años de residencia en Santa Cruz, sin embargo, me habían hecho un es-
céptico en materia de mitos urbanos: el “mojón con cara” y “la virgen de las siete
calles”, gloriosos puntales del Olimpo cruceño, me sabían a deslucidos inventos
de una clase intelectual de tercera categoría intentando fabricar laboriosamente
y sin mucho material el discurso de la cruceñidad. Por eso, cuando el último
camión me dejó en la Ceja convertido en un fantasma cubierto de pies a cabeza
por el polvillo blanco que sudaban esas enormes bolsas de comida para pollos,
tenía toda la intención de no dejarme envolver por ningún entusiasmo prestado.
Luego de deambular un poco por las calles a mano, tomé un minubús. Ese fue
el principio de un residencia de siete años (interrumpida luego por 15 en otra
parte y reiniciada el año pasado).
Mientras leía el pasado fin de semana más de un docena de comentarios y
reportajes a propósito de la ciudad, no dejé de pensar en aquella mi primera tarde
en La Paz. El mantra de muchos homenajes periodísticos es simple: esta es una
ciudad dificil, a veces un pequeño infierno. Quizá ese pesimismo, que en nosotros
es casi un acto reflejo, sea justificado, pero rendido ya a mi propia mitología, no
puedo abandonar una certeza que no he dejado de revisitar ritualmente a lo largo
de más de veinte años: La Paz es una ciudad difícil pero hermosa, generosamente
hermosa. Es decir: todavía tengo el entusiasmo de camba medio agringado que
cree descubrir algo nuevo cada vez que se pierde caminando en la que considera
la ciudad más hermosa del mundo.
Esa tarde de noviembre el minibús me dejó en la Pérez Velasco. Subí lenta-
mente y preguntando mil veces hasta la calle Indaburo. Di finalmente con un viejo
caserón, casi en ruinas, en el que el Bolívar alojaba a media docena de futbolistas
del interior que se estaban “probando en la Academia”. Un mediocampista primo
de un amigo (a su vez mediohermano de Platini Sánchez) me subalquiló un pe-
queño cuarto sin ventanas. Al día siguiente, unos minutos después de las seis de la
mañana, el rumor me despertó: salí para ver caer y tocar el primer granizo de mi
vida. Años después, frente a esta computadora, es justo que regrese a esa mañana
recordando el hielo.
20 /
La Amazonia pandina amenazada
De concretarse la translocación de más de 2.500 familias al departamento de Pando no sólo se provocaría que muchas especies y algunas
botánicas aún no conocidas desaparezcan, y también que numerosos animales, tanto mamíferos como peces, aves y reptiles principalmente,
sucumban ante la voracidad de los nuevos habitantes.
E
l departamento de Pando cuenta con una su-
perficie de 63.827 km2 y representa solamente
el 5,8% del territorio nacional. Según el Censo
2001, posee una población de 52.525 habitantes,
aunque esa cifra actualmente es mayor. Biológicamente
está considerado como territorio “megadiverso” por la
gran variedad tanto de flora como de fauna que posee.
Los bosques de tierras firmes son dominados por plantas
de castaña, siringa, palmares y árboles de finas made-
ras como la mara, el roble, el cedro, el palo maría, entre
otras muchas y algunas especies que son aún descono-
cidas para la ciencia. Asociados a estos tupidos montes,
viven una gran diversidad de animales donde los grandes
mamíferos –en particular de primates– y aves son los
predominantes, y los ríos contienen ricas comunidades
de peces. En tal sentido, esa región se convierte para los
científicos y para los amantes de la naturaleza en algo así
como el “Edén de la Amazonia boliviana”.
Ecológicamente, el departamento de Pando es una
muestra abierta de la biodiversidad que posee el Amazo-
nas en su fracción Sur y se convierte en el último reducto
de conservación de numerosas especies que en los países
vecinos de Brasil y del Perú ya se han extinguido por la
fuerte carga humana a la cual han sido expuestas. Por otra
parte, son muy pocos y en pequeñas locaciones los estu-
dios de evaluación biológica que se han realizado. Pese a
todas estas limitantes, se sabe que muchas de las especies
que se encuentran en Pando son raras o se hallan en pe-
ligro de extinción en otros lugares de la Amazonia o son
endémicas (que sólo viven) en Bolivia, o ambas cosas. Pero
ecología
Carlos Capriles Farfán*
aún hay más; la mayoría de todas las especies que habitan
en el departamento de Pando no se repiten o habitan otro
lugar de nuestro territorio; por eso, es importante conocer
y proteger este patrimonio natural que generosamente la
naturaleza le proporcionó a nuestro país.
Originarios y colonizadores
Desde siempre, el departamento de Pando fue un territo-
rio poco poblado y casi nada disturbado, aunque se cono-
ce que antes de la llegada de los españoles ya los jefes incas
Yahuar Huacaj en el siglo xiii y posteriormente Huyana
Cápac envió a Hurcu Huaranca con 10.000 hombres a
conquistar esas ubérrimas tierras, pero fueron repelidos
por los diversos grupos originarios amazónicos, según
apunta Gracilazo de la Vega en su libro Comentarios Reales.
Posteriormente, con la llegada de los españoles las expedi-
ciones fueron numerosas, buscado el Reino de El Dorado
y el Gran Paitití, donde encontrarían grandes riquezas,
pero las plagas y las diferentes enfermedades los hicieron
retroceder. Con la llegada de la Revolución Industrial
y el auge de la goma a finales del siglo xix y principios
del siglo xx el territorio del norte del país nuevamente
tuvo que albergar una gran cantidad de colonos y nuevos
residentes que se dedicaron a la siringa, los mismos que
utilizaron a los animales y plantas del monte para cubrir
sus mínimas necesidades vitales.
Durante la década de los años setenta se persiguió
como nunca a los animales y muchos sucumbieron ante
los cazadores de pieles, que tenían buen precio en los
mercados internacionales. También los gobernantes
de entonces dotaron de tierras a pocas
personas del lugar y a muchas que ni si-
quiera conocían sus nuevos predios. Asi-
mismo, se dieron concesiones forestales
y se realizaron prospecciones sísmicas en
busca de nuevos pozos petroleros. En las
últimas décadas, la rápida expansión de las
actividades madereras, combinadas con la
deforestación de grandes extensiones de
bosques destinadas a implementar campos
para la ganadería y así promover una in-
cipiente industria en este rubro, amenazó
seriamente a la gran riqueza biológica de
Pando y fue notable el daño ocasionado a
esas inmensas selvas prístinas y a la fauna
en su conjunto al desmontar los bosques.
Una gran biodiversidad
Contrariamente, ese increíble territorio sa-
biamente fue dotado para que vivan otros
seres vivientes (plantas, palmeras, orquídeas,
aves, mariposas y animales diversos, tanto
vertebrados como invertebrados). Todo eso
sin llegar a contar hongos, helechos brome-
lias y frutos tropicales. Pese a no contar con
inventarios actualizados, podemos afirmar
que sus inmensos bosques albergan a más
de 2.000 diferentes especies de plantas vas-
culares, incluidas 600 especies de aves que
representan el 42% de las que habitan en
nuestro territorio; mamíferos que se re-
gistran en más de 120 especies, siendo los
monos con más de 15 especies los más re-
23 de julio al 7 de agosto de 2009
levantes, por lo que Pando se convierte en el área de ma-
yor concentración de primates del mundo. De la misma
manera, es considerablemente alto el número de especies
de anfibios, reptiles y peces, a los cuales hay que realizar
mayores inventarios para actualizar los datos. De esa gran
diversidad de especies, varias se encuentran en peligro de
extinción o ya se han extinguido en otros sitios.
Colonos nuevos, riesgos imprevisibles
Hoy, lejos de que el actual gobierno plantee una políti-
ca seria de conservación de esos únicos y maravillosos
recursos naturales que bien podrían ser utilizados en
programas y proyectos de desarrollo sostenible como el
aprovechamiento de la almendra, de los frutos del mon-
te y de potencializar programas de ecoturismo, se piensa
en la translocación de más de 2.500 familias de nuevos
colonos que llegarán solamente a destruir el monte y
aprovecharse de las proteínas de los animales silvestres,
como lo hicieron antes en otros lugares.
Son numerosos los ejemplos de traslados de cam-
pesinos de un lugar a otro; recordemos dos experiencias
deplorables para la fauna y la flora. En 1985 la relocali-
zación de mineros a los nuevos asentamientos de Yucu-
mo-Rurrenabaque ocasionó trastornos ecológicos irre-
versibles a una zona reconocida por la unesco como
Reserva de la Biosfera. Actualmente, el uso tradicional
de la tierra cambió de función; de forestal se volvió
“agrícola” a pequeña escala, y la tierra también cambió
de dueños. Los campesinos lograron sobrevivir gracias
al movimiento que se presenta el centro turístico de Ru-
rrenabaque y el Madidi, donde pueden vender sus pro-
ductos. Para el bosque fue fatal esa experiencia: se devas-
taron inmensos montes maderables y la fauna sucumbió
mortalmente ante el nuevo propietario de la tierra, que
tenía que satisfacer sus necesidades proteínicas, por lo
que muchas especies se extinguieron en ese lugar.
La poca visión ecologista y la falta de estrategias de
defensa de los recursos naturales que tiene el gobierno,
puede llegar a ser fatal para Pando. De concretar esta
medida provocaría no solamente que muchas especies
y algunas botánicas no conocidas aún desaparezcan,
y también que numerosos animales, tanto mamíferos
como peces, aves y reptiles principalmente, sucumbirán
ante la voracidad de los nuevos colonos. Hasta ahora, el
Gobierno no ha planteado cómo contrarrestará el tre-
mendo golpe negativo que ocasionará al medio ambien-
te. En los tiempos presentes, cuando se realiza un fuerte
impacto a un determinado territorio, se lo compensa
con la preservación de un área el triple de la extensión
del territorio que ha sido afectado. Para que las autori-
dades empeñadas en este proyecto depredador entien-
dan mejor, se tendría que compensar dicho propósito
con la creación de varias Áreas Protegidas, funcionando
con una administración, programas de investigación y
protección y mínimo que cuente con un cuerpo de guar-
dafaunas que garantice la conservación de las especies de
fauna y flora que habitan el lugar y así poder dejar a los
nietos de nuestros nietos lo que nuestros abuelos defen-
dieron y cuidaron para que nosotros disfrutemos y no lo
hagamos desaparecer en un santiamén por una medida
política absurda, depredadora y mal planificada.
* Escritor y naturalista.
23 de julio al 7 de agosto de 2009
“La transparencia en la industria extractiva
es cada día más importante”
Nueva Crónica dialogó con el antropólogo peruano Carlos Monge, representante en América Latina del Revenue Watch Institut de
Nueva York, sobre la transparencia en la toma de decisiones en los sectores de minería, gas y petróleo.
¿ Qué nos puede decir sobre la industria extrac-
tiva y la transparencia en América Latina?
Históricamente lo que tenemos en América Lati-
na es la minería, e incluso como dato colonial la
minería ha sido una actividad bajo control de las élites
que se ha manejado con un enorme nivel de corrupción
en la relación entre estas élites y el Estado tanto en el
sentido de cómo estas élites adquirieron el privilegio de
ser las que controlaban esa actividad como en el sentido
de qué cosa es lo que esas elites devolvían al Estado.
Es una historia severa de corrupción que terminó
alimentando grandes fortunas privadas y generando
grandes situaciones de corrupción, de quiebre institucio-
nal y de pobreza. No es coincidencia que en la historia
de la minería en América Latina se cumpla casi al detalle
esta teoría de la maldición de los recursos naturales.
Las zonas más ricas en minería históricamente
han terminado siendo las zonas naturalmente más po-
bres de esos países mineros; en Bolivia y en Perú eso
es clarísimo.
La historia del petróleo es una historia, naturalmen-
te, más reciente. No hay un antecedente colonial, porque
es un fenómeno muy moderno, pero que no se libra de
esta situación en la manera en que se explota. Quizá la
diferencia es que en el petróleo casi nunca han habido
capitales nativos; siempre ha sido una historia de capitales
internacionales, y las negociaciones siempre han sido co-
rruptas, en el sentido de haber sido realizadas de espaldas
a la gente, con pocos beneficios para el país, aunque sí
para los funcionarios de los países. Se negocia con enor-
mes beneficios para las empresas que firmaron esos con-
tratos y ahora sabemos, aunque antes no se le prestaba
mucha atención, que dejan enormes daños ambientales.
Esa es la historia, y contra esa historia es que emer-
ge esta confluencia de activistas que vienen de derechos
humanos, de la lucha anticorrupción y que encuentran
en las luchas extractivas un campo fértil de acción.
¿Cuáles son en tiempos de crisis las recomenda-
ciones que el Revenue Watch Institut ofrece a las
naciones ricas en recursos naturales?
No solamente en tiempos de crisis; a veces los proble-
mas se generan más en tiempos de abundancia, y lo
que hemos visto es que la idea de la maldición de los
recursos funciona más y sus efectos son peores a veces
en términos de abundancia, porque hay mucho más di-
nero en juego, la corrupción es más grande, el nivel de
dependencia de los países respecto de una sola fuente
de rentas incrementa, y en épocas de bonanza minera o
petrolera son los momentos en que además se colapsan
otras actividades productivas.
Hay este asunto de la “enfermedad holandesa”,
porque los ingresos que generan estas industrias ex-
tractivas en época de bonanza generan la ilusión de
que en realidad un país no tiene que producir, porque
puede comprarlo todo es la España del siglo xvii que
terminó su ciclo como el país más pobre, más corrupto
y más atrasado de Europa.
Ahora, en términos generales, la primera reco-
mendación del Revenue Watch Institut ha sido que al
ampliar la transparencia uno disminuye los márgenes
de la corrupción. No es que los elimine, sino que hace
más difícil la corrupción mientras más información se
aldea global / 21
tenga sobre la mesa, y segundo, que la
disponibilidad de información permite
una mayor participación ciudadana y una
participación informada y con conoci-
miento de causa en los debates de política
pública, y normalmente decisiones de po-
lítica, que son más consultadas, que son
hechas de manera más abierta, tienden a
ser más sensatas, porque se ven obligadas
a tomar en cuenta distintos intereses, de
distintos actores en lugar de ser decisio-
nes impuestas por un grupo de interés
contra todos los demás.
Ahora, el Revenue Watch Institut ha
construido su identidad y su trabajo for-
taleciendo capacidades en la sociedad ci-
vil en este tema. Transparentar el flujo de
recursos que genera el sector extractivo.
¿Cuánto dinero entra al Estado?, y este
dinero, ¿cómo se reparte?, ¿cómo se usa?
Sin embargo, en el último año y medio
Revenue Watch ha buscado ampliar los
campos de acción manteniendo la misma
aproximación que es el derecho del ciu-
dadano a saber qué pasa con cosas que
son suyas, finalmente. Se ha ampliado la
definición de la batalla por la transparen-
cia para incluir en un extremo la decisión
de extraer o no extraer.
El tema no es solamente aceptar que hay indus- Además, la decisión de relanzar ypfb coloca a una
trias extractivas y, a partir de ahí, hacerlo más trans- empresa estatal a controlar toda la cadena de valor des-
parente, incluso decir: el ciudadano tiene el derecho a de la exploración, explotación, refinamiento, distribu-
saber sobre la base de qué información se decide, a qué ción, hasta la comercialización y venta, por lo que se
país le conviene extraer ese mineral o ese pozo petrole- constituye en un Estado que tiene tanto el punto de vis-
ro, porque en muchos casos al único al que le conviene ta de lo que se llama el toma, la parte que le toca de la
es a la empresa que lo va a extraer, pero el daño que se renta, pero que además tiene presencia que apunta a ser
hace a otros recursos, por ejemplo a un área protegida dominante, aunque no lo sea aún. El proyecto apunta a
o a un hot spot de biodiversidad o a una zona donde hay ser dominante en toda la cadena de valor y es un Estado
poblaciones indígenas no contactadas o en aislamiento que se expone a problemas graves de corrupción, por-
voluntario, el daño que se hace puede ser mayor que que así son las cosas: mientras uno más controla y tiene
el beneficio que ese yacimiento en 15 ó 20 años va a más, está expuesto a que hayan casos de corrupción. De
dejarle al país. Y en el otro extremo es igualmente im- hecho los hubo y de hecho han sido gravísimos y han
portante que la población tenga acceso a la informa- involucrado no a personas de tercera o cuarta categoría
ción verídica y oportuna, sobre cuáles son finalmente sino a la segunda persona con más poder en el régimen,
los impactos del costo en el desarrollo. el segundo en el partido, que fue el presidente del Se-
Esta aproximación basada en el derecho ciudadano nado, el presidente de ypfb en ese momento, y por esa
a la información se ha extendido de la cosa estrictamen- razón un Estado que interviene tanto en la economía
te fiscal en un extremo a la decisión original de extraer, tiene que ser tanto o más transparente.
y en el otro extremo al análisis del impacto último de la Esa es una razón, pero la otra es que éste es
actividad extractiva. un régimen político que ha hecho de la denuncia
de la corrupción de los anteriores gobiernos una
¿Por qué considera que la transparencia es un reto
ineludible en Bolivia? parte absolutamente vital de su capital político,
Es un reto ineludible en todas partes, y en este país es y si algo no puede perder, por la propia salud del
un reto particularmente importante porque Bolivia ha régimen y la propia salud del proceso de cam-
producido una renegociación masiva de los contratos, bio, y para que se mantenga y se reproduzca la
ha producido una nacionalización muy significativa de legitimidad de una nueva élite que, finalmente,
las rentas de los hidrocarburos y de la minería, lo cual rompe con una suerte de etapa colonial sobre el
ha colocado casi todo el poder en manos del Estado y
mundo indígena y su capacidad de gobernar. La
ha hecho que la parte de la renta que queda en manos
de la administración pública sea enormemente mayor transparencia le es vital a este gobierno más que
que cualquier otra cosa que todos los anteriores gobier- a los anteriores, que no hacían de eso su bandera
nos juntos hubieran administrado. principal ni su razón de ser.
22 /
Hospital obrero: entre cómo y qué decir
Por lo pronto, habría que decir que vale la pena verla y no sólo porque sea boliviana: es mejor que muchas.
Mis reparos a Hospital obrero tienen que ver con lo que dice, que es poco y conocido.
U
no: Dos películas de ficción en sala, otras dos
que ya se anuncian: sin duda el 2009 no será uno
de esos (frecuentes) malos años para el cine boli-
viano. Es más: de alguna manera, el espacio que
ocupa Hospital obrero, opera prima de Germán Monje,
es quizá el que parecen delimitar los próximos estrenos:
Zona Sur de Juan Carlos Valdivia y la colectiva Rojo, ama-
rillo y verde de Bouloq/Bastani/Bellot. En el primer caso,
el adelanto deja entrever lo que puede ser (y, de hecho,
lo es) uno de los caminos del cine boliviano: la solvencia
visual de cuasi-brochure publicitario (al estilo de Ameri-
can Visa) no impide la obviedad y el lugar común (que son
más bien problemas de guión). En el segundo adelanto (el
de Rojo, amarillo y verde) descubrimos una posibilidad: de
repente, quién sabe, acaso el cine boliviano deje de ilus-
trar historias mejor o peor contadas y busque verdaderas
epifanías, de esas que encarnan en la imagen y sonido (y
no en lo que éstos quieren ilustrar). Pero me adelanto y
desvarío hablando de películas que no he visto.
Dos: La que sí he visto es Hospital obrero. Por lo
pronto, habría que decir que vale la pena verla y no sólo
porque sea boliviana: es mejor que muchas. De paso,
deja sospechar los esfuerzos de una nueva generación
(si es que la hay), que ya no es la de Marcos Loayza y
Valdivia. El cine boliviano puede ser asfixiante en más
de un sentido: aunque bulliciosos, los que hacen cine
acá son pocos y conocidos, que circulan y rotan. En
Hospital obrero, para variar, hay otra gente, que lo hace
bien y que, acaso, empiece, con esta y otras mejores
cintas, a decir algo.
Tres: Hospital obrero tiene la estructura de una casi
inmóvil película de carretera anclada en el cuarto de un
cine
Ocho y medio
Mauricio Souza Crespo
hospital. Es decir: un grupo de personajes de orígenes
convenientemente diversos coinciden en el espacio li-
mitado o límite de un hospital. El resultado, como en
las clásicas road movies, es una serie de viñetas, anéc-
dotas y encuentros que van configurando el retrato de
los personajes y su educación sentimental. Se podría, en
la valoración de este esfuerzo, ser diligente: enumerar
aquello que, en la película, funciona y lo que no. Decir,
por ejemplo, que en general la fotografía de Daniela
Cajías es notable; que el uso de los espacios (en el Hos-
pital y fuera de él) de una sobriedad lírica inusual en
nuestro cine; o que la película logra sostener un ritmo
que es a la vez un tono (algo que tampoco es frecuente
entre nosotros). También se podría mencionar aquello
que no funciona: algunas actuaciones (en contraste con
la de Soledad Ardaya, que sí funciona muy bien), no
pocos diálogos, a veces la música. Y que la narración
no-cronológica de sus breves historias, con sus lazos y
nudos, no acaba siempre bien parada, pese a las insis-
tentes alusiones a la metáfora del rompecabezas (una
excepción: la historia de cierre, la mejor trazada).
Cuatro: Se dice que un cine propio nos permite
vernos reflejados en la pantalla grande (que, en pala-
bras de Pedro Susz, es nomás la pantalla ajena). A ve-
ces, como en el caso de American Visa o Los andes no
creen en Dios, ese valor es perseguido literalmente: lo
que se dice es irrelevante (por su simplicidad ideológica
o narrativa) y lo que acaso cuenta es que veamos esta o
aquella imagen de la ciudad o Bolivia o los Andes o un
tren. Como cualquiera, disfruto inmensamente de esas
imágenes. Pero lo que me dice ese cine boliviano rara
vez me interesa, conmueve, intriga o ilumina.
Cinco: Mis reparos a Hospital obrero
tienen que ver con lo que dice, que es poco y
conocido. Para empezar, tengo la sospecha
de que desde Mi socio no podemos despo-
jarnos de la idea de representar un “espacio
nacional” poniendo en contacto, como en
los chistes, un repertorio de personajes “re-
presentativos”: el colla, el camba, el viejo, el
joven, etc. Y no ayuda que esos personajes
sean estereotipos, clichés: el bohemio auto-
destructivo y “loco”, el gordo bonachón (y
poeta) que une al grupo, el camba exótico,
el viejito que abre la pila de mitomanías
nostálgicas, etc. A ese repertorio de tipos,
Hospital obrero añade uno de reciente cuño:
el sabio joven aymara que, en la ciudad, nos
conecta con la autenticidad rural.
Seis: Si la idea es que nos veamos en
la pantalla grande, no ayuda que el didac-
tismo, la necesidad de explicarnos, roce a
momentos un impulso turístico. Un ejem-
plo: una larga secuencia reconstruye, en la
película, la escapada de dos de sus persona-
jes hacia un barrio paceño. Allí, los perso-
najes participan en la “entrada” del barrio,
bailan, se emborrachan, se conocen. Esto,
que podría haber funcionado muy bien sin
mayores explicaciones, es pautado por diá-
logos en los que el colla le va “informando”
23 de julio al 7 de agosto de 2009
al camba qué es qué (“este barrio es bla, bla”, “este baile
es bla, bla”, etc.).
Siete: Vuelvo a pensar por qué el modelo de “in-
tegración nacional” que sugieren algunas películas (no
sólo en Bolivia) no me conmueve (y más bien me mo-
lesta en su suave sentimentalismo). Tiene que ver con
aquello que hoy está más de moda que nunca: repetir
que estamos divididos y que debemos unirnos. El ori-
gen melodramático de esta idea radica en su convicción
de que la boliviana es “una gran familia” en la que co-
llas, cambas y chapacos, pese a sus diferencias y si se
conocieran realmente (y tuvieran un buen líder-padre),
vivirían en solidaridad y armonía, aprendiendo de las
idiosincrasias del otro. Lo cual, claro, oculta lo real en
esas divisiones (que no son sólo regionales sino, sobre
todo, de clase) y que no se absuelven “dialogando” o
“conociéndonos”, y cuya violencia es institucional. Por
otra parte, eso de “unirnos” está bien para una canción,
pues la pregunta relevante es siempre en torno a qué
hacerlo. La certeza de que el conflicto es, a priori, des-
tructivo es una vieja convicción reaccionaria.
Ocho: En la ficcionalización de lo cotidiano, elu-
dir la violencia es una elección. Si pensamos, sólo para
nombrar a alguien, en cineastas como el argentino Pablo
Trapero (Munduo grúa o El bonaerense), lo que se explora
es eso: una cotidianidad marcada por la inminencia de
violencias diversas. Pero ese no es el camino o elección
de Hospital obrero: pese a los espacios que retrata u ocupa
(y hay pocas violencias mayores en Bolivia que ser pobre
y tener que ir a un hospital), pese a la “marginalidad”
de sus personajes, pese al estilo visual a veces duro de la
cinta, Monje prefiere elaborar, con todo derecho, una
especie de comedia light, algo sentimental, en la que los
hombres deambulan exponiéndose al mundo sin mayo-
res fricciones, sin violencia, sin roce, sin aprendizaje.
Y ½: El adelanto de Rojo, amarillo y verde me dejó
intrigado, entre otras cosas porque es una sola toma:
una joven, con las piernas abiertas sobre el mesón de un
baño público, recibe las embestidas (¿violentas? ¿amo-
rosas?) de un amante, también joven. Largamente, en-
tre los espasmos del sexo, aparecen en el rostro de la
mujer los espasmos de otra cosa: el dolor, la derrota, la
melancolía quizá.
* Periodista y catedrático universitario.
23 de julio al 7 de agosto de 2009
Tensiones irresueltas: Bolivia,
pasado y presente
John Crabtree,
George Gray Molina y
Laurence Whitehead (eds.)
Plural editores / Colección Sociedad
Quince reconocidos investigado-
res (politólogos, sociólogos, his-
toriadores) abordan en este tomo,
desde diversos flancos temáticos
y posiciones políticas, el siempre
movedizo e interesante territorio
de la realidad boliviana contempo-
ránea y sus conexiones con nuestra
historia “larga” y “corta”. En pala-
bras de uno de los editores, John
Crabtree: el análisis de los sucesos
contemporáneos está sujeto a peligros.
Es imposible saber cómo futuras ge-
neraciones juzgarán la importancia
de los hechos que ocurren hoy en el
país, así como fue imposible para quie-
nes vivieron la Revolución de 1952
percibir el significado global que esos
acontecimientos tendrían. El resultado
de los cambios de ahora dependerá en
gran medida de cómo se resuelvan las
tensiones irresueltas en Bolivia. Sea
cual fuere el resultado del gobierno de
Evo Morales, es posible que las futuras
generaciones vean en éste un impor-
tante punto de inflexión, como lo fue
1952.
Enfoques de desarrollo
territorial y rural
cides
Plural editores-cides /
Colección Desarrollo
Tomo que es el resultado de un
seminario internacional sobre el
desarrollo rural organizado por
el Postgrado en Ciencias del De-
sarrollo de la umsa (cides). El
libro reúne las ponencias presen-
tadas en ese seminario, así como
una transcripción del debate que
tales ponencias suscitaron. En tér-
minos generales, el libro refleja un
cambio o enriquecimiento de lo
que, por muchos años, fueron las
posturas o posiciones de rigor en
esta área. Es decir, a los clásicos (y
cuasi trans-institucionales) enfo-
ques desarrollistas, economicistas
y tecnológicos del tema del desa-
rrollo rural, este libro contrapone
una serie de ponencias en las que
la noción de “territorio” excede
su simple impronta geográfica y,
más bien, convoca consideraciones
históricas, culturales y políticas. El
libro, por otra parte, registra una
variedad de enfoques: desde los
teóricos hasta aquellos que se acer-
can a la problemática desde una
experiencia concreta.
libros
La mesa coja: Historia de la
Proclama de la Junta Tuitiva
del 16 de julio de 1809
Javier Mendoza Pizarro
Plural editores / Colección Historia
Tercera edición del polémico y ce-
lebrado clásico sobre la “invención
de una tradición”: en este caso, la
de una inexistente, según la pro-
puesta e investigación de Javier
Mendoza, “Proclama de la Junta
Tuitiva”. Lo que si existió –afirma
el autor- fue una proclama anóni-
ma, redactada en Sucre, que luego,
en un lento y fascinante proceso de
construcción de la tradición, fue
atribuida a la Junta Tuitiva. En su
momento (1997), este texto gene-
ró una larga y tendida serie de res-
puestas, reclamos, denuncias. Hoy,
su vocación polémica es una llama
que todavía no se ha apagado.
Para esta edición, Mendoza
ha elaborado un nuevo Prólogo en
el que resume la pertinencia que su
libro adquiere a la luz de nuestra
historia reciente: los debates por la
capitalidad plena de Sucre, con su
secuela de violencia, y un clima ge-
neral que Mendoza describe como
marcado por el “derrumbe de anti-
guos mitos y el resquebrajamiento
de verdades a medias”.
Figuras del destino: Aristóteles,
Freud y Lacan o el encuentro
de lo real
Danielle Eleb
Manantial / [En Librerías Plural]
Una de las herencias de Jacques
Lacan, el psicoanalista francés, es
el haber provocado algo que sólo se
dejaba entrever en Freud: la lectura
de la filosofía desde el psicoanálisis.
O habría que decir: la violación de
la filosofía. En este tomo, un viejo
tópico filosófico, el destino, es re-
leído desde un noción que el último
Lacan exploraría obsesivamente: lo
real, aquello que (a diferencia de la
“realidad”) resiste nuestros esfuer-
zos de representación, y que, cual
trauma, permanece siempre como
esa ominosa inminencia de una re-
velación que no se produce.
Al final de su prólogo al tex-
to de Eleb, Alain Badiou (quizá el
único filósofo francés vivo del que
se puede sospechar cierta grandeza)
intenta una valoración: Este texto
propone a su lector el entrelazamiento
de una experiencia y la solidez de una
lógica. Este dispositivo nos instruye de
una manera que podíamos calificar de
fraternal. Vemos con claridad y, por
añadidura, sentimos placer.
/ 23
Prisión y muerte de Atahuallpa:
Una tragedia de equivocaciones
Francisco Cajías de la Vega
Gente Común-Carrera de Literatura
(umsa) / [En Librerías Plural]
Pocos meses antes de su muerte,
Francisco Cajías de la Vega entregó
el manuscrito de su tesis de licencia-
tura a la Carrera de Literatura de la
umsa. Ese manuscrito es este libro:
el guión literario para un largome-
traje de ficción (y el ensayo acadé-
mico que lo acompaña) sobre la
“Prisión y muerte de Atahuallpa”.
“Dueño de una de las ternuras
más indecibles”, dice de Francisco
Cajías el autor del prólogo del li-
bro, Juan Carlos Orihuela. Que no
es sino una forma de nombrar la
empatía que en dos de sus formas -
el rigor y la imaginación- caracteri-
zan esta escritura. Orihuela lo dice
mejor: este es un texto que viene
de vigilias constantes ante los incon-
mensurables laberintos del mito, de la
oralidad, de lo nunca dicho, de lo que
pudo haber ocurrido en aquellos días
inciertos, de aquella historia presumi-
ble que se hilvanó en forma de intui-
ciones, premoniciones, acertijos, señales
celestes, signos y sensaciones, de aquel
suceso brumoso que determinaría tan
significativamente, hasta hoy, nuestra
conciencia de americanos y bolivianos.
24 / 23 de julio al 7 de agosto de 2009

La otra orilla Sabino Pinto, artista invitado

Moral laica Sabino Pinto: hechizo de luna

Robert Louis Stevenson (1850-1894)
S
abino Pinto Escóbar (Cochabamba, 1955),
conocido sobre todo por su trabajo como

E
l alma reclama honor, no fama; an- fotógrafo, reúne en la serie de obras al pastel
hela ser noble, no tener éxito; ser “Hechizo de luna” diversas variaciones sobre
buena, no próspera; desea ser respe- un motivo común: la luna, la noche. Entre figurati-
table esencialmente, no externamen- vas y oníricas, estas imágenes se acercan siempre a
te. ¿Pide tu alma ganancia? ¿Pide dinero? cierta estilización gráfico-decorativa.
¿Pide la aprobación del rebaño indiferente? Pinto Escóbar ha realizado 25 exposiciones in-
Yo creo que no. Por mi parte, necesito poco dividuales y ha participado en 26 colectivas. Ha ga-
dinero, espero; y no deseo ser respetable en nado varios premios por sus trabajos fotográficos.
absoluto, sino bueno. Transcribimos algunos comentarios dejados por los concurrentes a la exposi-
(…) La visión que un hombre tiene del ción de su serie “Hechizos de luna”.
universo es principalmente la visión de la so-
ciedad civilizada en la que vive. Otros hom- Sabino: A manera de una rosa de la que diste sus pétalos místicos –cae naciendo
bres y mujeres son tan rotunda e íntimamente hacia arriba–, tus modestas obras de amor nos comprometen con el espíritu viviente
palpables a su percepción, que se interponen universal. Jallalla.
entre él y todo lo demás; a sus ojos, son más Freddy Saavedra
grandes que el sol, los oye más claramente
que al trueno, con ellos, por ellos y para ellos, El artista ha logrado transportar el espíritu de quien especta la obra; edifica y
ha de vivir y morir. Por eso, las leyes que atañen a su relación con su prójimo, transforma el estado del alma a un estado de quietud y serenidad. Felicidades, sus
aunque sean meramente rutinarias y criaturas de una sola generación, están más pinturas son arte y son magia pura.
evidente y continuamente ante él, que las que le enlazan al sistema eterno de las Claudio Gonzales
cosas, le apoyan en su honesto caminar sobre esta bola que gira, o mantienen la
llama de su vida física. Y así, es el dinero lo que primero destaca en el conjunto de Las interpretaciones que emergen
sus reflexiones y lo que tan poderosamente afecta a sus decisiones. Porque nuestra de tu espíritu, en formas y colores de
sociedad está construida con dinero como argamasa; el dinero está presente en singular movimiento, expresan un con-
cada momento de cualquier circunstancia; se le podría llamar la atmósfera social, tenido del mundo superior que vives.
porque, en sociedad, sólo por él los hombres continúan viviendo y únicamente a Eres un ejemplo y una muestra de lo
través de él o de la suerte se influyen o se ponen en contacto unos con otros. que puede ser el hombre, puro espíritu
(…) Mas el dinero es sólo un medio; se necesita un hombre para usarlo. con valores. Gracias por enseñarme tu
El hombre rico puede ir donde guste, pero tal vez no halle contento en ningún pasión.
lugar. Puede comprar una biblioteca o recorrer el mundo entero, pero quizá no Fernando Valdivieso
tenga paciencia para leer ni inteligencia para ver. La mesa puede estar repleta
y faltar el apetito; la cartera puede estar llena y el corazón vacío. Puede haber Muchas felicidades. Tu trabajo es
ganado el mundo y haberse perdido; y con toda su fortuna a su alrededor, en una bellísimo, te conecta contigo mismo, con
gran casa con tierras amplias y hermosas, puede tener una vida tan despojada tus sueños, y de alguna manera, “te lle-
como la de un andrajoso peón caminero. Sin apetito, sin aspiraciones, carente va mas allá” de lo que te imaginas. Pude
de sensibilidad, sin un deseo o esperanza, ahí, en su gran mansión se sienta y se percibir una sencillez admirable y una
mira los dedos. Tal vez sea un destino más afortunado tener un gusto por colec- profundidad mágica en lo que haces.
cionar conchas que nacer millonario. Aunque no haya que despreciar ninguna,
siempre es mejor política aprender a desarrollar una afición que conseguir mil Yhazmine
libras (esterlinas); pues el dinero pronto se habrá gastado, o quizás no sientas
alegría alguna en gastarlo; pero tu afición permanece intacta y se renueva siem- Su obra me ayudó a superar un momento muy difícil de mi vida… Gracias por
pre. Llegar a ser botánico, geólogo, filósofo social, anticuario o artista, supone no permitir que me cayeran más lágrimas de los ojos (la pintura “Encanto de Luna”,
aumentar las posesiones personales en el universo en un grado incalculablemen- es hermosa) pero no supera a la niña que pintó. Cuando la ví, me ví a mí misma: frá-
te superior, y gracias a una propiedad mucho más segura, que comprar una finca gil, pero al mismo tiempo, con la fuerza suficiente para levantarme. Gracias.
de muchos acres. Tenías tal vez dos mil libras al año antes de esa operación tras
ella quizás recaudes dos mil quinientas. Eso representa tu ganancia, en este caso. Katty Martinez
Mas en el otro, has rasgado un velo que ocultaba sentido y belleza. El ciego ha
aprendido a ver. El prisionero ha abierto una ventana en su celda y contempla Buscando en Internet
ahora lugares encantadores; nunca será otra vez el prisionero que fue; puede
ver las nubes y las flotantes estaciones, barcos en el río, viajeros en el camino y www.ceades.com www.mercadoenergia.com
las estrellas en la noche; ¡feliz prisionero, sus ojos han roto la cárcel! Y el que Centro de Estudios Aplicados a los De- Portal para quienes toman decisiones, in-
ha aprendido a amar un arte o una ciencia, sabiamente ha atesorado riquezas rechos Económicos, Sociales y Cultu- cluye electricidad, hidrocarburos, eco­no­
anticipándose a posibles días de abundancia; si la prosperidad llega, no entrará rales incluye en su portal derechos de mía, tecnologías de información, mine-
pobre en su herencia, no dormitará olvidándose a sí mismo al amparo del dine- los pueblos indígenas, industrias ex- ría, biodiesel, mercado y energía, eventos
ro, ni pasará sus horas contando vanos tesoros, sino que se levantará y se pondrá tractivas, manejo forestal, organismos y cursos, artículos.
a la labor; poseerá el verdadero poder de la alquimia, que no es el de Midas sino multilaterales, publicaciones, tribuna y
el que convierte el dinero muerto en satisfacción y alegría viva. être et pas archivos. www.pactomundial.org
avoir –ser, no tener– ese es el problema de la vida.
(…) El dinero no sólo ha de ser gastado; también ha de ser ganado. No es www.educar.org El Pacto Mundial es una iniciativa inter-
una mera conveniencia o necesidad de la vida social; es la moneda con la que la Un espacio de expresión e interacción nacional propuesta por Naciones Unidas,
sociedad retribuye sus honorarios al hombre individual. Y desde este ángulo, la entre educadores, estudiantes y perso- y su objetivo es conseguir un compromiso
cuestión del dinero tiene una aplicación y alcance muy distintos. Porque ningún nas de toda Iberoamérica para compar- voluntario de las entidades en responsabi-
hombre puede ser honesto sin trabajar. tir experiencias, solicitar y recibir ayuda, lidad social, por medio de la implantación
intercambiar opiniones, formular pro- de diez principios basados en derechos
Cf. Robert Louis Stevenson (2002), en Moral laica, pp. 50-56. yectos y coordinar acciones conjuntas y humanos, laborales, medioambientales y
colaboraciones. de lucha contra la corrupción.