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DISERTACIN SABATINA

Qu afn el mo de culpa necesitar


pues mi ego y mis impulsos
no he sabido conciliar.

Heme aqu otra vez, entre la espada y la pared,


concentrando vano esfuerzo
en contener mi estupidaz.

Porque mis palabras hieren,


hieren gente que yo quiero,
sin pretenderlo eso hacen desde hace tanto tiempo.

Y es que la desesperacin me orilla,


me aprieta, me domina,
se posesiona de mi cuerpo y nada puedo hacer.

Ms al fin ya reconozco uno ms de mis defectos,


otro que a la larga lista incluyo
a este tonto manifiesto.

No es falta de humildad,
tampoco cosa de soberbia,
es que falla esta, mi terca voluntad.

Porque he de declarar que no tengo pretensiones


fuera de ser quien soy
sin esconderme en los rincones.

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