David Pujante / Manual de retérica
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y escultura sirven de introduccién a Quintiliano para referirse a los
estilos oratorios, que son segiin los denomina en principio: estilo atico
(lestilo ateniense), estilo asidtico (el del Asia Menor) y estilo rodio (de
Rodas) (Inst. orat. XII 10 16-18; Orat, 23-25). El estilo aticista lo define
Quintiliano como conciso y sano, puro y pleno. El asiatico o asianismo
es un estilo hinchado e inane, inflado y vacio (Inst. orat. XII 10 16). El
tercer estilo, el rodio, siempre segtin Quintiliano, nace de Esquines, que
lo traslada a Rodas con su exilio.
También Quintiliano, como Cicerén, considera que la eleccién
de un estilo determinado lo marcan los temas. Asi, el género simple
conviene a la narracién, y sirve para establecer los hechos y hacer la
probatoria. El género medio recurre a los tropos y a las figuras, se
hace amable por sus digresiones. En cuanto al estilo vehemente sirve
para obligar al juez a ir por donde queramos (Inst. orat. XII 10 59-61).
Consecuentemente un buen orador empleara todos los estilos,
pero manteniendo siempre el decoro. Hace una lista de vicios y vir~
tudes para terminar su exposicién respecto a los géneros de la clocu-
cién:
la palabra del orador seré elevada sin excesos, sublime sin extra-
vagancias, atrevida sin temeridad, austera sin tristeza, grave sin
tardor, rica sin lujuria, agradable sin relajacién, noble sin énfasis
(Cnst. orat. XII 10 80).
sumpeeanenn
Se lIL.b.4. La memoria
Con la memoria, que es la cuarta de las operaciones retéticas,
entramos en el cémputo de las operaciones no constituyentes de texto
discursivo. Frente a las tres primeras Gnventio, dispositio y elocutio) que
han ocupado siempre la extension maxima de los tratados de retérica,
las operaciones memoria y actio 0 pronuntiatio tienen habitualmente un
discreto segundo lugar en los estudios retéricos.
La memoria representa, en la organizacin del modelo retérico,
un puente entre las tres operaciones constitutivas de texto discursivo y
'a operacién actuativa que culmina el discurso (discurso que queda in-TIL. El corpus retérico
serto en lo que Mama Albaladejo el hecho retérico*). Pero ées la me-
moria un simple puente entre las operaciones constituyentes de texto
discursivo y la actuacién discursiva? ¢Es tan sdlo un arte practica que
nos permita memorizar el texto? ¢Algo que nos sirve para tener todos
los elementos discursivos en la cabeza, controlarlos mejor y, a la vez,
aparentar que estamos improvisando; consiguiendo hacer mas brillante
la tiltima operacién retérica, de la que, por cierto, depende el éxito 0 el
fracaso de todo el trabajo previo? Hagamos un repaso de la historia de
la memoria como operacidn retérica e intentemos ir respondiendo a
todas estas preguntas.
La concepcién que durante siglos se ha tenido de la memoria
retérica nace de Ja doctrina desarrollada por Cicerén y Quintiliano. De
esta cuarta operacién retérica no tenemos ninguna noticia en la retérica
prearistotélica. Anaximandro habla tan sdlo de las tres primeras opera-
ciones (nventio, dispositio y elocutio). Arist6teles afiade a la triada la pro-
nuntiatio (bypokrisis) (Rhet. III 1403b 23 y ss.) y su esquema sera desarro-
Ilado por Teofrasto y su escuela.
Segtin nos cuentan Cicerén (De orat. U1 86 352-354) y Quintiliano
(Inst. orat. XJ 2 11-13), la fundamentacién técnica del arte de la memoria
tiene su origen en Siménides de Ceos (ca. 557-ca. 467 a. de C.). Simé-
nides fue un hombre bien considerado por los antiguos, quienes lo tu-
vieron por sabio e incluso divino (la referencia es platénica). Su impor-
tante obra poética no se nos ha conservado (sélo fragmentos citados por
otros) y la anécdota sobre la que se fundamenta su relacién con el arte
de Ja memoria también tiene mucho que ver con su labor poética.
Cuenta Quintiliano que, habiendo convenido Siménides cierta
suma por escribir un poema para un atleta que habia sido coronado
como vencedor, el atleta habia rehusado pagarle el total del precio es-
tipulado por haber dedicado Siménides dos terceras partes del poema
ala alabanza de los didscuros Castor y Pélux; cosa que, por lo demas,
era muy habitual en este tipo de poema, como podemos comprobar en
las Olimpicas de Pindaro. Skopa, que cra el atleta en cuestién, soberbia-
mente, le recomend6 que pidiera lo que faltaba a los dioses a los que
habia cantado. Y —sigue diciendo Quintiliano— segin la tradicién, los
4 Cf Tom4s ALBALADEJO, Retérica, cit., pag. 43-57 y 59; Tomas ALBALA-
DEJO,