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Como perros en misa

Nunca he tenido reloj. Me es imposible preguntarle la hora a las personas. Las calles
del centro disminuyen su ruido en algn momento de la noche. Esa es la seal para
ir a ver la hora a la iglesia de San Francisco. A veces llego y son las ocho, entonces
me queda tiempo para buscar comida por ah, para arrebatrsela a las palomas.
Pero cuando llego y son las nueve, camino hacia el parqueadero que cuida Eduardo,
cierra a las 9:15. Llego apenas, me acuesto en mi cambuche y lo miro. l se acerca
y se despide: hasta maana canchoso!

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