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HISTORIA Y RELIGION DE LOS MAYAS j.eric s. thompson SIGLO VEINTIUNO 3&1 Avisres traduccién de FELIX BLANCO revisada por ARTURO GOMEZ edicién al cuidado de carmen valearce y marti soler portada de anhelo herndndez primera edicién en espafiol, 1975 duodécima edicién en espafiol, 2004 © sigho xxi editores, s.a. de cv isbn 968-23-0453-9 primera edicién en inglés, 1970 © 1970 by the university of oklahoma press titulo original: maya history and religion derechos reservados conforme a Ja ley impreso y hecho en méxicoiprinted and made in mexico {NDICE GENERAL INTRODUCCION PRONUNCIACION Y TOPONIMOS 1 LA EXPANSION PUTUN (MAYA CHONTAL) EN YUCATAN Y LA CUENCA DEL RIO DE LA PASION Introduccién, 21; El territorio y ta cultura de los putunes, 23; Los putin itzaes en Yucatin, 29; Kukulcén y las influencias toltecas en Chichén Itza, 43; Las incursiones putunes por las cuencas del alto Usumacinta y del Pasion, 46; Los acalanes orientales y los “lacandones” en el perfodo colo- nial, 49; Los acalanes orientales: martisio de los padres Vico y Lopez (1555), 55; Los acalanes orientales van hacia el oeste, $9; Influencias putu- nes en el rio de ta Pasion (Perfodo Clasico tardfo), 61;Ocupacién de Seibal por los putunes (Perfodo Clasico tardio), 66; Observaciones finales, 68 v LA REGION CENTRAL MAYA DURANTE LA CONQUISTA ESPANOLA Y DESPUES: UN PROBLEMA DE DEMOGRAFIA Introduccién, 73; Las nuevas enfermedades y el despoblamiento, 77; La despoblacién en el periodo colonial, 80; Despoblamiento de la parte central, 84; Inferencias lingll{sticas, 101; Grupos expansionistas versus grupos est ticos, 102; Paralelos concebibles protohistéricos y posclisicos, 109 EL LiMITE ORIENTAL DE LA ZONA MAYA: EMPLAZAMIENTOS Y DESPLAZAMIENTOS we * EL TABACO ENTRE LOS MAYAS Y SUS VECINOS Introduccién, 137; Material arqueoldgico, 138; El tabaco en la colonia y los tiempos modernos, 142; Tabaco en polvo y cal, 144; El tabaco como ofren- da, 147; El placer de fumar, 149; El tabaco en la adivinacién, 150; Personi- ficaci6n del tabaco, 151; Usos medicinales del tabaco, 153; El tabaco como talisman, 156; El tabaco y la guerra, 157; El tabaco en los entierros, 158; Resumen, 159 w RELACIONES COMERCIALES ENTRE LOS MAYAS DE LAS TIERRAS ALTAS Y LOS DE LAS BAJAS Introducci6n, 160; Vias comerciales del pasado y el presente, 163; Los comerciantes y sus tratos, 174; Articulos de comercio, 177; Exportaciones de las tierras altas, 177; Exportaciones de las tierras bajas, 186; Algunas consideraciones generales, 198 LA RELIGION MAYA EN LAS TIERRAS BAJAS: ELCULTO Consideraciones generales, 202; Magia, 209; Sacerdotes y rezadores, 211; Relaciones del hombre con los dioses, 215; Preparativos para las ceremonias, 217; Los sacrificios, 221; La pureza ritual, 231; Las drogas alucinantes en la profecia y Ia adivinacion, 232; Los idolos, 234; Las oraciones, 239; Nocio- nes cosmoldgicas, 242 a iv] 19 73 137 160 202 Vill INDICE GENERAL 7 LA RELIGION MAYA EN LAS TIERRAS BAJAS: LOS DIOSES PRIN- CIPALES 246 Caracteres de los dioses mayas, 246; Dioses de la creacién, 249; La esposa del creador: Ix Chebel Yax, 256; Itzam Na: casa de iguanas, 258; FE! dios del sol y la diosa de la luna, 287; El dios solar, 289; La diosa lunar, 296; Los dioses del planeta Venus, 304; Dioses de la Huvia; los Chacs, 306; Dioses de la Iluvia: Chicchéns y obreros, 319; Dioses de la Iluvia de Jos lacandones, 323; Dioses de la Iluvia de los tzotziles, 326; Dioses del viento, 329; Dioses de Ia tierra y el trueno; Los Tzultacah, 332; Los Bacabs, 336; Los trece dioses y los nueve dioses, 340; El dios del maiz, 343; Los guardianes invisi- bles, 352; El dios jaguar, 354; Dioses antropomortos de la tierra: th P’en y Buluc Ch’abtén, 356; Mam, dios del mal, 360; Dioses de la muerte, 363 8 LA RELIGION DE LAS TIERRAS BAJAS: DIOSES MENOS CONOCIDOS Y EXTRANJEROS 369 Dioses de oficios y otros cultos, 370; Otros dioses mayas de tierras bajas, 385; Dioses de México en las tierras bajas mayas, 394 9 MITOS MAYAS DE LA CREACION 397 Creacién y desiruccién de mundos, 397; El descubrimiento del mafz, 417; £1 sol héroe cultural: engafo y muerte de la anciana, 425; Peligros de subirse a los arboles, 431; El sol corteja a la luna, 435; El adulterio de la luna, 438; Consideraciones generales, 441 REFERENCIAS 47 INDICE DE ILUSTRACIONES 470 INDICE ANALITICO 4/1 INTRODUCCION Arqueologia es el estudio de las culturas muertas. Es una palabra de connotaciones romaticas y quiza por esta raz6n se ha empleado libremente en relacién con los mayas, como si su arqueologia y su historia entera fuesen una misma cosa. Nada mis alejado de la realidad. Lo que la pala, la paleta y la escobilla del excavador revelan es sdlo una parte del conocimiento, que todavia se est4 acumulando, de la histo- ria, la vida cotidiana y los procesos mentales de este inte- resante pueblo. La cultura maya, como por ejemplo la de los judios, estA todavia muy viva; uno ve su presente en su pasado y su pasado en su presente. Seria absurdo publicar con un titulo como, por ejemplo, “La civilizacién judia” un libro acerca de excavaciones realizadas en Jerusalén, Jericé y otros lugares de Palestina, sin relacién con la historia y la literatura escritas de los judios. Es igualmente ilégico tratar de los mayas sin recurrir a la masa de informacién acumu- lada desde que su cultura fue objeto de la observacién eu- ropea. Un pufiado de documentos vale mas que un montén de artefactos. Por otra parte, la arqueologia puede suplir y aun corregir la tradicién defectuosa o la historia de los periodos primitivos. Desde aquel momento del primer contacto con el resto del mundo, el 1 de marzo de 1517, en que unos treinta ma- yas fueron invitados a comer y beber vino —uno se pregun- ta cémo reaccionaria el paladar maya, hecho a su aspera bebida de aguamiel, el balché, al vino de Castilla— a bor- do de la nave capitana de Francisco Hernandez de Cérdo- ba, anclada frente al cabo Catoche, el hombre blanco ha ido consignando sus observaciones acerca de la vida de los mayas. El 2 de marzo los espafioles desembarcaron y al con- vite sucedié Ja batalla. Mientras los soldados peleaban. el capellan de Hernandez de Cérdoba sacé de un templo maya, 0) 2 INTRODUCCIGN que estaba muy cerca del lugar de la batalla, idolos de ba- rro cocido y de madera cubiertos con diademas y ornamen- tos de oro bajo. El suyo fue el primer informe de la religién maya: el de sus camaradas, el de la vestimenta, las armas y la tactica de los guerreros mayas. El estudioso completa estos primeros informes con los escritos de los eclesidsticos y los oficiales espafioles y las nu- merosas memorias sobre la administracién de las nuevas tierras enviadas a Espafia para saciar el apetito burocrati- co y fatigar los estantes de los archivos oficiales. Puede avanzar trabajosamente por la manigua de largos y tedio- sos relatos de las actividades de franciscanos y dominicos en México y Guatemala, en busca del capitulo o la digresién ocasionales, que contengan algin detalle etnolégico hasta ahora no descubierto o algiin nombre en lengua o dialecto maya de una poblacién que después dejé de ser mayaha- blante. Puede tomar la informacién laboriosamente espiga~ da de este modo y utilizarla tal vez para elucidar algin pasaje oscuro de un documento histérico maya e incluso algin detalle de una escultura. Continuamente est4n saliendo a la luz documentos des- conocidos que afiaden mucho a nuestros conocimientos de lo maya. El descubrimiento por Scholes de los Paxbolén y escritos semejantes nos hizo conocer las actividades de los maya putunes y la historia de la evangelizacién del Cam- peche del sudoeste (y de ahi he tomado mucho para los capitulos 1 y 2), que anteriormente eran casi un punto en blanco en el mapa; y su descubrimiento del informe de Tovilla, también en los archivos sevillanos, proporcioné da- tos para establecer la correlacién del calendario de los man- che chol del Petén sudoriental con el nuestro, materia en que el mas optimista estudioso de lo maya nunca hubiera esperado tener la menor informaci6n. Los etnélogos que trabajaron en los veintes y treintas en las comunidades mayas desenterraron inapreciables su- pervivencias del antiguo paganismo: ceremonias y creencias religiosas, costumbres antiguas, mitos, etc. Hace menos de cincuenta afios, nadie se imaginaba que algunas comunida- INTRODUCCION 3 des mayas no sélo conservaban el antiguo almanaque sagra- do de 260 dias sino que todavia regulaban su vida de acuer- do con él. Y la costumbre de perforar el tabique de la nariz e insertar un ornamento en el hueco se conocia por un estudio de los relieves mayas y por los escritos de obser- vadores del siglo xvi, pero sélo en afios recientes se observé que todavia se practicaba en un remoto grupo maya. Tales descubrimientos en documentos coloniales y mo- dernas investigaciones etnolégicas son posibles porque la cultura maya no murié con la conquista espafiola y atin persiste. Los mayas, archiconservadores, conservaron deli- beradamente el pasado, Los anticuarios mayas se impusie- ron la tarea de preservar su herencia cultural. Gracias a ellos tenemos fuentes de tan inestimable valor como los li- bros de Chilam Balam en Yucatan y el Popol Vuh de los quichés en las tierras altas guatemaltecas. Escritos en len- guas indigenas, pero con el alfabeto y la escritura espafio- les, encierran abundantes detalles de la religién, la historia y los mitos mayas. Para los mayas el choque de la conquista espafiola fue devastador; proscrita su antigua religién, los desarraigaron y juntaron en pueblos para instruirlos en el cristianismo y tenerlos vigilados a fin de que no volvieran a caer en el pa- ganismo, y quedaron bajo la dominacién de un pueblo de raza diferente, que ni conocia ni queria conocer las cosas mayas. Algo siguié igual: el campesino antes obligado a edifi- car templos y piramides a los antiguos dioses, se afanaba ahora en derribarlos y erigir sobre sus cimientos iglesias y conventos que por su magnitud y sus comodidades hubie- ran repugnado a San Francisco. Pero la arremetida no fue fatal para la cultura maya. La antigua religién pasé a la clandestinidad ; los frailes, que eran muy pocos para contro- lar estrictamente sus resentidos rebafios y que no tenian un profundo conocimiento de Jos usos y costumbres indige- nas, por lo general no se daban cuenta de lo que estaba sucediendo en sus mismas narices, para no hablar de las ceremonias paganas que se ejecutaban en remotos claros de 4 INTRODUCCION la selva para propiciar a los antiguos dioses que hacian Mover. Se echa de ver de modo particular hasta qué punto triunfé Ja resistencia de los mayas a las nuevas costumbres en su apego a la lengua propia... y lengua y cultura van estrechamente unidas. En 1766 todavia los comisarios envia- dos a averiguar las condiciones existentes en Yucatan y Campeche (Scholes et al., 1936-1938, t. 3, cap. 153) se quejaban de que en todos los pueblos que se hallan de Car- men a Campeche y de ahi a Mérida no habjan tenido el gusto de ofr a un solo indio hablar en espafiol. Se habian visto obligados a llevar un intérprete consigo. Hasta el siglo actual, el lenguaje maya yucateco pare- cia casi tan firme y arraigado, salvo en las poblaciones ma- yores, como lo habian encontrado los comisarios; pero en los iltimos decenios, la radio, las escuelas, la construccién de carreteras y los consiguientes servicios de transporte, asi como el desarrollo de un espiritu nacional han Hevado al campesino maya el conocimiento de lo que sucede fuera de su pequefia comunidad (p. 205). Se acelera el proceso de in- tegracién, y sus victimas son las antiguas costumbres y el antiguo lenguaje. Las supervivencias, en lo relativo al lado espiritual de Ja cultura maya, estén fundiéndose como la nieve al sol del materialismo tecnolégico. A veces recuerdo el tranvia de mulas y el coche de alquiler de mi infancia; temo pensar que algin dia haya de recordar un modo de vivir maya caido también victima del “progreso”. Entonces, la cultura maya presenta una continuidad desde los primeros siglos de la era cristiana hasta nuestros dias; la correlacién de todos los datos de los escritos colo- niales y las observaciones de supervivencias entre los mayas actuales con ta informacién que proporciona la arqueologia es lo tinico que puede ofrecernos un cuadro real de la vida maya. Hay que reconocer que este enfoque presenta peli- gros: la cultura maya nunca fue estatica pero, visto el es- piritu conservador del maya, es menor el riesgo de errar al interpretar la historia del pasado segin las prdcticas colo- niales o actuales. Ademas, es necesario también algin cono- INTRODUCCION 5 cimiento de las costumbres y tradiciones espafiolas del me- dievo. Se han atribuido a los mayas ritos modernos que proceden de las usanzas espaiiolas. En fa actualidad hay un desequilibrio en los estudios mayas. Por una parte, muchos arqueolégos rara vez alzan los ojos de las excavaciones para ver cémo podrian las fuen- tes coloniales completar sus descubrimientos, 0 se conforman con satisfacer su curiosidad en el relato de Landa. Se invier- te una fantastica cantidad de tiempo y esfuerzo en rotular alfareria con nombres por lo general extrafios e impronun- ciables (algunos tomados del espafiol y ni siquiera correcta- mente escritos). El informe acerca de un sitio arqueolégico menor contiene no menos de 177 variedades, otro, acerca de la excavacién parcial de tres monticulos, afiade unos 80 nombres, casi todos ellos polisilabicos, trabalenguas nahuas. La arqueologia corre un mortal peligro de perderse por los senderos de lo abracadabrante. Hay muy poca diferen- cia entre el brujo maya que confunde a sus pacientes con encantamientos musitados y cl ceramista que asombra a su escaso ptiblico con nombres atin mas esotéricos. Aunque tal vez sea mi senescente inadaptaci6n a las nuevas técnicas Ja que me mueve a esta censura. Por otra parte, el antropdlogo social actual no se intere- sa primotdialmente en las supervivencias de practicas mayas como lo hicieron otros de la generacién anterior, como Sapper, Tozzer, La Farge, Termer y Goubaud. Hablando de un modo general, los problemas que le interesan estan relacionados con el funcionamiento de una comunidad algo primitiva en una época de cambios. Sus pensamientos quiza se orienten hacia el cambio paralelo o contrastante de algiin grupo italiano o africano que se enfrente a una necesidad semejante de ajuste. Naturalmente, tiene todo cl derecho de escoger sus metas y de configurar sus estudios de acuerdo con ellas, pero para el estudioso interesado en la cultura maya en su condicién de entidad continuada desde el prin- cipio hasta nuestro dias, tales investigaciones son tangen- ciales. El etnohistoriador wata de correlacionar los datos de 6 INTRODUCCION los escritos coloniales y las observaciones del indio contem- poraneo con la informacién arqueolégica para ampliar y aclarar el panorama de la cultura maya. Est4 atento para descubrir cualquier detalle de una fuente colonial o actual que tenga relacion con algtin problema arqueolégico, y vice- versa. He aqui una ilustraci6n del proceso. En una larga nota de la pag. 37 del erudito estudio The Maya Chontal Indians of Acalan-Tixchel, de Scholes y Roys, acerca del origen de la palabra Tabasco, declaran los autores que el nombre que dieron los espajioles a la fa- milia que regia el gran poblado putin de Potonchan, en la desembocadura del rio Usumacinta, fue Cipaque, corrup- cién de Cipacti, primero de los veinte nombres de los dias mexicanos. En una estela que muestra fuertes influencias “extranjeras” en Seibal, mas arriba del Pasién, tributario del mismo rio Usumacinta, los glifos de Cipacti estan sobre los retratos de dos gobernantes. El resto del texto esta en glifos mayas normales. En contra de las opiniones expuestas por algunos colegas yo estaba ya convencido de que los inva- sores que se habian apoderado de Seibal eran los mismos mayaputunes (alias chontales) en que tan fuertemente ha- bian influido los vecinos mexicanos. Aqui estaba, pues, en una breve cita de un oscuro documento inédito examinado por Scholes en el Archivo de Indias de Sevilla, la prueba confirmatoria de que los gobernantes Cipacti de Potonchan se habian apoderado de Seibal (p. 41). La referencia habia resuelto un problema que el arquedlogo nunca hubiera pensado resolver a fuerza de hacer excavaciones. El proceso puede ser inverso: la norma del “‘centro cere- monial” de muchos grupos mayas actuales en las tierras altas de Guatemala y Chiapas, donde la poblacién que vive disper- sa por toda la comarca se congrega en el centro del poblado, semidesierto en otra ocasiones, para los actos politicos o sociales, los dias de mercado o de regocijo, es una continua- cién directa del cuadro arqueolégico (Thompson, 1966: 70). Por todo el altiplano de Guatemala y Chiapas, los mayas ponen flores amarillas, como caléndulas o maravillas, en la tumbas, sobre todo en la muy paganizada celebracién INTRODUGCION 7 del dia de difuntos. Esta costumbre data seguramente, nos dice un autor, de los primeros dias de la Colonia, en que los dolientes sclian ponerse un ungiiento amarillo. La verdad es que el rito es mucho mas antiguo: el amarillo era el color que los antiguos mayas atribuian al sur, la regién presidida por el dios de la muerte y su esposa, y el mismo dios de la muerte es representado a menudo con manchas amarillas, Aqui, la arqueologfa explica lo que hubiera podi- do parecer una costumbre enigmatica. El mismo lenguaje cotidiano maya conserva el pasado, porque las costumbres a veces quedan incluidas en el lengua- je como las moscas en el Ambar. Los mayas usaban mucho lo que se denomina clasifica- dores numéricos. En nuestro idioma tenemos unos pocos, pero nada comparable a los mayas: ocho panes, tres banda- das de aves, seis cabezas de ganado o dos porciones de pollo. Los clasificadores numéricos mayas a veces se basan en la forma. Por ejemplo, dzit es el clasificador numérico para los objetos largos y delgados; se piden 2 dvit velas, 6 dzit elotes, 4 dzit platanos, 1 dvit cigarro, 1 d7it hilo de algo- dén. Como se pensaba que el tiempo era un viaje por un camino que se alargaba infinitamente, los periodos de tiem- po resultaban también largos y delgados, y los mayas habla- ban de 1 dz’it afio o 1 dz’it kattn. El maya hacia sus cate- gorias por agrupacién visual y después su imaginacién las agrandaba. Ac era un clasificador numérico para lo que podriamos lamar objetos huecos: casas, iglesias, canoas, cuevas, aguje- ros en el suelo, cubetas, vasijas; pero también lo que el maya veia desde dentro mirando hacia fuera, como los espacios cerrados por muros. (Ac era clasificador de otro grupo —los objetos sentados o para sentarse— porque ac es el radical de las palabras que significan “sentado”, pero éste es el resultado de una convergencia casual y no necesitamos detenernos en él.) Entre los objetos del grupo clasificador ac estaban las milpas y los pueblos. ¢Ilégico? No hay tal; una milpa es un claro en la selva, un espacio hueco rodeado por paredes 8 INTRODUCCION vivas de alta vegetacién. Lo mismo sucede con el pueblo o el pequefio poblado, que también es un claro en la selva, una concha de coquina flotando en un mar verde que, si no es tenido a raya, pudiera tragarselo como las aguas se tragaron los carros de Faraén. Y tal ha sido el destino de muchas poblaciones mayas, antiguas y modernas. Nuestro examen de este humilde sufijo de dos letras nos ha hecho entrever la imaginacién en el corazén del maya, pero hay en él mucho mas que eso. Algunos estu- diosos se niegan a aceptar la proposicién de que la civiliza- cién maya se basaba en la agricultura de roza de la milpa y creen que ese dilapidador sistema nunca pudo haber sus- tentado la poblacién necesaria para construir y mantener los grandes centros ceremoniales. Nuestro modesto ac es un fuerte argumento en contra. En el siglo xvi era corriente, pero es probable que no se trate de un término protomaya y por eso tal vez se empezé a usar cuando la civilizacién maya se iba robusteciendo, pero pudieron haberlo adoptado solamente para describir maizales que eran claros en el bos- que. Es prueba de que las tierras bajas de los mayas nunca fueron una mezcla de Kansas y Nebraska, con monos aulla- dores y jaguares agazapados en reservas naturales. La misma deduccién en lo relativo al paisaje del perio- do Clasico puede hacerse del empleo de ac para contar pueblos o poblamientos. De tales casos concretos podemios sacar la conclusién de que el habla proporciona otra hebra de brillante tono para nuestro tejido. Ademas, estos ejemplos revelan un segundo secreto: la mayor alegria de la investigacién esta en la fa- cultad que nos otorga de poner dentro de un disefio general retazos de informacién absorbidos casi inconscientemente y arrinconados en alguna oscura alacena de la mente, de don- de salen dando tumbos, como los bloques de construccién de los nifios, cuando se necesitan. Los estudios siguientes son por decirlo asi, partituras vo- cales en que entran la arqueologia, la etnologia, la docu- mentacién colonial y asi sucesivamente, como en una can- cién para varias voces o un cuarteto Ce barberia; y no INTRODUGGION 9 podemos permitir que la arqueologia, como la primadona decimonénica en un recital, sea la Ginica ejecutante. Natu- ralmente, éste es el modo de ver del etnohistoriador. Si pa- rece que insisto demasiado en las fuentes coloniales es porque suelen ser las menos utilizadas y en la mayoria de los temas aqui tocados, los datos documentales y etnolégicos son de mucho mayor peso que los arqueolégicos. En el capitulo 1, que trata de los maya putunes, hasta aqui llamados maya chontales, las fuentes espafiolas se emplean para sustentar un nuevo andlisis de los relatos mayas que tratan de la conquista “mexicana” de Chichén Itz4 en los libros de Chilam Balam. Este material esta ampliado de lo que dicen los documentos de Paxbolén acerca del engran- decimiento prehispanico de los putunes. Todo esto tenia que entrar en el cuadro arqueolégico junto con un reagru- pamiento de los principales agentes de la historia de Yuca- tan sobre el fondo de los putunes, los mercaderes marinos de Mesoamérica. Para apartarnos de esta metdfora antes de que la pintura del cuadro pase a la tinta del escritor, esta interpretaci6n de Ja historia requeria un nuevo escru- tinio de los murales de Chichén Jtz4. Al igual que en todo cambio de configuraci6n de la historia, el autor se ve ante la obligacién de decidir cudles datos son los significativos. En la segunda mitad del capitulo alineamos los datos de fuentes coloniales para explicar la aparicién hacia el final del periodo Clasico de elementos no clasicos, en dos lu- gares del rio de la Pasién, como se Ilama al Alto Usuma- cinta. Una vez mas, la prueba documental asiste a la ar- queologia al santuario de Clio. En afios recientes, historiadores, en particular los de la Uni- versidad de California, se han interesado en el casi increible descenso de la poblacién india en el centro de México que siguiéd inmediatamente a la conquista espafiola. El capitulo 2 trata de la despoblacién igualmente catastréfica de la re- gién central maya. Grandes extensiones de las tierras bajas de selva Iluviosa quedaron casi deshabitadas, debido en gran 10 INTRODUCCION parte a las enfermedades recién introducidas, en particular el paludismo, la anquilostomiasis, la fiebre amarilla, las vi- ruelas y la influenza. El efecto fue como si varios hongos, como el de Hiroshima, se hubieran extendido sobre aquella area, Se reconstruye la historia con ayuda de documentos histéricos, comunicados médicos y algunas observaciones etnoldégicas. La antigua idea de que aquellas regiones habian esta- do bastante deshabitadas desde la época en que los grandes centros ceremoniales fucran abandonados, al finalizar cl periodo Clasico, resulta falsa —aqui con pruebas arqueoldé- gicas—, y esta conclusién me proporciona una satisfaccién nada comiin, porque eso es lo que llevo cuarenta ajios predi- cando a colegas sordos, hasta que las alegres nuevas que yo voceara desde lo alto de la montafia se convirtieron en graz- nido de milano junto a un pozo negro. En una conclusién francamente teérica a este capitulo busco un paralelo entre los acontecimientos de esta regién después de la Ilegada de los espafioles y lo que es concebible hubiera podido suceder alli unos siete siglos antes, cuando los centros ceremoniales decayeron con todo el aparato de gobierno oligarquico. En el capitulo 3, enfocado también sobre el periodo arqueo- légico de poscontacto, se define la frontera oriental de los mayas en el momento de la conquista espafiola, pero aqui también he metido cautelosamente el pie en las frias y pro- fundas aguas de la reconstruccién teérica de la historia an- tigua. Nuevamente, la diligente btisqueda en lo escrito re- cibiéd una pequefia ayuda de la arqueologia. EI uso del tabaco, tema del siguiente capitulo, ilustra lo que sucedié con lo que casi era un elemento religioso para los mayas cuando pas6 a formar parte de la cultura espafiola 0, para el caso, la occidental. El tabaco tenfa un papel muy importante en Ia vida re- ligiosa maya; elemento importante en la prevencién y la curacién de las enfermedades, en algunas partes fue deifi- INTRODUCGION 1 cado, y era un elemento unificador de la comunidad. Segan parece, para los mayas sus cualidades placenteras estaban totalmente subordinadas a sus demas funciones. Pero cuan- do los espafioles adoptaron el tabaco fue s6lo como un ar- ticulo que proporcionaba placer al individuo, y se perdie- ron todas las asociaciones rituales y comunales de los ma- yas. Este proceso estaba de acuerdo con la secularizacién espafiola de los elementos culturales de los indigenas venci- dos que absorbieron. El maiz ya no fue el amado y sagrado tallo de la vida y para el conquistador se convirtié en articu- lo de tributo y de transacciones comerciales. El cacao sufri6 la misma degradacién. Por el contrario, los mayas y sus vecinos tendian a santificar los aspectos culturales ajenos que aceptaban si habia alguna posibilidad de hacerlo. Nada ilustra esto mejor que el ceremonial, los tabiies y la posicién social concedida a ese rasgo del Viejo Mundo que es el compadrazgo. La relacién entre un hombre (y su esposa también) y el padrino de su hijo se transformé por comple- to cuando fue aceptada por los mayas. Un elemento tan secular como religioso de la cultura espafiola fue exaltado por los mayas a tal punto que era imposible reconocerlo. Basta con leer a Ruth Bunzel (1952: 154-62) para com- prender la solemnidad y el ritual que rodean a esta relacién. De modo semejante, las cofradias espaiiolas, hermandades religiosas, adquirieron al ser adoptadas por los mayas una importancia religiosa y social mucho mayor de la que ja- mas tuvieran en la peninsula ibérica, pero los mayas recha- zaron el aspecto caritativo de esas organizaciones. Y la vara, que en Espajia es el simbolo del poder de los funcionarios locales, fue casi deificada por los mayas y otros grupos in- dios tan lejanos como los del Pera. Incluso el caballo, que tanto sorprendiera a los indige- nas al primer contacto, entré en la religién maya. El corcel de Cortés, que quedé atrds inutilizado por una astilla en el casco, recibia ramilletes de flores, forma comtin de ofrenda religiosa, carne y aves (probablemente guajolotes) como alimento o en sacrificio. En uno de los templos se erigié una estatua de piedra al caballo, que se convirtié en uno 12 INTRODUCCION de sus principales dioses bajo el nombre de Tzimin Chac, “tapir de rayo” (los mayas dieron al caballo el nombre de “tapir” por ser el animal que més se le parece; el “rayo” era porque los mayas creyeron al principio que el caballo echaba rayos cuando el hombre que lo montaba disparaba su arma de fuego). Segin parece, el hueso de un muslo de aquel caballo fue conservado en otro templo. La supuesta asociacién del caballo con las armas de fue- go fue una de las razones que indujeron a los mayas a con- cebir los Chacs, dioses de la Huvia y del rayo, montando a caballo, creencia que atin persiste. De este modo el caballo, que para el espafiol servia al hombre, en la fe maya se con- virtié en su sefior. El modo que tuvieron los mayas de aceptar, como los patos el agua, las categorias mediterraneas de caliente y frio para todos los alimentos y las creencias en torno a los malos vientos y el mal de ojo son otros ejemplos de cémo remodelaba la mentalidad maya los conceptos del Viejo Mundo en un contexto que, si no precisamente religioso, era hermanastro suyo: Ja brujeria. Las reacciones que pro- duce el dominio de una cultura sobre otra nos dicen mucho de una y otra. Las relaciones comerciales, examinadas en el capitulo 5, hacen ver claramente el lado econémico de la vida maya, porque si buena parte de este libro da la impresién de que los mayas tomaban muy en serio —claro es que fuera de contexto— aquello de “no sélo de pan vive el hombre”, bueno es recordar que ninguna civilizacién alcanza la gran- deza sin un intenso intercambio de productos. La arqueologia proporciona datos de comercio con obje- tos duraderos del periodo Formativo, antes del nacimiento de quien dijo aquellas palabras, hasta el comienzo del si- glo xvi. El dramatico encuentro de Colén en su cuarto via- je con una canoa cargada de mercaderfas sefiala el inicio del periodo de contacto; una referencia casual en un diccio- nario manche-chol del siglo xvir al yacimiento local de sal nos procura la emocién del descubrimiento en un lugar INTRODUCCION 13 inespcrado; y los pintorescos mercados de los pueblos del altiplano guatemalteco prolongan la historia hasta nuestros dias. Las capitulos finales esbozan la religién y los mitos mayas, preocupaciones principales de aquel pueblo. Los tres relati- vos a la religién se limitan en gran parte a las tierras bajas para no crear confusiones con los innumerables nombres de las divinidades y las superposiciones de sus funciones. Pero jay!, las fuentes espafiolas no son aqui tan satisfactorias co- mo hubieran debido ser, franciscanos y dominicos estaban de acuerdo, con pocas excepciones, en descartar a los dioses mayas calificandolos colectivamente de idolos o demonios. Segin su modo de ver, tenfan raz6n. El interés de Sahagin por la religién de los aztecas le acarreé graves problemas con sus hermanos de religién. Por otra parte, los libros de Chilam Balam y sobre todo el Ritual de los Bacabs propor- cionan innumerables nombres pero casi no explican cuales eran sus funciones y relaciones. Es comprensible, porque sus autores no escribian pensando en los modernos estudiosos. Se ha dicho, con raz6n, que el hombre hace a sus dioses a su propia imagen y semejanza. Y asi, al contemplar los dioses mayas podemos ver reflejados el cardcter, la menta- lidad y el modo de ver las cosas de los mayas, que es lo que nos interesa. En sus oraciones, sus sacrificios y otros ritos los mayas desnudaban su alma frente a sus dioses; también para nosotros, si sabemos entenderlo. El que constantemente esté amando hacia este punto la atencién del lector no signifi- ca que yo desdefie su inteligencia. Sucede lo mismo que con el traje nuevo del agente viajero, que no pone francamente en su relacién de gastos. Serfa una burda exageracién decir que hubo dos reli- giones mayas —una de los que mandaban y otra de los campesinos— pero si hubo diferencias muy importantes de actitudes y creencias entre los dos grupos, y yo he tratado de ponerlas de relieve. Tenemos mucha informacién acer- ca de las de los campesinos porque sobrevivieron bastante durante el periodo Colonial y atin contintan en nuestros 14 INTRODUCCION dias. En cambio, las creencias y practicas de la clase domi- nante murieron cuando ésta ces6é de pensar como maya. Los franciscanos sabian lo que hacian cuando se encar- garon de educar a los hijos de los antiguos nobles y sacer- dotes; las costumbres y las creencias del antiguo régimen fueron tan impropias para una generacién de mayas educa- dos en Jas misiones, como la precedencia y las ceremonias cortesanas de Jorge ITI para los Estados Unidos de visién occidental de Andrew Jackson. Por consiguiente, la informacién acerca de los cultos de la clase superior, y principalmente de las divinidades de Itzam Na, Kukulcdén y Venus, es escasa. Al reconstruir el de Itzam Na me expongo a Ia acusacién de haber edificado con muy pocos elementos basados en los hechos y haberlos unido con un cemento quiz4 peligrosamente debilitado por la arena de la especulacién, sobre todo al insinuar que du- rante el periodo Clasico el culto a Itzam Na se acercé al monotefsmo en la clase dominante. Me amparo en Ja oscuridad que rodea a la definicién de monoteismo. Por ejemplo, se aplica el vocablo al cristianis- mo que en realidad, en la mayor parte de su historia, acepta Ja divisién de poderes entre Dios y Satan. Segin parece, Itzam Na compartia el poder, o lo delegaba parcialmente, con ciertas divinidades menores que eran sus subordinados. Otra dificultad es que hablando en puridad, Itzam Na es cuatro seres en uno y que los cuatro son de naturaleza reptil, no humana. Al emplear expresiones como “acercar- se al”, trato de no equiparar el culto de Itzam Na con el verdadero monotefsmo sino de mostrar que segin mi modo de ver (y entre paréntesis, segin los escritores mayas de la Colonia que definieron el periodo en que era dominante como uno donde se desconoefa la idolatria) la clase supe- rior maya habia Ilegado a una etapa en que estaba mas cerca del monoteismo que del politeismo. Permitaseme confesar aqui algo que pronto sera evi- dente: yo no pertenezco a la escuela de “dejar que los he- chos hablen por si solos”. En un libro como éste no hay es- pacio para todos los hechos, y no digamos las insinuaciones INTRODUCCION 15 y los murmurios de hechos, que en la mayoria de las fuen- tes mayas superan en ntimero a las certidumbres. Habiendo pasado mi vida de trabajo en el intento de descifrarlos, me creo con derecho de escoger para el lector los més perti- nentes. El prejuicio puede llevar a una deduccién errénea de vez en cuando, pero tales errores valen mds que anegar- se en un ilimitado pantano de pros y contras. La historia sin manifestar un poco de preferencia no tiene mucho chiste. Pero naturalmente, los platos demasiado condimentados tampoco saben bien. Hasta donde yo he podido observar, los estudiosos re- cién graduados suelen atenerse a la imparcialidad en los es- tudios histéricos. Sospecho que con su conocimiento limitado y de segunda mano no les queda otro remedio. Como los pantalones vaqueros sucios, el acné y el gusto por la pizza, esta actitud deberia abandonarse al llegar a la edad adulta intelectual. Pero por desgracia algunos nunca tienen el valor de hacerlo. Tal vez en esta cuestién del acercamiento al monotefs- mo me haya dejado Hevar por mi afecto por los mayas, pero ¢es acaso el monoteismo naturalmente superior al politeis- mo? En el fondo, lo dudo, asi que tal vez lo tinico que yo queria era ser un poquitin sensacional. El capitulo final nos da otra visién del pensamiento maya; hablan de si mismos como hablan de la creacién. Es- tos mitos afirman también Ja unidad esencial de la cultura mesoamericana. ‘Tales relatos se contaban —y todavia se cuentan— en torno a las hogueras y entre hombres que pasaban la noche en vela, separados de sus esposas para garantizar su continencia, antes de algtin rito agricola. Mu- chos de ellos fueron sin duda difundidos por los comercian- tes de lejanas tierras, que pagaban su hospitalidad con un relato, como en otros tiempos los trovadores con una cancién. Este libro espiga Jos trabajos de muchos amigos. Algunos, como Landa, Remesal, Ximénez y Oviedo y Valdés, escri- bieron en los siglos xvi, xv y primeros anos del xvur; otros, como Roys, Scholes y La Farge, son gigantes de nuestro si- 16 INTRODUCCION glo. Todos tenfan la apremiante necesidad de consignar, del mejor modo que les permitian sus diversos conocimien- tos, lo que sabfan de los mayas. Muchas l4mparas ardic- ron a medianoche para iluminar el espiritu investigador; y espero que también el mio, cuando intentaba seguir con mi pluma las agiles lineas que ellos escribieron. A veces he mur- murado porque no lograron comunicar algiin hecho impor- tante de su conocimiento, pero uno puede hacer algin amis- toso reproche a sus amigos, aunque hayan dejado esta vida hace tres 0 cuatro siglos. Gusto de pensar que ellos sazona- ron mis pensamientos y mi estilo. Como dijo T. S. Eliot, “Ja comunicacién de los muertos tiene un lenguaje de fue- go, superior al de los vivos”. Una palabra acerca de las citas de fuentes: esta obra se dirige tanto a los aficionados’ como a los estudiosos; los pri- meros consideran una pedanterfa el exceso de referencias, mientras que los eruditos conocen ya las fuentes de muchas afirmaciones y pueden localizarlas en algin libro con buenas anotaciones, como la edici6n de Landa por A. M. Tozzer. Teniendo presente a un viejo amigo y colega que puso el espantoso total de 2 800 notas a los dos primeros volimencs de una voluminosa memoria, he tratado de seguir un ca- mino intermedio. Las citas se limitan a las fuentes oscuras y en unos cuantos lugares donde Ilueven tupido las he agru- pado en una sola nota. Aun asi, como buena parte del ma- terial procede de informaciones inaccesibles, esas citas no dejan de ser muchas. Escribiendo acerca de este mismo tema de las notas decia sentenciosamente Samuel Johnson: “La interrupcién refrigera la mente.” Estoy muy agradecido al Council of the Royal Anthro- pological Institute por su amable permiso para reimprimir, como capitulo 2, la Huxley Memorial Lecture que dicté en 1966 y que el Instituto publicé en sus actas aquel ajfio. He introducido en ella algunos cambios minimos. También estoy en deuda con mi viejo amigo y colega doctor Alberto Ruz L., director del Seminario de Cultura 1. En espafiol en el original [7]. INTRODUCGION 17 Maya de la Universidad Nacional de México, por su ama- ble permiso para la reproduccién de los capitulos relativos al comercio y las leyendas sobre la creacién de los mayas, que aparecieron en Estudios de Cultura Maya, tomos 1v-v1, gesto que aprecio mucho. J. ERIC S. THOMPSON Harvard, Ashdon, Saffron Walden, Essex, Inglaterra, marzo de 1969 PRONUNCIACION Y TOPONIMOS La pronunciacién de las vocales mayas sigue la pauta es- pafiola, pero en u como huevo cuando va delante de otras vocales. Las consonantes son como en espafiol salvo que la ¢ siempre es dura y la x se pronuncia como la sh inglesa. La k, la p y la t cuando van seguidas por un apéstrofo se ter- minan cerrando rapidamente la glotis, lo cual produce un breve sonido explosivo no existente en espafiol. Las consonan- tes d, f, j, ry v no existen en yucateco ni en la mayoria de las lenguas mayas de las tierras bajas, pero el chorti se dis- tingue del chol(ti) por remplazar la / a la r (ti’ es “boca”, o sea “habla”; milpa es chor en chorti y chol en chol (ti), de modo que los dos nombres significan “lengua de Jos que ha- cen milpas”) y en general, las lenguas mayas del altiplano usan r donde los de las tierras bajas usan J. Para evitar la confusién, en esta obra hemos estandari- zado las grafias mayas y media docena de alfabetos lingiiis- ticos se han adaptado a los canones aceptados de la litera- tura maya; dz’, p’ y t remplazan a la ¢ invertida, la pp y la th de los escritores antiguos. Ix 0 x es el prefijo del género femenino en yucateco y suena sh. Los espafioles del siglo xvi y el xvu escribian ix porque les costaba pronunciar una sibilante antes de una consonante, pero después tendieron a ponerlo sencillamente x como prefijo de la palabra a que correspondia. Asi son correctas las formas ix ku y xku para escribir “diosa” en maya, aunque la segunda se apega mAs al sonido real. La grafia antigua se ha conservado solamente cuando esta bien documentada en la literatura, como en el caso de Ix Chel. Este indicador del género femenino se antepone también a algunos nombres de insectos, reptiles y plantas, mas 0 me- nos al azar, segtin parece, y sin ninguna referencia al sexo. Ah o H es una aspirada que es el prefijo masculino en [19] 20 PRONUNCIACION Y TOPGNIMOS yucateco. Los espafioles lo escribieron primeramente ah, también por la dificultad que tenfan en pronunciar este pre- fijo aspirado, al que no estaban acostumbrados. Con ella se presenta el mismo problema: Después, la escribieron hk, mas de acuerdo con cl sonido verdadero. Algunos yocablos —por ejemplo ah kin, “sacerdote”— estan demasiado fuertemen- te asentados en la literatura para cambiarlos ahora. Por eso se hallan tanto ah como fh. Este prefijo expresa también propiedad o relacién estrecha, y entonces se aplica a hom- bres y mujeres; zi es “lefia” y ah zi “el hombre que hace lea”; con es “vender” y ah con, “vendedor”; pero zac es “telar” y ah zacal “la mujer que teje’”’; icham es “esposo” y ah icham es “la mujer que tiene esposo”. Los topénimos de Yucatan son casi todos mayas, mien- tras en las tierras altas de Guatemala y su adyacente El Sal- vador son principalmente nahuas (aztecas y lenguas afines). La razén de esto es que Alvarado conquist6 a Guatemala con ayuda de indios de habla néhuatl de Tlaxcala, México central, que trasmitieron a los espafioles los top6nimos na- huas y no los mayas. Los nombres de lugares que terminan en an, ango, co, pa o te suelen ser de derivacién nabuatl. capiTuLo 1 LA EXPANSION PUTUN (MAYA CHONTAL) EN YUCATAN Y LA CUENCA DEL RiO DE LA PASION INTRODUCCION Este primer capitulo, por tratarse de una tesis nueva y que por cello requiere del apoyo de una argumentacién detalla- da, podra parecer a buena parte de los lectores como ma- nejar por una serie de intersecciones en forma de trébol con todos los letreros y nimeros de ruta ocultos por apretados montones de nieve. Que se tranquilicen: el camino esta despejado y a manera de indicaciones en esas curvas de concreto, he aqui un resumen de los argumentos principales: 1. Los putunes o maya chontales eran un grupo aco- metedor, fuertemente afectado por sus vecinos de habla mexicana; procedian del sur de Campeche y del vasto delta de los rios Usumacinta y Grijalva, de Tabasco. Su lugar de origen tenfa una situacién periférica respecto del gran desa- rrollo del perfodo Clasico maya y por eso hay pocas prue- bas de que estuvieran al tanto de los grandes adelantos de sus vecinos del este y el noreste en artes plasticas, arquitec- tura y astronomfa. 2. Como los putunes, navegantes y mercaderes marinos de Mesoamérica, dominaban las vias maritimas en torno a la peninsula de Yucatan, una rama de ellos, los itzaes, se establecieron en la isla de Cozumel, al otro lado de la pe- ninsula, y cruzando.el estrecho se hicieron de una cabeza de playa cn Pole, en tierra firme. Desde ahi avanzaron tie- rra adentro y conquistaron cierto ntimero de centros, entre ellos Chichén Itza (ao 918 de nuestra era). (2) 22 IA EXPANSION PUTUN 3. Ya establecidos en Chichén Itz4 y habiendo abierto comunicaciones por tierra con su regién natal del mediodia campechano, siendo casi bilingiies y hondamente influencia- dos por los mexicanos, estaban listos para recibir a Quetzal- céatl-Kukulcan fugitivo de sus enemigos en Tula (probable- mente en el 987). Este segundo grupo, que penetré por el oeste, aportaba influencias mexicanas més fuertes, entre las que predominaban las de Tula. 4, En fecha algo anterior otros grupos putunes, proba- blemente de Potonchan, en la desembocadura del rio Gri- jalva, establecieron una base comercial en el estratégico lu- gar de Altar de Sacrificios, donde se unen el rio de la Pasién y el Chixoy para formar el Usumacinta (cerca del 800 de nuestra era). Antes atin (730-750 de nuestra era) domi- naba temporalmente Yaxchilan otro grupo, probablemen- te también putin. 5. Desde Altar de Sacrificios los invasores, avanzando hacia las fuentes del rio de la Pasién, conquistaron Seibal (cerca del 850), importante sitio del periodo Clasico y de ahf subieron hasta Ucanal, casi en la frontera con Hondu- ras Briténica y en la cuenca del rio Belice. 6. Abandonados los centros ceremoniales y derribada la nobleza maya, junto con los dirigentes putunes (iltimamen- te Ilegados, el resto de los putunes se establecieron al sur del Pasién, y llamaron a su tierra Acalé o Acalan, “Tierra del Pueblo de las Canoas”, por el nombre de su regién de origen, situada en el delta del Grijalva y el Usumacinta. Alli conservaron su independencia, con la vaga designaci6n de lacandones, hasta 1695, y su poblacién més grande, re- bautizada Dolores por los espafioles, estaba al norte de la gran curva que describe el rio Lacantém en su curso superior. 7. Entre el 850 y el 950 de nuestra era, este pueblo antes periférico dominaba parcial o totalmente el norte de Tabasco, el sur de Campeche, Cozumel, Bakhalal y Chetu- mal a lo largo de Ia costa oriental de la peninsula, Chichén Itz y probablemente otros centros del interior de Yucatan y por un breve periodo, buena parte de la cuenca del rio LA EXPANSION PUTUN 23 de Ia Pasién asi como Ucanal, en la cuenca del Belice. La expansi6n de este grupo periférico al terminar el periodo Clasico en lo que fuera el nicleo de la cultura maya es comparable al engrandecimiento macedonio a costa de la Grecia clasica cuando ésta habia dejado atras su culmina- cién cultural. Veamos ahora los detalles. EL TERRITORIO Y LA GULTURA DE LOS PUTUNE Chontal (del nahuatl chontalli, “extranjero”) designa a tres o quiz cuatro grupos lingiifsticos diferentes, uno de ellos el maya de Tabasco, lo cual es causa de mucha confusién (en un estudio reciente de los caracteres fisicos de los pue- blos mayas se incluia a los chontales de Oaxaca}, En con- secuencia Ilamaré aqui putunes a los maya chontales, por ser ese el nombre que se aplicaba a si misma por lo menos una parte de este grupo. El etnélogo y lingitista del siglo xv Ciudad Real (1873, 2:393) dice que los maya chontales de Tixchel, anteriormente Itzamkanac, hablaban una len- gua denominada putunthdn (than significa “lenguaje”) o chontal. Berendt (sin fecha), siguiendo a Galindo, confun- dié la cosa aplicando putin tanto a los maya chontales de Tenosique, Zaquila y otros lugares como a los chol pa- lencanos, Cuando la conquista espafiola, el territorio puttin Me- gaba desde el rio Copilco, poco al oeste del gran sitio maya de Comalcatco, a través de los deltas del Grijalva y el Usu- macinta, hasta la Laguna de Términos y la cuenca del rio de la Candelaria; y al norte, por el litoral, casi hasta Cham- potén (Roys, 1957:167). Tierra adentro, el poderio de los putunes Hegaba por lo menos hasta Tenosique, junto al Usumacinta y mas alla de Itzamkanac, junto al rio de la Candelaria, en Campeche meridional (Scholes y Roys, 1948). Una linea trazada al sur desde Itzamkanac pasaria ligeramente al este de Yaxchilan. Las poblaciones que ha- Sony "Renta te5. Fine PF 08 OS pcan Hot woe | Stans Re eee w raat gO in te A CHOATE 4 { fF _ RUTAAPROXIMADA DE CORTES AL. sitios anauroudaicos LIMITES DE LAZONA CENTRAL — MIGRACIONES PUTUN Moni __LUGARES LOCALIZADOS POR DESCRIPCIONES. et 0 we we —— Km. YUCATECO GRUPOS LINGUISTICOS Mapa 1. El ambito maya, con los grupos lingiiisticos y los limites de la parte central, las rutas de invasion de los putunes y de Cortés y la ubica- cion de poblaciones abandonadas. LA EXPANSION PUTUN 25 blaban nahuat se mezclaban con los putunes en el delta del Grijalva (mapa 1). Es el n4huat un dialecto del na- huatl (hablado éste por los aztecas y sus vecinos del centro de México) que tiene ¢ donde el nahuatl #/. Estas poblacio- nes nahuat son probablemente muy anteriores a la expan- sidn tolteca, pero tal vez la facilitaron. EI delta del Grijalva y el Usumacinta es en gran parte un terreno semipantanoso impropio para el cultivo y poco poblado; en las clevadas margenes de los rios se asientan la mayoria de las poblaciones. Desde un aeroplano, se ve una vasta desolacién verde interrumpida por innumerables charcas, pantanos y corrientes de agua sinuosas y lodosas que la pendiente casi imperceptible no contribuye gran cosa a acelerar. En la estaci6n Iluviosa casi todo se inunda. Cos- t6 a Cortés improbos trabajos atravesar esta parte en su marcha hacia Honduras; el ferrocarril contemporaéneo que va a Yucatan se adentra 112 km en la peninsula para evi- tarla. La cuenca del Candelaria es mucho menos pantanosa. E] medio natural de transporte era y sigue siendo el agua, y esto fue un factor importante en el progreso eco- némico de los putunes. Los comerciantes nahuas del valle de México no eran navegantes —aquella red de rios, pan- tanos y remansos sélo era navegable para quienes la tenian cartografiada en la memoria desde pequeiios— y todas las pruebas indican que en ciertos puntos de intercambio, los mercaderes culhua mexicas entregaban sus cargamentos a Jos putunes para que desde alli los llevaran por el agua. Ha- bia un trafico regular por el mar, controlado por Jos putu- nes, que rodeaba la peninsula de Yucatan desde las tierras del delta y la Laguna de Términos hasta el Ilano de Sula en Honduras, con muchos puertos de arribada en camino, Los putunes eran los fenicios del Nuevo Mundo. Tal vez fuera Potonchan la principal poblacién de los putunes (nédtese potén [con intercambio u-o como en tol- teca-tulteca, olmeca-ulmeca, Tochtlan-Tuxtla, y asf sucesiva- mente] y probablemente chan “serpiente”: ¢“‘serpiente pu- tin”?), casi enfrente de Frontera (ahora Alvaro Obregén), en la desembocadura del Grijalva (Scholes y Roys, 1948, 26 LA EXPANSION PUTUN mapa 3). Fue en Frontera donde Cortés gané empenada batalla, pequefias cantidades de oro y a su amante ¢ intér- prete Marina, cuyo conocimiento del putin y por él de las lenguas mayas emparentadas de las tierras bajas asi como del ndhuatl fue de enorme valor para el conquistador. Mejor conocida, gracias a los documentos de Paxbolén (Scholes y Roys, 1948), descubiertos por el mayor de los dos en Sevilla, es la rama acaldn de los putunes. La capital de este grupo maya chontal, como lo denominan estos autores, era Itzamkanac, que muestran situada junto al actual rio de Ja Candelaria, que para los nahuas era el rio Acalan Los nahuas Iamaban igualmente Acalan a la provincia y a su capital; significaba “Lugar de Canoas” y aludia al modo de vida de aquellos arrojados comerciantes. Se sabe que los putunes de Acalan tenian una factoria en Nito, Guatemala, al otro lado de Ja peninsula de Yucatan, mds 0 menos don- de esté la actual Livingston, en la desembocadura del rio Dulce. Aqui escribio Cortés (MacNutt, 1908, 2:264) que los putunes de Acalan ocupaban todo un barrio de Ja ciu- dad con el hermano del gobernante de Itzamkanac en cali- dad de virrey. Itzamkanac estaba demasiado arriba en el rio de la Candelaria para ser un buen puerto de transbordo y por esta razén no es improbable que el gran puerto de Xicalango, situado en la punta de tierra que encierra el brazo occiden- tal de la Laguna de Términos, estuviera en poder de Itzam- kanac, como sin duda lo estaria también la bahia. Habia una colonia nahuatl en Xicalango, pero creo que compren- dia solamente a los que se dedicaban a comprar y vender y a actividades como la preparacién de embarques para la ruta maritima de Yucatan a Honduras. En cambio Potonchan probablemente controlaba el comercio por el Usumacinta; las poblaciones cimatan de habla nahuat tal vez comerciaran con los zoques y los habi- tantes de las tierras altas de Chiapas. El lenguaje putin es muy semejante al dialecto chol hablado en torno a Palenque; difiere del yucateco tal vez un poco menos que cl portugués del espafiol (el espafiol Agui-

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