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UNIVERSIDAD NACIONAL DE CUYO

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS


SEMINARIO DE LICENCIATURA EN HISTORIA CON ORIENTACIÓN EN ARQUEOLOGÍA

Arqueobotánica del Norte de Mendoza


Interpretaciones sobre el rol de los vegetales en la interacción indígena-hispana durante el siglo XVI.

Alumno: Luis Mafferra


Reg. nº 15.267
Dirigido por el Dr. Horacio Chiavazza
Mendoza, 29 de septiembre de 2009

~1~
~2~
ÍNDICE
Pp.
Agradecimientos…………………………………………………………………………….… 5

I-Introducción………………………………………………………………………….…..…. 9

II-Antecedentes………………………………………………………………………….…..... 13

Marco general en América y Argentina…………………………………………..……15


Secuencias culturales para la región y la relación entre las sociedades humanas
y las plantas.………………………………………………………….....………...........19
Registro arqueobotánico del Norte de Mendoza…………………………………........ 23
Pie de Monte, sitios:
Agrelo Patronato y Arboleda Norte…………………………….....…... 27
Ciudad de Mendoza………………………………………..………...... 27
Agua Amarga………………………………………………..……...…. 28
Precordillera, sitios:
Jagüel III……………………………………………………..……....... 29
Jagüel II…………………………………………………………………31
Agua de la Tinaja…………………………………………………….....32
Cueva del Toro…………………………………………………….…...34
El Jagüelito…………………………………………………………......36
Agua de la Cueva sector norte…………………………………..………37
Valles cordilleranos
Tambos de Tambillos y Ranchillos……………………………………..38
Registros documentales usados en la discusión de la temática…..….....41
Propuestas alternativas a las secuencias culturales..………………….…45
Otras líneas de evidencia para la discusión del tema…………………………………...47

III-Problemática ……………………………………………………….....................................51

IV-Propuesta………………………………………………………...........................................61
Descripción puntos arqueológicos analizados………………………………………….63

~3~
Pp.
Piedemonte-Valle de Mendoza………………………………………………..... 64
Ruinas de San Francisco…………………………………………………71
Alberdi e Ituzaingó……………………………………………………… 72
Plaza Huarpe...……………………………………………………….…..73
Planicie Noreste…………………………...……………………………………..74
PA70…………………………………………………………………….. 79

Metodología……………………………………………………………………………...83
Técnicas de rescate usadas……………………………………………………….83
Técnicas de muestreo……………………………………………………….……86
Selección y conservación de muestras…………………………………………...87
Identificación…………………………………………………………………… 88
Cuantificación……………………………………………………………………87
Marco teórico....………………………………………………………………………….91

V-Resultados……………………………………………………………………….…………....99
Piedemonte-Valle de Mendoza
Ruinas de San Francisco…………………………………………………103
Alberdi e Ituzaingó…………………………………………….…...….…107
Plaza Huarpe……………………………………………………………..109
Planicie Noreste
PA70………………………………………………………………...…... 112
Relación entre los resultados de los puntos arqueológicos analizados ...…………..……115

VI-Conclusiones y discusión…………………………………………………………….………119

VII-Bibliografía………………………………………………………………………….....……129

~4~
Agradecimientos

Esta tesis es fruto del trabajo conjunto de muchas personas que son alumnos,
profesionales u obreros del Centro de Investigaciones Ruinas de San Francisco. Sería injusto no
nombrarlas a todas: Vanina Tobar, Karina Castañar, Valeria Zorrilla, Carlos Frías, Jorge
Anzorena, Cristina Prieto Olavarría, Lorena Puebla, Marcos Quiroga, Manuel López, Leonardo
Castillo, Horacio Chiavazza, Emiliano Araujo, Daniela Mansegosa, Vanesa García, Fernando
Hernández, Florencia Puebla, Alberto Acosta y Antonio Moreno. Todas ellas, contribuyeron en
el proceso de elaboración de esta tesis, desde los épicos trabajos de campo, hasta la continua
discusión de las ideas expuestas; sin su apoyo y entusiasmo esta tesis no existiría. Especialmente
querría agradecer a Horacio Chiavazza por su esmerada dirección; a Sebastián Silvestri por su
labor en el análisis y en la gestación del proyecto; a Leonardo Castillo por su colaboración
continua; a Fernando Hernández por la elaboración de la cartografía. A todos, por su amistad y
por compartir conmigo diariamente el amor por nuestro oficio.

Debo agradecer además, a mis compañeras/os de carrera: Susana Lázzaro, Virginia


García Gallardo, Pedro Soriano, Melisa Ardizana y Alejandra Gasco, por el apoyo académico-
afectivo que nunca dejaron de ofrecerme y que nos hace grandes amigos.

A mi familia, que aceptó la (para ellos) extraña y pintoresca idea de tener un hijo
arqueólogo, dando con esfuerzo, el sustento afectivo y material necesario para que logre concluir
mis estudios.

Especialmente, a mis padres: María Ester y Elio, que ya quieren nietos, por el momento
solo puedo consentirlos dedicándoles esta tesis. Ellos, son los verdaderos artífices detrás de ésta
y de todos mis logros.

Deseo también dedicar este trabajo, a la memoria de Humberto Lagiglia y Juan


Schobinger por su ejemplar amor a la arqueología.

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~6~
“…las semillas son invisibles; duermen en el secreto de la tierra, hasta que un buen día…tienen
la fantasía de despertarse...”
Antoine de Saint-Exupéry.

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~8~
I-INTRODUCCIÓN

El presente trabajo pretende abordar la temática referida al rol que tuvieron los recursos
vegetales para las sociedades humanas pasadas. El interés se centra, en el lapso en el que se
dieron las primeras interacciones entre las sociedades indígenas e hispanas iniciado a mediados
del siglo XVI, en el norte de la provincia de Mendoza.

La temática se abordará desde la arqueobotánica, metodología utilizada para el rescate y


análisis de restos botánicos en sitios arqueológicos (Buxó 1997, Pearsall 1989), más
precisamente a partir del rescate y análisis de carporrestos recuperados en sitios del valle de
Mendoza y la Planicie Noreste.

Teóricamente, este trabajo se centra en algunos postulados de la arqueología


Postprocesual (Hodder 1988, Patterson 1989). Por lo que, se entenderá al registro arqueobotánico
como social, política y simbólicamente significativo (Ruhl 1997), en el marco de las perspectivas
del poder (Criado 1993, Tilley 1990, Troncoso 2001).

En primer lugar, se realiza un estudio crítico de los antecedentes. En éste, se describe el


registro arqueobotánico, los datos documentales y las interpretaciones clásicas y alternativas
referentes al rol de los recursos vegetales para las sociedades humanas en el norte de Mendoza.

Luego, se define la problemática asociada al tratamiento del tema, se distinguen tres


problemas que afectan su discusión: primero, desde lo espacial, existe un sesgo en la diversidad
regional de las muestras arqueobotánicas. Segundo, desde lo interpretativo, se cuestiona la forma
en la que se utilizaron los datos para construir el conocimiento sobre el rol de los vegetales
(silvestres o cultivados) como recursos, y esbozar interpretaciones del pasado regional. Tercero,
desde lo metodológico, no se registra la aplicación de técnicas específicas de rescate de material
botánico, en excavaciones arqueológicas.

A partir de estos tres problemas, y en el intento de aportar información que contribuya a


superarlos, se plantea una propuesta enfocada desde tres perspectivas que pretenden: desde lo
espacial, dirigir las investigaciones a sectores que se considera podrían aportar datos relevantes a
la discusión. Desde lo teórico, se trata de superar la forma en la que tradicionalmente se usó el

~9~
registro arqueobotánico en las interpretaciones sobre la temática abordada en este trabajo, y
avanzar a la vez sobre las mismas entendiendo al registro arqueobotánico, como parte integrante
de la cultura material y por lo tanto como socialmente significativo. Por otro lado, desde lo
metodológico, se aplican técnicas de rescate y análisis de restos arqueobotánicos, que posibilitan
ampliar la base empírica para el estudio del tema.

En función del estudio de los antecedentes y los resultados obtenidos, finalmente, se


discute el alcance de las hipótesis vigentes referentes a la relación de las sociedades pasadas con
las plantas en los espacios y momentos que se describen a continuación.

El tema, se analiza en el área definida como Norte de Mendoza, la que forma parte de la
subárea arqueológica del Centro Oeste Argentino (González y Pérez 1966, Lagiglia 1968). Ésta,
se corresponde con los de los actuales límites políticos de dicha provincia, al norte del río
Diamante. Es decir, la zona comprendida entre los ríos Jachal-Zanjón al Norte, Desaguadero al
Este, Diamante y Atuel al Sur y la cordillera de los Andes al Oeste.

Si bien, en el Norte de Mendoza existen diferentes ambientes (Cordillera, Precordillera,


Valles Cordilleranos, Piedemonte y Planicie Noreste), hay consenso de que los mismos no
constituyeron espacios cerrados para los grupos humanos en el pasado, ya que estos
aprovecharon simultáneamente, en mayor o menor medida, los recursos disponibles en ellos
(Chiavazza 2001, Durán y García 1989, Prieto 1997-1998). Por esta razón, dicha área se
selecciona para su análisis, ya que se estima que allí el estudio de la temática puede presentar
características comunes. En ésta zona, se analizan los antecedentes, a partir de los cuales, se
define un problema, que entre otras cosas es asociado a la distribución espacial de las muestras
arqueobotánicas en el área, en base a esto, se delimitan los espacios concretos en los que se
enfocará nuestro estudio: Valle de Mendoza y Planicie Noreste.

Temporalmente el trabajo se centrará en el período definido como de contacto o de


primeras interacciones entre las poblaciones indígenas e hispanas; éstas se dieron en el área de
estudio durante el siglo XVI. Dicho período ha sido definido como prehispánico tardío y colonial
temprano (Chiavazza 2005 a). Dentro de éste, se trata de definir una situación de base para las
sociedades indígenas dada durante la primera mitad del siglo XVI, y luego otra dada para el

~ 10 ~
momento de interacción entre las sociedades locales y los europeos dada en la segunda mitad del
siglo XVI.

En este sentido, se pretende discutir el alcance de las hipótesis postuladas en los


antecedentes sobre el rol de los productos vegetales en las sociedades pasadas para ambos
periodos. En primer lugar, para el período indígena, se discute el alcance de las hipótesis clásicas
que plantean un periodo agrícola regional que iniciaría en el 2000 AP. y se continuaría hasta la
conquista española (Bárcena 1982, Canal Frau 1946, Cahiza 2003, Duran y García 1989, García
1992, Lagiglia 1968, Schobinger 1975); en relación a hipótesis alternativas que plantean una
continuidad en la recolección de especies silvestres y la incorporación de especies cultivadas por
medio del intercambio (Chiavazza 1999, 2001, 2007; Chiavazza y Mafferra 2007 y para el sur de
Mendoza Gil 1998-1999). En segundo lugar, para los primeros momentos del periodo colonial,
se discuten las hipótesis que plantean una temprana introducción de los productos agrícolas
europeos y un rápido desarrollo de sus cultivos (desde la historia Báez 1948, Coria 1988, Prieto
1997-1998 y desde la evidencia arqueológica Chiavazza y Mafferra 2007), en el marco de la
relaciones de poder dadas en la conquista y colonización española de la región.
.

~ 11 ~
~ 12 ~
II-ANTECEDENTES

~ 13 ~
~ 14 ~
ANTECEDENTES

Se presentará toda la información arqueológica disponible referida al rol de los recursos


vegetales para las poblaciones pre y post hispánicas en el área Norte de la provincia de Mendoza.
Primero, se hará referencia de forma general a la situación planteada para la discusión del tema
en América y Argentina; y como ésta influyó en la forma de razonar la arqueología regional a
través de la definición de secuencias cronológico-culturales. Luego, se analiza el registro
arqueobotánico en los antecedentes del Norte de Mendoza, los registros documentales que
contribuyeron a la discusión del tema, las hipótesis alternativas planteadas y las nuevas líneas de
investigación que suman evidencias a la discusión. Finalmente, se discute la problemática
asociada a la información reunida en referencia al tema de interés.

Marco general en América y Argentina

En la discusión de la relación entre las sociedades humanas y las plantas, para los tiempos
prehistóricos, uno de los puntos centrales, se asocia a la forma en que estas eran obtenidas, es
decir, la recolección o producción.

Los estudios teóricos sobre este tema, desde los trabajos clásicos de Gordon Childe
(1965), hasta otros más recientes como los de David Harris (1996), se han abocado
principalmente a las causas y formas del paso de una a otra forma económica; y desde lo
arqueológico el interés, tradicionalmente, estuvo dirigido sobre todo a revelar la antigüedad de
tal proceso y ordenar estadios donde recolección o agricultura habrían sido primarias en la
subsistencia de las poblaciones humanas.

En América se han propuesto varias etapas donde las formas económicas extractivas
habrían primado en la subsistencia humana. Éstas, habrían comenzado desde el ingreso del
hombre al continente, periodo que suele denominarse “paleoindio”1 donde las poblaciones
habrían explotado los ecosistemas con fauna hoy extinta (Aschero 2000). Dicho periodo se
habría dado alrededor de 12000 años AP. y se continuaría aproximadamente hasta el 7000 AP.
Se propone, que en ese momento, a partir de la extinción de la megafauna, los grupos humanos

1
Término acuñado en América del norte por Krieger (1964 en Miotti 1994:37) relacionado con las etapas finales
del Paleolítico Superior en Eurasia.

~ 15 ~
debieron desarrollar nuevas estrategias para obtener recursos, dando inicio a un nuevo periodo
llamado “arcaico” (Núñez 1989 en Lagiglia 2001:46). En este proceso, amplios territorios son
conocidos y las poblaciones humanas van adaptando su tecnología a diferentes ambientes,
especializándose en ellos a través de mejoras en las técnicas de obtención, procesamiento y
acopio de los recursos disponibles. Se propone que dicho proceso habría generado cambios
demográficos, y en éste las sociedades habrían tendido a complejizar su organización social. En
el marco de estos cambios, al final del periodo “arcaico”, se habría dado una etapa crítica donde
las poblaciones cazadoras recolectoras habrían dado lentamente el paso a la agricultura inicial o
incipiente (Albeck 2000, Lagiglia 2001).

En América del Sur, se proponen dos grandes áreas donde se habría dado la
domesticación vegetal: la andina y la de tierras bajas. En éstas, se desarrollaron tecnologías
agrícolas distintivas y diferentes vegetales cultivados, hubo además entre ellas intercambios de
especies que lograron a incorporarse en nuevos ambientes (Albeck 2000). Los vegetales
domesticados en el área andina son la papa, el poroto y la quínoa entre otros; y en las tierras
bajas: el zapallo, el ají y el maní. Pero, siendo el maíz uno de los vegetales de mayor distribución
en América, aún plantea discusión su lugar de domesticación. En lo que hoy es la República
Argentina, se propone, que estuvieron representados los dos sistemas: el andino en el Noroeste,
Cuyo y Sierras Centrales. Y el de tierras bajas, en el Litoral, selvas y chaco (Albeck 2000).

En Argentina, el Noroeste parece ser el lugar donde los primeros agricultores tuvieron su
desarrollo más temprano. Precisamente el cultivo2 más antiguo hallado en el país3, es la calabaza,
de la cual se rescataron fragmentos de su cáscara, en el sitio Inca Cueva, ubicado en la Quebrada
homónima de la provincia de Jujuy. La datación del componente reveló una antigüedad de
4080±80 y 4030±80 años AP. (Aschero y Yacobaccio 1994:117 en Lagiglia 2001:152). Se
propone que este vegetal habría sido usado como recipiente y que por las condiciones climáticas
del lugar, el cultivo debe de haber procedido de zonas más bajas y cálidas (Albeck 2000).
Además se rescataron en el sitio, restos de varias especies silvestres (Lagiglia 2001).

2
Si bien es común encontrar en los antecedentes arqueológicos, el término “cultígeno”, éste es sólo aplicable a los
vegetales domesticados cuyo antecedente silvestre no se conoce (como el maíz, por ejemplo), por lo que, se cree
conveniente usar el término cultivos, que refiere a vegetales domesticados en general.
3
Existe, para nuestra zona de estudios, el fechado de un contexto con cultivos en Agua de la Tinaja I de 4510±130
AP. (Bárcena et al. 1985:354) pero este no es considerado confiable por algunos autores (ver García 1992:12) u
omitido por otros al tratar la temática (Lagiglia 2001). Este contexto será descripto más adelante.

~ 16 ~
En la cueva Huachichocana, ubicada en la quebrada de Purmamarca en Jujuy, se hallaron
los cultivos: ají (Capsicum baccatum o C. chacoensis)4, poroto (Phaseolus vulgaris), papa
(Solanum tuberosum) y maíz (Zea mays), además de diversas especies silvestres. Si bien en un
primer momento se asociaron a un componente de gran antigüedad (5500-4500 años AP.)
nuevos fechados lo ubican entre el 2500-2300 años AP. (Albeck 2000:194).

En las zonas vecinas al área de estudios abordada, también se han registrado cultivos
asociados a contextos con fechados tempranos. Para los valles preandinos de la provincia de San
Juan se descubrieron un grupo de sitios cuyos contextos fueron definidos como “la cultura de
Ansilta” (Gambier 1977). En ellos, se hallaron además de restos de plantas silvestres, restos de
maíz (Zea mays L. var. indurata Bailey y var. amylacea Parodi), quínoa (Chenopodium quinoa
Willd var. quinoa y var. melanospermum Hunziker), porotos (Phaseolus vulgaris Linn. var.
sphaericus Alef., var. gonospermus Alef, var.subcompresus Alef y var. ellipticus Alef ), zapallo
(Cucurbita maxima Duch y C. moschata Duch) y mate (Lagenaria ciceraria Ser) (Roig 1977).

Si bien, se le ha dado una antigüedad a estos contextos definidos como de cazadores que
manejaban una agricultura inicial de pequeña escala, de 3760 años AP. 5 (Gambier 1977:5 y 162,
Gambier 1992:10, Gambier 1993:10) se ha precisado también que la antigüedad de los cultivos
6
descubiertos en los sitios “Ansilta” oscila entre 2050 a 1100 años AP. (Roig 1977:240). Sin
embargo, se interpreta a partir de la datación de los contextos, que estos grupos dispusieron de
los vegetales hallados en el registro arqueológico, desde su instalación en el área alrededor del
3700 AP. (Gambier 1977:5). La utilización de estas dataciones indirectas, realizadas sobre el
carbón hallado en los contextos y no sobre los cultivos rescatados en los sitios arqueológicos,
para definir la antigüedad de estos últimos y de las prácticas agrícolas ha sido criticada,
proponiéndose la necesaria datación sobre los cultivos encontrados (Lagiglia 2001:57).

4
Las denominaciones de los vegetales presentadas en esta tesis se expresan como aparecen en los antecedentes
citados, actualmente algunas nomenclaturas taxonómicas pueden haber cambiado. Igualmente, si no se presenta la
nomenclatura linneana del taxón es debido a su ausencia en los antecedentes citados.
5
Los fechados más antiguos de contextos que registraron presencia de cultivos, fueron realizados sobre carbonilla:
“GaK 6903. 3710±110” y “GaK 5557. 3390±100” (Gambier 1977:161).
6
Igualmente no se ofrecen fechados sobre cultivos.

~ 17 ~
Para el Sur de Mendoza, más precisamente en el Rincón del Atuel, también se ha definido
un componente cultural asociado a estos agricultores incipientes. Se trata de la “cultura del Atuel
II” (Lagiglia 1968), la cual se asocia nuevamente a restos de maíz (Zea mays var. amilacea
Parodi, var. minima Bonafous, var. indurata Bailey), zapallo (Cucurbita sp.), poroto (Phaseolus
vulgaris var. oblongus Alef), quínoa (Chenopodium quinoa var. quinoa, var. melanospermun y
Amaranthus caudatus) y a vegetales silvestres. Esta “cultura” habría desarrollado su etapa
inicial entre los 2300 y los 1900 años AP. (Lagiglia 1968:169), se propone que estos agricultores
habrían perdurado hasta el 600-700 de nuestra era y posiblemente hasta 600 años AP., momento
en el cual al parecer se continuarían las modalidades contextuales definidas para “Atuel II”
(Lagiglia 2001:68). Recientemente se han realizado exhaustivos trabajos arqueobotánicos en esta
zona. A partir de la utilización de técnicas específicas de rescate y análisis de material botánico
arqueológico, se aportó gran cantidad de datos para discusión del uso e importancia de los
vegetales silvestres y cultivados en la dieta de los grupos humanos en el pasado (Hernández
2002, Hernández et al. 1999, Llano 2005, 2008).

Retornando a la provincia de San Juan, en los periodos posteriores a “la cultura de


Ansilta” se propone que:

“Con la llegada de nuevos grupos el tipo de vida anterior fue lentamente abandonado en
los valles preandinos aunque permaneció como relicto en algunos sitios altos de
Calingasta…hasta el año 400 d.C. Se trataba de grupos forasteros de agricultores que
procedían del Noroeste argentino…” (Gambier 1992:13)

Luego de lo que, más al Norte, en el valle de Iglesia, se desarrollaron grupos cuyo


régimen de vida fue mucho más proclive a la producción agrícola, consolidando la agricultura en
la región. Entre las principales innovaciones introducidas en este período, se registran la
incorporación de nuevas variedades de maíz7 y zapallo8 (sin abandonar las producidas
antiguamente) y la aparición de nuevas técnicas de cultivo: pozos protegidos para la producción
de suelos y defensas climáticas; y riego: canales y cisternas (Gambier 1992). Es necesario
remarcar lo significativas que son en esta zona las evidencias físicas de dos sistemas de riego,

7
Zea mays L. var. Microesperma Koern (Roig 1992).
8
Cucurbita maxima var. Turbaniformis Alef (Roig 1992).

~ 18 ~
conformado por canales matrices de más de 50 Km. de longitud, además de canales de segundo y
tercer orden y obras para decantar o desarenar las aguas conducidas; los diferentes canales se
encuentran cavados en el suelo o construidos en terraplenes artificiales, por lo general
impermeabilizados con arcilla, la que en algunos casos fue cocida (Damiani 2002); estructuras
similares han sido descubiertas recientemente en el Valle del Zonda en el centro Sur de la
provincia de San Juan (García et al. 2008).

Algunos autores han propuesto que el desarrollo de estos grupos agrícolas se daría de
forma generalizada en el Noroeste argentino y su desarrollo estaría acompañado del surgimiento
de las aldeas en donde algunos grupos humanos habrían experimentado también procesos de
complejización social progresiva (Albeck 2000:221 a 226).

Secuencias culturales para la región y la relación entre las sociedades humanas y las plantas.

Los “estadios” definidos en un principio para regiones vecinas, tienen su correlación para
nuestra área de estudio desde las primeras secuencias culturales propuestas. Humberto Lagiglia
(1968, ampliada en 2002), basándose en datos arqueológicos obtenidos en los valles de los ríos
Atuel y Diamante, y de las “culturas agro-alfareras” del resto de la provincia, plantea el primer
ordenamiento cronológico-cultural para la región, integrándola al “Área Andina Meridional”
(González y Pérez 1966). En ésta, son recurrentes las explicaciones que asocian los cambios
tecnológicos con cambios culturales y poblacionales. Se plantea la existencia de un gran lapso
donde primaron las economías extractivas. Este iniciaría en el Pleistoceno Superior, con
dataciones de alrededor del 9000 AP. y estaría compuesto por ocupaciones relacionadas con el
“Paleoindio” o “Paleolítico Americano” que se define por tres etapas, que llama “Precerámico:
Antiguo, Medio y Avanzado”9 periodo que se ubicaría entre los 14000 y 10000 años AP.
(Lagiglia 2002:47). Luego, con dataciones que rondan el 8000 AP., se reconoce un “Horizonte
de Cazadores Superiores” (Lagiglia 1968) a partir de lo cual se define un periodo entre el 10000
y el 4000 AP. que a sido denominado “Arcaico” donde se harían notables los cambios en las
tecnologías líticas para la caza de la fauna neotrópica tras la extinción de la megafauna
pampeana (Lagiglia 2002:49).

9
En función de los intentos de sistematización planteado por otros autores como: González (1964), Orellana (1962)
Bosch-Gimpera (1964), todos en Lagiglia (1968).

~ 19 ~
Hasta este periodo, las sociedades solo habrían aprovechado de las plantas silvestres
disponibles, pero hacía el 4000 AP. aparecen “culturas” cuyas economías se van desarrollando
hacia la producción de alimentos, son llamados “Proto-Productores” (Lagiglia 2002:52). Luego
hacía el 2000 AP. se plantea una etapa de transición denominada “Precerámico Final o
Transacional” (Lagiglia 1968) o de “Productores de Alimentos: agricultores incipientes”
(Lagiglia 2002:56). Se estima que en esta deben haberse introducido los primeros cultivos en la
región, los que se corresponderían con los contextos descriptos para “Atuel II”. Se propone, que
el proceso de domesticación de estos cultivos llega dentro de esta cultura bien desarrollada, tanto
en el conocimiento de la hibridación para el caso del maíz como de la selección de semillas para
el caso del poroto (Lagiglia 1968, 2001, 2002).

Luego de esta transición se plantea un nuevo periodo, definido como “Agro-alfarero” que
se extiende hasta el final de la secuencia. En éste, se continúan las ocupaciones de una cultura de
agricultores incipientes de maíz, zapallo y poroto, sin abandonar la recolección de especies
silvestres. Este lapso “Agro-alfarero” es dividido en un periodo temprano, donde se desarrollaría
la “Cultura de Agrelo”10, la cual se prolongaría hacía un periodo medio que concluiría alrededor
del 1000 AP. y finalmente plantea un periodo tardío, donde se desarrollaría la “Cultura de
Viluco” (sistematizada por Lagiglia en 1978), la que luego de recibir la influencia de los incas,
daría paso a un segundo momento cultural (Lagiglia 1978, 2002). Para el Sur de Mendoza en
esta etapa plantea un periodo “Ceramolítico” desde el 1500 AP. en adelante, caracterizado por la
incorporación de cerámica por grupos cazadores-recolectores (Lagiglia 2002:61). En último
lugar, concluiría esta secuencia el periodo colonial para el Norte y Colonial Indígena,
Neoaraucana o Mapuche para el Sur de la provincia (Lagiglia 1968, 2002).

En la década de 1970 Juan Schobinger (1975, 2000, 2004) amplía este esquema con
nuevos datos del Norte de Mendoza y agregando a las vecinas provincias de San Juan y San
Luis. Centrándose en la región cuyana occidental, se ordenan las ocupaciones en correlación con
las definidas para la “subárea de Valles y Quebradas” de La Rioja, Catamarca y demás
provincias norteñas. Nuevamente, se define un gran periodo donde las prácticas extractivas
habrían sido intensivas. Éste es llamado periodo precerámico y concluye con el arribo de los
primeros agricultores incipientes dando paso a un segundo periodo definido como “Agro-

10
Las prácticas agrícolas en relación a ésta ya fueron propuestas por Canals Frau (1956) y Canals Frau y Semper
(1957).

~ 20 ~
alfarero”. El cual tendría un primer momento que se define como “Temprano o Inicial”. Éste,
habría sido “formativo” de un “Periodo Medio” donde el modo de vida sería ya sería sedentario
y estaría centrado en pequeñas aldeas. Si bien, estas definiciones se hacen a partir de contextos
de la provincia de San Juan (donde, como se vio, existe con evidencia en el Departamento de
Calingasta y el Valle de Iglesia), se hacen extensivas al Norte de la provincia de Mendoza a
partir de materiales arqueológicos definidos como característicos de estos grupos: el tembetá y la
cerámica gris incisa, presentes en Mendoza en la denominada “Cultura de Agrelo”.

Luego se plantea un “Periodo Tardío” donde son visibles en el Norte de San Juan las
influencias de la “Cultura de Aguada” y posteriormente la “Diaguita”. En Mendoza continuaría
la “Cultura de Agrelo”, definida como “…población de pequeños agricultores…” que
“…constituye la base étnica de los huarpes…” (Schobinger 2000:171); y solo a fines del
periodo, a partir del registro de una nueva cerámica, se define un nuevo estadio asociado a la
“cultura de “Viluco”. Posteriormente, este periodo tardío es continuado con la llegada de los
incas; quienes, se propone, habrían tenido una coexistencia pacífica con las poblaciones locales
ya que su interés en el área solo habría radicado en asegurar las vías de comunicación con Chile.
Finalmente, el periodo hispánico cierra la secuencia (Schobinger 1975, 2000, 2003).

Nuevamente en esta secuencia cultural, los cambios son explicados a través de la


difusión; haciendo mayor hincapié en este caso en la existencia (a nivel macro y micro regional)
de áreas nucleares, desde donde provendrían las innovaciones, y otras marginales, meras
receptoras de influencias de áreas vecinas.

Posteriormente Bárcena (1982 y ampliada en 2002) propone otra secuencia cultural, que
en líneas generales se adapta a las ya propuestas por Lagiglia (1968) y Schobinger (1975) pero
contando con una notable cantidad de nuevos datos, define con mayor precisión algunos de los
estadios culturales ya propuestos. Propone un comienzo más temprano de los procesos de
agriculturización para la región. Éste período llamado de transición del “Protoformativo al
Formativo Temprano”, se habría dado entre el 3700 al 2300 AP. (Bárcena 2002:19) y ya tendría
indicios a alrededor del 4500 AP. (Bárcena 2002:34). Luego de la incorporación de la cerámica
alrededor del 2000 AP. se plantea que los grupos adquirirían formas de producción más estables
dando paso a un período “Agroalfarero”. La primera etapa de éste se asocia en el Norte de
Mendoza a la “Cultura de Agrelo”, la que ya habría desarrollado una agricultura intensiva y más

~ 21 ~
extendida a partir del dominio de técnicas del manejo del agua. Ésta “…podría llegar a
considerarse pertinente al Formativo avanzado o bien al inicio de los Desarrollos regionales.”
(Bárcena 2002:48). En la segunda etapa, la “Cultura de Viluco” es asociada a los huarpes
históricos, anteriormente dominados por los incas y posiblemente previos. Ésta se caracteriza
también por una economía de agricultura bajo riego de maíz, quínoa, poroto y zapallo.
Finalmente, se hace referencia al periodo de dominación incaica donde se propone las
poblaciones locales debieron servir en la producción de bienes como cerámica y productos
agrícolas (Bárcena 2002:70).

Alejandro García (1992), analizó elementos característicos y atributos peculiares en el


registro arqueológico de la provincia (principalmente cerámico y lítico). El autor asoció
contextos arqueológicos que puedan asignarse a “grupos culturales” afines, precisando
momentos en las secuencias ya planteadas dentro de una gran etapa agrícola que abarcaría
aproximadamente de 2000 a 500 años AP.. Define, en este sentido y en relación a nuestra
temática, las siguientes ocupaciones:

- “Agrícolas precerámicas”, las cuales se inician entre el 2390 AP. y el 2000 AP. Este
periodo es caracterizado por la presencia de cultivos (quínoa, zapallo, calabaza y maíz) y
vegetales recolectados (algarrobo y chañar) y por tratarse de ocupaciones breves. Situación que
se percibe a través de la escasa cantidad de instrumentos líticos rescatados (que además no
permite hacer relaciones entre sitios) y al escaso registro de animales consumidos (García
1992:12).

- “Agroalfareras”, dentro de las cuales define cuatro momentos:

1º- Ubicado entre 1500 y 1100 AP. se caracteriza por la presencia de cáscaras de huevo
de ñandú pintadas con líneas de color negra y cestería tipo “coiled”, asociados a vegetales
cultivados (maíz, zapallo, mate) y silvestres (algarrobo, chañar y molle), puntas de proyectil
triangulares de lados convexos y base cóncava y cerámica gris y gris “café”, alisada sin
decoración o con decoración correspondiente al tipo “Agrelo” (García 1992:16).

2º- Se caracteriza por puntas de proyectil pequeñas triangulares, con pedúnculo y aletas
generalmente acompañadas por cerámica gris sin decoración o con decoración grabada o incisa

~ 22 ~
de tipo “Agrelo” y los mismos restos vegetales del momento anterior. Este periodo se ubica entre
alrededor del 1000 AP. (García 1992:21).

3º- Asociado al periodo de dominación incaica. Se caracteriza por la presencia de


cerámica Inca o diaguita chilena con influencia inca, acompañada por puntas de proyectil
pequeñas de forma triangular, de lados de base cóncava y aletas salientes, los que se encuentran
asociados en el sitio Agua de la Cueva, sector Norte, a una cantidad apreciable de restos
vegetales: maíz, zapallo, poroto, calabaza, algarrobo y chañar (García 1992:22).

4º - Otro probable momento, es caracterizado por la aparición de puntas de proyectil


triangulares de lados rectos y base cóncava o escotada, y triangulares compuestas, con cuello
largo, base escotada y aletas muy diferenciadas, junto con cerámica pulida o bruñida de color
naranja con decoración pintada de color rojo asociada al tipo “Viluco”; y cerámica y objetos de
metal coloniales. Asociados en Cueva del Toro a restos de maíz, zapallo, calabaza, algarrobo,
cactus, chañar y molle; y en Agua la Cueva sector Norte, a maíz, poroto, calabaza y trigo (García
1992:25).

Revisadas las secuencias culturales propuestas para la región en relación al tema de


estudio, puede verse que en general se acepta un primer gran período donde la relación entre las
poblaciones humanas y las plantas habría sido de tipo extractiva, luego alrededor de 2000 años
AP., se propone comenzarían las primeras prácticas agrícolas. Éstas, se consolidarían
aproximadamente hacía 1500 años AP. y se continuarían hasta el arribo hispánico. Ahora se
analizará la evidencia que dio lugar a estas interpretaciones a partir del análisis del registro
arqueobotánico en los sitios del Norte de Mendoza. Una vez revisada la evidencia disponible se
analizarán los planteos alternativos a las secuencias culturales descriptas, las cuales serán
ampliadas al plantearse la problemática, la que se orientará en un sentido similar.

Registro arqueobotánico del Norte de Mendoza.

Los antecedentes, en su mayoría, no tratan exclusivamente la temática arqueobotánica,


sino que la incluyen dentro del análisis del registro general de los diferentes sitios. Así, su
estudio será útil para conocer el registro botánico hallado en los sitios arqueológicos del Norte de
la provincia de Mendoza y para entender cómo los diferentes investigadores lo han interpretado.

~ 23 ~
Para poder acceder de este modo al estado de la cuestión e introducir la problemática. Los
trabajos analizados son en su mayoría estudios de sitios, los que en general describen el registro
rescatado y generan algunas interpretaciones sobre el mismo. Estos, se presentarán ordenados
espacialmente, según el micro ambiente en el que se ubican y temporalmente según su fecha de
publicación.

Para la mejor comprensión, los antecedentes se presentarán de la siguiente forma. Se


intentará analizar (siempre que los textos lo permitan) independientemente los datos y las
interpretaciones que los autores generaron a partir de los mismos. El análisis de éstos, se
ordenará describiendo independientemente: ubicación del sitio, tipo de sitio, registro
arqueobotánico rescatado, registro arqueológico asociado a éste e interpretaciones generadas por
los autores. Se omite en este apartado nuestra crítica, la que será expuesta al desarrollarse la
problemática.

Si bien, algunos de los contextos descriptos en estos antecedentes no se corresponden


temporalmente con el período seleccionado para esta investigación, si no, son más antiguos,
creemos importante su estudio debido a que las interpretaciones referentes al periodo elegido en
algunos casos hacen referencia a dichos registros o suponen continuidades a partir de los
mismos.

~ 24 ~
Figura 1. Mapa del Área de estudios y de los sitios mencionados en los antecedentes: 1- Arboleda Norte,
2-Agua Amarga, 3-Agrelo Patronato, 4-Ciudad de Mendoza, 5-Cueva del Toro, 6-El Jagüelito, 7-Agua de
la Cueva, 8-Ranchillos, 9-Tambillos, 10-Jagüel II y III y 11-Agua de la Tinaja I.

~ 25 ~
~ 26 ~
Pie de Monte

• Sitios: Agrelo Patronato y Arboleda Norte. (Canals Frau 1956, Canals Frau y Semper, 1957)

Si bien, el trabajo de Canals Frau y Semper, no se trata de un estudio de sitio, sino más
bien, de una interpretación de muchos de ellos; será tratado en este apartado por ser el único
donde se documenta el rescate de restos arqueobotánicos con la existencia de canales de riego
asociados a ellos.

-Ubicación: Ambos se encuentran en la zona comprendida entre los ríos Mendoza y Tunuyán;
Agrelo Patronato en el departamento Luján de cuyo en la zona homónima al nombre del sitio, y
Arboleda Norte, más al Sur en el departamento de Tunuyán (Canals Frau y Semper, 1957:170).

-Tipo de sitio: A cielo abierto.

-Registro arqueobotánico: granos de maíz carbonizado y varias mazorcas enteras de la variedad


Oryzaea Kuleshov (Canals Frau y Semper, 1957:175).

-Registros arqueológicos asociados: cerámica gris con decoración grabada o con aplicaciones,
conanas y moletas de piedra, canales de riego (Canals Frau y Semper, 1957:182, 176).

-Interpretación de los autores: a partir del registro de estos sitios y otros del piedemonte
mendocino Canal Frau y Semper 1956 definieron la “cultura arqueológica” de “Agrelo”, la cual
es relacionada directamente con el desarrollo del período “agroalfarero” regional. Se propone la
producción local, más precisamente en el sitio, de los restos del cultivo hallado. Se asocian los
canales de riego a dicha práctica productiva y los artefactos de molienda hallados al
procesamiento de este vegetal (Canals Frau y Semper, 1957:176).

• Sitio: Ciudad de Mendoza (Chiavazza y Mafferra 2007).

-Ubicación: Se excavan sectores correspondientes a diferentes espacios del casco histórico de la


ciudad de Mendoza, ubicado en los alrededores de la plaza Pedro del Castillo. Precisamente: los

~ 27 ~
predios Ruinas de San Francisco y el sector ubicado entre la intersección de las calles Alberdi e
Ituzaingó (Chiavazza 2005a y Chiavazza y Tamiozzo 2003).

-Tipo de sitio: A cielo abierto.

-Registro arqueobotánico rescatado: Se realizó una identificación taxonómica preliminar, con la


que se descubre que en la muestra predominan los granos de trigo (Triticum sp.), seguido por los
de cebada (Hordeum sp.), las semillas de vid (Vitis sp.), granos de avena (Avena sp.), de centeno
(Secale sp.), así como endocarpos de duraznos (Prunus sp.), y de olivo (Olea sp.).

-Registro arqueológico asociado: Contextos datados en 440±40 años AP. (Chiavazza y Prieto
2001) y 470±70 años AP (Chiavazza y Tamiozzo 2003, Chiavazza y Mafferra 2007:137). Se
rescató un gran volumen de cerámicas indígenas (Viluco) (Prieto Olavarría 2005), y en menor
medida coloniales tempranas locales (carrascal), rojas monocromas y mayólicas americanas y
extra-americanas (Chiavazza et al. 2003), cuentas de collar de vidrio y restos de metal. Los
restos faunísticos muestran abundancia de taxones, donde se integran restos de fauna euroasiática
(cerdo, cabra) y autóctona (peces, ñandú, guanaco) (Chiavazza 2006; Chiavazza et al 2007).

-Interpretación de los autores: En estos trabajos se definió el enfoque y alguna de las hipótesis
que se desarrollaran en esta tesis. Los autores, asocian los contextos al lapso de transición entre
el período indígena tardío y colonial temprano. A partir del registro se cuestionaron las hipótesis
tradicionales que otorgaban un carácter agrícola a la sociedad Huarpe del siglo XVI. Se propone
el ingreso temprano previo a la fundación de la ciudad de los cultivos descubiertos y se asocia
simbólicamente al rito católico a tres de ellos: trigo, vid y olivo (Chiavazza y Mafferra 2007).

• Sitio: Agua Amarga, Sondeo 1 (Ots 200711)

-Ubicación: Sector pedemontano del Valle de Uco, cercano al río las Tunas de la cuenca del
Tunuyán.

-Tipo de sitio: A cielo abierto.

11
Lagiglia (1978) ya hace mención a este sitio.

~ 28 ~
-Registro arqueobotánico rescatado: Fragmentos de marlos y semillas de maíz (Zea mays),
fragmentos de semillas de poroto (Phaseolus sp.) y zapallo (Cucurbita sp.) (Ots 2007:185-186).

-Registro arqueológico asociado: Fragmentos de hueso y cerámica quemada, un fragmento de


cerámica con engobe rojo se dató por termo-luminiscencia en un rango entre 530±50 y 625±60
años AP. (Ots 2007:185 y 191). Se hallan en un sedimento arcilloso en forma de cubeta cuya
base estaba termoalterada. No se encontraron materiales a su alrededor (en 9 m²) (Ots 2007:184).

-Interpretación de la autora: Se propone que el descubrimiento correspondería a un contexto


secundario de desechos. Las especies botánicas recuperadas podrían indicar la producción de
alimentos en este sector (Ots 2007:193), se aclara que por el momento no se conocen otros datos
para confirmar esta propuesta, debido a que la modificaciones en el paisaje dificultan la
identificación de sectores que pudieron ser cultivados con tecnología similar a la usada
actualmente (una acequia de 1,5 Km. que deriva agua desde el río las Tunas). De igual forma, se
asocia la ocupación al periodo de dominación inca en la región; se propone que los sitios en el
valle habrían sido anexionados al imperio como zonas de extracción y producción de recursos.
Lo que se afirma a partir de un incremento de los sectores de producción agrícola y bienes
asociados (Ots 2007:267).

Precordillera

• Sitio: Jagüel III (Bárcena y Roig 1981-1982).

-Ubicación: Próximo a la aguada del Jagüel, al NE del valle de Uspallata, se encuentra


aproximadamente a 2.500 msnm. (Bárcena y Roig 1981-1982:86).

-Tipo de sitio: Alero

-Registro arqueobotánico: Entre las especies silvestres, se rescatan restos de albaricoque


(Ximenia americana), un cactus (Tephrocactus andicola; cactaceae), algarrobo (Prosopis
flexuosa), chañar (Geoffroea decorticans), molle (Schimus -polygamus?-) y carrizo (Phragmites

~ 29 ~
australis), entre otras. Y entre los cultivos, maíz (Zea mays), calabaza (Lagenaria siceraria) y
zapallo (Cucurbita maxima) (Bárcena y Roig 1981-1982).

-Registros arqueológicos asociados: Se definen tres niveles, en el nivel inferior, datado en


3550±100 AP. (Bárcena y Roig 1981-1982:95) de escaso material, se rescatan puntas de
proyectil (pequeñas triangulares isósceles, espesas), raspadores medianos y raederas pequeñas,
moleta de granito, trozos de cordeles de fibras animales y posiblemente vegetales, huesos
fragmentados de auquénidos y de choique, cáscaras de huevos de ñandú; frutos y semillas de
albaricoque (Ximenia americana), tallos, nódulos y ritidomis de cactus (Tephrocactus andicola)
(Bárcena y Roig 1981-1982:92).

En el nivel medio, se descubrieron puntas de proyectil (de limbo triangular isósceles,


delgadas), raederas y raspadores pequeños y medianos, perforadores, percutores, moletas
pequeñas, fragmentos de cestería, restos de cordeles, fragmentos de cerámica marrón en su
mayoría no decorada. En los escasos fragmentos decorados, la decoración solo se limita al sector
del cuello y presentan estrías por cepillado o incisiones de puntos. Entre los restos botánicos
silvestres, se rescata, algarrobo (Prosopis flexuosa), chañar (Geoffroea decorticans), molle
(Schinus -polygamus?-), Tephrocactus andicola y carrizo (Phragmites australis), entre otras. Y
entre los cultivos, numerosas corontas de maíz (Zea mays), fragmentos de recipientes de
calabaza (Lagenaria siceraria) y semillas y fragmentos de cáscara de zapallo (Cucurbita
maxima) (Bárcena y Roig 1981-1982:95).

En el nivel superior se identificó un basurero donde la mayor parte de sus restos son
vegetales, pudieron rescatarse dos cultivos: el maíz y la calabaza; y otros silvestres: chañar,
algarrobo y Tephrocactus andicola, entre otros. Asociado a cerámica no decorada, como la
descripta para el nivel anterior. Si bien no aparecen materiales incaicos, hispánicos o modernos,
un fechado hecho sobre el maíz en 270±50 años AP. (Bárcena y Roig 1981-1982: 98) lo coloca
en el siglo XVII.

-Interpretación de los autores: Se ubica el primer nivel en el precerámico final y el nivel medio
en la etapa “agro-alfarera”; se propone para este último, a partir de la presencia de recursos
vegetales silvestres y cultivados, que no se desarrollan o que no se podrían cultivar en la zona, la
posible incorporación del sitio a un sistema de ocupación estacional o temporal. En este sentido,

~ 30 ~
a partir de los tipos cerámicos presentes, se asocia la ocupación a las de Agrelo y Calingasta, las
que se supone, deben haber afianzado las primeras comunidades aldeanas de la región (Bárcena
y Roig 1981-1982:97). Para el nivel superior, se propone las mismas interpretaciones, en cuanto
a sistemas de ocupación para el nivel medio, y se agrega una, basada en la tardía datación del
maíz de este nivel, a partir de la cual se plantea la posible supervivencia cultural aborigen en
momentos de dominación hispánica. Se realiza además, un importante aporte sobre las
posibilidades alimentarias de Tephrocactus andicola, cuyo consumo, se propone, fue sostenido a
lo largo de toda la ocupación (Bárcena y Roig 1981-1982:99).

• Sitio: Jagüel II (Bárcena y Roig 1981-1982).

-Ubicación: ídem Jagüel III.

-Tipo de sitio: Alero.

-Registro arqueobotánico: Ritidomis y tubérculos de Tephrocactus andicola.

-Registros arqueológicos asociados: Nivel único datado en 1890±100 AP. (Bárcena y Roig
1981-1982:99), con raspadores y raederas pequeñas o medianas, puntas de proyectil (triangular
isósceles pequeñas, con pedúnculos y aletas), escasos fragmentos cerámicos, marrones, no
decorados y decorados con incisiones.

-Interpretación de los autores: Si bien, tipológicamente se habría interpretado la ocupación


asociándola a la “cultura de Agrelo” (Canals Frau y Semper 1957), a partir de la datación se la
ubica en el Periodo Temprano (Bárcena y Roig 1981-1982:95).

•Sitio: Agua de la Tinaja I (Bárcena et al. 1985).

-Ubicación: En un cordón rocoso próximo al valle de Uspallata, 2.050 msnm. (Bárcena et al.
1985:313).

-Tipo de sitio: Abrigo en roca.

~ 31 ~
-Registro arqueobotánico: En éste se rescataron gran variedad de restos vegetales, destacándose
entre estos, los cultivos: quínoa (Chenopodium quinoa var. Quinoa y var. melanospermun),
zapallo (Cucurbita maxima), calabaza (Lagenaria siceraria) y maíz (Zea mays var. Amilacea y
var. indurata). Además, se hallaron restos de cactus (Maihueniopsis glomerata y Denmoza
rhoacantha), molle (Schinus fasciculatus), jarillas (Larrea sp., Larrea divaricata y Larrea
nitida), algarrobo (Prosopis flexuosa) carrizo (Phragmites australis), Setaria mendocina y
Ephedra, entre otras especies silvestres que componen la muestra (Bárcena et al. 1985).

Vale destacar, que este es el único trabajo en la arqueología del Norte de Mendoza donde
se aclara el tipo de resto vegetal identificado y donde se hacen apreciaciones cuantitativas sobre
la muestra rescatada, se podría decir además, que es el único trabajo que abordó la temática
arqueobotánica de forma sistemática.

En cuanto al tipo de restos vegetales presentes, las buenas condiciones de conservación


en el sitio permiten el rescate tanto de tallos, como de semillas, inflorescencias, frutos, raíces,
hojas, entre otros; lo cual, amplió considerablemente las posibilidades de identificación de los
vegetales asociados a las poblaciones que habitaron el abrigo y permitieron interpretaciones más
precisas sobre el uso de los mismos.

En cuanto a la cuantificación, se aclara lo difícil que resulta para este registro, debido a
que no se tienen parámetros para ello, dificultándose la tarea de establecer proporcionalidad
entre los diferentes restos representados. No obstante, la apreciación del volumen de materiales
indica una mayor frecuencia de quínoa seguida por el maíz, la calabaza y el zapallo; en cuanto a
los vegetales recolectados se destaca Maihueniopsis glomerata seguido por el molle y el
algarrobo. No se aclara la relación proporcional entre vegetales cultivados y silvestres (Bárcena
et al. 1985:322).

-Registros arqueológicos asociados: Se identifican cuatro niveles, en el más antiguo, cuyo


carbón fue datado en 4510±130 AP. (Bárcena et al. 1985:354), se encontraron escasos artefactos
líticos, en su mayoría micro instrumentos y un fragmento de moleta (único en el sitio), restos
vegetales cultivados: quínoa (var. Quinoa) y calabaza, y silvestres: Maihueniopsis glomerata,
molle (Schinus fasciculatus) y algarrobo (Prosopis flexuosa), entre otros; escasos restos óseos
que en su mayoría parecen provenir de auquénidos, cáscaras de huevos de ñandú y otras aves. El

~ 32 ~
fechado de este nivel y su asociación a los cultivos presentes, es el más antiguo registrado hasta
el momento para la provincia de Mendoza, sin embargo, algunos autores opinan que este debe
tomarse con precaución ya que el nivel inmediato superior presenta restos de estos cultivos
(García, 1992:12). En el siguiente nivel, datado en 2340±80 AP. (Bárcena et al. 1985: 346), se
hallaron, muy pocos artefactos de piedra, sólo un microinstrumento y algunas lascas; restos de
vegetales cultivados: quínoa (var. Quinoa y var. melanospermun) y maíz (var. indurata), y
silvestres: Maihueniopsis glomerata, molle (Schinus fasciculatus) y algarrobo (Prosopis
flexuosa), entre otros; escasos restos óseos en su mayoría de auquénidos; cáscaras de huevo de
ñandú con indicios de decoración; instrumento de madera de algarrobo y restos de cestería. Los
dos niveles sucesivos cuentan con una datación de 1360±70 AP. (Bárcena et al. 1985:338) en
estos se repiten las tendencias en el material óseo y lítico, pero se hallaron algunos restos de
cerámica marrón y un fragmento gris con decoración incisa. En estos, se amplía el registro
botánico hallándose dos variedades de maíz (var. amilacea y var. indurada) además de quínoa,
calabaza, zapallo y nuevamente Maihueniopsis glomerata, molle y algarrobo.

-Interpretación de los autores: Los dos niveles más modernos se adscriben al periodo temprano
de la etapa “agroalfarera” regional (en la línea de la tradición Agrelo-Calingasta de grupos de
agricultores con cerámica no pintada, decorada con incisiones), datado en 1400 AP. (Bárcena et
al. 1985:356). El nivel datado en 2400 AP. se relaciona, pero desde una tradición distinta,
próxima a la “fase” cerámica de la “Cultura Ansilta” (Bárcena et al. 1985:356). El nivel más
antiguo datado en 4500 AP. es ubicado en el periodo tardío o final de la etapa precerámica
(Bárcena et al. 1985:356).

En cuanto a la producción de los restos vegetales, se propone que la quínoa fue cultivada
en las inmediaciones del sitio, debido a que no solo se conservaron semillas de ésta, sino también
parte de sus tallos. Si bien, en general las condiciones ambientales son propicias para el cultivo
de la misma, las precipitaciones y la disponibilidad de agua actuales son insuficientes para el
desarrollo pleno de éste vegetal, se propone entonces, que podrían haber existido en el pasado
mayor disponibilidad de fuentes hídricas, próximas al sitio ahora inexistentes (Bárcena et al.
1985:329).

En cuanto al procesamiento de los restos vegetales, a través de datos actuales sobre la


quínoa en el altiplano del Sur de Bolivia, suponen que la presencia de tallos en el sitio se debe a

~ 33 ~
la práctica de frotamiento o pisoteo para separar los granos de la planta, explicando así la
dispersión de los granos en el abrigo (Bárcena et al. 1985:328). Para otros niveles, esto se
explica por el uso de los estos tallos conformando camadas conjuntamente con otros vegetales
como Stipa div. sp. De acuerdo a datos sobre el ciclo biológico de la quínoa, el que concluye a
fines de marzo y en abril, se propone la época de primavera-verano como las de permanencia en
el abrigo (Bárcena et al. 1985:329). Se propone además que los grupos que ocuparon Agua de la
Tinaja I ocuparían en otoño-invierno otros ambientes como los Valles Cordilleranos y el
Piedemonte. Cuyos vestigios pueden verse en sitios como el Uspallata Norte (Schobinger, 1971
en Bárcena et al. 1985:315 y 338) o los analizados en Barrancas y Agrelo por Canal Frau (Canal
Frau 1956 en Bárcena et al. 1985:338) donde se realizaría el cultivo de otros vegetales como el
maíz. La presencia de granos maduros, mazorcas desgranadas y la ausencia de “chalas” en el
registro de Agua de la Tinaja I se interpretan en este sentido. El rescate de restos de cordeles y
recipientes de calabaza en el sitio, así como la ausencia de artefactos como torteros, manos de
moler y conanas, es utilizado por los autores para explicar la estacionalidad de las ocupaciones y
la existencia de otros sitios de habitación (Bárcena et al. 1985:338).

Este trabajo presenta dos hipótesis que son recurrentes en otros que se verán a
continuación. Primero, la de la producción de algunos vegetales en el sitio excavado (en este
caso quínoa) y segundo la existencia de otros sitios donde se producirían los cultivos que no
pueden crecer en éste (hipótesis que se planteó también para Jagüel III). Se propone para este
caso, que dichos sitios se ubicarían en el valle de Uspallata, señalando como uno de ellos el de
Uspallata Norte. En éste, el rescate de artefactos líticos de molienda, sería la única evidencia que
fundamentaría dicha hipótesis, ya que no hay registro de vegetales cultivados, ni de tecnologías
asociadas a la producción de éstos.

En un trabajo posterior, Roig y Martínez Carretero (1991) comparan las flórulas local
actual de los alrededores del sitio Agua de la Tinaja 1 con la frórula arqueológica y a través de
análisis de presencia, corológicos, de similitud y fitosociológico, concluyendo que por lo menos
en los últimos cuatro milenios no habrían existido cambios climáticos que llegaran a determinar
desplazamientos de las comunidades vegetales en el valle de Uspallata, manteniéndose este,
hasta nuestros días como un sector donde confluyen varias provincias fitogeográficas: puna,
cardonal y monte, cada una en un ambiente y a una altura determinada (Roig y Martínez
Carretero 1991:293)

~ 34 ~
•Sitio: Cueva del Toro (García 1988)

-Ubicación: En el extremo meridional de la Precordillera mendocina, a 3.052 msnm.

-Tipo de sitio: Cueva.

-Registro arqueobotánico: Se rescatan restos de Maíz (Zea mayz), Zapallo (Cucurbita maxima),
Calabaza (Lagenaria siceraria), Molle (Schimus sp.), Algarrobo (Prosopis sp.) y Chañar
(Geoffroea decorticans).

-Registros arqueológicos asociados: Se describen cinco “componentes o niveles culturales”. En


los dos primeros, a los que relacionándolos con contextos datados en San Juan y Chile, se les
otorga una antigüedad de 4000 y 3700 AP. respectivamente (García 1988:60-61), no se rescató
material botánico, lo que se atribuye la gran humedad en las capas inferiores del sitio.

El tercer nivel se compone de tres momentos de ocupación. En el primer subnivel datado


en 1890±50 AP. (García 1988:63), junto con puntas triangulares de lados levemente convexos y
base recta, se rescatan restos de Chañar (Geoffroea decorticans) y Zapallo (Cucurbita maxima).
En el segundo subnivel, donde aparecen puntas de proyectil de igual forma pero de proporciones
más pequeñas que las del primer subnivel, se rescatan restos de Chañar (Geoffroea decorticans),
Algarrobo (Prosopis sp.), cactácea (Maihueniopsis glomerata) y Zapallo (Cucurbita maxima).
En el tercer subnivel, junto con puntas lanceoladas cuya forma se asemeja a una hoja de laurel
con pedúnculo, se encontraron las mismas especies vegetales que en el nivel anterior a las que se
agrega un cultivo el mate (Lagenaria siceraria) (García 1988:40-44).

El cuarto nivel también está compuesto por tres subniveles, en los que, a las especies que
aparecieron en los niveles anteriores se le suman molle (Schimus sp.) y un nuevo cultivo: el maíz
(Zea mayz en sus variedades minima e indurata), es decir se rescatan tres especies cultivadas:
Maíz, Zapallo y mate o calabaza; y cuatro silvestres algarrobo, cactus, chañar y molle. Se
hallaron restos de cestería, de cerámica con decoración incisa, la que se vincula con la de los
grupos “Agrelo” y las puntas de proyectil halladas en el contexto (en el 1º subnivel triangulares
pequeñas de base cóncava o escotada y en el 2º subnivel de limbo triangular lados rectos,

~ 35 ~
pedúnculo y aletas) permiten vincular las ocupaciones con otras similares con fechados
radiocarbónicos que coinciden en el 1110 AP. (Bárcena, 1982, García et al. 1987 en García,
1988:64), por lo que se ubica este grupo cultural entre 1400 y 1100 años AP. (García 1988:48-
55).

En el quinto nivel se hayan las mismas especies vegetales que en el nivel cuatro, estás se
encuentran asociadas a cerámica anaranjada pintada similar a la denominada “Viluco” pero no se
pudieron distinguir motivos decorativos, acompañada por cerámica gris no decorada. Este
contexto, se asocia a un nivel similar (pero sin cerámica anaranjada) del valle de Uspallata (nivel
II del Jagüel III); datado en 830±110 AP. (Bárcena 1982 en García 1988:65), con un fechado que
hace ubicarlo tentativamente entre el 1000 y el 600 AP. (García 1988:57).

-Interpretación del autor: Además de la asociación de la ocupación al periodo “agroalfarero”


regional, se propone el cultivo de algunos vegetales en el sitio (zapallo y mate), a partir de la
existencia de cultivos actuales de alfalfa próximos. No se aclara la forma de irrigación de estas
plantaciones modernas, ya que de ser la misma artificial, la propuesta implicaría la existencia de
canales de riego contemporáneos a las ocupaciones pretéritas del sitio, de los que no se presenta
evidencia (García 1988:61).

•Sitio: El Jagüelito (Sachero et al.1988).

-Ubicación: En el sector alto del faldeo occidental del cerro homónimo, el cual está emplazado
en el borde Suroeste de la Pampa de Canota, a 3.000 msnm (Sachero et al.1988:12).

-Tipo de sitio: Cueva.

-Registro arqueobotánico: En este se recuperaron restos de cultivos como zapallo y maíz; junto a
otros vegetales recolectados como molle, chañar, algarrobo y cactus (los autores no precisan las
denominaciones científicas) (Sachero et al.1988:35).

-Registros arqueológicos asociados: El contexto se dató en su base en 1050±80 AP. (Sachero et


al. 1988:36), se descubrieron asociados a cerámicas grises con decoración incisa, emparentada

~ 36 ~
con la de los grupos “Agrelo”, que ocuparon el Piedemonte oriental y el valle de Uspallata
(Sachero et al.1988:36).

-Interpretación de los autores: El trabajo es netamente descriptivo no ofrece interpretaciones


sobre los vegetales rescatados en el sitio (Sachero et al.1988:36).

• Sitio: Agua de la Cueva sector Norte (Durán y García 1989).

-Ubicación: En el flanco occidental de la Pampa de Canota, a 2.900 msnm.

-Tipo de sitio: Alero.

-Registro arqueobotánico: Los autores aclaran que este registro no ha sido analizado por
especialistas por ellos sus resultados deben considerarse con cautela, no se especifican además
las denominaciones científicas de los vegetales. Se identifican restos de cultivos: maíz, zapallo,
calabaza, poroto, trigo, y de vegetales silvestres como algarrobo, chañar y molle (Durán y García
1988:52).

-Registros arqueológicos asociados: se ordenaron las ocupaciones del sitio en componentes o


niveles culturales.

El nivel cultural I, cuenta con una datación de 1450 ±40 años AP. (Durán y García
1989:55). En éste, se recuperó, en palabra de los autores, una: “…cantidad relativamente
importante de vegetales cultivados (maíz, zapallo, mate) y silvestres (algarrobo, chañar y molle,
etc.).” (Durán y García 1989:54). Estos se encuentran asociados a tiestos cerámicos de
manufactura ordinaria y sin decoración. Se propone, que este nivel de Agua de la Cueva debe
incluirse en el “agro-alfarero” temprano de la región.

El Nivel cultural II, es ubicado cronológicamente entre la segunda mitad del siglo XV y
la primera del XVI. Dicha definición se hace a partir de las características de la cerámica hallada,
la que se identifica con la cerámica diaguita chilena con influencia incaica que aparece en
contextos incaicos del valle de Uspallata. En este nivel, aparece “…una cantidad importante de

~ 37 ~
restos vegetales (maíz, zapallo, porotos, mate, algarrobo, chañar, etc.)” (Durán y García
1988:56).

Nivel cultural III, se asociada a ocupaciones indígenas del sitio durante el periodo
hispánico, dado por la coexistencia en este de tipos cerámicos indígenas, tiestos con superficie
vidriada, artefactos de hierro junto a otros líticos y cultivos americanos (Maíz, poroto, Mate ) y
europeos (trigo) (Durán y García 1988:57).

-Interpretación de los autores: Se propone como hipótesis un modelo general, que supone que en
la región Norte de Mendoza la proximidad entre ambientes diferentes y complementarios
permitió a sociedades con economías depredadoras y productoras depredadoras, lograr un
aprovechamiento integral de los recursos que ofrece el ambiente y conseguir una adecuación
total al medio en el que estaban insertas. Este modelo supone que a partir de la etapa cultural
“agro-alfarera”, los asentamientos permanentes deben haberse ubicado en el valle de Uspallata y
en el piedemonte precordillerano y la Planicie Noreste. Se supone, que en esos sitios se habrían
desarrollado actividades de tipo “generalizado” destinados a la satisfacción de necesidades
fundamentales para la subsistencia de cada grupo, siendo estas la agricultura, el pastoreo y la
recolección de vegetales comestibles; y se recibían productos provenientes de sitios en los que se
desarrollaban actividades de tipo especializado, como la caza y recolección de productos de
origen vegetal y mineral (Durán y García 1988:31).

Agua de la Cueva, ubicado en las Pampas Altas de la Precordillera, se propone como un


sitio asociado a actividades de tipo especializado y que se cumplirían durante las estaciones
cálidas del año. Así, se plantea, que el lugar de origen de los vegetales presentes en el registro (a
excepción del molle que crece en ese ambiente) puede encontrarse en el Piedemonte y Planicie
Noreste o en el valle de Uspallata. Igualmente a partir del registro descubierto en Agua de la
Cueva no logran contrastar la hipótesis, la que solo consideran como un primer paso hacia la
resolución de problemas más complejos (Durán y García 1988:57).

Valles cordilleranos

• Tambos de Tambillos y Ranchillos. (Roig y Bárcena 1997, Garibotti 1998, Garibotti 1999-
2000)

~ 38 ~
Se presentan los estudios antracológicos realizados por Roig y Bárcena y Garibotti,
centrados espacialmente en el valle de Uspallata, y en contextos asociados a la dominación
incaica regional.

-Ubicación: Valle de Uspallata.

-Tipo de sitio: A cielo abierto.

-Registro arqueobotánico e interpretación de los autores: En Tambillos se analiza la anatomía


de la madera de las especies que actualmente crecen en las cercanías del sitio incaico. Tarea que
se realizó para definir la filiación taxonómica de los fragmentos de carbón descubiertos en el
sitio. Los autores interpretaron que la capa de material carbonizado analizado es el resultado de
la combustión de una techumbre, con mayor presencia del género Larrea, y una fracción menor
del género Adesmia (Roig y Bárcena 1997:91).

Continuando estos trabajos, Garibotti (1998) analizó las estructuras de los carbones
arqueológicos recuperados en fogones de dos asentamientos incaicos, Tambos de Tambillos y
Ranchillos. En términos taxonómicos, los resultados obtenidos de los dos tambos a partir de los
carbones, son la identificación de los géneros Adesmia (Leguminosae), Bacharis (Compositae),
Bredeyemera (Polygalaceae), Dypirena (Verbenaceae), Ephedra (Ephedraceae), Larrea
(Zygophyllaceae), Prosopis (Leguminosae), Proustia (Compositae), Salvia (Labiatae), Schinus
(Anacardiaceae). Todos los géneros identificados corresponden a representantes de la flora
actual, lo que es un indicio que la composición florística no se ha modificado (Garibotti 1998).
En los dos sitios arqueológicos, Tambo de Tambillos y Ranchillos, hay variaciones en la
frecuencia con que están representados los diferentes géneros, por medio de lo que Garibotti
(1998) propone la selectividad antrópica. En los fogones, la madera de Molle (Schinus) es la más
abundante, siendo este taxón apreciado como combustible por su larga duración y por su alto
valor calórico, y su presencia en los sitios podría deberse a la selección de esta madera para la
combustión. Comparando estos resultados con los obtenidos por Roig y Bárcena (1997), se
diferencian dos usos para la madera de molle (Schinus) para fogones y la de jarilla (Larrea) para
otros usos como techados (Garibotti 1998:203).

~ 39 ~
Posteriormente, continuando los estudios en los Tambos de Tambillos y Ranchillos,
Garibotti (1999-2000) analizó los carbones de estos dos sitios incaicos del Valle de Uspallata,
corroboró que la población incaica realizó una selección del recurso de la madera para diferentes
usos; empleando la madera de molle (Schinus sp.) para la combustión y la de Jarilla (Larrea sp.)
y Adesmia sp. para la construcción de habitaciones.

-Registros arqueológicos asociados: Restos de estructuras constructivas vinculadas al periodo de


dominación incaica.

Cómo pudo verse, el registro arqueobotánico en sitios del Norte mendocino procede en su
mayoría de abrigos rocosos ubicados en la Precordillera, el estudio de sitios a cielo abierto y
ubicados en otros ambientes es excepcional, por lo que existe un sesgo en la diversidad regional
de las muestras presentes. Por otro lado, ninguno de los trabajos analizados (salvo Chiavazza y
Mafferra 2007) utilizó técnicas específicas de rescate de material botánico. Concretamente, no se
especifica la forma en que estas muestras fueron recuperadas, por lo que se supone fueron
rescatadas de forma directa o a través del tamizado en seco en el sitio de los sedimentos
extraídos. Técnicas que han sido ampliamente cuestionadas debido a que las muestras resultantes
no son representativas de los restos conservados en los sitios (Buxó 1999, Hernández 2002,
Pearsall 1989, entre otros). Estas características, sumadas a la forma de interpretar el registro
serán analizadas en el tratamiento de la problemática.

Por otro lado, son muy escasos los datos arqueobotánicos para tiempos hispánicos; entre
estos, los restos de maíz hallados en Jagüel III, datados en el siglo XVII, a partir de los cuales, se
propone la posible supervivencia de formas de producción indígena para ese momento y región
(Bárcena y Roig 1981-1982). Además, se mencionan semillas de trigo para el contexto 1 de
Agua de la Cueva, dato que se interpreta, asociando el componente a una ocupación indígena
durante tiempos hispánicos (Durán y García 1989). Finalmente, en la ciudad de Mendoza se
rescataron diferentes taxones de especies de introducción hispana asociada a contextos de
contacto (Chiavazza y Mafferra 2007).

~ 40 ~
Registros documentales usados en la discusión de la temática

Los datos documentales han jugado un papel importante en la discusión de la relación


poblaciones humanas pasadas con las plantas. Específicamente para tiempos prehispánicos, en lo
referido a la definición de sociedades indígenas locales como recolectoras o agricultoras; y para
tiempos hispánicos en el marco de la historia económica de la ocupación colonial (Báez 1946,
Canal Frau 1946, Coria 1988, Parisii 1995, Prieto 1997-1998).

Se presentarán sintéticamente tales evidencias, de forma independiente a las


interpretaciones generadas a partir de las mismas (siempre y cuando sea posible). Como en el
caso de la revisión de los antecedentes arqueológicos, se deja la crítica de éstas para el apartado
donde se desarrolla la problemática. En este caso, la crítica será limitada debido a que el objetivo
de este trabajo será esencialmente arqueobotánico, igualmente creemos importante su
descripción y apreciación como elementos contextuales del registro a analizar. Por lo que, los
documentos se verán como parte de la cultura material pasada, sobre la cual se pueden inferir
significados (Hodder 1989:26).

En lo referente al periodo prehispánico Canals Frau (1946), tempranamente, reunió una


serie de documentos para la reconstrucción de la cultura de los huarpes, en esta se puede
encontrar datos que refieren al tema abordado. Entre ellos, y en primer lugar, las referencias a las
acequias en las Actas Capitulares de Mendoza de 1566, donde se nombraban tres: la “acequia de
allalme”; “la acequia de Guaymaye”; y la de “Tobar o Tabalque” (Archivo Histórico y
Administrativo de Mendoza. Actas del Cabildo, Libro I, fol. 7 en Canals Frau 1946:63-Sic-). O
en las Actas de 1567, que al tratar de unas tierras a entregar a Alonso Campofrío de Caravajal,
menciona que las mismas tenían que “cabesçar por el aceuya arriba hazia El rrio de acequia
con que rriega guaymaye…” (Archivo Histórico y Administrativo de Mendoza. Actas del
Cabildo, Libro I, fol. 17 v. en Canals Frau 1946:64-Sic-). Si bien se trata de datos posteriores a la
instalación hispana en el valle de Mendoza, la mención documental de estas tecnologías
asociadas a la producción de cultivos, ha suplido la ausencia de evidencias físicas de las mismas.

Canals Frau ofrece también la documentación correspondiente a un pleito sobre el mejor


derecho a indios, iniciado por Juan de Cuevas en 1573. En éste, declara Rodrigo Hernando de
Arce quien viniera con el fundador Pedro del Castillo. Éste, afirma que en el viaje de venida para
~ 41 ~
fundar la ciudad estando ya de este lado de los Andes, les salieron “al camino muchos caciques e
indios de paz”, que les ofrecieron “choclos” (Revista de la Junta de Estudios Históricos, tomo I,
s.f.:110 en Canals Frau 1946:64). El autor cita también la referencia a “maizales” dando como
ejemplo uno que en 1594 habían abandonado unos indios para irse a sus algarrobales (Cabrera
s.f. en Canal Frau 1946:65). Además se citan referencias a la práctica de la siembra como por
ejemplo: “donde antiguamente solía sembrar el cacique yapliquenta” (Cabrera s.f.:337 en
Canals Frau 1946:65-Sic-). Y en una merced de tierras que el gobernador de Chile Rodrigo de
Quiroga otorga a Alonso de Reinoso en 1576, se hace referencia a tierras donde en época
prehispánica se habría sembrado “para el inca” (Archivo Nacional de Chile 1892 en Canals Frau
1946:65-Sic-).

Canals Frau, expone además la obra de Lizárraga, escrita entre 1594 y 1607. Se trata de
un observador directo que visitó la región y haciendo alusión a los parajes de la ciudad de
Mendoza, describe:

“…donde se dan todas las fructas nuestras, árboles y viñas, y sacan muy buen vino que
llevan á Tucumán ó de allá se lo vienen á comprar; es abundante de todo género de
mantenimiento y carnes de las nuestras; solo una falta tiene, que es leña para la
maderación de las casas…” (Lizárraga s.f. en Canals Frau 1946:24 -Sic-).

Se refiere también a otro documento, el de P. Ovalle que pasó por Mendoza en dos
oportunidades, en 1618 y luego en 1626 este haciendo referencia a los indios de la provincia de
Cuyo, los diferencia de los de Chile, describiéndolos: “… no son tan curiosos y aplicados a
labrar la tierra, así que no tienen la abundancia de comida y regalo que los chilenos.” (Ovalle
s.f. en Canals Frau 1946:28)

Este autor también documenta que los huarpes podían pasarse “muchos días con solo un
poco de maíz y algunas raíces” (Ovalle s.f. en Canals Frau 1946:30)

Cita también el testimonio de Suárez Figueroa, autor del siglo XVI -no se detalla el año-,
quien expresa que los huarpes “siembran escasamente” (Suárez Figueroa s.f.:76 en Canals Frau
1946:67).

~ 42 ~
A partir de estos datos documentales más otros arqueológicos (corontas carbonizadas en
Agrelo Patronato y Arboleda Norte; y morteros fijos y muebles en diversos sitios de la región)
Canals Frau (1946), interpreta que los huarpes conocían el cultivo, pero no lo practicaban
intensamente, a causa, sobre todo, a la aridez del suelo que sólo permitía cultivar en las zonas
con la suficiente humedad natural, o donde existían posibilidades de riego (Canals Frau 1946:59
y 67).

Otro documento en el que basan sus interpretaciones varios investigadores es la crónica


de Bibar escrita en 1558. Ésta fue realizada a partir de la posible descripción dada al autor por
los soldados que acompañaron a Villagra en su regreso a Santiago de Chile, por el lado oriental
de la cordillera, desde Perú, en el año 1551. En referencia a nuestra temática esta aporta:

“En medio de este camino está un valle, el cual los españoles llamaron el río
Bermejo… Es tierra muy poblada y es tierra fértil, aunque los indios no son muy grandes
labradores. Susténtanse de algarrobas y chañares y hacen pan de ellos, y del chañar
hacen vino que ellos beben. Tienen muchos guanacos y liebres y perdices como las que
tengo dicho. Es tierra de regadío. Fueron conquistados del Inca y aun hoy en día están
depositados de aquel tiempo, y de allí tomaron algunas costumbres suyas.
De esta provincia a la de Cuyo hay treinta leguas. Están todas pobladas y de
mucha gente. Estos indios de Cuyo tambien fueron conquistados de los Incas. Estos son
más labradores que no los de Caria; siembran mucho maíz y frísoles y quinoa; poseen
muchos guanacos. Están a la falda de la cordillera nevada. Hay todas las cazas que he
dicho, y sus vestimentas son de lana. También hay acequias muy buenas.”(Bibar
1966:165-Sic-)

A partir de este documento, Prieto (1997-1998) interpretó la producción excedentaria de


los productos cultivados nombrados (sobre todo de maíz) y su comercialización con grupos
localizados hacia el Sur del territorio.

En función de éste y otros documentos que hacen referencia a “indios del valle” y otros
“algarroberos”, Parisii (1995) propuso un enfoque diferente para los huarpes la existencia de dos
grupos de diversa estructuración: uno agricultor, sedentario, organizado socialmente de forma

~ 43 ~
compleja y jerarquizada y poseedor de las tierras aptas para dicha actividad económica, de la que
obtendrían excedentes; y otro recolector nómada y de organización social más flexible.

Existe consenso entre los autores en que durante el periodo de estudio los huarpes fueron
dominados por los incas, conquista que si bien recientemente ha sido tema central de varios
trabajos (Bárcena 2002b, Cahiza 2003, Ots 2007) aún no son claras sus características y de que
forma habrían estas influido en la sociedad local. Sin embargo, se han formulado, principalmente
desde la etnohistoria, hipótesis cuya discusión arqueológica puede resultar interesante. Entre
estas, se propone que, en este lapso que habría durado de 1480 a 1536 d.C., los huarpes habrían
servido en “mitas” en los tambos incaicos, habrían producido bienes como cerámica o productos
agrícolas y mantenido la red de caminos (Bárcena 2002). Parisii (2003), propone además, que el
mecanismo central de conquista incaica en esta área periférica, fue la modificación en el sistema
de propiedad de las tierras y recursos. La misma se daría por una transformación del espacio
socializado a tierra usufructuada mediante la redistribución y finalmente a propiedad privada.
Esto supondría además, un proceso de cambio social en tiempos prehispánicos, con
repercusiones en los cacicazgos (Parisii 2003:136)

Luego de extinguirse este dominio por la caída de Cuzco en manos hispanas, los huarpes
habrían entrado en contacto casi inmediatamente con los nuevos conquistadores instalados en
Santiago de Chile desde 1541. Estos en 1551 habrían tenido su primera incursión en la región y
en 1561 habrían fundado la ciudad (Cueto 1991, Prieto 1998-1999).

Si bien se revisaron un considerable número de documentos referentes al rol de los


vegetales para el período colonial, no creemos necesario presentarlos aquí, ya que no es nuestra
intención discutir o replantear las ideas interpretadas a partir de su análisis. Si no, más bien
creemos que las expectativas de nuestro registro podrían corresponderse y complementarse con
éstas.

Historiográficamente, para los primeros tiempos coloniales, se sostiene la idea de la


temprana introducción de diversas especies vegetales europeas, hasta se propone el ingreso
previo a la fundación de la ciudad del trigo (Báez 1948) y de la vid (Coria 1988), propuestas que
tienen su correspondencia arqueológica (Chiavazza y Mafferra 2007).

~ 44 ~
Se propone además, que las diferentes especies traídas por los españoles se adaptaron
rápidamente en nuestra región y sus cultivos se desarrollaron progresivamente durante los
primeros 50 años de la existencia de la ciudad. Esta idea, surge de documentos como los citados
de Lizarraga y Ovalle, que describen las bondades de los suelos mendocinos; u otros que hacen
referencia a terrenos cultivados con cereales (principalmente trigo, pero también avena, cebada y
centeno), vides, olivos, frutales varios y chacras. Destacándose también, las referencias al
procesamiento de ciertos productos, entre los que sobresalen las harinas y vinos y en menor
medida las pasas de frutas y aceites (Coria 1988).

Por otro lado, Prieto (1997-1998) desarrolla como debido a la carencia de circulante en
oro o plata en la región; las actividades agrícolas luego de sus tímidos inicios tomaron vigor al
convertirse los productos cultivados o sus derivados en objetos de pago. Este comercio en
especies se fue transformando, a medida que crecía la producción agrícola, en una economía de
tipo monetario, de la que resultaron beneficiados los encomenderos que en un primer momento
recibieron mejores y más tierras y más indígenas, es decir los soldados llegados en la fundación.
Dicha posición de privilegio tendió a consolidarse, ya que una vez las tierras y los indígenas
pudieron intercambiarse en el mercado, ellos tenían los medios para seguir adquiriendo dichos
bienes de producción. Esto, los transformó en un pequeño señorío local, cuyas familias
perpetuaron dicha posición hasta el siglo XIX, ocupando sistemáticamente los espacios de poder
disponibles en el cabildo de la ciudad (Prieto 1997-1998, Prieto et al. 2004).

Propuestas alternativas a las secuencias culturales

Previo al desarrollo de la problemática se cree oportuno hacer referencia a algunos


trabajos que cuestionaron la forma en la que la temática venía siendo tratada y que en cierta
forma guiaron nuestro análisis de los antecedentes. El tema principalmente discutido, es la forma
en que se interpretaron los vegetales cultivados hallados en los sitios arqueológicos de la región.

Chiavazza (1999 y 2001) plantea en primer lugar que los restos de cultivos hallados hasta
el momento en los sitios del Norte mendocino, no pueden aceptarse como indicadores definitivos
del periodo “agro-alfarero”. Si no, que debería pensarse en contextos que den cuenta de un
sistema económico de tal índole, el que no sólo estaría representado por las evidencias de los
productos agrícolas, sino por:

~ 45 ~
“…una tecnología con herramientas orientadas a la producción de plantas cultivadas,
un análisis del potencial productivo de los suelos, el descubrimiento de infraestructura
de riego, la evidencia de producción (stress ocupacional) y consumo en los restos
esqueletales y evidencias de técnicas de almacenamiento.” (Chiavazza 2001:107)

Aclara que esta evidencia debe aparecer contextualizada o en conjunto, ya que la


aparición de una de ellas (semillas por ejemplo) no será elemento suficiente para probar que
existió un sistema centrado en la producción agrícola en el pasado prehispánico de toda la región
Norte de Mendoza (Chiavazza 1999). En este sentido, pretende evadir consideraciones y
esquemas unilineales que ven un proceso de cambios diacrónicos radicales de economías
cazadoras recolectoras a productoras, notando más bien en el registro, cierta continuidad en la
caza y la recolección, forma que sin cambiar radical y definitivamente incorporaría el consumo
de productos agrícolas. Cuestiona también, el caso de que aún aceptándose la producción,
debería verificarse si ésta corresponde a una actividad económica central o complementaria, y si
es temporalmente constante o alternativa (Chiavazza 2001).

Centrado en un área vecina a la de estudio, Adolfo Gil (1997-1998) realiza un planteo


similar. A partir del desarrollo teórico de la relación entre grupos de cazadores recolectores y
grupos productores, revisa la evidencia disponible sobre cultivos prehispánicos en contextos
arqueológicos del Sur mendocino y discute su rol en la sociedad humana que pobló el área.
Presenta las interpretaciones clásicas, y otras nuevas, en forma de tres hipótesis alternativas,
desarrollando además sus implicancias arqueológicas:

“Hipótesis 1: Las poblaciones del Sur mendocino durante el Holoceno Tardío eran
cazadores que interactuaron con vecinos agricultores”… “Hipótesis 2: Durante el
Holoceno Tardío, los cazadores del Sur mendocino practicaron intermitentemente, y en
pequeña escala, la agricultura”… “Hipótesis 3: Los cazadores no tuvieron relaciones de
cooperación e intercambio con los agricultores, constituyendo una frontera cerrada. Los
agricultores se instalaron en algunos puntos del territorio” (Gil 1997-1998:310 y 311).

Estas tres hipótesis son discutidas dentro de un marco teórico donde el riesgo y la
incertidumbre influyen en el comportamiento humano (Jochin 1981, Wiessber 1982 en Gil 1997-

~ 46 ~
1998:312). Se considera que el ingreso de los vegetales cultivados es un momento dentro de un
proceso de largo plazo, y que las poblaciones del Sur mendocino desarrollaron para poder vivir
en una región semiárida con un alto nivel de incertidumbre, debido a la variabilidad ambiental.
Se concluye que de las tres hipótesis, la primera es la más indicada para explicar el registro
actual, debido a que en ninguno de los sitios donde se registran restos de cultivos están estos
asociados a su producción (Gil 1997-1998:311 y 312), condición que como se vio presenta
similitudes con la del Norte de Mendoza. Dicha situación, plantea un interrogante a la propuesta
de Gil, ya que los agricultores que podrían estar intercambiando vegetales cultivados con los
cazadores del Sur de Mendoza, no estaban, al parecer, tampoco asentados en el Norte de la
provincia; abriendo la discusión a situaciones más complejas de resolver a nivel arqueológico.

Otras líneas de evidencia para la discusión del tema

Las propuestas de Chiavazza y Gil, si bien desde perspectivas teóricas diferentes,


coinciden en la necesidad de incluir nuevas líneas de evidencia para poder discutir la temática
abordada con mayor profundidad. Los autores señalan la importancia de estudiar el tema a través
de varias vías, y en que estas en interacción puedan definir contextos que posibiliten interpretar
más claramente el registro arqueológico. Entre ellas, pueden nombrarse estudios: de las
tecnologías asociadas a la producción, de suelos, del uso del espacio, de la intensidad de las
ocupaciones, de arte rupestre, de la evidencia de producción (stress ocupacional) y consumo en
los restos esqueletales, entre otros.

Recientemente se ha incursionado el la ultima línea nombrada, estas aportan nuevas


posibilidades al tratamiento del tema. Concretamente, se trata de análisis bioantropológicos, los
que se basan en el estudio de las variables isotópicas del las moléculas de carbono presentes en
huesos humanos. A través de ellos es posible distinguir en la dieta plantas con diferentes
patrones fotosintéticos: C3 o C4. A partir de lo cual, puede detectarse ciertas tendencias en la
dieta de las personas en el pasado (Schoeninger y Schurr 1994 en Novellino et al. 2004).

Dentro de esta línea Gil (2003) realiza otro aporte a la temática, presenta los resultados
de los análisis isotópicos sobre muestras óseas humanas y de recursos consumidos para el Sur de
Mendoza, área que define como límite Sur de la agricultura andina prehispánica, la cual habría

~ 47 ~
funcionado como una región buffer12 entre el Centro Oeste Argentino y el área Norte Patagónica.
Se propone evaluar la importancia del maíz en la subsistencia de las poblaciones humanas. Los
resultados indican una variación significativa en los valores δ13C que van de extremadamente
negativo a intermedio. Por medio de los cuales Gil propone que la dieta ha estado basada en
recursos C3 y herbívoros que consumieran plantas C3 y C4; si se hubiera consumido plantas C4
como el maíz, esto no fue significativo en la dieta (Gil 2003).

En la misma línea de trabajo, e incluyendo esta vez datos del Norte de Mendoza, se
estudió la importancia del maíz en la subsistencia de las poblaciones humanas que habitaron el
Oeste argentino durante el Holoceno tardío, abordando la incorporación y la importancia que
tuvo este cultígeno a través de la aplicación de análisis isotópicos y el estudio de la presencia de
caries. Concluyendo, nuevamente, que el maíz no fue cuantitativamente importante en la dieta
(Novellino et al. 2004).

Continuando estos trabajos, recientemente se propuso, a partir de estudios de δ13C sobre


restos óseos humanos, que el consumo de maíz habría tenido variaciones a través del tiempo en
el Centro Oeste Argentino, pero estas variaciones no representarían, como se esperaba, un
crecimiento lineal en el consumo. Sino que por el contrario, este crecería desde su adopción en el
2000 AP. hasta el 1200 AP. año en el que se registra un máximo consumo para el área, siendo
este de importancia relativa para la dieta (dentro de los patrones esperables para una dieta mixta
de maíz, vegetales silvestres y animales que consumen plantas silvestres); y desde allí decrecería
hacía tiempos históricos. Los autores proponen que dicha situación podría corresponderse con
variaciones climáticas dados durante este período, los que habrían influido en los modos de
subsistencia de estas poblaciones (Gil et al. 2008).

Puede verse que está línea de evidencia, parece favorecer la discusión de las propuestas
alternativas sobre el rol que tuvieron los vegetales en la vida de las sociedades prehispánicas de
Mendoza, en detrimento de las propuestas tradicionales. Igualmente, resta desarrollar los demás
estudios nombrados para afrontar el problema con mayor profundidad. En este sentido, se analiza

12
Este concepto refiere al espacio intermedio entre dos zonas arqueológicas diferenciables, la Nordpatagónica y la
del “Centro Oeste Argentino”, la cual se correspondería con el límite austral de la agricultura andina, donde
convivirían cazadores y agricultores (Lagiglia 1977a en Gil 1998-1999, Schobinger 1975), Gil (1998-1999, 2003)
también lo utiliza, desde un enfoque ecológico, como estrategia de un determinado grupo humano; estas estrategias
buffer pueden ser: mutualísticas, competitivas o parásitas.

~ 48 ~
la problemática asociada a los antecedentes vistos y se elabora una propuesta desde la
arqueobotánica que intente superar las dificultades tratadas en los antecedentes. En los mismos,
se detectan problemas de enfoque más que de potencialidad del registro. Un replanteamiento de
este tipo permitirá lograr explicaciones sobre la incidencia de los vegetales en la vida de las
sociedades pasadas. Ello, conlleva dos requerimientos: primero implementar técnicas de
recuperación sistemáticamente de restos botánicos y segundo dejar de dar por sentado el
esquema evolutivo clásico que llevó a definir pasos sin retorno, de la caza a la agricultura y a
asociar registros arqueológicos por extensión con hipotéticos sistemas económicos.

~ 49 ~
~ 50 ~
III-PROBLEMÁTICA

~ 51 ~
~ 52 ~
PROBLEMÁTICA

En este apartado, se intenta definir la problemática asociada al tratamiento del tema de


estudio. Dicha definición, fue resultado del análisis crítico de los antecedentes. En aquellos, si
bien es común encontrar datos sobre el rescate de restos vegetales en sitios arqueológicos del
Norte de la provincia de Mendoza, más raro es hallar trabajos que hayan desarrollado técnicas
sistemáticas de rescate y análisis de los mismos o que aborden en profundidad las problemáticas
asociadas a ellos y bajo enfoques precisos.

Esta particularidad, puede ser resultado de la forma en que el registro botánico fue
interpretado y que la validez de dichas interpretaciones no ha sido replanteada por nuevas
investigaciones, las que no centran su atención en estás temáticas y en general continúan
aceptando interpretaciones tradicionales.

Más precisamente, la arqueología del Norte de Mendoza ha basado gran parte de sus
interpretaciones referidas al cambio cultural en base a la definición y organización temporal de
sistemas tecno-económicos. Concretamente, se han determinado dos grandes etapas marcadas
por tecnologías con o sin cerámica, y con economías basadas en la caza y recolección o en la
agricultura respectivamente. Definiéndose diferentes periodos para el primer caso como:
“precerámico” (Schobinger, 1975) o “precerámico y arcaico” (Lagiglia 1968), posteriormente
uno intermedio llamado “precerámico final o transacional” (Lagiglia 1968), o “agrícola
precerámico” (García 1992), o “protoformativo” (Bárcena 1982, 2002). Luego del cual, habría
un periodo “agroalfarero” regional sobre el cual existe consenso entre los autores vistos (Bárcena
1982, 2002, Bárcena y Roig 1981-1982; Bárcena et al. 1985; Cahiza 2003, García, 1988;
Sachero et al. 1988; Durán y García, 1989; García 1992).

Estas posiciones, sobre todo la del cambio de la forma económica extractiva hacía otra
productiva surgieron en el marco del evolucionismo y difusionismo de la escuela Histórico
Cultural (por ejemplo Lagiglia 1968, Schobinger 1975, Bárcena 1982) y fueron generalmente
sostenidas hasta mediados de los noventa (García 1988, 1992), hasta por perspectivas diferentes
que se podrían generalizar como procesuales o sistémicas (Durán y García 1989) e incluso otras
cercanas a la Ecología Evolutiva (Durán y Cortegoso 2005). Sólo recientemente, se han
presentado propuestas alternativas que cuestionaron estos ordenamientos cronológico-culturales,

~ 53 ~
criticaron la forma en que el registro arqueobotánico fue usado para verificar dichas ideas, y
propusieron incluir nuevas líneas de evidencias en la discusión (Chiavazza 1999, 2001, Gil 1997-
1998).

Si bien las propuestas de Chiavazza (1999 y 2000) y Gil (1997-1998), son elaboradas
desde marcos teóricos diferentes al nuestro, se orientará el análisis de los antecedentes, siguiendo
sus planteos, ya que la crítica realizada por ellos, se cree valida y compatible con la que se
describirá a continuación. Igualmente, este trabajo pretende avanzar sobre interpretaciones que
vayan más allá de lo netamente económico, con respecto a los trabajos citados de Chiavazza y
Gil y en el sentido que se analizará en el marco teórico.

Orientados de esta forma, se pudo analizar que las evidencias, conjuntamente a las
interpretaciones generadas por ellas, para el Norte de Mendoza cuentan con las siguientes
características:

-Los registros botánicos existentes no fueron recuperados mediante la aplicación de


técnicas sistemáticas, su análisis se basó en una identificación taxonómica la mayoría de las
veces no referenciada, ni cuantificada.

-Estos, se interpretaron de la siguiente forma: la presencia o ausencia de vegetales


cultivados bastó para definir a las sociedades, como productoras o recolectoras de alimentos,
respectivamente. Cuando en realidad su presencia no implica la práctica agrícola (Chiavazza
1999, 2001, Dennell 1985, Gil 1997-1998).

-Las dataciones más antiguas, darían inicio aproximadamente hace 2000 años AP.13 a un
periodo agrícola, éste se continuaría hasta la conquista española de la región. La forma de
interpretar dicho registro imposibilitó percibir las características específicas en la adopción de
dichas formas económicas, ya que el interés se orientó, más bien, a relevar la antigüedad de las
mismas. Como así tampoco, el grado de importancia que éstas tuvieron para dichas sociedades
en las diferentes subáreas de la región y en los diferentes momentos, en los que tampoco se

13
O en 4510±130 años AP. de aceptarse el fechado dado en Bárcena et al. 1985:354.

~ 54 ~
consideran posibles lapsos intermedios en los que la importancia de dichas prácticas podrían
haber variado, como se ha propuesto recientemente (Gil et al. 2008).

-Dentro del esquema de ideas planteado, la asociación de estos restos botánicos con
cerámica amplió la definición dando inicio a un periodo “Agroalfarero”. Se ha planteado que la
asociación de restos de cultivos con cerámica tampoco puede usarse como prueba de prácticas
agrícolas (Dennell 1985, Gil 1997-1998). Sin embargo en los antecedentes esto no se interpreta
de esta forma y se usa para hacer extensiva la definición de grupos productores realizada a partir
de la presencia de restos de vegetales cultivados, a toda la zona donde se hayan encontrado los
tipos cerámicos a los que se relacionan.

-Los restos de vegetales cultivados aparecen generalmente en abrigos rocosos


cordilleranos, en dos casos: Cueva del Toro y Agua de la Tinaja I, se propone que algunos de
ellos (específicamente zapallo y mate para el primero y quínoa para el segundo) fueron
cultivados en las inmediaciones de estos sitios. Pero, no aparecen en los contextos prueba alguna
de tecnologías asociada a dicha actividad y esta está siempre condicionada a situaciones que no
pueden probarse, como la posible existencia de mayor disponibilidad de agua en el pasado para
Agua de la Tinaja I. No descripta en el trabajo realizado por Roig y Carretero (1991)
específicamente en ese sitio, donde se afirma que no habrían existido cambios climáticos que
llegaran a determinar desplazamientos de las comunidades vegetales en el valle de Uspallata.

Igualmente, cómo se dijo, el de Agua de la Tinaja I fue uno de los registros mejor
estudiados, por lo que sus interpretaciones son más consistentes que las planteadas para otros
sitios, los autores al identificar restos de tallos de quínoa proponen su cultivo en el sitio. Si bien,
es esta una de las pruebas más firmes sobre la agricultura en la región, es relativa de acuerdo a lo
ya planteado y debido a que si bien sería esperable encontrar solo semillas de este vegetal en
contextos de su obtención por medio del intercambio, al consumirse este vegetal en su totalidad
(semillas, tallos, hojas) pudo haber sido intercambiado u obtenido en esta forma desde lugares
relativamente cercanos al sitio, como lo son Valles Preandinos de la provincia de San Juan donde
se descubrieron los sitios de “la cultura de Ansilta”, donde si existes evidencias de tecnologías
asociadas a la producción agrícola (Gambier 1977). Igualmente, si bien, se plantean algunas
salvedades, se cree que otro argumento a favor de la práctica agrícola en el sitio puede verse en
el registro arqueológico del mismo, el cual no se parece en nada al de los demás sitios

~ 55 ~
precordilleranos analizados, donde éste se asocia claramente al de partidas de caza
especializadas, situación que no se da en Agua de la Tinaja I, donde el registro óseo faunístico y
lítico es escaso. En este sentido, sería recomendable ampliar las investigaciones dentro de las
líneas propuestas a fin de generar evidencias que resulten menos ambiguas.

En Cueva del Toro, como se dijo, se relacionan los restos de cultivos rescatados a campos
próximos al sitio, donde actualmente se cultiva alfalfa, no se aclara la forma de irrigación de
estas plantaciones modernas, ya que de ser la misma artificial, la propuesta implicaría la
existencia de canales de riego contemporáneos a las ocupaciones pretéritas de los que no se
ofrece evidencia.

Salvo esos dos sitios, se interpreta que los vegetales cultivados (sobre todo el maíz)
proceden de otros ambientes como el Piedemonte, la Planicie Noreste o el Valle de Uspallata,
donde habrían sido producidos. Pero en estos espacios tampoco son claras las evidencias de
prácticas agrícolas y solamente tres sitios registran restos de cultivos prehispánicos, dos en el
sector del piedemonte del Valle de Uco, por un lado los hallados por Canals Frau y Semper
(1957) en el sitio Arboleda Norte, los recientemente descubiertos por Ots (2007) en Agua
Amarga; y por otro lado los descubiertos en Agrelo Patronato también por Canals Frau y Semper
(1957).

Para el caso de los descubiertos por Canals Frau y Semper, nunca se explica el origen
preciso de estos restos, sino que sólo se asocian a la cerámica “Agrelo”, lo cual hace difícil
constatar el alcance de tal asociación. García (1992), propone salvedades similares al observar la
asociación hecha por los autores entre puntas de proyectil y la cerámica. Y plantea, para su caso,
esperar mayores definiciones a partir de futuras excavaciones en la zona, debido a que entre los
materiales recolectados por los autores pueden observarse mezclas con materiales más
modernos. Es en Agrelo Patronato además, el único sitio donde los restos de cultivos aparecen
asociados a canales de riego.

En Agua Amarga las asociaciones contextuales de los restos de cultivos a cerámica


datada entre 530±50 y 625±60 AP. (Ots 2007:185 y 191), son más confiables; pero no aparecen
en el sitio, otras evidencias asociadas a la producción de vegetales.

~ 56 ~
- En la región, son las acequias, las tecnologías que más se asocian a las prácticas
agrícolas, las que se cree existentes desde tiempos prehispánicos. En su mayoría, las pruebas
para su existencia prehispánica provienen de la documentación histórica mencionada, donde a la
vez se hace referencia a los cultivos.

La crónica de Bibar, escrita en 1558, describe a Mendoza como tierra de acequias muy
buenas. Como ya se dijo, el objetivo de este trabajo es esencialmente un estudio arqueobotánico,
por lo que, el análisis crítico de estas fuentes será limitado, pero se recurre a Parisii (2003:36)
quien plantea la poco clara procedencia de los datos que ofrece dicho documento. Los mismos
habrían sido dados al autor por los soldados que acompañaron a Villagra en su incursión sobre la
zona de estudio, por lo que, deberían coincidir con los contenidos en el documentado proceso a
Villagra donde dichos soldados atestiguan, entre los cuales, la autora no reconoce grandes
similitudes.

Otras evidencias sobre las acequias se registran en las actas capitulares, escritas cinco y
seis años después de fundada la ciudad de Mendoza, siendo la salvedad para este tipo de datos,
como ya se planteó (García 1998:20), el hecho de que dicha información es extrapolada de
tiempos hispánicos a tiempos anteriores; situación que se haría extensiva también a toda la
documentación existente, salvo la crónica de Bibar que registraría el primer contacto entre
españoles e indígenas, dado diez años antes de la fundación de la ciudad.

Se considera a la información histórica como un elemento contextual más para el estudio


del pasado (Hodder 1989:26), desde el cual pueden generarse interpretaciones valiosas, si se
cuenta con otras evidencias arqueológicas que las apoyen. Concretamente para nuestra temática,
se ha planteado también que la información histórica sobre el consumo de vegetales cultivados
no es representativa para tiempos prehispánicos, o por lo menos, no se corresponde con la
información obtenida en estudios arqueobotánicos (Chiavazza y Mafferra 2007) y
bioantropológicos (Gil et al. 2008).

A nivel arqueológico las evidencias sobre las acequias son menos claras. Los canales de
riego registrados por Canals Frau y Semper (1557), se asocian a los restos de cultivos
descubiertos, porque se cree que la agricultura en el lugar sería imposible sin irrigación artificial.
El hecho de que, como se dijo, las asociaciones contextuales sean poco claras y los canales de

~ 57 ~
riego no sean descriptos ni documentados en profundidad, impide apreciar el nivel de apriorismo
en el que se fundó dicha interpretación. Cabe señalar igualmente, la relevancia que tendrían estos
canales, debido a que no se registra en otros antecedentes dato alguno sobre rasgos en el terreno
que indiquen la existencia de acequias antiguas.

En este sentido, los únicos estudios arqueológicos existentes fueron los realizados por
Mayntzhuzen (1968), quien propuso la existencia de canales prehispánicos en áreas del
piedemonte, más precisamente, en las zonas de las terrazas del río Mendoza. Propuesta que el
mismo autor descartó en un trabajo posterior (1985), redefiniendo dichos cauces como de
construcción hispana. El mismo autor, propuso también hipótesis sobre la construcción del canal
cacique Guaymallén (Mayntzhuzen, 1985), el cual se trata en realidad de un cauce natural que
sigue una falla geológica que se desprende como rama o brazo del río Mendoza y no un canal
artificial (Ponte 2005). Recientemente, Ponte (2005) propuso también, a partir de la
documentación presentada referente a las acequias, un modelo hipotético de la forma de
aprovechamiento hídrico para el valle de Mendoza antes de la llegada de los españoles. Éste, se
razona a partir de la adaptación regional que deben haber hecho los incas de su forma de cultivo
en terrazas (Ponte 2005:38-Sic-). Según el autor, se habría aprovechado el suave desnivel natural
del piedemonte mendocino para montar estas terrazas irrigadas, en forma de bandas
longitudinales paralelas a la cordillera. Hasta el momento no existen evidencias arqueológicas
para probar dicha hipótesis.

-Se asoció también a las prácticas agrícolas la presencia, en sitios pedemontanos y en el


valle de Uspallata, de artefactos de molienda. Estos son en realidad artefactos empleados para el
procesamiento de un amplio espectro de recursos: minerales, vegetales (silvestres y/o cultivados)
y animales, por lo que su asociación a la producción agrícola es relativa. La ausencia de estudios
específicos que permitan avanzar en estas definiciones (fitolitos, huellas de desgaste, etc.) no
permiten avalar o descartar la asociación propuesta.

A partir del análisis de los antecedentes se concluye que no existe evidencia solida para
plantear la existencia de un periodo agrícola para la región, ya que en ningún caso los restos de
cultivos hallados se encuentran asociados a evidencias que prueben su producción. En cambio, el
registro demuestra una continuidad en la práctica de la recolección, con la incorporación de
vegetales cultivados obtenidos a través del intercambio (Chiavazza 1999, 2001, Chiavazza y

~ 58 ~
Mafferra 2007) y un énfasis en la pesca (Chiavazza 2007). ¿De dónde podrían provenir entonces
los cultivos descubiertos en el Norte de Mendoza? El lugar más cercano donde existen sobradas
evidencias de agricultura prehispánica es la vecina provincia de San Juan. Lo que puede verse en
la asociación de restos de cultivos prehispánicos con: campos de cultivo y acequias como los
descriptos por Gambier (1992); y a desarrollados sistemas hidráulicos, como los analizados en
Damiani (2002) y en García (et al. 2008).
Por otro lado puede verse que para el periodo histórico, no se ha afrontado la temática del
rol de los productos vegetales para las sociedades humanas, desde la arqueología. Salvo el
trabajo de Chiavazza y Mafferra (2007) que como se dijo, pretende continuarse en esta tesis.

Así, con la intención de contribuir a las discusiones planteadas, a partir del estudio de los
antecedentes, se ha desarrollado una propuesta. Pudo verse que el tratamiento de la temática ha
contado con tres líneas que constituyen el problema que se pretende afrontar, la primera espacial
o geográfica, asociada a que se carece de datos procedentes del área que señalan los autores
como central para la resolución del problema del rol de los vegetales cultivados para las
sociedades humanas en el periodo prehispánico. La segunda, de índole metodológica, asociada a
la falta de aplicación de técnicas específicas de rescate de material botánico en excavaciones
arqueológicas. La tercera, interpretativa, asociada a la forma en la que se utilizaron los datos para
construir el conocimiento sobre el tema.

A partir de esto, se desarrolla una propuesta basada en:

1- Orientar las investigaciones en los puntos geográficos que se señalan en los


antecedentes como los más aptos para aportar a esta temática (a desarrollarse en la
descripción de los sitios).

2- Aplicar sistemáticamente metodologías de rescate y análisis de material botánico


arqueológico, a fin de ampliar la base empírica con la cual afrontar la temática (ver
desarrollo en el apartado de metodología).

3- Replantear la forma en la que los antecedentes interpretaron el registro


arqueobotánico, e integrar nuestras interpretaciones a problemas que vayan más allá
de los esquemas, unilineales en lo temporal y generales en lo espacial, con los que se

~ 59 ~
razonó la arqueología regional (ver su desarrollo en el apartado de marco teórico).
Con el fin de avanzar en ese sentido, entendiendo al registro arqueobotánico como
parte de la cultura material (Hodder 1989), atravesado por significados simbólicos,
políticos y sociales (Ruhl 1997).

~ 60 ~
IV-DESARROLLO DE LA PROPUESTA DE ANÁLISIS

~ 61 ~
~ 62 ~
DESCRIPCIÓN DE LOS PUNTOS ARQUEOLÓGICOS ANALIZADOS.

Como se vio en la problemática, si bien, en la discusión del rol de los recursos vegetales,
sobre todo de los cultivo en el Norte de Mendoza, se han señalado como las áreas de mayor
relevancia a las tierras bajas y los valles cordilleranos, son escasos los registros arqueobotánicos
procedentes de éstas. Por lo que, en el intento de aportar datos útiles para la discusión del tema,
se centrarán los trabajos en el Piedemonte precordillerano y la Planicie Noreste.

En estos sectores, los autores analizados en los antecedentes ubican los “sitios de
habitación permanente”, donde en la etapa prehispánica se habrían producido los cultivos (sobre
todo el maíz) cuyos restos fueron encontrados en los sitios precordilleranos. Situación que puede
verse claramente si se recurre a citas textuales. Por ejemplo, María del Rosario Prieto (1997-
1998) en su definición de “ecosistemas culturales”, se refiere al área del Piedemonte y Planicie
como la poseedora de un suelo fértil…

“… apto para la agricultura en gran escala, agua abundante para riego, y amplios
espacios capaces de soportar una demografía más alta, que permitieron el establecimiento de
grupos con un nivel de integración tribal. Practicaron una agricultura con excedentes y la cría
de animales domésticos” (Prieto 1997-1998:57).

Así también, al referirse al valle de Mendoza, llamado antiguamente valle de Huentata lo


señala como el:

“…que cobijaba el mayor nucleamiento indígena cuando arribaron los españoles a la


región.” (Prieto 1997-1998:34)

Víctor Durán y Cristina García (1989), por su parte, propusieron un modelo de


ocupación para la región, en el que:

“Los asentamientos permanentes deben haberse ubicado en el Valle de Uspallata y el


piedemonte cordillerano y planicie oriental. Suponemos que en estos sitios se realizaban
actividades de tipo generalizado destinadas a la satisfacción de necesidades fundamentales para

~ 63 ~
la subsistencia de cada grupo (agricultura, pastoreo y/o recolección de vegetales comestibles)”
(Durán y García, 1989:31).

García (1992) aporta además una certera consideración, cuando argumenta que en el caso
de la arqueología de Mendoza:

“El hecho de que aún no se hayan excavado poblados u otro tipo de sitios de habitación
permanente en el llano implica que seguramente los hallazgos realizados hasta el momento
(refiriéndose a los cultivos rescatados en cordillera) no son de ninguna manera representativos
del grado de desarrollo de la agricultura de entonces a nivel regional…” (García, 1992:11).

Por otro lado, es en el valle de Mendoza donde se fundó la ciudad y se desarrolló gran
parte de la vida colonial, y donde se propone se instalaron las primeras colonias agrícolas
europeas de la región (Báez 1948). Por otro lado la Planicie Noreste, fue el sector donde se
refugiaron los grupos indígenas desplazados del valle por la ocupación hispana. Por lo que se
cree el estudio de estos dos sectores será muy útil para la discusión de la temática, tanto para
momentos prehispánico tardío, como el colonial temprano.

Piedemonte, Valle de Mendoza.

Físicamente a esta zona se caracteriza por poseer una superficie relativamente plana,
modelada por un extenso glacis o piedemonte, adosado al flanco de la Precordillera. Presenta dos
niveles de sedimentación, surcado por cursos temporarios, que en verano encausan violentas
crecidas o aluviones, determinados por precipitaciones concentradas en sectores parciales de la
cuenca. Éstas, generan la abundancia de materiales gruesos sobre los glacis y la falta de suelos
determinan la escasa cubierta vegetal, representada por una estepa arbustiva alta de jarilla, típica
del monte. El jarillal se desarrolla por debajo de los 1.500 msnm., con un predominio de Larrea
divaricata y Larrea cuneifolia dependiendo de la altitud, acompañada por zampa (Atriplex
lampa), ala de loro (Monttea aphylla), algarrobo (Prosopis flexuosa) y un estrato inferior de
herbáceas. El piedemonte, presenta depresiones de origen tectónico, entre la que se encuentra la
septentrional o de Mendoza-Tulumaya, que es seca y cálida por su apertura hacía el norte,
alberga la ciudad de Mendoza y a la principal zona agrícola de la provincia (Prieto 1997-1998).

~ 64 ~
En este sector, se analizan tres puntos arqueológicos o predios correspondientes al sitio
ciudad de Mendoza. Todos ellos se encuentran ubicados alrededor de la actual plaza Pedro del
Castillo, zona que correspondió al sector central del casco histórico de la ciudad de Mendoza
colonial.

Este sector de la ciudad, ha sido intensamente estudiado a partir del final de la década de
1980, cuando se iniciaron las investigaciones en el cabildo y plaza de la ciudad de Mendoza
colonial (Bárcena y Schávelson 1991); que fueron seguidas por la excavación de las ruinas de
San Francisco (Abal 1998). Por otro lado, desde 1995, funciona el Centro de Investigaciones
Ruinas de San Francisco, el que inició una línea de investigación centrada en los estudios
arqueológicos e históricos de la ciudad de Mendoza. Éste, sumó trabajos en los predio religiosos
en las Ruinas de San Francisco (Chiavazza y Prieto Olavarría 2001, Chiavazza 2005b.), en la
merced (Chiavazza y Zorrilla 2005), San Agustín y Santo Domingo (Chiavazza 2005b.). Además
de los solares de Alberdi e Ituzaingó, Ituzaingó 2190, Alameda, Gimnasio nº3, Proyecto Plaza
Huarpe, Chacabuco (Chiavazza y Tamiozzo 2002, Chiavazza 2005a, Chiavazza et al. 2007);
entre otros, excavados recientemente, como la antigua iglesia de La Caridad y la Capilla del
Buen Viaje. Se ha realizado además, una gran cantidad de seguimientos en pozos de obras
urbanas diversas (obras sanitarias, arreglos de calles, etc.).

A partir de estos trabajos, existe actualmente una considerable cantidad de información


referida a las tendencias de la secuencia estratigráfica de diferentes sectores de la ciudad de
Mendoza (Bárcena 1998, Chiavazza 2005 a, 2005b., 2006). Éstas se caracterizan por contextos
densos, con una gran diversidad artefactual, que permite proponer una secuencia ocupacional
para el sector del valle, en la que, desde hace 2000 años AP., se vendrían registrando
ocupaciones estables; de un patrón aldeano disperso vertebrado en torno a cauces y ciénagas en
tiempos tempranos (Chiavazza 2005a., Prieto y Chiavazza 2006) hasta uno de carácter urbano
consolidado desde la segunda mitad del siglo XVII (Chiavazza 2005b., Chiavazza y Prieto 2001,
Cueto 1991, Ponte 1987, Prieto 1997-1998).

Esta abundancia de trabajos antecedentes permite definir recurrencias para los contextos
asociados al periodo elegido, definido como prehispánico tardío y colonial temprano (Chiavazza
2005a.). Entre estas, destacan en todas las excavaciones, la presencia de carbón (en mayor o
menor abundancia), cerámicas indígenas asociadas al tipo Viluco, coloniales tempranas locales

~ 65 ~
del tipo carrascal, rojas monocromas y mayólicas americanas y extra-americanas. Los restos
faunísticos muestran abundancia de taxones, donde se integran restos de fauna euroasiática
(cerdo y cabra) y autóctona (peces, ñandú, etc.). Los niveles corresponden a profundidades que
generalmente se registran por debajo de los dos metros (Chiavazza 2005a., 2005b., Chiavazza y
Prieto 2001, Chiavazza y Mafferra 2007). Se cree que la densidad de los registros, podría
corresponderse con la información histórica que, señalaría este lugar como el más densamente
poblado por los grupos huarpes al momento del arribo español (Prieto 1997-1998).

~ 66 ~
Figura 2. Mapa de la ubicación de los sitios en el Área Fundacional de la ciudad de Mendoza, en
el valle homónimo.

~ 67 ~
~ 68 ~
1 2

4 Figura 3. Materiales rescatados en


puntos arqueológicos del casco histórico
de la ciudad colonial de Mendoza
analizados en esta tesis: 1-Mayólicas
panameñas, 2-Cerámica tipo Viluco, 3-
Material cerámico vario (colonial y
Viluco), óseo fauna y lítico, 4-Figura
zoomorfa de cerámica (fotos Horacio
Chiavazza).
~ 69 ~
~ 70 ~
Ruinas de San Francisco

Entre los predios se analizan las Ruinas de San francisco. Éstas, son el único vestigio
estructural visible en superficie de la arquitectura de la ciudad de Mendoza colonial, destruida
por un terremoto en el año 1861. Históricamente, se sabe para este predio que la ocupación
indígena prehispánica, fue seguida luego de la fundación de la ciudad en 1561, por la instalación
de una familia española de encomenderos, quienes ocuparon el solar hasta principios del siglo
XVII, cuando los mismos donaron el terreno a la Compañía de Jesús, momento a partir del cual,
éste pasa a ser uno de los principales sectores religiosos de la ciudad. Los jesuitas se instalaron
primero en una capilla, que ocuparon hasta inicios del siglo XVIII cuando ésta fue destruida por
un aluvión. Posteriormente los jesuitas comenzaron la construcción del templo hoy en ruinas
(Las Ruinas de San Francisco 1998, Chiavazza 2005b.).

En esta tesis se analizan materiales recuperados en los sectores denominados Crucero y


Pilastra Noroeste. A pesar de estar estas excavaciones separadas entre si por solo cinco metros de
distancia las características estratigráficas varían notablemente en uno y otro sector.

El sector del crucero del templo construido en el siglo XVIII coincidió, a los dos metros
de profundidad, con un nivel que se ha interpretado como el de un apisonado correspondiente a
una estructura habitacional de entre cuatro y cinco metros de diámetro (Chiavazza y Prieto
Olavarría 2001). Se descubrió un sector arcilloso apisonado alrededor del cual se identifican
improntas de postes y se recuperaron también restos de quincha. En el sector central de la
superficie circular se detectaron concentraciones óseas de fauna (Romero et al. 2003), de
cerámicas indígenas tipo Viluco (Prieto Olavarría 2005) y coloniales (Chiavazza et al. 2003) en
una matriz arcillosa termo alterada con abundante carbón. El resultado de la datación
radiocarbónica fue de:

Procedencia Interpretación del Datación Datos de


registro laboratorio
Cuadrícula: 139 Contexto: piso de 440±40 años AP. URU 0279
Profundidad: 235-240 cm ocupación 1550±40 DC.
Entre 1510 y 1590
Tabla 1. Datación SF Crucero Fogón (Chiavazza y Prieto 2001).

~ 71 ~
El sector denominado Pilastra Noroeste, se ubica en el sur de uno de los pilares que
sostenía la cúpula de la iglesia jesuita del siglo XVIII. Este sector presenta la particularidad de
estar directamente afectado por las excavaciones realizadas para la colocación del cimiento de la
pilastra, durante la construcción del templo a principios del siglo XVIII. Por lo que, esta
excavación alteró los niveles prehispánicos tardíos y coloniales tempranos. Igualmente, se cree
que la cronología, es concordante con la datación del fogón del sector Crucero. Cristina Prieto,
en un análisis que esta desarrollando para su trabajo doctoral, propuso por las características
tipológicas de la cerámica Viluco hallada en esta excavación y los posicionamientos
estratigráficos, una cronología afín a la obtenida en la excavación del sector fogón (Prieto com.
pers.). Esta situación, llevó a considerar que los restos hallados por debajo del nivel de los 230
cm. de profundidad, aún encontrándose en posición secundaria, podrían haber sido re localizados
a una profundidad relativamente similar de la que procedían, una vez que se rellenaron los pozos
de los cimientos (Chiavazza 2005b.).

En esta excavación, los contextos cuentan con abundantes materiales cerámicos, de tipo
Viluco y coloniales tempranos, además de elementos metálicos (botones) y arqueofaunísticos,
que permiten sostener al registro como perteneciente a la transición del prehispánico tardío y
colonial temprano. La cercanía (a cinco metros de distancia) y el nivel estratigráfico respecto del
sector crucero, además de los materiales hallados, permiten sostener una sincronía respecto del
nivel de ocupación temprano y previo a la instalación de los jesuitas en el predio (ocurrida en
1608).

Alberdi e Ituzaingó

Este predio, es un solar que se localiza en la esquina suroeste de la plaza fundacional.


Allí, se realizó una excavación sistemática durante el año 1998 (Chiavazza y Tamiozzo 2002), a
lo que se sumó luego un trabajo de rescate arqueológico durante el año 2005 (en un gran pozo de
cimentación ubicado unos 10 m. hacia el sur) de donde provienen los restos que se analizaran.

La secuencia permite observar una ocupación continua con usos diferenciados del espacio
a través del tiempo. Entre estos, se destaca el hallazgo de dos sectores bien definidos
correspondientes a concentración de desechos (pozos de basura) que datan de etapas tempranas.
En los mismos, se han rescatado contextos caracterizados por la mezcla de abundante cantidad

~ 72 ~
de fragmentos cerámicos tempranos (mayólicas, vidriadas carrascal, rojas) de diferente
procedencia (Puebla et al. 2006), con cerámica indígena del tipo Viluco y datado en contextos de
la ciudad entre los siglos XV y XVII (Bárcena 1998, Prieto Olavarría 2005, Prieto Olavarría y
Ortega 2002). También, se descubrieron restos de fauna euroasiática mezclados con elementos
óseos de fauna autóctona (Romero et al. 2002, Ortega et al. 2006). Los escasos restos vítreos
también corresponden a excepcionales piezas tempranas representadas por cuentas de collar,
destacándose una de tipo aggri-perlen (Chiavazza 2005a., Chiavazza 2006, Chiavazza et al.
2007).

Los contextos fueron recuperados entre los 230 y 240 cm. de profundidad y en general
presentan una estructura carbonosa. En el caso de la excavación sistemática de 1998 se obtuvo
una datación absoluta sobre carbón de:

Procedencia Interpretación Datación Datos de


del registro laboratorio
Arranque ocupacional Contexto de 470±70 años AP. INGEIS.
Sondeo 1, cuadrícula NE.; basurero 1480±70 d.C. AC1610.
sector NO. Entre el 1410 y 1550
Profundidad: 265 a 270 cm d.C.
Tabla 2. Procedencia de la muestra y datación radiocarbónica de Alberdi e Ituzaingó (Chiavazza y
Mafferra 2007:137).

Los resultados que se presentan proceden del rescate arqueológico realizado en el año
2005. Se trata de una superficie de aproximadamente 1,3 m.2, que se excavaron sobre el perfil
oeste del terreno en una franja carbonosa ubicada entre los 230 cm. y los 240 cm. de profundidad
respecto del piso actual, que presenta las características de las concentraciones de desechos
descriptas más arriba.

Plaza Huarpe

Este predio se ubica frente al de Ruinas de San Francisco, en la esquina localizada al


Noroeste de la Plaza Pedro del Castillo. Las excavaciones se realizaron en el marco de un rescate
previo al inicio de las obras del edificio “Plaza Huarpe”. Si bien el análisis de todos los
materiales arqueológicos y sus correlaciones están en curso. A partir de las características vistas
~ 73 ~
en los primeros análisis cerámicos y zooarqueológicos, se los puede relacionar con contextos
correspondientes a la transición entre el periodo prehispánico tardío y colonial temprano, que se
cree podría ser sincrónico a contextos similares obtenidos en las excavaciones Alberdi e
Ituzaingó y los sectores Pilastra Noroeste y Crucero del predio franciscano (Chiavazza com.
pers.).

Planicie Noreste

Se trata de una llanura que se extiende entre las unidades del piedemonte, el río San Juan
al norte, el río Desaguadero al este y la Payunia al sur. Ésta es una cuenca profunda con
sedimentos de origen continental: limos, arenas y arcillas, que reconocen facies fluviales y
eólicas. El área se caracteriza por una topografía muy regular, de escasa pendiente y altura y
escaso también escurrimiento superficial. Con algunas excepciones de ríos que atraviesan la
zona, la región presenta las características propias de zonas áridas y semiáridas, el registro de
precipitaciones es menor a 200 mm. anuales. La vegetación dominante corresponde a la
provincia fitogeográfica del monte. Entre las especies vegetales características, la formación
más importante es la del algarrobal, caracterizada por la presencia de bosques abiertos de
algarrobo (Prosopis flexuosa) con un estrato arbustivo de jarilla (Larrea divaricata), zampa
(Atriplex lampa) y retamo (Bulnesia retama). Este tipo de bosques, aparece en comunidades en
suelos donde la capa freática es poco profunda, o bien a orillas de los cursos de agua, como
bosque en galería. En los suelos medanosos, hay relativa abundancia de pastos y los bosquecillos
de chañar (Geoffroea decorticans) son frecuentes. En los sectores próximos a los cauces, como
el del punto arqueológico analizado, o a los complejos lagunares, hay elementos propios de
ambientes de humedal cómo junquillo (Sporobolus rigens), totora (Typhia dominguensis) o
cortadera (Cortadeira selloana) (Chiavazza 2001, 2009b. ep.).

Si bien las incursiones científico-arqueológicas en esta zona habrían comenzado a


principios del siglo XX (revisados de forma exhaustiva en Chiavazza 2007 y 2009), entre los
antecedentes más reciente se puede encontrar a: Abraham y Prieto (1981), quienes en la década
de 1970 centraron sus estudios en los sectores que ocuparan los complejos lacustres de
Guanacache y del Rosario. Su objetivo fue entender la dinámica establecida entre las
fluctuaciones ambientales y el asentamiento humano. Chiavazza (1999, 2001, 2007) realizó
investigaciones en torno a los paleocauces localizados en la Planicie Noreste árida de Mendoza,

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a fin de entender las relaciones que existieron entre cambios ambientales y comportamiento
cultural, durante el Holoceno tardío. Cahiza (2003) estudió la presencia incaica en las tierras
bajas del noreste, definiendo la región como un espacio de frontera, dinámico de transición e
interacción demográfica y cultural.

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Figura 4. Ubicación del Punto Arqueológico 70.

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PA 70 Arrollo Tulumaya

Dentro de la Planicie Noreste se trabajó en el Punto Arqueológico 7014 (PA70),


localizado en la margen oeste del arroyo Tulumaya, cercano a la cabecera departamental de
Lavalle y ubicado frente al cementerio de dicho departamento (Castillo et al. 2007; Chiavazza
2009b. ep.).

En cuanto a los aspectos geomorfológicos el sector excavado se encuentra sobre lo que se


denomina comúnmente “médanos vivos” es decir, acumulaciones de arena que se caracterizan
por sus movimientos, producto de la acción eólica que la traslada en grandes volúmenes; proceso
que se acelera a partir de la destrucción de la vegetación (Chiavazza 2001). Tal movilidad no
sería significativa como para generar la desestructuración total de los contextos arqueológicos,
ya que los materiales tenderían a ubicarse en el mismo sector donde se produjeron los eventos de
uso, pero la sucesión ocupacional genera un efecto palimpsesto que dificulta dar precisiones
secuenciales (Chiavazza 2007)

Figura 5. Vista del arrollo Tulumaya a pocos metros de PA70.

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Este Punto arqueológico, fue descubierto por el técnico de la Dirección de Recursos Naturales Renovables
Alberto Acosta, quien también participó en los trabajos de campo realizados.

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Figura 6. Vista del médano donde se encuentra PA70.

El área excavada es de 25 m², presenta gran concentración de materiales ubicados en el


sector deflacionado del médano, que fue afectado por la tala de la vegetación y la construcción
de un camino o huella ubicado entre el médano y el arroyo Tulumaya al este. Si bien, los
registros rescatados en este sector son superficiales y sub-superficiales (entre los tres y los 15
cm.), recientemente se realizó un sondeo en la parte alta del médano y a la profundidad
correspondiente a la del sector deflacionado, se rescató un contexto similar al que se describe
continuación.

En este punto arqueológico se recuperó gran cantidad de material cerámico, lítico, óseo y
botánico. Entre la cerámica, representada por fragmentos, el mayor porcentaje de ellos
corresponden al tipo “Agrelo”. El segundo tipo representado son los adscriptos al tipo “Viluco”,
se identifican también unos pocos fragmentos de tosca manufactura, como coloniales o históricos
(Castillo 2007). El registro lítico, se caracteriza por la presencia de dos puntas de proyectil, tres
raspadores, dos bifaces, dos unifaces, una muesca retocada, un percutor y una mano de moler. La
variedad de instrumentos rescatados indica que en el sitio se realizaron actividades de tipo
generalizadas. Los productos de talla, muestran que la actividad más representada es el retoque y
la formatización, lo que señalaría el ingreso de formas bases talladas someramente al sitio
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(Chiavazza 2009b ep.). Si bien, el número de lascas de reactivación no es considerable, sí
predominan en aquellas materias primas provenientes de Precordillera, lo que podría indicar no
solo la conservación y la mayor explotación de este tipo de recursos líticos, sino también la
estabilidad residencial. El registro óseo está representado por restos de especies autóctonas
(guanaco, armadillo, ñandú, aves menores, roedores y peces) e introducidas (chivo y cerdo). La
cantidad de astillas en la superficie indica que el sitio fue intensamente ocupado, muchas están
termo alteradas por lo que se infiere la ejecución de tareas de procesamiento de alimentos y
descarte (Castillo et al. 2007, Chiavazza 2009b. ep.).

Se propone que las ocupaciones habrían sido predominantemente sostenidas y/o


recurrentes; situación que fue posible en este ambiente debido a que el recurso crítico agua
estuvo disponible de forma permanente por la proximidad al arroyo. La ocupación, en base a
tipologías cerámicas, se ha definido temporalmente entre 1700 y el 400 AP., a partir del hallazgo
de fragmentos adscribibles a los tipos cerámicos Agrelo, Viluco e histórica (Castillo et al. 2007).
Recientemente se ha publicado también la datación obtenida de una muestra de carbón vegetal
recuperado en excavación entre los 12 y 15 cm., la que arrojó como resultado una edad
convencional de 310 ± 40 años AP. -edad calibrada en 419, 405, 315 años AP o sea entre 1531,
1545 y 1635 (Chiavazza 2009b ep.).

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Figura 7.Material arqueológico rescatado en PA70: 1-Cerámica de los tipos: Agrelo, Viluco e Histórica,
2-Raspador y puntas de proyectil, 3-Espinas, otolito y vértebras de pez, 4-Diferentes porciones óseas de
guanaco (Lama guanicoe).

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METODOLOGÍA

Cómo se especificó en la introducción y la problemática, se decide afrontar la temática a


través de la metodología arqueobotánica, es decir, la aplicación de técnicas de rescate y análisis
de material botánico arqueológico (Buxó 1997, Pearsall 1989). Siendo la aplicación de las
mismas en la arqueología del Norte de Mendoza, inédito en el primer caso y muy poco
desarrollado para el segundo. Especialmente, para los tipos de sitios seleccionados, se puede
proyectar esta situación a nivel nacional e internacional. Ya que, en referencia a los puntos
arqueológicos ubicados en el casco urbano de la ciudad de Mendoza colonial, los trabajos
arqueobotánicos en núcleos urbanos han tenido un pobre desarrollo en comparación con los
realizados en los sitios de otro tipo (Pérez Jordá et al. 2003). Por otro lado, en referencia al
PA70, no se conocen antecedentes de estudios de este tipo para sitios de médanos.

La situación descripta, sumada a la ausencia de registros arqueobotánicos registrados en


los trabajos previos, tanto para el valle de Mendoza como para la Planicie Noreste, llevó a que se
practiquen diferentes técnicas de rescate de muestras botánicas arqueológicas para estos sitios.
En este sentido se definieron inicialmente los siguientes objetivos específicos:

1- Evaluar el potencial de dichos sitios para los estudios arqueobotánicos.


2- Evaluar la eficacia de diferentes técnicas de recogida de muestras arqueobotánicas y
de muestreo de las mismas.

En cuanto al primero, existía un prejuicio referido a las malas condiciones de


conservación en este tipo de sitios, que hacían esperable una pobre potencialidad para los
estudios dichos. Posiblemente este prejuicio condicionó y coartó la aplicación de técnicas
específicas de rescate de restos botánicos. En el caso de este trabajo, la aplicación de estas
técnicas mostró el alto potencial de los sitios intervenidos para los estudios arqueobotánicos,
dado por las buenas condiciones de conservación para carporrestos carbonizados y en menor
medida para los no carbonizados.

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Técnicas de rescate usadas

La recuperación sistemática y científica de los macrorrestos vegetales (Carbones,


semillas, frutos y otras materias vegetales) conservados en sitios arqueológicos, es uno los
principales problemas a resolver en la práctica arqueobotánica. Dentro de éste, la elección de un
método de recuperación de los restos, depende en primer lugar, de la característica de los mismos
y en segundo, de la naturaleza de los sedimentos en los que están inmersos. Se recomienda
contar con un programa flexible, previo a la excavación que garantice la correcta ejecución de la
toma de muestras (Alonso Martínez et al. 2003).

El primer punto arqueológico donde se aplicaron estas técnicas, fue el sector Pilastra
Noroeste del predio Ruinas de San Francisco. En ese caso, se optó por realizar estos procesos de
rescate simultáneamente a la excavación del sitio. Se evaluó la utilización de la flotación por
máquina y el tamizado con agua. Existe consenso sobre que este tipo de tratamientos con agua,
son los más propicios para recuperar muestras de macrorestos botánicos en sitios arqueológicos
en medios no anaeróbicos (Alonso Martínez et al. 2003, Buxó 1997, Pearsall 1989). Otro factor
relevante de la aplicación de estas técnicas reside en que permiten sistematizar y cuantificar la
recuperación de los restos vegetales con fines comparativos (Pearsall 1989).

Si bien, en un primer momento se pensó utilizar la técnica de flotación manual simple, la


misma resultaba inefectiva para el gran volumen de sedimento (ver el apartado de técnicas de
muestreo) sobre el que se quería aplicar, por lo que finalmente, se decidió utilizar la técnica de
flotación con máquina, la cual al igual que la anterior se basa en la particularidad de que el
material carbonizado vegetal es menos denso que el agua, por lo que flota. De esta manera al
sumergirse los sedimentos en agua es posible recuperar los restos que flotan independientemente
de los que no lo hacen. Para esto, se utilizó una cuba a la que se le adaptó un tamiz interior para
obtener la fracción pesada y otro tamiz exterior adaptado a un vertedor, para la fracción liviana
o flotada. El hecho de que se recuperan de forma independiente la fracción liviana de la pesada,
facilita la selección posterior, siendo esta la principal ventaja de este método ya que disminuye
considerablemente los tiempos operativos en esa instancia (Alonso Martínez et al. 2003, Buxó
1997, Pearsall 1989). Las mallas usadas fueron de un mm. para el tamiz interior y de 0,5 mm.
para el exterior.

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El procedimiento seguido fue el siguiente: se disolvieron previamente los sedimentos en
agua, debido a que, por sus características (limos-arcillosos compactos) formaban terrones que
no se disolvían fácilmente si eran vertidos directamente en la cuba. Una vez disueltos se
introducían en la cuba, la que estaba parcialmente llena de agua, luego de lo que se completaba
el llenado de la misma para provocar la flotación. La particularidad del sedimento, que hizo
necesario el procedimiento descrito ocasionó que esta técnica no resultara efectiva; debido, a que
durante el tiempo de disolución del sedimento, los carporrestos se embebían en agua y en un
gran porcentaje no flotaban, por lo que en su mayoría eran recuperados en el tamiz interior
conjuntamente con la fracción pesada. Esto, no hizo rentable la aplicación de dicha técnica ya
que el gasto de tiempo y de agua no se correspondía con los resultados obtenidos. Además, la
exposición injustificada de los carporrestos a un proceso de humectación más largo podría
resultar perjudicial para los mismos (Mafferra y Silvestri 2005).

Por esta razón, se decidió utilizar la técnica de tamizado con agua, la cual permite la
recuperación de todos los restos que contienen la muestra (Buxó 1997). La misma se aplicó de la
siguiente forma, se humedificó el sedimento previamente por las características ya descriptas; y
porque es recomendable durante la aplicación de este método para disminuir la violencia sobre
los carporrestos, ejercida por la acción mecánica del agua cuando es aplicada contra el tamiz
(Alonso Martínez et al. 2003). Una vez disuelto en agua, el sedimento se volcó sobre un tamiz de
un mm., se aplicó agua para lavar los materiales y separarlos totalmente del sedimento que los
contenía. Luego, las muestras se dejaron secar al aire libre, y se guardaron en bolsas herméticas
registrando todos sus datos de procedencia; además posibles observaciones referentes al proceso
de rescate.

A partir del éxito obtenido con esta técnica, la misma se siguió aplicando para los sitios
de la ciudad que presenten las mismas características. Por lo que, se lo aplicó también en Alberdi
e Ituzaingó y Plaza Huarpe.

Caso contrario fue el sitio PA70, ubicado en la Planicie Noreste, que por ubicarse en un
médano tenía características sedimentarias muy diferentes a la de los sitios de la ciudad. Para ese
caso, al ser los sedimentos arenosos, el procedimiento fue el siguiente, los mismos fueron
tamizados en seco en el sitio en mallas de un mm. La fracción resultante se guardó en bolsas
plásticas, en las que se registró todos los datos de procedencia de las muestras. Luego, en el

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laboratorio se realizó una selección de estos materiales en seco. Esta técnica es la recomendada
para garantizar la conservación de los macrorestos, debido a que los mismos no sufren ningún
tipo de manipulación (Alonso Martínez et al. 2003). Por lo que, se decidió como la más
apropiada, debido a que era esperable la mala conservación de los posibles los restos a hallar.
Esto se supuso, por la ausencia de registro de restos botánicos en los antecedentes y porque en
este tipo de sitios los restos están expuestos a procesos postdepositacionales muy violentos.
Como la exposición variable a la superficie, que sufren los materiales al enterrarse y salir a la
superficie siguiendo los movimientos de la arena en los médanos.

Técnicas de muestreo usadas

Existen en arqueobotánica múltiples métodos de muestreo: la recogida fortuita o puntual,


la recogida de la totalidad del sedimento excavado, la recogida localizada, el muestreo a
intervalos, el muestreo probabilístico o aleatorio, la recogida de un volumen constante, las
muestras estimativas, etc. Todos ellos, salvo el primero (que fue el usado por los trabajos previos
que registran restos botánicos en el norte de Mendoza) pueden considerarse sistemáticos, ya
intentan acercarse a la población real de macrorrestos conservados en un yacimiento
arqueológico (Martínez et al. 2003, Buxó 1997).

Para evaluar la potencialidad del primer sitio intervenido, el sector Pilastra Noroeste del
predio Ruinas de San Francisco, se decidió en base al condicionante de la ausencia de registros
en los antecedentes, utilizar una muestra total. Es decir, aplicar las técnicas de rescate a la
totalidad del sedimento proveniente de la excavación. Los resultados de este método,
funcionaron como muestras-test a nivel macro en función del primer objetivo especifico
planteado en el plano metodológico. Es decir, era esta la mejor forma de evaluar la potencialidad
del sitio, ya que no presentaba ningún tipo sesgo probabilístico o personal. Para el sitio PA70 y
en función del mismo objetivo y el mismo condicionante se procedió a ejecutar un muestreo
similar.

Una vez se constató, el potencial arqueobotánico de los sitios, se decidió, la aplicación de


otras técnicas de muestreo recomendables cuando no puede estimarse la posibilidad de tratar la
totalidad del sedimento extraído en una intervención arqueológica, como lo fueron la de los sitios
Alberdi e Ituzaingó y Plaza Huarpe, ya que fueron intervenciones arqueológicas enmarcadas en

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un rescate arqueológico con tiempos condicionados. Para esto, se decidió combinar dos métodos
de muestreo, lo que se recomienda para aumentar el grado de fiabilidad representativa de las
muestras obtenidas (Martínez et al. 2003).

En el caso de Alberdi e Ituzaingó, al no poder realizar excavaciones sistemáticas, sino


sólo un seguimiento del trabajo de los obreros durante la realización de un gran pozo de
cimentación; se decidió, tomar muestras concentradas en los sectores que contenían una
concentración de restos carbonizados, dentro de un nivel concreto. Se recomienda para sitios
asociados a contextos urbanos, que este tipo de muestras estén relacionadas a elementos
constructivos con una buena fiabilidad estratigráfica cuya cronología esté bien definida (Pérez
Jordá et al. 2003). La muestra proveniente de este sitio que se analiza en esta tesis, corresponde a
una concentración carbonosa con estas características contextuales. Además, se tomaron
muestras aisladas, lo que sólo es posible para restos de gran tamaño que son visibles a simple
vista, como endocarpos de olivo (Olea sp.) o de durazno (Prunus sp.).

En el marco del rescate arqueológico en Plaza Huarpe, se utilizaron las dos técnicas
usadas en Alberdi e Ituzaingó (muestras concentradas y aisladas). Además la posibilidad de
realizar excavaciones sistemáticas permitió aplicar la recogida de muestras de un volumen
constante de sedimento. Para lo que, se obtuvo un volumen constante de 1.000 cm3 de sedimento
para cada estrato y cuadrícula. La imposibilidad de realizar el tamizado con agua en el sitio y
simultáneamente a la excavación, impidió, lo cual habría sido ideal, que tal muestreo fuera
usado como test exploratorio para intensificar o no la recogida de sedimento. Ya que, la
experimentación en algunos yacimientos demuestra que un volumen constante no refleja la
realidad de cada muestra, en cambio un test, permite actuar en cada una de ellas según sus
características (Alonso Martínez et al. 2003).

Selección y conservación de las muestras

Una vez finalizado el proceso de rescate de los macrorestos botánicos, las muestras se
seleccionaron de la siguiente forma: se cernieron en tamices de un mm., para eliminar los
posibles restos de sedimento que se conserven entre los restos. Luego de esto, se separaron los
materiales a ojo desnudo en el laboratorio, con la ayuda de luces y lupas de mano. En San
Francisco-Crucero, Plaza Huarpe y Alberdi e Ituzaingó una fracción de cada muestra se analizó

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también en lupa binocular con un aumento de 10x. Los materiales se separaron dependiendo de
su tamaño, por pinzas de tipo algodonera (los más grandes) o por pinceles o pequeñas cucharas
elaboradas con papel aluminio (los más pequeños). Los restos botánicos identificados se
separaron en grupos según similitudes morfológicas. Luego, se depositaron en recipientes
plásticos o bolsas plásticas de cierre tipo “zipplop”, con rótulos que registraban todos los datos
de procedencia de la muestra.

Identificación

La identificación de los restos se basó en el examen global de un conjunto de muchos


caracteres de la variabilidad biológica de las semillas. La misma se realizó a través de
observación en lupa binocular con un aumento de 10x a 60x. Las atribuciones taxonómicas se
fundamentan sobre los principios de la anatomía comparada, basada en la confrontación de los
caracteres morfológicos de los restos arqueológicos con semillas actuales homólogas (Buxó
1997). Para la comparación se utilizó una colección de referencia y atlas especializados (Buxó
1997, Martin y Barkley 2000, Bianco et al. 2000).

Cuantificación

Esta actividad resulta siempre dificultosa en el tratamiento de restos arqueobotánicos, a


causa de sus diversos orígenes tafonómicos y de la conservación diferencial que los afectan. La
cantidad de semillas rescatadas en una excavación, o la frecuencia de los diferentes taxones en
las muestras no son siempre fácilmente interpretables y pueden dar lugar a varias hipótesis
(Jacquat 1989 en Buxó 1997). Algunos autores, han planteado que la cantidad de veces que un
taxón aparece representado en una unidad arqueológica no posee más que un valor indicativo,
sino, que su presencia o ausencia es lo interesante a fin de observar la frecuencia con la que
aparece en diferentes muestras (Marinval 1988 en Buxó 1997). Pero este método, presenta la
limitación de no eliminar los efectos de la preservación de los restos vegetales y del tipo de
muestreo realizado; lo que puede afectar la interpretación de los resultados cuando la frecuencia
es la misma pero no la cantidad; por otro lado, presenta dificultadas interpretativas para afrontar
concentraciones de semillas (Buxó 1997).

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En este sentido, se decidió contabilizar los elementos presentes en la muestra con el
objetivo de apreciar su representatividad, en relación a la frecuencia con la que aparece en
diferentes contextos. Esto permitirá apreciar cantidades y frecuencias que resulten significativas
en contextos específicos; lo que, será posible parcialmente en este trabajo, pero servirá para ir
definiendo a futuro ciertas tendencias susceptibles de interpretaciones diversas.

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MARCO TEÓRICO

Como parte de la propuesta de este trabajo, se plantea superar la forma en que el registro
arqueobotánico fue interpretado en la arqueología regional. Dichas interpretaciones surgieron en
el marco del enfoque Histórico Cultural y fueron continuadas por otros como el Procesual y
hasta el Ecológico Evolutivo. Para lo mismo, se recurre a algunos de los postulados que son
comunes a un grupo de perspectivas teóricas que surgieron como alternativas al enfoque
sistémico de la Nueva Arqueología y que suelen llamarse corrientes Postprocesuales (Hodder
1988, Patterson 1989).

La aparición de las arqueologías Postprocesuales a principio de la década de 1980


representó la apropiación del pensamiento Post-estructuralista y de la Teoría Crítica por parte de
los arqueólogos (Patterson 1989). Entre las arqueologías Postprosesuales Patterson (1989:6),
distingue tres: primero, una que ve el registro arqueológico como un texto que hay que
decodificar, reconoce la importancia del individuo y coloca al arqueólogo como interprete en un
lugar de privilegio (Hodder 1982). Segundo, una cimentada en los escritos de Michel Foucault,
la que enfoca las relaciones de poder y de dominación en los contextos y prácticas que
intervienen en la producción de conocimiento (Tilley 1994); y tercero, una línea interesada en la
comunicación y la ideología, ésta arguye a favor de la evaluación crítica de los reclamos de
conocimiento y deriva su inspiración de Louis Althusser y de teóricos críticos como Habermas
(Leone 1986).

Es común además en estas corrientes, su confrontación con la Arqueología Procesual. De


ésta, principalmente desafían su cientismo, su marco conceptual, la separación de la teoría de la
práctica, la obsesión con la técnica y los reclamos de objetividad. Cuestionan además, la visión
hegemónica (tanto de la Nueva Arqueología, como la de sus contrarios, los historiadores
culturales) de las sociedades pasadas como totalidades cerradas, y de que los arqueólogos
intervienen en el registro o narración de lo que ocurrió en el pasado (Patrick 1985 en Patterson
1989). Se sugiere en cambio, que los arqueólogos construyen representaciones de realidades
pasadas que interpretan el presente, moldeando y restringiendo las posibilidades de acción futura
(Eagleton 1986 en Patterson 1989).

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Los arqueólogos Procesuales, entienden la cultura en términos utilitarios, como
adaptación, siendo esta el mecanismo por el cual los seres humanos se ajustan a su medio
natural. Por otro lado, ven a la historia, como la narración de una sucesión de eventos únicos que
fluyen unidireccionalmente a través de un envase llamado tiempo. Desde el Postprocesualismo,
en cambio, se manejan concepciones mucho más amplias tanto de la historia como de la cultura
(Patterson 1989).

En este sentido, a partir de una apreciación de la complejidad de la conducta humana, esta


tesis intenta aproximarse a los fenómenos que tienen que ver con la sociedad y el ser humano
como hechos sociales, desde dentro de su dimensión social, y no sólo como “cosas” externas o
medio ambiente (Criado 1999). Desde este tipo de enfoque, que ha sido llamado sociológico, se
trata de superar las perspectivas materialistas15 que reducen, en arqueología, cultura a
supervivencia. Se entiende la cultura como más que comportamiento, el comportamiento, como
más que adaptación (Hodder 1988) y la adaptación como más que maximización de la energía,
en una unidad de espacio, por unidad de tiempo (Criado 1993).

Desde esta perspectiva, se concibe la cultura material como construcción significativa.


Ésta, cuenta con una dimensión simbólica que afecta la relación entre una comunidad humana y
las cosas. Afirmar que la cultura está constituida de forma significativa equivale afirmar que hay
aspectos de la cultura que son irreductibles. En este sentido, la relación entre cultura material y
organización humana, es social y depende de una serie de actitudes culturales que no pueden
predecirse a partir del medio, ni reducirse a éste. Como en arqueología toda deducción o
inferencia se realiza a través de la cultura material, toda la arqueología, sin importar que refiera a
aspectos económicos o sociales, está afectada por tal característica. Así, la función del
arqueólogo es interpretar los significados sociales inherentes en la cultura material estudiada: los
restos arqueológicos (Hodder 1982). Si bien, las cosas no tienen otros significados sino aquellos
dados por las transacciones, las atribuciones y las motivaciones humanas; el problema
antropológico, reside en que esta verdad formal no ilumina para los arqueólogos el significado

15
En el sentido de Hodder (1988), los enfoques materialistas infieren los significados culturales a partir de las
relaciones entre la comunidad humana y su medio, las ideas de las personas en el pasado son predecibles a partir de
su economía, su tecnología y su producción social y material. Epistemológicamente, serían los mismos, que según
Criado (1999) intentaron implementar el proyecto “modernizador” adoptando el modelo empirista-positivista-
funcionalista.

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histórico concreto de las cosas; por lo que se debe seguir a las cosas mismas, ya que sus
significados están inscriptos en sus formas, usos y trayectorias (Appadurai 1991).

En primer lugar, la interpretación del significado, se ve restringida por la interpretación


del contexto (Hodder 1989). El contexto define la zona en la cual podemos suponer que la misma
cosa tiene el mismo significado y diferentes cosas tienen significados diferentes (Hodder 1990).
El contexto relevante para un objeto al que se quiere dar un significado, son todos aquellos
aspectos en los datos que tienen relación significativa con este objeto. Esta relación es
significativa en el sentido, de que es necesaria para discernir el significado del objeto (Hodder
1989). Es obvio que un objeto, cómo cosa material solamente, es mudo; pero la arqueología no
estudia objetos aislados; sino, una conjunción de datos que suele tratarse como un registro,
lenguaje o texto. Los objetos ubicados dentro de estos registros, lenguajes o textos, ya no son tan
mudos. En sus contextos, los restos se relaciona objetivamente con otros objetos y otros datos, la
relación entre ellos y su disposición en un conjunto hace posible interpretar el significado
cultural de estos (Hodder 1982, 1989).

En relación al registro arqueobotánico para el área estudiada, como se vio en los


antecedentes, la interpretaciones tradicionales asociaban directamente la presencia o ausencia de
restos de cultivos, con la práctica de agricultura o recolección respectivamente, posición que fue
sostenida sin que esto tuviera otras evidencias en los contextos. Estas definiciones ya han sido
criticadas desde enfoques materialistas (Chiavazza 1999, 2001, Gil 1998-1999); y son las que,
por empezar, se desea superar en este trabajo. Pero a la vez, se pretende avanzar sobre la
interpretación de los significados culturales de los restos vegetales hallados; más allá de su rol
económico. Para lograr este objetivo, por empezar, se entiende al registro arqueobotánico como
parte integrante de la cultura material y por lo tanto como socialmente significativo. No solo
como la evidencia de actividades de subsistencia, o de tal o cual sistema económico, sino
también, atravesado por significados simbólicos, políticos y sociales (Ruhl 1997). Estudiados de
esta forma, los restos vegetales rescatados en sitios arqueológicos han servido para inferir sobre
clases sociales (Marconetto 2005, Ruhl 1997), procesos de trabajo (Piqué i Huerta 1999),
etnicidad e interacciones entre culturas en proceso de contacto (Ruhl 1997), por citar algunos
ejemplos.

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En segundo lugar, los significados experimentan transformaciones a lo largo del espacio
y del tiempo, por lo que es más fácil conseguir una percepción adecuada de los significados
culturales por medio del análisis del contexto histórico inmediato (Hodder 1982, 1989). También
para el caso de las plantas, sus usos, roles y significados son dinámicos a través del tiempo y del
espacio. El asociar directamente los vegetales en el pasado a sus usos, roles o significados
actuales, es un error común en las investigaciones en arqueobotánica (Ruhl 1997). Por lo que se
cree, que para los contextos de análisis de este trabajo, se podrán ampliar las posibilidades
interpretativas, a través de la contextualización histórica en el siglo XVI de los datos obtenidos.

En este sentido, se entiende el significado social, político y simbólico de los vegetales


para las sociedades pasadas en el marco de este proceso histórico, que cuenta con la
característica de mostrar a una sociedad local: los huarpes, atravesada por dos procesos de
conquista diferentes y consecutivos: el incaico y el hispano (cuyas características, en relación a
nuestro tema de estudio fueron descriptas brevemente en los antecedentes). Tal
contextualización, permite utilizar algunas herramientas teóricas para la comprensión de
procesos históricos con estas características; como lo son las perspectivas del poder; las cuales
han sido ampliamente desarrolladas en el campo teórico de las ciencias sociales (Marx 1983,
Foucault 1992) y cuentan con aplicaciones en el campo propio de la arqueología (Criado 1993 y
1999, Troncoso 2001, Tilley 1990 y 1994).

Como han planteado algunos estudios arqueológicos, entender el poder desde la


perspectiva de Foucault, permite apreciar una dimensión positiva y productiva de éste y no solo
negativa o represiva; y sobre todo directamente ligada al saber (Troncoso 2001:12). En este
sentido, y siendo el poder inmanente y omnipresente en todo fenómeno y acto social, el poder
articulado con el saber se convierte en un rasgo estructural de los sistemas sociales (Tilley 1994).
Así, el poder se une al saber en un mismo discurso productivo, y a partir de su acción desarrolla
un conjunto de tecnologías de producción social, constituyendo una cierta forma de sujetos,
discursos, campos de saber, prácticas y espacios de experimentación, de acuerdo al sistema de
poder saber presente. El poder se ejerce, además, desde innumerables focos y en contextos de
relaciones siempre cambiantes y en ningún caso igualitarias, es también multidireccional, no solo
va de arriba abajo, de dominantes a dominados, sino como ya se dijo, el poder es inmanente y
omnipresente. Esto implica también, que donde hay poder habrá resistencia, no puede existir el
poder sin lazos de resistencia que lo ataquen (Troncoso 2001: 12-13).

~ 94 ~
Troncoso (2001) adapta en esta discusión el concepto de ideología. Éste permite realizar
un entendimiento más completo del poder, por cuanto en los escritos de Foucault la presencia de
los sistemas de resistencia nunca fue explícita a pesar de quedar esbozada. Dicho concepto en
sentido amplio:

“se enfoca más bien a entender que toda idea, discurso y tecnología social desarrollada
por un sistema de saber-poder es en sí ideológica, en cuanto en ella se promueve la
reproducción de una cierta forma de ser y estar en el mundo, situación fenoménica que
puede en sí misma ser discutida desde los lineamientos que entrega en su amplitud el
sistema de saber-poder”. (Troncoso 2001:15)

Para el caso de estudio de esta tesis, el proceso de conquista y colonización española en


América, se entiende como la imposición del sistema de saber-poder occidental, sobre otro
originario o aborigen. Dentro de este proceso, la religión católica y el incipiente capitalismo, son
razonados como discursos ideológicos a través de los cuales se impone y reproduce el sistema de
saber-poder occidental.

Por otro lado, también se ha indicado que la ideología presenta un carácter bidimensional,
en cuanto, por un lado, tiene una realidad en lo ideacional de las sociedades, y por otro, una
realidad material que hace a la ideología ser simbólicamente eficaz. Eficacia de la depende el
discurso ideológico sea eficazmente comunicado, y así, sea entendido y aceptado por las
personas apropiadas. Aceptar que la ideología cuenta con una dimensión material, implica que
ésta podría percibirse en el registro arqueológico y dar acceso al sistema de saber poder que la
generó (Troncoso 2001:15).

De esta forma, si se considera al registro arqueobotánico como socialmente significativo,


y se entiende que el poder articulado con el saber, es un rasgo estructural de los sistemas
sociales, necesariamente se entenderán los significados de los vegetales en el marco de las
relaciones entre estos. Funcionando, posiblemente, para los periodos estudiados, dentro de la
dimensión material de los discursos ideológicos.

~ 95 ~
Ahora bien, el hecho de que exista variabilidad en el registro arqueobotánico, en los
diferentes puntos arqueológicos analizados en esta tesis, introduce la posibilidad de razonar
dichos conceptos en términos espaciales. Esto, obliga primero, a referirse a como se analizará
dicha dimensión, para lo que se recurre al concepto de paisaje. Éste, será entendido “como
producto socio-cultural creado por la objetivación, sobre el medio y en términos espaciales, de
la acción social tanto de carácter material como imaginario” (Criado 1999:5). Por lo que, el
paisaje que cualquier grupo humano habita, más allá de ser una “entidad física ya dada, estática
y mera ecología, es también una construcción social imaginaria, en movimiento continuo y
enraizada en la cultura” (Criado 1991:5).

Entender de esta forma al espacio implica entenderlo como un elemento más dentro de la
materialidad del mundo construido por el ser humano. Como una construcción socio-cultural,
históricamente condicionada y que responde a una cierta lógica del sistema de saber-poder de
una época. Así, el paisaje se incluye dentro de las relaciones de poder que atraviesan y
constituyen las sociedades divididas o en proceso de división. Es, también, en la espacialidad del
paisaje, donde el poder se hace presente, no sólo como forma de creación y reproducción de la
realidad, sino también como lugar de luchas, conflictos y contradicciones (Troncoso 2001). En
este sentido, la variabilidad espacial del registro arqueobotánico, podría interpretarse en función
de variaciones en el paisaje entendido en los términos aquí expuestos.

Siguiendo el planteo, Troncoso toma de Barret (1987-1988 en Troncoso 2001:15) el


concepto de campos de discurso. Este término, intenta reevaluar la noción de registro
arqueológico reconociendo que el discurso como medio de comunicación reproduce relaciones
de dominación, o de subversión social; los discursos son siempre contextualmente realizados y
propios a determinados campos de expresión (espacios). Dependiendo del tipo de campo en el
cual se encuentre, es el tipo de expresiones posibles de realizar. Los campos de discurso en su
espacialidad, se encuentran así entrecruzados por relaciones de poder que en sí mismas generan
el paisaje. En estos, es posible tanto la generación de ciertos discursos que reproducen un sistema
de saber-poder, como de otras narrativas de resistencia. Así también, estas características del
espacio como campo de discurso, permiten a su vez, plantear la macrodivisión de estos campos
en dos zonas de discurso: la zona de lo no discutido y la zona de lo discutido (Bourdieu 1977 en
Troncoso 2001:15). En la primera, dominan los discursos coherentes con los elementos
propuestos por un sistema de saber-poder y que siguen su lógica. Y en la segunda, no existe un

~ 96 ~
control por parte del sistema de saber-poder de lo allí expresado, es lugar donde discursos
alternativos y otras formas de manipulación de los símbolos son posibles (Troncoso 2001). Así,
la variabilidad en el registro arqueobotánico, podría interpretarse en relación a discursos que
reproducen o resisten un sistema de saber poder.

A partir de las herramientas teóricas descriptas, se intenta interpretar el registro


arqueobotánico en este trabajo, en cuanto su condición de cultura material socialmente
significativa; cuya significación se entenderá condicionada por la contextualización:
arqueológica, histórica y espacial. A fin de lograr un enfoque, que represente un avance sobre
sus predecesores, y permita generar interpretaciones que, integradas con otras fuentes de
información, sean útiles para producir conocimientos sobre el pasado.

~ 97 ~
~ 98 ~
V-RESULTADOS

~ 99 ~
~ 100 ~
RESULTADOS

A partir de la aplicación de técnicas específicas, de rescate y análisis de material


arqueobotánico en puntos arqueológicos del valle de Mendoza y la Planicie Noreste, pudo
obtenerse una considerable muestra de carporrestos, la cual expande la base empírica para la
discusión de la temática elegida. Ésta, proviene de contexto datados en el siglo XVI, es decir,
asociados al período prehispánico tardío y colonial temprano (Chiavazza 2005; Chiavazza
2009ep; Chiavazza y Tamiozzo 2003).

El primer resultado del proceso de rescate, fue constatar la alta potencialidad en estos
sitios para los estudios arqueobotánicos, de afrontarse los mismos de forma sistemática. Lo que
se demuestra al constatar las buenas condiciones de conservación para carporrestos carbonizados
y en menor medida para los no carbonizados. Dato relevante debido a que, como se dijo, no
existían antecedentes de tales hallazgos para el Valle de Mendoza y la Planicie Noreste
(Chiavazza y Mafferra 2007).

El análisis presentado se basó en la identificación taxonómica a nivel de género, en la


determinación del estado de conservación y en la cuantificación de los carporrestos rescatados.
Se espera, que dichos resultados sean útiles para discutir las diferentes hipótesis analizadas a lo
largo de esta tesis. Los puntos arqueológicos estudiados, se encuentran ubicados en un sector
especialmente susceptible para la discusión de éstas. Se presentarán en este capítulo, los
resultados obtenidos en tres predios o puntos arqueológicos del sitio ciudad de Mendoza: San
Francisco-Pilastra Noroeste, Alberdi e Ituzaingó y Plaza Huarpe; y un punto arqueológico de la
Planicie Noreste: PA70 arroyo Tulumaya.

En primer lugar, los datos expuestos serán útiles para discutir la problemática dada
durante el periodo prehispánico tardío, en lo referente a la práctica de la agricultura de productos
autóctonos en la región. Ya que, el sector es el señalado por los antecedentes como, lugar de los
asentamientos permanentes, el más densamente poblado y donde se realizaban las prácticas
agrícolas.

Ahora bien, ¿Qué registro arqueobotánico y arqueológico sería el esperable para probar
dicha propuesta? Como expectativa mínima, sería esperable el rescate de carporrestos de cultivos

~ 101 ~
americanos en contextos de descarte, (justamente como los analizados). Los que si bien, sólo
podrían ser prueba del consumo de estos productos; si se hallan en altas frecuencias y cantidades
y asociados a contextos donde se hayan registrado tecnologías relacionadas con su producción,
dicha actividad, podría constituirse en una primera prueba arqueológicamente documentada. Se
incluirán además en la discusión, los datos provenientes de otras líneas de evidencia analizados
en los antecedentes, como lo son los estudios isotópicos sobre huesos humanos, los que
constituyen un indicador clave para la definición de poblaciones con un modo de vida centrado
en el consumo de productos agrícolas.

En segundo lugar, con respecto al periodo colonial temprano, el registro arqueobotánico


analizado, será útil para la discusión del rol de los productos vegetales en los primeros momentos
del proceso de conquista hispana. Esto con el fin de poder discutir a partir de éste, las hipótesis
propuestas desde la historiografía las cuales plantean una temprana introducción de los productos
agrícolas europeos y un rápido desarrollo de sus cultivos.

Para este caso, el hallar restos de cultivos europeos en los contextos analizados, podría
probar el temprano ingreso y consumo de los mismos. Probar su producción ya requiere otras
evidencias además de las arqueobotánicas; las que, como en el caso prehispánico, son su
asociación a tecnologías relacionadas con estas, como herramientas e infraestructura hidráulica.

~ 102 ~
Cuidad de Mendoza
Ruinas de San Francisco-Pilastra Noroeste

La técnica de rescate utilizada en este punto arqueológico fue la del lavado de los
sedimentos extraídos, aplicada sobre el volumen total de los mismos. Lo que, significó el
tratamiento de 13.917.864 cm3 de sedimentos. En esta tesis expondremos los materiales
asociados al período indígena tardío y colonial temprano, contexto interpretado para este sector,
entre los 230 a los 430 cm. del nivel de la superficie. Lo que implica que los restos expuestos,
provienen de un volumen de 7.980.000 cm3 de sedimentos tratados, en los que se rescataron
6.592 carporrestos (ver tabla tres).

Superficie excavada Volumen de sedimentos Cantidad de Promedio de restos por


tratados Carporrestos rescatados cm3
3,47 m2 6.958.932 cm3 6.592 Un carporresto cada
1.055,6 cm3
Tabla 3. Proporción de sedimentos lavados y carporrestos rescatados en Pilastra Noroeste.

Entre los restos identificados en esta excavación (tabla cuatro y figura ocho y nueve) se
destacan los carporrestos de cultivos europeos, entre los que sobresalen notablemente los taxones
afines a Triticum sp. (trigo). También, se rescataron un gran número de endocarpos afines a Olea
sp. (olivo), granos afines a Hordeum sp. (cebada) y Secale sp. (centeno), semillas afines a Vitis
sp. (vid) y endocarpos afines a Prunus sp. (durazno). Además, se recuperan gran número de
cereales europeos que no pudieron diferenciarse a nivel de género por encontrarse rodados y
fragmentados, pero seguramente corresponden en su mayoría a Triticum sp. y en menor medida a
Hordeum sp., Avena sp. y Secale sp. Entre las especies autóctonas silvestres, se rescata una sola
semilla afín a Prosopis sp. (algarrobo), un endocarpo afín a Geoffroea sp. (chañar). También se
rescatan carporrestos que no pudieron identificarse, estos se encontraban en su mayoría rodados
y fragmentados.

~ 103 ~
Taxón Tipo de resto carbonizado normal Total
Género Ent. Frag. Ent. Frag.
Avena sp.(avena) Granos 22 - - - 22
Hordeum sp. Granos 36 - - - 36
(cebada)
Olea sp. (olivo) Endocarpo 4 - 43 8 55
Prunus sp. Endocarpo 1 1 - 3 5
(durazno)
Secale sp. Granos 12 - - - 12
(centeno)
Triticum sp. (trigo) Granos 5.561 41 - - 5.602
cereal europeo Granos 627 23 - - 650
indiferenciado
Vitis sp. (vid) Semilla 17 - 1 - 18

Geoffroea sp. Endocarpo - - 1 - 1


(chañar)
Prosopis sp. Semilla 1 - - - 1
(algarrobo)
No identificado Semilla 153 36 - - 188
Involucro 2 2
Totales 6.434 103 44 11 6.592
6.527 55
Tabla 4. Restos identificados San Francisco-Pilastra Noroeste.

~ 104 ~
Figura 8. Gráfico de la cantidad de restos identificados en Pilastra Noroeste

El 99,2% del registro se rescata carbonizado. El 0,8% de los carporrestos de la muestra se


rescata sin carbonizar, entre estos la gran mayoría corresponden a endocarpos de Olea sp., en
menor medida de Prunus sp. y tan solo, una semilla de Vitis sp. y un endocarpo de Geoffroea sp.
se recuperaron en este estado.

Además de distinguir, entre carporrestos carbonizados y no carbonizados, se consideran


dos estados para los carporrestos rescatados: entero o fragmento. Puede notarse en la tabla dos
que en este punto arqueológico el registro se ha conservado en su mayoría entero. Lo que supone
la ausencia de acciones mecánicas sobre los carporrestos antes de su descarte, y en procesos
postdepositacionales que hubieran podido reducirlos.

~ 105 ~
Triticum sp. Avena sp.

Vitis sp. Hordeum sp.

Olea sp. Prunus sp.


Figura 9. Carporrestos rescatados en sitios del Valle de Mendoza.

~ 106 ~
El registro obtenido en el sector Pilastra Noroeste, se ha propuesto como un contexto de
descarte aledaño a otro interpretado como una estructura habitacional ubicada a tres metros de
distancia, llamada sector Crucero. Éste, se interpretó como el piso de una habitación que habría
existido previamente a los templos del siglo XVII y XVIII; con una datación, que ubica al
contexto en el siglo XVI. En éste, el material arqueológico no abunda, lo que parece ser lógico
con su uso como piso de habitación, ya que éstos suelen mantenerse libres de desperdicios
(Chiavazza y Prieto Olavarría 2001, Chiavazza 2009:69). Como no se rescataron carporrestos
entre los sedimentos lavados y al constatar la gran presencia de éstos en Pilastra Noroeste, se
decidió revisar las muestras de carbón a fin de constatar la ausencia o presencia de carporrestos
entre estas. Las mismas fueron observadas en lupa binocular de 10x de aumento. Entre el carbón
se descubrieron unos pocos restos de granos afines a Triticum sp., lo que también llevaría a
relacionar este contexto desde el registro arqueobotánico con el de Pilastra Noroeste.

Alberdi e Ituzaingó

Como ya se describió, el sector de este predio incluido en esta tesis se trata de un


contexto acotado entre los 230 y 240 cm. de la superficie, asociado a una concentración de
desechos que al parecer fueron quemados, lo que se infiere por las evidencias del sedimento
termoalterado, fragmentos de cerámicas con señales de hollín en los cortes y abundante carbón.
Estos, fueron asociados a contextos cercanos, con dataciones que los ubican en el periodo
prehispánico tardío y colonial temprano. Todo el sedimento proveniente de este sector fue
lavado; lo que supuso las proporciones dadas en la tabla cinco.

Superficie excavada Volumen de sedimentos Cantidad de Promedio


tratados Carporrestos rescatados
2 3
1,3 m. 130.000 cm. 505 1 carporresto cada 261,3
cm.3
Tabla 5. Proporción de sedimentos lavados y carporrestos rescatados en Alberdi e Ituzaingó.

En este predio los resultados de la identificación taxonómica, parecen seguir la misma


tendencia que los vistos en Pilastra Noroeste (ver tabla seis y figura 10). Es decir, sobresalen los
cultivos exóticos, en primer lugar los carporrestos afines a Triticum sp., luego a Secale sp.,
Hordeum sp., Avena sp. y Vitis sp. También se registran cereales europeos (Triticum sp., Secale
sp., Hordeum sp. o Avena sp.) que no pudieron diferenciarse a nivel de género, los cuales como
~ 107 ~
en Pilastra Noroeste, se encontraron fragmentados y rodados y se estima, debieron corresponder
en su mayoría a Triticum sp.

Nuevamente, se consideran dos estados para los carporrestos rescatados: entero o


fragmento. Puede notarse en la tabla cuatro que en este punto arqueológico el registro se ha
conservado en su mayoría entero y en menor medida fragmentado. Esto supone, como en Pilastra
Noroeste, la ausencia de acciones mecánicas sobre estos antes de su descarte, y en procesos
postdepositacionales que hubieran podido destruirlos.

Taxón Tipo de resto carbonizado normal Total


Género Ent. Frag. Ent. Frag.
Avena sp. (avena) Granos 8 - - - 8

Cereal No Granos 13 43 - - 56
Identificado
Hordeum sp. Granos 10 - - - 10
(cebada)
No identificado Semilla 6 58 - - 64
Secale sp. Granos 22 - - - 22
(centeno)
Triticum sp. (trigo) Granos 296 47 - - 343
Vitis sp. (vid) Semilla 1 - - - 1
Total parcial 356 148 - -
Total 504 - 504
Tabla 6. Restos identificados Alberdi e Ituzaingó.

~ 108 ~
Figura 10. Gráfico de la cantidad de restos identificados en Alberdi e Ituzaingó.

Es notable la ausencia de taxones no carbonizados, esto es entendido en relación a que los


restos se asocian a un contexto de descarte donde se practicó la quema, lo que se interpreta a
partir de la presencia de carbón, de otros restos arqueológicos (óseos y cerámicos por ejemplo) y
sedimentos termo-alterados (Chiavazza y Mafferra 2007).

Plaza Huarpe

En este punto arqueológico, la imposibilidad de tratar todo el sedimento proveniente de la


excavación obligó a aplicar otras técnicas de muestreo. Se recogió un volumen constante de
sedimento, por cada sector de la excavación. Así se efectuó la toma de 12 muestras de 1000 cm3
aproximadamente, en cada extracción de 10 cm. Lo que implicó las proporciones que pueden
observarse en la tabla siete.

~ 109 ~
Superficie Volumen Total Volumen de Cantidad de Promedio en relación
excavada excavado sedimentos tratados Carporrestos a los sedimentos
rescatados tratados.

6,5 m2 14.000.000 cm.3 240.000 cm.3 (12 111 1 carporresto cada


muestras de 1000 2.162,1 cm.3
cm3 por planta)
Tabla 7. Proporción de sedimentos lavados y carporrestos rescatados en Plaza Huarpe.

Entre los restos identificados, nuevamente se destacan los cultivos europeos (ver tabla
ocho y figura 11), esta vez los más frecuentes son los afines a Prunus sp. Seguido por los de
Triticum sp., Vitis sp., Olea sp. y Hordeum sp. Todos ellos aparecen carbonizados, salvo Vitis sp.
la que se rescata tanto carbonizada como sin carbonizar. Entre las especies silvestres, se registran
semillas de Prosopis sp. y endocarpos de Geoffroea sp. carbonizadas.

Taxón Tipo de resto carbonizado normal Total


Género Ent. Frag. Ent. Frag.
Geoffroea sp. Endocarpo 1 - - - 1
(Chañar)
Hordeum sp. Granos 2 - - - 3
(Cebada)
Olea sp. (Olivo) Endocarpo 1 3 - - 4
Prosopis sp. Semillas - 4 - - 4
(Algarrobo)
Triticum sp. Granos 18 2 - - 20
(Trigo)
Vitis sp. (Vid) Semillas 5 1 11 - 17

Prunus sp. Endocarpo 1 43 - - 45


(Durazno) Semilla 1 - - - -
No identificado - - - - 17
Total parcial 29 71 11 -
Total 100 11 111
Tabla 8. Restos identificados en Plaza Huarpe

~ 110 ~
Figura 11. Gráfico de la cantidad de restos identificados en Plaza Huarpe.

Se consideran dos estados para los carporrestos rescatados: entero o fragmento. A


diferencia de Pilastra Noroeste y Alberdi e Ituzaingó, puede notarse que en este punto
arqueológico el registro se ha conservado en su mayoría fragmentado, en menor medida entero.
Por otro lado, la fragmentación se hace más visible en los carporrestos más grandes cómo el de
Prunus sp. (que es a la vez, el más numeroso), mientras que los otros taxones, al igual que en los
otros puntos arqueológicos, aparecen en su mayoría enteros. Lo que puede interpretarse como el
resultado de acciones mecánicas producidas después de su descarte; sobre todo, en los
endocarpos de Prunus sp., los cuales son más frágiles en estado carbonizado y no se conocen
además preparados para el consumo o uso de este taxón que impliquen la destrucción de los
endocarpos.

~ 111 ~
Planicie Noreste
PA70-Arroyo Tulumaya.

En este punto arqueológico se aplicó la técnica de tamizado en seco (con mallas de un


mm.), sobre el volumen total del sedimento extraído. La proporción del sedimento tratado y los
carporrestos rescatados puede verse en la tabla nueve.

Superficie excavada Volumen de sedimentos Cantidad de Promedio en relación a


tratados Carporrestos rescatados los sedimentos tratados.
25 m2 750.000 cm.3 3.106 1 carporresto cada
241,4 cm.3
Tabla 9. Proporción de sedimentos lavados y carporrestos rescatados en PA70.

Se identificaron varios taxones (ver tabla 10 y figura 13), entre los carbonizados
sobresale la especie silvestre Prosopis sp., de la cual se rescataron restos de semillas, endocarpos
y vainas. También se registra Geoffroea sp. del cual se rescatan restos de endocarpos. Varios
carporrestos no pudieron identificarse, por encontrarse rodados y fragmentados, es posible que
estos sean en su mayoría pequeños fragmentos de carporrestos de Prosopis sp. (ver figura 12).

Pudieron recuperarse además, algunos carporrestos no carbonizados de dos cultivos


europeos hallados en la superficie: Vitis sp. y Olea sp. Se estima, que estos últimos no se
relación con la ocupación arqueológica del sitio ya que la conservación de restos sin carbonizar
en sitios de médanos y en superficie es poco probable. Se piensa, en cambio, que han ingresado
al registro en procesos postdepositacionales recientes, provenientes tal vez, de cultivos de estos
vegetales cercanos al sector excavado (a 25mts. aproximadamente). Pudo constatarse también,
en niveles superficiales de puntos arqueológicos de la ciudad, la presencia de endocarpos de
Olea sp., y de semillas de Vitis sp. Estas, al parecer, ingresan en la superficie de los sitios en
deyecciones de aves, a pesar de no existir cultivos de estas especies en las proximidades de las
áreas excavadas. De la misma forma, se estima que pueden estar ingresando en PA70; en donde
si existen cultivos cercanos de Vitis sp. y Olea sp.

Para observar el tipo de fracturas en los carporrestos rescatados, se consideran tres


estados: entero, fragmento (F1 en la tabla) y Fragmentado (F2 en la tabla). La denominación
fragmento se refiere a restos que se conservan en una porción menor al 50% de su tamaño, y
~ 112 ~
fragmentado a restos que se conservan en una porción mayor al 50%. Puede verse en la tabla 8,
que en su mayoría los carporrestos se conservan fragmentados. Especialmente para Prosopis sp.,
las proporciones presentes de los tipos de restos vegetales; y su estado de conservación entera o
fragmentada, se corresponden con las obtenidas en experimentaciones recientes sobre la
molienda de frutos de Prosopis sp. con molinos de piedra, particularmente, con fracturas
similares en los endocarpos con semillas (Llano et al. 2009). Estas características también se
han reconocido en el registro arqueobotánico de un sitio del sur mendocino (Llano 2009). La
evidencia de actividades de molienda en PA70 puede probarse también por el rescate en el punto
arqueológico de una mano de moler (Castillo et al. 2007, Chiavazza 2009 ep.). Si bien, la
fragmentación del registro podría explicarse para Prosopis sp. por la acción del procesamiento o
molienda de estos frutos, es posible además que hayan existido otros procesos
postdepositacionales que afectaron los carporrestos, como la quema, dispersión o pisoteo durante
la ocupación del sitio. Todos ellos debieron contribuir a aumentar la fragmentación del registro.

Taxón Tipo de resto carbonizado normal Total


Género Ent. F1 F2 Ent. F1 F2
Geoffroea sp. Endocarpo - - 2 - - - 2
(Chañar)
Olea sp.(Olivo) Endocarpo - - - 2 - - 2
Vitis sp.(Vid) Semilla - - - 6 - - 6
Prosopis sp. Endocarpo con 117 149 84 - - 350
(Algarrobo) semilla

Endocarpo - 217 376 - - - 593


Endocarpo y vaina - 1 5 - - 6

Semilla 910 164 236 - - - 1.310


Vaina - - 41 - - - 41
No identificado Endocarpo - - 3 - - - 3
(posible Prosopis sp. Semilla 20 78 685 - - - 783
rodado y No identificado - 1 9 - - - 10
fragmentado)

Total parcial 1.047 610 1.441 8 - - 3.106


Total 3.098 8
Tabla 10. Restos identificados en PA70.

~ 113 ~
Endocarpos de Prosopis sp . Semillas de Prosopis sp.

Fragmentos de vaina de Prosopis sp.


Figura 12. Carporrestos rescatados en PA70

Figura 13. Gráfico de la cantidad de restos identificados en PA70 (* se interpreta como


postdepositacional).

~ 114 ~
Relación entre los resultados de los puntos arqueológicos analizados.

En el siguiente cuadro (Tabla 11) pueden verse la cantidad de carporrestos rescatados


cada 10.000 cm.3 de sedimento, por cada punto arqueológico, en función de las técnicas de
muestreo y recuperación usadas. Este cálculo es útil para evaluar la potencia estratigráfica de los
puntos arqueológicos analizados, las proporciones resultantes indican la posibilidad de hallazgo
de carporrestos cada 10.000 cm.3. Los diferentes resultados obtenidos, se estima, deben estar
asociados al tipo de contexto tratado más que a las técnicas de muestreo o de rescate usadas.
Donde se ven menores proporciones de carporrestos por cm.3, como en Pilastra Noroeste y Plaza
Huarpe, se trata de contextos diversos, compuestos por varios niveles donde el tipo de depósitos
es diferente, lo que implica el tratamiento de mayor cantidad de sedimentos y de menores
proporciones de carporrestos rescatados. En cambio en Alberdi e Ituzaingó y PA70, donde se
ven mayores proporciones de restos por cm3, se trata de contextos acotados a depósitos con
concentraciones de materiales (basureros). Lo que implica en ambos casos el tratamiento de
menor cantidad de sedimentos en estratos con posibilidades de concentraciones de carporrestos.

Pilastra Alberdi e Plaza Huarpe PA70 Total


Noroeste Ituzaingó
Tipo de Limos Limos Limos Arenosa -
sedimento de la arcillosos arcillosos arcillosos
matriz

Técnica de Lavado de Lavado de Lavado de Tamizado en -


rescate usada Sedimento Sedimento Sedimento seco, fracción
separada en
laboratorio
Técnica de Muestra total Muestra Muestra de Muestra total -
Muestreo usada concentrada de volumen
un estrato constante de
carbonoso sedimentos
Volumen de 6.958.932 cm.3 130.000 cm.3 240.000 cm.3 750.000 cm.3 8.078.932
sedimentos cm.3
tratados

~ 115 ~
Cantidad de 6.592 505 111 3.106 10.314
Carporrestos
rescatados

Cantidad de 9,4 38,2 4,6 41,4 -


carporrestos
cada 10.000
cm.3 de
sedimento.

Tabla 11. Proporción de carporrestos en los diferentes puntos arqueológicos.

En todos los puntos arqueológicos los carporrestos se rescatan en mayor número


carbonizados, lo cual permite postular, por ahora hipotéticamente, que esta es la mejor condición
para su conservación en sitios a cielo abierto, en los ambientes tratados, independientemente de
los sedimentos y procesos postdepositacionales (eólicos de médanos y aluvionales de valle).
Igualmente, se han logrado conservar en los sitios de la ciudad, carporrestos no carbonizados,
sobretodo restos de gran tamaño, como los endocarpos de Prunus sp., Olea sp. y Geoffroea sp.,
así como, algunas semillas pequeñas como las de Vitis sp. por lo cual la conservación de restos
sin carbonizar también es posible aunque en menores proporciones.

Con respecto a las tendencias generales en la determinación taxonómica, se ven casos


diferentes en los puntos arqueológicos del Valle de Mendoza y en el de la Planicie Noreste. Para
el caso de la primera, pueden verse las cantidades generales en la figura 14. En esta, sobresalen
ampliamente los cultivos europeos. En primer lugar en gran cantidad, y además frecuente en los
tres puntos arqueológicos, Triticum sp., luego los carporrestos no identificados, luego Olea sp.,
Prunus sp., Hordeum sp., Vitis sp., Secale sp., Avena sp. y por último y en mínima cantidad los
taxones silvestres Prosopis sp. y Geoffroea sp.

~ 116 ~
Figura 14. Gráfico de cantidades generales en los puntos arqueológicos de la ciudad de Mendoza (Ruinas
de Sanfrancisco- Pilastra Noroeste, Alberdi e Ituzaingó y Plaza Huarpe).

En la Planicie Noreste se analizó un solo punto arqueológico, los resultados pueden verse
en la figura 13. En éste sobresalen los carporrestos afines a la especie silvestre Prosopis sp. de la
cual se rescataron restos de todas las partes de su fruto, con fracturas que parecen indicar que fue
procesado allí mismo. Se registra también en bajas cantidades restos afines a Geoffroea sp.

Como puede verse, no se rescataron cultivos americanos. Dicha ausencia es un dato muy
importante si lo comparamos con la cantidad de sedimento tratado: 8.078.932 cm.3, en cuatro
puntos arqueológicos, en los que las condiciones de conservación para restos botánicos se ven
confirmadas por el hallazgo de 10.314 carporrestos; de cultivos europeos y especies silvestres
autóctonas, tanto carbonizadas como no carbonizadas. Por lo que, se considera a esta ausencia
como un dato significativo para la discusión, en función de la cantidad de sedimento tratado y de
las expectativas de las hipótesis clásicas para los puntos arqueológicos y contextos analizados.

~ 117 ~
~ 118 ~
VI-DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

~ 119 ~
~ 120 ~
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

A partir del análisis crítico de los antecedentes arqueobotánicos del Norte de Mendoza se
elaboró una propuesta basada en la aplicación de metodologías específicas de rescate y análisis
de restos botánicos. Ésta, se centró en sectores en donde no se conocían evidencias, pero que son
relevantes para la discusión del tema. Se planteo, además, la redefinición del marco teórico desde
donde se interpreta la información.

Los resultados de nuestra propuesta, contribuirán a la discusión del rol que tuvieron los
productos vegetales para las sociedades humanas pasadas. Ésta, se aplicó al estudio de contextos
correspondientes al periodo prehispánico tardío y colonial temprano. Lo que permite discutir, en
relación al tema de estudio, una situación de base para las sociedades indígenas prehispánicas y
otra dada para la interacción de estás con los europeos conquistadores.

Para el primer caso, como se vio en los antecedentes, tradicionalmente se ha propuesto la


existencia de un periodo agrícola que inicia en el 2000 AP. y se continúa hasta la conquista
española del territorio (Lagiglia 1968, Schobinger 1975). Durante éste, las poblaciones indígenas
habrían practicado la agricultura, la que habría tenido una importancia relativa dentro de las
prácticas de subsistencia, según los autores vistos. Entre estas, se propone que dichos grupos
habrían centrado su economía en la agricultura (Bárcena 2002), o la habrían practicado a
pequeña escala centrando su subsistencia en la caza y la recolección (Canal Frau 1946).

Existen también planteos alternativos que cuestionan la base empírica que ha sostenido la
existencia de este periodo agrícola, y se propone que, más bien, el registro demuestra una
continuidad en la práctica de la caza y la recolección, con la incorporación de vegetales
cultivados obtenidos a través del intercambio (Chiavazza 1999, 2001, 2007; Chiavazza y
Mafferra 2007 y para el sur de Mendoza Gil 1998-1999). En base a estos últimos, se analizaron
exhaustivamente los antecedentes utilizados para discutir el tema, concluyendo que no existe
evidencia sólida para plantear la existencia un sistema económico centrado en la agricultura
hacia el periodo prehispánico tardío, ya que en ningún caso los restos de cultivos hallados se
encuentran asociados a evidencias que prueben su producción en el Norte de Mendoza.

~ 121 ~
El desarrollo de la propuesta planteada en esta tesis, permite contar con una importante
cantidad de nuevos datos para discutir el alcance de estas hipótesis. Dichos datos, tienen las
siguientes características: fueron recuperados sistemáticamente, corresponden a puntos
arqueológicos del llano normendocino, lugar donde hay disponibilidad de agua (a partir de la
realización de obras hidráulicas) y suelos para las prácticas agrícolas: y donde,
demográficamente, se concentraban los grupos indígenas en el período prehispánico tardío. Por
esto, dichos sitios son señalados en los antecedentes, como los de las ocupaciones permanentes,
donde los planteos clásicos suponían, se realizaban entre otras actividades la agrícola.

Pero en estos contextos, además de no existir evidencia de tecnologías asociadas a la


producción agrícola, tampoco se encontraron evidencias de cultivos prehispánicos, en puntos
arqueológicos donde las condiciones de conservación de los restos botánicos se ven confirmadas
por el rescate de carporrestos de vegetales silvestres y cultivos europeos para lapsos casi
superpuestos. Por lo tanto, los datos obtenidos se corresponden con las hipótesis alternativas, que
sostienen una continuidad en la recolección y en la caza, las que se podrían confirmar, por lo
menos, para el período y los espacios analizados. El hecho de que no se rescaten restos de
cultivos en tres puntos arqueológicos del valle de Mendoza y uno de la Planicie Noreste, en
contextos asociados al descarte, puede ser la prueba que permita seguir sosteniendo la hipótesis
de que estos, no solo, no se estaban produciendo, sino que su consumo no era importante, lo cual
se corresponde con estudios de dieta realizados sobre restos óseos humanos de éste periodo (Gil
et al. 2008).

Por esto, se concluye que hasta el momento, no existen evidencias para probar la
producción agrícola en el valle de Mendoza y la Planicie Noreste en el período prehispánico
tardío. Igualmente, no se piensa que este sea un tema cerrado, sino que solo la continuidad en las
investigaciones, la incorporación de nuevas líneas de evidencia y su discusión, pueden llegar a
arrojar datos para la resolución del mismo. El tema se reconoce complejo y las respuestas pueden
llegar a presentar heterogeneidad de situaciones tanto a nivel espacial como temporal. El
desarrollo de estudios arqueobotánicos en el valle de Uco y los valles cordilleranos, podría
proveer de datos que contribuirían en gran forma en esta discusión. Así también, para el Norte de
Mendoza, será tema pendiente de esta tesis la definición de los indicadores arqueológicos para
discutir hipótesis de visibilidad difusa, como una producción a pequeña escala (Canal Frau

~ 122 ~
1946), temporalmente inconstante (Chiavazza 2001); o si ésta podría estar siendo destinada a
otros usos, más allá de la subsistencia, como el tributo en cultivos al inca (Bárcena 2002).

Ahora bien, si se afirma una continuidad en la recolección, ¿qué se puede decir sobre ésta
a partir del registro obtenido? Consecuentemente con lo visto en los antecedentes, el rescate de
algarrobo (Prosopis sp.) y chañar (Geoffroea sp.), frecuentes en los puntos arqueológicos del
Valle de Mendoza en baja cantidad: y en gran número en la Planicie Noreste, dan cuenta del uso
de estos vegetales. Especialmente para algarrobo, la gran cantidad de restos de este vegetal
rescatados en PA70, podría indicar su recolección intensiva en el área. La forma en que se
encuentran los carporrestos de este taxón en este sitio, en cuanto a los tipos de restos presentes y
las fracturas en estos, son muestra de un posible procesamiento (molienda) de este fruto (en base
a Llano et al. 2009). Actividad que, al parecer, era realizada en el mismo sitio, donde además se
han rescatado restos de artefactos de molienda (Castillo et al. 2007, Chiavazza 2009 ep.). La
existencia de grupos especializados en la recolección de la algarroba en el área, está también
documentada históricamente (Parissii 1995, Chiavazza 2009 ep.).

Con respecto al periodo de contacto indígena-hispano, el registro obtenido permite


afirmar, las propuestas dadas por la historia, que suponen un ingreso temprano de los productos
agrícolas europeos en la zona de estudios y el rápido desarrollo de sus cultivos. Prueba de ello,
son el rescate de cultivos europeos en contextos de descarte domestico, con abundancia de
material indígena. El hecho de que se rescaten dichos taxones en todos los puntos arqueológicos
del valle de Mendoza y en importantes proporciones, podría ser indicio de un importante
consumo de estos productos para ese momento, y sus proporciones podrían indicar también la
temprana producción de los mismos. Lo que se ve avalado también, por información histórica y
evidencia de tecnologías asociadas a la producción agrícola como canales de riego (Mayntzhzen
1985, Ponte 2005) y herramientas de metal como hoces y zapas (Chiavazza com. pers.). Si bien,
se plantea la inexistencia de un sistema agrícola prehispánico desarrollado sobre el que podrían
haberse fundado estas primeras colonias agrícolas; es indudable que ellas surgieron y se
desarrollaron a partir del trabajo de la mano de obra indígena encomendada.

En la Planicie Noreste, en cambio, parece haber continuidad en el consumo de algarrobo


(Prosopis sp.), no se registran en PA70 evidencias de productos cultivados europeos, tampoco se

~ 123 ~
registran tecnologías asociadas a la agricultura, por lo que, se desestima también para la zona en
primer lugar el consumo y aún más, la producción de los mismos para el momento temprano.

Desde el marco teórico planteado, a modo de discusión, se propondrán tópicos


interpretativos, que deben ser necesariamente ampliados y desarrollados en investigaciones
futuras. En este sentido, ¿qué significados puede atribuírsele al registro descubierto?, ¿qué
interpretaciones pueden desarrollarse sobre el rol de los cultivos europeos en el proceso de
conquista europea en la región?

En primer lugar, la rápida introducción de los cultivos europeos, puede explicarse por
razones netamente subsistenciales, ya que la provisión de alimentos en los primeros momentos
de existencia de las ciudades fundadas por los españoles no estaba nunca asegurada, y muchas
fundaciones fracasaron por este motivo (Chiavazza y Prieto 2007). Así, la introducción de
cultivos puede haberse constituido en una estrategia para amortiguar el riesgo16, supuesto por la
instalación de asentamientos estables, en ambientes inhóspitos y desconocidos, casi en su
totalidad, para los europeos conquistadores.

Así también, históricamente se ha propuesto que la explotación de la mano de obra


indígena, bajo la forma de la encomienda, transformó a la agricultura en la principal fuente de
riqueza durante los primeros años de existencia de la ciudad de Mendoza. Este desarrollo, ante la
carencia de circulante, dio un carácter monetario a los productos agrícolas (Prieto 1997-
1998:116). Los vegetales, como ningún objeto económico, tienen valor absoluto, si no que es en
el intercambio donde los objetos se dotan de valor (Appadurai 1991), en el contexto estudiado,
los vegetales adquirieron así un nuevo valor en los intercambios. Por lo que, los vegetales
rescatados no sólo fueron un bien primario o de subsistencia para la sociedad mendocina en
formación, sino también un bien de intercambio, una medida de valor.

Por otro lado, siendo el trigo (Triticum sp.) el taxón más representado en los puntos
arqueológicos del Valle de Mendoza, aun considerando su gran valor como alimento, hay que

16
Si bien, este concepto proviene de un marco teórico distinto, se cree que es útil para analizar dicho fenómeno. El
concepto de riesgo fue usado también de la misma forma, para explicar el ingreso de los cultivos en el sur
mendocino alrededor del 2000 AP. Dicha introducción es vista como un momento en un proceso de largo plazo, que
las poblaciones del sur mendocino desarrollaron para poder vivir en una región semiárida, con un alto nivel de
incertidumbre, debido a la variabilidad ambiental (Gil 1997-1998).

~ 124 ~
resaltar el sentido simbólico que tenía éste dentro de la cosmovisión de la sociedad europea que
lo introdujo. El pan, hecho con este vegetal es indispensable en la práctica del rito católico,
como lo son también el vino, y el oleo santo. Derivados estos últimos, de la vid (Vitis sp.) y el
olivo (Olea sp.), de los cuales también se rescataron restos en los sitios del Valle de Mendoza
(Chiavazza y Mafferra 2007). La importancia simbólica de estos cultivos en las recién fundadas
ciudades españolas en América se puede ver, en documentos históricos donde se hace mención a
su carencia, resaltando que no se dispone para el ritual, dentro del discurso de las malas
condiciones para el cultivo de estos vegetales, en ciudades como Santa Cruz de la Sierra “la
Vieja” en Bolivia (Chiavazza y Prieto 2007).

De esta forma, pueden interpretarse por lo menos, tres significados, para los vegetales
introducidos durante el proceso de conquista. No se pretende asociar estos significados a
pensamientos conscientes de las personas en el pasado, sino a conceptos públicos y sociales,
reproducidos en la práctica de la vida cotidiana (Hodder 1989:139). Por lo que, estos
significados, se asocian a roles que tuvieron los vegetales para la sociedad colonial en su proceso
de formación. Cada uno de ellos, debe haber alentado el rápido ingreso de estos productos y
acelerado los intentos de su implantación. Entre los roles, se pueden distinguir:

-En primer lugar, un rol básico asociado a la subsistencia, donde estos son entendidos
como alimentos.

-En segundo lugar, son también pensados y usados como objetos de pago. Por lo que son
razonados, como un bien en sí mismo. Lo que cobra importancia, ya que es en este proceso
histórico donde se inicia la integración del territorio a la incipiente economía capitalista mundial.
Lo que socialmente implica, que la obtención y acumulación de riquezas, es vista como un valor
social intrínseco (Bekerman 1983:189). Por lo que, para la sociedad mendocina del siglo XVI, la
capacidad de producción y acopio de cultivos, se constituirá en una forma de lograr riquezas, y
así lograr prestigio social y posiciones políticas; y, de la misma forma, perpetuarlas (Prieto 1998-
1998:117 y 119).

-En tercer lugar, los derivados de los cultivos (especialmente de trigo, olivo y vid) tienen
un rol simbólico, asociado a la utilización ritual de estos vegetales en la práctica del rito católico.
Dicho uso cobra importancia ya que esta religión, justificaba histórica y jurídicamente la

~ 125 ~
conquista española del territorio americano, por lo que este rol es, como sus fines, también
político.

Dichos roles asocian los cultivos europeos con estructuras económicas, sociales, políticas
y religiosas, lo que dentro del marco teórico planteado, es asociarlos a un sistema de saber-
poder, entendiéndolo como rasgo estructural del sistema social (Tilley 1994). En este caso, en el
marco de proceso de conquista y colonización de América, puede verse el sistema de saber-poder
occidental, imponiéndose sobre otro originario. Dentro de este, todo discurso y tecnología social
desarrollada por dicho sistema, es entendida como ideológica, en cuanto en ella se promueve la
reproducción de una cierta forma de ser y estar en el mundo (Troncoso 2001). La religión
católica y el capitalismo son razonados en este sentido; como discursos a través de los cuales se
impone y reproduce el sistema de saber-poder occidental. Entender al capitalismo y catolicismo
como discursos de carácter ideológico, permite poder percibir en ellos una dimensión material, la
cual los hace ser simbólicamente eficaces. Dentro de este plano, es donde podrían ubicarse los
cultivos europeos para la sociedad mendocina en formación, ya que éstos funcionarían
socialmente, como herramientas simbólicas para que los discurso sean correctamente
comunicados.

Entender los roles asignados a los cultivos de esta forma, hace suponer que imponerlos
como producto básico de subsistencia, allanó el camino para que estos sean entendidos
simbólicamente en la práctica del rito católico. Ya que las cosas extraen, parcialmente, sus
significados simbólicos de los significados pragmáticos, ya que no son en modo alguno, meros
sistemas estructurados de símbolos abstractos (Hodder 1989:137).

Dentro del rito católico, los derivados de los cultivos, son entonces herramientas
funcionando para que la imposición de la religión sea eficaz. Como, sobre la base de la
imposición de los valores religiosos, sobreviene la imposición política, el rol religioso y el
político se interrelacionan. Por otro lado, al considerarse los cultivos como objetos de pago, son
también desde ese punto vista, una expresión material cuya asociación simbólica, hace posible el
funcionamiento de otro discurso ideológico con implicancias económicas y sociales dentro del
esquema de valores del sistema de saber-poder occidental: el incipiente capitalismo.

~ 126 ~
Entender la materialidad de esta forma permite, asociar ciertos elementos del registro
arqueobotánico, a un sistema de saber-poder. Como pudo verse, existen múltiples perspectivas
para entender a los cultivos europeos asociados al sistema de saber-poder occidental, en su
proceso de imposición sobre las poblaciones locales. Desde este punto de vista, viendo a los
restos de los cultivos europeos como indicadores de tales asociaciones, podrían proyectarse
espacialmente estas perspectivas. Ya que es en la espacialidad del paisaje, donde el poder actúa
creando o reproduciendo la realidad y donde se dan las luchas, conflictos y contradicciones. Así
en el paisaje, podrán delimitarse campos de discurso17 donde se reproduce el sistema de saber
poder dominante, y donde existe espacio para la resistencia de las poblaciones locales (Troncoso
2001).

Si definimos, dentro del registro arqueobotánico, a los cultivos europeos como


indicadores asociados al sistema de saber-poder dominante, puede verse que espacialmente la
ciudad sería el lugar donde se concentran estas evidencias. Lo que implicaría que en este espacio,
los discursos son coherentes con este sistema de saber-poder y siguen su lógica, esta podría
definirse como zona de lo no discutido18. En ésta zona, no se descubren evidencias de agricultura
para periodos prehispánicos, actividad que si comienza a practicarse desde momentos tempranos
de la conquista en torno a los cultivos europeos y en base al trabajo compulsivo del indígena
encomendado.

En la Planicie Noreste, la perspectiva es otra, no aparecen cultivos europeos, en contextos


contemporáneos, notándose en cambio, una continuidad en la recolección de especies silvestres.
Podría entonces, plantearse éste como lugar donde los discursos alternativos y otras formas de
manipulación de los símbolos son posibles. De esta forma, en el periodo colonial temprano,
podría entenderse espacialmente al Valle de Mendoza y la ciudad como lugar donde se impone y
reproduce el sistema de saber-poder occidental, dado por la implantación de cultivos exóticos en
momentos tempranos y a la Planicie Noreste como lugar de resistencia19.

17
En el sentido de Barret (1987-1988 en Troncoso 2001:6).
18
En el sentido de Bourdieu (1977 en Troncoso 2001:6).
19
Chiavazza y Prieto (2008 ep.) han propuesto un enfoque similar para el análisis de ocupaciones en el río
Desaguadero.

~ 127 ~
Ahora bien, ¿es posible hacer este tipo de interpretaciones desde el registro
arqueobotánico? Si bien, se cree importante tratar de definir este tipo de indicadores dentro del
registro, sobre todo para momentos tempranos como los tratados, donde las evidencias más
visibles de esta clase de asociaciones, como lo son la arquitectura urbana y monumental, aun no
se registran. Se reconoce a la vez, que obviamente es imposible responder a tales preguntas
únicamente desde el registro arqueobotánico, sino que necesariamente el problema debe
entenderse a nivel contextual. A la vez, se cree que abordar el registro arqueobotánico dentro de
un marco general como el propuesto, donde además puedan integrarse otras evidencias
arqueológicas e históricas puede resultar una forma fructífera de entender procesos sociales que
son esencialmente siempre complejos. En este sentido, se cree útil entender el registro desde las
perspectivas planteadas, las que deberán ser profundizadas por nuevos trabajos a fin de
confirmar, matizar o rechazar las propuestas planteadas en esta discusión.

De esta forma, esta tesis abordó una propuesta para analizar un registro poco estudiado en
la arqueología regional. Se espera, desde este primer trabajo sistemático, haber aportado al
conocimiento sobre el tema. En el sentido de que éste presente una variedad de alternativas
analíticas y metodológicas útiles para continuar los estudios sobre la temática. A fin de fomentar
la discusión de los temas tratados, ya que las respuestas dadas a los problemas vistos en esta tesis
no son más que un pequeño esbozo, del potencial de este tipo de estudios para producir
conocimientos sobre el pasado.

~ 128 ~
VII-BIBLIOGRAFÍA

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