Este volumen, que acab hace ms de un cuarto de siglo, hoy me parece no
slo no anticuado, sino ms actual que entonces. Esto no demuestra nada a favor de la calidad de mis anlisis de aquel momento, sino por el contrario todo en perjuicio de la calidad de la situacin del mundo y del hombre analizados, pues sta no ha variado en lo fundamental desde el ao 1956, ni podra haber cambiado. Mis descripciones de entonces no eran pronsticos, sino diagnsticos. Las tres tesis principales: que no estamos a la altura de la perfeccin de nuestros productos; que producimos ms de lo que podemos imaginar y tolerar; y que creemos que lo que podemos, tambin nos est permitido -no: lo debemos; no: tenemos que hacerlo-. Estas tres tesis fundamentales son, por desgracia, ms actuales y explosivas que entonces ante los peligros de nuestro mundo, que se han hecho ms evidentes en el ltimo cuarto de siglo. Subrayo, pues, que hace veinticinco aos yo no dispona en absoluto de facultades "profticas"; que, por entonces, el 99 por ciento de la poblacin mundial era incapaz de prever; no: que haba sido metdicamente hecha incapaz de ver -cosa que, por entonces, ya haba indicado mediante la introduccin de la expresin "ceguera del apocalipsis': Mis artculos sobre la situacin atmica ( "Endzeit und Zeitenende"), mi diario de Hiroshima ( "Der Mann a uf der Brcke") y mi intercambio epistolar con el piloto de Hiroshima Claude Eatherly ("OffLimts fr das Gewissen") demuestran que no me desdigo ni un pice de mi posicin respecto al armamento atmico (ensayo 4), sino al contrario, que desde entonces he potenciado mis actividades en esa direccin. De hecho, el gran retraso de la aparicin del se-