Está en la página 1de 19
EMMANUEL LE ROY LADURIE . pee hay MONTAILLOU ALDEA OCCITANA de 1294 a 1324 Versién castellana de MAURO ARMINO Fite | ‘i ction | Rs . taurus , TT. _ 1 1 CAPITULO XXVI ot mo TP Ty te y+ FOLKLORE Y APARECIDOS , oo E t Kyte y tour ae pho two TB oat ar Mate t . ae \ wey Pog tor. er leumh go, . 1 er ey foe eh peace ++ Los diversos datos sobre las concepciones del espacio y del tiem- po, sobte la conciencia social, sobte Ia religién, sobre Ja ética, que fueron considerados en el curso de los capitulos anteriores, nos introducen por tiltimo en Jo que debe cerrar este estudio montalionés, lel pensamiento popular: tautoldgicamente, en el folklore (en una sociedad muy integrada, este folklore afecta tanto a Ja ciudad como al campo, tanto a la nobleza como a los campesinos), El método tradicional que utilizaron con éxito otros historiadores no sitve aqui: de creer en ese método, Jas btisquedas sobre el folklore actual del Arigge o del Aude deberfan permitirnos, mediante un procedi- miento de historia regresiva, «remontarnos» hasta los arquetipos medievales. Vana esperanza: la matcha en «regresién» parece iluso- tia en nuestros sectores en Ja prdctica. La historia ha pasado por allf, cambiante: ha removido hasta Ja rafz nuestro paisaje folkldrico, en- tre los siglos xrv y x1x. Los. campesinos de la regién de Sault, a dos pasos de Montaillou, evocaton por ejemployen 1970 ante antro- pélogos de Toulouse? los secretos del Petit Albert: diversos ejem- plares de este libro Megaron en efecto a las regiones pitenaicas, gracias a la venta ambulante de Ja «literatura azul», francéfona, hacia 1750-1850. De ahi su contenido «pasard» a la tradicién oral. iNada tiene esto que ver, por supuesto, con lo que fue el folklore de Montaillou en el siglo x1v! En los Contes populaires de l’Ariége, —_—_ ty ry 1 Los Clergue (que forman parte de la «alta sociedad» campesina) y los Planissoles (que son de Ja nobleza) estan casi tan «infectados» de «supetsticlo- nes» como las pobres bastardas campesinas. Asimismo, como se yerd més adelante, la creencia en los apatecidos se encuentra tanto en Montaillou como en Pamiers, y bajo formas bastante andlogas. * a 2S -P. Bins, 1972. oe a tee ' 549 , recientemente publicados, apenas emergen algunas referenci: i. vas que ya nos habfan dado a conocer las ‘ndagaciones ie ee referencia al piojo, a los padtinos*... Estos cuentos populares de} condado de Foix actual podrian muy bien ser en su mayoria, y de hecho, el sedimento de una ola nds reciente, de modernidad folklé. tica. Proveniente de otras zonas (éseptentrionales?) se asentd al pare- cer en la regién ariegense entre 1500 y 1800. En un orden de ideas andlogo, noto la ausencia casi total del tema mitico del oso, tanto en el Sabarthés como en todo el drea de investigacién de nuestros inguisidores hacia 1320, Ahora bien, este simpético animal se con- vertitd por el contrario en uno de los personajes centrales de Ja dramatutgia campesina, a lo largo de los Pitineos, a partir del siglo xvi *, , En cambio, el folklore de la muerte se manifestaré més tenaz y fundamental, y hasta el siglo xrx conservaté clertos Tasgos que ya conocemos hacia 1300; los gatos negros, diabélicos, ya daban vuel- tas en torno a los lechos de muerte a comienzos del siglo x1v. Pro- siguieron con ese macabro tejemaneje en pleno Languedoc, bastante lespués de la Revolucién francesa*, La comida-de Jos muettos, ce- lebtada. con ocasién de Todos Jos Santos, y consumida... por los vivos, tepresenta también una realidad multisecular en el alto Arigge entre los siglos xiv y xrx®, Més profundamente,. el ostal, que fue uno dé los elementos de base del conjunto societario en Ia época de Pierre Clergue y ge Raymond Belot, conservard este papel de prti- : . : nett imo Pe a0 Fi sta ptincipios del siglo xx. Los folldotes pasan, Pese al consuelo que nos aportan estas supetvivencias parciales, con vistas a a explotacién folklérica, deberemos pattir una vez més de nuestros antiguos textos. Las informaciones serdn, ‘pata no cam- biar, abundantes en determinados casos; y simplemente alusivas en otros. Tomemos, por ejemplo, los aspectos propiamente musicales del folklore: sabemos a este tespecto algunas cosillas: los pastores de 1300 tocaban la flauta ®; las muchachas, al volver de la taberna, janzaban de buena gana una coplilla; en los cantos del cuta, en la iglesia, el libro era de utilidad fundamental: Los curas se bacen en- terrar coniropa sagrada, con un libro en las manos, para, una vez Hegados al cielo, poder cantar delante de Dios—, cuenta con ironfa Bélibaste a Piette Maury *. Més alld de estas comprobaciones dis- . oF t . 3 C, Jorsten, 1965, pp, 149 y 175. 7 Bonnenave, PB. 431; 9 supra, Cee fotidienne. p. ai : Fee ee hacisn de D Ltnguisition... p 9 TIE, 237. Sabre los ‘endlettos semipagantoaicn” cx Bog Se? Ph oe ao 550 } persas, algunas de las cuales son evidentes, incluso triviales, no co- nocemos précticamente nada sobre el «campo musical» de nuestros ariegenses. re a oy Asimismo, ignoramos mucho sobre el amplio sector de Ja chan- za popular: es, pot supuesto, anticlerical de buen grado (todo Io ue dicen los curas es broma, es «camelo»); la explotacién de este ilén facil y siempre rentable valié algunos éxitos de elocuencia a + Pierre Authié (IT, 422). Pero puede convertirse también en chanza puta, de carécter putamente sociable, eventualmente acompafiada de apuestas entre «compaiieros». Guillaume Authié tenia una piedra en las manos estando a orillas del Aviége; aposié un pastel de pez con un compaiiero: ° . —No logrards lanzar esta piedra hasta la orilla le dice. - '. Apuesta hecha. Guillaume lanza entonces la piedra; impide, por tanto, a su compaitero hacer otro tanto; y con ello, gana su apuesta y su pastel (II, 106). Al término de este relato, los oyentes «se mueten de tisa». . , Los proverbios locales (algunos de Jos cuales han Ilegado hasta hosotros gracias a Jacques Fournier) consisten mds de una vez en dichos de otden sexual o conyugal. Enuncian algunas afirmaciones bfsicas, relativas a la eternidad del mundo, a su necesidad interna, a Ja prohibicién del incesto, a la filosofia'del matrimonio. Estén vinculados fandamentalmente a Ja filosoffa y a la etnia, de la pe quefia comarca. , . El terxeno de los cultos populares, en sus versiones ottodoxas o desviacionistas, ya fue explorado a propédsito de las actitudes religio- sas: hemos visto que en tiltima instancia los habitantes del Sabarthés (y por tanto de Montaillou) dan muestra en muchos puntos de una cristianizacién bastante notable, Esto no impide Ja permanencia de Jo maravilloso. Reside, entre otros Iugates, en las fuentes: tal ma- nantial de agua puta hace milagros, como el de contenet peces vivos que, sin embargo, estén medio quemados debido a una antigua y aciaga fritura, Los cultos ctistianos mismos siguen vinculados a practicas de salud o de sociabilidad popular: el bautismo, como ya he dicho, vuelve la carne hermosa y da hermoso rostro a los nifios; @ les impide mds tarde ahogatse o ser comidos por los lobos (II, 16). En determinadas iglesias se baila en medio de una asistencia, entre Ja cual se encuentran hombres borrachos", 3 . ate ug . ' Sy oe es sepultado en compaiifa de objetos familiares, véase sobre’ la Occitania smeti- dional, BORDENAVE, op. cit. . . 10° TIT, 52 y 60 (zfuente célida hasta entonces?) Sobre un milagro cdtaro realizado por Guillaume Authié, véase £, 285. 1 J, 145; véase también BorpveNAvE, p. 257. 551 .,Més detalladas son las indicaciones relativas a la.magia, a la bru- jeria; a los aparecidos, sobre todo. * 1 vo La magia como tal no es central en las mentalidades o Jas prdc- ticas del Sabarthts y de Montaillou; sin embargo, es importante como técnica que apunta a conseguir tal hecho, tal objeto, tal in- formacién. Esta magia afecta, por un lado, a las «medicinasy tra- dicionales del curandero y, sobre todo, de Ia cutandera; no son ne- cesariamente ineficaces, También puede afectar, por otro exttemo, a la brujerfa realmente diabilica, algunas de cuyas lineas maestras aparecen en el Sabarthts; apenas son visibles e incluso, hay que decirlo, casi insignificantes. . wen 1 Ya hemos subrayado en Prades d’Aillon la presencia de una curandera, Na Ferreira, cuyas técnicas y recetas ignoramos (I, 337). Por su lado, Béatrice de Planissoles se ditige, como hemos visto, a una judfa bautizada que Je hace conecer Jas virtudes de los cordones umbilicales de los hijos varones de sus hijas (pata ganar los proce- sos) y las propiedades de la sangre menstrual de esas mismas hijas (para inspirar amor conyugal a un futuro yerno). La misma Béatrice recibe de un peregrino semillas de una planta llamada ive, de la que dicen que hace maravillas pata curar Ja epilepsia de un nieto. Pero San Pablo en su iglesia seré més eficaz que el grano de ive contra el mal que afecta al joven. La magia en cuestién es real, por Jo tanto, pero no negra; es mds bien blanca, incluso ultrablanca, desde el momento que se abandona la ive proporcionada por un piadoso petegtino pata adoptar como remedio fa intervencién de un grah apéstol, Por lo demas, Béatrice subraya, a propésito de las recetas mégicas utilizadas por ella en ciertos casos (I, 249) que las tiene por remedios que, fiada en la fe de quienes Io dicen, considera efi- caces; no las mira en ningtin momento como maleficios a pesar del cardcter ligeramente sobrenatural de su uso. La ex castellana (en quien confluyen las técnicas de una judia, de un petegtino y de ottas gentes) puede ser considerada incluso, en persona, como una maga para andar por casa: se sitve de secretos menudos, mucho més piadosos que demonfacos, qu¢ recoge aqui y allé, a fin de ob- tener la salud o la prosperidad de sus hijos y de sus nietos; esté en telaciones con una adivinadora, llamada Gaillarde Cug, origina- tla de Varilhes (I, 247, 257). ’ La driade de sangre azul no es 1a tinica que en Montaillou cree en los adivinos; toda la tritu montalionesa de los Maury, refugiada al sur_de Ja cordillera pirenaica, se dirige a un adivino musulmén para obtener de él informaciones relativas a la salud de los animales y de los hombres; relativas también a los viajes y matrimonios que piensan hacer o concertar (II, 39). Moros y judfos (0, mejor, judias) proporcionan, como es de suponer, su contingente de adivinos o de magas menotes; algunas generaciones més tarde, éstas serdn califi- 552 ' cadas algo apresuradamente de brujas ® por los curas que no sabrén mantener serena Ja cabeza como la conservé Fournier en este asun- to, acapatado como estaba por otros gatos que escaldar. Pero Jas personas procedentes de minorfas religiosas, israelitas 0 musulmanas, a éste y al otto lado de los Pitineos, no son Jas tinicas que se lanzan a la accién magica: en Ax-les-Thermes (I, 156, 157), un notario y un clérigo practican o hacen practicar el arte de san Jorge; consiste en esa poblacién en utilizar los talentos de una jovencita que lee en un espejo, a fin de encontrar en él Ja pista o la huella de los ob- jetos robados. Una mujer de Ax y‘su yerno esperan recupetar de este modo dos cuartas de tejido de lana que han perdido, o que les han robado en las ferias de Foix. El hallazgo de cosas desaparecidas puede realizarse, ademés, sin la mediacién de técnicas especializadas de este mundo. La Virgen de Montgauzy, pot ejemplo, se encatga directamente de devolver a su legitimo ptopictario los bienes que Jos ladrones —cuyo corazén ella ablandaré— han robado a una cam- pesina de Ornolac. Esta se deshace, a cambio, en fervientes plega- tias marianas. La astrologia para andar por casa que practican las taujeres o Ios curas se mezcla con «supersticiones») relativas a las raeduras de ufias y al pelo; preserva la fortuna del oséal. Estos sa-} beres mdgicos son diversos; y con frecuencia, aunque ho exclusiva’ mente, femeninos..!. -! . Buscad a la mujer, Buscad también al pastor. Cierta hierba puesta por un pastor malévolo en el, cuajo impide a Ja leche cua- jarse en queso. Una hierba andloga puesta sobre el estémago (?) de ja mujer, comparado con el cubo de leche, impide a Ja semilla ma- cho «cuajarse» en feto: semilla m4gicamente «esterilizada»... Una vez més, ahi no hay nada diabdlico. Jacques Fournier, obsesionado por la caza del cétaro, no se entretiene con estas pamplinas de ma- gia menor. {Qué diferencia con la agujita del siglo xvt, con ese otro rito de esterilidad sexual, que Juan Bodine y los demds demond- logos perseguirén hasta la hoguera inclusive, como diablura cri- + minal! 4, to } . ". Ya tenemos a Satén en el banquillo. gAusente o presente en. Montaillou? zNo hay m4s que un paso de la magia a la brujeria?, {¢Un paso que se da de prisa? Estd por ver. Una cosa es cteer en el B J. Micueter, Sorciéve..., ed, Garniet-Flammation, 'p. 33. . ®B Sobre otro caso de mujer bruja o seudobruja, antieucaristico, véase TY, 305. "14 “Véase mi atticulo sobre la agijita en el niimero especial de la revista Europe consagtado a Freud (marzo de 1974). Sobte los ritos magicas relatives ala semilla masculina y al cuajado, véase supra, cap. x. Comparese con Iustito- ris, ed, 1973, p. 438 (magia antileche). ' . 533 diablo, y otra, imputarle —como hardn cortientemente la Iglesia y muchas gentes en un:perfodo ulterior— Ja causalidad de los sortj. legios que utiliza tal o cual buena mujer de la montafia llegado ¢] caso. Tes ’ - 4 . Que el diablo est4 como en su casa'en el Sabarthés, en las almas, en los cuerpos y en los bienes, es evidente. Vete al diablo; desapa- rece, diablo; un dia el diablo arramblaré con todo; Sancta Matia, estoy viendo al diablo: ésas son las expresiones mds suaves que emplean las agticultoras otagricultores simpatizantes de la herejia a la vista de un sacerdote catélico; y que, a la reciproca, emplean también las gentes de fe romana cuando ven a un howbre-bueno, Una mujer albigense o sospechosa de serlo, o tenida por tal por los suyos, se comporta de repente como buena catélica... Entonces Iq causa es xdpidamente descubierta por su entorno: esté endiablada, poseida por el diablo, ‘indemoniata, dyablat, Para los campesinos algo duchos en albigeismo, nuestro mundo (en principio) es radical: mente malo y la vida no es mds que una enfermedad mortal; poco Tes cuesta, por lo tanto, ver por todas partes la mano del diablo y adivinar los demonios que cixculan en torno a nosotros. Extonces, los diablos son nuestros hermanos —dice un campesino® que se deja impresionar por las palahtas heterodoxas de Arnaud Teisseire, que prefiguran ja frase sartriana segtin Ja cual ef infierno, son los otros. ae . . we 1 El diablo esta, pues, en todas partes..., salvo donde la Iglesia lo pondré un dia; salvo alli donde trata de ponerlo ya; por aqui y por all4; muy poco; sin gran éxito atin y sin mucha conviccién. Acabamos de ver la importancia nada-despreciable de las magias en el ttajin de la vida cotidiana; no las confunde, sin embargo, el vulgum pecus, ni el clero, a pesar*de algunas tentativas, con las bru- jerias diabélicas..Esa es la gran diferencia que existe entte ese pri- | met siglo x1v pirenaico y' el siglo xvi de Ia caza de brujas; éstas .seran destinadas a servir de victimas ardientes de las persecuciones, que pondrdn en prdctica jueces pirenaicos paranoicos; elewardn la magia aldeana al rango de conjuracién satdénica. Hacia 1300, nada ssale a la luz todavia en’este orden de ideas: las hoguetas estén te- servadas para los cétatos. a. oF Desde Iuego, la idea de una utilizacién préctica de los buenos oficios del infierno no deja de existir en él Sabarthés. Aycard Boret, de Caussou, evoca grosso modo, a propésito de un enemigo al que hace encarcelar, la eventualidad de que recurra al diablo; y le cierta _ Ja boca a su comadte (que protestaba), diciéndole %; Calla, amiga 3 TT, 200; véase también, sobre todo Jo anterior, I, 338, 340, 351, 364, 462; II, 73, 184, 200, 244, 365; ITI, 174, 175, 176, 177, 178. Véase asimismo Vourzay, 1, 69, 74, 75. ' : 16 ‘III, 348; y més generalmente, III, 347-348. ‘ 554 mia, porgue'a veces el diablo tiene mayor poder que Dios, y es pre- ciso que él me ayude con la ayuda de Dios o con ta del diablo. Pero Aycard Boret es un criminal, cémplice de homicidio; su caso es aislado, vr. « 7 fea oy rou De igual modo, las acusaciones de diabolismo contra el labrador Raymond de I’Aire, de Tighac, son insignificantes; de’ cteer lo que dicen, este, hombre habria vuelto a poner en su sitio con Ja ayuda del Maligno el yugo que se habfa caido de Ios cuellos de sus to- tillos de yugo, todavia inexpertos en Ja labor en yunta (II, 126, 373). ¢Técnica magica para la educacién del futuro buey de labran- za? Desde luego. Pero aqué peso tiene esta alegacién fiitil frente a los reproches, muy reales, de matetialismo obsceno que se lanzan, ademés, con una ptecisién temible, contra Raymond de l’Aire? Y, ademds, todo depende del punto de vista. Lo que es vagamente con- cebido como maleficio, puede ser diabédlico cuando uno mismo es Ja victima; y se convierte en técnica inocente cuando se vuelve Ja receta contra alguien distinto. Béatrice de Planissoles se muestra tencétosa con ef cura Barthélemy Amilhac porque él la ha wealefi- ciado™, haciendo que se enamore locamente de él. Pero no ve nin- ‘gén maleficio en hacer que su futuro yerno se enamore locamente de su hija: por eso, hard tragatse a este sefior las primetas reglas de su prometida (I, 248-249). +... fy eth dL +, En resumen, el diablo es ya en ese momento un gran petsonaje en el Sabarthés. Sin embatgo, todavia no ha sido incorpotado por ‘los cuidados de los hombres de Iglesia a las actividades de la magia ‘cotidiana y local: ésta seguitd siendo, durante algiin tiempo, rela- tivamente inocente. En el clero del, lugar y en ciertos heréticos exis- ten, por supuesto, algunas tendencias a’ desacreditar la magia acu- sandola de estar colocada bajo el negro sol de Satdén®. Todavia no J ae ha . 1 J, 249, Véase también IIT, nota 418. * : “18 Bélibaste tiene nitidamente el deseo de «diabolizary Ja intervencién maléfica o benéfica corrientemente atribuida a los santos (por ejemplo, en lo referente a las enfermedades de la piel Mamadas «fuego de san Antonio o fuego de San Matcial»); asigna por tanto esta intervencién a Satén (III, 234). Esta diabolizacién de lo sobrenatural seré una de Jas grandes causas de Ja caza de brujas de finales de la Edad Media y durante el Renacimiento ‘ (véase K, Tuomas, 1971). Pot otra parte, en Jacques Fournier, en las pet- secuciones que intenta contra los leprosos de la baja regién (II, 135-147) + puede darse una fabulacién diabolizante del mismo tipo, con referencia a Jos «polvos diabélicos de sapo» que serdn corrientes mds tarde, en Jos procesos por brujerfa de los siglos xv y xvr. wee : Pero esta accién contra los leprosos es impuesta al obispo de Pamiers por el poder_real francés; no es catacterfstica del comportamiento normal de Jacques Fournier, cuando éste tiene las manos libres, trata simplemente de descubrit los hechos, y no de forjar acusaciones satdnico-monstruosas, a lo Boguet o a lo Bodin. _ 555 son predominantes ¥... En el Sabarthés, hacia 1294-13: inquisidores se mantienen al acecho del desvio; sin crehesttos estén (0 todavia no) obsesionados por Ja caza de brujas. El obj n° y su ttibunal tienen tarea de sobra con el albigeismo. No pierd, m su tiempo, en diabolizar Ja mezquina magia montafiesa, ni en re “7 mirla como brujeria; contra Montaillou tienen cargos mucho ee graves. ‘ En resumen, y debido al hecho mismo de esta débil importancia de Ja brujerfa, la magia corriente, para andar por casa, tal como se emplea en Ja comarca, es mucho mds benéfica que maléfica; més curativa que mérbida. En el alto Ariége veo adivinadotas, curan. deras; amantes dotados del poder sobrenatural de desencadenar ra. yos. No veo apenas, o escasamente, btujas dedicadas a hacer el mal satdnfcamente, eae ' as citcunstancias culturales concurren a esta relativa rarez diabolisme. Desde luego, los diablos estén por todas partes a cet alto condado de Foix. Circulan por allf alrededor de Jas gentes, sin andarse con remilgos. Pero no es fécil entrar en contacto directo con ellos. Incluso el mensajero de las almas, petsonaje especializado, que tiene el ¢ remos a hablar de él), no dialoga cara @ cara con los demonios, por més numerosos que sean, y que también se ocupan de Jos aparecidos. EI folklore de las almas, ex el estado en que se encuentra bacia 1300-1320, no se presta, por tanto, al trato con Satdn. ¢Cambiarén mas tarde las cosas? Sin duda. Pero en Montaillou, en Ja época de los interrogatorios de Fournier, no hemos Ilegado todavia a este perfodo de cambio. . - Otro factor dificulta la intervencién del diablo: en las aldeas _ montafiesas, entre el hombre ya mujer (que esta especialmente en- cargada de los asuntos mégicos), todavia no hay en 1300 Ia distancia cultural que introducisd més tarde, a partir del siglo xv1, la escuela —___— : to aor . ® J. Caro Banoys, Las brujas y su mundo, edicién francesa, Paris, Ga- Uimard, 1972, pp. 102-104 (el texto publicado por Baroja indicarfa una filia- cién, al menos en el espititn torturado y torturante de los inquisidores de 1335; Mlevarfa del dualismo cdtaro... al aquelarre del macho cabrio). Véase tam- biéa H, C. Lea, A History of the Inquisition of Spain, New York, 1907, vol. IV, p. 207, note 1; Ja primera publicacién del texto es de 1333, estd en E. L. B. ne Lamorug-LanGon, Histoire de Inquisition en France, vol. UL, pp. 231 y 235-240; Ja fuente inicial provendtia de los Exéraits des Archives de VInquisition de Toulouse, tecogidos a finales del siglo xvit1_por el P. Hya- cinthe Sermet (segtin LaMoTHE-LAnson, ibid., p. 232). Joseph Hansan (Qnelles und Untersuchungen zur Geschichte des Hexemwabns..., Bonn, 1901, pp. 449- 450 y 451-453) que publicé también este texto, piensa, segin Molinier, que Jas fuentes de Lamothe-Langon se perdieron tras la redaccién del libro de éste- Pero N. Coun, Enrope’s inner demons, New York, 1975, p. 130, considera, con pruebas, que cl texto de 1335 es una falsificacién, cometida en el siglo x18 por Lamothe-Langon. ' 556 monopolio de las relaciones con los aparecidos (volve- | Rartoquial. Esta alfabetizaré a'una parte del grupo de muchachos; ero dejaré a la mayorfa del grupo de muchachas pudkirse en la norancia més ctasa, En Ja practica, pues, ellas se convebtirén, mds Free nunca, en conservadoras nates de una cultura no escolar y sal- Baje. Mas sospechosa cada vez a los varones, desbastados y alfabe- izados a partir de ese momento... Desde entonces, quien diga Rospecha contra las mujeres acaba de deci brujeria”. . spe . eyte 0 , h woos te 1 . - Al lado de las técnicas destinadas a ayudar a los vivos, o bien firarisimas y casi inexistentes pot lo que nos concierne) destinadas P. evocar al diablo, hay que mencionar aquellas que tratan de entrar Feo contacto con los difuntos. En Montaillou y en el Sabarthés, el Establecimiento de telaciones diplomdticas entre la aldea de los Bivos y la de los muertos nos sitéa ante el inmenso dominio del Frito y de lo maravilloso, incluso del milagro. Ante todo, dos pala- ibtas sobre el tema, | . . os Primeramente, lo maravilloso: se basa en Ja sobrenaturalidad, hartada objetivamente en los relatos, Estos relatos, en el caso de Fruestros textos, pueden ser comunicados directamente al inquisidor. [O bien son relatos de relatos, ofdos antafio por tal o cual testigo, Hluego repetidos por él pata Jacques Fournier, Este maravilloso esta Foresente, muy presente incluso, por supuesto, en Jas charlas de orden mftico en el Sabarthés; charlas que pucden vinculatse a la Iglesia oficial; 0 a-la herejfa albigense; o finalmente, a ptoblemas que no son propiamente religiosos. a0 ua : Més tara, rarisima, incluso, es la actualizacién de lo matavilloso en forma de milagro. Los milagros catélicos, en un Sabarthés que” no es el taberndnculo de la fe romana, pertenecen al pasado. Més artiba, en Foix, se observa lo que parece ser un casi tnilagro hete- ‘rodoxo. En Ia hoguera del valdense Raymond de la Céte, el fuego 1, 2% Sobte todo lo anterior, véase R. Nuxit, 1958, pp. 199-207. Este libro propone la distincién, realmente fundamental, entre el armier 0 armarié (vivo, encargado del contacto con los smuertos-aparecidos-fantasmas-dobles, y por tanto aensajeto de las almas» y el adivino y el brujo. Sobre el pirrafo relative a Jas diabluras y a algunos tudimentos de brujerfa diabdlica que aparecen timi- damente en el alto Aridge en la época que consideramos, véase II, 126 (inci dente del diablo, del yugo y del toro); sobre las persecuciones de Jacques Fournier contra los leprosos, que son acusados de practicat una brujeria dia bélica a base de extractos de sapo, véase II, 135-147; en cuanto a la «penetra- cién» de Ja brujeria (y también probablemente primeto de 1a caza dg brujas...), peto sobre todo tras el petfodo que yo estudio, véase Fiiciz y Martin, vol. XIV, 2, p. 833; Rapp, pp. 161-162; comparese: Toussanrt, p. 363; Caro BAROJA, op. cit,, 1972, pp. 102-107: los primeros aquelarres con macho cabrio, yerdaderos o falsos, son «descubiertos» en Ia regidn de Toulouse en 1337 (cf. nota anteriot), - «! 7 - ' " 2 J. Le Gor, 1974. - . on i 557 quema, como eta de prever, las ligaduras que atan las mufiecas del condenado. Este encuentra entonces Ja fuerza suficiente para unir sus manos y rezar a Dios. Es la prueba de que su alma ha conseguido la salvacién —dicen en las tabernas de Foix, donde se comenta deportivamente el asunto con un jarro de vino delante (I, 174). + En cambio, en el contexto montalionés y sabatthesiano no. se da lo maravilloso concreto del albigeismo. Dicho en otros térmi- nos: no hay milagro cdtaro (sin embargo, una excepcidn: unas ex- trafias luces aparecen durante un episodio de cousolamentum en nues-' tras montafias)”. Este entorno no milagroso es revelador de teti- dencias bastante notables: en los misioneros albigenses y entre el campesinado en el que ellos influyen (y en otros campesinos en quienes no influyen...), un verdadero rechazo del milagro; una vo- luntad de sacar a Dios del mundo material (consagrado quizé al dia. © blo, a veces). Al mismo tiempo ‘que de Dios, se libran de toda una causalidad sobrenatural, a base de lo maravilloso concreto: ¢creéis gue unos trozos de lefia pueden hacer milagros? —dice Bélibaste a los pastores del alto Ari&ge (II, 55). Y el hombre santo afiade, sin querer sustituir los milagtos cristianos por los milagros cdtaros: Yo si que haré milagros. Pero cuando esté en el otro mundo. No en éste (II, 54). ro io ro, en) . En lfneas més generales, en el Sabarthés, los campesinos mds o tnenos influidos por el albigefsmo declaran que no es Dios quien hace florecer y granar™, sino el diablo (dicen unos); 0 simplemente Ja naturaleza, el tiempo, el estiércol o el trabajo humano (dicen ottos). ¢Qué hacen estos campesinos, sino teorizar un occamismo salvaje, que conduce también a la expnlsién de lo sobrenatural? *, i a core a : ™, iin thy a rr El pensamiento mitico, cuyo desartollo veremos a propésito de los problemas de Ja estancia de los muertos, se mueve entre las 2 Supra; WT, 241-242, nota 490 (ia fine). Véase también If, 407: el alma de un buen creyente (de fecha reciente) sube directamente al cielo justo después de su «heretizacién». Pero este «milagro» se sittia en el plano de Je pura creencia; no se traduce por fendmenos extraordinarios en el orden de la matetialidad de los hechos, 2% I, 230, 283; II, 58, 503; IZ, 347. : 24 Sobre el «occamismo salvajer desde finales de Ja Edad Media, véase K, Tuomas, Religion and the Decline of Magic, Londres, Weidenfeld, 1957, Pp. 657-663 y passim (a propésito de los Lollards);~sobre el occanismo (no salvaje) de los nominalistas patisinos de los tres primeros cuartos y sobré todo de los dos primeros tercios del siglo xrv, véase E. Bréniter, Histoire de la philosophie, Paris, Alcan, 1928, vol. I, sobre todo ‘pp. 726-727: «los nominelistas parisinos rompen el Jazo de continuidad que la antigua dindmica establecia entre la teorfa fisica de Jas cosas y Ja estructura metaffsica del Universo..., tesis gue sigue siendo itil... con Ja ayuda especial de Dios» pata la buena marcha del universo. 358 poblaciones del ,condade de Foix, en limites a menudo estrechos. Su surgimiento es mds notable precisamente por eso. Pedagégicamente, gusta de la repeticién del pequefio mito, Utili- za el método tan conocido de los ejemplos, o exempla. Repitamos a este propésito la interesante definicién dada por Raymond Cantel y Robert Ricard: «el exemplum —escriben—, es, en sustancia®, un relato auténomo, localizado en el tiempo y en el espacio; su longi- tud (en texto escrito) oscila en totno a diez o veinte Ifneas. Facil de comprender y de retener, agradable de ofr, tiene por objeto elu- cidar, explicar o completar una ensefianza ctistiana». Y> también —aiiadiria yo— una ensefianza de «buen cristiano», es decir, herética. En las propagandas de la fe romana, tal como se encuentran plenamente explicitadas en las proximidades de Ia baja regién, el exemplum que se transmiten una a otra las comadres en su aldea puede venir directamente de las series de exempla que fueron com- piledas por otra parte en el marco de Ja Leyenda dorada; tal es la historia de la pequefia galleta-hostia y del vino de misa, transfor- mados respectivamente en dedo cortado de nifio y en sangre, para edificacién de Ja campesina incrédula. que habfa cocido la galleta**, Este exemplum se sitta en una cadena de transformaciones «estruc- turales»: se contaba en efecto queen Arzens (Aude), santo Do- taingo habia iniciado una conttoversia en pleno campo el dfa de San Jtian Bautista con segadores que, pese al descanso obligatorio de ésa fiesta, segaban ttigo. Durante la faena, y en plena discusién con el santo, uno de los segadores impios, vio stibitamente su gavilla de grano completamente ensangrentada. Y, sin embargo, sus manos no estaban heridas... Todos sus colegas sufricron luego el mismo contratiempo. Triunfo del santo... 7. Lod 1 Por el Jado del albigeismo, los exempla abundan en Ia ensefianza - de los perfectos, repetida por Jos agricultores. Véase el mito del pelicano, ya conocido: el gran pajaro blanco (a imagen de Cristo CI, 357-3581) interrumpe su carrera en persecucién del sol a fin de camuflar su blancuta y bosquejarse junto a su nido (como Jesiis 25 Dictionnaire de spiritualité, t. IV-2, Paris, Beauchesne, 1961, pp. 1891- 1892; J. Le Gor consagté su seminario anual de Hautes-litudes (1972-1973) al exemplum (Annuaire del E.P.H.E,, VI seccién, «Cours et conférences», 1972- 1973, p. 224). Véase_ también J. Le Gorr, en David O'Connell, 1974; y j. Th. Wexrer, 1927. 2 Supra, p: 461. Esta historia, explicitamente cualificada de exemplum (II, 84) forma parte, por lo demds, de Jas colecciones de la Leyenda dorada: véase Jacques pz Voracine, La Légende dorée (trad, T. de Wizewa), Paris, 1902, . 174 (san Gregorio papa, 12 de marzo, § XI; falta en este texto de J, de foragine el vino y la sangte: estos dos elementos, presentes en la versién de Aude Fauté, establecen una relacién con el episodio de la vida de santo Domingo, que cito inmediatamente), . a6) . Guinan, Histoire de V Inquisition as Moyen-Age, Paris, 1935, vol. I, p. 356. . 559 se bosquejé en el vientre de su madre); de esta manera puede exterminar m&s cémodamente al monstruo (Satén) que devora a su progenitura pelicanesca (las ctiaturas buenas); este relato circula por el Sabarth’s, donde es ptesentado por Bernard Franca, el clétigo- campesino de Goulier, como un exenplum o historia. Con la misma significacién «cristican se volver4 a encontrar a este pelicano en Ja iconograffa ctistiana y en Ja tradicién alquimica del siglo xvi. Otto exemplunt (muy conocido): el de los dos hovbres-buenos y de la caza capturada en Ja trampa. Dos perfectos caminan por un bosque; dan con una ardilla (primera Versién) o con un faisin (se- gunda versidn) atrapados en el lazo®, En Ingar de apoderarse del animalito y matatlo pata venderlo, para alimento o placer, Jo sueltan por tespeto al alma humana que quizd Ileve encertwda debido a la metempsicosis en el cuerpo del animal. Salvan la fauna. Depositan, en forma de moneda, junto a la trampa que vacian, el valor de Ja caza que dejan vivir: de este modo el cazador (profesional) que ha puesto los lazos, podrd ganatse su vida por lo menos (II, 107; TIE, 306), 7) ' oe ‘Este exenplum es Uevado hacia 1300-1320 como historia _vivida a los alrededores de Montaillou, a Ascou, 4 Caussou, a Tignac, ‘Ahora bien, vivida podia haberlo sido, pero dé todos modos des- atrollaba a titulo ejemplar un viejo precepto del albigefsmo: si los cristianos [buenos] encuentran un animal o un péjaro atrapado, gue no se preocupen por ella®, Y equé hacemos hoy, sino entregatnos a las alegrias medievales del exemrplum cuando contamos como si nos hubiera ocurrido, a nosottos o a nuestros allegados, una anécdota divertida, extrafia o salvaje que corre por todo Paris desde hace diez afios, o por todo el Occidente desde hace cinco siglos? En Mon- taillou y en la emigracién catalana so relamen de gusto con Ja historia del cuerpo de Cristo, que si fuera el verdadero cuerpo de Cristo no se dejaria comer por los curas; y si fuera tan grande como el monte Margail, junto @ Dalou, bubiera sido comido por los curas hace mu cho tiempo. Se ttata-de una broma opottuna, de una broma anticle- rical muy gorda, que literalmente cotria por todo el Languedoc desde la época: anterior a la Cruzada*!, Lo mismo puede decirse del exert- rt i a Ve . J. Jone, 1970, p. 240 y passin (el pelfcano-Cristo en 1a ico- nogetia. fare CT AN iniay ease tambien Wie MrnzeL, Christliche Symbolik, Regensburg, 2 vol., 1854, t. IL, pp. 206-207; o también F. Prrrer, 1847, vol. I, pp. 463-466 {iconografia cristica det pelicano desde el siglo xm). Doy las gracias L, Aurigemma que me puso sobre Ia pista de estas indica- longs piplioertFicet giiedad de 1a caza con laz0 0 con malla, y Ja caza de faisanes y urogallos en Jos Pirineos catalanes, véase Pierre BonNassrE, tesis, t. HL, p, 108. i pw 30 L, Crepat, ed. 1887, pp. xxtoodi. . SM Pierre pes Vaux pz CERNAY, p. 8. 560 plum del lagarto *, que pastores y perfectos evocan en largos paseos a lo largo de un tio... Proviene de hecho, tras una .peregrinacién oral y tranformaciones estructurales, de un viejo acervo de exempla de Ja alta Edad Media. La historia del caballo y su herradura per- dida en el barro es repetida también incansablemente por las gentes de Montaillou: quedan fascinados por el valor pedagégico de este zelato de multiples facetas. Lo “wh we oe FE ' a F hw yn “4 4 . a 4 En Montaillou y en Ja:comarca de’ Foix el pensamiento mitico es limitado, pero real: se despliega en direccién del reino de los tmauettos. Lo que primero parece es la ertancia horizontal de los aparecidos: cixculan y se desplazan de forma subrepticia en nuestro taundo, a nuestra altura; esta circulacién se opone al tréfico vertical de las almas: éstas, en la concepcidn cristiana (y en buena, parte herética), suben como flechas hacia el parafso celeste; para ellas, este paraiso constituird en el mejor de los casos una morada tiltima, definitiva ®, ‘ Hoey vw Folklore «horizontal»: Guillaume Fort, ganadero y agricultor'de Moniaillou, lo define con precisién: Hace tiempo —cuenta este hom- bre—, yo xo crea en la resurreccién de los cuerpos humanos tras .la muerte, atingue lo bubiera oido predicar en la iglesia. jNo siem- pre creo en ella! Porque el cuerpo del difunto se disuelve 9 se tratis- forma en tierra o en’ ceniza, Creo, en cambio, en la supervivencia del alma... Las almas de los malvados irdn «por cerros y por bauces», 0, dicho en otros términos, por rocas . precipicios; y desde lo alto de las rocas, los demonios precipitarin a estas almas malvadas en los barrancos. * ‘ ‘ wh amet !. —¢Por qué creéis eso? —pregunta Jacques Fournier. «.1 . 1 7 1 —Porque —xesponde Guillaume— comdinmente en. la regién de Ayllon y de Sault se dice que-Arnaude Rives, mujer que reside - ew Belcaire, en la didcesis de Alet, ve las almas de los ‘malvados que los demonios conducen por las rocas y por terrenos abruptos, a fin de precipitar a esas almas desde lo alto de las rocas, .° 411 jLa misma Arnaude ve a esas almas! Tienen carne, huesos, y todos’ sus miembros: cabeza, pies, manos, y todo lo demds. Dispo- nen de este modo de un cuerpo propio™, son precipitadas de arriba —— : ve de. tah 2 IIT, pp. 152 y 222, Véase infra, 8 Distincién cémoda entre lo horizontal y lo vertical. C. Martineau. Ge- imevs, Le Théme de la mort,.., op. cit. p. 554; y M. Baxutine, L’Buore de Francois Rabelais et la culture populaire au Moyen-Age et sous la Renais- sance, Patis, limard, 1970, p. 402, La idea de que los espfritus y las almas tienen por asf decir un cuerpo espiritual en forma de cuerpo fisico estd extremadamente extendida en esta época en el alto Ariége... y un poco por todas partes; esta idea puede apli- carse a Dios, al alma de los hombres, a los espiritus buenos, ete.; véase, por 561 36 abajo por los demonios; gimen mucho; estén afligidas. Y sin em- bargo, jno pueden morir nuncaly » t . Moséx Laurent, cura de Belcaire, amonesté agriamente —prosi- gue Guillaume Fort— @ la mujer de Arnaud Rives. "otk 1—Arnaude, jcdmo podéis contar. esas cosas! ».* 1' ™ at Pero un berrero de Belcaire, Bernard den Alazais, le dijo a aquel cura: . Sbetomor be la —También yo he visto a las almas que van por las rocas y por las cuestas, y que son arrojadas a los precipicios.. > De buenas a primera’, el cura Laurent liberé a Arnaude. A | ¥ yo —concluye Guillaume Fort— crei que la mujer y el bom- bre de Belcaire decian la verdad. Por lo demés, todo esto es rumor cotriente en las regiones de Sault y de Ayilon (1, 447-448). » Texto tiquisimo: sélo he podido citarlo parcialmente. Sefiala la existencia de un folklore de los muertos, comtin a la regién de Sault y a Ja tierra de Aillon. (En efecto, la regién de Aillon, de la que forma parte Montaillou, estaba unida todavia, durante el si- glo x1, a la regién de Sault, de la que debfa separatse en seguida debido a las escisiones feudales, pata integrarse en la regién de Foix y més espectficamente en el Sabarthés)*!. En otro plano, la declaracién de Guillaume Fort, a la que remito al lector, muestra cémo un'agricultor, normalmente barnizado de folklore, y que de- bido'a ello no ctee en Ia tesurreccién de la carne, puede luego, influido por amigos montalioneses y parientes muy queridos (los Benet, los Guilhabert) deslizarse hasta la herejfa: rechaza igual- mente el concepto de resurreccién, Hay ahi un notable proceso de insercidn o injerto cultural en un tronto de tradicién mental que era receptive de antemano. Guillaume Fort, desde este punto de vista, tepresenta incluso un caso extremo, y ptodigiosamente ecu- ménico, Puesto que cree, segtin sus propias palabras, en la posible salvacién «eri las dos religiones» (romana y albigense); y puesto que, ademis, sigue ‘siendo adepto de las: mentalidades folldéricas, re- lativamente «acristianas», incluso precristianas... sO A través de muchas imprecisiones y (para nosotros) incertidum- bres, Guillaume. Fort plantea finalmente los problemas de la mo- rada tertestre de las almas de los muertos; almas que paraddjica- mente estén corporeizadas como fantasmas, como aparecidos, o «do- bles»: fueron exhaladas de la boca del difunto en el instante de su Ultimo suspiro, Deambulan luego en-esa tierra de nadie mon- tafiesa (situada mds allé del territorio estrictamente definido dela aldea), donde la sociologia y el folklore locales sittan a la vez la . Sg tty wn yet . ' wnat a ee | ejemplo, III, 515-516. En esta época, y entre los hombres del pueblo, no Mega a ptesentarse el catdcter wo espacial del alma (IL, 74). + «7° a» 3% PR. Mourns, 1958, a 1 te rs 562 oo t T t % OR, Nexty, Le Languedoc..., 1958, > 199,” tesidencia y la errancia de los jévenes pastotes, de las mésc: Jos muertos, de los diablos; estas dos Eltismes ‘categorfas sears de © menos separadas de las dos ptimeras. Mientras que los dobles son echados de esta forma hacia el outfield infértil y montafioso, los cuerpos de los hombres se transforman simplemente en buena tierra nutricia, en los Ifmites del infield, Debido incluso a Ia existencia (no lejos del tetrufio) de esa mo- tada montafiosa de las almas de los muertos {a la que no tienen acceso, en vida, los vivos del vulgum becus) es preciso que inter- vengan también chtre los simples mortales algunos intermediatios especializados: se les lama armiers, armariés, mensajeros de las al- mas. Estén encargados de establecer y de mantener el contacto con los difantos que nos rodean %, ‘ Para nuestra investigacién monogréfica, lo ideal hubiera sido sponer de un mensajero o de una mensajera de almas cuyo radio = accion se extendiese en Ja época considerada al territotio de Mon- taillou; tal ‘es el caso de Ja mujer de Belcaire, y de! herrero gue la defiende. Por desgracia ara nosotros {jy por suerte pata ellos!) estos dos personajes no estaban: en la jutisdiccién episcopal de Jac- ques Fournier. Esta pétdida documental no es itreparable, sin em- at go: muchos indicios, entre Jos cuales figuran esta vez los estu- dios folllézicos recientes, demuestran, en efecto, que el folklore de los aparecidos y sus mensajeros de almas es uno de los més gene- rales y mds tenaces que existen, en el territotio del condad Foix, y més ampliamente en el Languedoc vecino. La sees de Arnaud Gélis, armier de la regién de Pamiets, va a ayudarnos Por tanto, a comprender y precisar mejor ciertos fasgos demasiado alusivos de los testimonios que han dado Guillaume Fort y algunos otros, Luego, gtacias al modelo global que nos propotcionard Gélis, podremos Interpretar en mejores condiciones los datos parciales que sacamos de los dichos de los campesinos o campesinas de Montaillou y de Prades d’Aillon en cuanto a los ptoblemas de Ja existencia post mortem. . noo vee og ‘or , hoy t he cor an 's ‘ . peobary or el \ 563 ab go Fm be CAPITULO XKVIE “ * iy ~ ms " : vl ULTRATUMBA x EL OTRO MUNDO Puen ' ‘y . poy fd Wea ie mn E ot a . rOamor he 2 ba , vit} , vel vt “ois mye a soe) fh geet : wee wot £ ts , > ' - . ‘ nop ab ttet a bee : : eye Med Pao ee mo , a vote soba ted et oy re wey ty, r. va akg Por lo tanto, Arnaud Gélis ha visto a los muertos. Se encarga de sus comisiones ante los vivos, y viceversa. éQué comprobaciones ha hecho en ultratumba, qué ha visto con sus pjos carnales? . , La esttatificacién social, en ese otro mundo que se parece al nuestro como un hermano, esté tan marcada como entre los vivos. Cierto:- que resulta desventajosa pata las «potencias». Las «grandes y ticas damas» muertas contintian rodando en carricoche por montes y lanuras, igual que hacian ya en vida antes de muertas. Peto ya no son -mulas, sino demonios, los que tiran de esos carticoches; esos mismos demonios de quienes Guillaume Fort nos dice, por otra pat- te, que atormentan todos los dias a los muertos cuando Ste e vida, fueron malvados:en la montafia de Aillon (I, 544, 548). carreta de los muertos no es lo unico que aparece: las «dames sicas> Jlevaban durante su existencia activa pufios de seda, De esa seda que recientemente se habia vulgarizado en Occitania, desde que eo ie siglo xu habian comenzado a cultivar la morera sericicola en’ Cévennes. Y ahora resulta que los antebrazos huesudos de as Hess muertas Jes queman alli donde antafio rozaba el frufrd de de 8 de: Ademés, Arnaud Gélis encontrd, en sus excursioncs locales més de las bocanas de la muerte, a algunos caballeros muertos en com. bate: circulan por nuestto espacio, impalpabes, sobre esquel ticos pencos. Rajados hasta el ombligd por las eridas de guerra ape os mataron, sangran y sufren por Ja mafiana; luego, por la noche, sv herida vuelve a certarse; sus dolores cesan hasta el dia siguiente *. istori $ analogias en 1 132 y 543. Véase una historia que presenta algunas ana) Boceaceto, Decameron Laka caza infernals], Paris, Livre de Poche, 1974 pp. 220-225. ts ee : 564 Por lo demés, no es raro volver a encontrar, en el otro mundo, a gentes asesinadas en éste, como Pons Malet, de Ax, con el rostro atin todo ensangrentado (I, 131). Hay también médicos que, después de muertos, contintian dando vueltas alrededor de la leproserfa lo- cal; y zeligiosos encapuchados cuyo cubrecabezas profesional con- trasta con el uniforme mds sencillo de los muertos de clase inferior, vestidos de lino blanco (I, 134), Si tuvieton la desgracia de ser ticos, esos eclesidsticos pueden pasar un mal rato en su nuevo estado de fantasmas: cuatro grandes pertos, vomitados por Ia boca del infierno {I, 535), atormentardén a un archidiécono que en vida traficé con Jas rentas tertitotiales debidas por los terticolas a los eclesidsticos. EI difunto obispo de Pamiers, Bernard, tarda en conocer el descan- so: gno fue acaso duro con dos de sus fieles servidores, empobre- cidos por su culpa??, 3 - sos or RA Al otto lado de Ia barrera de la muerte existen clases de edad, igual que clases sociales. Algunas de ellas brillan... por su ausencia.! ‘No se encuentran nifios de menos de siete afios (o segtin otra varian- te, no hay nifios de menos de’ doce afios) entre las multitudes de «dobles» con Jes que el armier entra en contacto: estos nifios van directamente, desde el momento de Ja: muerte, al «lugar de descan- so» que el mensajero de las almas no puede ‘visitar. En el «mds alld», extremadamente terrestre, hasta donde Ilega la accién de Gé- lis, el choque genetacional se da entre viefos muertos oprimidos y -jévenes muertos muy agtesivos; éstos, muy numetosos, pueden: pet- mitirse «sacudir el cocotero»: hacia 1300-1320 se muere a una edad més tietna queen 1970. Zarandeados, debilitados, los muertos vie- jos son pisoteados por los jévenes difuntos; o bien, ‘son .tan ligeros que el viento Ios lleva como semilla de cardo borriquero, hasta que vuelven a caet, pobres viejos, bajo los pies de la masa de otros ‘adobles» 3, . ro ots gat haa hey Observemos que en el otto mundo, igual que en el nuestro, _ existe también una sociabilidad espectfica de los jévenes (I, 542). Asf{ como una sociabilidad de Jas mujeres, mds desartollada pot lo demés que la de los adolescentes. Las mujeres muertas van juntas, hermosas y fuertes, por el viento; algunas llevan Ja camisa aguje- reada, otras estén encintas, ottas se cifien con el cordén de‘ los ca- ‘puchings. Allf prosiguen sus pequefias y grandes venganzas. Se con- sideta que tienen informes sobre los muertos y sobte los vivos; y .éstos no dudan en consultar a sus parientes muertas, por mediacién del mensajeto profesional, a fin de tener noticias de unos y de otros. A ‘propésito —ruega una mojer de Pamiers a Arnaud Gélis—, vos ——__ pe 2 Folklore de inversién (incluido lo carnavelesco) es folklore de la muer- te: de este modo se encuentran confirmadas Jas intwiciones de Violet Alford, telativas a las tradiciones pirenaicas. . , ! 3 Sobre todo esto, 1, 134, 135, 532, 543, 544, 545. tr tal + 565 que vais con los muertos, preguntad a mi hija difunta si mi hijo Jean, que se marché de mi casa, ha muerto o vive. Hace meuchisino tiempo que no he tenido noticias suyas*. Los judfos forman grupo aparte‘en el otro mundo. Son victimas . del antisemitismo de los muertos, como lo eran del antisemitismo de los vivos. Se les trata de perros, de puercos, Apestan. Se desplazan hacia atrés, como los cangrejos, mientras que los demds «dobles» caminan hacia delante. No frecuentan las iglesias, que son los lu- gates de la reunién normal de la masa fantasmal. Los folklores’ del condado de Foix, poco cristianos, muy paganizantes, son, sin’ cm- bargo, menos duros con los judfos que la Iglesia de Roma: Los judios se salvarén un dia —-declaran a Gélis sus corresponsales muer- tos— igual que los paganos. Por el contrario, el clero catdlico con- dena a Jos israelitas, en sus momentos de furot, a la condenacién eterna’, Ni siquiera la Virgen Maria, tan poderosa y tan-misericor- diosa, puede salvarlos. ara aoe t hed Este repaso de las confesiones religiosas, de las edades, de los 6rdenes entre los muertos, ¢anuncia ciertgs elementos de la danza macabra de las épocas siguientes? Se nos precisa, en todo caso, que los muertos, cuando pasean por las iglesias, van cogidos de la mano (I, 535). En cambio, jamd4s se percibe en nuestros textos, o muy poco, la obsesién pot el esqueleto y la descomposicién del cadéver; por el contrario, esa obsesi6n marcar4 fuertemente el siglo futuro, castigado hasta los ultimos rincones del alma por las catdstrofes bio- Idgicas y psicoldgicas *. : eho Ma . eCémo es la calidad de la vida en ultratumba? Igual que Gui- llaume Fort (de Montaillou), Arnaud Gélis (de Pamiers) piensa que Tas almas de los muettos tienen un cuerpo propio, con pies, cabeza, ~ manos, etc. Este cuetpo es mds hermoso que el natural, mds her- moso incluso que el cuerpo fisico de los vivos, si prescindimos las heridas, la sangre que mana y las ropas rotas?, Pero no nos haga- tuos ilusiones. Gélis es fotmal al resumir los numerosos testimoriios de muertos que ha recogido: Nuestra existencia de vivos es mejor que la de los muertos. Comamos y bebamos cuanto podamos desde abora, Después de muettos, ya no podremos dedicarnos a la buena vida (I, 135, 545). - * oa 2 torte ‘wLos muettos tienen ftio. Van a calentarse por Ja noche a Jas | casas donde hay ‘buena tesetya_de troneos. Encienden una fogata * nocturna en el hogar con el rescoldo que Ios vivos habfan cubierto 14 T, 538. Sobre estos problemas «femeninos», véase: I, 538, 540-541, 544, 546, 547, 550. oe 5 Sobre los judfos, véase I, 135-136, 139, 141, 542, 544, 547. te 6. Dos textos al respecto, pero muy piidicas y nada obsesivos. Emanan de Béatrice de Planissoles, y de Guillaume Austatz (supra, p, 502). 1 J, 134, 136, 138, 543, 548 sek 2! © wt 566 por Ja noche antes de irse a la cama®. Los muertos no tomen; pero beben vino, y del mejor. Por la noche,-vacfan los toneles en laé casas mejores y més limpias. (Segtin otta variante, su -consumo de vino no hace bajar de hecho el nivel del: precioso Iiquido en el re- cipiente que lo contienc.) En visperas de las vendimias, Gélis ha participado en verdadetas juergas de muertos que reunfan a més de un centenar de fantasmas en torno a las cubas. Pot lo demés, él se , bebid su parte (lo cual le valid quizd su apodo de Copero mayor) *. En cambio, para los pobres muertos no hay placeres de la carne, Estos «dobles» en cuanto tales, no tienen derecho a la sexualidad. Tampoco lo tienen a Ja vida familiar en el pleno sentido del tér- mino. Los muertos son Jos sin-hogar ", aunque visiten en frecuentes ocasiones su antigua casa y la de los otros. Esta casi ausencia de ostal fortifica entre los muertos, por lo demés, la conciencia de una comunidad patroquial mds amplia que desborda ¢l marco estrecho , de la domus; que les vincula prefereritemente a la iglesia de donde dependfa su residencia. Los muertos son mejores feligreses que los vivos, m= 01 4 > mp os tocns El estado normal de los muertos después de la muerte —y antes de-la entrada definitiva en el lugar del descanso— es la movilidad. Corren los fantasmas, corren. Qué conttastecon lo que era su des- ~ tino en vida, durante la cual estaban més o menos arraigados en una domus. Qué contraste también con lo que serd su destino en la morada final del descanso: alli serén colmados, al parecer, de una beata inmovilidad. Cotren para hacer penitencia (véase también a este respecto el testimonio de Guillaume Fort por lo que se refiere i @ las actividades ‘de persécucién a que se entregan los demonios, que atrojam sin tregua a los fantasmas de los muertos malos a los preci- picios). Los mas culpables, y sobre todo los usureros, son los que ‘ més -corren, Todos (menos los judfos) van de iglesia en iglesia, li- gados como estén, en principio, por un vinculo laxo, pero persis- tente al santuario parroquial junto al que se hallaba su residencia, y al cementerio en ef que fueron inhumados. Si visitan las demés iglesias, rurales y utbanas, lo hacen pata acumular gracias que les permitirdn Iegar antes al descanso; su técnica de penitencia, espe- ctfica’y forzosa, es la carrera a pie (0 la carrera en carticoche con demonios, en el caso de Jas damas ricas). Los muertos también pe-, .tegrinan. Algunos recordmen van a Santiago de Compostela en cinco dfas, Otros se dirigen a Saint-Gilles, a Rocamadour, etc. " —___ : : Sor de oy 8 I, 128, 139, 537, 545,548. te bE Sgt 9 J, 133, 139, 548, ‘ too . 10 Esta idea 0 comprobacién de Gélis se encuentra en ciertos poetas de finales de Ja Edad Media: ¢Dénde estén tus bijos y tu mujer y toda tu bella casa? (apésiofe a un muerto, sacado de un poema de Pierre de Nesson [1383- 1442], citado por Cht. Martineau, p, 132). » 367 Para facilitar las visitas que los muertos efectian a las iglesias, los vivos ‘deben asegutar 1a iluminacién nocturna del santuario: con velas 0, mejor, con un candil. Los muertos prefieren la iluminacién . con aceite: arde mds’ tiempo-y con mayor regularidad que el sebo dé buey-o de cordero. woah e La carrera sin fin de los fantasmas se interrumpe, pues, por la noche, durante Ia cual velan en las iglesias. Prosigue a la mafiana siguiente, sobre todo con buen tiempo, cuando sus procesiones sa- len de un santuario para dirigitse a otro. La iglesia es la domus nocturna de los muertos, (El ctistianismo contaminé en este punto, al tiempo ‘que se adulteraba con su contacto, un viejo folklore que, «en su origen» [pero gqué es exactamente el <«origens? J, no tenia nada en comtin con él.) Igual que los vivos, los muertos son faciles de ver. por la mafiana, después de misa, hora’ tradicional para las reuniones generales y para’ la sociabilidad. Gélis aprovecha volunta- riamente ese momento del dia para charlar con sus ‘«clientes» del més alld. : a . La corretona movilidad de los muertos, sobre todo en lo que , atafie a los fantasmas de los viejos muertds, frdgiles, y que a duras perlas se toman su bafio de multitud, plantea problemas; incluso para Jos vivos: cuando caminéis —dice en esencia*Gélis a sus ‘oyentes vivos—, no apartéis bruscamente los brazos y las piernas, quedaos con los codos pegados al cuerpo, porque en caso contrario os arries- gdis a derribar a un aparecido. No-olvidéis que, sin saberlo, camtina- mos siempre rodeados de una multitud de aparecidos y son: invisibles para quien no es mensajero de las almas". En todas estas historias hay un gran olvidado, el purgatorio: este émplazamiente péstumo es, en. 1302, de descubrimiento.-teoldgico bastante reciente, decidide como fue por aquellos que definieron los dogmas de Ja fe romana. «Descubtimiento» mal visto, desde enton- ces, por mucha gente: sdlo uno de los interlocutores muertos de Amaud Gélis ha pasado por las Ilamas ‘del purgatorio. Maese Ar- naud Durand (tal es su nombre) guarda de ellas un’ recuerdo bas- tante «atdiente», sin més. Luego volvié para realizar su carrera pot las iglesias, igual que los demds muertos, a la espera desu entrada en el descanso (I, 130, 131, 135). ew obs Descanso. He ahi la gran palabra. En’ las visiones de Gélis, el infierno no aparece. Al menos por lo que atafie a las almas de los muertos. gEs acaso porque el Sentido del pecado, en el pueblo de que forma parte Gélis, no est4 suficientemente desarrollado? En esta coyuntura de laxismo moral, ¢se considera el infierno-como un castigo demasiado rigutoso y demasiado definitivo? El hecho es, en « cualquier caso, que ho tiene otra funcién que Ja de morada subterré- —_— . 1 re we me irs . MT, 134-139, 933, 534, 537, 543-545, 547, 548. HAD seq abs dE tD 568 | -fea y especializada de los demonios, que de vez en cuando hacen salida al aire libre para ir a perseguir a las almas errantes ° tna tirar de las carretas de Jas buenas sefioras. Tampoco hay en ean percepcién muy nitida del paraiso, Este no interviene en efecto ‘mde que después del Juicio final. Antes del Gran Dia, los muertos, igual que: los vivos, seguitén con los pies pegados al suelo; no corren ¢] tiesgo todavia de volar, verticalmente, ven ditecci6n' de la morada . celeste. moon song tot Por tanto, al cabo de cierto tiempo de peregrinacién pehitencial que Jes leva de ‘iglesia en iglesia, los muertos se ptepatan pata su segunda muerte, que pata ellos cotresponde con Ja entrada en el «lugar del descanio», también’ localizado en Ia tierra; en un sitio agtadable, pero vagotoso y que incluso resulta desconocido. Esta «segunda muerte» tiene lugar en el dfa de Todos los Santos. (De ahi la importancia de las comidas que oftecen y que consumen los vivos, y sobre todo los pobres, con ocasién de esta fiesta.) La «se- gunda muerte» la anuncian a veces, dice Gélis, Jos angeles: en petit comité, éstos vienen a seleccionar, en la multitud etrante de los «do- bles», a quienes, una ‘vez hechd toda su penitencia y saldadas sus cuentas, est4n ya’maduros para acceder al Iugar del reposo. Esta partida Ultima, «de descanso», reviste un cardcter definitivo: es ac- tivada, ‘aceletada por las misas que los vivos hacen decir por sus queridos desaparecidos; por las donaciones a los pobres, efectuadas con esa misma intencién; finalmente, por el pago de las viejas deu- das, Estas, no saldadas por Jos muertos, deben set” liquidadas, en Jugat' de éstos, por sus patientes y deudos que siguen ‘vivos. El éxodo al descanso, sin espetanza de tetorno, provoca un pesar su- . plementario y gemidos especificos entre aquellos difuntos que toda- via han de continuar por cietto perfodo su catreta ertante: se en- tristecen con los vacfos que dejan ‘en sus filas los elégidos del se- gundo viaje. El lamentu del inucrio ‘es representado, por tanto, por segunda vez, pero pot los dobles. Una vez llegados: al descanso, Jos muertos, ya realmente ‘muertos, no hacen que se vuelva a hablar de ellos. El trabajo del Juto termina por lo que concierne a los vivos: ‘porque el propio mensajero de las almag ‘pierde el contacto. ¥ lo pierden, asimismo; los clientes vivos y terrestres de ese mensajero; ya no podéén tener noticias de los dobles, doblemente desaparecidos, de sus queridos muertos. En cambio, los fantasmas que todavia son «corredores» tienen Ia perspectiva de reunitse un dia en el descanso con estos camaradas de errancia que les.han precedido en el viaje al paraiso, La ertancia es, por tanto, un compartimento estanco o und] esclusa, como se le quiera llamar, entre la vida propiamente’ terres- | tre y el lugar del descanso. Este tiempo de esclusa penitencial, es- ! pecic de entre-dos-muertes, puede ser bastante breve y durat sélo} algunas semanas (I, 129). Saige yp bas . ‘ 569 7uEl lugar final del descanso no es un lugar desagradable. Todo lo contrario, Muchos occitanos, aficionados a una especie de sincretismo pagano-cristiano o pagano-biblico, lo identifican incluso con el pg. raiso terrestre, Ni més ni menos”. wails , Hoe ut a , : Welt og be . , ° Los muettos son los sin-casa, los sans maynie, como dird Pierre de Nesson en el siglo xv. Sin embatgo, no pueden dejar de si- tuatse'en relacién con el problema capital de la domus, puesto que ésta sigue viva tras la muerte de uno de sus miembros. Algunos muertos conservan, pues, lazos con su ostal de origen; todos los sé- bados visitan el domicilio en que atin viven sus hijos y su cényuge viudo; vuelven a instalarse momentdneamente en su antigua habi- tacién. Por consiguiente, hay que tener esa habitacién y esa casa Io mds limpias posible. Feliz efecto, higiénico, del culto a los muertos {I, 137, 551). Los difuntos quedan ehcargados, mds especfficamente, de la guarda del buen suefio de sus allegados atin vivos. Los muter- tos vienen —cuenta Gelis—, besan @ sus partentes que duermen et su cama, inponen las manos sobre su’rostro, a fin de que duer- man mejor y no se despiertex (1, 545). Las abuclas se deleitan con sdlo ver a sus nietos dormidos;-con mirarfos, con besarlos, con abtazarlos (I, 135). En resumen, a-pesar de su ausencia de domi- cilio fijo, Jos muertos conservan un «hilo en la-pata» que los ata a Jo que fue su hogar. La buena marcha de Ja casa a la que perte- necieron les afecta: una madre se arrepiente de no haber devuelto su hija al marido de ésta, abandomado por Ja esposa (I, 131); un cényuge amable y atento hace saber, a su viuda, una vez muerto, or mediacién de Gelis, que desea que vuelva a casatse con un buen jombre (1, 551). El culto a los muertos cuenta, pues, con funciones manifiestas de integracién doméstica. . * Hay como una reciprocidad de deberes: ayudar a los muertos a conseguir su descanso es acercarse los vivos al final del duclo. Para una familia, esto equivale a desembarazarse de los muertos; a Ia lar- ga, terminarfan por volvetse molestos: los patientes mandan decir, * pues, misas por sus quetidos desaparecidos, que, gracias a elas, tras * una entrada acelerada en el descanso, se convertirén en desaparecidos . totales, El muerto, por su lado, saca provecho de esta practica, pues encuentra abreviado su agotador perfodo de carreras a pie antes de la entrada en el descanso. A’si, todo el mundo esta contento. Si es preciso, les muertos se encatgan de hacer saber a sus parientes vivos, sof ta oat ety t af 2 Jeanroy; Hertz, ed. 1970, p. 9 y siguientes; y I, 129, 130, 132, 133, 135, 136, 138, 534, 535, 538; sobre cf «paraiso terrestres, véase I, 139, 538, 541 y 551; sobre el papel del dia de Todos los Santos, véase 1, 542, y 547; sobre Ja intetvencién de os Angeles y sobre los gemidos, yéase 1, 542-544. B Supra, nota 10 de este capitulo. . . « 3570 por mediacién de Gélis, que tienen que mandar decirles misas, In- nitil subrayar que todo esto no es gratuito, Los curas salen ganando: Gélis juega el papel- de gancho para misas, en provecho del clero local. Estos pequefios beneficios cleticales, de los que Gélis deduce un modesto diezmo, valen de sobra una dosis moderada de desvia- cionismo fofklético,., hasta que Jacques Foutnier venga a meter in- discreta su nariz en las citadas prdcticas: en opinién del prelado, huelen menos a incienso que a azufre 0 a hoguera “, *"* Peto no todo se limita a mandar decir misas por los pobres muet- tos en estado de errancia, También se escuchan las reclamaciones legitimas que emiten, por lo que concierne a tal o cual oropel que Jes han quitado durante su muette. Rousse, madre muerta de Ar- naud Gélis, se queja a Raymonde Hugon, armiére campesina de una aldea cercana de Fanjeaux (esta Raymonde es, ademés, prima de Gé- lis en segundo grado: nos hallamos en este caso con un linaje de ‘mensajeros de almas), Més bijas —-dice Rousse a Raymonde— recu- peraron antes de mi inbumacién el precioso velo que habian puesto sobre mi cabeza tras el aseo fénebre, ;Quiero mi velo! (I, 136). Gélis, maestro en la materia, cumple: regala un velo a una mujer pobre; potque dar a los pobres equivale a dar a los muertos. Esto nos leva a un probleriia crucial: cl de las deudas cortes- pondientes a Ios muertos considerados como acreedores 0 como deudores. Primeto, los acteedotes: los usureros, una vez muettos, pasan un mal rato. En Ja gran carrera de los fantasmas errantes, ellos son los campeones. Son considerados tan culpables que corren lo més de prisa posible, mucho més de prisa que los demés aparecidos, cuya menor culpabilidad implica una dosis inferior de expiacién. + Con su sudor de muertos espabilados, poniendo pies en polvorosa, usureros pagan el petjuicio pecuniatio o material que causaton ‘en vida a sus deudores ®, Es, por: tanto, peligroso, en el a ery Es més fécil reprimir a Gélis que inventat o poner a punto a su equivalente. Hacer desaparecer, por via inquistotial, a esos mensa- jetos confidenciales y especializados que son los armiers, es incitar a las gentes, catentes en adelante de intermediarios, a dirigirse di- rectamente a los aparecidos. Los cuales amenazarfan con apatecerse en persona, a todo el mundo y en todo momento, en la casa, como hacen cortientemente en otras regiones, en Bretafia, por ejemplo. Quizd, como han sugetido los especialistas del folklore pirenaico *, Oe oe : 4 438 V. AtForp, 1937, p. 113; este autor utiliza sobre todo los trabajos de J. B. Laporve, Le Carnaval en Béarn, 1914; Van Gunner, Manuel..., t. I, vol. III, 1.* parte, Carnaval-Caréme, p. 930, y nota 3, no esta de acuerdo con Violet Alford sobre este punto. . > s 573 los aparecidos amenazasen con volver con més fuerza, bajo los aus- picios del grupo de j6venes bien vivos; éstos dejan sus pastoreos para volver a la aldea en el momento del carnaval de las Méscaras y de la guerra de las Damiselas®. 1: 4. 2 baat Y lo que es més grave: también la Iglesia tiende a suprimir a los apatecidos; se esfuerza pot reemplazarlos por las alwas de la teologia cristiana; al morir, éstas huyen como flechas hacia el pa- taiso, el infierno o el purgatorio... Obrando de esta forma sobre Jas creencias, la Iglesia asume un riesgo suplementario: los vivos estan, en adelante, en la imposibilidad de dirigirse directamente o por mediacién de alguien a los fantasmas de sus queridos desapate- cidos. gNo se les va a antojar, a partir de ese momento (por gusto de lo sobrenatural) hablar... con los demonios inismos? Estos, en los buenos tiempos antiguos de Gélis y de Guillaume Fort,’ tenian contactos (btutales, por lo demés) con los muertos, pero no con los hombres de carne y hueso. De ahf el peligto devbrujerfa™, « ne « ™ iF, 137, 538, 543, 544, 547. 8 es onte tao. 7 574 inesperado para su ptopaganda; segiin ésta, los muertos tendrdn derecho finalmente al descanso, luego a Ia salvacién celestial; pero ésta no vendré sino después del Juicio final. Sin embargo, nadie, salvo los.demonios, de quienes es la residencia natural, serd rele- gado (de creer a esa propaganda) a la morada infernal. Las teorfas shorizontales» de Gélis colocan el més alld de Ja muerte, hasta el Juicio final, eri la superficie de Ia tietra; se alfan por tanto del mejor. modo posible con las reflexiones «verticales» de la Iglesia, segiin la cual la morada celestial es el «arriba» en telacién a la tierra y al infierno, que son, respectivamente, el «abajo» y el «mds abajow 7, + oe tea os : En ultima instancia, Gélis encuentra algunos incrédulos entre los vivos. Pero el arraigo de su imaginario en la mentalidad del pueblo y de la élite, y.la auténtica utilidad doméstica de su accién Je aseguran en este mundo una red de clientes ficles, femeninos en su mayorfa (I, 550). En cuanto a los muertos, a pesat de algu- nos accesos de mal humor, acompafiados de bastonazos a costa del mensajero de las almas,.no pueden sino felicitarse por haber en- contrado este interlocutor vélido que es Gélis, siempre dispuesto a encargarse de sus recados pata las gentes que todavia estén vivas. oe, beers ayant ttn abe pe Poe sft ‘ De Pamiers a Montaillou, y de Arnaud Gélis a Guillaume Fort, las diferencias no son tan notables. Los dos testigos, ciudadano el uno, rustico el otro, uno de valle, otro de montafia, estén de acuerdo en algunos datos capitales: ambos admiten Ja existencia de un mundo de aparecidos, estrechamente imbricado con el nuestro; consideran que esos aparecidos son verdaderos dobles, puesto que también las «almas» de los muertos se presentan bajo el aspecto de un cuerpo més evanescente que al natural, pero anélogo al cuerpo fisico. Idea muy extendida uy popular. Desde que tengo uso de razin —declara Pierre Maury—%, siempre hé cretdo gue'el alma bumana tenia forma, cara, ntiembros, carne y bueso exactamente como el cuerpo hurano; sin embargo, no han sido los heréticos quienes me, lo ban dicho. Por supuesto, entre Montaillou y Pamiers hay matices que se explican por los contrastes sociogeogrdéficos. En ‘la regién apamea, las almas de las mujeres ricas pueden datse el Iujo de circu- % o wn 2 I, 132, 133 (indulgencias); 533, 534 (misas y dinero para Ja misa); 547 (Gélis, como _gancho para misas), 2 TIT, 243. Véase también en I, 264, los palabras de una mujer, relativas al doble que sale (0 no sale) de la boca del moribundo. La creencia en Ja corporalidad de las almas del Saberthés es precisamente la gran causa de teproche formulada por el obispo Fournier contra Guillaume Austatz (1, 200). Pero dudar de esta corporalidad folkldtica de las almas, con la que casaba bien el catolicismo popular, era exponerse, de hecho, a deslizarse... el metempsicotismo citaro (I, 203, 204). me ' ' 575 Jar en la demonfaca carreta de las buenas damas. En Montaillou, en cambio, aldea carente de caminos y ruedas, el folklore sigue siendo fiel en este punto a las tradiciones de los pueblos montafieses *, Las almas alli se hacen trasladar sobre todo por pajaros (lechuzas, + etcétera). En ambos casos, y ambos sitios, los diablos estén presen- tes. Ya sea que arrastren carretas, 0 que metamorfoseados en lechu- zas transpotten las almas sobte sus alas, o que finalmente, bajo una forma més clésica, atrojen estas almas —que no pueden motir, sin embargo— al fondo de los barrancos: de cualquier modo, los demonios montan guardia en las montafias, y sobre todo en los pasos, en los puertos, que son la zona fronteriza y satdnica por excelencia ™. Las gentes de Montaillou y de Prades d’Aillon —como buena parte de sus contemporéneos— suclen set escépticos acerca de la existencia del purgatorio; muchos de ellos tampoco creen que las almas de los hombres —dejando aparte.a los judios— corran el ies- go del infierno después de la muerte; ef infierno es sdlo para los diablos, y para Judas Iscariote —declara en esencia Jean Maury—*, Y después del Juicio, serd para los judios; para todos los judios; pero no para las almas de los demas hombres. Eso es tener el «sen- tido del pecado» muy poco desarrollado... Admiten en cambio, como “lo hace Gélis, la interposicién de una errancia 0, en todo caso, de una penitencia momentdnea del doble después de la muerte”; ésta: bo. . ow + poate tt 2 Prorp, ed. 1970, . . % I, 388, y IL, 210 (pdjaros de mal agiiero, por tanto lechuzas diabé. licas); compdrese con, Propp, op, cit., p, 132; diablos en las montafias yon Jos puertos; II, 179; véase también, sobre otros demonios de Jas montafias y de las cimas en"zona alpina, y no sélo pitenaica, el texto de Etienne de Bourbon (siglo xu1), ed. 1877, p. 87. ‘ % TI, 513-514. Véanse también las opiniones convergentes sobte este pun- to de Grazide Lizier y de Guillaume Austatz (I, 303: infierno; y I, 208: purgatotio), Guillaume Fort, declaraciéx citaa; Jean Maury (II, 512) habla de un purgatorio de tres dfas después de la muerte, seguido de una entrada en el parafso terrestre, ¢l cual, en la Vulgata fuxea y occitana, est4 identificado con el lugar del descanso, que reconoce el pensamiento folklérico tradicional. ‘Tenemos por tanto las secuencias siguientes: . Jean Maury: 1. muerto—> 2. Purgatorio (3 d{as) —>3. Paraiso terrestre > 4, Paraiso’ celeste (tras el Juicio final), sr Amaud Gélis: 1, muette — 2. ertancia (penitencia, quince dfas o més) —> : Reposo, alivs patafso tesrestre > 4. Parafso celeste (después del Juicio inal). Guillaume Fort: 1, muerte > 2, etrancia > 3, (?), Mi Estas diferentes secuencias representan variaciones en totno a wh tema de sucesién comin que se encuentra tambien en Ja literatura occitana, de la €poca inmediatamente posterior (JEANROY, pp. 46-48) € incluso en Ia teologia sui generis (més o menos contestada) del papa occitano Juan XXII. Esta, a su vez, destinada a ser refutada tras la muerte de’ Juan XXII por Jacques 576 es seguida por el, paso al «lugar del descanso»;. una teologia popu- lar algo expeditiva asimila a veces esc reposo al patafso terrestre que dieron a conocer, por otro lado, Jas vulgarizaciones del Antiguo Testamento escritas, y sobre todo orales. Sélo después del Juicio final se deciditén las almas a subir al paraiso celestial; tras un interminable desplazamiento: folldérico,: se encontrarén —por fin— en Ia auténtica via del cristianismo. > . ‘ No obstante, durante el largo perfodo que transcutre entre la muerte individual y el Juicio final, y sobre todo durante el breve perfodo que se intetcala entre esta primera muerte ffsica y la des- aparicién del doble, Jos atiegenses habfan sabido reservar y preser- var ampliamente Ja parte de sus ttadiciones populares relativas al més alla. Estas, que de hecho se manifiestan no cristianas o incluso prectistianas, tenian que resignarse, no obstante, a coexistir con el ctistianismo de la fe romana, y a la reciproca; o bien —jotro pro- blema!— debfan aceptar la coexistencia con el albigefsmo de los «buenos cristienos» en nombre de un sinctetismo més o menos bas- tardo, El folklore trae a veces extrafios compafieros de cama. Sea como fuete, estas formas indigenas del culto a los muertos sobrevi- vieron en el Atiége hasta el siglo xxx, y mds: visita de los apareci- dos de incédgnito en las casas; papel estratégico de la noche de los Santos, con comida preparada en esa fiesta para los muettos, que se irén luego, sin pérdida de tiempo, para el descanso, etc. 3, ‘+ Catalana y occitana, la creencia en las dos bocanas de la muerte (muerte fisica, seguida de errancia, concluida a su vez por la «pe- quefia muerte» que Heva al descanso), corresponde, por tanto, a los testos tegionales de un antiquisimo sustrato mental més o menos 3 = An “~ : Fournier, convertido en'sucesot suyo como Soberano Pontffice bajo el nombre de Benedicto XIT. He aqui un resumen de las difetentes versiones: )'' + J. Maury 1 +2 53-34 - A. Gélis ak 15253254! G. Fort - t on “132 ae Poe M. Buscailh (1, 499) 22. 027 PN Teanroy (véanse notas siguientes) 1-32-3354 to = 7 Juan XXIT ote LP 3-54 1b wists Nétese que segtin Mengarde Buscailh, cuya teologla cétata es fantéstica y esté folklorizada, es solamente en caso de «heretizacién» (consolamentum) cuando las almas van inmediatamente después de la muerte al lugar del des- canso, En ausencia de heretizacién, el petiodo clésico y preliminar de erran- cia post mortem se vuelve por tanto altamente probable, en M.,Buscailh tam- bién. Sobre Juan XXII, véase para una informacién superficial Catholic Engyelopaedia, ediciones (diferentes) de 1910, y de 1967, art. «Juan XXII»; V. Verzague, 1883, p- 158 y siguientes, y p. 214 (reacciones ulteriores de jenedicto XII). 2% A. Moutts, Traditions et coutumes..., 1972, p. 61. Véase también Borvenave, p. 231, . ‘ ' 577 4 a 37 ~~ amalgamado con ciertos elementos del cristianismo, sin por ello con- funditse con éste®, 1 B90 ee ade, te spt ED ge bane bepglyy boy yore mre. 4 ST tee ET ent whos pa ST t No obstante, el-folklore no est4 solo en el mundo. Ni siquiera en su esfera propia, No goza, ni mucho menos, de Ja adhesién total de los habitantes de la comarca. Algunos de ellos, escépticos, pien- san que el alma no tiene verdaderamente forma humana; ni rostto de «doble» algo més pélido. Se extrafian de no verla escaparse de la boca del moribundo en el momento del tiltimo suspiro”. Otras personas piensan que el alma es de pan; o que el alma es de viento; © que es un simple suspiro, expulsado precisamente en el instante mismo de la #mette. También, segiin otros, el alma es de sangre: Hard tres aitos de esto en las préximas vendimias —declara Gui- Tlemette Benet (de Ornolac)—; yo estaba en mi buerto en la aldea. Alli, me cai de bruces desde lo alto de una pared, hasta el' punto de sangrar por la narix. Y le dije a una mujer que venia en mi ayuda: Fe py potatoe oe 8 ” re dae «* Es el alma. jEl alma! ;El alina no es mds que sangre! (1, 264). - El hombre no tiene sélo un alma que, salvo excepcidn, es con- siderada inmortal. Hay que tener en cuenta también su espiritu; éste, en el momento de los suefios, puede escaparse del cuerpo del durmiente en que reside, Montaillou en general, y Pierre Maury en patticular, estén fascinados por los problemas del suefio y por el exemplun: del lagarto, tal como lo contd Philippe de Alayrac, de Coustaussa “. Este exemplum; no, sin variantes, bab{a sido recitado por los natradores de la Edad Media durante muchos’ siglos; debia finalmente sutgir en las riberas del Arigge, en los didlogos de pas- tores. Habia una vez —dice Philippt de Alayrac—— dos creyentes que se encontraban junto a un rio. Uno de ellos se durmiéd. El otro 2% «Parafso terrestren al cabo de tres dfas después de la muerte: II, 463, 481, 511, 512; cf. también I, 133, nota 61; escepticismo sobre el infierno: T, 303 (G, Lizier); sobre el purgatorio (G. Austatz, I, 208); tierra def des- canso (Mengarde Buscailh: I, 499); Juan XXII, Vertaque, op, cit.; A. JEANROY y A. Vionaux, edicién del Voyage au purgatoire de saint Patrice, Toulouse, 1903, pp. 46-48 («Bibliothéque méridionale», vol, VIII): texto de 1397-1398 (itinerario de los elegidos: muerte —> purgatorio > descanso o paraiso terres- tre —> paraiso celeste). Véase también Herrz, ed, 1970, el capitulo consagrado ala teptesentacién «ptimitivan de la muerte, Guillemette Benet, de Ornolac (I, 264); y P. Maury (supra, en el texto. citado, p. 575, tras su definicién «corporal del alma»). En Ifneas generales la pluratidad y la diversidad de las opiniones relativas al més alld (catélicas ro- manas, heréticas, folkléricas, materialistas y de otto tipo) porque lo que con- cierne al destino del alma después de Ja muerte se opone a la cuasi-unani- imided de las conceptos terrestres, centrados sobre el papel esencial de la lomus. 31 Coustaussa, en el actual Aude. Boop ke 578 | bermanecié despierto;. dela boca del durmi i Semejante a un lagarto. De pronto, ese lagarto, “comet ina tabla (¢o una pajita?) gue se extendia de una orilla 4 otra, sab el vio. En la otra orilla habia el craneo descarnado de un asno. ro lagarto entraba y salia corriendo ‘por los orificios que atravesaban aquel créneo, Luego, volvia hasta la boca del durmiente volviendo @ pasar el rio por encima de la tabla. Hizo aquello una vez o dos Al verlo, el'hombre que velaba usé de un ardid: esperd a que el lagario pasase al otro lado del rio y se acercase a la cabeza del asno. iv quité la tabla! El lagarto abandoné la cabeza de asno y volvié @ Ie orilla. iImposible pasar! jLa tabla se habla ido! De pronto, eb cuerpo del durmiente se agitaba mucho, pero sin lograr despertarse pese a los esfuerzos que desplegaba el despierto para sacarle de Su suehio, Por fin, el que-estaba despierto volvié a poner la tabla sobre el rio, El lagarto pudo entonces volver sobre SUS pasos y rein- degrarse al cuerpo del durmiente pasando por sw boca. Al punto, éste se desperté, 9 contd el sueo que acababa de tener a su amigo: —He soitado, dijo, que pasaba un rio sobre una tabla; luego entvaba en un gran palacio con muchas torres 9 habitaciones, y cuan- do quise volver al punto de donde habia salido, jno habia tabla! Imposible pasar: me babria abogado en el rio. De abt mi agitacion (en mi suefo). Hasta que volvieron a poner la tabla, y pude volver, Los dos creyentes se maravillaron mucho por aquella aventura, a fueron a contérsela a un perfecto, gue les dio la clave del miste- rio: el. alma, les dijo, vive. permanentemente.en el cuerpo del hom- bre; por el contrario, el espiritn del hombre entra y sale del cuerpo bumano, igual que el lagarto gue va de la boca del durmiente a la cabeza del asno, y viceversa (III, 152), Asi, setin algunos, el hombre tiene su espiritu-lagarto personal, que preside su vida despicrta, libre“de escaparse durante el sueio y durante Tas ensofiaciones. E] hombre posee también un alma, con forma de doble; después de Ja muerte, ese alma vendré a velar, de creer al folklore, el suefio de los allegados del difunto. eee a ta we mat Pe __De ahf Ja tentacién vertical. Salvar ese alma. O salvar ese espf- titu (nuestros campesinos tienen a veces incertidumbres de vocabu- latio). Arrancarlo de las gatras de los demonios que se divierten persigniendo a los dobles de los muertos por el espacio fantasmal y horizontal que nos rodea. La obsesién campesina de la salvacién del alma valora, por tanto, en primer término, el paraiso del dogma romano. Este paraiso es la casa grande, Ja vasta domus aérea o estra- —— eB Tey yak! im3 Véase a este propdsito el importante trabaj ‘4 a A. Crzenave, Portante trabajo en. preparacién de Jn sefora 579 tosférica que, por amplia que sea, a duras penas podré contener todas las almas de los tos, tan abundantes y numerosas son éstas. Desde hace algiin tiempo®.” aati sy 7 1 Ve Brota luego, en el corazén del Montaillou cétaro, la otta hipéte- sis vertical, relativa al mds allé4. De una vetticalidad circulat, si cs que puedo decitlo. Seduce a Jos creyentes y simpatizantes, incluso Tejanos, del albigeismo en ‘nuestras montafias. Las almas de los justos, segin esta hipdtesis, subirén un dfa al cielo, del que antaiio habfan descendido. Y del que quiz4, por una reanudacién del ciclo, volverén a bajar luego, para finalmente volver a subir. Y asi suce- sivamente ™, a Mt EL mito de la cafda inicial es incansablemente repetido, como hemos dicho, en el Sabarthts y en Catalufia por todo pastor de Montaillou que se tespete®. Al principio de ese mito, los espiti- tus, atraidos por el Maligno, caen a la tierra, copiosos como nieve, por un agujero del paraiso. Y los recitadores del cuento de las vela- das’ vuelven sin cesar a los detalles que Je unen: el Padre Eterno no vio al principio nada de los comienzos de esta cafda generalizada; se,extrafia y no comptende; Iuego se enoja, y a escape ya a poner su ancho pie en el agujero celestial. Pero es un poco tarde: una buena parte de los espiritus se ha colado ya fuera del paraiso paterno para caer a la tietra; éstos se convierten entonces en victimas de las tram- pas femeninas y de las ttinicas de carne humana que les ha ptepa- rado el demonio*, Comichza en ese momento la patte baja del ciclo ‘mitico: la metempsicosis. Los espititus y (0) las almas (sigue la mul- tiplicidad de vocabularios) dejan los cuerpos humanos o tinicas de carne tras Ja muerte de éstas (III, 221). Escapan entonces lo mds répido que pueden, en biisqueda de otros cuerpos, atormentados como estén por los demonios-pavesas (en este punto se nota cierta convergencia con el folklore de los diablos torturadores de almas del Sabarthés), Quieren reencarnarse en el plazo_més- breve en el seno de un feto que Iuego se convertiré en cuerpo animal, o bien en cuerpo humano. Aqui se intercala el hecho propiamente me- tempsicdtico que representa la parte original, es decir, isteductible, Mea oor mnt bet gy HR: SU TTR 33 Esperanza de un lugar mejor después de la muerte, en los campesi- nos como Guillaume Benet: I, 203, 321. Toda la religidn de Montaillon, salu- tista, esta basada en general sobre la perspectiva, légica, de, un paraiso posible; véase también I, 202 (Guillaume Austatz), | # Esta curiosa hipétesis «de vatios ciclos» es evocada de pasada por Jacques Fournier,-en una pregunta planteada a Pierre Maury, que al respon- der declara simplemente su ignorancia (III, 245), 3S TT, 33-34, 199, 407; II, 489-490; IIT, 130, 219 y passim. 3% El mito cétaro de Ja cafda original, ya es mencionado, no sin detalles, en el Liber antiheresis, compuesto a finales del siglo x11 (texto editado por C, T. Thouzellier, 1960, p. 206). . 580 del albigeismo”: no cabe excluit, sin embar a recotte ciertas tradiciones populares, A partir Me ane , al cae ae cierto ntimero de «saltos de pulgas», desde los cuetpos de animal. ‘ hasta los de hombres, Jas almas consiguen rizar el rizo, Convertidas en almas de perfectos, se benefician de una vida ascética; 9 bien, heretizadas tatdfamente, utilizan un ,consolamentum antes de morir, Después de la muerte, ascienden en ese caso hacia el paraiso de donde antafio habian cafdo*. Esta ascensién final hacia la casa del Padre termina el proceso de ida y vuelta; se realiza a través de siete cielos sucesivos (IIT, 245), Cuando todas las almas buenas © todos los buenos espfritus se hayan ido asf de nuestro mundo para volver a la patria patadisfaca, la tierra quedard vacta de hombres justos. No presentard ya ningtin interés. El fin del mundo setd posible. Los cuatro elementos se fusionarén. Entonces, el cielo caeré sobre Ja tierra, dicen los pastores de Montaillou, que en este punto se hacen eco de las palabras de los hermanos Authié. El sol y la tuna se extinguirdn. El fuego incendiard el mar; y el mar, que se hinchard en matea creciente, apagard el fuego. La tierra se convertirg en un lago de y azfre. O sea: el infierno. Por lo que se refiere a los cteyentes consolados, que serdn los «cofrades» reunides en Ia gran confraternidad de los montalioneses reconocidos dignos de la salvacién celestial, danzarin el dia de la salvacién final pisoteando a todos los no cteyentes, igval que los corderillos bailan sobre la hierba de los prados, o sobre los rastrojos de los campos segados (II, 32). ' . Para terminar, Jas almas de los justos residirén en el pataiso. ¢En qué consistiré su dicha? Pues bien —dice Pierre Authié ante su. auditorio maravillado de agricultotes y ganaderos— el pataiso serd como una gran zona de amor, como una vasta morada uterina, igualitatia y socializada (II, 411). Cada alma tendré alli tanto bien 0 felicidad como cualquier otra; y todas no serén més que una sola; 9 todas las almas se amarén como si amasen el alma de su padre o de sus hijos. De esta forma, Pierre Authié, filésofo genial del Sa- barthés, nos oftece la clave de su sagrado, que una vez més no es sino jo social transfigurado. Ni una palabra por su parte sobre ninguna forma de visién beatifica. Al menos, en ese pasaje. El paraiso serd como una inmensa domus de Montaillou, donde los mon-. talioneses se amarén sin fronteras, como si fueran huéspedes unos de otros. Como si todos fueran padres, madres, hermanos, hetma- nas, partes integrantes de un ostal gigantesco y tinico a escala de la humanidad. El pensamiento de Pierre Authié, en su expresién més , 37 La metempsfcosis «familiar» segiin Ja cual el alma de un nifio muerto se encuentra en el cuerpo del nifio siguiente que engendre su madre, estd unido evidentemente a la ideologfa de la domus (I, 203, 205). 3 TT, 411 (P. Authié) y passin, : 581 atrayente para los naturales, implica una especie de vaivén a la vez circular y ascensional, que lleva de la domus de aqui abajo a la domus de alld arriba; del ostal mintsculo ¢ imperfecto de la aldea al ostal- mayor, espiritual y perfecto del parafso. Y quizé a la in- versa. ¢Incesto genetalizado? ¢Por qué no? Véanse los fantasmas primordiales del cura Clergue y, mds cetca de nosotros, los de Rétif de La Bretonne. En-el optsculo titulado Femmes, soyez soumises 4ivos maris, Voltaire: planteard, en tono jocoso, y cn términos de amor mutuo, la cuestién celeste: «En el paraiso... se hard el amor sin duda, pero de otta forma que aqui abajo.. Porque os daréis cuenta de que en este mundo lo hacemos de manera muy im- perfecta» *, e ey tee wo Cb pk og song darter de ME oe ud ot Pat oan we wes ole ds agp ten wo obataorccule emt eC otto a cap. ay MistoeM cee hs i ergs ac sully fo ID bbe oon pan boot oh sedel garb eh eb ag. bits dap donate gg rind BLP ee Spee Pitot at aL ont " orn mr a a he ag ete atnl ey telat, 1 on eh eb orotate al el on 1 ihanow oF TE biewisnes ean foo et wet cosh at ae eT mht oe lagh ye rer if ooler an phe oy dete fate toe mit oe ye sent oF bso oa . AGE Mie tnt 2 toaatey pol gh edi, Soin out shang til on Vand som tihsa\ oof otr thaw 2 SG . ecoma wallet “ wo ceehobm stmt open Bet TR 4 Do seo BE a Fe ER Te ° eh ee a im . o Lore vow amsesp ro. mw AES Epinee ek 2a toe LP aad act Oa wart clyde: a or , ste 4 an tte ty oat . = 6 ' ” oo ' “ot 39 VoLrarre, Femmes, soyex soumises 2 vos ‘nats, en Mélanges philo- sophiques, vol. 4, 1773, p. 148 (edicién de Nevfchatel), . 582

También podría gustarte