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CATORCE

En tropel mi mano encendida


el cielo iba tocando, subiendo al celeste.
Mi alma querida iba buscando
una solucin en lejanas huestes,
y mientras la mirada perdida
el cuerpo solitario iba errando.

Llegu al umbral oscuro y fro,


a la guarida donde habita El Jergas,
dispuesto a entrar a las entraas de la tierra
que con un dejo un tanto sombro
me invitaban a entrar y sumergirme en ellas,
ir al Mictln que se enconde entre la sierra.

Di un paso y otro y otro ms,


y despus corr sintindo que sobre mi cabeza
se derrumbaban las paredes de la cueva,
el tnel se cerraba, impenetrable, atrs
y delante una luz blanquecina me daba entereza
que al final de esa gruta encontrara vida nueva.

Escap al fin del subterrneo recorrido,


mis ojos se elevaron al cielo,
de mi pecho escap un espectral suspiro
ms contuve el aliento ante lo desconocido:
esa tierra elevada, cubierta toda de hielo,
nieve cayendo del cielo, charcos azules como zafiro.

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