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Pedro Cerezo Arturo Leyte Patricio Peftalver Félix Duque Felipe Martinez Marzoa Ramén Rodriguez Heidegger: La voz de tiempos sombrios Prélogo de José Luis L. Arangureu ao 3 Coleveidn Delos Ediciones del Serbal Director de la coleccién: FELIX DUQUE Primera ediciin: 1991 © 1991, Ediciones del Serbal Guitard. 45 - 08014 Bareelona Impreso en Espana DL. B: 4537891 Disefto grafico: Zimmermann Atociados S.L, Impresién: Gralos S.A. TSAN B4-7626.074-2 indice José Luis L. Aranguren Prélogo 7 Pedro Cerezo De la existencia ética a la ética originaria u 1. La exisiencia ética 1B TI. La destruceién de Ja ética humanistica 29 UL. La Btica originaria 41 IV. ;Ftica originaria 0 antiética? 58 Felis Duque La guarda del espiritu. Acerea del enacional-socialismo» de Heidegger al 1. La puerta guardada al 2, Bl guia que es ley 85 3, La tenaze de las cosmovisiones politicas 87 4. Sino ¥ destino 89 5. La resolucidn irresoluta 1 6. Resolucién de la resolucién como alabanza al ercador 93 7. El snacionalsocialismos propio de Heidegger 97 8 Ser capaz de poder a la fuerza 102 9. Melancolfa dela creacién 105 10. Eclipse de la politica como despliegue de la verdad 108 LL, Arte y estado de desocultamiento no 12. El arte como signo del See ne 13. La politiea como simulaciin del arte ne L4. Insistr en ta ley, instar a la ley 120 Arturo Leyte Coello La politica de la historia de la filosofia de Heidegger 123 Felipe Martiiez Marzoa La palabra que viene 147 Patricio Pefialver Bra neutra la ontologia fundamental? 161 1. Las poliicas del pensamiento del ser 161 2. El taller politeo de la ontologia y el espiritu rector 168 3. De la politica de la propiedad a la decisién del pueblo 17 Ramén Rodriguez é : : La ontologiay las voces de la época 189 6 ny a nm st 3 st Prologo José Luis L. Aranguren Fate excelente libro, aunque no esté formalmente dividido ast, presenta dos enfoques diferentes: el que se atiene a su titu- lo, «La voz de tiempos sombrios» — titulo sacado del primer p: rrafo del estudio de su compilador, Félix Duque — que considera, directa o indirectamente, la relacién de Heidegger con el nacio- nalsocialisino, grupo al que pertenecen los estudios del propio Duque, el de Martinez Marzoa, plenamente el de Patricio Petial- ver y, a su modo, el de Arturo Leyte. El otro enfoque, indepen- iente de la politica alemana de la época es, por modo eminent, el de Pedro Cerezo, pero también el de Ramén Rodriguet, por cierto traductor y autor del estudio preliminar del heideggeria- no Discurso del Rectorado, el texto més comprometide con el Régimen nazi. Por lo que se refiere al primer grupo hay que decir, en se- ‘uida, que en ningin caso se incide en el reciente reduccionis- ‘mo simplificatorio. El més radical en esta direecién, Patricio Peftalver, aunque afirme wa necesidad de una lectura expresa- mente politicar 0 de «la politica de una filosoffa», distingue en- tre la obra del auténtico filésofo y la acitud, delirante, del filésofo rey que, por breve tiempo, pretendié inspirar el movimiento na- cionalsocialist Sin embargo su tendencia es la de leer Sein und Zeit (1927) desde el nazismo posterior (1933) de su autor, na- vismo que no osté, explicitamente, en ef libro mismo, pero que fe encontraria en el «aller» mental donde se forjé. Se tratarfa, fs cierto, de una sinterpretacidn espiritual del nazismo» que por supuesto, de ninguna manera podria prosperar. El autor aporta ‘como testimonio explicito, el comienzo de la segunda Seccién de Sein und Zeit, intexpretado, como es ya costumbre, a le luz de los acontecimientos posteriores y, en general, tiende a leer los textos no en sf mismos sino en relacién con la ulterior toma de posicién politica de su autor Los finos estudios de Duque y Martinez Marzea coinciden en el bello enmarcamienta, desde el titulo mismo, en sendos textos literarios, de Franz Kafka y de Paul Celan respectivamente. El suia que es ley el politica que realizaria la verdad fueron transi torias ilusiones de un Heidegger nacional-socialista y no nacio- nalsocialista, es decir, nacionalista y, a su modo «ocialista» también, El arte de la politica no es el arte, sino su simulacién «La palabra que vienen no es la palabra del ciudadano — que std. que estuvo en esto o aquello, tal vez en su nacionalsocialis- mo — sino la palabra del pensador, en el caso de Heidegger, la que aleanzé con su posterior estudio sobre Nieteche. Heides ger cindadano fue lo que fue. después hizo lo menos malo que pudo, guardar silencio. Mas el fildsofo Heidegger siguié, sigue hablandonos. fen El articulo de Arturo Leyte sirve de pasaje de lo que, se- in mi personal ardenacién, seria Ia primera parte, a la mds ex: clusivamente filoséfica, segunda parte. En él se habla, se sigue hablando, si, de politica, pero desde la ontologia fundamental y su degradacisn @ metafisica antropocéntrica o shisioria de la Filosofia» que desemboca — es igual — en nacionalsocialismo, Comunismo o wamericanismor. Ahora, otra vez. y més amplia. mente desarvollado, encontramos el Nietache de Heidegger: his- toria del idealismo que ha desembocado en la sociedad industrial-militar y su nihilismo. «Democracia» seria otro nora bre para lo mismo. También el estudio de Ramén Rodriguez, que encuadro en imi segunda parte, enlaza con el de Leyte en tanto que Ontologia como hermenéutica de la facticidad, del estar en una interpre- tacién». hoy la del sestar piiblico en e! mando». El giro, Kehr, Gl primero al segundo Heidegger. de la analtica exisencia a la historia del ser. es, desde esta perspectiva, el que se pro- duce cuando, en la soledad de In angusta existencial, se escuchan «las voces de la época». ¢ irrumpe el sujeto colectivo, vl Pueblo : eee __ En fin — aunque aparezca al principio —, sin la menor alu- si6n a la politica y los «tiempos sombrios» de Heidegger se yer- gue, sefiero. el trabajo de Pedro Cerezo que consiste en el estudio de la Etica de Heidegger y su desarrollo desde la wexistencia 8 ft ticar a la que él llamé eética originariay o, dicho con otras pa- labras, desde la filosofia del Da-sein, de la existencia, a la filo- sofia del Sein, del Ser. Pues el hecho fue que la recepeién general de Sein und Zeit consistié en su lectara como una ontologia cargada de dad: el tono y la inspiracién, el estado de culpa, en el ser mis- mo del hombre y no simplemente en la comisiin de actos inmorales, la manquedad ontol6gico-moral acusada por la Ge- wissen o conciencia moral (palabra, en alemén, diferente de la conciencia psicolégica), la «inautenticidad» del vivir cotidiano, todo ello parecia abonar una interpretacién que el propio Hei- degger no comenzé a rechazar hasta 1930. Y desde entonces es cuando, tomando como punto de par- tida, como tantas veces hizo la lengua griega, la Significacién primaria del voeablo ethos en tanto que «morada», y de la mano do Halderlin, comenzé a concebir el ethos del hombre, su «éti- ea originaria», en el «habitar», econstruir», «erigir» el mundo y, en el limite, el sex. como morada donde se habite y lugar de gravitacién. I:] hombre, nos dice Pedro Cerezo, no puede, como el animal, refugiarse en la naturaleza, ni, como el espiritu, en sit su habitacién es el mundo, en tanto que poéticamente nom- brado, Y Is tares ética del hombre, su morar, consiste en «dejar se», econflarses, ser paciente, esperar Las preguntas que, a continuacién, se hace Cerezo son las: que, a todos, se nos vienen a las mientes: ;Sigue esto siendo ét- ca 0 es, mas bien, poesia? ;Sigue siendo esto ética 0 es. més bien, religién? («Lo sagrado como acontecer de la verdad» es reiterada afirmacién heideggeriana.) O, en el més filoséfico de los casos y como se pregunta Levinas ;sigue siendo esto ética 0 es, mas bien. ontologia? La verdad es que desde el punto de vista heideggeriano no importan mucho estas disyuneiones. Y Cerezo nos recuerda, a este propésito, a Spinoza v su Btica, con respecto a la cual la de Heidegger podria decirse una Bthica ‘more poetico demonstrat. Decia anteriormente que el estudio de Pedro Cereao se dis- tancia de todos o de easi todos los contenides en este libro por desentenderse de los «tiempos sombrios» de la Alemania nazi y del Heidegger cercano a ella en tanto que ciudadano y politi co. Mas, en otto plano, hay también en él expreso reconocimiento (WAN, Klosterman, Frankfort 1965. 13 % por tanto, anteriores a cualquier especificacién conereta de carécter existentivo, Pero estas precisiones, por muy legitimas que sean en el orden formalfestructural, no pucden ocultay, sin ‘embargo, la profunda inspiracién ética a que responde esta obra. A mi modo de ver, Sein und Zeit no sélo tiene un aleance ético, ya sea le modo directo (Sitter) o indirecto (Fahrenbach), expli ito (Gardiner) o implicito (Merker}*, sino mucho més radical- mente sustancia ética?, que inspira y determina desde la raiz el proyecto heideggeriano. Basta con reparar en la polaridad bésica del hombre con respecto los fines supremos de Ia razén humana..La tensiin ética se intensifica ahora en Je medida en que la escisién es interna y ee hace residit en ¢lanlagonismo de naturaleza y libertad. Frente a lo esponténeo ¢ inmediato, sélo la vida conformada y determinada por sf mis. ima merece respeto y estimacién. Finalmente, con la quiebra del deber-ser, serd la cultura la que tomard su televe en la causa del humanismo. Ser-humano, 0 mejor, hacerse humane €s volverse un hombre cultural, a diferencia del hombre nat, ral, «Cultura es — precisa Heidegger — la realizacidn de los Supremos valores mediante el cultivo de los bienes mas eleva, dos del hombre» (Zz, 69)". El hombre se convierte asf en un realizador de valores, y su dignidad es tanto mayor sogtin la amplitud y la altura de su reino. No ¢s extrafo que el tiempo de la imagen (Bild), en que todo se reduce a forma abjetiva ¥ valor, sea también el tiempo del humanisme, o de la acuta, ci6n por la imagen (Bildung) (VA, 69), de la formacién cul, tural segiin el patrén de lo que vale y hace-valer, La proclama de la ética humanistica con su reivindicacién de J dignidad del hombre declara asi, segiin Heidegger la ontologia del sujeto demiirgico, que esta a su base. El hua, hismo no es més que ~Antropologia moral-estétice» (Hz, 86), clempefio por constituir al hombre en medida del valor y just fiearlo o hacerlo valer al socaire de esta fumcién. Pero esia ins flacién de lo humano como ente del fandamento encubre a duras penas, a los ojos de Heidegger, el des-arraigo de la exis, tencia de su petteneneia a la verdad del sex, Al igual que el valor» expresa a la vez una «pérdida» y un «sustitutivon, ol humanismo se erige sobre el olvide de esia pertenencia y la Pretensién de supliria mediante la actividad constituyente del hombre, convertido en el wpotentados (Machthaber) del ser (1B, 72), El imperatio de eser requerido» por y para el acontecer 48. Che tambitn Einjtirang in dic Meaphysik, p 36, 44. Vortige und Aufctce. Neske, Plulingen 1954, 38. | sustt ivo de deberse de la verdad ¢9 asf sustituido por el imperativo la cultura. Este es el nuevo idolo al que se inmola el a convert ro agente de produecién y consumo cultural. rum cs, pues en den ntact class 950 ética no conoce otra medida, segiin Heidegger, que la absoluti- zzc6n defeats como un ven Paro Nische mario de I sspecha he ented a ver Io ave hay ders de Ia ture consagrada: el wartficiow de la voluntad de poder para Sees ae ee fs y mene Arlo svivencan (Ete. nish®. como afaile Heidegger, esto es. el incesante ever rombre moderno por hacer de la realidad materia de ex veimertacionysiveneasion:& la postr la desmilogieaion Fietscheana del fdolocultura deja al descubierto la empresa Uitdnica de «auto-superacién de la voluntad de poder. Si Heidegger et en cota del humanismo es, seg ja declaracién, eporque és no sitia suficientemente # su fltura la dignided del hombre» HB, 70). Ya en la Einfrung in die Maplyi,ala hora de Ba os cracteres de un tem 0 de penta, denunciaba Hetiegge a redvcién del mando tapiritual acutura, en cuanto producto de la tegrrsacion de cepirtaensinteligoncia como mero poder de reflexion yo ow lo» (EM, 35-6). Fl apunte es muy significativo, porque indica ue Ia xculturan es tan sélo la otra cara de la stgenicass y at bas expresiones del mismo sujeto de preseason in, la voluntad de poder. «lmagen» y avalors, «sistema» y aaogae Seerreareeeneeeet re errant yeshe ins urd sabe el tema en Yonge und Aun, que df ritivamente claro que la cultura forma parte del sistema de do- mnie, La jsifceciéa humanisica 7 su proclama por sidease y svalores+ pertenece, pues, al «mecanismo de armazén del or- den en curso» (VA, 9). La ética humanistica. sin embargo, per- rmanece en el auto-engafto con respecto a esta yoluntad de poder, en cuanto instrumento ideolégico de su sereds, Inchiso indo pretende ponetle limites, controlarlo y dirigislo rac sumer ne hae mds que conebulssegtn Heder om rvacién e ineremento, pues, como ya s¢ indies, el dar y tlatenerse a Grdenes es el modo en que la voluntad de poder mn fe sus Beitnige zur 45. Sobre el eoncepto de Bred en Heideguer cf Philospphie (BPR), on la Gesamausgabe, op. et. find 65. pp. 129 y 131 39

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