El acto de dar nombre a las cosas no puede tomarse a la ligera;
tiene consecuencias LEX GRIJELMO 2 NOV 2014 - 00:00 CET EnviarImprimirGuardar
Aristoteles y Confucio relacionaban la verdad con la esencia del lenguaje. Para
ellos debia darse una correspondencia entre la realidad y lo que se nombraba. Cuando le preguntaron al maestro Confucio acerca de la primera medida que habria de tomarse para ordenar el Estado, respondio: Lo primero que hace falta es la rectificacion de los nombres. Si los nombres no son correctos, las palabras no se ajustaran a lo que representan, y si las palabras no se ajustan a lo que representan, las tareas no se llevaran a cabo, y el pueblo no sabra como obrar.
El acto de dar nombre a las cosas no puede tomarse a la ligera. Si alquilamos un
cuarto en una pension y lo llamamos hotel, tarde o temprano pediremos el desayuno en la cama; y si alquilamos una habitacion de hotel y la denominamos pensin, en algn momento nos parecer excesivo el precio por noche. Pruebe usted a referirse cada dia como tartana a su propio auto, vera como le entran unos deseos tremendos de comprarse otro. Y note el distinto olor que percibe si mira una axila o si ve un sobaco, aun siendo la misma cosa.
El poder sugestivo de las palabras tiene consecuencias. La Caja de Ahorros de
Madrid se convirtio durante los aos ochenta en Caja de Madrid, hurtando al viejo nombre el concepto de los ahorros. Despus, en 1988, se abrevio en Cajamadrid. Y ms tarde, en 2010, se evaporar tambin de sus letreros todo rastro del vocablo caja. Una nueva palabra, Bankia, completara el proceso y representara asi a una entidad distinta de la primigenia, que ya se habia alejado a su vez del sentido original (Montepio o Monte de piedad, denominaciones mas evocadoras del objetivo con el que se fundaron esas instituciones). Llegaron luego las fusiones frias, los financieros expertos, los logotipos nuevos. Pero ah dentro seguan los mismos ahorros. ()