Está en la página 1de 328
extos esenciales _ aracelso Co) EteNe tan (eto) os En una época en que los métodos naturales curativos y la STC Crater Ran ne Cas MN ett eens convierten para muchos en una necesidad cada vez mas importante, también aumenta el interés por conocer a los fundadores de este pensamiento. Una de estas figuras es Teofrasto Paracelso (1493-1541), uno de los espiritus mas Tea Oe Carte ers ett] lucha contra la fisica aristotélica y la medicina clasica, SOC CC CN Cen mesos Coe mets c Pero también como heredero de la mistica de la Edad Media y adepto a la magia natural y a la alquimia, la Cleese ae cto OU mer ehe to ce mer hi as de Béhme y Weigel en toda la teosofia moderna. Para C. G. Jung, Paracelso era el médico en el que la antigua sabiduria de resonancias magicas se unia en un plano universal con la moderna pulsion cientifica del ete ae mere Men nace Ets itso) Sacre La presente seleccién de los textos de Paracelso, que POPC CCet ee omaiter reac eee realizada con el apoyo de C. G. Jung y es una excelente introduccion a una obra de dificil compendio. Dos conferencias de Jung, y mas de 100 ilustraciones, completan y ayudan a comprender los grandes temas Rieter or ce ce tes om ee CMe LEC ken y que siguen vigentes para el lector de hoy. PS end Potrero lee tele Shey Stella Kramrisch See Cec EMS cee Senses Ignacio Gémez de Liafio Pees Oo ets anaes 34 Fundamentos de la via media oreo El legado secreto de los cataros Peony Karl Kerényi Sram Cts See com EM Crey Anne Baring y Jules Cashford SUM TNUCIT TY Walter F. Otto PO atin ome cnt Neen ener ee tee ey Matec ar mera tla Peon ert ear ita Angelus Silesius Peete Caterer trod Room ett Pees eC om om Emanuela Kretzulesco-Quaranta SEmmOr rey Moshe Idel Pees sie Soe ee enero td etree tem eats FCCC aR Ce cer TCL) evar Peon n Robert M. Torrance Pree sos mt Tact) Karl Kerényi POR REMC en a end Henri-Charles Puech Se eM EL St CMON te) Michel de Certeau SCO Carer Nagarjuna SM ewe ome ret) Douglas Burton-Christie Paracelso Textos esenciales Edicién de Jolande Jacobi Introduccion de Gerhard Wehr Epilogo de C. G. Jung Traduccién del aleman de Carlos Fortea El Arbol del Paraiso Ediciones Siruela 24 edicién (3.* edicién en ES): enero de 2007 Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicacién puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningiin medio, ya sea eléctrico, quimico, mecanico, éptico, de grabacién o de forocopia, sin permiso previo del editor. Titulo original: Paracelsus. Arzt und Gottsucher an der Zeitenwende Disedo grifico: Gloria Gauger © Walter-Verlag, Olten 1991 © De la traduccién, Carlos Fortea © Ediciones Siruela, S. A., 1995, 2001, 2007 c/ Almagro 25, ppal. deha 28010 Madrid. Tel.: + 34 91 355 57 20 Fax: + 3491 355 22 01 sirvela@siruela.com www.siruela.com Printed and made in Spain indice Paracelso: Arcano y jeroglifico Gerhard Wehr Prélogo Jolande Jacobi Paracelso: Su vida y su obra Jolande Jacobi Confesiones Paracelso Textos esenciales 1. Hombre y creacién La creacién del mundo La creacién del hombre La composicién del hombre El hombre y su cuerpo De la esencia del cuerpo Cuerpo y astro La estructura del hombre La creacién de la mujer La mujer como seno materno La mujer como suelo fértil La mujer como Arbol de la vida La mujer durante la concepcién De la esencia de la semilla 25 33 63 69 73 75 76 77 78 79 81 81 81 83 84 84 86 Semilla y frutos La gestacién del nifio Madre e hijo Hombre y mujer Instinto y amor Sobre el matrimonio Hombre, mujer, mundo El hombre en el Cosmos Hombre y cielo Hombre y cielo en equilibrio De la esencia del hombre De la dignidad del hombre De la nobleza del hombre 11. Hombre y cuerpo Médico y Naturaleza Médico y experiencia El cirujano Del recto saber del médico Escuelas y preceptos del médico El médico como viajero Los fundamentos del arte de la Medicina Macrocosmos y Medicina Del saber del médico Dios es el supremo médico Médico y profesién Médico, amor al projimo y muerte De la misericordia del médico Unidad de palabra y- obra Actuar a partir de la veracidad Curar es la misién suprema De la esencia de la enfermedad Cada enfermedad tiene su medicina Enfermedad y salud Dios envia la enfermedad Del sentido de la enfermedad 86 87 89 90 92 93 94 95 95 97 99 100 101 105 106 108 110 112 113 113 116 117 118 120 121 122 123 124 124 127 128 129 132 132 Dios cura la enfermedad Medicina y médico Los dos libros de la Medicina Preceptos para estar sano Sobre la dieta Sobre la dosificacién La Naturaleza como farmacia De la correcta medicina De la obtencién de las medicinas La medicina como obra De la fuerza curativa del veneno Medicina viva y eterna il. Hombre y obra El trabajo es un mandato de Dios Las escuelas del hombre La escuela de los antepasados La escuela del tiempo La escuela de la Naturaleza El hombre como revelador de la Naturaleza Dios no ha creado nada vacio La Naturaleza nunca descansa Tampoco el hombre descansa nunca Al hombre se le conoce por sus obras Dios ha repartido las obras Las obras atestiguan al maestro Interior y exterior La Naturaleza lo ha marcado todo Naturaleza y signatura Fisionomia, la doctrina de las signaturas de la cabeza Quiromancia, la doctrina de las signaturas de las manos Las signaturas de la Tierra Dios ha otorgado las artes Surgen nuevas artes constantemente 133 133 134 137 137 139 139 141 142 144 144 145 149 150 152 152 153 155 158 158 159 159 161 162 163 164 166 167 168 170 170 171 Los caminos del arte Sobre la masica La unidad de todas las artes Las artes inciertas De la interpretacién de los suefios Sobre el sentido de los suefios Suefios proféticos y creadores La magia como don de Dios Magia auténtica y falsa Santos y magos Alquimia, el arte de la transformacién Alquimia y resurgimiento La Alquimia como reveladora La Alquimia como perfeccionadora Quinta essentia Qué es Arcanum Los cuatro Arcana La Alquimia es secreta La mano de Dios y el firmamento Sabiduria y astro El cielo sélo rige lo animal Dios es el tnico profeta De la libertad del hombre El sabio supera el destino Iv. Hombre y ética Sabiduria y Fe De las dos clases de entendimiento De la sabiduria . Conocimiento y sabiduria Del oficio del angel Verdad y mentira Palabra y corazon El amor es el Bien supremo De la misericordia De la pureza del coraz6n 172 173 173 174 175 176 176 177 177 179 181 182 182 184 185 185 186 188 188 189 191 193 193 194 197 197 198 200 201 202 203 205 206 206 La guerra como castigo Humildad y arrepentimiento Sobre la tentacién Ante Dios somos todos iguales De nuestros pecados Riqueza y pobreza En el hospital de Dios Dichosos los pobres v. Hombre y Espiritu Las dos luces del hombre Del Arbol del Espiritu Santo Aprender del Espiritu Santo De los pastores nombrados por Dios y los milagros de los santos Del recto gobierno Sélo los mandatos de Dios duran eternamente Gobernar a partir del espiritu de Dios Hombre y Demonio Obra de Dios y obra del Demonio Tampoco los paganos han sido apartados El espiritu es libre El conocimiento de Dios y la fuerza de la Fe El hombre es de naturaleza divina El hombre tiene que basar su ordenamiento en Dios Sobre el bautismo Del nacimiento del alma De la esencia del alma Sobre nuestra condicién de hijos de Dios vi. Hombre y destino Cada cual es el forjador de su suerte Sobre la suerte y la desgracia De la libre voluntad S6lo en Dios hay certeza 207 207 208 208 210 211 212 213 217 218 218 219 224 222 223 224 224 226 227 229 229 230 230 232 234 234 237 237 238 239 La vida es un tesoro inseguro Todo tiene su desarrollo Sélo Dios conoce el final Hombre y Muerte La Muerte como llamada a despertar La Muerte como puerta La transfiguracién del cuerpo De la superacién de la Muerte Sobre el Juicio Final El hombre esta obligado a Dios Del cuerpo resurrecto De la alimentaci6n eterna De lo inmortal en el hombre El] camino hacia Dios Al final se har4 todo manifiesto De la redencién Cristo vence Del fin del mundo vul. Dios, la luz eterna Dios, la luz eterna 239 241 242 243 244 245 246 247 247 249 250 251 251 253 253 255 255 256 261 Apéndices Paracelso (1929) C. G. Jung Paracelso como médico (1941) C. G. Jung Notas a las conferencias Glosario Cronologia indice de ilustraciones Indice de citas Bibliografia 265 274 290 294 307 310 315 324 mw ALTERIVS NON SIT.QVI SVVS ESSE POTEST. ™PAVREOLI THEOPHRASTIAB HOHENHAIM EFFIGIES SVA. ATATIS 45- Paracelso: Arcano y jeroglifico La salvacion y la curacién estan intimamente unidas, y no sdlo por el parecido de las palabras. En una época en la que Jas medicinas naturales y las formas de vida humanizadas se han convertido en una necesidad ca- da vez mayor para muchos, crece también el interés por la figura de los fundadores de una idea integral y espiritual de la Naturaleza y de la Hu- manidad. Una de esas figuras es Theophrastus Bombastus von Hohen- heim, llamado Paracelso, reformador de la Medicina en la era de la Re- forma. A pesar de ser contemporineos, el médico y filésofo itinerante Paracelso y el monje agustino de Wittenberg Martin Lutero, unos diez afios mayor que él, casi no tuvieron noticia el uno del otro. Lo que no es sorptendente, dado que cada uno de ellos tenia que cumplir la misién que se habia marcado en la vida. Sea como fuere, es sin duda indiscuti- ble que su accion fue eficaz. Cada una de estas figuras fundacionales en el campo del espiritu se afirma por si sola. No podia ser de otra manera, aunque su destino se consumara a las puertas de un profundo horizonte de la Historia mundial, como el Renacimiento. Figuras asi «no necesitan a nadie». Y eso es lo que dice literalmente la famosa mAxima del de Hohenheim con la que el retratista Augustin Hirschvogel encabezé opor- tunamente en letras latinas el grabado de Paracelso: Alterius non sit qui suus esse potest. Y, por otra parte, también es cierto que: «Como un misterioso jero- glifico, el nombre de Paracelso se tiende a lo largo de la reciente historia del espiritu y mueve a las almas a elevada conversacién», segtin conside- raba el historiador de la Medicina Heinrich Schipperges, de Heidelberg’. Paracelso: un geroglifico» que esconde un «arcano», un secreto. Arcanos lamé él mismo a las formulas (ecretas) que de él nos han llegado. ' Heinrich Schipperges: «Paracelso», en Die Grossen der Weltgeschichte, Zurich 1974, to- mo Iv, pag, 931 15 Schipperges contin&a en otro lugar: «Estamos sencillamente fascina- dos por un fenédmeno situado entre la Edad Media y la Edad Moderna, entre las facultades de la antigua Escolistica, pero también entre las luchas del Humanismo por hallar una nueva vision del mundo; por un fendme- no que podria ser para nosotros clave para el pasado y el futuro. Al fin y al cabo, en la Teologia y la Filosofia, sin olvidar la Medicina, buscamos més de lo que nuestras ciencias tienen que ofrecernos hoy en diav*. iQuién podria negarlo! Sin duda, con esto no se delimita ain el hori- zonte ante el que actuan los buscadores de todos los tiempos, pero ese horizonte se ha abierto de un modo que, dejandolo en libertad, impulsa a cada individuo a su propio esfuerzo en pro del conocimiento. Apertu- ra puede significar aqui poner en cuestién criticamente a las autoridades vigentes, hacer un desaire al dogmatismo ciego, estimar la propia visi6n y la experiencia alcanzada por uno mismo como superior a las doctrinas en boga, que en alguna ocasién han adoptado el caracter de prejuicios in- fundados, y tener una y otra vez el valor de recorrer caminos no trillados para llegar a nuevos territorios. No de otro modo procedié Paracelso. Asi se convirtié en revolucio- nario de cufio propio, en impulsor de generaciones. Y por eso se le pue- de seguir atin hoy, aunque no pocos de sus resultados concretos hayan po- dido quedar superados. Es algo que forma parte de la esencia de toda clase de investigacién progresiva. De hecho la figura intelectual de este hombre, al que sus contempordneos y sus continuadores se han referido con alabanza y admiraciOn, y naturalmente también con fuerte critica, in- vita a la polémica. Presupuesto para ella es un esmerado conocimiento de su obra literaria, y también del paisaje intelectual en el que crecid. Pero gen qué consiste ese «mas» del que se habla en el juicio de Heinrich Schipperges, si no se trata de una profundizacion espiritual que nos per- mita hacernos una imagen del mundo y del hombre cualitativamente mas amplia? Sus afines estén de acuerdo desde hace generaciones en que Paracelso, el médico y filésofo de la Naturaleza, el cristiano esotérico y el buscador alquimico, el astrélogo, incluso el mago, nos hace sefias que sirven de ayu- da, por dificil que pueda resultar en concreto pergefiar una imagen autén- * Heinrich Schipperges: Paracelsus. Der Mensch im Licht der Natur, Stuttgart 1974, pag. 9 (Edition Alpha) 16 tica del magnifico. Y es que ya sus biégrafos tienen algunas dificultades, porque no todas las estaciones de su agitadisima vida pueden ser alumbra- das suficientemente. Aparentemente no hallé tiempo para documentar su inquieto «paso por el mundo», si no queria perjudicar con ello la produccién de sus nu- merosos escritos de contenido médico, filoséfico y teolégico 0 adéptico. Y quien, por otra parte, profundice en esta amplia herencia espiritual del maestro de Hohenheim tendra que someterse al esfuerzo de separar las fuentes literarias. Porque :donde habla el autor con sus tonos originales y dénde tenemos que vérnoslas con el protocolo no siempre inequivoco de un discipulo mas 0 menos congenial? {Dénde acaba Paracelso y dén- de empieza el coro multiforme de los llamados paracelsistas? La transmi- sion de Paracelso tiene su propia historia. Aun asi, la investigacién ha po- dido dotar a un abundante fondo con el sello de calidad: «jLo dijo en personal». En cambio, no fue ni es cosa de cualquiera la desbocada supera- bundancia sentimental de Paracelso, su temperamento ni mas ni menos que volc4nico, que no estaba dispuesto a someterse a ningin freno: un polemista por excelencia, dispuesto al tajo aniquilador contra ciertos colegas, alguien que podia odiar e injuriar, no un estetizante filésofo de salén o un médico de moda de delicada encordadura para la «gente bien», No es cosa del gusto de cualquiera tener que vérselas con un miembro del gremio itinerante que tan pronto se irrita como incluso disputa a manos limpias. Paracelso, gun rastico camorrista? Sin duda, no el favorito de aquellos que prefieren en todo el trato cémodo y sin asperezas, y en resumen, segtin su posterior compatriota Conrad Fer- dinand Meyer (en Los iiltimos dias de Hutten): «No un libro sutil» sino «an hombre con su contradiccién». ¢Cémo iba a serle ajeno lo huma- no, que —de una forma o de otra— precisa un tratamiento médico? En lo que se refiere a fama y honores, tampoco faltan. Vayan por de- lante algunos ejemplos. Nada menos que con Hipécrates, el fundador clisico de la Medicina y la Antropologia occidentales, le comparaba ya Giordano Bruno (1584): «A un médico como Paracelso, ese milagro del arte médico, no se le puede comparar nadie después de Hipdcrates. Si en su embriaguez (es decir, en su celo fogoso) alcanzé a ver tanto, ;qué hubiera podido hacer si hubiera contemplado las cosas con serenidad?... Paracelso... tuvo al pa~ 17 recer un conocimiento mis profundo del arte médico y de los medica- mentos que Galeno, Avicena y todos los doctores y adeptos de los mis- mos que se pueden ofr en latin», No de otro modo se autovaloraba el asi ensalzado. Era el que menos necesitaba a su enaltecedor de la poste- ridad. Pero no basta con eso: el erudito universal y filésofo Gottfried Wil- helm Leibniz (1677) confirma a su manera el alto rango del médico re- nacentista, tanto en la Historia del Espiritu como en la de la Medicina. Y no es sorprendente que entre los diecinueve y los veinte afios Goethe topara con los escritos de Paracelso en relacién con sus tempranos estu- dios sobre Filosofia de la Naturaleza y mistico-ocultistas*. Su afinidad es- piritual se advierte especialmente en que en su Fausto pone en pie una fi- gura que se corresponde con ese Paracelso de actuacién faustica como el fenémeno con el fendmeno primigenio (en sentido goethiano), como la imagen con el modelo. En lugar de fenémeno primigenio se podria decir también: arquetipo. Cuando el sucesor suabo del de Hohenheim, Johann Valentin Andreae, lanza sus tres manifiestos rosacruces’ en visperas de la Guerra de los Treinta Afios y crea, en la figura ficticia de «Christianus Rosenkreutz», un modelo semejante, es demostrable que pensaba en Paracelso como en- carnacién y suma del buscador espiritual abierto al mundo. Lo mismo se puede decir del zapatero silesio y «Philosophus teutonicus», el poderoso intelectual Jakob Béhme; cuando pocos afios antes que Andreae escribe, «bajo el signo del lirio»’, su famosa Aurora 0 amanecer en ascenso’, le rodea la atmésfera de Paracelso. Porque cuando Jakob Bohme redacta, con el mismo titulo que su hermano en el espiritu de Hohenheim, De Signatu- ra Rerun (1622), emplea vocablos y metéforas que son en gran medida fa- * Giordano Bruno, citado por Ernst Kaiser: Paracelsus in Selbstzeugnissen und Bilddo- kumenten, Reinbek 1969, pag. 140. * Rolf Christian Zimmermann: Das Weltild des jungen Goethe, Munich 1969, * Los textos completos de los rosacruces estin recogidos en Die Briiderschaft der Ro- senkreuzer, 3° edicién, Munich 1990. “Jakob Bohme: Im Zeichen der Lilie. Aus den Werken des christlicien Mystikers (Selec cién y comentario de Gerhard Wehr), Munich 1991. ” Jakob Bohme: Aurora oder Morgenrste im Aufeang (seleccién y comentario de Ger- hard Wehr), Frankfurt 1991. 18 miliares para el conocedor de Paracelso. El aliento de este espiritu per- dura. Asi que volvamos al de Weimar. El mismo Goethe que ha formado su «juicio intuitivo» y que tres si- glos después de Paracelso ha alcanzado una contemplacién cualitativa de la Naturaleza considera notable a Paracelso, en su Historia de la teoria de los colores (1810), porque «guia el circulo de aquellos que buscan llegar hasta el fondo de la manifestacién quimica del color y de su cambio... En los ultimos tiempos, se ha hecho mis justicia que antafio al espiritu y el ta~ lento de este hombre extraordinario...»*. También esto es cierto desde Goethe y desde el Romanticismo’, so- bre todo porque aquellos que buscan la claridad conceptual suelen tener dificultades con aquellas personas que estan en relacién directa con ma- teriales, calidades y tinturas y por tanto no estan interesadas en la estric- ta formacién de los conceptos. A tales personas les bastan las fuerzas ac- tuantes como tales. Sus invdgenes, comparaciones y simbolos hablan un lenguaje distinto, propio y no menos claro. Es cierto que informarse sobre Paracelso significa preguntar por un hombre extraordinario, por no atribuible a «orden» alguno, que se en- cuentra como en casa en muchos terrenos: en la Medicina y en la Far- macia, en los fundamentos germinales de la Filosofia y de la Religion. Que a este hombre asediado por iluminaciones, pero también por pasio- nes y contradicciones, se le hayan adherido cosas abismales, elementales y eruptivas, forma parte de la marca inconfundible de su ser y de su in- cansable vida. Carl Gustav Jung, que como experto en psicologia pro- funda e investigador de la imagen arquetipica del mundo ha dedicado gran atencién al médico y alquimista en distintos lugares de su obra, da su testimonio, como un discipulo congenial a su manera, de su viejo co- lega y maestro de Basilea: «Fue un poderoso viento que arrastraba y re- volvia todo lo que se podia mover de su sitio. Perturbé y destruyé como una erupcién volcanica, pero también fructificé y vivificé. No se le pue- "J. W. von Goethe: «Materiales para la Historia de la teoria de los colores», en J. W. von Goethe: Natunvissenschafiliche Schrfien (edicién de R. Steiner), Stuttgart 1883-1897; Dornach 1975, tomo Iv, pag. 151. * Kurt Goldammer: Paracelsus in der deutschen Romantik. Eine Untersuchung zur Ges- chichte der Paracelsus-Rezeption und zu geistesgeschichtlichen Hintergriinden der Romantik, Vie~ na 1980 (Salzburger Beitrige zur Paracelsus-Forschung 20). 19 de hacer justicia: sélo se le podr4 siempre subestimar o sobrestimar... Pa~ racelso es un mar 0 ~dicho con menos cordialidad— un caos, y en tanto personalidad humana, histéricamente limitada, se le puede calificar como uno de los crisoles alquimicos en los que los hombres, dioses y demonios de aquella época atroz de la primera mitad del siglo XVI derramaron, ca- da uno, su savia especial»"”, A estas frases se les puede atribuir un especial valor en la obra de Jung. Por un lado tenemos el volumen Paracelsica, con las dos conferencias so- bre el médico y filésofo Theophrastus. Nuestra cita las introduce. Se tra- ta de aquellas conferencias que Jung pronuncié en septiembre de 1941 en Basilea y en octubre de 1941 en Einsiedeln, el verdadero lugar de naci- miento del de Hohenheim, con ocasién de la conmemoracién suiza de Paracelso. Hacia cuatrocientos aiios que Paracelso habia muerto en Salz- burgo. Pero aparte de este motivo externo Jung habia desarrollado sus propios trabajos bajo el tema marco «Psicologia y alquimia», que apare- cerian impresos con ese mismo titulo en 1944. Tenia a sus espaldas inves- tigaciones muy especiales, que se habian extendido a lo largo de dos dé- cadas. Baste aqui indicar lo que le interesaba principalmente al psicdlogo de los arquetipos: demostrar que los fendmenos observables del incons- ciente, como los suefios y visiones, hacen aflorar relaciones grificas co- mo las que, sorprendentemente, aparecen también en la simbologia de la alquimia". Como Jung veia en Paracelso a un profundo «filésofo alquimico» cu- ya «cosmovisién religiosa se encuentra en una contraposicién, incons- ciente para él mismo y casi inextricable para nosotros, con el pensamiento y la fe cristiana de su tiempoo, le dedicé su especial atencién relativa- mente pronto. La primera conferencia de Jung sobre Paracelso'? data de junio de 1929. A esto se afiade otro aspecto, porque el psicélogo, sensibilizado con la situacién espiritual y la sintomatologia de la época, escribia en 1941 la si- guiente frase: «En esta [es decir, la de Paracelso] filosofia hay puntos de ™ C. G. Jung: «Paracelso como médico», en Paracelsica, Zurich 1942, pags. 9-ss.; aho- ra en Gesammelte Werke, tomo XV, pags. 21-3. " Gerhard Wehr: Carl Gustav Jung. Leben, Werk, Wirkung, Munich 1985, pags. 221- ss. y «Encuentro con la Alquimiay, pags. 300-ss. =. G. Jung: «Paracelson, en Gesammelte Werke, tomo XV, pigs. 11-88 20 partida, cargados de futuro, sobre problemas filos6ficos, psicolégicos y re- ligiosos que en nuestra época comienzan a adoptar una forma més cla- re”, Si se hace abstraccién de las corrientes de la moda, indefinidas y mas bien irritantes, que ahora dominan literalmente el mercado, hay sin em- bargo algunas manifestaciones que hacen mas comprensible la observa- cién hecha por Jung hace medio siglo de lo que podia serlo en 1941. Piénsese tan sélo en la necesidad de una comprensién del mundo y una configuracién de la vida integrales, unida a los esfuerzos por alcanzar un conocimiento interdisciplinar en el que se tome nuevamente en serio la dimensién de lo espiritual, de lo que confiere sentido a las cosas. Sin du- da, no se puede derivar de ello la recomendacién de un retorno a Para- celso y a las figuras afines del pasado. Pero, por otra parte, no hace falta especial justificacién para cerciorarse de la «herencia viva» que yace ocul- ta bajo algunas ideas epocales. Merece la pena examinarla de nuevo des- de un punto de vista critico. Para ello sirve de ayuda la seleccién de obras que Jolande Jacobi, una destacada alumna de Jung, publicé por primera vez en 1942. Lo hizo con apoyo de C, G. Jung, que le presté ayuda especialmente a la hora de confeccionar el glosario a emplear para la lectura de Paracelso. He- mos de hacer notar que la reedicién actualizada se hace también bajo el signo de un doble aniversario: el 24 de septiembre de 1991 se conme- mora el CDL aniversario del fallecimiento de Paracelso; el V centenario de su nacimiento es en 1993. Sobre la reedicién Como se verd en la bibliografia adjuntada en anexo, actualizada y am- pliada por el abajo firmante, hay distintas ediciones del texto que res- ponden al estado de la investigacién y las necesidades del usuario en ca- da momento. Aparte de la vieja edicién, redactada por Huser (en el siglo XVI), y de la nueva de Will-Erich Peuckert, en texto normalizado, sigue siendo definitiva la edicién de las obras completas a cargo de Karl Sud- hoff y W. Matthiessen. En ella se basa la presente seleccién, Ievada a ca- bo por Jolande Jacobi y dotada de un esbozo biografico. A la editora de 1941 y 1942 le importaba acercarse a los grandes temas °C. G. Jung: «Prdlogo a Paracelsica» (ver nota 10). a del de Hohenheim que también son importantes para el lector de hoy. Nos referimos al hombre, situado en los puntos de interseccién de Dios y la Creacién, la mortalidad y el destino, el pensamiento y la accién. Ya con esto queda claro algo de la visién universal que, hoy como ayer, ca- racteriza al médico Paracelso. Nunca se dedica sélo a la Medicina en el estricto sentido de la palabra, por no hablar de los planteamientos de un moderno especialista médico. Siempre se rige por el viejo principio her- mético: «Como arriba, asi abajo», es decir: todo est4 unido a todo... un criterio redescubierto en la actualidad. En lo que se refiere a la configuracién lingiiistica de las unidades tex- tuales seleccionadas, Jolande Jacobi sefiala al respecto en su prologo (1942): Para facilitar el acceso a Paracelso al hombre dedicado a su esfuerzo cotidia~ no, a los interesados e intelectuales de toda condicién y a los amigos de la Cul- tura alemana, sin distincién de lengua materna, se ha asimilado al uso lingiiistico actual el aleman de Paracelso, a menudo oscuro, impenetrable, arbitrario en estilo, estructura y forma de expresin y alguna vez incluso intencionadamente encubri- dor. Naturalmente, esto significa algo mas que una mera «traduccién». Porque a la asimilacién tenia que ir unida una interpretacién. Este comienzo aparente- mente osado puede tener su justificaci6n, si se piensa con calma. Paracelso hablé y escribié en un modero alto aleman temprano que, no obstante, como por asi decirlo personal creacién, contiene numerosas formaciones verbales arbitrarias, la~ tin vulgar y expresiones dialectales del interior de Suiza. Con ello se apunta la tarea de la editora. Una pequefia prueba de la lengua original de Paracelso (0 de la de sus transmisores) la ofrecen las ci- tas anexas a la biografia. Estan tomadas, en su tenor literal y ortografia, de la edicién completa de Sudhoff. J. Jacobi observa: «Son “confesiones” que deben transmitir toda su originalidad en el ambito de lo subjetivo, allé donde el contenido “sentimental tiene prelacién sobre el intelectual». El resto lo hacen las numerosas expresiones contempordneas que recorren to- do el libro. Estan recogidas en detalle, igual que las citas, en el anexo. Finalmente, hay que alegrarse de que el editor de las obras completas de C. G. Jung haya afiadido dos pertinentes conferencias del psicdlogo a modo de postdata: la conferencia sobre Paracelso pronunciada en junio’ de 1929, en el marco del Club Literario de Zurich, en la casa natal de Pa- 22 tacelso y en el Puente del Diablo de Einsiedeln, y la conferencia men- cionada al principio, pronunciada con ocasién de la celebracién del IV centenario organizada por la Sociedad Suiza de Historia de la Medicina y ude las Ciencias Naturales, el 7 de septiembre de 1941 en Basilea. Ambos textos estén tomados del tomo Xv de las obras completas de C. G. Jung. Finalmente, siguiendo las palabras del psiquiatra, s6lo queda constatar una cosa: Paracelso es una de esas grandes figuras del Renacimiento que hoy, después de cuatrocientos cincuenta afios, sigue resultandonos pro- blematica en su abismalidad 0, para decirlo con palabras de Paracelso so- bre Paracelso: «Quien sea fiel y devoto del enfermo, quien quiera seguir ala Naturaleza en su Arte, ése no huird de mip, Gerhard Wehr Schwarzenbruck bei Niimberg, en el CDL aniversario de la muerte de Paracelso 23 Prélogo Toda «seleccién» es un riesgo. No sdlo porque, a pesar de toda Ia in- tencién de objetividad, estara siempre condicionada por el gusto de la época y por la ubicacién intelectual de quien la lleva a cabo, sino sobre todo porque se plantea la tarea de recoger y transmitir una totalidad me- diante el desgajamiento de sus partes. Pero igual que el Cosmos se di- suelve en mil contradicciones cuando fijamos la vista en sus manifesta- ciones aisladas, también la personalidad —tanto més cuanto mas amplia, mas rica en tensiones y mas multiforme sea— se disgregar4 en contrastes cn apariencia incompatibles e insuperables en cuanto se espere recogerla mostrando todas sus facetas. Por eso, querer delinear en su integridad y singularidad a Paracelso, ese hombre enigmatico de un tiempo en transici6n, ese genio arbitrario vargado con el dinamismo de una época agénica y pugnaz, mediante una seleccién de sus escritos completos, parece tener pocas expectativas de éxito. Partiendo de ello, se ha evitado conscientemente el querer ates- tiguar todos los ramificados ambitos del pensamiento y la creacion de Paracelso mediante sentencias aisladas; antes bien, esta compilacién esta- ba orientada desde un principio a mostrar al gran solitario -liberado de todo lo que no es mas que temporal y accesorio— Gnicamente en sus ras- gos esenciales y vilidos a largo plazo. Si se mira hacia ellos, resplandece esa «unidad interna» a cuya orientadora luz la falta de consecuencia que pueda haber en la ilacién de los pensamientos, algunas oscuridades en la formacién de los conceptos, todas las aparentes discordancias intelectua- les y espirituales parecen sélo sendas accesorias de un camino trazado con amplitud y claridad. Desde ese punto de vista, los textos seleccionados se aunaban por si mismos en un resumen de la imagen del mundo de Paracelso, guiada por la linea conductora «chombre-Dios», que empapa e irradia todos los terre- nos como una vertical que se lanza hacia lo alto. Toda la obra de Paracel- so es como un hilar ese mismo tema en variaciones siempre nuevas, y re- 25 cuerda ora la ornamentacién del gético tardio, misteriosamente enmara- fiada y a menudo recargada, ora la clara y refinada linea de una fuga de Bach a varias voces. El hombre, como punto de partida y central, es su motivo fundamental. En el hombre culmina toda vida. Es el centro del mundo; todo esté referido a él. «En él se tocan Dios y la Naturaleza» (Wal- tershausen). Como imagen de Dios, ocupa el nivel maximo en el Cosmos. El principio de una jerarquia de la creacién, que va desde lo material hasta Dios como maxima cima, fue para Paracelso el punto desde el que supo conjugar todas las contradicciones de una mistica natural de tintes paganos y una fe cristiana y devota. La forma en que supo fundir en su personalidad ascetismo y alegria de vivir, piedad y sereno empirismo, es- piritu de investigador en las ciencias naturales y esperanza de salvacin, agudas dotes de observacién y apasionada sentimentalidad, conciencia critica y temperamento volcdnico sigue siendo hoy para nosotros, gentes desgarradas, misterio y nostalgia al mismo tiempo. Fuera cual fuera la for- ma de expresién con la que pugnara por hacer una afirmaci6n exacta so- bre los grandes temas del hombre, el mundo y Dios, ya ocurriera en el lenguaje de la Medicina, de la Magia, de la Alquimia, de la Astronomia © de otros campos de la vida y del pensamiento de su tiempo, lo tnico que quiso siempre fue dar testimonio del hombre, de su relacién con el creador y la creacién, su dignidad y su camino, sus obligaciones y sus ta- reas. En este orden del mundo del maximo y més consecuente caracter «antropocéntrico», como pocos lo percibieron antes que él y casi ninguno después de él, todo fluye légicamente de la misma fuente; en él la profe- sién se convierte en vocaci6n, la artesania en arte, la ciencia en sabidu- ria. A la vista de esta gran linea, todo lo demas resulta hojarasca, flore~ ciente o seca, pero nunca decisiva para sus conocimientos. Para serle completamente fiel, en la presente seleccién se ha renunciado a todo lo especificamente médjco, lo diagnéstico, lo terapéutico, lo especializado. Sobre todo, habia que mantener alejada de los textos la atmésfera de la supersticién, que tan facilmente y durante tanto tiempo velé su verdade- ra imagen. En consecuencia, habia que excluir aqui el a menudo resalta~ do aspecto del astrélogo, el vidente, el mago, el visionario, el fabricante de oro, experto en amuletos y taquigrafo, etc. Dado que nos falta el tras- fondo de una visi6n del mundo, no podriamos hacer justicia a la mente que se dedicé a tales 4reas; hoy slo podriamos y tendriamos que malen- 26 tenderle. Hemos perdido casi por completo la conciencia de aquellas wiandes relaciones que Paracelso atin tenia. Pero, dado que en la obra de laracelso cada miembro est4 unido organicamente al otro, los que mas jofundicen distinguiran atin en el material presentado los rasgos basicos ile los terrenos pasados por alto. Por las mismas consideraciones, se ha optado por ignorar en la selec «16n todo lo polémico, lo incidental, lo demasiado subjetivo en la obra. Aunque una observaci6n psicolégica podria interpretar estas peculiarida- les como resentimiento, como compensacion, como expresion de un ca- ticter volcinico en el que las contradicciones del espiritu de la época se \esumian en rencor, 0 como parte de la aspereza del lenguaje de la épo- +a, siguen teniendo una importancia secundaria para lo esencial de la per- sonalidad de Paracelso y su voluntad. Tras ellas resucita, sin que le afec- ten, el arrojado e incansable buscador de Dios, el humilde ser humano Varacelso, en su figura més propia. Y esta figura conserva aquellos valo- 1es que son imprescindibles para nuestra cultura cristiano-occidental en el presente y en el futuro, Forman la cherencia viva» que quiz4 pueda que- dar temporalmente ignorada, pero que con la aparicién de nuevas co- irientes espirituales reaparece bajo una luz cada vez mis brillante y ejer- «e unos efectos cada vez mis fuertes, aunque slo podremos volver a comprender sus ultimas profundidades cuando este mundo tantas veces secularizado se haya reencontrado con su Dios y su polinémico orden. En la seleccién de Hans Kayser, publicada en 1924 en Leipzig y ex- traordinaria en su género, se puede leer atin que el mundo de Paracelso es «completamente ajeno a la época actual, y sdlo raras veces en contac- to con ella», Pero ya hoy Paracelso nos dice mas que a nuestros padres. Esto parece no ser casualidad, y la creciente comprensién de su figura no se debe a la conmemoracién de los cuatrocientos afios de su muerte. Por- que, como él, también nosotros somos hombres de un gran periodo de transicién, también somos puente, que ha de unir una orilla que se hun- de con otra que apenas empieza a emerger, por encima de una corrien- te que todo lo arrastra. Su necesidad es similar a la nuestra, también po- demos compartir su ansiedad. Por eso, al contrario que antaiio, los pensamientos de Paracelso ya no deben estar reservados sdlo al médico, al cientifico de la Naturaleza o del Espiritu o al mistico, sino que deben hacerse accesibles al creciente nimero de buscadores de todos los estra- tos sociales. Al hombre que ha vuelto a ser receptivo a la alabanza de la 27 criatura y de su creador, al hombre que est4 en el camino hacia una nue- va realidad, esta seleccién de escritos podria transmitirle una idea de la poderosa vision de aquel gran hermano. Para facilitar el acceso a Paracelso al hombre dedicado a su esfuerzo co- tidiano, a los interesados ¢ intelectuales de toda condicién y a los amigos de la cultura alemana, sin distincién de lengua materna, se ha asimilado al uso lingiifstico actual el aleman de Paracelso, a menudo oscuro, impene- trable, arbitrario en estilo, estructura y forma de expresién y alguna vez incluso intencionadamente encubridor. Naturalmente, esto significa algo mas que una mera «traduccién». Porque a la asimilacién tenia que ir uni- da una interpretacién. Este comienzo aparentemente osado puede tener su justificacién, si se piensa con calma. Paracelso hablé y escribié en un alto alem4n temprano, que no obstante, como por asi decirlo personal crea- cién, contiene numerosas formaciones verbales arbitrarias, latin vulgar y expresiones dialectales del interior de Suiza. Es incansable, en apariencia en busca de una mayor precision e impacto, a la hora de dar a lo ya men- cionado expresiones siempre nuevas, de reforzar en cierto modo lo ya di- cho en constantes repeticiones y giros, circunstancia que dificulta nota- blemente la comprensién de sus escritos. A partir de una nueva y desacostumbrada visién de las cosas, tuvo que crearse, obligado por la necesidad, un nuevo lenguaje que en su dinami- co grafismo se adecuara mejor a sus intenciones que uno abstracto y con- ceptual © que la lengua latina de sus contemporaneos cientificos. Sus escritos estan entretejidos de manifestaciones de temperamento, expre- siones de fuerza y extrafias comparaciones, de concepciones a menudo fluidas y poco definidas, que parecen responder mis al actuar y tejer de la vida que a los rigidos conceptos y palabras tradicionales. Cuando se le- en sus obras se tiene muchas veces, a pesar de toda la fuerza que brota de ellas, la impresion de un primer esbozo plasmado con furia, en el que in- tentara aclarar y retener la corriente de sus pensamientos sin haberlos re- ducido ya a lo esencial; lo que puede haber sido otra de las razones de que produjeran tantos malentendidos. Dado que tenemos pocos manus- critos del propio Paracelso y nuestras fuentes principales estan formadas por las ediciones publicadas después de su muerte, a finales del siglo XVI y principios del XVII, por Huser, Bodenstein y otros, tenemos que atri- buir a esa circunstancia numerosos puntos oscuros, a pesar de todo el ana- lisis critico textual y correccién posteriores, como el Ilevado a cabo por 28 ejemplo por Sudhoff. Sin duda estas ediciones siguen los manuscritos ori- ginales, pero a menudo, debido a la letra dificil de desciftar, contienen y nos transmiten inexactitudes, muchas veces incluso amputaciones. Ade- mis, como es sabido, Paracelso casi siempre dictaba sus escritos, y a tal ve- locidad «como si el diablo hablara por su boca», segtn afirmaba su disci- pulo Oporino; con frecuencia fueron escritos de memoria por sus discipulos, y algunos incluso traducidos al latin sobre la marcha. De ahi que casi cada una de sus obras tenga diferente cardcter lingiiistico, y ha- ya por asi decirlo que «familiarizarse» de nuevo con cada una. Asi pues, no se puede hablar en el caso de Paracelso de manifestaciones verbal o artisticamente depuradas y ponderadas. Y dado que de todas formas lo que aqui importa es «s6lo» la totalidad intelectual y la intemporalidad de su vision del mundo, se ha llegado ~con todo el respeto a la expre- sién concreta— en primer término a una reproduccién del sentido en un lenguaje accesible para todos. Por tanto, la absoluta exactitud de pala- bra y giro tuvo a menudo que ceder el paso en favor de una elaboracién mis clara del espiritu y la voluntad de Paracelso, cuya custodia y en nin- gin caso violacién era el mas sincero anhelo. Por eso, parecia justificado ~sobre todo cuando esta seleccién no tie- ne pretensiones cientificas de ningiin tipo, sino que ante todo quiere ser una introduccién facil de leer, comprensible y clara— tratar el material co- mo si estuviera en lengua extranjera. El riesgo de exponerlo al malen- tendido por una reproduccién inexacta no era mayor que el de entregar a Paracelso al lector en texto original. Con todo, una pequefia prueba de la lengua original de Paracelso la oftecen las citas anexas a la biografia (cu- yo tenor literal y ortografia esta tomado de la edicién completa de Sud- hoff). Son «confesiones» que deben transmitir toda su originalidad en el ambito de lo subjetivo, alla donde el contenido sentimental tiene prela- cién sobre el intelectual. No se pudo evitar el que en tal versién se perdiera también algo del polen del lenguaje y del aroma medieval del contenido, aunque en nin- gtin caso se han tocado las comparaciones y metaforas y lo tachado sdlo elimina la hojarasca o puntos eventualmente duros, sin interrumpir el di- namismo propio del curso de los pensamientos. Se intenté constante- mente mantener en el estilo y en la eleccién de las palabras la fuerza y as~ pereza del lenguaje de Paracelso, y no dar entrada al aleman de raiz mas moderna. 29 Las numerosas ilustraciones se ofrecen como un apoyo eficaz a la hora de aclarar lo que en el texto pueda ser poco claro y extrafio. Deben con- tribuir a la comprensin del espiritu de aquella época e ilustrar el conteni- do de las citas. Todas las ilustraciones proceden de la época de Paracelso. Una serie de ellas le fueron probablemente conocidas. Son testimonios elo- cuentes de la vitalidad, profundidad y fuerza de configuracién de la volun- tad artistica que florecia por doquiera tras la invencién del arte de impri- mir y hallaba su plasmacién, entre otras cosas, en una gran cantidad de tallas y dibujos, caracteristicos y de alto valor, destinados a la decoracién de los libros. En una mezcla de contenidos mistico-simbé6licos y materiales toma- dos de la vida cotidiana, aportan una atractiva muestra del mundo de con- cepciones y la vida de la Baja Edad Media, y esperan poder aspirar a un in- terés histérico-cultural. En las ilustraciones reproducidas aqui estan representados la mayoria de los ilustradores de aquella época, entre ellos también algunos grandes artistas contemporaneos de Paracelso, como Durero, Leonardo da Vinci, Holbein, Burkmair, Amann y Weiditz. No solamente pueden facilitar el sabor del espiritu de la época y revivir su atmésfera, sino constituir, por asi decirlo, un hilo conductor que atraiga marcandole el camino la cu- riosidad y los sentidos del lector y le facilite también la orientacién te- miatica. La seleccién misma se hizo sobre la edicién completa de los escritos de Paracelso realizada por K. Sudhoff y W. Matthiessen, Obras completas de Paracelso (15 tomos en 2 secciones, O. W. Barth, Munich, y E, Olden- bourg, Munich). Las distintas citas se indican en anexo en una tabla pro- pia y se pueden encontrar por tanto facilmente en la edicién completa con ayuda de esta tabla. Se ha adjuntado también una lista de las ilustra- ciones, con indicacién de la fuente y su descripcién. En apoyo de la ela boracién lingiiistica y en la confeccién del glosario se emplearon ademas las ediciones originales de Huser, las de Adam von Bodenstein, Steyner, la seleccién de escritos de Hans Kayser y otra serie de obras. Estan rese- fiadas en la parte bibliografica. El apunte biografico que antecede a la se~ leccién no tiene la posibilidad de ser realmente exhaustivo ni en sus da- tos ni en la apreciacién de la personalidad de Paracelso; mas bien quisiera ser una incitacién a profundizar en las numerosas biografias descriptivas ¢ interpretativas, algunas de las ms importantes estan recogidas en la bi- bliografia del anexo. Hay que destacar entre ellas, de las antiguas, las de 30 Strunz y Netzhammer; de las recientes, las de Betschart y Sticker; para las personas interesadas en la problemitica religiosa, se remite a la de B. von Waltershausen. Una lista de lugares ¢ ilustraciones, un cuadro sindptico de bibliogra- fia, pero sobre todo el glosario, deberin servir de guia a quienes se aden- tren en el mundo de Paracelso. Aunque el lenguaje de Paracelso apenas se puede «explicar» y lo mejor es absorber sus imagenes, dejar que su di- nimica actée sobre uno, para entender qué es lo que hay «detrés de las palabras» —que en él siempre es lo esencial-, el glosario se esfuerza en orientar brevemente, de forma facil de entender y sin todo el lastre cien- tifico de un erudito, sobre las expresiones especificamente paracelsianas y el sentido de su empleo. Debe representar, por asi decirlo, un pequefio comentario a esta selecci6n e iluminar e ilustrar lo que todavia haya po- dido quedar poco claro, No obstante, en una autolimitacién consciente, abarca solamente aquellos conceptos y expresiones que aparecen en los textos recogidos aqui. La orientacién hacia un punto de vista unitario, la elaboracién lin- giiistica y la rica ilustracién podrin quiz hablar en favor de la edicién de esta seleccién de escritos. Junto con la bibliografia sobre Paracelso, hoy en dia ya casi inabarcable, espera aportar su contribucién y afirmar su es- pacio, dentro de su humildad firmemente delimitada. Con las palabras de Paracelso, no tiene otro objetivo que llevar al hombre moderno, en me- dio de su confusién, esa fuerza y esa fe que emanan de todo ser y todo actuar imperecedero y creador, ningtin otro objetivo que ayudarle a apo- yarse en la imagen de la compositio humana de Paracelso, en la nobleza y dignidad que atribuyé a los hombres, para sacar nuevas fuerzas de ello. Quisiera expresar una vez ms aqui mi mis sincero agradecimiento al profesor Dr. C. G. Jung por su apoyo en la composicin del glosario, asi como a él y al Sr. Oskar Schlag por facilitarme valioso material grafico y literario, pero sobre todo al profesor Dr. Horst von Tscharner, que me ayud6 en el esclarecimiento filolégico de los textos. Dra, Jolande Jacobi Zurich, otofio de 1941 ‘ua

También podría gustarte