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Samuel Bonillai.
Algo parecido ocurre con los exhortos para que las personas aprovechen el DAIP
para mejorar sus condiciones de vida, sin ofrecerles programas de formación y
desarrollo de capacidades, soporte y acompañamiento. Es como arrojar semillas
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por doquier con la expectativa de que, sin condiciones de cultivo alguno, germinen
y produzcan frutos. Representa una simplificación atractiva respecto a la
posibilidad de lograr utilidades pertinentes a los contextos sociales de las
personas, pero la experiencia muestra que los resultados más significativos de
este derecho suelen demandar la presencia de factores adicionales.
Si le preguntáramos a los organismos garantes del DAIP, ¿de cada 100 solicitudes
de acceso a la información pública cuántas contribuyeron a lograr casos exitosos
porque sirvieron para generar beneficios concretos a solicitantes o terceras
personas?, sería difícil que tuvieran ese dato, pero sería muy útil llegar a tener ese
indicador o al menos una estimación documentada. Porque las reiteradas
estadísticas sin mayor contexto de miles o cientos de miles o millones de
solicitudes realizadas van perdiendo sentido si no se pueden interpretar a la luz de
datos e historias, que muestren y demuestren la utilidad que producen.
Investigar los resultados que obtienen las personas con el uso del DAIP, y las
formas en que los lograron, permitiría conocer y divulgar las aplicaciones que
dieron a la información que obtuvieron y cómo, en su caso, les han producido
beneficios específicos y de qué naturaleza. Porque hacer solicitudes de
información sólo por “hacer patria” o para elevar las estadísticas de personas
usuarias y de peticiones carece de sentido si no reporta a sus autores los
aprovechamientos que pretendían lograr.
Este enfoque contribuye a ubicar a las personas en el lugar que les corresponde
como titulares del derecho de acceso a la información pública, en el centro de la
razón de ser del mismo, y es a ellas a quienes este derecho debe servir no sólo
para acceder a información sino, con estrategias complementarias, incidir también
en la mejora de sus entornos personal, familiar o comunitario.
Esta etapa puede ser un punto de quiebre para quienes compraron la idea
simplista de que usando este derecho lograrían en automático mejorar
determinada situación, y al haber agotado todas las etapas procedimentales del
DAIP sólo les queda la resignación y la decepción ante un derecho que les dijeron
tenía mayores alcances.
Con estrategias adecuadas aún es posible extender los alcances del DAIP, como
un árbol que con sus ramas más elevadas rebasa una barda y brinda sombra y
frutos más allá.
Para alcanzar el beneficio pretendido será necesario cruzar “el río de cocodrilos”,
haciendo que la información recibida vía el DAIP produzca el efecto deseado. Y
eso podrá lograrse dándole a la información el uso pertinente, un valor agregado,
según el asunto de que se trate, lo cual no siempre queda claro para quienes han
llegado a este punto. Incluso, hay quienes ni siquiera advierten que existe la
posibilidad de darle uso a esa información para continuar luchando por su objetivo,
piensan que llegaron al final de un proceso que no rindió frutos.
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Es a partir de este punto, que expandir los alcances de la utilidad del derecho de
acceso a la información pública depende de las capacidades de quien lo utiliza o
de quien le asesore.
Desde luego que hay quienes pueden identificar, enfrentar y solucionar los retos
que significa pasar de la etapa de recibir la información a la de conseguir la
solución anhelada o satisfacer la necesidad de su interés, pero la mayoría no. La
única posibilidad de que quienes se encuentran en este último grupo puedan
concluir de manera exitosa su experiencia posterior al DAIP es con orientación,
asesoría o acompañamiento adecuado al asunto de que se trate.
La propuesta: el buró
¿Cómo construir un puente que permita a más personas superar los obstáculos
que representa el “río de cocodrilos”?
Los organismos garantes del DAIP de cada estado podrían conformar un “buró” de
servicios profesionales de orientación gratuita a través de convenios de
colaboración con instituciones de educación superior de su entidad, con
organizaciones de la sociedad civil especializadas en determinados temas, y con
instituciones públicas que entre sus funciones esté la prestación de servicios de
apoyo, orientación y defensa de las personas en diversas materias.
Por varios medios, entre ellos los acuses de recibo de las solicitudes de
información enviadas a través de la Plataforma Nacional de Transparencia, los
órganos garantes comunicarían a las personas usuarias del DAIP de la
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De tal manera que quienes hayan solicitado información para atender un asunto
laboral o de servicios públicos, o de contaminación, salud, vivienda, educación,
obras públicas, programas sociales o para el ejercicio de otros derechos, podrá
contactar al organismo garante respectivo para solicitar ese servicio. El organismo
garante revisará el tema en el que se requiere la orientación, buscará en el
directorio del “buró” que ha conformado la instancia apropiada para proporcionarla,
y pondrá en contacto a las dos partes para que el servicio se facilite.
Si nos interesa identificar y solucionar las barreras que enfrentan las personas
usuarias del DAIP, debemos abordar el ejercicio y aprovechamiento de este
derecho desde los zapatos y los diversos contextos sociales de sus
derechohabientes. Se trata de generar y ejecutar políticas públicas que emparejen
el piso para toda persona en este terreno, y que gocen así de posibilidades reales
para aprovechar este derecho sin importar sus condiciones socioeconómicas. Ese
es el objetivo central del planteamiento del Plan Nacional Integral de Socialización
para el Aprovechamiento del Derecho de Acceso a la Información Pública.