El puente: Novela espiritual basada en una historia real
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"…Es muy necio pensar que nacemos, vivimos y nos morimos, y ya. ¿Qué sentido tendría esto?, ¿Te lo preguntaste alguna vez? ¿No te parece que falta algo?"… —preguntó Fran (…) Después de unos minutos, en que la luz quedó flotando a pocos centímetros del suelo, con un movimiento repentino pero silencioso subió de forma fugaz. Se quedó unos momentos allí, suspendida, como esperando algo, a unos metros sobre la copa de los árboles. Luego su luz se hizo tan intensa que por unos instantes me dejó ciego, para luego volver a su brillo tenue normal, y salir como disparada hacia la derecha y desaparecer".
Un paquete muy especial había sido entregado por seres más evolucionados que la raza humana.
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El puente - Gabriela Furlani
Legales
El puente
© 2021:Gabriela Alejandra Furlani
Diseño de portada:
Pablo Goro
Facebook: @estudioWEmultimedia
Diseño y Maquetación
Martín Cairns
Ediciones Lilium
Buenos Aires, Argentina
www.edicioneslilium.com.ar
edicioneslilium@gmail.com
Nº ISBN: 978-987-8344-55-3
Buenos Aires, Argentina en Julio 2021
LIBRO DE EDICIÓN ARGENTINA
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
No se permite la reproducción total o parcial, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del Autor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.
Furlani, Gabriela Alejandra
El puente / Gabriela Alejandra Furlani. - 1a ed. - Olivos : Lilium, 2021.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-8344-55-3
1. Narrativa Argentina. 2. Espiritualidad. I. Título.
CDD A863
Índice
El Puente
Legales
El puente
El puente
Era otoño, fresco pero soleado. Lara vivía y trabajaba en la ciudad. Era secretaria ejecutiva de una importante empresa multinacional. Su vida era agitada, muy agitada y todo su tiempo estaba dedicado a trabajar, lo que le ocasionaba mucho estrés. La constante burocracia del sistema hacía que siempre estuviera tapada de papeles y más papeles, en los que tenía que poner toda su energía y atención constante, ya que tenían que ser entregados siempre, de forma inmediata. Esto la desgastaba, pero seguía adelante dando lo mejor de sí misma.
Soltera por elección, dado que su trabajo le demandaba más de dieciséis horas al día, para ella no había lugar para distracciones amorosas, de hecho se había capacitado y esforzado durante muchos años desde su juventud para alcanzar como meta, un futuro holgado económicamente. Esa era toda su vida, trabajar y ahorrar dinero, y de hecho tenía una buena cantidad, fruto de tantos años de trabajo y sacrificio.
Un día como los de costumbre para ella, manejaba hacia la oficina y se detuvo cuándo el semáforo se puso en rojo. Agarró entonces su teléfono celular para ver los mensajes que sus jefes le enviaban incansablemente, pero se le apagó. Se había quedado sin batería. Enojada consigo misma, por no haberse dado cuenta la noche anterior de poner a cargarlo, miró por la ventanilla de su auto para distraerse por unos minutos y observó una inmobiliaria. Se quedó ensimismada mirando un cartel, en el que anunciaban la venta de una cabaña en medio de un bosque. Las únicas dos fotos que mostraban, la transportaron inmediatamente a ese lugar. Un lugar tranquilo, rodeado de enormes árboles, en pleno contacto con la naturaleza. Su mente se relajó, pero las bocinas de los autos la trajeron de vuelta a la realidad, marcándole que el semáforo ya estaba en verde para seguir avanzando.
Llegó a la oficina, y se puso a trabajar. En los pocos minutos libres que tenía entre reunión y reunión, pensaba en esa cabaña, en ese lugar y su mente se aquietaba, pero inmediatamente, volvía a su realidad y se decía a sí misma: No, eso no es posible, tengo que seguir trabajando
.
Pasaron los días, y así las semanas, Lara ya había olvidado lo de la cabaña. Transcurrieron unos cuantos meses desde aquel día en el que por unos instantes, el destino le había mostrado su futuro y ella, sin saberlo, continuó con su agotadora vida de ciudad.
Un fin de semana, ya entrando el invierno, Lara estaba en su pequeño departamento de un ambiente, ubicado sobre una avenida principal, donde el ruido y la contaminación de los autos eran realmente insoportables. Empezó a revisar los cientos de emails que su trabajo le demandaba, entre los cuales recibía grandes cantidades de correo no deseado. Nunca los leía, ni les daba importancia, pero resultó que uno llamó poderosamente su atención. Era de la misma inmobiliaria donde ofrecían a la venta, la cabaña que había visto hacía meses atrás. Se le detuvo el corazón. Contuvo la respiración y se quedó mirando el email sin abrirlo. Sentía cierto miedo de hacerlo.
Enseguida su mente la llevó al recuerdo de las fotos del anuncio que había visto pero seguía sin abrir el email. Fue hasta su pequeña cocina para prepararse un café, puso el agua a hervir y mientras esperaba, hizo todo tipo de suposiciones y especulaciones sobre qué pasaría si comprara esa cabaña.
Su cabeza le decía todo el tiempo que no, que no podía dejar el trabajo en el que tanto había invertido, que sus metas quedarían truncas y que tendría una enorme inestabilidad económica para el futuro. Sus miedos crecían cada vez más con esos pensamientos. Al mismo tiempo, algo dentro de ella, la motivaba para hacer ese cambio de vida. Se quedó pensando, sumergida en esa posibilidad, imaginándose vivir en ese lugar.
El sonido de la pava, la trajo de vuelta a su pequeña cocina, preparó el café y se sentó frente a su computadora. Tomó coraje y abrió el email.
En el detalle de la venta de la cabaña, se mostraban los ochenta metros cuadrados que tenía. Los pisos de madera le daban la sensación de confort y la decoración de la casa era de cuentos. Los dos dormitorios eran cálidos y confortables, el baño nuevo y completo, la hermosa cocina comedor, muy luminosa, con muebles de color blanco y detalles de madera. Tenía unas hermosas lámparas de hierro fundido, que colgaban iluminando más el ambiente. La sala de estar, tenía un precioso hogar a leña. Tenía un pequeño pero agradable porche de entrada cubierto, desde dónde podía verse el bosque, con sus enormes y frondosos árboles. Era como un manto verde que envolvía toda la casa, y es que justamente, la ubicación de la cabaña era en medio del bosque. Sin casas alrededor, sin vecinos a km de distancia, sólo ella y la naturaleza.
Lara quedó maravillada. Podía imaginarse viviendo en aquel lugar, un pequeño paraíso, lejos de la agobiante ciudad. Estuvo varias horas mirando y mirando las fotos, las características y descripciones del anuncio, y cuando quiso darse cuenta de la hora, ya se había hecho de noche. Quiso volver a la lectura de los emails del trabajo, pero ya no podía. Sus pensamientos sobre la cabaña, eran más fuertes. Decidió entonces tomar nota del teléfono de la inmobiliaria y llamar el lunes siguiente.
Lunes 5:00 am. Sonó el despertador, se levantó y se preparó para salir a su trabajo. En el viaje habitual por la concurrida y atestada avenida colmada de tránsito, Lara recordó prestar atención al pasar por la inmobiliaria para volver a ver el anuncio, ese que la llamaba de manera misteriosa. Al pasar frente a ella, vio un enorme cartel color rojo sobre la foto, que decía reservada. Sintió un golpe en el pecho que la dejó sin aliento, un zumbido en los oídos la sacó del enfoque y la atención que debía prestar al tránsito.
Ni ella misma entendía lo que le pasaba, pero sin pensarlo, salió de la avenida y retomó por la calle paralela para poder estacionar su auto e ir directamente a la inmobiliaria. Bajó rápidamente del auto, no había tiempo que perder, no podía esperar ni siquiera a llamar por teléfono. Sentía que perdía algo, algo que no pensaba tener y que no estaba en sus planes.
La desesperación por tener ese lugar la confundía cada vez más a cada paso que daba, pero no bajaba el ritmo sino que lo aceleraba más y más, mientras caminaba hacia la inmobiliaria. La ansiedad pudo con ella, por lo que en un momento de lucidez, se detuvo, respiró profundo y pensó: ¿Qué estoy haciendo? Voy a llegar tarde al trabajo, tengo que preparar los papeles para la presentación de mis jefes con los nuevos clientes, tengo que armar los proyectos para las empresas con las que nos vamos a asociar, tengo que…
y en ese momento de sólo segundos, su mente se empañó. No sabía si seguir la intuición que la mandaba de forma desesperada a averiguar por la cabaña, o volver a su realidad de manera inmediata.
Respiró profundo y cerró sus ojos, como queriéndose escapar de esa incertidumbre. En ese momento sonó su teléfono, era uno de sus jefes. Se quedó con el teléfono en la mano, mirando la pantalla sin querer atender. La llamada finalizó y al segundo volvió a sonar, insistentemente su jefe no paraba de llamarla.
Volvió a cerrar los ojos y respirar profundo, cuando los abrió, miró a su alrededor. Un accidente había ocurrido en la esquina donde ella estaba parada y las ambulancias llegaban al lugar con sus sirenas sonando. A media cuadra de dónde se encontraba, se veían tres patrulleros que estaban deteniendo a unos ladrones. Una persona pasó al lado de ella, que estaba parada quieta y abstraída de todo lo que la rodeaba, y se la llevó por delante sin siquiera verla. Un colectivo aceleró, largando tanto humo negro, que se quedó sin respiración.
En ese momento, se dio cuenta que no quería estar allí. Pudo ver el tumulto de gente, la desesperación de todos por llegar a alguna parte, la poca empatía entre los seres humanos, el caos que se genera en las grandes ciudades, todo eso estaba muy lejos de la hermosa y tranquila cabaña.
Guardó su celular en el bolsillo y sin pensarlo más, se fue casi corriendo a la inmobiliaria. Al entrar, la tranquilidad y el silencio del lugar la reconfortaron de inmediato, después de haber estado parada sólo unos minutos en el ruido y el caos.
Fue atendida por el dueño de la inmobiliaria, quien se presentó de una manera muy formal y correcta.
—Buenos días, mi nombre es Juan ¿en qué puedo ayudarla?
Ella sin dar muchas vueltas, preguntó enseguida por la cabaña en venta, sentía que no podía perder tiempo en presentaciones.
Juan era un hombre simpático y bajito, de unos sesenta y pico de años. Llevaba un traje muy elegante color gris oscuro, corbata al tono y una camisa blanca.
La invitó a sentarse en un cómodo sillón frente a su escritorio.
—A ver, déjeme entrar en el sistema en la computadora para ver cuál es la propiedad en la que está interesada.
—Sí, claro —respondió Lara.
—Bien, es la propiedad nº 333, la cabaña en medio del bosque.
—Sí, esa misma —respondió rápidamente.—Bien —dijo Juan— lamento informarle que está reservada, pero puedo sugerirle otras propiedades, que…
—No —interrumpió Lara no dejando que Juan terminara la frase—. Esa es la que quiero.
—Bueno señora, pero le repito que está reservada.
—¿Y qué puedo hacer para comprarla? Dígame por favor todas las alternativas que tengo.
En ese momento, volvió a sonar el teléfono de Lara, era su jefe. Ella cortó la llamada inmediatamente y apagó el teléfono. Ya estaba demasiado irritada y mal humorada por la situación de estar perdiendo la oportunidad de la compra, cómo para encima tener que escuchar a su jefe regañándola. Volvió a la conversación con Juan.
—Disculpe, ya apagué el teléfono para que no vuelva a molestar.
—No se preocupe, pasa todo el tiempo.
—Volviendo al tema, por favor, ¡dígame que puedo hacer para obtenerla!
—Bueno —dijo Juan— lo que puedo hacer es llamar a la persona que la reservó, para saber si sigue interesado en ella, ya que no dió una seña, sino que la reserva fue de palabra, porque debía esperar que se le concretara una operación.
En ese momento Lara se llenó de esperanza, volvía la posibilidad de tener eso que tanto quería, pero que no sabía el porqué.
—Bien —dijo Lara— ¿Puede hacerlo ahora?
—Claro, ya mismo lo llamo