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ÍNDICE
Pp.
Agradecimientos…………………………………………………………………………….… 5
I-Introducción………………………………………………………………………….…..…. 9
II-Antecedentes………………………………………………………………………….…..... 13
III-Problemática ……………………………………………………….....................................51
IV-Propuesta………………………………………………………...........................................61
Descripción puntos arqueológicos analizados………………………………………….63
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Pp.
Piedemonte-Valle de Mendoza………………………………………………..... 64
Ruinas de San Francisco…………………………………………………71
Alberdi e Ituzaingó……………………………………………………… 72
Plaza Huarpe...……………………………………………………….…..73
Planicie Noreste…………………………...……………………………………..74
PA70…………………………………………………………………….. 79
Metodología……………………………………………………………………………...83
Técnicas de rescate usadas……………………………………………………….83
Técnicas de muestreo……………………………………………………….……86
Selección y conservación de muestras…………………………………………...87
Identificación…………………………………………………………………… 88
Cuantificación……………………………………………………………………87
Marco teórico....………………………………………………………………………….91
V-Resultados……………………………………………………………………….…………....99
Piedemonte-Valle de Mendoza
Ruinas de San Francisco…………………………………………………103
Alberdi e Ituzaingó…………………………………………….…...….…107
Plaza Huarpe……………………………………………………………..109
Planicie Noreste
PA70………………………………………………………………...…... 112
Relación entre los resultados de los puntos arqueológicos analizados ...…………..……115
VI-Conclusiones y discusión…………………………………………………………….………119
VII-Bibliografía………………………………………………………………………….....……129
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Agradecimientos
Esta tesis es fruto del trabajo conjunto de muchas personas que son alumnos,
profesionales u obreros del Centro de Investigaciones Ruinas de San Francisco. Sería injusto no
nombrarlas a todas: Vanina Tobar, Karina Castañar, Valeria Zorrilla, Carlos Frías, Jorge
Anzorena, Cristina Prieto Olavarría, Lorena Puebla, Marcos Quiroga, Manuel López, Leonardo
Castillo, Horacio Chiavazza, Emiliano Araujo, Daniela Mansegosa, Vanesa García, Fernando
Hernández, Florencia Puebla, Alberto Acosta y Antonio Moreno. Todas ellas, contribuyeron en
el proceso de elaboración de esta tesis, desde los épicos trabajos de campo, hasta la continua
discusión de las ideas expuestas; sin su apoyo y entusiasmo esta tesis no existiría. Especialmente
querría agradecer a Horacio Chiavazza por su esmerada dirección; a Sebastián Silvestri por su
labor en el análisis y en la gestación del proyecto; a Leonardo Castillo por su colaboración
continua; a Fernando Hernández por la elaboración de la cartografía. A todos, por su amistad y
por compartir conmigo diariamente el amor por nuestro oficio.
A mi familia, que aceptó la (para ellos) extraña y pintoresca idea de tener un hijo
arqueólogo, dando con esfuerzo, el sustento afectivo y material necesario para que logre concluir
mis estudios.
Especialmente, a mis padres: María Ester y Elio, que ya quieren nietos, por el momento
solo puedo consentirlos dedicándoles esta tesis. Ellos, son los verdaderos artífices detrás de ésta
y de todos mis logros.
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“…las semillas son invisibles; duermen en el secreto de la tierra, hasta que un buen día…tienen
la fantasía de despertarse...”
Antoine de Saint-Exupéry.
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I-INTRODUCCIÓN
El presente trabajo pretende abordar la temática referida al rol que tuvieron los recursos
vegetales para las sociedades humanas pasadas. El interés se centra, en el lapso en el que se
dieron las primeras interacciones entre las sociedades indígenas e hispanas iniciado a mediados
del siglo XVI, en el norte de la provincia de Mendoza.
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registro arqueobotánico en las interpretaciones sobre la temática abordada en este trabajo, y
avanzar a la vez sobre las mismas entendiendo al registro arqueobotánico, como parte integrante
de la cultura material y por lo tanto como socialmente significativo. Por otro lado, desde lo
metodológico, se aplican técnicas de rescate y análisis de restos arqueobotánicos, que posibilitan
ampliar la base empírica para el estudio del tema.
El tema, se analiza en el área definida como Norte de Mendoza, la que forma parte de la
subárea arqueológica del Centro Oeste Argentino (González y Pérez 1966, Lagiglia 1968). Ésta,
se corresponde con los de los actuales límites políticos de dicha provincia, al norte del río
Diamante. Es decir, la zona comprendida entre los ríos Jachal-Zanjón al Norte, Desaguadero al
Este, Diamante y Atuel al Sur y la cordillera de los Andes al Oeste.
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momento de interacción entre las sociedades locales y los europeos dada en la segunda mitad del
siglo XVI.
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II-ANTECEDENTES
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ANTECEDENTES
En la discusión de la relación entre las sociedades humanas y las plantas, para los tiempos
prehistóricos, uno de los puntos centrales, se asocia a la forma en que estas eran obtenidas, es
decir, la recolección o producción.
Los estudios teóricos sobre este tema, desde los trabajos clásicos de Gordon Childe
(1965), hasta otros más recientes como los de David Harris (1996), se han abocado
principalmente a las causas y formas del paso de una a otra forma económica; y desde lo
arqueológico el interés, tradicionalmente, estuvo dirigido sobre todo a revelar la antigüedad de
tal proceso y ordenar estadios donde recolección o agricultura habrían sido primarias en la
subsistencia de las poblaciones humanas.
En América se han propuesto varias etapas donde las formas económicas extractivas
habrían primado en la subsistencia humana. Éstas, habrían comenzado desde el ingreso del
hombre al continente, periodo que suele denominarse “paleoindio”1 donde las poblaciones
habrían explotado los ecosistemas con fauna hoy extinta (Aschero 2000). Dicho periodo se
habría dado alrededor de 12000 años AP. y se continuaría aproximadamente hasta el 7000 AP.
Se propone, que en ese momento, a partir de la extinción de la megafauna, los grupos humanos
1
Término acuñado en América del norte por Krieger (1964 en Miotti 1994:37) relacionado con las etapas finales
del Paleolítico Superior en Eurasia.
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debieron desarrollar nuevas estrategias para obtener recursos, dando inicio a un nuevo periodo
llamado “arcaico” (Núñez 1989 en Lagiglia 2001:46). En este proceso, amplios territorios son
conocidos y las poblaciones humanas van adaptando su tecnología a diferentes ambientes,
especializándose en ellos a través de mejoras en las técnicas de obtención, procesamiento y
acopio de los recursos disponibles. Se propone que dicho proceso habría generado cambios
demográficos, y en éste las sociedades habrían tendido a complejizar su organización social. En
el marco de estos cambios, al final del periodo “arcaico”, se habría dado una etapa crítica donde
las poblaciones cazadoras recolectoras habrían dado lentamente el paso a la agricultura inicial o
incipiente (Albeck 2000, Lagiglia 2001).
En América del Sur, se proponen dos grandes áreas donde se habría dado la
domesticación vegetal: la andina y la de tierras bajas. En éstas, se desarrollaron tecnologías
agrícolas distintivas y diferentes vegetales cultivados, hubo además entre ellas intercambios de
especies que lograron a incorporarse en nuevos ambientes (Albeck 2000). Los vegetales
domesticados en el área andina son la papa, el poroto y la quínoa entre otros; y en las tierras
bajas: el zapallo, el ají y el maní. Pero, siendo el maíz uno de los vegetales de mayor distribución
en América, aún plantea discusión su lugar de domesticación. En lo que hoy es la República
Argentina, se propone, que estuvieron representados los dos sistemas: el andino en el Noroeste,
Cuyo y Sierras Centrales. Y el de tierras bajas, en el Litoral, selvas y chaco (Albeck 2000).
En Argentina, el Noroeste parece ser el lugar donde los primeros agricultores tuvieron su
desarrollo más temprano. Precisamente el cultivo2 más antiguo hallado en el país3, es la calabaza,
de la cual se rescataron fragmentos de su cáscara, en el sitio Inca Cueva, ubicado en la Quebrada
homónima de la provincia de Jujuy. La datación del componente reveló una antigüedad de
4080±80 y 4030±80 años AP. (Aschero y Yacobaccio 1994:117 en Lagiglia 2001:152). Se
propone que este vegetal habría sido usado como recipiente y que por las condiciones climáticas
del lugar, el cultivo debe de haber procedido de zonas más bajas y cálidas (Albeck 2000).
Además se rescataron en el sitio, restos de varias especies silvestres (Lagiglia 2001).
2
Si bien es común encontrar en los antecedentes arqueológicos, el término “cultígeno”, éste es sólo aplicable a los
vegetales domesticados cuyo antecedente silvestre no se conoce (como el maíz, por ejemplo), por lo que, se cree
conveniente usar el término cultivos, que refiere a vegetales domesticados en general.
3
Existe, para nuestra zona de estudios, el fechado de un contexto con cultivos en Agua de la Tinaja I de 4510±130
AP. (Bárcena et al. 1985:354) pero este no es considerado confiable por algunos autores (ver García 1992:12) u
omitido por otros al tratar la temática (Lagiglia 2001). Este contexto será descripto más adelante.
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En la cueva Huachichocana, ubicada en la quebrada de Purmamarca en Jujuy, se hallaron
los cultivos: ají (Capsicum baccatum o C. chacoensis)4, poroto (Phaseolus vulgaris), papa
(Solanum tuberosum) y maíz (Zea mays), además de diversas especies silvestres. Si bien en un
primer momento se asociaron a un componente de gran antigüedad (5500-4500 años AP.)
nuevos fechados lo ubican entre el 2500-2300 años AP. (Albeck 2000:194).
En las zonas vecinas al área de estudios abordada, también se han registrado cultivos
asociados a contextos con fechados tempranos. Para los valles preandinos de la provincia de San
Juan se descubrieron un grupo de sitios cuyos contextos fueron definidos como “la cultura de
Ansilta” (Gambier 1977). En ellos, se hallaron además de restos de plantas silvestres, restos de
maíz (Zea mays L. var. indurata Bailey y var. amylacea Parodi), quínoa (Chenopodium quinoa
Willd var. quinoa y var. melanospermum Hunziker), porotos (Phaseolus vulgaris Linn. var.
sphaericus Alef., var. gonospermus Alef, var.subcompresus Alef y var. ellipticus Alef ), zapallo
(Cucurbita maxima Duch y C. moschata Duch) y mate (Lagenaria ciceraria Ser) (Roig 1977).
Si bien, se le ha dado una antigüedad a estos contextos definidos como de cazadores que
manejaban una agricultura inicial de pequeña escala, de 3760 años AP. 5 (Gambier 1977:5 y 162,
Gambier 1992:10, Gambier 1993:10) se ha precisado también que la antigüedad de los cultivos
6
descubiertos en los sitios “Ansilta” oscila entre 2050 a 1100 años AP. (Roig 1977:240). Sin
embargo, se interpreta a partir de la datación de los contextos, que estos grupos dispusieron de
los vegetales hallados en el registro arqueológico, desde su instalación en el área alrededor del
3700 AP. (Gambier 1977:5). La utilización de estas dataciones indirectas, realizadas sobre el
carbón hallado en los contextos y no sobre los cultivos rescatados en los sitios arqueológicos,
para definir la antigüedad de estos últimos y de las prácticas agrícolas ha sido criticada,
proponiéndose la necesaria datación sobre los cultivos encontrados (Lagiglia 2001:57).
4
Las denominaciones de los vegetales presentadas en esta tesis se expresan como aparecen en los antecedentes
citados, actualmente algunas nomenclaturas taxonómicas pueden haber cambiado. Igualmente, si no se presenta la
nomenclatura linneana del taxón es debido a su ausencia en los antecedentes citados.
5
Los fechados más antiguos de contextos que registraron presencia de cultivos, fueron realizados sobre carbonilla:
“GaK 6903. 3710±110” y “GaK 5557. 3390±100” (Gambier 1977:161).
6
Igualmente no se ofrecen fechados sobre cultivos.
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Para el Sur de Mendoza, más precisamente en el Rincón del Atuel, también se ha definido
un componente cultural asociado a estos agricultores incipientes. Se trata de la “cultura del Atuel
II” (Lagiglia 1968), la cual se asocia nuevamente a restos de maíz (Zea mays var. amilacea
Parodi, var. minima Bonafous, var. indurata Bailey), zapallo (Cucurbita sp.), poroto (Phaseolus
vulgaris var. oblongus Alef), quínoa (Chenopodium quinoa var. quinoa, var. melanospermun y
Amaranthus caudatus) y a vegetales silvestres. Esta “cultura” habría desarrollado su etapa
inicial entre los 2300 y los 1900 años AP. (Lagiglia 1968:169), se propone que estos agricultores
habrían perdurado hasta el 600-700 de nuestra era y posiblemente hasta 600 años AP., momento
en el cual al parecer se continuarían las modalidades contextuales definidas para “Atuel II”
(Lagiglia 2001:68). Recientemente se han realizado exhaustivos trabajos arqueobotánicos en esta
zona. A partir de la utilización de técnicas específicas de rescate y análisis de material botánico
arqueológico, se aportó gran cantidad de datos para discusión del uso e importancia de los
vegetales silvestres y cultivados en la dieta de los grupos humanos en el pasado (Hernández
2002, Hernández et al. 1999, Llano 2005, 2008).
“Con la llegada de nuevos grupos el tipo de vida anterior fue lentamente abandonado en
los valles preandinos aunque permaneció como relicto en algunos sitios altos de
Calingasta…hasta el año 400 d.C. Se trataba de grupos forasteros de agricultores que
procedían del Noroeste argentino…” (Gambier 1992:13)
7
Zea mays L. var. Microesperma Koern (Roig 1992).
8
Cucurbita maxima var. Turbaniformis Alef (Roig 1992).
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conformado por canales matrices de más de 50 Km. de longitud, además de canales de segundo y
tercer orden y obras para decantar o desarenar las aguas conducidas; los diferentes canales se
encuentran cavados en el suelo o construidos en terraplenes artificiales, por lo general
impermeabilizados con arcilla, la que en algunos casos fue cocida (Damiani 2002); estructuras
similares han sido descubiertas recientemente en el Valle del Zonda en el centro Sur de la
provincia de San Juan (García et al. 2008).
Algunos autores han propuesto que el desarrollo de estos grupos agrícolas se daría de
forma generalizada en el Noroeste argentino y su desarrollo estaría acompañado del surgimiento
de las aldeas en donde algunos grupos humanos habrían experimentado también procesos de
complejización social progresiva (Albeck 2000:221 a 226).
Secuencias culturales para la región y la relación entre las sociedades humanas y las plantas.
Los “estadios” definidos en un principio para regiones vecinas, tienen su correlación para
nuestra área de estudio desde las primeras secuencias culturales propuestas. Humberto Lagiglia
(1968, ampliada en 2002), basándose en datos arqueológicos obtenidos en los valles de los ríos
Atuel y Diamante, y de las “culturas agro-alfareras” del resto de la provincia, plantea el primer
ordenamiento cronológico-cultural para la región, integrándola al “Área Andina Meridional”
(González y Pérez 1966). En ésta, son recurrentes las explicaciones que asocian los cambios
tecnológicos con cambios culturales y poblacionales. Se plantea la existencia de un gran lapso
donde primaron las economías extractivas. Este iniciaría en el Pleistoceno Superior, con
dataciones de alrededor del 9000 AP. y estaría compuesto por ocupaciones relacionadas con el
“Paleoindio” o “Paleolítico Americano” que se define por tres etapas, que llama “Precerámico:
Antiguo, Medio y Avanzado”9 periodo que se ubicaría entre los 14000 y 10000 años AP.
(Lagiglia 2002:47). Luego, con dataciones que rondan el 8000 AP., se reconoce un “Horizonte
de Cazadores Superiores” (Lagiglia 1968) a partir de lo cual se define un periodo entre el 10000
y el 4000 AP. que a sido denominado “Arcaico” donde se harían notables los cambios en las
tecnologías líticas para la caza de la fauna neotrópica tras la extinción de la megafauna
pampeana (Lagiglia 2002:49).
9
En función de los intentos de sistematización planteado por otros autores como: González (1964), Orellana (1962)
Bosch-Gimpera (1964), todos en Lagiglia (1968).
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Hasta este periodo, las sociedades solo habrían aprovechado de las plantas silvestres
disponibles, pero hacía el 4000 AP. aparecen “culturas” cuyas economías se van desarrollando
hacia la producción de alimentos, son llamados “Proto-Productores” (Lagiglia 2002:52). Luego
hacía el 2000 AP. se plantea una etapa de transición denominada “Precerámico Final o
Transacional” (Lagiglia 1968) o de “Productores de Alimentos: agricultores incipientes”
(Lagiglia 2002:56). Se estima que en esta deben haberse introducido los primeros cultivos en la
región, los que se corresponderían con los contextos descriptos para “Atuel II”. Se propone, que
el proceso de domesticación de estos cultivos llega dentro de esta cultura bien desarrollada, tanto
en el conocimiento de la hibridación para el caso del maíz como de la selección de semillas para
el caso del poroto (Lagiglia 1968, 2001, 2002).
Luego de esta transición se plantea un nuevo periodo, definido como “Agro-alfarero” que
se extiende hasta el final de la secuencia. En éste, se continúan las ocupaciones de una cultura de
agricultores incipientes de maíz, zapallo y poroto, sin abandonar la recolección de especies
silvestres. Este lapso “Agro-alfarero” es dividido en un periodo temprano, donde se desarrollaría
la “Cultura de Agrelo”10, la cual se prolongaría hacía un periodo medio que concluiría alrededor
del 1000 AP. y finalmente plantea un periodo tardío, donde se desarrollaría la “Cultura de
Viluco” (sistematizada por Lagiglia en 1978), la que luego de recibir la influencia de los incas,
daría paso a un segundo momento cultural (Lagiglia 1978, 2002). Para el Sur de Mendoza en
esta etapa plantea un periodo “Ceramolítico” desde el 1500 AP. en adelante, caracterizado por la
incorporación de cerámica por grupos cazadores-recolectores (Lagiglia 2002:61). En último
lugar, concluiría esta secuencia el periodo colonial para el Norte y Colonial Indígena,
Neoaraucana o Mapuche para el Sur de la provincia (Lagiglia 1968, 2002).
En la década de 1970 Juan Schobinger (1975, 2000, 2004) amplía este esquema con
nuevos datos del Norte de Mendoza y agregando a las vecinas provincias de San Juan y San
Luis. Centrándose en la región cuyana occidental, se ordenan las ocupaciones en correlación con
las definidas para la “subárea de Valles y Quebradas” de La Rioja, Catamarca y demás
provincias norteñas. Nuevamente, se define un gran periodo donde las prácticas extractivas
habrían sido intensivas. Éste es llamado periodo precerámico y concluye con el arribo de los
primeros agricultores incipientes dando paso a un segundo periodo definido como “Agro-
10
Las prácticas agrícolas en relación a ésta ya fueron propuestas por Canals Frau (1956) y Canals Frau y Semper
(1957).
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alfarero”. El cual tendría un primer momento que se define como “Temprano o Inicial”. Éste,
habría sido “formativo” de un “Periodo Medio” donde el modo de vida sería ya sería sedentario
y estaría centrado en pequeñas aldeas. Si bien, estas definiciones se hacen a partir de contextos
de la provincia de San Juan (donde, como se vio, existe con evidencia en el Departamento de
Calingasta y el Valle de Iglesia), se hacen extensivas al Norte de la provincia de Mendoza a
partir de materiales arqueológicos definidos como característicos de estos grupos: el tembetá y la
cerámica gris incisa, presentes en Mendoza en la denominada “Cultura de Agrelo”.
Luego se plantea un “Periodo Tardío” donde son visibles en el Norte de San Juan las
influencias de la “Cultura de Aguada” y posteriormente la “Diaguita”. En Mendoza continuaría
la “Cultura de Agrelo”, definida como “…población de pequeños agricultores…” que
“…constituye la base étnica de los huarpes…” (Schobinger 2000:171); y solo a fines del
periodo, a partir del registro de una nueva cerámica, se define un nuevo estadio asociado a la
“cultura de “Viluco”. Posteriormente, este periodo tardío es continuado con la llegada de los
incas; quienes, se propone, habrían tenido una coexistencia pacífica con las poblaciones locales
ya que su interés en el área solo habría radicado en asegurar las vías de comunicación con Chile.
Finalmente, el periodo hispánico cierra la secuencia (Schobinger 1975, 2000, 2003).
Posteriormente Bárcena (1982 y ampliada en 2002) propone otra secuencia cultural, que
en líneas generales se adapta a las ya propuestas por Lagiglia (1968) y Schobinger (1975) pero
contando con una notable cantidad de nuevos datos, define con mayor precisión algunos de los
estadios culturales ya propuestos. Propone un comienzo más temprano de los procesos de
agriculturización para la región. Éste período llamado de transición del “Protoformativo al
Formativo Temprano”, se habría dado entre el 3700 al 2300 AP. (Bárcena 2002:19) y ya tendría
indicios a alrededor del 4500 AP. (Bárcena 2002:34). Luego de la incorporación de la cerámica
alrededor del 2000 AP. se plantea que los grupos adquirirían formas de producción más estables
dando paso a un período “Agroalfarero”. La primera etapa de éste se asocia en el Norte de
Mendoza a la “Cultura de Agrelo”, la que ya habría desarrollado una agricultura intensiva y más
~ 21 ~
extendida a partir del dominio de técnicas del manejo del agua. Ésta “…podría llegar a
considerarse pertinente al Formativo avanzado o bien al inicio de los Desarrollos regionales.”
(Bárcena 2002:48). En la segunda etapa, la “Cultura de Viluco” es asociada a los huarpes
históricos, anteriormente dominados por los incas y posiblemente previos. Ésta se caracteriza
también por una economía de agricultura bajo riego de maíz, quínoa, poroto y zapallo.
Finalmente, se hace referencia al periodo de dominación incaica donde se propone las
poblaciones locales debieron servir en la producción de bienes como cerámica y productos
agrícolas (Bárcena 2002:70).
- “Agrícolas precerámicas”, las cuales se inician entre el 2390 AP. y el 2000 AP. Este
periodo es caracterizado por la presencia de cultivos (quínoa, zapallo, calabaza y maíz) y
vegetales recolectados (algarrobo y chañar) y por tratarse de ocupaciones breves. Situación que
se percibe a través de la escasa cantidad de instrumentos líticos rescatados (que además no
permite hacer relaciones entre sitios) y al escaso registro de animales consumidos (García
1992:12).
1º- Ubicado entre 1500 y 1100 AP. se caracteriza por la presencia de cáscaras de huevo
de ñandú pintadas con líneas de color negra y cestería tipo “coiled”, asociados a vegetales
cultivados (maíz, zapallo, mate) y silvestres (algarrobo, chañar y molle), puntas de proyectil
triangulares de lados convexos y base cóncava y cerámica gris y gris “café”, alisada sin
decoración o con decoración correspondiente al tipo “Agrelo” (García 1992:16).
2º- Se caracteriza por puntas de proyectil pequeñas triangulares, con pedúnculo y aletas
generalmente acompañadas por cerámica gris sin decoración o con decoración grabada o incisa
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de tipo “Agrelo” y los mismos restos vegetales del momento anterior. Este periodo se ubica entre
alrededor del 1000 AP. (García 1992:21).
~ 23 ~
Para poder acceder de este modo al estado de la cuestión e introducir la problemática. Los
trabajos analizados son en su mayoría estudios de sitios, los que en general describen el registro
rescatado y generan algunas interpretaciones sobre el mismo. Estos, se presentarán ordenados
espacialmente, según el micro ambiente en el que se ubican y temporalmente según su fecha de
publicación.
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Figura 1. Mapa del Área de estudios y de los sitios mencionados en los antecedentes: 1- Arboleda Norte,
2-Agua Amarga, 3-Agrelo Patronato, 4-Ciudad de Mendoza, 5-Cueva del Toro, 6-El Jagüelito, 7-Agua de
la Cueva, 8-Ranchillos, 9-Tambillos, 10-Jagüel II y III y 11-Agua de la Tinaja I.
~ 25 ~
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Pie de Monte
• Sitios: Agrelo Patronato y Arboleda Norte. (Canals Frau 1956, Canals Frau y Semper, 1957)
Si bien, el trabajo de Canals Frau y Semper, no se trata de un estudio de sitio, sino más
bien, de una interpretación de muchos de ellos; será tratado en este apartado por ser el único
donde se documenta el rescate de restos arqueobotánicos con la existencia de canales de riego
asociados a ellos.
-Ubicación: Ambos se encuentran en la zona comprendida entre los ríos Mendoza y Tunuyán;
Agrelo Patronato en el departamento Luján de cuyo en la zona homónima al nombre del sitio, y
Arboleda Norte, más al Sur en el departamento de Tunuyán (Canals Frau y Semper, 1957:170).
-Registros arqueológicos asociados: cerámica gris con decoración grabada o con aplicaciones,
conanas y moletas de piedra, canales de riego (Canals Frau y Semper, 1957:182, 176).
-Interpretación de los autores: a partir del registro de estos sitios y otros del piedemonte
mendocino Canal Frau y Semper 1956 definieron la “cultura arqueológica” de “Agrelo”, la cual
es relacionada directamente con el desarrollo del período “agroalfarero” regional. Se propone la
producción local, más precisamente en el sitio, de los restos del cultivo hallado. Se asocian los
canales de riego a dicha práctica productiva y los artefactos de molienda hallados al
procesamiento de este vegetal (Canals Frau y Semper, 1957:176).
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predios Ruinas de San Francisco y el sector ubicado entre la intersección de las calles Alberdi e
Ituzaingó (Chiavazza 2005a y Chiavazza y Tamiozzo 2003).
-Registro arqueológico asociado: Contextos datados en 440±40 años AP. (Chiavazza y Prieto
2001) y 470±70 años AP (Chiavazza y Tamiozzo 2003, Chiavazza y Mafferra 2007:137). Se
rescató un gran volumen de cerámicas indígenas (Viluco) (Prieto Olavarría 2005), y en menor
medida coloniales tempranas locales (carrascal), rojas monocromas y mayólicas americanas y
extra-americanas (Chiavazza et al. 2003), cuentas de collar de vidrio y restos de metal. Los
restos faunísticos muestran abundancia de taxones, donde se integran restos de fauna euroasiática
(cerdo, cabra) y autóctona (peces, ñandú, guanaco) (Chiavazza 2006; Chiavazza et al 2007).
-Interpretación de los autores: En estos trabajos se definió el enfoque y alguna de las hipótesis
que se desarrollaran en esta tesis. Los autores, asocian los contextos al lapso de transición entre
el período indígena tardío y colonial temprano. A partir del registro se cuestionaron las hipótesis
tradicionales que otorgaban un carácter agrícola a la sociedad Huarpe del siglo XVI. Se propone
el ingreso temprano previo a la fundación de la ciudad de los cultivos descubiertos y se asocia
simbólicamente al rito católico a tres de ellos: trigo, vid y olivo (Chiavazza y Mafferra 2007).
-Ubicación: Sector pedemontano del Valle de Uco, cercano al río las Tunas de la cuenca del
Tunuyán.
11
Lagiglia (1978) ya hace mención a este sitio.
~ 28 ~
-Registro arqueobotánico rescatado: Fragmentos de marlos y semillas de maíz (Zea mays),
fragmentos de semillas de poroto (Phaseolus sp.) y zapallo (Cucurbita sp.) (Ots 2007:185-186).
Precordillera
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australis), entre otras. Y entre los cultivos, maíz (Zea mays), calabaza (Lagenaria siceraria) y
zapallo (Cucurbita maxima) (Bárcena y Roig 1981-1982).
En el nivel superior se identificó un basurero donde la mayor parte de sus restos son
vegetales, pudieron rescatarse dos cultivos: el maíz y la calabaza; y otros silvestres: chañar,
algarrobo y Tephrocactus andicola, entre otros. Asociado a cerámica no decorada, como la
descripta para el nivel anterior. Si bien no aparecen materiales incaicos, hispánicos o modernos,
un fechado hecho sobre el maíz en 270±50 años AP. (Bárcena y Roig 1981-1982: 98) lo coloca
en el siglo XVII.
-Interpretación de los autores: Se ubica el primer nivel en el precerámico final y el nivel medio
en la etapa “agro-alfarera”; se propone para este último, a partir de la presencia de recursos
vegetales silvestres y cultivados, que no se desarrollan o que no se podrían cultivar en la zona, la
posible incorporación del sitio a un sistema de ocupación estacional o temporal. En este sentido,
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a partir de los tipos cerámicos presentes, se asocia la ocupación a las de Agrelo y Calingasta, las
que se supone, deben haber afianzado las primeras comunidades aldeanas de la región (Bárcena
y Roig 1981-1982:97). Para el nivel superior, se propone las mismas interpretaciones, en cuanto
a sistemas de ocupación para el nivel medio, y se agrega una, basada en la tardía datación del
maíz de este nivel, a partir de la cual se plantea la posible supervivencia cultural aborigen en
momentos de dominación hispánica. Se realiza además, un importante aporte sobre las
posibilidades alimentarias de Tephrocactus andicola, cuyo consumo, se propone, fue sostenido a
lo largo de toda la ocupación (Bárcena y Roig 1981-1982:99).
-Registros arqueológicos asociados: Nivel único datado en 1890±100 AP. (Bárcena y Roig
1981-1982:99), con raspadores y raederas pequeñas o medianas, puntas de proyectil (triangular
isósceles pequeñas, con pedúnculos y aletas), escasos fragmentos cerámicos, marrones, no
decorados y decorados con incisiones.
-Ubicación: En un cordón rocoso próximo al valle de Uspallata, 2.050 msnm. (Bárcena et al.
1985:313).
~ 31 ~
-Registro arqueobotánico: En éste se rescataron gran variedad de restos vegetales, destacándose
entre estos, los cultivos: quínoa (Chenopodium quinoa var. Quinoa y var. melanospermun),
zapallo (Cucurbita maxima), calabaza (Lagenaria siceraria) y maíz (Zea mays var. Amilacea y
var. indurata). Además, se hallaron restos de cactus (Maihueniopsis glomerata y Denmoza
rhoacantha), molle (Schinus fasciculatus), jarillas (Larrea sp., Larrea divaricata y Larrea
nitida), algarrobo (Prosopis flexuosa) carrizo (Phragmites australis), Setaria mendocina y
Ephedra, entre otras especies silvestres que componen la muestra (Bárcena et al. 1985).
Vale destacar, que este es el único trabajo en la arqueología del Norte de Mendoza donde
se aclara el tipo de resto vegetal identificado y donde se hacen apreciaciones cuantitativas sobre
la muestra rescatada, se podría decir además, que es el único trabajo que abordó la temática
arqueobotánica de forma sistemática.
En cuanto a la cuantificación, se aclara lo difícil que resulta para este registro, debido a
que no se tienen parámetros para ello, dificultándose la tarea de establecer proporcionalidad
entre los diferentes restos representados. No obstante, la apreciación del volumen de materiales
indica una mayor frecuencia de quínoa seguida por el maíz, la calabaza y el zapallo; en cuanto a
los vegetales recolectados se destaca Maihueniopsis glomerata seguido por el molle y el
algarrobo. No se aclara la relación proporcional entre vegetales cultivados y silvestres (Bárcena
et al. 1985:322).
~ 32 ~
fechado de este nivel y su asociación a los cultivos presentes, es el más antiguo registrado hasta
el momento para la provincia de Mendoza, sin embargo, algunos autores opinan que este debe
tomarse con precaución ya que el nivel inmediato superior presenta restos de estos cultivos
(García, 1992:12). En el siguiente nivel, datado en 2340±80 AP. (Bárcena et al. 1985: 346), se
hallaron, muy pocos artefactos de piedra, sólo un microinstrumento y algunas lascas; restos de
vegetales cultivados: quínoa (var. Quinoa y var. melanospermun) y maíz (var. indurata), y
silvestres: Maihueniopsis glomerata, molle (Schinus fasciculatus) y algarrobo (Prosopis
flexuosa), entre otros; escasos restos óseos en su mayoría de auquénidos; cáscaras de huevo de
ñandú con indicios de decoración; instrumento de madera de algarrobo y restos de cestería. Los
dos niveles sucesivos cuentan con una datación de 1360±70 AP. (Bárcena et al. 1985:338) en
estos se repiten las tendencias en el material óseo y lítico, pero se hallaron algunos restos de
cerámica marrón y un fragmento gris con decoración incisa. En estos, se amplía el registro
botánico hallándose dos variedades de maíz (var. amilacea y var. indurada) además de quínoa,
calabaza, zapallo y nuevamente Maihueniopsis glomerata, molle y algarrobo.
-Interpretación de los autores: Los dos niveles más modernos se adscriben al periodo temprano
de la etapa “agroalfarera” regional (en la línea de la tradición Agrelo-Calingasta de grupos de
agricultores con cerámica no pintada, decorada con incisiones), datado en 1400 AP. (Bárcena et
al. 1985:356). El nivel datado en 2400 AP. se relaciona, pero desde una tradición distinta,
próxima a la “fase” cerámica de la “Cultura Ansilta” (Bárcena et al. 1985:356). El nivel más
antiguo datado en 4500 AP. es ubicado en el periodo tardío o final de la etapa precerámica
(Bárcena et al. 1985:356).
En cuanto a la producción de los restos vegetales, se propone que la quínoa fue cultivada
en las inmediaciones del sitio, debido a que no solo se conservaron semillas de ésta, sino también
parte de sus tallos. Si bien, en general las condiciones ambientales son propicias para el cultivo
de la misma, las precipitaciones y la disponibilidad de agua actuales son insuficientes para el
desarrollo pleno de éste vegetal, se propone entonces, que podrían haber existido en el pasado
mayor disponibilidad de fuentes hídricas, próximas al sitio ahora inexistentes (Bárcena et al.
1985:329).
~ 33 ~
la práctica de frotamiento o pisoteo para separar los granos de la planta, explicando así la
dispersión de los granos en el abrigo (Bárcena et al. 1985:328). Para otros niveles, esto se
explica por el uso de los estos tallos conformando camadas conjuntamente con otros vegetales
como Stipa div. sp. De acuerdo a datos sobre el ciclo biológico de la quínoa, el que concluye a
fines de marzo y en abril, se propone la época de primavera-verano como las de permanencia en
el abrigo (Bárcena et al. 1985:329). Se propone además que los grupos que ocuparon Agua de la
Tinaja I ocuparían en otoño-invierno otros ambientes como los Valles Cordilleranos y el
Piedemonte. Cuyos vestigios pueden verse en sitios como el Uspallata Norte (Schobinger, 1971
en Bárcena et al. 1985:315 y 338) o los analizados en Barrancas y Agrelo por Canal Frau (Canal
Frau 1956 en Bárcena et al. 1985:338) donde se realizaría el cultivo de otros vegetales como el
maíz. La presencia de granos maduros, mazorcas desgranadas y la ausencia de “chalas” en el
registro de Agua de la Tinaja I se interpretan en este sentido. El rescate de restos de cordeles y
recipientes de calabaza en el sitio, así como la ausencia de artefactos como torteros, manos de
moler y conanas, es utilizado por los autores para explicar la estacionalidad de las ocupaciones y
la existencia de otros sitios de habitación (Bárcena et al. 1985:338).
Este trabajo presenta dos hipótesis que son recurrentes en otros que se verán a
continuación. Primero, la de la producción de algunos vegetales en el sitio excavado (en este
caso quínoa) y segundo la existencia de otros sitios donde se producirían los cultivos que no
pueden crecer en éste (hipótesis que se planteó también para Jagüel III). Se propone para este
caso, que dichos sitios se ubicarían en el valle de Uspallata, señalando como uno de ellos el de
Uspallata Norte. En éste, el rescate de artefactos líticos de molienda, sería la única evidencia que
fundamentaría dicha hipótesis, ya que no hay registro de vegetales cultivados, ni de tecnologías
asociadas a la producción de éstos.
En un trabajo posterior, Roig y Martínez Carretero (1991) comparan las flórulas local
actual de los alrededores del sitio Agua de la Tinaja 1 con la frórula arqueológica y a través de
análisis de presencia, corológicos, de similitud y fitosociológico, concluyendo que por lo menos
en los últimos cuatro milenios no habrían existido cambios climáticos que llegaran a determinar
desplazamientos de las comunidades vegetales en el valle de Uspallata, manteniéndose este,
hasta nuestros días como un sector donde confluyen varias provincias fitogeográficas: puna,
cardonal y monte, cada una en un ambiente y a una altura determinada (Roig y Martínez
Carretero 1991:293)
~ 34 ~
•Sitio: Cueva del Toro (García 1988)
-Registro arqueobotánico: Se rescatan restos de Maíz (Zea mayz), Zapallo (Cucurbita maxima),
Calabaza (Lagenaria siceraria), Molle (Schimus sp.), Algarrobo (Prosopis sp.) y Chañar
(Geoffroea decorticans).
El cuarto nivel también está compuesto por tres subniveles, en los que, a las especies que
aparecieron en los niveles anteriores se le suman molle (Schimus sp.) y un nuevo cultivo: el maíz
(Zea mayz en sus variedades minima e indurata), es decir se rescatan tres especies cultivadas:
Maíz, Zapallo y mate o calabaza; y cuatro silvestres algarrobo, cactus, chañar y molle. Se
hallaron restos de cestería, de cerámica con decoración incisa, la que se vincula con la de los
grupos “Agrelo” y las puntas de proyectil halladas en el contexto (en el 1º subnivel triangulares
pequeñas de base cóncava o escotada y en el 2º subnivel de limbo triangular lados rectos,
~ 35 ~
pedúnculo y aletas) permiten vincular las ocupaciones con otras similares con fechados
radiocarbónicos que coinciden en el 1110 AP. (Bárcena, 1982, García et al. 1987 en García,
1988:64), por lo que se ubica este grupo cultural entre 1400 y 1100 años AP. (García 1988:48-
55).
En el quinto nivel se hayan las mismas especies vegetales que en el nivel cuatro, estás se
encuentran asociadas a cerámica anaranjada pintada similar a la denominada “Viluco” pero no se
pudieron distinguir motivos decorativos, acompañada por cerámica gris no decorada. Este
contexto, se asocia a un nivel similar (pero sin cerámica anaranjada) del valle de Uspallata (nivel
II del Jagüel III); datado en 830±110 AP. (Bárcena 1982 en García 1988:65), con un fechado que
hace ubicarlo tentativamente entre el 1000 y el 600 AP. (García 1988:57).
-Ubicación: En el sector alto del faldeo occidental del cerro homónimo, el cual está emplazado
en el borde Suroeste de la Pampa de Canota, a 3.000 msnm (Sachero et al.1988:12).
-Registro arqueobotánico: En este se recuperaron restos de cultivos como zapallo y maíz; junto a
otros vegetales recolectados como molle, chañar, algarrobo y cactus (los autores no precisan las
denominaciones científicas) (Sachero et al.1988:35).
~ 36 ~
con la de los grupos “Agrelo”, que ocuparon el Piedemonte oriental y el valle de Uspallata
(Sachero et al.1988:36).
-Registro arqueobotánico: Los autores aclaran que este registro no ha sido analizado por
especialistas por ellos sus resultados deben considerarse con cautela, no se especifican además
las denominaciones científicas de los vegetales. Se identifican restos de cultivos: maíz, zapallo,
calabaza, poroto, trigo, y de vegetales silvestres como algarrobo, chañar y molle (Durán y García
1988:52).
El nivel cultural I, cuenta con una datación de 1450 ±40 años AP. (Durán y García
1989:55). En éste, se recuperó, en palabra de los autores, una: “…cantidad relativamente
importante de vegetales cultivados (maíz, zapallo, mate) y silvestres (algarrobo, chañar y molle,
etc.).” (Durán y García 1989:54). Estos se encuentran asociados a tiestos cerámicos de
manufactura ordinaria y sin decoración. Se propone, que este nivel de Agua de la Cueva debe
incluirse en el “agro-alfarero” temprano de la región.
El Nivel cultural II, es ubicado cronológicamente entre la segunda mitad del siglo XV y
la primera del XVI. Dicha definición se hace a partir de las características de la cerámica hallada,
la que se identifica con la cerámica diaguita chilena con influencia incaica que aparece en
contextos incaicos del valle de Uspallata. En este nivel, aparece “…una cantidad importante de
~ 37 ~
restos vegetales (maíz, zapallo, porotos, mate, algarrobo, chañar, etc.)” (Durán y García
1988:56).
Nivel cultural III, se asociada a ocupaciones indígenas del sitio durante el periodo
hispánico, dado por la coexistencia en este de tipos cerámicos indígenas, tiestos con superficie
vidriada, artefactos de hierro junto a otros líticos y cultivos americanos (Maíz, poroto, Mate ) y
europeos (trigo) (Durán y García 1988:57).
-Interpretación de los autores: Se propone como hipótesis un modelo general, que supone que en
la región Norte de Mendoza la proximidad entre ambientes diferentes y complementarios
permitió a sociedades con economías depredadoras y productoras depredadoras, lograr un
aprovechamiento integral de los recursos que ofrece el ambiente y conseguir una adecuación
total al medio en el que estaban insertas. Este modelo supone que a partir de la etapa cultural
“agro-alfarera”, los asentamientos permanentes deben haberse ubicado en el valle de Uspallata y
en el piedemonte precordillerano y la Planicie Noreste. Se supone, que en esos sitios se habrían
desarrollado actividades de tipo “generalizado” destinados a la satisfacción de necesidades
fundamentales para la subsistencia de cada grupo, siendo estas la agricultura, el pastoreo y la
recolección de vegetales comestibles; y se recibían productos provenientes de sitios en los que se
desarrollaban actividades de tipo especializado, como la caza y recolección de productos de
origen vegetal y mineral (Durán y García 1988:31).
Valles cordilleranos
• Tambos de Tambillos y Ranchillos. (Roig y Bárcena 1997, Garibotti 1998, Garibotti 1999-
2000)
~ 38 ~
Se presentan los estudios antracológicos realizados por Roig y Bárcena y Garibotti,
centrados espacialmente en el valle de Uspallata, y en contextos asociados a la dominación
incaica regional.
Continuando estos trabajos, Garibotti (1998) analizó las estructuras de los carbones
arqueológicos recuperados en fogones de dos asentamientos incaicos, Tambos de Tambillos y
Ranchillos. En términos taxonómicos, los resultados obtenidos de los dos tambos a partir de los
carbones, son la identificación de los géneros Adesmia (Leguminosae), Bacharis (Compositae),
Bredeyemera (Polygalaceae), Dypirena (Verbenaceae), Ephedra (Ephedraceae), Larrea
(Zygophyllaceae), Prosopis (Leguminosae), Proustia (Compositae), Salvia (Labiatae), Schinus
(Anacardiaceae). Todos los géneros identificados corresponden a representantes de la flora
actual, lo que es un indicio que la composición florística no se ha modificado (Garibotti 1998).
En los dos sitios arqueológicos, Tambo de Tambillos y Ranchillos, hay variaciones en la
frecuencia con que están representados los diferentes géneros, por medio de lo que Garibotti
(1998) propone la selectividad antrópica. En los fogones, la madera de Molle (Schinus) es la más
abundante, siendo este taxón apreciado como combustible por su larga duración y por su alto
valor calórico, y su presencia en los sitios podría deberse a la selección de esta madera para la
combustión. Comparando estos resultados con los obtenidos por Roig y Bárcena (1997), se
diferencian dos usos para la madera de molle (Schinus) para fogones y la de jarilla (Larrea) para
otros usos como techados (Garibotti 1998:203).
~ 39 ~
Posteriormente, continuando los estudios en los Tambos de Tambillos y Ranchillos,
Garibotti (1999-2000) analizó los carbones de estos dos sitios incaicos del Valle de Uspallata,
corroboró que la población incaica realizó una selección del recurso de la madera para diferentes
usos; empleando la madera de molle (Schinus sp.) para la combustión y la de Jarilla (Larrea sp.)
y Adesmia sp. para la construcción de habitaciones.
Cómo pudo verse, el registro arqueobotánico en sitios del Norte mendocino procede en su
mayoría de abrigos rocosos ubicados en la Precordillera, el estudio de sitios a cielo abierto y
ubicados en otros ambientes es excepcional, por lo que existe un sesgo en la diversidad regional
de las muestras presentes. Por otro lado, ninguno de los trabajos analizados (salvo Chiavazza y
Mafferra 2007) utilizó técnicas específicas de rescate de material botánico. Concretamente, no se
especifica la forma en que estas muestras fueron recuperadas, por lo que se supone fueron
rescatadas de forma directa o a través del tamizado en seco en el sitio de los sedimentos
extraídos. Técnicas que han sido ampliamente cuestionadas debido a que las muestras resultantes
no son representativas de los restos conservados en los sitios (Buxó 1999, Hernández 2002,
Pearsall 1989, entre otros). Estas características, sumadas a la forma de interpretar el registro
serán analizadas en el tratamiento de la problemática.
Por otro lado, son muy escasos los datos arqueobotánicos para tiempos hispánicos; entre
estos, los restos de maíz hallados en Jagüel III, datados en el siglo XVII, a partir de los cuales, se
propone la posible supervivencia de formas de producción indígena para ese momento y región
(Bárcena y Roig 1981-1982). Además, se mencionan semillas de trigo para el contexto 1 de
Agua de la Cueva, dato que se interpreta, asociando el componente a una ocupación indígena
durante tiempos hispánicos (Durán y García 1989). Finalmente, en la ciudad de Mendoza se
rescataron diferentes taxones de especies de introducción hispana asociada a contextos de
contacto (Chiavazza y Mafferra 2007).
~ 40 ~
Registros documentales usados en la discusión de la temática
Canals Frau, expone además la obra de Lizárraga, escrita entre 1594 y 1607. Se trata de
un observador directo que visitó la región y haciendo alusión a los parajes de la ciudad de
Mendoza, describe:
“…donde se dan todas las fructas nuestras, árboles y viñas, y sacan muy buen vino que
llevan á Tucumán ó de allá se lo vienen á comprar; es abundante de todo género de
mantenimiento y carnes de las nuestras; solo una falta tiene, que es leña para la
maderación de las casas…” (Lizárraga s.f. en Canals Frau 1946:24 -Sic-).
Se refiere también a otro documento, el de P. Ovalle que pasó por Mendoza en dos
oportunidades, en 1618 y luego en 1626 este haciendo referencia a los indios de la provincia de
Cuyo, los diferencia de los de Chile, describiéndolos: “… no son tan curiosos y aplicados a
labrar la tierra, así que no tienen la abundancia de comida y regalo que los chilenos.” (Ovalle
s.f. en Canals Frau 1946:28)
Este autor también documenta que los huarpes podían pasarse “muchos días con solo un
poco de maíz y algunas raíces” (Ovalle s.f. en Canals Frau 1946:30)
Cita también el testimonio de Suárez Figueroa, autor del siglo XVI -no se detalla el año-,
quien expresa que los huarpes “siembran escasamente” (Suárez Figueroa s.f.:76 en Canals Frau
1946:67).
~ 42 ~
A partir de estos datos documentales más otros arqueológicos (corontas carbonizadas en
Agrelo Patronato y Arboleda Norte; y morteros fijos y muebles en diversos sitios de la región)
Canals Frau (1946), interpreta que los huarpes conocían el cultivo, pero no lo practicaban
intensamente, a causa, sobre todo, a la aridez del suelo que sólo permitía cultivar en las zonas
con la suficiente humedad natural, o donde existían posibilidades de riego (Canals Frau 1946:59
y 67).
“En medio de este camino está un valle, el cual los españoles llamaron el río
Bermejo… Es tierra muy poblada y es tierra fértil, aunque los indios no son muy grandes
labradores. Susténtanse de algarrobas y chañares y hacen pan de ellos, y del chañar
hacen vino que ellos beben. Tienen muchos guanacos y liebres y perdices como las que
tengo dicho. Es tierra de regadío. Fueron conquistados del Inca y aun hoy en día están
depositados de aquel tiempo, y de allí tomaron algunas costumbres suyas.
De esta provincia a la de Cuyo hay treinta leguas. Están todas pobladas y de
mucha gente. Estos indios de Cuyo tambien fueron conquistados de los Incas. Estos son
más labradores que no los de Caria; siembran mucho maíz y frísoles y quinoa; poseen
muchos guanacos. Están a la falda de la cordillera nevada. Hay todas las cazas que he
dicho, y sus vestimentas son de lana. También hay acequias muy buenas.”(Bibar
1966:165-Sic-)
En función de éste y otros documentos que hacen referencia a “indios del valle” y otros
“algarroberos”, Parisii (1995) propuso un enfoque diferente para los huarpes la existencia de dos
grupos de diversa estructuración: uno agricultor, sedentario, organizado socialmente de forma
~ 43 ~
compleja y jerarquizada y poseedor de las tierras aptas para dicha actividad económica, de la que
obtendrían excedentes; y otro recolector nómada y de organización social más flexible.
Existe consenso entre los autores en que durante el periodo de estudio los huarpes fueron
dominados por los incas, conquista que si bien recientemente ha sido tema central de varios
trabajos (Bárcena 2002b, Cahiza 2003, Ots 2007) aún no son claras sus características y de que
forma habrían estas influido en la sociedad local. Sin embargo, se han formulado, principalmente
desde la etnohistoria, hipótesis cuya discusión arqueológica puede resultar interesante. Entre
estas, se propone que, en este lapso que habría durado de 1480 a 1536 d.C., los huarpes habrían
servido en “mitas” en los tambos incaicos, habrían producido bienes como cerámica o productos
agrícolas y mantenido la red de caminos (Bárcena 2002). Parisii (2003), propone además, que el
mecanismo central de conquista incaica en esta área periférica, fue la modificación en el sistema
de propiedad de las tierras y recursos. La misma se daría por una transformación del espacio
socializado a tierra usufructuada mediante la redistribución y finalmente a propiedad privada.
Esto supondría además, un proceso de cambio social en tiempos prehispánicos, con
repercusiones en los cacicazgos (Parisii 2003:136)
Luego de extinguirse este dominio por la caída de Cuzco en manos hispanas, los huarpes
habrían entrado en contacto casi inmediatamente con los nuevos conquistadores instalados en
Santiago de Chile desde 1541. Estos en 1551 habrían tenido su primera incursión en la región y
en 1561 habrían fundado la ciudad (Cueto 1991, Prieto 1998-1999).
~ 44 ~
Se propone además, que las diferentes especies traídas por los españoles se adaptaron
rápidamente en nuestra región y sus cultivos se desarrollaron progresivamente durante los
primeros 50 años de la existencia de la ciudad. Esta idea, surge de documentos como los citados
de Lizarraga y Ovalle, que describen las bondades de los suelos mendocinos; u otros que hacen
referencia a terrenos cultivados con cereales (principalmente trigo, pero también avena, cebada y
centeno), vides, olivos, frutales varios y chacras. Destacándose también, las referencias al
procesamiento de ciertos productos, entre los que sobresalen las harinas y vinos y en menor
medida las pasas de frutas y aceites (Coria 1988).
Por otro lado, Prieto (1997-1998) desarrolla como debido a la carencia de circulante en
oro o plata en la región; las actividades agrícolas luego de sus tímidos inicios tomaron vigor al
convertirse los productos cultivados o sus derivados en objetos de pago. Este comercio en
especies se fue transformando, a medida que crecía la producción agrícola, en una economía de
tipo monetario, de la que resultaron beneficiados los encomenderos que en un primer momento
recibieron mejores y más tierras y más indígenas, es decir los soldados llegados en la fundación.
Dicha posición de privilegio tendió a consolidarse, ya que una vez las tierras y los indígenas
pudieron intercambiarse en el mercado, ellos tenían los medios para seguir adquiriendo dichos
bienes de producción. Esto, los transformó en un pequeño señorío local, cuyas familias
perpetuaron dicha posición hasta el siglo XIX, ocupando sistemáticamente los espacios de poder
disponibles en el cabildo de la ciudad (Prieto 1997-1998, Prieto et al. 2004).
Chiavazza (1999 y 2001) plantea en primer lugar que los restos de cultivos hallados hasta
el momento en los sitios del Norte mendocino, no pueden aceptarse como indicadores definitivos
del periodo “agro-alfarero”. Si no, que debería pensarse en contextos que den cuenta de un
sistema económico de tal índole, el que no sólo estaría representado por las evidencias de los
productos agrícolas, sino por:
~ 45 ~
“…una tecnología con herramientas orientadas a la producción de plantas cultivadas,
un análisis del potencial productivo de los suelos, el descubrimiento de infraestructura
de riego, la evidencia de producción (stress ocupacional) y consumo en los restos
esqueletales y evidencias de técnicas de almacenamiento.” (Chiavazza 2001:107)
“Hipótesis 1: Las poblaciones del Sur mendocino durante el Holoceno Tardío eran
cazadores que interactuaron con vecinos agricultores”… “Hipótesis 2: Durante el
Holoceno Tardío, los cazadores del Sur mendocino practicaron intermitentemente, y en
pequeña escala, la agricultura”… “Hipótesis 3: Los cazadores no tuvieron relaciones de
cooperación e intercambio con los agricultores, constituyendo una frontera cerrada. Los
agricultores se instalaron en algunos puntos del territorio” (Gil 1997-1998:310 y 311).
Estas tres hipótesis son discutidas dentro de un marco teórico donde el riesgo y la
incertidumbre influyen en el comportamiento humano (Jochin 1981, Wiessber 1982 en Gil 1997-
~ 46 ~
1998:312). Se considera que el ingreso de los vegetales cultivados es un momento dentro de un
proceso de largo plazo, y que las poblaciones del Sur mendocino desarrollaron para poder vivir
en una región semiárida con un alto nivel de incertidumbre, debido a la variabilidad ambiental.
Se concluye que de las tres hipótesis, la primera es la más indicada para explicar el registro
actual, debido a que en ninguno de los sitios donde se registran restos de cultivos están estos
asociados a su producción (Gil 1997-1998:311 y 312), condición que como se vio presenta
similitudes con la del Norte de Mendoza. Dicha situación, plantea un interrogante a la propuesta
de Gil, ya que los agricultores que podrían estar intercambiando vegetales cultivados con los
cazadores del Sur de Mendoza, no estaban, al parecer, tampoco asentados en el Norte de la
provincia; abriendo la discusión a situaciones más complejas de resolver a nivel arqueológico.
Dentro de esta línea Gil (2003) realiza otro aporte a la temática, presenta los resultados
de los análisis isotópicos sobre muestras óseas humanas y de recursos consumidos para el Sur de
Mendoza, área que define como límite Sur de la agricultura andina prehispánica, la cual habría
~ 47 ~
funcionado como una región buffer12 entre el Centro Oeste Argentino y el área Norte Patagónica.
Se propone evaluar la importancia del maíz en la subsistencia de las poblaciones humanas. Los
resultados indican una variación significativa en los valores δ13C que van de extremadamente
negativo a intermedio. Por medio de los cuales Gil propone que la dieta ha estado basada en
recursos C3 y herbívoros que consumieran plantas C3 y C4; si se hubiera consumido plantas C4
como el maíz, esto no fue significativo en la dieta (Gil 2003).
En la misma línea de trabajo, e incluyendo esta vez datos del Norte de Mendoza, se
estudió la importancia del maíz en la subsistencia de las poblaciones humanas que habitaron el
Oeste argentino durante el Holoceno tardío, abordando la incorporación y la importancia que
tuvo este cultígeno a través de la aplicación de análisis isotópicos y el estudio de la presencia de
caries. Concluyendo, nuevamente, que el maíz no fue cuantitativamente importante en la dieta
(Novellino et al. 2004).
Puede verse que está línea de evidencia, parece favorecer la discusión de las propuestas
alternativas sobre el rol que tuvieron los vegetales en la vida de las sociedades prehispánicas de
Mendoza, en detrimento de las propuestas tradicionales. Igualmente, resta desarrollar los demás
estudios nombrados para afrontar el problema con mayor profundidad. En este sentido, se analiza
12
Este concepto refiere al espacio intermedio entre dos zonas arqueológicas diferenciables, la Nordpatagónica y la
del “Centro Oeste Argentino”, la cual se correspondería con el límite austral de la agricultura andina, donde
convivirían cazadores y agricultores (Lagiglia 1977a en Gil 1998-1999, Schobinger 1975), Gil (1998-1999, 2003)
también lo utiliza, desde un enfoque ecológico, como estrategia de un determinado grupo humano; estas estrategias
buffer pueden ser: mutualísticas, competitivas o parásitas.
~ 48 ~
la problemática asociada a los antecedentes vistos y se elabora una propuesta desde la
arqueobotánica que intente superar las dificultades tratadas en los antecedentes. En los mismos,
se detectan problemas de enfoque más que de potencialidad del registro. Un replanteamiento de
este tipo permitirá lograr explicaciones sobre la incidencia de los vegetales en la vida de las
sociedades pasadas. Ello, conlleva dos requerimientos: primero implementar técnicas de
recuperación sistemáticamente de restos botánicos y segundo dejar de dar por sentado el
esquema evolutivo clásico que llevó a definir pasos sin retorno, de la caza a la agricultura y a
asociar registros arqueológicos por extensión con hipotéticos sistemas económicos.
~ 49 ~
~ 50 ~
III-PROBLEMÁTICA
~ 51 ~
~ 52 ~
PROBLEMÁTICA
Esta particularidad, puede ser resultado de la forma en que el registro botánico fue
interpretado y que la validez de dichas interpretaciones no ha sido replanteada por nuevas
investigaciones, las que no centran su atención en estás temáticas y en general continúan
aceptando interpretaciones tradicionales.
Más precisamente, la arqueología del Norte de Mendoza ha basado gran parte de sus
interpretaciones referidas al cambio cultural en base a la definición y organización temporal de
sistemas tecno-económicos. Concretamente, se han determinado dos grandes etapas marcadas
por tecnologías con o sin cerámica, y con economías basadas en la caza y recolección o en la
agricultura respectivamente. Definiéndose diferentes periodos para el primer caso como:
“precerámico” (Schobinger, 1975) o “precerámico y arcaico” (Lagiglia 1968), posteriormente
uno intermedio llamado “precerámico final o transacional” (Lagiglia 1968), o “agrícola
precerámico” (García 1992), o “protoformativo” (Bárcena 1982, 2002). Luego del cual, habría
un periodo “agroalfarero” regional sobre el cual existe consenso entre los autores vistos (Bárcena
1982, 2002, Bárcena y Roig 1981-1982; Bárcena et al. 1985; Cahiza 2003, García, 1988;
Sachero et al. 1988; Durán y García, 1989; García 1992).
Estas posiciones, sobre todo la del cambio de la forma económica extractiva hacía otra
productiva surgieron en el marco del evolucionismo y difusionismo de la escuela Histórico
Cultural (por ejemplo Lagiglia 1968, Schobinger 1975, Bárcena 1982) y fueron generalmente
sostenidas hasta mediados de los noventa (García 1988, 1992), hasta por perspectivas diferentes
que se podrían generalizar como procesuales o sistémicas (Durán y García 1989) e incluso otras
cercanas a la Ecología Evolutiva (Durán y Cortegoso 2005). Sólo recientemente, se han
presentado propuestas alternativas que cuestionaron estos ordenamientos cronológico-culturales,
~ 53 ~
criticaron la forma en que el registro arqueobotánico fue usado para verificar dichas ideas, y
propusieron incluir nuevas líneas de evidencias en la discusión (Chiavazza 1999, 2001, Gil 1997-
1998).
Si bien las propuestas de Chiavazza (1999 y 2000) y Gil (1997-1998), son elaboradas
desde marcos teóricos diferentes al nuestro, se orientará el análisis de los antecedentes, siguiendo
sus planteos, ya que la crítica realizada por ellos, se cree valida y compatible con la que se
describirá a continuación. Igualmente, este trabajo pretende avanzar sobre interpretaciones que
vayan más allá de lo netamente económico, con respecto a los trabajos citados de Chiavazza y
Gil y en el sentido que se analizará en el marco teórico.
Orientados de esta forma, se pudo analizar que las evidencias, conjuntamente a las
interpretaciones generadas por ellas, para el Norte de Mendoza cuentan con las siguientes
características:
-Las dataciones más antiguas, darían inicio aproximadamente hace 2000 años AP.13 a un
periodo agrícola, éste se continuaría hasta la conquista española de la región. La forma de
interpretar dicho registro imposibilitó percibir las características específicas en la adopción de
dichas formas económicas, ya que el interés se orientó, más bien, a relevar la antigüedad de las
mismas. Como así tampoco, el grado de importancia que éstas tuvieron para dichas sociedades
en las diferentes subáreas de la región y en los diferentes momentos, en los que tampoco se
13
O en 4510±130 años AP. de aceptarse el fechado dado en Bárcena et al. 1985:354.
~ 54 ~
consideran posibles lapsos intermedios en los que la importancia de dichas prácticas podrían
haber variado, como se ha propuesto recientemente (Gil et al. 2008).
-Dentro del esquema de ideas planteado, la asociación de estos restos botánicos con
cerámica amplió la definición dando inicio a un periodo “Agroalfarero”. Se ha planteado que la
asociación de restos de cultivos con cerámica tampoco puede usarse como prueba de prácticas
agrícolas (Dennell 1985, Gil 1997-1998). Sin embargo en los antecedentes esto no se interpreta
de esta forma y se usa para hacer extensiva la definición de grupos productores realizada a partir
de la presencia de restos de vegetales cultivados, a toda la zona donde se hayan encontrado los
tipos cerámicos a los que se relacionan.
Igualmente, cómo se dijo, el de Agua de la Tinaja I fue uno de los registros mejor
estudiados, por lo que sus interpretaciones son más consistentes que las planteadas para otros
sitios, los autores al identificar restos de tallos de quínoa proponen su cultivo en el sitio. Si bien,
es esta una de las pruebas más firmes sobre la agricultura en la región, es relativa de acuerdo a lo
ya planteado y debido a que si bien sería esperable encontrar solo semillas de este vegetal en
contextos de su obtención por medio del intercambio, al consumirse este vegetal en su totalidad
(semillas, tallos, hojas) pudo haber sido intercambiado u obtenido en esta forma desde lugares
relativamente cercanos al sitio, como lo son Valles Preandinos de la provincia de San Juan donde
se descubrieron los sitios de “la cultura de Ansilta”, donde si existes evidencias de tecnologías
asociadas a la producción agrícola (Gambier 1977). Igualmente, si bien, se plantean algunas
salvedades, se cree que otro argumento a favor de la práctica agrícola en el sitio puede verse en
el registro arqueológico del mismo, el cual no se parece en nada al de los demás sitios
~ 55 ~
precordilleranos analizados, donde éste se asocia claramente al de partidas de caza
especializadas, situación que no se da en Agua de la Tinaja I, donde el registro óseo faunístico y
lítico es escaso. En este sentido, sería recomendable ampliar las investigaciones dentro de las
líneas propuestas a fin de generar evidencias que resulten menos ambiguas.
En Cueva del Toro, como se dijo, se relacionan los restos de cultivos rescatados a campos
próximos al sitio, donde actualmente se cultiva alfalfa, no se aclara la forma de irrigación de
estas plantaciones modernas, ya que de ser la misma artificial, la propuesta implicaría la
existencia de canales de riego contemporáneos a las ocupaciones pretéritas de los que no se
ofrece evidencia.
Salvo esos dos sitios, se interpreta que los vegetales cultivados (sobre todo el maíz)
proceden de otros ambientes como el Piedemonte, la Planicie Noreste o el Valle de Uspallata,
donde habrían sido producidos. Pero en estos espacios tampoco son claras las evidencias de
prácticas agrícolas y solamente tres sitios registran restos de cultivos prehispánicos, dos en el
sector del piedemonte del Valle de Uco, por un lado los hallados por Canals Frau y Semper
(1957) en el sitio Arboleda Norte, los recientemente descubiertos por Ots (2007) en Agua
Amarga; y por otro lado los descubiertos en Agrelo Patronato también por Canals Frau y Semper
(1957).
Para el caso de los descubiertos por Canals Frau y Semper, nunca se explica el origen
preciso de estos restos, sino que sólo se asocian a la cerámica “Agrelo”, lo cual hace difícil
constatar el alcance de tal asociación. García (1992), propone salvedades similares al observar la
asociación hecha por los autores entre puntas de proyectil y la cerámica. Y plantea, para su caso,
esperar mayores definiciones a partir de futuras excavaciones en la zona, debido a que entre los
materiales recolectados por los autores pueden observarse mezclas con materiales más
modernos. Es en Agrelo Patronato además, el único sitio donde los restos de cultivos aparecen
asociados a canales de riego.
~ 56 ~
- En la región, son las acequias, las tecnologías que más se asocian a las prácticas
agrícolas, las que se cree existentes desde tiempos prehispánicos. En su mayoría, las pruebas
para su existencia prehispánica provienen de la documentación histórica mencionada, donde a la
vez se hace referencia a los cultivos.
La crónica de Bibar, escrita en 1558, describe a Mendoza como tierra de acequias muy
buenas. Como ya se dijo, el objetivo de este trabajo es esencialmente un estudio arqueobotánico,
por lo que, el análisis crítico de estas fuentes será limitado, pero se recurre a Parisii (2003:36)
quien plantea la poco clara procedencia de los datos que ofrece dicho documento. Los mismos
habrían sido dados al autor por los soldados que acompañaron a Villagra en su incursión sobre la
zona de estudio, por lo que, deberían coincidir con los contenidos en el documentado proceso a
Villagra donde dichos soldados atestiguan, entre los cuales, la autora no reconoce grandes
similitudes.
Otras evidencias sobre las acequias se registran en las actas capitulares, escritas cinco y
seis años después de fundada la ciudad de Mendoza, siendo la salvedad para este tipo de datos,
como ya se planteó (García 1998:20), el hecho de que dicha información es extrapolada de
tiempos hispánicos a tiempos anteriores; situación que se haría extensiva también a toda la
documentación existente, salvo la crónica de Bibar que registraría el primer contacto entre
españoles e indígenas, dado diez años antes de la fundación de la ciudad.
A nivel arqueológico las evidencias sobre las acequias son menos claras. Los canales de
riego registrados por Canals Frau y Semper (1557), se asocian a los restos de cultivos
descubiertos, porque se cree que la agricultura en el lugar sería imposible sin irrigación artificial.
El hecho de que, como se dijo, las asociaciones contextuales sean poco claras y los canales de
~ 57 ~
riego no sean descriptos ni documentados en profundidad, impide apreciar el nivel de apriorismo
en el que se fundó dicha interpretación. Cabe señalar igualmente, la relevancia que tendrían estos
canales, debido a que no se registra en otros antecedentes dato alguno sobre rasgos en el terreno
que indiquen la existencia de acequias antiguas.
En este sentido, los únicos estudios arqueológicos existentes fueron los realizados por
Mayntzhuzen (1968), quien propuso la existencia de canales prehispánicos en áreas del
piedemonte, más precisamente, en las zonas de las terrazas del río Mendoza. Propuesta que el
mismo autor descartó en un trabajo posterior (1985), redefiniendo dichos cauces como de
construcción hispana. El mismo autor, propuso también hipótesis sobre la construcción del canal
cacique Guaymallén (Mayntzhuzen, 1985), el cual se trata en realidad de un cauce natural que
sigue una falla geológica que se desprende como rama o brazo del río Mendoza y no un canal
artificial (Ponte 2005). Recientemente, Ponte (2005) propuso también, a partir de la
documentación presentada referente a las acequias, un modelo hipotético de la forma de
aprovechamiento hídrico para el valle de Mendoza antes de la llegada de los españoles. Éste, se
razona a partir de la adaptación regional que deben haber hecho los incas de su forma de cultivo
en terrazas (Ponte 2005:38-Sic-). Según el autor, se habría aprovechado el suave desnivel natural
del piedemonte mendocino para montar estas terrazas irrigadas, en forma de bandas
longitudinales paralelas a la cordillera. Hasta el momento no existen evidencias arqueológicas
para probar dicha hipótesis.
A partir del análisis de los antecedentes se concluye que no existe evidencia solida para
plantear la existencia de un periodo agrícola para la región, ya que en ningún caso los restos de
cultivos hallados se encuentran asociados a evidencias que prueben su producción. En cambio, el
registro demuestra una continuidad en la práctica de la recolección, con la incorporación de
vegetales cultivados obtenidos a través del intercambio (Chiavazza 1999, 2001, Chiavazza y
~ 58 ~
Mafferra 2007) y un énfasis en la pesca (Chiavazza 2007). ¿De dónde podrían provenir entonces
los cultivos descubiertos en el Norte de Mendoza? El lugar más cercano donde existen sobradas
evidencias de agricultura prehispánica es la vecina provincia de San Juan. Lo que puede verse en
la asociación de restos de cultivos prehispánicos con: campos de cultivo y acequias como los
descriptos por Gambier (1992); y a desarrollados sistemas hidráulicos, como los analizados en
Damiani (2002) y en García (et al. 2008).
Por otro lado puede verse que para el periodo histórico, no se ha afrontado la temática del
rol de los productos vegetales para las sociedades humanas, desde la arqueología. Salvo el
trabajo de Chiavazza y Mafferra (2007) que como se dijo, pretende continuarse en esta tesis.
Así, con la intención de contribuir a las discusiones planteadas, a partir del estudio de los
antecedentes, se ha desarrollado una propuesta. Pudo verse que el tratamiento de la temática ha
contado con tres líneas que constituyen el problema que se pretende afrontar, la primera espacial
o geográfica, asociada a que se carece de datos procedentes del área que señalan los autores
como central para la resolución del problema del rol de los vegetales cultivados para las
sociedades humanas en el periodo prehispánico. La segunda, de índole metodológica, asociada a
la falta de aplicación de técnicas específicas de rescate de material botánico en excavaciones
arqueológicas. La tercera, interpretativa, asociada a la forma en la que se utilizaron los datos para
construir el conocimiento sobre el tema.
~ 59 ~
razonó la arqueología regional (ver su desarrollo en el apartado de marco teórico).
Con el fin de avanzar en ese sentido, entendiendo al registro arqueobotánico como
parte de la cultura material (Hodder 1989), atravesado por significados simbólicos,
políticos y sociales (Ruhl 1997).
~ 60 ~
IV-DESARROLLO DE LA PROPUESTA DE ANÁLISIS
~ 61 ~
~ 62 ~
DESCRIPCIÓN DE LOS PUNTOS ARQUEOLÓGICOS ANALIZADOS.
Como se vio en la problemática, si bien, en la discusión del rol de los recursos vegetales,
sobre todo de los cultivo en el Norte de Mendoza, se han señalado como las áreas de mayor
relevancia a las tierras bajas y los valles cordilleranos, son escasos los registros arqueobotánicos
procedentes de éstas. Por lo que, en el intento de aportar datos útiles para la discusión del tema,
se centrarán los trabajos en el Piedemonte precordillerano y la Planicie Noreste.
En estos sectores, los autores analizados en los antecedentes ubican los “sitios de
habitación permanente”, donde en la etapa prehispánica se habrían producido los cultivos (sobre
todo el maíz) cuyos restos fueron encontrados en los sitios precordilleranos. Situación que puede
verse claramente si se recurre a citas textuales. Por ejemplo, María del Rosario Prieto (1997-
1998) en su definición de “ecosistemas culturales”, se refiere al área del Piedemonte y Planicie
como la poseedora de un suelo fértil…
“… apto para la agricultura en gran escala, agua abundante para riego, y amplios
espacios capaces de soportar una demografía más alta, que permitieron el establecimiento de
grupos con un nivel de integración tribal. Practicaron una agricultura con excedentes y la cría
de animales domésticos” (Prieto 1997-1998:57).
~ 63 ~
la subsistencia de cada grupo (agricultura, pastoreo y/o recolección de vegetales comestibles)”
(Durán y García, 1989:31).
García (1992) aporta además una certera consideración, cuando argumenta que en el caso
de la arqueología de Mendoza:
“El hecho de que aún no se hayan excavado poblados u otro tipo de sitios de habitación
permanente en el llano implica que seguramente los hallazgos realizados hasta el momento
(refiriéndose a los cultivos rescatados en cordillera) no son de ninguna manera representativos
del grado de desarrollo de la agricultura de entonces a nivel regional…” (García, 1992:11).
Por otro lado, es en el valle de Mendoza donde se fundó la ciudad y se desarrolló gran
parte de la vida colonial, y donde se propone se instalaron las primeras colonias agrícolas
europeas de la región (Báez 1948). Por otro lado la Planicie Noreste, fue el sector donde se
refugiaron los grupos indígenas desplazados del valle por la ocupación hispana. Por lo que se
cree el estudio de estos dos sectores será muy útil para la discusión de la temática, tanto para
momentos prehispánico tardío, como el colonial temprano.
Físicamente a esta zona se caracteriza por poseer una superficie relativamente plana,
modelada por un extenso glacis o piedemonte, adosado al flanco de la Precordillera. Presenta dos
niveles de sedimentación, surcado por cursos temporarios, que en verano encausan violentas
crecidas o aluviones, determinados por precipitaciones concentradas en sectores parciales de la
cuenca. Éstas, generan la abundancia de materiales gruesos sobre los glacis y la falta de suelos
determinan la escasa cubierta vegetal, representada por una estepa arbustiva alta de jarilla, típica
del monte. El jarillal se desarrolla por debajo de los 1.500 msnm., con un predominio de Larrea
divaricata y Larrea cuneifolia dependiendo de la altitud, acompañada por zampa (Atriplex
lampa), ala de loro (Monttea aphylla), algarrobo (Prosopis flexuosa) y un estrato inferior de
herbáceas. El piedemonte, presenta depresiones de origen tectónico, entre la que se encuentra la
septentrional o de Mendoza-Tulumaya, que es seca y cálida por su apertura hacía el norte,
alberga la ciudad de Mendoza y a la principal zona agrícola de la provincia (Prieto 1997-1998).
~ 64 ~
En este sector, se analizan tres puntos arqueológicos o predios correspondientes al sitio
ciudad de Mendoza. Todos ellos se encuentran ubicados alrededor de la actual plaza Pedro del
Castillo, zona que correspondió al sector central del casco histórico de la ciudad de Mendoza
colonial.
Este sector de la ciudad, ha sido intensamente estudiado a partir del final de la década de
1980, cuando se iniciaron las investigaciones en el cabildo y plaza de la ciudad de Mendoza
colonial (Bárcena y Schávelson 1991); que fueron seguidas por la excavación de las ruinas de
San Francisco (Abal 1998). Por otro lado, desde 1995, funciona el Centro de Investigaciones
Ruinas de San Francisco, el que inició una línea de investigación centrada en los estudios
arqueológicos e históricos de la ciudad de Mendoza. Éste, sumó trabajos en los predio religiosos
en las Ruinas de San Francisco (Chiavazza y Prieto Olavarría 2001, Chiavazza 2005b.), en la
merced (Chiavazza y Zorrilla 2005), San Agustín y Santo Domingo (Chiavazza 2005b.). Además
de los solares de Alberdi e Ituzaingó, Ituzaingó 2190, Alameda, Gimnasio nº3, Proyecto Plaza
Huarpe, Chacabuco (Chiavazza y Tamiozzo 2002, Chiavazza 2005a, Chiavazza et al. 2007);
entre otros, excavados recientemente, como la antigua iglesia de La Caridad y la Capilla del
Buen Viaje. Se ha realizado además, una gran cantidad de seguimientos en pozos de obras
urbanas diversas (obras sanitarias, arreglos de calles, etc.).
Esta abundancia de trabajos antecedentes permite definir recurrencias para los contextos
asociados al periodo elegido, definido como prehispánico tardío y colonial temprano (Chiavazza
2005a.). Entre estas, destacan en todas las excavaciones, la presencia de carbón (en mayor o
menor abundancia), cerámicas indígenas asociadas al tipo Viluco, coloniales tempranas locales
~ 65 ~
del tipo carrascal, rojas monocromas y mayólicas americanas y extra-americanas. Los restos
faunísticos muestran abundancia de taxones, donde se integran restos de fauna euroasiática
(cerdo y cabra) y autóctona (peces, ñandú, etc.). Los niveles corresponden a profundidades que
generalmente se registran por debajo de los dos metros (Chiavazza 2005a., 2005b., Chiavazza y
Prieto 2001, Chiavazza y Mafferra 2007). Se cree que la densidad de los registros, podría
corresponderse con la información histórica que, señalaría este lugar como el más densamente
poblado por los grupos huarpes al momento del arribo español (Prieto 1997-1998).
~ 66 ~
Figura 2. Mapa de la ubicación de los sitios en el Área Fundacional de la ciudad de Mendoza, en
el valle homónimo.
~ 67 ~
~ 68 ~
1 2
Entre los predios se analizan las Ruinas de San francisco. Éstas, son el único vestigio
estructural visible en superficie de la arquitectura de la ciudad de Mendoza colonial, destruida
por un terremoto en el año 1861. Históricamente, se sabe para este predio que la ocupación
indígena prehispánica, fue seguida luego de la fundación de la ciudad en 1561, por la instalación
de una familia española de encomenderos, quienes ocuparon el solar hasta principios del siglo
XVII, cuando los mismos donaron el terreno a la Compañía de Jesús, momento a partir del cual,
éste pasa a ser uno de los principales sectores religiosos de la ciudad. Los jesuitas se instalaron
primero en una capilla, que ocuparon hasta inicios del siglo XVIII cuando ésta fue destruida por
un aluvión. Posteriormente los jesuitas comenzaron la construcción del templo hoy en ruinas
(Las Ruinas de San Francisco 1998, Chiavazza 2005b.).
El sector del crucero del templo construido en el siglo XVIII coincidió, a los dos metros
de profundidad, con un nivel que se ha interpretado como el de un apisonado correspondiente a
una estructura habitacional de entre cuatro y cinco metros de diámetro (Chiavazza y Prieto
Olavarría 2001). Se descubrió un sector arcilloso apisonado alrededor del cual se identifican
improntas de postes y se recuperaron también restos de quincha. En el sector central de la
superficie circular se detectaron concentraciones óseas de fauna (Romero et al. 2003), de
cerámicas indígenas tipo Viluco (Prieto Olavarría 2005) y coloniales (Chiavazza et al. 2003) en
una matriz arcillosa termo alterada con abundante carbón. El resultado de la datación
radiocarbónica fue de:
~ 71 ~
El sector denominado Pilastra Noroeste, se ubica en el sur de uno de los pilares que
sostenía la cúpula de la iglesia jesuita del siglo XVIII. Este sector presenta la particularidad de
estar directamente afectado por las excavaciones realizadas para la colocación del cimiento de la
pilastra, durante la construcción del templo a principios del siglo XVIII. Por lo que, esta
excavación alteró los niveles prehispánicos tardíos y coloniales tempranos. Igualmente, se cree
que la cronología, es concordante con la datación del fogón del sector Crucero. Cristina Prieto,
en un análisis que esta desarrollando para su trabajo doctoral, propuso por las características
tipológicas de la cerámica Viluco hallada en esta excavación y los posicionamientos
estratigráficos, una cronología afín a la obtenida en la excavación del sector fogón (Prieto com.
pers.). Esta situación, llevó a considerar que los restos hallados por debajo del nivel de los 230
cm. de profundidad, aún encontrándose en posición secundaria, podrían haber sido re localizados
a una profundidad relativamente similar de la que procedían, una vez que se rellenaron los pozos
de los cimientos (Chiavazza 2005b.).
En esta excavación, los contextos cuentan con abundantes materiales cerámicos, de tipo
Viluco y coloniales tempranos, además de elementos metálicos (botones) y arqueofaunísticos,
que permiten sostener al registro como perteneciente a la transición del prehispánico tardío y
colonial temprano. La cercanía (a cinco metros de distancia) y el nivel estratigráfico respecto del
sector crucero, además de los materiales hallados, permiten sostener una sincronía respecto del
nivel de ocupación temprano y previo a la instalación de los jesuitas en el predio (ocurrida en
1608).
Alberdi e Ituzaingó
La secuencia permite observar una ocupación continua con usos diferenciados del espacio
a través del tiempo. Entre estos, se destaca el hallazgo de dos sectores bien definidos
correspondientes a concentración de desechos (pozos de basura) que datan de etapas tempranas.
En los mismos, se han rescatado contextos caracterizados por la mezcla de abundante cantidad
~ 72 ~
de fragmentos cerámicos tempranos (mayólicas, vidriadas carrascal, rojas) de diferente
procedencia (Puebla et al. 2006), con cerámica indígena del tipo Viluco y datado en contextos de
la ciudad entre los siglos XV y XVII (Bárcena 1998, Prieto Olavarría 2005, Prieto Olavarría y
Ortega 2002). También, se descubrieron restos de fauna euroasiática mezclados con elementos
óseos de fauna autóctona (Romero et al. 2002, Ortega et al. 2006). Los escasos restos vítreos
también corresponden a excepcionales piezas tempranas representadas por cuentas de collar,
destacándose una de tipo aggri-perlen (Chiavazza 2005a., Chiavazza 2006, Chiavazza et al.
2007).
Los contextos fueron recuperados entre los 230 y 240 cm. de profundidad y en general
presentan una estructura carbonosa. En el caso de la excavación sistemática de 1998 se obtuvo
una datación absoluta sobre carbón de:
Los resultados que se presentan proceden del rescate arqueológico realizado en el año
2005. Se trata de una superficie de aproximadamente 1,3 m.2, que se excavaron sobre el perfil
oeste del terreno en una franja carbonosa ubicada entre los 230 cm. y los 240 cm. de profundidad
respecto del piso actual, que presenta las características de las concentraciones de desechos
descriptas más arriba.
Plaza Huarpe
Planicie Noreste
Se trata de una llanura que se extiende entre las unidades del piedemonte, el río San Juan
al norte, el río Desaguadero al este y la Payunia al sur. Ésta es una cuenca profunda con
sedimentos de origen continental: limos, arenas y arcillas, que reconocen facies fluviales y
eólicas. El área se caracteriza por una topografía muy regular, de escasa pendiente y altura y
escaso también escurrimiento superficial. Con algunas excepciones de ríos que atraviesan la
zona, la región presenta las características propias de zonas áridas y semiáridas, el registro de
precipitaciones es menor a 200 mm. anuales. La vegetación dominante corresponde a la
provincia fitogeográfica del monte. Entre las especies vegetales características, la formación
más importante es la del algarrobal, caracterizada por la presencia de bosques abiertos de
algarrobo (Prosopis flexuosa) con un estrato arbustivo de jarilla (Larrea divaricata), zampa
(Atriplex lampa) y retamo (Bulnesia retama). Este tipo de bosques, aparece en comunidades en
suelos donde la capa freática es poco profunda, o bien a orillas de los cursos de agua, como
bosque en galería. En los suelos medanosos, hay relativa abundancia de pastos y los bosquecillos
de chañar (Geoffroea decorticans) son frecuentes. En los sectores próximos a los cauces, como
el del punto arqueológico analizado, o a los complejos lagunares, hay elementos propios de
ambientes de humedal cómo junquillo (Sporobolus rigens), totora (Typhia dominguensis) o
cortadera (Cortadeira selloana) (Chiavazza 2001, 2009b. ep.).
~ 74 ~
a fin de entender las relaciones que existieron entre cambios ambientales y comportamiento
cultural, durante el Holoceno tardío. Cahiza (2003) estudió la presencia incaica en las tierras
bajas del noreste, definiendo la región como un espacio de frontera, dinámico de transición e
interacción demográfica y cultural.
~ 75 ~
~ 76 ~
Figura 4. Ubicación del Punto Arqueológico 70.
~ 77 ~
~ 78 ~
PA 70 Arrollo Tulumaya
14
Este Punto arqueológico, fue descubierto por el técnico de la Dirección de Recursos Naturales Renovables
Alberto Acosta, quien también participó en los trabajos de campo realizados.
~ 79 ~
Figura 6. Vista del médano donde se encuentra PA70.
En este punto arqueológico se recuperó gran cantidad de material cerámico, lítico, óseo y
botánico. Entre la cerámica, representada por fragmentos, el mayor porcentaje de ellos
corresponden al tipo “Agrelo”. El segundo tipo representado son los adscriptos al tipo “Viluco”,
se identifican también unos pocos fragmentos de tosca manufactura, como coloniales o históricos
(Castillo 2007). El registro lítico, se caracteriza por la presencia de dos puntas de proyectil, tres
raspadores, dos bifaces, dos unifaces, una muesca retocada, un percutor y una mano de moler. La
variedad de instrumentos rescatados indica que en el sitio se realizaron actividades de tipo
generalizadas. Los productos de talla, muestran que la actividad más representada es el retoque y
la formatización, lo que señalaría el ingreso de formas bases talladas someramente al sitio
~ 80 ~
(Chiavazza 2009b ep.). Si bien, el número de lascas de reactivación no es considerable, sí
predominan en aquellas materias primas provenientes de Precordillera, lo que podría indicar no
solo la conservación y la mayor explotación de este tipo de recursos líticos, sino también la
estabilidad residencial. El registro óseo está representado por restos de especies autóctonas
(guanaco, armadillo, ñandú, aves menores, roedores y peces) e introducidas (chivo y cerdo). La
cantidad de astillas en la superficie indica que el sitio fue intensamente ocupado, muchas están
termo alteradas por lo que se infiere la ejecución de tareas de procesamiento de alimentos y
descarte (Castillo et al. 2007, Chiavazza 2009b. ep.).
~ 81 ~
1 2
Figura 7.Material arqueológico rescatado en PA70: 1-Cerámica de los tipos: Agrelo, Viluco e Histórica,
2-Raspador y puntas de proyectil, 3-Espinas, otolito y vértebras de pez, 4-Diferentes porciones óseas de
guanaco (Lama guanicoe).
~ 82 ~
METODOLOGÍA
~ 83 ~
Técnicas de rescate usadas
El primer punto arqueológico donde se aplicaron estas técnicas, fue el sector Pilastra
Noroeste del predio Ruinas de San Francisco. En ese caso, se optó por realizar estos procesos de
rescate simultáneamente a la excavación del sitio. Se evaluó la utilización de la flotación por
máquina y el tamizado con agua. Existe consenso sobre que este tipo de tratamientos con agua,
son los más propicios para recuperar muestras de macrorestos botánicos en sitios arqueológicos
en medios no anaeróbicos (Alonso Martínez et al. 2003, Buxó 1997, Pearsall 1989). Otro factor
relevante de la aplicación de estas técnicas reside en que permiten sistematizar y cuantificar la
recuperación de los restos vegetales con fines comparativos (Pearsall 1989).
~ 84 ~
El procedimiento seguido fue el siguiente: se disolvieron previamente los sedimentos en
agua, debido a que, por sus características (limos-arcillosos compactos) formaban terrones que
no se disolvían fácilmente si eran vertidos directamente en la cuba. Una vez disueltos se
introducían en la cuba, la que estaba parcialmente llena de agua, luego de lo que se completaba
el llenado de la misma para provocar la flotación. La particularidad del sedimento, que hizo
necesario el procedimiento descrito ocasionó que esta técnica no resultara efectiva; debido, a que
durante el tiempo de disolución del sedimento, los carporrestos se embebían en agua y en un
gran porcentaje no flotaban, por lo que en su mayoría eran recuperados en el tamiz interior
conjuntamente con la fracción pesada. Esto, no hizo rentable la aplicación de dicha técnica ya
que el gasto de tiempo y de agua no se correspondía con los resultados obtenidos. Además, la
exposición injustificada de los carporrestos a un proceso de humectación más largo podría
resultar perjudicial para los mismos (Mafferra y Silvestri 2005).
Por esta razón, se decidió utilizar la técnica de tamizado con agua, la cual permite la
recuperación de todos los restos que contienen la muestra (Buxó 1997). La misma se aplicó de la
siguiente forma, se humedificó el sedimento previamente por las características ya descriptas; y
porque es recomendable durante la aplicación de este método para disminuir la violencia sobre
los carporrestos, ejercida por la acción mecánica del agua cuando es aplicada contra el tamiz
(Alonso Martínez et al. 2003). Una vez disuelto en agua, el sedimento se volcó sobre un tamiz de
un mm., se aplicó agua para lavar los materiales y separarlos totalmente del sedimento que los
contenía. Luego, las muestras se dejaron secar al aire libre, y se guardaron en bolsas herméticas
registrando todos sus datos de procedencia; además posibles observaciones referentes al proceso
de rescate.
A partir del éxito obtenido con esta técnica, la misma se siguió aplicando para los sitios
de la ciudad que presenten las mismas características. Por lo que, se lo aplicó también en Alberdi
e Ituzaingó y Plaza Huarpe.
Caso contrario fue el sitio PA70, ubicado en la Planicie Noreste, que por ubicarse en un
médano tenía características sedimentarias muy diferentes a la de los sitios de la ciudad. Para ese
caso, al ser los sedimentos arenosos, el procedimiento fue el siguiente, los mismos fueron
tamizados en seco en el sitio en mallas de un mm. La fracción resultante se guardó en bolsas
plásticas, en las que se registró todos los datos de procedencia de las muestras. Luego, en el
~ 85 ~
laboratorio se realizó una selección de estos materiales en seco. Esta técnica es la recomendada
para garantizar la conservación de los macrorestos, debido a que los mismos no sufren ningún
tipo de manipulación (Alonso Martínez et al. 2003). Por lo que, se decidió como la más
apropiada, debido a que era esperable la mala conservación de los posibles los restos a hallar.
Esto se supuso, por la ausencia de registro de restos botánicos en los antecedentes y porque en
este tipo de sitios los restos están expuestos a procesos postdepositacionales muy violentos.
Como la exposición variable a la superficie, que sufren los materiales al enterrarse y salir a la
superficie siguiendo los movimientos de la arena en los médanos.
Para evaluar la potencialidad del primer sitio intervenido, el sector Pilastra Noroeste del
predio Ruinas de San Francisco, se decidió en base al condicionante de la ausencia de registros
en los antecedentes, utilizar una muestra total. Es decir, aplicar las técnicas de rescate a la
totalidad del sedimento proveniente de la excavación. Los resultados de este método,
funcionaron como muestras-test a nivel macro en función del primer objetivo especifico
planteado en el plano metodológico. Es decir, era esta la mejor forma de evaluar la potencialidad
del sitio, ya que no presentaba ningún tipo sesgo probabilístico o personal. Para el sitio PA70 y
en función del mismo objetivo y el mismo condicionante se procedió a ejecutar un muestreo
similar.
~ 86 ~
un rescate arqueológico con tiempos condicionados. Para esto, se decidió combinar dos métodos
de muestreo, lo que se recomienda para aumentar el grado de fiabilidad representativa de las
muestras obtenidas (Martínez et al. 2003).
En el marco del rescate arqueológico en Plaza Huarpe, se utilizaron las dos técnicas
usadas en Alberdi e Ituzaingó (muestras concentradas y aisladas). Además la posibilidad de
realizar excavaciones sistemáticas permitió aplicar la recogida de muestras de un volumen
constante de sedimento. Para lo que, se obtuvo un volumen constante de 1.000 cm3 de sedimento
para cada estrato y cuadrícula. La imposibilidad de realizar el tamizado con agua en el sitio y
simultáneamente a la excavación, impidió, lo cual habría sido ideal, que tal muestreo fuera
usado como test exploratorio para intensificar o no la recogida de sedimento. Ya que, la
experimentación en algunos yacimientos demuestra que un volumen constante no refleja la
realidad de cada muestra, en cambio un test, permite actuar en cada una de ellas según sus
características (Alonso Martínez et al. 2003).
Una vez finalizado el proceso de rescate de los macrorestos botánicos, las muestras se
seleccionaron de la siguiente forma: se cernieron en tamices de un mm., para eliminar los
posibles restos de sedimento que se conserven entre los restos. Luego de esto, se separaron los
materiales a ojo desnudo en el laboratorio, con la ayuda de luces y lupas de mano. En San
Francisco-Crucero, Plaza Huarpe y Alberdi e Ituzaingó una fracción de cada muestra se analizó
~ 87 ~
también en lupa binocular con un aumento de 10x. Los materiales se separaron dependiendo de
su tamaño, por pinzas de tipo algodonera (los más grandes) o por pinceles o pequeñas cucharas
elaboradas con papel aluminio (los más pequeños). Los restos botánicos identificados se
separaron en grupos según similitudes morfológicas. Luego, se depositaron en recipientes
plásticos o bolsas plásticas de cierre tipo “zipplop”, con rótulos que registraban todos los datos
de procedencia de la muestra.
Identificación
Cuantificación
~ 88 ~
En este sentido, se decidió contabilizar los elementos presentes en la muestra con el
objetivo de apreciar su representatividad, en relación a la frecuencia con la que aparece en
diferentes contextos. Esto permitirá apreciar cantidades y frecuencias que resulten significativas
en contextos específicos; lo que, será posible parcialmente en este trabajo, pero servirá para ir
definiendo a futuro ciertas tendencias susceptibles de interpretaciones diversas.
~ 89 ~
~ 90 ~
MARCO TEÓRICO
Como parte de la propuesta de este trabajo, se plantea superar la forma en que el registro
arqueobotánico fue interpretado en la arqueología regional. Dichas interpretaciones surgieron en
el marco del enfoque Histórico Cultural y fueron continuadas por otros como el Procesual y
hasta el Ecológico Evolutivo. Para lo mismo, se recurre a algunos de los postulados que son
comunes a un grupo de perspectivas teóricas que surgieron como alternativas al enfoque
sistémico de la Nueva Arqueología y que suelen llamarse corrientes Postprocesuales (Hodder
1988, Patterson 1989).
~ 91 ~
Los arqueólogos Procesuales, entienden la cultura en términos utilitarios, como
adaptación, siendo esta el mecanismo por el cual los seres humanos se ajustan a su medio
natural. Por otro lado, ven a la historia, como la narración de una sucesión de eventos únicos que
fluyen unidireccionalmente a través de un envase llamado tiempo. Desde el Postprocesualismo,
en cambio, se manejan concepciones mucho más amplias tanto de la historia como de la cultura
(Patterson 1989).
15
En el sentido de Hodder (1988), los enfoques materialistas infieren los significados culturales a partir de las
relaciones entre la comunidad humana y su medio, las ideas de las personas en el pasado son predecibles a partir de
su economía, su tecnología y su producción social y material. Epistemológicamente, serían los mismos, que según
Criado (1999) intentaron implementar el proyecto “modernizador” adoptando el modelo empirista-positivista-
funcionalista.
~ 92 ~
histórico concreto de las cosas; por lo que se debe seguir a las cosas mismas, ya que sus
significados están inscriptos en sus formas, usos y trayectorias (Appadurai 1991).
~ 93 ~
En segundo lugar, los significados experimentan transformaciones a lo largo del espacio
y del tiempo, por lo que es más fácil conseguir una percepción adecuada de los significados
culturales por medio del análisis del contexto histórico inmediato (Hodder 1982, 1989). También
para el caso de las plantas, sus usos, roles y significados son dinámicos a través del tiempo y del
espacio. El asociar directamente los vegetales en el pasado a sus usos, roles o significados
actuales, es un error común en las investigaciones en arqueobotánica (Ruhl 1997). Por lo que se
cree, que para los contextos de análisis de este trabajo, se podrán ampliar las posibilidades
interpretativas, a través de la contextualización histórica en el siglo XVI de los datos obtenidos.
~ 94 ~
Troncoso (2001) adapta en esta discusión el concepto de ideología. Éste permite realizar
un entendimiento más completo del poder, por cuanto en los escritos de Foucault la presencia de
los sistemas de resistencia nunca fue explícita a pesar de quedar esbozada. Dicho concepto en
sentido amplio:
“se enfoca más bien a entender que toda idea, discurso y tecnología social desarrollada
por un sistema de saber-poder es en sí ideológica, en cuanto en ella se promueve la
reproducción de una cierta forma de ser y estar en el mundo, situación fenoménica que
puede en sí misma ser discutida desde los lineamientos que entrega en su amplitud el
sistema de saber-poder”. (Troncoso 2001:15)
Por otro lado, también se ha indicado que la ideología presenta un carácter bidimensional,
en cuanto, por un lado, tiene una realidad en lo ideacional de las sociedades, y por otro, una
realidad material que hace a la ideología ser simbólicamente eficaz. Eficacia de la depende el
discurso ideológico sea eficazmente comunicado, y así, sea entendido y aceptado por las
personas apropiadas. Aceptar que la ideología cuenta con una dimensión material, implica que
ésta podría percibirse en el registro arqueológico y dar acceso al sistema de saber poder que la
generó (Troncoso 2001:15).
~ 95 ~
Ahora bien, el hecho de que exista variabilidad en el registro arqueobotánico, en los
diferentes puntos arqueológicos analizados en esta tesis, introduce la posibilidad de razonar
dichos conceptos en términos espaciales. Esto, obliga primero, a referirse a como se analizará
dicha dimensión, para lo que se recurre al concepto de paisaje. Éste, será entendido “como
producto socio-cultural creado por la objetivación, sobre el medio y en términos espaciales, de
la acción social tanto de carácter material como imaginario” (Criado 1999:5). Por lo que, el
paisaje que cualquier grupo humano habita, más allá de ser una “entidad física ya dada, estática
y mera ecología, es también una construcción social imaginaria, en movimiento continuo y
enraizada en la cultura” (Criado 1991:5).
Entender de esta forma al espacio implica entenderlo como un elemento más dentro de la
materialidad del mundo construido por el ser humano. Como una construcción socio-cultural,
históricamente condicionada y que responde a una cierta lógica del sistema de saber-poder de
una época. Así, el paisaje se incluye dentro de las relaciones de poder que atraviesan y
constituyen las sociedades divididas o en proceso de división. Es, también, en la espacialidad del
paisaje, donde el poder se hace presente, no sólo como forma de creación y reproducción de la
realidad, sino también como lugar de luchas, conflictos y contradicciones (Troncoso 2001). En
este sentido, la variabilidad espacial del registro arqueobotánico, podría interpretarse en función
de variaciones en el paisaje entendido en los términos aquí expuestos.
~ 96 ~
control por parte del sistema de saber-poder de lo allí expresado, es lugar donde discursos
alternativos y otras formas de manipulación de los símbolos son posibles (Troncoso 2001). Así,
la variabilidad en el registro arqueobotánico, podría interpretarse en relación a discursos que
reproducen o resisten un sistema de saber poder.
~ 97 ~
~ 98 ~
V-RESULTADOS
~ 99 ~
~ 100 ~
RESULTADOS
El primer resultado del proceso de rescate, fue constatar la alta potencialidad en estos
sitios para los estudios arqueobotánicos, de afrontarse los mismos de forma sistemática. Lo que
se demuestra al constatar las buenas condiciones de conservación para carporrestos carbonizados
y en menor medida para los no carbonizados. Dato relevante debido a que, como se dijo, no
existían antecedentes de tales hallazgos para el Valle de Mendoza y la Planicie Noreste
(Chiavazza y Mafferra 2007).
En primer lugar, los datos expuestos serán útiles para discutir la problemática dada
durante el periodo prehispánico tardío, en lo referente a la práctica de la agricultura de productos
autóctonos en la región. Ya que, el sector es el señalado por los antecedentes como, lugar de los
asentamientos permanentes, el más densamente poblado y donde se realizaban las prácticas
agrícolas.
Ahora bien, ¿Qué registro arqueobotánico y arqueológico sería el esperable para probar
dicha propuesta? Como expectativa mínima, sería esperable el rescate de carporrestos de cultivos
~ 101 ~
americanos en contextos de descarte, (justamente como los analizados). Los que si bien, sólo
podrían ser prueba del consumo de estos productos; si se hallan en altas frecuencias y cantidades
y asociados a contextos donde se hayan registrado tecnologías relacionadas con su producción,
dicha actividad, podría constituirse en una primera prueba arqueológicamente documentada. Se
incluirán además en la discusión, los datos provenientes de otras líneas de evidencia analizados
en los antecedentes, como lo son los estudios isotópicos sobre huesos humanos, los que
constituyen un indicador clave para la definición de poblaciones con un modo de vida centrado
en el consumo de productos agrícolas.
Para este caso, el hallar restos de cultivos europeos en los contextos analizados, podría
probar el temprano ingreso y consumo de los mismos. Probar su producción ya requiere otras
evidencias además de las arqueobotánicas; las que, como en el caso prehispánico, son su
asociación a tecnologías relacionadas con estas, como herramientas e infraestructura hidráulica.
~ 102 ~
Cuidad de Mendoza
Ruinas de San Francisco-Pilastra Noroeste
La técnica de rescate utilizada en este punto arqueológico fue la del lavado de los
sedimentos extraídos, aplicada sobre el volumen total de los mismos. Lo que, significó el
tratamiento de 13.917.864 cm3 de sedimentos. En esta tesis expondremos los materiales
asociados al período indígena tardío y colonial temprano, contexto interpretado para este sector,
entre los 230 a los 430 cm. del nivel de la superficie. Lo que implica que los restos expuestos,
provienen de un volumen de 7.980.000 cm3 de sedimentos tratados, en los que se rescataron
6.592 carporrestos (ver tabla tres).
Entre los restos identificados en esta excavación (tabla cuatro y figura ocho y nueve) se
destacan los carporrestos de cultivos europeos, entre los que sobresalen notablemente los taxones
afines a Triticum sp. (trigo). También, se rescataron un gran número de endocarpos afines a Olea
sp. (olivo), granos afines a Hordeum sp. (cebada) y Secale sp. (centeno), semillas afines a Vitis
sp. (vid) y endocarpos afines a Prunus sp. (durazno). Además, se recuperan gran número de
cereales europeos que no pudieron diferenciarse a nivel de género por encontrarse rodados y
fragmentados, pero seguramente corresponden en su mayoría a Triticum sp. y en menor medida a
Hordeum sp., Avena sp. y Secale sp. Entre las especies autóctonas silvestres, se rescata una sola
semilla afín a Prosopis sp. (algarrobo), un endocarpo afín a Geoffroea sp. (chañar). También se
rescatan carporrestos que no pudieron identificarse, estos se encontraban en su mayoría rodados
y fragmentados.
~ 103 ~
Taxón Tipo de resto carbonizado normal Total
Género Ent. Frag. Ent. Frag.
Avena sp.(avena) Granos 22 - - - 22
Hordeum sp. Granos 36 - - - 36
(cebada)
Olea sp. (olivo) Endocarpo 4 - 43 8 55
Prunus sp. Endocarpo 1 1 - 3 5
(durazno)
Secale sp. Granos 12 - - - 12
(centeno)
Triticum sp. (trigo) Granos 5.561 41 - - 5.602
cereal europeo Granos 627 23 - - 650
indiferenciado
Vitis sp. (vid) Semilla 17 - 1 - 18
~ 104 ~
Figura 8. Gráfico de la cantidad de restos identificados en Pilastra Noroeste
~ 105 ~
Triticum sp. Avena sp.
~ 106 ~
El registro obtenido en el sector Pilastra Noroeste, se ha propuesto como un contexto de
descarte aledaño a otro interpretado como una estructura habitacional ubicada a tres metros de
distancia, llamada sector Crucero. Éste, se interpretó como el piso de una habitación que habría
existido previamente a los templos del siglo XVII y XVIII; con una datación, que ubica al
contexto en el siglo XVI. En éste, el material arqueológico no abunda, lo que parece ser lógico
con su uso como piso de habitación, ya que éstos suelen mantenerse libres de desperdicios
(Chiavazza y Prieto Olavarría 2001, Chiavazza 2009:69). Como no se rescataron carporrestos
entre los sedimentos lavados y al constatar la gran presencia de éstos en Pilastra Noroeste, se
decidió revisar las muestras de carbón a fin de constatar la ausencia o presencia de carporrestos
entre estas. Las mismas fueron observadas en lupa binocular de 10x de aumento. Entre el carbón
se descubrieron unos pocos restos de granos afines a Triticum sp., lo que también llevaría a
relacionar este contexto desde el registro arqueobotánico con el de Pilastra Noroeste.
Alberdi e Ituzaingó
Cereal No Granos 13 43 - - 56
Identificado
Hordeum sp. Granos 10 - - - 10
(cebada)
No identificado Semilla 6 58 - - 64
Secale sp. Granos 22 - - - 22
(centeno)
Triticum sp. (trigo) Granos 296 47 - - 343
Vitis sp. (vid) Semilla 1 - - - 1
Total parcial 356 148 - -
Total 504 - 504
Tabla 6. Restos identificados Alberdi e Ituzaingó.
~ 108 ~
Figura 10. Gráfico de la cantidad de restos identificados en Alberdi e Ituzaingó.
Plaza Huarpe
~ 109 ~
Superficie Volumen Total Volumen de Cantidad de Promedio en relación
excavada excavado sedimentos tratados Carporrestos a los sedimentos
rescatados tratados.
Entre los restos identificados, nuevamente se destacan los cultivos europeos (ver tabla
ocho y figura 11), esta vez los más frecuentes son los afines a Prunus sp. Seguido por los de
Triticum sp., Vitis sp., Olea sp. y Hordeum sp. Todos ellos aparecen carbonizados, salvo Vitis sp.
la que se rescata tanto carbonizada como sin carbonizar. Entre las especies silvestres, se registran
semillas de Prosopis sp. y endocarpos de Geoffroea sp. carbonizadas.
~ 110 ~
Figura 11. Gráfico de la cantidad de restos identificados en Plaza Huarpe.
~ 111 ~
Planicie Noreste
PA70-Arroyo Tulumaya.
Se identificaron varios taxones (ver tabla 10 y figura 13), entre los carbonizados
sobresale la especie silvestre Prosopis sp., de la cual se rescataron restos de semillas, endocarpos
y vainas. También se registra Geoffroea sp. del cual se rescatan restos de endocarpos. Varios
carporrestos no pudieron identificarse, por encontrarse rodados y fragmentados, es posible que
estos sean en su mayoría pequeños fragmentos de carporrestos de Prosopis sp. (ver figura 12).
~ 113 ~
Endocarpos de Prosopis sp . Semillas de Prosopis sp.
~ 114 ~
Relación entre los resultados de los puntos arqueológicos analizados.
~ 115 ~
Cantidad de 6.592 505 111 3.106 10.314
Carporrestos
rescatados
~ 116 ~
Figura 14. Gráfico de cantidades generales en los puntos arqueológicos de la ciudad de Mendoza (Ruinas
de Sanfrancisco- Pilastra Noroeste, Alberdi e Ituzaingó y Plaza Huarpe).
En la Planicie Noreste se analizó un solo punto arqueológico, los resultados pueden verse
en la figura 13. En éste sobresalen los carporrestos afines a la especie silvestre Prosopis sp. de la
cual se rescataron restos de todas las partes de su fruto, con fracturas que parecen indicar que fue
procesado allí mismo. Se registra también en bajas cantidades restos afines a Geoffroea sp.
Como puede verse, no se rescataron cultivos americanos. Dicha ausencia es un dato muy
importante si lo comparamos con la cantidad de sedimento tratado: 8.078.932 cm.3, en cuatro
puntos arqueológicos, en los que las condiciones de conservación para restos botánicos se ven
confirmadas por el hallazgo de 10.314 carporrestos; de cultivos europeos y especies silvestres
autóctonas, tanto carbonizadas como no carbonizadas. Por lo que, se considera a esta ausencia
como un dato significativo para la discusión, en función de la cantidad de sedimento tratado y de
las expectativas de las hipótesis clásicas para los puntos arqueológicos y contextos analizados.
~ 117 ~
~ 118 ~
VI-DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
~ 119 ~
~ 120 ~
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
A partir del análisis crítico de los antecedentes arqueobotánicos del Norte de Mendoza se
elaboró una propuesta basada en la aplicación de metodologías específicas de rescate y análisis
de restos botánicos. Ésta, se centró en sectores en donde no se conocían evidencias, pero que son
relevantes para la discusión del tema. Se planteo, además, la redefinición del marco teórico desde
donde se interpreta la información.
Los resultados de nuestra propuesta, contribuirán a la discusión del rol que tuvieron los
productos vegetales para las sociedades humanas pasadas. Ésta, se aplicó al estudio de contextos
correspondientes al periodo prehispánico tardío y colonial temprano. Lo que permite discutir, en
relación al tema de estudio, una situación de base para las sociedades indígenas prehispánicas y
otra dada para la interacción de estás con los europeos conquistadores.
Existen también planteos alternativos que cuestionan la base empírica que ha sostenido la
existencia de este periodo agrícola, y se propone que, más bien, el registro demuestra una
continuidad en la práctica de la caza y la recolección, con la incorporación de vegetales
cultivados obtenidos a través del intercambio (Chiavazza 1999, 2001, 2007; Chiavazza y
Mafferra 2007 y para el sur de Mendoza Gil 1998-1999). En base a estos últimos, se analizaron
exhaustivamente los antecedentes utilizados para discutir el tema, concluyendo que no existe
evidencia sólida para plantear la existencia un sistema económico centrado en la agricultura
hacia el periodo prehispánico tardío, ya que en ningún caso los restos de cultivos hallados se
encuentran asociados a evidencias que prueben su producción en el Norte de Mendoza.
~ 121 ~
El desarrollo de la propuesta planteada en esta tesis, permite contar con una importante
cantidad de nuevos datos para discutir el alcance de estas hipótesis. Dichos datos, tienen las
siguientes características: fueron recuperados sistemáticamente, corresponden a puntos
arqueológicos del llano normendocino, lugar donde hay disponibilidad de agua (a partir de la
realización de obras hidráulicas) y suelos para las prácticas agrícolas: y donde,
demográficamente, se concentraban los grupos indígenas en el período prehispánico tardío. Por
esto, dichos sitios son señalados en los antecedentes, como los de las ocupaciones permanentes,
donde los planteos clásicos suponían, se realizaban entre otras actividades la agrícola.
Por esto, se concluye que hasta el momento, no existen evidencias para probar la
producción agrícola en el valle de Mendoza y la Planicie Noreste en el período prehispánico
tardío. Igualmente, no se piensa que este sea un tema cerrado, sino que solo la continuidad en las
investigaciones, la incorporación de nuevas líneas de evidencia y su discusión, pueden llegar a
arrojar datos para la resolución del mismo. El tema se reconoce complejo y las respuestas pueden
llegar a presentar heterogeneidad de situaciones tanto a nivel espacial como temporal. El
desarrollo de estudios arqueobotánicos en el valle de Uco y los valles cordilleranos, podría
proveer de datos que contribuirían en gran forma en esta discusión. Así también, para el Norte de
Mendoza, será tema pendiente de esta tesis la definición de los indicadores arqueológicos para
discutir hipótesis de visibilidad difusa, como una producción a pequeña escala (Canal Frau
~ 122 ~
1946), temporalmente inconstante (Chiavazza 2001); o si ésta podría estar siendo destinada a
otros usos, más allá de la subsistencia, como el tributo en cultivos al inca (Bárcena 2002).
Ahora bien, si se afirma una continuidad en la recolección, ¿qué se puede decir sobre ésta
a partir del registro obtenido? Consecuentemente con lo visto en los antecedentes, el rescate de
algarrobo (Prosopis sp.) y chañar (Geoffroea sp.), frecuentes en los puntos arqueológicos del
Valle de Mendoza en baja cantidad: y en gran número en la Planicie Noreste, dan cuenta del uso
de estos vegetales. Especialmente para algarrobo, la gran cantidad de restos de este vegetal
rescatados en PA70, podría indicar su recolección intensiva en el área. La forma en que se
encuentran los carporrestos de este taxón en este sitio, en cuanto a los tipos de restos presentes y
las fracturas en estos, son muestra de un posible procesamiento (molienda) de este fruto (en base
a Llano et al. 2009). Actividad que, al parecer, era realizada en el mismo sitio, donde además se
han rescatado restos de artefactos de molienda (Castillo et al. 2007, Chiavazza 2009 ep.). La
existencia de grupos especializados en la recolección de la algarroba en el área, está también
documentada históricamente (Parissii 1995, Chiavazza 2009 ep.).
~ 123 ~
registran tecnologías asociadas a la agricultura, por lo que, se desestima también para la zona en
primer lugar el consumo y aún más, la producción de los mismos para el momento temprano.
En primer lugar, la rápida introducción de los cultivos europeos, puede explicarse por
razones netamente subsistenciales, ya que la provisión de alimentos en los primeros momentos
de existencia de las ciudades fundadas por los españoles no estaba nunca asegurada, y muchas
fundaciones fracasaron por este motivo (Chiavazza y Prieto 2007). Así, la introducción de
cultivos puede haberse constituido en una estrategia para amortiguar el riesgo16, supuesto por la
instalación de asentamientos estables, en ambientes inhóspitos y desconocidos, casi en su
totalidad, para los europeos conquistadores.
Por otro lado, siendo el trigo (Triticum sp.) el taxón más representado en los puntos
arqueológicos del Valle de Mendoza, aun considerando su gran valor como alimento, hay que
16
Si bien, este concepto proviene de un marco teórico distinto, se cree que es útil para analizar dicho fenómeno. El
concepto de riesgo fue usado también de la misma forma, para explicar el ingreso de los cultivos en el sur
mendocino alrededor del 2000 AP. Dicha introducción es vista como un momento en un proceso de largo plazo, que
las poblaciones del sur mendocino desarrollaron para poder vivir en una región semiárida, con un alto nivel de
incertidumbre, debido a la variabilidad ambiental (Gil 1997-1998).
~ 124 ~
resaltar el sentido simbólico que tenía éste dentro de la cosmovisión de la sociedad europea que
lo introdujo. El pan, hecho con este vegetal es indispensable en la práctica del rito católico,
como lo son también el vino, y el oleo santo. Derivados estos últimos, de la vid (Vitis sp.) y el
olivo (Olea sp.), de los cuales también se rescataron restos en los sitios del Valle de Mendoza
(Chiavazza y Mafferra 2007). La importancia simbólica de estos cultivos en las recién fundadas
ciudades españolas en América se puede ver, en documentos históricos donde se hace mención a
su carencia, resaltando que no se dispone para el ritual, dentro del discurso de las malas
condiciones para el cultivo de estos vegetales, en ciudades como Santa Cruz de la Sierra “la
Vieja” en Bolivia (Chiavazza y Prieto 2007).
De esta forma, pueden interpretarse por lo menos, tres significados, para los vegetales
introducidos durante el proceso de conquista. No se pretende asociar estos significados a
pensamientos conscientes de las personas en el pasado, sino a conceptos públicos y sociales,
reproducidos en la práctica de la vida cotidiana (Hodder 1989:139). Por lo que, estos
significados, se asocian a roles que tuvieron los vegetales para la sociedad colonial en su proceso
de formación. Cada uno de ellos, debe haber alentado el rápido ingreso de estos productos y
acelerado los intentos de su implantación. Entre los roles, se pueden distinguir:
-En primer lugar, un rol básico asociado a la subsistencia, donde estos son entendidos
como alimentos.
-En segundo lugar, son también pensados y usados como objetos de pago. Por lo que son
razonados, como un bien en sí mismo. Lo que cobra importancia, ya que es en este proceso
histórico donde se inicia la integración del territorio a la incipiente economía capitalista mundial.
Lo que socialmente implica, que la obtención y acumulación de riquezas, es vista como un valor
social intrínseco (Bekerman 1983:189). Por lo que, para la sociedad mendocina del siglo XVI, la
capacidad de producción y acopio de cultivos, se constituirá en una forma de lograr riquezas, y
así lograr prestigio social y posiciones políticas; y, de la misma forma, perpetuarlas (Prieto 1998-
1998:117 y 119).
-En tercer lugar, los derivados de los cultivos (especialmente de trigo, olivo y vid) tienen
un rol simbólico, asociado a la utilización ritual de estos vegetales en la práctica del rito católico.
Dicho uso cobra importancia ya que esta religión, justificaba histórica y jurídicamente la
~ 125 ~
conquista española del territorio americano, por lo que este rol es, como sus fines, también
político.
Dichos roles asocian los cultivos europeos con estructuras económicas, sociales, políticas
y religiosas, lo que dentro del marco teórico planteado, es asociarlos a un sistema de saber-
poder, entendiéndolo como rasgo estructural del sistema social (Tilley 1994). En este caso, en el
marco de proceso de conquista y colonización de América, puede verse el sistema de saber-poder
occidental, imponiéndose sobre otro originario. Dentro de este, todo discurso y tecnología social
desarrollada por dicho sistema, es entendida como ideológica, en cuanto en ella se promueve la
reproducción de una cierta forma de ser y estar en el mundo (Troncoso 2001). La religión
católica y el capitalismo son razonados en este sentido; como discursos a través de los cuales se
impone y reproduce el sistema de saber-poder occidental. Entender al capitalismo y catolicismo
como discursos de carácter ideológico, permite poder percibir en ellos una dimensión material, la
cual los hace ser simbólicamente eficaces. Dentro de este plano, es donde podrían ubicarse los
cultivos europeos para la sociedad mendocina en formación, ya que éstos funcionarían
socialmente, como herramientas simbólicas para que los discurso sean correctamente
comunicados.
Entender los roles asignados a los cultivos de esta forma, hace suponer que imponerlos
como producto básico de subsistencia, allanó el camino para que estos sean entendidos
simbólicamente en la práctica del rito católico. Ya que las cosas extraen, parcialmente, sus
significados simbólicos de los significados pragmáticos, ya que no son en modo alguno, meros
sistemas estructurados de símbolos abstractos (Hodder 1989:137).
Dentro del rito católico, los derivados de los cultivos, son entonces herramientas
funcionando para que la imposición de la religión sea eficaz. Como, sobre la base de la
imposición de los valores religiosos, sobreviene la imposición política, el rol religioso y el
político se interrelacionan. Por otro lado, al considerarse los cultivos como objetos de pago, son
también desde ese punto vista, una expresión material cuya asociación simbólica, hace posible el
funcionamiento de otro discurso ideológico con implicancias económicas y sociales dentro del
esquema de valores del sistema de saber-poder occidental: el incipiente capitalismo.
~ 126 ~
Entender la materialidad de esta forma permite, asociar ciertos elementos del registro
arqueobotánico, a un sistema de saber-poder. Como pudo verse, existen múltiples perspectivas
para entender a los cultivos europeos asociados al sistema de saber-poder occidental, en su
proceso de imposición sobre las poblaciones locales. Desde este punto de vista, viendo a los
restos de los cultivos europeos como indicadores de tales asociaciones, podrían proyectarse
espacialmente estas perspectivas. Ya que es en la espacialidad del paisaje, donde el poder actúa
creando o reproduciendo la realidad y donde se dan las luchas, conflictos y contradicciones. Así
en el paisaje, podrán delimitarse campos de discurso17 donde se reproduce el sistema de saber
poder dominante, y donde existe espacio para la resistencia de las poblaciones locales (Troncoso
2001).
17
En el sentido de Barret (1987-1988 en Troncoso 2001:6).
18
En el sentido de Bourdieu (1977 en Troncoso 2001:6).
19
Chiavazza y Prieto (2008 ep.) han propuesto un enfoque similar para el análisis de ocupaciones en el río
Desaguadero.
~ 127 ~
Ahora bien, ¿es posible hacer este tipo de interpretaciones desde el registro
arqueobotánico? Si bien, se cree importante tratar de definir este tipo de indicadores dentro del
registro, sobre todo para momentos tempranos como los tratados, donde las evidencias más
visibles de esta clase de asociaciones, como lo son la arquitectura urbana y monumental, aun no
se registran. Se reconoce a la vez, que obviamente es imposible responder a tales preguntas
únicamente desde el registro arqueobotánico, sino que necesariamente el problema debe
entenderse a nivel contextual. A la vez, se cree que abordar el registro arqueobotánico dentro de
un marco general como el propuesto, donde además puedan integrarse otras evidencias
arqueológicas e históricas puede resultar una forma fructífera de entender procesos sociales que
son esencialmente siempre complejos. En este sentido, se cree útil entender el registro desde las
perspectivas planteadas, las que deberán ser profundizadas por nuevos trabajos a fin de
confirmar, matizar o rechazar las propuestas planteadas en esta discusión.
De esta forma, esta tesis abordó una propuesta para analizar un registro poco estudiado en
la arqueología regional. Se espera, desde este primer trabajo sistemático, haber aportado al
conocimiento sobre el tema. En el sentido de que éste presente una variedad de alternativas
analíticas y metodológicas útiles para continuar los estudios sobre la temática. A fin de fomentar
la discusión de los temas tratados, ya que las respuestas dadas a los problemas vistos en esta tesis
no son más que un pequeño esbozo, del potencial de este tipo de estudios para producir
conocimientos sobre el pasado.
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