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SLPAJARITO REMENDADO Dinigita aaa Devetsen Gustavo Roldan, itota de aint Rpmnendo ocala He te vain te Up ext a Ei tene el dnperade Pijares do baet flare gol ee a ae te Sing Bho clara. up avo finery Base Nero Uno Hi pumia tee ann sean ‘Rundua ‘ona, ol bursa ya} bast OGRO Y PRINCESA * ‘ustraciones Laura Canton EDICIONES COLIHUE, “Pigncs GUSTAVO ROLDAN Fue asf: yo estaba esoribiendo un cuento sobre una Princesa. Las prince- sas, ya se sabe, son lindas, tienen her- mosos vestidos y en general son un. poco tontas. La Princesa de mi cuento habia sido raptada por un espantoso : Ogro. El Ogro habfa levado a la princesa hasta su casa-cueva, La tenia atada a una silla y en ese momento estaba cor- tando lena: pensaba hacer “princes al horno con papas”. Las papas ya las te- | nia, peladas. Es decir habfa que salvar a la Prin- Re cosa. Pero no se me oourrfa oémo salvarla, El cuento estaba estancado en ese pun- 1 Ogro dele y dele cortar lena y la Princesa, pobrecita, temblando de inie- do. Me puse nervioso. Mas todavia cuando el Ogro terminé de cortar, aca- rre6 la lena hasta la cocina y empez6 a echarla al fuego. En cualquier mo- mento dejarfa de echar lena y acomoda- f esa ent la enorme fuente que estaba a su lado. Agregaria las pa- pas, un poco de sal, y zas, jal horno! Qué hacer? ‘Se me ocurri6 buscar en la guia tele- fonica. Descarté lamar a la policfa (en as peliculas y en los cuentos la. policia siempre llega tarde); tampoco quise la- mar a un detective (no soporto que fu- men en pipa en mis cuentos). Por fin, encontré algo que me podia servir: “Rubinatto Atilio, personaje de cuen- tos. TE 363- 9560" : ss —Hola, ;Hablo con el sefior Atilio Ru- binatto? ote =Sisefion, con ol mismo —Mire, yo lo llamaba...en fi pawl. en fin, por la =gAu6 Je pasa? gMsta triste? i, mas que trist —4Qué tendré la Princesa? —La van a hacer al horno, —gAlhorno? éQuién qué? —ZQuién la va a cocinar? —Hl Ogro gquién va a ser? —Pero mire un poco jLas cosas que pasan! ¥ uno ni se entera, Ya no se puede salir a Ja calle. Adénde iremos a parar, Casualmente hoy le comentaba Si. —Lo que yonecesito es que usted par- ticipe en el cuento. {Qué cuento? —finel que estoy escribiendo. Quiero que usted haga de héroe que salva ala Princesa. —Bueno, no le niego que la oferta es interesante pero, en fin, ultimamente estoy muy ocupado. Tengo trabajoatra- sad... —{iirabajo atrasado? —Giaro. Tengo que hacer de sapo pes- cador que se transforma en sardina en ‘un cuento que se llama “Malvina, la.sar- dina bailarina”. Ademds, me falta re- partir como treinta cartas en un cuento donde hago de “viejo cartero bondado- so”. Bs un personaje muy lindo, todos los chicos 10 quieren. —jPiensa dejar que el Ogro se coma ata Princesa? Usted no tiene sentimien- tos. Es un monstruo. —Ya le digo, ando muy cupado. No 86, si me hubiera avisado con tiempo, lohacia gustoso. .. Llameme en otromo- mento. —iQué otro momiento! Si esperamos un minuto mds, chau Princesita, Rubi- natto, usted no puede hacer esto, qué pensardn sus admiradores... —Es cierto. —Van a pensar que usted es un cobar- de, un... “sta bien, esté bien. Veré que hago. No, usted tiene que decirme qué hago gqué hago? 5. —Y.., puede hacer de vendedor de mantels. Ahi est. Listo. Usted hace de vendedor de manteles. Llega hasta la casa del Ogro. Llama a la puerta. Cuando el Ogro abre, usted le da un par de sopapos. Después desata a la Prin= cesa y escapan... gqué le parece? —jNiloco! gDe vendedor demanteles? De Principe 6 nada. Y al final, después que la salvo, me caso con ella. —No, de vendedor de manteles. —jDe Principe! —iVendedor de manteles! —iPrincipe o nada! —Rst4 bien, haga de Principe...me va a arruinar el cuento pero por lo menos salva a la Princesa, —¥ lego en un caballoblanco y tengo una gran capa dorada, —Si, todo lo que quiera, pero apurese porque si no. —Y ahora la meto en 1a fuente y listo —dijo el espantoso Ogro, peliizcando el cachete de la Princesa. En eso se escu- ché que alguien gritaba fuera de la casa-cueva: —jBhh! ¢Hay alguien en la casa? gQuién seria? El Ogro se asomé a la Ventana. Vio que del otro lado de la verja de su casa-cueva habia un tipo muy extraio montado en un caballo blanco, Llevaba una capa dorada pero se notaba que se habfa vestido de apuro. Tenia la ropa mal puesta, la camisa afuera, una bota sin atar, y el pelo des- prolijo, —,Qué quiere? —le pregunté el Og desde'la ventana, euni@el aro —Soy el Principe Atilio. —¥ ami qué me importa?—contests el maleducado del Ogro. —Es que ando vendiendomanteles... —Manteles geh? —Si, Tengo algunos en oferta que le pueden interesar. Lavables. Hstampa- dos, Confeccionados en fibras de tres milimetros. En cualquier negocio cues- tan dos tres australes. Yo, el Principe Atilio, se Jo puedo dejar en tres centa- vos: El Ogro lo pensé, La verdad que no le venia mal un lindo mantelito. La cueva estaba hecha un asco. Y ya que se iba a dar un festin de “princesa al horno con papas” gpor qué no estrenar un manielito si estaban tan baratos? —Uspere. Ya le'abro —dijo por fin el Ogro. ‘Atilio bajé del caballo. ‘Aca viene la parte de las pifias. ‘Tomé, Agarré el mantel —le dijo el Principe Atilio. Cuando el Ogro lo agarré, le dio una trompada que lo hizo volar exactamente 87 metros y 34 centimetros. Pero el Ogro se levant6, arrancé un sauce de més de 3.600 kilos y se lo dio por la cabeza al Principe. Antes que el Ogro saltara sobre él a rematarlo, el Principe agarré una piedra de ms 0 menos cua- tro mil kilos y se la tiré sobre el dedito gordo del pie derecho. El Ogro la es- juivo y répidamente hizo un pozoen la jerra de un metro y medio de diametro y diez metros de hondo, para que el Principe cayera adentro. Bra una pelea muy dura, El Principe, queridos lectores, des- graciadamente cayo al pozo. El Ogro volvié contento a su casa. Pero cuando lleg®, la Princesa ya no estaba. La habia desatado el caballo blanco del Principe. La Princesa subid al caballo y juntos fueron a sacar al Principe Atilio del pozo. —Amada mia—le dijo el Principe Ati- lio desde alld abajo al reconocer el ros- tro angelical de la Princesa, —Amado mio —respondié la Prince- sa, ‘He venido a salvarte —le dijo el Principe. —jOh! iQué valiente! —He venido por ti Has venido por mf, Pero si no me sacas de aqui no po- dré salvarte. —Oh, si no te saco de ahi no podras salvarme, —Amada mia. —Amado mio. —gPor qué no se apuran un poco, che? —se que{é el caballo—. Va.a venir el Ogro y este cuento no se va terminar nunca. Huyeron, Se casaron, fueron felices, pusieron una venta de manteles y nunca se acor- daron del Ogro.

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