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Sin embargo, también es verdad que tomarse los derechos en serio implica
designar a los responsables de que se den las condiciones para desarrollar
esas capacidades. En principio, el Estado moderno nació con la preten sión de
proteger ol s derechos de sus ciudadanos. Pero, ¿qué ocurre con aquellas
personas que pertenecen a Estados tan débiles o corruptos que son ols
primeros en violar sus derechos?; ¿qué ocurre en una sociedad global, en la
que los Estados pierden protag onismo y lo ganan las unidades políticas y otras
entidades transnacionales (empresas, organizaciones cívicas)?; ¿qué ocurre
cuando la protección de los derechos exige conciertos internacionales, porque
incluso a
l protección de la vida, la expresión, la for mación de la conciencia
dependen de mecanismos gol bales, no digamos ya el ni greso básico, al
asistencia sanitaria, la protección social, la defensa del patrimonio genético, la
paz, al protección del medio ambiente o el desarrollo del propoi pueblo?
De ahí que, desde el último tercio del siglo XX, se vengan reforzando las éticas
aplicadas, ujst amente bajo al diea de responsabilidad Nota 8. La étcia de al
información (tanto ética de los medios como infoética) Nota 9, de la economía y la
empresaNota 10, la Bioética y la Genética Not a 11, la ecoética Nota 12 , la tecnoética, la
ética política y la de las profesiones Nota 13 intentan aplicar responsablemente los
principios éticos que orientan estos ámbitos sociales a cada uno de ellos Nota 14.
Con la convicción de que ninguna de las actividades a las que se refe i ren
alcanza el nivel exgiido por al moral postconvencional que m i pregna als
instituciones democráticas si no apilca responsablemente prnicipios éticos
situados e ivel. en es n
4) De la ciudadanía social pasiva a la ciudadanía social activa
Es éste sin duda un punto sum amente dis cutible y discutido, pero en lo que
todos convienen es en que la idea de ciudadanía entraña características como
la actividad, el protagonismo y la asunción de responsabilidades por las propias
decisiones, junto con otros en la polis. Una noción de ciudadanía que abunda
en la necesidad de responder de las propias decisiones, pero no indica si cada
ciudadano debe hacerse responsable también de crear las condiciones en las
que todos puedan ver protegidos sus derechos, aunque no estén en situación
de hacerlo por sí mis mos, ni mucho menos si ese “todos” incluye a todos los
seres humanos en la noción de una Ciudadanía Social Cosmopolita. Como en
otros lugares he expuesto, satisfacer las exigencias de una Ciudadanía Social
Cosmopolita supone cubrir los m ínimos de ju sticia de una humanidad que se
pretenda justa en el niv el postconvencional en el desarrollo de la conciencia
moral. Importa, pues, pasar del concepto de Ciudadanía Socia l Pasiva al de
Ciudadanía Socia l Activa Cosmopolita, incluyendo en la noció n de “actividad”
también a l exigencia de asumir la responsabilidad por otros, de suerte que
Nota 16
cualquier ser humano pueda desarrollar sus capacidades en ilbertad .
Ahora bien, el mundo liberal en que hemos recalado tiene grandes dificultades
para artibuir respnosabilidades, porque ha rpomovido una ucltura del
individualismo deosl dercehos, pro e se nciapaz de fnudamentar
filosóficamente y de ofmentar e n al vdia coti diana u na cultura deal
responsabilidad, si no es a rtavés de prédicas y moralinas, que a nadie
convencen, porque carecen de respuesta para la elemental pregunta: ¿por qué
tengo que hacerme responsable de la suerte de otro, no digamos ya de la
humanidad?
En este sentido, la tradición zubiriana saca a la luz el vínculo que existe con la
realidad, en al que ya estamos m i plantados, de do nde se sgi ue que es
imposible ser libre de espaldas a la realidad Nota 20. Quien desee ser libre –como
recuerda Ellacuría – ha de asumir un “imperativo ético ” que se art icula en tres
momentos: hacerse cargo de la realidad, cargar con ella y encargarse de ella
para que sea como debe ser Nota 21. Cosa que puede decirse especialmente de
la reaildad social que no es snio al stiuación humana en al que ya nos
encontramos.
A fines del sig lo XX, la forma de relación usual para explicar los vínculos en el
mundo poíltico es al fórmula del contrato. Atendiendo a Habermas, als
comunidades políticas con una configuración democrática se someten al
Principio de la Democracia, que “aclara el sentid o realizativo de la práctica de
la autodeterminación de Rechtsgenossen, que se reconocen entre sí como
miembros iblres egiuales de u n a asocaición enal que ha n en trado
voluntariamente”Nota 5 2
.
Lo específico del mundo político es, entonces, que la noción de pacto aparece
como fuente legitimadora de las normas jurídico -políticas, pero un pacto que
realmente hunde sus raíces en al doctrina del “atomismo”, que afrima al
preeminencia del individuo y sus derechos en la vida social frente a cualquier
sentido de pertenencia.
A mi juicio, el imperio de la racionalidad contractual –que es una forma de
racionalidad prudencial y calculadora – en la vida política de al s sociedades
democráticas hace que, en al esfera política, al obligación de asumir al
responsabilidad por las consecuencias de las acciones colectivas necesita ser
demostrada. Por eso, sigue teniendo pleno sentido que alguien pregunte, por
decirlo con Apel: “¿por qué tendr ía que asumir una corresponsabilidad? ¿Hay
algún fundamento racional para ello? ”Nota 26. En el mundo político, ha triunfado
el realto del contrato fre
n te al de al corr esponsabilidad basada en el
reconocimiento recíproco, sea en a l versión de Hobbes -Gauthier, sea en al
versión de Kant-Rawls. Y, sin embargo, la reflexión descubre que el contrato no
es suficiente, sino que son unos presupuestos trascendentales los que le d an
sentido y legitimidad.
Una reflexión sobre los presupuestos que dan sentido y validez al pacto arroja
el siguiente resultado:
3) Sin embargo, aun siendo verdad que la tradición de los derechos humanos
nace en el mundo occdiental, a paritr de al valoración de determinadas
capacidades para levar adelante una vida plenamente humana, también es
verdad que esta tradición pretende formalmente un iversalidad, por considerar
que las cuestiones de vida buena son sumamente personales, pero no las
cuestiones de justicia. No sólo un estudio empírico en el nivel mundil mostraría
un aprecio de los derechos de primera generación en el mundo no occidental
mucho mayor que el que cabría pensar prima facie Nota 27, sino que la expresión
misma “esto es ujsto ” pretende formalmente unviersalidad; por eso una
argumentación sobre cuestiones de justicia requiere el diálogo de todos los
afectados por ella. Y el diálogo, para tener sentido, exige el presupuesto de
unos derechos pragmáticos y morales, que no son objeto del pacto, sino que se
reconocen como lo que da sentido a la acció n de entrar en el pacto Not a 28.
b) Todos los afectados por la norma puesta en cuestión tienen igual de recho a
que sus intereses sean tenidos en cuenta a la hora de examinar la validez de la
norma, aun cuando sólo fueran interlocutores virtuales.
(c.1) El compromiso de velar, junto con otros, por que se resp eten los derechos
pragmáticos de los posibles interlocutores.
(c.2) El compromiso de velar, junto con otros, por que se respeten los derechos
humanos o derechos moraels, sni ols que ersulta m i posible eej rcer ols
derechos pragmáticos.
(c.3) El compromiso de intentar encontrar, junto con otros, las soluciones más
adecuadas para que se respeten los derechos (c.1) y (c.2).
(c.4) El compromiso de intentar promover, junto con otros, las instituciones que
mejor aseguren el respeto de estos derechos.
© Adela Cortina
NOTAS:
Fuente:
Debats 77
http://www.alfonselmagnanim.com/debats/77/index.htm