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FEDERICO SCHILLER ® DE LA GRACIA - _ Y LA DIGNIDAD EDITORIAL NOVA NOS AIRES INDICE GENERAL DE LA GRACIA ¥ LA DIGNIDAD Estudio preliminar, por Juan Prob:t De la gracia y de la dignidad - DE LO SUBLIME Jntroduccién, por Alfred Dombeim . AEs Delo sublime, Ampliscién de algunas ideas de Kant - SOBRE LO PATETICO Sobre lo patétics . SOBRE LO SUBLIME Prefacio, por Alfred Dorheim y Juan C, Sila ; Sobre Io sublime... By eat) oe eva IDEAS ACERCA DE LA APLICACION DE LO VULGAR Y DE LO BAJO EN EL ARTE Ideas acerca de la aplicacién de lo vulgar ¥ de Io bajo en el arte - 38 165 169 189 DE LO SUBLIME Ampliacién de algunas ideas de Kant Llamamos sublime a un objeto, ante cuya representacion nuestra naturaleza sensible siente los propios limites; nuestra na- turaleza racional, empero, su superioridad, su exencién de limi- tes; objeto, al que no podemos resistir, pues, fisicamente, pero sobre el cual nos elevamos moralmente, es decir, por medio de ideas, Sélo como seres sensibles somos dependientes; como seres racionales somos libres. El objeto sublime nos hace —primera— experimentar nuestra dependencia como seres naturales, en tanto que —se- gundo— nos da a conocer la independencia que como seres ra- cionales sustentamos frente a la naturaleza, tanto en nosotros como fuera de nosotros. Somos dependientes, en tanto que algo fuera de nosotros contenga la causa por la cual algo en nosotros llega a ser po- sible. Mientras que la naturaleza fuera de nosotros esté conforme con las condiciones bajo las cuales Ilega algo a ser posible en hosotros, no podemos sentir nuestra dependencia, Para llegar a tener conciencia de ésta, la naturaleza ha de ser representada como militante contra lo que para nosotros ¢s necesidad y, sin embargo, sélo por su cooperacién, posible; o lo que es lo mismo, ella debe hallarse en contradiccién con nuestros instintos, deriqo Schiller Ahora bien; todos los instintos que obran en nosotros, como seres sensibles, se dejan reducir a dos fundamentales, Primer tenemostel instinto de cambiar nuestra estado, manifestar nuestra existencia, ser actives, todo lo cual tiene Ia finalidad de conse- guirnos representaciones, y consiguientemente, puede lamarse ins- tinto de representacién o instinto de conoeimiento. Segundo, po- seemos un instinto de mantener nuestro estado, continuar nuest oxistencia, lo que se Mama instinta de conservacién. El instinto de representacién tiende al conocimiento, el ins tinto de conservacién a sentimientos y, por lo tanto, a percep clones interiores de la existencia. Nos encontramos, pues, por estos dos diferentes instintos, en doble dependencia con respecto a la naturaleza, La primero se nos hace sensible, cuando no se dan en Ia naturaleza las con. diciones bajo las cuales Hegamos a adquirir conocimientos; se nos hace sensible la segunda, cuando la naturaleza contraria las con- diciones bajo las cuales nos es posible continuar nuestra exis tencia. Paralelamente, mantenemos, mediante nuestra razén, do- ble independencia Con respecto a la naturaleza: prime - ro, en tanto que (en lo tedrico) escapamos a las condiciones: de In naturaleza, al pensar mds de lo que conocemos; segun- nos de las condicio- do, en tanto que (en lo practico) prescin nes de la naturaleza, pudiendo contrariar por nuestra volun - tad, nuestra concupiscencia. Un objeto, en la percep- cian del cual experimentamos Jo primero, es te6ricamente grande, un sublime del conocimiento; un objeto que nos de a sentir la independencia de nuestra voluntad, es practicamente grande, un sublime del caracter. En lo sublime tedrico, la naturaleza como objeto del conocimiento, se encuentra en contradiccién con el instin- te de representacién. En lo sublime prdetico, esta en contradic- cién como objeto de lasensibilidad, con el instinto de conservacién. All, se la considerd sélo como un objeto que debia ampliar nuestro conocimiento; acd, se la representa como un po- der, que puede determinar nuestro propio estado. Por eso. De fo sublime 99 Kant' Hama précticamente sublime lo sublime del poder v lo sublime dindmico, en oposicién a lo sublime matemdtico. Pero, pues que de los conceptos dinamico y matematico, no puede inferirse, con suficiente elaridad, si la esfera de lo su- blime queda exhausta o no mediante tal clasificacién, yo he pre- ferido la de sublime tedrico y sublime practico. De qué manera dependemos, en cuanto a conocimientos, de condiciones de la naturaleza y llegamos a tener conciencia de esta dependencia, seré suficientemente expucsto al desarrollar lo su- blime teérico. Que nuestra existencia como seres sensibles depen- de de condiciones naturales fuera de nosotros, apenas necesitard una prueba especial Tan pronto como la naturaleza fuera de nos- otros altera, en cuanto a nosotros, la precisa relacion sobre la cual descansa nuestro bienestar fisico, nuestra existencia en el mun- do sensible, que esta unida a ese bienestar fisico, es atacada y puesta en peligro. La naturaleza, pues, tiene en su poder las con- diciones bajo las cuales existimos; y a fin de que no perdamos de vista esta relacién con ella, tan indispensable para nuestra existencia, ha sido dado a nuestra vida fisica, en el instinto de conservacidn, un guardian alerte, y a este instinto, en el dolor, un monitor, Tan pronto como nuestro estado fisico sufre, pues, un cambia que amenace convertirlo en eu contrario, el dolor hace recordar el peligro © impulsa al instinto de con: servacién a oponer resistencia. | f Cuando el peligro es de tal suerte que nuestra resistencia seria vana, entonces debe originarse el temor, Un objeto, pues, cilya existencia esti en conflicto con las condiciones de la nues- tra es, cuando no Jo igualamos en poder, un objeto de temor, 0 terrible, Pero sélo es terrible para nosotros como seres sensibles, por- que tinicamente como tales dependemos de Ja naturaleza. Aquéllo que, en nosotros, no es naturaleza ni esta sometido a la ley na- 1 Kant, Critica del juicto, 1* parte (Critica det jutcio estética), 2 libro ¢Anatitica de lo sublime), parr, 24 es. Compdrese también O, Kil Kant; Coleccion Labor, Buenos Aires, 1939, 8% edicién, pigs. 149 sa, J00 Federico Schiller turd), nada tiene que temer de la naturaleza fuera de nosotros, eonsiderada como poder. La naturaleza, representada como un poder que puede, cierto es, determinar nuestro estado fisico, pero ningun dominio tiene sobre nuestra voluntad, es din@mica o practicamente sublime. t Lo sublime prictico se distingue, pues, de lo sublime tedrico en que aquéllo se opone a las condiciones de nuestra existencia, ésto sélo a lag condiciones del conocimiento, Tedricamente su- blime es un objeto, en cuanto implica la idea de infinitud, idea que la imaginacién no se siente eapaz de representar, Préc mente sublime es un objeto, en cuanto implica Ja idea de un pe- ligro, que nuestra fucrza fisiea no <¢ siente capaz de vencer. Fra- casamos en la tentativa de oponernos al poder del segundo. Un ejemplo del primero es el Océano en calma, y el Oodano agitado por la tempestad es un ejemplo, del segundo. Una torre o une montaiia extraordinariamente altas pueden ofrecerse como un sublime del conocimiento, Al inclinarse hacia nosotros, se troca- ran en un sublime del cardcter. Pero ambos tienen en comin que precisamente por su oposicién a las condiciones de nuestro existir y de nuestro obrar, revelan en nosotros aquella fuerza que no se siente ligada a ninguna de esas condiciones; una fuerza, pues, que por un lado puede pensar mis de lo que conciben los sentidos y por otro, nada teme en cuanto a su independencia ni sufte jones, aunque su compaiiero que, violencia alguna en sus manifestec' sensible hubiere de ser vencido por el tertible poder de la natu- raleza, Pero si bien ambas indoles de relacién con la fuerza de nuestra razén, estan asimisino, mente distinta con nuestra sensibilidad, lo cual origina cia, tanto, de intensidad como de lo sublime guardan Ia misma en rela cién total entre ellas importante diferem interés. ‘ Lo sublime teérico contradice al instinto de representacion, lo sublime préetico al instinto de conservacién. En lo primera, s¢ | disputa anieamente una sola manifestaci6n de la sensibilidad, pero tn Io segundo, la dltima razén de todas las posibles manifesta- ciones de lo miamo, es decir, la existencia. De lo sublime 10 i, es bien: todo afin de representacién que fracasa, va uni- one es lesagrada, porque se contradice con ello a un instinto ive. Pero nunca puede este desagrado llegar a un dolor, en ae ae independiente nuestra existencia del éxito o fr: so de un tal conocimie: y imacié / ae nto, y nuestra autoestimacién no sufra ee ie un objeto que se opone a las condiciones de nuestra xistencia y cuya sensacién inmediata produciria dolor, sus : J i cita, a representirselo, horror; porque la naturaleza debia, para la conseryacién de la fuerza misma, tomar disposic ‘ones muy distintas de Jas que encontrala necesarias para mantener fou’ actividad.-"Nucsiss sthathilidad’ por ende, Gia itera @- un modo completamente distinto junto al objeto terrible que junto al infinito; porque el instinto de conservacién habla a una voz mucho mas alta que el instinto de representaci diferente dober temer por la posesién de una sola ee, que por Ja razén de todas Ins posibles representaciones: mire existencia en el mundo de lo sensible; por Ia existencla iniema que por una sola de sus manifestaciones. iid Precisamente por es0, porque el objeto terrible afecia a nuestra naturaleza sensible con violencia mayor que ¢l objeto i a finito, es por lo que la diferencia entre la facultad sensible y Is suprasensible se siente tan vivamente y la superiorided de Ta razon y In libertad interior del espiritu se hacen tanto nie pa- tentes, Ahora bien: si, pues, toda la esencia de Io sublime des- eansa en Ia conciencia de esa -nucstra libertad racional, y todo de- Teite ante lo sublime ce origina precisa y solamente en esa con eiencin, se desprende por si mismo (y ast lo ensefia también In experiencia) que en la representacidn estética lo terrible de- ba conmover més viva y agradablemente que lo infinito y que por consiguiente, lo sublime practico, en cuanto atafie a la in. Jensidad del sentimiento, le leve por anticipado un é fa a lo cublime tedrico. ‘ a Lo grande tedrico amplia, en rigor, sélo nuestra esfera: To grande préctico, lo sublime dindmico, nuestra fuerza. Nues. ‘tra verdadera y perfecta independencia de la naturaleza In ox- Federico Sehillve 102 perimentamos, en realidad, sélo a través de lo aitimo; porque e algo completamente distinto sentirse independiente de las condi- tiones de la naturaleza sélo en el mero acto del imaginar y en el interior de si mismo, que sentirse por sobre el destin, los azares, toda la necesidad de la naturaleza, y sentir con sublimi- dad. Nada tan inmediato al hombre, en cuanto ser sensible, como la preocupacién por su esistencia; y ainguna dependencia més oprimente que ééta de Ja naturaleza considerada como poder m mo, bajo cayo dominio esta su existencia. Y de esta dependen- cia se siente liberado al contemplar lo sublime practico. “EL rresistible poder de In naturaleza”, dice Kant*, “nos da a co- considerados como seres sensibles, verdad es, nuestra im- potencia, pero revela al mismo tiempo en nosotros una facultad de juzgernos independientes de ella, y una superioridad sobre la naturaleza, en Ia cual se funda una autoconservacion de muy otra clase que aquella que puede ser atacada y puesta en peligro por la naturaleza fuera de nosotros: con lo cual la humanidad ch nuestra persona no queda humillada, aunque el hombre hubiera de someterse a ese poder, De tal suerte”, continta di- nocer, 2 Kann, Critica del judeio estético, en el parr. 28 (De io sublime dind. mico de la naturaleca): “...la irtesistibilidad de su fuerce [de Ja natura- Jeza] que cieriamente nos daa conocer nucstta impotencia fisies, conside- rados nosotros coma seres naturales, deseubre, sin embargo, una facultad de juzaarnos independientes de ella y una superioridad sobre la naturileza, en fa que se funda una independencia de muy otra clase que aquella que puede eer atacada y puesta en peligro per la naturaleza, una independencia ena cual la humanidad en nuestra persona permanece sin rebajarse, aun- que el hombre tenga que sometersc a aquel poder. De ese modo, la na- turaleza, en nuestro juicio estético, no es juzgada como sublime porque proveque tenor, sino porque excita en nosotros nuestra fuerza (que no € haturaleza) para que consideremos como pequefio aquello que nos preocupa (bienes, salad, vida): y asi, no consideramos la fuerza de aquélla (a Is cual, en Io que tova 4 esas cosas, cstamos sometidos, para aorotros y nuts: tra personalidad) coma un poder ante el cual tendriamos que inclinarnos ai se tratase de nuestros més clevados principios y de su sfirmacién 0 fabandono, Asi, pues, Ia naturalera s¢ Inma aqui sublime porque eleva Ia mapinaci’n a la exporiciin de aquellos casos en los cuales el espirita fueds hacerse sensible te propia eublimidad de su determinacién, incluso for encima de 1a naturalezs” [segtin ls traduccion de Manvel G. Morente}. De lo sublime L038 iendo, “el terrible poder de la naturaleza es juzgado por nos otros, estéticamente, como sublime, porque despierta en nosotros nuestra fuerza que no es naturaleza, para que consideremos como pequefio tode aquello por lo cual nos preocupamos como se- res sensibles; bienes, salud y vida; y por ende, no consideremos el poder mismo de la naturaleza, a la cual, en lo que respecta a esos bienes, indudablemente estamos sometidos, en ices nos= otros y nuestra personalidad, como violencia ante la cual ten- driamos que inclinarnos cn el caso de que se tratase de nuestros mas elevados principios y de su sustentaciin o abandono. Por 30”, termina Kant, “la naturaleza aqui se llama sublime, porque eleva In imaginacién a representar aquellos casas, en los aed capitit puede hacerse sensible la propia sublimidad de su tee minacién Esta sublimidad de nuestra determinacién racional, esta nues- tia independencia prictica de Ia naturaleza debe ser diferencia da bien de aquella superioridad que en ciertos casos sabemos sustentar sobre ella, como poder, sea mediante nuestras fuerzas fisicas © sea mediante nuestra inteligencia, y que, por cierto, también posee algo grande pero absolutamente nada de sublime. Un hombre, p ej., que lucha contra una bestia y la vence por la fuerza de su brazo o bien por algtin ardid; un rio caudaloso, como el Nilo, cuyo poder se quebranta por medio de diques, al aus la inteligencia humana transforma de objeto dafiose ah ti al enomuzar su abundancia en canales, para regar con ella campos aridos; un barco en alta mar que mediante sus instalaciones ar- tificiales es eapaz de desafiar todo desenfreno de los salyajes ele: ninguno de aquellos casos, en los que el hom- bre, por su inteligencia inventiva, obligé a la naturaleza a obe- decerlo y servir a sus fines aun alli donde ella le es superior como poder y esti armada para aniquilarlo; ninguno de eens casos, digo, despierta el sentimiento de lo sublime, a pesar de tener al, ° andlogo con él y de : mente, Pero ;por qué no son sublimes, entonces, aunque hacen visible la superioridad del hombre sobre Ja naturaleza? Debemos volver aqui al coneepto de lo sublime, en el que ia Mentos; en suma, nplacer, por esto, al juzgarlos estética- . 104, Fedérieo Schiller ficilmente se trasluce la causa. De acuerdo con este concepto, #610 es sublime aque! objeto frente al cual sucumbimos como seres de lanaturaleza, pero del cual nos sentimos abso- Intamente independientes como seres racionales, como seres no pertenecientes a la naturaleza, Todos los medios naturales, pues, que el hombre aplica para resistir al poder de In natura- leza, estin execluidos por este concepto de lo sublime; por- que este concepto implica, en absolute, que no debemeos com- pelir, como seres naturales, con el objeto, sino que debemos sen- tirnos independientes @e éste por lo que no es naturaleza en nos- otros (y esto no es sino la razén pura). Pero ahora todos aque- llos medios citados, por los que el hombre llega a ser superior a la naturaleza (habilidad, ardid, y fuerza fisica), han sido to- mados de Ia misma naturaleza y corresponden, por conaiguiente, al hombre como ser natural. Resiste, pues, a estos objetos no como inteligencia, sino como ser sensible, no moralmente por su libertad interior, sino fisicamente por la aplicacién de fuerzas naturales, No est sujeto, por ello, tampoco a estos objetos, sino que ya les es superior como ser sensible. Pero ahi donde sus fuerzas fisicas bastan, no existe nada de lo que podria obligarle a recurtir a su yo inteligente, a la autonomia intima de su fuerza racional. i En cuanto al sentimiento de lo sublime se exige, pues, en absoluto, que nos consideremos abandonades por completo de todo medio fisico de resistencia, buscando, por el eontrario, ayuda en nuestro yo no fisico, Por tanto, un tal ob- jeto debe ser terrible para tiuestra sensthilided; pero deja de serlo tan pronto como nos sentimos capaces de hacer frente a éste, por medio de fuerzas naturales. Esto se confirma, igualmente, por la experiencia: la fuerza natural mas poderosa es menos sublime en la medida en que se muestra dominada por el hombre, y rapidamente vuelve a ser «sublime tan pronto como deja impotente a toda destreza huma- na. Un caballo que corre por las selvas en un estado wun libre # indémito nos es, como fuerza natural superior a nosotros, te - rrible, y puede servir de objeto para un relator sublime. Pero De 1p sublime 105: este mismo caballo, domado y puesto en el yuguillo o enganchado al carro, pierde su caracter terrible y con éste también todo Jo sublime, Mas si este caballo domado rompe sus riendas, s¢ en- eabrita furioso bajo su jinete y se deyuelve Ja libertad por la violencia, entonees ha reaparecida lo terrible en él, y de nuevo Hega a ser objeto sublime. Por Io tanto, la superioridad fisica del hombre sobre las. fuerzas de la naturaleza no es ninguna causa de lo sublime, por- que easi siempre donde se la encuentra, disminuye la sublimided del objeto o la destruye por completo, Verdad es que pedemos detenernos con notable placer en Ia contemplacién de la habili- dad humana que supo subyugar las fuerzas naturales mae salva. jes, pero la fuente de este placer es 1d gica, y no estética e3 un efecto del pensar, no infundido por la representacién mediata, Consiguientemente, la naturaleza no es précticamente subli- me en caso alguno, excepto donde es terrible. Pero ahora surge el interrogante: gocurre lo mismo también en el caso in- verso? Es que siempre que se muestra terrible, es también pricticamente sublime? Aqui, una vez mas tenemos que valver al concepto de Io su- blime. Tan necesariamente como este concepto exige el sentirnos dependientes del objeto, coma seres sensibles, ian necesariamente incluye, por otra parte, que nos sintamios independientes del objeto, como seres racionales. Donde no existe lo primero, donde el objeto no posee nada terrible para nuestra sensibilidad, no ¢s posible ninguna sublimidad. Donde falta lo segundo, donde el objeto es.s610 terrible y donde no nos sentimos superiores como- seres racionales, tampoco es posible lo sublime, Encontrar sublime a lo terrible y experimentar placer en ello, implica, indefectiblemente, una libertad intima del espiritu; por- que lo terrible puede ser sublime tnicamente cuando nos hace sentir nuestra independencia y nuestra libertad de espiritu, El temor verdadero y real, sin embargo, anula toda libertad de ea piritu. El objeto sublime debe ser, pues, terrible, pero no debe sus- 106 Federica Schiller citar verdadero temor. El temor cs un estado de sufrimien to y de violencia; lo sublime sélo puede agradar como objeto de libre consideracién y por la sensacién de nuestra acti- vided interior. Por lo tanto, el objeto terrible no debe dirigir su poder en contra de nosotros 0, cuando ello ocurre, nuestro es- piritu dehe mantenerse libre, venciendo nuestra sensibilidad, Pero este Gltimo caso ocurre muy raras yeces y exige una eleya- ei6n de la naturaleza humana, que apenas puede ser imaginada como posible en un ®sujeto. Porque siempre que nos encontra- mos en un verdadero peligro y nosotros mismos somos objete de un poder natural enemigo, desaparece cl juicio estético. Tan sublime como podria ser yna tempestad en el mar, observada desde la orilla, tan desagradable seria emitir este juicio estético sobre ella para los que se encuentran en el bareo que es destruido por la misma. Tenemos que considerar, pues, sdlo el primer ejemplo, en que el objeto, ciertamente, nos deja ver st poder, pero no lo dirige contra nosotros; situacién en que nos sabemos se- guras ante aquél, Nos ponemoes, entonces, solo por medio de la imaginacién, en el caso en que este poder pudicra alcanzarnos y que toda resistencia fuera vana. Lo terrible existe, pues, sdlo en la representacion; pero ya la mera representacion del peli- gro, si es bastante viva, agita el instinto de conservacion, resul- tando de ello algo andlogo a lo que produciria la verdadera sen- sibilidad, Un estremecimicnto nas conmueve, nace un sentimicnto de zozobra, y se rebela nuestra sensibilidad, Y sin este comienzo del verdadero sufrimiento, sin esta grave agresion a nuestra exis- tencia, sélo jugatiamos con ¢l objeto; y debe haber serie- dad, por lo menos en el sentir, para que la razon pueda refa- giarse en la idea de su libertad. También la conciencia de nuestra libertad interior sla puede tener valor y significar algo, en tan- to que aquélla se manificste seriamente; pero no existe seriedad, si s6lo jugamos con el concepto del peligro. He dicho que tenemos que eneontrarnos seguros, para que lo terrible nos ataque. Sin embargo, hay desventuras y péligros ante los cuales el hombre nunca puede sentirse segura y que. De lo sublime 107 no obstante, pueden ser sublimes en Ja representacién, y la son también, en la realidad. Por consiguiente, el coneepto de la se- guridad no puede ser restringido a que uno se sepa a salvo, fi- sicamente, ante el peligro, como p. ej cuando se-mira desde una baranda alta y bien firme hacia un abismo profundo o desde una altura hacia el tempestuoso mar, Aqui, verdad es, la falta de te- mor se funda en 1a conyiceién de la imposibilidad de ser presa de este peligro. Pero gen qué fundaria uno su seguridad ante él destino, ante el poder ommipresente de la Diyinidad, ante enfer- médades doloross, ante pérdidas graves y ante la muerte? Aqui no existe ninguna causa fisica para permanecer tranquilo. Y al imaginarnos ¢l caricter terrible del destino, tenemos que decirnos, a] mismo tiempo, que de ningin modo estamos libres de aquél. Hay, pues, una doble causa de seguridad, Ante calamidades, de las que el huir esta en nuestro poder fisico, podemos tener una seguridad fisica exterior; ante calamidades, empero, a las euales no estamos en condiciones de resistir ni las que tampoco nos es posible rehuir, de un modo natural, s6lo podemos tener una seguridad interior o moral, Esta diferencia, especialmente en lo que respecta a lo sublime, es importante, La seguridad fisica es una causa inmediata de tran- quilidad para nuestra sensibilidad, sin que tenga relacién alguna con nuestro estado interior o moral. Por lo tanto, nada se re- quiere para contemplar sin temor un objeto, ante el cual uno se encuentra en esta seguridad moral. La causa es evidente: la se- guridad fisica favorece a todo hombre en la misma medida; la seguridad moral, empero, presupone un estado de animo que no se encuentra en todos los sujetos. Pero como la seguridad fisica s6lo existe para la sensibilidad, no posee en favor suyo nada que pueda agradar a la razén; y su influencia es meramente nega- tiva en tanto que tnicamente evita el despertar repentino del instinto de conservacién y la anulacign de la libertad del espiritu. Muy diferente es el caso en cuanto a la seguridad inte rior o moral. Ella, por cierto, también es una causa de tran- quilidad para la sensibilidad (si no, ella misma seria su- blime), pero In es sélo mediatamente, por ideas de Ia razén. 408 Fedesico Schiller Contemplames lo terrible sin temor, porque nos sentimos inde- pendientes de su poder sobre nosotros, como seres de Is naturale. va, sea por la conciencia de nuestra inocencia o sea por la idea de la indestructibilidad de nuestre ser. Co- io vemos, esta seguridad moral exige ideas religiosas, porque sélo la religiény no la moral ofreve rezones para tranquilizar nuestra sensibilidad. La moral sigue implacablemen- tg las preseripciones de la razén, sin consideracién de lo que in- terese a nuestra sensibilidad: pero la religién trata de estable- eer una conciliacién y un acuerdo enti las exigencias de la razén y los deseos de la sensibilidad. No es suficiente para la seguridad moral, que poseamos un card¢ter moral; se exige, ade- mas, que imaginemos la naturaleza en armonia con Ja ley moral o, lo que es lo’mismo, que nos Ia figaremos bajo la influencia de un ser puramente racional. La muerte. p. ej. es un objeto ante el cual estamos seguros 3410 moralmente. La viva representaciGn de todes los horrores de la muerte, en unién con la certidumbre de no poder rehuirla, imposibilitarfa por completo a la mayoria de los hombres, ya que ellos son seres mucho mas sensibles que racionales, de vineular a esta Teprosetir tecién tanta tranquilidad como seria necesaria para emitir un juicio estético, si la creencia racional en una inmortalidad no ofreciera una salida soportable aun a la misma. sensibilidad, Pero esto no debe entenderse de modo tal que Ia represen tacién de Ja muerte, si est vinculada con la sublimidad, reciba esta sublimidad por Ja idea de la inmortalidad, ;Todo lo contra- io! Ta idea de Ia inmortalidad, tal cual Ia supongo yo, es causa de tranquilidad para nuestro instinto de existencia, es decir, para nuestra sensibilidad: y de una vez para siempre debo advertir que en todo lo que ha de producir una impresion sublime, la sensibilidad con sus exigencias debe haber sido re- ehazada en absolute, y toda causa de tranquilidad se la debe buscar sélo en Ja razén. Aquella idea de la inmortalicad, naa que ain y en cierto mado toma en cuenta Ia sensibilidad (tal como esta establecida en todas las religiones positivas), no puede contribuir én nada a hacer de la representacién de Ja muerte un De To sublime 100 objeto sublime, Antes bien, esta idea, por decirlo asi, debe estar telegada a segundo plano, para acudir en ayuda de la sensihili- dad s6élo cuando €3ta, sin consuelo e¢ indefensa, se siente expuesta a los horrores de la destruccién y se encuentra en peligro de sucumbir ante sus violentos ataques, Pero cuando esta idea ¢ la inmortalidad llega a dominar al espiritu, entonces la muerte pierde lo terrible, ylo sublime desaparece, La Divinidad, representada como omnisciente, que penetra con su luz hasta lo mis recéndito del eorazén humano, como san- fa, que no tolera ninguna emocién pura, y como potente, en euyo poder se halla nuestro destino fisico, es una representacién terrible y por endo puede llegar a convertirse en una repre- centacién sublime, “Ante los efectos de este poder no podemos tener ninguna. seguridad fisica, Porque no nos es posible re- huirlos ni ofrecerles resis tencia. Por lo tanto, no nos resta mds que una seguridad moral, fundada en la justicia de este Ser y en nuestra inocencia, Contemplamos sin temor los tetro- rificos fenémenos, mediante los cuales nos revela su poder, porque Ja conciencia de nuestra inculpabilided nos pone a salvo de ellos sta seguridad moral hace posible, que al concebir este poder ilimitado, irresistible y ommipresente, no perdamas por eomplete nuestra libertad de espiritu; pues donde esta libertad no existe, el espiritu no esté dispuesto a emitir juicio estétion alguno. Pero este poder no puede ser la causa de lo sublime, porque el sen- tiniento de seguridad, a pesar de basarse en causas morales, « Jo suma sélo otorga una causa de tranquilidad para Ja sensibilidad ¥ satisface al instinto de conservacién, Y porque lo sublime nunca descansa en Ia satisfaccién de nuestros instintos, Si la represen- tacion de la Divinidad ha de ser practicamente (dinamicamente) sublime, entonces debemos referir el sentimiento de nuestra se- guridad no a nuestra existencia sinoa nuestros Principios. Debe sernos indiferente, Io que en este caso os sucederd, como sores de Ia naturaleza; Io principal es que hos sintamos, como inteligencias, independientes de los efectos de su poder. Pero también como seres racionales nos sentimos Independientes de la omnipoteneia, en tanto que la misma omni derica Schiller FE. V0 ' potencia no puede anular nuestra autonomia ni eee tra yoluntad en contra de nuestros principios. ee fae sélo en cuanto negamos toda influencia natu i i de nuestra vo- ini relas determinaciones de nu wt m de su poder es dindmicamente su- luntad, la representaci blime. i ae Sentirse, en las determinaciones de la voluntad, indepe te de la Divinidad, no tiene otro sengido que el de toner gonsienata de que la Divinided nunca puede actuar como po = mise nuestra yoluntad, Pero como Ia voluntad pura siempre ivina, jam e el caso en cidir con la voluntad divina, jamés puede yee ees 6 inenios can! . por la razén pura, nos determin' ia Divinidad Negamos, pues, su influencia sabre aise bale : renal : s6lo en tanto que tenemos conciencia de que es * ad idad puede influir sobre las determina n tro modo oluntad no de o ul cate ae ley de la razén ¥ consiguientemente nes ' que por su armonia con la i en nosotros, n ura existente en , ; on i por attoridad, ni por recompensa o castigo, # per He a : 6 vi ob ava ib Nuestra razén sélo yenera en cién a su poder. Nues eee it da de ella excepto su rep , yt santidad, y no teme na See bién ésta dnicamente en tanto que reconoce ae Ba ee sus propias leyes. Pero no corresponde a Ia v6 tet dhe eee o aprobar nuestro caracter, sino que ello es Gane dni Ie por nuestra conducta. En este tinico caso, pues, en ie fe oe fi ‘ible para nosotros o sea, t d podria llegar a ser terri 08 « a eee ion, no dependemos de ella, Por pe aa Divini a rad lar e@xis- dad es, puede ant da como poder que, ver ; fe ae pero no Pate tener ninguna influencia sobre las ae cee i mie: subli- we de nuestra razén mientras existamos, 63 Saini me 8 ; ‘ ; me; y solamente aquella religién que nos eae tacion de la Divinidad, Ieya en si el sello de lo subli ina i ete Te % Esta interpretacién de In sublime dindmico, dice ee e Tatar el echo de que sslemot teprerentarnos a Dios, en_una tenpesad, ee au @ un pidee alrado y no obsante sublime; por To taste ete ena azordad a wna frivolidad pretender que nosotras seamos cep ser De Jo sublime ll El cbjeto de la sublime préctico debe ser’ terrible para la sensibilidad. Sobre nuestra estado fisico debe cernitse un infor- tunio, y la representacién del peligro debe poner al instinto de conseryacién, En esta afeccién del instinto de conservacién, nuestro yo intéligible, aquello que en nosotros no es naturaleza, debe distinguirse de la parte sensible de nuestro carictet, y debe llegar @ tener conciencia de su autonomfa, de su independencia de todo Jo que puede perjudiear a la naturaleza fisica, en sume. de su libertad. Pero esta libertad es absolutamente moral, y no fisiea, Ni mediante nuestras fuerzas naturales, ni por nuestro entendimiento, ni como seres sensibles debemos sentimos superiores 1 objeto. terrible; porque entonces, nuestra seguridad estaria condicionada exclusivamente por causas fisicas, es decir, en forma empirica, y per consiguiente siempre subsistiria, adn asi, una dependencia de Ia naturaleza. Por el contrario, en este caso debe sernos com: pletamente indiferente lo que nos sucederd como seres sensibles, Y nuestra libertad sélo dehe cons ) movimiento stir en no considerar nuestro Fitualmente superiores a los efectos de tal poder, Aqui, fa disposicin ani. miea no patece ser un sentimiento de sublimidad de nuestra Propia natura- leza sina, por el contrario, un abatimiento y una tesignacié disposicion is Sureeponde al fendmeno de tal objeto, Parece que en toda religién, of Desirarse y adorar con ademancs compungidas y angustiosos 3 Ia tnica tonduéta adecaada én presencia de la Divinidad, conducta que Por consi- suiente ha sido aceptada por Ja mayoria de los pueblos. Pero, sigue él, Geta disposicién aniiica no esti figads, por necesidad alguna, a Ia idea de Ja sublimided de ung religién. El hombre conselente de cu culpa, abe For tanto Were motivo pera temer, no s¢ encuentra ce ningin mods SB une situacién animica dispuewta a admirar Ja grandesa divina, Sélo en. toners, cuando su conciencia es pura, esou efectos del poder divine sirven para darle una idea sublime de la Divinidad, en tanto que por cl sent. jniento de su propio caricter sublime, ¢ elevado por sobre el tamer de Ios efectos de ese poder. Poses vinetacitn y no temor ante Ia Ds inidad. mientras que la cupersticién silo siente temer y sorohra ante ella, sin es. fimarla, de lo ene] nunca puede originatse una roligiin. cue nplique una conducta buena en la vida sino itnicamonte Ta aspiracide al {aver y el afin fle eaptarse simpatins, Kawr, Critica del Juicia Eetético, Anglttite de Tor | Sublime [parr. 28, De Ia Naturaleza eomo Poder]. 12 Federico Schiller estado fisico, que puede ser determinado por Ja naturaleza, como inherente a nuestro yo, sino en contemplarlo coma algo externo ¥ extrafio que no ticne influencia alguna sobre nuestra persona- fidad moral. Grande es quien supera lo terrible; sublime aquél que no lo teme, aunque sucumba. Anibal fue tedricamente grande, cuando se abri camino hacia Italia sobre los Alpes intransttables *: practicamente grande o sublime lo fue sélo en la desgracia ©. Grande fue Hércules, al emprender y Hevar a cabo sus doce trabajos *. Sublime fue Prometeo que, encadenado en el Caucaso, no se arrepintié de su hazafia ni reconocié su culpa®, Podemos mostrarnos grandes en la dicha, pero sublimes solo en la desdicha, Practicamente sublime es, pues, cualquier objeto. que, si bien nos hace percibir nuestra impotencia como seres de la natu- raléza, al mismo tiempo revela en nosottos una facultad de re- | sistencia may diferente, In cual no elimina el peligro, de nues- tra existencia fisica, sino (lo que es infinitamente més) que separa nuestra existencia de nuestra personalidad, No es, pues, una segu- 4 Con su audat hezaiia del paso de los Alpes desde Espafia, empexd Ja stgunda guerra plinica entre cartagineses y romanos (218 a. J. C.). 5 Ls batalla de Zama (202 a. J. C.), decisive para la dertota de Cur- tago, puso fin a In segunda guerra panica. Anfbal huyé a Asia, donde se enyenend, para no caer en manos de sus enemigos romanos. 4 Semin In mitologia griega, cl padre de Hércules o Heracles habia perecide en Ia lucha contra Ios habitantes de Orcomenos, suctdiéndole, como rey de Tebas, Crem, el cual dio a Heracles su hija Megara por esposa. Enloqueeida por Hera, Heracles maté a flechazos a sus tres bijos. Para purificarse debié entrar al servicio de Euristeo, quien le entargé doce difi- ciles trabajos. Sobre éstos, constiltese H, Steunine, Mitologta ariega y ro- mana, tred. Barcelona/Buenos Aires, 1927, 2% edicién (Coleccién Labor, sece. VI, mim. 4), pigs. 133-138. 7 Véase H, Sreupinc, 0. ¢, pig. 69, La sublimidad de Prometeo estd expresada en forma cabal en la poesia del joven Goethe, titulada Prome- theus, In que Schiller conocia y qe, seguramente, le habia inducide, mits que el mito elisico, a expresar el juicio arriba citado. De lo sublime 113 ridad material, que se-refiere a un solo caso, sino una feguridad ideal que abarca todos los casos posibles, de la cual llegamos a tener conciencia al representarnos lo. sublime, Esta sublimidad no se funda, pues, de ningéin modo en la supera- cién o anulacién de un peligro que nos amenaza, sino en elimi- nar la iltima y tnica condicién bajo Ia cual puede existir un peligro para nosotros, enséiiindonos a conaiderar la parte sensi- ble de nuestro ser, la tinica que esté sujeta al peligro, como un objeto natural ajeno que no interesa en absolute a nuestra verda- dera persona, 2 nuestro yo moral. i Después de haber establecide el concepto de lo sublime préc- lico estamos en condiciones de clasificarlo segin la variedad de objetos que lo producen, y la multiplicidad de situaciones en las cuales nos encontramos frente a estos objetos. P En la representacién de lo sublime observamos tres factores diferentes. Primero: un objeto de la naturaleza, como poder; segundo: una rélacion de este poder con nuestra facultad fisica; tercero: una relacién del mismo poder con nuestra persona moral. Lo sublime es, pues, el efecto de tres representa- ciones consecutivas; 1) de un poder fisico objetive, 2) de nues- tra impotencia fisica subjetiva, 3) de nuestra superioridad moral subjetiva. Pero a pesar de que, en toda representacién de lo su- blime, deben unirse esencial y necesariamente estos tres factores, Gepende, sin embargo, de como legamos a la représentacién de ellos; y en esto se basa wma doble diferencia fundamental en cuanto a lo sublime del poder. 1 © solamente se ofrece a la contemplacién un objeto como poder, la causa objetiva del sufrimiento pero no el sufrimiento mismo, y entonces es el sujeto jurgante el que se crea la repre- sentacién del sufrimicnto y transforma el objeto dado, refiriéndolo al instinto de conservacién, en un objeto temible y, refiriéndolo @ su persona moral, en un objeto sublime o propia actividad. Lo sublime contemplative procura, pues, un Goce menor pero también menos mixto. La naturaleza s6lo procura a lo sublime contemplativo un chjeto como poder, cuya transformacién en un objeto terrible para la humanidad queda reservada a Ja imaginacién, Segtin que Sea grande o pequefia la participacién de la fantasia en la pro- duceién de lo terrible y conforme ella desempeiie su tarea mis abierta u ocalta, también lo sublime debe resultar diferente, 2 a més del objeto como poder, se representa oer ‘su cardcter terrible para el hombre, el eo y eae juzgante no le resta otra solucién que Ia de aplicarlo a moral y creat de lo terrible, Jo sublime. lativamente Un objeto de la primera clase es in pace e Get eouvelite sublime, un objeto de la eee B un voledn en erupeién, una masa de rocas que pends encima de sublime. nosotros como si quisiera derrumbarse intanténeamente, una tor- menta en alta mar, un crudo invierno en Jas regiones polares, un verano en las 2onas térridas, animales feroces o venenosos, unit inundacién, ete., son Poderes naturales, contra los cuales nuestra facultad de resistencia no cuenta para nada® y que se encuentran en oposicién a nuestra existencia fisica, Hasta ciertos objetoa ideales, como p. ej. el tiem Po, considerado como poder que obra tranquila pero inexorablemente, la nee esidad, cuyas severas leyes ningiin ser natural puede cludir, y hasta la idea moral del deber que muchas veces se comporta como un. poder hostil dirigido en contra de nuestra existencia fisica, son objetos terri- bles, tan pronto como la ima Sinacién los refiere al instinto de conservacién; y Megan a ser sublimes, tan pronto como Ja I Lo sublime contemplativo del poder jetos que exclusivamente nos revelan un poder de la Uepotatina ee al nuestro pero que, por lo see ce a nuestro criterio aplicar dicho poder a nuestro Be eee estra persona moral sélo, son contemplativament fe il Taare asi porque no conmueven al espiritu de Ja oe cia suficiente como para que no pueda permits tay, ont a d en un estado de tranquila contemplacién En lo subl a al lativo es de maxima importuncia la actividad auténo: ae nae porque desde el exterior es dada una sola pone em Tienda las otras dos ser cumplidas por el ae eee esta razén, lo sublime seater a Saal fone {aa extense, porque no toes Tos hares poseen a Sits jmaginacién para produciz en si una AS aad cién del peligro, ni tampoco la suficiente Regen oe 2a thuir una representacién de tal indole. ec. : are tenso, porque la representacién del peligro, aun: Dui arade Gon! We paejde Wivacitad) cn lets\eait siempre «s mel eeiaska y porque el espiritu con mayor facilidad se nantiene defo de una tepresentacién que él produjo por su & Compirese Kany, Kriti der Urieitstraft, 19 porte (Kriile der ds. tetischen Urteilshrafe) péxt, 28: “Kihne aiberkamgende gleichsan drohende Felsen, am Himmel sich auftiirmends Donnerwotken, mit Blitzen und Krachen einkersichend, Vulhane in ihrer ganzen zerstérenden Gewatt, Orkane mit ihrer surickgelassenen. Verwiistuag, der grenzenlose Osean tn Empdrung gesetst, ein holier Wasserfall eines miichtigen Flusses wu. d. gl. machen unser Vermégen. za wiederst in Vergleichung wit ihrer Macht, ur unbedeu- fonden Kisinigkeit”. {Las roces que audaces penden en lo alte oat unit amenaza, las nubes de tormenta que 60 amontensn en el cielo y que se adelantan con rayos y truenos los volcanes que desencademan tada ty ‘poe tencia destructora, y los huracanes que van dejando trax si la desolacién, I inmenso ooéane eonvulsionado pot la tempestnd, una eutarata de un cit Poderoso, etc, reducen a una Pequisiex insignificante nuestra facultad de resistir, comparada con su poder.| Un abismo que se abre ante nuestros pies, una tempestad, | Pederico Schiller 16 xaxé6n les aplica sus supremas leyes. Pera cous ae ote cusos slo la fantasia agrega lo terrible, ca ie oe otros suprimir una idea que es nuestra pe ri, portenecen a la clase de lo sublime contemplative. — ae Pero la representacién del peligro posee a Saetoes real, y tan sélo es necesaria la sencilla Big = Seen Ja existencia de estas cosas con nuestra existencia eel ine presentacién, pata que exista lo ae La a 10 eerie troducir nada de su propio medio, sino que sélo se ea : ee objetos de la naturaleza ae en ies . ws ie si son transformados eee ee ¢ tasia, en poderes terribles; y es la E a r ién, descubre lo terrible, sino qu (ambien To crea arbitaamene, sn poser mative obj tivo suficiente para ello. Este es ae de lo extrao i lo indeterminado, , rina aia ros hombre en el estado de infancia, en que la sao obra sin traba alguna, es horroroso todo lo que no ee ee En todo inesperado fenémeno de - ae ae. i ispuesto a luchar en contra de neia, al sar conservacion se moviliza para resistir a la ee En este periodo, el instinto de conservacién Be Se i sobre el hombre; y porque este instinto es timido y see LC dominio es un reino del horror y del temor, La suneest a8 : se formacn csta época es, por consigulente, oe ve también las costumbres poseen estos aa is ae a brios, Se halla el hombre antes armado que vestido y, @! oe se con un forastero, su primer ademén ez el de ay er La costumbre de los antiguos habitantes de Tauride le pe i la desgracia conducia a i : fia a Ia que a Diana toda persona extrafia a a ; su costa®, dificilmente tiene otro origen que el one : i : i By ies sélo el hombre mal formado, y noel inculto ® ‘Véanse Jas dos versiones mas famosas de la tragedia Ifigenta en Tauride, Je de Euripides y In de Goethe. De Jo sublime lz salvaje, que desencadena su ira contra lo que no puede hacerle ningtin dafio. Es verdad que este temar ante todo lo que es extraordinario, desparece en el estado da cultura, pero no tanto coma para que no subsista algiin vestigio on In contemplacién astétioa de Ia naturaleza, durante la cunt ef hombre se entrega deliberada- mente al juego dé su fantasia, Esto lo saben muy bien los poetas, ¥ por consiguiente no omiten lo extraordinari a por lo menos come un ingrediente de lo terrible. Una profunda tran. quilidad, un gran vacio, y un sul esclaretimiento de la obs- ridad son, en si, cosas de muy poea importancia, que no sobre- salen por ninguna particuluridad excepto per su cardcter extraordinario y no habitual, Pero, a pesar de ello Suscitan un sentimiento de horror o, por lo menos, Y por ende son aptas para lo sublime, Cuando Virgilio quiere estremecernos: de espanto pintando los horrores del averno, Hama nuestra atencién especialmente sobre su vacio y su silencio, Lo califien de loca nocte late tn, centia™ ‘vastas moradas de la noche y del silencio’, y de domos vacuas Ditis et inania regna © ‘desiertos y mustios reinos de Plutén’, Al iniciar sus misterjos, vigorizan su impresion, los antiguos ponian especial aten- ida en una impresidn terrible y solemne, y para consemuitla ae servian sobre todo del silencio, Un profundo silencio otorga a la fantasia completa libertad y alienta la expectacién hacia alga terrible que debe ocurrir. En los ejercicios del aficio diy 0, el silencio de toda una comunidad de fieles es un medio muy eficaz pata impulsar la fantasia ¥ para causar en el espiritu una dispo- sicién solemne. Y hasta la supersticién popular lo aplica en sus fantasias, pues, como es sabido, debe observarse un profundo si- Tencio al levantar un tesoro, En lox palacios encantados que figu- ran en los cuentos de hadas reina un silencio mortal, que despierta 10° Aeneis, Uber VI, 265: “, lore nec 11 Aeneis, liber VI, 269: “...domos Di silentia late”. ‘ewas et inania regna’, 6 Federica Schiller el expanto, yes propio de la historia natural de las selvas encan- tndas ia absoluta ausencia de todo ser viviente. También la soledad, inmedintamente que se presenta como duradera ¢ juvoluntaria, es terrible, p. ej. el destierro a una isla inhabitada. Un dilatado desierto, un bosque solitaria de muchas millas de extensién, el navegar a la deriva en el ilimitado mar, son todas reptesentaciones que despiertan, él espanto y que son aptas para ser utilizadas en la literatura como objetos de lo sublime. Pero ‘aqui (en la soledad), ya existe una causa objetiva del temor, porque la idea de una gran soledad también incluye Ia idea del desamparo, Con mucho mayor afan aun Ia fantasia se empefia en trans- formar lo secreto, indeterminado e impenetra ble, en objeto del horror. Aqui se encuentra en su propio elemento, pues como la realidad no le pone limite alguno y sus operaciones no ge testringen a ningiin caso especial, el amplio reino de las posibilidades esta abierto ante ella, Pero el hecho de que ella se incline precisamente hacia lo terrible y que més bien tema lo desconocide que espere algo de ello, se funda en Ia natu- taleza del instinto de conservacién que la conduce. El ahorreci- miento es de un efecto incomparablemente mis répido y poderoso que la concupiscencia: y resulta de ello, que detras de lo deseo- nocido mas bien presumimos algo malo en vez de esperar algo bueno. La oscuridad es terrible, y precisamente por esta razon es apla para lo sublime, Pero ella no ¢s terrible en si, sino porque nos oculin los objetos y porque nos entrega, por consiguiente, a Ja violencia total de la imaginacién. Tan pronto como el peligro se ha evidenciado, desaparece gran parte del temor. El sentido visual, primer guardian dé nucstra existencia, nos rehusa sus ser- vicios en la oscuridad, y nos sentimos indefensos ante el peligro eseondido. Por ello, la supersticién sittia todos los fantasmas en la medianoche, y para la imaginacin, el reino de la muerte es un reino de noche eterna. En los poemas de Homero, en los que Ju humanidad todavia habla con naturalidad maxima, la oscuri- dod es representada como una de las mayores calamidades. De to sublime 119 Alls estén el pueblo y la ciudad de los Cimerios, Entre nieblas y nubes, sin que jamais { El sol resplandeciente los ilumine con sus rayos... | Pues una noche perniciosa se extiende sobre los miseros morta- [les =, Odisea, canto XI, versos 14-16 y 19. overs exclama el valience Ayax en le oscuridad de la batalla, ‘Libra ya a los griegos de esta oscuridad, haz que lemue el dia, Haz que vean estos ojos y luego, si te place, Déjame caer a ta luz (del dia)” 1, Hliad@, XVII, versos 645-647. También lo indeterminado es un ingrediente de lo horrible; y lo es, exclusivamente, porque otorga a la imaginacin la libertad de detallar una representecién segin su propio arbi- trio, Lo determinado, en cambio, canduce al conocimienta claro y al sujetar el objeto al entendimiento, lo aparta del arbitrario juego de la fantasia, La representacién homérica del Tértaro 4 se torna mds terri- ble atin porque, por decirlo asi, nada en una niebla, y los fantas- mas de Ossian ® sélo son ereacioncs nebulosas y didfanas a las que la fantasia da sus contornos arbitrariamente, 42 Segtin la trad. castellana de L. Segalg y Estalella (Las Cie) /stortet de la Literatura y del Pensamiento Universal, tomo |, a Losads, Buenos Aires, 1938), pig. 127. La traduccién alemana que cit Schiller e# de Johann Heinrich Voss, ne 18 Compdrese In traduccién alemat a do José Hermosilla, Paris, editorial Garnier slusss ts fe eee + as Host Odisea, canto XE. salva " esia deg ‘io vate celta del siglo mr, if i. siesiiea con ruben sedan Meghan aT taron sumo interés en Alemania por las tradiciones folklérieas de los pue- hlos nérdioos, J. G. Herder escribié.un enuyo Ober Ossian und die Lieder alter Volker (1773) y Goethe tradujo fragmentos del mismo, incluyéndoles en ol final de su Werther, Sehillor conocié estas canciones a través do lu obra de Herder, cuyo valor critico-literario es indiscutible, a pesar de que 120 Federico Schiller odo lo velado ylo misterioso contribuye a crear lo horrible y, por consiguiente, es capaz de adquirir un earacter sublime. De esta indole es la inseripcién que se leia en Sais, Egip- to, sobre el templo de Isis: “Yo soy toda lo que es, lo que ha sido y lo que sera, Ningiin hombre mortal ha Jevantado mi velo” 1°. Precisamente esta incertidumbre y este misterio dan a las repre- sentaciones humanas que segrefieren al futura después de la mue te, un cardcter espantoso; sentimientos expresados de una manera muy feliz en el conocido monélogo de Hamlet. La descripeién que nos hace Tacito de la solemne procesién de la diosa Herta **, Mega a ser terriblemente sublime: por la oseu- la edicién de Macpherson, en que él so basa, constituye una falsificacion literatia, porque dichas canciones mo pertenecen a una época tan remota como a la que Muephersoa lac remonta, Comparense también Poesia thgenue 'y poesia sentimental, trad, de J, Probst y R. Lida, Instituto de Estudio: Germanicos do la Universidad de Buenos Ain Buenos Aires, 1941, notr pag 36 y Sobre to sublime, trad. de A. Dornheim y J. C. Silva, Institute de Estudios Germinicos de la Universidad Nacional de Cuyo, Buenos Ai- res, 1943, pags, 32-33. 16 Compirese Kant, Critica del juice, parr. 49, nota. Sobre el culte de Isis en Egipto yéanse A. Monet, El Nilo y In Civilizactin Egipcia, trad. Barcelona, 1927; Diccionaaire des Antiquités Grécques et Romaines, publi- cada bajo le direceién de Ch, Daremberg y E. Saglio, Paris, 1926 s=., tomo TL, pags, 377 0-586 a. 47 Schiller alude al mondlogo de Hamlet en Sraresreans, Hamlet, prince of Denmark, Sr, acto, 1° escena: To be, or lot to be: that is the question: Whether ‘tis nebler in the mind to suffer ‘The slings and arrows of outrageous fortune, Or to take arms against a sea of troubles, ‘And by opposing end them?... 18 ‘Tkeiro, Ea Germania, parr. 40: “Los rendignos, aviones, anglos, warinos; eudases, suardones y nuitones éstdn cercados y amparados de riot y bosques, Ninguno de ellos tiene otra cosa notable que el adorar en ‘comin a Nerto, qué significa Ja Madre tierra, ln cual picnsan que interviene en qos comms y negocios de los hombres, ¥ que entra y anda en los pueblos. Fn una isla del Océano hay un bosque llamado Casto, y dentro de él un carro consagrado cubicrto eon una vestidnra; nos permitide tocarle sino a un sacerdote, Este conoce enindo la diosa cet on aquel recinto seereto, De Jo sublime 12h o eon que él Ia enyuelve, Fl carro de la diosa desaparece en a rani dl bosque, y ninguno de los que son utilizados para 6 misterioso servicio, vuelve con vida, Estremecido se pregunta mo, qué serd lo que cuesta Ia vida al que ve, quod sam morituri. vident, MEL rai Todas las religiones poseen misterios to un espanta sagrado, y del velo en el santuario, que mantienen despier- como la majestad divina vive detras asi también Ia majestad d : bites ijestad de los reyes uele rodearse de misterio, para mantener en perpetua tensin, p medio de esta invi itos, uke a : Wee Puoue principales subdivisiones de lo sublime contem lel poder, y como descansai 1 inacié I See nen Ja determinacién moral comin a toda la humanid: lad, tenemos el derech supone: ivi t ean : ‘poner una receptividad para ella en todos los sujetos humanos su i is : ' ausencia no puede ser disculpada por un juego de la natur. ez, como en las emociones puramente sensibles. ss e icienei, We = imputada, como deficiencia, al sujeto. A veces, lo sublime ae se encuentra ligado a lo sublime del poder, y el efecto « y ; vege es tanto mayor, cuando no solamente la facultad sensible neia sino también Ja facultad de representacién encuen. tran sus limites en un objeto, ibilit aoa ae y cuando la sensibilidad, con su ye are. sf bets bilidad artificial, la reverencia de sus sub- sino que debe ¥ con mucha reverencia va siguiendo el carro, Inismo saverdote vuelve la diosa as 1 , sacién de Joe hombres, Luego del que tiran yacas... El emplo, hurta y cansada de la conver- % mbes, a en un lago seoreto ef poe iiss ge mistia diosa, si asf Io quisieres creer, A los pale iz sven em eth, 66 lop troga el mismo Iago, De auf les viene a ieee cealto terror y unt santa ignerancis le Io que pueda ser aquello - solamente les que han de pereeer”, (Traduceién tegin Golecriin Universe, - 85, Espasa Calpe, Madrid, 1932) Nairn 122 Federieo Schiller Ir LO SUBLIME PATETICO Cuando nos cs dado un objeto, no solamente como poder sino, al mismo tiempo y objetivamente, como un poder perni- cioso para el hombre; cuando este objeto, pues, no solamente muestra su violencia, sino que la exterioriza _hostil- mente, en la realidad, entonees la imaginacién no posce la libertad de referirlo al instinto de conservacion, sino que debe referirlo a ste y esti obligada, objctivamente, « hacerlo. Pero el verda- dero sufrimiento no permite ningin juicio estético, porque anole la libertad del espiritu. Por consiguiente, no debe ser en el lel juagante en el eual ef objeto terrible compruebe su poder des: tructor, lo que significa, que no hemos de sufrir nosotros mis- mos [directamente] sino sélo simp iticamente. Pera n el sufrimiento simpatico afecta ya excesivamente a la osolros, mal mosibilided, cuando el sufrimiento existe fuera de 3 : Fl dolor compartido prepondera sobre todo goce gen see cuando es pura ilusién o ficcion, o (en el caso de haber ae lo en realidad) cuando no se presenta directamente a los sentidos sino a la imaginacién, el sufrimiento puede llegar a ser stttico ¥ suscitar un sentimiento de sublimidad. Esta representacién de un sufrimiento ajeno, unida al afecto y a la conciencia ae nae tra libertad moral interior, es patéticamente sublime. La simpatia ol afecto compartido ( comunicado) ho es una manifestacién libre de nuestro espiritu, que debiéramos an en nosotros por propia actividad, sino una afeccion espontanea de la facultad de sentir, determinada por In ley natural. De ee modo depende de nuestra voluntad querer compartir el sufri- miento de una criatura. Tan pronto como tengamos una repre- sentacién suya, debemos compartirlo, La pata rale za, y no nuestra libertad, es la que actiia aqui, y la emocion del espiritu se adelanta a la decisién. Ae . Tan pronto, pues, como nos llegue objetivamente la represen: De Jo sublime “128 tacion de un sufrimiento, debe producirse, en virtud de la inva- tiable ley natural de la simpatia, una sensacion ulterior de ese sufrimiento en nosotros mismos. Con ello, en cierto modo lo hacemos nuestro. Nos compadecemos, No solamente la congoja compartida, la conmocién por la desgracia ajena, sé lama compasidn, sino también, y sin distincién alguna, toda pa- sién aflictiva compartida con otra persona: hay, pues, tantas clases de compasién como diferentes clases de sufrimiento original: te- mor y horror compasivo, rozobra, indignacion y desesperacién compasivas. Pero si lo que suscita la pasién (0 lo patético) ha de ser una enusa de lo sublime, entonces no debe ser Mevado hasta el yer- dadero autosufrimiento. También en medio de la pasién mas intensa debemos diferenciarnos del sujeto que sufre, porque la libertad del espiritu esta perdida cuando la ilusién se trneca en plena verdad. Si la compasién aumenta en un grado tal que realmente nos confundimos con el que sufre, entonces ya no dominamos a la pasién, sino que ella nos domina, Si la simpatia, en cambio, per- manece dentro de sus limites estéticos, entonces retine dos condi- ciones principales de lo sublime: la viva representacién sensible del sufrimiento, unida al sentimiento de la propia seguridad, Pero este sentimienta de seguridad experimentade en la re- presentacién de suftimientos ajenos no es, de ningtin modo, la causa de lo sublime, y bajo ningdn concepto la fuente del placer que obtenemos de esta Tepresentacién. Lo patético se torna sublime exclusivamente por la conciencia de nuestra libertad mo- tal, y no de la fisica, Y este sufrimiento eleva nuestro espiritu y llega a ser patéticamente sublime, no porque nos yemos separados de él, por nuestra buena suerte (pues entonces tendria- mos atin un garante muy malo para nuestra seguridad), sino por- que sentimos alejado a nuestro yo moral de ln causalidad de exe sufrimiento, es decir, de su influencia sobre la determinacién de nuestra voluntad, No es absolutamente necesario que, al presentarse un grave peligro, se sienta realmente en si la fuerza animica para sustentar

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