Cien - Tradiciones Peruanas PDF

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RICARDO PALMA CIEN TRADICIONES ee PALMA ENTRE AYER Y HOY ... wi indole literaria dada a rebyscar antiguallas de los dias del Coloniaje,} Las TRADICIONES PFRUANAS de Ricardo Palma han sobrevivido ya mds de un siglo sin perder su condicidn de clasicas principalmente por una razén: en su conjunto lograron configurar la imagen que del pasado tenia un pais y, en cierta medida, un continente, durante el primer siglo de su experien- cia republicana, Constituyen un espejo en el cual Jos lectores de este dm- bito se ven reflejados, pues les permite reconocerse entre los datos de la historia menuda y compartir asi la experiencia colectiva que se Ilama vide nacional. Ese proceso social y sus cristalizaciones culturales (lengua, modelos literarios, afirmacién de ciertas formulas estéticas “propias’’, etc.) son in- destigables de Ia obra literaria de Palma y de su valoracién. No sélo porque los episodios mas variados de Ja historia peruana y americana son su ma- teria prima, sino porque estén en el espiritu de la obra: volver la mirada al pasado comin (inventdndolo, si era necesario) era una forma de enjuiciar el presente y sus testimonias, un modo de colmar un vacio que se tendia desde la actualidad alborotada hasta el futuro incierto, patalizando o com- prometiends los esfuerzos por organizat la primera republica. El pasatismo litezario eta una costumbre en la época de Palma, pero el suyo tiene un tono y un sabor peculiares; como en los cuentos de hadas, es el fantaseo juguetén y liviano de las tradiciones lo que mds se resiste a evaporarse de la memoria, quizd porque ésta tiende irresistiblemente a la idealizacién. Resulta evidente, por otra parte, que no podemos leer ahora a Palma como se lo lefa en su tiempo: hoy significa para nosatros algo distinto, pre- cisamente porque, al sobrevivir tanto tiempo, ha entrado en contacto con otras obras y otros acontecimientos que ilominan (u oscurecen} facetas a las que antes se concedia poca (o demasiada) importancia. St situamos primero a Palma en su contexta, es sobre todo porque debemos entender 1 Carta a Vicente Riva Palacio, de setiembre 25, 1885, en: Ricardo Palma, Epssto- lario (Lima: Editocial Cultura Antértica, 1949), J, 19. En adelante citado en el texto con la sigla E y el oimero de tomo y pagina. Ix qué relacidn guarda con el nuestto y con la significacién presente de los valores que él contribuydé a poner de relieve en su tiempo. Este tiempo se incluye dentro de un vasto arco que ocupa el centro de la historia literaria hispanoamericana en el siglo XTX: el romanticismo. Palma pertenece cronolégicamente {nace en 1833 y muere en 1919) a lo que se Hama la “segunda generaci6n romdntica” de América hispana. De inmediato hay que aclarar que en el Peri no existid una “primera ge- neracién”” porque el romanticismo fue una ola que golpeé muy tardiamente sus costas: para todos los efectos prdcticos, el romanricismo peruano es un fenémena del medio siglo, coincidente con movimientos de repliegue y teajuste dentro del mismo sector roméntico en paises como Argentina y Chile. El grupo romantico peruano fue bautizado por el propio Palma como el de “ios bohemios” (‘La bohewria de mi tiempo titulard las memorias pu- blicadas en 1887, en las que hace el retrato, entre burlén y amistoso, de sus compafieros de aventuras licerarias), una generacién de poetas mediocres y aparatosos que adoptaron acriticamente el repertorio prestigioso del ro- manticismo europeo que les [legaba muy desmayado por la mediacién de sus lacrimosos discfpulos espafioles; como parte de esa mistica exaltaron su propia juventud, defendieron un liberalismo mds 9 menos vago y de- clarativo, intentaron hacer algiin escandalo provechoso para la causa tomdn- tica escribiendo obras teatrales que en su caso fueron estridentes imitacio- nes de otras imitaciones (francesas 0 espariolas), adoraron los idolos, las poses y las téenicas que era indispensable adorar por entonces, etc. Casi todo era artificial en esos gestos: no existia razén para dar una gran batalla literaria, primero porque la literatura era algo que interesaba seriamente a muy pocos en la Lima de entonces, y luego porque las Gnicas formas vi- gentes de ejercicio literario —la poesia neocldsica, la sdtira, la prosa cos- tumbrista— no provocaban mayor rechazo. E! romanticismo pervano fue bastante ecléctico, como lo prueba justamente la obra de Palma, con su asimilacidn de los patrones del costumbrismo hispdnico, que siguié tan campante bajo los embates ruidosos de ‘los bohemios”. La vinculacién intelectual de Palma con estos poetas se trasluce clara- mente en los trabajos literatios de su adolescencia —versos de amor, ‘‘ro- mances”, teatro histérico-patridtico, paginas periodisticas—, y se extiende aproximadamente hasta 1860. El aporte de Palma en esta etapa de inicia- cidn, tiene pocas manifestaciones personales que puedan medirse en térmi- nos literarios: sencillamente es uno mas dentro de una corriente que enton- ces emergia con cierta notoriedad y pretensién. La novedad de vna litera- tura hecha por jévenes, expresiva de una sensibilidad y una fantasia que se reclamaban sin limites, el replanteo de una relacién “moderna” entre la literatura, el escritor y la sociedad, y sobre todo la conciencia de integrar un grupo que intentaba apelar directamente a un piblico al tiempo que trataba de cambiar sus hébitos, es lo que de significativo trae el romanti- cismo a ia literarura peruana y lo que atrae la adhesién primera de Palma. x Ya maduro y célebre, el autor juzgard asi este periodo de busqueda y afitmacién: “Toeéme pertenecer al pequefio grupo literario del Perd, después de su independencia. Nacidos bajo la sombra del pabellén de la Republica, cum- plianos romper con el amaneramiento de los escritores de la época del co- loniaje, y nos lanzamos audazmente a Ja empresa. Y, soldados de una nueva y ardorosa generacién, los revolucionarios bohemios de 1848 a 1860 lucha- mes con fe, y el éxito no fue desdefioso para con nosotros” ?. Pero al lado de su actividad de militancia romantica, Palma daba tem- pranas muestras de una predisposicién satirica, muy singular de un grupo que (salvo Juan de Arona, romdantico rezagado) se distinguia por el ama- neramiento retérico y la monotonfa confesional. Tenemos pocos testimo- nios criticos de la época que sefialen esos excesos y desbordes que arruina- ton el tomanticismo peruano; el de Palma es el mds notorio: al publicar en 1874 la segunda serie de Tradictones peruanas, la presenta precedida por una “Carta ténico-biliosa a una amiga” (la argentina Juana Manuela Gorriti, tradicionista como él), sétira en verso en Ja que figuran alusiones muy transparentes a sus compafieros de juventud y a la estética que dl y todos ellos cultivaron entonces: ¢lemes que exbale en sombrias endechas el alma toda? jNo! Ya pasaron de moda tos trenos de Jeremtas. Eso quede a los poetas sandios, entecos, noveles, que andan poniendo en carteles SHS angusias mas secrefas. +Pues fuera grano de anis que, ostentando duelo y Hanto, en imitar diese a tanto poeta chisgarabis! (TPC, 1453) De ese exhibicionismo sentimental y de la lactimesidad aprendida se apartaba espontaéneamente Palma por un sentido de la proporcién que se relaciona con su espiritu burlin y travieso: bajo la méscara triste, él pre- * La bohemia de mi tiempo, en: Tradiciones pernanas completas, Sa. ed. (Madrid: Aguilar, 1964), 1321. En adelante citamos esta edicién en el texto con fas siglas TPC. Un asterisco (*) tras el titulo de una tradicién indica que estd incluida en la presente edicién. XI sentia la sonriente, lo que seguramente era muy explicable en un pais cuyos esfuerzos por constituirse como tal paraban a veces en caricaturas de la realidad prometida. Tras la épica de la emancipacién nacional, sobrevino la comedia (y aun la farsa) de la vida cotidiana bajo el imperio de princi- pios liberales invocados sélo como coartada pata el ejercicio autotitaria del poder. Palma percibid, en lo més profundo de su experiencia como escritor peruano, esa viva y persistente contradiccién, ¢ hizo de tal desajuste entre la realidad y las imagenes que proyectaba, el trasfondo habitual de sus pequefios episodios nacionales. Por ta via del humor y Ja ironfa, Palma se asenté firmemente en el marco de valores que regia a su sociedad y que, paraddjicamente, la remitfan al pasado en una etapa de cambios. EI exotismo roméntico no lo tenté demasiado ni por mucho tiempo; lo tenté el historicismo romdntico, su postulacién de una literatura nacional y su exaltacién del “color local”. Su cobra poética muestra la distancia y la cercanfa que, a Ja vez, mantenia el autor respecto de los ‘‘bohemios”; sus primeros libros de versos (Poesias, 1855; Arwonias, 1865; y Pastonarias, 1870) son, salvo por algunas sdtiras y “cantarcillos”, incuestionablemente roménticos; pero Verbios y gerundios (1877) y la seccién “Nieblas” (1880- 1906) que incorporan sus Poesias completas de 1911, no sélo son ejercicios de poesia humoristica y picaresca {bastante triviales, por otta parte) sino que aparecen como parcdias de los motivos que los romdnticos peruanos (inclusive él mismo) habjan cultivado indiscriminadamente: abundan las composiciones en las que hace una versién burlona de Ja idealizacigén feme- nina; en vez de la diosa adorable, la moza picara y ocurrente es la heroina de estos versos ligeros en los que hay una pizca del Heine que Palma habia aprendido a leer y a traducir a partir de Jas versiones de Nerval. Léase esta satira contra el adocenamiento de la poesia romdéntica: Forme usied lineas de medida iguales, luego en fila las junta poniendo consonantes en la punta. —cY en el medio? —¢En et medio? jEse es el cuento! Hay que poner talento. ® Esa catacteristica personal empieza a brillar en el periodismo satirico y de combate politico, al que el autor se vincula muy temprano y por un largo periodo: en pleno furor roméntico, va era director de una hoja satirica titulada El Diablo y en 1852 colabota en Ef Burro, en 1867 lo encontramos como redactot principal de un punzante érgano politico, Le Campana, “pe- tiddico nacional y caliente, / que ni verdades calla ni mentiras consiente”, y en 1877 funda La Broma, sin dejar nunca de producir un abundante ma- terial satirico, andnimo o bajo cambiantes seuddnimos, para las paginas de 3 Poesias completas (Barcelona: Editorial Maucci, 1911), 180. Ciramos esta edicién en el texto con Jas siglas PC. XI otros diatios y revistas que fustigaban las costumbres, la politica o la honra de cualquiera. Es también sintomdtico que, luego de su breve experiencia teatral de signo roméntico (a la que él siempre se refiete con una simpética ironia) 4, Palma esctibiese, en 1859, [a comedia Ei santo de Panchita en colaboracién con Manuel Ascensio Segura, e] fundader de la comedia re- publicana del Peni, por quien el tradicionista tenia un gran aprecio; Palma lo recuerda en La bohemia de mi tiempo con el humilde respeto del dis- cipulo: “Al César lo que es del César. Defraudaria el métito de Segura si creyese que la insignificante colaboracién mia aumenté un quilate el valor de esta comedia...” (TPC, 1304). Es curioso que, después de resefiar su etapa de autor teattal romdntico y de contar que hizo un “auto de fe con mis tonterias dramdticas” (lo que por lo menos en un caso ¢s verdad: su drama Rodil se conoce sdlo por un ejemplar que casualmente se salvé de caet en sus manos), afirme que “no volvi a escribir dramas” (TPC, 1302), escamoteando el dato poco conocido de que entre 1855 y 1858, volvié al teatro con tres comedias criollas, en evidente emulacion de los éxitos de Segura. El mismo afio 1858 apareceré el volumen de Teatro del comedié- grafo limefio, precedido por un prélogo de Palma. Entre 1859 y 1861, Ei Liberal, El Diario, La Repiblica y sobte todo La Revista de Lima (el) tardio érgano literario del romanticismo, que Palma legé a ditigit), difunden, entre otras publicaciones de Palma, las primitivas tradiciones escritas dentro de ese periodo: El Nuzdreno, Palla-Huarcuna, Mujer y tigre, La hija del oidor, Un bofetén a tiempo (estas dos viltimas nunca serén recogidas en libros, las anteriores sufriran cambios en los tim los 0 en los textos) y otras mds. Son cuadros evocativos con suaves toques roméanticos que halagaban el gusto por lo tradicional y lo pintoresco esti- mulado por el romanticismo. Aunque en varias de ellas hay pinceladas 0 anuncios del estilo picaresco de Palma, el tono general todavia es demasia- do idilico 9 demasiado tremebundo, sin el alivio sostenido del humor. Esta etapa de busqueda inicial concluye a fines de 1860, fecha en la que Palma sale desterrade rumbo a Chile, y en Ja que empieza a notarse que ¢l impulso del grupo roméntico en el pais decrece. De modo un poco simplista, el autor escribe en sus memorias: ‘Después de 1860 desaparecid la bohemia, porque todos principiaron a hacerse hombres serios, o porque la guadafia de la muerte comenzé a se- gar entre nosotros... Yo peregrinaba por Chile, a consecuencia de una aventura revolucionaria en que anduve comprometide” (TPC, 1320). Paraddjicamente, alcanzar el doble timbre de gloria de desterrado y pe- regrino sella su condicién de romdantico, vuelve verdad lo que antes era mera retérica aprendida, Los nostdlgicos versos de Navegando, que Rubén Dario decia saberse de memoria, son su adiés a la patria, la patente de pros- crito romdntico con la que completaba su aprendizaje: AV. Le bobemia de mi tiempo, TPC, 1301-13062. XL Parto joh patria! desterrado... De tu cielo arrebolado mis miradas van en pos; y en la estela gue riela sobre la faz de las mares, jay! envio a mis bogares un adiés, (Patria! ;Patria! Mi destino we arrebata peregrine y para siempre quitds... Si desmaya en otra playa mi varonil ardimiento, wat postrero pensaniienta fa seras. {PC, 39) Pero esta despedida sefiala también un reencuentro consigo mismo, una necién de madurez literaria y un hallazgo de las vetas originales de sv talento. HACIA LAS “TRADICIONES” En Valparaiso (con frecuentes viajes a Santiago}, Palma pasd casi tres afios de exilio que serdn literariamente intensos y fructiferos. Valparaiso fue un ambiente propicio: por esa época el puerto era un centro de activi- dad cultural, gracias a los cendculos, revistas y asociaciones culturales pro- movidas por la élite intelectual de esa ciudad. Los testimonios principales de su actividad chitena son la Revista del Pacifico, fundada por José Victo- tino Lastarria y dirigida por Guillermo Blest Gana, y la Revista de Sud Avsérica, entre los afios 1861 y 1864. En la primera, publicé poesias ro- manticas y de circunstancias, y la tradicién titulada El virrey de la adivi- nanza, que habia aparecido ese mismo afio de 1861 en La Revista de Lima. En la segunda, érgano de la “Sociedad Amigos de la Ilustracién’”’, de la que Palma fue miembro desde 1861 y mediante la cual trabé estrecha amistad con Lastarria, Alberto Blest Gana y otros escritores chilenos, fue primero colaborador, luego redactor y por ultimo miembro de la comisién editora; allf publicé siete tradiciones, refundiendo algunas escritas o aparecidas an- teriotmente en Lima, como Apuntes histéricos: Sobre el conde de Supe- runda, fundador de Valparaiso (Debellare superbos en su primera versién limefia; Us virrey ¥ un artobispo en la definitiva) y Lida (después: Un cor- sario en el Callae), ya publicada en Lima en 1853, mds otras escritas en Valparaiso, como Justos y pecadores, La bija del oidor y El final de una xIV Distoria (después: El padre Oroz}. En la Revista de Sud América dio a co- nocer también otras composiciones poéticas, numerosos articulos de divul- gacién histdrica y literaria y, sobre todo, las paginas que iban a constituit la parte medular de sus Amales de la Inguisicién de Lima, cuyo plan fue concebido en el Peré y cuyo material de documentacién amplié Palma en Chile. El libro aparecerd por primera vez en Lima, en 1863. Puede decirse que, con él, comienza la plenitud literaria de Palma, pues- to que tedo lo anterior no pasa de ser un tanteo algo desordenado en va- rios géneros y asuntos: los Axales demuestran que su talento ha encontrado un terrence propicio pero descuidado en la épaca; le ha tomade —como di- ée él— gusto a los “‘papeles viejos” en los que hurga con alegria porque ha descubierto —mejor y primero que nadie por entonces— que estda ben- chidos de vida y ha percibido el sentido vigente de ia historia. Ser historia- dor es un viejo suefio de Palma, en realidad una vocacién que 41 alienta esperanzadamente y que ha acariciado mucho en el exilio. Los Axales son la primera tentativa seria para probar (y probarse) que tiene aptirud para dar con el dato, ordenar la informacién, captar el sabor de época. En su cuatta edicidn (de 1910, como parte de su Apéndice a mis dltimas tradicto- nes peruanas), este libro va precedido por una breve introduccién o “Cuatro palabritas” que insiste en presentar la obra como un trabajo de investiga- cién sobre el pasado que, aunque parezca liviana, no deja de tener rigor de estudio: “En la presente fedicién] ha cuidade el autor de suprimir algo gue pe- caba de inexacto y de aumentar mucho que ofrece novedad. En cuanto a la forma, no ha juzgado conveniente alterarla, para que no pierda este tra- bajo su modesto carécter de estudio o ensayo histérico, Fue esctita en época en que el autor estaba muy distante de alimentar pretensiones lite- rarias, y, por lo mismo, quiere que subsista tal como salié de su pluma y con los Iunares de forma propios de la inexperieacia” (TPC, 1207) y de sefialarlo como antecedente inmediato de las tradiciones: “Este libro hizo brotar en mi cerebro el propdésito de escribir Tradicio- nes. Por eso estimo, como complementario de mi afortunada labor, termi- nar cesta publicacién [el Apéndice citado] reproduciendo, a guisa de remate y conteta, estos Anales, que, en puridad de verdad, son también Tradicio- nes” (Ibid). Ser historiador podia significar también ser un pionero: los estudios his- téricos sobre la etapa colonial apenas existian y a nadie se le habfa ocurrido dedicar mucha aencién a una época que la republica acababa de abolir for- malmente. E] historiador tenia ante sf un terreno virgen, desdefiado por el espititu liberal del romanticismo, que preferia remontarse a pasados ajenos mas prestigiosos; como anota Ventura Garcia Calderén: “En la remolina consiguiente a la independencia estan revueltos y aban- donados esos librotes en que consta prolijamente uh pasado de santos em- bustes, de milagrerfas, de galanterias viejas, de hazafias rubricadas con san- xY

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