el cielo iba tocando, subiendo al celeste. Mi alma querida iba buscando una solucin en lejanas huestes, y mientras la mirada perdida el cuerpo solitario iba errando.
Llegu al umbral oscuro y fro,
a la guarida donde habita El Jergas, dispuesto a entrar a las entraas de la tierra que con un dejo un tanto sombro me invitaban a entrar y sumergirme en ellas, ir al Mictln que se enconde entre la sierra.
Di un paso y otro y otro ms,
y despus corr sintindo que sobre mi cabeza se derrumbaban las paredes de la cueva, el tnel se cerraba, impenetrable, atrs y delante una luz blanquecina me daba entereza que al final de esa gruta encontrara vida nueva.
Escap al fin del subterrneo recorrido,
mis ojos se elevaron al cielo, de mi pecho escap un espectral suspiro ms contuve el aliento ante lo desconocido: esa tierra elevada, cubierta toda de hielo, nieve cayendo del cielo, charcos azules como zafiro.