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idas y venidas vueltas y revuelias Protestas Sociales en Colombia 1958-1990 Mauricio Archila Neira ICANH / Instituto Colombiano de Antropologia e Historia CINEP / Centro de Investigacién y Educaci6n Popular “tos hombres hacen su propia historia, pero no a hacen arbitraramente bajo ccunstanciaselegdas por «los mismos sno bajo creunstancias drectomente dads y heredadas del pasado” (Cartos Mary.! ni cualquier estudio orientado a entender la accién humana brota ‘inmediatamente la pregunta que porsigue a los intelectuales des- de tiempos ancestrales: cquienes hacen la historia y cémo la ha- cen? El interrogante no fue una meta oourrencia banal de Mare, como tampoco lo fue su respuesta, asi hoy no todos la compartan, Por el contra- ‘io, constituye el punto de partida para la explicacién de le accién de hom- bres y mujeres. Al hablar de explicacién tocamos la médula de la investi- 4gacién histérica, que requiere tanto veoria como biisqueda empirica: sin las preguntas teéricas el historiador da palos de ciego; sin los datos expi- sio0s no avanza en el conocimiento del pasado. En este libro pretendemos abordar la explicacién histérica de las protes- tas soviales en Colombia en la segunda mitad del siglo XX, en un intento narrativo que busca combinar los dos polos de toda reconstruccién del pasado contronténdolos mutuamente, hasia donde sea posible, Sin em- argo, habré algunos momentos en que privilegiaremos la teoria, o mejor, las tecrias on plural, como lo hacemos en esta Introduccién; en otros, la mayoria de la obra, resaltaremos los datos empiricos leidos con nuestro pnisma conceptual. Si bien hablaremos de hombres y mujeres reales, 1o haremos deste a reflexién académica, que es nuestra contribucién para entender y cualificar su historia. Te ra a ape Baa 197, 3, 4B mauricio Archila Neira Consideramos pertinent iniciar este estudio haciendo explicites los ele- ‘mentos teéricos que nes iluminaron por medio de un ecuento selective de las principales escuelas de pensamiento en el terreno que nos ocupa, tan to en el plano mundial como en el latinoamericano, complementado porun balance de la produccién sobre el caso colombiano. Concluiremos esta Intreducoié presentando los conceptos y catagorias centrales dela inves- tigacidn adelantada por més de un lustto, ast como las partes que consti- tuyen este libro. TEORIAS SOBRE LA ACCION SOCIAL COLECTIVA * Bs un lugar comtin entre los astudiosos de los movimientos sociales sefia- tara la teorla de lag conductas colectivas de Neil Smelser como el primer paso en la construccién del tema Dicha teorla, a su vez, se apoyé tanto en los avances de la escuela saciolégica de Chicago, especialmente en el interaccionismo simbélico de Robert Park, como en el funcionalismo de ‘Teloott Parsons y Robert Merton. En el estudio del comportamiento colec- tivo, Park intent6 superar la mirada conservadora de Le Bon y Tarde sobre Ja multitud a la que le asignaban wn cardcter caético e irracional fruto de Ja supuesta manipulacién hecha por agitadores externos. Para Park, “el ‘comportamiento colective no era una realidad patolégica, sino un compo- nento fundamental del normal funcionamiento de la sociedad’.* Por su parte Parsons hebia estudiado las conductas desviadas y Merton ademés ‘escudrifié las inconformes. Pero para todos estos sociélogos la accién co- lectiva so referfa a commportamientos disfuncionales al sistema vigente. La nocién de equilibria social hacia muy dificil entender en forma positiva la apariciéa de actores sociales no institucionales. ‘Pues bien, dentzo del marco funcionalista norteamericano de mediados del siglo XX, los movimientos sociales del momento (por ejemplo, los afto- ‘americanos por derechos civiles) fueron vistos como resultado de wna ten- © taasein smn crap y aura sore Rae ens felts nea ‘nor tT, azenbec 18 pp 340 proach "Sy dry Ne TPs Cnn Sa Mot So ase SW ne 98 OE + mtn tan gderostsraspz eae en net, cinema Mb lige taca10n pp 2°29 rapa ape kenga ui ahs ons ‘Sn la ua 18 cpo eee ene colnet esac ca lareesene dene Reems An ec. 2 TDAS ¥-VENIDAS, WUELTAS ¥ REVUELTAS sién entendida como una disfuncién, un desequilibrio que desorganizaba a la sociedad. A su vez, para Neil Smelser “el comportamienta colectivo ‘Hende a reestructurar el componente perturbado por le tensién, eliminan- do la incertidumbre que la caracteriza”* Asi, los desajustes de la moder- nizacién producian individuos marginales al conjunto de la sociedad que Janzaban esas acciones, disfuncionales para el sistema imperante y pro- vocadas desde su exterior, pero tendientes a uni nuevo equilibrio, Dichas lacciones incluian desde el panico y la moda, hasta las conductas disiden- tes, con lo que la especificidad de los movimientos sociales sa difuia, Al- unas explicaciones sicologistas en toro a la tesis que zelaciona la frus- tracién com la agresién, acompafiaron esta primera lectura, especialmente ‘en Europa. Seguin éstas, el desencanto ante las crecientes expectativas de Ja modemizacién explicaria la movilizacién, La izrupcién de los “nuevos” movimientos sociales, en especial los estu- Giantiles de los afios sesenta, cuestioné ol paradigma funcionalista y las locturas sicologistes, pues no fueron propiamente elementos marginales a Ja modernizacién los que se lanzaron a la protesta, Un primer paso de ‘vance fue afirmar la racionalidad de les acciones sociales colectivas se- gin una légica que perseguia una coherencia entre medios y fines. Se Iindagé por las motivaciones que los individuos tenfan para sumarse a las acciones colectivas. Surgia asi el individualismo motodol6gico.” En ese conteto el economista Mancur Olson plantes que el actor més racional ea el free rider, pues podia disfrutar de los beneficios de la movilizacién sin tener que incurrir necesariamente en los costes de sumarse a ella” Con estos avances metodolégicos, la sociologia norteamericana reflexion sobre los movimento que izrumpieron en los tardios sesenta y principios de los setenta (tales como la nueva oleada feminista, el pacifism o el ecologismo) y elaboré la llamada tooria de la movilizacién de recursos, Segtin esta visién, en una situacién de descontento generalizado algunos 1, "Winans cacao rte Sones a ans sri: fe 2 nao apse - * Panes ene Foe, Su ene, ates Pt Pes 88 fateeptlawgese pea neemcrarseot soranayacrrovmrmsncaes pee rasa wanna oe we cen novumeni aera cr scenes (rer osu tac eon yma ee oer ‘ain No pine eee 2 : ® 40 | maueicio Archit Neira ‘grupos declden obtener la maxima ventaja al movilizer los recursos dispo- nibles en la sociedad tras el logto de objetivos estratégicos, entendidos bésicamente como integracién al sistema politico. Aunque la explicacjon supera las meras motivaciones individuales y mira los recursos orgeniza- tivos previos a la movilizacién, sigue usando una racionalidad instrumen- tal de costo-beneficio que pone como meta de la movilizacién social la incorporecién al sistema politico, lo que sin lugar a dudas refleja los ava- ‘ares de la democracia norteamericana de esos aiios, En forma paralela, en Europa surgié otto tipo de lectura que no compartia 1a explicacién de la accién colectiva pot medio de intercambios estratégi- ‘00s entre adiversarios. El horizonte de los movimientos sociales no se redu- cia al célculo instrumental en el marco del sistema imperante, No solo ‘habla metas dificiles de negociar, al menos en el corto plazo (para el am- bientalismno el pacifismo), sino que algunos movimiento perseguian tam- bién la construccién de identidad (tal era el caso de movimientos étnicos 0 de géneto). Surgié asf el llamado paradigma de la construccién de identi- ‘dad 0 de los “nuevos movimientos sociales” ‘Antes de considerar la produccién més elaborade de este paradigme, la sociologia de la accién de Alsin Touraine, mencionemes el impacto que ppor esa época fines de los alos sesenta y principios de los setenta~ te- nfan algunos intentos de renovacién del marxismo en Ia intelectualided ‘europea. La obra de Louis Althusser, el autor més representativo de la vertiente estructuralista del materialismo histérico, constituy6 no tanto ‘una ruptura con la ortodexia como una reiteracién de sus elementos basi- cos, en los que resalta el peso de las estructuras sobre la accién humana De esta forma, el althusserianismo en boga en Occidente, aunque fue ort- tico del paradigma funcionalista, se negé a reconocer la especificidad de Jos “nuevos” movimentos sociales, al intentar reducitlos @ una estructura de clases determinada por la esfera de la produccién." Ei tipo ideal de las, clases sociales fue el proietariado que, como ya habian dicho Marx y En- gels, era ademés el llamado a conducir la revolucién. La clase obrera se ‘concebia como una unidad homogénea en su existencia natural a clase ‘en af-, aunque no siempre tuviera conciencia de ello Ie clase para si-. De Waser rea i 98.187. gaa eA noorm doa parmesan op eames ‘own neato engo rer ates ni egies sein oye Care aus camad Faas omy reas cine on st Bop To 194 208, IAS ¥-YENIDAS, VUELTAS ¥ REYUELTAS ab{ que, en la vertionte leninista que retoma Althusser, se necesitara de Jun agente externo a la clase para que la ditigiora. Hste agente era la elite sntelectual agrupada en el partido del proletariado, Asi, un asencialismo que précticamente naturalizaba a les clases sociales se combinaba con lun Voluntarismo en términas de la accién politica, ‘A partir de una lectura més flexible del marxismo, pero cercanos todavia 4a] estructuralismo, algunos autores europeos intentaron mirar a los nue- ‘vos actores sociales en los afios setenta: los movimientos urbanos. Para ‘Manuel Castells, la ciudad no era solo un espacio de produccién sino tam- ign de consumo. Aunque los conflictos urbanos eran estructuralmente “secundarios", pues no ponfan en tela de juicio en forma directa el modo de produccién dominante, coyunturelmente podian reflejar la contradic- cién principal, Este malabarismo teérico estaba destinado a recalcar que Jos movimientos urbanos no estaban relegados al reformismo porque “con- ‘wovierten el orden establecido a partir de las contradicciones especificas do la problemética urbana’.** Beas contradicciones brotaban del consu- mo colectivo, la defensa de la identidad asociada con el territorio y la lucha politica en torno al gobierno locel. En es0s afios, las tosis de Castells provocaron un debate sobre 1a posibil- dad de accién revolucionaria de unos movimientos recién aparecidos quo no eran definidos desde la contradiccién fundamental entre capital y tre- bajo. Jean Lokjine, por elemplo, sostuvo que solamente podian definizso ‘come movimientos sociales aquellos que tuvieran como objetivo politico la transformacién de la sociedad en su conjunto y no solo de la urbana. Jordi ‘Borja, por su parte, si bien aceptaba la propuesta de Castells de valorar las contradicciones propias de las cludades, limitaba los alcances de los ‘movimientos que eurgian de ellas, pues no siempre modificaban la estruc- ture urbana, Sogiin Borja, esto solamente se lograba con la transforma- cién de la correlacién de fuerzas en el nivel macro, cambio en el cual apa- xecla como crucial el papel de las clases populares, que eran en Gitimes quienes conformaban los movimientos urbanos."” A pesar de su apego ain Ain seta $90,363 1314. bina cet, ‘Soest eee es i a : anak mann ta iach ate Mc Spo 17 re Movs sus was Bemedrs Ces Cane ore sass uarreataeh etree Sap em ene et 4" tedmanrnsoinets ite, ease eas repute vo ma ‘omnis ail eters oy cut Rake PP, 3 8), 4 401 Mauricio Archila Neira formal al marxismo, para estos autores fue evidente que el crecimiento lurbeno estaba ponicndo sobre e! tapete la existencia de contradicciones que rebasaban la esfera productiva y eran dificles de enmarcar en una rigida estructura de clases, La metafora base-superestructura sobre la que se apoyaban estas reflexio nes habia sido radicalmente cuestionada en los afios sesenta por los his toriadotes marxistes briténicos, inspirados a su vez. en Antonio Gramsci. ‘Aunque no se trata de una escuela de pensamiento homogénea ~algunos prefieten designarla como una "tradicién teérica’-, e claro que autores como Eduard Palmer Thompson, George Rudé y el mismo Bric J. Hobs- bawm rompieron con la Iectura economicista de la accién humana y $6 ‘remontaron a explicaciones ideol6gicas, morales y culturales.* Bl estudio de las rebeliones preindustriales, también lamadas “primitivas” pot Hobs- ‘bawm, respiraba todavia el dualismo vigente en Occidente en los aos cincuenta y sesenta, que oponia lo tradicional a lo moderno en una biis- queda incesante del progreso."* Beto es valido pata cientificos sociales cercanos a estas postures, como Barrington Moore en su anélisis de las, revoluciones campesinas y la construccién de la democracia, y James Scott cen sus asertos sobre la ruptura de las economias morales y la rebeldia en el sudeste asidtico."* A pesar de ello les cabe el mérito de renovar la mira- da de los actores sociales, @ los que consideraron agentes activos y no ‘motos entes pasivos o reactivos de los acontacimientes histéricos que en- frentaron. Si esta opcién los alejé del estructuralismo, también fueron cti- ticos -en diverso grado~ del voluntarismo.Jeninista, por cuanto no creian (que hubiera una sola forma de conciencia de clase sino mas bien que ella, como las clases mismes, era resultado de procesos histéricos."" Se ali ‘montaba asi la concepcién historica de actores que no respondian a eson- ‘cias preestablecidas sino a una dindmica de construccién de identidades. "ea hes sts as Pert irs 3 frees eet as aon i 17.9 1 © Bae aspect arco tr ea ee Sal. De Vacate teresa fase es oe Satie beware wens ‘Sconralesstodsonschaatntnceamlmontecdsau inmost (inte eae ao Wy 1. nore tenga (ee pcpunem wr socecrinannsresr ieee dae nea lea re elem ery Pn Sore Cas ee Pe oto: HE geo 1. "Epon lain etext Pei Br Ge 8 IDAS ¥ veNIoAS, vusLTas ¥ Revuerras | 43 En cualquier caso, los textos tanto de los clésicos del marxismo como de las nuevas vertienles renovadoras, estuvieron en el trasfondo de los para- ddigmas sefialados, especialmente del europeo, permitiendo un acexcamien- to més apropiado al conflicto social que el oftecido por el funcionalismo norteamericano."? Otro de los intelectuales que bebié de las fuentes del marxismo poro pron- to emprendié un camino propio fue Alain Tpuraine.”* Para el socidlogo francés, los actores sociales dejan de ser elementos margindles 0, cuando més, funcionales al sistema vigente, para convertiree en agentes de un conflicto en el que luchan por el control y la orientacién de la sociedad, Aunque en un principio Touraine sigue muy de cerca el paradigma mar- xista de enfrentamiento de clases, para los afios ochenta amplfa el campo de conflicto y entza de tleno en una reflexién sobre los movimientos soci Jes." Estos se definen por tres principios: identidad o autorzeconocimien- to del actor; oposicién 0 catacterizacién del adversario; totalidad 0 supe- aoi6n de lo particular hacia lo més generel. Con ‘Touraine so da una rede- finicién de la conflicividad social en la biisqueda de un sentido de la @c- ‘oi6n que no yace en la légica instrumental de la saciologia norteemerica- nanien el determinisma econémico del marxismo ortodaxo. Las dimensio- nes culturales y simbélicas son elementos sustanciales en la lucha por ol ‘control de bienes y por la orientacién de le sociedad por parte de los acto- res sociales. ‘A pesar de los indudables logros de la sociclogia de la accién, en dicha concepcién aparecen algunos problemas que limitan sus alcances.* Todo parte del determinismo de sabor estructural que subyace en la centrali dad que se le attibuye a ta historicidad. En clerta forma ella antecedo a Ja accién social, 1a determina sin ser afectada por ella. Por esa via se limita el campo de conflicto y se oscurece la relacién entre lo material y sansa an ondoncta Sa ne cane ae mae ero, paid ‘esc hiccis as serpy eacw niga cpacitipadesete eplers (Deano sco oat parsing Ud 182) Aslopnmiaegoke ims at cea sce yma pen oho 88 ope N 80 3) initia Mabie ns Cab 18 esas "plata dean ‘elo narra per dil pepsin oat peach el pes en de Searle (28) lnstsegretonosapamsenlptinl easels ira Aas anit 94-8 44 | saurcio Archi Neira Jo simb6lico, primando lo segundo. El reemplazo de las clases por los ‘movimientos sociales y 1a separacién radical entre accién social y politi cca, privilegiande la primera, hace pensar en un protagonismo casi van- gquardista de los actores sociales, equivalente al del proletariado en el ‘marxismo. Esto irfa en contravia de la dimensién relacional y no esen- cialista que sugeria la definicién de Touraine de movimientos sociales, Por iiltimo, sogtin nuestro criterio, cuando la teoria de la sociolagia de la accién se aplica a América Latina resalta e! peso del Estado de tal for- ‘ma que hace imposible la accién auténoma de los movimientos sociales, ‘casi hasta anularlos.** ‘A comienzos de los ochenta habia, por tanto, dos paradigmas teéricos sobre los movimientos sociales que respondian a distintos contextos politicos y culturales, inspirados a veces por el funcionalismo pero es pecialmente por el marxismo, En Europa occidental, donde habia exis- tido un gran consenso socialdemécrata y una gran tradicién de movili- zaciOn clasista hasta los afios ochenta, los movimientos sociales apa- tecian come intentos por construir identidades nuevas, En Norteaméri- ca, donde no existié tel consenso sino més bien uno de corte liberal, 10s, movimientos sociales se explicaban por la habilidad para movilizar recursos y ganar representacién politica Pero més que enfatizar las diferencias de enfoque, nos interesa resaltar su complementariedad, como lo hizo Jean Cohen en su momento: los europeos desarrollaron més ¢l porqué de la movillzacién, los norteamericanos el cémo de elle. * ‘Ahora podemos it mas allé en el intento de sintesis: si la “movilizacién de recursos” enfatiza la accién estratégica dirigida al sistema politico, la “construccién de identidades", y dentro de ella la sociologia de la acciéa, se orientan al fortalecimiento de la sociedad civil, En 1a vida real ambas instancias se relacionen: las acciones instrumentales (po- Iiticas) y expresivas (socio-culturales) pueden coincidir en objetivos comunes."* : 2 Soman eda pat crs qa frst "ch rae ci eit Sues ata susoner erie. qatataceTxmsnaspet een Fh real {actors oo qu demo ars panos x3 we ea Orie ss ‘telmea egaey ayes aswexsheneror (nda. 10 2 Fa, oa 8 -Shdoyany "pl 65-84 2% Sour. TAS ¥ VENIDAS, WUELTAS ¥ REVUELTAS De estos intentos hibridos entre los dos paradigmas han surgido las re- cientes interpretaciones de la accién colectiva que nos interesa destacar fen este libro. En Europe ahora se mira cada vez més el mundo del Estado ¥¥ de la politica en el estudio de la aocién social colectiva. En Norteaméri a, por su parte, hay un creciente interés por el papel de la cultura y de 10 simbélico en la movilizacién social. Una de estas lecturas hibrides es la llamada “estructura de oportunidad politica” o teotia del proceso politico, Aunque injciada en Norteamérica, cuenta con soguidores en ambos ladas del Arléntico y aun en Latinoamérica. " El gran exponente de esta nueva tesis es sin lugar a dudas Chatles Tily, quien se nutzié tanto de la sociclogia norteamericana como de los historia dores briténicos. Su modelo teérico, aunque ha ido variando con el tiempo, tiene un planteamfento basico: toda relacién Estado y ciudadanos, o sis- tema politico y movimientos sociales- esta constrefida por elementos ex: terns a ella por ejemplo, el capital para la primera, o la oportunidad politica para la segunda~. Estos elementos, por lo general estructurales, no determinan la relacién, pero sila limitan. De abi que pera Tily sea més importante estudiar lo gue permanece que la apatiencia de cambio. Fllo ademés le permite lanzar las miredas de larga duracién de las que hace gala. Aunque recientemente dice estar abandonando el materialismo que Jo alimenté en sus primeros anélisis histéricos en aras de un anélisis rela- clonal que incluye dimensiones culturales y simbélicas, no sin razén 2 puede caracterizar su modelo como neoestructuralista** En términos de movimientos sociales, Chatles Tilly concreta dicho modelo en forma simple: la actividad de los Estados, que no es ajena a los cam- bios econémicos y a la dinémica de la guerra, cea oportunidedes pera la contestacién.?” Dicha contestacién se hace recurtiendo a repertorios, que son las formas de lucha heredadas (no meros discursos), utilizadas en istintos contextos, sagiin sea la oportunidad politica. Aunque los roperto- ros de contestacién varfan muy levemente en el corto plazo, en la larga > Cas en aa la Re * Soiucaeranh ospom aught teri pl sqe sort eee ep amin a argo sang pononapanr enn us ci rad Seig we heonanencnonaimcaney reecnenensaecwces © Asien lc Rene Aer Pes, (8), spel aca 6 6 46 Mauricio Archila Nei ‘duracién describen una interesante transformacién, ilustrada por Tilly para el caso inglés. Kn la Gran Brotafia, entre 1750 y 1830, é1 descubre que las. primeras protestas violentas, de carécter parroquial y ligadas a las elites Tocales, van cediendo lugar a otras més pacificas, incluso parlamentaris- tas, cosmopolitas y auténomas. Estos cambios de repeztorios respondien tanto a factores estructurales ~crecimiento demografico que rompe lo lo- cl, fortelecimiento del Estado y del Parlamento, y mayor capitalizacién de la oconomia que disminuye el clientelismo-, como @ la inictativa de cambiar por parte de los de arriba y los de abajo Desde ol nuevo tepertorio de contestacién, Tilly estudia los movimientos sociales, a los que caracteriza, en una definicién muy amplia, como "todo desafio sostenido y organizado a las autoridades existentes, en nombre de lapoblaciéa empobrecida, excluida o victima de abusos’.* Los movimien- tos sociales son, por tanto, formas histéricas do relacién con las autorida- des vigentos 0, en otras palabras, expresiones temporsles de repertorios de contestacién ariplios. Mas que grupos especifices, son alinzas tem porales, a semejanza de les campafias electorales contemporéneas, diti- idas por “empresarics" politicos, Bl marco de su accién es claramente ppolitic, asi se inicien con demandas sociales concretas. En esto Tilly si- gue de cerca la tradicién estratégica de la sociologia norteamericana. El problema con 61y sus seguidores on este punto es la confusién que crean teantre partidos politicos y movimientos sociales, de lo que nos ocuparemos luego, Si para Touraine hay una gran diferencia entre accién social y ac- cin politica, para los estudiosos de la estructura de oportunidad politica Ja distincién no es mAs que cuestién de tiempo o de reconocimiento insti- tuoional El estudio de los repertorios de contestacién ha recibido varias criticas, ‘como es de esperar en el mundo académico.* Una censura comin consis tid en tachar su modelo de evolucionista, Aunque Tilly cambié su inicial Pyar n Go tm, 178 159 Camb Had ny, 195 Eas cate es ae ‘Shs arlnsgesho pa mta mesganen nas opaes, 2 i. 4 Latctncemapaesrenpromee gars ompaacones eos sc cine ces ° metascesctins vee i noneac eurarvema teow sony cas Bases Inskeep res aS ara en OS [ammo eer Jarier nica Pues gran coslaso knees essa (Paar IDAS ¥ VENIDAS, WUELTAS ¥ REVUELTAS terminologia de movimientos “primitives” o tradiclonales y movimientos moderns, apoyada en historiadores como Eric Hobsbawm y Goorge Rudé, por la de acciones competitivas (en marcos comunales), roactivas (Jo local, ‘contra el Estado centtal) y proactivas (no contra el Estado sino por inchi- si6n y contro), a impresién dejada seguia siendo de evolucién lineal do formas de protesta embrionarias a més desarrolladas, de acciones defen- sivas @ ofensivas. En sus iltimos andlisis, que hemos resumido atrés, retira esta terminologia y asume la de repertorios, que le sitve también pare salirle adelante a otra critica: el desconocimiento de las dimensiones cculturales de la accién social por enfatizar una légica instrumental estra- ‘tégica. Si el evolucionismo en Tilly parece ser cosa del pasado, aunque ‘ain sostenga cierta distinoién entre viejos y nuevos repertorios, el aferra- tmiento a modelos casi inméviles sigue ofteciendo pioblemas por el énfasis, en las permanencias estnucturales, Esta critica, sin embargo, recae més en sus epigonos que en Tilly mismo, Para precisar mejor los puntos probleméticos de este modelo acudamos a un colega suyo, gran divulgador de la “estructura de oportunidad politi- ca": Sidney Tarrow:* Pera él dicha estructura es la que crea incentivos a Ja accién colectiva. Pero para explicar la movilizacién no bastan solo las oportunidades que abre el Estado o el sistema politico. Tarrow insiste en que para que dicha accién permanezca en él tiempo y conformo movi- mientos como tales so requiere aprovechar provias redes sociales y mar- cos culturales de significados compartidos por gran parte de la sociedad. Concentra luego su atencién en lo que llama repertorios modulares de con- testacién, Tilly habla sefialado ya que en las acciones colectivas lor acto- res acuden a formas de protesta no inventadas en la coyuntura. Mas que las acciones aisladas, a Tarrow Je interesa ahora destacar la aparicion simulténes de ellas en lo que define como ciclos de protesta Fn esos ‘momentos algunos actores desatan la movilizaci6n, la cual a eu vez puede producir una nueva (estructura de) oportunidad para que otros movimien- ets cis uo pats paras lan Sena “Cele one naecolte Fe Wye Frome’ PaaS VND 9D Fiero. Tampa deka econo rune cua grass rgizvaloreaawansen Enso ge 6283 dump onaatoe nen uber olecranon a a incr epee ons cr sscrscine cera ppc chars a oss (Aap cer lense fu Oty es) Lose nomi Vr asa 4q 481 rauricio Arehila Neira tos mis débieso emarcsos so suen Sn os “empresaoe polices one tone vst do lng muavas oprndades cons por mime ovllactn, uniendooe a es eda liga as Gamandas parle con lo de conn acta ‘Ahora bien, como ya mostraba Tilly, os repertorios modulaxes sutren cam- blog solo en le larga duracién. Desde el siglo XIX, en Europa y Norteamé- rica se notan tendencies @ una mayor duracién de la accién colectiva, a la creacién y mantenimiento de organizaciones que canalizan esas Iuchas y una mayor descentralizacién de ellas. La consolidacién de Estados re- presentativos en ol siglo XX facilita -cuando no obliga considerar— una ‘mayor institucionalizacién de los movimientos e incluso su “electoraliza- cién’, Mas que lagros inmediatos y revolucionarios, la dinémica de la @c- ‘én colectiva consigue reformas a largo plazo. Tal es el caso del ferinis- ‘mo norteamericano, analizedo por Tarrow. Como se ve, el autor trata de hacer més dinamico el modelo al incorporar tanto nuevos avances teéricos como ensefianzas pricticas de los recientes movimientos sociales * Pero de nuevo aparece el fantasma del neoestructuralismo, y tal vez més crudo «quo en su colega Charles Tilly. Esto ha propiciado un reciente debate en la sociologia norleamericana que se centra en la utilizaci6n de modelos inva- nantes y unicausales, en aras de construir proposiciones universalmente vvélidas. Segiin los criticos, no solo lo estructural cuenta. Muchas emocio~ nes influyen en la preservacién de rades y algunas opciones estratéyicas openden de motivaciones sicoldgicas individuales ® En pocas palabras, se revive el viejo debate erunclado por Marx para la explicacién histérica de la accién humana. Pot sorprendente que parezca, esta vieja tensién teérica conveca algunas rellexiones sobre la accién social colectiva que, si bien no son nuevas, ot pease enemy Tact tater aaa pooner oe Sora iotiear neeeremeermeentiomae ‘eagcpsin gal caetnrucer errant Sree earner ric ceeceetone sare cee rea cer iho ete cones | » Son apem aetna ‘ie eee cerns pon amass orp ar ieoeean ct nem inaee menace chaeemminner mie DAS Y veniDAs, vusLTas ¥ REVUELTAS | 4) ‘cuentan con acogida en tiempos recientes. En su orden de exposicién son 1a teoria de Ia estructuracién, el resurgimiento del individualismo meto- dolégico, las exiticas posmarxista y poscolonial y, por Ultimo, la aproxima- cién constructivista a los movimientos sociales. Todes ellos tienen limites ‘Tue en su tnomento indicaremos, pero ofrecen nuevas posibilidades de com- prensién de los movimientos sociales que de una forma w otra nos han pres- tado hertamientas te6ricas y metodolégicas para nuestra investigacién, Bs precisamente la busqueda de un nuevo punto de partida, distinto det énfasis exclusivo en el subjetivismo o el objetivismo, lo que llevé a Antony Giddens a postular la “teorfa de la estructuracién’. Si bien no es tna re- flexién sobre los movimientos sociales, busca estudiar las précticas hu- ‘menas ordenadas en un espacio y un tiempo determinados.* Hay condi clones inadvertidas y consecuencias no buscades de la acclén humana ‘Muchos de estos iltimos elementos conforman las estructuras, que para Giddens no son entidades més alla de la accién, como postulaba el es- tructuralismo, sino conjuntos de reglas y sentidos articuladores de siste- mas sociales en distintos contextos espacio-temporales, La estructura, quo por supuesto sugiere duracién @ institucionalizacién, no es algo exter- no al actor, e8 més intemo de lo que se piensa; es verdad que constrife, pero a le vez habilita. En la accién concreta se escenifican, por asi decitlo, tos condicionamientos estructurales pero también la posibilidad de des- ‘echarlos y aun de transformarios.” So nota la cercania de la teflexién de Giddens con la adelantada tiempo atrés por Norbert Elias. De nuevo su tema no gon los movirnientos sociales sino las relaciones entre los individuos y la sociedad.® En el proceso civi- lizatorio de Occidente se vive un cambio histérico hacia la pacificacién de Jas costumbres por medio de principios moderadores intermalizados en ynormas que son reflejo de la interaccién entre los seres humanos. Ambas dimensiones son igualmente "reales", como lo sugiere la metafora del aje- rez, en Ja cual el individuo no se entiende sin las reglas del juego en las que se enmarca.™, Las llamadas figuraciones son la expresién de estas ‘acuminata arpa desc Bursa Art 185 40 * Gesapia asian ngtstelinnicope pote apodeme cosn cand: mnie aca. 8 > tox sel ex act So Fond dC ei, pCa ote eee tS oo eins Uy 187,08. 50} Mauricio Archit Neira structures intornalizadas quo constrien pero también eatimulan le ‘accién**Se retorna asi a la consideracién de los procesos histéricos en sntetaceién de os individuos entre st y con las estructuras. De otto tenor es la propuesta neoinstitucional, que pone énfasis, como su ‘nombre lo indica, en el peso de las ihstituciones en la vida social. Prove niente de la economia y desarrollada principelmente por Douglass North, destaca los elementos externos al actor, pero también mira el comporta- miento individual desde la cultura institucional. Por 6u parte, Robert Put- nam la ha lievado al andlisis politico al estudiar el peso de las institucio- res en el desarrollo de la democracia * Como las anteriores explicaciones ‘sociolégicas, 6l neoinstitucionslismo no es una teorfa de los movimientos sociales sino del comportamiento de Jas sociedades, con el agravante de «que, como dice un eritco colombiano, st tal enfoque "puede contaibuirsig- nileasvamente a Ia comprenciénhisrica de Jas ‘causes do I riqvea (no neoesariamente a a determinacién de su naturaleze y, menos ain, a la identilicacién de las formas de produocién sociales El neoinstitucionalisino, a pesar de su sabor estructuralista, abro una puerta al individualisme metodol6gice que nutrié alas primeras reflexio- ‘nos de la sociologfa norteamericana sobre los movimientos sociales.® Para los sequidores de esta orientacién metodolégica, el individuo y sus orien- taciones constituyen la unidad de andlisis basica @ partir de la cual 8¢ puede llegar a agregados institucionales y a las logicas colectives que tazan los limites de la accién individual. Gomo tal, el individulismo me- todolégico toma forma reciente en la llamada eleccién racional, muy em- parontada con a tora de os juegos Dichs eleccin supone motadchigi ‘camente que todo fenémeno social pasa por los individuos con la intencién. de maximizar beneficios y minimizar costos. Es cierto que por esta via se ce nas emer itn ses eae Sales gare roth Aa onoroaguma rele ee sca Ss, 0) ca ‘iyo Ho Ot aby Pen: tie orn, crop otra Me iD Ann * ‘Stevtl utnsonlaretucrontantss ste, smarter, cn (Src cons 2 0 sy 2 28 4 Sgn ips rane on anit Mae, ‘SeencholSe roar oven maser + hn Sn sarees ers a Een. 12 IDAS ¥ VENIDAS, WUELTAS ¥ AEVUELTAS supera el exagerado peso de las estructuras y se rechaza la perspective de la accién social como algo esencialmente constituido més alla de los individuos, Pero, por més compleja que se haga esta aproximacién, sigue siendo una aplicacién del céloulo econdmico a la accién social con un claro rechazo de Ia perspectiva colectiva, lo que a.nuestro juicio limita la comprensién de fenémenos supraindividuales, como son los movimientos sociales. Ademés, el ratorno al individualismo e¢ discutible, asi sea solo ‘metodolégicamente, pues en el mundo presente al individu esté progra- ‘mado y en ese sentido “es menos individual que nunca” © De un enfoque distinto proviene le reciente propuesta de Alain Tburaine sobre el rescate del sujeto o més propiamente de una subjetivided hasta hora dominada por una razén que se vuelve instrumental, $i bien la sub- Jetivacién puede ocursir en individuos aislados, para Touraine es on los ‘movimnientos sociales donde mejor se representa. *De cualquier forma, esto rescate del-sujeto balancea el sobrepeso de las estructuras. Otra perspectiva mucho més critica de las lecturas estructurales de los ‘movimientos sociales ha sido desarrollada por Chantal Moutffe y Emesto Laclau”Su argumento, bautizado como posmarxista, constituye une crl- tica domoledora de toda determinacién previa de la accién social, cuya tarea es la construccién de identidades colectivas, Ahora bien, las identi- dades no son esenciales 0 primordiales, sino un resultado de las conver- Gencias contingentes de los sujotos frente a los diversas conflictos de la sociedad contemporénea. Para Mouffe y Laclau log movimientos socia- Jes -esas convergencias de sujetos que encarnan la pluralidad de la socie- mS Se Dare 18 "cits tr ie Fo Cae ani, 1094. 2087232 Pr ss ens y poi ‘mir mistress at tt erred ene elm cosa eee pu saps mre ono ep se Pe ‘ras prow Te lon ones Oem an eo’ Pe. a 8) ae seczoyie oa ee est sm ssc aes dns aa gees ca as soos aaron demands ul alas mca an epee ‘rons Sera, Viscose aaa Sra Lc 185, yc a eat Pail nn es, 18 incesatyaos ut eS ose Soe oa ora Pespsis nS benef sie cag ya on Ses Poe ee ot ‘rsdn titan esta ne nde el 8) Ensaio ansiorstipey referee save lenge tiaaerrscon des pcos eso) easy ra eis te linac pos eps dune cacao a reer Pogo 4.77 Labatt oasis osc onbee crac at cselon ese ascllgnconn S21 stauricio Archila Noire dad- radicalizan la democracia. Las luches democréticas no necesaria- ‘mente son progresistes, pues son polisémicas por dofinicién, El problema con estos autores es que, en su lucha contra todos Jos dete:- ‘minismos universalistes -Ilamense estructuralismo 0 racionalismo-, cas ‘en un reduccionismno discursivo, en el que “el discurso tiende a ser tratado come auténome y constitutive de la realidad’ ® La cercania al llamado {giro lingUifstico del posmodernismo es evidente, asi ellos pretenden estar distantes de sus expresiones mAs simples y se plenteen objetivos politicos de radicalizacién de la democtacia, uno de los logros de la modernidad. [El posmodernismo también ha sido alimentado y a su ver criticado por los exponetites de los Estudios Subalternos y en particular por los historiado- 1¢s indios, también conocidas como poscoloniales. Nutridos por a historia social marxista, van mucho més lejos en su cftica de la dominacién colo- rial y poscolonial. Plantean una subalternidad irreductible a los pardme- tos cocidentales, pues estes no solo colonizan al colonizado sino iguel- mente @ las ciencias que tratan de entenderlo™ De su radical diatribe no +5 libra ni el marxismo, al que s0 ve como un discurso critico del capitalis- ‘mo pero contemporizador del colonialismo. Se adentran asf en el estudio de los grupos subalternos, especialmente los campesinos, a partir de tex: tos “deconstruidos” s* ‘Dos polémicas se han suscitado en torno a la produccién poscolontal, una ‘més general y otra referida a su aplicacién a otros contextos, como el lati oamericano. Fn cuanto a la primera, hay quienes afitman que estos estu- dios abandonan un proyecto totalizador de cambio sovial para privilegiar ‘una resistencia anclada en la subjetividad individual en reclamos atévi- ‘cos de una comunidad dofinide a partir de identidades religioses.* De ot10 ‘calibre e¢ la segunda exttica, que sefiala la dificultad de aplicar a nuestio subcontinente la categoria de dominacién colonial construida con base en © nen Bota 2 genet on eet ac Po Ue, 98 vo + og pu det ai ts an Vs sep Dn oa ‘Ramey con aes, » hmtigutesearcatey do Pea rte ot inci aac Siremcututbasn'torarids pmo ey cara IAS ¥-VENIDAS, YUELTAS ¥ REVUELTAS Ja experiencia de la India. De una parte, porque dicha categorfa contun- de colonialismo e imperialisimo, que aparecen simulténeamente en Asia pero no en América Latina. De otta paite, porque quienes en nuestro subcontinente sufrieron 6] peso de Ia dominacién colonial en todo el sen- tido de la palabra fuoron los indios y los esclavos, no asi los mestizos ni ‘menos atin los criollos, quienes vivieron como propia la cultura y los va- lores europeos. Saltan a la vista las diferencias en las colonizaciones, no solo en cuestién de tiempo sino también de forma, que remiten a distintos horizontes explicativos.” Si bien le cortiente poscolonial abre una suges- liva veta de andlisis para entender a los subalternos, y por endo a las sociedades en que viven, el énfasis exagerado en una resistencia incom- prensible desde pardmetros occidentales los vuelve herméticos para un lector letinoamenicano. Nos resta revisar une titima via de desarrollo teérica, la que promete re- solver en forma més adecuada el reto de entender Ia accién social colecti- va en nuestro contexto histérico: el constructivism. Més que responder a un autor, escuela o paradigma especificas, 1o que identifica esta postura son dos propuestas centrales: una mirada de construccién relacional dela accién colectiva y un estudio sobre el peso de le cultura en la movilizacién, social, sin perder la dimensién politica que ella encierra. La primera se refiere a una superacién de cualquier esencia o condicién objetiva previa a Ja constitucién de los movimientos sociales. La segunda habla de una. ddimensién de sentido que impregna la vida cotidiana. Rn los didlogos recientes entre norteamericanos y europeos, de les que no estén lejos algunos pensadores latinoamericanos, so propone dejar do lado los sesgos excluyentes entre racionalidad instrumental o biisqueda sim- bélica, ast como los énfasis antagénicos entre el peso exclusivo de las estructuras o ol de la accién humana Se busca analizar las "marcos cculturales” que encuadran la accién colectiva y que @ su vez crean oportu- gad pain gh dA Tsoi kate Eni), ‘Ca Ugupe aos re ceeso Roa draco Imo dara eit orrea ese ome dears Oe alu ronee Saas aE ede ons) es crarsWe Ui rr as, 1988 ip 05100. ‘dope, ocsupo sn nigra. cat. 5 ere ieee cls ‘wire soaks garrett ameenie heron a hasopde See ease He cian tat ear itea cen rN 8 4 Mauricio Archie Nees nidades simbélicas, Elles, como la misma cultura, son también creacién de Ia movilizacién social y a veces su principel logro Ahora bien, hay quienes distinguen entre marcos mayozes ~del conjunto social--y espectfi- cos de los movimiento sociales concretos-. En esos diversos contextos radica el potencial de los actores sociales para identificarse como “noso- ‘os’ y la legitimidad de sus demanidas, Los movimientos que en sus 1°- ‘clamos se apoyan tanto en valores y tradiciones propias como en elemen- tos culturales generales de la sociedad, tendrén més legitimidad y por tanto mayor posibilidad de conseguir éxito. Rs ol sicoterapeuta y sociéloge italiano Alberto Melucci quien mejor ha ‘conoebido recientemente Ia construcoién de identidades colectivas.” Es- tas no resultan de Ja sumatoria de motivaciones individuales, como tam- poco de condiciones estructurales, aunque incorporan ambas dimensio- nes, Las identidades son resultados histéricos que distan de esencias pre- determinadas. Sefala también que en dicha construccién coexisten pet- ‘manencias y cambios, Ademés, adelanta que la identidad es algo relacio- zal, pues implica un minimo reconocimiento del antagonista. En situacio- nee extiomas de represién o de desintegracién social, las identidades se fraccionan o se vuelven muy rigides ~remiten a esencias presstablecidas-, con lo que pierden su funcién orientadora y legitimadora de la aocién, In- siste en que identidad, accién colectiva, movimientos sociales, cultura y ‘muchos de los conceptos que usar los taéricos son categorias analiticas y en ese sentido no carresponden a “cosas reales” ara Melucai la era informatica que vive €1 mundo actual sugiere nuevos campos de eccién En conoreto se trata de la lucha por el control de los © pughan-Odte asics aa knoe lu See Moar Fae Isr Phra sy, 98 aver Soe et ero “yes Faring Pes ec Cacia Moen ime og Latte Soon "peng ate ey enoki nny er Kacomas, So Moe an re Msp sl Sec. secs wn descaling Ait. yeaa da i hy Cos Cates ‘elon mando PS, anos bas earn Caran ey, 1. Lapmuan te erasers del omen acon etd estrn rane ee {lovenaas ei aPou dy Ot uo 5 Saracen wire oases ead nt sang any Sc) ag ase os en are come wah, ‘eos rovers id trots jos erste esc el Grace Siren dea eset apr aso esa pe ors, erst ace opment fl qd rr aio Oana ‘retreats ers suet sys es Os esc, IDAS Y VENIOAS, WUELTAS ¥ REVUELTAS ‘cédigos comunicativos y culturales. Pero los movimientos sociales no solo ppelean por ese control, sino que ellos son en s{ mismos medios comunica- tivos, con lo cual Melucct se acerca al modelo de accién comunicativa de Habermas. De un somero andlisis de algunos movimientos contemporé- neos (feministas, de grupos étnicos, pacifistas y ecologistas), Melucci ex ‘tae algunos rasgos comunes que supuestamente los caracterizan: hete- rogeneidad y poca negociacién de las metas; alajamiento del sistema polt- tco; desafio a la separacién entre privado y pablico; y privilegio de la ec- ci6n directa. Hasta aqui parecerta que hablara mas de los viejos reparto- sos descrites por Tilly y Tarrow que de los nuevos movimientos sociales. Agrega, sin embargo, un rasgo que perfla mejor la acci6n colectiva con- ‘empordnes Ie oscilacién ent ol indvidualisme ya apolciin a nat raleza.** Ya dectamos que Melucci es critico de los andlisis que buscan explicar las acciones colectivas a partir de condiciones econémicas o de oportunida- des pollticas. Sin embargo, al insistis en la primacia de lo simbélioa cae en otro extremo igualmente criticable: el reduccioniemo cultural. Basta recor- dar su caracterizacién de los movimientos sociales contemporéneos para ‘Percibir los rieegos de su postura, que lo hace deslizarse hacia un velado ‘esencialismo on la comprensién de las identidades colectivas y a un ses- gado énfasis en los aspectos defensives de la accién colectiva.® Pero hay ‘otro elemento teorico-metodoldgico que nos llama la atencién y que ya aparecia en Giddens: mientras Melucci se declara anti-estructuralista — pues iguela estructuralismo a explicaciones desde las condiciones objeti- vas-, reclama un enfoque “sistémico" Dicho andlisis no es teleolégico, ues por tratarse de un corte en el tiempo para considerar los sistemas no fanuncia futuro ni tampoco mira el pasado. De esta manera, solamente estudia categorias analiticas ~no “cosas reales"— en sus interacciones, sin darles carga valorativa y, supuestamente, sin ponderer ningin siste- ma sobre otro. reac corn Mae Ta, 180,20 re, Viseceuin co a0 hpesaree"terg Clee Somat as {ahuste kerorucre seta crsxtn cesta tstacesoaSt paren” ‘Toles nota alsiewampe stopp emcee Bete ep) © Ados cane in erg ge me rw eto age irvine {cates Crogne discard ronan widmaseetnen ours dara aus ‘ironic 2) © Setandsmaroce ie oto sra alpen Goo) eames pt sober ot trea onan yo dea reproduction dea vide oxen (cual ae 5 56 | Mauricio Archie Neira La petspectiva de Meluce!, si bien representa la versién més laborada, del construccionismo, es cziticable no solo por la ya denunciada sobreva- loracién cultural, que contradice el pretendido equilibrio sistémico, sino porque paradéjicamenta se acerca a dos extremos en el debate reciente de las clencies sociales. Por una parte, el autor se coloca lo més cerca posible el giro ingifstico que pregons el posmodernismo, sin caer totalmente en 461, pues sigue suponiendo que existe une realidad mas alla de las media~ ‘jones culturales © de la construccién de categorias anellticas. Por otra parte, su enfoque sistémico recuerda el anélisis estructural-funcionalista de Talcott Parsons," aunque con una actitud menos estétice. En este en- ‘cuentzo tangencial con dos extremas criticables se evidencia, una vez mas, que los fantasmas que rondan a las ciencias sociales tienen més en co- iin de lo que a simple vista parece. El estructuralismo desconfiaba tanto de la posibilided de conocer la realidad como hoy sus antagonistae pos- modemos* Hasta aqui la sintética resefia de las principales teorias sobre la accién social colectiva, que ilustra las tensiones conceptuales y los principales jalones, para desembocar en una perspectiva constructivista de los movl- :mientos sociales, que est més cerca de nuestras inquietudes académicas, a AMERICA LATINA QUE? Es hora de decir algo sobre la particularidad de la accién social colectiva ‘en América Latina, Los autores que han intentado un acercamiento te6ri- co a partir de la realidad latinoamericana coinciden en sefialar que en el subcontinente ha tenido més peso el paradigina de construccién de iden tidad que su contraparte norteamericana® El marxismo impacté a la in telectualidad desde mediados del siglo XX y en decenios posteriores ee vivid €l redescubrimiento de versiones menos ortodoxes, como la encarna~ da por Antonio Gramsci. Fue importante en especial su contribucién para repensat la sociedad civil escondida en ta visién de la politica del manxis- © Pai entrap sips eed rai ttn Soden hase SceaheaaceOctre one) « buetan pesmi labman encore ie ok See tne ain arf, 2 Sanrio gens Seen akainletnanae Peeainee eRe dSusonn oe ear ee, IAS Y VENIDAS, WUELTAS ¥ REVUELTAS ‘mo-leninismo, que se orientaba casi exclusivamente hacia el Estado." En ‘cualquier caso, 6s necesario tener una mifada cautelosa, si no escéptica, sobre la aplicacién de dichos modelos, pues suponen procesos histéricas ‘que no se han producido en forma igual en nuestros paises, Sin tal pers~ peotiva critica muchas veces los analistas terminan investigando con el deseo y no con el principio de realidad. Una de las consocuencias es anun- colar més movimientos de los que existen, pues, como dice Foweraker, “no todo lo que se mueve es un movimiento social”."*Fernando Calderén, por ejemplo, es optimista al sefialar que el subcontinente es rico en movimien- tos sociales, no tanto en nimero cuanto en vatiedad, por la simultaneidad ‘temporal en la que convive lo premoderno con lo moderno y hasta lo pos- ‘moderno. Posicién contraria enuncia Alain Touraine, para quien “Amér cca Latina no es el continente de los movimientoe sociales conscientes y organizados (..) Ningiin continente ha conocido més ectores, ninguno los hha conocido més débiles”.”° Cuando se estudian los movimientos sociales de América Latina, tanto los de clase, obreros y campesinos, como los lamados nuevas, se produce lun choque entze teor‘a y realidad, pues si desde Europa se enfatiza la relacién entre movimientos sociales y sociedad civil, en el subcontinente letinoamericano la precarla existencia de ésta y el papel central que hist ticamente ha jugado el Estado hacen que desde el principio la accién s0- cial colectiva se politice” La existencia de dictaduras en gran parte de ‘América Latina hasta los afios ochenta reforzé la dinémica de los movi- ientos sociales en favor de la democratizacién, Aaf se diluye la cldsica distincién occidental entre accién social y politica.” Los recientes cambios en el modelo de acumulacién del subcontinenta, a Juicio de Fernando Calderén, desembocan en una crisis tolal de los Ksta- © age Ca ep sma. as 295-256 nent. tn. "ones atca Latcat sechaan nea ata Me SX, 6 11, Acta, 0928, ‘Suan festa te eam earner cna sian ogra ers ons cas ear et! Say esa Cat 8p 0) Utara dea ata foi open, Sligo de BF, 5 ada douegecraiyaisseconmi oases meant a 58 | rauricio Arehila Nei dos nacionales, de las sociedades civiles y, on el fondo, de la idea de mo- derided que se construy6 a partir de 1a revoluclén mexicana. Los movi- mientos sociales no son ajenos a esta crisis general y asi lo confirma el crudo panorama de atomizacién de los actores sociales, viejos y nuevos, que describe el autor En todo caso, para Calderén la crisis del Estado nacional marca los nuevos rumbos de la accién social colectiva en Améti- ca Latina ‘También, en contraste con los patsos centrales, aqui siguen vigentes las luchas por necesidades materiales que oe dirigen hacia el Estado en la medida en que éste no cumple con sus promesas de bienestar. Otro aspec- to de diferencia descansa en el poso de los “viejos” actores en los “nuevos movimientos sociales, hasta desdibujar una distincién que es clave en uropa y Nortesmérica, Bl movimiento laboral, por ejemplo, no solo es la ‘mattiz originaria de las luchas sociales sino que 61 mismo se puede trans- formar en nuevo movimiento eocial, como ha ocurrido en los iltimos afios, fen Brasil. El punto de ruptura entre lo viejo y lo nuevo radica, por tanto, en. Ja construccién de identidades. Los actores pueden ser los mismos de los paises del centro -Estado, trabajadores y consumidores-, pero las conver~ gencias pueden producir nuevas identidades que, como ya se ha dicho, no responden a inteteses @ prior, sino que son construcciones histéricas. Ade- ‘ms, las identidades son miltiples: la gente puede movilizarse como muje- es 0 macstios, estudiantes o demécratas, trabajadores 0 socialistas Las relaciones entre cultura y politica también adquieren un cardcter pat ticular en América Latina. Sonia Alvarez y Arturo Escobar han tratado no solo de.definir cada 4mbito, sino de ponerlos en relacién mutua frente @ la dinémica de los movimientos sociales.” La cultura no es algo estatico y aislado,’y la politica, més que la mera accién institucional, es toda lucha ppor poder. Los movimiantos sociales no solo participan de las culturas de 1 ono roe. a 18 “+n fomvae ory 60 aac patasuvonn poem mafneio sc eben. )omPs {nao ungnse ihe la rssuce aol oe euninacconreac , cy ‘SGomsebesoy alone rs yas mebeokr NS eb unaen revi us eeres tes SS = a, Solan EsmDapinn joa ts est, sete ads St rons eer Maven 188 evento tena ng ‘Sten benens. Selene tn he nin roman scale naonestesbl beams foe. epndres rat oer moor oes aes co nleeetnanee. IDAs ¥ ventas, vuettas ¥ RevUELTAS | 59 Juma sociedad, sino que igualmente inciden en Ja configuracién de sus po- Iiticas al reclamar un nuevo sentido de ciudadania, Comparten los pata- digmas de la modernidad occidental, que llegaron deformados @ América Latina, pero, a su vez, buscan superarlos. Hsta mirada entre la politica y Ja cultura presta atencién al Estado, pero también a las redes sociales, a Jos nuevos espacios de lo piiblico y a la revitalizacién de la sociedad civil por la via de les Organizaciones No Gubernamentales (ONG), punto que no habia sido desarrollado por la literatura antes considerada. Alvaroz y Escobar observan también con cuidado ol impacto de la glabalizacién en la dinémica de los movimientos sociales, que no siempre es nogativo, De ‘esta forma cuestionan y enriquecen la aproximacién eurocéntrica a la ac- ‘oién social colectiva, ‘A estas alturas del texto surge la pregunta: équé nos queda de todo este largo recorrido tanto por las teorias centrales como por las periféricas? ‘Aunque no podamos decir que encontramos modelos totalmente explicati- vos y categorias absolutamente novedosas, se clarifica el panorama de la investigacién sobre movimientoe sociales, al menos en cuanto a las pre- guntas que la deben guiar. Veamos en forma resumida los principales elementos encontrados. Resalta la insistencia de muchos autores resefia- dos en la construccién interactiva o relacional de la realidad social, que no ¢5 resultado de condicionamientos abjetivos previos, ni tampoco de meros Giscursos. La accién humana, en este caso colectiva, es la genoradora de J sociedad, pero ella esté constrehida por aspectos estructurales que @ su vez son construcciones histéricas modificables. Metforas como reper- torios y ciclos de protesta, resistencias ocultas o abiertas a hegemonias, 0 escenarios de poder y contestacién, hablan de la dinémica de conflicto en. que estén inscrites los movimientos sociales en cantextos espacio-tempo- rales especificos ‘La cultura, concepto sin contomnos precisos, ocupa un intorés creciente de log investigadores de la accién social colectiva, Tratese de los repertorios de contestaci6a, de los marcos culturales -més amplios o particulares~ 0 de Ja construccién de identidades, la cultura es al mismo tiempo algo heredado y en permanente transformacién. La identidad colectiva y pabli- ca ~para no tocar la individual- de los distintos actores no es reflojo natu- ral de estructuras externas, aunque ellas la constriien. Bs siempre cons- tmuida en relaciones y, como dice Boavontura de Sousa Santos, “combina lo propio y lo ajeno, Jo individual y lo colectivo, la tradicién y la moderni- | mauncio Archila Neira dad’ * Las identidades que se observan en el mundo contemporéneo pue- den provenit de émbitos comunales 0 societales, de movimientos reactivos © proactivas, peto hacen que los movimientos sociales miren al futuro, bien sea para radioalizar la democracia, blen para construit modelos al- ‘temnativos de sociedad, No son ajenos a la modernidad, asi se opongen a algunas de sus manifestaciones. El recorrido realizado igualmente ha arrojado criticas tanto de los modelos establecidos como de las nuevas propuestas. Sobre las limitaciones de los primetos no es necesario abundar. Dentro de las iltimas, resalta el riesgo de sobrevalorar la cultura y casi caer en un teduccionismo que hace de ‘lla la nica explicacién de la accién social colectiva.” Aunque se preten- de superar la metafora de base y superestructura, no se llega a una expli- cacién que articule las dimensiones mnés materiales con las estrictamente simbélicas. Por la misma via tocamos fantasmas del pasado los estruc- ‘uralismos eupuestamente superados- y del presente -el posmodernismo principalmente-. Ambos plantean que la realidad dificilmente se conoce, pues esta precedida por estructuras determinantes o por discursos que obstaculizan nuestras percepciones. Pero, por forzuns, la mayorta de los autores estudiados comparte, en mnayor 0 mnenor grado, la idea de que la realidad existe més allé de nuestra mente y que la podemos conocer en ares de potenciar la accién, De esta forma, el mundo contemporéneo pre ‘genta rotos no solo a los actores sociales sino también a los mismos inves- tigadores. ‘Sin anular las dimensiones materiales y culturales en las demandas, por donde se mize, la accién social colectiva en América Latina desemboca en Ja politica, lo que replantea la distincién ente una y otra, propia de los teéricos de los paises contrales. Bsa politizacién de la accién social le impone un reto adicional, consistente en la lucha por su autonomia ante el Estado y el sistema politico *Sobre este punto no hay consenso entre os, vos A. 12 Det, p08 peur dt cum rae ris esses cme nanos, oo eaten eet ens sles pcs ‘unto foe sta pena (sey eine Pec oem ah ‘tr Cad Sete Moan a i Sa are ea: C18, ‘encot sonia lieu: sane suaciteduapaia ahha eta Asie 8 Spntierad sane deicsmofincncsesc wr pct k Tlie prutcontntaady cna come irexas greases dens menses se, IDAS Y VENDDAS, WUELTAS ¥ REVUELTAS investigadores, pues mientras los que defienden el mayor impacto cultural de los movimientos sociales creen en su creciente autonomia, quienes in- sisten en la accién politica dudan de Ja real distancia con relaci6n al Esta do y a los partidos.”"Kn cualquier caso, América Latina parece ser un ‘buen laboratorio para poner a prueba las relaciones entze Jo social y lo politico, BALANCE DE LA PRODUCCION ACADEMICA COLOMBIANA "* Colombia no ha sido ajena a estas reflexionos, aunque no sea un pais que se precie de contar con movimientos sociales fuertes 0 con una produccién académica de punta, Ast histéricamente las luchas sociales en el pais se remonten casi a los incios de la eolonizacién europea, el toma de los mo- vimmientos sociales es de reciente aparicin en nuestro medio. Fruto tanto de dindmicas internas derivadas del régimen bipertidista como, sobre todo, de factores extarnos ligados al auge de rebaliones anticoloniales, campe- sinas y estudiantiles, las ciencias sociales en los sesenta comenzaron a reflexionar sobre la aparicién de nuevos actores sociales y el significado de sus luchas, A medida que algunos movimientos adquirieron visibilidad ‘8 convirtieron en objeto de investigacién, En el balance historiogréfico que hicimos de la produccién académica en toro a los movimientos sociales constatabamos un inoremento casi geomé- tico de publicaciones hasta comienzes de las afios noventa *" Aunque to- davia no hemos realizado el estudio cuantitativo del dtimo decenio, tene- ‘mos la impresién de que la produccién se ha estancado, ast la actividad social haya continuado con inusitado impulso, en especial durante las ‘ltimas administracionas. ZA qué factores responden estos vaivenes inte- © union eter le kpatrsaas pee movment Tanase Sere xno nr uphy aoa po te pes aon) se ‘Svan fee yf once emrenencpa escan esi aes Stoner fannie aera sees eon samara! insist rah ati Parents pp an ‘eorasasaetanrersaseonalUoemstneelrmpren moms npsewal eats ‘scale, asa ra, val XO, No. 3,olfa de 1907) a 7 © trsvsingelen cee ade pl meee Sxabyrsoarbpeh i poy eerounems suse ew a) ar ioe oer aon Spas Sc a OAT “Wasp te ney seer S90 emo Ga mo {spat Oversea. tpn 5 61 | mauricio Archila Neira lectuales? {Con qué modelos te6ricos se ha interpretado la protesta social cen el pais? {Cual ha sido el didlogo, silo ha habido, entre actores y analis- tas? fstas son algunas de las preguntas guias de este balance critico de Ja produceién académica colombiana sobre las luchas sociales a lo largo de los cuatro tltimos decenios del siglo XX. Proponemaos realizar esta lec- ‘ture destacando varios momentos que expresan a su vez los modelos teé- rigos vigentes en nuestro medio." Desde los aiios cincuonta, en el contexto de ia Guerra Fria, los paises centrales y en particular loa Estados Unidos estaban muy preocupados por la pobreza en el mundo periférico. Obraba en ellos el terror del comu- nismo en aparente expansién y le misma explosién demogréfica, que s0- ‘cavaba los ideales de progreso sobre los que se asentaban firmemente las sociadades oocidentales. As{ se inventé el discurso desarrollista y se diag- ‘ostioé el atraso dol llamado Tercer Mundo, categoria que encarné la ima- igen geopolitica de los paises centrales." En Colombia, las nacientes cienclas sociales bebieron de esta fuente a finales de los efias cincventa. Al abrigo de las teorfas funcionalistas ya resefiadas se realizaron desde anélisis macrosociales hasta estudios de ‘caso para tratar de indagar sobre las causas de nuestro supuesto subde- sarrollo y ofrecer formulas de solucién de tal atraso.*n este ultimo as- pecto sobresalian algunos actores sociales modernos llamados a impul- sar o al menos @ no frenar ol desarrollo. Los trabajadores asalariados, y especialmente sus sindicatos, eran cruciales en ese propésito siempre y cuando se alejaran de les ideologias revolucionarias o totalitarias, que para el funcionalisino eran lo mismo. Hl apoyo a les lamadas corrientes democréticas y una estzecha relacién con ol Estado eran las garantias de un desarrollo arménico * Algo similar se postulaba para otros actores s0- jg ommend ir asec ci pedo prmgriesaaesontige tre epemsn sre neptoaokcrdspes Acad eonspoba arcana ‘Seo Um penitent n us soe Coto, 2.85)ins eat [Spon rsync) ants asap ares eee, ‘api denarii ede emotes pepe ches soc. ects c dbo darian ror, Frey Doane. ean Usnthg tea Pres coh 1385 ‘va comarerc ne oracees eta ep hat (edo Mn oan Esse ears ae ca Cao Sg ik 68 eines adCast, no smenptow Sa By) Sgr Fonda. 8 Unspent cesar pte arcana xd nicer ni eS Mets, tea sfesnn en Cai Bas Ur oss, 1. aDaS Y vENIOAS, vuELTAS Y AvUELTAS | 43 ciales, en especial los campesinos y los estudiantes, ostos ultimos con ‘mucho protagonismo en los afios del Mrente Nacional. ‘Aunque en forma tardia, también a Colombia legé el paradigme manxista ‘como instrumento para la lecture de la accién social. Ast intelectualinen- te ya se le conociera desde los afios cuarenta, y aun antes hubiera sido elemento de movilizacién politica, su impacto en el mundo académico ape- nas se vino a sentir a finales de los afios sesenta®” Su arribo a nuestras terras fue tarea dificil, pues el medio cultural poco soculatizado no era propicio para la aclimatacién de ideologias revolucionarias. Pero en el con- ‘texto de una creciente oposicién interna al régimen de coalicién biparti- dista, alentada por los vientos internacionales favorables al pensamiento de izquierda, ol marxismo enconti6 un terreno abonado para su difusién, ‘especialmente en el sistema piblico de educacién superior En esas condiciones socio-politicas y culturales el materialismo histérico inicié la disputa con los modelos desarrollistas y ofrecié un entendimiento distinto del sentido de 1a accién social colectiva, sin que rompiera definiti- vamente con el discurso eurocentrista, porque era su heredero, un tanto discolo, es cierto, pero heredero al fin y al cabo, H] marxismo que arribé al pois en los afios sesenta era ortodoxo, aunque con algunas de las varian- tes como la ofrecida por Althusser. Como ya vimos, consideraba que las conttadiociones en la esfera productiva eran las fundamentales en la his- toria y postulaba la necesidad de una vanguardia que representara a la clase revolucionaria por antonomasia, él proletariado. ue precisamente la clase obrera la que recibié la atencién de los analis- tas enmarcados en este paradigma. Tampoco faltaron los estudios que intantaban explicar los orfgenes clasistas de ottos mavimnlentos eperente- ‘mente més heterogéneos y @ los que se les proponia come méxima oonsig- na le “alianza obrera, campesina y popular”. Vanamente se intenté ox- Corson: redesn ms ies Mit Coon sso eet expt Bo ne io 19 eee OC Po Dns Now ne ney 67 "eso citris atest ao et ews or manta ah Spo Lathe 1, Una tls aque cee! DE nas spss msg. 213 htc eae ek arama tn 5 ws, Etna Deena cohen esse. eseaca Sana co eeyslexcoera HOP 0.25 on engoste awoarcu rans eras math arate, ees Bae pried 17) Ccse ses any esate on cr eo Sera BT 141 rauricio Archila Nes phicar los components de clase de los estudiantes, de! magisterio 0 de los pobladores urbenos, sacnificando sus especificidades socio-cultuzales.®° Era un proceso mental que reducia el conflicto social a lo econémico, lo que en ese sentido no distaba del reduccionismo del discurso desarrollista uadicional ‘La mayor presencia de actores sociales heterogéneos en los arhos setenta parecia exigir una aproximacién menos rigida que la clasista pero que no perdiera las fortalezas del andlisis del materialismo histérico.”°En forma casi imperceptible, el énfasis de los investigadores sobre los movimientos sociales pas del obrerismo a una mirada sobre lo popular. Ya no solo se hablaba de proletariado sino de un conjunto de clases explotadas y opri- midas que a veces se catalogaba como pueblo, a veces como movimiento popular y a veces simplemente como movimiento social en singular. Nuevos vientos teéricos reforzaban este giro hacia lo popular De una par- vertionte magista del manxismo, a pesar de su formal ortodoxia, reivindicaba el papel protagénice del campesinado, que también habia sino un actor crucial en la Revoluci6n Cubana y en muchas luchas antico- loniales. De otra parte, cobraba relevancia la llamada Teoria de la Depen- dencia, allmentada tanto por los estudios del impesialismo como por el pensamiento cepalino, Bra una concepcién critica del desarrollo propues- to en los paises centrales sin romper el molde discursive desarrolista." Si bien el debato teérico ya no gitaba en tomo de los dualismos campo-ciu- dad y tadicional-moderno, y se postulaba un enfoque més histérico de nuestra evolucién, la meta seguia siendo un desarrollo entendido como pprograso de corte material, con los paises centrales como modelo. En tér- rminos sociales, Ia Teoria de la Dependencia se ditigia, mas que a les cla- 508 concebidas aisladamente, a un conjunto de sectores populares sumi- dos en condiciones de atraso precisamente por el desarrollo capitalist Gagne oat els ne ates pms ers cheep nae ‘En use manos neopets Drs Paes. TS {Feiss seashore coon ks rs No 7 Sk Nos ‘Gomm rugen seco oem aaa Bote Sas elec tenon ane Ge tomas casper cose cl Bas Lateaouitt soe tain pron suas onsrmiiriesconinre tea coranos- fens lagnheca pelo cesses dtn nes sts onary aoupw are SO Coa. 1 semen Seng Gone. p.2 Une eesedeatz tas estonedobea a. Besse attra cabbie Ra sa, 63. as Y venuoas, vuettas ¥ RevusLTas | 65, ‘mundial, lo cual sugeria la creacién de un bloque popular que construyera una alternativa de corte nacionalisca para impulsar un crecimiento econé- ico equilibrado."* Es cierto que con estas posturas se enriquecia el estudio de la accion social colectiva, pues ella no se limitaba a la mera explotacién econémica por las burguestas loceles, sino que atendia a fenémenos mas complejos de opresién politica en la arena mundial En términos de los confliclos, sociales, importaba tanto la esfera de la produccién como la del consumo, Jo que era una significativa innovacién en la compronsién de las contra- diociones que attavesaban nuestra sociedad. Inspirados en algunas pos- ‘turas renovadoras del marxismo elaboradas en Europa, coino les de Ma- pbuel Castells, algunos analistas comenzaron a hablar de crisis utbanas y de desarrollo desigual y combinado para axplicar les primeras acciones civicas.™ Pero aun en este audez paso se seguia insistiendo en el andlisis, de clase, tanto desde el punto de vista de la produccién camo desde el del consumo, y en un cierto vanguardismo obrero en la movilizacién ciudadana."*Con el tiempo, los investigadores sumaron las luchas urba- nas con las aociones civicas, en un curioso paso metodolégice que le agre- 96 confusién a la categoria civica *E] imaginario de la lucha de clases segula presidiendo tanto los suefios ds los intelectuales de izquierda como los temores de los politicos de derecha. Asi se demostr6 con la exagerada interpretacién que de uno y otto lado se hizo del paro civico del 14 de © Spinners en Ply shtatino st So Care, cde one ‘elim © rg anion iro Yori tera a avo aFera \naaconastisor ooo astro nao, penta wasn eco) anya ora ace en ‘el clnpate dn caplsre creep noses asa pata ra Coon, Bape aca 178, % bss ditsasins yen peste mareresaaies ood Grn Re sede. eg apes ai Panera aecses Spe Cha. Asocaocon ls pred Wait ia" es Osan 185-87 er Mas No, 14.17 i, 324 y te Claassen cab Ee De 1 oogeasps ‘as came wae hiya precast Espace Sarl as ape ere \tampzvestesbromaccsina pee eo sade Seer Sear qeneamaea ner. ‘eayaveiesasen anced (Olea chs nas Sp Ca, 185 Aes sears Wea mbes nce copa a pcp ns bs cas us dene cae aaa ae go pss pope rats ee evens ans apr ase NS tape ig a 8 © Mectolen ntact wacamsnco sen an weer Caleb Si Ue ‘go eerie eluents “os tp pre’ sao Eh Na 2 18, pas 205. $6 | sauricio Archila Neira septiembre de 1977" La homogeneidad y el vanguardismo antes atribut- dos a la clase obrera se extondian, por diversos subterfugios intelectuales, a la categoria pueblo, Si el levantamiento popular al estilo del primer Paso Civico Nacional quedé indefinidamente postergado, eso no significé que la gente hublera dejado de presentar demandas o exigir soluciones @ sus necesidades sentidas renovando las modatidades de lucha. Fl resurgir de la protesta social en los afios ochenta, con elementos dife- zentes a los de decenios anteriores, hizo que muchos analistas proclama- xan una nueva era on la aocién social colectiva del pafs.* Ante el desgaste de la politica tradicional y de la misma accién de la izquierda, se conside- raba que la movilizacién urbana y rural anticipaba una nueva forma de participecién ciudedana, En una clara continuidad con el momento ante- or, postulaba que estaba surgiondo la simiente de un poder populax.” ‘A pesar de las aparentes continuidades, de hecho los modelos te6ricos ccon los que se examina la realidad en los ochenta son bien diferentes. Ya no est al orden del dia la concepcién marxista-leninista e incluso tampo- 00 la Teorla de la Dependencla, La intelectualidad colombiana vuelve sus ojos a Antonio Gramsci, aunque en forma més tardia que en el resto del ‘subcontinenta, y por esa via @ nuevas aproximaciones marxistas. De he- ‘cho, la categoria do “nuevos” movimientos sociales urbanos es acuftada al abrigo de tedricos neomarxistas ya mencionados.™ Pero definitivamente quien més inspiza a los investigadotes criollos es Alain Touraine."* Como enel resto de América Latina, en la conceptualizacién de los movimientos sociales ge acude mas a los autores eusopeos que a los norteamericanos, ‘con las implicaciones teéricas que ya hemos analizado, © Suse mese mon spout isn i Sep alesse 978 fern kyo ae Sine areca sae 92 Metals "os ‘adn repent 977 17 oberg ele crs agate Bl eS Fn, es 9-0. eons aston eae Oia cpr smi ca ts For pW. seis 766) us Ala este (8 poss pon ee ets ‘ea Aa 2 ea ce 7-9) Fasc eo eeu tne > ‘Seormnescarpan eon aa servos eee gt Cae, 1, Preah, 1 Sunareama ids Canoes lanolin copia ten de Mine aati ‘Snes anand tp espn a ects abs wson can (herons pai baccnpspls” Crow, e218 pp T=) aeptapr Bersan {euro iu tv enagmeernmints gis elec eee Aice# retary rsa Perea ainsi araneat sams gs an eDiets, 8), = Veo Sin seman se 0 Cori Fa, "Ean erste eer oman tar Big Cin, 158 TDAS Y VENIOAS, WUELTAS ¥ REVUELTAS De esta forma la categoria movimientos sociales ingresa al lenguaje de ‘uestras clencias sociales y desplaza, aunque no para siempre, a los con- cceptos de clase y de pueblo. Se trata de un avance indudable en términos te6ricos, pues se desptende del andlisis economicista predominante en. anteriores momentos. Otras dimensiones de la tealidad social constituyen objeto de la reflexién académica. Ya la lucha social no se explica mera- ‘mente por las contradieciones en la estera productiva o cuando més en las de distrbueién y consumo. Dimensiones culturales y simbélicas entran en Ja agenda de los actores sociales y en la mente de las investigadores. La ‘construcci6n de identidades en los actores colectivos cobra importancia y hay més sensibilidad intelectual por las diferencias de géneto y de etnia, Pero también en este momento aparecen nuevos entendimientos de la re- lacién entre les esferas social y politica. Por la misma via se duda de la pureza de los actores sociales y de su ilimitada capacidad de eutonomia, Enie los intelectuales y no pocos activistas colomblanes se comienza a percibir que los movimientos sociales no son ravolucionarios per se. Las relaciones con el Estado se miran en forma distinta: ya no hay total ene- imistad, sino que a veces se plantean relaciones complementarias, lo que ‘no quiere decir que se suprima el conflicto, muchas veces focalizado con- ‘a el manejo que hace el ejecutivo de las politicas sociales, La relacin entro reqién y nacién es puesta de nuevo sobre el tapete, pero ya no como rivalidad entre las elites, como ocurria en el siglo XIX y parte del XX, sino ‘como demanda de las més disimilos capas sociales de provincia." A la sogi6n también se la consideraba generadora de identidades sociales.” ‘Logtos politicos como la dascentralizacién y a eleccién popular de alcaldes a fines de los ochenta y la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente « principios de los naventa hacen viebles estas nuevas aproximaciones teéri- cas, Asi los actores sociales no siempre hayan tenido éxito en la partieipacion, electoral, hay una mizeda menos maniquea de la politica. En esto se hacia eco do una tendencia intelectual que rotornaba a los andlisis politicos luego de ‘excluitos por atios, en el intento de destacar la primacia de lo social * pepe atone macarons ce fence eens re Shuppesern ero hase ratrundn 200° — + tentecannaeerge i tranjaentmaie Seager anes seca « gene earamniv aspen tnmantonte ye Gan Ene movin yc, ogo Ciep-Cevec, 1968, . o 68 | mauricio Archila Neire ‘A pesar de estos indudables logros de la accién social colectiva y de los ‘avances teéricos que la acompafiaron, 1a categoria de movimientos so- ciales, como se utilizé en les ochenta, todavia respiraba afioranza por la, biisqueda de un nuevo sujeto histérico. La necesidad de una vanguardia para un cembio social -aéi fuese menos revolucionario que el sofiado en Jos sesenta y setenta- hizo que el énfasis se trasladara del proletariado ‘al pueblo y de éste a lop “nuevos" movimientos sociales. $i bien es cierto que esta categorla socavabs él voluntarismo que tmpregnaba Je biisque- da de una vanguardia, muy cora al paradigma marxista-leninista, en el fondo manten{a el anhelo mesinico por un salvador. Esto no solo borra- tba con la derecha lo que se escribfa con la izquierda, sino que les ponia ‘a los actores sociales un deber ser revolucionario que dificilmente po- dian cumplit. Entre la euforia y un nuevo desencanto no habia sino un tuecho, y por 61 transité la intelectualidad colombiana en el tltimo dece- rio del siglo XX. En cuanto al tema que venimos desarrollando, los signos de los tiempos presentes son bien contradictorios para actores e intelectuales, por lo que se requieren nuevos anélisis. Aunque a veces se incorporan afanosamonte ‘modelos tarioos de los paises centrales, en general predomina un intento, de lectura entre desoncantado y realista, que tel vez nos oftezca una ima- ‘gen més acertada de la accién social colectiva en Colombia. Veamos las ‘iltimas vertientes investigativas que obran en consonancia con las btis- quedas toéricas y politicas de actores e intelectuales en la coyuntura del cambio de siglo. : BI problema organizativo de los actores sociales ha suscitado algunas roflexiones desprendidas de las concepciones entusiastas del pasado, Hay quienes allrman que existe una buena base organizetiva en la sociedad colombiana, al menos si nos atenemos a la cobertura de asociaciones vo- luntarias como las Juntas de Accién Comunal, los sindicatos, las organi- zaciones campesinas, de viviendistes, étnicas, de géneto, evolégicas y de derechos humenos,{® Claro qu esta aseveracién puede ser engafiose, pues existen duds sobre la representatividad de muchas de esas organizacio- "> Sains ecole an Octet: tsa a le ‘tlsopwtactesppeser Goi bo ease uC UML 13 cas 4 Chee ‘Sara eo etrdn adaptor Oa Ae abo Say Sel re, Opn say as ‘raoar aot So Vas cbc, 18 tons y venuas, wuetras 1 newusrras | 69 nes asi como sobre la “calidad” de Ia participacién de los afiliados ™™ La antetior critica no oculta la existencia de una amplia base organizativa, que conecta horlzontalimente a muchos colombianos y colombianas, asi le mayoria no tenga una efectiva presencia en le arena piblica. En términos de movimlentos sociales como tales, la investigacion reciente ‘en Colombia niuestra dos tendencias sintométicas de los nuevos tiempos, ‘De una parte, hay una sensible disminucién de estudios sobre conforma- ‘cin de las clases que podriamos liamar tradicionales y més bion se resal- tan los andlisis sobre nuevas dimonsiones del conflicto social. De oa arto, se producen acorcamientos entre la accién politica y los movimien- tos sociales. En cuanto a Ja primera tendencia, es cada vez més comin al lamado a estudiar los movimientos sociales desde las dimensiones culturales, Les minorias étnicas han sido las que han recibide mayor impulso investigativo.** De ellas, especialmente de los indigenas, se resalta la afir- ‘maoién de su diferencia y la obtencién de espacios tertioriales pate con- solidar su identidad." La dimensién de género ha contado con dos cana- les de expresién entre Ia intelectualidad colombiana: el estudio de los, movimientos de mujeres o fetninistas como tales, y su prosencia en los “vigjos” movimientos sociales, especialmente en la clase obrera. En la pri- ‘mera vertiente se llega a hablar de una metodologfa feminista que supera Alpe ace heirloom retaoen casi ‘ets nis cn pany oa ep ‘ren as et lotro lane Peas SSceinn tpneterteaenn vague nsec ‘tal ble nomi etn cnc ee beget tess Bogetd Aiu- Cas Valea, 1998), : ‘psn eu ae as oc Sica dress fuera bp San ene ok ‘rings trast ptr espana jac gas ‘mca ens se) perv osttyénemndenndoine corny HES ein mC ‘Sheen spre nang pieah sn a “ld Mowmistus soc, Exc y democracis a 7 : ere gpm aa pro hcn ca ansinainers unas rinerecsoni fomsia apenas Sean Er Ge aro antes! oe Ome re a ‘han atten ae Setar atta aaeioe en (Gesoa ret i cay ois on ner a Gs ods 1, 101 rtauricie Archila Neira la simple constatacién de le aparicién de la mujer en las multitudes.* Ep. cuanto a la segunda, predominan los anélisis histéticos sobre la mujer tabajedora.** Muy cerca de estos estudios esté la incipiente reflexién so- Ie el ojercicio de la sexuelidad y los movimientos de homosexuales que ‘ahora despuntan en el pats." De particular relevancia para la investigacién sobre la accién social colec- tiva han sido los pocos pero sustantivos andlisis de la renovacién que representé el movimiento pedagégico en el seno dal magisterio. También se ha prestado atencién a los relevos generacionales en les oryenizacio- nes sociales, mientras Ia categoria de joven adqulere realce como nuevo actor social y politico En contraste, se percibe una disminucién de in- vvestigaciones sobre movimiontios estudiantilos y ain est por hacerse un balance riguraso de su participacién en la convocatoria de la Asamblea Nacional Gonstituyente." Las dimensi6n ambiental se perfila como otra rica vertiente de andlisis de los movimientes sociales. En cambio, la investigacion sobre él movimiento ‘ambiental como tal es todavia precaria.** Por tltimo, los estudios sobre ‘movimientos civicos y regionales, abundantes en los ochenta, han dismainul- do notoriamente, sin desaparecet totalmente, por fortuna "Ya sin las pro- anplinesigisn str reir dfs estar rsdn ara Nr a i, ofsoy pata Bt Unit Besa, Vago sn conga) espana ‘ares ean aa Sok Ts 198 Supers hsertespeoe gehts ea ‘sapoaoer iw ae eoemnel ogee erss Gwar Pauias NT oahu, 200 1 eee rs, Mc mich a 128192 Uses oma 3 es rashseresce ure (fs onto Soars ates op CeCe 18580 Fane estrone Fao Dicen Delt, 200 © Urjera canines Eu Pen Meso rues xn pre bfcopntma (rarUun ene, Jasren anne Mein Pe, 20 pps 188258, "rs orl cna Ma "vir ea a pd ke eat odonis” xe ‘meat 12 Soe Cp yuna bar, "noe pea espa ke a ‘oy ava Ne, od 1 pgs 9257 lela rose secsoenol ea capes errs peace ‘stderr tae Daa Phy Maco Rela, ects sas yee og Ce, 186 Ora Utngsoeiay actezeomainine "© Uraecroin mato de ose red tds erp manent ne Bae rege Us, 0 "Grea yo Shae cato lant Aspawer mm ann mb ep es ‘Go Sawa care eel ade Rc Se ety esate ses eG CA AMID ana Sgn Ch. 185, Fade aetna ces lcd sc aot esas Utne lo. ane 09 ‘als Lorena covalent ea aosgsctrogerayotarue Cooma IDAs ¥ ventons, vues Y Revueiras | TL siones de la bisqueda de un nuevo sujeto histérico, se han producido inves- tigaciones sobre la construccién de ciudad por parte de los pobladores."* Bl conflict regional también es abordado desde épticas menos fantasiosas,"°A, su vez, las tensiones quo produjeron las politicas de descentralizacién en los actores sociales han sido objeto de estudio por x tra tendencla investigativa que mutre los recientes estudios sobre movi- mientos sociales es su relacién con la politica y con el Estado. Hay qui nes postulan que los movimientos sociales viojos y nuevos buscan ante todo la inclusion ciudadana. Asi por lo menos se ha discutido para el caso campesino de los afios ochenta en adelante.“ En forma simulténea, los novedosos brotes de organizacién y movilizacién ciudadana por la paz y Ja vigoncia de los derechos humanos hen Uamedo la atencién de los investigadores.™ Pata ampliar la ciudadanta con base en los movimientos sociales se nece- sita un garante que en forma ideal es el Estado. Ello requiere un nuevo ‘examen de les relacionss oon él, de sus debilidades y fortalezas, y de la necesidad de aprovechar o ctear nuevas oportunidades politicas.® Igual- mente implica una nueva visién de la politica, no tanto de la virtuosa sino de la pragmatica que permea también a los eectores subalternes.™ Y en. ‘tltimas, de los poderes existentes tanto en ol Estado como en la sociedad 1 eT ace sonra ea Cin, 1 emp sn tape Ap as, Mara mas ean cata am Bsa Cee. latorwetpts Coes bichon cu sores gen, beh tals pibe elec tt Baia eh pd ess BE Cato, > Mata cas Gar ys ice Zarul (mp cts oa be gt ho, 18, ‘tga oma cipocs tr arr emtro mi Bg Sur "Maan Tulomacons gay cas compass nC nas eget (50-1507, ‘Av ae. 15, 2s. 8 88 ai ao compan erst, ete et snes Pala Cues an, ests rel ao dans seater 80 795 to p20 © Un rmialacomayen is se de Mari Norse Aran ho ly Mao Pa (oto, ‘brits soa escalate xv ap oa wakes pry ee, Shera, aay sme Cocmt baller oa ete element enya Sg Sy eure, iy 18) 20 © loasepoeFancico ede is ints ey pins Uninc tesa, Aes a 8, aya 8, ap 2. "Fania tenoe tL Sain aousén oie espresso revealed laa siren ermamesotes ox ery ones Medel 12 | auricle Arcila Neira civil, Asf se comprende que la accién social colectiva no es gradual ni acumulativa, como se observé muchas veces respecto del mavimiento labo- zal." Por el contrario, enftenta distintas escenarios de poder a los que res ‘ponde con diferente eficacia; uno de ellos, y nada despreciable, el Estado. Es aqui donde cobra relevancia él ya citado texto de Leopoldo Minera, ‘Aunque su anélisis de algunos movimientos sociales segiin sucesivos p10- tagonismos entre 1968 y 1988 -en su orden, campesino, obrero y civico~ no arroje muchas luces nuevas sobre lo que ya otros expertos habian tra- bajado, resalta la coherencia con que realiza este ejercicio y la forma en que contrasta Is construccién de actores sociales y los poderes que ellos enfrentan.®De acuerdo con Minera, dichos movimientos no estan aisle dos en una esfera social autorreferida sino que se telacionan con distintos poderes, incluldo el Estado. Més ain, el poder no tiene una existencia independiente de las telaciones sociales, es una telacién en si” En este ‘marco conceptual, el autor constata que entre 1968 y 1988 las relaciones de poder en Colombia han producido una accién colectiva por fuera de la ‘nstitucionatidad. Pero si los movimientos sociales 0, mejor los movimien- tos populares, como él los designa, han logrado autonomia ante el biparti- isto, son heterSnomos ante las izqulerdas, I valor del libro de Leopol- do Minera radica no solo en que es uno de los pocos intentos de sintesis, que se han hecho en los tiltimos tiempos sobre movimientos sociales en el pas, sino por el aporte teérico y metodolégico que realiza, asf atin respire cierto egencislismo de clase y una nostalgia de las potencielidades trans- formadoras det movimiento popular. Con esta referencia concluimos nuestro balanos sobre la produccién eca- démica en tomo al tema de los movimientos sociales en Colombia. Qué lecoiones podemos extraer para orientar nuestra investigacién? "> cts ite one as anor ran Mondo Bp Fp Olea, 0, ocala Fs en iad aster ratio cabs, Su aa Der. ara 108 ° Esoseglian gue ame shopanelans toes ashes pica ces Detar ta ssmeos qo ears, 1 pasos. 65). 0 pea ita mens ino ‘pail Pre oo paoparepceoatte (esas sons eecuneanvien praia tens er uc ea re Connsiyonrr eres args soe alec cscs roe Uae psy aes. ‘0 Eatreeapon denen sacravi ceed: crnmaohapassxaessn ced he el ‘raanlayedeeinosneontries its axgeooccated eueaietninlebs wal aa). gee ‘rasa acetal, anode scp.) IDAS ¥ VeNibas, wueLTas Y REvUELTAS | 79 Desde que so hicieron los primeros estudios de los actores sociales hasta hoy ha corrido mucha agua debajo del puente, Las primeras miradas funcio- nalistas fueron reemplazadas por estudice marxistas y dependentistas. Lego ‘90 releg6 €] andlisis ortodoxo clasista para postular catogorlas més com- pronsivas pero menos explicativas, como las de pueblo y movimiento popu Jat Bn forma tardia y con cierto triunfalismo se adapt6 la terminologia de ‘movimientos sociales para explicar nuevas formas de protesta Estos jalo- ‘hes conceptuales y teéricos encierran algunas posibilidades explicativas del conflicto social en el pafs, pero con limitaciones que se Hacen evidentes ‘cuando intentan aplicarse en forma excluyente. En particular, la reciente cconceptualizacién en torno 4 movimientos sociales, depurada de exigencias revolucionarias, constituye un elemento cential de nuestra reflexion, [Bn los atios noventa, cuando entraron en cuestionamiento los paradigmas y se acrecenté la violencia en Colombia, se cayé en una valoracién pesimista de la movilizacién ciudadana. $e dudé incluso de su sporta a Ja construccién domocritica, cuando no de su racionalidad. Tal vez eso explique la relative disminucién de anélisis académicos de las luchas sociales y la ausencia de ‘obras de sintesis, con la excepcién de la ce Leopoldo Minera. Hoy no pode- ‘mos decir que estamos al otro lado del rio. Tbdavia estamos sumidos en un ‘mar de confusiones y de contradicciones tebricas y politicas, Pero nos halla- ‘mos mejor preparadas que antes, pues se ha cualificede la investigacién al brecisarse mejor los conceptos, entiquecerse las fuentes y las metedologias y ampliarse el universo tesrico con una actitud catia vex més critica hacia 10 ‘que recibimos en préstamo de los paises centrales. La necesidad de proyectar Ja accién social colectiva mas allé del estrecho maroo reivindicativo y de las. domandas estrictamente materiales se nos vuelve un imparativo. De esta forma podemos plantearnos la tarea de hacer une nueva sintesis de las luchas sociales en el pais entre 1958 y 1990 a partir de le pregunta sobre su légica profunda: écémo entender tantas “idas y venidas, vueltas y revueltas" sociales? Antes de dar paso a la explicacién histérica que ‘queremos oftecer en este texto, conviene hacer algunas precisiones con- ceptuales y metodolégicas de la investigacién realizada LAS CATEGORIAS DE ANALISIS Este trabajo se mueve en el terreno amplio del conficto social y gita en tomo al concepto de accién social colectiva, A la categoria weberiana de 14 | mauricio Arcila Neira ‘accién social, entendida como aquella otientada @ modificar le conducta de otros,""le agiegamos la apelacién colectiva en oposicién a la indivi dual, lo que de alguna forma sugiere un acercamiento al contlicto social {que queremos estudiar. Ahora bien, como el terreno de esta accién es muy amplio para hacerle el seguimiento, wtilizamos dos categortas emparente- das que nos permiten una dafinicién més precisa de muestro objeto de estudio; movimnientos sociales y protestas sociales or les colectivas per- Por los primeros entendemos aquellas acciones social ‘manentes, orientadas a enfrentar condiciones de desiqualdad, exclusién 0 injusticia y que tienden a ser propositivas en contextos espacio-temporales determinados. Acleremos brevernente los componentes de le definicién, ‘Los movimmientos sociales son una forma de accién social colectiva que en- frenta injusticias, desigualdades o exclusiones, es decir, que est inmetsa en conflictos que abazcan todas las dimensiones de la sociedad y no solo la eco- ‘némnica. En oantta de lo que comiinmente se piensa, el conficto no entzafia forzosamente la aniquilacién fisica del adversano. En ese sentido compart- ‘mos con ‘Touraine la idea de que los movimientes sociales se inscrthen en la dindmica de construccién de congenso y no de imposicién por la fuerza." La accién armada es externa a la social, no tanto porque persiga fines politicos {como a veces lo pueden hacer los movimientos sociales), sino por los medios violentos de los que hace uso, Otro es el problema de su presencia en una socieded violenta como la nuesiza y de sus relaciones concretas oon actores sociales, que son de tanta fluides como las existentes entre éstos y ol sistema politico, En una mirada histérica es posible percibir que en fases iniciales de ‘un conflicts social se acuda a la violencia defensiva por condiciones propias ~ ésta es la definicién més amplia de un movimiento de autodefensa-, pero cuando se hace opcién explicita de la busqueda de poder por medio de las ‘armas -como hicieron las guerrillas revolucionatias de los 60 y 70, 0 los para- militares de hoy dia- estamos ante ota dindmica, que no es la de los conific- tos sociales." Esto nos lleva al terreno de definiciones operatives, en donde unt enya Sa 8 eg Ut Clo 17 2 ea. as 022 : * tayrreisoir rin candeareeatneesgelgmnneacrga ve ce pass daly eonee oe eamerraaehegra ete ‘Syn eseromscre brary nerena rks aa (iuse neo ceealtap cesnsnnsbe esac poets Sieve ony ms en sootrasemelDosmler aes IDASY YENIDAS, WUELTAS Y REVUELTAS hhabré movimiento social misntras mentenga esa dinémica civiista y busque Ja autonomia ante los actores violentos, aunque algunos de ellos partioipen en. Ja gestacién y conduccién de la luche social, Por esa vocacién de consenso, los movimientos sociales contemporaneos tienden a lanzar propuestas para solucionar los conflictos que enfrentan y nno se contentan con una mera actitud reactiva o de resistencia pasiva, Lo anterior no quiere decir que sean siempre progresistas. Aunque su des- pliegus ha sido interpretado como parte de la accién de las izquierdes, los ‘movimientos sociales, como los conifictos de los que hacen parte, no son. sevolucionarios ni reaccionatios per se."*De hecho, en la bisqueda de Soluciones, nuestros movimientos sociales meaclan aspectos de resisten- cia, adaptacién y transformacién segtin los contextos histérioos en que stdin inmersos, En América Latina, como ya vimos, hay una coexistencia desigual de formas premoderas con modemas y aun posmodernas de estructuracién social. Si bien nuestros movimientos sociales tienen como horizonte la modernidad en la cual se han construido, no es menos cierto que arrastran lazos tradicionales comunitarios, los que a su vez se articu- Jan sin problemas con formas novedosas de subjetivacién y de reclamo de cludadania, Por Ultimo, suponemos una cierta permanencia en el tiempo por parte de Jos movimientas sociales, Ello quiere decir que trascienden las meras res- uestas puntuales y se proyectan en el tiempo més allé de la coyuntura. Curiosamente, ésta es la parte més fragil de nuestra definicién cuando se tuata de aplicarla al caso colombiano, pues, por factores que analizaremos luego, la permanencia no ha sido una de las caracteristicas de nuestra ‘accién social colectiva, Por esa razén acudimos a un concepto que es mas facil de aprehender en fl seguimiento cotidiano de los conilictos: las protestas sociales. Son ac- olones sociales de més de diez personas que irrumpen en espacios puibli- cos pare expzesar intencionalmente demandas.o presionar soluciones ante distintos niveles del Hstado o entidades privadas."™ Como salte a la vista, falc Oe Soc ret Cage bs outing Pi” Sch 2p “rh pg 58pm aca as te moe ey eco een, fa. rove e687, 597 nen oem cosine pense lecithin en as losnonrinesscae b I Th | reuricio Archila Neiea pueden ser expresiones puntuales de los movimientos sociales, sin reque- tir permanencia 0 expresién organizativa formel, ¢ incluso en muchas circunstancias quedan como meras luchas aistadas, sin constituir movi- _iento. Las protestas sociales son una forma dg hacer visibles los movi- ‘mientos sociales, pero éstos pueden acudit a presiones organizativas 0 & précticas no confictivas de negociacién para hacerse sentir piblicamente, Por tiltimo, el uso de esta categoria nos permite distanciarnos de dos fextremos que no desarrollaremos en esta obra: el simple disentimiento individual y la gran revolucién.™™En la narracién que emprenderemos. utilizaremos con fiuider estas categorias, advirtiendo que no son idénti- cas aunque remitan al mismo objeto que nos interesa estudiar: la accion, social colectiva, ‘Lo anterior nos conduce al concepto de visibilidad de los actores, quo sit tetiza nuestra opcién metedol6gica, no exenta de implicaciones teénicas y politicas. Por visibilidad entendemos cualquier huella que hayan dejado. los actores en las fuentes consultadas, En consecuencia, implica tanto la voluntad de los actores de hacer piiblica su protesta como la forma en que Jos ot70s, incluidos los medios de prensa revisadas, percibieron ese acto.“ Como dice un analista argentino, “la visibilidad se juega en el campo ri- val, nica forma de ser vistos’ ** Son los antagonistas quienes fijan mu- cchas veces los contornos de la protesta social y aun les definiciones de 10 ‘piblico y lo privedo. Los sesgos que esta opcién introduce son evidentes, pues las fuentes no son neutrales en su reproduccién de Je realidad. La ‘gran prensa, por ejemplo, sisteméticamente invisibliza actores como las ‘mujeres o asigna el epiteto de subversive a las protestas sociales. Muchas ‘veces, més por temor que por simpatia, registra formas do lucha impac- antes, como un pero 0 un bloqueo de vias, mientras descuida otras de ‘menor resonancia pero de mayor contenido, como una marcha pacifica de mujeres. For eso buscamos balancear esta informacién con los escasos registros de los actores y oon el recurso a la fuente oral. Con todo, el lector " camptinos sea ei eFay OS, eet vena eres {teins yoseres ae senor fata Noe Brat) any 2 15 tipple diesen corse nature eeu a= Ehrasyrageaeleounceucountnea os pind gh erelaid acsebepe rua (reerslongoertnernsins ozs ar wpco toto ware statrTacons ce (Gps geese rs svn bP abana No Tice a 29, kann" ota yen coe da ante pt ens eat ase pop oa aan ts sae ut Cars Mar Sta, 1 = o IDAS VENIDAS, WELTAS ¥ REVUELTAS notaré desproporciones en el seguimiento de algunos actores, de sus de- mandas o formas de lucha en detrimento de otros u ottas, especialmente de estas ultimas. videntemente, la protesta social es un momento de visibilidad en medio de una cotidianidad cast imperceptible, Por ello consideramos otras for- mas en que los actores dejan imagenes grabadas en las mentes de los colombiancs y no simplemente su figuracién efimera en los medios masi vos de comunicacién. Los eventos culturales, los discursos académicos, la presencia en las artes, 1a eventual participacién electoral, asi como la inagotable capacidad de cabildeo, hacen parte de esas otras estiategias cconstitutivas de los movimientos sociales, asi privilegiemos los actos de protesta. ¥ lo hacemos porque consideramos que ésta iltima posee una calidad diferente para expresar el contlicto social: implica hacer publicas las demandas por medios que tienen grandes costos para los actores y la sociedad en general, La protest, como veremos en el tiltimo capitulo, in- e—~—r——_—C—CiriC_CisizaC™aiCé el anonimato, ‘Algunas precisiones adicionales se imponen para aclarar el panorama de ‘nuestra investigacién, La dinémica de la accién social propende ala auto- rnomia de los actores sociales, as{ no siempre estén en capacidad zeal para ejercerla, Por la primera entendamos la posibilidad de proponerse fines propios y hacerios piblicos sin presiones de los actores armados, del sis- tema politico 0 del Estado. Llevarlos a cabo, con prascindencia de los lo- ‘gros, soria el termémetzo de la capacidad para ejercer dicha autonomia.” I tema no ha sido ajano a la literatura colombiana sobre los movimiantos sociales, especialmente en la de inspiraci6n mamxista, que consideraba ‘que la autonomia consistia en alejarse del bipartidismo, de la politica elec- toral o de toda institucionalidad, y en ditimas en evitar cualquier roce con el Bstado. Ein forma metaférica, a los actores sociales se les proponfa reti- arse del campo de juego sin haberlo pisado, cuando de lo que se trataba era de ingresar en él para propiciar una interaccién que podia incluso ‘modificar las reglas dal juego. La autonom{a no esté en prescindir del otto polo, por antagénico que sea, autoexcluyéndose, sino en entrar en el terre- Ercan seme conratea at Sep nd ee thro Sa Bak, ‘seas Sue 8 Bigg he Se at Corti Carine - 4 7 | mtawrsio Arcit Nea ‘no de conflicto con critetios propios y obrar en consecuencia. En ese senti- do, hay més de una contingencia en la accién social colectiva, pues la autonom{a y su capacidad de ejercerla no son conquistas estables, estén constantemente en juego y tanto se pueden ganar como perdet. Existe, por dltimo, un debate que hemos insinuado a lo largo de estas paginas y que debemos aclarar en beneficio de la precisién de nuestro punto da vista. Nos referimos a la relacion entre las clases y los movimnien- tos sociales, Por clases sociales entendemos construcciones histéricas que otorgan identidad a grupos humanos definidos a pertir de su relacién con los modios de produccién. Bsta definicién se aparta de las que pretendian otorgarles un cardctar cuasi natural y homogéneo. Aqui se hace necesario, distinguir tres aspectos que, aunque relacionados, no implican igual gra- do de aceptacién de nuestra parte: el andlisis socio-econémico de la socie- dad, la existencia de clases y, por tiltimo, la idea de la vanguardia evolu- cionaria del proletariado, Como queremos demostrar, se pueden aceptar las dos primeras premisas, aunque no en forma excluyente de otras di- ‘mensiones de le realidad. La tercera si es insostentble hoy dia, Ante todo, no desconocemos la importancia del anélisis socio-econ6mico de sociedades como la colombiana, Por més llamados que hagamos a nue- vvas lecturas de la acoién social colectiva, es insoslayable el estudio de las condiciones materiales de su existencia. Lo que otiticamos es la reduccion ‘que 3e hace del conflicto social a la esfera productiva, por ser a todas Jucos incompleta para explicar su complejidad.* La conseouencia légica de esta formulacién es que existen en nuestra so- cledad grupos con identidad de clase en el sentido anotado lineas arriba, ‘és atin, la dimensién de clase no esté ausente en otros actores sociales ‘con un tipo de identidad diferente. No es una simple coincidencie, por ejemplo, que los indigenas y los afro-colombianos se ubiquen en los estra- tos més bajos de Ja sociedad, En ese sentido, clases sociales tendremos. [por mucho tiempo y ellas seguirén siendo fuente de identidades, pero, 28 "= caiamoscon suai SauaSens nti enema nut sc pcs wee pons mssemns 8 epee aoa. eao ea ecaceneotad pe {Seo mn! gn aged rome i alec ceca a orga ae cma ea I eee ate (OP eA.) vas ¥ veNIDAS, yurttas y aewue.tas | TP bueno decitlo claramenta, ellas no son los tinioos actores sociales." Por ‘26a mismas razones no vemos con buenos ojos dos extremos: reducit el cespectto de los movimientos sociales a las clases, como se quiso hacer en Colombia en los sesenta y setenta, o excluitlas en aras de privilegiar a los, ‘nuevos movimientos, como fue clato a partir de los ochenta, La diferencia entro "nuevos" y “viejos” movimientos, tan comin en los paises del centro, ‘se puede acoptar con una intencién pedagégica™ Pero si Ja contzaposi- cién se refiere a diferencias de fondo para anular cualquier anélisis de clase seria inaceptable para sociedades como la nuestra, en donde toda- via Jo econémico crea identidades 0 afecta las que se construyen desde otras esferas.!* tro asunto distinto, que no compartimos, es el deventr teleolégico de las clases, on especial de la obrera, al atribuirle el papel de sujeto histérico revolucionario, En esta busqueda, de estirpe hegeliana, se obré mas con el doseo que con la realidad, Para nosotros, como para el tltimo Castells, simplemente hay conflictos sociales y actores que se mueven en ellos. Que ellos contribuyan a meras reformas, a radicalizar la democracia o a trans- formar el orden social establecido es resultado de procesos histéricos que ‘no estén condicionados por la nocién de progreso sino que simplemente ecurten, BB gito hecho en toro al anglisis de clase nos confirma que en térmninos conceptuales es més apropiado hablar de movimiontos socieles, pues al barcar multiples confictos de la sociedad, sin olvidar el socio-econsmi- 0, constituyen una categoria més incluyente ¥, segiin nuestro cxteto, Gesprovista del deber set como sujato histéico revolucionario. Rete paso permite también la consideracién de las protestas sociales do un tipe de eluant acannon menue ‘nas nea ts on Seas % Atanlaaienan teas qi erase wera ‘itn enn qe ote sores nse ee ‘Shcotos twine ner cnmsatayfcasae aaaiestoinct eS ‘uA onte he rmomn atas,ee Oseee (Sens Pons rs aca a "ona mired ananassae _rowimlrtns Soils (Pars potas. igs. 196-197) a ee "Mal Msephine pec nooa tcp nc gree ‘tno que, «i, elena manera as clas soc, lanomenotgie ita’. rotaeny aes compliadare), arn wie.., 243-288), : wn vee 80} maurcio Arctila Neira actor normalmente alejado de las luchas "populares": los gremios empre- sariales, Por supuesto, ellos tienen més acceso a las esferas de poder y ejeroen explotacién sobre algunas clases sociales, pero también suften ‘exclusiones e injusticias de parte de ot1os poderes privados y estatales. En ‘ese sentido no son propiamente un movimiento social sino un grupo de presin que acude a veces a la protesta. No habria mucho argumento para estudiatlos como actor social cuando apoyan y luchan en el terreno civico yy exaluirlos del andlisis cuando enfrentan condiciones que los afectan di- rectamente, El conflicto social deja as{ de ser bipolar ~entendido como cenfrentamiento de "buenos" contra "malos”-, para convertirse en un com- plejo juego de intereses que pugnan por una sociedad més juste, Por la misma vena de enalisis, no es posible asumir la categoria de pueblo ¥y su derivado, lo popular, como sinénimo de movimientos sociales. El pro- blema es doble: de una parte, es un concepto polisémico, pues varia segtin Jos sectores que se incluyan 0 excluyan; de otra parte, en el uso comtin ssupone una falsa homogeneidad en quienes lo constituyen.™® La supues- ta actuacién unificada del pueblo es una invencién moderna para justift- car el constituyente primatio de la nacién que se trasplanta sin férmula de juicio a nuestras tierras, Lo curioso es que st en la Europa del siglo XIX lo ‘popular fue invocado para preservar las trediciones, en la América Latina ide mediados del siglo XX se convirtié en la encarnacién de la fuerza revo- lucionaria.™ Esta inversi6n politica del papel del pueblo es més un deri- vado del romenticismo 0 cuando més del anarquismo, que del marxismo propiamente dicho, que hebia sido més,proclive a hablar de clases “* Si bien nos apartamos de quienes postulan una homogeneidad encarnada por el pueblo, no podemos desconocer que pueden existir coyunturas his- téricas en que broten tendencias integradoras dentro de los actores socta- Jes que conformen lo que el historiador Luis Alberto Romero designa como °© palo cote eptsbnan no qu ano up ap lesson ee as torte Mayenne opposes aha ie cL es, 2, ero is 1059118. Forest us aon cir ace ley pepo tsostens anc s essa ond ct ichnea rane pss Can Me pea TE. "= aes oti cea groin cae its... T79) pS ree Pennant incr cea eu eee po teens cas eases Soe ae ‘Scotessraapustne earns sre srs” ey ca et me, 4 2892. IDAS ¥ VENIDAS, VUELTAS ¥ REVUELTAS un “sentido comin popular". Como es evidente, se trata de momentos histéricos y no de un destino manifiesto quo esencialmente se imponga so- bre el pueblo, Unidad o divisién, integracién o fragmentacién no son carac- teristicas inherentes a los actores sociales, cada una es resultado de prose- 08 concretos que el investigador debe analizar cuando se presenten. 'Bn cualquier caso, la categorfa pueblo es un intento de revivis, a través de otra puerta, la bisqueda del sujeto histérico revolucionatio que, como ya veiamos, distorsiona la comprensién de la accién social colectiva, Como dice el mismo Luis Alberto Romero, “la pregunta do un historiadarno pue- de ser por qué un sujeto te6rico -mas una categoria analitica que una realidad observada en el andlisis~no actia como deberia actuer, El olicio del historiador es explicar c6mo actiian los sujetos histéricos reales” ‘En cambio, el concepto de movimientos populares puede tener més porti- nencia para este estudio. Si entendemos por ellos los que enfrentan la ‘explotacién econémica en forma directa, harian parte del conjunto de los ‘movimientos sociales con una especificidad de clase. Sin embargo, noso- ‘os preferimos la categoria movimientos sociales en plural, pues la de ‘movimientos populares, maxime 6 se usa en singular, transpire algo de la homogeneidad y la teleologia revolucionaria atribuidas a la categoria pueblo."**Ademas, en términos prActicos, hablar en forma exclusiva de ‘movimientos populates termina por ignotar a otras clases o soctores no populares que, como las capas medias, enfrentan exclusiones @ injusti- clas, asi no sean directamente explotades. For ello preferimos la categoria gramsciana de sactores subalternos para ddosignar al factor poblacional como referencia més amplia de los movi- ‘mientos sociales. Aunque no est4 exenta de ambigedad ~en parte por- ecm ota pe De Seg len ati ot ron bncnprar ot scnve presse selon Us he onbisowSeysceeres mr Teorontsqo Oy sohe ‘SSouuoas Get 0 Bere Sra E209 Lasaunetin qn crsiye pine gem hin once torpore indie suis iogesteraemtammncinfguns 165000) Pvamerewmetmcteciadeies oa tool oar axpop sh Re cs gE. $2 | Mauricio Archits Neira que, como todo lo do Gramsci, ese es también un concepto inacabado-, es mas consistante con nuestro andlisis. La condicién de subaltornidad se refiere a la contraparte de la hegemonfa, no supone una determinacién socio-econémica y recoge en forma més satistactoria aquellos conilictos ‘que hemos enunciado como injusticias, exclusiones 0 dasigualdades. Ade- sms, como sugieze Gramsci, los sectores subalternos “no se han unificado vyzno pueden unificarse mientras no puedan convertirse en ‘Estado™.**Por sa via, él postula que esta categoria es una herramienta de andlisis his torico, méxime si le desprendemos el acento de progreso que le puso en su anélisis de la experiencia italiana. No obstante, @ lo largo de estas pagi- nas constataremos la dificultad de la reconstruccién del pasado puss, “la historia de los grupos sociales subalternos es necesariamente disgregada y episbdica" (tras categorfas tedricas se irén definfendo en el momento en que se con- sidere necesario hacerlo. Los conceptos operativos eparecen en el apéndi- ce metodolégico, al que remitimos al lector para agilizar la narracién, Con estas ideas en mente iniciamos hace més de un lustio la investiga- ‘én en diversas fuentes escritas y orales que so traduce en la presente obra."*'La base de datos que hemos construide consta de 9.981 registios para el periodo comprendiddo entre enero de 1968 y diciembre de 1990." ‘Aunque la cuantificacién tiene sus riesgos, la consideramos como un paso necesario para explicar el sentido de la accién colectiva en Colombia." La formatizacién de la riqueza empirica, implica sacrificar la particulari- dad de un hecho para convertirlo en un dato més. Hs evidente que no todas las acciones gon iguales. Un paro nacional del magisterio no es lo misme que una huelga en un taller artesanal. Y, sin embargo, ambos aparecen como datos en pie de igualdad en nuestra base do datos, Lo anterior nos rps Mai dees Poy Pew 107, 6.8 ees mpage aa ec Ch yheporerheersuronare dares, © ile 36 aotigearern Ganseneaesudes roms sss opis prmeasstulp (asa es Seats} sac pscna Agu ae ce run gst sen ‘incom heros © eksogactatanlcominc clases sapere aes geksiousn seeamelcghapre. dette agn snaps casas deagomccny qb m apreit, ‘eae spac ras perme Ges es WR OOS, mn a. IDAS ¥ VENIDAS, WUELTAS ¥ REVUELTAS conduce a hacerla mas compleja atendiendo a la “densidad” del conflicto, en la que se destacan la duracién y sobre todo el niimero de participantes, ya la “calidad”, que hace referencia al grado de desatio piblico de los actores y @ la respuesta de los antagonistas. Infortunadamente, la densi dad es dificil de precisar para los sectores distintos del laboral, y la cali- dad depende de factores subjetivos igualmente complicados de aprehen- er, Por ello buscamos equilibrar los andlisis estadisticos més dridos con las reflexiones cualitativas con sabor més subjetivo. En consecuencia, este libro se estructura en dos grandes secciones: una ‘més desoriptiva y cuantitativa, en la que estudiamas los ritmos y modali- dades de las luchas sociales (capitulo 2), los actores (capitulo 3) y las principales demandas (capitulo 4); y otra més analitica y cualitativa, en la cual tratamos de acercasnos a las posibles explicaciones del sentido de Jas protestas sociales a partir de las relaciones con las izquierdas (capitix- 10 8}, con el Estado (capitulo 6) y de la construccién de identidades (cap!- tulo 7). BI texto culmina con algunas reflexiones sobre le explicacién com- pleja de la accién social colectiva en el pais (capitulo 8) y las conclusiones como tales que hacen un balance de las luchas sociales en los 93 afios estudiados. Hemos elaborado ademas un capitulo inloial de ubicacién del eriodo seleccionado, que perfectamente puede ser eludido por quienes conocen Ia historia de esos afios. Quienes no lo hagan encontrardn alli una informacién histérica util para entender los procesos descritos en las paginas posteriores. 8

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