Carl Whitaker, cuya obra parece calculada para escandalizar, asombrar, encantar
y confundir. Whitaker, que se llama a s mismo un terapeuta del absurdo, se ha
especializado en llevar lo impensable hasta los bordes de lo inimaginable. A una joven "psictica", que se sienta en las rodillas de su suegro, le sugiere que "el incesto es mejor que el amor". Si se le pregunta su razn para hacer tal afirmacin, tal vez responder, "para complacerme. Si no saco de la terapia algo para m mismo, s que no llegar a ninguna parte". Whitaker emplea muchas tcnicas que, como dice l, derribarn la torre inclinada de Pisa. En una entrevista, Whitaker se volvi hacia un joven inexpresivo que recientemente haba hecho un intento de suicidio, y le dijo, en presencia de su familia y de su terapeuta, ligeramente sorprendido: "La prxima vez que intente eso, hgalo de primera: llvese consigo a alguien, como su terapeuta." Por primera vez durante la entrevista, los ojos del muchacho se abrieron mucho. Continu mirando a Whitaker, que desenvueltamente empez a describir un invento en que haba estado trabajando, y que quitar la suciedad al suicidio: un "triturador de basura" humana, "como eso que est debajo del lavabo, pero ms grande". Al trmino de la sesin, no slo haba "alcanzado al muchacho", sino tambin activado al padre de ste, el otro miembro de la familia, que ha abandonado la vida y es vctima de la desesperacin. Dice Whitaker: "Mi tctica es una especie de broma, de farsa, un caos inducido, llamado hoy una retroalimentacin positiva; es decir, aumentamos la patologa hasta que los sntomas se destruyan por s solos." Al escribir acerca de la terapia, Whitaker hace un gran enfoque en la esfera que cae bajo el rubro de "tomar el control". Whitaker cuenta con lograr algunos de sus ms poderosos efectos gracias a lo que l llama la "reaccin" del encuentro. Muy eficazmente emplea la indiferencia, el discreto ridculo, el aburrimiento, llegando a pedir a una familia que no acuda al tratamiento como "visitante negativo". Whitaker siente que debe ganar al establecer las reglas del juego al que se jugar en la terapia, y ni siquiera admitir que la terapia ha comenzado hasta que se haya llegado a esta etapa.