Está en la página 1de 4

Comunicado de la Asociación Madrileña de Salud Pública en relación con

la desaparición de la Dirección General de Salud Pública y Alimentación


de la Comunidad de Madrid.

Mediante el Decreto 22/2008 de 3 de abril, por el que se establece la estructura


orgánica de la Consejería de Sanidad, el gobierno de la Comunidad de Madrid
decidió suprimir la Dirección General de Salud Pública y Alimentación y
extinguir el Instituto de Salud Pública. Las competencias de tales organismos
han sido disgregadas y repartidas entre la Dirección General de Ordenación e
Inspección y la Dirección General de Atención Primaria, dependientes de dos
Viceconsejerías distintas.

Para quien tenga dudas al respecto, la Salud Pública, que no debe confundirse
con la sanidad pública, ha sido definida, entre otras muchas formas como la
“acción colectiva para la mejora permanente de la salud de la población”. Su
objetivo es por tanto la salud de los colectivos humanos, no la de los individuos
aisladamente. Constituye un conjunto de disciplinas científicas y conocimientos
técnicos específicos que se ocupan básicamente de conocer, vigilar, prevenir y
controlar la aparición y desarrollo de epidemias o formas colectivas de
enfermar, como pueden ser el sida, la obesidad, el cáncer, la gripe aviar o las
intoxicaciones masivas como el tristemente célebre síndrome del aceite tóxico.

Algunos aspectos que conciernen a la Salud Pública son la seguridad del agua
y alimentos que consumimos, las vacunas, los estilos de vida (tabaco, alcohol,
ejercicio físico, dieta, hábitos higiénicos, etc.), el medio ambiente, la salud en el
trabajo o las desigualdades en salud (sociales, de género, etc.). Se ocupa
también de que las personas tengan a su alcance la información disponible que
les permita gozar de la mayor autonomía posible para proteger y mejorar su
estado de salud en un medio siempre dinámico.

Como ya en su momento manifestaron los trabajadores y las trabajadoras de


Salud Pública, a través de un comunicado que ha recibido cerca de 5000 firmas
de apoyo de profesionales sanitarios y de la ciudadanía en general, esa
decisión del gobierno de la Comunidad de Madrid constituye un grave error y
una importante amenaza para los servicios de Salud Pública, y
consecuentemente para la salud de la población.

Salvo la Comunidad de Extremadura, no existe ninguna otra Comunidad


Autónoma en nuestro país que no cuente con una Dirección General de Salud
Pública u organismo similar que integre todas las funciones de Salud Pública.
Recientemente, la Comunidad de Andalucía ha elevado al rango de Secretaría
General al organismo encargado de asumir las competencias de Salud Pública,
manifestando con ello la relevancia que el gobierno andaluz otorga a tal campo
del saber científico y profesional y a sus competencias en el conjunto del
sistema sanitario. Asimismo, el gobierno valenciano en el año 2005 promulgó la
Ley de Salud Pública de la Comunidad Valenciana, y el gobierno catalán ha
aprobado recientemente un proyecto de Ley de Salud Pública, ejemplos ambos
de una preocupación por mejorar las estructuras de gestión de Salud Pública,
adaptándolas a los nuevos retos que nuestra sociedad plantea.

1
El informe de 2008 de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración
Sanitaria (SESPAS), expone la necesidad, desde hace tiempo puesta de
manifiesto, de realizar un replanteamiento de las funciones, estrategias y
organización de la Salud Pública en nuestro país, con el fin de adecuarla a la
realidad actual y dotarla del liderazgo del que hasta ahora ha carecido.

La nueva Estrategia Sanitaria de la Unión Europea para el periodo 2008-2013


requiere, para alcanzar el primero de sus tres objetivos (“Promover la buena
salud en una Europa que envejece”), “mayor capacidad en Salud Pública, por
ejemplo incrementando la formación y las estructuras de Salud Pública”. Y
como acción fundamental para alcanzar el segundo objetivo (“Proteger a los
ciudadanos de las amenazas a la salud”), propone “reforzar los mecanismos de
vigilancia y respuesta a las amenazas a la salud, incluyendo la revisión de las
atribuciones encomendadas al Centro Europeo para la Prevención y Control de
Enfermedades”.

La Organización Mundial de la Salud, en su Informe Anual sobre la Salud en el


Mundo de 2007 (“Un porvenir más seguro: protección de la salud pública
mundial en el siglo XXI”), establece entre sus recomendaciones finales la
necesidad de un “aumento de los recursos mundiales y nacionales destinados
a la formación de personal de Salud Pública, la mejora de la vigilancia, el
desarrollo y fortalecimiento de los medios de laboratorio, el apoyo a las redes
de respuesta, y la continuidad y la progresión de las campañas de prevención.”

Mientras desde todos los ámbitos, regionales, nacionales e internacionales,


científicos y políticos, se pone de relieve la importancia creciente de la Salud
Pública y se demanda un mayor esfuerzo inversor en estructuras y formación,
para atender a los nuevos retos sanitarios de nuestra sociedad global, el
gobierno de la Comunidad de Madrid decide inexplicablemente disminuir tal
inversión y disolver la estructura existente, disgregando sus recursos y por
tanto debilitándolos.

Desde que en 1984 se realizaron las transferencias en materia de Salud


Pública a la Comunidad de Madrid, la estructura organizativa que asumió esas
competencias no cesó de crecer y consolidarse hasta hace algunos años. La
creación en 1991 de la Dirección General de Prevención y Promoción de la
Salud, con el desarrollo posterior de la organización territorial en las Áreas de
Salud, supuso un fuerte impulso organizativo y funcional para la Salud Pública
madrileña, que pasó en poco tiempo a constituirse en una organización
modélica dentro y fuera de España. En 1999 esta estructura paso a
denominarse Dirección General de Salud Pública. Fue ésa la organización que
en 1996 atajó con gran profesionalidad el mayor brote de legionelosis ocurrido
hasta entonces en el mundo, y que gestionó eficazmente las crisis sanitarias de
la epidemia de meningitis, las dioxinas en la carne de pollos belgas, o la
enfermedad de las vacas locas.

La creación en 2001 del Instituto de Salud Pública, en el marco de la Ley de


Ordenación Sanitaria de la Comunidad de Madrid (LOSCAM), fue una medida
controvertida. Si bien se pretendía reforzar la actuación de Salud Pública a

2
través de nuevas formas de gestión y de un mayor protagonismo de aquélla en
la mencionada ley, el nuevo modelo recibió numerosas críticas de los
profesionales afectados, cuyos temores se vieron confirmados poco tiempo
después. En cualquier caso, la medida se hallaba en línea con el desarrollo
progresivo que la estructura de Salud Pública de la Comunidad de Madrid
venía manifestando desde su creación.

Sin embargo, el nuevo gobierno de la Comunidad de Madrid presidido por


Esperanza Aguirre desde 2003, ha supuesto desde el principio un freno
importante para las aspiraciones de la Salud Pública madrileña. La
decapitación en ese año del Instituto de Salud Pública, subsumido como un
engendro en la Dirección General de Salud Pública y Alimentación, y el
nombramiento de un equipo directivo que llevó a la deriva a la organización
durante cuatro años, constituían el preludio de la demolición actual si se mira
retrospectivamente. El trabajo y el esfuerzo que durante 20 años han venido
realizando numerosos profesionales se ha visto menospreciado e ignorado en
los últimos años y echado a perder finalmente de una forma que resulta
ofensiva para cualquiera que sienta un compromiso real con la Salud Pública.

Desde la misma aparición de los Decretos 22/2008 y 23/2008, en los que las
competencias de la extinta Dirección General de Salud Pública y Alimentación
se reparten en el organigrama de la Consejería de Sanidad sin claridad ni
criterio, se ha podido ver que no estamos ante un cambio de modelo, sino ante
la eliminación de uno anterior sin recambio previsto. Las dudas,
improvisaciones y rectificaciones que los equipos directivos responsables de
gestionar la operación de derribo han venido mostrando en estos casi tres
meses, confirman la falta de perspectiva futura en Salud Pública por parte de
este gobierno. Resulta a todas luces imposible recomponer o remodelar, dentro
del nuevo marco organizativo, el entramado de funciones que la estructura
anterior soportaba sin asumir ineficiencias y un déficit importante de calidad.

Ejemplo palmario de esta falta de visión, es la tendencia a la separación de los


profesionales dentro del nuevo esquema organizativo según su titulación.
Todas las voces autorizadas fuera y dentro de nuestro país vienen
reivindicando desde hace tiempo la multidisciplinaridad e intersectorialidad
como señas de identidad de la Salud Pública. En una sociedad global como en
la que vivimos resulta completamente anacrónico que se encasille en distintos
departamentos y competencias a profesionales de la medicina, la enfermería,
la veterinaria o la farmacia. Este tipo de decisiones solo pueden explicarse
desde una voluntad ajena a los intereses de la Salud Pública.

Los argumentos que se han esgrimido para justificar esta decisión por parte de
la Consejería de Sanidad, la consecución de una actividad inspectora más
coordinada (sea o no de Salud Pública) y la integración de actividades de
prevención de la enfermedad y promoción de la salud con la Atención Primaria
de salud, resultan tan irrelevantes para justificar una decisión de esta
envergadura desde un punto de vista técnico, que no podemos considerar ésta
como una decisión de política sanitaria, sino como una decisión política sin más
apelativos.

3
Desconocemos los verdaderos motivos que han llevado a eliminar la Dirección
General de Salud Pública y Alimentación. No podemos dejar de señalar, por su
evidencia y por su trascendencia social, la relación existente entre la decisión
de la que hablamos y otras decisiones más o menos recientes relativas a los
servicios públicos de sanidad y educación, tendentes en su conjunto al
debilitamiento del sector público y el fortalecimiento del privado. Pero además,
cuanto más meditamos en ello, más se nos revela en esta decisión un
trasfondo de ignorancia, de desconocimiento de lo que es la Salud Pública, de
su importancia en la sociedad actual.

A buen seguro que esta errónea y trascendente decisión será revisada en un


futuro no lejano y la razón de los hechos se impondrá a la sinrazón. Sea cual
sea el modelo que se adopte, las competencias en Salud Pública y sus
estructuras organizativas volverán a reunirse y a ocupar un lugar más
destacado entre las prioridades de nuestros gobernantes. Del tiempo que tarde
en repararse esta enorme equivocación dependerá el mayor o menor daño a la
salud de los madrileños y las madrileñas. De ese lapso de tiempo dependerá
por tanto la probabilidad de que nos hallemos mejor o peor preparados ante
cualquier amenaza abrupta y global a la salud de la población, amenazas cada
vez más propias de nuestra sociedad actual, ya sea en forma de gripe aviar,
bioterrorismo, ola de calor, intoxicación alimentaria o ambiental masiva o
cualquier otra nueva enfermedad infecciosa emergente.

Por todo ello, y desde nuestra dilatada experiencia como profesionales


comprometidos con la salud colectiva, encarecemos al Sr. Consejero de
Sanidad, D. Juan José Güemes, y a nuestra presidenta regional, Dª Esperanza
Aguirre, que reconsideren su decisión y revisen urgentemente en su esquema
de prioridades la potencialidad de una estructura sólida de Salud Pública que
mejore y proteja la salud de los y las madrileñas. Esta es una decisión de
graves consecuencias, se hagan evidentes o no a corto plazo.

También podría gustarte