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Epici6n pe José Ram6n AYLLON EL ARTE DE LA GUERRA Sun Tzu Sun Tzu El arte de la guerra Edicién de José Ramén Ayllén Ediciones Martinez Roca Disefio de cubierta: Compafifa Imagen de cubierta: Katsukawa Shunsho, Otani Hiroemon IV Primera edici6n: noviembre de 1999 ‘Segunda edicién: marzo de 2002 Ninguna parte de esta publicacién, incluido el disefio de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningin medio, ya sea eléctrico, quimico, mecénico, 6ptico, de grabacién 0 de fotocopia, ppermiso previo del editor. Todos los derechos reservados. © 1999, 2002, José Ramén Ayll6n, por la introduccién, © 1999, 2002, Ediciones Martinez Roca, S. A. Provenga, 260, 08008 Barcelona ISBN: 84-270-2499-1 Depésito legal: B. 16.182-2002 Fotocomposici6n: Anglofort, S.A. Impresi6n y encuadernacién: Romanya Valls, S. A. Impreso en Espatia~ Printed in Spain Introduccién Si la vida se parece més a una lucha que a la danza, como expres6 con acierto el emperador Marco Aurelio, entonces el arte de vivir tendrd se- mejanzas obligadas con la estrategia militar. Y sila guerra puede ser simbolo de la vida, algunos as- pectos de la lucha armada bien podrian aplicarse a la lucha por la vida. Eso es lo que sentimos al leer El arte de la guerra, el famoso texto escrito hace mas de dos mil afios por el general chino Sun Tzu. Ademés, por ese miltiple magisterio que ejer- cen los clasicos, El arte de la guerra nos muestra cierta anatomia comtin a todas las organizaciones en conflicto, desde las locales hasta las internacio- nales, Ello explica que sea estudiado en Asia por politicos y economistas, y que los ejecutivos japo- neses apliquen sus ensefianzas al turbulento mun- do empresarial. Guerra y paz Se da la paradoja de que El arte de la guerra es también un libro sobre la paz. Un texto donde el poder esté moderado por una corriente subterra- nea de ese humanismo que en China se llama taofs- mo; Para Sun Tzu, la mejor estrategia es la que con- sigue, por medio ‘de diplomacia y negociaciones, abortar el conflicto, hacerlo innecesario. El maestro Sun no puede ser més claro en este punto, y nos dice que es mejor ganar sin lucha, y que un. buen militar es capaz de vencer al enemigo sin entrar en batalla. Por eso reitera qué los mejores militares no son los que ganan todas las batallas, sino los que consiguen que se rindan sin lucha los ejétcitos ene- migos. Al fin y al cabo, una batalla ganada nunca es la mejor soluci6n, justamente porque se ha obte- nido de forma sangrienta. Sino queda mds remedio que luchar, la mejor victoria consistird en respetar la integridad de las tropas derrotadas y del pafs conquistado. Porque una nacién destruida dificil- mente renacerd, y a los soldados muertos nadie los podré llamar de nuevo a la vida. Aqui, las reticencias de Sun Tzu hacia el con- flicto armado recuerdan unas palabras graves que Shakespeare pone en boca del rey inglés En- rique V, dirigidas al arzobispo de Canterbury: «Os rogamos, mi sabio lord, que nos expliquéis con pormenores, justa y religiosamente, si la ley silica que tienen en Francia nos excluye o no de nuestras pretensiones. Y Dios evite, mi fiel y querido lord, que arregléis, torturéis 0 falseéis vyuestra erudicién, o que impongais a vuestra con- ciencia una argumentaci6n sofistica para des- cubrirnos titulos dudosos, cuya legitimidad no coincidiese con los colores naturales de la verdad. Porque Dios sabe cudntas gentes ahora saludables tendran que verter su sangre en apoyo de aquello que vuestra eminencia nos impulse. Asi, poned atencién en la manera como comprometéis nues- tra persona y despertais la durmiente espada de la guerra. Os encarecemos, en nombre de Dios, que tengdis cuidado, porque nunca dos reinos seme- jantes han luchado sin una gran efusién de san- gre, cada una de cuyas inocentes gotas seria un suspiro, una queja cruel contra el responsable de haber afilado la espada causante de tan vasta y répida mortandad». Sun Tzu y Lao Tse Todo esto tiene un curioso aire pacifista, que coincide con el pensamiento expresado por Lao- Tse en dos conocidas paginas del Tao Te-Ching: Las armas son instrumentos de mal augurio. Cuando no tengas mds remedio que usarlas, es mejor que te mantengas sosegado. Nunca debes considerarlas objetos bellos. Si las ves como objetos bellos, te deleitards en la matanza de los hombres, y no comprenderds cudl es tu misién en la tierra. Tres cosas atesoro y nunca me desprendo de ellas. La primera es la compasion. La segunda es la frugalidad. Y Ia tercera es no atreverme a estar frente al mundo. 10 La prudencia como solucién de cualquier conflicto La libertad nos permite escoger, pero no nos dice qué eleccién es la mejor. De hecho, nuestra li- bertad inteligente ha inventado la miisica de cé- mara y la c4mara de gas, los placeres estéticos y Jos horrores de la guerra. Los griegos simboliza- ron esa posibilidad perversa de la libertad en 1a Caja de Pandora, pero al mismo tiempo sefialaron que la inteligencia humana, consciente de su doble y antagénica posibilidad, es capaz de ejercer un eficaz autocontrol sobre sus propios actos. Las grandes tradiciones culturales de la humanidad, tanto en Oriente como en Occidente, han denomi- nado prudencia a ese control de calidad. La capacidad de resolver un conflicto sin lucha es lo que distingue al prudente del ignorante, afir- ma Sun Tzu. Los clasicos, desde Confucio a Séne- ca, definieron la prudencia como el arte de obrar bien en cada caso: Para adquirir esa cualidad se- fialaron como imprescindibles varios pasos: el co- nocimiento de la realidad y el conocimiento pro- pio, la reflexién ponderada, la eleccién de una 11 conducta buena y su correcta ejecuci6n. Pues bien, al ser la prudencia el marco general de la conduc- ta humana, el arte de la guerra es un caso particu- lar del arte de la prudencia. Prudencia y conocimiento El control prudente se fundamenta en el cono- cimiento de la realidad y en la previsién de las consecuencias de una eleccién o conducta concre- tas. La inteligencia es un curioso periscopio capaz de elevarse sobre el presente y otear el futuro. Por eso es también capaz de prever, prevenir, precaver y prover. De toda esa actividad de previsin, vi- sién previa que los romanos Ilamaron providen- cia, deriva la palabra prudencia: ver previamente y adelantarse a los acontecimientos, medir las con- secuencias antes de obrar, verlas venir. Dice Sun Tau que planificar bien una batalla equivale a ve- ces a ganarla antes de enfrentarse al enemigo, mientras que una mala planificacién derrota a un ejército antes de entrar en combate. Y afiade: «A menos que conozcas las montajias y los bosques, 12 los desfiladeros y los pasos, y la disposicién de los pantanos y de las marismas, no puedes maniobrar con una fuerza armada». Por tanto, «actéia des- pués de haber hecho una estimaci6n. Esta es la re- gla general de la lucha armada». - Ya se aprecia que la prudencia es una cualidad tedrica y practica a la vez. Conocimiento directivo que requiere estudio, mucha experiencia, peticién de consejo y reflexion ponderada. En El arte de la guerra leemos que «entre las reglas militares estan la observacién, la valoracién, el cdlculo, la com- paracién y la decisién», El hombre prudente es re- flexivo, pues aunque el no y el si son breves de decir, a veces se deben pensar mucho. Atencién, estudio, reflexién y consejo porque la medida de la prudencia es la misma realidad. Asi pondera Sun Tzu la importancia del conocimiento previo: «Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrds peligro. Si te conoces a ti mismo pero no conoces’al enemigo, perderas una batalla y ganards otra. Si no conoces al enemigo ni te conoces a ti mismo, correrds peligro en cada ba- talla». El emperador Marco Aurelio, que también supo del arte del gobierno y de la guerra, escribié 13 que . . Wang Hsi: «[...] Examina la cuestién de sus alianzas y provoca su ruptura y dislocaci6n. Si un enemigo tiene aliados, el problema es grave y la posicién del enemigo, fuerte; si no los tiene, el problema es menor y su posicién, débil». 6. A falta de esto, lo mejor es atacar a su ejér- cito. Chia Lin: «El Gran Duque ha dicho: “El que se bate por la victoria con la espada desnuda no es un buen general” ». Wang Hsi: «Las batallas son asuntos peligro- sos». Chang Yu: «Si no puedes aplastar sus deseos antes de que nazcan, ni romper sus alianzas cuan- 57 do estan a punto de ser selladas, afila tus armas a fin de conseguir la victoria». 7. La peor politica consiste en atacar las ciuda- des. No las ataques, a menos que no haya otra so- lucién. 8. La preparacién de los vehiculos acorazados y de las armas y pertrechos exige, por lo menos, tres meses; los trabajos de terraplenado necesarios para levantar los taludes contra los muros, otros tres meses. q 9. Si el general es incapaz de contener su impa- ciencia y si ordena a sus hombres aglomerarse en los alrededores del muro como un enjambre de abejas, morird un tercio de ellos sin que la ciudad caiga. Esta es la inevitable consecuencia de los ata- ques de este tipo. Tu Mu: <[...] Hacia el final de la dinastia de los Wei, el emperador T’ai Wu conducfa a cien mil hombres al ataque del general de los Sting, Tsang Chih en Yu T’ai. Ante todo, el emperador pidi6 vino a Tsang Chih. Tsang Chih precint6 un reci- piente Ileno de orina y se lo envié. T’ai Wu, loco 58 de rabia, atacé la ciudad inmediatamente, orde- nando a sus tropas que escalasen los muros y que se enzarzasen en el combate cuerpo a cuerpo. Los cadaveres se amontonaron hasta la altura de las murallas y al cabo de treinta dias el nimero de muertos representaba més de la mitad de los efec- tivos de Wei». 10. De esta forma, los que son expertos en el arte de la guerra someten al ejército enemigo sin combate. Toman las ciudades sin efectuar el asal- to y derrocan un Estado sin operaciones prolon- gadas. Li Ch’uan: «Vencieron por la estrategia. Bajo la segunda dinastia de los Han, Tsan Kung, marqués de Tsan, rodeé a los rebeldes Yao en Yuan Wu, pero, durante varios meses, fue incapaz de tomar la ciudad. Sus oficiales y sus hombres estaban en- fermos y cubiertos de tilceras. El rey de Tung Hai dijo a Tsan Kung: “Ahora habéis agrupado vues- tras tropas y rodeado al enemigo, que esta dis- puesto a combatir hasta la muerte. Esto no es estrategia. Deberiais levantar el sitio. Hacedle sa- ber que hay una salida abierta; huirdn y se disper- 59 saran. Entonces bastaré un guardia rural para capturarlos”. Tsang Kung siguié este consejo y tomé Yuan Wu». 11. Tu meta es tomar intacto «todo lo que hay bajo el cielo». De esta forma tus tropas estaran frescas y tu victoria ser total. Este es el arte de la estrategia ofensiva. 12. En consecuencia, el arte de llevar las tropas al combate consiste en esto: Si estés en superiori- dad de diez contra uno, rodea al enemigo. 13. Si es de cinco a uno, atacale. Chang Yu: «Si soy cinco veces més fuerte que el enemigo, mantengo alerta a su vanguardia, le sor- prendo por la retaguardia, lo quebranto por el este y lo arraso por el oeste». 14. Si es de dos a uno, dividele. . Tu Wu: «[...] Si una superioridad de dos a uno no basta para dominar una situaci6n, utilizaremos la fuerza de diversion para dividir el ejército. Por esto dijo el Gran Duque: “El que sea incapaz de actuar sobre el enemigo para dividir sus fuerzas no conoce nada de tacticas de excepcién”>. 60 15. Si las fuerzas son iguales, puedes empren- der el combate. Ho Yen Hsi: «[...] En estas condiciones sola- mente puede vencer el general competente». 16. Si numéricamente eres inferior, debes ser capaz de batirte en retirada. Tu Mu: «Si tus tropas estén en situacién de inferioridad, evita temporalmente que el enemi- go tome la iniciativa del ataque. Luego podras probablemente sacar partido de uno de sus pun- tos débiles. Apelards entonces a todas tus ener- gias y buscards la victoria con firme determina- cién». Chang Yu: «Si el enemigo es fuerte y yo débil, me retiro temporalmente y evito toda confronta- cién esto, en el caso de que la competencia de los generales y la eficacia de las tropas sean equi- valentes. »Si yo soy duefio de todos mis recursos y el ene- migo esté desconcertado, si mis tropas tienen energias y si las suyas estén apdticas, entonces, aunque sean superiores en mimero, puedo librar la batalla». 61

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