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SeIS La contrataci6n colectiva en México Héctor Barba institucién juridica mas noble en nuestro derecho colectivo del trabajo es la de la contratacién co- lectiva. Para abordar esta materia debo analizarla y caracterizarla, asi como incidir en el estudio de su gigantesca desviacién, que constituye la mas grave contradiccién entre el derecho y los hechos en nuestro mundo del trabajo, y, por supuesto, debo también proponer las reformas idéneas a la legislacién para perfeccionarla. En esa perspectiva trataré de explicar brevemente el origen de esa instituci6n en México e intentaré sistematizar por temas lo fundamentalmente relacionado con celebracién o firma y depésito, contenido y alcances, revisi6n, titularidad, 123 terminacién, contrato-ley y sanciones. Para ello, analizaré el entorno legal vigente, las desviaciones HECTOR BARBA 124 existentes, principalmente los llamados “contratos colectivos de proteccién” y otras; y plantearé las propuestas necesarias de reforma legislativa para rescatar a la contratacién colectiva del pantano de corrupciones e inoperancias en que se ahoga. 1. Breves antecedentes legislativos de la contratacion colectiva Esta pequena colaboracion no pretende ser un estudio doctrina- rio porque su objetivo fundamental, a partir de la valoracién de la legislacién vigente y de su aplicacién, es “proponer el contenido y los cambios deseables y posibles al marco normativo del tra- bajo”, como bien lo acot6 el doctor Alfonso Bouzas. Consecuente- mente, el tema sera abordado sucintamente y sélo para encuadrar adecuadamente este estudio. Histdricamente, conviene sefalar que en el ambito legis- lativo mexicano los antecedentes de la institucion de Ja contra- tacién colectiva provienen de diversos paises europeos y que ésta se introdujo a nuestro orden juridico desde 1906 con el Re- glamento para las Faébricas de Hilados y Tejidos de algodén de Puebla, que, por cierto, dio lugar al conflicto prerrevolucionario de Rio Blanco como consecuencia de un laudo adverso del pre- sidente Porfirio Diaz, como lo destaca el maestro Néstor de Buen en su Derecho del Trabajo. Posteriormente, no obstante que el destacado jurisconsulto Rafael Zubaran Capmany lo planteé al jefe Venustiano Carranza, la contrataci6n colectiva no se acepto con rango constitucional en la carta fundamental de 1917, como también lo relatan el maestro Mario de la Cueva en su Derecho Mexicano del Trabajoy el propio Néstor de Buen en su obra citada. Aqui cabe resaltar una contradiccién: la primera Consti- tucién en el mundo que reconocié a la libertad positiva de afilia- cién sindical y al derecho de huelga como garantias sociales fue la mexicana de 1917, incluso antes que la constitucién so- viética y que la alemana de la reptiblica de Weimar. No obs- tante, el constituyente de 1917 se abstuvo de reconocer rango LA CONTRATACION COLECTIV de garantia social al contrato colectivo, de manera que, a falta de esta figura, el binomio sindicato-huelga qued6 como algo inaca- bado, siendo lo perfecto el trinomio sindicato -huelga- contrato colectivo. Seria en las etapas previas a la primera Ley Federal del Trabajo, la de 1931, cuando se legislé en diversos estados de la Union sobre el particular, aunque con contenido y alcances limi- tados en comparacién con los que le devinieron desde aquella Ley Federal. n. Celebracion o firma y depésito del coutrato colectivo Una primera consideracién debe abordar necesariamente la discriminacién de los trabajadores confinados en el apartado B del articulo 123 constitucional: éstos estan privados del dere- cho a la contratacién colectiva y, técnicamente, del derecho ins- trumental de huelga; asi como desde su Ley Federal de los Tra- bajadores al Servicio del Estado incluso de su libertad positiva de afiliacién sindical. Esta limitacién, por cierto, fue declarada anticonstitucional por el pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nacién, tema que sdlo apunto en tanto sera desarrollado en este libro, seguramente en forma magistral, por el doctor Nés- tor de Buen. Entrando en materia, a diferencia de otras legislaciones, en la nuestra se dispone la obligacién del patrén de celebrar el contrato colectivo cuando asi le sea requerido por un sindicato que tenga por miembros a trabajadores a su servicio y, si se nie- 8a, éstos podran ejercer el derecho de huelga (articulo 387 Lrt). De esta obligacién se han desprendido serias y variadas conse- cuencias. En efecto, el articulo 923 vigente establece: No se daré trémite al escrito de emplazamiento de huelga cuando éste no sea formulado conforme a los requisitos del articulo 920 0 sea presentado por un sindicato que no sea HECTOR BARBA 125 el titular del contrato colectivo de trabajo, o el administrador del contrato ley 0 cuando se pretenda exigir la firma de un contrato colectivo, no obstante existir ya uno depositado en Ja Junta de Conciliacién y Arbitraje competente. El Presidente de 1a Junta, antes de iniciar el tramite de cualquier emplaza- miento a huelga, debera cerciorarse de lo anterior, ordenar la certificacién correspondiente y notificarle por escrito la resolu- cién al promovente. CONCORDANCIA TIEMPOS EN ESTE PARRAFO. Esa disposicion, en su origen bien intencionada, ha acrecentado la mas monstruosa falsificacién del derecho colectivo del trabajo: los contratos colec- tivos de proteccién, que se han dado en razon del abuso que cometieron multitud de membretes sindicales hasta antes de la reforma procesal de 1981, de la que deviene la norma transcrita. Al amparo del articulo 387, éstos emplazaban a huelga por firma de contrato colectivo, sin representar trabajadores y aun cuando el patron ni siquiera los habia contratado. De manera que se ha pervertido la finalidad de uno de los requisitos legales para ta declaracién de inexistencia de huelga expuestos en la LFT: el Gl- timo pArrafo del articulo 451 que prohibe que la solicitud de es- ta declaracién de inexistencia pueda promoverse previamente al estallido de la huelga, sdlo siendo posible hacerlo dentro de las primeras 72 horas de haberse iniciado el movimiento, como lo dispone el diverso 929; por otra parte, la calificacion de la huelga sdlo podra hacerse después de la audiencia relativa al procedimiento de inexistencia (incorrectamente llamado inci- dente de inexistencia) y si hay controversia de mayoria obrera en el estallido, se requeriré el recuento. Todo ello supone por lo menos varios dias de paralizacién de labores, con el consecuente perjuicio para el patrén afectado. Después de la reforma procesal, la gran mayoria de los empresarios, con objeto de evitar aquellos emplazamientos de chantaje, se coludieron con los mismos sindicatos de paja que 126 les extorsionaban y con muchos otros nuevos que proliferaron para simular contratos colectivos sin contenido real, firmandolos a espaldas de los trabajadores y, en ocasiones, previamente a su LA CONTRATACION COLECTIV. contrataci6n. Pero el asunto no paré ahi. Con los contratos de proteccion que se reprodujeron como mala hierba, se descu- brid que se podia afectar la libertad positiva de afiliacién sin- dical y la consecuente contratacién colectiva auténtica porque ya no podria ejercerse legitimamente el derecho de huelga por los sindicatos que formaban los trabajadores en ejercicio de su libertad sindical. Y resulta que esos contratos de protecc! n son simula- ciones juridicas fraguadas entre membretes sindicales que las venden y empresas que las compran, toleradas por juntas de conciliacién y arbitraje corruptas que las admiten en depésito sin mayor trdmite. Su finalidad es abaratar al maximo la mano de obra, lo que logran impidiendo a los trabajadores el ejerci- cio de sus derechos a la auténtica sindicalizaci6n, a la contra- tacién colectiva y a la huelga para obtenerla. Los contratos de proteccion consignan salarios minimos y aun salario por hora, no reconocen el derecho a la permanencia en el trabajo por- que todo es eventual. Mediante ellos, la bilateralidad —-repre- sentacién de los trabajadores por sindicato real- se elimina, se omite la capacitaci6n y, a titulo de productividad, simplemente se sobreexplota a los trabajadores sin compensaci6n alguna. Las simulaciones sindicales trafican los contratos de pro- teccién y, como no pueden cederse, los dan por ter ados y firman otros iguales o peores. Para todo ello se operan infinidad de triquinuelas, todas a espaldas de los trabajadores, quienes no pueden oponerse efectivamente a la ilegalidad, tratando de sindicalizarse o de hacer huelga con la intervencién de sindica- tos auténticos, porque “ya existe depositado contrato colectivo”. Si, por otra parte, los trabajadores reclaman la titularidad y hay recuentos, pues ahi estan prestos los grupos de choque para torcerlos y asi resolver la situacién mediante la violencia ¢Y las juntas competentes? Bien, gracias. Asi, los trabajadores son afiliados a los sindicatos de pro- tecci6n sin tomar en cuenta su voluntad y aun contra ella; tampoco se considera su aprobaci6n a los contratos, que suelen firmarse, como ya se dijo, aun antes de su contratacién y, por supuesto, sin permitirles conocer sus clausulas ni los estatutos del sindicato. HECTOR BARBA 127 128 El sistema es aberrante y explica la repulsién de la sociedad por la llamada justicia laboral a todo lo que se llame sindicato o li- der sindical, aunque suele confundirseles con los auténticos, que por fortuna los hay y son fuertes y combativos. El reconocimiento de aquellos derechos instrumentales de sindicalizacién y huelga costé la vida a mas de un millon de mexicanos en la Revolucién, que los imprimié en el 123 de su ley constitucional. Fueron pensados para realizar las garantias de salario suficiente, igual por trabajo igual, profesionalizaci6n, permanencia y seguridad en el trabajo, y otras condiciones mi- nimas para la superacion de un proletariado miserable. La regla- mentaria Ley Federal del Trabajo concibié la contratacién colectiva como medio para lograr todas estas condiciones, sistematizar- las y superarlas, y asi generar progreso compartido de trabaja- dores y empresas, como factor de justicia y paz social sustenta- da en la interlocuci6n legitima de sindicatos auténticos. Y resulta que hoy esa noble concepcién juridica esta, con destacables excepciones, falsificada y subsiste mayoritariamente un proleta- riado en la miseria. : De tal forma que ahora la gran mayoria de los contratos colectivos ce/ebrados son meras simulaciones jurfdicas y, segin se estima, de la masa de contratos colectivos depositados, en su mayoria en las juntas locales de conciliacién y arbitraje, sdlo se revisa un muy pequenio porcentaje. Asi, por ejemplo, en el Distrito Federal sdlo se revisan siete mil de los ciento cinco mil contratos que hay en la Junta Local, segtin un informe del Presi- dente de ésta. E] ntimero de contratos registrados es altisimo: sélo en el estado de Puebla estan depositados aproximadamen- te sesenta mil. De esta forma, calculo que a lo largo y ancho del pafs estos contratos alcanzan a ser mds de setecientos mil, y digo “calculo” porque a ciencia cierta no puede saberse dado que el depésito es “secreto” y se revisan sdlo en proporcién mi- nima, lo que lleva a estimar que el noventa por ciento o mas que no se revisa, corresponde a contratos de protecci6n. La proliferacién de estos contratos simulados constituye un negocio negro bien posicionado entre las principales fuentes ilicitas de enriquecimiento (narcotr4fico, robo de automotores y LA CONTRATACION COLECTIVA... a bancos, asalto a personas, trafico de armas, lenocinio) y el grado de afectacién a los trabajadores y a la economia nacional es de pavor. Baste entender que las cuotas de proteccién que los empresarios inmorales pagan a los sindicatos de “paja” que les venden la proteccién contra la libertad positiva de afiliacién sin- dical, la huelga legitima y la contratacién colectiva auténtica son solamente la punta del iceberg. La masa no visible pero bien pon- derable de esta perversién a los objetivos de la ley esta inte- grada por las cantidades estratosféricas que esos empresarios -los mas- han escatimado ya histéricamente a los trabajadores. Asi se explica que los salarios prevalecientes en nuestro pafs sean de los mds bajos del orbe, el principio de permanencia en el trabajo cada vez m4s incumplido y fos niveles de producti- vidad de la fuerza de trabajo, salvo las excepciones de sindicatos con contratos colectivos operativos, sean técnicamente inexis- tentes. Todo radica no en la organizacién adecuada del trabajo sino en su sobreexplotacién irracional, como acontece con el mill6n trescientos mil trabajadores de la boyante industria maqui- ladora que est4 confinado en el sistema del contrato-trafico; 0 con las empresas extranjeras de la telecomunicaci6én que han ingresado al mercado nacional, todas ellas con contratos de proteccion. Pareciera que la oferta real y no escrita de México en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte a los inversionis- tas, consistié en garantizarles sus correspondientes contratos de proteccion. Desde la promulgacién de la Ley Federal del Trabajo de 1931 se genieré una grave desviacién de sus principales institucio- nes -sindicatos, contratacién colectiva y huelga~ provocada por la prdctica casi generalizada de afillacién forzosa de los traba- jadores sindicalizados al partido politico que creé Plutarco Elias Calles para controlar a las diversas facciones revolucionarias, quedando aquellos sujetos al control corporativo del voto y de los sindicatos. Desde entonces la compensacién a los lideres por tan singular servicio fue incorporarles a los poderes publicos como senadores, diputados, municipes y hasta gobernadores, siguiendo el ejemplo de su precursor el inefable lider de la crom, Luis N. Morones, secretario de Industria, Comercio y Trabajo de HECTOR BARBA 129 Calles. Mas tarde, con la creacién del Infonavit, acrecié la premia- cién y los sefores lideres del sindicalismo corporativo pudieron incidir con gran éxito financiero en el negocio de la construccién de casas para los trabajadores. Hoy, la progresiva concientizaci6n de la clase trabajadora y del resto de la sociedad ha desgastado el sistema clientelar. El voto cautivo, como lo experimentamos en las pasadas eleccio- nes presidenciales, esta en afortunada extincién y sus patro- cinadores, los senores lideres corporativos de los sindicatos cha- ros © amarillos, tantas veces premiados con puestos publicos, cada dia lo son menos y, mas temprano que tarde, serdn mate- tia no reciclable del basurero de la historia. El Infonavit no puede ya mantenerles sus jugosos contratos de construcci6n. Pero el contrato-trafico nacido de las reformas procesales de 1980 esta vivo y coleando y ha crecido como ominoso engendro, dejando a su paso miseria social que en su sucia etiqueta ostenta un nombre: la economia de mercado, mal llamado neoliberalismo, como lo explica Karl Polanyi. Justo desde los afios ochenta el go- bierno mexicano viréd-a este modelo econémico, bruscamente y-—— sin contemplacién completa de las dislocaciones sociales que causaria, sin imponer reglas al funcionamiento del mercado auto- rregulador. El vetusto sindicalismo corporativo, siempre confinado en el traspatio del Estado, se sigue nutriendo con el negocio ne- gro. No obstante, cada vez es menos util al sistema y ya esta siendo sustituido con simulaciones sindicales blancas —que no participan en politica. Entre ellas estan los sindicatos “Justo Sie- tra”, al mando de una nueva versién de abogado-centra/, Ramon Gamez Martinez, su duefo o prestanombre, y acuerpados en la llamada “Federacion Sindical Coordinadora Nacional de Trabaja- dores”, que dispone de multiples registros en diversas ramas, obtenidos merced a oscuras influencias en los tiltimos gobiernos priistas que le han permitido desarrollarse en la industria aerondu- tica, quimico-farmacéutica, automotriz, de salas cinematogra- ficas, etc., de manera que cuenta con aproximadamente 1 400 simulaciones contractuales, segtin lo estiman colegas de la Aso- ciacién Nacional de Abogados Democraticos. LA CONTRATACION COLECTIVA... El contrato colectivo auténtico, ademas de su funcién so- cial y desde su concepcién legal y su practica, es un eficaz instru- mento de organizacién del trabajo mediante buenos esquemas de productividad y capacitacién. Con la adopcién de contratos de proteccién, es paraddjico que también las empresas salen gravemente perjudicadas porque esas practicas las atan al ham- pa sindical y obstaculizan su modernizacion al obstruirles el desa- rrollo de la productividad y de buenos niveles de competitividad. S6lo obtienen aparentes ventajas en el corto plazo y finalmente se extinguen por inoperantes, sumando desempleo y deterioro econdmico y social general. Llamaron mi atencién publicaciones de los periédicos La Jornada y Reforma del 27 de junio de 2003, que registran infor- maciones del coordinador general de Planeaci6n y Politica Sec- torial de la stPs, Jaime Domingo Lopez Buitrén. Seguin éstas, son asalariados 25.4 millones de los casi 41.6 millones de personas en edad de trabajar; en los dos primeros afios del régimen, mien- tras las empresas de mayor tamafo arrojan una pérdida de 463 mil 514 puestos, las micro y pequefias empresas han generado un millén 426 mil 101 empleos, y los establecimientos que em- plean de una a cinco personas generaron 1.3 millones de puestos de trabajo; los registros ante el Instituto Mexicano del Seguro So- cial (imss) disminuyeron en 717 mil 73 cotizantes; y de los 25.4 millones de asalariados, 13.4 se clasifican como “trabajador por cuenta propia” (10 millones) o “empleados sin pago” (3.4 millones), quienes estarian dedicados precisamente a las actividades de las micro y pequenas unidades productivas. Respecto a los benefi- cios laborales, se especifica que 15 millones laboran con pres- taciones y 25.3 sin ellas y que, respecto al nivel de ingresos, 6.4 millones perciben hasta un salario minimo (43 pesos al dia), 9.8 mi- Hones reciben de uno hasta dos minisalarios, 8.3 millones, hasta tres, y 4.1 millones, de tres a cinco salarios minimos. Lopez Buitrén admitiéd que en los changarros lo mismo puede haber empleo denominado precario (sin seguridad social ni prestaciones) que personal con un salario superior al prome- dio, mediante pago por honorarios y otras modalidades, aun cuan- do éstos no se reporten al imss. También explic6 que, durante este HECTOR BARBA

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