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J. H. ELLIOTT Richelieu y Olivares John H. Elliott nos ofrece aqui el andlisis comparado de esas dos grandes figuras de la Europa moderna que fueron Olivares y Richelieu, y nos demuestra que fueron més semejantes ~y mas equilibrados en méritos— de lo que acostumbramos a suponer. Su anilisis, sin embargo, va mas alld de los hombres, a las formas de organizacién politica, para atacar el tépico que da por senta- do que el estado centralizado francés prefiguraba la forma de organizacién del futuro y tenia una inmensa superioridad sobre Ja fragmentada monarquia de los Austrias. Elliott ilumina con ello la historia del absolutismo y nos aporta nuevas perspectivas sobre el nacimiento del estado moderno. JOHN H. ELLIOTT (Reading, 1930), maestro de hispanistas y Premio Principe de Asturias en 1996, ha ensefiado,a lo largo de su dilatada carrera académica, en el Trinity College, de Cambridge; en el King’s College, de la Universidad de Londres; en el Institute for Advanced Study, de Princeton, y en la Universidad de Oxford, de la que fire Regius Professc~ 7--+~ 1990 hasta su jubilacién en 1997. Entre su extensa bibl deben citarse La revolta catalana, 1598-1640 (Critic: La Espana imperial (Barcelona, 1969), Poder y socied Espatia de los Austrias (Critica, 1982), y, sobre todo, grafia insuperable que es El conde-duque de Olivares 1991). 967980-1 9 | ht 88484) J. H. ELLIOTT elien y C Tena J. H. ELLIOTT Richelieu y Olivares 4 Traduccién castellana de Rafael Sénchez Mantero Q youd Soe! CRITICA Primera ediciga en Btuiortca be Boustio: enero de 2002 ‘Queda igurosamente profes, sin ln autorizacn ee de fos taares de copyright, ‘bajo las sancionesesablecéas on fas eps, a repeoducri total paca de xa obs ‘or eulgaier medi oprocediient,comendidos a reprogratay el tatamient. Jnformaic, 9 la dseibuein de ejemplaes de ella mediante agullero présaanopublices. “il original: RICHELIEU AND OLIVARES: “The Pree Syadicte ofthe Univerity of Cambridge Diseo de colecin: Joon Balls Issac de a eubieet: Antoni de Perea, Sacorm a Gdnove del marquls de Santa Craz (cho ecurdo en 1625), Museo del Prado, Madi. (Fos: SALMER). © 1984: Cambridge Univesity ress: Cambridge (© 1984 del adaccin casa para Espaliay Anica: oon Crt, 8, ovens 26, 08008 Barcelo ‘email: edorial@ed-cricaes nigeria ISBN: 84-8852.296:3 Depésito legal B. 49.816 2001 Timpreso en Espa 2001, -ROMANYAWALLS, 8A, Caples Barcelona) AGRADECIMIENTOS ‘Mi deuda principal es con los electores de la cétedra George Macaulay Trevelyan, en la Universidad de Cambridge, por la in- vitacién que me permitié abordar este estudio de bistoria com parade, Constituyé un placer especial que me invitaran a dar estas conferencias organizadas en conmemoracién de un hombre que me acogié con mucha amabilidad durante mis aiios de es- tancia en el Trinity College y al que recuerdo con admniracién ‘gratitud, Al preparar las conferencias, y consecuentemente al re- visarlas pare su publicacién, recabé ei consejo 9 la experiencia de muchos amigos. Richard Bonney, Marc Fumaroli y Orest Ra- ‘num leyeron las conferencias antes de ser pronunciadas, y pro- porcionaron a un bispanista errante el beneficio de su conoci- ‘miento de la Francia del siglo XVII. Si el texto final no incorpo- ra algunas de sus viliosas sugerencias, ello se debe a que la vi- sién desde el sur de los Pirineos ofrece, a veces, una perspectiva diferente. También debo agradecer por su asesoramiento en asun- 10s franceses a Ralph Giesey 9 4 Russell Major, 9 a Rend y Sw- zane Pillorget, esplindidas compaiteros de viaje en una memora- ble visita al Poitow vatal de Richelieu. De nuevo, los perspicaces comentarios de mi colega Felix Gilbert me ayudaron a mejorar el texto en varios puntos, y estoy agradecido también a Helmut Koenigsberger y a Richard Ollard por su dnimo y ayuda. Pegay Van Sant mecanografié otra vet, y volvié @ mecanografiar mis orradores con su acostumtbrada paciencia » habilidad. Finalmen- te, mi agradecimiento se dirige a William Davies, de la Cambrid- 8 RICHELIEU ¥ OLIVARES ge University Press, por su sabio consejo 'y apoyo, 9 a Elizabeth O’Beirne-Ranclagh por el tacto y ta eficacia con los que editd el manuscrito. Princeton, 1 de junio de 1983 INTRODUCCION Quizé no resulte inapropiado que un libro que se abrié a la vida como una serie de conferencias en conmemoracién de George Macaulay ‘Trevelyan, el historiador de Garibaldi, comience con el recuerdo de un episodio de esa gran novela hist6rice italiana, Los novios, de Manzoni. La fecha es 1628, el afio del estallido de Ia guerra de sacesi6n de Mantua; ef lugar, el castillo del ba- xn local, don Rodrigo, cerca de Lecco en Ia orilla del lago de Como. El alcalde esti ‘sentado en Ja mesa con don Rodrigo y su primo y odmplice en el crimen, el conde Attilio, y discuten entre ellos sobre la situacién internacional. El alcalde, que pre- tende conocer los en:resijos, descarta Iz posibilidad de un com- promiso de Francia y Espafia sobre Mantua, y se explaya com- pletamente al extendzrse, con més entusiasmo que experiencia, sobre la capacidad politica del principal ministro del rey de Espafia, el condedugue de Olivares. EI condeduque, dice, tiene ‘ojos para todo. Lo siento por el cardenal [Richelieu] ... queriendo mostrar ‘su fuerza contra un hombre como el conde-duque de Olivares. Me ‘gustarfa volver dentro de doscientos afios y ver lo que dice Ia ppostetidad sobre sus ideas presuntuosas ... El condeduque, ca- balleros, es un viejo zorro ... que puede zafarse de cualquiera sin dejar tastro. El alcalde hubiese continuado indefinidamente de esta forma si don Rodrigo no hubiese tenido repentinamente una xéfage de 8 RICHELIEU ¥ OLIVARES ‘ge University Press, por su sabio consejo y apoyo, 9 a Elizabeth OvBeirne-Ranelagh por el tacto y la eficacla con los que edité eb manuscrito, Princeton, 1 de junio de 1983 INTRODUCCION Quid no resulte inapropiado- que un libro que se abrié a Ia vida como una serie de conferencias en conmemotacin de George Macaulay Trevelyan, el historiador de Gatibaldi, comience con al recuerdo de un episodio de esa gran novela histrica italiana, Los novios, de Manzoni. La fecha es 1628, el afio del estallide de la guetta de sucesién de Mantua; el lugar, el castillo del ba- 16n local, don Rodrigo, cerca de Lecco en la orilla del lego de Como. El alcalde esta sentado en la mesa con don Rodrigo y su primo y edmplice en el crimen, el conde Attilio, y discuten entre ellos sobre Ja situacién internacional. El alcalde, gue pre- tende conocer los entresios, descarta le posibilidad de un com- promiso de Francia y Espafia sobre Mantua, y se explaya com- pletamente al extenderse, con més entusiasmo que experiencia, sobte 1a capacidad politica del principal ministro del rey de Espaiia, el condeducue de Olivares. El condeduque, dice, tiene ojos pata todo. Lo siento por el cardenal [Richelien} ... quetiendo m su fuerza contra un hombre eomo el eonde-dague de Olivares, Me gustarfa volver dentro de doscientos afios y ver lo que dice Ia postetidad sobre sus ideas presuntuosas ... El condedugue, ca balleros, es un viejo zorro ... que puede zafarse de cuslquiers sin dejar rastro. : El alcalde hubiese continasdo indefinidamente de esta forma si don Rodrigo no hhudiese tenido repentinamente una xéfaga de 10 RICHELIEU ¥ OLIVARES inspiracién, A ambos hom- ‘bres les gustaba inicialmente la pompa y el boato, a los que Ri- cheliew dio rienda suclta completamente une vez que alcanzé el poder supzemo,"y sélo en parte porgue los consideraba propios de una persona de su categoria y de su status como principe de Ja Iglesia, Olivares, por el contrario, abandond su espléndida forma de vida de sus primeros afios en Sevilla al poco tiempo de conseguir un alto cargo, y a finales de la década de 1620 legs a adopter un régimen de austetidad casi espartana, Sin embargo ‘mantuvo una servidumbre privada, que era aproximadamente de las mismas dimensiones que la del cardenal, cuyo gusto por Ja ssrandiosidad estabe acompafiado por una bien calculada parsimo- nia, Habia 166 criados en la casa de Olivares, y 180 en la de Richelieu. Las cuadras de Olivares tenfan, no obstante, s6lo 32 caballos y mules, frente a los 140 de las de Richelieu.* Como 22, Morgues, «Jugement sur 1a préfscen, Recueil, op. city p. 20. ; Morgues, «La ts humble ... remonstrance», Recueil, op. city p. 49. 24. Véase Jonathan Brown y J. H. Elliott, Um palacio ‘para el rey. Et Buen Retiro 3 la corte de Felipe IV, Madsid, 1981, cap. V. 25. Sobre Richelieu y los misicos en su casa, véase Meximin Deloche, La maison du cardinal de Richelien, Paris, 1912, cap. 11. id., p. 485; Maralién, op. cit,, apéadice VEIL. Desgraciadamente g ESTADISTAS ¥ RIVALES 3 —al contratio que Richelien— vivia en el mismo palacio real, viajaba mucho menos. ‘Los ministros compartian, ademés, una desmedida aficién a la planificacién y a Ja construccién atquitect6nica, aunque la ex presaban de diferente manera, De seuetdo con sus propias neve- Sidades, Olivares se dedicé a construir en la década de 1630 una modesta casa de tina planta junto a un convento ea Loeches, una villa insignificante en la 4tida meseta castellana, alrededor de treinta kilémettos de Madrid, Todas sus formidables energfas como arquitecto frustsado fueron empleadas en proyectar, cons- trait y amueblar el gran palacio de descanso del Buen Retiro, gue levant6 para Felipe IV en las afuetas de Ja capital, y en disponer Ia plantacién y el sistema de riego de sus magnificos jardines” Richelieu, por el contrario, construyé pata si mismo én gran escala, remodelando sus chéfeaux en Limours y Rueil, y construyendo el Palacio del Cardenal en Paris y un enorme ‘chateau en Richelieu, en Poitou, donde creé de la nada una ciu- dad nueva y poco habitable, que fue trazada de acuerdo con los principios més racionales de los cinones urbanisticos del si- glo xvi Una de les izonfas de Ja carrera de Richelieu fue que su gran cantidad de trabajo y su escasa salud le impidieron ver os resultados de su propio proyecto, 0 visitar el chétea que ha- bia construido y amucblado a tan alto costo. Otza de sus catacteristias comunes eta la afioranza de los dos hombres por Ja vida militar. «No hay otra cosa que tanto holgard como de no morir sin set soldado, cosa a que toda mi vida he tenido inclinacién, en toda edad y en todo estado», escri- is Olivares a un amigo en 1630. Lo més cerca que estuvo de Sin embargo, siguié manteniendo una casa en 1a ciudad con su servidumbre ‘completa ene ealle de Ia Cruzada (véase Maraién, op. cit, p. 263). 27. Para ef Buen Retizo, véase Brown y Elliott, Ur palacio para el rey, op. cit. 28. Véanse René Crozet, Le vie artistique en France au XVIé stele, Paris, 1954, pp. 9094, y Louis Batiffol, Autour de Richelieu, Parts, 1937, ‘cap. 4, Para Richeliea sobre arquitectos y arquitectura véase en especial TP, pp. 236, 279. 29, ADM, legsjo 79, Olivares al margués de Aytona, 1611-1630. 32 RICHELIEU ¥ OLIVARES satisfacer su ambicién fue en 1642, cuando acompafié al rey como teniente-general al frente de Aragén2 Cuatto aiios antes, cuando Jos franceses atacaron la fortaleza de Fuentetrabia, tavo que con- tentarse con dirigir las operaciones de auxilio a Iatga distancia, desde Madrid, Richelieu, por el contratio, consiguié tres veces, a Jo largo de su carrera ministerial, ponerse en contacto con el sonido y con el olor de Ja batalla, Hn el sitio de La Rochela, ves- tido con un bizarro uniforme, mitad eclesidstico, mitad militar, que seguramente consideraba apropiado para un prelado que era al mismo tiempo teniente general del rey," ejercié un control total sobre la estrategia, y en ocasiones asuimié petsonalmente el mando de las operaciones militares; y en 1629 y, de nuevo, en 1630, cruz6 Ia frontera de Italia con Jos ejércitos invasores fran- ceses, compartiendo las penalidades de los soldados a su paso por los Alpes. Si Jas ansias por el mando militar y por Ja afirmacién arqui- tect6nica eran caracteristicas de la mentalidad atistocrética en la Europa moderna, también insinuaban una predisposicién 2 favor del orden, Ia disciplina y el control. Ambos hombres se hallaban impulsados por una acuciante determinacién de imponer orden en un mundo revuelto, En ua universo gobernado en general por las pasiones, segin Richelieu, era «necesario tener una virtud va- ronil y hacer todo de acuerdo con la razSny.® «Las mujeres y los més de los hombres —sefala Olivares— llegan a obrar més lo mejor por el rigor y miedo que por el ruego y el amor» ® Esos instintos autoritarios podian muy bien tener profundos origenes psicolégicos, pero sus fuentes contindan siendo vagas. Si no pueden encontrarse en una presunta relacién entre lo fisico y lo temperamental, quiza puedan rastrearse en Ia experiencia de Ta infancia. Pero también aqui, la evidencia es frustrante. Como muchos de sus contemporiineos, los dos niffos crecieron en un 30. Véase. su extrafia carta en respuesta a su nombramiento en Me, Ti, doc. XVIET. BL. D. P. O'Connell, Richelieu, Londres, 1968, p. 166. 32. Tp, p. 276. 33. BL, Add. ms. 14.000, £. 732, minuta de voto de Olivares, 15-X-1626, ESTADISTAS ¥ RIVALES. 3s hoger de un solo padze. Olivares perdié a su madre, la «santa condesan, como Ia llamaba Sixto V, a la edad de siete afios, y fue educado por un padre severo, que nunca volvié a casarse. Richelieu, al contratic, perdié a su padre a la edad de cinco ‘ios, y su infancia se vio ensombrecida por la presencia de dos ‘mujeres dominantes: sx madre y su abuela2* ‘Durante su vida, las mujeres se sinticton muy atraidas por Richelieu, y sus enemigos difundieron muchas historias sobre sus relaciones con ellas, aunque no exista ningtin testimonio claro gue pueda apoyarlas. El mismo advertia en su Testament politi que que no habfa nada més peligroso para un hombre con una vida piblica que la atadura de Jas mujeres} reaccién nada ex- trafia en un hombre que se vio obligado @ invertir una gran can- tidad de tiempo y energia emocional en desenmaratiar las intrigas de mujeres de mentalidad politica en los altos puestos, como la reina madre, madame Du Fargis, y la duquesa de Chevreuse. Aprendi6 a un elevado costo, segrin dejé escrito, ® ‘La llamada de Charron « Ja autonomia moral del hombre Je llevS inevitablemente a set acusado de atefsmo, y Olivares sacé partido de ello cuando acus6 2 Richelieu en el Nicandro de que; ter introducir el pensamfento itreligioso de Charron en Francia.® Pero si Olivares se distanciaba ostentosamente de estas perni- ciosas cortientes, é1 mismo procedia de un entorno impregnado de Jas doctrines lipsianas sobre 1a racionalidad del hombre. Su tfo y mentor politico, don Baltasar de Zifiga, habia legado a cono- cer y a admirar a Lipsio mientras servia como embajador ante Jos archiduques en Bruselss Su propia biblioteca estaba bien rnutrida de los escritos de Lipsio, y algunos de sus més entusiastas seguidores podian encontrarse en Sevilla, incluyendo al gran amai- {g0 de Olivares, el futuro conde de la Roca, autor de ese quinta- esenciado manual lipsiano para embajadores, El enmbajador.# {Qué tenfa Lipsio que ofsecer a un politico del siglo xv? En primer logat, una visién del mundo segin Técito, con dests- cada ¢ irénica percepcién de Tas motivaciones de los hombres, y sus méximas politicas espigadas de entre el cimulo de experiencia histrica: méximes que posefan todas las ventajes pricticas rela- cionadas con las ensefienzas de Maquiavelo, sin Ia deshonra que Tlevaba aparejado su nombre. En segundo lugar, una reivindica- cién de esas virtudes romanas que tanto contribuyeron a la for- macién ‘del estado del siglo xvi: austetidad, economfa, discipli- na y orden. ¥ finalmente, una resignacién estoica, pero cristiana, ante Ia fortuna adversa. ‘BL pensamiento de Técito y de Lipsio podia ser compendiado ‘en méximas adecuadas a las necesidades del estadista del si- 62. Tp, p. 276, y véase Sutcliffe, Guez de Balzac et som teomps, op. ct, pp. 6567. Sore Charron y Lipsio, Church, Riheliew and reason of state, Op. city pp. T3T8. 6." Me, I, p. 268. G4,_Cuntro cares de Lipsio a Ziiga estén incuidas en Alcjandto Re- iiter, Epstolario de Justo Liptio 9 las espales, 1577-1606, Maxi, 1966. 63, Me, I, pp. xlvixlil ESTADISTAS Y RIVALES 4 glo xvit. Tanto Richelieu como Olivares tenfan una especial afi- ciéa por Jas méximas, las cuales extrafan de su propia sabiduria politica, o de alguien que las acufiaba para ellos, No haba, desde Juego, falta de material al que acudir. Richelieu disfrutaba citan- do el consejo dado a Enrique IV por Antonio Pétez, ese archi. devoto de Lipsio, y, a través de él, de Tacito, de que la base del poder debfa residir en Roma, en el consejo y en el mar Es casi seguro que Olivares bebié en este, de alguna forma, corrompida fuente de aforismos de sabidurfa politica. Sus confidentes inclafan a.ese gran superviviente de la época de Felipe II, el discfpulo de ‘Antonio Pérez, Baltasar Alamos de Battientos, que empleé sus afios de prisién preparando su famoso Tiécito espafiol (1614), con su extenso compendio de aforismos de Ticito para uso de politi- cos ocupados.” Con todo, ambos ministros se mostraban escépticos sobre la posibilidad de reducit Ja politica « una simple lista de regls, y ambos se jactaban de despreciar la sabiduria politica recogida tini- camente en los libros, Siempre cxistfa lo imprevisto y lo acci- dental, y la primera regla de todas, como insistfa Olivares, era Ja de estar atento a las contingencias inesperadas.* Nada hay més peligroso para el estado —observaba Riche- Tieu— que los bumbres que quieren gobernar reinos dobre Ia base de méximas que extraen de los libros. Guando lo hacen, Jos destruyen, porque el pasado no es lo mismo que el presente, ¥y los tiempos, lugares y personas cambian.® ‘La contingencia y la suerte podian hacer fracasar los proyec- 66. Masimes d'état et fragments politiques du cardinal de Richelieu, ced. Gabriel Hanotax, Paris, 1880, p. 38; Tp, pp. 348, 401. Les aphorismes WAntoine Pérez fue publiado en Patis en 1605. Sobre Pérez y Lipsio véase Gustav Ungerer, A Spanierd in Elisabethan England: The correspondence of Antonio Pérex's exile, Londres, 1974-1976, II, pp. 348-350. ‘67, Sobre Alamos de Barrientos y Olivares, véanse las referencias en MeL op 404: "AGS, Estado, legajo 2.054, El conde-duque sobre el reparo de las cosas de Alemania», 23-X1639. “ 69. Tp. p. 289. 42 RICHELDIU ¥ OLIVARES tos mejor planeados. Cuando esto ocurrfa, los politicos tenian que recurrir a su ingenio y a su capacidad de decisién, y a su pro pia experiencia sobre los hombres y sobre el mundo, Aqui Ri- cheliew tenia ventaja sobre Olivares. No s6lo desempefié el cargo de secretatio de estado durante unos cuantos meses en 1616, sino gue sus afios en la didcesis de Lugon Je proporcionaron una va- liosa experiencia politica y administrativa, Sélo habia salido al extranjero una vez —a Roma en 1607—, y la experiencia de Olivares fuera de las fronteras espafiolas se reducia a los afios, de su infancia, pues nunca volvi6 a poner el pie fuera de la Pe- insula Tbérica desde entonces. No obstante, ambos hombres se empefiaron en permanccer informados sobre los otros pafses través de sus lecturas y de sus entrevistas con los viajeros que volvian del extranjero. Olivares tenia una estancia cartogréfica ‘en sus aposentos de palacio, donde pasaba Iargas horas absorto en sus mapas y planos, de tal forma que los veteranos de Flan- des quedaban sorprendidos por el conocimiento tan detallado que tenfa de la topografia local A pesar de Ia impresién creada por algunos de sus fracasos politicos més espectaculares, Olivares era temperamentalmente tun hombre cauteloso, que se preocupaba en demasia por los de- talles. Lo mismo le ocorria a Richelieu, quien afizmaba al res- pecto que, en la medida de lo posible, nada se dejase a Ja suerte. Pero en ambos hombres, la preocupacién por el detalle estaba acompafiada por la capacidad de pensar en objetivos a largo pla- zo, Ambos hubiesen suscrito el dicho de Séneca de que un buen estadista se caracterizaba pot su capacidad para llevar a cabo y alcanzar el objetivo propuesto, por muchas vueltas y tecovecos que hubiese que dar a lo largo del camino” 70. VictorL. Tapié, La France de Louis XIII et de Richelieu, Patis, 1967, p. 134. 71. Conde de la Roca (Juan Antonio de Vera y Figueroa), Fragmentos bistéricos de la vide de don Gaspar de Guzmén, en Antonio Valladares, Semanario Erudito, U1, Madsid, 1787, pp. 266267. 72. Citado por Fernando ‘Alvia'de Castro en su Verdadera razén de estado, Lisboa, 1615, £. 3. Véase José Antonio Maravall, Estudios de bisto- ria del pensamiento espaol. Siglo XVII, Madtid, 1975, p. 101. RSTADISTAS Y RIVALES 43 La astucia y Ja mafia constitufan el bagaje de estos dos sagaces politicos, y sus concemporineos contemplaban fascinados obmo urdian sus complicacas tramas. Sin embargo, Olivares es desctito con frecuencia, sin mucha admiracién, como «captichoso», «qui- mético», 0 incluso «misterioso».” Pero esta creencia, que él ache- caba indulgentemente al gusto por el mistetio, podia proceder, al menos en parte, del cardcter de su retérica, Los dos hombres estaban extraordinariamente orgullosos de sus habilidades retéri- cas, y no cabe duda de que el discurso de Richelieu en los Esta- dos Genetales de 1614 fue lo que le ayudé a hacer carrera. Hay una persuasiva lumizosidad en los discussos de Richelieu, como en el que pronuncié en el parlamento de Paris en 1634." El texto publicado de este discurso parece, sin embargo, que fue muy re- tocado, si creemos a Tallemant des Réaux, quien describe al equi- po de expertos literatios de Richeliew trabajando en él Ifnea por linea y palabra por palabra, en un intento desesperado por ha- cetlo publicable. Peso incluso Tallemant acepta que si en esta ocasién el cardenal dijo cosas muy poco sustanciosas, las dijo muy bien. Segrin Tallemant, Richelieu vela Jes cosas con mucha clari- dad, peto no sabia desarrollarlas demasiado bien, Por el contra: tio, «cuando hablabe sucintamente», era «admirable y delicadon.™ Olivares, por contraste, gozaba de un estilo retético més en- revesado, y no puede ser descrito en ningin caso como un hom- bre que hablaba de forma sucinta. Preferie apabullar a su audien- ia bombardedndola con palabras. En sus cartes y en sus papeles de estado ocurte lo mismo, Se expresa en largas y complicadas frases, mezclades con subcléusulas y paréntesis, y con frecuencia trata de la cuestiGn principal a Io largo de sucesivos pécrafos. Entonces, de repente, aparete una frase corta, aguda, alguna ex. presién coloquial o algiin proverbio popular, que resultan de aun mayor efecto al surgir en medio de tanta pesada verborrea. Las cartes de Richelien, por el contratio, se cazactetizan por una im- TB. Valdory, Anecdotes du ministire du conte duc d’Olivarés, op. cit, p49, y véase Maraién, op. cit, p. 106, 74.” Le Mercure Frongais, Pais, XX (1637), pp. 524. 75. Tallemant des Réaux, Historiettes, 1, Parfs, 1960, p. 269. 44 RICHELIEU Y OLIVARES petiosa brevedad, aunque cuando escribia para que fuese publice- do, su vanidad literaria parece que privaba a su estilo de su acostumbrada alta precisién.* Si desde luego, le style, c'est Vhomme, nos enconttamos con dos petsondlidades muy distintas: Ia una extravagant, inflada y quizé quintaesencialmente barzoca; Ja otra, frla, lacSnica, estre- chamente contiolada, Las imagenes transmitidas’ a la postetidad de los dos hombres tienden a confirmar el contraste: Olivares, re- cio, hacendoso, exageradamente enfético en su habla y en sus, ademanes; Richelieu, tenso, quisquilloso, casi felino en sus mo- vvimientos. Pero podemos considerar con seguridad el estilo como expresién de la personalidad sin conocer més de lo que conoce- mos en este momento sobre las tradiciones retéticas en las que ellos fueron educados? Existen afinidades, por ejemplo, entre el estilo de Olivares y el de Lipsio, especialmente en su aficién por Jo paradéjico y Io epigramético, por las transiciones bruscas y Ia oscuridad intencionada, caracteristicas también del estilo de Ja prosa del excritor bolosés Virgilio Malvezzi, may admirado por Olivares, quien lo nombré su historiador oficial.” Pero uno cecha de menos en Olivares la brevedad de Lipsio, que parece ha- ber sido sustituida por los més anaplios efectos retdticos del es- tilo ciceroniano, mds en boga en Ia Roma de comienzos del si- alo xvrt. Aqut, quizés estaba reaccionando, como otros espafiles de su generacién, contra 1a severidad estilistia de la época de Felipe II. Richelieu, por el contratio, rechazaba los excesos tea- trales del estilo ciceroniano tal como era cultivado por los jesui- tas, y preferia una versién més austera y lacSnica, desprovista de tales excesos. En esto seguia el ejemplo de su mentor, el car- denal da Perron, cuyo estilo era antirretrico, mordaz y'tetso.” ¢Pero fue su edueacién lo que les condujo en direcciones opues- tas, 0 escogieron su estilo de entre las diversas opciones posibles 76. Deloche, Autour de la plume du cardinal de Richelieu, p. 10. 77. Sobre la tradicién set6rica lipsiana, véase Mare Fumaroli, L’dge de Véloquence, Ginebrs, 1980, pp. 216219. ‘7B. Debo expresar mi agradecimiento al doctor Mare Fumaroli por sus consejos sobre la influencia del cardenal du Perron sobre Richelieu. | ESTADISTAS ¥ RIVALES 45 porque patecian adaptarse a Ia imagen que ellos mismos querian ofrecer al mundo? Estamos, en otras palabras, ante un condicio- hrante 0 ante una opcién? Parece probable que hubiese un fuerte componente de eleccién, ya que habia varias tradiciones retdricas ‘las que acudir, tanto en Francia como en Espatia. Tradicionalmente, la clocuencia era un arma poderosa en ef arsenal de los estadistas, que se afilaba y preparaba con cuidado. Cuando cl padre de Olivares Jo envi6 a Salamanca, las meticulo- sas instrucciones que Je dio incluian una en Ia que le recomends- bbe que cada dos semanas entablase discusiones con los otros miembros de su sécuito.” El sistema posiblemente dio sus fru- tos: Sisi nos dice qu: el condeduque era «naturalmente elocuente y hablaba con facilidady.® Richelien, el fundador de In Académie Francaise, era muy sensible a las posibilidades del lenguaje como instrumento de poder. Por eso ejercité sus habilidades retéricas, y por eso —al igual que Olivares— cultivé a los intelectuales. Con al Ienguaje y con la razén, convertisia y convencerfa. Durante el asedio de La Rochela, segiin nos cuenta, comprendié que su Ie- bor eta Ia de «recugerar de Ja herejia por la razén 2 todos aque- ls a Jos que el rey habia recuperado de la rebelién por la fuer- za» Siempre attista con las-palabras, profesaba una imperiosa creencia en el poder de éstas para ganarse el pensamiento y los corazones de los hombres. Su firme determinacién de controlar y remodelar el mundo a su imagen mediante cualquier instrumento a su alcance, inclu- yendo el del lenguaje, era lo que unfa a Richelieu y Olivares, tan diferentes en otros espectos, Pero hay algo de parad6jico en esta determinacién. Viviendo, como decia Richelieu, en una época corrupta, en la que los hombres no podian ser conducidos por la raz6n; ® compartiendo su pesimismo instintivo sobre los hombres y los acontecimientas; conscientes de que alguna contingencia 79. BNM, ms. 10/86, £. 123, elnstroecin que don Enrique de Guz- mia. ... dio a'don Lavreano de Gusmén ...», 711601. ‘80. Valdory, Anecdotes du ministere due comte duc d’Olivarts, op. cit. p. 4. 81, Richelieu, Traié pour convertir, op. cit, p. 2. 82. Tp, p. 237. 46 RICHELIEU Y OLIVARES inesperada podia hacer fracasar los planes mejor preparados, Iu- charon por el poder con una tenacidad basada en el convencimien- to optimista de que podian utilizarlo de alguna forma para trans- formar el mundo. Hombres peligrosos, quiz4, pero también ague- los eran tiempos peligrosos. 2. SENORES Y CRIADOS En 1635 se hallsban en fase de realizacién dos grandes pro- gramas decorativos, el uno en Madrid y el otro en Paris. Uno fue proyectado, al menos en parte, por Olivares, y ocupaba el Salon de Reinos, el gran salén central del nuevo palacio de des- canso de Felipe TV en Madzid, el Buea Retiro. El otzo fue pla- nificado por Richelieu para la llamada Galerie des Hommes Illus- tres, en su espléndico palacio nuevo, el Palacio del Cardenal. Como era propio de un palacio real, el proyecto decorativo del Sal6n de Reinos fue disefiado para celebrar la grandeza de la dinastfa —representada por los retratos ecuestres de Felipe III y Felipe IV y de sus consortes, y del principe Baltasar Carlos, hheredero del trono, pintados por Velézquez— y los recientes triun- fos de las armas espafiolas. Entze las victorias representadas es taba la recuperacién de Brasil de manos de los holandeses en 1625. A la derecha de este cuadro de Juan Bautista Maino, los hholandeses derrotados aparecian arrodillados ante un gran tapiz. En este tapiz, la joven y, en cierta forma, insegura imagen de Felipe IV con su armadura esté siendo coronada con unas ramas de laurel por dos figuras, también con atmadura, Una es la diosa ‘Minerva; 1a otra, mis sorprendente, es la figura familiar y pesada del mismo conde-duque (lémina 3) La audacia de esta yuxtaposicién del rey y el ministro en un mismo cuadro no tiene seguramente paralclo en el arte de Ja 1. Sobre el proyecio decorative para el Salén de Reinos, véase Brown ¥ Elliott, Un palacio para ol re3, op. cit, cap, 6. 4B RIGHELIEU ¥ OLIVARES Europa del siglo xvit, Sin embargo la Galerie des Hommes Illus- tres no estaba tampoco exenta de un cietto atrevimiento. Segtin las instrucciones del cardenal, Philippe de Champaigne y Simon Vouet pintaron veinticinco ilustres hombres y mujeres de Ia his- toria de Francia, incluyendo a Abbot Suger, Juana de Arco y Ber- trand du Guesclin, Al igual que en el Saléa de Reinos, habia re- tratos de la familia real: Entique IV y Marla de Médicis, Luis XIII y Ana de Austria y el hermano del rey, Gastén de Orléans, sa presunto heredero al trono, Estos eran los retratos del veinte al veinticuatro, La figura ilustre del némero veinticinco era el mis ‘mo cardenal? Los dos, el Salén de Reinos y 1a Galerie des Hom- mes TIlustres, constituyen un importante testimonio visual de cémo Olivares y Richeliew se vefan a si mismos en tclaciéa con sus respectivos monarcas, y de cémo deseaban que el mundo los El reinado de Felipe III de Espafia (1598-1621) fue sobre todo la época del favorito real, del privado o valido, tal como lo conocfaa los espatioles. Hasta’ 1618, cuando cay6 finalmente en desgracia, el duque de Lerma habia gobernado Espafia para un monatca que era poco més que un cero a la izquierda; y el hijo de Lerma, el dugue de Useda, hizo lo que pudo, dentro de su incompetencia, pata mantener el. sistema durante los tres ‘iltimos afios de Ja vida de Felipe. También en Francia, después del ase- sinato de Entigue IV en 1610, el gobierno habia caido en les manos de los favoritos: primero en las del aventurero italiano Concini —el favorito de Ja reina regente, Maria de Médicis— y después del asesinato de Concini en 1617, en Jas del halconero real Laynes, cuya revolucién palaciega provocé la transferencia de po- der nominalmente al joven Luis XIII, pero en la préctica a él mismo. Tnevitablemente, tanto en Francia como en Espafia la ascen- dencia del favorito provocaba agudos comentatios criticos, cuyo 2, Véase Bernard Dotival, «Are politique en France au xvmt sidcie: la salerie des hommes ilustres da palais cardinal», en Bulletin de ta Société de VHistoire de VArt Francais (1973), pp. 43-60. SERORES ¥ CRIADOS 49 argumento era Ia obligacién de los reyes de ser reyes. En 1615 un franciscano espafol, fray Juan de Santamatia, publicé un famo- s0 tratado politico en el que afirmaba que no era bueno tener un sey que, como en ua cuadro del Greco, parecfa espléadido desde Iejos, pero que se convertfa en rayas y manchas cuando se con- remplaba desde muy cera. Un verdadero rey, escribia —y no ccabe duda que se referia a Felipe III—, «no se ha de contentar con s6lo tener Ja suprema potestad, y of més alto y emineate lu- ‘gar, y con esto echarse a dormir y descansar, sino que ha de ser al primero en el gobierno, y en el consejo, y el todo en todos los oficios ...»° Dos aios més tarde, cuando Concini fue asesinado en Paris, surgieron peticiones en toda Francia urgiendo a Luis XIII para que asumiese el mando. «Es el momento, sefior, para que ‘comience « hablar como rey, pata que aprenda a distinguir entre el blanco y el negro.» * Ta sustitucién de Concini por Luynes y de Lerma por Uceda sugicre que ni Felipe TI ni Luis XIII tomaban en serio estas crtiticas. Los favoritos siguieron gobernando, y no es una coinci- dencia que tanto los autores franceses como fos espaiioles hubie- sen voleado su aten:ién en esos aiios en la figura del condestable de Castilla del siglo xv, don Alvaro de Luna, cuyo espectacular ascenso y caida lo hicieron objeto de leccién para todos los pui- vvados modernos. En Espafia se escribieron dos comedias hist cas, probablemente por Mira de Amescua, relatando su préspera y adversa fortuna; * y en Francia, se decfa que Richelieu Ia cx- hbeza efectiva del partido de la reina madre en la lucha contra cl gobierno del condestable Luynes— habia patrocinado la pu- Dlicacién de una historia de Joan II de Castilla de Chaintreau, -epara comparar a los dos condestables, de Luna y Luynes».$ EL valido era un hombre, con frecuencia de humilde extrac- ign, que habia legado a alcanzar la preeminencia —se admitia 3. Repibica y polciaerstiona, Lisboa, 1621, ff. 1316. 4. Citado en Carn, La jeunesse, op. ety p. 158, 5. Comedia jamosi de Ruy Lépex de ‘Avalos, ed. Nellie E. Séncher- Arce, Mézico, 1965, y La segunda de don Alvaro, ed. Nellie B, Sincher Arce, Mésieo, 1968. 6. ‘Thus, Raison d'état et pensée politique, op. city p. 223. 50 RICHELIEU ¥ OLIVARES generalmente que por métodos siniestros— mediante la captacién del favor del rey y del dominio de su voluatad. El dilema con el que se enfrentaban tanto Richeliew como Olivares en su puja por el poder era que tenfan que operar en un clima politico que cada vez era més enemigo de la existencia de un favorito real, y @ pesar de ello tenfan que conseguir la conservaciéa del favor real para alcanzar sus fines. Asimismo, cada uno de ellos se enfrentaba con un obstéculo inicial y posiblemente insuperable, consistente en la actitud de una persona que tenia algo que ver con el asunto: el mismo principe. Richelieu, que debia su ascenso al apoyo de Ja reina madre y de Concini, cometié el casi fatal fallo inicial de minusvalorar a Luis. El asesinato de Concini y la subsiguiente revolucién palacie- ga Je cogieron de sorpresa. Los afios 1617-1624 fueron excep- , acon- sejaba Richelieu a Luis en el Testament politique.” Para Oliva- res, el rey de Espaiit era, por designio divino, el rey més grande de la tierra, y cra obligecién de Felipe el mantener y superar la 28. Grillon, TV, doe. 11. 2. Tp, p. 27. 60 RICHELIBU Y OLIVARES sloriosa tradicién de la realeza espatiola representada por los més distinguidos de sus predecesores: Fernando el Catélico (el «rey de reyes»), Carlos V y Felipe I («rey en prudencia el primero»). Era, pues, una pesada tatea la que se estaban imponiendo los dos ministros ante Jas patéticamente feégiles figures de sus res- pectivos monarcas, una tarea cargada con el doble peso del man- dato divino y de la historia humana. Su importancia venfa sefia- ada por los apelativos escogides para los monarcas, que consti- tufan en s{ mismos un programa del zeinado. Felipe fue llamado desde 1625, Felipe el Grande, un rey grande tanto en las artes de Ja paz como en las de la guerra. Luis, por su parte, iba a ser Luis el Justo, un digno sucesor de su antepasedo san Luis. El ve- sedicto final sobre los dos monarcas debe, desgraciadamente, ser oven Felipe era Brande ni Luis justo. . cescoger un alto ideal para el reinado de sus disefpulos rea- les, Richelieu y Olivares estaban de hecho entendiendo que el of- cio de rey tascendia y era capaz de transformar al hombre. A ambos reyes se les estaba pidiendo que sirviesen a algo mis gran- de que ellos mismos. Ese algo era, segin Richelieu, el estado. Parece que fue durante las décadas de 1570 y de 1580, en tuna época en que las guerras religiosas y la consecuente debili- tacién de Ja autoridad real amenazaban todo el armazin del cuer- po politico, cuando cierto mimero de franceses comenzaron a con- ecb el exo en un sentido moder, como una entidad distin. ta tanto del goberante como del gobernado.” Aunque Jean Bo- din habla todavia de la erepiblicey més bien que del ieindos, este concepto del estado como aparato distinto de poder, surge speci, Mo Mh P74, pate ee rfc de Olimses « Femando y Fe 31.” Dietrich Gerhard, eRicheiieus, en The responsibility of power, ‘ed. Leonard Krieger y Fritz Stern, Nueva York, 1969, p. Toit ace gue el sobrenombte de Luis, que al parecer se le’puso en su juventud, se ep en el hecho de gu hub aio tj el sono de Libr. Ax ee, ‘experatse de 61 que mantuviese equilibrada Ja balance de la jstil {wlase Pere Chenier, oir XII, Pas, 979, p, D3) 32. Véanse los atgumentos expuestos por Howell A. Lloyd, The state, France and the sixteenth century, Londres, 1983, especialmente cap. 6. SENORES ¥ CRIADOS 61 te de las péginas de su Six livres de la République (1576)2 Pocos aios més tarde, Enrique IIT se referia al estado de tal forma que lo separaba de sus propios intereses personales." Peto mientras que Ia nueva formulacién de Bodin contribufa a ampliar los términos del debate politico, los viejos conceptos y los nuevos coexistian y se mezclaban en una, a veces dificil, sin- tesis en la Francia de comienzos del siglo xvit Piette Charron, caya obra La sagesse se publicé muy a, co- mienzos del nuevo siglo, proporciona una definicién del estado que pparece haber disfrutado de una mayor cireulacién que las formula- clones més sofisticadas de Bodin, «Hl estado —esctibe— quiere de- cir dominio, o un orden establecido para mandar y obedecer»* Esta idea del mando y la obediencia era crucial en Ja propia vi- si6n de Richelieu sobre cl estado, que era para él un instramento de poder. La misma palabra «estado» parece haber tenido para 4 connotaciones bodinescas de soberanfa localizadas en un apara- to de poder real que estaba siendo répidamente despojado de sus limitaciones bodinescas en las primeras décadas del siglo xvi. Se trataba, sin embargo, de poder para una finalidad. El rey, en Ja majestad de su soberania era slo responsable ante Dios, y el aparato de su poder debia usarse para mantener el bicnestar co- min contra los egoistas intereses privados. «El interés piiblico —escribié Richelieu en su Testament politique— debe constituir al tinico fin del principe y de sus consejetos.»” En realidad, se esperaba del rey que atendiese en todo momento las necesidades del estado, una entidid que subsumfa los inteteses del rey y del reing y los clevaba a un nivel més alto de Jo que podian hacerlo cada uno de ellos por si solo. Pero el estado era inseparable, 33. Quentin Skinnes, The foundations of modern politica) thought, 1, Cambridge, 1978, p. 355. 54. Lloyd, The state, France and the sixteenth century, p. 82. 35. P. Charron, La sageste, Paris, ed. de 1671, libro I, cap. 45, pp- D322 36. Véanse Rodolé von Albertini, Das politische Denken in Frankreich zur Zeit Richelieus, Matburgo, 1951, pp. 38, 53, y W. F. Church, «Cardinal Richeliea and the social estates of the realm», Album Helen Maud Can, If, LovainaParfs, 1961, pp. 261-270. 31. Tp, p. 330. 62 RICHELIEU ¥ OLIVARES 1 su modo de ver, de la majestad de la realeza, y los dos apare- clan firmemente unidos cuando escribié en sus Maximes sobre su pasién por el «bien de Vestat et de la royauter:® ‘Aungue Olivares habla de o de «razéa de estadon,® aparentemente no emplea la palabra estado como Io hace Richelieu para designar a una entidad trascendental, La ex- plicacién de ello puede muy bien residir en el cardcter tan dife- rente de las coronas de Espafia y Francia. Mientras que el rey de Francia gobernaba en un solo reino, el rey de Espafia lo hacia sobre todo un complejo de reinos y provincias, cayos componen- tes individuales poseian diversas formas institucionales, Pero aun- que la palabra «estado» no aparezca entre el vocabulario del condedugue, ello no implica necesariamente una radical distin- cidn entre su concepto de zealeza y el del catdenal. A su vez, ha- bla de «real servicio» y de «autoridad real», En Ia préctica resulta dudoso si el concepto que tena Riche- lieu del estado era tan abstracto como algunas veces aparece re- presentado, 0 si el concepto que Olivares tenia de la realeza eta tan personal como sugiere su vocabulario. Ambos ministros esta- ban en realidad pidiendo al rey y a sus sibditos que sactficasen sus intereses ptivados a un interés més elevado, definido en tér- iminos de ideales tan abstractos como el de la autoridad y la obe- diencia, 1a responsabilidad y el servicio. La realizacién de estos ideales significaba trabajo duro y disciplina para el rey, los nisttos y el pueblo, cada uno de acuerdo con su posiciéa social. En lo que se referia al pueblo, tanto Richelicu como Oliva res, aunque les correspondia mejorar su suerte, insistian en la impottancia de mantenerlo bajo una estricta disciplina. Richelieu Jo comparaba con las mulas, mas inclinadas al descanso que al trabajo pesado. Pero al mismo tiempo, el trabajo no debia ser tan duro como para exceder sus fuerzas.® Para Olivares, el pue- 38. Richelion, Mevimes @état et fragments politiques, op. cit, p. 55, 3 site Habart H, Rowen, Te ng st, New “Braid 1986, p. 6. ara un esaen admizablemente Neo 9 scisto de lat ideas polices de Richelieu, vee Geshard, Richelieu», lo. cl otis 38. Por ejemplo, Me, Ul, p. 167. 40. Tp, pp. 253255 («Du peuplen). SERORES Y CRIADOS 63 blo representaba el mayor poder del reino, y advertia « Felipe en su Gran Memorial que ."” Leganés tavo que ce- der algunos de sus mejores cuadros a la colecciéa zeal, pero sus servicios como consejezo y general iban a compensarlo con creces. Naturalmente, resultba imposible pedir a los patientes y su- bordinados una dedicaci6n sin limites al real setvicio sin ofte- cerles alguna expectativa de recompensa, Eso requetia a su vez que los mismos ministtes fuesen, de forma visible, los receptores del més alto favor real. Las continuas manifestaciones de estima por parte del rey eran una condicién necesaria de su hebilidad pata manejar Ta continua lealtad de sus criaturas, y ambos minis- tr0s fueron de hecho recompensados con gran cantidad de fas tes, Muy a comienzos del reinado de Felipe IV, se le garantizé 42 Olivares Ia codiciada grandeza que tan insistentemente habfa cludido a su padre. Simalténeamente comenzé a hacer uso de su posicién y de su influencia para labrarse un sefiorfo cerca de Sevilla, destinado a rivalizar con ol de su patiente el duque ‘de Medina Sidonia. En 1625 cas6 a su hija con un empobrecido representante de su propia casa de los Guzmanes, que alegaba mayor antigitedad que los Medina Sidonia; y 1a culminacién de sus esfuerzos para mejorar la suerte de Ia rama menor de los 87, AHIN, Consejos, lito 7.157, peticién del marqués de Leganés, 19. x64, 16 RICHELIEU ¥ OLIVARES Guzmanes se produjo a los pocos dias de Ja boda de su hija, cuando él rey le otorgé un ducado, con el titulo de duque de San Lécar la Mayor. A partir de ese momento fue cuando, como conde de Olivares y duque de San Léicar, comenz6 a ser conocido por sus comtempordneos como el conde-duque, el conde-duque de Olivares. La frastracién de sus esperanzas de conseguir sucesién por It nea directa, como consecuencia de Ia muerte de su bija de parto al aiio siguiente, parece que acabé con los planes de Olivares de engrandecimicnto de la familia. Cualquier conflicto de lealtades ‘que pudiese haber tenido previamente dio paso a una absorbente dedicacién a los intereses de Ja corona, y a una casi obsesiva insistencia en la probidad de su vida pablica y de sus subordina- dos. Segin las normas del siglo xvi tenfa las manos limpias, y aunque continué recibiendo regalos y honores por patte del rey, podia también alegar que habia gastado mucho —como Riche. lieu" ‘en el servicio a la corona. Pero fallé signifcativamente en extender su propio patrén 2 sus subordinados y patientes, al- ganos de los cuales, como su cufiado Monterrey, se hizo notable- mente rico en los gajes del oficio, Richelieu también alegaba ser desinteresado, pero parece que evanté su propia fortuna y la de su familia con pocas inhibi. ciones. La muerte en un duelo, en 1619, de su hermano mayor, al marqués de Richelieu, acabé con las esperanzas de sucesion por Ja linea masculina;® pero eso no Je impidié hacer todo lo ‘que pudo para engrandecet a su casa. Como clétigo eta capaz, al contrario que Olivares, de acumular beneficios, Jo que suponia afiadis un cuarto de millén de liores al afio a sus ingresos." Ade- més, en 1631 Luis XIII Jo hizo dugue. Coleccion6 tfulos y car- sos con gran asiduided, Jevanté una enorme fortuna, y gast6 con 88, El documento que clevaba a Olivares a Ia categoria de duque, fe chado el $ de ener de 1625, se hala teproducido en conde del Hoes, Fraymentos bistoricos, op. cit, pp. 233-235. 89. Buiffol, Ausour de Richelieu, op. cit, pp. 15-16. 90, Carré, La jeunesse, op. cit, p, 208. D1. Louis J. Leksi, The rise of Cistercian strict observance in seventeenth century France, Washington, 1968, p. 63. SeNORES Y GRIADOS . n prodigalidad.* También emprendié una ambiciosa polftica matri- smonial, aunque no con mucho éxito, con sus hermanas y sobrinas, en un intento de colocar a su familia entre Ins mas grandes de Francia” Esto debe considerarse en parte como una deliberada estrategia politica pata imponerse sobre la gtan nobleza, cayas ambiciones zepresentabin una amenaza més inmediata pata Ia corona que aquella de las grandes casas de Espaiia, pero también refloja Ia intensidad de sus aspiraciones para s{ mismo y pata su familia, El engrandecimiento de los dos ministtos, y con ellos de un circulo de clientes y subordinados, los expuso inevitablemente a vun duro ataque. Mathies de Morgues se mostraba mordez con la sistemdtica acumulacin que hacfa Richelieu de nuevos catgos para los que no estaba capactado, y con su invenciéna de nuevos titu- ‘Jos pata que acompafiascn a éstos: «généralissime y éminentissime, y no le hubiese importado mucho ser llamado ministrissime y admiralissimes* Los ministros respondian a esos ataques insis- tiendo, con una vehemencia qué rozaba el histerismo, en que st ‘énica motivacién era el servicio desinteresado al rey. Olivares fue representado en una comedia por Quevedo como un segundo Sé- neca, el sabio y desinteresado consejero, cuya previsién y pruden- cia Hevaron a su monarca a Ja victoria; ® y el tema encontré su plasmacién visual en la pintura de Maino del Salén de Reinos, en Ia que coronaba a Felipe con ramas de laurel. Richelieu, al crear la Galerie des Hommes Ilustres, dio a sus contemporditeos una leccién sobre sus deberes para con el principe y el estado, mientras que confirmaba al mismo tiempo sus credencidles, in- 92. Butitfol, Autour de Ricbeliew, op. cit, cap. I, y Jean Pierre Laba- tat, Les ducs ef pairs de France au XVI sidcle, Pazis, 1972, p. 262, para a fortuna de Richelieu, Ademds del ducado de Richelica, también adguitis cl dacado, de Fronsac ‘en 1634. Aiguillon se cstiblecié como duché pairie ‘en favor de su sobrina en 1538 (véase Labstut, pp. 78 y 173). 93. Véase Ranum, «Richelieu and the great nobility, en Prench His torical Studies, n° 3 (1963), p. 201. 94, Morgues, «La trés humble ... remonstrances, Recuel, op. cit. p. 24. 95. Francisco de Quevedo y Villegas, Cémo ba de ser ef privado, en Obras comspletas, TE, e&. Féicidad Bucndla, Madrid, 19676, 8 RICHELIEU ¥ OLIVARES cluyendo su retrato al final de Ja fila. «Es mi gloria —escribi6 a Bouthillier en 1630, en un momento en que se respitaba un aire de conspiracién— estar expuesto ante todo el mundo por el servicio del rey, a Dios gracias. Lo que me consuela es que no tengo enemigos personales, y que nunca he ofendido a nadie ex. cepto en el servicio del estado.» * : Al identificatse a si mismos tan estrechamente con el servicio a la corona como ministtos juiciosos y desinteresados, vinicamen- te equipados con las necesatias cualidades de laboriosidad y pru- dencia, el cardenal y el conde-duque esperaban exorcizar la ima- gen del favorito. Pero con todo, como nunca podrfan olvidar, su supervivencia dependia enteramente del favor real, y siempre es- tarfan condenados a pteguntarse cuénto dutaria aquello. En ju- nio de 1626, después de Ia conspiracién de Chalais, Luis XIII ‘hizo una solemne promesa.a Richelieu: «Estad seguro de que siempre os protegeré de todos Jos enemigos, y de que munca os abandonaté ... Dad pot seguto que nunca cambiaré y que cual- quiera que 0s ataque encontrard en mi a tu padrino».” Se trataba de una notable promesa, gpero podia Richelieu creer al pie de Ja letra a su zey? Habfa contemplado con sus propios ojos cémo la turba despedazaba el cuerpo de su propio mentor Concini, ase- sinado por orden expresa del rey. Conocfa mejor que nadie la vena de crueldad y de venganza de su sefior, y petmanecié preso de una cottosiva ansiedad durante toda su carrera ministerial, Olivares padecia también de una constante ansiedad, aunque Ia cafda de los validos se Hevaba a cabo en Madrid de una forma mas civilizada. Sin embargo, por una paradoja Wena de ironfa, Jos ministros que hebfan conseguido que los monarcas fuesen tan dependientes de ellos, se dieron cuenta de que ellos mismos eran no menos dependientes de sus monarcas, En la comedia de Que- vedo, Cémo ha de ser el privado, el matqués de Valisero (ana- grama de Olivares) dice que es un «étomo pequefion junto al 9%. Grillos, V, p. 195. 97. Grilloa, I, pp. 353354 (9.VI1626), y véase Georges Pagts, Le monarchie dancien régime en France, Pati, 1952, p. 82. seNORES ¥ CRIADOS 9 rey. Richelieu esctibié de forma similar sobre s{ mismo en 1628: 4Yo era un cez0, lo cual significa algo cuando hay niimeros de- ante; y ahora que el rey ha querido ponerme delante, soy el ‘mismo cero, lo cual para mi no significa nada».” La servil hu- nillacién que mostraban a veces en sus zelaciones con sus sefio- res refleja una conciencia realista de que los monareas que los hhabfan elevado desde la nada podian, con la misma facilided, de- volverlos al lugar de donde procedian. : Con la perspectiva del tiempo, puede parecer como si sus te- mores fuesen exagerados, pero hubo momentos exfticos en Ia cx- rrera de ambos ministros en los que se pronosticé con certeza su caida. La intriga cortesana era una constante emenaza para am-" bos, y siempre existia el peligro de que voces enemigas consiguie- sen ganarse los ofdos del rey, Aunque los dos ministros hacian Jo que podfan para prcteger a sus sefiores de las influencias ma- lignas, resultaba imposible aislar del mundo a un monatca que se movia tanto como Luis XII; y ni siquiera Felipe IV, que se huallaba més prisionero en su propio palacio, podia ser rodeado por un cordon sanitaire totalmente impermeable. Con dos monar- cas cuyas conciencias religiosas eran tan escrupulosas como las de Luis y Felipe, los eclesidsticos ya fuesen confesores reales, predicadores de corte 0 nuncios papales— estaban destinados a disfrutar de un especial grado de influencia, y no era fécil im- peditles que dijesen lo que pensaban, o que sitviesen de conduc- to para intereses deterninados. Bl confesor de Felipe IV, fray Antonio de Sotomayor, por ejemplo, parece que utiliz6 su infuen- cia para bloquear las medidas que hubiesen facilitado la entrada de los judios en la Peninsula; ® y el nuncio papal, el cardenal ‘Monti, cabildes insistentemente y con éxito en el gabinete real para desbaratar los planes de Olivares, que queria recortar los 38, Querede, Como bu de ser el priado, en Obras completa, p. 396, acto I, 99. Grillon, TEL, p. 61 (Richeliew al cardenel de La Valette, 11-11-1628). 100. José Espinosa Rodeiguez, Fray Antonio de Sotomasor 9 su corres: pondencia con Felipe IV, Vigo, 1844, pp. 3536. 80 RICHELIEU Y OLIVARES poderes de la Iglesia en Espafia.!™ De forma semejante, no todos los confesores jesuitas de Luis se mostraron propicios a la ditec cién de Richelieu, como pone clatamente de manifiesto la dimi- sida del padre Caussin en diciembre de 1637, a causa de sus abiertos comentarios sobre los horrores de Ja guerra y las alian- zas con protestantes."® Ninguno de los dos ministros pudo, por tanto, considerarse absolutamente seguro, y cada uno de ellos sintié palpablemente el aislamiento de su expuesta posicién, Por una parte, los dos hombres se enfrentaban con el odio de sus enemigos, ya fuese en- cubierto © descarado, y con Ia hostilidad de Ja opinién péblica, que parecia ineapaz de apreciar los ideales por Jos que luchaban. Por otra, se encontraban con repentinos cambios de caricter de sus sefiores, que podian presagiar alguna violenta tormenta. Am- bos reyes podian, si lo deseaban, ser excepcionalmente tercos. «No ha nacido jamés de cuantos hombres yo conozco —escribié Olivares— persona tan imposible de mover como ‘el rey.» ™ Los dos metros del estudio de Luis dieton a Richeliea més proble- mas que toda Europa junta, y se podia considezar satisfecho si el rey aceptaba dos de cada cuatro propuestas que le hacfa® «Si yo dijese 2 Vuestra Sefiorfa, sefior mio —escribié Olivares al marqués de Aytona—, qué cosas y qué negocios y de qué cali- dad ¢ importancia ha resuelto Su Majestad contra mi patecer (a mi juicio bien fundado), porque al consejo le parecié otra cosa, se harfa cruces Vuestra Sefioria.» Ambos ministros podfan estar exagerando para imptesionar, pero hubo muchas ocasiones en que se consideraron faltos de cre- dibilidad, incomprendidos y angustiosamente solos en el mundo. 101 Quintin Aldea Vaquero, Iglesia y estado en la Espatia del sie glo XVI, Comilles, 1961, pp. 43. 102, Orcibal, Les origines du jansénisme, op. cit, Tl, pp. 560-561; Avenel, V, pp. 811-814, 103. Me, TL, p, 48 (Olivares al conde de Castro, 13-VIII.1629), 104. Aubery, Histoire du cardinal duc de Richelieu, op. cit, p. 389. 16240 Gallon, IV, p. 549 Richeliew al cardenal de Berl, agorto de 106, ADM, legrjo 79, Olivares a Aytons, 24.V-1631. SBSORES ¥ CRIADOS 81 «Un hombre solo —esctibe Richelieu a Luis— no puede hacerlo todo.» # «Sefior, no puedo hacer més, estoy solo», esctibe Oliva- res a Felipe."® Cada uno luché por esteblecer y mantener un verdadero trabajo en equipo con su sefior, en el que se diesen mu- tuamente asistencia y apoyo. Sorprendentemente, legs a conse- aguizse este trabajo en equipo, y con él, una relacién que fue més allé de una estima metamente formal. Pero esta colaboracién, por su propia naturaleza, se catacterizeba por une constante tensién y por incertidumbres diarias. Vivir como estadista, segtin Riche- lieu, era estar condenado a una eterna tortura. «Todo es tra- Bajos», se quejaba Olivares cuando se fatigaba después de lar- gas horas de su intetminable dia de trabajo! El cardenal y el conde-dugue se exigian mucho a sf mismos y @ sus monatcas; y serfa dificil decir, al contemplar esos dieciocho o veinte afios de colaboracidn entre los dos reyes y sus ministros, quiénes eran los sefiores y quignes los criadas, 107, Grillon, 11, p. 664 (Memorial para el rey, 23°X1-1627). 108. AGS, Estado, Iegajo 2.656, voto de Olivares, 2X-1635, 109. Tp, . 296, 110, ADM, legajo 73, Olivares « Aytone, 19-1X1627. 3. RESTAURACION Y REFORMA La Europa en Ja que Olivares y Richelieu Hegaron al poder a comienzos de la década de 1620 era un continente revuelto, En- tre 1618 y 1621 la paz tan precariamente conseguida en los pri- meros afios de a centuria se vino abajo con impresionante tapi- dez, Cuando legaron 2 Paris noticias de Ja defenestracién de Praga a comienzos del verano de 1618, Luynes inquirié si Bohe- mia tenfa costa! Su ignorancia serfa pronto despejada, La rebe- Jién de Bohemia, seguida en 1620 por la revuelta de la Valtelina contra sus dominadores los protestantes grisones, y Ja expiracién en 1621 de la tregua de los Doce Afios entre Espafia y las Pro- vincias Unidas, sefalaron el inicio de un cataclismo europeo en el que se verian envueltos, uno tras otto, todos los estados. Puysieulx, quien en efecto asumi6 Ia responsabilidad de la direccién de los asuntos exteriores en Francia después de la di- misign de Richelieu en 1617, profetiz6 que si la zevuelta de Bo- hhemia no se apagoba pronto, Ievarfa a una guerra general euto- pea que serfa al mismo tiempo una guetra «de religién y de es- tado»? Eta mejor profeta que politico. Fue la combinacién de 1, eLo inepto que ere este hombre a pesar de lo que el rey confiaba en 4 puede demostrarse por lo siguiente: cuindo se plants la exesion de wn asunto en Bohemia, pregunt6 si era un pais interior o si daba al mar» The autobiography of Edward, lord Herbert of Cherbury, ed. Sidney W. Lee, ‘Londres, 1886, pp. 104105. Herbert debié ofr Ia historia’ pocos meses des- ‘pués, cuando ilegs a Pat's como embajador de Jacobo I. 2. VictorL. Tapié, La politique ttrangere de la France et le début de Ta guerre de Trente Ans, 1616-1621, Paris, 1934, p. 239. RESTAURACION Y REFORMA 83 cuestiones politicas y religiosas que se zepitieron en todo el con- tinente, y que se produjeron entre los estados y dentro de ellos To que hizo tan insoluble la crisis de 1618-1621, Se trataba, no s6lo de un enfrentamiento entre catélicos y protestantes, 2 nivel nacional e internacional, sino también entte el poder monétquico y Ja oposicién aristocrdtica y.constitucional. En un panfleto pu- blicado en 1617 Rickelien alegaba que eran los protestantes, no los catélicos, los que amenazaban la antoridad de los reyes’ La rebelién de Bohemia parecié confirmérselo. También lo hizo la in- tranquilidad en Béarn, una Bohemia en miniatura, donde Luis XII ordené Ja restitucién de toda la propiedad de la Iglesia en 1617, ‘Los estados provincisles reaccionaron fuertemente contra un edic- to al que consideraban como una amenaza de sus libertades y de su seligién.t Por todas partes, la combinacién de un protestantis- mo radical con las asambleas representativas parecia asegurar el surgimiento de disturbios politicos. Francia y Espafia, como las dos monarquias catélicas més im- portantes de Europe, estaban, pues, destinadas a sentir cierto temor por Ia difusién de una revuelta de inspiraci6n protestante por los territorios del Sacto Imperio Romano. Sin embargo, los acontecimientos en el imperio afectaban a Francia més fntima- mente que a Espafia, no s6lo por Ia proximidad geogrifica, sino porque se parecian més a lo que estaba ocurriéadole dentro de sus fronteras. La misma combinaciéa de fuetzas se estaba produ- ciendo en Francia y en el imperio, aunque constitucionalmente la posicién del ey de Francia era incomparablemente més fuerte ue la del emperador. De las provincias francesas, sélo Béarn Navazre posefan un estatuto de autonomia en cierta forma pare- ido al modelo bohemio; y en 1620, cuando el emperador Fer- nando I estaba reduciendo por la fuerza a Bohemia, Luis XIE dirigié su ejército a Béarn, y culminé su expedicién anunciando la incorporacién formal de Béatn y de Navatre al reino de Francia. 3. Ibid, p. 417. 4, Sobre Béarn, véase Lublinskaya, French absolutism, op. ct, pp. 170- 173, y Tapié, La politique étrangire, op. cit., pp. 235-238. 84 RICHELIEU ¥ OLIVARES Sin embargo, Ja autotidad efectiva de Luis, distinta de su autoridad nominal sobre su reino, fue severamente restringida en los primeros affos de su reinado, Se le complies Ia vida a causa de la divisién de Francia en pays d’élections y pays détats, ya ue en estos tltimos Ja supervivencia de los estacos provinciales ponta trabas a los poderes fiscales de 1a corona’ Pero la Francia borb6nica era una sociedad corporativa, en Ia que siempre exis- tfa la posibilidad de que un gobernante habilidoso enfrentase vuna corporacién o a una institucién administrativa contra otra: estados contra parlamentos, y parlamentos contra gobernadores provinciales.© Aunque siempre era dificil para un gobierno-regen- cia mantener la autoridad, ninguna administracién en Francia desde 1610 habfa sobresalido por su hebilidad politica, y la con- secuencia de ello era evidente en todas partes. Las actividades de una aristocracia ambiciosa ¢ indisciplinada; el grado de inde- pendencia disfrutado por los gobernadores provinciales y por una clase que detentaba los cargos y que los debfa mds a la compra ue a la concesi6n real; y 1a presencia de una minotia protestante attincherada especialmente en el oeste y en el sur, todo ello coad- yuvé entre los afios 1610 y 1620 a subvertir Ja autotidad real, El desastze pudo evitarse temporalmente cuando el ejétcito real derrots a la faccién de Ia reina made en la batalla de Ponts-de- Cé; pero en cualquier momento una nueva alianza de los elemen- tos disidentes podia sumir al pafs en el caos, Los peligros internos tenfan también una dimensién externa, pues habia estrechos lazos entre los holandeses, los principes cal. vinistas alemanes y los hugonotes, los cuales esperaban de sus amigos extranjeros ayuda militar y financiers. La derrota de Ja scbelién calvinista en el imperio redundaria, pues, en beneficio interno de Luis. Sin embargo, constitufa una tradicién de la poli tica exterior francesa proteger las libertades de los principes 5. Pasa un exhausvo tatamiento de ls sumbleas province y eta dos, vésse J. Russell Major, Representative government in early modern Pravee, pier HliversLondres, 1980. aie mode 3» Para los gobernadotes, véase Robert R. Harding, Anatomy of po- twer lite. The provinil governors i early modern France, Nest Haven, Londkes, 1978. ° ™ RESTAURAGION ¥ REFORMA 85 alemanes, Jo mismo satélicos que protestantes, contra el poder de los Habsburgos; y aunque los recientes matrimonios reales habfan impulsado el scercamiento entre Francia y Espafia, el de- seo de Francia de que terminase la revuelta en el imperio se ha- Haba compensado por el temor de que su supresién hiciese a la casa de Austria excesivamente poderosa. Entre 1618 y 1621, el principal objetivo de la politica exterior de Francia fue, por tan- to, conseguir una padficacién general en el imperio antes de.que Tas cosas se escapasen de las manos. No obstante, Ia inseguridad de propésitos, a escasez de dinero’ y las repetidas crisis domés- ticas, hicieron que no pudiese seguir realmente una politica de intervencién o de no intervencién, e hiciese lo peor en cada caso,” La intervencién en los asuntos del impetio planteé también problemas pata Espafa, pero de una clase diferente. En compara- cién con Francia, la monarquia espafiola posefa un alto grado de estabilidad. La intensidad del control zeal efectivo variaba mucho de un reino 0 provinda a otro, pero incluso en aquellas partes de Ja monarquia donde sobrevivia més fuertemente el constituciona- lismo —Catalufia, por ejemplo, o las provincias vascongadas— no habia minorfas protestantes para ayudar y sostener a los disi- dentes politicos. No habfa estallado ninguna revuelta en Castilla, el corazén de Ja monarquia, desde hacfa un siglo, y los grandes atistécratas castellanos, contenidos por una burocracia real muy desarrollada, tenfan que buscar el poder mediante Ja intriga pala- ciega o mediante Ja obtencién de puestos en el Consejo de Estado. Los veinte afios de preeminencia del duque de Lerma como valido de Felipe III significaron un debilitamiento de Ia monar- qufa fuertemente personalizada establecida por Felipe TI, y la toma de Je corona y, en menor grado, del sistema gubernamen- tal por una podetosa faccién aristocrética. Letma siguié las Lineas tradicionales de la politica de los Habsburgo espafioles —la defen- sa de la fe y Ia conservacién de una monargufa universal que ya empezabe a parecer demasiado extensa—, pero debido a su pro- 7. Tapid, Le politigee érangire de ta France, op. cit, examina al deta- Ie los dilemas y tos farasos de la politica extetior francesa durante e308 sos. 86 RICHELIEU Y OLIVARES pia inclinecién y a las circunstancias habia tenido que buscar la paz con Inglaterra y firmar una tregua con los rebeldes holan- deses. Sin embargo, en el momento de su cafda en 1618, su pru- dencia estaba siendo tachada de pusilenimidad, y el Consejo de Estado se encontré con Ia intensa presién de los virreyes espa- oles en Italia y de sus embajadores en las capitales més impor tantes de Europa, que mantenfan con vigor la necesidad de de- fender Io que estimaban como vitales intereses de la monarquia. Los activistas alegaban que esos intereses serfan mejor de- fendidos con el decidido apoyo espafiol a la rama austtiaca de Jos Habsburgo en su lucha contea Ja herejfa y la rebelidn, y con Ja reanudacién de la guetta con los holandeses, que habfan apro- vechado Ia tregua pata entrometerse en los tettitorios ultrama- tinos del tey, socavar la economfa castellana y alentat a los ene- migos de la case de Austria, Bajo la dizeccién de don Baltasar de Ziiiiga, con su larga experiencia en los asuntos de Europa central y del norte, el Consejo de Estado tomé una serie de de- cisiones entre 1618 y 1621 que eseguraron 1a implicacién activa de Espafia en Alemania, afirmaron su control sobre los cortedo- res militates que unian a Milén con Viena y Bruselas, y le deja- zon preparada en 1621 para reanudar las hostilidades con fos ho- Jandeses * Los grandes gastos militares y navales que se hicieron nece- sarios a causa de la vuelta de Espatia a In guetta en 1620-1621, Ilegaron en un momento delicado. Al igual que en Francia du. rante el petiodo de Ja regencia, les finanzas reales en Espaiia ha- bfan sido mal levades por una administeacién cotrupta e incom. 8. Sobre la politica exterior espaicls en los tkimos afos de Felipe HIT, véanse H.R. TrevorSoper, «Spain and Europe, 1598-1621», The new Came: Bridge modern bstory, vol. IV, Cambridge, 1970, cap. 9 Thay tad, cast, Barcelona, 1974]; Jonathan I. Tecael, The Dutch Republic and the Hispanic world, 1606-1661, Oxford, 1982, y los siguientes erfeulos de P. J. Bright vel: ‘¢The Spanish system and the Twelve Years’ truce, en English Histo. tied Review, n° 89 (1974), pp. 270292; The Spanish origin of the Thisty ‘Years! wars, en European Studies Review, n° 9 (1979), pp. 409-431; «Spain and Bohemia: The decision to intervene, 1619>, y «Spnia, Bobetia and Europe, 16191621», en European Studies Review, n> 12 (1982), pp. 117- Wt y 571399. RESFAURACION Y REFORMA 87 petente, y Ia corona babia contrafdo enormes deudas. Ahora se necesitaba urgentemente més dinero, y precisamente cuando las remesas de plata procedentes de América habfan remitido drésti- camente, La penutia debfa solucionarse con Jos impuestos, y eo significaba en primer ingar Ja presin fiscal sobte Castilla, el tra- dicional sostén de la corona. Pero las Cortes de Castilla, que es- taban comenzando a mostrar una nueva vitalidad en los dltimos afios de Felipe 111, podian con razén quejarse de que el pals no estaba en condiciones de pagar més impuestos. La competencia de mercancias extranjeras més baratas durante los afios de paz, habfan minado aun mis la ya debilitada economia; y Ja gran cpi- demia al doblar el siglo habia reducido Ja poblacién de Castilla en aproximadamente medio milléa de habitantes, dejéndola en un, total de alzededor de seis millones, cifra muy escasa en compata- cién con los dieciséis millones de Francia. La presién fue por tan- to creciendo en Castilla para que se consiguiese més ayuda finan- ciera de otras partes de la monarquia: de los virreinatos italia- nos de Napoles y Sidlia, y de los diversos reinos y provincias no castellanos de Ja Peninsula Tbérica: Portugel, las provincias vvascongadas, Navarra, Aragén, Valencia y Cataluéa. Pero todos ellos conservaban sus propias leyes tradicionales y sus asambleas reptesentativas, de tal forma que cualquier intento de obtener ma- yor contribucién financera y militar podia levar al estallido de un conflicto constitucional? Tanto en Francia como en Espafia en la década de 1620, la guerra iba a ser el precipitante del cambio. En ambos paises, la guerra agravé viejos problemas —especialmente los problemas financieros— y creé nuevas necesidades agobiantes. Los ministe- rios de Richelicu y Olivares no pueden ser abstrafdos del contex- to de la guerra: una guerza europea en la que Espafia era ya una activa participante cuzndo Olivares llegé al poder, y —en Fran- 9. Sobre as presions que sugieron en Espaia a fnales del senado do Felipe TI, véase J. HL. Elliot, The revole of the Catalans, Cambridge, 1963, reimpresiin 1984, yp. 182193 [hay tad, cast, La rebelién de los ca talanes (198-1640), Madid, 1977). 88 RICHELIEU Y OLIVARES cia— una guerra civil ademés, desde el momento en que Luis XIIZ traté de reconquistar importantes tetritotios de su propio reino a Jos hugonotes y a los nobles disidentes, La sombra de la guerra oscurecié totalmente el escenatio al ue los dos ministros pintaban con los colores més sombrios. «El presente estado en que se hallan [estos reinos] ... por nuestros pecados es por ventura el peor en que se han visto jamés», es- ctibié Olivares en su Gran Memotial para Felipe IV en 1624 Puedo decir verdadetamente —escribié Richelieu en e! Tes- tament politique sobre la sitvacién que encontré en Francia aquel mismo afio— que los hugonotes compartian el estado con [Su Majestad], que los grands se comaportaban como si no fue- sen sus sibditos, y los gobernadores de las provincias como si fucsen poderes soberanos.!" Leos politicos reformistes tienen una tendencia natural a des- ctibir el escenario al Megar al poder como de una profunda os- curided y confusién, Richeliea y Olivares habjan heredado desde luego enormes problemas, tanto en el interior como en el exte- rior, pero si eran prisioneros del pasado inmediato, también eran —y mucho més de lo que nunca serfan capaces de admitir— sus beneficiarios. Llegaron al poder en un momento en el que se esperaba, y se pedia, una accién decisiva por parte de un ex: tenso sector de opinién informada y desinformada, en unas s0- cledades en donde la idea de «reformay estaba ganando puestos. En los wimos afios de Felipe IIT, los ministros estaben inten. tando responder en Espafia, por supuesto de forma poco adecua: dls, a una aspiracién general de reformacién de las costumbres sociales, del sistema de impuestos, de Ja administractén real, y de casi todo Io que pudiese reformarse:? En Francia ni siquicra 10. Me, I, p52. Dike: Pit eon, 1 ese J, H, Eliott, ¢El programa de Olivares y Yes movimientos de AO», Historia de Espata Ramdn Menbrder Pid, SON, Made 1982, especialmente pp. 335342, y «Selfperception and dedine in early seven. teenthcentuty Spainv, en Pest and Present, n? 74 (1977), pp. ALL. RESTAURACION ¥ REFORMA 89 la église prétendue riformée habia conseguido dar mela fama a la palabra réformatios.” La sociedad francesa de comienzos del siglo xvit estaba siendo barrida por las mismas corzientes pode- rosas que preconizaban una reforma interna de Ja Iglesia catélica que habfan barrido Espafe una generacién antes." Ello fue sufi- ciente para crear un dima de opinién que abraz6 ansiosamente la idea de reforma y Ia extendié instintivamente a Ia vida civil. La reforma no excluyé, en Ia prictiea, los cambios innovado- res. Sin embargo, en sociedades que tendfan todavia a mirar con recelo cualquier idea de novedad, los programas de accién se concebfan y se presentaban I6picamente como programas de tes- tauracién y de reforma. Richelieu y Olivares, para los cuales la autoridad real era capital, comparaban esa autoridad en sus pro- pios dfas con Jo que habia sido en el pasado, y 1a encontraron bastante precaria. Su misién era la de restablecerla, restauratla en Espatia segtin lo que habfa sido en los dias de Felipe II o de Fer- nando el Catdlico, y en Francia segéin lo que habfa sido antes de que las guerras de reigién provocaran su cafda. Gualquier inno- vacién que pudiese estar relacionada con la consecucién de esto era considerada como una necesidad incidental. Cuando Olivares fue interpelado por esta cuestién de la innovacién, tuvo ripide- mente una respuesta: «Si al mal envejecido-no se hublere de po- ner remedio, ya Vuestra Sefioria ve qué seria de el mundo». El lenguaje de Espafia y de Francia continué siendo et del remedio, la teforma y le restantacién, como cuando Guez de Balzac des- cribe a Luis XIII en 1631 como «este réformateur tan necesa- 13. A pesar de la aftmacn de Thasu (Reson d'état et pensbe politi. que, 0p. city p, 383), de lo contratio, Véase, por ejemplo, el manifesto ti- fulado «La Reformation de Ja Frances en Le Mercure Francs, Patts, IX (1624), pp. 417-425, el cxal plantesba el propésito de , en Hisponis, n° 7 (1947), e Isael, The Dutch Republic, oo rene a oe ; ia de Olivares de Lépez Peteira se pone clarsm dle manifesto en una nota al xey de 25 de mayo de 16d (AGS, Eatsda, legajo 2.056) cuando Pereira estaba enfermo. ‘RESTAURACION ¥ REFORMA 7 Sin embargo, varias ciudades rchusaron firmemente aprobar las medidas financieres que no habfan sido objeto de discusién par- Jamentaria, y Olivares tuvo que convocar las Cortes de nuevo en el verano de 1623, después de haber asegurado su propio nom- bramiento como procu:ador por Madsid. Pronto quedé clato que hhabfa una fuerte oposicién a las cuestiones centrales del progra- ma de reforma, el proyecto sobre los bancos y la abolicién de Jos millones, y los intentos de Olivares de ganatse la voluntad-de Jos procutadores fracaiaron estzepitosamente. Las oligarqufas ut banas de Castilla tenfan sus propies prioridades en la reforma, y sus propios intezeses que proteger. Como resultado de ello, el programa comenzé a erosionarse y se perdié el impetu refor- mista® ‘Las consecuencias ce este conilicto entre’ la corona y las cortes a comienzos de la década de 1620 iban a reforzar los elementos sutoritatios ya inheren:es al programa de Olivares. Si Castilla se negaba a cooperar en su propia salvaci6n, él la salvaria a pesar de sf misma. Asi pues, toda la actuacién de su régimen se com- virtié cada vez més en intervencionista y dirigista, Al contemplar Jos éxitos de los holandeses, que se habjan clevado de la nada para enfrentarse con todo el poderfo de Ia monarquia espafiola, es- petaba conseguir un milagro parecido en Espatia con la iniciativa y la accién gubernamental. Desde el mismo comienzo de su mi- nisterio se obsesioné con la necesidad de hacer a Espafia més efi ‘carmente competitiva en un mundo donde la balanza de poderes, ‘estaba inclingndose en su contra; y considerd a la politica econé- mica —Ia promoci6n cel crecimiento nacional— como una parte integrante de sus planes para la restauracién del poder interna cional de Espafia. Cualquier programe para el revitalizamiento del poderfo espa- fiol estaba destinado a partir del carécter exclusivo, al- mismo 33. Sobre la reaceién del patricado urbano, vésse especialmente Ruiz ‘Martin, «La banca en Esjafia hasta 1782», loc cit. pp. 7496, Mis infor macién sobre el conflicto constitucional puede encontrarse en Jago, «Habs- bburg absolutism and the Cortes of Castles, art. cit., y Jean Vilar, «Formes cet tendances de Poppositian sous Olivares: Liséa y Viedma, defensor de Ta patrian, en Mélanges de la Casa de Velézquex, n° 7 (1971), pp. 263-294. 98 RICHELIEU ¥ OLIVARES tiempo global y fragmentado, de la monarqufa espafiola, «Un im- perio esparcido —eseribiS Giovanni Botero en su Razén de es- tado (1589)— es més débil que uno compacto, porque Ia dis- tancia entre las partes es siempre una fuente de debilidad.» * Esta embarazosa realidad dominé el pensamiento de Olivares, que extrajo de ella la conclusién ya esbozada por Botezo: que la ‘inicé forma de contrarrestar los efectos de Ja dispersién geogré- fica era la de organizar una aynda mutua en momentos de nece- sidad individual, y la de mantener comunicaciones eficaces me- diante el poderio naval. El asunto no se le escapé a Richelieu, quien comenta en el Testament politique que la sepazacién de las partes constitayentes de Ia monarquia espafiola hacfa tan dificil la comunicacién entre ellas que Ja tnica esperanza de Espatia eta Ja de mantener importantes flotas en el Atléatico y en el Medi- terrdneo. Afiadia con una cierta complacencia que «la providencia de Dios, que desea mantener el equilibrio en todas partes, ha hecho que Francia, en virtud de su posicién geogréfica, separase los estados de Espafia y los debilitase mediante su divisiéan® Un programa de reconstrucciéa naval estaba ya en marcha antes del acceso de Felipe IV, y una comisién especial de asun- tos navales, le Junta de Armadas, fue teavivada bajo la presi- dencia de Olivares en enero de 1622: El compromiso contrafdo por el nuevo régimen para reforzar Ia flota se simbolizé en la vi- sita del rey y de su ministro a los puertos de Andalucia en 1624, y Olivares hizo de la destinacién de fondos regulares para ef mantenimiento de escuadras navales una de sus primeras ptioti- dades® Los planes para la revitelizacién naval de Espafia, como 34. Giovanni Botero, Reston of stat, trad, inglesay ed, Waley, Londres, 1956, . 11 (bro I, cap. 7). 35. Tp, pp. 407-408 36. Véinse 1. A. A. Thompson, War and government in Habsburg Spain, 136041620, Londres, 1976, pp. 198200 [hay tad. eat: Guerra y decaden- ia, Gobierno y adminisircciin en la Espasa de los Austrias, 13601620, Catca, Barolona, 1981], ¢ Israel, The Dutch Republic, op. lt, p. 43. 37.) C, Fesndndez Duro, Armade espafola, desde la unin dé lor reinos de Castilla y Aragén, 9 vols, Madrid, 1895-903, 1V, p. 10. 38, Véase la carta del rey a las cudades de octubre de 1622, Gonsélez Palencia, Junta de Reformacion, p. 408, RESTAURAGION Y REFORMA 9 Jos de reorganizaci6n del sistema militar de Castilla, formaban patte de un programa extraordinariamente ambicioso destinado a movilizar los recursos de Ia monanqufa més eficazmente y con- seguir un alto grado dz unidad y de cooperacién entre las dife- rentes partes que la componfan. Este programa fue conocide como Ja Unién de Armas. ‘La perfecta consciencia de Olivares de Ja debilidad militar y financiera de la monarqufa espafiols asi constituida fue 1a que ins- pird el més radical de todos sus programas reformistas, y el que al final iba a ser su perdicién. La Unién de Armas era un intento de dar forma institucional a la ayuda mutua que Botero consi deraba esencial para Ja supervivencia de un «imperio esparcido», El proyecto preparado por Olivares en 1625 estaba basado en un sistema de cuota mediante el cual todas las provincias de In mo- nargufa, desde Flandes a Per, contribuirfan con un mimeo jo de hombres pagados, dentro de un total de 140.000, en el caso de que alguno de ellos fuese atacado.” Ademés de sus ventajas nilitares, el proyecto servitia también para promocionar Ia aspi- racién més deseada de Olivares: la verdadera unificacién de la monarquia, comenzando por la misma Peninsula Ibérica. Su ob- jeto, en palabras de su Gran Memorial de 1624, era que Felipe no fuese ya solamente «zey de Portugal, Aragén y Valencia, y conde de Barcelona», sino que se convirtiese en atey de Espaiiay.* La unidad concebida como uniformidad iba a ser Ja respuesta del conde-duque al problema, profundamente arraigado, de la di- versidad de le monarqufa hispdnica, El reforzamiento de la auto- ridad real mediante la represién de las turbulentas asambleas re- presentativas, y la abolicién de los odiosos derechos y privilegios provinciales, Te parecia esencial para la supervivencia de la mo- nargufa en un mundo hostil donde no podia petmitirse més el Iujo del constitucionaliano, ya que representaba un obstéculo para la disciplina y el gobierno eficaz. Sin embargo, no podia esperar 39. Mo, , doe. TX, para su documento sobre el tema, con un estudio prelininar. También, Eliot, Le rebelitn de los cetelaes, op. cit, pp. 220- be. 40. Me, 1, p. 96. 100 RICHELIEU ¥ OLIVARES se que reinos como Aragén y Valencia aceptasen el sactifcio de sus atesoradas libertades sin alguna compensacién en forma de nuevas oportunidades. Ast pues, concibié una monarquia verda- deramente integrada, en Ja que se abolisian los puertos secos, se uniformarfan las leyes y se otorgarian los oficios por méritos sin tener en cuenta 1a provincia de origen. Despreciaba Ia lase de sentimientos que enfrentaba a una provincia con otra. «No soy yo nacional —le gustaba decit—, que es cosa de muchachos.» # En su monarquia el rey seria el foco de lealtad, y las atistocra- cias provinciales unides por via de una politica mattimonial cons- tisuisian una nobleza de servicio motivada Unicamente por su sentido del deber hacia Ia corons. Al intentar establecer la cohesién en Ia monarquta hispénica, cl conde-duque estaba asiendo un problema de un orden muy dis- tinto de magnitud del que tenfa Richelieu. A pesar de la perma- nente vitalidad de sus provincias y de Ja supervivencia de tribu- rales soberanos y estados provinciales, Francia, en comparacién con la monarquia hispénica, era por el siglo xvir un estado terti- torial ielativamente compacto y uniticado, Felipe IV podia no ser tey de Espaia, pero nadie cuestionaba que, en Io que con- cemfa a los derechos provinciales, Luis XIII era, por supuesto, rey de Francia. Los problemas de los Habsburgo espafioles eran mucho més parecidos a los de sus primos austrfacos, que gober- aben también sobre reinos y provincias dispersos, y que inten- ‘aban asimismo unitlos en alguna forma de comunidad suprana- ional, con la persona del emperador como foco de lealtad.” EL triunfo en Ja Europa moderna de la nacidn-estado compacta y uni ficada no debe ocultarnos Ja existencia de estas entidades polti- cas mayores, que no estaban destinadas a extinguitse, pero que dependian para su supervivencia de Ja capacidad de sus gober~ antes para formular una gama de respuestas diferentes, como aquellas que Olivares estaba buscando en Ja década de 1620. 41. BNM, ms. 1.630, f. 186 v, Olivares al marqués de Torrecuso, 41- 1640. Observaciones similares aparecen en toda su correspondencia, 42. Para este proceso, vésse en particular R. J. W. Evans, The making of the Habsburg monarchy, 1550-1700, Oxford, 1973, RESTAURACION ¥ REFORMA 101 ‘Ast pues, los comienzos de la década de 1620 se nos aparecen como un petiodo de impottantes iniciativas polfticas, y Olivares como un gran ministro reformista, aunque s6lo en términos de intencionalidad ya que no de culminacién, Al contemplatlo con todo su afén reformador, nos resulta dificil recordar que este fue también el hombre que dijo una vez que «son muchas las cosas que fuera mejor no ser como son, pero mudatlas serfa peor». Pero la situaciéa de Espaiia, como él Ja veia, era tan grave, que realmente a0 podia esroger. A su juicio, la supervivencia depen- dia de Ia reforma. Frente a Olivares, visionario de imposibles proyectos de gran- diosas reformas, Richelieu suele ser presentado como un hombre de moderacién, como un frio pragmatico calculador. Pero esto es ignorar al Richelieu de mediados de la década de 1620, reforma- dor tan comprometide por todos los conceptos como su colega espafiol. Su affn reformador iba tealmente a extenderse més que el de Olivares, pues su condicién de hombre de la Iglesia le im- plicé personalmente en el movimiento de reforma religiosa que corre paralelo al de le reforma del estado. El compromiso de Luis XIII con el ideal de una reforma mondstica general, y !a in- capacidad del cardenal La Rochefoucauld como visitador apostéli- co para avanzar més en su misién reformadora, dio oportunidad para una intervencién personal, que Richelieu, en su celo por la disciplina y el orden, encontré irresistible. Nombrado .coadjutor de la abadia de Chany en 1627, y mas tarde abad en 1629, se cermbareé en un ambicioso proyecto para Ja unién en un simple ‘cuerpo de todas las congregaciones benedictinas de Francia, co- menzando con las grandes casas de Cluny y SaintMaur. En 1635, Jos cistercienses y premonstratienses cayeron también bajo su te- alas pero, a pesar de asta acumulacién de poder iba a encontrar tan frustrante la tarea de Ia reforma de los monasterios como la del estado: Enfrentado por una parte con la resistencia de los monjes, y por la otza con las sospechas de Roma, s6lo consiguié Gxitos temporales y limitados. En la Iglesia, como en el estado, su muerte iba a ser Is sefial de una poderosa reaccién en forma 43, Vésse més arriba, p. 38. 102 RICHELIEU ¥ OLIVARES de una virtual insurreccién mondstica, una Fronda de los monjes paralela a las Frondas de los patlamentatios y de los principes. La violencia de la reaccidn que sacudié a Francia en Ja década de 1640 refleja la fuerza de los sentimientos despertados durante casi dos décadas de gobierno intervencionista, en nombre de la disciplina, el orden y Ja reforma, Sin embargo, a comienzos de la década de 1620 no existfan dudas sobre la fuerza del fmpetu te- formador en Francia, asf como en Espafia. De la misma forma que les Cortes de Castilla habfan encabezado el movimiento de re- forma en los afios inmediatamente anteriores a la elevacién al po- dex de Olivares, también los Estados Genetales franceses de 1614, en los que Richelieu haba participado, hicieron aprobar proyec- tos de reforma general: moral, econémica, administrativa y finan- ciera® La mayor parte de su programa habfa sido incluida de he- cho en un edicto de 1618, pero éte nunca habia pasado por el parlamento y segufa siendo letra muerta. El conficto civil y re- ligioso durante los regimenes de Concini y de Luynes hizo que el ‘momento fuese poco provicio para las reformas. Pero Richeliew compartia Ja creencia de Olivares de que Jas ventajas politicas se consegufan capitalizando el deseo difundido de una reforma general del estado, En realidad, su inmediato predecesor, La Vieu- ville, como surintendant des finances en 1623-1624, se habia ya embarcado en un ambicioso programa de reduecién financjera tal ‘como pedian los reformadotes, y consigui6, con la ayuda de una ueva paz con los hugonotes en octubre de 1622, reducir de for- ‘ma impresionante los gastos reales durante los diecinueve meses que permanecié en el cargo.” Sin embargo, Richelieu y los que Ie apoyaban consideraron oportuno ignorat los éxitos de La Vieu- ville y prefitieron sefalar sus fracasos. 44, Sobte el movimiento de reforma monéstica, véanse Lekai, Cistercian strict obseroance, op. cit, y Dom Pal Denis, Le’ cardinal de Richeliew et Ta réforme des monasteres bénédictins, Patis, 1913. 49, Véanse J. Michael Hayden, France and the Estates General of 1614, Cambridge, 1974, pp. 209215, y R. J. Bonney, The King’s debts. Finance ‘and politics in France, 15891661, Oxford, 1981, pp. 79.84. 46, Hayden, France and the Estates General, op. cit, p. 215. 41, Bonney, The King's debts, op. cit, pp. 11011. RESTAURACION ¥ REFORMA. 103 ‘Al igual que Jos reformadores en Espatia, recussieron a la ima- ‘gen médica para fomentar su causa. Frangois de Fancan, que en- 186 al servicio de Richelieu como publicista en 1617, atacé a Jos Brillarts y La Vieuville en un panfleto dramfticamente titula- do Dialogue de la. France mourante.® La caida de Viewville en 1624 fue seguida por le aparicién de un panfleto andnimo llamado La France en convalescence,® que daba a entender que Lois XIII, al cesar a La Vieuville y depositar Ia administracién en manos ids capaces, habfa puesto a Francia en el camino de Ja recupera- cién. Después de pedir la persecucién de La Vieuville, de una for- ma que recordaba la cimpafia contra los ministros caidos de Fe- lipe TIL en Espaia, el panfleto urgia a Luis XIII a adoptar las zeformas financieras solicitadas por los Estados Generales de 1614: Ja creacién de una chambre de justice para investigar las act dades de los financieros; el nombramiento de jueces con las ma- nos limpias; Ja abolicién de Ja venta de oficios; y Ja recuperacién, de las rentas reales enajenadas. Richelieu no era sordo a estas peticiones, que pudo haber in- cluso inspirado.” La Viewville fue perseguido y encarcelado, y se establecié une chambre de justice. Como Olivares, Richeliew de- dicé mucho tiempo y energias en los primetos afios de su minis- terio a revisar la administracién de las finanzas reales." Se intro- dujo un sistema colegiado de control financiero, con 4 mismo ala cabeza; pero en la prictica Michel de Marillac era quien efec- tivamente estaba a cargo de las finanzas hasta su nombramiento como guardién del sello en 1626, ea que fue reemplazado por el més capaz surintendant des finances, y uno de los preferidos de Richelieu, el marqués d’Effiat, Sin embargo, en sus intentos de reforma fiscal, Richelieu tro- ead con Ia misma clase de dificultades que Olivares, Resultaba més f4cil iniciar una campafia contra los banqueros de Ja corona que prescindir de sus servicios. #1 no tenfa el problema de Oliva- 48, Fagnies, «L'opinion publigue...», art. ct, p. 367. 49, Le Mercure Francis, Pasis, X (1625), pp. 678-694. 50." Deloche, Autour de la plume, op. cit, p- 240. 5A. Bonney, The King’s debes, op. cit, pp. 115421. 104 RICHELIEU ¥ OLIVARES res de intentar extraer las rentas reales de las garras de los cextranjeros, ya que la mayor parte de los banqueros de la corona francesa, a diferencia de los de Ia espafiola, eran por entonces de origen nativo.* Pero estuvo a lo largo de toda su carrera profundamente preocupado por el dominio que efercfan. Bran, como decfa en su Testament politique,

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