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LA CUNCUNA FILOMENA es un relato ttierno y ameno que, mediante sus protagonstas, destacagracesonenteel valor de la amistad a pesar de las diferencia indvidales Esta obra nas confirma que con la ayuda de nuestros amigos, los cmoi pueden transformarse en realidad si perseveromos en eos, GISELA HERTLING, licenciada en Finca (PUQ), re interera en la divugacién cientiica, a trovét de fu cargo de ayudonte de investigacién en la cétedra de Aftrono/ iia. Pera co/vplementar fu interés en erta divulgociny acercar ala cienca a lor rifior y niffaf de nuestro pais, estudia periedismo y decide, Mediante la literatura, lograr m objetivo. En este cfénha escrito varios cuents, entre ellos Le cuncuna Filomena, donde comparte ni ‘entusiasmo por lacencia con el deteo de producir en los nuevas generacones, una rueva forma de percibir la relidad que nes rodeo, Jet exnco MMmaa> Gisela Hertling VOLANTIN COLECCION Primeres Lectores Direccién ecitorial: Rodolfo Hidalgo Caprile Ilustraciones y cubierta: Isabel Hojas Diagramacién: Mauricio Fresard © Gisela Herting P. © Ediciones sm Chile S.A. Peciro de Valdivia 555, piso 11, Providencia, Santiago. ISBN: 956-264.234-8 Depésito legal: 139.485 Tercera edicién, julio 2006, 2.000 ejempiares. Impresion: MAVAL LTDA, Sen José 5882, Santiago IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE © UNA CUNCUNA - Lulii Corcuera - Grupo Mazapan No esta permitide la reproduccién total 0 parcial de este libro, ni su tratamiento informatica, ni su ‘ransmision de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrénico, mecéinico, por folocopia, por registro u otros métodos, sin @! permiso previo y or escrito de los titulares del copyright. La cuncuna Filomena Gisela Hertling P. f aunque en el mismo lugar vivian muchas cuncunas, ella casi no tenia amigos. S6lo hablaba con su hermano Rigoberto que casi siempre la retaba. También hablaba con Augusta. Ella era una cuncuna que usaba sombreros de colores fuertes y con muchos adornos. Ademés, Augusta tenfa una inmensa coleccién de zapatos que no podfa usar porque no tenfa pies. Augusta era tan especial que, aparte de vestirse con ropas tan raras, le fascinaba cantar. Su cancién preferida era La cuncuna y la tarareaba casi todo el dfa. Filomena pensaba que no tenia amigos porque era distinta. Las otras cuncunas comfan todo el dia. Ella se trepaba hasta la parte més alta de las plantas y comfa las hojas, desgariada, mientras miraba al cielo. “El Sol estd tan solo, tinicamente puede conversar con la Tierra y, algunas veces, con la Luna”, pensaba. —Filomena, jbasta! —decfa su hermano Rigoberto—. Come y deja de mirar para arriba. Estds flaqufsima. Volvia a comer, pero no dejaba de pensar en la soledad del Sol. uuego, durante la noche, en su casa, levantaba sin hacer ruido y volvia a fmitar.al ciélo. p a a siitiéne suerte”;? wos las estrellas para-* Una mafiana, Augusta le dijo: —Hola Filomena. ;Qué cansada te ves! —. Y, sin esperar respuesta al saludo, inmediatamente se puso a cantar: Una cuncuna amarilla debajo de un hongo vivia. Alli debajo de una rama, tenia escondida su cama... Ambas subjan por el tronco de una mata de tomates en busca de comida. Augusta iba muy elegante con un sombrero rojo adornado con flores amarillas. —Casi no dormf. Me quedé pensando —le conté Filomena. —Y qué pensaste? Aunque eran amigas, Augusta siempre se sorprendfa con los extrafios pensamientos de Filomena. j g FSol casi no tiene amigos. S6lo puede conversar con la Tierra y, algunas veces, con la Luna. —¢Por eso miras tanto hacia arriba? éTe preocupa més el Sol que comer?— dijo Augusta muy sorprendida. —Si —dijo Filomena, algo avergonzada. —2Y no te importa la Luna? Yo la veo tan sola como el Sol. —No, no esta sola. Cuando conversa con la Tierra mira directamente hacia acd y todos le vemos la cara. Otras veces se ve de perfil mirando hagia arriba o las estrellas de alrededoryP conversa con las que estan nos da la espalda y no la —iAh, cierto! —Augusta sentia gran admiracién por la inteligencia de su amiga. Si Filomena siguié en silencio subiendo porel tronco mientras Augusta cantabi on Corata pedazos de hojas, tomaba el sol en las copas. Le gustaba salir a mirar, a los bichitos que pueden volar... De pronto, Augusta le dijo a su amiga: —Tu actitud me parece muy poco practica. Deja de pensar y pregtintale al Sol si se siente solo. —Ya traté. El otro diame subf a la planta més alta y grité lo més fuerte que pude, pero el Sol no me escuché. —Claro, esta tan lejos —dijo Augusta—, con indiferencia. Se olvidé de su amiga, y al ver una hoja de aspecto muy apetitoso a la que ya se habian trepado otras cuncunas, corrié tan rapido hacia allé que casi se le vuela su —jHola Augusta! Ven a comer conmigo, aqui hay un espacio. (Qué bien te ves con ese sombrero! —le decian las otras cuncunas al llegar a la hoja. “Qué diferencia habra entre Augusta y yo?”, pensaba Filomena. “Ella tiene muchos amigos... y también es diferente”. “'Tiene obsesién por los sombreros, por el canto de La cuncuna y por esos zapatos que guarda como un tesoro, aunque no puede usarlos”. Miré a Augusta y la vio comiendo con los carrillos hinchados junto a otras cuncunas, sonriendo amigos, no me gusta vivir sola”, Filomena y siguio su camino haci parte mds alta de la planta. Ese dia Filomena estuvo preocupada. Augusta tenfa raz6n: con s6lo darle vueltas al tema nunca sabria la verdad. Dealgtin modo tenia que comprobar lo que ue pasaba realmente. mejor seria pedirle a alguien, volar, que fuera a hablar S pdjagbs carpinteros que viven bosque del lado vuelan alto, pero i amo a uno, me ve y me come”, iba pensando de regreso a casa. “Lo mismo me pasarfa con los chercanes. jLe voy ahablar a una mosca!, ellas vuelan més alto que la planta a la que me trepé”. Augusta, al vera su amiga Filomena pensativa, le canté otra estrofa de su cancién preferida: {Por qué no seré como ellos? Preguntabaynirando los cielos. A la mafiana siguiente, salié temprano de su casa y esperé a que Pasara una mosca. —Mosea, jbaja!, te quiero pedir un favor —grité muchas veces, pero ninguna de ellas se detenfa. —Filomena, ja comer! —le dijo Rigoberto al salir de casa. Filomena empezé a subir lentamente por el tronco y siguié pidiéndoles a las moscas que hablaran con ella. Por fin bajé una. —iQué quieres? —(Podrias volar hasta el Sol y preguntarle si se siente muy solo? — Hasta el Sol? {Estés loca? ;Acaso hay comida en él? La mosca estaba escandalizada. —No, pero... —dijo Filomena y no terminé. La mosca ya habia volado hacia otra parte. Fue un dia triste para Filomena. No pudo dejar de pensar en su fracaso. Antes de volver a su casa, pasé a saludar a Augusta. Habfa sombreros de todos colores colgados de las paredes, también un gran estante lleno de zapatos y se escuchaba... Una cuncuna amarilla, debajo de un hongo vivta. Alli debajo de una rama, tena escondida su cama. of, Cuando desperté, vio que su hermano atin no se habia levantado. —jNo vas a ir a comer, Rigoberto? —No, en un rato més. Tengo tanto frfo y suefio. —A mi me pasa lo mismo —dijo Filomena—. ;Estaremos enfermos? —zComo te fue? —le pregunts Augusta, dejando de cantar su cancién favorita—. En la mafiana escuché que estabas hablando con una mosca, gvol6 al Sol? —No quiso. No hay comida en él. —Lo siento mucho —dijo Augusta apenada. Esa noche Filomena se durmié muy triste. ma Mientras pensaba, recordaba la voz de Augusta cantando la mentada “cuncuna”: Un dia le pasé algo raro, sentia su cuerpo inflado. No tuvo ganas de salir, s6lo queria dormir. —Parece que es una epidemia —le dijo Rigoberto—. No hay casi nadie comiendo. Nos podriamos poner nuestros pijamas de invierno y dormir un poco. ¢Qué te parece? Asi lo hicieron y se durmieron profundamente. Cuando despert6, Filomena se sintié distinta. Le costé mucho sacarse el pijama. “-Cudnto habré dormido?”, pens6. “Qué rara me siento!” Aun sonaban en su cabeza las Ultimas notas de la cancion. he a2) Mientras dormfa, sofié y sofié con la cancién de Augusta, con los sones de la méisica que decfa: Se puso camisa de seda, se escondi6 en una gran higuera. Todo el invierno durmi6... Se sintié observada y se percaté de que una hermosa mariposa la estaba mirando. —jHola Filomena! —le dijo—. Por fin despiertas. Vamos a volar? _ {Volar? ;Serfa acaso una mariposa loca? Pero tenia la voz de Rigoberto... Su hermano era una mariposa! ;Y ella también! Por eso se sentia tan rara. Su cuerpo era més delgado, y ahora tenfa piernas y... jalas! Filomena se levant6 y fue estirando ‘una a una sus nuevas piernas. iQué sensaci6n tan extrafia! Era como tener zancos pegados al cuerpo. 29 Camin6 lentamente hasta Rigoberto. —zCémoseusan lasalas? ;Quéhago para moverlas? —pregunté asustada Filomena. —Piensa en moverlas... jy ya!—. Rigoberto no supo explicarselo mejor. Filomena trat6 y trat6, pero no pudo mover las alas. Mir6 con preocupacion a Rigoberto, gse enojaria con ella porque no lograba volar? He dijo su mos tiempo. —Gracias por tu paciencia. Antes te enojabas por todo conmigo. —No es cierto, Filomena. Sélo me enojaba porque no te alimentabas, Si hubieras comido y mirado al cielo al mismo tiempo, nunca te habria retado. Intentando e intentando una y otra vez, Filomena al fin, pudo abrir las alas. y moverlas. —iBien! —le dijo Rigoberto—. Ahora volemos hasta esa rama de més abajo. Filomena doblé las piernas, movié las alas y... vold! jQué agradable era sentir el viento en la cara! y Al llegar a la rama de abajo, no posé, bien los pies y trastabill6 pero, ya sabia volar. —Ahora —le dijo Rigoberto—, slo tienes que practicar y vas a poder volar hasta donde quieras. —Mi sueifio es ir hasta el Sol. —;AISol? —pregunt6 Rigoberto—. Esté demasiado lejos, pero si practicamos lo suficiente, tal vez podamos ir. Yo te acompaiio. Record6 la frase de la estrofa de la cancién que habia dejado inconclusa antes de dormirse: . y con alas se desperté. —Yo también quiero ir con ustedes —escucharon que decia Augusta desde la rama més alta—. Espérenme, ya bajo a conversar. Y jpaf! cayé con un gran estruendo. Es que ya no sdlo tenfa puesto un sombrero morado con rayasanaranjadas, sino también unos hermosos zapatos que le hacfan juego. Uno para cada uno de sus seis pies. —No son hermosos mis zapatos? —les dijo orgullosa Augusta mientras trataba de pararse—. Son un poco pesados, pero ya aprenderé a volar con ellos puestos hasta el Sol. Filomena y Rigoberto pensaron que serfa mejor volar al Sol sin zapatos, pero no le dijeron nada. Desde ese dia, los tres empezaron a practicar el vuelo. Augusta era la que més problemas acarreaba. Los zapatos le pesaban, el sombrero se le volaba y habia que ir a buscarlo contfnuamente. Cuando, ademés, se le caian los zapatos, tenfan que estar mucho tiempo buscdndolos i por todas partes. Al principio sélo volaban sobre las 4 plantas de tomates, pero al poco tiempo, | ya se aventuraban hasta el bosque vecino. En ese momento entendié la ultima estrofa de su cancién preferida: Ahora ya puedo volar, como ese lindo zorzal. Mariposa yo soy, con mis alitas yo me voy. En el bosque conocieron al alerce més viejo y se hicieron amigos de él. Por eso decidieron que su viaje al Sol lo empezarian y terminarfan en sus ramas més alta: al Sol quieres llegar, debes trabajar y trabajar —le repetia constantemente, como una cancién, el alerce a Filomena. Cuando Filomena sintié que podia llegar hasta el Sol, los tres amigos subieron hasta la copa del alerce. Cuando éste vio que ya habian decidido partir, le dijo a Augusta: —iNo me dejas los zapatos y el sombrero para que vueles més ligero? Augusta tomé su sombrero verde adornado con cerezas rojas y lo mir6 con pena. Luego miré sus zapatos y se fue sacando los seis, de uno en uno. Dejé todo muy ordenado sobre una rama del alerce, se aseguré de que no habia peligro de que se cayeran y declaré que estaba lista para partir. LR Los tres amigos se despidieron del q alerce y emprendieron el vuelo. Para que Filomena descansara, Rigoberto y Augusta se turnaban para llevarla sobre sus espaldas. Los tres iban a callados para no desperdiciar fuerzas. é | “Qué buena amiga es Augusta”, 4 pensaba Filomena. “Hasta se separd desu sombrero y sus zapatos para ayudarme. Y qué buen hermano es Rigoberto. Por suerte tuvimos la oportunidad de hacernos amigos, aunque haya sido de adultos”. 45 Cuando Rigoberto y Augusta no pudieron més de agotamiento, tuvieron que dejar sola a Filomena. “Ojalé pueda llegar”, pensaban. —Animo Filomena! —le dijeron—. No te des por vencida hasta llegar. Y se dejaron caer a la Tierra. Ambos estaban tan cansados que en cuanto se posaron sobre el alerce, se quedaron profundamente dormidos. Despertaron muy tarde y vieron que Filomena también habia vuelto de su viaje. Estaba sentada en el extremo de una rama mirando con pena hacia el cielo. Augusta se puso su sombrero y sus zapatos répidamente y volé hasta el Poco después llegé Rigoberto. —{No pudiste llegar hasta el Sol? —le pregunto Augusta a Filomena. ZY por qué estas tan triste? —le it6 Rigoberto. e creo que todo nuestro inti. iso hablar contigo? —le gusta. —£I Sol dice que él las ve todo el tiempo y que desde la Tierra se ven solo cuando hay algo que se llama... gc6mo era? ...eclipse solar” —dijo Filomena con desAnimo. —,Qué seré eso? —preguntd Augusta. “—Dijo que era cuando Ia Luna se ubicaba entre él y la Tierra y acd se oscurecfa en mitad del dia. Tiene que ser una invencién del Sol. Cémo se va a oscurecer en el dia? —Me dijo que no estaba solo. Que, i igual que la Luna, estaba acompafiado de muchas estrellas. Que nosotros no las vefamos porque él alumbraba tanto que tapaba su luz. Pero no le creo. Filomena volvi6 a mirar al cielo. —Eso es lo que me apena, pienso que, después de todo lo que trabajamos para llegar hasta él, el Sol se rié de mi. —Mmmm... Si no vemos las estrellas, gc6mo van a estar aht? —dijo Rigoberto. 50 —Tantos afios que llevo viviendo y nuevas cosas sigo aprendiendo —dijo entonces el alerce. —,Por qué lo dices? —le pregunté Filomena. —Més de una vez en mi vida he visto que llega la noche en mitad del dia. ‘Ahora sé que eso se puede explicar: es un eclipse solar —dijo el alerce. —éCémo son? —pregunté Augusta. —Es diffcil de decir, pero voy a tratar de describirlos: en un momento cualquiera, se hace noche en la Tierra; se siente frio y todo esta oscuro... asi es, se los aseguro —dijo el alerce. E —,Y se ven las estrellas? —pregunts ansiosa Filomena. —£n todo el cielo se ven estrellas, igual de bellas queen lanoche —asegurs elalerce. —fntonces el Sol dijo la verdad. No esta solo! —Filomena estaba muy contenta—. Tiene tantas amigas como la Luna. Gracias alerce, Augusta y Rigoberto por haberme ayudado a comprenderlo. Desde ese dia, Filomena ya no se preocupé més del Sol. Se dedicé a hacer amigos entre las mariposas y a isfrutar de la compaitia de Ai Rigoberto. i oS !, se me estaba olvidando... Filomena aprendi6 a cantar, Un dia le pasé algo raro completa, La cuncuna: sentia su cuerpo inflado. cunaamarilla, ~ s6lo querta dormir. n hongo vivta. de una rama, Se puso camisa de seda, | t mdida su cama: se escondié en una gran higuera. | Todo el invierno durmié Comia pedazos de hojas, y con alas se desperté. tomaba el sol en las copas. i Le gustaba salir a mirar, Ahora ya puedo volar, alos bichitos que pueden volar. como ese lindo zorzal. | | | | | Mariposa yo soy, "Por qué no seré como ellos?, con mis alitas yo me voy. preguntaba mirando los cielos. (Por qué me tendré que arrastray?, si yo lo que quiero es jvolar! i

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