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GENARO R. CARRIO ALGUNAS PALABRAS SOBRE LAS PALABKAS DE LA LEY ABBLEDOO PERRO T BUENOS AIRES IMPRESO EN LA ARGENTINA en los Talleres Graficos de A. Baiocco y Cia. S.R.L. cl 15 de Febrero de 1971. - Inscripto en_el Registro Nacional de la Propiedad Intelectual (Ley 11.728) © Asexepo Perrot, Buenos Aes, 1971, El 5 y el 12 de septiembre de 1970 pro- nuncié dos conferencias en la Facultad de Derecho de la Universidad de Belgrano, como parte de un ciclo que contd con la participacion de varios juristas. Se trataba, segun entendi, de aportar algunas contri- buciones, desde distintas perspectivas, a la clarificacién del chmulo de problemas que los tedricos del derecho tratan bajo el con- fuso rétulo de “interpretacidn”. El presente ensayo reproduce lo que juzgué util y apropiado decir en esa opor- tunidad. No he modificado el texto de las conferencias sino en aspectos de detalle. Agradezco a la Universidad de Belgrano por haberme invitado a hablar en ese ciclo ‘ GENARO R. CARRIO y expreso mi reconocimiento a Eduardo A. Rabossi por sus observaciones criticas al manuscrito original. GENARO R. Garrid Buenos Aires, septiembre de 1970. SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY CapituLo I INTRODUCCION Siguiendo una vieja y aceptable practica voy a comenzar por el principio. Hace ya unos afios —siete, para ser preciso~ dicté tres clases en un ciclo organizado por la Universidad Nacional de Buenos Aires, a cuyo cuerpo docente por ese entonces per- tenecia. No recuerdo con exactitud el titu- lo general con que bauticé a mis clases; sdlo recuerdo que era largo y atroz. Dos afios mds tarde, en 1965, las conferencias fueron publicadas. Introduje en ellas algu- nas modificaciones de detalle y muy pocos agregados. Ademas, les adosé un apéndice, consistente en comentarios al texto y en referencias bibliogrdficas. Fl resultado fue a GENARO R. CARRIO un pequefio volumen que aparecié bajo el titulo de Notas sobre derecho y lenguaje *. Durante el tiempo que medio entre las conferencias y la publicacién del libro ad- vertf que habia incurrido en no pocos erro- res. No intenté enmendarlos entonces ni lo he hecho hasta ahora. Alguna vez tra- taré de hacerlo. Ninguno de esos errores, empero, afecta de manera sustancial Jas ideas centrales que expuse en relacién con los problemas que los juristas examinan bajo el rétulo impreciso de “interpreta- cién”’. Algunas de esas ideas han dado lugar a malos entendidos. Seria una inaceptable presuncién de mi parte suponer que las incomprensiones no me son imputables, ni siquiera parcialmente. Mas bien me incli- no a creer que no supe expresarme con claridad. Como ese defecto es remediable, trataré de ponerle remedio. ' Kd. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1965. 1a SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY Utilizaré como guia para hacer las acla- raciones y/o rectificaciones del caso las cri- ticas que me ha formulado el Profesor Se- bastidn Soler en su reciente y notable libro Las palabras de la ley*. He elegido ese camino por tres razones de distinto tipo y peso. Primero, porque pienso que si un lector tan lucido e informado como Soler ha entendido mal ciertos pasajes de mi obra, esos pasajes adolecen de oscuridad. Segundo, porque creo que la discrepancia polémica, cuando se ejerce con altura y res- peto mutuo, y cuando hay el sincero in- tento de comprender e] punto de vista aje- no, constituye un motor indispensable para el progreso de una disciplina como la Teo- ria General del Derecho. Finalmente, por- que entiendo que si Soler me ha hecho el alto honor de criticar en detalle cosas que yo he escrito, tengo el deber —no sé si mo- ral o académico— de ocuparme de sus obje- 2 Ed. Fonde de Cultura Econémica, México, 1969. GENARO R. CARRIO ciones. Serfa por lo menos una falta de urbanidad dejarlas caer en el vacio. Dividiré la exposicién en dos partes. La primera consistira: a) en una_ sin- tesis de los puntos de vista principales que, en relacién con algunos aspectos de la llamada “‘interpretacién” o “interpretacion de la ley’, sostuve y defendi en el ensayo de 1965; y b) en una sintesis de las criticas que a esos puntos de vista ha hecho Soler en su libro. Asi quedaran planteados los términos del desacuerdo, que parece ser abismal. En la segunda parte confrontaré las cri- ticas con las tesis criticadas. Examinaré en qué medida los ultimas resisten el embate de las primeras, si es que lo resisten. Vere- mos entonces si las objeciones obligan a reformular las tesis objetadas y, en su caso, qué aspectos de estas ultimas requieren tal reformulacién y hasta dénde la hacen ne- cesaria. SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY CarituLo II SINTESIS DE LAS POSICIONES ENCONTRADAS 1. Sintesis de la posicion criticada Las tesis o puntos de vista en juego, que han sido blanco directo o indirecto de cri- ticas, son los que se resumen a continua- cién. A. FEllenguaje del derecho, esto es, el de las normas o reglas juridicas, es lenguaje natural. Aqui la expresién “‘lenguaje na- tural” se opone a la expresién “lenguajes formalizados’. Estos ultimos se caracteri- zan porque sus términos son absolutamen- te precisos y rigurosamente inequivocos. Tal es lo que ocurre, por ejemplo, en el ia , GENARO R. CARRIO campo de la légica simbédlica y en el de la gcomcetria pura, disciplinas muy poco pro- clives al eufemismo y al calembour, Las palabras de los lenguajes naturales, entre cllas as que aparecen en las normas juridi- cas, no poseen aquellas caracteristicas. Co- mo el derecho es una técnica de control social cuyas reglas se usan para dirigir u orientar acciones humanas concretas, para posibilitar acciones humanas concretas y para juzgar acciones humanas concretas, sus reglas tienen que estar formuladas en lenguaje natural o ser definibles en pala- bras pertenecientes a este ultimo. B. Los lenguajes naturales exhiben cier- tas notas que es pertinente destacar aqui. Antes de indicar someramente cudles son, vale la pena sefialar que, pese a las mismas, que desde el punto de vista de los lenguajes formalizados, o de las disciplinas que se va- len de ellos, suelen verse como deficiencias de los lenguajes naturales, éstos son y seran Vy SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY una insustituible herramienta de comu- nicacién para todos los fines de la vida practica. Las notas aludidas son las siguientes: a) Los lenguajes naturales contienen ex- presiones ambiguas. Esto quiere decir que una misma palabra, en tanto fonema o gra- fismo, puede tener distintos significados seguin los diferentes contextos en que vaya insertada, o bien que una misma palabra puede tener distintos matices de significa- do en funcién de esos contextos diversos. Quiere decir también que junto a los usos centrales de un vocablo hay extensiones metaforicas y figurativas. Con estas caracteristicas se conecta, ade- mas, el hecho importante de que una mis- ma palabra puede ser usada para designar una multitud de objetos que no tienen pro- piedades comunes a todos ellos. Existen reglas complejas, muchas veces no desen- trafiables sin esfuerzo, que suministran los 1 a GENARO R. CARRIO criterios de aplicacién de esa palabra. La existencia de propiedades comunes es sdlo una de las muchas razones que pueden jus- tificar el uso de una misma palabra para referirse a una variedad de hechos, situa- ciones 0 fenédmenos concretos aparente- mente disimiles. Muchas veces éstos se hallan unidos por intricadas relaciones de parentesco que, por un lado, no responden a la existencia de propiedades comunes a todos los objetos y, por otro, fuerzan a des- cartar la pretensidn de que todo cuanto hay es una mera homonimia. Pongamos un ejemplo que puede ayudar a entender mejor cl] fendmeno que me in- teresa destacar. La palabra “derecho” quie- re decir cosas distintas —o, en todo caso, no quiere decir exactamente ]o mismo— en las siguientes frases: (i) La esclavitud es una institucién contraria a derecho. an SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY (ii) El derecho francés se asemeja mas al derecho espaiiol que al inglés. (iii) Los padres tienen el derecho de guiar Ja educacién de sus hijos. (v) Mientras que la Fisica y la As- tronomia son ciencias naturales, el Derecho y la Historia no lo son. (vi) El Dr. Eduardo A. Vasquez es profesor de Introduccion al De- recho. (vii) Francisco Real era un hombre derecho. Seria muy interesante, sin duda, que nos detuviéramos a examinar en qué difieren estos usos y cuales son las reglas lingitisticas que justifican el empleo de la palabra “‘de- recho”’ con significados 0 matices de signi- ficacién distintos en esos distintos contex- tos. La tentacién es grande pero no pode- GENARO R. CARRIG mos ceder a ella sin riesgo de desarticular la exposicién. b) Los lenguajes naturales contienen pa- labras vagas. Con esto quiero referirme al siguiente fendmeno: muchas veces el foco de significado es unico, y no plural ni par- celado, pero el uso de una palabra tal como de hecho se la emplea, hace que sea incierta o dudosa la inclusién de un hecho o de un objeto concreto dentro del campo de accién de ella. Hay casos tipicos frente a los cua- les nadie en su sano juicio dudartfa en apli- car la palabra en juego. Hay casos clara- mente excluidos del campo de aplicacién del vocablo. Pero hay otros que, a dife- rencia de los primeros y de los segundos, no estan claramente incluidos ni exclui{dos. Estos hechos u objetos, de clasificacién dudosa, estan ubicados, por decirlo asi, en una zona de penumbra que circunda el arca de significado claro de la palabra. La duda es legitima y no surge de un desco- Oo SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY nocimiento de las propiedades del objeto a clasificar. No es como la duda que puedo tener sobre si la sombra que veo en el jardin es proyectada por un arbol o por un visitante furtivo. A esa duda puedo disi- parla examinando las cosas mas de cerca. La otra duda, la que aqui nos interesa, no se origina en ignorancia acerca de los he- chos de] mundo, sino que es producida por las caracteristicas de muchas de las pala- bras clasificadoras que empleamos. Por eso no puede ser aventada de aquella misma manera. Dichas palabras son periférica- mente indeterminadas, Para incluir o ex- cluir el caso marginal es menester tomar una decision. No todas las palabras vagas lo son de la misma manera ni lo son por las mismas ra- zones. La vaguedad de las palabras “‘noche” y “‘dia’’, que priva de sentido a la pregunta “aa qué hora precisa comenzé la noche (0 el dia)?”, es de distinto tipo que la vague- 1g GENARO R. CARRIO dad de la palabra “‘edificio”. No hay duda de que e] Palacio del Congreso es un edi- ficio y de que la Venus de Milo no lo es. Pero gqué diremos de una tapera, de una casa prefabricada, de un faro, de una ata- laya, del Coliseo Romano, de un igloo, de un galpon, de la Piramide de Cheops, de un refugio antiaéreo subterraneo, de un palomar, del Puente del Rialto, de una gi- gantesca burbuja de material plastico don- de se aloja una exposicién o de la tumba de Rivadavia? A diferencia de lo que ocurre con pala- bras como “noche”, “dia”, “joven”, “vie- jo”, “alto” y “bajo”, en cuyo uso normal el lenguaje recoge propiedades que se presen- tan en la forma de un continuo que sdlo puede recortarse nitidamente pagando el precio de la arbitrariedad, en el caso de “edificio” el uso no determina con preci- sién cuales son las condiciones necesarias y 20 SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY suficientes que debe satisfacer un ejemplar concreto para ser ‘‘correctamente” llama- do “‘edificio”’. c) Los lenguajes naturales exhiben una textura abierta. Esto quiere decir que aun cn el supuesto del empleo de palabras que no son de hecho usadas con vaguedad pue- den presentarse perplejidades o desconcier- tos legitimos, Ello ocurre cuando aparece un caso Jo suficientemente andmalo como para poner en crisis los criterios de aplica- cion de las palabras, criterios que ingenua- mente creiamos delimitados y precisos. No es posible agotar la descripcién de un ob- jeto material. Por ello tampoco podemos prever todos los aspectos del mismo en que puede darse una modificacion relevante ni, por supuesto, los alcances o efectos de tal modificacién. No todas las caracteristi- cas no connotadas por una palabra estan por ello excluidas como irrelevantes. Al- gunas no han sido consideradas. a] GENARO R. CARRIO Supongamos que en un rincén inexplo- rado del planeta habita una comunidad de individuos que, subitamente, toman con- tacto por vez primera con un grupo de hombres, Esos individuos tienen forma humana; hablan un lenguaje traducible sin gran esfuerzo al idioma de los hombres que los han descubierto; imprimen y leen li- bros; aman, odian, sufren y se alegran co- mo nosotros y por motivos semejantes a los nuestros; han desarrollado ciencias y artes; poseen una tecnologia avanzada y viven bajo instituciones politicas semejantes a las nuestras. ¢Estariamos dispuestos a llamar- los “‘hombres’’ —en el sentido corriente o vulgar de esta palabra— si, ademas de esas caracteristicas, tuvieran una estatura pro- medio de quince centimetros y durmieran durante todo el invierno? ¢Y si su estatura y habitos de descanso fueran como los nuestros pero vivieran trescientos afios? ¢Y si vivieran lo que vivimos nosotros pero su os SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY existencia fuera discontiua, esto es, salpi- cada de eclipses totales de variada dura- cién? Es evidente que nuestro lenguaje no esta equipado para hacerse cargo de hechos 0 situaciones que divergen considerable- mente de las usuales 0 que se dan en una coyuntura o se proyectan en un trasfondo totalmente inesperado. Este fendmeno de la textura abierta o vaguedad potencial de las palabras afecta a todas las que usamos para hablar del mundo en que vivimos y de nosotros mis- mos. Cuando se presenta el caso andmalo, su inclusién o exclusién bajo el dominio de la palabra en juego no estan guiados por los usos lingtiisticos vigentes. Si lo inclui- mos o excluimos es en base a otras con- sideraciones, C. Es verdad que desde mucho tiempo atras los juristas se han preocupado de dar precision a los términos que emplean, mu- chos de los cuales son ininteligibles para los oe a GENARO R. CARRIO legos, o tienen un sentido distinto del que la misma palabra posee en el habla comun. ‘También es cierto que ese esfuerzo de los juristas se ve reflejado en las reglas de de- recho positivo, que han acogido muchas de esas expresiones técnicas. A pesar de todo, aunque atenuadas, las incertidumbres sub- sisten. Y ello es asi por algo que ya sefia- lamos. A saber, porque el derecho no po- dria cumplir sus funciones de guiar actos humanos y posibilitar su apreciacion si sus palabras no fueran definibles en términos del lenguaje natural. Por lo tanto, las caracteristicas de los len- guajes naturales que sefialé en el apartado anterior aparecen también, en mayor o me- nor grado, en las normas juridicas. D. Los hechos que acabo de destacar in- fluyen obviamente sobre la situacién del juez, o de cualquier otra persona que, a semejanza de éste, tiene que determinar si un caso concreto dado se encuentra o no SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY comprendido por las palabras generales de una regla o de un conjunto de ellas. El juez tiene frente a sf hechos o situaciones que muestran una enorme riqueza y varie- dad de notas y matices, y debe alojarlos en los casilleros disefiados de antemano por las reglas generales. Hay casos concretos que quedan com- prendidos por el nucleo de significado cen- tral de las reglas, pero también hay otros que quedan ubicados en la zona de penum- bra de ellas. La solucién de los casos claros no ofrece problemas. Los problemas se presentan cuando se trata de resolver los casos dudosos. Aqui las reglas no dictan la solucién. Para que ésta no sea arbitraria, y no tiene por qué serlo, tendra que estar fundada en consideraciones no recogidas por el insuficiente lenguaje de aquéllas. £. De lo que llevamos dicho se sigue: a) Que las reglas del sistema no solu- cionan todos los casos concretos; para re- ae 24 GENARO R. CARRIO solver los que se hallan ubicados en la zona de penumbra los jueces tienen que adoptar decisiones genuinas y fundarlas en otros criterios de justificacion. b) Que, por eso mismo, para ser un buen juez no basta con conocer las normas vigentes. Ademds hay que tener una con- ciencia sensible a los valores morales, eco- nomicos y politicos —en sentido amplio— que estan en juego, asi como una adecuada informacién de hecho relacionada con esos problemas valorativos. c) Que si bien las normas del sistema no dictan las soluciones de los casos de la penumbra, sf estructuran y organizan las innumerables situaciones de hecho concre- tas que quedan comprendidas por el area central de significado de aquellas reglas. Los casos litigiosos, por fortuna, son una minorfa. Si hay zonas de penumbra es por- que hay focos de luz. 2h SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY F, Hay pensadores que son ciegos fren- te a los problemas de la penumbra y creen —o prefieren creer— que todos los casos concretos pueden ser resueltos con funda- mento exclusivo en las reglas del sistema, o en combinaciones de ellas. Se los ha lla- mado ‘‘formalistas’’. Hay otros pensadores que, obsesionados por los problemas de la penumbra, no ad- vierten —o no quieren advertir— el papel primordial que las reglas desempefian en la vida cotidiana de una sociedad. Se los ha llamado “realistas’’. Unos y otros estan equivocados. No es- tamos compelidos a optar entre un mundo de reglas rigidas e inflexibles y un caos de decisiones individuales. No tenemos que elegir entre el paraiso de los conceptos ju- ridicos justamente satirizado por Ihering y el infierno que seria una sociedad someti- da a los reflejos condicionados de los jue- ces de Jerome Frank. Si se me permite una ae “i GENARO R. CARRIO metafora ludica diré que no estamos for- zados a decidir entre el ajedrez y el catch, actividades ciertamente disimiles pero que, no obstante su radical desemejanza, 0, pa- raddjicamente, quizas por ella, tienen algo importante en comun. A saber, que pue- den facilmente prescindir del arbitro, por- que en la primera casi no hay zonas de pe- numbra y en la segunda casi no hay reglas. Aun a riesgo de incurrir en el pecado de abusar de una metdfora, diré que el “jue- go’’ del derecho no se puede jugar bien sin arbitro, porque a diferencia de lo que ocu- rre en el catch, en el derecho hay muchi- simas reglas, y todas ellas, 0 casi todas ellas, a diferencia de lo que ocurre en el ajedrez, estan circundadas por una zona de penumbra. Los “‘formalistas”’ y los ‘“‘realistas’’ estan equivocados. E] dilema “‘o reglas inflexi- bles y completas o ausencia total de nor- matividad” es manifiestamente falso, pese 2s SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY a que recibe la adhesién expresa o tacita de ambos bandos. La verdad es que hay reglas y que ellas desempefian una funcién primordial en la vida de toda sociedad, pero esas reglas no resuelven todos los pro- blemas concretos. La expresién “‘reglas in- flexibles” no es pleondstica y la expresion “reglas periféricamente indeterminadas” no es contradictoria, 2. Intermedio Tales son, sintéticamente expuestos, los puntos de vista que, hace ya varios afios, sostuve en relacion con algunos aspectos de los numerosos y heterogéneos proble- mas que los juristas examinan bajo el ré- tulo espuriamente unificador de la “‘inter- pretacion de la ley’. Esas enunciaciones, por supuesto, estan muy lejos de agotar el tema. Este tiene muchos otros aspectos que yo no he tocado, ey GENARO R. CARRIO Para concluir con esta sintesis haré refe- rencia a algo que no sostuve, pero que se me atribuye haber sostenido. En el capt- tulo primero de Notas sobre derecho y len- guaje crei conveniente distinguir entre dos posibles fuentes de confusidn capaces de afectar o frustrar una comunicacién lin- giiistica. Una de ellas se manifiesta en aquellas situaciones en las que nos senti- mos desconcertados porque no sabemos como tomar algo que hemos escuchado o leido. Esto es, porque tenemos dudas acer- ca de su fuerza. Con otros términos, no sabemos si se trata de una exhortacidn, de un ruego, de una amenaza, de una orden, de la expre- sion de un propésito, de una promesa, de una pregunta o de algunas de las muchas otras cosas que se pueden hacer con pa- labras. Es cierto que introduje ese tema y que me detuve en é] el tiempo suficiente como 2) SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY para cometer algunas equivocaciones que preferiria no haber cometido. Pero no \raje a cuento ese tépico para conectarlo con ninguno de los Hamados problemas de “interpretacién’’, someramente exami- nados en el capitulo I del libro. Lo hice para conectarlo con las disputas entre los juristas, cuestién que examiné, también someramente, en el capitulo III. En ninguna parte sostuve que la incer- tidumbre concerniente a la fuerza de un enunciado constituia un factor adicional de imprecisién en la labor interpretativa que realizan los jueces. Quizas no hubiera sido desacertado haber dicho algo al res- pecto; lo cierto es que no lo dije. Veremos seguidamente cuales son las criticas que la posicién resefiada ha mere- cido 0, en todo caso, que ha recibido. No enfrentaré cada tesis con su intento de re- futacion porque, ademas de ser de ejecu- cién dificil, ese método afectarfa la cohe- GENARO R. CARRIO sidn interna de la postura critica, que deseo presentar con objetividad y sin distorsio- nes. Para eso trazaré un cuadro general de ella, dividido en aserciones separadas, que no se corresponden una a una con las que acabo de resumir como sustentadas por mi. En la segunda parte, como dije, haré un balance de los dos enfoques y trataré en- tonces de analizar las posiciones opuestas —0O aparentemente opuestas— con mayor grado de precision. 3. Sintesis de las criticas La posicién que sustenté en el ensayo de 1965 ha sido severamente criticada por Soler. La critica, aunque cortés, ha sido implacable. Puede sintetizarse de la mane- ra siguiente. A. Para advertir cuales son las caracte- risticas del lenguaje juridico —esto es, el de las normas de derecho— no hay que leer yo ,2 SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY a estas Ultimas como las lee el juez en tran- ce de dictar sentencia. Hay que leerlas como las leen los hombres corrientes en cuanto miembros de una polis para la cual las palabras de las normas constituyen de- recho positivo. Ver al derecho tal como lo ve el juez en el momento en que tiene que interpretarlo es concebir al derecho como derecho judicial. Ese es un error de graves consecuencias. B. Es cierto que el lenguaje comun es ambiguo y vago. También es verdad que el lenguaje juridico no es, ni podria ser, un lenguaje formalizado. Lo que ocurre es que la sola insercion de un modo expre- sivo en el contexto de una norma convier- te en expresion técnica a la mas comun de las palabras. Esa transformacidn basta para corregir las deficiencias del lenguaje co- mun. No es que la ciencia del derecho cree un sistema de significaciones precisas que cede en préstamo al legislador. Fl proceso 29 Pe GENARO R. CARRIO real se produce precisamente en Ja direc- cion inversa. C. Tal transformacién del sentido vul- gar de las palabras en sentido técnico y preciso esta ligada a cinco fenédmenos o procesos que —se dice— son distinguibles. Se trata de los siguientes: a) Operatividad. La incorporacién de un modo expresivo a la estructura de una norma juridica hace que esa expresion ad- quiera un inequivoco sentido dispositivo. No narra, ni aconseja ni se burla; manda, y entiende mandar una cosa precisa. Esto significa, pues, que cuando la ley emplea una expresién ésta tiene un sentido pre- ciso y dispositivo. b) Definicién. Cuando la ley habla, siempre acota, limita, define. La ley no puede mandar y prohibir la misma cosa simultaneamente. El principio normativo de no contradiccién lima las asperezas de SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY las palabras comunes. Las pule, limpia y decora siempre a su gusto y voluntad. c) Cuantificacién. La cuantificacién de lo cualitativo es uno de los procedimientos t¢cnicos tipicos del derecho. Las palabras de la ley juegan con fuego. Es menester prestar atencién suficiente al destino ope- rativo especifico del lenguaje juridico. Es verdad que la palabra “‘calvo” es vaga. Pero si la cuestién fuera la de cobrar impuestos a los calvos o de imponerles multas, es se- guro que ese estado de hecho relevante ha- bria sido definido de alguna otra manera. Ast ocurre con todas las otras palabras cua- litativas. La ley civil, la comercial, la pe- nal, fijan limites absolutamente precisos para determinar, decretar e imponer cuan- do un sujeto es “joven”, ‘“‘adulto’, “ca- paz”, “imputable”, etc. ‘Todo eso es un me- dio técnico para que la autoridad o el juez puedan en efecto decir “si” o “no”, elimi- 4 GENARO R. CARRIO nando ese ‘“‘quién sabe” que el realismo pareceria postular. d) Tipificacidn. El objeto de la ley fin- ca en la necesidad de tipificar para regu- lar, es decir, en construir esquemas abs- tractos que constitwyen efectivamente las hipotesis desencadenantes de la coaccién juridica. Una vez que la realidad ha sido tipificada, es decir, transformada en un es- quema, en una abstraccion, lo fluido que- da solidificado, lo borroso recortado, Aun en aquellos casos en que la ley ha tomado del lenguaje vulgar una palabra y la ha to- mado con orla y todo, es como si a ésta el derecho misma la hubiera puesto con deli- beracién. Cuando la ley se expresa debe entenderse que ha querido decir algo y que, ademas, ha querido decir precisamen- te lo que dice. Si lo que dice es vago, esto significa que para ella es indiferente el matiz, siempre que el valor sea como tal reconocido. SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY ¢) Constitucién. Hay, por ultimo, otro procedimiento técnico que salva plena- mente los peligros y asechanzas de las pa- labras comunes. La ley crea su propia ter- minologia; inventa palabras que antes no cxistian, Es intitil buscar indefiniciones, csfumaduras 0 borrones a esos conceptos, porque se trata de conceptos constituidos al modo como la geometria construye los suyos. Son en si mismos definiciones y nada mas que definiciones, fuera de cuyos limites no hay nada y si hay algo es exac- tamente como si no lo hubiera. Las pala- bras de ese tipo no nombran una realidad fluida, sino una figura o estructura preci- sa y cerrada. E] intento de borronear o es- fumar una figura juridica no puede pros- perar. Las abstracciones son siempre muy resistentes. Asi si alguien arguye, por ejemplo, que frente a un caso concreto pueden suscitarse dudas razonables acerca de si la transaccién 37 GENARO R. CARRIO que se examina fue una compraventa o una donacion encubierta, porque existid una significativa desproporcién entre el valor de la cosa y el dinero que a cambio de ella se recibid, basta con hacerle ver al borroneador recalcitrante que su esfuerzo es vano porque no pucde haber lugar para ninguna duda razonable, ya que si en lu- gar de precio hay falso precio la venta se transforma en donacién. D. eCuales son las caracteristicas del len- guaje del derecho, visto, como se propug- na, desde el punto de vista del subdito, una vez que los procedimientos técnicos resumidos han producido efecto? Lo que se ve es esto: a) Todo lo que hay para estudiar y co- nocer se encuentra en el plano de lo posi- ble. En él todo es anterior al hecho. Den- tro de la serie infinita de actos posibles el derecho selecciona los actos debidos, para lo cual tiene que recurrir forzosamente a S vF SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY abstracciones conceptuales o tipos que ha- cen referencia a series o clases de acciones. b) Las reglas que constituyen esos tipos no pueden ser sino reglas fijas. Esta expre- sidn es pleondstica y hace referencia al ca- racter inflexible de toda regla. Por su- puesto que las normas de derecho positivo no son universales y eternas. Pero no pue- den dejar de ser inflexibles, porque si no lo fueran no reglarian nada. c) Para delimitar los actos debidos el derecho acota clases de actos que conten- dran determinadas notas relevantes y una infinidad de notas indiferentes, que no forman parte del cuadro abstracto. Todo lo que la ley no ha puesto como definito- rio de la figura queda por ello descartado como carente de relevancia. d) La cara que el derecho presenta a los suibditos posee rasgos propios que lo ase- mejan a un objeto ideal. Los objetos del conocimiento juridico son, desde ese pun- a9 ARO R. CARRIG to de vista, fijos, precisos y exactos. Para que podamos actuar, nuestro calculo juri- dico tiene que fundarse en datos normati- vos sdlidos y seguros. Esa es la caracteristica del conocimiento dogmatico, que ve el sis- tema juridico desde adentro. e) El conocimiento dogmatico no toma en cuenta el principio de la infinitud de lo real. Por eso se diferencia netamente del conocimiento predicativo. Este ultimo sera siempre mudable, creciente, perfectible, revisible, objetivo, tedrico. El conocimien- to dogmatico, en cambio, que contempla a su objeto desde adentro y esta sometido al mismo movimiento que el objeto, ve a éste como algo quieto, invariable, intem- poral. Los enunciados normativos, vistos desde adentro, son preceptos conclusivos, cerrados en si mismos. Estan constituidos exclusivamente por las notas que se consi- deran suficientes para fundar la conse- cuencia juridica. De las normas, asi consi- fo SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY deradas, no fluye una corriente magotable de predicaciones posibles. El conocimiento dogmatico no responde a la ley derivada de la infinitud de lo real. Lo que aqut in- teresa conocer es siempre un esquema. Un esquema rigido, completo y seguro de si mismo. f) El conocimiento de esos esquemas rigidos, completos y seguros de si mismos no puede crecer en forma indefinida; ten- dra topes limites mas alla de los cuales se torna invalido, Es un conocimiento para; no es un conocimiento en st, desinteresa- do, revisable y perfectible. g) Estas son las caracteristicas que el derecho exhibe cuando nos referimos al sistema de normas en cuanto componentes de Ja accién humana y reguladoras de la conducta social. En vez de buscar el dere- cho en la jurisprudencia debemos buscarlo en su momento vital y dindamico. Precisa- mente porque estamos colocados en el pla- ft GENARO R. CARRIO no de la praxis existe una correspondencia precisa que supera todas las imperfeccio- nes del lenguaje y que no se daen el plano puramente tedrico. E. Concebir el derecho pensando en el momento de su interpretacién por los jue- ces y sefialar, ademas, que las normas juri- dicas suelen ser ambiguas y/o vagas, y que poseen necesariamente una textura abier- ta, es adoptar una posicidn escéptica ante las reglas. Esta posicién no se hace cargo de las caracteristicas especiales que ticnen las palabras de la ley para el conocimiento dogmatico. Ella paga tributo a un nominalismo que se entretiene en juegos verbales que a veces pueden ser ingeniosos pero que siempre son inconducentes. O, mas grave aun, ese modo de ver las cosas no es otra cosa que la unidn ilegitima del nomina- lismo con el realismo nihilista, mortal y artero enemigo de la seguridad juridica, SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY que se complace en exagerar las imperfec- ciones del lenguaje para alojar en ellas las pretendidas facultades creadoras de los jueces. F. Distinguir entre casos claros de apli- cacién de una regla y casos dudosos de aplicacion de ella (casos de la zona de pe- numbra), y sostener, ademas, que la dis- tincidn entre uno y otro tipo de casos no es nitida o tajante, significa negar la dis- tincién inicial y sumir en la penumbra a toda la normatividad. Ello equivale, en definitiva, a la negacién del derecho como norma. Otra vez nos damos con el mari- daje espurio del nominalismo con el rea- lismo nihilista. G. Es absolutamente erroneo invocar como motivo escéptico adicional la posi- ble ambigiiedad de la fuerza de una expre- sidn dada. Las normas juridicas jamas pue- den ser ambiguas en ese sentido porque su fuerza operativa es una sola: mandar. ae GENARO R. CARRIO ‘Transferir al campo de las normas juridi- cas las perplejidades 0 desconciertos que podemos tener frente a la fuerza de una expresion, constituye, en el mejor de los casos, una generalizacién precipitada. El error de ese enfoque escéptico consiste en querer trasladar a las normas juridicas las posibles dudas que pueden suscitar enun- ciados de otro tipo. Ya hemos visto, en forma resumida, cua- les son las tesis propuestas y cuales son las objeciones a ellas. En la segunda parte pro- curaré hacer un balance imparcial de unas y otras. Espero no incurrir en balance fal- so. Si bien me comprenden las generales de la ley, me esforzaré por ser sincero, objetivo y veraz. Veremos qué ocurre. SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY Capituto III CONFRONTACION Y BALANCE DE LAS DOS POSICIONES 1. Introduccion En la parte preliminar anuncié que, siguiendo una vieja y aceptable practica, iba a comenzar por el principio. Después, tras una especie de obertura, la exposicién se desarrollé en dos movimientos. En el primero resum{ algunos aspectos salientes de la posicién sostenida por mi en Notas sobre derecho y lenguaje. En el segundo, resumi algunos aspectos, también salien- tes, de una posicién aparentemente contra- puesta a la anterior, sustentada por el Pro- fesor Sebastian Soler en su libro Las pala- ih GENARO R. CARRIO bras de la ley. De aqui en adelante, por razones de comodidad, Namaré “‘posicién A” a la primera (esto es, la que yo sos- tuve en las conferencias de 1963 y en el ensayo de 1965) y “posicién B” a la segun- da (esto es, la que sostuvo Soler en su libro de 1969). La primera parte concluyé con una pro- mesa. Prometi que procurarfa hacer un balance imparcial, con animo constructivo, de la posicién A y de la posicién B. Vale decir, una confrontacién de ambas, para ver en qué medida la primera resistia los embates de la segunda, si es que los resis- tia; para examinar si las objeciones hechas obligaban a reformular las tesis objetadas y, en su caso, qué aspectos de estas altimas requerian tal reformulacién y hasta donde la hacian necesaria. Esto es lo que me proponta hacer ahora. Los lectores podran decir, al final, si he hecho eso 0 una cosa distinta. Hy SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY Recordaré, ante todo, que las posiciones A y B parecian discrepar, en forma casi abismal, acerca de un tépico, o familia de tdpicos, que los juristas estudian bajo el rétulo “la interpretacion de la ley’. Estaba sinceramente dispuesto a transi- tar por esa forma benigna y beneficiosa de esquizofrenia que consiste en ver las ideas propias con objetividad, para rectificarlas o atenuarlas en todo aquéllo en que sean err6neas 0 exageradas. Pero cuando me aprestaba a emprender esa noble y diffcil tarea adverti algo en cierto modo parado- jal. Adverti que pese a que mis primeras palabras invocaron la arraigada practica de comenzar por el principio, yo habia sido infiel a esa practica; no habia comenzado por el principio. Entre las circunstancias que precedieron y en cierto modo condi- cionaron las conferencias de 1963 y el vo- lumen de 1965 —la posicién A— hubo una cosa muy importante que yo habia omitido GENARO R. CARRIO consignar y que es casi indispensable para entender en sus justos alcances el signifi- cado de esa posicién. A saber, que ella configuraba, en medida importante, una respuesta 0 intento de critica a otra posi- cién, que llamaré B’, y que habia sido sos- tenida poco antes por el mismo Soler en su libro La interpretacién de la ley*. Ese libro se conocid en Buenos Aires en mayo de 1963. Mis clases, lo reitero, fueron dic- tadas en julio de ese mismo aiio. Exponer la posicién A —como lo hice en la primera parte— sin relacionarla con la posicién B’ (0, mejor dicho, con la inteli- gencia que en 1963 atribui a la posicién B’), constituyé, sin duda, una forma poco feliz de desarrollar mis argumentos. Tal mutilacién despojé a la posicién A del con- texto adecuado para comprenderla cabal- mente. Lo que corresponderia ahora, en estricto 3 Ediciones Ariel, Barcelona, 1962. qs SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY rigor, seria desarrollar en forma resumida la posicién B’, para hacer mas inteligible la posicién A e, indirectamente, la posi- cién B. Sin embargo no voy a hacer eso; no voy a desarrollar en forma resumida la po- sicién B’ (las cosas que Soler dijo en su li- bro La interpretacidn de la ley y contra las que reaccioné en las Notas sobre derecho y lenguaje). La técnica del racconto suele resultar atractiva en manos de los cineastas de talento. Usarla aqui seria, en cambio, francamente imperdonable. 2. Una interpretacion de “La interpretacion de la ley” En vez de hacer una sintesis de la posi- cién B’ voy a indicar la médula de lo que crei ver en ella y que me movi6 a criticarla en la forma en que lo hice. Crei que el au- tor de La interpretacion de la ley se habia propuesto, primordialmente, decirnos qué 1g GENARO R. CARRIO es lo que hacen los jueces cuando, tenien- do frente a si una cuestion o una disputa concreta, la deciden por aplicacién de re- glas generales. Nunca vi bien claro, para ser sincero, si el autor queria explicar qué es lo que realmente hacen los jueces de carne y hueso en tal situacién, o bien re- comendar lo que deberian hacer para ser buenos jueces. Pero de lo que no dudé en- tonces fue de esto: que la expresién “‘la in- terpretacién de la ley’ designaba paradig- maticamente, en el contexto del libro que lleva ese titulo, cierta tarea que los jueces despliegan (o deben desplegar) al dictar una sentencia. Consideré entonces que, en relacién con esa faena, muchas de las descripciones (o quizds prescripciones) contenidas en La in- terpretacion de la ley mostraban una ma- nifiesta falta de sensibilidad frente a los numerosos problemas que surgen cuando empleamos palabras generales clasificado- 5O SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY ras para identificar como un caso de apli- cacion de ellas un fendmeno, situacién o hecho concreto dado. Esa tarea de recono- cer en un fendmeno concreto un caso de aplicacién de una regla general cualquiera, esta expuesta a las frecuentes pero reme- diables incertidumbres que se originan en la ambigiiedad y vaguedad de muchas de las expresiones de los lenguajes naturales, y ala irremediable incertidumbre que nace del hecho de que esos lenguajes tienen una textura abierta. Tuve la impresién de que el autor de La interpretacion de la ley no habia visto ni vislumbrado esas incertidumbres de origen semantico, tal como otros juristas, ubica- dos en las antipodas de dicho autor, sdlo tienen ojos para ellas. Con apoyo en las ensefianzas de Hart traté de presentar una via media, libre, a la vez, de aquella forma de ceguera y de esta morbosa atraccién por lo patologico. Esa via media, me parecid, “i a GENARO R. CARRIO reproduce, ademas, con aceptable fideli- dad, lo que de hecho ocurre en toda socie- dad medianamente organizada en la que hay reglas y también hay pleitos. Ese fue el punto de vista general desde el que concebi la parte critica desarrollada en el capitulo II de las Notas sobre dere- cho y lenguaje. Es posible que alli haya dicho mas de lo que, de no haber estado inspirado por un afaén polémico, hubiera juzgado prudente decir. Por eso estaba dis- puesto a rectificarme y a conceder todo lo que fuese razonable conceder. 3. gFue correcta esa interpretacidn? Resulta, empero, que algunos pasajes del libro Las palabras de la ley (pasajes que integran la posicién B), parecen privar de toda pertinencia a la mayor parte de las cosas sostenidas en la posicién A (la de las Notas sobre derecho y lenguaje). Esos pa- SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY sajes parecen transformar el intento de confrontar las posiciones A y B, para sacar alguna ensefianza de esa confrontacién, en una empresa tan poco sensata como seria la de proponerse extraer valor elucidatorio 0 didactico de un didlogo entre sordos. Veamos esto mas de cerca, con citas con- cretas. En las paginas 166/67 de Las pa- labras de la ley se dice textualmente esto: “ Dejemos de lado, sin embargo, la conside- “racién del valor de lo que los realistas han “ creado sobre tales bases, para ocuparnos aho- “ra de examinar especialmente las criticas al “Tenguaje legal, tema que les proporciona “la base y punto de partida para su cons- “truccién. Eso si, recordaremos una vez mas “que entendemos siempre referirnos a las pa- “labras de la ley, de la ley misma. Para evitar “ equivocos, no pensamos en Ieerlas como las “Tee el juez para dictar una sentencia. Mas “bien supondremos que ¢ste las leera como “nosotros, como los hombres de una polis, “para la cual esas palabras constituyen dere- “cho positivo. Desde esta posicién mediremos “las afirmaciones escépticas y trataremos de “discernir su verdad o su error y las conse- “cuencias que de ellas se derivan. En una pa- de GENARO R. CARRIO “Jabra, una vez mas veremos al derecho antes “de su transgresién y en su relacién con la “accién humana. Lo que dira el juez después, “o lo que debera decir, es tema separado.” Ese pasaje corrobora, como en él se ex- presa, lo dicho en otros de la misma obra. Asi, por ejemplo, en la pagina 56 se lee que “hay otro tipo de enunciados que sola- mente son comprensibles bajo el supuesto de concebir el derecho como derecho judi- cial, pensando en el momento de su inter- pretacion por parte de los jueces. Nos pa- rece tipica en tal sentido la exaltacion de la vaguedad 0 equivocidad de Jos textos le- gales como un valor...” (E] subrayado es mio.) La posicién A se habia apoyado, en me- dida importante, en la critica a ciertos puntos de vista por considerar que ellos constituian, por lo menos, una inadecuada descripcién de lo que hacen los jueces cuando identifican un caso concreto indi- vidual como incluido en el campo de apli- SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY cacion de una regla _o de un conjunto de clas. Ahora bien, si los puntos de vista cri- licados por esa posicién no pretenden re- fevirse a lo que hacen los jueces cuando fallan sino a otra coSa, entonces aquélla no merece ser tenida siquiera en cuenta. La posicién A parece quedar en una si- tuacién bastante desairada, por no decir ridicula. gQué hacer? Estoy dispuesto, co- mo dije, a incursionar en una forma be- nigna de esquizofrenia, pero no a entre- garme a prdcticas masoquistas. Por ello creo necesario decir algo en favor de la po- sicién A, como excusa, 0 quizds como jus- tificacién, por haberla sustentado. A tales fines me parece justo sefialar que si yo en- tendi mal al autor del libro La interpreta- cién de la ley, este libro favorecié la des- inteligencia y lo hizo en una medida tal que, en todo caso, habrfa una manifiesta culpa concurrente. Podria multiplicar las transcripciones de yy GENARO R. CARRIO distintos pasajes del libro La interpreta- cidn de la ley que sustentan con holgura la teoria de la culpa concurrente. Pero como muestra basta un botén, me voy a limitar a hacer una sola transcripcién, desusada- mente larga, pero que considero necesaria. Los pasajes transcriptos arrancan en la pa- gina 72 del libro y forman parte del capitulo VIII, que se Ilama “Imposibilidad de eliminar el proceso de interpretacién’”’. “ Supongamos una norma que diga: se apli- “card prisién de un mes a seis afios al que “defraude a alguien mediante ardid. Con el “ planteamiento a que nos venimos refiriendo, *“ pareceria que el proceso interpretativo con- “sistiera solamente en la accién concreta del “Juez, el cual, frente a una determinada esta- “fa, crea la pena que impone a un sujeto, “entre un mes y seis afios: creacién dentro del “marco legal. “Es evidente, sin embargo, que la conside- “racién de ese aspecto de la actividad del juez “no significa apreciar con plenitud la accién “que ese brgano cumple. Desde luego que es “un problema el de elegir entre un mes y seis “aiios, y que en él Ia voluntad del juez se “mueve con bastante amplitud, aun cuan- -t SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY “do ésta no sea tanta como algunos tedricos ““parecen inclinados a creer, pues la determi- “nacién de una pena concreta dentro de un “sistema de escalas penales esta, a su vez, re- “gulada en gran medida por otras normas “distintas de las que hemos tomado como “ejemplo, normas contenidas en todos los sis- “temas de derecho positive y que constituyen “otros tantos marcos a los cuales el érgano “debe ajustar su accién. “Hemos elegido deliberadamente ese ejem- “plo, sin embargo, por otro motivo, y es éste: “en la referida norma hay un elemento cuanti- “tativo que se presta décilmente a la imagen “del marco; pero que se presta igualmente “para ocultar la parte de la norma que plan- “tea propiamente la tarea de la interpreta- “cién. La doctrina que estamos examinando “ procede aqui con una especie de escamoteo, “al transformar el tema de la interpretacién “como tema de libre arbitrio judicial, y abi “radica el error. “En el caso referido, ademds de la tarea de “escoger entre un mes y seis aios, esta el de “saber, comprender o entender, el significado “de ‘defraudar’ y de ‘ardid’, porque con res- “pecto a esos elementos de la ley es abso- “Tutamente claro que no ¢s cierto que “defraudar y sera ardid lo que los jueces “digan efectivamente que lo es. No es un pro- “Dblema de eleccién libre, de invento. Acaso ve GENARO R. CARRIO “sea exacto en algunos casos seguir hablando “de un marco, pero nos inclinamos a creer “que no; que esos conceptos mas bien res- “ponden a la idea del si 0 no, estin compues- “tos por un conjunto de notas que se dan o “no se dan y, €n consecuencia, son 0 no son. “La idea de marco dentro del cual nos mo- “vemos libremente no parece convenir en ab- soluto para definir la actividad desarrollada en este punto por el juez; parece convenir mas bien la idea de umbral; lo importante no es lo que haremos una vez que estemos adentro de la casa; lo importante es decidir ‘si entramos o no entramos: estamos frente a un dilema. En el caso recordado, pues, no negaremos que sea un problema el de esco- ger uma pena correcta entre un mes y seis afios y no dudamos también que en esta tarea de aplicaci6n el juez cumple una fun- cién especifica en la cual dispone, a veces, de verdaderos marcos, mds o menos amplios. Nos parece dudoso, sin embargo, que a esa actividad se la Name ‘interpretaci6n’ y, en todo caso, negamos que esa sea la totalidad de la tarea del juez y que ella constituya el tipo de la actividad cumplida por ¢l, es decir, “que esa operacion de determinar la pena sea exactamente igual a la de determinar si existe o no existe defraudacién, Esta es la determi- “nacién que la doctrina examinada parece “inclinada a no considerar en sus caracteres “ especiticos. ..” SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY “librada al érgano de aplicacién la eleccién “entre varias posibilidades conceptuales pie- “vistas 0 no expresamente, es también cierto “que al tomar ese aspecto del proceso de inter- “pretacidn como el unico, se descuida que aun “en ese supuesto el 6rgano imferior dcberia “asumir una doble tarea: 1? determinar cual “es el margen de facultades; 2° escoger den- “tro del margen determinado. La primera de- “terminacién no solamente reaparecerd en “cada supuesto que pongamos, sino que por “poco que nos detengamos a considerar el “tema, deberemos lealmente reconocer que “constituye por excelencia el cuerpo de toda “yesolucién judicial, Aunque el juez no diga “expresamente que esta interpretando la ley, “es decir, entendiéndola y aplicindola de de- “terminada manera, es lo cierto que eso cons- “tituye, cuando menos, la mitad de su tarea. “La otra mitad consiste en la fijacién e inter- “pretacién de los hechos, operacién también “penetrada de conceptos juridicos, porque “todo hecho procesal es un hecho juridica- “mente calificado. “La posicién que estamos examinando, aca- “so movida por un espiritu realista, de hecho “se ha alejado de la realidad de manera pro- “funda. Basta pensar en lo que es ordinaria- “mente un pleito para convencerse de la in- “correccién de aquel planteamiento. Basta vty GENARO R. CARRIO memati ene eRR RRR A RS CN AT “abrir un repertorio de jurisprudencia. ...Lo “que se discute siempre es si algo constituye “o@ no un contrato, si un acto es nulo o no, “si una obligacién subsiste o esta prescripta, “si un sujeto es capaz o incapaz, si un hecho “eso no un delito, si un término procesal esta “o no vencido, si un crédito debe ser pagado “antes o después de otro. Y ese debate, que es “un verdadero debate y no una conferencia, “asume por esencia forma dialéctica, es decir “de afirmacién y negacién contrapuestas, re- “sultando la contraposicién de las formas dis- “ crepantes de fundarse en el precepto juridico. “Y ahi tenemos el problema planteado ante “el juez. La imagen del marco (creacién den- “tro del marco normative) debe ser directa- “mente desechada como descripcién adecuada “de Ia tarea del juez, porque lo que éste debe “hacer, lo que de él se espera, no es que cree “nada, sino que decida, que se pronuncie a “favor de una u otra pretensién, que escoja “determinado marco y no otro.” 4. Intento de conciliacién Ahora bien, admitamos provisionalmen- te que para apreciar las caracteristicas del lenguaje de jas reglas juridicas hay que abandonar el punto de vista del juez en Oa SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY trance de dictar sentencia, tal como lo pre- coniza la posicién B. Surge entonces, en forma casi inevitable, esta pregunta: gpor cual habremos de sustituirlo? Una manera posible de contestarla, que halla sustento en la equivocidad de la ex- presion “‘la interpretacion de la ley’, seria decir que el punto de vista adecuado es el del jurista dogmatico que, con pretensién cientifica, organiza y expone en la forma de un sistema coherente el contenido de las normas de un orden positivo dado 0, mas plausiblemente, de sectores de él de variadas dimensiones. Tal respuesta daria pie, por ejemplo, a estas dos aserciones prometedoras: 1) que desde el punto de vista de la ciencia dog- matica del derecho el concepto de compra- venta es absolutamente rigido y fijo, pues estd constituido por tres notas y nada mds que por ellas: acuerdo para transferir el dominio; cosa cuyo dominio se transfiere oi GENARO R. CARRIO por virtud de ese acuerdo; y precio; y 2) que, por lo tanto, ninguna de las tribula- ciones por las que tienen que pasar los jueces para decidir si una transaccién con- creta es 0 no una compraventa, afecta la fijeza y rigidez del concepto, ni su caracter de esquema abstracto, cerrado en si mismo. La ambigtiedad y vaguedad de muchas de las expresiones de los lenguajes natura- les, y la textura abierta de éstos, sélo ten- drian relevancia al nivel de ja faena judi- cial. Esto es, cuando los jueces tienen que preguntarse es este X concreto un indivi- duo comprendido por el significado de la regla 1? y dar una respuesta fundada a esa pregunta o a preguntas similares. Pero esas caracteristicas de los lenguajes naturales no introducirfan incertidumbre alguna en la tarea de los tratadistas 0 expositores dog- maticos de un derecho dado, porque ellos, a diferencia de los jueces, no tienen que clasificar individuos concretos sobre la base by SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY de criterios generales de clasificacién, sino simplemente decirnos, en forma sistema- tica, libre de incongruencias y de superpo- siciones, cuales son esos criterios. Si esa fuera la salida, resultaria que la posicién A no seria incompatible con una posicién que viera el paradigma de “la in- terpretacién de la ley’ en lo que hacen los juristas dogmaticos. Ambas posiciones se- rian compatibles, porque la primera toma- ria las cosas donde la segunda las deja. Una y otra serian verdaderas y utiles en sus res- pectivos campos. 5. Fracaso del intento de conciliacion Infortunadamente en nuestro caso, don- de se trata de comparar constructivamente las posiciones A y B, no podemos resolver el diferendo existente entre ambas median- te una sencilla operacién de deslinde y amojonamiento, seguida de un tratado que oy GENARO R. CARRIO obligase a los contendores de ayer, hoy reconciliados, a respetar los limites estable- cidos. Esos limites deslindarfan dos cam- pos distintos. En uno reinaria la posicién B y en el otro la A, y los respectivos reinados serian indisputables. Para ver por qué no esta a nuestro al- cance una solucién tan sencilla, tan agra- dable, tan civilizada, hay que tomar en cuenta algunas cosas, que expondré en forma resumida. A. La posicién B se rehtisa a adoptar el punto de vista del juez en trance de dictar sentencia. Pero no lo desecha para susti- tuirlo por el de los juristas dogmaticos. Lo descarta para reemplazarlo por el de los hombres corrientes, los miembros de la polis para la que las normas de cuya inter- pretacion se trata son derecho positivo. Se afirma, ademas, que para el subdito, que ve el derecho desde adentro, éste po- see rasgos que lo asemejan a un objeto ty | SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY ideal. Los objetos del conocimiento juridi- co son, desde ese punto de vista, fijos, pre- cisos y exactos. Para poder actuar, los hom- bres corrientes necesitamos que nuestro cdlculo juridico se funde en datos norma- tivos sdlidos, seguros. Los enunciados nor- mativos, vistos por el hombre corriente desde e] interior del sistema, son precep- tos conclusivos, cerrados en s{ mismos. EF] objeto por conocer es quieto, invariable, intemporal. Lo que interesa conocer, para poder actuar, son esquemas rigidos, com- pletos y seguros de si mismos. B. Ese hombre corriente 0 miembro de la polis, que ve al derecho asf, con aque- Ilos rasgos de fijeza y rigidez que convier- ten en hueco parloteo a todas las observa- ciones sobre la ambigtiedad, vaguedad y textura abierta de los lenguajes naturales, ese cludadano comun cuya mirada da fi- jeza y rigidez absolutas al contenido de las reglas, porque si no las viera asi no podria GENARO R. CARRIO actuar, ese arquetipo o paradigma del su- jeto cognoscente del derecho es, lo digo sin vacilaciones, un personaje mitico. Una suerte de Superman juridico, sembrador infatigable de precisiones y claridades. Permitaseme agregar que si los hombres comunes vieran el contenido de las reglas juridicas con la claridad y precisiédn con que las ve ese personaje mitico, estariamos de mas los abogados. Quizas haya buenas razones para recomendar una rapida y ra- dical eliminacién de nuestro gremio pero, sin duda, esa no es una de ellas. C. El ctudadano corriente que tiene que tomar una decision concreta en la que esté involucrada la interpretacién de normas jaridicas —y no deseo cuestionar la atirma- cién de que practicamente no hay decision humana en la que de un modo u otro no esté de por medio una o més reglas de de- recho— ese ciudadano corriente, digo, se encuentra en una situacién semejante a la 46 SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY de} juez que tiene que decidir un pleito o una causa aplicando normas_ generales. frente a una mayoria de casos el ciudadano comumn sabra a qué atenerse en ese respec- to; esto es, sabra cOmo la decisién concreta que contempla se inserta en el orden juri- dico o qué sentido recibe de éste. No tiene necesidad de consultar a un abogado para saber si puede o no validamente comprar un paquete de cigarrillos 0 regalarle un ta- pado a su mujer. Y si se lleva mal con ésta, al punto de que la vida en comun con ella le resulta intolerable, el ciudadano comin sabe, sin necesidad de consultar a un abo- gado, que no esta facultado a matarla. Esos son casos claros. Pero si la decisién a tomar tiene ingredientes mds complejos y se tra- ta, por ejemplo, de saber si es 0 no consti- tutivo de monopolio un determinado con- trato que la sociedad anénima que nuestro imaginario ciudadano comun preside pro- yecta celebrar con otra sociedad, es muy fy GENARO R. CARRIO probable que nuestro ciudadano tenga enormes dudas sobre el particular y que se decida a consultar a un abogado, cuyas du- das seran quizd4s mayores. Ni el ciudadano comun ni el abogado ven a las figuras dise- fiadas por la ley represiva de los monopo- lios como esquemas rigidos, precisos, fijos, cerrados en si mismos, etcétera. Las ve co- mo lo que son, como caracterizaciones que si bien permiten reconocer con facilidad los casos concretos tipicos, estan circundadas por una considerable zona de penumbra en la que tendran cabida los casos concretos dudosos, frente a los que decir tajantemen- te “si” o “no” puede constituir una mues- tra de admirable aplomo, pero también de ignorancia o de irresponsabilidad, o de am- bas cosas a la vez. Con otros términos, la situacién del hom- bre corriente que se ve en la necesidad de tomar una decisién concreta, y que tiene que saber, para adoptarla, cual es el signi- as SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY ficado que las reglas generales del sistema acuerdan a lo que proyecta hacer, se ase- meja mucho a la del juez. A veces la accion proyectada queda comprendida en el area central de significado de una regla ode un conjunto de ellas; a veces no, y si ocurre lo ultimo el hombre comuin duda y su duda es razonable. Si consulta a un abogado cons- ciente puede ser que éste le resuelva el problema en un santiamén, pero también puede ocurrir que le pida unos dias para estudiar el problema. Esto es lo que nos ensefia la experiencia de todos los dias. D. Tanto el hombre corriente como el juez se encuentran con alguna frecuencia frente a casos dudosos, ubicados en la zona de penumbra. Esto es asi porque no es ver- dad que el derecho elimina todas las posi- bles areas de indeterminacién mediante los cinco procedimientos que resum{ en la se- gunda mitad de la primera parte. Exami- némoslos brevemente uno a uno, Se deno- byay GENARO R. CARRIO minaban “‘Operatividad”, ‘‘Definicidn”, Cuantificacién’”’, “Tipificacién” y “Cons- titucién’”’. a) Operatividad. La posicion B sostiene, segun dijimos, que la incorporacién de un modo expresivo a la estructura de una nor- ma juridica hace que esa expresién adquie- ra un inequtvoco sentido dispositivo. Ella transforma en expresién técnica —se afir- ma— a la mas comuin de las palabras. Ade- mas, la ley no narra, ni aconseja ni se burla: manda y entiende mandar una cosa precisa. Cuando la ley emplea una expresién, ésta tiene significado preciso y dispositivo. Este primer fenédmeno no surte, cierta- mente, todos los efectos que se le atribu- yen. Aunque fuera exacto que las leyes no hacen otra cosa que mandar, es innegable que puede haber, y hay, ordenes confusas, ambiguas, vagas e imprecisas. Del hecho de que algo sea una orden no se sigue que ese algo tiene un significado preciso. “No te o SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY demores demasiado!” y “jQuedate por aqui!” pueden ser Ordenes, no obstante su manifiesta falta de precision, si las expre- siones son proferidas por las personas ade- cuadas, a las personas adecuadas y en el contexto adecuado. Ademias las leyes no sdlo mandan, es de- cir no sdlo crean deberes mediante érdenes y prohibiciones. También confieren dere- chos, autorizaciones, permisos precarios, privilegios, exenciones, inmunidades, etcé- tera. Otras veces imponen cargas 0 condi- ciones que no son deberes. En circunstan- cias dadas puede constituir un problema arduo determinar con precisién cual de esas cosas ha hecho la ley, problema que algo tiene que ver, si no me engafio, con la “fuerza” especifica del enunciado normati- vo. Pero no es esa la objecién principal. La objecién principal a la posicién B, en este respecto, es que no es cierto que la me- ra insercién de una palabra o expresién en GENARO R. CARRIO el texto de una norma juridica convierte a esa palabra 0 expresidn en técnica y pre- cisa. El ejemplo que trae Las palabras de la ley en la parte final de la pag. 171 y a co- mienzos de la 172 es suficientemente ilus- trativo de una situacién opuesta a la que se pretende ejemplificar con él. Transcri- bo: “En el derecho argentino se puede pro- bar, por ejemplo, que la expresién ‘bajo la influencia de la fiebre puerperal’ a la que los médicos tienden a acordar, expli- cable, pero ingenuamente, un sentido mé- dico, quiere técnicamente decir mas 0 me- nos ‘algtin tiempo no muy largo’. . .” Dudo que esta ultima expresién sea téc- nica, pero ciertamente no es precisa. b) Definicidn. Ya vimos que la posicién B sostiene que cuando la ley habla, siempre acota, limita, define, porque la ley no pue- de mandar y prohibir la misma cosa simul- taneamente. E] principio normativo de no SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY contradiccién —dice la posicion B— lima las asperezas de las palabras comunes. Las pule, limpia y decora siempre a su gusto y voluntad. Para mostrar con fuerza de conviccion que no siempre que la ley habla hace todo eso, bastan algunos contraejemplos toma- dos de las recientes modificaciones intro- ducidas al Codigo Civil argentino. Igual resultado se obtendria examinando algunas de las recientes reformas hechas al Gddigo Penal. —Asi, el art. 152 bis, inc. 2° del Cod. Civ., establece que podra inhabilitarse ju- dicialmente a los ‘‘disminuidos en sus fa- cultades cuando sin llegar al supuesto pre- visto en el art. 141 de este Codigo, el Juez estime que del ejercicio de su plena capa- cidad pueda resultar presumiblemente da- fio a su persona 0 patrimonio”. —E] nuevo art. 954, 2° parrafo del Cod. Civ. dispone que “también podra deman- GENARO R. CARRIO darse la nulidad o la modificacién de los actos juridicos cuando una de las partes, explotando la necesidad, ligereza o inexpe- riencia de la otra, obtuviera por medio de ellos una ventaja patrimonial evidente- mente desproporcionada y sin justificacion. Se presume, salvo prueba en contrario, que existe tal explotacién en caso de notable desproporcidn de Jas prestaciones”’. —E] nuevo art. 1071 del mismo cddigo reza: “El ejercicio regular de un derecho propio o el cumplimiento de una obliga- cién legal no puede constituir como ilicito ningun acto. La ley no ampara el ejercicio abusivo de los derechos. Se considerara tal al que contrarfe los fines que aquélla tuvo en mira al reconocerlos 0 al que exceda los limites impuestos por la buena fe, la moral y las buenas costumbres’’. —E] nuevo att. 1198, 2° parrafo del Cod. Civ. expresa que “en los contratos bilate- rales conmutativos y en los unilaterales vt SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY onerosos y conmutativos de ejecucion dife- rida o continuada, si la prestacién a cargo de una de las partes se tornara excesiva- mente onerosa, por acontecimientos extra- ordinarios o imprevisibles, la parte perju- dicada podra demandar la resolucion del contrato. FE] mismo principio se aplicara a los contratos aleatorios cuando la excesiva onerosidad se produzca por causas extrafias al riesgo propio del contrato”’. Pues bien, frente a estas nuevas dispo- siclones podemos preguntarnos qué grado de precision ha afiadido a las palabras 0 ex- presiones claves que figuran en ellas el “hecho politico” de su insercién en un tex- to legislativo. Esto es, cual es el territorio que esas expresiones ahora acotan, limitan y definen, de modo de eliminar los casos concretos dudosos. La pregunta tiene una respuesta senci- lla. Obviamente ninguna de esas expresio- nes delimita 0 acota un territorio preciso, GENARO R, CARRIO cuya clara delineacion permita contestar siempre con un rotundo “si” o con un ro- tundo “no” a quien nos interroga si un caso concreto dado esta o no incluido en las reglas respectivas. La situacién es muy distinta a la que se da cuando alguien nos pregunta si un ntimero cualquiera dado es par o impar. A diferencia de lo que ocurre en este ultimo supuesto, los criterios de aplicacién que presiden el uso en concreto de aquellas expresiones claves no sirven para presentar las cosas en blanco y negro. Hay zonas grises y no puede menos que ser asi. En el campo de los enunciados predi- cativos el principio de no contradiccién no contribuye a abolir las vacilaciones que uno puede sentir antes de decidirse a sos- tener que un individuo dado es 0 no calvo. c) Cuantificacién. Es cierto que en el derecho, como en otros campos normativos —por ejemplo en muchos juegos— se utili- za el proceso de cuantificar lo cualitativo fy SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY para ganar en certeza, al precio, muchas ve- ces, de una buena dosis de arbitrariedad. (¢Por qué una jugada brusca debe ser san- cionada con un penal si se ha cometido cinco centimetros dentro del area, y con un simple tiro libre si, con igual intensidad y mala intencidn, la falta se hubiera come- tido cinco centimetros afuera de ella?). Pero en contra de lo que sostiene la posi- cién B, no todas las palabras cualitativas son cuantificables. Por lo pronto no lo es la palabra ‘“‘capaz’’ que en Las palabras de la ley se pone como ejemplo. Y no lo es, entre otras razones, porque no lo es la no- cién de “persona disminuida en sus facul- tades’’ que aparece en el ya citado art. 152 bis, inc. 2? del Cod. Civ. y que esta en jue- go cuando se trata de determinar si una persona es 0 no capaz. ¢¥Y cémo hariamos para cuantificar la palabra “‘obsceno’’? d) Tiptficacidn. Es cierto que la ley ti- pifica para regular y que ese procedimiento ae GENARO R. CARRIO consiste en crear esquemas abstractos, com- puestos por un numero finito de notas relevantes. Pero la asercién de que todo lo que la ley no pone como relevante es co ipso indiferente o irrelevante, no pasa de ser un dogma, que puede muy bien ser pos- tulado por un pensador decidido a cons- truir sobre esa base un sistema para su uso personal o para recomendarlo a quienes descen seguirlo, pero que no se compadece con lo que ocurre en la realidad. A cada rato vemos que los jueces se re- husan a incluir un ejemplar concreto en el esquema rigido del tipo porque el ejem- plar en cuestién exhibe caracteristicas es- peciales, en aspectos concomitantes, que lo hacen atipico, o porque el trasfondo de cir- cunstancias generales sobre las que el caso se proyecta es tan inesperado o insdlito que el encasillamiento del caso singular en el tipo, en tales circunstancias, seria una evi- dente muestra de falta de inteligencia en el intérprete. SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY éPor qué no se sanciona como incursos en prevaricato a los camaristas en lo civil que han resuelto que la conformidad ex- presa de los hijos mayores de edad, que son a la vez los unicos descendientes de un matrimonio, habilita a los integrantes de éste a adoptar un nifio, no obstante que la ley de adopcién argentina dice que quie- nes tienen hijos de sangre no pueden adoptar? éY qué opinariamos de un agente de transito que, imperturbable, se ocupara concienzudamente en hacer boletas por circular de contramano a todos los conduc- tores de automdvil que, explicablemente despavoridos, huyesen por la calle Co- rrientes, en direccién al Once, ante una sorpresiva invasién de brontosaurios que avanzan implacablemente por esa arteria desde el rfo? La concesion que la posicién B expresa cuando admite la posibilidad de que las mG ie GENARO R. CARRIO “palabras de la ley” recojan un término co- tidiano o vulgar, “con orla y todo’, no se hace cargo adecuadamente del problema. Esa concesién, que conduce a afirmar, con cierto aire de paradoja, que en esos casos la ley ha querido ser precisamente impre- cisa, pone limites artificiales a la zona de imprecision sin advertir que ésta se carac- teriza por la ausencia de limites definidos. Con otros términos, cuando “‘las palabras de la ley” recogen un vocablo circundado por una zona de penumbra, lo problema- tico es cémo clasificar los casos dudosos, y eso no puede describirse adecuadamente diciendo que la ley es deliberadamente im- precisa en cuanto acepta como validos to- dos los matices que caben en la zona de penumbra, porque ello equivaldria a pre- tender delimitar esta zona con precision, lo que es imposible. Si fuera posible, no ca- bria hablar de zona de penumbra, sino de una simple ampliacién del concepto, que So SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY quedaria tan delimitado como antes, sdlo que ahora con un mayor radio de accién. e) Constitucién. Es cierto que el lengua- je del derecho esta integrado, parcialmente, con palabras inventadas o constituidas por él, que no corresponden a términos del lenguaje vulgar, o importan haber adjudi- cado a éstos un sentido radicalmente dis- tinto. Admitamos que la palabra “‘com- praventa’” —o el concepto que ella expre- sa— es una de esas palabras inventadas. Admitamos también que sus notas son tres y slo tres: consentimiento, cosa y precio. No obstante ello la clasificaci6n de una transaccién concreta como un caso concre- to de compraventa puede dar origen a du- das, porque las palabras con que esas no- tas se definen rematan necesariamente en términos dotados de textura abierta. Supongamos que el Jardin Zooldgico de Buenos Aires adquiere de un explora- dor un curioso especimen de figura simies- © ot GENARO R. CARRIO ca que durante las primeras semanas de cautiverio se comporta como sus congéne- res. Con el transcurso del tiempo el pri- mate va mostrando una admirable capaci- dad de imitacién. La admiracién llega al colmo cuando se comprueba que, aunque en forma rudimentaria, ha aprendido a imitar el habla de los empleados que lim- pian su cubiculo. El simio no sdlo repite lo que sus cuidadores habitualmente dicen, sino que comienza a armar frases por su cuenta, la mayor parte de ellas incompren- sibles 0 incoherentes, pero otras dotadas de sentido. Claro esta que su diccién dista mucho de ser impecable;es una media len- gua contaminada de grufiidos aunque en muchos aspectos se asemeja al habla huma- na. Su tematica es monocorde pero en lo que le interesa consigue darse a entender. Sus modales siguen siendo zafios; dificil- mente seria aceptado como socio por el Circulo de Armas. Con todo, es posible Se SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY mantener una conversacién con él sobre aspectos muy elementales del mundo que lo rodea. Asi, por ejemplo, no expresa convicciones politicas pero suele tener du- ras palabras de critica para la comida que se le suministra. Enterado de todas estas sorprendentes novedades el explorador que vendid el si- mio pide la nulidad de la venta, alegando que lo vendido no fue una cosa sino un ejemplar de hombre primitivo. Al mismo tiempo, y sobre la base de consideraciones similares, un abogado de esta capital, que se ha hecho merecidamente famoso por su activa defensa de los derechos humanos, interpone un habeas corpus en favor del extrafio cautivo. cEn qué medida el juez que debe pro- nunciarse sobre la validez o nulidad de la compraventa es inmune a los peligros y asechanzas de las palabras comunes por el hecho de que el término ‘“‘compraventa” No 3 GENARO R. CARRIO es una palabra de factura juridica, cons- truida al modo como los gedmetras cons- truyen sus objetos, si su problema depende de decidir si el ser animado objeto de la transaccién es un mono que habla o un hombre primitivo? zEn qué medida el juez que tiene que pronunciarse en el habeas corpus se ve libre de aquellos mismos peli- gros por el hecho de que la expresién ha- beas corpus también es de factura juridica, si su problema central es determinar si el beneficiario del recurso es o no un hombre? Por otra parte, si alguien sostiene que la clasificaci6n de una transaccién concreta como “compraventa” o “donacién encu- bierta” depende de la proporcién o despro- porcion que exista entre el valor intrinseco de la cosa y el de Ja cantidad de dinero que se da a cambio de ella, y que esa clasifica- cidn puede ser dudosa e incierta, el que sostenga eso no quedara satisfecho con la respuesta de que no puede haber problema Sy SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY alguno porque el precio es falso 0 no, y si ocurre lo primero hay donacién mientras que si ocurre lo segundo hay compraventa. No quedara satisfecho porque aunque en- riquezcamos nuestro arsenal de conceptos con el concepto de “‘falso precio” siem- pre quedara subsistente, frente a un caso concreto, la posibilidad de que haya dudas razonables acerca de si éste debe 0 no ser clasificado como un caso de “‘falso precio”. El concepto de “‘falso precio” carece de li- mites precisos y definidos en lo que con- cierne a su aplicacion a los casos concretos, tal como carece de limites semejantes el concepto de “hombre de edad madura”’, que podria quizds invocarse para pretender eliminar la vaguedad de “joven” y “‘viejo”’. Esa técnica reduce la vaguedad pero no la elimina. El concepto “‘falso precio” intro- duce su propia zona de penumbra, y la po- sible indeterminacion subsiste, quizds ate- nuada. Ello no impide, por cierto, que en Sy GENARO R. CARRIO la realidad se den muchos casos frente a los cuales no haya dudas de que el precio es falso. 6. Algunas conclusiones A esta altura de la exposicién ya pode- mos hacer las observaciones siguientes. Primero. La posicién A, correctamente reformulada, o liberada de las exageracio- nes con que, quizds, fue originariamente expuesta, no es incompatible con una dis- ciplina como la dogmatica juridica, que expone y caracteriza a los conceptos juridi- cos como compuestos por una cantidad fi- nita de notas precisamente indicadas. Segundo. La posicién A, en cambio, con su formulacién primitiva 0 con su refor- mulacién mas cuidadosa, es incompatible con una posicion que niega la existencia de dudas justificadas en la aplicacion de reglas generales a algunos casos concretos 0 en la clasificacién de estos casos concretos bajo So SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY reglas generales, sca que esa tarca de clasi- ficacion la ejerza un juez al resolver un pleito o una causa, sea que la ejerza un particular para determinar en concreto qué curso de conducta seguir, 0 aconsejar a un tercero que siga. Tercero. Por lo tanto, la posicién A no es compatible con la posicién B, en la me- dida en que ésta niega la existencia de ca- sos de la penumbra cuando se trata de determinar si un caso concreto es 0 no un ejemplar de una regla general. La posicién A, reformulada y liberada de exageracio- nes polémicas, es preferible a la posicién B porque hace mas justicia a los hechos y tiene mayor poder explicativo. Lo tiene porque ayuda a entender una cantidad de fendmenos de la experiencia cotidiana del derecho que, en caso de adoptarse la posi- cién B, quedarian como aberraciones inex- plicables e incluso inconcebibles (votos en disidencia, sentencias revocatorias, dicta- GENARO R, CARRIO menes fiscales no coincidentes con los fa- llos, cambios de jurisprudencia, discrepan- cias de buena fe entre litigantes que no concuerdan en la forma de calificar hechos sobre cuya ocurrencia coinciden, etcé¢tera). Cuarto. La posicién A, que reconoce abiertamente la fundamental importancia que tienen las reglas en toda sociedad or- ganizada, y que limita la incertidumbre a los casos que se presentan en la zona peri- férica de las reglas, no puede ser conside- rada una posicién de escepticismo frente a éstas. El cargo es manifiestamente inme- recido. No hay puntos de contacto fundamenta- les entre la posicién A y el realismo nihi- lista. Sdlo los une tener un enemigo co- mum: la posicion B y sus congéneres. Quinto, La posicién A afirma que entre los casos concretos claros y los casos concre- tos dudosos (casos de la penumbra) no hay una distincién nitida y tajante, porque esa SOBRE LAS PALABRAS DE LA LEY distincién depende de la nocién de zona de penumbra, que es vaga. La posicién B ob- jeta que eso significa negar la distincién inicial y sumir en la penumbra a toda la normatividad. Tal reproche es equivalente a este otro y tiene la misma —escasa— fuerza de conviccién: si alguien afirma que en una habitacién hay un foco de luz que gra- dualmente va transformandose en penum- bra, sin que pueda decirse con precision dénde concluye la luz y dénde empieza la penumbra, la persona que afirma eso esta negando Ja distincién entre zona de luz y zona de penumbra y estaé sumiendo en penumbra toda la habitacién. Sexto. La posicion A no ha introducido ningtm factor adicional de escepticismo frente a las reglas al destacar las distintas ‘fuerzas” que pueden tener las expresiones lingtiisticas. La posicién A no ha dicho na- da al respecto, aunque, como sugeri mas arriba, quizas pudo y debid haberlo dicho. Nay GENARO R. CARRIO 4. Final Terminaré con dos ultimas observacio- nes de un tipo muy distinto a las ante- riores. En primer lugar, considero de estricta justicia decir que yo no habria advertido ciertas extralimitaciones en que incurri en mis Notas sobre derecho y lenguaje, si no me las hubieran sefialado, con amable in- sistencia, mis amigos Carlos Alchourrén y Eugenio Bulygin. Agradezco a ambos su amabilidad y también su insistencia. En segundo lugar, espero que nada de lo que he sostenido en este ensayo sea in- terpretado como expresiOn o indicio de una actitud desconsiderada frente a las ideas que he criticado, ni frente a quien las ha expuesto con extraordinario brillo. Constituye un alto honor para mi polemi- zar en un tono de cordial discordancia con quien es, sin duda, uno de los mas destaca- dos juristas de nuestra lengua. go INDICE CAPITULO 1: INTRODUCCION |... 262 ee CapiruLo 11: SiNTESIs DE LAS POSICIONES ENCONTRA- DAS 2 cece eee eee 1. Sintesis de la posicién criticada Lee leas 2, Intermedio .........-..0 0.02 e ere eee 3. Sintesis de las criticas ...........00.00- 2005 CapfruLo it; CONFRONTAGION Y BALANCE DE LAS DOS POSICIONES Introduccién ..... . Una interpretacion de “La interpretacion ‘de la ley” .. . ¢Fue correcta esa ‘interpretacién? bee eeee . Intento de conciliacién bees Fracaso del intento de conciliacin. bee Algunas conclusiones .. . Final .........0...0-. ne MED Ue oe 13 13 29 45 45 49 52 60 63 86 90

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