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esquema binario (dialéctico), la oposicién «capital-trabajo» y «bur- guesia-proletariado», que conllevaba a su vez la oposicién «benefi- cio-salario», Esta polaridad permitia comprender formalmente el movimiento conflictivo y en consecuencia formularlo inteligible- menie, pero suponia a su vez la desaparicién del tercer término procedente de la historia: !a tierra, la clase de los terratenientes, las rentas fundiarias y la agricultura como tal. De un modo mas gene- ral, el protagonismo otorgado a una oposicién binaria de caracter conflictivo (dialéctico) presuponia la subordinacién de Io histérico a lo econémico, realidad y concepto, y en consecuencia la disolu- cién o absorcién por lo econémico como tal de miltiples formacio- nes —la ciudad, entre otras— heredadas de la historia; por tanto, anteriores al capitalismo. En dicho esquema, el espacio de la prac- tica social pasa desapercibido; el tiempo sdlo tienc un papel secun- dario; el propio esquema se situa en un espacio mental abstracto. El tiempo se reduce a la medida del trabajo social. Ahora bien, Marx no pudo dejar de apreciar rapidamente las resistencias de un esquema tan reductor (que muchos «marxis- tas» y la totalidad de los dogmiticos han retenido y agravado en vez de aliviarlo)." ;De donde provenia esta resistencia? De varios ladcs y en primer lugar de la realidad considerada: la tierra. A escala mundial, no desaparecia la propiedad del suelo ni remitia la importancia politica de los terratenientes ni los caracteres especificos de la produccién agricola. Y en consecuencia, al lado de los beneficios y de los salarios, seguian existiendo las rentas del suelo. Es mas, las cuestiones relativas a los recursos del subsuelo y de lo que queda por encima del suelo, hasta el espacio planeta- rio, no dejan de adquirir importancia. De ahi las singularidades de un «plan» tan dificil de reconstruir como el de El capital. Al final del trabajo reaparecen con mas fuerza las consideraciones relativas al suelo, a su propiedad, ala propiedad del subsuelo, de las minas, de las aguas, de los bosques; a la ganade- ria, a la edificacién, al dominio construido. Al mismo tiempo, la teoria de las rentas retoma una importancia sorprendente aunque quede inacabada. Finalmente, y sobre todo, Marx propuso un esquema trinitario, segiin el cual en el modo de produccién capita- lista y en la sociedad existian tres elementos y no dos, tres aspectos ‘© factores a considerar: la tierra (Madame la Terre), el Capital (Monsieur le Capital) y el trabajo (los Trabajadores). Dicho de otro impedido toda confron. “El destino del marxismo —quiéa pucde ignorarla hoy—h tacidn, todo debate c incluso cualquier didlogo relativoa los puntos neurdlgicos sefalados en fa teoria, Durante décadas, los esfuerzos levades a cabo en Francia, en Europa y en todo el mundo para resituar ly teoria abe la renta del suelo fueron aniquilados en nombre ale ese marxisina converticto en ideologia, un anstrumento politica ex manos del aparato, 359 modo, las rentas, el beneficio y el salario. ‘Tres términas cuyas rela- ciones deben ser reveladas y expuestas." Hay que insistir: tres tér- minos y no dos (el salario y el capital, la burguesfa y la clase obrera). La tierra no es sélo la agricultura, es también el subsuelo y sus recursos. Es el Estado-nacidn ligado a un territorio; es, pues, la politica absoluta y la estrategia politica. Es en ese momento cuando se interrumpe El capital, obra inaca- bada, Comenzamos a vislumbrar las razones por las que se deja sin concluir, entre las cuales las dolencias de Marx son sélo parcial- mente responsables. zCémo no regresar en la actualidad hacia esa obra ejemplar e inconclusa para interrogarla en vez de imponerla? Se hace preciso hoy en ia medida en que el capitalismo, y mas en general el creci- miento, no se ha mantenido sino extendiéndose por el espacio. entero: el suelo (absorbiendo la ciudad y la agricultura, como se podia prever desde el siglo x1x, y generando nuevos sectores como el ocio); el subswelo, es decir, los recursos ocultos en el fondo de los mares y las lierras, energias, materias primas; y por ultimo, lo que podria llamarse el sobre-suelo, esto es, los volimenes, las construc- ciones en altura, el espacio de las montarias y el de los planetas. El espacio, la tierra, el suelo no han desaparecido, absorbidos por la produccion industrial; todo lo contrario, una vez integrados al capi- talismo se afirman como elementos o funciones especificas de la expansion capitalista. Extensién activa que supone un salto ade- lante de las fuerzas productivas, de las nuevas modalidades de pro- duccién, pero en el marco de! modo y de las relaciones de produccién capitalista. Es decir, esta extension de la produccion y de las fuerzas productivas se acompaiia de una reproduccién de las relaciones de produccién en la cual la ocupacién entera del espacio preexistente y la produccidn de un nuevo espacio no pueden ser indiferentes. No sélo el capitalismo se aduefia del espacio preexistente, la Tierra, sino que tiende a producir el propio. Esto lo logra por y a través de la urbanizacién, bajo la presién del mercado mundial, a! amparo de la ley de lo reproducibie y de lo repetitivo, anulando las dife- rencias espacio-temporales, destruyendo la naturaleza y el tiempo natural, Habria que preguntarse si la fetichizacién de la esfera econémica en el mercado mundial y el espacio que determina, la politica levada a lo absoluto, no supone un riesgo evidente de destruccién de su propio fundamento —la tierra, el espacio, la ciudad y el campo— y, en consecuencia, el peligro de la autodes- el teste de Marx en EF Algunas nuevas contradicciones suscitadas por esta expansion del capitalismo en el espacio han dado lugar a representaciones pro- pagadas muy pronto. Esas representaciones desvian y contornean. los problemas (la problematica del espacio) enmascarando precisa- mente las contradicciones. Por ejemplo, la polucién. Siempre ha existido, pues los agrupamientos humanos, pueblos, ciudades, siem- pre han derramado en la naturaleza sus residuos y desechos. Pero, sin duda, la simbiosis entre la naturaleza y la sociedad (el intercam- bio de energias y materias) ha sido modificada y posiblemente que- brada, Esto es lo que expresa y disimula la palabra «polucién», que metamorfosea fendmenos familiares como las basuras domésticas y los humos, etc. En cuanto al entorno, se trata de la tipica metonimia: se pasa de la parte —fragmento del espacio mas o inenos ocupado por objetos ¥ signos, funciones y estructuras— al todo, vacio y defi- nido como «medio» neutro y pasivo. ;Entorno de quién y de qué? Esas son las cuestiones pertinentes que quedan sin responder. Nos ha parecido conveniente retomar aqui esas indicaciones que ya dimos antes en la medida en que un poco por todos lados se continua atribuyendo a las ideologias un origen y una potencia magicas. ;Cémo podria la ideologia burguesa, simple reflejo «espe- cular» de la realidad, reproducir esta realidad y sus relaciones de produccién? ;Velando las contradicciones? Si, ciertamente, pero también haciendo surgir la nacién y el nacionalismo con un efecto contra-especular. Sin necesidad de evocar la historia (la génesis de los Estados-nacién), la pseudo-teoria muestra su despropésito una vez se examina de cerca lo que pretende explicar. En la teoria trini- taria de Marx, la ideologia y la practica politica no se separan. El poder mantiene unidos y reproduce de forma separada (conjuncio- ines y disyunciones) la Tierra, el Trabajo y el Capital. En Marx la critica de la economia politica poseia un aleance y un sentido que el productivismo posterior dejé de lado. Era el con- cepto mismo de la economia politica, como saber, lo que enfocaba Marx. Esta ciencia se presentaba come coiocimiento de la produc- cién y de las fuerzas pruductivas, pero al expresarlo asi, al hacerlo asi, los economistas mistificaban a sus lectores y a si mismos. ;Qué es lo que describian? Las condiciones de la escasez y sus paliativos. Directa o indirectamente, con cinismo o hipocresia, predicaban el ascetismo. Mucho antes del siglo xvi, quiza en las profundidades del Medievo, quiz incluso antes, en tiempos del declive de Roma y del Judeo-cristianismo, la sociedad occidental prefirié acumular en vez de vivir, dando lugar a ese desgarro, a esa contradiccién entre el disfrute y el ahorro cuyo drama atenazaria a la sociedad desde entonces. Muchas siglos después de esta opcién fundamental, oculta en la noche de los tiempas, la economia politica racionalizé esta eleccién. La economia politica nacié como ciencia en el momento en que lo econémico pasé a un primer plano en la practica social: la acumulacién por y para el beneficio, para una acumulacin ampliada. iQuiénes eran, pues, los economistas segtin Marx? Los hombres de la penuria (relativa), de la transicién entre las carestias antiguas y la abundancia posible. studiaban las escaseces (relativas) y con- tribuian a la distribucién injusta de los «bienes». Su pseudo-ciencia, actividad ideolégica, contenia y envolvia una practica. Indicaban la escasez como tal, pero mas que su expresidn ellos eran la concien- cia concreta —aunque mal elaborada— de las insuficiencias de la produccién. La economia politica tenia ese sentido segun Marx; 0 mis bien, la economia era politica en ese sentido. Permitia a los hombres de Estado, al poder politico, repartir la privacién. Asi, las relaciones concretas de produccién dieron lugar a la distribucin, al consumo. Esta «distribucién» se llevé a. cabo bajo las mascaras de la libertad, la igualdad e incluso la fraternidad y la justicia. El dere- cho codificé las reglas. Summum ius summa iniuria. El derecho y la justicia organizaron la injusticia, y la igualdad encubrié la desigual- dad, cuya realidad no era menos flagrante pero si mas dificil de combatir Voluntariamente 0 no, conscientemente o no, los economistas perfeccionaron los efectos espontaneos, ciegos, de la ley del valor, a saber: la distribucién en un marco espacial (nacional), segan las necesidades de las diferentes ramas de la industria, de la fuerza de trabajo y de la capacidad productiva disponible en una sociedad determinada (la inglesa, la francesa), bajo el modo de produccién capitalista y del Estado que controlaba la produccién. Con este fin, los economistas construyeron un espacio o unos espacies abstrac- tos en los que situaron y propusieron sus.modelos de crecimiento «arménico». Lo que pretendia Bastiat, en la época de Marx, no era menos decepcionante. Nunca lograron pasar del espacio mental —de sus modelos— al espacio social. La gestién de la sociedad, ala que ellos prestaron una contribucién no despreciable durante largo tiempo, tendia de ese modo al crecimiento (a la acumulacién ampliada), pero lo hacia bajo el control de la burguesta, conservando las relaciones de produccién en lo esencial, y sobre todo haciendo aparecer como positivos y constructivos los aspectos negativos de la situacién. Durante todo ese periodo, no se hacia alusién a los «bienes naturales», a los «elementos» (agua, aire, luz, espacio) sino para excluirlos de la economia politica. Siendo abundantes, no tenian valor de cambio; su «uso» no comportaba valor: no eran fruto de un trabajo social, nadie los habia producido. 362 Ahora bien, gqué sucede después de este periodo? ;Qué ocurre en la actualidad? Bienes que antes eran escasos hoy han pasado a ser abundantes (relativamente) y viceversa. El valor de uso, larga- mente despreciado por el valor de cambio, ha sido trasladado pero, si se me permite decirlo, revalorizado. Antiguo simbolo del sus- tento en Europa, de las cosas practicas y del trabajo («danos el pan nuestro de cada dia», «ganards tu pan con el sudor de tu frente»), el pan ha perdido esa cualidad simbolica. En los grandes paises donde la agricultura se industrializa ha habido durante mucho tiempo sobreproduccién permanente, a veces oculta, a veces declarada: aprovisionamientos de cereales, restricciones subvencionadas o no de superficies productivas, etc. Pero esto no ha impedido en abso- luto los padecimientos de millones, de cientos de millones de seres. humanos que en los llamados paises subdesarrollados han sufrido las carencias alimentarias cuando no auténticas hambrunas. Otro tanto puede decirse de muchos objetos de uso corriente en los grandes paises industriales. Nadie ignora hoy que su obsolescencia esté programada, que el derroche tiene una funcién econémica, que la moda juega un papel considerable, como la cultura, en el consumo funcionalizado, estructurado como tal. Este desarrollo implica el crepisculo de la economia politica, que es reemplazada por los estudios de mercado, la mercadotecnia, la publicidad, la ulacién de las necesidades, las previsiones de inversién por parte de las consultoras, etc. La practica de la manipulacién (que concuerda demasiado bien con la propaganda politica) no tiene mds necesidad de la ciencia que de la ideologia. La manipulacién de la gente requiere mas informacién que conocimiento. Mediante un movimiento dialéctico, la nueva abundancia (rela- tiva) de los productos industriales en la llamada sociedad de con- sumo se acompafia de un fenémeno iuverso, las nuevas escaseces. Este movimiento dialéctico no ha sido casi analizado ni expuesto pues cuestiones como el ruido ambiental, la polucidn, el «entorno», los ecosistemas, la destruccidn de la naturaleza, el agotamiento de los recursos, etc. tienden a ocultarlo. Son una especie de coartada ideoldgica. Las «nuevas escaseces» se propagan y pueden provocar una o varias crisis de indole completamente original. Bienes que anteriormente eran abundantes en la medida en que «naturales», sin valor dado que no eran producidos, se convierten hoy en bienes escasos: a partir de ahi se valorizan y se hace preciso producirlos. Asi adquieren un valor de uso junte con un valor de cambio. Son bienes «elementales» pues consisten precisamente en «elementos». En los proyectos urbanisticos mas modernos, que utilizan técnicas muy perfeccionadas, todo esta producido: el aire, la luz, el agua, el mismo suelo. Todo es factico y «sofisticadon; la naturaleza desaparece 363 salvo por la presencia de algunos signos y simbolos, pero incluso en ellos se trata de naturaleza «reproducida». El espaciv urbano se separa del espacio natural pero recrea un espacio particular a partir de las capacidades productivas. El espacio natural se convierte en un bien escaso, al menos en determinadas condiciones socioeconé- micas. De manera inversa, la escasez se espacializa, se localiza. Todo cuanto se enrarece tiene una relacin estrecha con la Tierra: los recursos del suelo, del subsuelo (petraleo) y de lo que esta sobre él (aire, luz, volimenes, etc.) y lo que depende de estos recursos (plantas, animales y energia, etc.) Los «elementos» pierden sus determinaciones naturales, incluido el emplazamiento y la situacién, en el seno de los «espacios cubier- tos» que devienen los elementos sociales del espacio. Adquieren valor (de uso y de cambio) puesto que ya no es posible extraerlos directamente de una reserva inagotable, la naturaleza. ;No tiene la demanda de estos procesos actuales tanta importancia como el agotamiento virtual —y por otra parte lejano— de las reservas industriales, minerales, etc.? En la produccién industrial tradicio- nal, la relacién con el espacio fue durante mucho tiempo puntual: lugares de extraccién o de procedencia de las materias primas, lugares de fabricacidn, lugares de venta. Sdlo las redes de circula- cin de los productos tenian una realidad espacial mas amplia. Cuando los «elementos» son producidos o reproducidos, la rela- cién de la actividad productiva con el espacio se modifica; implica al espacio de otro modo, tanto en las fases iniciales de las operacio- nes productivas (el agua y sus recursos), en las fases intermedias, como en sus tltimas fases (en el espacio urbano). La finitud de la naturaleza y de la tierra modifica la creencia ciega (ideolégica) en el poder infinito de la abstraccién, del pensa- miento y de la técnica, y en el poder politico y del espacio que dicho poder excreta y decreta. Desde el momento en que los «elementos» entran en los circui- tos de la produccién, de la reparticién y distribucidn, vienen a for- mar parte de la riqueza y, en consecuencia, caen dentro de la economia politica. 3Pero se trata atin de la economia poiitica cla- sica? Las nuevas penurias no son homélogas a las antiguas cares- tias, fundamentalmente por el hecho de que el espacio ha cambiado. Ahora se sittian, y cada vez con mas intensidad, en el espacio como conjunto. En este espacio se inserta en principio la produccién industrial con un caracter puntual, pero con posterioridad, al ser ocupado enteramente por el desarrollo del capitalismo y la repro- duccién de las relaciones de produccién, sobreviene una nueva exigencia: la produccién o reproduccién de las materias elements les (materias primas, energias). ;Qué va a suceder? ;Tendra esta 364 nueva exigencia un rol estimulante e integrador para el capitalismo © un papel desintegrador en un plazo mas 0 menos lejano? No se puede hablar de la insuficiencia del espacio si éste es tomado como espacio geométrico 0 geografico. Las disponibilidades de espacio, los espacios vacantes, son inmensos; y si ia falta relativa de espacio ha marcadoa ciertas sociedades (en Asia, principalmente) otras sociedades, al contrario, portan las marcas inversas de la inmensidad ofrecida a su expansién demografica y técnica (como en América). El espacio-naturaleza se abre atin por doquier; las técnicas permiten «construir» lo que se desee donde se desee, en el fondo del mar, en mitad del desierto o en la cima de las montajias y, si fuera necesario, en el espacio planetario. La escasez de espacio tiene un caracter socioecondmico bien definido; no se observa ni manifiesta sino en areas concretas: en la proximidad de los centros. Los centros se mantienen en las centra- lidades histéricamente constituidas, las ciudades antiguas, 0 se establecen fuera de ellas, en las ciudades nuevas. La cuestién de la centralidad en general y de la urbana en parti- cular no es de las cosas mas faciles, pues atraviesa de parte a parte la problematica del espacio. No es algo que concierna sélo al espa- cio social sino también al espacio mental: liga ambas cuestiones de un modo tal que scbrepasa las antiguas distinciones, escisiones y separaciones filoséficas entre el sujeto y el objeto, entre lo intelec- tual y lo material (lo inteligible y lo sensible). Pero esto lo hace no sin introducir nuevas distinciones y diferencias. La cetralidad posee un fundamento matemitico, como muestra el anilisis del espacio abstracto. Cualquier «punto» dado es un punto de acumu- lacién en torno al cual existe una infinitud de puntos. De otro modo no estaria asegurada la continuidad del espacio. Simultanea- mente, alrededor de cada punto es posible describir y analizar una superficie (preferiblemente un cuadrado) asi como la variacién de esta superficie tras un cambio infinitesimal de su distancia al punto central (ds*). De ese modu, cada centro puede concebirse doble- mente: pleno y vacio, infinito y finito. Para plantear la cuestion e intentar resolverla se impone recu- rrir al método dialéctico, Este método, que no es ya ni el de Hegel niel de Marx, se basa en un anilisis del tiempo histérico y de la temporalidad. Si debemos aceptar la idea de una centralidad dia- léctica o de una dialéctica del espacio es porque existe una cone: entre el espacio y la dialéctica; dicho de otro modo, hay contradic- ciones del espacio que implican y explican las contradicciones en el tiempo histérico, aunque no se reducen a dichas contradicciones. Inversamente, sila nocién de contradiccién (de conflicto actual) se distingue de la temporalidad y de la historicidad, si se extiende al 365 espacio, significa que puede haber un movimiento dialéctico de la centralidad. Este proceso dialéctico desarrolla los caracteres légi- cos de los centros (entendidos hasta ahora como puntos). 3En qué consiste tal movimiento? En primer lugar, la centrali- dad (mental y social) se define por la reunién y el encuentro de lo que coexisie en un espacio. ;Qué coexiste asi? Todo lo que se puede enumerar y designar. La centralidad es, pues, una forma, en si misma vacia pero que apela a un contenido: objetos, seres naturales o artificiales, cosas, productos y obras, signos y simbo- los, gentes, actos, situaciones, relaciones practicas. Esto la aproxima a la forma ldgica de tal suerte que puede decirse que hay una ldgica de la centralidad. La forma implica la simultaneidad y deriva de ella: simultaneidad de «todo» lo que puede reunirse —y por tanto, acumularse— en un acto de pensamiento o en un acto social, en un punto o en torno a él. El concepto general de centra- lidad relaciona lo puntual con lo global. En la orientacién del pensamiento moderno abrazada por Nietzsche y después asu- mida por varios tedricos (Georges Bataille entre otros), el centro 0 {aco es el lugar del sacrificio, el lugar donde las energias acumu- ladas, deseosas de ser descargadas, estallan. Cada época, cada modo de produccién, cada sociedad engendra (produce) su cen- tealidad: centro religioso, politico, comercial, cultural, industrial, etc. En cada caso fa relacion entre la centralidad mental y la cen- tralidad social debe ser definida. Y también deben definirse las condiciones de su final: estallido, explosién, ruptura. La centralidad se desplaza. Se sabe desde hace mucho tiempo —y recientes trabajos como los de Jean Pierre Vernant han venido a confirmarlo y desarrollarlo— que la centralidad en las ciudades griegas se desplazo de forma constante: del area en forma de hemi- ciclo donde los jefes y guerreros discutian sobre las expediciones y el reparto del botin, al templo de la ciudad; del templo al agora, lugar de reunién politica (y después de comercio, flanqueado con Pporticos y galerias adyacentes). Esto significa que en la Grecia anti- gua existia una relaci6n compleja entre el espacio urbano y el tiempo (los ritmos) de la vida urbana. Pero lo mismo puede decirse de una gran ciudad moderna, y no habria mayor dificultad en resu- mir brevemente los desplazamientos de la centralidad de Paris en el curso de los siglos xix y xx: los Bulevares, Montmartre, Montpar- nasse, los Campos Eliseos, etc Qué ha cambiado en ta sociedad contemporanea a este res- pecto? Pues simplemente que la centralidad se pretende total. Implicitamente o no, anhela definir una racionalidad superior, politico-estatal, «urbanay. Lo cual tratan de justificar después los agentes de la tecno-estructura, los planificadores. Al hacerlo, muestran 366 su desprecio por la dialéctica; la centralidad de este tipo expulsa los elementos periféricos con una violencia inherente al espacio mismo. La centralidad, o mas bien la centralizacion, se pretende y se pos- tula «totalizante» sin més filosofia que una estrategia —consciente © no—. Pese a las tendencias adversas, unas subversivas, otras toleradas (baio distintos nombres: flexibilidad, liberalizaci6n), e! centro condensa las riquezas, los medios de accidn, los conoci mientos, la informacién, la «cultura». Todo. A esas capacidades y poderes el centro superpone el poder supremo, la concentracién de los poderes: la Decisién. El sistema decisional se dice (de forma abusiva) racional. En el curso de la historia las centralidades siempre han desapa- recido: por desplazamiento, por estallido o por subversion. Unas veces han perecido debido a su exceso, saturadas, y otras veces la causa viene de sus defectos, el principal de los cuales es su tenden- cia a expulsar los elementos refractarios, algo que se vuelve contra ellas. No son procesos mutuamente excluyentes: la Roma antigua conocié la saturacién y el asalto de las periferias. La relacién «centralidad-periferia» es. pues, altamente com- pleja. Pone en juego la légica y la dialéctica en su doble determina- cin. Si se parte de la logica (formal o aplicada) se tiende a dejar de lado la dialéctica, aunque no se llegue nunca hasta el punto de eli- minar las contradicciones. $i por el contrario se parte de la dialéc- tica, de la teoria de las contradicciones, se termina por subestimar la l6gica, la coherencia y la cohesion. No es posible prescindir de guna de las aproximaciones. La centralidad puede dar lugar a una légica aplicada (una estrategia), pero puede también explotar con la consiguiente pérdida de identidad. La cuestién de la centralidad y su movimiento dialéctico viene a propésito de la escasez del espacio. Es la tendencia a constituir «centros decisionales» que retnen sobre un territorio restringido los elementos constitutivos de la sociedad —susceptibles de ser uti- lizados por y para el poder— lo que mantiene la escasez del espacio sobre el 4rea considerada, en torno al punto central. La penuria de espacio posee caracteristicas muy originales y novedosas respecto a jas otras escaseces, antiguas o recientes. Aunque surgida de forma espontdnea de un proceso histérico, la escasez del espacio se mani- tiene, y a menudo se anhela y se organiza mediante decisiones cen- trales. introduce una contradiccién entre la abundancia pasada o posible y la escasez efectiva. Esta contradiccién no es ajena a las relaciones de produccidn incorporadas en el espacio con con- junto, menos aun a su reproducci6n, puesto que los centros de decisién tienen por finalidad expresa mantenerlas. Al mismo tiempo, es una cantradicciém del espacio (y no solamente en el a 3 espacio, como las contradicciones clasicas generadas por la historia y el tiempo histérico). ;Significa esto que las contradicciones y los conflictos en el espacio (provenientes del tiempo) habrian desapa- recido? Ciertamente no; siguen presentes, junto con las implicacio- nes, estrategias y tacticas que suscitan, especialmente por lo que se refiere a los conflictos de clase. Sucede que las contradicciones del espacio envuelven las contradicciones histéricas, las supone y superpone, las empuja a un grado superior, y las amplia mientras las reproduce. Tras este desplazamiento, las nuevas contradicciones atraen sobre si la atencién, hacen recaer sobre ellas.el interés y apa- rentan desalojar e incluso absorber las antiguas contradicciones. No es mas que mera apariencia. Sélo un anilisis dialéctico permite descubrir las relaciones exactas entre las contradicciones en el espacio y las contradicciones del espacio, cudles se atenuan y cudles se acentuan, Del mismo modo, la produccién de cosas en el espacio no ha desaparecido, ni las cuestiones que ella plantea (la posesién de los medios de produccién, la gestion y el control de la produc- cién) ante la produccién del espacio. Sin embargo, esta tltima com- prende la produccién de «elementos», reviste y amplia los problemas procedentes de la produccién de las cosas. La condensacién y la centralidad concentran también las contradicciones anteriores, pero en este proceso las agrava y modifica El espacio es balizado, explorado, conocido y reconocido en una escala colosal. Crecen continuamente las posibilidades de ocu- parlo, llenarlo, poblarlo y transformarlo de arriba abajo: es decir, de producir el espacio, cuya naturaleza ya no seria sino la de una materia prima gradualmente destruida por las técnicas de produc- cién. Lo que es mas, ahora es posible reunir y procesar en un punto el conjunto de conocimientos e informaciones procedentes de lugares préximos o lejanos. Las informaciones y la informatica anulan las distancias, desdefian la materialidad dispersa en el espa- cio y el tiempo. La teoria de la centralidad implica esta capacidad completamente novedosa de concentracién que antes s6lo poseia el cerebro, en particular el de los genios. La centralidad mental y la centralidad social tienen esta mediacion que las reune y que es sin duda su funcién esencial: fa informacion (que en esta perspectiva no puede penetrar en el conocimiento sin realizar la conexién de los planos mental y social). Ahora bien, es en ese preciso momento cuando el espacio se fragmenta. Esta artificialmente reducido en torno a los centros para «valer» mas caro, para la venta, para la venta al por mayor o al detalle. Esta literalmente pulverizado; se vende en «lotes» y en «parcelas». Es asi como el espacio se convierte en el medio de las segregaciones, de la dispersién de los elementos de la sociedad rechazados hacia las periferias. Finalmente, las ciencias 368 parcelarias lo recortan —y la economia politica corriente en primer lugar— de modo que cada disciplina constituye su propio espacio: mental y abstracto, laboriosamente confrontado con la practica social. El proceso de recorte deviene una «disciplina» a titulo propio y el instrumento del saber pasa por conucimiento. Se busca la unidad en el curso de laboriosos montajes disciplinares © pluridisciplinares, sin llegar nunca a sacar partido de esos pedazos. El espiritu analitico sobresale unicamente en el manejo de los instrumentos de recorte, de modo que la unidad jamas se alcanza pues las ciencias parcelarias no pueden recentrarse sino modificando por completo su metodologia, su epistemologia, sus programas y sus ideologias. En esas condiciones tiene lugar un proceso

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