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CHATELET, Frangois (1995) El pensamiento de | Plat6n. Madrid: Labor. | ee ee ee Introduccion Platon murié hace mas de veintitrés siglos. Para nosotros, hun: didos como estamos en los complicados y confusos problemas de nuestra civilizacién técnica, problemas cuya extrafia y constante novedad no cesa de exaltarnos y abrumarnos, ¢qué interés tiene interrogar a un pensador tan lejano, tan evidentemente anticuado? {De qué nos habla todavia, qué puede decirnos, cémo vamos a en: tenderle y qué retendremos de su discurso? {No es la distancia entre él y nosotros demasiado grande como para que atin pueda transmitirnos un mensaje que nos diga algo vivido, significativo? Las diferencias en la manera de vivir y en las preocupaciones bé sicas, ¢no son acaso tan grandes que, en el fondo, cualquier intento de comunicacién esté de antemano condenado al fracaso? Abando- nar a Platén a la divinidad de los grandes pensadores trasnochados, saludarle, eso si, como lo exige la buena educacién cultural, ins- cribirle en el Pantedn de los dioses a los que sélo se tributan ya libaciones formales, reconocer a los eruditos —a quienes se traia- r4 con el limitado respeto que se les debe— el derecho a plantear «problemas platénicos» lo mismo que otros proponen problemas de ajedrez o de bridge..., ¢no es ésta la actitud sabia y eficaz que la situacién contemporanea recomienda al pensamiento? Formulemos la cuestién con més nitidez atin: ¢no es por un molesto habito cultural y el peso de una tradicién ilegitima por lo que todavia hoy hacemos referencia a un escritor que, viviendo como vivié en un ambiente totalmente distinto del nuestro, tan s6lo pudo interrogarse sobre hechos y datos que no tienen con los de la actualidad més relaciones que las de una lejana analogia? El retorno a Platon, eno vs esencial contemporaneo 1 habilidoso medio de apartarse de lo -cl hambre, los antazonismos entre las naciones y las clases, los procesos de industrializacién, la bomba atémica— para avogerse a un imaginario y tranquilizador mundo cultural? No es un pretexto para que cada uno pueda ocultar ar bitrariamente sus preacupaciones actuales recubrigndolas con el velo de la sacralidad que sucle conferir la referencia a un remoto pasado? ¢Podra hablarse de Platén como pretexto? Lo asombroso es, precisamente, que esta ocultacion que vienen cfectuando, hace siglos, discipulos, comentaristas y criticos nunca pudo ni podra llegar a ser enteramente arbitraria. Quien se gira hacia el fundador de Ja Academia encuentra al momento una resistenci sorprendente y se ve forzado a entrar en didlogo. ;Desea olvidar sut propio tiempo, perderse en el ambiente platénico? Interrogande al Fedon, la Reptiblica o el Tanco, advierte en seguida que de quicn se trata en tales didlogos es ya de él, de é1 mismo, con todas las mensiones de su modernidad. ¢Desea, por el contrario, olvidar la «antigtiedad» del platonismo, tratarlo como algo contemporaneo? Apenas tarda en darse cuenta, entonces, de que subsiste una fasci nadora singularidad, la rareza propia de los periodos primigenios. Verdaderamente, éste es el caso: a Platén no puede tomirscle ni como «curiosidad arqueolégica» ni come «escritor_pretexto» Porque habla de nosotros, del hombre enfrentado con Ia triple pro- blematica caracteristica de su destino: del individuo que busca la sutisfaccién, del ciudadano que quiere justicia, de la mente que ansia saber. Y su palabra resuena particularmente porque emana de una época y un lugar originales en los que se tomaron, en cit cunstancias de excepcién, decisiones que, desde entonces, por mais inventos que luego se hayan hecho, determinan nuestra cultura Platén es, ante todo, un testigo: cl testigo genial y critico de un periodo cuya funcién en el desarrollo de la historia sucle con- siderarse hoy --sea con fundamento en Ia realidad © imaginaria- mente— de capital importancia. Vivié en la época de Ia decadencia politica de la Ciudad: Grecia —repartida en varios cientos de Es- tados rivales entre si, la mayoria de los cuales son del tamafio de un municipio y el mayor de cllos apenas igual en superficie al de una pequefia provincia— no s6lo no llega a unificarse en segui- miento de una direccién comin o de un principio federativo, sino que, peor todavia, durante cl siglo 1 a. de J. C. se enzarza en con. fictos cada vez més encarnizados y absurdos. Dividida, debilitada es presa facil y tentadora para los reyes, los tiranos o los caudillos desde uropa... Atenas, la més opulenta y la mas inventiva de las ciuda. des, que en el siglo anterior se habia conquistado un vasto imperio y reinaba sin discusién en los mares, que ha sido ilustrada por sus poetas, oradores, historiadores, arquitectos y artistas, que ha ofre Fido durante algunos decenios la imagen de una organizacién social elicaz y justa, es ahora juguete y botin de los demagogos y noto. fiamente incapaz de mantener wna politica coherente. Su rival, la hntigua y virtuosa Esparta, se halla también corrompida y en vias de una total decadencia ‘Ahora bien, esta quicbra en cl movimiento hasta entonces ascen. dente que habia levado Grecia tiene, por lo menos, esta privilegia: da excepcion de inclinar al pensamiento « dar testimonio, a echar iia mirada retrospectiva y critica sobre las grandezas y las debi- lidades de lo pasado y a descubrir las razones de aquéllas y de éstas, La historia que se deshace apremia a juzgar la historia que se ha hecho. Y, precisamente, como la historia ya hecha ha producido realidades y obras prototipicas, el juicio as{ dado tendra decisivo alcance. Porque la Grecia clasica, en la época de su esplendor, y particu: larmente Atenas, inventaron en todos los campos unos tipos de organizacién, unas formas culturales, unos conceptos que consti tuyen todavia hoy para nosotros lo esencial de lo que lamamos civilizacién. No hace al caso enumerar aqui, ni siquiera muy su mariamente, los elementos de lo que ha dado en Hamarse el «mi lagro griego». Bastenos con recordar superfcialmente, sin orden, que a lo largo del siglo v se fue definiendo y practicando en Grecia un sistema politico —la democracia— cuya clave consistia en que todos los ciudadanos por igual pudiesen decidir en los asuntos publicos y elegir a sus gobernantes; que se establecié la igualdad de todos ante las Jeyes piiblicamente promulgadas; que se insti tuyé un orden «econémico» que aseguraba a cada miembro su efectiva participacion en el conjunto de la sociedad; que la vida religiosa Tleg6 a ser, de hecho y de derecho, cosa de todos; que el pueblo se reunia, con ocasién de los grandes certamenes drama. ticos, para otorgar la palma a Esquilo, a Sofocles o a Arist6fane: que el urbanismo se convirtié en un arte; que Herédoto, el «padre de la Historia», escribié su Encuesta (como hoy la habria tal vez titulado) y Tucidides su Historia de la guerra det Peloponeso: que el dominio del discurso fue reputado como la «técnica de las téc. nicas»; que hubo «profesores» que se dedicaban a difundir una ensefianza sistemdtica y original; que monumentos de radiante " luminosidad y armonia se elevaron donde hacfa poco no habia sino_oscuras criptas. Platén es el testigo de todas estas invenciones; de ellas habla: y como las juzga por sus consecuencias, él, sintiéndose en medio de un declinar que le resulta insoportable, patentiza sus sentidos y alcances, las va analizando: las piensa y comprende a qué hon das motivaciones humanas —legitimas 0 no— responden, Y, con ello, nos ayuda a nosotros. Porque aquellas formas politico-cultw. rales y los mitos que las aureolaban siguen siendo atin las nues. tras; en este particular somos tributarios de los griegos, como, en otros aspectos, Io somos de la cultura hebraicocristiana, y do le revolucién cientifica y técnica que iniciaron Galileo y Descartes Platén las coge a cierta distancia y las. analiza, Pregantone gcd quiere decir democracia y a qué conduce tal regimen: ee toterrg sobre el estatuto civico de la religién, sobre el interés real del teatro, sobre lo que significa «ensefiars, sobre lo que val . fondo, el arte y la poesta en en el Al leerle, he aqui que nosotros, encajados c: una tradicién hecha de tantos convencionalismos ave at mien Se nos pasa. por las mientes relleionar sobre elles, wae at frescor que é1 nos devuelve, nos capacitamos quizd para wensc, frescor quizé para pensar Habiendo é1 asistido a la formacién de unos constituyen lo més entrafable de nosotros y habiéndolos, inching vivido y pensado mientras nacfan y empezaban a ponerse en imo. vimientoy puede muy bien dirigirse a lo que tenemos de mis cube te, FeSe0r de 10 primigenio, que llama a cada lector a des ir lo que en si mismo es, no se da tan sdlo en el espiritu del Platonismo, sino también en’ su manera de expresarse. Despuc analizaremos mas detenidamente la naturaleza del didiogo » su significacion como estilo especifico del diseurco; pero en sats hn troduccion quisiéramos insistir sobre la gran riqueza literaria que manifiesta la obra de Platén. Porque no es suficiente con hablar de la elegante belleza del lenguaje platénico: mas admirable aun segin Ia situacién psicolégica de 10s interlocutores, entre el con renido del pensamiento y el modo de expresarlo De hecho, la forma expositiva, en la obra de Platén, caracterizada por una contenida diversidad que hace de ella esta modelo sta odelo notable. Desde la viveza de la conversacién corriente hasta Precisién de los anilisis teéricos, pasando por el lirismo del relato mitico, todas las «modalidades literarias» son puestas a Tontribucidn para revelar la complejidad y los variados niveles de la palabra densa de sentido. Tan pronto presenta el didlogo el tono de una amena conversacion entre interlocutores casuales que, tn la palestra oa Ja orilla de un arroyo, se distraen charlando; tan pronto es un intercambio de ideas entre dos amigos a quienes preocupa algiin problema de interés general; o se trata, si no, de Rha reunidn de banquetcadores a la que se nos permite asistir yen la que cada uno de los comensales se entrega a los juegos de palabras, en apariencia poco serios, a que le arrastran su facundia Yrsu fantasia; o bien, en fin, el interlocutor principal —Socrates Yasi siempre— da una leccién, y las réplicas de su auditorio sirven entonces para provocar o matizar las demostraciones y los argu mentos. De la comedia satirica —como lo es ese Menexeno donde Platon pone en escena a dos ridiculos discutidores que se enzar: zan a propésito de varias sutilezas— al largo e inspirado discurso del ateniense de las Leyes; de la leccién de légica que da el «ex- tranjero» en el Sofista a las grandiosas construcciones histéricas y cosmoldgicas que desarrolla el Timeo; de las afectadas ingenui- Gades de los primeros didlogos a la argumentacién didactica y rigurosa de la Reptiblica y a la dramatica descripcién del Fedén todos los «géneros» que el pensamiento emplearé ms tarde para convencer, persuadir o, simplemente, manifestarse, se hallan ya aqui como en germen, Definida por Herédoto, robustecida y racionalizada por Tuct- dides, la prosa griega hace aparecer en el didlogo platénico sus multiples posibilidades; y, a la vez, lega a la mente el instrumen: tal, los materiales y el modelo para su perfeccionamiento ulterior in embargo, al presentar a Platon como testigo y como escri- tor, no tocamos atin mds que de refilén los aspectos esenciales de su obra. Si hace falta abordar de frente el platonismo es por ser éste la manifestacién primera, consecuente y debidamente funda- da de una concepcién filosdfica que ha transmitido hasta nuestros dias la cultura de su medio ambiente y ha formado una escuela que es florén del espiritu A esta escuela se la llama la del idealismo, el espiritualismo ©, también, el realismo de las esencias; la denominacidn, por lo demés, importa poco al lado de la riqueza de su contenido. En la historia de la filosofia ha ejercido una funcién determinante y su influencia ha Ilegado a terrenos en los que el concepto no es Jo primordial. Baudelaire es un poeta platénico y, unos afios antes a de la segunda guerra mundial, un gran matematico sostuvo una tesis en la cual éste hacia revivir la teoria platonica de los nt. meros, Qué nos avisa el platonismo? Que desconfiemos del cuerpo, de sus impulsos, de sus afectos, de sus mensajes; que no nos deje mos arrastrar por los multiples y contradictorios atractivos que presenta el mundo natural solicitandonos por doquier a través de las percepciones, atrayéndonos, emocionandonos 0 infundiéndo- nos pavor; que comprendamos que este universo que percibimos —aparente criterio de toda satisfaccién, de toda existencia, de toda verdad— es solamente un telén de fondo ridicule y provisio- nal que se va desgarrando al correr del tiempo y que, si nos para- mos a considerarlo, no pasa de ser un mal juez que en seguida ha de confesar su caducidad, su vacio, su falta de entidad; que sepa- mos, en consecuencia, que los éxitos y las alegrias que brindan las sociedades del mundo —fascinadas enteramente por lo mate- rial— valen muy poco, como también son despreciables y esttipi dos los dolores y quebrantos que ellas infligen Hay que retirarse, pues, de este mundo? ¢Hay que encerrar se cn el silencio y en la contemplacion del vacio del Ser? EI platonismo se pronuncia en un sentido mucho més fruc- tifero: el de un pensamiento que, por medio del discurso dialo gado, del asentimiento al projimo y de la busqueda de uno mismo, y a base de las migajas de ser subsistente que se hallan en el seno de este falso ser que es el mundo natural, trata de descubrir, mas alld, el verdadero Ser. Pues éste debe ser: si no fuese, entonces la palabra se quedaria en mero ruido, el juicio en huera © artificiosa expresidn de los intereses y las pasiones individuales... Si no fucse cada cual podria dejarse Nevar de sus impulsos, la organizacién social no seria sino fortuita unién de voluntades de poder y de disfrute, y hasta la idea misma de una satisfaccion duradera, de la que estuviesen excluidos la violencia y el temor, resultaria in. concebible. ‘Ahora bien, se da el caso de que los hombres creen interesante la palabra y posible conseguir con discursos la unanimidad; de que luchan —a despecho y a causa de sus intereses y pasiones— por lo que Haman «justicia»: de que desean una «buena vida» y de que aceptan la muerte por dignidad 0 por la salud. El platonismo inaugura —con plenitud ya de medios mentales— esta afanosa y tesonera investigacién de un trasmundo, de un universo «meta fisico» mas verdadero que el mundo en que vivimos, de una rea lidad «sensible a los ojos del alma» y que dé consistencia y razén 4 de ser a esta otra busqueda confusa, insegura y heroica de la humanidad, ansiosa de verdad y de justicia No importa determinar, en esta Introduccion, si este camino de legitimacion que Platén escoge es el bueno, ni si hay algun otro camino que participe de una metafisica distinta o que no sca metafisico en absuluto. Lo que cuenta es que con la obra de Platon se inicia una tradicién propiamente filosdfica que, guar dando distancias tanto con respecto a las oscuridades de 1a reli gion recibida como con respecto a las facilitonerias de la opinion publica, define. contra la brutalidad de los hechos, los derechos y las exigencias del Espiritu. Y, juizguese como se quiera esta tra dicion, seguira siendo uno de lus polos por referencia al cual ha podido la cultura delimitar sus conceptos y fijar su plan en su dramatico camino a lo largo de fos siglos. Pero no es bastante atin, Definir a Platén por el idealismo o el realismo de las esencias —despuss de haber procurado un poco antes poner en claro su libertad como testigo y su riqueza como escritor— es encerrarle en una doctrina y, en definitiva, descono- cer el sentido profundo de su obra. Porque el método dialéctico, la concepcién politica, la teoria de las ideas —decisivos hallazgos culturales— recnvian 4 una invencién mas significativa atin, como to es la de la filosofia misma. En los capitulos que siguen tratare- mos de sentar con mayor firmera este punto. Permitasenos indicar aqui tan sélo algo que nos parece de capital importancia: cierta mente, antes de Platén, en la civilizacién griega y en otras civili- zaciones, habia un pensamiento que aspiraba a la verdad y tenia pretensiones universales; se habian desarrollado varias concepcio- nes de la divinidad, del hombre, del mundo y de sus relaciones mutuas; habjan sido definidas ya unas «légicas», unas «morales», unas politicas y, a menudo, con admirable grandeza y profundidad En este sentido, existian ya la filosofia y los filésofos Y, no obstante, a todas aquellas construcciones, a todas aque las teorias les faltaba un elemento que el platonismo iba a apor: tar y cuya importancia pondria él también de relieve: les faltaba la legitimacion. Aquellas «concepciones del mundo», aquellas filo sofias prefiloséficas se presentaban dogmédtica o liticamente, en forma de lecciones 0 de poemas, imponiéndose, por este mismo hecho, como verdaderas y como buenas. Pertenecian al orden del decir, de un decir que se bastaba a si mismo y, en resumidas cuen- tas, no se distinguian de la revelacién o de la profecia de tipo reli gioso mas que por conceder alguna mayor atencién a las cosas de aqui abajo. Precisamente por su dolorosa experiencia de lo im 15 ficaz que resulta un decir que no Hegue a justificar por qué dice que dice y no mas bien lo contratio, porque vive en una Eiudad eo la que la reina Palabra esta siendo cada vez mas desvergonzadamen. te prostituida, Platén comprende que es preciso —para salvar al hombre de las amenazas de la violencia— trazarle al discurso otras normas, darle otro estatuto. Tratase no ya de discurrir sobre la marcha, no ya de decir, sino de elaborar —frente a todos esos disparatados discursos que manticnen a los ciudadanos al compas de su fantasia o de sus intereses— un discurso que pueda ser tenido por legitimo juez de todos los demas. Este debera poder aceptarlo cada ciudadano como verdadero y tomarlo por criterio de su opinién y, consecucnte. mente, desu conducta, con tal de que dicho ciudadano haya logrado antes acallar su pasién, Ahora bien, el medio como seme jante discurso puede construirse no es otro que el didlogo. En el didlogo se entrentan dos decires, dos opiniones, dos pasiones Pero basta con que uno de los interlocutores comprenda que el enfrentamiento es intitil sino se convierte en confrontacién orien. tada a que surja una palabra de un nuevo tipo. Platon ha apren dido de Socrates que hay que dialogar no para decir, sino para dejar al otro ir cayendo poco a poco en la cuenta de lo inatil y vacio de su discurso. Y cuando el otro se convence de su desor, dlen, cuando, confuso, experimenta a la vez la imposibilidad y la necesidad de hablar, entonces, mediante la pregunta hecha por «el jue sabe que no sabe nada» al que cr a i nada sabe, viene una solucion. "vet ¥ Ahora sabe ya que En efecto, a partir de aqui ambos interlocutores estan en otro terreno: ya no hablan de si mismos, ya no expresan sus opiniones sino que en su discurso, cuya contradiccion, desdoblandose, se ha transformado en dialéctica, dejan hablar a otra realidad que no €s ni el uno ni el otro, antes se halla presente en cada uno de ellos yes el discurso mismo. El griego tiene un solo vocablo para de signar el «discurso» y la «razén», Volveremos sobre este. En el discurso de hecho —sin que cesemos, de hecho, de dialogar— se perfila necesariamente una exigencia de derecho: mas alla de lo que somos y de lo que decimos, hay en cada uno de nosotros un jhtez que justifica, que legitima 'y fundamenta lo que somos y lo que de este nuestro ser decimos, que da razdn de ello El pensamiento duefio de siha de pasar obligatoriamente por esta mediacién; s6lo garantizara su verdad dando pruebas de eer universal y éstas no las dara sino fundandose bien frente a los Teparos de cualquier posible interlocutor: he aqui lo que descubre 16 Platén cuando inventa la filosofia, al menos en el sentido estricto que ha dado a este término, en su ejercicio efectivo, el pensamien- to occidental. Ahora bien, es cierto —por razones y causas histé- ricas que no yamos a analizar aqui— que la filosofia definida de este modo, en cuanto que ha determinado lo que es y lo que debe ser la Raz6n como criterio y como juez, constituye el fundamento de la civilizacién de que hoy dia nosotros formamos parte. Efec- tivamente, nuestro universo cientifico, técnico y administrativo aparece como la puesta en practica, como la realizacién de este principio de racionalidad cuyo significado y estatuto h-bia deter- minado, con Platon, la naciente filosotia, Verdad es que el con- cepto de «razén» ha pasado, desde cl siglo IV anterior a nuestra era, por profundas mutaciones: han ido enriqueciéndolo con nue- vas notas la tradicién hebraicocristiana, cl descubrimiento, en los sighos Xvit y xv1ts, de los sistemas mds apropiados de experimen- tacion fisica y la conciencia a que se legé en el siguiente siglo del caracter fundamentalmente historico de la existencia humana. Pero estas transformaciones y estos enriquecimientos acaecen den- tro de un mismo marco: el de un pensamiento que acepta some- terse a lo que la filosofia de la Escuela lama el principio de razén suficiente, y del que Platén ha dado la primera formulacién ex- haustiva. . Todo sucede como si a cargo de Platén hubiese corrido el ela- borar la logica de la Razén y a nuestra civilizacién industrial le tocase organizar su aplicacién prdctica. De ahi que el «retorno a Platén» presente un doble interés: por un lado, genealdgico, en la medida en que su obra contiene, enclavados en la transparencia y en el rigor del dominio conceptual, los fundamentos de nuestra cultura; por otro lado, critico, habida cuenta de que las irracio- nalidades que él denunciaba, los multiples obstaculos que —defi- nitivos © provisionales— se oponen continuamente al total desa rrollo de la razén, acaso sean los mismos que estorban atin nuestro progreso o lo desvian de su meta; y quizd también, por importantes que sean los resultados de las investigaciones positivas —sociolégicas, psicoldgicas, econémicas, etnolégicas— sélo puedan descifrarse correctamente refiriéndolos a aquel originario proyecto de la racionalidad. Asi, ya se ve, leer a Platén no es tanto volverse hacia lo pasado cuanto mirar adelante, con el fundador de la Academia, hacia un horizonte cuyas oscuridades y luces traté €! de evidenciar. Pero ¢como leer a Platén? Este libro no quiere ser mas que una introduccién a tal lectura. Lo que equivale a declarar que de 7 ningin modo trata de «resumirry —en términos escolisticos— la doctrina platonica. ¢Se le querria, por lo demas, de tal suerte que uno se expusiera en él a esta peligrosa alternativa: o bien preten- der detentar una ortodoxia, una interpretacién exacta —y equién pretendera semejante cosa ante un pensador como Platén?— 0 bien proponer audazmente una comprensién nueva... siendo asi que la historia de la filosofia sc esta hoy hundiendo bajo el alud de las «comprensiones nuevas» y para qué vamos a afiadir otra a tantas como ya existen? Mas vale, repetimos, tratar de hacer que al lector de este libro le entren deseos de ir'a leer Jos textos mismos de Platén. Sin duda, para lograr este propésito, para suscitar un renovado int rés por el platonismo, hemos tenido que escoger una perspectiva. Hemos pensado que el camino que mas directamente eva a lo medilar de la problemdtica platonica y a restaurar hoy su nece sidad y su unidad de significacion es el de la politica. En modo alguno afirmamos que sea éste el camino de Ja cortodoxia» o el Unico que se pueda seguir legitimamente. La riqueza de Platon admite otras formas de acceso: no sélo por haber comprendido el drama de la Ciudad y por haber acertado simultaneamente a teo- rizar la cuestién esencial de toda politica tedrica y practica es por lo que puede decirse que inventé la filosofia, También, porque hubo de responder a los interrogantes a que daban lugar la reli- gidn, la teoria del conocimiento, la légica, el arte y la cosmologia de su tiempo, y porque para entonces se planteaba —ya— dentro de la Ciudad decadente, el problema de la salvacién individual. Por lo demés, la obra de Platén esté mas alla de estas abstrac- tas divisiones. Para dominar y superar tal abstraccién, intentemos —después de tantos otros— abordarla por el aspecto politico. 1 El fildsofo asesinado El afto 399 a. de J. C., Meleto, del demo Pitthos, acudio al arconte rey para presentar una denuncia contra un ciudadano bien conocido de los atenienses y cuyas extrafias costumbres habian suscitado ya las bromas de los comedidgrafos. Sécrates, que tenia entonces setenta afios de edad, era acusado en aquel documento de «corromper a los jévenes y de no creer en los dioses en que creia la Ciudad y sustituirlos por nuevas divinidades».' Ademas de Meleto, un joven péeta de escaso renombre, al parecer, la denuncia iba firmada por el orador Licén y por Anito, «industrial» acomo- dado y miembro influyente de la fraccién moderada del partido demécrata. Tras una rapida instruccién, el asunto pasé a un tri punal formado por unos quinientos jueces elegidos a suertes entre jos ciudadanos de més de treinta afios. ‘Como lo prescribia la costumbre, hablaron primero el deman dante, Meleto, y después los dos coacusadores, Anito y Licon. No sabemos cémo mantuvieron su querella. Probablemente, el papel principal lo asumiria Anito, pues el pueblo solia escucharle, Anito haria, sin duda, cuanto pudo para persuadir al tribunal de lo gra- ve de la acusacién: pidiendo la pena de muerte, insistiendo en que, dada la gravedad de Jas faltas cometidas, no quedaba otra disyun- tiva que la del mayor castigo o la absolucién, y haciendo ver que el librar a Sécrates seria dar dnimos a éste y a los que se le ase- mejaban, destructores de la més sagrada tradicién; en suma, ju gando ai «todo 0 nada», convirtié el proceso en un asunto de interés general, en un asunto politico ' Purrox, Apol. de Séer., 24 b 19 un humanismo al estilo de esos humanismos modernos que con tanta frecuencia son sdlo abstracta negacién de la teologia. Es, més bien, una cosmologia, una teoria del mundo, En este mundo hay un ser que, en si, no es especialmente interesante: el hom. bre; sobre él, sin embargo, volcamos nuestra atencién, por el hecho de que somos de su mismo género y, que las vicisitudes de su destino nos acucian. Qué ocurre con el hombre, qué posibilidades se nos siguen ofreciendo desde el momento en que empezamos a comprender lo que en él hay del Ser? En cuanto la hipstesis de las Ideas le concierne, ¢a qué tipo de decisién nos levard ésta? concretamente, por. 5 Acerca del hombre La enigmatica declaracién que hace Sécrates al final del li- bro IX de la Reptiblica es signilicativa de la posicién que adopta Platén frente a lo que nosotros Mamamos el problema moral «(El filésofo que haya alcanzado la sabiduria} mirard los honores segn el mismo modelo [de su buen gobierno interior], y parti- ciparé y gustard seguramente de aquellos que considere que le han de hacer mejor, mientras que de los que estime que puedan relajarle en su manera de scr los rehuira tanto en su vida pri- vada como en la publica. “i Entonces —dijo— no querra actuar en politica, si su preocupacién es, en verdad, ésa!” “jNo, por vida del perro! —repuse—: ;Actuard, e intensamente, en su ciudad in- terior, mas no, por cierto, en la ciudad patria, a menos que se Je presente alguna ocasion divina!” “j Ya entiendo! —dijo—: Quie- res decir que sdlo ha de ser en la ciudad que veniamos fundando, la cual no existe sino en nuestros razonamientos, pues no creo que se dé en lugar alguno de la tierra»! De este texto —y de otros muchos— es facil sacar la idea de que, en el fondo, las frecuentes referencias de Platén a la politica son de orden instrumental: que en aquel ambiente ultrapolitico que cra la sociedad atenicnse (y griega) del siglo rv, el fundador de la Academia, para dar relieve a sus doctrinas, habria reputado necesario recurrir a este filén; mas atin, habria aportado estos materiales como testimonio, para ironizar sobre ellos y demos trar asi que foda politica es de la naturaleza de la opinién y 591 0, 592 b. 123 4 que, por otra parte, la suerte del hombre, por ejemplo, depende de un ordenamiento que asegure la mejor correspondencia de uno consigo mismo. Para sostener esta interpretacién es preciso, sin duda, no solo negar la autenticidad de la Caria VIJ, sino también hacer de las Leyes un escrito apocrifo. Graves autores Hegaron, en otros tiempos, a tales extremos; por Jo que a nosotros respecta, no les seguiremos en tal sentir, y ello tanto menos cuanto que, en nuestra opinién —segun intentamos ya hacerlo ver en el capitu- lo I=, la decision platénica de filosofar va directamente vincu: Jada a su voluntad de enderezar la gestion politica, como ocupacién necesaria a toda vida humana. En la teoria de Platén viene a manifestarse, de hecho, una concepeién que domina en todo el conjunto del pensamiento anti- guo. Considera ella el orden del mundo, la organizacién de la ciudad y la disposicién del Alma como si hubiesen de tener por natt raleza una analogia o una homologia estructural. Mas en concreto, el cosmos, lo «bien dispuesto» suministra un a modo de plan y de dinamismo reguladores, que indican como pueden ordenarsé, en su virtud, el universo politico y el mundo individual. En el inte- rior de este cuadro es donde se plantea el problema de la conduc ta: «conducirses, comportarse es actuar en algtin sentido —bueno © malo— dentro del cosmios, obrar politicamente en pro 0 en con. tra de la esencia de la Ciudad y asegurar, en la propia Alma, la preeminencia de tal o cual principio; es, pues, en los tres niveles, tratar de hacer que domine un orden del que la regularidad de la naturaleza nos esta indicando que es el orden. Se ve claramente, por Jo tanto, que para Platén no cabria la distincién —esta distincién tan operante en el pensamiento con- temporaneo— entre cuestién politica y cuestién moral, Segin lo han patentizado los andlisis de la Reptiblica a los que ya nos hemos referido, la suerte del que hoy lamamos nosotros «sujcto» es in- separable de la del ciudadano: la ciudad corrompida pervierte, echa a perder las mejores naturalezas —esto es lo que se evidencia en el Libro V—, asi como las almas decadentes determinan el de clinar politico —segiin se hace ver en el Libro VIII—. Salud, bien estar individual y solucién a los problemas de la colectividad son cosas que van siempre juntas. Por ello, una presentacién profun- da de la teoria platénica del hombre requeriria que a propésito de cada problema se abordara simultineamente el aspecto moral, el aspecto politico y el aspecto césmico. Dados los limites de nues- tro estudio, semejante presentacién nos expondria a introducir un enojoso confusionismo, Por esta causa, hemos preferido analizar 126 sucesivamente cada uno de sus niveles, a reserva de tener que re- cordar constantemente que se da entre ellos estrecha vinculacién. En realidad, la problemética platénica de la conducta pre- supone un dato, ese triple dato a que acabamos de aludir. A lo que la Razén podra, pues, aplicarse es, luego de reconocido el or- den de las Esencias, a fijar la estrategia conveniente, una estrategia que asegure, en definitiva y cuanto sea posible, su triunfo. Y a nosotros nos toca comprender lo que dentro de tal orden pertene- ce al Alma, a la Ciudad y al cosmos, y qué estrategias, diferentes pero enlazadas entre si, corresponden a cada uno de esos domi: Debemos suponer al alma inmortal: el Fedro y el Fedén han dado por sentado que la hipétesis segun la cual ei principio vital no puede morir es la tinica aceptable a fin de cuentas: confirma una doctrina muy antigua y se ve que, dialécticamente, es la mas seria. La posibilidad misma det conocimiento presupone esta st pervivencia a lo largo de todos los tiempos. Tal vez, en Jo que pre cede, no hayamos insistido bastante sobre este punto: como lo prueba el célebre texto del Mendn en el que Sécrates logra que un adolescente inculto desarrolle un razonamiento correcto con ccrniente a un dificil problema matematico, es necesario que quien busca y halla tenga una como presciencia sobre lo que ha de bus: car y hallar. El saber no es nunca otra cosa que un re-conocer. Utilizando este argumento, que siempre sera valido contra los gue pretenden que todo conocimiento proviene de la experiencia, recalea el hecho de que, en la experiencia, jamas se puede descubrir nada que no haya sido puesto ya antes alli, y de que ninguna generalizacién a partir de hechos dados es capaz de proporcionar el mismo hecho esencial que nos permite generalizar, y que el término abstracto, generador del saber universal, sélo puede con: cebirse si tiene en germen un abstracto previo, encubierto, que nuevamente sé descubra. La teoria moderna del conocimiento ha compuesto numerosas variaciones —positivas y negativas— en torno a este tema, Pla- tn es mas directo y, segtin hemos indicado ya, postula como con: dicién, para que pueda instaurarse cualquier saber universalmente comunicable, la idea de que el Alma, con anterioridad 2 su mani- festacién empirica en el seno de este mundo fenoménico, esta ya en convivencia con el logos, con la Razén: que ha vivido, y seguiré viviendo atin, en comunicacién con las Esencias. El Alma, princi- pio de vida, que contradice en cuanto tal a la muerte, y principio de conocimiento, repugna a esta incierta variabilidad que es pro 128 oy cion de lo temporal. coma Sin embargo, e] Alma, com: el la vez probar nuestra condicién pasional a hundida en este «sepulero: tas Colicitacieet pacion en el universo fenoménico, en lo indefinido material Esta €5 la cuestion de Ia Conducta, eas modo alguno, eludir. kane ee gen que se propone en el Fedro: Si Paani los dos son fogosos, mas uno de ellos se ites css, no sabe cémo hacerlo: sigue adelante, procurando mantener a la degenera. del Alma nos habitia la ima. éxito, es la que reconoce la preeminencia del ceckerg, et mazia Repiiblica presenta, més didacticamente, el mismo esque. Penigcl anilisis del dato empirico, de los comportamientos, dese Ormas individuales, hace ver que el alma de los Iumangs tyes artes Una, In mas hundida en el cuerpo, porteneee tte s impulsos, de los deseos, de las netesidadees eo alate concupiscente, que halla su lugar co al vienttes ee eta la su lugar corporal en el vientre: es a fancién por la cual el alma desea y siente hambre seak'y ace Perturbada por los demas apetitoss: A ella s¢ opone at nee cional, situada en la cabeza y casi ind Hominio de lo i independizada del dominio de ompéreo; ésta constituye la porcién wine del hombre ose a aici elitmar. ues esté, por naturaleza, en relacién con lo inteligible: es «el ojo del alma»; su diario cometice el : ido es calcular, rever, someter a examen los caprichos del deseo; su desting ant Fe os Fewlin hemos visto ya sobradamente— la contemplacion ¢ las Esencias. No obstante, la experiencia lleva admiti: see 439 a, 128 existe una funcién mediadora: «{No advertimos también, en mu: chas ocasiones, que cuando las concupiscencias tratan de forzar a alguien contra la razén, ese tai se insulta a si mismo y se irrita contra aquello que en su interior le fuerza, y que, como en una re: yerta entre dos cnemigos, la célera se hace en él aliada de la ra zon?»! Entre el impulso y la raz6n, entre el aima sojuzgada por el cuerpo y el alma prendada de las Ideas media el valor, el denuedo, el corazén, que no sabe, pero quiere y presiente de una manera contusa el orden del Bien. Resumiendo: al maniqueismo simplista que suponian las doc- trinas religiosas, sustituyelo Platén por un andlisis mas matizado; yeremos ulteriormente la confirmacién césmica y politica que cl fundador de la filosofia occidental da a esta concepcién «psicolé- gicay. No falta sino que ella —en cuanto tal— implique una cierta estrategia moral... Dejado a s{ mismo, en caso de que esto pueda ccurrir (y, con toda evidencia, Platén evoca tal posibilidad), el hombre individual habra de habérselas con esta triparticién, ten dra que reconocerse en ella. La multiplicidad admitida supone di- ferencias de hecho, pero exige un orden Este orden Jo define toda la «moral» platénica. La imagen del Fedro y la descripcién de la Reptiblica indican claramente que a lo que debe tender el individuo es a realizar en si la mejor jerar- quia, a asegurar el poder del cochero, a conseguir que las concu piscencias se sometan al valor y éste, a su vez, a la raz6n. Tratase siempre de «liberar» la parte divina det alma: como ya lo hemos hecho ver, esta ascensién purificatoria puede llevarse a cabo si- guiendo una de dos técnicas: 0 bien, mediante el ejercicio intelec- tual, la parte calculadora ya ganando en firmeza y, aumentando su poder, logra mantener siempre a raya y a sus debidos niveles a las, otras dos partes, con lo que hace realidad practica la autoridad que le confiere su dignidad ontoldgica; o bien, mediante el juego del «amor», se dedica a movilizar la energia del «caballo bueno», de aquel cuya impetuosa virtud orienta hacia el Bien. Sin embargo, estos didlogos no puntualizan mas que de un modo indirecto las condiciones en que semejante liberacién indi- vidual Hega a ser posible: los aspectos césmicos y politicos encu- bren la problematica moral. Es mds tarde, en el Filebo, donde se halla planteada la cuestién de las relaciones del sujeto individual —empiricamente definido— con sus placeres. La pregunta que do- 440 ab. Ww 7 mina en este texto y Io anima es sencilla: zen qué consiste ta vi feliz? Esta claro que, al responder a ella, Platon, para que sect fa validez de su concepcion entera, se pone en el terreno det que no aceptan en modo alguno la filoso/ia. Preséntalo todo sols si consintiese en formular y resolver una cuestion que m0 le Se? pero en la que ve una ocasién importante de exponer tin métodes de rechazar la postura de algunos contemporaneos que se preve. Jen de la experiencia 0 de la rellexion sin experimentar ni rellene, nar nunca verdaderamente El Filebo vuelve a introducirnos on el ambiente de ai didlogos socrdticos que preiendian no tanto defnir conceptoy es to relicjar actitudes, En él se trata, primeramente, de dees que quienes toman el placer como criterio del Bien no tienen ideas muy claras de lo que dicen. Los tales ni siquiera conocen la nature leza de esa realidad que erigen como titimo juez. Placeres y dole res son los resultados de un proceso natural: cuando el set vivo, aoe vignele el dolor; luego que se restaura el orden conveniente, aparece el placer. Aesto se reduce el aspecto elemental de. Ia atecty vidad cuando el cuerpo acta sobre el alma directa y brutal mente. Pero no basta con detenerse en semejante experiencia: No experimentamos asimismo estados cuya plenitud consiste en que no se presenten ni dolores ni placeres elementales y que algunos Consideran, tal vez sin equivocarse, como los propios de la sabi duria? No experimentamos también que al alma le advienen otras afecciones dependientes del hecho de que ella, aun asaltada por los impulsos del cuerpo, se acuerda de lo pasado y se imagina lo por ve- nir? @No tenemos con frecuencia, en el momento mismo en que sufrimos corporalmente, una impresion de dicha porque espera. mos, porque sabemos que el equilibrio renacera? {El sentimiento de dolor y el sentimiento de placer no son, por ende, esos estados psiquicos caricaturescamente antitéticos sobre cuya antitesis se fundan tanto el hedonismo vulgar como el tedrico! Ambas concep- ciones tienen a la sensacion inmediata —agradable 0 desagrade: ble— como reflejo con que ensefia la naturaleza qué es bueno y qué es malo, como testimonio que corresponde exactamente al Ser; es decir, como prueba de verdad jora bien, los placeres y los dolores ¢son siempre - cia, verdaderos. Pero acabamos de comprender, puesto que existe en el alma el deseo y el sentimiento de la esperanza confiada temerosa, que la afectividad es también informadora y que, por 128 consiguiente, la informacion por ella comunicada puede ser ver fadera o falsa. ,No nos ponemos todo gozosos cuando «vemos que Gos vienen inagotables oleadas de oro y, con ellas, muchedumbre Je placeres»?! zY no nos sucede bastante a menudo que nos su- cnimos entonces en el error? Placeres y dolores nos engafian asi- ‘hismo de otra manera: segun la situacién afectiva en que nos en- Gontremos, juzgamos de un modo contingente sobre la mayor o fmenor intensidad de nuestras reacciones y, esta vez, nos engafia fos a buen seguro en cuanto a nosotros mismos y a nuestros es- tados. {Sera preciso, por tales motivos —he aqui la segunda fase de la demostracién de esta parte del Filebo— condenar el placer, Como lo hace una sabiduria grufiona y ascética, y considerar que hada tiene que ver con el Bien? El antihedonismo argumenta de varias maneras, pero recalca sobre todo el hecho de que, en si, el placer no tiene positividad alguna, no es otra cosa que el cese del Folor o de la pena. No ha suscrito Platon, al parecer, una teoria Semejante cuando, al comienzo del Fedon, le hace decir a Sécra- tes, a quien acaban de librar de sus cadenas: «Tras lo doloroso llega manifiestamente lo agradable»?? En realidad, si se examina mas atentamente esta declaracin de Sécrates, se advierte que en fila sostiene ya la concepcién desarrollada por el Filebo. El mayor argumento de los antihedonistas —el placer no es, en si, nada— ge funda en la idea de que los sentimientos placenteros y dolorosos “el placer y el dolor tales como nosotros los sentimos— son, por naturaleza, puros de toda mezcla y se excluyen reciprocamen- te. Mas hay muchos ejemplos que demuestran que estas afeccio- nes, en la mayoria de los casos, son ambiguas, ambivalentes, que te] sarnoso que se rasca, el febril que bebe, el libertino que se exal ta y se consume experimentan a la vez agrado y desagrado, se ven dominados por una mezcla incierta... y si el placer y el dolor van asi enlazados, como lo atestigua la experiencia, no es ya posible sostener que el placer sea mera ausencia de dolor. ‘Sin embargo, esta refutacién de la morosa sabidurfa va més Iejos de lo que a primera vista parece. Introduce de nuevo el pro- biema planteado: el de la moral individual, que, se diria, habia- mos perdido de vista. Ahora es posible, en efecto, responder a la cuestion: 2El placer es el Bien? Y, gla busqueda del placer es vir. tud? Los precedentes anilisis evidencian que hay que distinguir * Filebo, 40 He 129 entre los placeres y que los hedonistas y sus adversario: piifcado fas ‘cosas lastimosamente. Existen placeres mince, Gice Platén, los cuales, en el moinento mismo en que se « mentan, van cargados de dolor o estén, por asi decitlo, cenre™ de dolor: placeres que comienzan en el dolor del decey eeu en ese desarreglo corporal y psiquico que trae consigo el d Se do goce. En ellos no podria consistir el Bien, puesto que, conse jemente, se mezcla a ellos el desagrado, ee nocd ar? Bay también placeres puros. El signo que permite Hocerlos es que su ausencia no comporta pena alguna. Si no ce 2 sufre desedndolos; si se presentan, se les goza oct calma y en plenitud, Pertenecen, sin duda, al devenit; pore moon tras se disfruta de eles, Producen Ia impresién de to estable, Pre, Rotcionan un co iento seguro, Tales son ciertos placeres det armonia y ta contemplacién intelectual. Carentes de mezclt y oe relacion con Jos impulsos naturales, no implican variacion algae de Jintensidad, ni pueden transformarse en sus. contrarioss ie este sentido, son determinados, mientras que los placeres im a necen al orden de lo indeterminado, de | rele Pertenecen . de Io ilimitado, de lo Aqui, el anilisis psi weit is psiquico-mmoral del File raciones ontolégicas que desarrolla este que aludiamos en el capitulo precedente en lo real la resultante de una combinacié ¥,t1 Otro, entre el Repose y el Movimien nsidera que, para captar la organizacio Partir de un modelo que incluye ante tod tacion, después el resultad . resultado de su enlace, la me: la causa que preside esta: mercla, El regisue de vo jem ae lal EI registro de lo imitad ie comporta lo mas y lo menos, sci as ontradicciones y en diferencias, o Sea lo que: en deiniihn y Hien en definitiva y haga. se el esfuerzo que se hiciere, se esca iciere, se escapa del abrazo de! diseur: amino de Ia Limitacon es, por contro. el del orang el Giga el de la proporci6n correcta y Ia constante determinayion, Ta Regs kendra elementos de uno y de otra. ¢En qué dosis? En la See ag dmponga la Causa, Este iltimo término designa evidente- raiaue Cl principio a ta vea eficente y final en el que estriba toda Piri cintelecto de Zeus, Raasn 9 Bien eeomgar ambien Es tu, eatele », Razén 0 Bien... En tod ari que aqui nos interes, se've con claridad que la messia mus of eta participa de lo llimitado, de esa busqueda del places S, Nos bo vuelve a las conside- mismo didlogo y a las Como el Sofisia, que ve n entre el Ser, el Mismo to, asi también el Filebo mn de lo que es, hay que 10 lo Ilimitado y ta Limi 130 | (que. sin parar, se contradice y desemboca en el dolor) y de la li Initacin que impone la Causa, la Razén: el cochero del mito del Fedro. La existencia de esta limitacién, de esta determinabilidad, atestiguala la experiencia de los placeres puros: éstos son del or- den del Alma que se ha liberado del cuerpo, que ha sabido distan Giarse de los impulsos naturales y ha Ilegado a constituirse en Razon. La Limitacién es, por lo tanto, el Saber, el entendimiento concretamente en acto, que reflexiona y somete a examen el deseo, que es, en suma, expresion de a Causa, es decir, del Espiritu La vida individualmente feliz, la que participa del Bien, no se abandona al placer; tampoco lo rechaza: es una mezcla. En su Composicion entra el agrado (no es preciso sufrir para ser virtuo- So), pero un agrado que esta como transmutado, que no es esa po- tencia incierta que valorizan sin matices los «hijos de la Tierra b los «amigos de la opiniény. El efectuar tal transmutacion se deja o cargo del saber racional, El placer toma aqui otro aspecto, mas Seductor y de mayor plenitud, el ser mas seguro y mas estable pierde su contingencia para constituirse en ilustracién y como en Rancionadora recompensa aqui abajo; es la victoria del logos: “Hagamos, pues, esta mezcla... dirigiendo nuestra plegaria a los Gioses, ya sea a Dioniso, a Hefesto 0 a cualquier otro de ellos a quien le esté adjudicada esta dignidad de presidir las mezclas.; Thenos aqui como escanciadores ante dos fuentes: una, la del pla Cer, que podria compararse a una fuente de miel; otra, la de la sabiduria, fuente sobria que no contiene vino y de la que brota un agua fuerte y sana. Son los contenidos de estas dos fuentes los que hemos de aplicarnos a mezclar del modo més conveniente po- sible» Tmporta, sin embargo —y éste es el ultimo tema que toca el Filebo, no engaflarse acerca de la importancia de la miel y no exagerar su proporcién en la dosis. El placer es sdlo un auxiliar © un coronamiento; y hasta puede que sea una redundancia, un sobrante inttil. Excluirlo resultaria triste; admitirlo como valor significativo de por si, aun en el caso en que fuese puro, seria una locura. Le corresponde, si, un lugar, pero no muy amplio. La es- trategia del-alma frente a los problemas que plantea la fascinacion del placer consiste en recurrir a la dialéctica y a la técnica peda- gogica que, precisamente, limiten su poder sin rechazarlo por eso del todo. Dialéctica y pedagogia podran, sin duda, convencer y orientar \ Fitebo, 61 ed. 131 | pricticamente a éste 0 aquél. Mas t ’ uél. Mas tales soluciones individuales, Tienen alguna posiblidad de ser eficaces, af mene individuo, si se las aplica en un ambiente soci, gS odo concurre a invalidarlas? El Filebo determina rales a vida individualmente feliz; hace er que la na it astral la vida individualmente feliz; v i tacin ces oe cién debe yy taponerse a lo Tlimitado e jo e introdueirse en ello; diciones cabe concebir como duradera ier weld de ait San dichosa. Estas condiciones son politicas y ‘osmicas © 658 vida Que hay unas e tbiccel, unas condicione: é y \diciones politicas establécelo, al parecer, el ge 8 ealzaion del orden individual, ests no llegan a ser es arco impuesto que es la Ciud: * con rigor riqueza el eset EE eyaciieene con rigor y rigueza el descubrimiento decisivo del pensamients Sees a ae de los Sabios y antes de Aristoteles, vdeme done eaom ae politico. Preguntase sin cesar, de a Gorgias hasta Tas ‘Lever, pasando por in Republica y&l Poi como se puede organizar racionalmente el hecho soval. Organtee lo racionalmente, esto es, petmitiendo que se realicen las pote citidades de la Rann presentes en cada individu y, a la vee, ais mi nte las fuerzas ord 1 ‘ po politica “porque es medindora— se. convert palfeaneyisa elemento principal es éri EyeoeHene vcr Pl ipal de este combate tedrico que sostiene iy La causa de Ia desdich sa de la desdicha de la Ciuc: Jos ciudadanos, e: i ae irene Jos ciudadanos, es la desunion, La hicha politica del Rlosolo ore site es. en eliminar del dato social cualquier elemento Gee mage con engendrar antagonismos. Es menester Que Todo Sot men de sedicion “la eual implica en realidad que, ras tas ap. rencios de unidad, se imponen Ine contradicciones ‘come factores ireprinibies s lo reprimido de jure, sino también exclas do de facio. Seguin vamos a verle, Platsn ha comprendide cl pra fundo aleance politico de ta divisin socal del trabajo, de reparto de las setviades y de tas competencies profeionales. St se due 7 se -— que la nocién de constitucio ati do, es nezesario que no se la reduzca a un arreglo combunatorio ae es a Previamente organizadas, sino ie beeen i ambitos de la vida del ciudadano, aI we en eso que oy’ Haran «su vida privada», + ineusive en eso que atén viene a ser aef el asi et primer teorizador tudad jusia no puede haber «salvacién» “ ‘r tidario de la técnica, por cuanto propugna @ que fuera de para el individuo; par. jue las decisiones politi- 132 as se tomen en funcion de cumpetencias debidamente reconocidas y sancionadas; y, consciente de la importancis de la adminis. Y gcidn, desea que se seleccione mediante concurso a quienes hayan Je encargarse de regir a la colectividad El Estado ideal, la Kallipolis (Ia «Ciudad plenamente lograda») no es tan solo Ia verdad de la Ciudad griega, en el sentido de que BF realizacin habria sido el tinico medio de que se mantuniese ¥ S atase aquella formacién politica histérica y ejemplar que [ve tiGiudad, sino que revela ademas, en muchos aspectos, 10 ae ¥e ve ser un Estado, a suber: la potencia represiva y organizadora dee. con los procedimientos del célculo racional, se aplica = eon aisvar la independencia y la unidad del cuerpo social. Lo que, el grado ha de salvar es su libertad: tiene que oponer a todas las Esvigas de sus enemigos una fuerza defensiva invencible; en Kall lis, el primer puesto les correspond, en consecuenciay # Ios Pruardianess, a cuyo Cargo correra tcorica y practicamente 1a tensa de Ja Ciudad contra cualquier amenaza; y el problema grave gerd el de evitar que esta indispensable preeminencia de los gue: srerosadministradores no ponga al Estado en la fatal pendiente del imperialismo. Con todo, la prenda mas segura de la independencia sigue sien. do la solider interna del cuerpo social, su unidad de hecho. ¥ ¢como Ssegurar la unidad frente a la diversidad? {Como integrar las dt vere idades o reabsorber los antagonismos que implican las desigual Yades dadas y la division del trabajo? ¢Como hacer que el Estado Sea uno, siendo asi que su naturaleza implica la agrupacién de in tereves, pasiones, caracteres también por naturaleza diferentes? ‘Asi, pues, son dos problemas conexos los que hay que reso). vor, Para planteatlos en términos claros, propone Piatén un modelo gracias al cual podré hacerse intcligible la génesis de los vinci fos sociales, Tnaugura asi una costumbre a la que el pensamiento tnoderno, desde Hobbes hasta Rousseau y hasta los juristas con- temporaneos, ha hecho grandes honores: la costumbre de remon. tarse a los origenes. ‘Dejemos por un instante de lado Ia «filosofia de la “historiay mitica det Timeo, del Politico y del Critias —que recordaremos en In seccion siguiente— para no examinar ahora mas que la deduc: én abstracta que se hace en la Repitblica, Finjémonos, pues, men. talmente espectadores del nacimiento de una sociedad politica, tal tome nos lo propone Sécrates: «La ciudad nace, en mi sentir —nos Glee éste— por darse la circunstancia de que ninguno de nosotros Se basta a si mismo, sino que necesita de muchos otros»; en efecto, 133 «cada cual va tomando consigo a tal hombre para satisfacer necesidad y a tal otro para aquélla; y, como todos ne. muchas cosas, vamos reuniendo en un solo lug: titud de personas en calidad de asociados y auxiliares cohabitacion le damos el nombre de ciudad. Por lo tanto, aparte la sociabilidad natural del hombr la que insistira las Leyes—, son la reciprocidad de y, en seguida, la division del trabajo los f originariamente a la colectividad. El hombr un ser en la indigencia, un necesitado, contta la adversidad natural, Hlevado espontineamente hacia ace semejantes, constituye otra «naturaleza» con un orden diferente una naturaleza social. La «primera sociedad» que surgio de ect, mado estuvo basada en el principio del intereambio: este, que ne [bil en trabajar con los aperos agricolas, cedera parte de los pre ductos de su trabajo con tal que se le otros bienes que le son necesarios. Es la fase de lo que hoy Warm riamos el valor de uso, puesto que cada trueque se ordena = ik inmediata utilizacion de los bienes intercambiados, Socrates analiza la composicién de los oficios merced a les cuales se va constituyendo poco a poco un org: anismo capaz de sa tisfacer las necesidades primordiales; y aparecen los intermedia, los, cuya tarea consiste en facilitar los cambios. El gusano ha en. trado ya en el fruto: no obstante, el mal no ha impuesto atin sus Principios corruptores, Esta «primera sociedad» no tiene todavia, Propiamente hablando, problema politico: las cucstiones de mands Se regulan en ella por si mismas, pues los antagonismos no se ma nifiestan atin. En este mundo patriarcal, la vida es {rugal ¥ seneh, Hla: «:Como vivira ta gente asi organizada? ¢No produeirs trigo y vino, no se hard vestidos y zapatos? Se consiruiré tambien casas, en verano trabajaran los mas desnudos y descalzos, y durante el invierno suficientemente abrigados y calzados. Se alimentarin con harina de cebada o de tri igo, que coceran 0 amasaran para comér- sela, servida sobre juncos w hojas limpias, en forma de hermosne tortas y panes, con los cuales banquetearan, recostados cn lechos naturales de tejo y mirto, junto con sus hijos, y beberan vino, to. Fonados todos de flores, y cantaran loas a los dioses, gozandove de Su Mutua compafia; y por temor de la pobreva ola guerra nu pro crearan mas descencencia que aquella que les permitan sus re. cursos»? ' Repuibl. U1, 369 be "Tid. 372 ab, esta © —sobre los servicios actores que organizay € es «primitivamentes ¥ compelido a defenderse den a él, en compensacién, 134 asc tl le te la BS cién, el vestido y el calzado, sino que habra que Ce a ze esas Socrates acepia con tanta facilidad la objecion y la suge- rencia que se le han hecho es porque conoce muy bien los ae deseos; la vida en sociedad le ha revelado cuan diversos son és! os fuere la racionalidad que presida ios origenes de la existencia so de calcular, valigndose de la potencia de discernimiento saue pro guros, a fin de que cl modelo politico que se ofrezca corresponda * Repiblica, 372 cd » [bid,, 373 a 135 a la vez a la mas profunda exigencia y a las realidades comprobadas, Precisemos, por consiguiente, nuestra pregunta: ¢En qué con, diciones puede una Ciudad vivir, esto es, mantenerse independiente ¥ unida, siendo como es reunion de hombres en los que se mezclan, én proporciones dificilmente averiguables, la fuerza de la Razén y el peso de to sensible? Para que el Estado se mantenga libre, le es necesario un ejér. cto poderoso, capaz de defenderle victoriosamente contra todo ataque que venga del exterior. Sabido es hasta qué punto el pro. blema militar es historicamente importante para estas ciudades. Estado griegas que nunca cesan de guerrear entre si y estan siempre expuestas a la enfermedad del imperialismo. En esta ma. teria, como en tantas otras, la politica platonica se opone a la que Atenas habia adoptado por suya. La democracia ateniense es, pri mordialmente, una democracia militar: no sélo se llama a todo ciu. dadano a dar su opinion en cuestiones de estrategia y a designar a los generales y a los almirantes, sino que, ademas, si esta en edad de tomar Jas armas, es constantemente movilizable y, como comba- tiente, recibe una soldada, Platon estima absurdo que se les contie la suerte de la colectividad «a unos campesinos o a unos arte. sanos», quizds excelentes en sus especialidades, pero poco forma. dos intelectualmente, vulnerables a las pasiones y mal entrenados fisica y técnicamente. Se muestra —diriamos hoy— partidario de. Cidido del «ejército profesional». (Notemos, a este respecto, que no se le puede hacer, a pesar de ello, simple discipulo de la prac. tica espartana: en Esparta hay también instituida una como «de. mocracia militar», siempre y cuando se tenga en cuenta que sdlo se considera ciudadanos a los miembros de una casta muy limita. da.) Importa, pues, ante todo, para que Kallipolis se mantenga en su ser, reclutar, formar y constituir en su mando y responsabilida. des a una clase de guardianes que actuien como administradores y guerreros, Mas Platon sabe bien que la muerte les viene a las ciudades no tanto de sus enemigos externos cuanto de la desunién que lle. Bue a introducirse en el cuerpo de los ciudadanos haciéndolo tan endeble que el menor sacudimiento causa su perdicion, En consecuencia, es necesario expulsar del Estado todos jos gérmenes de division; hay que suprimir todas las pantallas que se interpongan entre el Estado soberano y el individuo, de suerte que éste no tenga otro tema para su voluntad de reconocimiento que el que aquél le ofrezca. {Cuales son las seudorrealidades que obs- taculizan Ja relacién que uniria legitimamente al ciudadano con 136 esta «razon hecha realidad» que deberia ser la Ciudad? Primera: mente, la familia, las relaciones de parentesco, que forman toda una red de justificaciones ajenas al Estado, nutren de pretextos falsamente sociales a las ambiciones personales, confieren sacra: lidad a una union contingeate y animal. La familia —y lo que la constituye: el patrimonio y los hijos— debe abolirse. Tambien hay que suprimir la irracional division del trabajo segun los sexos, que relega a las mujeres a sus tareas privadas, como son las de tener prole y hacer el amor: la mujer —aparte sus funciones fisio logicas. que es posible regiamentar— segiin las capacidades que le ha otorgado la naturaleza vy que son grandes, puede asegurar tanto come el hombre el cumplimiento de los deberes de la ciudadania v dedicarse a la defensa del Estado. En cuanto a la division del trabajo social, la que actualmente rive, asi en las naciones birbaras como en las coleetividades «ci vilizadas», esta dejada al capricho del azar. De este modo se cons. tituyen, entre otras, agrupaciones protesionales cimentadas en intereses privados y engafiosos, las cuales, con su existencia misma, discuten la autoridad del Estado y tienden con todas sus fuerzas a suplantarlo © a presionar sediciosamente contra él. Que hace falta distribuir las funciones en el scno del diferenciado organismo que es la Ciudad, esto es evidente. Y si la distribucién se Heva a cabo sin control ninguno, ya sea porque es el resultado de una tradicién anquilosada —Io’cual es, por otra parte, un mal menor— © porque resulta de un anémalo ir cambiando de continuo —como sucede en Atenas—: en ambos casos se resiente de ello Ja cohesién, la firmeza del Estado. Importa mucho, por consiguiente, repartir de otro modo, ateniéndose a otros criterios, las tarcas sociales de lus ciudadanos. Proponiendo esta utopia, el «reaccionario» Platon completa pa: rad6jicamente el programa del civismo democratico. En efecto, todas las reformas juridicas, sociales y politicas que van jalonando la democratizacion de Atenas, desde las de Dracén y Solén hasta s de Efialtes y Pericles, tienden a liberar al individuo de las de terminaciones contingentes que son para él las dependencias fa. tmiliar, local 0 profesional y a dejarle solo y libre ante la ley uni. versal, reconocida por todos, que le promueve —perdénesenos este anacronismo— «como legislador y suibdito». Ahora bien, esta ope. racion conduce a instaurar —nos dice Platon— una «igualdad arit. metica» que hace a cada ciudadano idéntico a cualquier otro ciudadano, sean cuales fueren sus talentos y calificaciones; descono- ce, por lo tanto, un orden impuesto, como es el del cosmos; intro: 137 duce una violencia que, todos lo sabemus, no puede acarrear sine consecuencias dolorosas Esta igualdad, que instituye un orden falso, conviene sustituir. la por una proporcionalidad correspondiente a la «naturaleza de las cosas». Solo ésta es capaz de eliminar de raiz los grupos socia. lds que se interponen entre los individuos y el Estado; el regimen democratico no los suprime mas que en abstracto; hay que excluir su posibilidad en concrete. Ahora bien, para alcanzar esta meta bastara -—la tarea es tedricamente sencilla, pero practicamente re. sulta tanto mas dificil cuanto que el hombre es desesperantemente tributariv de lo sensible con seguir las indicaciones que dan la ordenacién del alma y fa de! cosmos. El primer quehacer consiste, coma hemos visto, en formar a los guardianes. Los yobernantes de Kallipolis haran una seleccion someteran desde jovenes a los futuros ciudadanos a unas prucbas que les permitan distinguir quicnes estin sometidos sin remedio a Jos intereses materiales, a quiénes les domina el «alma concup) cente» y a quignes su naturaleza les depara mejor destino. Asi seran Puesios en sus respectivos lugares los que sélo como gente de ofi- cio, dedicada a las tareas materiales de la produccidn de los bienes de inmediata necesidad pueden formar parte de la sociedad, y los que, por encima de esta mediocre aunque indispensable base. de. beran dar campo a lo que en el hombre hay de divino: al Espiritu, Sin embargo, la vida segin el Espiritu (o segin la Razén) no se les otorga, aqui abajo, sino a los que la conquistan. Los carac. teres de oro y de plata —una ver relegados definitivamente los de bronce a la clase de los agricultores, los artesanos y los obreros manuales— tendrin que pasar por una dura iniciacion civica: ado. lescentes atin, aprenderan, mediante ejercicios militares y cacerias peligrosas, a arriesgar sus vidas; la gimnasia endurecera sus ctier. Pos; la musica —una musica sin concesiones a dulzuras sentimen. tales-- introducira en su alectividad la debida regulacion. Esta for macién conferira al «alma valerosa» un absoluto dominio sobre la sconcupiscente» Luego de educados, los guardianes vendran a insertarse en una estructura social que les permitira cumplir enteramente st: come. ido y vivir para el Estado. Hombres y mujeres —recordémoslo— participardn, en la medida de sus capacidades, en la defensa y Ia administracién de la colectividad. Ninguna institucion familiar se guird existiendo: habra comunidad de mujeres, Lo cual no quiere decir, en modo alguno, que reinara la promiscuidad sexual. sino solo que la relacién entre determinado hombre y determinada mu- 138 jer como vinculy duradero y juridicamente legitimo quedara abe. fida y que los dirigentes habran de hjar, segun las reglas de la eugenesia —dado que los ciudadanos y Jas ciudadanas, muy due fos ya de sus cuerpos, se abstendrian, sino, de todo comercio sexual—, quiénes deben «unisex, con quienes y cudinde es el pe todo mas favorable 7 icomiimenY los hijos seran comunes. Educado bajo la Cigilancia del Estado, el nifto, sin conocer nia su padre ni a su madre «bioldgicos», considerara como a padres suyus a todos los de ja generacion precedente y les rendira obediencia y respeto a todus por igual. Liberados asi de la sujecion de la familia, los nnardianes no estarin tampoco sujetos a los cuidados de la pro piedad: viviran en comun, a base de los recursos que les suminis tren Jos ciudadanos de la clase inferior, a los que ellos organizan y protegen. No desvidndoles interés alguno del desempefio de su Tuncion primordial, que es la de mantener, en el Estado y para el Estado, la racionalidad, no antepondran a ésta ni el amor carnal de una mujer, ni el sentimiento paternal, ni los afanes por acre- cer el patrimonio Comunidad de mujeres, de hijos y de bienes: tales son las prescripciones gracias a las ‘cuales se hara posible la completa ad- hesion del citidadano al Estado. Con todo, hace falta, ademas, que estas condiciones impuestas por la Idea misma de la colectividad racional puedan cumplirse; Kallipolis solamente Negara a existir si se da el poder que sepa imponcrias, La respuesta va implicita cn la pregunta. Quien conoce suficientemente la esencia del Esta: uo y puede procurar los medios que permitan organizarlo con clicacia es el filésofo, La «tercera ola», nos dice Socrates en a Reptblica, ola que él no se decide a afrontar sino tras muchas precauciones, y que debe arrastrarlo todo, se resume en una breve lormula: es menester que el fildsofo sea soberano o que el soberano nazea fildsofo, Es preciso que el poder absoluto de decidir pertenezca a un hombre que sepa, que tenga cl privilegio (concedido a quienes han logrado abstracrse de lo sensible) de la contemplacion. Tras los desirdenes de las lastimosas exaltaciones del siglo v, ansiaba el 1v encowtrar al dirigente, al soberano capaz de imponer a los griegos lu paz, una paz que produjese dicha y eficiencia, Jenofonte, que ian ficilmente se confunde, exalta a la vez al sabio Sécrates y a Giro, el héroe inteligente, y se lanza él mismo a la aventura de uina expedicién de mercenarios que habria debido proporcionarle tel poder y la fortuna. Isécrates, al abandonar su profesion de reto: 138 buscar el rico, se dedica a ele Bevo Le ali a ios eneZos) que pueda, por la clurividencia de stis planes, terminar con las disen. siones entre los helenos y unirlos para un provectu conum. El si glo de Platon esta esperandy y buscandy al hombre providencial Platun mismo ¢no se ha dirigido a lus dos Dionisios tiranos de Siracusa? Pero su proposity no ha sido —cumo el de Isocrates por cyempio— buscar simplemente una autoridad paciticadora: es, Peraba, con sus consejos, convertir a estos dirigentes en filosofos De hecho, tal soberano es presentado en el Politico’ como alguien que est por encima de Ja legalidad misma: él puede desterrar y matar para preservar al Estado de todo germen de corrupcién: asistele el derecho de mentir v de falsear las ceremonias religiosas para preservar Ja pureza de la raza, Como conoce la Idea de la Justicia, tomara legitimamente, en casos excepcionales, decisiones gue estaran en contradiceion con las disposiciones formales de la ley. Mas veamos cémo esti organizada Kallipolis en la situacién pura, abstracta y normal que supone Platon en la Reptiblica: En el nivel mas bajo se halla la clase de los productores, constituida por aquellos que las selecciones previas hayan revelado como dotados de «naturalezas de bronce, esto es, por hombres en quicnes pre- domina cl alma concupiscente y que no tienen sino muy escasa va. lentia y corto entendimiento. Por lo que a ellos toca, apenas es ne- cesario precisar su condicién econémica y social: se dedican al trabajo y han de obedecer siempre. El tnico modo de remediar la natural deficiencia que les distingue es relegarles a los puestos a ellos proporcionadus, que son los mas bajos. El impulso que les domina y les arrastra a interesarse en Jo material, queda en cierto modo dignificado, ya que Is Ciudad lo consagra’a las reatidades corporaies: pero, dado que cllos mismos son siempre dependientes, aquel impulso es sometido y reducido a la situacién de inferiori- dad que le conviene. Asi, para su mayor ventaja y para el bien de la colectividad, los «caracteres de bronce» realizan su virtud, que es la temperancia En un nivel superior estén los guardianes-ucrreros, los «ca- racteres de plata», Estos han dado pruebas, en los concursos a que se les ha sometido, de que sabian resistir a ias solicitaciones de la materia y a las ilusiones de la percepcién. La gimnstica y la mix sica —ejercicios cuyas reglas han sido fijadas por los gobernantes segtin los principios de la racionalidad— les han permitido hacer 293 de, 140 | | Gc ssus cuerpos buchos servidores de} aima.. Sabense destinados jensa del Estado: son como unos pastores cuya nica ocu: pacion consiste en cuidar el rebaiio, Predomina cn ellos Ia virtud Que correspond’ al «alma media», la que ticne su asiento en el Corazon: el valor, El coraje mismo, el valor, es una facultad me dua, ya que tiene la impetuosidad propia de los impulsos corpo: tales v, al mismo tiempo, la medica y el control que son producte Ue ia mente calculadora, Por lo demas, se toman todas las precau Lianes —acabamos de verlo al recordar tas tesis «comunistas» de Platon— para que ningun deseo venga a perturbar este orden psi “tia daqintecies —o un colegiv de arquitectos— se hacen ahors necesarios, Durante todo el tempo de stv servicio, los guerreros prosizucn su aprendizaje, Los mejor dotados, los que se revelan come «caracteres de oro», recibiran ta cducacinn superior. Man Jo pruchas de haber veneido no solo kas inracionatidades. del materia, sino tambien los siempre posibles excesos de la afectivi iad. Se les ensefara a apartarse mas atin de las seducciones de lo sensible, a basar cada vez mas solidamente su privacin de la ilusion, Los ejercicios aritméticos vy gcométricos, el analisis del movimiento abstracto, Ja comprension de las ideales armonias que presiden esa realizacion mediocre y parcial que es la musica del flautista y del citarista les convenceran de que la percepcién es esencialmente mentirosa y les familiarizaran con el uso del con- Cepto... Si se manifiestan dignos, si la naturaleza les ha constituido perfectamente de oro, entonces accederan a la ciencia suprema: la dialéctica oe Si llegan a practicarla correctamente, si aprenden el verdade ro uso del lenguaje, que es revelador de Ja Esencia y del sistema de lay Esencias. si saben hacer del ditloge ot¥a cosa que uy certa men de vanidades « simple yuxtaposicion de sordos monslogos, en hil caso alcanzaran la contemplacion de jay Ideas, Este logre les nnpondra an deber: asi como a los productores Tes sera impucsto cl producit en la temperancia, v a los guerreros el actuar septin lus dictados del valor, asi tambien estos dirigentes supremos esta. tan obligados a administrar conforme a Ia inteligencis, La virtud que les es propia se realizara de esta suerte para el bien de is co: jectividadl. Siendo en ellos dominante el alma intelectial, debersin emplearla y hacerla prevalecer... Claro que dificiimente les satis farsi tener que dedicar la energia divina que les benelicia a 1a oF yanizacion de lo sensible. Preferirian, 0 buen segure, entregars: Sin otro cuidado a los goces de una contemplacion que ninguna 1a solicitacion de la materia viniese a perturbar. Y, sin embargo, comprenderan que su destino esta ligado al triunfo de esa ranoee idad que ellos encarnan. (Ya volveremos sobre este punto.) La colectividad sera Ia que lo gane todo con sit «sactificion estos hombres, gute van a tener que gobeenar, no tesen aro! terés personal pera hacerlo, no asumen este cargo sino en lame dida en que el orden edsmico se lo impone: no tendrdn, por ende ningin afin —como el que padecen los dirigentes actuales— de esquilmar al Estado o de hacer una politica ventajosa para sug amigos. Por lo demas, su dedicacién les sera recompensada: Sera tes prescribe «que cuando tes falten ya las fuerzas se vean log int dividuos apartados de la potitica y de Ia milicia y se les deje ya acer en libertad, sin dedicarse a ninguna otra cosa sino de manera cesoria, si se quicie que vivan felices y que, una vez terminade su vida, gocen en el mas alld de un destino acorde con stt existen. cia terrenan? Asi realiza Kallipolis ta justicia. Platon ha punt ta Ciudad ha de saber limitar su extension territorial y su demogra fia (cinco mil ciudadanos a lo sumo, dice); que las prescripciones de los magistrados-filésofos en lo concerniente a las uniones entre los sexos, a la educacion y a la administracion sean minuciosamen, te respetadas v que jams se autorice en ninguno de estos domi, nios derogacion algunas, Con esto, regira el orden, engendrador de satisfaccion, Cdsmicamente, la promesa que la naluraleza hace cuando engendra caracteres de bronce, de plata y de oro sera cum plida con toda eficacia. Politicamente, reinard Ia justicia, puesto que cada clase hard realidad la virtud que le es propia para el bien Ge la comunidad, Psicologica y moratmente, cada individuo hallard en esta organizacién que le es impuesta el medio de saber a qu estd él destinado y de dara Ia fuerza que en él sea dominne te —el deseo, la impetuosidad o Ia inteligencia— la virtud que ls modere y, al mismo tiempo, le dé culminacién —respectivamente templanza, coraje y sabiduria 2 Platon nos enscfia también qué es Ia justicia: no ya una virtud sino una armonia, un orden o un sentido que pone en su sitio cada una de esas «virtudes parciales» que son las virtudes particu. lares. Lo hace analizando un modelo ideal. Posteriormente, unos teinta afios mas tarde, como reforzado en sus convicciones ted. ricas y. a la vez, mas cuidoso de tener en cuenta las motivaciones concretas que animan a Jos ciudadanos, presenta en las Leyes una wualizado que sitio * Republ, V1, 498 be, 1a | | sciudad de segundo rango». La Reptiblica se ponia al nivel de las Esencias; en las Leyes se trata de elaborar la constitucién de una «ciudad colonial»; aparece aqui el hombre griego del siglo 1v, con sus costumbres, sus decepciones y sus esperanzas; los problemas planteados son, como se suele decir, mas concretos: ¢Dénde esta- bleceremos la ciudad, cerca 0 lejos de! mar? ¢Qué funcién desem- pehara en ella el dinero? ¢Qué lugar tendra el comercio? ¢Como conseguiran los gobernantes imponer sus decisiones a los ciuda danos? ¢Cual ser el papel de la religién, de la actividad estética? Muchos comentaristas han visto en este ultimo texto de Pla- t6n —inconcluso— un a modo de repliegue 0 de concesién: la rea- lidad historica le habria ensefiado a no ser ya tan exigente, a con- ceder, entre otras cosas, que los motivos religiosos y familiares son tan fuertes que resulta peligroso menospreciarlos, que las re- alas pertinentes a la comunidad de mujeres v de hijos, por justas que sean en teoria, son inapelables en la practica, que la «igualdad funcional» del hombre y la mujer es una idea abstracta y, en suma, que la teoria definida en términos ideales ha de ceder el puesto a una concepcién técnica mas modesta Verdad es que las Leyes desarrolla perspectivas que equiva Jen a una retirada con respecto a las rigurosas deducciones de la Repriblica, que la Nueva Magnesia (cuya constitucién se trata de definir ahora) no acepta mas que una parte exigua del programa trazado para la Kallipotis, No podemos analizar aqui las disposi- ciones constitucionales adoptadas para la «ciudad de segundo ran- gor, ni dar cuenta de la rlqueza de ingenio y la hondura de las reflexiones politicomorales que abundan en este dialogo. Cierto que hay diferencias entre la Kallipolis y la Nueva Mag- nesia, Pero, de un texto a otro, se mantiene la misma perspectiva Trétase siempre de salvar. por todos los medios y habida cuenta del material con que se trabaia, la independencia ¥ 1a unidad cons- titutivas del Bien del Estado; hay que combinar en éste diversos clementos, segim «la triple forma de la Belleza, de la Proporcion v de la Verdad».' El Ateniense, portavoz de Platon, entra en nu. merosos detalles legislativos, administrativos y politicos, Habla como nomotheta, como hombre al que se ha pedido que fije de manera precisa una constitucién y un cédigo civil y moral —even. tualidad que. en aquella época en que se sequian fundando ciuda des «coloniales», no es histéricamente absurda—-; él construye una mtopia en la que nada es dejado al azar, ni la represién de los de. " Filebo, 64 @ 143 Titos por golpes y heridas ni ta ordenacion de ins matrim ofrece un modelo cuidadosamente diversificado No obstante, este modelo no es menos exigente que el presen. tado por Sdcrates en la Republica; tan slo toma por base una hipotesis diferente. Es al hombre deformado —proveniente de Atenas, de Corinto @ de Tebas— al que hay que organizar teniendo en cuenta el hecho de que no ha habido ocasion de educarle desde su nacimiento como se suponia en la Repiibliea. Y como ende. rezar al hombre perdido, al hombre griego del siglo 1, cuando la Ciudad no es ya mas que una «vieja en chancletas ¥ harta de tisa Jas»? A este proyecto se aplica el lenislador de las Leves Ninguna concesién se hace a los regimenes existentes: tratase de demostrar que con los materiales que a estos les son impuestos podrian, por muchas que sean las restricciones con que les oprime Su tradicion, organizarse desde ahora segtin una aceptable racio. nalidad, El Ateniense de tas Leyes es el filosolo, es tambien Pla. ton, v es, decididamente, Socr Si hoy los gobernantes. se consagraran a esta tarea interme- dia, contribuirian ya a aumentar el tanto por ciento de racionali- dad de to real. Porque esto es lo que se cuestiona. La obra politica se inserta en el curso del undo, Para mejor comprender este as: recto, conviene analizar lox rospios principales de 19 filosofia pla tonica de Ja historia, una filosofia de la historia que plantea problema del destino de Jas almas a “ Ciertamente, puede parecer paraddjico hablar de filosolia de ia historia en lo que concicrne a Platén. ¢Acaso no se ha entendido bien que los griegos carecian de! sentido de la historicidad, que ignoraban la nocién de un curso dramatico y original del devenir humano y que privilegiaban espontincamente a la Naturaleza, la cual se repite en forma de ciclo, con relacién al Tiempo, que, tal como lo concebimas hoy, considera todo suceso como un adveni- micnto? ¢Es que no se ha admitido que la idea de una historia en el doble sentido de conjunto real de actos acaccidos y de relato que trata de hacerlos inteligibles (0 significativos)— ha sido aportada por la concepcién hebraicocristiana? Esta perspectiva, corriente- mente aceptada en nuestra época, no es, por cierto, falsa, Sin embargo, requiere especialisima matizacion. No es verdad, para em: perar, que cl mensaje del Antiguo y del Nuevo Testamentos lleve. directamente y sin dificultades, a una correcta comprensién de la situacién historica del hombre: san Agustin y Bossuet son apolo- gistas, no historiadores; sera preciso que se impongan los concep- tos fisicos resultantes de la revolucién galileo-cartesiana para que nos, y 104 las nociunes sedimentadas por cl cristianismo sean revisadas y v vilicadas y para que. de este modo, se funden los principios de na historia cientifica, Mas tampoco es verdad que los griegos estuviesen cerrados por completo a ta historicidad. La Investigacion, de Herédoto, la His tona de ia guerra del Peloponeso y, en bastante menor proporcion, las Helénteas, de Jenofonte, son relatos de historiadores. En estas obras se subraya de continuo el destino sensible y profano del hombre; el mito y la interpretacion legendaria son alli discutidos a menudo en pro de una racionalidad que encuentra su legitima. cion en lo presente, cn aquello mismo que vive el ciudadano, et hombre, soldado, padre de familia, consumidor y productor, que parla con sus vecinos ¥ se arriesga a que le maten lejos del altar de sus antepasados. Los griegos no tenian ningun concepto para pensar la temporalidad, esta temporalidad que hoy nosolros ten: demos a considerar —legitimamente sin duda— como ‘eal. Pero, sin embargo. no pudieron menos de integrarla y de reflexionar so: bre ella en la medida en que se les imponia de hecho —a ellos que nunca cesaban de hablar ni de tratar de saber qué es lo que la palabra transporta— en cl aspecto de decisiones politicas o de combates en los que se ventilaba cl terrible interés de la vida, de la esclavitud 0 de la independencia Tucidides —vocero de Pericies— es el héroe y también el doc. trinario de esta lucha por una nueva racionalizacién. Lo por venir es lujuriante en esta Grecia de los siglos vy 1V: en el ¥, se deja to- davia dominar, y Tucidides, genialmente, nos lo hace inteligible; en el siglo siguiente, se agota, se pierde en mezquinos conflictos, se abandona a su inercia. Jenofonte quiere salvar al hombre por la moralizacién; Isécrates, por la retorica eficaz. Platén, por su parte, inventa la filosofia de la historia como género cultural y omo manera de pensar. La filosofia de la historia se nutre de acontecimientos, pero no los toma como tales: los transforma en significaciones, les con- ficre sentidos que hallan legitimados por el solo hecho de inscri- birse en una vision totalizadora. Hoy dia que el material historico es cada vez mejor controlado, que se va instaurando una historia mas v mas cientifica, la empresa parece absurda: es una empresa metafisica. En el siglo 1v antes de nuestra era, tiene un sentido to talmente diverso. Se trata de hacer fracasar, por una parte, a Calicles, simbolo de esos hombres que piensan que la actividad no tiene otro sentido que el del goce que cada cual, segin su energia, puede sacar de 145 ella y, por otra parte, a los mitos antiguos, a las leyendas que es torban el pensamiento llendndolo de tradiciones confusas ¢ in. morales. Platon reconstruye asi, en abstracto, cl devenir de 1a hu: manidad, a fin de proporcionar a sus coctancos un modelo que les permita comprender cual es cl camino de la degeneracion y, si se les presenta el caso, resistir a sus atractivos, Este modelo se pre- senta en dos aspectos: hay, cabria decir parafrascando el pensa miento moderno, por un lado, un sdiscurso sobre Ja historia univer- sal» —presentado en dos versiones algo diferentes por el Politico y por las Leyes— y, por otro, un anilisis «de las causas de la grandeza y de la decadencias de una ciudad, andlisis desarrollado en el Libro VUI de la Reptiblica. A estos textos se han de ariadir los, enigmaticos pasajes del Timeo y det Critias en los que se describen las antiquisimas constituciones de Atenas y de la Atlantida Suscribiendo una noticia legendaria muy esparcida por las cul: turas del mundo entero, Platén presenta la situacién originaria de la humanidad como un estado casi perfecto, como una edad de oro: eal principio», las relaciones del hombre con los dioses, con la naturaleza y con los demas hombres eran de buena convenien- cia; ningun quebranto, ninguna desarmonfa intervenia en ellas, y el devenir acontecia no como una degeneracién, sino como repe- ticién de felices sucesos. Porque se daba, si, el devenir : esto es en- teramente seguro, ya que tal es la condicin de lo que no es divi- no. Mas este devenir no levaba consigo el principio del declinar y del desarreglo. Bbid., 72 ¢. 447 barse el tiempo de Ja felicidad. Cuando lego ef momente conduce ¢l navio del asi de a. nus sigue diciendo el Politico, consecutiva a tal cambin ccion, y de resultas de ella perecieron gran numero. de eee cies animales; después, calmad: is Punto de esfumarse. por completo, comenzaron a pane piet maron a aumentar ‘de icrra encaneeian en ¢ lesa aaerecn oe vane i a | curso de su desarrollo y, ya muertos, vor yt) de nuevo al Seno We Ta Wera® Abandonndoe 2a, Ya roceleares 5, 0s hombres se vieron abligados, para subsisting with eee se mctia mu discret oh Jo tcante 9 aqua las cales Ia especie humana ha. paged mucha sae So tesruciones por divs, eidemias y multi ae ss sas»? y las suscriben. Asimismo, y sin ma: ci oO VIII sass ns Serb sin mas precision, et Libro Vi dels Republica indica que la Cindad ial, cave const caracteres de oro y los de plata y los de bronee ae eee ee Por este camino, se introducira la injusticia an ye saat 849 mismo de Ta hutanidad euige gue esta este dest de la historia», para nosotros que estamos en el peric Sey retroerado ¥ Hatural el detent, es el decay, ee cron, el mal a sus anchas. Aceptemos esta situacia) a aeyate kesicad de la desventura se las ticne tlesas a la crigenei at gee intentemos comprender el proceso jue e a al de tien Siren Pi que ha Ilevado al desorden soul L2MIERAD. en este-nuvry comienso que ex el inicio del pe Polity, 22 « Ibid, 278 Leyes, IV, 69 148 todo, resulte triunfante Ia injusticia: los hombres tienen que lu: char contra Jos animales, que se han vuelto salvajes; se hallan to- dos en la miseria y no saben qué hacer para sobrevivir; en las Le yes presenta Platén su pobreza como significativa de virtud; entre ellos, en efecto, no se introduce la competicién: «pobres, estos hombres no lo eran ciertamente porque tal fuese de hecho su con dicién; la pobreza tampoco les forzaba a disentir entre ellos; por otra parte, rico nunca se ha !legado a serlo cuando no se posee ni oro ni platay Eran ingenuos y sabian, de esta suerte, hacer realidad la ms alta nobleza moral: «io que les era presentado como moralmente bello o moralmente feo, lo consideraban, efectivamente, en su in- genuidad, al escucharlo, como la cosa més cierta del mundo, y se conformaban con ello; ninguno tenia, como hoy, el talento de sa ber sospechar en ello la falsia. Al contrario, lo que se les decia so. bre los dioses y sobre los hombres tenianlo por verdadero, y vivian de acuerdo con esta creencia»? No cabia, pues, en ellos «ni desmesura ni injusticia, como tam: poco podian tener rivalidades ni envidias», No habia entre ellos lugar para la politica: aquellos hombres no necesitaban leyes es critas; bastabales con las costumbres, esas leyes que se califican de «tradicionales». Los escasos grupos que lograron escapar del cataclismo vivian atin con patriarcal frugalidad: cada cual, obe deciendo al mas anciano como se obedece a un padre benévolo que ejerce su autoridad paterna, vivia feliz en una autarguia, con in- dependencia econémica, social y afectiva. De este modo venia a realizarse una imagen de los antiguos tiempos dichosos anteriores al cambio de direccién. Mas esta imagen no podia imponerse duraderamente: era pre ciso que aquellas familias aumentaran y se reunieran para formar mas vastas comunidades: «un mayor numero de individuos se juntan en comunidades, constituyendo mas amplias organizacio nes politicas, y empiezan a roturar los terrenos al pie de los mon tes para los primeros cultivos, y, para defenderlos de las bestias salvajes lo protegen con setos y vallados a guisa de murallas, for- mando asi una comunidad Gnica de alguna importancia»? Ahora bien, cada uno de aquellos grupos representado por el mas anciano de sus miembros, aportaba, en el momento de confederarse, de terminadas costumbres relativas a los dioses y a los hombres, que Leyes, 619 ¢ Ibid. » [bld., 680 e, 681 «. “9 le eran propias. Era necesa pusiese: sobrevino la politica. Hubs designer iepilad se i P' ics ‘ubo que desiynar leg: ea fijaran las reglas aplicables a todas 5 ib ce poseasladores ae aateeteeeulnoaeieee y hubo que ponerse de ac ler «ejecutivon... Las Leyes ans le acuer. dalidades segon Ia eyes analiza las diver; idades seguin las cuales se constituyen las Chadades bt ae ws chai ali ty, ep devenir se introdujo ls historia y, con ella, la amenara, nese "cad ayor de la injusticia. El Li plltReni bis rete eae He Lg we Ren Socrates supone realizada la Ciudad ideal, Kallipotis Tealizads: Seacrest ol gtsnio de fs marae ina ie Sabie seamen ea eae ahi iciamente, porque, por ejemplo ~ . or i jen alone ro, enteramente dados al conocimiento, i eee yen algunos caracteres de plata, cuya virtud no es arses Seana ee En la Ciudad, el cambio es al mie seine eerie rolle el vicio que es inherente a su condicién, Se hd aos Conguistadores, sojuzgan, si, los deseos que les inspira ieee iu excelencia, conviértenio en su justificacion, aid eee eee no tendrdn ya iguales escrtipulos : piel st tie Ts Meany. ra ¢Se ha inspirado Platon, pa: le: ‘bir seas Mate Sete Tb edn a vee ana cada vez mas despreocupado? En tado caso, a pla, temple mediocre cuando estalla la sedicidn que normalmente on nte en -n cémo. 150 | yesistirle: los pobres, muy mayoritarios, exigen el reparto de bie- nes y lo logran. Ynstaurase entonces la democracia. Ya sabemos lo que sobre lla piensa Platén. Tal régimen pretende posibilitar la plena rea- fizacion del ciudadano y hacer valer la idea misma de ley. En rea fidad, no hace sino legalizar el desorden. Confunde la libertad con weibertinaje, el saber con 1a opinion. No es una constitucion, sino Sin abazar de constituciones» donde cada cual escoge, segtin la so- Turion que més le gusta, la legislacin que le conviene. La anarquia Ilega a ser, indefectiblemente, tan grande, que ¢l pueblo mismo, hactiado de ella y de Ja impotencia a que se ve reducido, reclama un gobierno: apela a un tirano, a un hombre fuerte que, rodeado restaura la autoridad. de sus satélites, de sus «portagarrotes», ‘La democracia, que pretendia ser la quintaesencia del régimen politico, se torna en su contraria, ya que, con la tirania, toda polit por vempirica o teorica— queda suprimida: domina solamente la Soluntad de un individuo del que hay poca probabilidad 0, mejor, ho hay ni la menor probabilidad, supuesto lo deficiente de la educa, tion actual, de que se dedique al bien de la colectividad. El tirano destruye el Estado, reduciéndolo a una caricatura La filosofia platenica de la historia es trégica, Todo lo de aqui abajo se disolvera y perdera. La materialidad derrota necesa- tinmente a lo divino, puésto que, decididamente, segiin lo vefamos en el capitulo anterior, los hombres se rigen por los apetitos, Por {1 deseo de una vida confortable que les pierde, arrastrandoles a fa infelicidad y a Ja injusticia, Qué significa, sin embargo, este es: quema de la Kallipolis? ¢Es tan sélo una construcci6n imaginaria destinada a reafirmar a a mente sobre sus capacidades conceptua- les? 2Oué quieren decir los analisis del Politico que consideran las modslidades de un poder auténticamente regio, de un poder efecti- Yamente emparejado con el saber? ¢Habremos de mirar los textos de las Leyes como si fueran simples ejercicios escolares? Con esto Hegamos, en Ja conclusién de este ultimo capitulo, a la cuestién radical, que concierne, muy en concreto, a lo que sucle Hamarse la wlopia platonica. La obra de Platén es, evidentisima- mente, utépica; pero, cen qué sentido? ¢Tuvo en algun momento el fundador de la Academia el proyecto y la esperanza de influir de hecho sobre el destino de sus contemporaneos? ¢Qué posibilidades concedia él a la filosofia —género cultural cuya naturaleza acababa 151 de precisar él con tanta claridad que se ey juste diciendo que ét Ig inventé-— de ser realmente operant te? cEn qué puede et cong, miento filosofico. plenamente elaborado. modificar la suerte de iy humanidad, dominada por el aciago ritmo del devenir? A estas preguntas les da la Re} cuando acepta Sécrates ponerse a piiblica una primera respuesta: «discutir sobre el fondo», 5 Pre. cisa que solo examinard el problema de la injusticia en la socieing en la medida que este andlisis le permita comprender ulteriormen te la cuestion de la injusticia individual tivamente, en mayisculas lo que.el alma res tan pequefos que con dificultad se del Libro IX —cita que ya hemos hech modos, si el modelo de la Kallipolis no por lo menos cada cual puede conducta personal «la la sociedad escribe, efec. Presenta en unos caracte logra descifrarlos. Al final o— declara que, de todos €s politicamente aplicable, servirse del mismo para arreglar su Y el texto termina mediante un mito moral verdad” ¢s puesta en labios de un bravo sujeto, Er, hijo de Armenio, panfilio de nacién, que murié en una guerra y, hablendo sido levantados, diez dias después, los cadveres ya putrefactos, él fue recogido incorrupto y Mevado’a casa para ser enterrado y, ya- cente sobre la pira, volvié a la vida a los doce dias y conto. ef resucitado, lo que habia visto all41 Las almas son ante todo juzgadas por un tribunal omnisciente y omnipotente, que las examina seguin haya sido el comportamiento For ellas tenido: las condenas son graves, y los sufrimientos que esas almas han infligido con sus acciones injustas padécenios. al décuplo, tanto en intensidad como en duracidn. Después, purgada su malicia, son Hamadas de nuevo a este mundo abajo, en el que vuelven a introduci; destino. Colocadas por la divinidad en diversos puestos, disfrutan, segiin sus méritos pasados, de un rango que les permite escoger entre los multiples «espolios» que se les proponen; las almas me. jores tienen muchas posibilidades; las peores se han de contentar con lo que se les deje. Ahora bien, no es raro que almas hasta en. tonces virtuosas caigan en la tentacién de elegir un destino en apariencia dichoso y decidan encarnarse en el cuerpo de uno que. Por ejemplo, sera tirano, como tampoco el que otras, que por sus fechorias pretéritas no podian prometerse sino desventuras, hagan una eleccion que las salve Dejemos aqui el relato de Er el Sus oscuridades, pone en claro el una vez de aqui se en otro cuerpo y tienen otro Panfilio. Por muchas que sean hecho de que la practica indi- " Repiibl, X, 614 b. 182 «esa justivia cuya teoria y cuya préctica ae me satisfacciun correspondiente a jo equ y abors, sino también Wi es bucno immaginarse vidual de Ja. justicis enseiia la filosolia— garantiza una» fa naturaleva del alma, y ello no sblo a4 a'un mas all, ch un destino cusa naturale es buss AB are Aceptar y practic Ia concepcion de ke cela ave mar fine! es optar, hoy y mas tora, por una esistoucis sate Esta respuesta “aie, Seay sino un aypeeto, el mas exterior, de evela, por umportante que se, sino un aypecto, el mas ewer, easy guiera decir Platon simple ae dela lose de mos eoncrag unas ereencias tan asegutadoras y_ exaltantes aoe ery religion tradicional, pero con el mérito de au come es Sion intwligibilidad, Lo que de todos moos daa enten de aqui ew adelante, el filosofo- or mas profundamente es que, de aqui en adelante, Hose! oe der mas Pivoncepcion de ia realidad gracias fa ial 8 materi tenta wna concepe iad, yracias Ja sual ama ineipio de la desventura, puc wbrantada, Hay gue veer ausatidad maletica, pero en él subsiste alg jor la causal © Er relceotefest elf Seton ark de (esto teats een net “ "En un universe abandonado & se suo a sof 1 es i wedida de 10 posible, _desempetiabat amneat Grante el periodo precedente, stos procedian por ing os dieses recta, el filsofo, en cambio, basindose en el hech piracion Ure a encuentra an sustitutivo de lx inspiracién: a ae eta el arte de controlar toda conducta mediante) dscarse gue da lugar, la técnica que permite conc en i forma 7 ee Satenide todos los lenguajes con el fin de jj orma y € , 6 e del dios. Es wre | fildsofo es el suplente este ciclo retrégrado, el ; dis. Es 1 tcatige de'Ia transparencia perdida y el depositario de el testigo de la dio, miserable pero de posi poscen superior inteligil ilidades infinitas, que le ha sido de tumanidad y cuyo nombre es Razén ae Jase lagu To que Maton nos dice en deinitva: Sil Razén care, sentido, st las sombras que a la Razén oscurecen, como lo ae ser rite ln dieultad de expresarse, no se insrtan 2 iT proyecto de la racionalidad, entonces tanto Cahctes, y tanto vale el hombre bestializado, sow

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