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Estado y Sociedad en el Pensamiento Clasico Antologia conceptual para el andlisis comparado Introduccién y Compilacién de textos: Juan Carlos Portantiero y Emilio de Ipola Coleccién de Estudios Socio-Politicos Ding por Juan Carlos Portantiero y Carlos Oreste Cansanello Emi io de Ipola Pditorial Céntaro agradece a '— Introduccién Fondo de Cultura Econémica por la autorizacién para publicar Ios textos pertenecientes a Max Weber y a Alexis Tocqueville. Siglo XX por Ia autorizacién para la publicacion de los textos de Antonio Gramsci | Ediciones Guadarrama por la autorizacién para la . publicacién del fragmento perteneciente a Talcott Parsons. La traduccién de los textos de Friedrich Engels y Karl Marx pertenecen a Editorial Progreso, de Mosci, La traducci6n del texto de V. I. Ulianov pertenece a Ediciones en Lenguas Extranjeras, de Pekin Disoho de Taps: Luis Jusrez 1S.BN 950-99091- 1-4 © por Editorial Cintaro 1987 | ‘Avda, Diaz Vélez $125 (1405), Cap. Fed. Hecho dl dept que marea a Ley 11723, ; I limpesoenArgentin Printed in Argentina Seale Ovsdens uc lanamos domi et Ge In igund ca ene personas Nace al ent rs nate lar coil dene “Tombs se esa des subrdigcidn ao comuti Fubicoy i va vars por set escinddas como es Suge ste poublidad de penar la nocién de te rettexion nce. su vee len de la arialdad Se Uconvnta de derechos nats. La soceday cl Esado Smee posible la scidn? ZPor qué los hombre guiebran el estado natural para agtuparse con arreglo a las normas de un orden convencional? Tal la pregunta svrRoDUCCION ue unificaré, esqueméticamente, a estos éampos de cono- niento, los dos primeros coctineas de fases ascenden- tes de 1a constitucidn det sistema capitalista y el tiltimo como respuesta a la crisis social que —on el ochocientos— desatan la-industrializacién y la emergen- cia de las masas, Desde el inicio de la reflexi6n laica sobre lo social, la Tespuesta a esa pregunta se encarrilé dentro de lo que Namariamos la metéfora del contrato, del pacto. Como veremos més adelante, la sociologia modificard esta Perspectiva, segin un doble desplazamiento conceptual Que, paralelamente a la critica de la vision contrac twalista, reemplazaré la centralidad del individuo por la del grupo, Pero hasta que llegue ese momento —ya entrado el siglo XIX— el pensamiento clisico (Hobbes, Locke, Rousseau) y todd el movimiento conocido como la Hustracién, girard alrededor de Ia figura del contrato so cial como instancia superadora del estado de naturaleza y como condicién de posibitidad para la fundacion de la sciedad, Por cierto que la idea de contrato no es una hipotesis empirica; no postula neces istrico los hombres hayan Ilegado a un acuerdo de ese tipo: fo que plantea es la percepcion que Podrfan tener los hombres acerca de las consecuencias que acarrearia la falta de un consenso basico que res- guarde 1a convivencia, se n una primera etapa los conceptos de sociedad y de Estado no estén diferenciados: ambos son lo opuesto al estado de naturaleza. En la tradicién del jusnaturalismo los términos antitéticos son, efectivamente, estado natural-sociedad civil. Sélo més tardé la antinomia con. Ccoptual serd la que distinguiré sociedad civil de sociedad politica (o Estado), La doctrina cldsica del jusnaturalismo, montada sobre Ja nocién de contrato, como la instancia fundadora de 1o Social, recogerd sin embargo una distincién significativa en su interior: la que se da entre dos tipos de concep- twalizacién del pacto constitutivo. Por un lado, el pactum 4.6 POREANTIERO-.detPo sujectionis; por el otro, el pactum societauis. I pacto de sujecidn caracterizard a la visién contr ‘walista de Thomas Hobbes (1588-1679), que ser quien primero tratard de responder a la pregunta sobre el origen de la sociedad y del poder de manera laica, planteando ast el interrogante fundamental de la filosoffa politica moderna: por qué y en qué condiciones eligen los construir un orden que reemplace al estado de nos —dird Hobbes— los individuos iran a satisfacer sus impulsos, sus pasiones, s EL resultado de ello no puede ser otro que una descarnada “lucha de todos contra todos”. La permanen- cia en el estado original no tiene otra conclusién que la wera, el caos, la anarquia, la muerte. Para poder ger el derecho fundamental, que es el derecho a la vida, los hombres “deciden” pasar del status naturalis a la sociedad civil que, como seftalamos, equivale en Hob- sa la sociedad politica. En la figura del Leviathan, sociedad y Estado coinciden, Este pacto descripto por Hobbes es lo que hemos Mamado un pactum subjectionis: los hombres enajenan su soberania a un monarca quien, al sacarlos del estado de naturaleza, les restituye el derecho a la vida. Se tat ciertamente, de la fundamentacién tedrica del ab solutismo que Hobbes, en medio de la enorme crisis in glesa del siglo XVI, vefa como la nica {6rmula politic para la articulacién’ de un orden, pero ya no desde el unto de vista del tradicional derecho divino sino, en concordancia con la revolucién filoséfica levada a cabo por sus contempordneos Francis Bacon y Renée Descar- tes, a partir de un razonamiento naturalista Pero el contractualismo servird también para fundar una tradicin politica muy diferente: a del liberalismo politico, La figura de John Le ejemplar al respecto. Para Locke, lo mismo que para Hobbes, estado de naturaleza y sociedad civil se opor pero a diferencia de éste el estado de naturaleza, si ctible, no tiene el cardcter apocaliptico que le atribuye Hobbes. El hombre es para Locke naturalmente la guerra es sélo una posibilidad del status naturalis, no su e aso, el contrato que orrupcisn posible, it ‘jeter sobre el poder poco, Por eso el pueblo, quema, conserva el derecho de rebelin frente a injustos. El pacto, en Locke, no es de sect que contig, al ipareii™ en el que’ lo hombres no n su soberar mf a Si a imagen del contratoservird paral argumentaciGn tanto det absolutismo cuanto del iberaisno, ambien io plo modemo, la democracia,representada liminarmente por Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) En Rousseau dicha imagen adguitrd ouos malices. A diferencia de Hobbes y Locke, no eee en un orden social ado & parr de los intereses de los hombres con- radios como individvos. La nocin que Rousseas in corporari es lade comunidad, concebida como “voluntad cnera”. Ala dstincin clsica enue, nawaleza.y sociedad se aad, asf, un tercer espacio conceptual Primero el estado de naturalea, luego la sociedad, por fn, a comunidad Como en Hobbes, la sociedad es en Rousseau la nopacién ‘ical del cstado de naturaleza, pero con valoraciones diferentes. Recondemos que pars el primero Gi estado de natrateza era el ca0s y fa sociedad ta posibilidad de a vida, Para Rousseau, en cambio, Ia Sociedad, al intoducir ta divsiOn del trabajo. la propiedad, abe el rein de la desiguaad, de la envidia ¥finalmente, de la gure, La guerta, pues, no nag en la ad maura sino en la soiedad civil, en donde lino. ccncia original del hombre es sustituida por el egofsmo y €l célculo, Pero Ia solucién para Rousseau no es el retorno a la pure: al del hombre natural, im: posible ademés de c este ha a cedido a la sociabilidad. Se trata de encontrar una forma de asociacién que haga posible la expresién de la “volun- tad general”, superadora del individualismo ¢j Uniéndose a’ los demas, el hombre se hard iti tegrindose directamente con la comunidad, como en el tadio primitivo To estaba con la naturaleza ", La comunidad politica asf creada no deb ab- solutista a 1a manera de Hobbes, pero tampoco represen: tativa en el sentido del liberalismo lockeano, Rouss el primer pensador moderno que plan directa como forma de articulacién entre sociedad y Es- tado, abriendo una tradicin que el s en el siglo XIX y que se desarrollaré en los planteos politicos del “‘consejismo” de Lenin y Gramsci a prin- Cipios de este siglo. "sie universe ideol6gico del contractuaismo habré de ccaracterizar una larga etapa del pensamiento, coincidente ccon la expansién del orden burgués. La idea de que la sociedad es una creacién del hombre se estructurard a patir de un individualismo metodol6gico que habré de en- contrar en Rousseau a su primer contradictor, con su roposicién segtin la cual el hombre es un producto de la sociedad, idea que preside tanto “El Contrato Social” ymo el "Discurso sobre la Desigualdad”. smo metodolégico alcanzard su cima en nto escocés del siglo XVIII, que da origen, 1790), a la economia politica y, yo sobre la Historia de la Sociedad Civil” de ‘Adam Ferguson (1724-1816), al antecedente més cons- picuo de la disciplina que en el siglo XIX serd bautizada nombre de Sociolo; “No es de la benevolencia del carnicero o det panadero ‘que esperamos nuestra comida sino de su preocupacién or sus propios intereses”, dice Smith en una frase famosa de “La Riqueza de las Naciones” en la que 0 erRoDu resume 1a idea moral —mucho més cercana al utlitarismo que a 1a doctrina del Derecho Natural— de que 1a fuerza motor del progreso es el provecho in- dividual. “Vicios_privados, virtues ptblicas", em blematizard” Mandeville en Si “Fabula de las Abejas”, libro clisico de esa corriente individualist. Al buscar su propio beneficio el hombre es conducido por una mano invisible a promover un fin que no entraba en su propésito. Asi, con la teorizaciGn del mercado se corona tun mundo conceptual que habia dado luz a otras Palabras-clave,inexistentes hasta entonces o bien redeli- nidas, como individuo, propiedad, contrato, sociedad y Estado, Todas ellas, nicelos de sentido de la modemidad. Pero en el siglo XIX aparecerén voces discordantes, Una serd la de Ia sociologia; otra la del socialismo. Am: bas, unidas por preguntas comunes, discreparin en las respuestas. Sociologia y socialism serdn, casi siempre, campos en agria disputa ® {Qué cuestionamiento tos unfa? En a Europa del ‘ochocientos se desencadenan dos fendmenos, con forma de cataclismo social. Serta dificil subestimar Ia trascen- dencia que para la vida de esas colectividades encierra el estallido de la revoluci6n industrial y, en el plano Politico, de la revolucién democrética, En e308 dos niveles, el siglo XIX asistird a la emergencia de las ‘masas, eclosionando en los grandes centros_urbanos, como ‘productos de las nuevas relaciones técnicas.y econémicas de produccién y, “potencialmente, como sujetos activos de tansformaciones politicas. {La sociedad se presenta asf como una realidad objetiva, Oy no ya a6 tira el pen- vador y_serd también, en el entero te6rico del contractusismo, un presupuesto del socialismo. La crisis social y politica derivada de la pansin del industrialismo no pode ser ya tratada con el instrumental tedrico generado en el mundo més simple de del desarrollo capitalist, que dira lugar a ay la economfa politica liberal. u Desde esta visi6n compartida de la crisis, sociologia y socialismo, coincidentes en la necesidad de abrir nuevos campos al’ conocimiento de Io social, construirin sus divergentes respuestas. Si la primera trataré de reconstruir el problema del orden en una sociedad que ya 1no es de individuos sino de masas, el segundo colocaré el problema del cambio centrado te6ricamente en la capacidad explicativa de la moderna lucha de clases, DURKHEIM: ELORDEN ¥ LA DEMOCRACIA COMO TEMAS DE LA NACIENTE SOCIOLOGA En el terreno dela sociologfa, la obra de Emile Durkheim (1858-1917) ilustra de manera arquetipica las opciones fundamentales que habrian de dar sentido a la nueva ciencia, definiendo al mismo tiempo su objeto y ‘us objetivos. Es sabido que el micleo central del pen- samiento durkheimiano, fiel en este punto al de su an- mf Auguste Comte, es el tema del orden social y que, edor de ese tema, van tomando su lugar los concey {os basicos que remiten, por una parte, a la naturaleza del colectiva, solidaridad del trabajo y hasta la oposicién misma entre individuo y sociedad) y, por otra, Segdn, una linea de reflexiGn menos conocida pero no menos importante, a la naturaleza y el papel del Estado (Durkheim, 1966: 44. 105 La operacisn te6rica, pero con alcances que exceden lo meramente tedrico, " asumida por la sociologia durkheimiana, consistird en dar razén del orden s nuevo (ya consolidado, pero también, como vimos, amenazado por la crisis) surgido de la revolucién in- dustrial y del consiguiente desarrollo del modo de produccién capitalista, Se trataré ante todo de fundamen- tarlo en tanto que orden, esto es, de insertarlo — respetando su especificidad—en una realidad mas amplia que los espectaculares avances de las ciencias naturales in revelando de manera cada vez mds mitida, Frente al 2 vertiginoso descubrimiento de leyes naturales que en una formula conceniraban_un saber inmenso. sobre el universo, frente al hallazgo continuo de nuevas propiedades y regularidades desconocidas en la materia imorgénica y en la orgénica, frente a la creciente capacidad de traducir en innovaciones téenicas al saber recientemente adquirido, Ia hipétesis clésica del pacto 0 del contrato como origen de la sociedad aparecerd como una inconsistente ingenuidad, s6lo explicable por el op- imismo ligeramente presuntuoso del Iluminismo. Pero se tatard también de fundamentar el orden social cn un segundo sentido, a saber, como un orden legitimo, moralmente valioso, positivo. En sintesis, la doble inte- rrogacién a la que la obra inaugural de Durkheim inten- taré responder —marcando asi el lugar asignado en sus nes a la sociologia dentro del campo del saber— sera, por una parte, la de mostrar cémo el orden social, aun poseyendo ung realidad propia —sui generis”, dird Durkheim—, se inscribe en el orden natural y, por otra parte, la de justficarlo en tanto orden moral, en tanto “buen” orden, digno del aprecio e incluso de la veneracién de ios hombres. Asi pues, si —como lo hit sefialado Michel Foucault (1965)— es desde los comienzos del siglo XIX y durante / Su transcurso que el hombre se convierte en objeto de / diferentes ciencias empiricas, se debe tener presente, sin / embargo, que, en el caso del conocimiento sociol6gico de Jo humano, este proceso de objétivacién cognosci ce articulado al proyecto “ético” de valorizar en iétminds positivos al \ iiuevo Objeto asi progresivamente develado. objetivo, Durkheim habré de esfor- zarse por hallar un criterio solido con el cual justificar esta doble naturaleza de la ciencia social. Es aqui donde entra en juego esa suerte de complicidad que mantiene la ¢ sociologia con la ciencias biolégicas y sus modelos. La manera en la cual se verifica esa com- plicidad en la obra de Durkheim (sobre todo, el joven Durkheim) es sensiblemente diferente de la de sus 1.6 PORTANTIERO Ede 1POLA cognoscit jor otca Ja dimensién normativa, ética, de Jjemas més bien ociosos de plantear aqut problemas més b precedencia Idgica 0 teérica, cabe seftalar que este tipo de enfoque sélo puede taducirse en Ia forma de 1% propuesta de organizacién social de orientacién conser: vadora. Esta es, si se quiere, una de las restricciones ideol6gicas més claras que impone la metéfora biol6gica “normal vs. patol6gico”. En efecto, un organismo 0 una sociedad funcionalmente desajustados, un cuerpo biolégico © social enfermos, no pueden superar sus problemas recurriendo a cambios bruscos 0 a transfor- maciones “revolucionarias”: se trata siempre de “res- lablecer”, de recuperar, de volver al estado anterior, de “restaurar” Ia salud perdida 0 deteriorada. Y cuando al- gunas reformas se imponen, éstas tienen siempre el ob- Jetivo de preservar y consolidar y no el de cambiar al or- nismo (bioldgico 0 social). El conservatismo de sus origenes marcé contradic- toriamente el desarrollo posterior'de la sociologia. En parte, ello se debi al hecho de que este conservatismo riginario tenia ya, en Ia-obra de Durkheim, un sentido ideol6gico contradictorio —o, al menos, no fécilmente encasillable. Eri efecto, dicha obra se extiende aproximadamente entre 10s tiltimos veinte afios del siglo XIX y los primeros quince del siglo XX. Esto es, en la Epoca de establecimiento y progresiva consolidacién de la Tercera Repiblica (de la cual bien puede decirse que Durkheim fue uno de los intelectuales orgénicos).© Una repiblica laboriosamente edificada luego de un pasado de opresién imperial, de derrota militar, de sangrientas luchas sociales y represién estatal, y atravesada en el Dresente por vengativas pasiones nacionalistas. Una repiiblica liberal, laica, respetuosa —aun con altibajos que preocupardn a Durkheim— de los derechos in dividuales y que, mal que bien, levanta los valores de la tolerancia y de una democracia sini.duda limitada e-im- perfecia, pero infinitamente preferible al autoritarismo Donapartista y a las amenazas reaccionarias y revanchi tas del boulangerismo y de monarquistas nostalgicos “ En esa medida, el por ible conservatismo de Durkheim expresaba también Ia preocupacién por / smo, de la tolerancia religiosa, de la libertad y de pluralismo; de un orden parcial, pero wambiéi crecientemente democritico, Entendemos que es en marco de esta perspectiva que deben justiprc € ideoldgicamente, por una parte, el enfético y reiterado planteo de la oposicién individuo y la con- siguiente opcién stan temente afirma Durkheim como dijimos, poco explorado), su concepcién del Estado. on respect al primer punto, e preciso, terpretar la posicién de Durkheim no. solo como una Suerte de dfensa dela “digidad ontol6gca” del objeto de su propia ciencia y de su primado respecto del de la psicologia (aunque no haya que excluir totalmente esta interpretaci6n) ©, ni tampoco como la afirmacién de una ‘oposicién emp{ricamente verificable ¢ irreductible entre el individuo —realidad extrafia-a la colectividad (y, en ‘esa medida, realidad dafina)— y la sociedad como en- iad superior, depositaria de todas las virtudes ellas la de ser pasible de un conocimiento cient Mas allé de algunas f6rmulas, productos de la eferves cencia polémica mas que de la gramética tedrica de su Pensamiento, aquello que Durkheim se empena afirmar y reafirmar constantemente es la ap: perogrullada —gravida sin embargo de consecuencias— segin la cual toda sociedad es social o no es sociedad. En cierto modo, ‘Ro estarfamos traicionando a Durkheim si dijéramos que, para él, toda sociedad es “socialista”, no en el sentido hist6rico-politico concreto del término, Sino en el de que toda sociedad esté organizada con vistas a su preservacién como sociedad instituida y subordina todo (si socializa” todo) con arreglo al objetivo de esa preservacin —que es siempire preservacién, conser Vacién, reproduccién de “esta” sociedad determinada- Incluso aquella sociedad gue 8 autoufirmara como més ‘i te individualista no dejaria de ser por ello la medida en que reivindicaria ¢ im- Pondria esta significacién, este “valor ni trascendente) que es el individuo ‘ al (ni natural Cuando Durkheim afirma, como una con: metodol6gica, que “lo social se explica por lo social” y cuando, por otra parte, define a la sociologia como la Ciencia que estudia las creencias, los juicios, las normas de conducta instituidos por la colectividad (Durkheim, 1967: XXII) anticipa, como én el planteo que hace de la relacién entze individuo y sociedad, enfoques sobre 10 hist6rico que serdn validados y desarrollados muchos afios mas tarde y que conservan hoy actualidad: en particular, la concepcién de lo social como realidad Sui. ge noma y la tesis del eardcter Tmslitaido a Jas reglas_ y en general las formas Estas posiciones tedricas son coherentes con uno de los aspectos poco conocidos del pensamiento de Durkheim: nos referimos a su concepcidn de las estruc- turas politicas y, ante todo, del Estado, En su obra pOs- uma “Lecciones de Sociologia” estos temas son desa- rrollados in extenso. Se destaca en su andlisis el sutil , Proceso de “reduccién fenomenol6gica” —método ya izado en sus estudios més conocidos— por medio de! cual Durkheim va acotando y cittendo progresivamente la especifcidad del Estado, para luego definira este tltima en términos positives. comin, 1a opinién esponténea o adquirida de casi todo el mundo, la terminologta misma (que nos remite a “gobiemo”, 'a “poder ejecutivd” a “gestion piblica”, etc.) hicen pensar en el EStado como en una ins- lancia eminentemente préctica, voleada casi por entero hacia la accin y la ejecucién en gran escala. Se supone que ese rol activo estf sustentado en reflexiones, en Proyectos, en deiberaciones, pero til suposicign no es Sice para mantener la idea de que el rot activo tion eS el rol esencialy especttico del Estado, Para Durkheim esa idea es falsa y deriva de una confu- si6n ficilmente detectable, producto de lo que podriamos llamar —con palabras algo diferentes a las de. Durk hheim— una indebida identificacin entre el Estado Administracin. Esa esta ilkima a quien le correspoxden, ” \, 1. PORTANTIERO-E de 1FOLA ts tteas popiaent jeu: en cna al Esta ctendido en sentido estct, toda su funcisn se agota en PHaiado es; hablando rigurosamente, el 6rgano mismo del pensamiento social” (Durkheim, 1966 Mica, "sin embargo, que_el papel del Estado sea mmeramente especulativo; el Estado “no piensa por pe sar... sino para dirigir la conducta colectiva” (ibid.). Se trata pues de-un pensamiento que tiene como mira la a tion. De todos todos, queda siempre en pie que su fu specific sla de pensar. po samiento sti, como se dijo, destinado a dir ta conducta coletiva. Ello descarta, por un lado, toda posicién individualista sobre esla materia. Pero, por otto fado, serfa'un error concluir de all que el Estado se Timi a taduciro simplemente a difundir las repr taciones de la colectividad. Sus ideas y sus volciones — Hempre mas ntidasyclaboradas que las de laconcencia | Soleiva™ conciernen a a sociedad, pero no son una Gmanacin o un producto de Ia sociedad. "Cuando el Es tad piensa se decide ese Duein— nos be decir q es I sci a ue piensa ys dk or sno que éste piensa y se decide por el Tilo fo es puss un inrumento ‘ara expresar el en- samiento de otros —sea este otro la sociedad entera— ‘en un lenguaje mas modemo, de signiicaciones qu Sonora dea coletvidd, pro qe ntresanyaeean 2 esta ima. “Podemos, pus, resumir dciendo: el Es- ta es un Signo especial encargado de elaborar cients representaciones que tienen valor para la colectividad. as repesenacones "se disinguen de as te ee plan, como uma suerte de ail d etabén se planta el tema de Ta democracia, Hemos dicho que segin Durkheim, el Estado “piesa” y “odie no ‘solamente expresa. En esas condicioiies, {cuando is 18 ByTRODUCCION tal es mayor; y cuando ta comunicacién de esta con- / ciencia con a masa de conciencias individuales es mas < estrecha. Democracia, pues, significa posibilidad de co- enire esas dos esferas del saber y del sentir: specializado y el difuso. No se trata de que todo el mundo gobieme 0 que se llegue a una sociedad politica Estado para hablar de democracia, Se trata de que el poder gubernamental, en lugar de replegarse sobre si ‘mismo, esté en permanente contacto con las capas Drofundas de la sociedad, reciba respuestas y reelabore ast sus d Cuanto més sélida y fluida sea la co- municacién entre esos dos registros del Estado y la con- Ciencia colectiva y, por lo tanto, cuanto mds central sea el apel de la reflexién critica en la gestiOn de los asuntos plblicos, mas democrética serd la sociedad. Sobre’ este putito, el prondstico de Durkheim es op- timista. Diferentes en grado, el Estado y la sociedad ‘moderna se identifican en su calidad: son luces radiales {dS un tinico centro moral. El Estado no es para Durkheim tuna instancia opresora, sino liberadora. Y lo es tanto més ‘cuanto que tiende a asegurar el méximo de individuacién posible; su funcién central no es otra que la de liberar a las personalidades individuales de Ia influencia opresiva\, de las colectividades particulares, locales y familiares. ‘Sin embargo, para que esa liberacién se produzca, la comunicacién democritica no puede abarcar al Estado y 4 Jos ciudadanos individualmente tomados. Entre el in- dividuo y el Estado existen grupos’secundarios, indispen- Sables tanto para que el Estado no pueda abusar de su poder contra el individuo cuanto para que quede libre del individuo. Es aqui donde encuentra,su lugar la famosa tesis de Durkheim sobre el papel de los grupos rofesionales. Desarrollada en el Prefacio a ta segunda edicién de “La Divisién ael Trabajo Social”, esta tesis cerrard el discurso durkheimiano sobre la democracia como forma modema de la relacién entre Estado y sociedad. Cierre que abrird el camino a un desarrollo muy actual de la teor‘a politica: el que marca el-pasaje desde. el contractualismo clisico, individualista, al 19 {LC PORTANTIERO-E deIPOLA -ocorporativismo basado en el pacto entre Estado y or sganizaciones sociales. tuviéramos que ofrecer una sintesis del pensamiento durkheimiano a partir de su concepcién del Estado, di- riamas que es sobre todo en los rasgos principales y a la ‘vez m4s novedosos de esta concepcién donde se revela con mayor claridad la modernidad de dicho pensamiento, més alld de los limites te6ricos 0 ideol6gicos que atribuyan a este dltimo. En efecto, hay una coherencia profunda entre esta con- cepeién que no oculta, sino que “despeja”, los aspectos coercitivos del Estado (no porque no existan, sino pora ‘no le son esenciales) y la concepcién que s¢_ forja Durkheim del orden social. Un orden basado, por una parte, eri la solidaridad orgénica engendrada por el de sarrollo de la divisign del trabajo en la sociedad indus trial ", pero, por otra parte, sostenido y consolidado en ‘ase al consenso, obra de la conciencia colectiva (que en el Durkheim maduro recobra derechos que el joven le haba negado) y también en base a la funcién de direc~ cidn ética e intelectual —“hegeménica’, diriamos— det Estado en tanto productor de ideas, normas y valores asumidos por la sociedad. Partidaria de un orden no represivo, consensual, ado en la tolerancia, la sociologia naceré conser: ‘por Io general, inclinada a valorizar positivamente ‘las formas politicas democrat Preferird esos valores a los del cambio, la justicia y la igualdad sociales. La opcién inversa ser la adoptada por cl socialismo, movimiento politico e intelectual en el seno del cual el marxismo ha ocupado y ocupa, de pleno derecho, un lugar de privilegio. KARL MARX: FILOSOFIADELAHISTORIA, YCRITICA TEORICO-POLITICA DEL CAPITALISMO EL pensamiento y la praxis politica socialistas, en sus iiltiples y casi antagénicas variantes, son a la vez. an- 20 INTRODUCCION terioes,costineos y postrioresrespecio de la obra de Karl Marx y de Friedrich Engels. Ello no impide gos dicha obra haya eonsitudo un momento eulminante‘un instrumento intelectual extremadamente poderos0 yun punto de referencia prvilegiado (y aun vigene para Muchos) ene imerior de la wadcion scat Se dice que la primera edicion de "El Capa” fue de apenas mil ejemplares y que tardé una’ dccada, en agolrse.Hubiera sido absurdo.prever entonces que meio sito despues tena laren la dstada Resi una de las revolcions sociales y polities mas impo tans de i historia humana y que ca tevoluce oa Sofada, pensada y levada a cabo por hombres que taban fervientemente convencds d: que el pensamento expusso en dicha ob era la expres Ge a Verda misma, de la Verdad a seeas, valida no Sociedides humatis, sino incluso para el U En todo caso, sa sbsurd” prediccion era marin de para agullos mismo qu lt hicieron vealdady quids ra seeretamenie compartida por el propio persadot aue habia elaborado ese laboroco e inconcusb tad cienco. Se iusraba ast tndnicamente esa constants tens ere el determinismo y la accion, ta cicnclay praxis, la ceenciaylavolutad que brian de manera marrsmo desde su naimiento hasta hoy En lo que respecia a obra de Marx dica tens e tard siempre presente, de manera ghiertao slenctoss. Es inelso uno de ox matores, de les facores movilvan: tes de su pensamiento."Tensidn obstinada, reducible, iresouble'en el Himite, que manifesta sn dda, los debildades Tas apocas Ue. dcha, pensamiento pero tambign su trea pasion de conocer al mismo tiempo mocela a alida, de pensar el munde y de cambiar, de fandar aa vez una cena gue dé cuenia das Leyes de la historia y de Ta sociedad y una poten euya mors "a transformar radicalmente a ambas. : De a qe, para odo aquel preocupado por la vest de a sociedad, el contacto con el markismo acum tna forma apologtica 0 olémicaes Inevitable: Mis u 1.€.PORTANTIERO -E-4ePOLA ainsi se tiene presente que, en muchos aspetos, | mat rismo ha dejado de ser una teria particular un programa poilico levanado por un grupo defnido, pa Fa eonvertise en parte de lt atmésferaideoldpica que fe reaira desde que se accede al mundo socal y se vive onl aneea més afecuada de aerearse al marxismo nega en Sus rasgos més salient esa ension que, sean seflamos, to babi veremos al-mismo tempo gue ella avaviessprofundamente las esis marxisiss Sobre la sociedad y et Estado. os elementos opues tomados cada uno de lls como puntos de referer dcuerdan un sentido muy diferente als proposiion: ia teoria en su conjunto. Una toria que es, en sd Sin de mayor alcance, una deseipldn y Un in tnlicacign éel fancionamiento det sistema capitals, pero que en su filosotaimplictay en su lgica comporta Gra’ eoncepeién de la historia y de as. sociedades excede ampliamente el caso del capitaismo. Es en toga que hacemos referencia se torsan mds Vsibles nombre de marxismo se presentan ; Por una parte, una torizaciGn.aulodefnide como cicnfica de fa historia en su conjunto,teorizacin cuyas tests centales son ls siguientes: D El motor y 1a clave de funcionamicnto yt traoformacion de las soiedades es et desarrollo de las fuerzas productivas materiales, Por els tlimas se en- tenes amas fase” iis dea produ, sto es, las materiasprimas y auxliares la fuerza de trabajo humana y los medios de trabajo. Ene esos wes Factores, hay no en ultimo término determinane: los eee taj (es der, fs Instumenos, Lens magqunas, te.) ; TH) Tales facrzas productivas son definida, por una Como poseedoras dela viru intrinscea de tender cialmente tibles xTRODUCCION de ser caracterizadas, en principio, con independencia de las relaciones sociales en el marco de las cuales se desa- rrollan ‘". Ocurre sin embargo que, sobre la base y en Virtud de ese desarrollo mismo, los hombres van con- trayendo y consolidando relaciones entre sf y con las propias fuerzas productivas (en particular, con los medios de produccién). Esos vinculos sociales entre los hombres y 10s medios de produccién y entre los hombres mismos Son, como es sabido, las relaciones de produccidn ). La pareja “fuerzas productivas-relaciones de produccién” define el concepto restringido de “modo de produccién’, E] modo de produccién es la base material de la sociedad 2, las fuerzas productivas son la base material | modo de produccién. MID) Entre las fuerzas’ product relaciones de 6 elaciones: amistosas u_ hostile. e otro modo, sélo puede cxistir entre ellgs 0 bi ia o bien an. tagonismo. Cuando hay correspondencia las relaciones de produccién coadyuvan al desarrollo de las fuerz productivas, esto es, el avance de la técnica y por tanto al progreso material de Ia sociedad. Cuando hay an- tagonismo, las relaciones de produccién se convierien en obsticulos a dicho desarrollo. Pero como, segtin vimos, dicho desarrollo es inevitable, el obstéculo termina por ser destruido: “se abre una época de revolucién social” {que opera una transformacién radical de las relaciones de produccién, adaptando estas tltimas al estadio y al ritmo de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas. De Jo que se infiere que 1a nocién de “correspondencia” remite a lo que podriamos llamar “funcionalidad” de las relaciones de produccién con respecto a las fuerzas roductivas, mientras que la nocién de contradiccién se deja pensar adecuadamente con arreglo al modelo fuerza vs. obstéculo”, do con Ia clisi cl Prefi Coniribucién a la Critica de la Economia Politica (1859), sobre ta base de a estructura econémies de la iedad “se eleva un edificio juridico y politico, a 1.€:PORTANTIERO Ede 1POLA corresponden formas determinadas de a conciencia so- cial, El modo de produccién de Ja vida material domina fen general el desarrollo de la vida social, politica ¢ in- telectual”. Se trata de lo que Marx y la tradicién marxista hhan denominado las “‘superestructuras”, vocablo que connota ya una determinada concepcién del papel y ta posicidn relativa de los registros 0 esferas de que €: ‘compuesto el mundo social Estructura econémica, superestructura _juridico- politica y superestructura ideol6gica: a partir de la precaria topologia construida por la superposicién de sas tres “instaneias” (¢ inspirada en gran medida en los dos o tres difundidos parrafos del eélebre Prefacio) cobré Forma una concepcién de la sociedad —y subsecuente- mente del Estado— que habria de hipotecar gravemente el futuro te6rico del marxismo, tendiendo a clausurarlo fen un enfoque rigido y dogmatizado de Ia estructura “in- ‘ariable” de las sociedades humanas y en una concepcién evolucionista seudocientifica de su dindmica histérica, Supuestamente regida por leyes naturales que se cumpli- rian “con una férrea necesidad”. Cierto es que esas teorias fueron més bien Ia materia de manuales y de fo- Ietos de divulgacién que no hacian ningin favor a lar queza heuristica virtualmente presente en el marxismo, pero también lo es que muchos textos de Marx y de En- gels alimentaron esas simplificaciones —sin contar el hecho anexo de que una buena cantidad de los referidos manuales gozaron del privilegio de definir una ortodoxia de la cual, en ciertos casos, fue considerado criminal apartarse. Por otra parte, sin embargo, el marxismo de Marx y de Engels no habria de agotarse en ese conjunto de ‘proposiciones dogméticas con cuya formulacién pareci querer pagar su debido tributo al optimismo del siglo XIX. A menudo insinuado apenas, impedido de alcanzar su pieno desarrollo y debiendo si dificultades para abrirse paso, hay otro “eleme espunta en las obras de juventud de Marx y reapar intermitentemente en su obra madura (y con menos 4 INTRODUCCION frecuencia en la de Engels, quien, por lo demés, tiende répidamente a asfixiarlo). La aparicién de ese “elemento” representa una novedad capital en Ia historia del pensamiento occiden- lal. Se manifiesta con un brio no exento de causticidad ni de talento literario en las obras de juventud de Marx y vuelve a aparecer recurrentemente en sus obras de madurez, inaugurando un linaje que otros desarrollarén y enriquecerin en distintos registros: Labriola, Rosa Luxemburg, el austromarxismo y, en particular, Gramsci (ver infra). Nos referimos a aquella dimensién del pen- samiento marxiano que se manifiesta ante todo como voluntad de dar un golpe mortal a la filosofia especulativa, proclamando que no se trata ya de inter- 10 de transformar al munds y que es preciso su- perar a la filosofia realizéndola. Se trata de ese sesgo de la reflexiGn de Marx que se rehiisa a otorgarse de an- {temano la solucién al problema global de la historia y a munirse de una “dialéctica” acabada e infalible y que afirma, en una f6rmula filoséficamente profunda y com- pleja, que el comunismo no es un estado ideal hacia el cual 'se encaminarfa fatalmente la sociedad, sino el ‘movimiento real que suprime,el estado de cosas exis- tente. Es ese “elemento” el que se pone de manifiesto cuando Marx insiste sobre el hecho de que son los hombres quienes hacen su propia historia sobre Ia base de condiciones dadas y que, en estricta coherencia con esto sltimo, declara que’ la “¢mancipacién de los tabajadores serd la obra de los trabajadores mismos, Es en base a ese punto de vista que Marx ser capaz de reconocer en la Comuna de Paris, cuyos emblemas prin- cipales eran Proudhon, Blangui y el anarquismo, pero no Marx ni el “Manifiesto Comunista”, no s6lo acon- tecimientos insurreccionales. sino también y sobre todo Ja creacién por parte de las masas explotadas de nuevas formas solidarias y equitativas de vida social. Poco importa, en estos aspectos que queremos resaltar, el hecho de que a menudo las instituciones de. Marx hhayan permanecido simplemente como tales, sin dar 3. PORTANTIERO -E.de1POLA lugar ni a desarrollos positives ni tampoco a reflexiones criticas sobre otros t6picos, al mismo tiempo més presun- tuosos y més estériles, del pensamiento marxista. Aun admitiendo estos hechos —que de todos modos narran s6lo una parte de la historia—, queda en pie que en esos planteos se enuncia el proyecto de una transformacién radical de la sociedad, se buscan sus condiciones de posi fectiva y se definen su ‘rientacién y su sentido a partir de la situaci6n y Ia ac- cién de los hombres que podrfan llevarlo a cabo. El hhombre no adviene al mundo para observarlo 0 para llevar pasivamente una existencia que lo sojuzga y que el destino humano no es la ia simple razén de que no hay un destino humano prefijado (por las “leyes” divinas (0 por las “leyes” de la ciencia, 0 que en el fondo es cequivalente). Hay una accién a encarar que, apoyéndose sobre aquello que existe, puede hacer realidad aquello que queremos que exista. Mas alld de una actividad sciente de sus fines ni de sus resul- tados reales —que es la actividad “normal” de la inmensa mayoria de los hombres—, puede y debe haber lugar para praxis histérica que transforme al mundo transfor- méndose a sf misma, que se deje educar educando a los, ‘otros y que prepare’ lo nuevo rehusindose a predeter- minatio, porque sabe que los hombres hacen (es decir, crean, inventan) su propia Estas posiciones y planteos que, como dijimos, ‘vuelven intermitentemente en la obra de Marx (pero ‘nunca desaparecen de ella) no se resuelven en meras cespeculaciones. Por el-contrario, pueden servir de guia ‘metodol6gica y también politica para abordar lo que cabe considerar, al margen de criticas parciales y de aspectos ya superados histGricamente, el aporte tedrico mas im- portante de Marx, esto es, su andlisis descriptivo y ex- plicativo del sistema capitalista, tal como se expone f gran’ obra inacabada, “El ‘Ya que aqui también, apoyados en algunas ablemente marxianas, podemos optar wrRopuccon por razones histricas y polices, opté ma- yoritariamente Ta tadicion socialist por una Tectura de esa obra. que. la conviera en una ‘suerte de Sagrada ‘Esritura cient ‘cuyo ‘objeto sean tee yes de.funcionaniento y de wansformacign de. las Sociedades "humanas ch general. Sin dua, existen textos, en “El Capita” y en machos Woe’ estos, ee apoyan esa interpretacién —o, al menos, no la re. Sin embargo, més allé de pequeneces hermenéutca, es indadable que sobre la base de de lectura Jos mds billantes andisis maranos del capitalism per. derfan too sentido. No sblo los capitulo, tanas veces Citas, sobre la “acumulacion originaia’, en Tos cuales, Iejos d& mostrar el mecinico despieue de unas fusreas de produccién que provocartan la bancarroahistéicn del (caso yt cmicmo dei mova clase desinads consiruir y desarolarelrégimen capitalist de produc. cién, Marx describe un complejo pee aia vez éconémico, social, polio, jurtdico ielogico, donde ta imaginacin, los estos fos objetivo y, por tanto a praxis de los’ actores sociales desempetan un pepe! Ereadordecisivo para la emetgenciay consolidacin 2 0S ess conocidos.y célebresandlisis perderian signifacion, sino tambign todos aquellos otras en que Marx pene al descubirto, no Ia presumaregulridad de una ly, sino al contaro os avaares a menudo inlets de confictog, proyectos, en general, acciones humanas. Lachas de los obreros por limita ia jormada labora, humanizar sus condiciones de trabajo o mejorar sus salarios “”: en esos andlisis —que algunos menospreciaron como “deseipaves"-- no so 6s visible el papel dccisivo de la praxis humana, sno también el hecho de que, desde el punto de vista de dicha praxis, no" existe una “economia” onologicament Separada do una potica y de una ideologiaancilres con respecto a ella obedientes de sus “determinaciones", sino un complejo juego de fuerzasy de antagonismos en euyo despliegue yen Cuya esolucion, seme paral y abierta, los hombres van poniendo a prueba sus proyectos y construyendo su historia, Una historia donde han predominado, hasta hoy, la explotacién y Ia opresién, pero en la cual es posible —y Marx apuesta por ello— que reine en el futuro la equidad y la cooperacién entre los hombres. El Marx mecanicista y economicista tendré, segiin lo veremos, su herencia. Pero, como también lo veremos, también la tendré este Marx “prixico”, antipositivista, politica e intelectualmente innovador, y a la vez com ‘prometido en su pensamiento y en su accién con la lucha de los explotados de! mundo. STUART MILL Y TOCQUEVILLE: LALIBERTAD EN UN MUNDO DE MASAS. La primera mitad del siglo XIX pondré las bases — hhistoricas ¢ intelectuales— de las grandes preguntas socioldgicas. Al lado de las respuestas mAs estructuradas, en particular las de Durkheim y Marx ya examinadas, se erigirin otros discursos que, como los de John Stuart Mill (1806-1873) y Alexis de Tocqueville (1805-1859) hhabrén de centrar su reflexién en un tema también crucial para la emergente sociedad de masas: el de las tensiones entre a igualdad colectiva y la libertad individyal. El “Gilema, de hecho, especificard las afinidades y las con- tradicciones entre dos grandes corrientes doctrinarias, el liberalismo y la democracia, Tanto Mill cuanto Tocqueville, representantes de orientaciones similares en sus aspectos més generales, reflejardn sin embargo idealmente las dos grandes linea: fen que ha sido dividido el pensamiento liberal. Por un lado, el empirico, asistemético y de raiz tradicional caracteristico de Inglaterra y, por el otro, el liberalismo especulativo de matriz racionalista, que florece en Fran- cia como heredero de la llustraci6n. Paraddjicamente, sin embargo, serd el inglés Stuart Mill quien mejor se acogerd a esta dltima linea y el francés Tocqueville quien 28 i6n mas espontinea € hist6rica, menos stituciones politicas en su relacién con el desarrollo de la sociedad, No es ajeno a esto el hecho de que el tema de Alexis de lle fuera la comparacién entre las formas con que en Francia se articulaban la sociedad y el poder politico en una continuidad que incluia tanto al ancien régime cuanto al orden derivado de la revolucién de 1789— con las formas que ese mismo proceso adquirfa en los j6venes Estados Unidos de Norteamérica, Tocqueville era un aristécrata que vela con Preocupacién la marcha de esos tiempos turbulentos en los que tenfa Iugar una temenda wansformacién del poder social. Entre 1831 y 1832 recorre los Estados Unidos y pocos afios después —1835 y 1840— publica las dos partes de su obra més conocida, “La Democracia en América”, que completard con “El Antiguo Régimen y la RevoluciGn”, de 1855, una visién comparativa de dos ‘mundos en los que se expresaba el nuevo orden del in- dustrialismo y de la democracia, pero de maneras par- ticulares, en ‘tanto las relaciones entre el poder y la sociedad se organizaban en ambos pafses a partir de iferentes, is de la vida norteamericana habria de per- mitir a Tocqueville plantearse en vivo el problema de la tensién entre igualdad y libertad. A diferencia de Europa, los Estados Unidos mostraban los resultados de una democratizacién de las instituciones que privilegiaba la vida asociativa, voluntaria, frente a un Estado centralizado. Lo que Tocqueville calificaba como igualdad, era lo que 1a sociologia comtempordnea llama predominio de la accién electiva da los hombres sobre la acciGn prescriptiva, con el resultado de una sociedad basada en ef logro y no en la adscripcién, Esto era posible porque la sociedad norteamericana, a diferencia de la europea, se habfa constituido fuera de las inmovilis- las tradiciones estamentales. La situacién comportaba para Tocqueville ventajas y defectos. Importan los d tos, a fin de marcar la hipétesis finalmente pesimista de 1.6. FORTANTIERO- de IFOLA ‘Tocqueville: sila libertad se mide por la posibilidad de expresién de la diferencia entre los indivi igualitarismo atenta contra esa personaliz igualitarismo masifica, aplana la individualidad, lo que trac como consecuencia una uniformidad apta para que se lle “la tirania de Ia mayoria”, el “despotismo democrético”. Al andlisis de estos riesgos dedica Toc- ueville paginas brillanies de “La Democracia en America"! su contemporaneidad_ deriva de que, al analiza las dificil relaciones entre términos como los de igualdad y libertad, se enfrenta a un dilema per- manente de la modema sociedad industrial, est6 ella or- ganizada alrededor del mercado 0 el plan. Es cierto que al acentuar las dificultades para asociar esos dos anhelos de la hurnanidad, Tocqueville sesgaba su discurso hacia el pesimismo histérico. Pero con ello no buscaba describir un destino ineluctable sino tratar de infuir para evitarlo o al menos para atenuar sus consecuencias més extremas. 1Cmo contibuir a que las relaciones entre sociedad y Esiado en las condiciones de la democracia no conduzcan ‘una nueva forma de despotismo? La formula la en- contraba ‘Tocqueville también en la experiencia nor- teamericana y era el refuerzo, ya mencionado al referir- nos a Durkheim, de las asociaciones voluntarias de tos ciudadanos, capaces de organizar la competencia y di minuir, por tano, las tendoncias a la centralizacién del poder. El desarrollo del federalismo y de la liberiad de informacién ayudarfan a consolidar ese proceso. i que moria Tocqueville se publicaba el texto quizds més famoso de John Swart Mill: “Sobre la Libertad". El aflo 1859 fue particular mente signficativo para la historia de las ideas; ademés del libro de Mill, las prensas dan a conocer la antes men- cionada “Contribucién a la Critica de 1a Economia Politica” de Karl Marx —que incluye el {amoso Prefacio, también comentado— y Charles Darwin. Las-primeras dos obras de Stuart Mill fueron el “Sis- 30 tema de la Logica” (1843) y los “Principios de ta Economia Politica” (1848). Sus libros politicos. signifi- cativos, el citado “Sobre la Libertad” y las “Con- sideraciones sobre el Gobie mo Representativo”, aparecieron a fines de la década del 50 y principios de ia det 60. Mill fue en su tiempo un pensador més completo ¢ in- fluyente que Tocqueville. En su reflexién social y politica recogerd la problemética que surge bruscamente a la luz, a mediados del siglo, con el esiallido de los grandes ‘movimientos del 48: por un lado la cuéstién nacional y, por our, la integraciGn de las clases obreras al sistema politico. En una palabra, la incorporacién a la préctica el liberalismo de temas que eran patrimonio del pen- samiento democrético. Sus “Consideraciones sobre el Gobierno Representativo” son un-intento de pensar el ‘mejor camino pgra construir una forma de organizacién politica democrética en una situacién de masas. El punto de partida de Mill era ta presuncién de que quienes pposeen ¢l poder, por una tendencia natural de las cosas, bbuscarén abusar del mismo, de modo que el papel de las instituciones no es otro que el de regular la eventualidad de esos desbordes. ‘Como continuador de la tiadicién. doctrinaria del liberalismo, la obsesién de Mill es el mantenimiento (y el reforzamiento, en su caso) de las libertades personales. Admiraba a Tocqueville (a quien calificé como “el Mon- tesquieu de nuestro tiempo”) y en ese sentido compartia sus temores sobre el lugar que el individuo podia tener en una situacién de igualdad en la que podia fécilmente darse la “tirania de la mayoria”. En una resefla que scribi6 sobre “La Democracia en:América” dijo que la tirania més temible no era ya la que se ejercia sobre los. cuerpos, sino la que actuaba sobre las mentes. Esa preocupacién ordena las paginas centrales de “Sobre la Libertad” y hace de ese libro un texto clésico més all de su época y, por lo tanto, de las limitaciones ccon que ella puede marcarlo, Se ha seflalado, con razén, que el concepto dé libert 1.6. FORTAN fIPOLA ro est siempre definido con claridad en el pensamiento de Mill, que oscila entre la libertad liberal y la libertad democritica. La primera se define como “libertad negativa”, esto es, la libertad como ausencia de constric ‘como no interferencia en los deseos humanos. La segunda la “libertad positiva”, que ve en este valor una condicién para que el hombre pueda desarrollar sus potencialidades. John Stuart Mill vacila pendularmente entre ambas def niciones, pero hay en su obra un trénsito —totalmente alejado en cambio del horizonte tocquevillano det in- dividualismo hacia una forma de socialismo democritico, como en sus “Principios de Econom{a Politica” y, ain més ‘marcadamente, en su autobiograffa, publicada el afto de su muerte." Los fundadores de la Sociedad Fabiana en In- glaterra, antecedente del Partido Laborista, reconocieron esa herencia mucho ms que la del socialismo continental. Este liberalismo progresista de Mill, su intencién social democritica, se advierten también con claridad en su lucha, tanto a través de los libros como de la are I, por la emancipacién de la mujer (en 1869 publica “The Subjection of Woman”, conocida en castellano con el titulo de “Esclavitud Femenina”) y por la liberacién de las colonias del dominio inglés. Pero esa intuicién que lo hacfa simpatizar con el ideal cialista de las reformas, de ninguna manera parecfa ser el resultado de una rigurosa operacién conceptual: en la transicién hacia una época de crisis —Stuart Mill muere el afio en que el capitalismo entra en la llamada “Gran siglo—, el autor de "Sobre la Liber- més que nada el anuncio de tiempo nuevos en que esos temas, libertad e igualdad, y esas ideas, liberalismo, democracia, socialismo, se enfren- tardn‘a nuevos y terribles desafios. WEBER: CRISIS Y NUEVAS FORMAS ‘DE DOMINACION antes mencionada “Gran Depre: reTRODUCAION crisis econdmica que se inicia en 1873 y que culminard cen el umbral del siglo XX modificard profundamente lores y sistemas. El mundo de la modemnidad generado partir del Renacimiento y consolidado con el Huminismo y et Liberalismo abriré paso a otro, expresivo del posliberalismo en lo econémico, lo politico, Io social y lo cultural Si Durkheim es el exponemte de una de las lecturas te6ricas posibles de esa gran transformaci6n, Max Weber ), marcaré Ia oua dimensién ‘con que la clisica habré de encarar las relaciones entre s y Estado. Su pensamiento cubre, por un lado, la desilusidn colectiva frente a las impotencias del Estado liberal y, por otro, los requerimientos de imaginacién Para una época que se expresard a través del predominio de las organizaciones sobre los individuos. Weber fue un economista, un kistoriador, un socidlogo, un politico. En todos estos planos intent6 la construccién de un sistema original que evard adelante un doble enfrentamiento. Por un lado, con la tradicién marxista, que vefa encar- nada en la socialdemocracia germana de su tiempo; por otro, con la tradicién sociolégica de raiz positivista que, tanto en Francia como en Inglaterra, pretendia construir cl conocimiento de 1o social en base a un modelo ob- Jetivista, inspirado en las ciencias de la naturaleza, Es indudable que la obra de Weber no se explica sino como un permanente didlogo polémico con el marxismo. Su critica abarcaré a la vez al estatuto te6rico del materialismo hist6rico y al socialismo, entendido este il- timo como intento de redefinir las relaciones entre Estado y sociedad a partir de una expansién integral de la ‘dem xeracia. rondstico es cepcisn weberiana es mas posliberal que antiliberal cuando, como la totalidad de los pensadores de su tiempo, sea un convencido anticontractualista, El tema principal de su reflexidn serd el de la relacién entre dos procesos caracteristicos de la modernidad: burocratizacién y socializacién, esta iltima en el sentido 1.6. PORTANTIERO- Ede POLA de presencia cata vez ms activa de as masa na arena Socal masas que ya no puoden set taladas —en sit pelabras™= como un objeto, purmeniepasivo de ade finan, aa coniadicion nse burocazacion soci lzacign no eso cosa ue la tensin insuperable ene tenia yéenoracia 0, como veremos, ene los dos tos principals de racinalidad qu scala uz Weber: ta formal ya sustantva, Mientras el marsismo vel 6 desarollo. deus fuczasproducivas la. condcién necenaria para ln expansion de la democracia en el proces desusitucion del capitalismo por el scialismo, er aprecia et relcin como antingmica ME demncracia, como forma’ de. legimitad_ que dependia den sumision a nly, bsiacia'y. gent, ene come neces consecuncia la expansin de Is borecia, su insroem, material La socaizsign traces ace Weber signfea hoy, de manera in- hora buroratzacign cretente, Pero ia ovganacion burocrica, con su. espe cileavin defo concimentos y sus recone jee cqcas de atoridad impersonal, eonstuye una "mdgoina anumada”, na “nihigenciaobjlva el reno de i Racionaidsd Formal, slo sujet a cleo” Este eino feata la cx forma de a raz, la teria susan. thas ue no se sntfac con el cumplimiem ds jus cous los fines y los mod sino que se plana exigen Stas cas hedoniss, olla o igual. Eta forma Ae racionaidad es la Gue asp aa emocraciay aun a Suto ideal exe: el soem Para Weber. ia proabiiad de su expansion es aia ent min mode, gage, como indcaos anes, ilo 0 in sncay denollo de a democracia 58 Sonuradizen: en ous termios, la raionliad formal fepugna aa cionalidad material La democraca,higada fest tina, srt ineficlent, De ah, sgn Weber a invailidad. ‘nal. del. socilsmo: si busca ser Imocrdlo, dard lugar al cos, si quer evar cl ca0s Acberd teers a a planifeacion cenalizads, pro tonces seré tan si }0 como el del antiguo Egipto, esto es, un despotismo en el que dominard, sin. c trapesos, la burocracia estatal Pero la democracia no es descartable en el marco de la idad formal, aunque a costa de una limitacién, Porque democracia ‘no significa necesariamente, en un ‘mundo de organizaciones y no ya de individuos, expan- sién indefinida de la autonomia de los hombres. El pueblo —diri— nunca gobiema por si mismo en las sociedades numerosas. Siempre es gobernado; 10 que cambia es la forma de seleccién de los jefes y 1a mag- nitud de la influencia que la opinién piblica puede ejer- cer sobre sus decisiones, En Jas modemnas situaciones de masas, la democracia, 0 «al menos alguna forma politica que posiilite un cierto con- trol sobre las decisiones de las cipulas, tendré que derivar de una reformulfcién de los temas ya caducos de la

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