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ESPAOL

As te llamabas en la guerra de trincheras. No supiste por qu. Queras ser, tal vez, la apologa

de la muerte para vengarte del odio de quienes asesinaron a tus padres en la enramada de

los Cuindes cuando solo eras un nio. Tu hermano diriga el agite de la turba y creciste

echando bala en los atajos de los cafetos y la jungla en defensa de los fundos y covachas de

tus otros hermanos, los campesinos de Colombia. Y as, con la mochila al hombro y la tristeza

a cuestas llegaste a Villarrica un da con tu ropaje de nio pobre en la utopa de salvar la

tierra y las chacras que un da socolaran los abuelos. Y te quedaste, rebuscando sueos a

cambio de nada como edecn de los caminos empedrados de Blgica y Guanacas en procura

de robustecer la gloria de los frutos, atrincherado en las zanjas y riberas de los ros.

Pero la esperanza tuya qued trunca, Espaol, y solo pudiste abrazar la muerte cuando una

bomba disparada desde el cielo te astill una pierna y a gritos clamabas que por favor te

acabaran de matar. Era la batalla de Guanacas, cuerpo a cuerpo, a tiros, a machete, a pual,

a bombazos. Eran los hijos del pueblo, campesinos y soldados en una orga apocalptica,

ensaados con su cuerpo, rasgndose la piel, vomitando sangre. Y te fuiste silenciando,

poco a poco, en la trinchera, hasta que un soldado joven como t, te cubri la mirada cuando

cesaron los balines en los caminos del despojo.

Despus de todo, nadie supo de t, ni te llor ni sepult tus huesos. Una manada de buitres

te saco los ojos, salpic tu carne, te rasg la piel, inhum el bullicio. Solo qued tu espritu

errante en los riscos de la historia asechado el tiempo entre las nubes para que no vuelvan a

matarse los hijos de los Cuindes ni a rezongar el odio parapetado en los ritos de la muerte.

Edison Peralta Gonzalez.


Villarrica noviembre 17 de 2017.

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